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Entradas Etiquetadas ‘Espiritualidad’

Tomad, Señor, y recibid…

Viernes, 31 de julio de 2015
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En la Fiesta de San Ignacio de Loyola, la pregunta es acuciante: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”
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Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber
y mi poseer;
Vos me lo diste;
a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro,
disponed todo a vuestra voluntad;
dadme vuestro amor y gracia,
que esto me basta.

*

San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales,
Cuarta Semana, Contemplación para alcanzar amor, Primer punto.

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Bibliografía. Hay infinidad de biografías y estudios sobre San Ignacio. Libros de interés

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Somos de carne

Lunes, 27 de julio de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

Pasemos el verano con el libro Oser la chair (atreverse con la carne) del fraile dominico Jean-Pierre Olivier Brice, en Ediciones du Cerf. Premio  de libros  de Espiritualidad Panorama – La Procure 2015:

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Estamos hechos de una carne universal,
en la que Jesús entró,
la cual viene de Dios y regresa a él,
una carne común a todos los humanos y
que nos hace plenamente solidarios,
pero estamos sobre todo constituidos
por una carne singular que viene de todo
lo que hacemos, de lo que decidimos.
Estamos frente a la responsabilidad de la verdad de nuestra propia carne…
Entendamos la palabra carne como todo el ser.
La unidad indisociable de todo lo que nos constituyecomo seres vivos y únicos:
cuerpo, espíritu, alma, inteligencia, sensibilidad, instinto, memoria,
herencias múltiples, deseo, historia, palabra.
Esto que permite ser y decir: “Yo soy”

*

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***

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“Ecuaciones teresianas”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 22 de julio de 2015
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16557694044_d11b2b1a97_mDe su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús tenía una lógica muy particular. Era una mujer inteligente y con ingenio, le gustaba pensar. Observaba y sabía hacer cálculos para lograr sus objetivos, porque su carácter apasionado no apagaba su espíritu práctico y su sentido común.

En Camino de Perfección, escribía: «Un buen entendimiento, si se comienza a aficionar al bien, ásese a él con fortaleza, porque ve es lo más acertado… Cuando este falta, yo no sé para qué puede aprovechar en comunidad, y podría dañar harto».

Una ecuación sencilla: cuando el buen entendimiento suma buenas costumbres da lugar a una buena vida. Igual de sencilla es aquella que explica que afrontar la vida sin un arrimo verdadero concluye en un fracaso. Y entonces hablaba de que Jesús es la puerta para adentrarse en lo profundo de Dios.

Era cuando explicaba que en la vida hay de todo: «Negocios y persecuciones y trabajos… tiempo de sequedades…, y que «nosotros no somos ángeles». Contando con eso –dice Teresa– si no se procura andar con Jesús, todo «es andar el alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo».

La ecuación es elemental y Teresa explicaba que, a veces, el orden de factores sí altera el producto y «querer ser María antes que haya trabajado con Marta», es decir, saltar pasos en la relación de amistad con Dios, da mal resultado. Lo mismo que hacer adiciones sin cuidado, de modo que una «motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la contemplación hace mucho daño».

También tiene su tabla de equivalencias: «Humildad es andar en verdad» o «amor de Dios es… servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad». Y más: si se procura «siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos… se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros». Y –dice Teresa– el resultado es que se tiene una gran libertad.

A veces, tiene una lógica aplastante. Por ejemplo, cuando habla del dinero, ¿para qué sirve?: «¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es cosa durable? ¿O para qué los queremos? Negro descanso se procura, que tan caro cuesta».

Y no es que no supiese lo importante que es disponer de lo necesario. Se había visto «atada por tantas partes, sin dineros ni de dónde los tener»; buscando el modo como llevar adelante sus fundaciones y viéndose «sin ayuda de ninguna parte».

Pero, había visto que el dinero acababa marcando las relaciones, como si fuera el baremo de la vida, la medida de buenos y malos, hasta el punto de que –como escribió– «por maravilla hay honrado en el mundo si es pobre, antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco». Una ecuación tan clara como engañosa, a la que Teresa responde enérgicamente: «¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra sin provecho!… ¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros!».

Otra de sus ecuaciones dice que despejando el amor propio, se resuelve la incógnita del auto engaño, porque se echa a los ladrones y se descubre la verdad.

Decía: «No os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Y ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas».

Hay que aplicar unas fórmulas: «Andar contradiciendo su voluntad… ponerla en lo que nunca se ha de acabar», y hay que dejar de aplicar otras: «Una propia estimación, un juzgar los prójimos, aunque sea en pocas cosas, una falta de caridad con ellos, no los queriendo como a nosotros mismos».

La lógica que propone Teresa es la de ponerse manos a la obra. Sin miedo: «Esforcémonos» –dice– dejando los temores, porque a veces, «no osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino». Y sin pereza, aunque en ocasiones «como no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas».

Solo queda observar la progresión: «Andar con particular cuidado y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes: si vamos mejorando o disminuyendo en algo, en especial en el amor unas con otras».

El resultado final, en cifras, es que en la amistad con Dios, «lo que está dicho y se dijere… es una cifra de lo que hay que contar», porque Él es infinito y sus misericordias no se pueden calcular.

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“¿Teresa extraordinaria? (III)”, por Gema Juan, OCD

Martes, 14 de julio de 2015
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19115313646_834cbce141_mDe su blog Juntos Andemos:

El largo camino por el que Teresa de Jesús se fue haciendo una mujer nueva y extraordinaria supuso, también, la revelación de un Dios sorprendente e inesperado. El Dios que había transformado su vida y que hará de ella una gran mujer de Dios.

Descubrir a ese Dios, siempre presente pero no siempre percibido, forma parte de la aventura personal de Teresa y de su proceso para convertirse en la «madre de espirituales» que llega a ser, capaz de acompañar a los creyentes, de siglo en siglo.

Ella misma confesaba, en una ocasión: «Acaecióme a mí una ignorancia al principio, que no sabía que estaba Dios en todas las cosas». Y eso, a pesar de que en cuanto empieza a repensar su vida para enderezarla, cae en la cuenta de que Dios, desde el principio, la iba guiando y llamando. Decía al comienzo del Libro de la Vida: «No me parece os quedó a Vos nada por hacer». Y, mucho más adelante, en una Exclamación, insistirá: «¡Oh, qué tarde se han encendido mis deseos y qué temprano andabais Vos, Señor, granjeando y llamando para que toda me emplease en Vos!».

Al Dios todomisericordioso, del que después hablará incansablemente, lo descubre muy lentamente. Teresa creía que el tesoro del amor de Dios solo se entregaba a los buenos y eso la había paralizado en más de una ocasión. Y resumía esa creencia diciendo: «Aguardaba a enmendarme primero, como cuando dejé la oración».

Creía que tenía que ser buena para que Dios estuviera con ella, para orar, incluso para tratar con los letrados o con quienes podían darle luz en su camino. Teresa todavía veía a Dios como el que favorece y se da a los buenos y juzga y recrimina a los malos.

Y cuenta que oraba para «ganar perdones», para ganarse a Dios: «Antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones».

Después de muchas luchas interiores, tras no pocas idas y venidas, entenderá que Dios va siempre delante, dándose. De tal modo que, cuando hace memoria de su propia vida, se da cuenta de que Dios es pura Gracia. Descubre a un Dios al que no hay que ganar, con el que no hay que comerciar para tenerlo a favor, pero con el que se puede hacer «un concierto». Eso es lo que llegará a entender Teresa:

Que con el «amigo de todo concierto», solo se puede tratar de amistad, no sirven otras cosas: solo la sinceridad de corazón encuentra el acceso. Teresa llega a comprender que Dios no fuerza jamás ni se presta a cambalaches piadosos. Por eso, dirá: «Él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos; mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo».

Así, pero no de un día para otro, Teresa pasa de creer en un Dios al que hay que satisfacer, a creer y vivir con otro que ama y se deja amar, que quiere amigos y no súbditos. Ese gran paso le lleva a entender que Dios desea encontrar una mirada amorosa que le responda y por eso dice a quien quiera escucharla: «Mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con Él».

El camino de fe que recorre la lleva a comprender que Dios quiere comunicarse, que busca a todos los seres humanos para regalarles su amor. Por eso, dirá que lo que importa es descubrir «el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando -que no parece esto otra cosa- que nos estemos con Él».

Teresa no dejará ya nunca de ser exigente consigo misma y con los demás. Y tal vez por ello, a veces se confunde su gran valía con algo excesivo a lo que no se puede aspirar. No es así. Ella puede decir: «Ni honra, ni vida, ni gloria, ni bien ninguno en cuerpo ni alma hay que me detenga ni quiera ni desee mi provecho, sino su gloria», y al mismo tiempo: «Soy muy ordinario reprendida de mis faltas». Como si dijera: siempre hay por delante un gran camino que hacer y estoy dispuesta. Ahí está lo extraordinario.

Teresa acompaña para abrir los ojos al amor y descubrir al «huésped divino» que jamás falta; conduce al encuentro íntimo y enseña lo único necesario para el amor: confiar y andar en verdad. Solo después de eso, se muestra firme para que nadie pierda el tesoro recibido y es desde ahí, desde donde levanta su propio vuelo.

Porque si algo hizo extraordinaria de verdad a Teresa, fue la confianza absoluta y esa amada sinceridad que unió su vida a la de Dios, sin dejar resquicio fuera. A partir de aquí, todas sus piezas encajan. Su vida se concierta con la del Dios que ha arrebatado su corazón y empieza «otra vida», la extraordinaria vida de los amigos de Dios. Escribir, recorrer mil caminos para fundar, enseñar, mover corazones, tratar con nobles y gentes sencillas, negociar, educar, responder a los teólogos… todo es –dirá– «otra vida nueva».

Con cuánta razón podía escribir: «¡Oh Señor mío y Misericordia mía y Bien mío! Y ¿qué mayor le quiero yo en esta vida que estar tan junto a Vos, que no haya división entre Vos y mí? Con esta compañía, ¿qué se puede hacer dificultoso? ¿Qué no se puede emprender por Vos, teniéndoos tan junto?».

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Oración por nuestra tierra

Sábado, 11 de julio de 2015
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a_3wDios omnipotente,

que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.

Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.

Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.

Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.

Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.

Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.

*

Francisco

Oración por nuestra tierra.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

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Pensamientos de Simone Weil

Miércoles, 8 de julio de 2015
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1901377_727811093918216_2065737668_n“Los hijos de Dios no deberían tener más patria aquí abajo que el universo mismo, con la totalidad de las criaturas racionales que ha contenido, contiene y contendrá. Esa es la ciudad natal digna de merecer nuestro amor”.

“Hay que ser católico, es decir, no estar ligado por un hilo a nada creado, sino a la totalidad de la creación”.

“Hoy, ni siquiera ser un santo significa nada; es precisa la santidad que el momento presente exige, una santidad nueva, también sin precedentes”.

“Un nuevo tipo de santidad es un afloramiento, una creación. Guardando las proporciones, manteniendo cada cosa en su lugar, es casi algo análogo a una nueva revelación del universo y del destino humano. Es como dejar al descubierto una amplia porción de verdad y de belleza ocultas hasta ese momento por una densa capa de polvo… Una santidad nueva es una creación prodigiosa”.

“El mundo tiene necesidad de santos como una ciudad con peste tiene necesidad de médicos. Allí donde hay necesidad, hay obligación”.

“El pecado no es una distancia, sino una mala orientación de la mirada”.

“El mar no es menos bello a nuestros ojos porque sepamos que a veces los barcos zozobran. Por el contrario, resulta aun más bello”.

“Cuando un hombre se separa de Dios, se abandona simplemente a la gravedad. Podrá pensar entonces que es un ser que quiere y elige, pero no es más que una cosa, una piedra que cae”.

“La palabra de Dios es palabra secreta. Aquel que no ha oído esa palabra, aun cuando manifieste su adhesión a todos los dogmas enseñados por la Iglesia, no está en contacto con la verdad”.

“El cristianismo es católico de derecho, no de hecho. Tantas cosas están fuera de él, tantas cosas que amo y que no quiero abandonar, tantas cosas que Dios ama, puesto que de lo contrario no tendrían existencia…”.

“No puedo dejar de preguntarme si, en estos tiempos en que una parte considerable de la humanidad se encuentra sumida en el materialismo, no querrá Dios que existan hombres y mujeres que, entregados a él y a Cristo, permanezcan sin embargo fuera de la Iglesia”.

“Oculto y silencioso es el camino por el que la gracia se adentra en los corazones”.

“Lo que me da miedo es la Iglesia como realidad social”.

*

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Fuente Amigos de Thomas Merton

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Ser feliz y no perderse en el intento

Sábado, 4 de julio de 2015
Comentarios desactivados en Ser feliz y no perderse en el intento

10304504_852891838084770_6251315185974124992_nDel blog de xabier Pikaza:

Había puesto en mi facebook la “frase” que preside esta postal, porque ella merece ser pensada y discutida. Y así ha sido, como indican algunos comentarios del facebook. Si la lees, verás que hay en su fondo algunos temas que siguen abiertos:

No es el cansancio en sí lo que importa, ni el esfuerzo solo… La vida no es pura ascesis, sino mística de amor, en felicidad ((Pero esa mística no existe sin un tipo de esfuerzo a favor de los otros, en la Vida)).
No quiero sacrificios, dice Oseas y repite Jesús de Nazaret, sino “compasión”, es decir, felicidad compartida ((Pero esa felicidad tampoco existe sin don de sí, es decir, sin darse uno mismo, sin un tipo de sacrificio en amor por los demás)).

Éstas son algunas preguntas que plantea el tema, en un tiempo como el nuestro, enfermizamente ansioso de felicidad… y muy carente de ella. Enfermos estamos, porque morimos y matamos (destruimos) a los otros pero no somos felices, quizá porque matamos (no sabemos amar), quizá porque tampoco sabemos morir… Siga leyendo quien quiera terciar en el tema. Buen día, que seas feliz.

Tres preguntas esenciales

1. ¿Puede uno ser feliz por sí mismo, sin otros, como pensaba aquel poeta excelso (y egoísta) que decía: vivir quiero conmigo / gozar quiero del bien que debo al cielo / a solas, sin testigo / libre de amor, de celos / de odio de esperanza, de recelos? (Fray Luis de León).

(No, Fray Luis, no se puede ser feliz a solas, sin testigo, libre de amor… Ciertamente, hay una felicidad interior, hecha de equilibrio y superación del deseo, como quiere el el Buda/Feliz, iluminado por dentro… Pero es una felicidad que ha de irradiarse en forma de gozo abierto, de compasión cordial, de presencia…).

2. ¿Cómo ser feliz sin que haya otro de quién recibir felicidad, sin darla al mismo tiempo y compartirla con otros, más allá de la pura pareja, en un mundo hecho siempre de otros y otros…? ¿Se puede ser feliz sin estar en-amorado, en el sentido fuerte, y sin abrir esa experiencia en-amorada hacia los otros? Sobre esto meditó y escribió sus más hondos comentarios Ricardo de San Victor, monje del siglo XII, experto en amor de comunión.

(Tienes razón, hermano Ricardo. No hay felicidad sin amor mutuo y compartido, amar y ser amado, amando juntos a un tercero, es decir, a otros (el condilecto…), pues la felicidad de dos solos, cerrados en sí mismos (en sexo, caricia mirada sin fin) acaba perdiendo su savia…Todo amor se abre y quiere no sólo eternidad (futuro) sino efusión de vida compartida, como dos juntos que aman a un tercero, y así se van abriendo, en hijos, hermanos, amigos).

3. Y en tercer lugar ¿se puede ser feliz si sufren otros a mi lado, no sólo los amigos/amantes/familia, sino también los otros/otros que yo no conozco, pero que padecen o mueren de un hambre o injusticia, de la que yo soy de alguna forma responsable? ¿Se puede ser feliz cuando otros, mis hermanos, pasan hambre, quedan expulsados o encerrados en un tipo de cárcel… quizá incluso por mi culpa, como supo Jesús de Nazaret?

(Sí, Jesús, te doy gracias porque has comenzado tu mensaje y camino buscando, irradiando y compartiendo felicidad; porque has querido que los hombres y mujeres sean felices, porque nos has dado la “tabla” de la felicidad (bienaventuranzas…), porque has vivido y muerto por ellas, para que los demás sean felices (los pobres, los hambrientos, los perseguidos…), iniciando así el gran “maratón” de la felicidad mundial, que sigue y seguirá en marcha).

Un tema abierto. Importa no equivocarse en el camino de la felicidad.

El tema es mucho más complejo… pero estoy convencido de que parte de nuestra sociedad alienada y aburguesada, en el mal sentido de la palabra, no quiere ser feliz de verdad porque busca una forma equivocada de serlo:

— Busca en las ramas no en las raíces
— Quiere comprarla con dinero, no descubrirla en la vida, y regalarla, compartirla

Ciertamente, la felicidad es lo importante, no el esfuerzo en sí, ni el sacrificio sin más… pero la verdadera felicidad exige un tipo de negación de esfuerzo, de apertura y compañía… La felicidad es ante todo un don, una luz interior, una compañía

Es la felicidad de la casa compartida, al fresco de la tarde, con tu esposo/esposa y con tus hijos, bajo la verde parra, junto a la higuera fecunda, en la paz de la aldea y de la tierra (éste es el ideal de gran parte del AT).

Es la felicidad del que deja que la luz interior le alumbre, y contempla, baila y camina irradiando compasión, dejando todo, para que los demás puedan ser también felices (ésta es la imagen de Buda feliz).

La felicidad es también la del hombre que muere en la cruz porque ha querido ofrecer felicidad a todos…, a los pobres y excluidos, iniciando sobre el mundo la gran protesta, la revolución de los que quieren ser felices… (Ésta es la imagen de Jesús, que culmina en la Ascensión, que es la fiesta de la felicidad universal).

Ciertamente, hay otros elementos importantes en la felicidad:

Está el dinero, como medio, un dinero para todos (es decir, para ser compartido en amor y confianza…)
Está el trabajo bien hecho, conseguir aquello que yo quiero, en las cosas sencillas/importantes de la vida
Está la salud aceptada, es decir, la aceptación de la vida, en un camino complejo y rico, donde la vida es don y como don ha de asumirse, compartirse, regalarse (aceptando la muerte en manos de la Vida).

Para seguir reflexionando

Ofrezco los comentarios del facebook de ayer. Gracias a todos los que habéis intervenido, especial a M. Cobo y a J. I. Calleja (Buen día Nacho, nos vemos un día). Tú también puedes seguir comentando. Buen día, y buen camino de felicidad.

Leer más…

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Jesús, confío en ti

Lunes, 22 de junio de 2015
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Del blog Homoprotestantes:

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Jesús es mi luz y mi salvación;
ya no tengo miedo.
Jesús es la fortaleza en la que vivo seguro;
ya nada logra atemorizarme.
Cuando quienes se definían como buenos vinieron contra mí para destruirme,
ellas y ellos, mis enemigos y mis adversarias, tropezaron y cayeron.
Aunque un ejercito de homofobia y odio acampe contra mí,
no temerá mi corazón.
Aunque en mi contra se levante el odio de la ignorancia y el egoísmo,
a pesar de todo eso, yo viviré confiado.

Pues una cosa he pedido al maestro, y esa es la que buscaré sin descanso,
poder estar junto a él, en su casa, todos los días de mi vida,
para contemplar su justicia, su ejemplo, su entrega,
y poder después reflejarla en su templo y en toda la Tierra.
En el día de la angustia, Jesús me protegerá y consolará,
y en mi interior, cuando esté sólo, curará mis heridas;
después sobre una roca que nadie puede mover ni destruir, me pondrá en alto.
En ese día que ya empieza a atisbarse, quienes han olvidado el ejemplo del maestro,
se atreverán a mirarme a la cara, para ver quién soy, y pedirán perdón por su pecado.
Y allí, en el templo del maestro, en el mundo que me envuelve,
ofreceré sacrificios de alabanza;
cantaré, sí, cantaré a mi alrededor las cosas que Jesús ha hecho conmigo.

Escucha, oh Señor, mi voz cuando a ti clamo;
ten piedad de mí, respóndeme.
Cuando me dijiste: trabaja por la justicia, no te rindas. Mi corazón te respondió:
tu rostro buscaré sin cesar, e iré donde tú me pidas.
Pero no te escondas por mucho tiempo de mí;
no rechaces a tu siervo por sus imperfecciones, por sus errores;
tú siempre has sido mi ayuda.
No me abandones, no me dejes sólo,
oh Dios de mi esperanza y de mi salvación.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
aunque quienes me vieron nacer y me hablaron de tu amor, me rechacen,
tú siempre me acompañas, tú siempre estás conmigo.

Vuelve a mostrarme hoy tu camino Jesús,
y llévame por una senda que sea fácil junto a otras personas que van tras de ti,
para que no me engañen quienes para defender su verdad, desean mi mal.
No me entregues a la voluntad de quienes te nombran sin conocerte,
muchos mentirosos se han levantado contra mí,
han intentado destruirme con lecturas bíblicas cargadas de violencia.
Hubiera yo desmayado, si no hubiera confiado en ver tu justicia y tu bondad
a mi alrededor, construyendo un mundo y unas iglesias más humanas.

Espero al Señor, ya no tardará,
me esfuerzo y siento su aliento en mi corazón.
Te espero, Señor.

*

Carlos Osma

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“Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff

Jueves, 28 de mayo de 2015
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S.Francesco'StripBenedettoConsiderando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?

Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.

Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.

Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:

«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».

Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».

Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.

El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.

De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).

El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.

La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.

En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.

La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?

Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.

El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.

Leonardo Boff escribió Francisco de Asís: ternura y vigor, 6ª edición, Sal Terrae, 1995.

Traducción de MJ Gavito MiIano

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Miércoles, 20 de mayo de 2015
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jesus-nazaret2 J. I. González Faus. [La Vanguardia] Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba solo a los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: Religión Digital

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(Pascua 9). Manual para exorcistas y carismáticos. Ascensión y misión (Mc 16,15-20).

Martes, 19 de mayo de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de este domingo de la Ascensión, tomado del apéndice “canónico” (no del texto original) de Marcos, es uno de los textos más significativos de la historia de la iglesia, “manual” de exorcistas y carismáticos.

Un texto extraño, abrupto, que rompe el “discurso” anterior de Marcos (que acaba en Mc 16, 8) y ofrece un compendio de la misión cristiana, desde una perspectiva carismática y milagrosa de decisión, valentía (osadía) y esperanza, pero con el riesgo de insistir en aspectos “milagrosos” que no responder al texto anterior del evangelio.

— Un texto añadido por un “redactor” eclesial. A mediados del s. II, algunos manuscritos comenzaron a incluir tras Mc 16, 8 un apéndice, que antes circulaba quizá de forma independiente, con un compendio de experiencias pascuales, y un mandato misionero con la Ascensión del Señor (que ahora presentamos: Mt 16, 15-20). Este pasaje recoge, en forma de resumen o compendio, algunos testimonios fundamentales de la experiencia pascual y del comienzo de la Iglesia.

La inclusión hizo fortuna y desplazó, y luego eliminó del texto actual de Mc, otro final no canónico más pequeño. Desde entonces, este pasaje se añadw en los manuscritos más utilizados y en el texto “canónico” del Nuevo Testamento (A C D W)

images2— Es un pasaje espléndido, que expresa la fe de una iglesia antigua, quizá la de Roma, un compendio del cristianismo de milagros, formulado de manera abrupta, radical. Éstos son los signos de la Ascensión y de la Fe en Cristo, conforme a este pasaje:

– expulsar demonios, liberar así a un mundo endemoniado,
– hablar todas las lenguas, abriendo un espacio universal de palabra,
– inmunizarte a todos los venenos, no dejar que el mal te invada,
– curar a los enfermos, hacer un mundo sano?

Este evangelio del domingo de la Ascensión ofrece el mejor “manual” de exorcistas y carismáticos de la Iglesia. Ninguno de los manuales posteriores de la iglesia (ni los antiguos, como en de la imagen 1), ni los nuevos (como los que están surgiendo por doquier en la iglesia actual) es superior a éste del final canónico de Marcos.

Esta experiencia está en el fondo de la Iglesia: Expulsar “demonios”, curar enfermos, vivir en salud… hablar todas las lenguas… (como he puesto de relieve en mi Comentario de Marcos,VD, Estella 2013, 2ª imagen)

Esta postal reelabora un texto antiguo, insistiendo en la necesidad de recuperar desde el fondo del Evangelio de Marcos los “exorcismos” y “sanaciones”, con la experiencia de salvación (que es la fe), pero sin condena expresa de los no creyentes, como se ha venido diciendo (la palabra aquí empleada, katakrinô, no significa sin más condenar, sino dejar en manos del juicio de Dios en Cristo). Buen domingo a todos.

Texto Mc. 16,15-20. Misión cristiana

(a. Envío) 15 Jesús resucitado les dijo (a todos los discípulos): Yendo a todo el mundo, proclamad el evangelio a toda creatura

(b. Juicio) 16 Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será juzgado.

(c. Señales) 17 Estas señales acompañarán a los creyentes: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, 18 y tomarán serpientes venenosas en sus manos, y si bebieran algo venenoso no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán. 19 Por su parte, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo – y se sentó a la derecha de Dios.

(d. Cumplimiento) 20 Ellos, pues, saliendo, predicaron por todas partes (pantakhou), con la cooperación el Señor (Kyrios) y el fortalecimiento de la Palabra (Logos), por medio de las señales que les seguían

De manera sistemática y precisa se exponen aquí los elementos principales de la pascua de Jesús y de la misión eclesial, en un pasaje condensado que ofrece semejanzas doctrinales y formales con 1 Cor 15,5-7; Mt 28,16-20; Jn 20,19-23; Lc 24,36-49; Hch 1,6-8 y otros pasajes que exponen, resumen y definen la misión cristiana. De manera sorprendente, el nuevo esquema incluye rasgos que parecen arcaicos (algunos signos que harán los misioneros) y otros que pudieran tomarse como ya avanzados dentro del mensaje y camino de la Iglesia.

16,15. El gran envío

Id a todo el mundo (kosmos) y proclamad el evangelio a toda creatura (ktisis).

Éste es el envío mesiánico universal, el acta fundacional de la Iglesia, a partir de los Once y del resto de la iglesia primitiva, que se había reunido para llorar por Jesús. Después de haberles reprendido por su incredulidad, Jesús les envía a todo el cosmos (eis ton kosmon apanta), conforme a un programa que aparecía ya en 13, 10 (todas las gentes) y en 14, 9 (todos el cosmos). Es un esquema de universalidad que hallamos también en otros textos como Col 1,6 (kosmos) y 1,23 (toda la creación: pasê te ktisei) y Mt 28,18-19 (todas las gentes: panta ta ethnê),

El contexto israelita ha desaparecido, de manera que ya no hay misión primera y especial a los judíos, como supone Hech 8 (primero Jerusalén, luego Judea, Samaría, y finalmente todo el mundo…), sino que la misión cristiana se extiende desde el principio a todo el mundo, vinculándose as todos los pueblos (nivel humano) con la creación entero. Es evidente que estamos en contexto universal, de tipo cósmico. Desaparecen los pueblos en cuanto distintos (incluido el israelita; cf. Mt 28,19); surge la humanidad, emerge el cosmos como abierto a la palabra de los misioneros.

La iglesia proclama el “evangelio” (es decir, la buena noticia de Jesús). No se habla aquí de dogmas especiales, ni de un tipo de Trinidad (como en Mt 28, 16-20), ni de un tipo de Encarnación del Logos (como en el conjunto de Jn)… No se habla, en modo alguno, de imperativos legales o morales. El contenido del mensaje de la Iglesia es el evangelio, la Buena Nueva del Reino de Dios.

16, 16. Bautismo y juicio

Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será condenado.

Este pasaje se encuentra cerca de Mt 28,16-20, pero con una estructura dual (de talión escatológico, de salvación-condena), que está más cerca de Jn 20,23: «a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (cf. también Mt 16,19). En este contexto se vinculan la referencia a Jesús (fe) y la identificación eclesial (bautismo), que aparecen ahora como “medios”. Igual que en la otra conclusión no canónica (16, s/n), aquí no se habla de la llegada del Reino que anunció Jesús, sino de la salvación eterna (sôthêsetai). En este contexto se oponen los dos caminos clásicos de la tradición apocalíptica de Israel (y del helenismo).

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¿Dios???

Lunes, 11 de mayo de 2015
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Del blog À Corps… À Coeur:

Jes__s y el Disc__pulo Amado

¿Creer en Dios?

No está ahí la cuestión;

Sino en enamorarse de Dios.

*

Witold Gombrowicz

***

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Descubrir el abismo

Jueves, 7 de mayo de 2015
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Del blog À Corps… À Coeur:

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… Para no experimentar el fondo del desierto y la sed, el espíritu se agita: Estos son los objetos, proyectos, trabajos, cambios, placeres, esperanzas y temores, latidos del corazón, mil aleteos para encontrar sin cesar un nuevo punto de apoyo.

Ir por delante, a pasos precipitados: es una huida. Ascender: es una caída. Todo es buenopara quien oculta el abismo.

Quien se parase a contemplarlo caería posiblemente en la felicidad como una piedra.

*

Jean Sulivan en “Mais il y a la mer“, Gallimard, 1964

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“Herejías”.

Jueves, 7 de mayo de 2015
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quema_de_templarios_en_franciaDel blog de José Arregi:

A un franciscano ya mayor con quien tuve la suerte de convivir durante años, y de bromear y debatir a menudo, le escuché: “De toda la historia de la Iglesia, solo me interesan los herejes. Solo ellos han aportado algo verdadero. Y vaya si el buen fraile, ilustrado y locuaz, sabe de historia. Lo que no superaría es un examen de ortodoxia, por laxo que fuera el examinador. Pero en servicialidad fraterna, ahí se lleva la palma.

¿Y de qué se trata sino de eso en la vida franciscana? ¿Y a qué nos invita sino a eso el Evangelio de Jesús, él que puso como modelo al samaritano hereje y compasivo, frente al sacerdote servidor del templo, juez de la ley y guardián de la doctrina, para los que la pureza y la verdad son más importantes que el socorro del herido?

En las religiones tradicionales, sobre todo monoteístas, y en el cristianismo católico más que en ninguna otra, ha predominado una errónea preocupación por la verdad. Y ahí se corrompe todo. Nada más peligroso que la pretensión de poseer la verdad y el bien, de creerse nombrados por “Dios” para ser sus garantes en la historia. No hay persecución, cruzada, inquisición, tortura ni hoguera que no se haya justificado en nombre de la verdad y del bien.

Sin embargo, no quisiera incurrir en contraposiciones simplistas: dogma contra vida, creencias contra praxis, verdad contra bondad. Ni quisiera descalificar sin más el dogma, la creencia o la convicción de la verdad. Un dogma puede inspirar la vida, una creencia puede animar una buena praxis, la convicción de una verdad puede apoyar la bondad. ¡Benditos sean entonces el dogma, la creencia, la convicción verdad! Pero solo en cuanto fomentan vida buena, praxis bondadosa, bondad feliz. He ahí el criterio del evangelio en cualquier página que se abra. Ninguna creencia es mala de por sí, pero solo es buena si ayuda a una vida solidaria y feliz.

Pues bien, ese mismo es el criterio de la “herejía”. Por eso mismo, tampoco querría hacer sin más el elogio de la herejía o del hereje. La herejía es tan ambigua y parcial como lo que llamamos verdad. Y solo será liberadora en la medida en que no se impone como nuevo dogma, es tolerante, humilde y desapegada, esté en fin inspirada por la bondad, por la entraña compasiva del buen samaritano hereje: Vio al herido y se compadeció, se compadeció y se acercó, se acercó y lo atendió, y siguió feliz su camino tomándolo a su cargo.

Sin embargo, con toda su ambigüedad, la herejía es indispensable. Todo orden necesita subversión para seguir fomentando nueva vida. Toda afirmación –incluso esta misma– necesita negación para seguir hablando, escuchando, entendiéndonos más a fondo. Toda verdad necesita contradicción para avanzar a la luz y a la sombra del misterio salvador. Todo dogma necesita herejías para seguir inspirando la liberación y la vida, más allá de los límites del pensamiento. ¿Qué sería una Iglesia sin mucho más pluralismo, sin mucha mayor libertad de expresión y de enseñanza en su seno que la que reina, por ejemplo, en los partidos políticos? No sería Iglesia de Jesús. Pero así es la Iglesia que vemos: una institución donde un estamento clerical se ha hecho dueño de la verdad que llaman divina. Solo es su verdad.

Avancemos. La herejía no solo es sana y necesaria. Es también inevitable, como escribió Rahner. Quien se tome a la letra el dogma de la Trinidad no tiene alternativa: o niega la unidad o niega la trinidad, “herejías” ambas. Y así con todos los dogmas, que son construcciones mentales, radicalmente limitadas, como todos nuestros esquemas y lenguajes, por mucho que se consideren doctrina revelada. Toda “revelación divina” viene del fondo de la experiencia humana individual y colectiva con su límite, su ambigüedad, su provisionalidad radical. La “revelación” es el misterio indecible al que apunta lo dicho en el texto “sagrado” o en la fórmula dogmática. Y solo aquel que se atreve a transcender lo dicho en la palabra se abre a la revelación del misterio indecible más allá de la palabra.

Así pues, todo dogma y todo texto que se presenta como “revelado” nos sitúa ante una elección: quedarnos en lo dicho o abrirnos más allá.Herejía” significa justamente “elección”, y nadie está libre de elegir. La “herejía”, la elección es un imperativo. Solo quien elige ir más allá de la doctrina se abre al misterio y, en último término, a la misericordia fraterna, a la projimidad compasiva. La “herejía” es hoy más imperativo que nunca, invadidos como estamos por la información, la opinión, la palabra. Amigo, amiga: escoge la palabra que más te inspira, y transciéndela, déjate llevar por su impulso hacia el misterio y la misericordia.

No hay peor elección que identificar la revelación o el misterio con la fórmula dogmática con su significado concreto, limitado por la palabra, la historia, la cultura. Y no hay peor elección que la pretensión de estar en posesión de la verdad. Quienes se creen investidos de poder divino para definir la verdad y el error no son neutros, también eligen, se eligen a sí mismos. Solo que a su elección, su opinión, la llaman divina, y en esa ceguera está el peligro. Mala elección. La peor herejía. Lo grave no es errar, sino creerse infalible.

Evoco con emoción la memoria de todos y de todas las herejes de cualquier religión, iglesia, patria y partido. La memoria de los “paganos” condenados por la Iglesia solo por seguir otra religión o no seguir ninguna. La memoria de los cristianos y cristianas silenciadas, condenadas, apresadas, desterradas, quemadas vivas en nombre de la verdad. Amarga historia de la Iglesia, llena de lágrimas. Vosotros, innumerables, perdonadnos en nombre de Jesús, el hereje. Y rogad por nosotros, seguid inspirándonos, caminad con nosotros.

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El mejor Amigo

Viernes, 24 de abril de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

45922

NO SOY ahora ni aquí.
No tengo tiempo ni sitio.
No me quedo ni me voy.
No estoy sin ti ni contigo.
No tengo nunca ni siempre.
No soy el fin ni el principio.
No te encuentro ni te busco.
No te huyo ni te sigo.
No, no, no, no, no, no, no…
No será lo que no ha sido.
-Pues dime, ¿quién eres tú
si no eres otro ni el mismo?
-Soy lo que no tiene nombre:
Lo que no tiene sentido.
-Ahora sí que te conozco:
eres mi mejor amigo.

*

José Bergamín, Duendecitos y coplas.

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JE NE SUIS PAS maintenant ou ici.
Pas de temps ou de lieu.
Je ne reste pas ni ne m’en vais.
Je ne suis pas sans toi ni avec toi.
Je n’ai ni jamais ni toujours.
Je ne suis ni la fin ni le début.
Je ne trouve pas ni ne te cherche.
Je ne te fuis pas ni ne te suis.
Non, non, non, non, non, non, non …
Il ne sera pas ce qui n’a pas été.
-Alors, dis-moi, qui es-tu
si tu n’es ni autre ni le même ?
-Je suis ce qui n’a pas de nom,
Ce qui n’a pas de signification.
– Maintenant oui je te connais :
Tu es mon meilleur ami.

*

José Bergamín, Duendecitos y coplas

***

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Activos y contemplativos: A propósito de Jn 21, 1-14.

Sábado, 18 de abril de 2015
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jesus e a pesca milagrosaA propósito de Jn 21, 1-14

Mari Paz López Santo

ECLESALIA, 13/04/15 .-

Se adelantó a todos sin moverse del sitio. Miró al frente sin soltar la herramienta de trabajo. No gritó su descubrimiento; lo susurró, pero entre admiraciones y comillas: “¡Es el Señor!”.

Volvió a sentir el agua cayendo sobre sus pies y el latir de un corazón en la Noche del Servicio y del Amor; sus manos no dejaron a un lado la red, pero su mirada fue más allá: “¡Es el Señor!”.

No necesitó contrastar ni pudo callar, siguió agarrando la red; era un trabajo en equipo, todos en lo mismo: la comunidad sobre la inestable barca obedeciendo sin convicción una propuesta desde la orilla, después de una noche de esfuerzo inútil. “¡Es el Señor!”, le dijo al jefe que… ¡se vistió para tirarse al agua!

Las luces del amanecer robaban brillos y colores a unas brasas a pie de playa en esa hora que nada es lo suficientemente nítido como para no ser puesto en cuestión; esa hora en que hay que creer, o haber creído, para poder ver.

No hacían falta palabras. Un coro de silencios interiores proclamaba: “¡Es el Señor!” mientras se esparcía en el aire un agradable olor a pescado recién asado.

Recorriendo los versículos 1 al 14 del capítulo 21 del Evangelio de Juan recibo la profundidad del significado de la contemplación insertada en la vida activa.

Por eso me ha extrañado que, en el libro de evangelio comentado para cada día que me compré a principio de año, en donde se describen cuatro pasos de la Lectio Divina, no figura la “contemplación”. Se indica como primer paso la Lectura (Lectio); el segundo, la Meditación (Meditatio); en tercer lugar la Oración (Oratio) y, en cuarto lugar, la Acción (Actio).

¿Por qué no seguir un orden natural e incluir en la divulgación de la Lectio Divina la Contemplación (Contemplatio); justo detrás de la Oración y antes de pasar a la Acción?

Estos pequeños libros del evangelio de todos los días están ayudando mucho en la vida espiritual de los cristianos, especialmente los laicos y laicas que vivimos en el mundo; también el conocimiento de los pasos de la Lectio Divina indicada no sólo para sacerdotes, religiosos y religiosas de vida activa y contemplativa. Por eso me ha extrañado que una etapa de la Lectio tan importante como la Contemplación no se haya incluido.

Este año 2015 dedicado por la Iglesia a la Vida Consagrada puede ser un buen momento para que nuestros hermanos religiosos y religiosas activos o contemplativos animen a la Contemplación.

No pongamos fronteras al Espíritu que irá moldeando nuestra visión y nuestra escucha y, como a Juan, nos hará proclamar: “¡Es el Señor!”, sin soltar la herramienta, ni el ordenador, ni el tractor, ni el pañal, ni la bisturí, ni la sartén, ni el fonendo, ni el carro de la compra, ni la máquina de fotos, ni el micrófono, ni el pañuelo, ni las muletas, ni el coche, ni el libro, ni el pincel, ni…

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 4 de abril de 2015
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Axmk6dZCMAA35w4En este Sábado Santo en el que el Silencio lo cubre todo, meditemos ante el sepulcro acerca de quién era este Hijo de Hombre y el por qué está ahí, que le llevó a estar muerto, frío, yacente ante nuestras lágrimas y las de su Madre

Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo

Paladear la humanidad de Jesús el Nazareno

Los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres

De su blog Miradas Cristianas:

Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba a solos los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

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“La porción femenina de Dios”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Domingo, 8 de marzo de 2015
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mariaLeído en la página web de Redes Cristianas

Cierta madrugada, insomne, retomé mi trabajo habitual en el ordenador. De repente, me pareció haber oído, no sé si del mundo celestial o si de mi mente en estado alterado, una voz como un susurro, que me decía: “Hijo, voy a revelarte una verdad que ha estado siempre ahí, en mi evangelista Lucas, pero que los ojos de los hombres, cegados por siglos de patriarcalismo no podían ver. Se trata de la relación íntima e inefable entre María y el Espíritu Santo”. Y la voz seguía susurrando: “Aquel que es tercero en el orden de la Trinidad, el Espíritu Santo, es el primero en el orden de la creación. Él llegó antes al mundo; después vino el Hijo de Dios. Fue el Espíritu Santo, aquel que flotaba sobre el caos primitivo, y el que sacó de allí todos los órdenes de la creación. De ese Espíritu creador, se dice por mi evangelista Lucas: vendrá sobre ti, María, y armará su tienda sobre ti, por eso el Santo engendrado será llamado Hijo de Dios. Armar la tienda, como sabes, significa morar, habitar definitivamente. Si María, perpleja, no hubiese dicho su fiat, hágase según tu palabra, el Hijo no se habría encarnado y el Espíritu Santo no se habría feminizado.

Mira, hijo, lo que te estoy diciendo: El Espíritu vino a morar definitivamente en esta mujer, María. Se identificó con ella, se unió a ella de forma tan radical y misteriosa que en ella comenzó a plasmarse la santa humanidad de Jesús. El Espíritu de vida produjo la vida nueva, el hombre nuevo, Jesús. Para ti y para todos los fieles está claro que lo masculino a través del hombre Jesús de Nazaret fue divinizado. Ahora vete al evangelio de san Lucas y constatarás que también lo femenino a través de María de Nazaret fue divinizado por el Espíritu Santo. Él armó su tienda, es decir, vino a morar definitivamente en ella. Date cuenta que el evangelista Juan dice lo mismo del Hijo: Él armó su tienda en Jesús. No es el Espíritu, susurra la misma voz, que toma al profeta para una determinada misión y, cumplida esta, termina su presencia en él. Con María es diferente. Viene, se queda, y no se va jamás. Ella es elevada a la altura del Divino Espíritu Santo. De ahí que, lógicamente, el Santo engendrado será llamado Hijo de Dios. Es el caso de María. No sin razón es la bendita entre las mujeres.

Hijo, esta es la verdad que debes anunciar: por medio de María, Dios mostró que además de ser Dios-Padre es también Dios-Madre con las características de lo femenino: el amor, la ternura, el cuidado, la compasión y la misericordia. Estas virtudes están también en los hombres, pero encuentran una expresión más visible en las mujeres.

Hijo, al decir Dios-Madre descubrirás la porción femenina de Dios con todas las virtudes de lo femenino. Jamás olvides que las mujeres nunca traicionaron a Jesús. Le fueron fieles hasta el pie de la cruz. Mientras sus discípulos, los hombres, huyeron, Judas lo traicionó y Pedro lo negó, ellas mostraron un amor fiel hasta el extremo. Ellas, mucho antes que los apóstoles, fueron las primeras en dar testimonio de la resurrección de Jesús, el hecho mayor de la historia de la salvación.

Lo femenino de Dios no se agota en su maternidad, sino que se revela en lo que hay de intimidad, de amorosidad, de gentileza y de sensibilidad, perceptibles en lo femenino. No permitas que nadie, por ninguna razón, discrimine a una mujer por ser mujer, aduce todas las razones para que sea respetada y amada, pues ella revela algo de Dios que solamente ella, junto con el hombre, puede hacer a mi imagen y semejanza. Refuerza sus luchas, recoge las contribuciones que ella aporta a la sociedad, a las Iglesias, al equilibrio entre hombre y mujeres. Ellas son un sacramento de Dios-Madre para todos, un camino que nos lleva a la ternura de Dios. Ojala las mujeres asuman su porción divina, presente en una compañera suya, María de Nazaret. Llegará el día en que caigan las escamas que cubren vuestros ojos y entonces hombres y mujeres os sentiréis también divinizados por el Hijo y por el Espíritu Santo”.

Al volver en mí, sentí en la claridad de mi mente cuanto de verdad me había sido comunicado. Y, conmovido, me llené de alabanzas y de acción de gracias.

*

Leonardo Boff escribió El rostro materno de Dios, Sal Terrae 1999.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“La fuente (III)”, por Gema Juan OCD

Martes, 3 de marzo de 2015
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16263558616_21fefdcd88_mDe su blog Juntos Andemos:

Con unos versos emocionantes, Juan de la Cruz comparte su experiencia de la fuente divina, de la «eterna fonte». En su Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe, dice: «Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche».

Hablará de una fuente escondida, pero que sabe dónde hallar. Apenas da comienzo a su Cántico Espiritual, escribe: «No le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti. Solo hay una cosa, que, aunque está dentro de ti, está escondido».

La «fuente viva de Dios» está dentro, en las entrañas del ser humano y nadie está privado de esta agua y de vivir en la abundancia de esta fuente interior. Y, sin embargo, la sequedad prende en muchos seres humanos y reseca las entrañas, quitando la alegría de vivir y la luz para entender y avanzar en todo lo bueno.

No es necesario llegar al final del trayecto para beber. Eso haría fácil perder la perspectiva, el horizonte del camino; en realidad, el mismo caminar hacia la fuente ya refresca la vida. Sin embargo, Juan sabe que es fácil «entretenerse», perder la pista, el hilo que lleva a lo profundo.

Por eso, el maestro de espíritu que hay dentro del fraile carmelita, hace cuanto puede por enseñar el camino a lo profundo. Dirá que «el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar». Hay que ir a por ello, no se tropieza sin más con lo más auténtico del ser.

Enseguida explicará que para ir, hay que cerrar una puerta. Dirá: «Cerrando la puerta sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, [ora] a tu Padre en escondido; y así, quedando escondida con Él, entonces le sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en escondido, y te deleitarás en escondido con Él».

Al fondo, hay algo que merece la pena: la posibilidad de vivir en la alegría –gozarás, te deleitarás…–, en medio de todas las quiebras que trae la vida. Por supuesto, Juan habla de la alegría que nace del amor, de saberse amado y de comprender que es posible corresponder.

No dice que haya que cerrar la puerta a todas las cosas, sino a la voluntad de ellas. Porque sabe que «carecer de las cosas… no desnuda el alma si tiene apetito de ellas». La libertad no viene por la carencia sino por la elección. Se trata de cerrar la puerta a «todo lo que no es Dios», a todo lo que no pasa por el filtro del evangelio.

Para cerrar la puerta y beber, lo único necesario es tener sed, porque el agua mana para todos sin excepción y sin medida, pero hay que ir a buscarla. Por eso Juan no solo dice que la fuente está escondida en lo profundo, sino que hay que caminar aunque sea a oscuras —«aunque es de noche», insiste.

Oscuramente se avanza, porque se trata de un camino de fe, donde solo la confianza alumbra. Porque es fácil irse «tras lo que más luce y llena nuestro ojo… siendo lo que peor nos está y lo que a cada paso nos hace dar de ojos». Hay que apagar –dirá– lo que «ofusca y embaraza», lo que embota la razón y retiene los pasos.

Y a oscuras, porque la inmensidad del manantial deslumbra, excede todo lo visible y es inabarcable para el espíritu humano. Dios es «excesiva luz».

Y es un misterio, pero no como un secreto cerrado sino como una fuente sin principio ni fin. Juan dirá que la «espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar más adentro, por cuanto es inmensa y sus riquezas incomprehensibles». Siempre se puede ir más allá.

Dios es fuente eterna y llama incansablemente. Lo recuerda también el poema de La fonte: «Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras». Llama para «hartar». Para hacer rebosar al ser humano de bien. No le basta comunicarse un poco, Dios aspira a la totalidad con cada ser humano.

Por eso, cuando comente la estrofa que habla de la cristalina fuente, en Cántico, dirá que solo el amor guía en la búsqueda del agua y que ese amor hace la semejanza entre la fuente y el caminante, entre Dios y el ser humano. Y llegará a decir que «así, cada uno vive en el otro, y el uno es el otro y entrambos son uno por transformación de amor».

Hablando de esa transformación, escribirá en Llama: «Todo lo que se puede en este caso decir es menos de lo que hay; si se advierte que el alma está transformada en Dios, se entenderá en alguna manera cómo es verdad que está hecha fuente de aguas vivas, ardientes y fervientes en fuego de amor, que es Dios».

Eso es lo que espera al ser humano en las fuentes de la Gracia: espera a Dios mismo, para darse en plenitud, «como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea».

Mientras tanto, el ser humano camina y Dios le da su Espíritu, que sostiene en el camino e ilumina los pasos porque «está escondido en las venas del alma, está como agua suave y deleitable, hartando la sed del espíritu en la sustancia del alma».

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“La fuente (II)”, por Gema Juan OCD

Lunes, 2 de marzo de 2015
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16288610732_07cfdb37de_mLeído en su blog Juntos Andemos:

A medio camino entre los Padres de la Iglesia y Edith Stein, se encuentran Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, y también ellos bebieron de la fuente inagotable divina, experimentaron a Dios como el manantial de donde todo procede y se sumergieron en él para dar vida.

Ante el misterio de Dios, la fuente madre que no solo da la vida sino que también acoge y recoge en sí a todos los seres humanos, Teresa se conmueve y exclama: «¡Oh Vida, que la dais todos! No me neguéis a mí esta agua dulcísima que prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a Vos».

Tiene conciencia de que los seres humanos están íntimamente unidos en el camino de la vida y que un mismo fin de amor y plenitud aguarda a todos; por eso, escribía a sus hermanas: «Queramos que no, todos caminamos para esta fuente, aunque de diferentes maneras». El realismo teresiano apunta siempre a la esperanza.

A Teresa, el agua le sirve para explicar el camino de la vida, de la amistad con Dios, de la oración: se trata de hacer florecer el propio huerto y para ello hay que recorrer un camino. Es como ir del pozo a la fuente, aprender a regar y a dejarse empapar. Hay que aceptar el esfuerzo de buscar el agua, para terminar por descubrir que estaba ahí, antes de que todo comenzara, esperando para inundarlo todo.

Se le ocurren cuatro formas de regar el huerto. Es un modo simbólico de hablar. Lo que le interesa es ayudar a entender que merece la pena buscar la fuente. Para eso, hay que echar a andar, escarbar, desbrozar, hasta que Dios pueda «hartar todo este huerto de agua», porque la tierra puede recibirla.

Así es como Teresa empieza a hablar de los «siervos del amor». Esos servidores del amor son los que siguen «por este camino de oración al que tanto nos amó», a Jesús. Son buscadores, que terminarán por descubrir lo que Él mismo decía de su agua: que se convierte dentro «en un manantial que brota dando vida eterna».

«De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo», mientras que en «el segundo modo de sacar el agua», la cercanía de Dios se hace palpable, su presencia va transformando la vida y una alegría profunda empieza a abrirse paso.

Hay más. Llega un momento en que ya no parece que se busca el agua, sino que Otro se ocupa de que la tierra la tenga. Teresa dirá que Dios se convierte en el hortelano, que Él es el que trabaja para que crezca la amistad. Y dirá que «como es tal el hortelano, en fin criador del agua, dala sin medida». Dios es la fuente, el «criador del agua» y solo desea derramarse sobre la tierra de sus amigos.

Así, hasta llegar al centro, donde Él mismo se encuentra. Por eso, cuando hable de la cuarta forma de regar dirá que «se goza un bien, adonde junto se encierran todos los bienes». El agua desborda benéficamente, llueve desde lo profundo y se empieza a descubrir la infinita fuente de vida en la que Dios sumerge a quien le busca, el manantial que brota dentro.

Teresa tiene un conocimiento muy profundo de lo humano. Ha tocado sus límites y se ha visto en frustrantes recaídas, sintiendo cómo perdía el agua. Y ha visto que por no preparar la tierra para recibir el agua, algunos preciosos huertos se vuelven estériles. Pero también ha comprobado que de muchas maneras se puede avanzar y por eso cuenta su experiencia:

«Para lo que he tanto contado esto es… para que se vea la misericordia de Dios y… para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración… y cómo si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas… tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación».

Por un lado, todo es cosa de Dios que «como es tan bueno, no nos fuerza, antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed». Por otro lado, la grandeza de la fuente se revela en que de ella «salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquello les basta, y más, sería espantarlos ver mucha agua».

Dios no atropella, no impone su amor ni obliga a la amistad. Cuando su presencia desbordante anega, es porque la tierra está preparada para recibir. Y, en todo caso, sea cual sea la etapa de la vida y de la relación con Dios, el agua siempre está disponible porque «sin tasa es su misericordia» y da una seguridad para caminar en medio de las incertidumbres de la vida y de los vaivenes a que está sometida.

Teresa ha experimentado la sobreabundancia que mana de las fuentes de Dios, sabe que con esa agua se puede atravesar cualquier desierto y superar los obstáculos de la vida, por eso escribe: «¡Oh fuentes vivas de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran abundancia para nuestro mantenimiento y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida el que procurare sustentarse de este divino licor».

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