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“Ecuaciones teresianas”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 22 de julio de 2015
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16557694044_d11b2b1a97_mDe su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús tenía una lógica muy particular. Era una mujer inteligente y con ingenio, le gustaba pensar. Observaba y sabía hacer cálculos para lograr sus objetivos, porque su carácter apasionado no apagaba su espíritu práctico y su sentido común.

En Camino de Perfección, escribía: «Un buen entendimiento, si se comienza a aficionar al bien, ásese a él con fortaleza, porque ve es lo más acertado… Cuando este falta, yo no sé para qué puede aprovechar en comunidad, y podría dañar harto».

Una ecuación sencilla: cuando el buen entendimiento suma buenas costumbres da lugar a una buena vida. Igual de sencilla es aquella que explica que afrontar la vida sin un arrimo verdadero concluye en un fracaso. Y entonces hablaba de que Jesús es la puerta para adentrarse en lo profundo de Dios.

Era cuando explicaba que en la vida hay de todo: «Negocios y persecuciones y trabajos… tiempo de sequedades…, y que «nosotros no somos ángeles». Contando con eso –dice Teresa– si no se procura andar con Jesús, todo «es andar el alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo».

La ecuación es elemental y Teresa explicaba que, a veces, el orden de factores sí altera el producto y «querer ser María antes que haya trabajado con Marta», es decir, saltar pasos en la relación de amistad con Dios, da mal resultado. Lo mismo que hacer adiciones sin cuidado, de modo que una «motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la contemplación hace mucho daño».

También tiene su tabla de equivalencias: «Humildad es andar en verdad» o «amor de Dios es… servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad». Y más: si se procura «siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos… se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros». Y –dice Teresa– el resultado es que se tiene una gran libertad.

A veces, tiene una lógica aplastante. Por ejemplo, cuando habla del dinero, ¿para qué sirve?: «¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es cosa durable? ¿O para qué los queremos? Negro descanso se procura, que tan caro cuesta».

Y no es que no supiese lo importante que es disponer de lo necesario. Se había visto «atada por tantas partes, sin dineros ni de dónde los tener»; buscando el modo como llevar adelante sus fundaciones y viéndose «sin ayuda de ninguna parte».

Pero, había visto que el dinero acababa marcando las relaciones, como si fuera el baremo de la vida, la medida de buenos y malos, hasta el punto de que –como escribió– «por maravilla hay honrado en el mundo si es pobre, antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco». Una ecuación tan clara como engañosa, a la que Teresa responde enérgicamente: «¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra sin provecho!… ¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros!».

Otra de sus ecuaciones dice que despejando el amor propio, se resuelve la incógnita del auto engaño, porque se echa a los ladrones y se descubre la verdad.

Decía: «No os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Y ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas».

Hay que aplicar unas fórmulas: «Andar contradiciendo su voluntad… ponerla en lo que nunca se ha de acabar», y hay que dejar de aplicar otras: «Una propia estimación, un juzgar los prójimos, aunque sea en pocas cosas, una falta de caridad con ellos, no los queriendo como a nosotros mismos».

La lógica que propone Teresa es la de ponerse manos a la obra. Sin miedo: «Esforcémonos» –dice– dejando los temores, porque a veces, «no osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino». Y sin pereza, aunque en ocasiones «como no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas».

Solo queda observar la progresión: «Andar con particular cuidado y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes: si vamos mejorando o disminuyendo en algo, en especial en el amor unas con otras».

El resultado final, en cifras, es que en la amistad con Dios, «lo que está dicho y se dijere… es una cifra de lo que hay que contar», porque Él es infinito y sus misericordias no se pueden calcular.

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