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Testimonio

Martes, 27 de agosto de 2019
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San Mateo refiere esta promesa de Jesús: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Aquí no hemos de pensar sólo en la asamblea litúrgica, sino en toda situación en la que dos o más cristianos están unidos en el Espíritu, en la caridad de Jesús. Y tampoco hemos de pensar sólo en la simple omnipresencia del Cristo resucitado en todo el cosmos.

Escribe un exégeta de nuestros días: «Mateo piensa en una presencia “personalizada”. Jesús está presente como crucificado resucitado, es decir, en la apertura de donación total vivida en la cruz, donde él, con toda su humanidad, se abre a la acción divinizante del Padre y se entrega totalmente a nosotros, comunicándonos su espíritu, el Espíritu Santo. La presencia del Resucitado no es, pues, una presencia estática, un estar-aquí y nada más, sino una presencia relacional, una presencia que reúne y unifica y que, en consecuencia, espera nuestra respuesta, la fe.

Brevemente, la proximidad de Cristo reúne a “los hijos de Dios dispersos” para hacer de ellos la Iglesia». Desde la alianza sellada en el Sinaí con Israel, Yahvé se revela como el que interviene eficazmente en la historia. El liberó a los hebreos de la esclavitud de Egipto, hizo de ellos su pueblo. «Yo estoy en medio de vosotros», es la palabra que identifica la primera alianza: una presencia que protege, guía, consuela y castiga…

Con la llegada del Nuevo Testamento, esta presencia adquiere una densidad especial y nueva. La promesa de la presencia definitiva de Dios, o sea, la promesa ae la Alianza definitiva, halla su cumplimiento en la resurrección de Jesús. En la comunidad cristiana, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, es «el salvador de su Cuerpo», la Iglesia (cf. Ef 5,23). Presente en medio de los suyos, él convoca y reúne no sólo a Israel, sino a toda la humanidad [cf. Mt 28,19-20). Vivir con Jesús «en medio», según la promesa de Mt 1 8,20, significa actualizar desde ahora el designio de Dios sobre toda la historia de la humanidad. Pero ¿cómo hacer visible la presencia permanente del Resucitado?

Cuando, tras la caída del Muro de Berlín, se reunió la primera asamblea especial del Sínodo de Obispos para Europa y se preguntó sobre la nueva evangelización del continente, un religioso húngaro subrayó que la única Biblia que leen los llamados «alejados» es la vida de los cristianos. Y podríamos añadir: somos nosotros, es nuestra vida, la única eucaristía de la que se alimenta el mundo no cristiano. Por la gracia del bautismo, y especialmente por la eucaristía, estamos injertados en Cristo, pero es en la fraternidad vivida donde la presencia de Jesús en la Iglesia se manifiesta y resulta operante en la existencia cotidiana.

En el silencio, dos o tres creyentes pueden testimoniar en el amor recíproco lo que constituye su identidad profunda: ser Iglesia en la atención a los débiles, en la corrección fraterna, en la oración en unidad, en el perdón sin límites.

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F. X. Nguyen Van Thuan,
Testigos de esperanza,
Ciudad Nueva 52001, pp. 155-157.

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Imagen Cerezo Barredo

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Escalera

Sábado, 17 de agosto de 2019
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Hombre-subiendo-escaleras-corriendoA una casa de pueblo puedo subir por algún medio extraordinario como por ejemplo una grúa. Pero lo normal es subir por la escalera. Se trata de subir poco a poco, peldaño a peldaño.

Así pasa con la fe cristiana. Partimos muchas veces de pensar que las personas ya son cristianas. Y puede ocurrir que sí, tienen un barniz, unas costumbres religiosas, un lenguaje eclesiástico, unas costumbres piadosas. Pero falta lo fundamental: conocer a Jesús, enamorarse de Él, dejarse poseer por Él; Realizar sus obras, escucharle, conocerle, acogerle; Que el Evangelio nos cautive.

Hay Pablos que viven una conversión de repente al descubrir a Jesús y tienen una experiencia creyente fuerte. Pero lo más normal es ir subiendo poco a poco las escaleras de la fe.

No soy psicólogo ni cosa por el estilo. Pero vivo la experiencia de que hay un Camino que recorrer. Primero es preciso encontrarse con las personas: su vida, sentimientos, alegrías, penas… A la vez, profundizar en la propia vida, vivir en intensidad mi realidad con sus logros, fracasos, miedos… Y preguntarnos muy hondo los porqué de nuestra existencia.

Luego creo que es preciso de alguna forma escuchar la Palabra de Dios. A través de la Biblia, a través de testigos de Dios, a través de acontecimientos religiosos, celebraciones, lecturas…

Un papel muy importante lo desempeñan en este proceso los Testigos: personas que me reflejan a Jesús con sus obras, palabras y testimonios.

Caminamos con el valor muy importante del grupo o comunidad. Entre varios es más fácil captar a Jesús. Las palabras trasmitidas por otras personas calan profundamente en mi interior.

Necesitamos conocer, acoger, el Evangelio: el Mensaje de Jesús; su Persona, su anuncio, su Reino, su vida, su muerte y Resurrección. Dejarme enganchar por Él. No se trata de amarle a Él, sino sobre todo, dejarme amar por Él.

Y no puede faltar la oración. Mejor la contemplación; escuchar, acoger, meditar, vivir la Presencia y la acción de Jesús.

Todo este proceso me lleva a las obras, a realizar el Reino de Dios, a hacer un mundo nuevo en justicia y amor. Un proceso señalado muy por encima pero que es preciso. Muchas veces cuando estoy en una misa dominical, me pregunto cuántas personas han vivido este proceso y cuántas viven el barniz religioso pero sin haberlo profundizado.

Creo que este es el gran problema que tenemos en la comunidad eclesial: personas que participan, algunas muy a menudo, otras circunstancialmente, pero ¿cuántas son capaces de dar razón de su fe? ¿Cuántas viven con una fe personal, consciente, significativa? ¿Hemos dado los pasos? ¿Hemos ido -vamos caminando- por las escaleras de le fe?

La catequesis infantil nos deja con cuatro ideas colgadas de un hilo. Es necesario seguir profundizando, viviendo, creciendo en la comunidad. Pero ¿existe en la realidad esa comunidad de creyentes en Jesús…? Para otro día.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Los hechos de los apóstoles”, por Gerardo Villar.

Lunes, 3 de junio de 2019
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iglesia-en-hechosMe ocurre muy a menudo. Pregunto a las personas por nuestro comportamiento y la respuesta es muy frecuente: “es que nosotros no somos como los buenos cristianos”.

No sabemos valorar el bien que hacemos. Nos fijamos casi siempre en ciertas personas y lo que nosotros hacemos, no lo apreciamos. Y descubro cada día y cada momento maravillas muy ordinarias que hacemos las personas en nuestras propias vidas: son causas humanitarias, ayudas vecinales, colaboraciones en las tareas municipales y de asociaciones.

Y si se trata de servicio o compromiso por los demás, ahí están las horas dedicadas a voluntariado, a comportamientos políticos, dinero que se comparte con ONGs.

A veces no valoramos y lo vemos como lo más normal el adoptar niños como hijos con las dificultades que eso supone.

Me acuerdo siempre de lo que nos cuentan los Hechos de los Apóstoles respecto de las primitivas comunidades. Y pienso que era una admiración exagerada aquello de “vivían y ponían todo en común”. Parece que tal ideal duró poco porque Ananías y Safira ya quisieron engañar y mintieron a la comunidad.

Es cierto que existe el egoísmo y el interés propio, pero creo que sobresale en la conducta de muchas personas la bondad. Me parece que hemos remarcado y recargado mucho a los cristianos sobre “nuestros pecados” e insistimos demasiado en los fallos.

Me parece que es curativo el ir escribiendo y anotando el bien que hacemos, no para presumir, sino para disfrutar y animarnos a crecer en las buenas obras y los comportamientos. Lo que nos dice San Mateo 25, lo veo en muchísimas ocasiones: “visitar a los enfermos y a los presos, dar de comer al hambriento…

¿Nos imaginamos una procesión en la que participásemos todas las personas que de una u otra a manera estamos ayudando a los demás, con sillas de ruedas, llevando del brazo, pagando los dineros para fines sociales, haciendo la vida más fácil y agradable a quienes sufren…?

Saber descubrir las señales de resurrección que hay hoy en día y darles más importancia que a las señales de muerte. Creo que este es nuestro problema. Y además creo que el mal solo se va a cambiar cuando nos fijemos y demos más importancia al bien. La mejor forma de derretir el hielo es el calor que acercamos.

Nos quedamos abrumados al oír las noticias. Están cargadas de fracasos, tsunamis, muerte, guerras, naufragios… Eso es cierto. Pero también es cierto la bondad que se da en todas las personas del mundo, el bien que se realiza, el amor que se expande. “Todo lo tenían en común”… Igual era una utopía, pero esa utopía empuja a la realidad también hoy.

Me gusta contar la vida al estilo de Los Hechos de apóstoles. “El ángel del Señor abrió la puerta a Pedro en la cárcel”. ¿No sería el herrero del pueblo? ES necesario ver y contar la vida con fantasía. Y estos ángeles funcionan a todas horas en nuestra vida y en nuestro mundo.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Después de la Pascua, el tiempo del Espíritu”, por Consuelo Vélez .

Jueves, 23 de mayo de 2019
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Miedo-libertad_2116598338_13555189_667x375El evangelista Lucas, una vez finaliza su evangelio con la resurrección de Jesús y su aparición a las mujeres y varones que lo siguieron en su vida histórica, continúa en el libro de los Hechos relatando, el tiempo del Espíritu: “Y recibirán la fuerza del Espíritu Santo para que sean mis testigos” (1,8). Y, efectivamente, el Espíritu de Jesús inunda sus vidas y la evangelización se hace un imperativo en el seguimiento. El libro de los Hechos continúa narrando como surgen las diferentes comunidades a las cuales se van uniendo cada vez más personas (Hc 2,47), sin ocultar las dificultades que se iban presentando (Hc 5,1-11).

En otras palabras, ¿en qué radica la vitalidad del seguimiento? En el anuncio que suscita. Cuando no se tiene nada que comunicar, se pierden las fuerzas para el camino. El seguimiento es movimiento, proyecto, esperanza, búsqueda, dinamismo. Y todo eso se muestra en la realidad de “no poder dejar de hablar de lo que se ha visto y oído” (Hc 4,20). Pero muchas veces la vida cristiana no muestra esa articulación, posiblemente porque no se ha dado el encuentro con la persona de Jesús –con el espíritu del Resucitado– sino con sus ideas o normas. Quien sigue las normas pone a prueba su constancia y fuerza de voluntad pero quien se encuentra con la persona de Jesús comunica la alegría que da el encuentro y anuncia el amor que experimenta dentro de sí. La vida ética y el compromiso cristiano es consecuencia de esa experiencia fundamental.

El espíritu de Jesús que se hace presente en sus seguidores es un espíritu de vida y esperanza. Es el espíritu que apuesta por el futuro y por la transformación de las situaciones. Es el que cree posible que las estructuras se muevan, las tradiciones se renueven, la vida se recree y se fortalezca desde dentro. La vida del Espíritu es alegría y paz. Es fortaleza y amor. Es misericordia y un nuevo comienzo (Cfr. Gál 5, 22). Y el tiempo pascual es el despliegue de esta vida del Resucitado en nuestra realidad limitada y pequeña pero inundada de gozo por la fuerza del Señor que se queda para siempre entre nosotros.

Así hemos de vivir este tiempo pascual dejando que el Espíritu del Resucitado inunde nuestra vida y transforme nuestro entorno. ¿Por qué no empeñarnos en ser personas capaces de servir y amar en todos los momentos de nuestra vida? Pero sobretodo ¿por qué no pensar que las cosas sí pueden cambiar y que la sociedad puede encontrar “otra” manera posible de vivir? Muchos son los espacios donde es urgente que la vida del Espíritu se haga realidad. En las propias familias donde nunca sobra el diálogo y el cambio de actitudes. En la realización de nuestras profesiones, que siempre han de repensarse para el bien común y el servicio. En la política que hace posible otras estructuras que garanticen la vida para todos y todas. Y ¿por qué no inventar otros modelos económicos que dejen de enriquecer a unos pocos y reviertan en el bienestar de todos?

El surgimiento del cristianismo parecía imposible en sus orígenes y, sin embargo, el Espíritu del Resucitado transformó la configuración religiosa de ese tiempo. Hoy no tiene menos fuerza ese mismo Espíritu. Sólo necesita personas disponibles a su acción, seguidores que anuncien y anuncios que convoquen. El tiempo de Pascua nos introduce en este tiempo nuevo y es ahora, aquí, en el presente que vivimos, dónde el Espíritu puede actuar si le dejamos, le secundamos y nos disponemos enteramente a su acción.

Consuelo Vélez

Fuente Fe y vida

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Fraternidad

Martes, 14 de mayo de 2019
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Una comunidad donde se vive con otros puede representar para el individuo el espacio vital en el que se produce un intercambio vivaz y una experiencia que hace madurar, un lugar de confianza en el que cada uno puede crecer en el amor a sí mismo y al prójimo. Una comunidad de mujeres y de hombres maduros estimula continuamente al individuo para que haga frente a las tareas cotidianas y a los conflictos y, a través de éstos, madure como persona y como cristiano.

La crítica fraterna en un círculo de adultos constituye asimismo una fuerza creativa que sirve para mejorar en el conocimiento de nosotros mismos y en vistas a un proyecto propio de vida. Si la ejercemos con respeto y misericordia, nos ayuda a evitar o a protegernos de la tentación de escondernos en la casa de nuestro propio cuerpo. También los conflictos, inevitables en una comunidad espiritualmente viva, sea entre ancianos y jóvenes, o bien entre personalidades que chocan, podría convertirse en materia fértil para una provechosa cultura del conflicto, necesaria sobre todo en los conventos, donde conviven personas que no se han elegido y que no están unidas por vínculos de parentesco o de amistad. Añádase a esto que, en una comunidad de este tipo, el individuo puede y debe confrontarse también consigo mismo de un modo más radical del que lo haría si viviera solo.

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A. Grün,
A onore del cielo, come segno per la térra,
Brescia 1999, pp. 129ss., passim

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La Comunidad

Lunes, 29 de octubre de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Nada es dulce o fácil cuando se trata de la comunidad. La comunidad es la asociación de personas que no esconden sus gozos o sus penas, sino que las hacen visibles unos a otros en un gesto de esperanza. Decimos en comunidad: La vida está llena de ganancias y pérdidas, altos y bajos, pero no tenemos que vivir estos hechos en soledad. Queremos beber nuestra copa juntos y así celebrar la verdad de que las heridas de nuestras vidas individuales, que parecen intolerables cuando las vivimos en soledad, se convierten en fuentes de curación cuando las vivimos como parte de esa asociación de cuidados mutuos”.

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Henri Nouwen,
¿Puedes beber este caliz?
PPC.

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Otro modo de ser Iglesia.

Martes, 18 de septiembre de 2018
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iglesia-transparenteQuien haya leído mi último artículo –Dónde está la verdadera crisis de la Iglesia– puede haber quedado desesperanzado. Analizaba ahí la estructura de poder de la Iglesia, centralizada, piramidal, absolutista y monárquica. Este tipo de poder no favorece el ideal evangélico de igualdad, de fraternidad ni la participación de los fieles. Más bien cierra las puertas a la participación y al amor.

Es que tal tipo de poder, por su naturaleza, necesita ser fuerte y frío. Este modelo de Iglesia-poder se presenta como la Iglesia sin más, peor todavía, como querida por Cristo, cuando, como he mostrado, surgió históricamente y es solamente su instancia de animación y dirección, siendo menos del 0,1% de todos los fieles. Por lo tanto, no es toda la Iglesia sino solamente una mínima parte de ella.

Pero la Iglesia-comunidad como fenómeno religioso y movimiento de Jesús es mucho más que la institución. Aquella encuentra otras formas de organización mucho más próximas al sueño de su Fundador y de sus primeros seguidores. Sabiamente, los obispos brasileros en su reunión anual, celebrada en Brasilia del 4 al 13 de enero del presente año, confesaron: «sólo una Iglesia con diferentes modos de vivir la misma fe será capaz de dialogar significativamente con la sociedad contemporánea». Con esto  destruyeron la pretensión de una única manera de ser: la de la Tradición del poder. Sin negarla, hay muchas otras maneras: la de la Iglesia de la liberación, la de los carismáticos, la de los religiosos y religiosas, la de la acción católica, hasta la del Opus Dei, la de Comunión y Liberación y la de la Nueva Canción, para nombrar sólo las más conocidas.

Pero hay una forma toda especial y muy promisoria, nacida en los años 50 del siglo pasado en Brasil y que ha adquirido relevancia mundial, pues ha sido asimilada en muchos países: las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Los obispos les dedicaron un animador «Mensaje al Pueblo de Dios sobre las CEBs». Curiosamente, ellas surgieron en el momento en que brotó en Brasil una nueva conciencia histórica. En la sociedad: el sujeto popular ansiando más participación política, y en la Iglesia: el sujeto eclesial, ansiando también más participación y corresponsabilidad eclesial. Las CEBs son otro modo de ser Iglesia, cuyo sujeto principal, aunque no exclusivo, son los pobres. Su estilo es comunitario, participativo e insertado en la cultura local. Los servicios son rotativos y la elección, democrática. Articulan continuamente fe y vida, son activas en el campo religioso, creando nuevos servicios y ritos, y activas en el campo social o político, en los sindicatos, en los movimientos sociales como en el MST (Movimiento de los Trabajadores sin Tierra) o en los partidos populares.

No sabemos exactamente cuántas son, pero se calcula unas cien mil comunidades de base en Brasil, involucrando a varios millones de cristianos. Los obispos constatan su alto valor innovador y anti-sistémico. El mercado eliminó las relaciones de cooperación y solidaridad mientras que en las CEBs se viven relaciones fundadas en la gratuidad, en la lógica del ofrecer-recibir-retribuir. Ellas han asumido la causa ecológica, por eso, se entienden también como CEBs = comunidades ecológicas de base. Han desarrollado una fuerte espiritualidad del cuidado de la vida y de la Madre Tierra. El resultado de todo ello ha sido más respeto, veneración y cooperación con todo lo que existe y vive.

Las CEBs muestran cómo la memoria sagrada de Jesús puede recibir otra configuración social, centrada en la comunión, en el amor fraterno y en la alegría de testimoniar la victoria de la vida contra las opresiones. Ese es el significado existencial de la resurrección de Jesús como insurrección contra el tipo de mundo vigente.

Humildemente los obispos declaran que ellas ayudan a la Iglesia a estar más comprometida con la vida y con el sufrimiento de los pobres. Más aún, interpelan a toda la Iglesia llamándola a la conversión, al compromiso para la transformación del mundo en un mundo de hermanos y hermanas.

Este modo de ser Iglesia puede servir de modelo para la inserción en la cultura contemporánea, urbana y globalizada. Si fuese asumido como inspiración para el proyecto del Papa Benedicto XVI de «reconquistar» Europa, seguramente tendría algún éxito. Podrían verse comunidades de cristianos, intelectuales, obreros, mujeres, jóvenes, viviendo su fe en articulación con los desafíos de sus situaciones existenciales. No pretenderían tener el monopolio de la verdad y del camino cierto, pero se asociarían a todos los que buscan seriamente un nuevo lenguaje religioso y un nuevo horizonte de esperanza para la humanidad.

Leonardo Boff

es autor de Eclesiogénesis: la reinvención de la Iglesia, Record, 2008, Sal Terrae.

Fuente Koinonia

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Vivir en comunidad: Saber aceptar el tiempo y amarlo como a un amigo…

Lunes, 27 de agosto de 2018
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La cualidad esencial para vivir en comunidad es la paciencia: reconocer que nosotros mismos, los otros y toda la comunidad necesitamos tiempo para crecer. Nada se hace en un solo día.

Para vivir en comunidad es preciso saber aceptar el tiempo y amarlo como a un amigo. Es terrible ver a algunos jóvenes, entusiastas, que tenían como un gran ideal compartir con los otros y llevar una vida comunitaria, perder en unos cuantos años las ilusiones, sentirse heridos, volverse irónicos, después de perder todo el gusto por entregarse, y quedar encerrados en movimientos políticos o en las ilusiones del psicoanálisis. Eso no quiere decir que la política o el psicoanálisis carezcan de importancia.

Ahora bien, resulta triste que algunas personas se cierren porque se han sentido desilusionadas o porque no han podido aceptar sus límites. Hay falsos profetas entre los que viven en comunidad. Esos tales atraen y estimulan los entusiasmos, pero por falta de sensatez o por orgullo llevan a los jóvenes a la desilusión. El mundo comunitario está lleno de ilusiones, y no siempre resulta fácil distinguir lo verdadero de lo falso, sentir si crecerá el buen grano o si vencerán las malas hierbas.

Si pensáis fundar comunidades, rodeaos de mujeres y de hombres sensatos, que sepan discernir. Pido perdón a todos aquellos que han venido a mi comunidad o a nuestras comunidades del Arca llenos de entusiasmo y se han sentido desilusionados por nuestra falta de apertura, por nuestros bloqueos, por nuestra falta de verdad y por nuestro orgullo.

*

Jean Vanier,
La comunidad, lugar del perdón y de la fiesta,
Promoción Popular Cristiana, Madrid 1998.

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La soledad no querida.

Viernes, 16 de febrero de 2018
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shutterstock_321921797Leo que Theresa May se toma en serio la soledad de los suyos. Y no es para menos, ante las escalofriantes cifras de personas que están solas y se sienten solas; las dos cosas a la vez, que no solo las sufren en Gran Bretaña sino en todos los países llamados “civilizados”, incluido el nuestro. Son muchos los millones de personas que se sienten mortalmente solos sin tener a nadie con quien compartir si no es robando conversación a jirones mientras compran el pan o mendigando palabras al vecino coincidente en el ascensor. Y lo peor no es la soledad sino el no saber qué hacer para salir de esa situación ominosa que preside cada minuto de cada día.

Es un agujero negro de nuestro tiempo que corroe y destruye por dentro y que no gusta de ser aireado: depresión, una pena muy grande, una mala temporada… solo los viejos que se han quedado solos no temen las palabras y proclaman su dolor sin ambages en cuanto se les presenta la ocasión. Son muchos los miedos que nos acechan y el de la soledad no querida es uno de los más grandes. Quien pasa por ello sabe bien el mordisco que deja en el alma. A veces es coyuntural, otras  veces son razones de temperamento o predisposición al decaimiento; en ocasiones viene dado por acontecimientos desdichados de la vida que fabrican enfermos crónicos sociales. El estilo de vida que llevamos en el primer mundo contribuye a que el ser humano se sienta solo, esté solo, entre desasosiegos e incertidumbres.

El gran silencio universal es el miedo, acertadas palabras del poeta Luis Rosales. Lo verdaderamente temible, por lo peligroso, es el miedo a la soledad no querida. El desvalimiento y la incomunicación producen temor y resistencia que al final desemboca en angustia. Ignacio Larrañaga repetía a menudo: “el mal del fracaso no es el fracaso en sí, sino el miedo al fracaso. El mal de la muerte no es la muerte, sino el miedo a la muerte”.

El daño que hace esta soledad llega a producir marginados; es la enfermedad del momento capaz de romper el espíritu a cualquiera ante el debilitamiento del consuelo y la fortaleza de la fe en Dios. La caridad (ahora la llaman solidaridad) necesita más que nunca de nuestro tiempo para perder las horas con aquellos que claman compartir con un igual que pide sentirse entre sus semejantes, no sólo estar entre ellos. Qué soledades tuvo que pasar Sartre para decir que “el infierno son los otros”; o Kafka, al escribir que los humanos somos extranjeros sin pasaporte en un mundo glacial.

Sé muy bien de lo que estoy escribiendo pues me tocó experimentar el agujero negro de la soledad como el mayor zarpazo que he recibido de la vida, hasta ahora. Me suenan cercanos los versos de José Luis Martín Descalzo: “Estamos solos, flores, frutas, cosas /  Estamos solos en el infinito / Yo sé muy bien que si en esta noche grito / Continuarán impávidas las rosas”. No son tiempos para huir de uno mismo ni para vivir esperando que otros arreglen mi felicidad derrochando grandes energías. Sentir la soledad no querida es una forma de dolor que obliga a afrontar los hechos con capacidad de espera; y mientras no podamos cambiar el aislamiento que nos machaca, adaptemos los ojos a la oscuridad para seguir viendo, aunque se haya hecho de noche…

El tiempo pasa y solo quedan las cicatrices que duelen como la rotura lejana de un hueso, “cuando hay cambio de tiempo”. También quedan los recuerdos de la pelea por salir adelante y lo que has conseguido crear durante ese tiempo negro con la ayuda de Dios y de algunas personas estratégicamente diseminadas por Él en ese período doloroso de la vida. Martín Descalzo hizo de faro cuando sentenció: “En la manera de sufrir es donde verdaderamente se retrata un ser humano”.

Gabriel Mª Otalora

Fuente Fe Adulta

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Esperanza

Martes, 24 de octubre de 2017
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La postura del cristiano frente a la esperanza es compleja y operante. Nosotros no nos alienamos con las esperanzas terrenas y dirigimos nuestros ojos exclusivamente hacia la esperanza eterna, y ni siquiera nos zambullimos en el efímero olvido de la eternidad. No perdemos de vista el hecho de que el Creador ha confiado al hombre el derecho y el deber de dominar la naturaleza y completar la creación, pero tampoco olvidamos que nosotros somos sólo cocreadores y que nuestras esperanzas ahondan sus raíces en la grandeza y en la generosidad del Padre, que nos ha querido a su imagen y semejanza y nos ha hecho partícipes de su naturaleza divina.

Nuestra esperanza no es ingenua ni tiene miedo de hacer frente a los obstáculos. Tiene el coraje suficiente para mirarlos de cerca y se esfuerza por superarlos contando con sus propias fuerzas, sin olvidar, no obstante, que el Hijo de Dios se hizo hombre y ha comenzado ya la obra de liberación del hombre, y que a nosotros nos corresponde completarla con la ayuda de Dios. ¿Es acaso una audacia excesiva, un sueño irrealizable, una esperanza vana, pensar en «la esperanza de una comunidad mundial»? Pues sí, ciertamente, es una audacia, es un sueño. Una audacia y un sueño que, sin embargo, según la decisión y el realismo con los que seamos capaces de afrontar los obstáculos que se levanten en el camino, podrán transformarse de esperanza en realidad […].

Cuando esperar nos parezca absurdo o ridículo, acordémonos de que, en la evolución creadora, el hombre brotó de un pensamiento de amor del Padre, ha costado la sangre del Hijo de Dios y es objeto permanente de la acción santificadora del Espíritu Santo.

*

Helder Cámara,
Conferencia pronunciada en Winnipeg el 13 de enero de 1970, en 
La documentación catholique 
del 1 de marzo de 1970, pp. 221 ss y 224.

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Roma, cittá aperta.

Lunes, 23 de octubre de 2017
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Del blog Nova Bella:

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“El corazón de una sociedad es la ley,

el de una comunidad es el amor.”

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Roberto Rossellini

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Algún lugar por donde volver a casa

Lunes, 17 de octubre de 2016
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Del blog Pays de Zabulón:

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Todos nosotros aspiramos a volver a casa,
un lugar al que nunca hemos ido,
un lugar mitad recordado y mitad imaginado
del que tenemos sólo atisbos
de cuando en cuando.

Comunidad.

En alguna parte, hay personas
a las que podemos hablar con pasión
sin que las palabras queden pegadas en nuestras gargantas.

En alguna parte un círculo de manos se abrirá para recibirnos,
ojos que se iluminarán a nuestra llegada, voces que celebrarán con nosotros
cada vez que entremos en nuestra propia potencia.

Comunidad significa una fuerza que une nuestra fuerza
para hacer el trabajo que hay que hacer,
brazos para sostenernos
cuando tropezamos.

  Un círculo de curación. Un círculo de amigos.

En algún lugar donde
podemos ser libres.

Starhawk

N.B Starhawk es una escritora estadounidense, activista del neo-paganismo y del ecofeminismo, muy comprometido con la paz y la no violencia. Se define como una bruja, pero para entender de qué manera  usa esta palabra, es mejor ver la interesante crónica publicada en peripheries.net : la bruja, esto es la incomprendida, la que es puesta a distancia debido a su poder o conocimiento que fueron significativos en un mundo que se ha eliminado y ahora asusta o perturba.

Fuente texto : Communification

Fuente foto : grupo de improvisación teatral en youjustmademylist

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El sacramento de la comunidad

Jueves, 6 de octubre de 2016
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mi-comunidadMiguel Ángel Mesa Bouzas,
Madrid.

ECLESALIA, 03/10/16.- Una comunidad se recrea cada día en la mesa de la vida, del compartir, de la intimidad, de sentirnos unidos por el anhelo renovado de una auténtica fraternidad y amistad.

La comunidad nace de una llamada que se escucha desde distintas realidades existenciales, que se nos comunica por medio de otros, que se metaboliza y discierne en lo hondo de nosotros mismos.

La comunidad convoca a la oración del corazón  misericordioso, en el que resuenan las súplicas, las alegrías, las lágrimas y las esperanzas de la humanidad, de nuestro mundo.

La comunidad es garantía de la presencia de la Divinidad, por medio del otro que camina a mi lado en cualquier circunstancia, que sé que nunca me faltará cuando le necesite.

Una comunidad verdadera practica el don del perdón liberador, de la revisión fraterna comprensiva, de la autocrítica compasiva y favorece el crecimiento personal de todos sus miembros.

La comunidad nos ayuda a humanizarnos (y, por lo tanto, a divinizarnos), cuando contemplamos la injusticia, el desprecio, el abuso y nos comprometemos a combatirlos, pues no podemos permanecer indiferentes ante los atropellos hacia los más débiles.

La comunidad es un espacio para el encuentro gozoso de unos con otros. Para el encuentro con el otro, que en su diferencia me enriquece, me ayuda a crecer y me invita con cariño a salir de mi comodidad.

La comunidad es el lugar donde se experimenta la gratuidad, la donación desinteresada al otro, como semilla y signo de una nueva sociedad, donde se da el testimonio de que es más importante lo que se es y se ofrece que lo que se tiene.

La comunidad nos ayuda a valorar lo que de verdad es lo más importante, lo que tiene más interés y trascendencia, el tesoro más valioso, el gozo de estar unidos compartiéndolo todo.

La comunidad suaviza y hace llevadera la cruz de cada día, aceptando el carácter propio del otro, ayudándole en sus necesidades, practicando la humildad, dejándose guiar y transformar…

La comunidad es un don y un quehacer diario, que hay que regar, abonar y cuidar para que crezca, se fortalezca, dé frutos y adquiera así su máxima plenitud.

La comunidad es siempre deudora de otras personas que la precedieron y que nos han ofrecido su ejemplo de vida; de otras realidades que se han vivido en común; de experiencias históricas que la ayudan a caminar hacia lo que está llamada a ser.

La comunidad es una escuela de mística, de espiritualidad encarnada, de trascendencia, vislumbrando e intentando hacer realidad la utopía, ese otro mundo posible y necesario, que hoy no es todavía, pero que puede ser si nos empeñamos con esfuerzo, constancia y esperanza.

La comunidad nos enseña a vivir con la mayor naturalidad, sin doblez ni fingimiento, con sinceridad y alegría, tomando con humor nuestra propia vulnerabilidad, nuestros defectos, y con paciencia nuestros avances y retrocesos. Es el templo donde se celebra la vida con sus gozos, esperanzas y tristezas.

La comunidad ayuda a vivirlo todo con sencillez, compartiendo lo que se es y lo que se tiene, para que otros puedan vivir con dignidad, teniendo las puertas de la casa y de cada corazón abiertas.

Una comunidad es cristiana cuando sigue a Jesús de Nazaret, intentando vivir con sus mismos sentimientos, para buscar de su mano una plena humanización y la unión íntima con el Misterio de la Divinidad, el Amor que habita dentro de nosotros, en cada ser humano y en todo el universo. Así Jesús se convierte en modelo y paradigma de una nueva humanidad.

En una comunidad cristiana se intentan vivir las bienaventuranzas, lo contracultural, lo alternativo de la buena noticia de Jesús, en la realidad concreta de nuestro mundo. Por eso nunca podrá ser conservadora, sino abierta, liberadora, en progreso continuo, renovada y comprometida desde las fronteras existenciales de los empobrecidos y excluidos. Solo así se disfrutará de la alegría, la paz y la felicidad verdaderas.

La comunidad que se esfuerza y desea vivir de forma integral su fe y su vida, es un nuevo sacramento que “contiene, visualiza y comunica otra realidad diferente a ella, pero presente en ella… una grieta por la que penetra una luz superior que ilumina las cosas, las hace transparentes y diáfanas” 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La comunidad de amor

Lunes, 5 de septiembre de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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Allí dónde hay relación de amor es el espacio de Dios …

Debemos tener en cuenta que la comunidad, como la soledad, esencialmente es una calidad del corazón.

Ciertamente, no sabríamos lo que es una comunidad si nunca nos hubiéramos reunido en un lugar, pero la comunidad  no significa necesariamente estar físicamente juntos. No podemos vivir en comunidad estando solos. Incluso cuando el tiempo y el espacio nos separan, podemos actuar libremente, hablar sinceramente y sufrir pacientemente a causa del vínculo de amor que nos une a los demás.

La comunidad de amor ignora no sólo las fronteras de los países y de los continentes, sino también las de décadas y siglos. Además de la presencia en nuestros corazones de los que están lejos, la memoria de los que vivieron hace mucho tiempo puede introducirnos en una comunidad que nos sana, nos mantiene y nos guía. El espacio de Dios en la comunidad trasciende todos los límites espaciales y temporales.

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Henri J.M. Nouwen
Invitation à la vie spirituelle, Dangles,1995

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Fuente foto : in elegance we trust

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La fuerza está en la comunidad

Lunes, 18 de abril de 2016
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eucaristia-720_270x250En estos días de Pascua ya estamos disfrutando y caminando de la mano de la primera comunidad cristiana. En estas pocas jornadas ya han ocurrido algunos sucesos (persecuciones, quejas, miedos,…) y vamos viendo cómo se plantean los ideales de la primera comunidad y cómo, en cambio, se traducen en la realidad.

Pero… todo empezó cuando la tierra era un caos y en el interior de las aguas una fuerza de vida aleteaba pujando por germinar. Dios, buena logopeda, creó la palabra perfecta, pronunció, nombró y comenzó la vida. En unos días fue colocando todo, llenando la existencia de orden, luz, color y… también noche, sí, y tiempo.  Dios descubrió su vocación  de artesana, esta vez de alfarera, así que cogió un poco de barro, materia frágil, dúctil, quebradiza y humilde, modeló una figura humana y sopló sobre ella. El ser humano comenzó a vivir. La Ruah que aleteaba en aquellas aguas confusas tenía fuerza creadora, la misma Ruah salida de la boca de Dios.

Jesús, Hijo de Dios, tenía “la misma afición” por el orden y la vida. Un anochecer se presentó en medio del caos de quienes lo habían seguido, en un lugar cerrado, trancado. Jesús, la LUZ, comenzó regalando orden y paz, después… ¡oh, maravilla de la fecundidad!, de nuevo la Ruah salida de la boca, ahora del Cristo, creó vida… y vida comunitaria.

Aquel primer aliento divino creó al ser humano.

Este segundo aliento divino crea la comunidad cristiana…

…y nos concede el presente de su confianza, deposita en la fuerza de la comunidad la capacidad de perdonar. Este regalo, inesperado, lo hemos viciado un poco y no estaría de más recuperarlo y reconocer que en nuestras comunidades reside la verdadera fuerza y el germen de la Iglesia.

Es una gran responsabilidad, cierto, y da miedo, pero fue el mismo Señor quien confió en aquella primera comunidad, frágil, dúctil, quebradiza y humilde. ¿Sería un ingenuo?, ¿un irresponsable? Si Él mismo creyó en el seno palpitante y transformador de la vida comunitaria… ¿por qué no acoger su propuesta y creérnoslo?

La vida comunitaria tiene más fuerza de lo que pensamos, y no siempre la dejamos salir. Quizás tememos que nos arrastre a opciones complicadas. Nos da miedo “mover ficha” y tener que enfrentarnos a los “siempre se ha hecho así”, a las miradas inquisitoriales (o a algo más que miradas).

Creer en el Resucitado es su invitación. Aceptar que la comunidad nace de la expresión trinitaria conlleva enfrentamientos, algunos disgustos y no pocos suspiros de libertad.

Pero, desde que el ser humano camina erguido, ha necesitado separar un pie de otro para avanzar.

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-¿Sientes tu comunidad nacida de ese soplo divino?

-¿Percibes en ella fuerza para transformarte/os?

-¿Es la comunidad el espacio donde generar preguntas?

-¿Es tu comunidad un espacio sacramental?

Espiritualidad , ,

Re-Unir

Viernes, 18 de diciembre de 2015
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Del blog de Henry Nouwen:

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 “En tu interior se ha producido una división entre la divinidad y la humanidad. Con tu centro dotado de forma divina, conoces la voluntad de Dios, el amor de Dios, el camino de Dios. Pero tu humanidad está separada de ésto. Tus numerosas necesidades humanas de afecto, atención y consuelo, se conservan separadas de tu espacio sagrado y divino.

Tu vocación es dejar que estas dos partes de ti mismo se vuelvan a unir. Debes pasar gradualmente de gritar hacia afuera, convocando a las personas que crees que pueden satisfacer tus necesidades, a gritar hacia adentro, hacia el sitio en que puedes dejarte sostener y guiar por Dios, que se ha encarnado en la humanidad de aquellos que te aman en comunidad.”

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Henry Nouwen
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Salir a buscar la belleza de la comunidad*

Sábado, 26 de septiembre de 2015
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mundo-en-la-caraYolanda Chaves; Mari Paz López Santos; Patricia Paz
Los Ángeles; Madrid; Buenos Aires.

ECLESALIA, 11/05/15.-  “En el principio…” en aquel primer instante, tras crear el cielo, la tierra, el mar y todo lo que allí se contiene, Dios creó al ser humano. Macho y hembra los creó. Ser humano masculino y ser humano femenino. No dice nada el Génesis ni de negros y amarillos, ni de trigueños y apiñonados,  ni dorados y rojizos, ni  pardos ni blancos, sólo dice que los creó. Nada de tonalidades, nada de metros y centímetros, nada de culturas, naciones, religiones… nada de nada.

Sopló en sus narices un aliento de vida, el mismo aliento, la misma vida, la única vida que Dios podía insuflar: la suya propia. Y fue para todos. Ellas y ellos existieron. Sin más. Y Dios miró lo que había hecho y vio que era muy bueno. Miró como respiraban, como se movían, y quedó contemplando aquella diversidad de colores y formas, viendo como se paseaban por la Creación, ese espacio maravilloso que los esperaba para ser habitado. El Creador sonrió viendo que su obra además de buena era bella… ¡era muy hermosa!

Dio por sentado que entendían que todo eso que les regalaba era para ser compartido. Ninguno de los seres humanos había hecho nada para merecer tanta abundancia, tanta diversidad. Ninguno había pensado los mecanismos y ciclos de la naturaleza. No habían diseñado las formas, ni los colores, ni las texturas de cuanta belleza podían admirar sus ojos. El día y la noche, la tierra, el aire y el agua, el frío y el calor, la multiplicidad de vida animal y vegetal que los rodeaba, todo, absolutamente todo, era don gratuito y amoroso del Creador para ser disfrutado y compartido.

¿Cuándo se rompió aquel instante, el primero y único? En el preciso momento en que el ser humano se atribuyó la vida no como Don sino como  propiedad suya. Así se autoexcluyó del Paraíso, iniciando un viaje que parece no tener fin.

Nos hemos apropiado de la tierra excluyendo a muchos de gozar de sus frutos. Millones de personas desplazadas de sus lugares de origen por el hambre, la violencia, las guerras, las persecuciones, esperan en vano ser recibidos como hermanos para poder rehacer sus vidas y gozar de una existencia digna. La Madre Tierra está siendo explotada sin respeto y sin amor causando graves daños que ponen en peligro la subsistencia de la especie a corto plazo. Hemos olvidado por completo que lo recibido es don y que se nos entregó para ser compartido sin distinciones.

Hay razas, países y culturas que se sienten superiores y con derecho sobre los que consideran inferiores. Delimitamos nuestra casa común con fronteras, con muros, con leyes. Los poderosos saquean los recursos de aquellos que no tienen los medios para defender sus ríos, su aire limpio, sus minas, su cielo azul, sus montañas, en definitiva, su hogar. Se gastan fortunas en ejércitos y armamento para sostener toda esta depredación en vez de designar esos recursos para terminar con el hambre y la exclusión.

Que las razas nos distingan pero no nos clasifiquen. Que la diversidad nos enriquezca. Que veamos a través de los ojos del Creador que todo lo que existe es bueno y bello y, por lo tanto, debe de ser respetado y cuidado. Que nadie se quede sin una mesa para comer, un techo para guarecerse, ropa para vestirse y una mano amiga para acompañarlo. El Reino es un banquete donde todos tienen un lugar, donde nadie quede excluido mirando desde fuera.

En la reciente encíclica del Papa Francisco, “Laudato si”, resuena el Cántico de San Francisco a la Hermana Tierra: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra, Madre Tierra”. El Papa llama a “entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común” (3); y también a ir más allá, reflexionando: “No nos servirá descubrir los síntomas si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica” (101).

Es urgente salir de este paradigma individualista y consumista e iniciar el camino hacia un modelo evangélico donde la solidaridad y el bien común sean la  manifestación de que hemos entendido y aceptado el don gratuito de la Creación para ser compartido en igualdad y fraternidad.

Pero nada de esto podremos conseguir sin una verdadera conversión del corazón, que nos haga mirar a los demás y a la casa común como iguales, y los beneficios y logros sean para todos. Que el bien común sea la ley suprema que rija nuestras comunidades y nadie sea más que nadie. Donde el concepto de éxito no sea tener sino ser con los otros y juntos tener una vida digna.

Ya es tiempo de iniciar el camino de retorno al origen, al instante aquel; dejando el lastre de odios y diferencias, de dolor y frustración, de corrupción y violencia. Ha llegado la hora de salir a buscar la belleza de la comunidad, para la que fuimos creados  y amados

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*Nota de las autoras:  Queremos dedicar este nuevo escrito “a seis manos” a todos los refugiados que han muerto en estos días, a los que han seguido camino intentando llegar a destinos seguros para sus vidas y las de sus hijos. Acabamos este escrito antes de que el pequeño Aylan Kurdi entrara en nuestros corazones como icono, representando a todos los pequeños inocentes que mueren cuando sólo deberían disfrutar una vida digna y feliz.

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Cuaresma, sí, pero comunitaria

Sábado, 21 de febrero de 2015
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cruz-cenizaCOMUNIDAD DE MONJAS TRINITARIAS,monjasdesuesa@gmail.com
SUESA (CANTABRIA).

ECLESALIA, 19/02/15.- A veces nos encontramos con textos que nos dicen que la cuaresma es una carrera, o una cuesta, o una escalada. Está claro que, visto así, la cuaresma es para deportistas, y… bueno, en fin, no a todo el mundo se le da bien eso del ejercicio.

Cada cual que le encuentre su sentido propio a la cuaresma pero… nuestra propuesta es vivir una cuaresma comunitaria, ¿o es que no vamos todos hacia la misma meta? ¿Y no será mejor llegar juntos?

El tiempo de cuaresma es ideal para ahondar en el interior, en lo profundo, en “lo secreto” y rebuscar el perfume oculto antes de que se nos quede viejo.

¡Vamos a perfumar la cuaresma! ¡Que cuando llegue la pascua la gran comunidad de Jesús olamos a vida y fiesta! Como la mujer del perfume, rompamos el frasco y derrochemos el amor a raudales. No os preocupéis, no se gasta, no se agota, cuanto más se extrae más se posee.

¿Qué podemos hacer?

Algunas ideas:

  • Vamos a querernos un poco más. No, no hablamos de quererse cada una, cada uno, un poco más a sí mismo (que es muy sano, sí) sino de querernos más entre nosotras y nosotros. Con gestos, con detalles sencillos, con palabras, con miradas, ¡hay mil maneras, no busques excusas!
  • Podemos ayunar de “yoísmos”: abramos los pabellones auditivos del corazón para escuchar lo que nos cuenta el otro, la otra. No lo demos por sabido aunque ya nos lo sepamos.
  • Nuestra oración en este tiempo puede ser alzando la cabeza y mirando más allá. Oraremos más por quienes están al lado, desde el vecino gruñón del 5º, hasta la compañera del trabajo que nos roba los minutos del descanso, pasando por la hermana mayor que nos desespera por su lentitud o las docenas de rostros sin nombre que vemos por el televisor.
  • Quizás sea también buena idea sacar unos minutos al día para mirar hacia dentro, remover la propia tierra, abonarla un poco (no huele muy bien pero es buenísimo para después recoger mejores frutos) y bendecirla (esto no suele venir en los manuales de horticultura pero os lo recomendamos encarecidamente).
  • Cuenta, cuenta: sí, eso, que cuentes, que te narres, que saques lo que hay en ti, con humildad y honestidad, que la belleza regalada por Dios y colocada en tu interior no es solo tuya, es de todos. Coteja tu vida con alguien, confronta tu camino, sé valiente y exponte ante alguien que acompañe tu camino, ante tu comunidad, tu familia,…
  • Haz un censo: no para saber todo lo que tienes sino para darte cuenta de ¡todo lo que tienes! ¿Todo es necesario? Olvida los “por si…”, despréndete solidaria y ecológicamente de aquello que sabes que no necesitas: libros, ropa, dinero,…
  • Haz un donativo: ¿el mejor?, tu tiempo, que no es recuperable.

Seguro que cada cual tiene más propuestas pero las que queremos fomentar son las que nos lleven a vivir una cuaresma comunitaria: “que todos sean uno como Tú y Yo somos uno”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Empezamos desde ya sembrando vida juntas, juntos, con esta danza:

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“Nació el Divino Niño”

Viernes, 26 de diciembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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¡”Nació el Divino Niño” hemos cantado esta noche con fuerza y fervor!

¿Sabremos, cada día, hacer nacer a Dios en nuestros corazones mientras la magia
de los días festivos se  difumina?

¿Sabremos, cada día, hacer vivir en nuestros corazones, la pureza, la dulzura, la ternura?

¿Sabremos, cada día, hacer resonar en nuestros corazones, la Palabra de la Buena Noticia?

¿Sabremos, cada día, hacer florecer en nuestro corazones, el respeto, la libertad y la alegría?

¿Sabremos, cada día, hacer irradiar en nuestros corazones, el significado pleno del maravilloso don del “Amaos los unos a los otros”?

¿Sabremos, cada día,  hacer vibrar en nuestros corazones, el SI incondicional de María?

¿Sabremos, cada día, hacer morar en nuestros corazones, al silencioso José,
el carpintero de la casa de Dios entre los seres humanos?

¿Sabremos, ser cada día, en nuestros corazones, Su discípulo?

amén

*

Marc Samuel +

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“Jesús alimenta a su comunidad”. Domingo 18. Ciclo A.

Domingo, 3 de agosto de 2014
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La multiplicaciónDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una vez terminado el discurso en parábolas sobre el Reino de Dios, el evangelio de Mateo ofrece una sección que podríamos titular «Del escándalo a la fe» (13,53-16,20). El escándalo se da en Nazaret, donde sus paisanos lo rechazan; la fe, en la confesión de Pedro en Cesarea de Felipe. En conjunto se trata de nueve episodios, de los que la liturgia la liturgia ha elegido cuatro para los próximos domingos:

― la multiplicación de los panes (domingo 18)
― la tempestad calmada (domingo 19)
― la curación de la hija de la mujer sirofenicia (domingo 20)
― la confesión de Pedro (domingo 21)

Suave tarea veraniega

Quienes no sepan en qué entretenerse durante el mes de agosto, pueden leer estos capítulos de Mateo, con las sugerencias que ofrezco a continuación.

a) El tema capital de la sección es la pregunta: ¿quién es Jesús? Encontrará respuestas muy distintas:

los nazarenos: un hombre (13,55-56)
Herodes: Juan Bautista resucitado (14,2)
los de la nave: Hijo de Dios (14,33)
la cananea: Señor, hijo de David (15,22)
la gente: diversidad de opiniones (16,14)
Pedro: el Mesías (16,16)

b) Jesús intensifica su contacto con los extranjeros viajando a Tiro, Sidón (15,21) y Magadán (15,39). Por el contrario, su patria, Nazaret, lo rechaza; y de Jerusalén viene el peligro, la oposi­ción (15,1).

c) Jesús aparece en continuo movimiento. Mateo parece sugerir que la actividad misionera es intensa, aunque la mayoría de los episodios se sitúa en torno al lago de Galilea. A pesar del movimiento continuo, la gente cada vez se une más a él. Y Jesús les demuestra su preocupación y afecto de modo cada vez mayor.

d) El tema de los milagros (dynameis) es fundamental; más aún que en los capítulos anteriores. Se convierten en signo de la salvación mesiánica y, al mismo tiempo, de la aceptación o rechazo de Jesús, de la fe o incredulidad.

Jesús alimenta a su comunidad (la multiplicación de los panes)

Cuando los discípulos de Juan le comunican a Jesús la muerte del maestro, Jesús se retira en barca a un sitio apartado. Este detalle es significativo de la postura de Jesús. No va en busca de Herodes a denunciarlo. Huye, para poder seguir cumpliendo su misión. Lo sigue mucha gente de todas los pueblecillos, Jesús siente lástima y cura a los enfermos. Pero lo más importante ocurre al caer la tarde.

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
― Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.
Jesús les replicó:
― No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
― Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:
― Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Problemas de la interpretación puramente histórica

Podríamos entender el relato como el recuerdo de un hecho histórico que demostraría el poder de Jesús y su preocupación, no sólo por la formación espiritual de la gente, sino también por sus necesidades materiales. Esta interpretación histórica encuentra grandes dificultades cuando intentamos imaginar la escena.

Se trata de una multitud enorme, quizá diez o quince mil personas, si incluimos mujeres y niños. Para reunir esa multitud tendrían que haberse quedados vacíos varios pueblos de aquella zona.

La propuesta de los discípulos de ir a los pueblos cercanos a comprar comida resulta difícil de cumplir: harían falta varios Hipercor y Alcampo para alimentar de pronto a tanta gente.
Aun admitiendo que Jesús multiplicase los panes, su reparto entre esa multitud, llevado a cabo por sólo doce camareros (a unas mil personas por cabeza) plantea grandes problemas.

¿Cómo se multiplican los panes? ¿En manos de Jesús, o en manos de Jesús y de cada apóstol? ¿Tienen que ir dando viajes de ida y vuelta para coger nuevos trozos cada vez que se acaban?

¿Por qué no dice nada Mateo del reparto de los peces? ¿Es que éstos no se multiplican?

Después de repartir la comida a una multitud tan grande, ya casi de noche, ¿a quién se le ocurre ir a recoger las sobras en mitad del campo?

¿No resulta mucha casualidad que recojan precisamente doce cestos, uno por apóstol? ¿Y cómo es que los apóstoles no se extrañan de lo sucedido?

Estas preguntas, que parecen ridículas, y que a algunos pueden molestar, son importantes para valorar rectamente lo que cuenta Mateo. ¿Se basa su relato en un hecho histórico, y quiere recordarlo para dejar claro el poder y la misericordia de Jesús? ¿Se trata de algo puramente inventado por el evangelista para transmitir una enseñanza?

Problema de la interpretación racionalista y moralizante

En el siglo XIX, por influjo especialmente de la Vida de Jesús de Renan, se difundió la tendencia a interpretar los milagros de forma racionalista, que no supusieran una dificultad para la fe. En concreto, lo que ocurrió en la multiplicación de los panes fue lo siguiente: Jesús animó a sus discípulos y a la gente a compartir lo que tenían, y así todos terminaron saciados. El relato pretende fomentar la generosidad y la participación de los bienes. Esta opinión, que sigue apareciendo incluso en libros pretendidamente científicos, inventa algo que el evangelio no cuenta, incluso en contradicción expresa con él, e ignora el mundo en el que fueron redactados los evangelios.

La interpretación cristológica y eucarística

A la comunidad de Mateo este episodio no le resultaría extraño. Con su conocimiento del Antiguo Testamento vería en el relato la referencia clarísima a dos pasajes bíblicos.
En primer lugar, la imagen de una gran multitud de hombres, mujeres y niños, en el desierto, sin posibilidad de alimentarse, evoca la del antiguo Israel, en su marcha desde Egipto a Canaán, cuando es alimentado por Dios con el maná y las codornices gracias a la intercesión de Moisés.

Hay también otro relato sobre Eliseo que les vendría espontáneo a la memoria. Este profeta, uno de los más famosos de los primeros tiempos, estaba rodeado de un grupo abundante de discípulos de origen bastante humilde y pobre. Un día ocurrió lo siguiente:

«Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo:
– Dáselos a la gente, que coman.
El criado replicó:
– ¿Qué hago yo con esto para cien personas?
Eliseo insistió:
– Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.
Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor”
(2 Reyes 4,42-44).

Cualquier lector de Mateo podía extraer fácilmente una conclusión: Jesús se preocupa por las personas que le siguen, las alimenta en medio de las dificultades, igual que hicieron Moisés y Eliseo en tiempos antiguos. Al mismo tiempo, quedan claras ciertas diferencias. En comparación con Moisés, Jesús no tiene que pedirle a Dios que resuelva el problema, él mismo tiene capacidad de hacerlo. En comparación con Eliseo, su poder lo sobrepasa también de forma extraordinaria: no alimenta a cien personas con veinte panes, sino a varios miles con solo cinco, y sobran doce cestos. La misericordia y el poder de Jesús quedan subrayados de forma absoluta.

Sin embargo, aquellos lectores antiguos se preguntarían qué sentido tenía ese relato para ellos. Porque su generación no podía beneficiarse del poder y la misericordia de Jesús para saciar su hambre en momentos de necesidad. Y sabían que otros muchos contemporáneos de Jesús habían pasado hambre sin ser testigos de ningún milagro parecido. En el fondo, la pregunta es: ¿sigue saciando Jesús nuestra hambre, nos sigue ayudando en los momentos de necesidad?

Aquí entra en juego un aspecto esencial del relato: su relación con la celebración eucarística en las primeras comunidades cristianas. Es cierto que estos detalles no pueden exagerarse. Por ejemplo, el levantar la vista y pronunciar la bendición antes de la comida era un gesto normal en cualquier familia piadosa. También era normal recoger las sobras. Sin embargo, Mateo ofrece un detalle importante: omite los peces en el momento de la multiplicación. Algunos autores se niegan a darle valor a este detalle. Pero es interesantísimo. Cuando se come pan y pescado, lo importante es el pescado, no el pan. Carece de sentido omitir la mención del alimento principal. Si se omite, es por una intención premeditada: acentuar la importancia del pan, con su clara referencia a la eucaristía. Porque en ella acontece lo mismo que en la multiplicación de los panes. Jesús la instituye antes de morir con el sentido expreso de alimento: «Tomad y comed… tomad y bebed». Los cristianos saben que con ese alimento no se sacia el hambre física; pero también saben que ese alimento es esencial para sobrevivir espiritualmente. De la eucaristía, donde recuerdan la muerte y resurrección de Jesús, sacan fuerzas para amar a Dios y al prójimo, para superar las dificultades, para resistir en medio de las persecuciones e incluso entregarse a la muerte.

Un cristiano de hoy debería sacar el mismo mensaje de este pasaje: Jesús se compadece de nosotros y manifiesta su poder alimentándonos con su cuerpo y su sangre, mucho más importante que la multiplicación de los panes y los peces. También podríamos sacar otras enseñanzas: la obligación de preocuparnos por las necesidades materiales de los demás, de poner a disposición de los otros lo poco o mucho que tengamos. Así, los benedictinos alemanes han querido recordar la preocupación de Jesús por los necesitados instituyendo en el sitio donde se recuerda la multiplicación de los panes un centro de atención a niños disminuidos físicos. Pero lo esencial del relato es lo que decíamos anteriormente.

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