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Entradas Etiquetadas ‘¿Puedes beber este cáliz?’

Comunidad

Jueves, 12 de septiembre de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La comunidad es como un gran mosaico. Cada pequeña pieza parece insignificante. Una pieza es de un rojo brillante, otra de un azul pálido o de un verde apagado, otra de un morado cálido, otra de un amarillo fuerte, otra de un dorado brillante. Algunas parecen preciosas, otras ordinarias; algunas valiosas, otras vulgares; algunas llamativas, otras delicadas. Como piedras individuales podemos hacer poco con ellas, salvo compararlas entre sí y emitir un juicio sobre su valor y belleza. Pero cuando todas estas pequeñas piezas son reunidas armónica, sabiamente en un gran mosaico, componiendo con ellas la figura de Cristo, ¿quién se preguntará nunca la importancia de cada una de ellas? Si una de ellas, hasta la más pequeña, falta, la cara está incompleta. Juntas en un mosaico, cada piedra pequeña es indispensable y contribuye de una forma única, indispensable, a la gloria de Dios. Eso es la comunidad. La asociación de personas sin importancia que juntas hacen a Dios visible en el mundo”.

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Henri Nouwen
¿Puedes beber este caliz?
PPC

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La Comunidad

Lunes, 29 de octubre de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Nada es dulce o fácil cuando se trata de la comunidad. La comunidad es la asociación de personas que no esconden sus gozos o sus penas, sino que las hacen visibles unos a otros en un gesto de esperanza. Decimos en comunidad: La vida está llena de ganancias y pérdidas, altos y bajos, pero no tenemos que vivir estos hechos en soledad. Queremos beber nuestra copa juntos y así celebrar la verdad de que las heridas de nuestras vidas individuales, que parecen intolerables cuando las vivimos en soledad, se convierten en fuentes de curación cuando las vivimos como parte de esa asociación de cuidados mutuos”.

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Henri Nouwen,
¿Puedes beber este caliz?
PPC.

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La copa de mi propia vida

Miércoles, 5 de abril de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“No hay dos vidas iguales. Lo mismo que hay una cantidad incontable de vinos, hay una variedad incalculable de vidas. A menudo comparamos nuestra vida con la de los demás e intentamos descifrar si son mejores o peores, pero esas comparaciones no nos sirven de mucho. Tenemos que vivir nuestra propia vida, no la de otros.

Tenemos que mantener firmemente entre nuestras manos nuestra propia copa. Tenemos que atrevernos a decir: «Ésta es mi vida, la que se me ha dado, y ésta es la vida que tengo que vivir lo mejor que pueda. Mi vida es única. Ningún otro vivirá esta vida mía. Tengo mi propia historia, mi propia familia, mi propio cuerpo, mi propio carácter, mis propios amigos, mi propia manera de pensar, de hablar y de actuar. Sí, tengo que vivir mi propia vida. Nadie tiene ante sí el mismo reto que yo. Estoy solo, porque soy único. Muchas personas pueden ayudarme a vivir mi vida, pero después de que todo haya sido dicho y hecho, tengo que hacer mis propias elecciones sobre cómo vivir».

Es duro decirnos esto a nosotros mismos porque al hacerlo nos enfrentamos a nuestra propia soledad. Pero, al mismo tiempo, es nuestro reto maravilloso porque lleva consigo el privilegio de nuestra unicidad. “

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Henri Nouwen.
¿Puedes beber este cáliz?

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La copa en el silencio

Miércoles, 22 de marzo de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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 Debemos beber lentamente, saboreando cada sorbo, hasta el fondo. Vivir una vida completa es beber nuestra copa hasta que se quede vacía, confiando en que Dios la llenará con la vida eterna.

Es importante, sin embargo, ser muy concretos, tener nuestra mente muy clara cuando nos enfrentamos a la pregunta: «¿Cómo bebemos nuestra copa?». Necesitamos de ciertas disciplinas bien concretas que nos ayuden a asimilar y a interiorizar nuestros gozos y nuestras penas, y a encontrar en ellos nuestro único camino de libertad espiritual.

Me gustaría estudiar cómo tres disciplinas, la del silencio, la de la palabra y la de la acción, pueden ayudarnos a beber nuestra copa de la salvación.

La primera forma de beber nuestra copa es en el silencio. Puede parecemos una sorpresa porque estar silencioso parece que es no hacer nada. Pero es precisamente en el silencio cuando nos enfrentamos a problemas de nuestro verdadero ser. A menudo las penas de nuestras vidas nos abruman de tal forma que hacemos cualquier cosa para no enfrentarnos a ellas…..

El silencio es la disciplina que nos ayuda a sobrepasar la categoría de entretenimiento de nuestras vidas. En ese silencio es donde podemos hacer que emerjan nuestras penas y gozos de los lugares en los que se ocultan y donde podemos mirarnos a la cara diciendo: «No tengas miedo, puedes mirar tu propio caminar en la vida, sus lados brillantes y oscuros, y descubrir tu forma de ser libre».

Podemos encontrar el silencio en la naturaleza, en nuestra propia casa, en una iglesia o en un lugar de meditación. Pero donde quiera que lo encontremos, debemos mimarlo. Porque sólo en el silencio podemos conocer en profundidad quiénes somos y poco a poco mirarnos a nosotros mismos como dones de Dios.

Al principio el silencio puede asustarnos. En el silencio oímos las voces de las tinieblas: nuestros celos y nuestra rabia, nuestro resentimiento y nuestros deseos de venganza, nuestra lascivia y nuestra avaricia, nuestro dolor por las pérdidas, abusos o rechazos. Estas voces son a menudo ruidosas y persistentes. Todas esas realidades miserables pueden llegar a ensordecernos. Nuestra reacción más espontánea es salir corriendo y volver a nuestro entretenimiento. Pero si mantenemos la disciplina de permanecer y de no consentir que esas voces nos intimiden, perderán gradualmente su fuerza y pasarán a un segundo plano, dejando un espacio para las voces más suaves, más agradables, de la luz.

Estas voces hablan de paz, bondad, suavidad, gozo, esperanza, bien, perdón, y, sobre todo, de amor. Al principio pueden parecer tenues, insignificante y podemos pasarlo muy mal confiándonos a ellas. Sin embargo, son muy insistentes y se harán más fuertes si seguimos escuchándolas. Nos vienen desde lo más hondo de nosotros mismos y de muy lejos. Nos han estado hablando desde antes de nuestro nacimiento y nos revelan que no hay oscuridad en el que nos envió al mundo: sólo hay luz.

Son parte de las voces de Dios, que nos llamó desde toda la eternidad: «Mi hijo querido, mi favorito, mi gozo».

Los enormes poderes de nuestro mundo siguen pretendiendo ahogar esas voces suaves. Pero siguen siendo las voces de la verdad. Son como las que escuchó el profeta Elias en el monte Horeb. Allí Dios le habló no con la voz de un huracán, un terremoto o un incendio, sino como en un murmullo (1 Reyes 19,11-13). Este sonido nos quita todos nuestros miedos y nos hace darnos cuenta de que podemos enfrentarnos a la realidad, sobre todo a nuestra propia realidad. Estar en silencio es la primera forma de aprender a beber nuestra copa.”

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Henri Nouwen.
¿Puedes beber este cáliz?

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