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“¿Tiene sentido seguir rezando el “Padre Nuestro” hoy?”, por Stefano Cartabia

Martes, 18 de febrero de 2020
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cruz-recordatorio-padre-nuestro-1-153El Padre Nuestro es sin duda la oración cristiana más conocida y utilizada. La encontramos en Mateo 6, 9-14 y Lucas 11, 2-4.

Encuentra sus raíces en el mismo Jesús, aunque, es muy probable, con adaptaciones de los evangelistas.

De toda forma el “Padre Nuestro” entró en la tradición cristiana y es la oración vocal por excelencia del cristianismo.

Sin duda refleja la experiencia de Jesús y por eso tuvo tanto éxito y sigue siendo importante.

Pero, como todo el evangelio, necesita una revisión y una reinterpretación a la luz de la evolución de la conciencia humana y, con ella, de la espiritualidad. Un paradigma nuevo está emergiendo y querer resistirnos – con todas las escusas que somos hábiles en encontrar – simplemente nos generará sufrimiento y nos situará al margen de la historia y de la vida concreta de la gente.

Esta reinterpretación en realidad va al centro de la cuestión:

¿Cuál es el mensaje eterno contenido en esta oración?

¿Cuáles son las cosas que podemos dejar de lado?

Reinterpretar no significa anular o borrar, sino profunda y simplemente, convertirlo en algo actual, vivo, presente. Significa también re-significar y captar el mensaje perenne.

Analizamos frase por frase.

“Padre Nuestro”

Jesús se refiere a Dios como “Padre”. Jesús es un judío y se inserta en la fe y la tradición de su pueblo. Hay que tomarse en serio la humanidad de Jesús y la encarnación.

Jesús utiliza la palabra “Padre” porque tal vez era la única palabra más o menos comprensible y aceptable en su cultura con la cual transmitir su experiencia. Aunque, por el otro lado, la misma palabra “Padre” es bastante revolucionaria y novedosa porque sugiere toda una cercanía con la divinidad que no era característica de la fe judía. En Mc 14, 36 encontramos el único testimonio del uso de la palabra Abbá (papá) que, según los expertos, podemos atribuir al mismo Jesús. En el Nuevo Testamento tenemos otros dos lugares que trasmiten la palabra Abbá: Rom 8, 15 y Gal 4, 6.

Hoy en día sabemos que todo lenguaje sobre lo divino tiene que ser necesariamente simbólico. El Misterio que llamamos “Dios” está siempre más allá de nuestras palabras y definiciones. Por eso también la palabra “Padre” hay que tomarla en sentido simbólico.

“Padre” nos dice algo sobre el Misterio, pero es mucho más lo que no dice. Por eso podemos utilizar otras metáforas o símbolos: Madre, Espíritu, Vida, Amor, Conciencia, Fuente, Origen, Ser, Luz, Vacío.

Cuando utilizamos la palabra “Padre” hay que estar atentos a no caer en un absolutismo o antropomorfismo. Es simplemente una posible manera – relativa y parcial – de dirigirnos al Misterio.

Con  “nuestro” se subraya el carácter de comunión del Misterio. Indica el Misterio de la Unidad y de lo Uno. La Fuente es Una y todo participa de la misma Fuente.

En este sentido “nuestro” hay que ampliarlo a toda la creación y no solo a los seres humanos. Es un “nuestro” con el cual resuena el fuerte llamado ecológico de nuestro tiempo. “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor 3, 22-23); “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17, 21).

Es un “nuestro” universal y totalmente inclusivo.

Lo esencial es salir del dualismo: del lenguaje y existencial. Cuando decimos “Padre” (o cualquier otra palabra con la cual nos referimos al Misterio último) no nos estamos dirigiendo a un Ser Todopoderoso “afuera”, existente en un mundo aparte. ¡No hay nadie “ahí afuera”!

Nos estamos refiriendo al Espíritu que es uno con todo, que todo sostiene en el ser y que está más allá de todo; el Espíritu de interconexión que nos constituye y en el cual y desde el cual somos. Ni uno, ni dos: como el bailarín y el baile.

El viejo paradigma se está lentamente extinguiendo. El teísmo ha caducado. Nos dimos cuenta de que no existe un “Dios Todopoderoso” como Algo independiente, separado y externo. Este supuesto “Dios” era una creación mental.

El fin del teísmo supone el fin del dualismo y la toma de conciencia del Misterio divino desde otro nivel de conciencia y otro paradigma.

Esta lectura mística o no-dual de “Padre” hay que tenerla siempre muy presente porque es la piedra angular de todo lo que sigue. Cuando el lector se encuentra confundido con lo que sigue, tendrá que volver a este primer párrafo. La visión no-dual o mística es la que sostiene todo y si no estamos anclados en este punto no podremos comprender lo que sigue.

Desde esta comprensión se deriva naturalmente que cada pedido del “Padre Nuestro” no está dirigido “afuera” (¡no hay nadie afuera!): está dirigido adentro, al Misterio que nos hace ser, aquí y ahora. Hay que mantener viva la paradoja: nos dirigimos al Misterio que nos constituye y nos trasciende y con el cual no somos ni uno, ni dos. Por eso que, de cierta manera, los pedidos del Padre Nuestro son dirigidos a nosotros mismos.

“que estás en el cielo”

A partir de lo que dijimos antes queda claro que “cielo” es una metáfora. Es una metáfora de la trascendencia: Dios es totalmente otro, es el Misterio inalcanzable. “Cielo” no indica un lugar, sino un no-lugar. Tampoco indica lejanía. Expresa simple y profundamente que el Misterio último de lo real (lo que en términos cristianos llamamos “Dios”) no es accesible a nuestras mentes, no es manipulable, es indefinible e innombrable.

“santificado sea tu nombre”

El nombre en la tradición judía expresa a la persona, a su identidad y su misión. Tiene mucha importancia. Santificar el nombre es llevar a plenitud lo que el nombre expresa y significa. Podemos expresarlo así: que el Misterio de Vida y de Amor – lo que somos y del cual participamos – se manifieste y resplandezca en el Universo entero.

“venga a nosotros tu reino”

Pedimos que la Presencia de Dios – Misterio de Amor y Vida – impregne nuestras existencias. Pedimos apertura de mente y corazón para recibirlo. Nos disponemos a estar abiertos y receptivo. El Reino es un regalo y en el fondo expresa lo que somos. Cuando conectamos con el Reino que vive en nosotros podemos co-crear para que este Reino tome forma socialmente y tomará las formas del Amor que es: justicia, fraternidad, solidaridad, igualdad. Es el mundo nuevo que surge de la gratuidad y de la conexión con nuestra verdadera identidad. El mundo nuevo no se construye desde la lucha y la voluntad, sino desde el reconocimiento agradecido del Amor que somos y como expansión espontanea de ese mismo Amor. Ser receptivos: no podemos dar lo que no tenemos.

“hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”

Desde la comprensión mística y silenciosa del Misterio podemos captar fácilmente que la “Voluntad de Dios” no es algo externo e impuesto. En el anterior paradigma mítico-racional hemos aplicado a Dios – sin más – nuestras experiencias humanas y duales. En este caso, a partir de nuestra experiencia de tener una “voluntad”, hemos aplicado a Dios una “voluntad divina”. Detrás de la creencia de “la voluntad de Dios” está siempre una concepción teísta de lo divino (volver al primer punto); Dios sería un Ser superior separado con tanto de cualidades humanas elevadas a lo infinito: voluntad, pensamientos, sentimientos, etcétera.

La visión mística nos hace ver las cosas de otra manera. Si el Misterio que llamamos “Dios” es la raíz vital de todo lo que existe, la Vida de toda vida, el Espíritu de interconexión y la esencia de todo lo que es y existe, podemos comprender la “voluntad de Dios” como lo que es, aquí y ahora. Si Dios es, lo que ocurre (lo que está siendo) es expresión de lo que es. Entonces no hay una “voluntad de Dios” afuera o independiente de la realidad concreta del momento presente. Por cuanto nuestra mente se rebele y juzgue, lo que es es lo que es. Y si algo está siendo, Dios está ahí, siendo también. No podría ser de otra manera. Dicho esto podemos dar un paso más. Hay situaciones en la existencia de mucha personas que son muy dolorosas y hay situaciones de violencia, odio, opresión. ¿Está también Dios ahí? ¿Es también esto “voluntad de Dios”?

Sin duda Dios está ahí, porque “también en el infierno floreces las violetas”, como dijo el poeta (Domenico Ciardi). O, como dice Maestro Echkart, “Dios se manifiesta tanto en el bien, como en el mal”. También puede ayudarnos a comprender lo que dice Simone Weil: “No ejercer todo el poder de que se dispone significa soportar el vacío. Esto va en contra de todas las leyes de la naturaleza: sólo la gracia puede conseguirlo. La gracia colma, pero sólo puede entrar allí donde hay un vacío para recibirla, y ella es quien hace ese vacío.

¿No será la experiencia del dolor y del mal este vacío necesario para que la gracia lo llene?

Dios está ahí porque la situación de dolor es, está siendo. Solo en Dios y desde Dios algo puede ser. Podemos decir que, paradójicamente, Dios está Presente como Ausencia y como grito de que solo el Amor es real. El dolor entonces se convierte en el gran maestro. Como afirma el místico sufí Hafiz: “El dolor es maestro, que va buscando a los que huyen del Amor”. El sufrimiento que experimentamos – tanto a nivel individual, como colectivo – es perfecto y necesario para nuestro aprendizaje y despertar al Amor que somos.

Cielo y tierra expresan la dualidad de la existencia. En el paradigma teísta indicaban dos mundos separados: “cielo” el lugar de lo divino y “tierra” el lugar de los humanos (y, debajo de la tierra, el lugar de los muertos). Leer más…

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Concilium 383. San Valentín, amor queer

Lunes, 17 de febrero de 2020
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Concilium_383Tiene buena pinta este número de la revista  teológica Concilium que nos recomienda Xabier Pikaza en su blog:

Jesús: Amor por ínsulas extrañas

Si algo fue Jesús, fue un amor “por ínsulas extrañas”, como decía Juan de la Cruz, amor de hombre por todos los hombre, amor queer. No vino a confirmar ninguna regla, sino a subvertir las leyes del templo y escribas, pues “al principio no era así” (Mt 19, 8). Encontró y sembró amor entre leprosos y excluidos, cojos, mancos, ciegos, centuriones, publicanos, prostituidas, eunucos… Fue un amor en y con ellos, de manera que su iglesia puede y debe llamarse cuerpo queer.

En esa línea recordamos hoy (14.2.20) a San Valentín, obispo de amor queer. El amor era en su tiempo (hacia el III d.C.) un asunto muy legal, reglado por normas imperiales, al servicio del “status”, desde la perspectiva del dinero, en un momento en que únicamente los ricos podían casarse de verdad. Rompiendo esa ley que condenaba al no-amor a muchos pobres (especialmente mujeres), Valentín (obispo real o simbólico de Terracina, en Italia, donde estuve una vez para “honrarle”),  quiso que hombres y mujeres pudieran amarse en libertad, gratuitamente, sin necesidad de avales económico-sociales, y así les ofreció dinero y medios para que pudieran “casarse” (hacer casa) como vieran, pudieran  y quisieran, en amor.

 Demos un salto en los siglos. Actualmente (siglo XXI)  el tema no es si es bueno o no es bueno el amor queer en abstracto, sino que hay personas queer  (un número significativo)… y que no sólo tienen derecho a amar, sino que están invitados por Jesús a entrar los primeros en el reino del amor (los publicanos os precederán…).  Y sobre ellas trata este número extraordinario de Concilium 383, que recomiendo a todos mis lectores.

En esa línea quiero afirmar, en la línea de San Juan de la Cruz, que todo amor es queer, tal como él lo define en el Cántico Espiritual estrofa 14 (siguiendo al Cantar de los Cantares). Todo amor es transgresión, es único y distinto, es queer, sobre todas las leyes. Ciertamente, en un segundo momento, el amor puede reglarse de algún modo, pero no para apagarlo, sino para que brille y arda con más potencia.

84352797_1458993124277875_5713093165594968064_n Escuchen y sientan el comentario que hago delos versos del Cántico Espiritual 14,   precedidos quizá por la palabra de San Agustín, entendida en sentido radical: Ama y haz lo que quieras, ama y atrévete a vivir en libertad, diciendo y sintiendo: Mi Amado, mi Amor las montañas / los valles solitarios nemorosos/ las ínsulas extrañas / los ríos sonorosos/ el silbo de los aires amorosos.  Por montes y valles, ínsulas y ríos, escucha y sigue la voz del Amor  que te está llamando:
Mi amado/amor… las montañas. Descubrir el amor es escalar la montaña de la vida. Negarse a caminar sin más en la llanura de las vacas, es subir, per vias caprarum (por el camino escarpado de las cabras  o los corzos) como decía Huarte de San Juan, el primer psicólogo hispano (vasco de Iparralde*). Quien no haya sentido el impulso de subir y arriesgarse a la montaña del amor no sabrá jamás lo que es la vida. Por eso hay que decir que el amor es queer, contra-corriente.

Mi amado/amor… los valles solitarios, nemorosos. El amor es escalada personal, subir a la montaña para encontrarse allí con él o ella. Pero al mismo tiempo es el descenso aún más arriesgado; bajar al valle y verle allí, verse y gozarse (gocémonos, amado, dirá Juan de la Cruz). Ésa es la única soledad verdadera, soledad a dos, para encontrarse cada uno a sí mismo en el misterio de la vida, en cuerpo y alma. Ese valle de amor es “nemoroso” es el misterio o paraíso original, que todos tienen/tenemos derecho a encontrar, antes de toda ley o norma externa, por principio de Dios, en el valle de la vida húmeda, salada, temblorosa…

Mi amado/amor… las ínsulas extrañas. Todos los legalistas del amor, desde Hammurabi a muchos eclesiásticos cristianos, musulmanes o neo-liberales del siglo XXI se han esforzado por “colonizar” el amor, poniéndolo al servicio de otras cosas (de un Estado, de Iglesia o Capital…). Pero el amor debe transitar siempre por ínsulas extrañas (como repite Juan de la Cruz también en otra estrofa del Cántico, hablando de aquella que va por ínsulas extrañas, al otro lado de la noche). El amor no es recorrer lo ya sabido, lo bien reglamentado, conforme a derecho… En sentido  originario, el amor es lo “torcido”, lo queer, las islas extrañas que cada uno ha de arriesgarse a recorrer, como quiere Jesús y por eso llama a los cojos-mancos-ciegos-prostitutas-eunucos… En ese sentido, el amor es siempre queer.

Caminos XL_ejercicio de amor_PORTADA_5239-4.inddMi amado/amor… los ríos sonorosos.  El amor es también  la inundación del agua potente, que desciende irresistible por los riscos de montaña, para todo, como voz que ensordece y acalla todas las restantes voces. Cuando se descubre y se vive así el  fragor del río de amor quedan en suspenso (no pueden escucharse) otras voces y leyes, ni de Estado ni de Iglesia. Ese amor fragoroso-sonoroso es lo primero, primero, la palabra-espíritu de Dios en nuestra vida, y así podemos confesar que “somos”: Soy amado y amo, luego existo, somos dos o más en compañía.  Sólo en un segundo momento, cuando nos sentemos, podremos pensar en algún tipo de leyes, es decir, de pactos de amor, no para acallar el agua de su voy, sino para mantenerla siempre viva.

Mi amado/amor… el Silbo de los aires amorosos. Tras el fuerte fragor del agua que acalle todas las restantes voces viene el “silbo” amoroso, esto es, el canto enamorado, la música callada, el temblor de estrellas al amanecer… El mismo Dios (la Vida de nuestra vida) nos está silbando/llamado en amor. Ésta es la inspiración suprema, la más honda revelación de lo que somos.

Este es el principio de todo amor queer, es decir, de todo amor… Muchos “escribas” de Estado o Iglesia, de Capitalismo o Comunismo, tienen miedo al amor, y por eso han querido y quieren regularlo,  para que los hombres y mujeres sean todos iguales (como vacas por el llano prado amurallado)…, no como cabras monteses (que decía Huarte de San Juan), no como el ciervo enamorado que salta por los altos montes, desciende a los valles, se pierda y encuentra en las ínsulas extrañas…

Ese ciervo enamorado (vulnerado y curado de amor) del que habla San Juan de la Cruz es el protagonista de esta fiesta de San Valentín 2020, el protagonista queer de Concilium 383,  que hoy invito a leer a mis lectores.

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Concilium 383: Teologías queer: devenir el cuerpo queer de Cristo
Stefanie Knauss y Carlos Mendoza-Álvarez: Editorial

Las teologías queer se inspiran en el análisis crítico de la teoría queer, que emergió a finales del siglo XX a partir de las experiencias de sujetos y subjetividades que son marginadas por su sexualidad no normativa (gais, lesbianas, bisexuales) o su identidad de género (transexuales, intersexuales, no binarios).

Partiendo de experiencias personales de exclusión dentro de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, este número de la revista Concilium nos introduce en todas las cuestiones y perspectivas necesarias para que la teología ayude a la Iglesia a «hacerse» realmente el Cuerpo de Cristo inclusivo de todos los cuerpos martirizados por tener «diferencias» que son tan «naturales» como las hegemónicamente sostenidas por la tradición cultural y religiosa.

Fundamentos

1.1. André S. Musskopf: Tan queer como sea posible
1.2. Susannah Cornwall: Perspectivas teológicas constructivas: ¿Qué es la teología queer?

Experiencias

1.3. Murph Murphy: Queer es Dios
1.4. Paul Uchechukwu: La voluntad de Dios
1.5. Lukas Avendaño: Carta de un indio remiso

Teologías

1.6. Gwynn Kessler: «Queerizar» la teología judía en las parábolas
1.7. Carmenmargarita Sánchez de Léon: Los múltiples cuerpos de Jesús
1.8. Sharon A. Bong: Eclesiología: Hacerse el cuerpo queer, poscolonial y (eco)feminista de Cristo en Asia
1.9. Nontando Hadebe: «¿Puede salir algo bueno de Nazaret? –Ven y verás». Invitación a un diálogo entre teorías queer y teologías africanas
1.10. Ángel F. Méndez-Montoya: El amor en los últimos tiempos: La inscripción escatológica en cuerpos afines a un deseo infinitamente cuir
1.11. Marilú Rojas Salazar: Liturgia queer
1.12. Gerald O. West y Charlene van der Welt: Un (comienzo) queer de la Biblia
1.13. Shanon Shah: Teologías musulmanas queer

2. FORO TEOLÓGICO:

2.1. Conrado Zepeda Miramontes: Los exilios en la aldea global y la compasión política
2.2. Reynaldo D. Raluto: El imperativo de la reforestación a la luz de la lucha contra el cambio climático en Asia

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 * Iparralde: En euskera o lengua vasca, Iparralde significa lado norte y se refiere a la zona del País Vasco que pertenece a Francia, siendo Hegoalde -lado sur- la perteneciente a España.

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Gracia, trabajo y política. Humanización.

Sábado, 15 de febrero de 2020
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embalse-ebro--490x735Seguramente hay demasiado jamón para el bocadillo de esta reflexión, hecha con el propósito de esclarecer someramente las funciones de la iglesia y de la empresa, puestas la una frente a la otra, con un corolario que mete en danza la política. De no plantearnos la comparación como una cuestión, seguro que todos tenemos una idea, más o menos aceptable y rica, de lo que son cada una, pues no vamos a la iglesia para producir ni trabajamos en la empresa para obtener el perdón de los pecados.

Normalmente, entendemos por iglesia la institución surgida del mensaje de Jesús de Nazaret, esbozada en los escritos del Nuevo Testamento y plasmada en los primeros siglos del cristianismo. Como tal, engloba distintos ministerios (papa y obispos, con las variables de cardenales, arzobispos, metropolitanos y patriarcas, más clérigos y otros servidores menores), lugares de culto (catacumbas, catedrales, basílicas, templos, capillas, ermitas, oratorios) y la práctica de una vida religiosa pautada por la liturgia de los sacramentos que, en el caso de la eucaristía, se concreta en la obligación dominical de “asistir a misa”.

También tenemos claro lo que, al primer golpe de vista, se entiende por empresa: un capital que se invierte para crear el mecanismo de desarrollo de un proyecto productivo que requiere espacios, herramientas y mano de obra.

Digamos a bote pronto que ambas descripciones son muy superficiales o epidérmicas. El meollo de lo eclesial no es el instrumento de la transmisión sino lo que se transmite, es decir, el mensaje evangélico y la forma de vida cristiana que se ha estructurado en la institución de la iglesia, pero que bien podría haberlo hecho de otra manera. El cristianismo es una comunión viva, no un elenco de legajos dogmáticos, ni una amalgama de dignidades y desarrollos, ni un conglomerado de ritos.

En cuanto a la descripción de la empresa, nada se dice en ella sobre su esencial ensamblaje con la vida humana al ocupar lo económico una de sus dimensiones básicas, pues toda vida requiere un consumo de bienes que es preciso producir manipulando o transformando los recursos que la naturaleza nos suministra gratuitamente.

En otras palabras, la iglesia (dimensión religiosa) y la empresa (dimensión económica) tienen una imbricación irrenunciable con la vida humana. Para que el mensaje de salvación de la Iglesia sea eficaz ha de acomodarse a las formas de vida de cada tiempo. Por otra parte, las necesidades primarias de la vida (techo, alimentación, vestido, salud y ocio) requieren trabajo y este, empresa. Ambas, empresa e iglesia, son instrumentos al servicio de un hombre que es su razón de ser, no su esclavo. Para cumplir bien su cometido, mi iglesia y mi empresa deben servirme a mí, aunque ambas requieran mi colaboración para hacerlo.

¿Qué pueden aprender la una de la otra? La empresa debe aprender de la iglesia a humanizar el trabajo, pues la iglesia es la humanización de Dios. Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. Mírese como se mire, el trabajo no puede perder de vista la vida. Si la empresa no se preocupa de que los trabajadores y sus familias vivan dignamente, pierde su razón de ser. Lo de ganar dinero es un objetivo legítimo y loable, pero solo instrumental. Se trabaja para vivir como seres humanos, no para sobrevivir como esclavos. La esclavitud ha sido definitivamente abolida de todos los catálogos de derechos humanos. La vida del trabajador es la razón última de la empresa. De ahí que este no pueda verse reducido a la función de herramienta o de animal de carga. Pero humanizar el trabajo es un objetivo que no se vislumbra ni en los mejores paraísos marxistas.

Por su parte, la Iglesia debe aprender de la empresa a organizar, con seriedad y esfuerzo, la labor de difundir y vivir el evangelio: debe “producir” evangelio, procurar que las máximas rectoras de la conducta que nos enseñó Jesús de Nazaret rijan las vidas de los creyentes. Y, al igual que las empresas surgen y desaparecen con relativa facilidad en el incesante movimiento de adaptación al medio en que se produce y se vende lo producido, la Iglesia debe desechar la idea de ser un archivo polvoriento de esencias sin perfume para que el evangelio florezca en las mentes y en los corazones de los hombres de cada momento.

Mientras hoy se trabaja de forma muy diferente a como se hacía hace cincuenta años, la iglesia mantiene formas de proceder periclitadas por miedo al cambio, como si su acción no estuviera guiada en todo momento por el Espíritu Santo. No hay que cambiar absolutamente nada de un evangelio que es mensaje de salvación universal y válido para todos los tiempos, pero es preciso macerarlo y cocinarlo con los ingredientes oportunos para que sea digerible en cada momento. La Iglesia no debe ser un lago estancado, sino un caudaloso río que, en ocasiones, deberá convertirse en catarata.

Comunión

En nuestros días, la comunicación se ha convertido, seguramente, en la temática más productiva desde el punto de vista económico al haber generado innumerables empresas y facilitado las relaciones emotivas y comerciales con quienes están lejos. Desde el punto de vista eclesial, la comunicación es esencial, pues Dios es el primer comunicador que se desborda en sus criaturas. En cristiano, la comunicación es comunión.

La Iglesia es fraternidad universal al amparo de un único Padre. Ser cristiano requiere hacerse comida de eucaristía. La vida de un anacoreta o eremita, celoso de su soledad, no sería cristiana, aunque él crea estar en íntima comunión con Dios. La misa de un sacerdote en una recoleta capilla, estando él solo, aunque se ofrezca su valor sacrificial como liberación del tributo doloroso que requiere la total limpieza de la escoria residual de los pecados en el purgatorio, resulta a la postre una pantomima.

También la empresa, tenga uno o mil trabajadores en plantilla, debe ser comunión. La productividad que en ella se alcance, tras hacer posible la vida de sus propios operarios, ha de favorecer la vida de toda la humanidad.

Rejón a la política

Digamos, como apunte final referido al tiempo que vivimos, que uno de los principales infortunios que padecemos los españoles se debe a la cortedad de miras de una política que, sin ser empresa e iglesia, debería emular los objetivos esenciales de ambas. No persigue los de la empresa porque no busca el mayor beneficio de los ciudadanos con el menor costo de gestión, pues, sin entrar en si los políticos ganan mucho o poco, lo evidente es que la política española es muy cara. Tampoco lo hace con los de la iglesia, pues no fomenta la fraternidad como comunión, sino los intereses partidistas. Salvaguardando cada una su propio ámbito de competencias, lo cierto es que la política española tiene mucho que aprender de una empresa bien plantada y de una iglesia como Dios manda.

Ramón Hernández Martín

Fuente Fe Adulta

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La autoconciencia de Jesús.

Jueves, 13 de febrero de 2020
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jesus orandoEstos días la liturgia nos propone los textos del Bautismo de Jesús, después de un tiempo de catecumenado en la escuela de Juan Bautista, y después de un discernimiento entre la enseñanza de su maestro, y lo que él iba experimentando.

Los textos del Bautismo resumen un proceso en la vida de Jesús: su toma de conciencia de quién era y de cómo responder a esa identidad des-velada procesualmente.

La figura central es el Espíritu que revela, comunica, conduce. Y ese Espíritu-Ruah actúa dentro de la persona. Los cambios de vida que puedan producirse fuera: compromisos, estilo de vida…son fruto de una luz y fuerza interior que impulsa hacia el proyecto de Dios, liberando de las cargas que los humanos nos ponemos, incluida la carga de la religión cuando esta desplaza al Espíritu para emplazar a personas que dicen hablar en su nombre. ¡Ojo!

Tal vez una anécdota personal aligere lo que acabo de describir:

Tenía 27 años, humildemente empoderada por una formación teológica encauzada a enseñarnos a orar y a que esta oración junto con sólida teología-biblia… nos impulsara a comunicar, predicar lo amasado en el corazón.

Con este sólido bagaje me destinan a Sydney, Australia, donde se nos pide organizar, en nuestra Parroquia, una Eucaristía en Español para la enorme cantidad de gente huyendo de Uruguay, Argentina, Chile, Perú y muchos españoles que emigraron antes del boom turístico en nuestro país. Venía gente de toda la ciudad. Los curas no hablaban español y leían, como podían, la misa.

La homilía nos la encargaron a nosotras, cuyo carisma era: “oración y predicación”. Una experiencia preciosa de comunicación de vida, y de organizar eventos con las familias, organizar un coro con los adolescentes, y siempre pizza en casa de alguien al final de la Eucaristía, disfrutando con las riquezas de nuestros diferentes países.

Cada Eucaristía venía precedida por un tiempo de formación profunda que impartíamos en nuestra casa con todos los que lo deseaban, ofreciendo servicio de guardería y chocolatadas a los niños…

Un buen amigo que hacía de acólito un día, entre risa y bocado de pizza casera, nos dice: hermanas, uno de los padres, el canonista, siempre me pregunta qué dicen ustedes en la homilía y le llama la atención que la gente está a gusto con la predicación…  A los pocos días aparece el “tal padre”, hoy obispo, claro, con la homilía escrita para que la tradujéramos y leyéramos en “su” misa.

Sentí que se me concedió el don de lenguas porque apenas chapurreaba el inglés, pero la argumentación me salió de dentro, lo cual no cambió su actitud, al contrario y nosotras tuvimos que aparentar que leíamos “su homilía” porque acogiendo lo que nos parecía apropiado para la gente, que él no conocía, incluíamos lo que el Espíritu y la comunidad nos susurraban por dentro.

Fue mi primer paso hacia la separación institución de mi propia conciencia.  Ahí sentí en mis entrañas que se rompía la inocencia de una mujer joven, llena de vida y fuerza y capacidad para comunicar… y que “ellos” decían que no. Pero resulta que la Ruah me sigue dando la fuerza, la vocación, el fuego para comunicar…

¿A quién escucho?

Jesús escucha en su interior esa voz que día a día le es luz y fuerza para seguir. El Bautismo se da una vez pero no la experiencia de toma de conciencia, de manera más clara: a veces incluso podemos ubicarla, otras lo vivimos como proceso, que de pronto nos hace descubrir  que estamos en otro momento.

Estudiar Teología en USA, con otro método diferente al de memorizar, fue un potente foco que me sigue acompañando.

El curso sobre la “Nueva Historia” en Irlanda, luz que me sigue iluminando y ayudando a vivir el momento presente de Crisis Climática con esperanza y sin descanso en un intento de que cambiemos nuestro modo de vivir y convivir, porque todo es sagrado.

Pronto hará dos años, otro momento de mucha luz  fue al encontrar la comunidad, por años buscada, y de la que ya hemos compartido.

Y el regalo, de las 8 personas que vamos dando pasos hacia esa toma de conciencia, de escucha al Espíritu dentro y vivir desde esa conciencia plena, en España, paso a paso con gran ilusión y realismo. Comunidad abierta. No-canónica, profética, empoderadora de mujeres y hombres, que, cada uno, a su paso, con rigor y alegría, recorremos ese tramo de nuestro camino. Siempre en continua e inmediata comunicación con toda la comunidad en los cinco continentes.

Es un honor y un gozo escuchar al Espíritu en ell@s, más allá de cánones…como Jesús, en el río, en el monte, en el mar, en las casas, en las redes sociales.

Hay tantas maneras de hacer y ser comunidad. Ayer llega un wApp de Holanda, nos unimos a las 7 de la mañana, 20 ms en meditación para traer paz y bondad a la humanidad…inmediatamente un grupo de personas confirmamos y hoy al orar, de un modo especial se me hacía gráfico que tenemos un inmenso poder: espiritual, mental, afectivo… capaz de transformar la oscuridad en luz, el ruido en silencio habitado.

Dejémonos empapar por esas aguas del Jordán del corazón, donde la conciencia emerge nítida. Un grupo en el norte nos reunimos este sábado para profundizarlo, y luego en Febrero en Haro… y siempre, siempre abiertas a escuchar, acoger, empoderar.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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El ideal de servicio. “A esto he venido, a servir” (Mt 20.28), por Ramón Hernández

Jueves, 16 de enero de 2020
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lavatorio-5La coincidencia circunstancial de que hoy (19 de Noviembre) la Iglesia católica celebre la “jornada mundial de los pobres” encuadra a las mil maravillas el tema de esta reflexión. ¿Somos conscientes los cristianos de que seguimos a un líder que se hace comida y bebida para compartir?  El pobre, y todo hombre lo es, es la diana a que apunta el cristianismo y la piedra angular de su fortaleza, pues el Verbo se encarnó para enriquecernos.

La palabra clave del cristianismo no hace referencia a una “idea” y a su universo conceptual sino a una “acción” y a su contexto de esfuerzo. Esa palabra es claramente “amar” como acción exigente que, al llevarse a efecto, genera una gran libertad y abre una panorámica espectacular.

Dependemos unos de otros

La naturaleza hace que los seres vivos dependamos unos de otros. Los seres humanos, más incluso que nuestros congéneres. Frente a animales que, al nacer, se echan a correr, los humanos viviríamos pocas horas de no recibir cuidados vitales especiales en ese preciso instante.

Por muy autosuficientes que lleguemos a sentirnos, a lo largo de la vida seguimos siendo casi tan dependientes como al nacer. De hecho, cuando en una pesadilla del sueño me veo solo en el mundo, de la conciencia de mi abisal impotencia nace la angustia de que mi propia andadura vital será triste y corta. Aterrado por la soledad, me veo como un torpe Robinson incapaz de sobrevivir.

La idea troncal de servicio

La idea cristiana de servicio (el “he venido a servir”, de Jesús de Nazaret) hace posible nuestra andadura humana porque, amén de mostrar nuestras severas carencias y limitaciones, nos asigna la misión de comportarnos conforme a un orden moral que, al regular nuestra conducta, asegura nuestra supervivencia. Nuestra conciencia propugna la vida humana, esa gran maravilla que es fruto de la valiosa y misteriosa cooperación de lo que hemos dado en llamar reinos mineral, vegetal y animal.

El ideal de servicio, piedra angular del cristianismo, inspira y encuadra las actuaciones de otras organizaciones internacionales de gran renombre, tales como, por ejemplo, el Rotary International, organización a la que dediqué unos años de intensa actividad y de la que salí escaldado al constatar la distancia infranqueable que a veces media entre la idea y su plasmación. Su sublime eslogan básico de “dar de sí antes de pensar en sí” ilumina y enamora. Los rotarios, profesionales ávidos de comunicación, siguen la estela de un ideal que les alumbra, les seduce y les emociona al obligarse los clubes a realizar cada año cinco precisos proyectos de servicio en cinco campos diferentes: el del propio grupo, el de la sociedad en general a través de la profesión de cada cual, el de la propia demarcación territorial del grupo, el de la comunidad internacional y el de las nuevas generaciones.

Hermoso ideal que entronca, más allá de lo meramente social y profesional, con las aspiraciones más genuinas del evangelio cristiano y de la conciencia de humanización. Sin duda, es el ideal que inspira las actuaciones de la mayoría de las ONG, nacidas en nuestro tiempo de la necesidad de atender con premura las carencias de determinados grupos humanos o de todo un territorio. Reconforta saber que donde los seres humanos padecen necesidades inaplazables para la subsistencia y para cuya satisfacción no se bastan por sí mismos, allí acuden otros con capacidad profesional y económica para hacerlo.

Ojalá que, conforme a la más persuasiva propaganda que hacen los partidos políticos en las campañas electorales, este ideal impregne de verdad la acción política. El ideal de servicio es uno de los pilares más sólidos que sustentan la sociedad, una razón irrefutable que hace que la humanidad entera sea, a pesar de tantas conductas depredadoras, acreedora a una larga supervivencia sobre la tierra.

En la Iglesia católica

Como ocurre en otros ámbitos, también en este merece una mención especial la Iglesia católica, muchas veces denostada merecidamente por su arcaica estructura jurisdiccional y dogmática y por un bagaje moral que carga pesados fardos de obligaciones sobre las espaldas de sus fieles, pero se vuelve flexible y permisiva ante las deplorables conductas de dirigentes que claudican ante las exigencias del servicio que dicen prestar.

Obviando tan deleznables lacras, propias de las sociedades que se fundamentan en el poder, el más corrosivo de los cuales es el eclesial, la realidad es que la Iglesia católica viene avalada por una gigantesca obra en beneficio del hombre.  Desde la perspectiva de la acción humanitaria, es posible que nunca haya existido o pueda existir una institución equiparable. De ahí que no sea el poder eclesiástico sino la caridad cristiana lo que sostiene una compleja estructura que requiere una piedra angular consistente.

Horizonte de humanización

Si desde la mera crónica de las calamidades de unos hombres, a las que otros prestan socorro, saltamos al hombre en sí, sea como problema humano o como fuerza de solución, el pesimismo sobre el destino fatídico de la humanidad se desvanece a impulsos de la fuerza inconmensurable que brota del hecho de que los seres humanos nos conmovemos ante las catástrofes públicas y el dolor ajeno hasta redoblar o triplicar nuestras fuerzas y nuestras capacidades en beneficio de los damnificados.

Nunca sabremos si somos héroes o cobardes hasta el día en que nos veamos en una situación de peligro extremo en la que la rapidez de intervención pueda salvar la vida de un hombre. En frío, seguro que nos acobardaría adentrarnos en una casa en llamas para rescatar a un niño o lanzarnos a un río desbordado para tenderle la mano. Pero, llegado el momento, puede que una fuerza interior, superior a nosotros mismos, nos fuerce a emprender acciones tan arriesgadas sin medir sus secuelas. La fuerza que dimana del sentido de humanidad que atesoramos nos hace humanos y nos mantiene en pie en una sociedad tan egoísta como la nuestra.

El faro del ideal de servicio alumbra el camino de humanización del hombre. Nuestra categoría no se mide por las riquezas acumuladas o por el poder acaparado, sino por convertir nuestros haberes en fuente abierta y por la disposición a servir a nuestros semejantes.

Ávidos de dinero, poder y fama, hemos entronizado la más pura depredación humana creyendo que no se puede ser alguien sin ningunear a otros, rico sin empobrecerlos o señor sin esclavizarlos. La crudeza de la vida, que no permite muchos señores ricos, nos obliga afortunadamente a comportarnos como auténticos seres humanos que se ayudan a vivir.

El ideal de servicio sitúa el poder y el señorío en el servicio. El cristianismo habla de ser el último para ser el primero, de un Dios benefactor.  El servicio deifica. Cuando el señor sirve al esclavo es cuando consolida y transfiere su propio señorío.

Ramón Hernández Martín

Fuente Fe Adulta

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Juan Antonio Estrada: “Jesús fue un laico judío sin ninguna formación rabínica”

Miércoles, 15 de enero de 2020
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jesusdenazareth3“Los profetas fueron los grandes renovadores de Israel”

“El cristianismo surgió como una corriente dentro del judaísmo, protagonizada mayoritariamente por gente sencilla, constituida como una comunidad”

“Hay que volver a evangelizar las viejas cristiandades, convertidas hoy en sociedades sin religión”

“El Jesús de los evangelios fue desplazado por una teología centrada en su filiación divina y en hacer compatibles la persona divina y la humana”

“Hay que recuperar la alternativa cristiana a la religión y a la sociedad, pero esto implica una reforma radical de la Iglesia y del cristianismo, recuperando el Vaticano II y yendo más allá de él”

Jesús proviene de una religión centrada en el culto sacrificial, el sacerdocio del templo, la ley religiosa y las Escrituras sagradas. La profecía, el sacerdodio cultual y los rabinos representaban las instancias determinantes del judaísmo, junto al sanedrín y la autoridad patriarcal. Los profetas fueron los grandes renovadores de la vida de Israel y mantuvieron la esperanza de un mesías. La era mesiánica fue la versión judía de la expectativa universal de una sociedad más fraterna, justa y sin mal. Esta esperanza ofreció un proyecto de vida y fue fundamental para preservar la identidad judía cuando perdieron su tierra y se dispersaron en el imperio.

Jesús fue un laico judío sin ninguna formación rabínica, que cambió la forma de comprender la Escritura y la ley religiosa. Con él surgió otro proyecto de salvación, que centró la religión en las aspiraciones humanas y la sacó del entorno religioso. Ya no era la religión del templo, sino un modo de vivir, vinculado a la ética, centrado en la vida profana y marcado por la urgencia del reinado de Dios en Israel. Comenzó un proceso de desacralización y se desplazó el centro de gravedad del templo, el culto y el sacerdocio en favor de una vida entregada a los demás, especialmente a los más vulnerables. La reacción violenta de la religión amenazada y del poder político, hostil a todo mesianismo, fue su ajusticiamiento. Participó así del destino de los profetas y de todos los que lucharon por cambiar la sociedad y religión judías.

El cristianismo surgió como una corriente dentro del judaísmo, protagonizada mayoritariamente por gente popular y sencilla, discípulos laicos de Jesús. Inicialmente predicaron un mensaje en continuidad con el de Jesús, buscando la conversión del pueblo judío. Pero el anuncio de la resurrección generó un nuevo dinamismo universal y se pusieron las bases de un Dios trinitario, reformando las imágenes divinas del Antiguo Testamento. El cristianismo ha surgido del tronco judío y lo ha rebasado. La relativización de la ley religiosa, del culto y del templo llevó a la ruptura final con el judaísmo y a una nueva forma de entender la relación con Dios. El binomio pecado y castigo, que impregnaba el culto y la ley religiosa, fue desplazado por una dinámica centrada en el sufrimiento humano, en el perdón de los pecados y la misericordia divina. Una vida sacrificada a los demás, siguiendo el modelo de Jesús, un culto existencial y el paso de la comunidad discipular a la Iglesia fueron señales características del cristianismo.

El cristianismo se constituyó como una comunidad de personas, que vivían la salvación como un proyecto de sentido en el mundo y que estaban lejanos a las dinámicas ascéticas y cultuales de Israel y otros grupos religiosos del imperio romano. No rehusaron la herencia judía y romana, pero la transformaron. Se adoptaron estructuras y cargos no religiosos del judaísmo (presbíteros o ancianos) y del imperio romano (obispos y diáconos). Al ser una religión perseguida no podían tener templos y surgieron las iglesias domésticas. El ministerio (diáconos, presbíteros y entre ellos el obispo) no era solo una dignidad sino una carga, ya que los dirigentes eran los primeros perseguidos por las autoridades. Vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical. Su forma de vida y de entender la relación con Dios, el culto y las leyes religiosas fueron también la causa de la hostilidad que encontraron en el imperio romano, como antes en Israel.

Diáconos, presbíteros y obispos vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical

De ahí se podía esperar una nueva forma de vivir la religión. La de un grupo centrado en la comunidad y en la misión, cuyos protagonistas eran todos los cristianos y no solo los clérigos. Especial relevancia tuvieron las mujeres, cuya conversión arrastraba a toda la familia, las cuales protegieron y financiaron a las incipientes iglesias domésticas.

La quinta columna cristiana en el Imperio fue progresivamente impregnándolo y conquistando cada vez a más personas, a pesar de la hostilidad de los tres primeros siglos. Paradójicamente, el éxito social y religioso fue la causa de un progresivo distanciamiento del proyecto de Jesús y del de la Iglesia primitiva. La creciente clericalización, la pérdida de la comunidad en favor de los ministros, la creación de un culto rejudaizado y romanizado marcaron al cristianismo, cada vez más cercano al modelo religioso preponderante en el imperio.

La revelación de Dios por Jesús se modificó en favor de la homologación con el teísmo de raíces judías y grecorromanas. El Jesús de los evangelios fue desplazado por una teología centrada en su filiación divina y en hacer compatibles la persona divina y la humana. Y el Espíritu Santo, que había inspirado la creación de una comunidad protagonista, con pluralidad de ministerios y carismas, perdió cada vez más relevancia en favor de una gracia transmitida por los sacramentos y la obediencia a la jerarquía.

Dos mil años después vivimos el reto de volver a inspirarnos en Jesús y en el cristianismo primitivo. El futuro está en volver a los orígenes, en la creación de comunidades, en el protagonismo de los laicos y en la igualdad eclesial de las mujeres. Desde ahí será posible afrontar el reto que plantea al cristianismo una sociedad secularizada y laicizada, que ha sustituido a la iglesia de cristiandad.

Hay que recuperar la alternativa cristiana a la religión y a la sociedad, pero esto implica una reforma radical de la Iglesia y del cristianismo, recuperando el Vaticano II y yendo más allá de él. Quizás la crisis actual de la Iglesia y de las vocaciones sacerdotales y religiosas sean la base para una nueva etapa innovadora. Recuperar la fe en Jesús y en su proyecto de vida son exigencias internas del cristianismo. A Dios no lo conocemos pero en la humanidad de Jesús tenemos la referencia para encontrarlo (Jn 1,18) y vivir una vida con sentido. Y desde ahí es posible afrontar la nueva época secular en la que la religión ha perdido irradiación social y capacidad de responder a las demandas humanas. Hay que volver a evangelizar las viejas cristiandades, convertidas hoy en sociedades sin religión.

Fuente Religión Digital

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José M. Castillo: “La religión y la política han cambiado mucho en veinte siglos, pero el Evangelio sigue siendo el mismo”

Lunes, 30 de diciembre de 2019
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50387_N_04-04-12-0-42-02Las relaciones entre religión y política se mantuvieron hasta finales del s. XVIII, cuando en 1789 cuajó legalmente la Ilustración

Para Jesús, lo determinante y lo que necesita este mundo no es que tengamos gobernantes ejemplares, sino que seamos nosotros, los ciudadanos, los que vivamos de una manera ejemplar

¿Se metió Jesús en política? Si respondemos a esta pregunta desde lo que se vivía y cómo se vivía, en el mundo romano del siglo I, a nadie se le ocurriría pensar que la religión y la política estuvieran separadas. Roma afirmaba que su imperio era tal por mandato de los dioses (Warren Carter). Por eso, mientras duró el Imperio y en los siglos posteriores del medievo, tanto los políticos como los hombres de la religión, no sólo mantuvieron el firme convencimiento de que “lo religioso” y “lo político” se necesitaban mutuamente, sino que además lo decían en público y lo defendían a toda costa.

Este criterio fue firme. Incluso ya bien entrado el Renacimiento, después de 1513, Maquiavelo dejó escrito: “Los príncipes o los estados que quieran mantenerse incorruptos deben sobre todo mantener incorruptas las ceremonias de su religión, y tener a ésta siempre en gran veneración, pues no hay mayor indicio de la ruina de una provincia que ver que en ella se desprecia el culto divino (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, libro 1, 12). Y así se mantuvieron las relaciones entre religión y política hasta finales del s. XVIII, cuando en 1789 cuajó legalmente la Ilustración.

Pero yo no hablo aquí de las relaciones entre religión y política, sino de Evangelio y política. La religión y la política han cambiado mucho en veinte siglos. El Evangelio sigue siendo el mismo. Ahora bien, en el Evangelio está patente que Jesús no puso el centro de su mensaje en el cambio de los gobernantes y sus programas de gobierno, sino en el cambio de los gobernados y sus conductas. La mentalidad de Jesús aparece, en los Evangelios, tan patente como desconcertante.

“¿No lo estamos viendo ahora, en el silencio y las cosas extrañas, que oímos a no pocos “hombres de la religión”, que defienden su poder y sus privilegios, aunque las mujeres, los extranjeros y los desamparados tengan que seguir soportando lo más duro de la vida?”

Cuando Herodes mandó degollar a Juan Bautista, en una noche de juerga (Mc 6, 14-29 par), los Evangelios ni mencionan denuncia o protesta alguna de Jesús por semejante atrocidad. Y cuando le contaron a Jesús que Pilatos había asesinado a unos galileos, precisamente cuando ofrecían un sacrificio religioso en el templo, Jesús le dijo a la gente lo que nadie seguramente esperaba. En vez de rechazar el crimen de Pilatos, lo que Jesús le dijo a la gente fue tremendo: “Os digo que si no os enmendáis (si no cambiáis de vida), todos vosotros vais a morir igual” (Lc 13, 1-5). Para Jesús, lo determinante y lo que necesita este mundo no es que tengamos gobernantes ejemplares, sino que seamos nosotros, los ciudadanos, los que vivamos de una manera ejemplar.

¿No hemos pensado nunca que el tremendo relato de la pasión de Cristo nos enseña, entre otras cosas, que quien se resistió a condenar a muerte a Jesús no fue el “poder religioso”, sino el “poder político”? Al final, Pilatos cedió. Pero fue porque el “poder religioso”, en el momento decisivo, confesó a gritos su verdadera creencia: “No tenemos más rey que el César” (Jn 19, 15).

Es tremendo, pero hay que reconocerlo, si es que creemos en el Evangelio: el poder religioso cree más en su propio poder, venga de donde venga, que en la fidelidad a Jesús hasta el último suspiro. ¿No lo estamos viendo ahora, en el silencio y las cosas extrañas, que oímos a no pocos “hombres de la religión”, que defienden su poder y sus privilegios, aunque las mujeres, los extranjeros y los desamparados tengan que seguir soportando lo más duro de la vida? ¿Por qué el papa Francisco tiene que soportar tanto rechazo precisamente de quienes no se cansan de insistir que ellos son los conservadores más íntegros de la religión? La política es importante. Pero es más importante nuestra honradez.

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Rafael Aguirre: “El cristianismo que acepta el estudio crítico de sus orígenes asume un gran reto”

Viernes, 27 de diciembre de 2019
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

“En el ADN del cristianismo hay material genético que puede despertar y revitalizar extraordinariamente el cuerpo de la Iglesia”

“De la misma forma que las investigaciones históricas sobre Jesús han contribuido a renovar profundamente la cristología, los estudios serios y críticos sobre los orígenes del cristianismo deben ser un acicate y un revulsivo teórico y práctico para la eclesiología”

“El peligro de una minoría es encerrarse, convertirse en gueto, considerarse selecta”

No es ninguna casualidad que en la actualidad se multipliquen los estudios sobre los orígenes del cristianismo. La avalancha de libros sobre Jesús inevitablemente plantea la pregunta de por qué vino después el movimiento que reivindicaba su causa y su persona. Además en tiempos de crisis se vuelven los ojos a los orígenes para encontrar en ellos puntos de referencias. De la misma forma que las investigaciones históricas sobre Jesús han contribuido a renovar profundamente la cristología, los estudios serios y críticos sobre los orígenes del cristianismo deben ser un acicate y un revulsivo teórico y práctico para la eclesiología. Ciertamente la situación de la Iglesia –de las Iglesias cristianas- es muy diferente en los diversos lugares del mundo y lo que voy a sugerir brevemente tiene una relevancia especial en los países de vieja cristiandad, concretamente en Europa. Me limito a un apunte, que pienso está ya desarrollando sus posibilidades teóricas y prácticas.

El cristianismo surge en el seno del judaísmo como un movimiento creativo, en rápida expansión, tras la novedad histórica que supuso Jesús de Nazaret y las experiencias de su Espíritu. Es una verdad ya adquirida que este movimiento, por su propia vitalidad y porque Jesús no pretendió realizar una labor organizativa, se expresó desde el inicio en tradiciones teológicas plurales (petrina, paulina, postpaulinas, joánica, judeocristianas, gnósticas) y en comunidades cristianas muy diversas. La Iglesia de Jerusalén tuvo grandes problemas con la de Antioquía, pero no rompieron la comunión entre ellas. Pablo jamás dejó de considerarse plenamente judío, pero tuvo enormes conflictos con otros misioneros judeocristianos. Los movimientos sociales idealizan sus orígenes y esto es lo que realizan los Hechos de las Apóstoles, que ocultan la gravedad de la ruptura que se dio entre Pedro y Pablo. Un grupo social que acepta el estudio crítico de sus orígenes asume un gran reto que en el caso del cristianismo implica una maduración de la fe, la aceptación de la historicidad de las estructuras eclesiales y el descubrimiento de posibilidades dormidas o reprimidas. En el ADN del cristianismo hay material genético que puede despertar y revitalizar extraordinariamente el cuerpo de la Iglesia.

“Los seguidores de Jesús se encontraban en una situación marginal en el seno del judaísmo, del que no renegaban en absoluto, pero en el que su situación era sumamente incómoda porque su predicación de un Mesías crucificado resultaba del todo inaceptable”

Fácilmente surge el desconcierto ante “la pluralidad de cristianismos”, que solo a finales del siglo II fueron convergiendo en la “Gran Iglesia”, lo que suponía aceptar elementos comunes sin eliminar notables diferencias. Es este período clave de los dos primeros siglos, históricamente oscuros, el que suscita un interés especial. Reitero que es innegable la pluralidad existente en los grupos cristianos de los orígenes, pero hay dos características que se encuentran en todos ellos: su carácter minoritario y marginal, tanto más acentuadas cuanto más clara era su vinculación con Jesús. El carácter minoritario es obvio tanto entre los grupos en los que predominaban los miembros procedentes del judaísmo como en los formados mayoritariamente por gentiles, como sucedía en las comunidades paulinas.

Pero este carácter minoritario tenía una característica muy peculiar: eran grupos marginales. Esto hay que entenderlo bien. Marginal no es lo mismo que marginado o excluido. Los grupos cristianos no se separaban de su sociedad como los qumranitas judíos que se iban al desierto o los cínicos griegos que rompían ostentosamente con su sociedad. Marginal quiere decir que no aceptaban los valores hegemónicos de su sociedad, pero no huían de ella. Vivían en el margen en el sentido de que vivían como ciudadanos normales, pero el punto de referencia de su identidad estaba fuera de la convenciones sociales establecidas, estaba en Jesús crucificado y en el Reino de Dios que anunció. Estaban en el mundo, pero no eran de este mundo. Los seguidores de Jesús se encontraban en una situación marginal en el seno del judaísmo, del que no renegaban en absoluto, pero en el que su situación era sumamente incómoda porque su predicación de un Mesías crucificado resultaba del todo inaceptable. Todos los seguidores de Jesús, tanto los expulsados de la sinagoga como los de procedencia gentil, se encontraban en el Imperio en una situación marginal, muy difícil de sostener, porque no aceptaban el culto imperial ni introducían a Cristo como una deidad más en el acogedor panteón del politeísmo romano. Más aún: proclamar a Jesús crucificado como Señor e Hijo de Dios era un desafío abierto a la ideología religiosa que divinizaba al emperador y legitimaba el orden imperial.

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El carácter minoritario y marginal era común a los diversos grupos cristianos de los dos primeros siglos. Ahora bien, la diferencia está en cómo gestionaban esta situación, sin integrarse y sin abandonar su sociedad. Las diferencias fueron muy notables. Pensemos, por ejemplo, en la postura más acomodaticia de las Cartas Pastorales, que no hablan de la cruz, y en los Evangelios Sinópticos que reivindican la radicalidad de Jesús con un relato centrado en su muerte en cruz.

¿Todo esto dice algo hoy a la Iglesia? Estudiamos los orígenes del cristianismo porque nos interesa su presente y su futuro. Pienso que la Iglesia de los países de vieja cristiandad, y ya he señalado que tengo presente especialmente a la europea, se encuentra en una situación cada vez más parecida a la de los orígenes: minoritaria y marginal. Es una situación que hay que asumir sin cerrar los ojos a la descristianización galopante, sin nostalgias, con lucidez y como una oportunidad para revitalizar el cristianismo. La presencia de Dios y de su Espíritu no se identifica en absoluto con la centralidad de la Iglesia. El ocaso social de la Iglesia no significa la ausencia de Dios. Lo que está en juego no es una sedicente cultura cristiana, aunque tampoco se trata de abandonar a la ligera las tradiciones recibidas: el punto clave es la vivencia de una fe en Dios que transforme la vida personal y social, que sea un revulsivo cultural.

La presencia institucional de la Iglesia en Europa no corresponde a la fe realmente vivida en comunidades cristianas. Debemos comprender, como decía Pedro Crisólogo en el siglo IV, que somos una minoría “no porque hayamos disminuido de una grande, sino porque crecemos de uno pequeño”. Una minoría con vocación de levadura que se mete en la masa para fermentarla. Porque creemos que aceptar a Jesús y su evangelio abre un horizonte insospechado a la vida humana y le confiere una enorme dignidad. El peligro de una minoría es encerrarse, convertirse en gueto, considerarse selecta y por encima de los demás. Lo peor de todo es cuando un Iglesia, que se pretende mayoritaria socialmente, adquiere mentalidad de gueto. Nuestra sociedad va a ser cada vez menos homogénea ideológicamente y esto es un acicate más para saber ser minoría fraterna, constructiva, abierta y crítica. Jesús enseña a sus discípulos a ser minoría cuando les habla de la sal, de la luz, de la levadura, de la mostaza.

El que la minoría sea marginal es de especial calado y actualidad. Si prescindimos de algunas formas anacrónicas que no tienen nada de evangélicas, la Iglesia ya no es una institución central y en la medida en que adopta posturas evangélicas encuentra desdén autosuficiente, desprecio y oposición abierta. Lo estamos viendo en las reacciones que encuentra el Papa Francisco. Aceptar la marginalidad es la oportunidad para recuperar la capacidad de novedad que sorprende y de crítica del evangelio del crucificado. La Iglesia se tiene que dirigir a esta sociedad con realismo sin desconocer la complejidad de los problemas, pero convencida de que en “la locura de la cruz” hay una sabiduría humana muy profunda. Es hablar desde los pobres, tomar claramente distancia de los valores hegemónicos, afrontar las dificultades que conlleva reivindicar el mensaje evangélico.

La marginalidad puede y deber ser asumida de forma consciente por la Iglesia, con los costes institucionales que conlleva, y considerarla como el lugar social adecuado para ver mejor toda la realidad y también como el lugar donde se pueden generar valores de superior calidad moral. Vivir en la marginalidad es difícil e incómodo, tiene costes importantes, exige, con frecuencia, no acomodarse a lo más comúnmente aceptado, pero también requiere no escaparse con un discurso etéreo y no apto para este mundo.

Para mucha gente la marginalidad es una situación que les viene impuesta, les resulta dolorosa y deshumanizante. Pero la marginalidad ofrece sociológicamente posibilidades positivas y puede ser voluntariamente asumida. Es lo que he intentado explicar en las líneas precedentes. El estudio del cristianismo de los orígenes pone de manifiesto que las primeras comunidades eran marginales tanto respecto al judaísmo como respecto al Imperio. Esta situación les venía dada por su vinculación con Jesús, que ha sido acertadamente calificado como “un judío marginal”. Mucho antes de contar con el favor imperial estas comunidades se extendieron con rapidez porque, desde la marginalidad, mostraban un estilo de vida alternativo que resultaba atrayente para amplios grupos sociales.

Es el gran reto de la hora presente para nuestra Iglesia europea, y de una forma quizá especial para la española, asumir de forma creativa la condición de marginalidad, vinculada necesariamente con la situación de minoría (lúcida y creativa), como una oportunidad para una renovación radical del cristianismo en nuestra sociedad. Es lo que nos pide la mirada a los orígenes consustancial con un movimiento que se sabe heredero de una tradición histórica. De otra forma la amenaza es la nostalgia agresiva o ser la albacea de un patrimonio cultural vitalmente irrelevante para las nuevas generaciones.

Fuente Religión Digital

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Vuelve a enseñarnos a evangelizar… Id y anunciad lo que estáis viendo y oyendo

Domingo, 15 de diciembre de 2019
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Juan-Bautista-John-Baptist

 

A BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Los Pobres te han jugado la partida
de una Iglesia mayor, de un Dios más cierto:
contra el bautismo sobre el indio muerto
el bautismo primero de la vida.

Encomendero de la Buena Nueva,
la Corte y Salamanca has emplazado.
Y ese tu corazón apasionado
quinientos años de testigo lleva.

Quinientos años van a ser, vidente,
y hoy más que nunca ruge el Continente
como un volcán de heridas y de brasas.

¡Vuelve a enseñarnos a evangelizar,
libre de carabelas todo el mar,
santo padre de América, las Casas!

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas Palabras, 1994

***

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

Jesús les respondió:

“Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

“¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.” Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”

*

Mateo 11,2-11

***

La compasión es fruto de la soledad. Tenemos que admitir lo difícil que es ser compasivo, ya que requiere una actitud de disponibilidad para estar con otros allí donde son débiles, vulnerables, solitarios, rotos. No es nuestra actitud espontánea ante el sufrimiento.

Procuramos, ante todo, evitar el sufrimiento huyendo de él o tratando de encontrar una cura inmediata para el mismo. Lo cual significa ante todo hacer algo que demuestre que nuestra presencia es significativa. Olvidamos así nuestro mayor don: la capacidad de solidarizarnos con aquellos que sufren.

Esta solidaridad compasiva crece en la soledad. En la soledad nos damos cuenta de que nada humano nos es ajeno, de que las raíces de todo conflicto, guerra, injusticia, crueldad, odio, celos y envidia están fuertemente anclados en nuestro corazón. En la soledad, un corazón de piedra puede convertirse en un corazón de carne; un corazón rebelde, en un corazón contrito, y un corazón cerrado puede abrirse a todo aquel que sufre, en un gesto de solidaridad.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 30-31

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“El Cristo cósmico y los muchos ‘Cristos’ en la historia”, por Leonardo Boff.

Lunes, 9 de septiembre de 2019
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buddha_and_jesus1El proceso de planetización ha puesto a las religiones en contacto unas con otras y ha mostrado cómo podemos ser religiosos de las más diferentes formas. Esta situación nueva plantea la cuestión referente a la figura de Jesús, a quien se cree Cristo y salvador universal. ¿Cómo situar a Jesús al lado de otros, considerados por sus pueblos como portadores también de salvación?

El Cristianismo no es una cisterna de aguas muertas. Tiene la naturaleza de un organismo vivo que crece y se enriquece en diálogo con lo diferente. Ahora tiene la oportunidad de revelar virtualidades hasta hoy latentes. Debe mostrarse no un problema sino una cosa buena.

Queremos concentrarnos en la significación del Cristo cósmico. Él es visto como algo dado que se está formando lentamente dentro del cosmos. Se densificó en el hombre Jesús de Nazaret. ¿Pero agotó en él todas sus virtualidades o bien otras figuras pueden ser también expresiones de este Cristo cósmico que está dentro de la creación?

Actualmente nos estamos acostumbrando cada vez más a entender todos los fenómenos como emergencias del universo en evolución. Así, las figuras de Jesús, Sidarta Gautama y otros, antes de aparecer en la historia humana, estaban en gestación dentro del universo. Todo el universo se organizó de tal manera que creó las condiciones para su formación y surgimiento. Lo que irrumpió en ellos no se convirtió en monopolio personal. Así podemos decir que el Jesús histórico emerge como una expresión singular del Cristo cósmico presente en el proceso de la evolución. El Jesús histórico no agotaría todas las formas posibles de manifestación del Cristo cósmico. Algo similar ocurre con Sidarta Gautama.

Pertenece a la comprensión cristiana decir: todo ser humano ha sido tocado por el Hijo de Dios encarnado. Lo que se atribuye a Jesús, por tener nuestra naturaleza, se puede atribuir de una manera propia a cada ser humano, formado a lo largo de millones de años de historia cósmica.

Concretamente, en él y en Buda están presentes todas las energías y los elementos fisicoquímicos que se forjaron en el corazón de las grandes estrellas rojas antes de que explotaran y lanzaran por todo el universo tales elementos, como fósforo, calcio, hierro y otros.

Dado que el universo no solo tiene exterioridad sino también interioridad, podemos decir que la profundidad psíquica de ellos está habitada por los movimientos más primitivos del inconsciente colectivo con sus arquetipos ancestrales.

Sin estas determinaciones no serían tan concretos como lo fueron. Detengámonos brevemente en la figura de Jesús, pues él forma parte de nuestro hogar espiritual.

Pierre Teilhard de Chardin (+1955) vio la inserción cósmica de Jesús, llamado Cristo, y acuñó el término “crístico” distinguiéndolo de “cristiano”. Lo “crístico” es un dato objetivo de la creación en evolución. Cuando llega a la conciencia en el hombre Jesús, lo “crístico” se convierte en “cristiano”, que es lo “crístico” concientizado.

En otras palabras, el Jesús histórico no agota todas las posibilidades contenidas en lo “crístico”. Lo “crístico” irrumpió en Jesús, pero también puede surgir en otras figuras y se encuentra en la raíz de todo ser.

Para entender tales afirmaciones necesitamos aclarar la palabra “Cristo”. No es un nombre sino un adjetivo que se le atribuye a una persona. “Cristo” en griego o “Mesías” en hebreo significan “ungido”.

Ungido” es la persona designada para realizar una misión particular. El rey, los profetas, los sacerdotes eran “ungidos” para desempeñar sus misiones específicas. Pero cada persona individual también es un “ungido” pues tiene su lugar en el plan divino. Jesús fue llamado el “Cristo-ungido” debido a su obra redentora y liberadora, realizada de manera ejemplar.

El budismo conoce un camino semejante. Primero existió Sidarta Gautama, el ser histórico que vivió seiscientos años antes de Cristo. A través de un proceso de internalización y ascesis llegó a la “iluminación”, que es una inmersión radical en el Ser. Luego comenzó a ser llamado “Buda”, que significa el “Iluminado”. Pero esta iluminación ―ser Buda―, no es monopolio suyo. Se ofrece a todos. Existe, por lo tanto, la “budeidad”, esa realidad radical que puede autocomunicarse de muchas maneras con las personas. Buda es una manifestación de la “budeidad”, que es la más pura luz, la esencia del Sin Nombre. Es un “ungido”.

Como podemos ver, el contenido concreto de “Cristo” y de “Buda” remite a la misma realidad “crística”. Ambos revelan al Ser que hace todo lo que existe. Sidarta Gautama es una manifestación del Cristo cósmico como lo es también Jesús de Nazaret. O Jesús de Nazaret es un “Iluminado” como Buda.

Expresiones singulares del Cristo cósmico o de la Iluminación son figuras como Krishna, Francisco de Asís. Mahatma Gandhi, el Papa Juan XXIII, Mons. Helder Cámara, la Madre Teresa de Calcuta, la Hermana Dulce entre tantos y tantas. Ellos y ellas no agotan las posibilidades de esta sublime realidad “crística”. Ella se da en todos. Pero en estas personas ganó tal densidad que se convirtieron en referencias y arquetipos-guía para muchos.

El conocido maestro yogui de Brasil, Hermógenes, ya fallecido, sin caer en el sincretismo fácil, a partir de una profunda experiencia espiritual de unidad con el Todo, creó la siguiente fórmula como “Gloria al Uno”:

“Pedí la bendición a Krishna y Cristo me bendijo. Oré a Cristo y Buda me atendió. Llamé a Buda y Krishna me respondió”.

Leonardo Boff, 12-agosto-2019, www.atrio.org

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Hagamos camino”, por Carmen Notario

Lunes, 19 de agosto de 2019
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camino-viaRecuerdo aquella foto con multitud de raíles de tren que escogí en aquella dinámica de foto-palabra que empleábamos en los 70s para hablar de lo que pensábamos y sentíamos. Tantos caminos por escoger: carrera, dirección de vida… compañer@s de camino.

¿Por qué a una edad tan temprana eliges un camino del que quizá te arrepientas y descubras que no era el tuyo? El camino no es un estado ni siquiera un estilo de vida sino una opción por no dar la espalda a lo evidente; otro nivel de conciencia diríamos hoy.

Muy pronto entendí que profundizar en la visión del ser humano desde Jesús de Nazaret no era cerrarse en un paso angosto de poca perspectiva, sino más bien zambullirse en un océano inmenso de amplitud de miras cada vez más amplio, sin límite de tiempo y espacio. Nada más lejos de una visión moralista del mundo, ni de una búsqueda de crecimiento personal apartándose de lo que pudiera “contaminar” la búsqueda de perfección.

El camino de Jesús es un camino de perdón y reconciliación, de pasar por encima de todos los juicios y prejuicios que nos separan y dividen, apuntando a una unión con todos y con todo en lo que hemos entendido como “reino de Dios”.

Hablamos mucho y discutimos sobre ello los que vemos la vida desde perspectivas muy diferentes, a veces casi opuestas… pero qué difícil es poner toda la carne en el asador y arriesgarse.

No son tan importantes las decisiones y los caminos tomados a lo largo de todos estos años; algunas han sido decisiones propias, otras han venido como circunstancias inesperadas y todas me han hecho ser quien soy hoy…

Como tanta gente he experimentado el rompimiento de relaciones, a veces como propia iniciativa y otras a instancia de las otras personas, sin entender, siempre con dolor, tanto por el daño causado como por el recibido.

Vivo con desconcierto el inmenso sufrimiento provocado por la jerarquía de la Iglesia Católica, Romana, a tantísima gente de todas las naciones, de diferente género, condición social y la pasividad de tantísimas personas que sin ser parte de la jerarquía más poderosa consiente con su falta de definición que todo continúe como está y eligen el camino más fácil, el de la pasividad.

Como les pasa a los montañer@s, muchos días, al levantarme parece como si la niebla quisiera arrebatarme las líneas del camino y sigo más por lo que sé que por lo que veo.

Sin embargo, muchas personas han hecho camino delante de mí y me han allanado tanto la ruta que el gozo sólo es posible pensando en hacer lo mismo para otr@s.

Siempre son profetas, aunque no griten en las calles porque tienen la Palabra de Dios en sus bocas y en sus vidas. A veces han sido gente pobre, marginada, en las cunetas de la vida; otras, personas con preparación que han entendido que el Reino es poner todo lo que tienes y eres al servicio de los demás, de toda la Creación.

No buscaban ser comprendidas, casi nunca lo son. Son conscientes con ese nivel de conciencia que les sitúa no en un nivel superior pero sí diferente. No hay mayor gozo que hacer aunque sea parte del camino, con ellas; intuyes el nivel de unidad al que estamos llamad@s.

Hoy recuerdo el principio de un camino que empezó en 1976. En unas semanas celebraré haber encontrado más compañeras que me abren perspectivas si es posible de más libertad, de más conciencia. Asumo este compromiso con gran gozo porque no soy yo la protagonista. QUE TODO SEA UNO es el carisma de esta nueva comunidad que extiende sus brazos para acoger a todos y a todo. Que sepamos ser y hacer camino ahora y siempre.

Carmen Notario

8 julio 2019 (espiritualidadintegradoracristiana.es)

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Con María, más libres y fuertes

Jueves, 15 de agosto de 2019
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133CE73F-AB23-4FBB-8CEF-7D798C4DF167Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La Virgen del Evangelio, “la gran misionera”

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano

Para el pueblo latinoamericano la figura de María es muy importante y significativa. Esto se muestra en las asiduas peregrinaciones a los santuarios marianos, en las fiestas religiosas que la recuerdan, en los grupos apostólicos reunidos en torno a su figura y, especialmente, en la confianza y cercanía con la que la gente acude para pedirle por sus necesidades, para confiarle sus preocupaciones y para agradecerle todos sus favores. Pero esta piedad popular y este amor filial seguirán siendo un instrumento invaluable de evangelización y de revitalización de nuestras comunidades cristianas siempre y cuando la figura de María sea significativa para las sensibilidades y expectativas actuales.

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano. Aunque aquí caben algunas reflexiones. Últimamente han surgido grupos que ponen en el centro a María y se dedican a “cautivar” a más personas para que se integren al grupo. Pero si se revisa su doctrina y su manera de acercarse a la gente, es fácil detectar que la doctrina tiene más de pre-vaticano que de Vaticano II y su misión es más proselitismo e “invasión de conciencias” –creando culpas y miedos– que el anuncio gozoso de la buena noticia, propia del evangelio del reino.

En el Documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en el Santuario Mariano de Aparecida (Brasil) en 2007, se presentó la imagen de María que “emerge del evangelio” como mujer “libre y fuerte”, como la discípula más perfecta del Señor, “interlocutora del Padre en el proyecto de encarnación del Hijo de Dios”, “primer miembro de la comunidad de creyentes” (266), “la gran misionera” (269), “quien crea comunión y educa en un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida al otro, especialmente al pobre o necesitado” (272) y “capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella –tal y como lo expresa en el canto del Magnificat– (451).

Todas estas afirmaciones no son para recordarlas simplemente. Conviene que revisemos nuestras prácticas marianas a la luz del dinamismo que ellas manifiestan. María no nos invita a la pasividad como a veces ciertas imágenes la evocan. O a permanecer en silencio con abnegada resignación. O creando miedo porque el mundo es pecador y debemos rezar muchos rosarios para redimirnos. Por el contrario, el rezo del rosario o cualquier peregrinación y advocación en su nombre, deben dejar en las personas que realizan esas prácticas la valentía y el coraje de quien se siente llamada a anunciar la buena nueva del Reino. Ser como María “discípula y seguidora” del Señor; “líder” en medio de la comunidad cristiana; con verdadera libertad y profetismo, empujando la iglesia hacia un modelo de iglesia más fraterno, incluyente y comprometido con la realidad en respuesta a los desafíos de cada tiempo presente.

Ojalá que fiestas como la que se aproxima –la asunción de María, el 15 de Agosto- ponga en contacto a cada cristiano con esa figura de María que invita al impulso misionero. Que como ella sientan la fuerza para anunciar el evangelio y permanezcan de pie en medio de las dificultades. Pero sobretodo que con fortaleza y amor sean profetas de un modelo eclesial más acorde con el querer de Jesús, menos poderoso y más servicial, menos excluyente y más acogedor de todos/as, menos poseedor de la verdad y más buscador de ella con otros y otras que también desean un mundo más justo y fraterno. Al estilo del actuar de María en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) que denuncien las necesidades y malestares que hoy se perciben en la iglesia e inviten a mirar a Jesús para hacer lo que “El nos dice” en lugar de lo que creemos saber y hemos practicado por siglos. El Reino es novedad y María supo abrirse siempre a ella. Y precisamente por todo eso, el pueblo reconoció su “asunción al cielo”, es decir, la plenitud de una vida que merecía desde ya la plenitud de la vida definitiva con Dios.

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En el horizonte de la cotidianidad

Lunes, 12 de agosto de 2019
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00821-sacar-tornillo-atascadoMisa-casa-jaky-3Lucas 10,1-12.17-20
José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).

ECLESALIA, 22/07/19.- Dando como buena la hipótesis de considerar a Jesús de Nazaret como predicador carismático itinerante -entendiendo por carismático a quien ejerce, al margen de lo establecido, alguna autoridad sin basarse en instituciones y funciones previas-, los textos atestiguados por cuatro veces en la tradición sinóptica y que recuerdan el envío y las instrucciones del Maestro a sus discípulos a participar plenamente en la praxis del Reino de Dios, resultan harto sugerentes para aproximarse a la forma concreta de la propia praxis del Galileo. Y es que, obviamente, tuvo que pedir Jesús a los suyos predicar con el mismo estilo que él mismo hubo de tener.

Así y en relación con el equipamiento -la alforja para el alimento, la bolsa para el dinero, el dinero mismo, la túnica de recambio, en algún caso las sandalias y el bastón como instrumento de ayuda y protección- hay que apuntar que debe entenderse no solo como reflejo del propio de Jesús, sino también como muestra del interés del Maestro en evitar rigurosamente cualquier similitud con los peregrinos que van a Jerusalén, sí, pero por sobre todo, de poner muy en claro que sus enviados nada tienen que ver con los filósofos cínicos itinerantes que, para entonces, no resultan raros en la cuenca del Mediterráneo.

Ahora bien, vale destacar una constante en todos los relatos de envío: la casa, como lugar preferente para los discípulos enviados. Y no es extraño. Jesús enseña en las sinagogas, es cierto, pero más bien a campo abierto, yendo de camino, aprovechando las travesías del Lago de Genesaret, pero sobre todo donde hombres y mujeres realizan sus actividades comunes, en el mero contexto del trabajo cotidiano y, de manera privilegiada, en las casas, comenzando, desde luego, en la suya propia: “Entró de nuevo en Cafarnaún; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la palabra”; “Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer”.

Y es que la casa acaba siendo el espacio alternativo que se adecúa mejor a la praxis del Maestro, en tanto que tiene como sistema la predicación carismática itinerante. En este sistema, Jesús de Nazaret es el carismático primario en tanto que se sabe enviado por Dios como profeta que anuncia e inicia la causa del Reino: “Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva»”. A su vez y de modo totalmente gratuito y sin que medie institución alguna, Jesús llama o admite a quienes vendrán a ser un como un primer círculo alrededor de él: los carismáticos secundarios, esto es, sus discípulos. De entre ellos se deriva un tercer círculo: el grupo de simpatizantes o carismáticos terciarios que se caracterizan por su estabilidad y por servir como base social y material a los carismáticos itinerantes.

Así y en una red eficiente, ampliada y centrada en el Maestro y con funciones complementarias, los carismáticos terciarios, desde sus casas, proveen las prestaciones necesarias para el trabajo de los carismáticos itinerantes. En este sentido, la casa cumple una función vital para la causa del Reino de Dios, tal y como se evidencia en el libro de los Hechos de los Apóstoles donde la causa de Jesús encuentra en las casas algo así como su lugar natural: “Consciente de su situación, marchó [Pedro] a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos y en oración”.

No resulta difícil inferir que esta red de carismáticos se acabe organizando de una forma concéntrica a la vez que horizontal que favorece de modo definitivo y natural la causa del Reino, a diferencia de las estructuras piramidales, propias de cualquier institución, con los riesgos de esclerosis que le son inherentes.

Así y a pesar de la adopción de formas organizativas y arquitectónicas que datan del enriquecimiento de la Iglesia institucional -basílicas incluidas- a partir de la supuesta donación de Constantino a principio del siglo IV d. C., resulta sumamente estimulante replantear la continuidad de la causa de Jesús de Nazaret en los términos fraternos e igualitarios que supone la casa como espacio propio de la sencillez y de la cotidianidad. Se trata, pues, de una alternativa urgente ante la persistencia terca de conservar formas y estructuras anacrónicas que, en función del autoritarismo, siguen intactas o van a peor.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Las cunetas de Dios “, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 9 de agosto de 2019
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iris_murdoch3De su blog Punto de Encuentro:

Si algo resulta meridianamente claro en los evangelios, es la preferencia de Jesús por los excluidos y las personas “religiosamente incorrectas”. Esto es algo esencial en Jesús porque priorizaba la necesidad más acuciante de las personas y la honestidad del corazón por encima de la ortodoxia. Una de esas personas que vivió en la periferia es Iris Murdoch, filósofa y escritora, que ahora traigo a colación en el centenario de su nacimiento.

Su familia era irlandesa anglicana de clase media, aunque su existencia se desenvolvió en el ateísmo y en Inglaterra. Lo importante es que no todas las personas ateas son equiparables. Según sus propias palabras, “Es indudable que somos criaturas espirituales, sometidas a la atracción de la perfección y hechas para el Bien”. Lo cual le conecta con la multitud de personas que no siendo cristianas ni siquiera teístas, actúan con coherencia, en este caso intentando recuperar una comprensión platónica de la vida buena en su orientación radical hacia el bien desde su central preocupación ética: “Hacer filosofía es descubrir la verdad”, recordando que Jesús fue claro cuando dijo que el que no está contra nosotros, está a nuestro favor (Mc 9,40) aunque nuestra historia recoge gran cantidad de personas condenadas por no seguir los cánones de la ortodoxia sin atender a su corazón honesto que busca y trabaja por la Verdad sin sentirse partícipe de la Buena Noticia. Es preciso aquí recordar a Mateo 25,41 cuando se dice: En verdad os digo que, cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Ella y tantísimas más, mujeres y hombres, son las cunetas de Dios pero a la escucha y abiertos de corazón a la Verdad a pesar del desprecio a su coherencia. En los evangelios son muchos los ejemplos: la cananea, la sirofenicia, el centurión romano, el recaudador de impuestos, la prostituta, el samaritano, el publicano frente al fariseo… No son por ello mejores que nadie, pero de todos ellos debemos aprender, al ser los ejemplos de Jesús. Es cierto que Iris Murdoch no creía en Dios pero sí en el bien. En su etapa de filósofa, fue una humanista convencida de que la ética y la moral debían tener unos patrones universales: “Somos agentes morales antes que científicos”, llegó a escribir. Y luego profundizó en ello a través de la literatura.

Desde su búsqueda puso la idea del Bien -con mayúscula- a contracorriente de los filósofos de su tiempo, interesada como estaba en la idea moral del ser humano y de las posibilidades reales que tiene de hacerse mejor persona, mientras sus compañeros pensadores de la Inglaterra intelectual de entonces estaban a otras cosas. “Hay pocos lugares -escribe-, donde la virtud resplandece: por ejemplo, en la gente humilde que sirve a otros; ¿y podemos ver esto sin mejorar nosotros mismos?”, se preguntaba. Para ella, la filosofía consiste en explorar la verdad porque “necesitamos una filosofía moral en la que el concepto de amor, tan raramente mencionado hoy por los filósofos, debe ocupar un lugar central. Preguntas sobre si podemos hacernos moralmente mejores, es algo que los filósofos deberían intentar responder para encauzar el natural egoísta del ser humano”.

Hasta llegó a escribir en su conocido libro sobre la soberanía del bien que el deseo de Dios tiene por seguro recibir una respuesta, desde su convencimiento que el ser humano bueno ve la manera en que las virtudes se relacionan entre ellas. Este tipo de personas heterodoxas pero comprometidas con la esencia evangélica son las capaces de construir un mundo mejor desde su sensibilidad por los más desfavorecidos allá donde quiera que les haya tocado vivir.

Estamos hartos de gentes dogmáticas y excluyentes que pontifican cual fariseos hipócritas sin dar ejemplo. Al menos este otro tipo de personas, al ser amantes de la verdad, se convierten en semilla con su coherencia honesta al entender lo Bueno desde la búsqueda, que es como nos enseñó Jesús, y no desde la certeza, a veces tan soberbia, a la que nada ni nadie puede enseñar. 

¿No es el común amor humano una evidencia palmaria de un principio trascendente del bien? Ella trató de profundizar en esto desde la ética y también desde el arte.

Dios ha elevado grandes templos humanos de la Verdad salidos de las cunetas de la historia y de la misma religión. Cristo se manifestó en muchos excluidos, no lo olvidemos. Jesús mismo fue un excluido. Hoy es el día en que algunas de esas personas denostadas son buena noticia porque al menos intentaron buscar honestamente, sin percatarse de que una de las esencias más cristianas, que los de casa valoramos poco, es que la persona buscadora humilde es la que, de entre todas, tiene mayores posibilidades de volverse buena de verdad y encontrar lo que busca. Murdoch no fue perfecta, sin duda, pero fue una pensadora honesta, algo que muchos especialistas en la fe no pueden decir lo mismo.

Gabriel Mª Otalora

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“Aunque solo sea un vaso de agua a estos pequeños”, por Peio Sánchez

Jueves, 25 de julio de 2019
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solo-vaso-agua-pequenos_2139696024_13767962_660x371De su blog Cine espiritual para todos:

La crisis de los jóvenes sin hogar

Error de sistema, realizar un reset

Estos días han sido especialmente intensos en nuestro pequeño Hospital de Campaña en la iglesia de Santa Ana de Barcelona. A la presencia de personas que viven sin hogar, profesionales, voluntarios y turistas se han añadido muchos periodistas que vienen a ver y levantar testimonio de la ciudad oculta.

Matar al mensajero

La presencia de adolescentes y jóvenes en la calle se ha incrementado alarmantemente en los últimos meses. Por un lado, un grupo de menores refractarios a los centros de acogida sobreviven en las calles como pueden. Otro grupo muy numeroso de jóvenes extutelados, trágicamente mayores de 18 años, también están en la calle como almas en pena. Con permiso de residencia, pero paradójicamente sin residencia y sin la posibilidad de trabajar porque para esto no tienen permiso. A ellos se añade un grupo numeroso de jóvenes solicitantes de protección internacional, que proceden de Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador y de diversos países africanos.  Están en las calles seis meses hasta que pueden ser acogidos en algún dispositivo dado que se han colapsado los servicios que se ofrecen. Esta vez no pondremos cifras, porque la verdad es que nadie las sabe. Pero muchos de ellos duermen en calles, parques y montes de la gran ciudad.

Ciertamente que las administraciones públicas están dedicando recursos, programas y profesionales. Solo en Cataluña se han creado 3600 plazas en 150 centros, pero en este territorio hay que tener en cuenta que llegaron en 2018 en torno a 3600 menores controlados -algunos no están registrados- y este año hasta mayo son ya 1100 chicos y chicas, pero todavía falta el verano que es cuando más llegan. Sin embargo, las respuestas son claramente insuficientes, descoordinadas y sin visión a largo plazo.

Lo cierto es que desgraciadamente nos estamos acostumbrando a la presencia de adolescentes y jóvenes durmiendo y malviviendo en las calles. Y ante esto no nos podemos callar. Tienen nombres concretos Habib de Marruecos, Fátima de Argelia, Jorge Alberto de El Salvador o Melissa de Senegal. Los que abrimos espacios de acogida y escucha sabemos de sus sufrimientos y no podemos ser cómplices en el silencio.

Error de sistema, ejecuten un reset

En este momento en Roma hay 14.000 personas sin hogar, en San Francisco más de 10.000, en el condado de Los Ángeles hay contabilizadas 58.936 personas sin hogar. En París según datos de su ayuntamiento, hay 3641 personas sin domicilio fijo y piensen que allí realmente hace frío. En Berlín se estima que hay en torno a 10.000 personas sin hogar y allí se puede morir de congelación.

España contabiliza a final del 2018 en el registro de menores no acompañados 12.500 personas. Pero si nos atenemos exclusivamente a la llegada de menores no acompañados en Italia en los tres últimos años han sido en torno a 50.000, teniendo en cuenta el cierre Salvini. Desde octubre a mayo el servicio de fronteras de EEUU ha localizado 56.200 menores migrantes solos.

Sirvan estos datos para reconocer que se trata de un fenómeno global y de una situación que tiende al agravamiento de forma radical. La exclusión residencial por el encarecimiento de las viviendas o las habitaciones, la precarización del trabajo que hace que haya en la calle personas que están empleadas, la migración global ante la fallida de muchos estados por guerra, inseguridad o desigualdad brutal son las causas determinantes del crecimiento de la pobreza extrema.

La profundidad de este abismo de desigualdad en el territorio rico del planeta nos avisa de la necesidad de un cambio global, de una conversión social de las prioridades. No es una cuestión de implementar unos pocos recursos más.

La urgencia de realizar políticas económicas de justicia y sociales de prevención se hace una prioridad. A veces se habla del efecto llamada a las economías ricas pero más bien hay que hablar del efecto huida de las personas que viven en riesgo para su vida y su futuro.

Las personas sinhogar son el fracaso de toda la sociedad

La pobreza extrema crece en medio de la opulencia. Como dice el papa Francisco asistimos a la globalización de la indiferencia. Esta semana en la misa en recuerdo de su visita a Lampedusa afirmó: “Son personas, no se trata solo de cuestiones sociales o migratorias”.

El informe FOESSA presentado recientemente por Cáritas nos recuerda que la exclusión social se enquista en una sociedad cada vez más desvinculada. El 18,4% de la población española, 8,5 millones de personas, está en exclusión social. Son 1,2 de millones más que antes de la crisis. Vamos para atrás.

Estamos llamados a la implicación de todos los agentes de la sociedad. La acción política internacional, la priorización de las necesidades sociales en las administraciones públicas, la responsabilidad de la entidades sociales y religiosas así como el cambio de estilo de vida de las personas y las familias. No basta un maquillaje puntual para acallar las voces en un suave olvido.

La saturación de los recursos lleva a una gran impotencia a los profesionales que en este momento contienen esta realidad para que permanezca escondida. Educadores en centros de acogida, trabajadores sociales, maestros, educadores de calle, médicos, miembros de fuerzas de seguridad viven un gran desgaste asistiendo a la imposibilidad de paliar el dolor de tantos.

El giro ético es insoslayable. La vulneración de derechos se hace natural y alimenta el discurso de la extrema derecha. Ya hemos visto asaltos organizados a centros de acogida y a otros ya nos han amenazado.

Los Trump en EEUU, Salvini en Italia, Orban en Hungría y Duda en Polonia ya están en el gobierno imponiendo la desuniversalización de los derechos humanos. Ellos son la anomalía de las carencias de las democracias para abordar esta realidad. No basta con oponerse a las vulneraciones de los muros o los campamentos provisionales que se hacen definitivos. Los males que vendrán se fraguan ya y es necesario ofrecer respuestas.

Iglesias hospital de campaña

“Cualquiera que como discípulo dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42).

La respuesta eclesial hoy tiene muchos frentes en Cáritas, en muchas entidades cristianas que ofrecen proyectos apara acoger, proteger, promover e integrar a las personas. Son miles de cristianos implicados en el día a día del acompañamiento.

Sin embargo, todavía no es suficiente. Templos vacíos y cerrados, conventos infrautilizados, presupuestos no equilibrados desde la austeridad, estilos de vida consumistas, familias demasiado cerradas, prioridades autorreferenciales fuera de la realidad de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”.

La urgencia de atender a los que están en la calle verifica el Evangelio, aunque solo sea con un vaso de agua fría. Demasiada quietud del siempre-se-ha-hecho-así. Frecuente irresponsabilidad que exige a otros lo que no se está dispuesto a dar. Las diócesis deben emprender planes para poner al servicio de los más vulnerables sus estructuras. Algunas ya ha reconvertido grandes seminarios para acoger familias como la de Lérida. Otras han iniciado caminos de comunión y coordinación en la intervención como la Mesa de la Hospitalidad de Madrid. En Barcelona los pobres son destinatarios preferentes del plan de pastoral. Pero también las comunidades religiosas y asociaciones deben emprender servicios de acogida como el plan de Hospitalarios de Migra Studium en Cataluña. Los centros educativos deben dar preferencia a estos menores sin oportunidades y en desamparo como lo está haciendo la Escuela Pía y otras. La denuncia que realizan Cáritas o el Servicio Jesuita de Refugiados sobre los CIEs es imprescindible y debe ser constante para realizar un cambio de conciencias.

El Evangelio de Jesús de Nazaret es el vaso de agua fría que todos necesitamos para calmar la sed de la desigualdad. Volvamos a él.

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“Ya estamos hartos de engaños religiosos”, por José María Castillo

Sábado, 4 de mayo de 2019
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Crisis-Iglesia-catolica_2111798858_13510737_660x371De su blog Teología sin censura:

“La religión cristiana ha entrado en una crisis incontenible y creciente”

“No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos”

“El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio”

Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?

Lo digo claro y sin rodeos: lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.

De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?

Mucha gente no se imagina que la palabra “religión” (thrêskeia), que designa el servicio sagrado, es decir, la religión y su ejercicio (L. Schmidt: ThWNT III, 155-159), aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Y referida a los creyentes en Jesús, únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es ésta: visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo” (cf. Max Zerwick).

Y es que, como bien explican quienes han analizado a fondo este asunto, el uso poco frecuente de la palabra “religión”, en el Nuevo Testamento, está en consonancia con el uso, también poco frecuente, de otros conceptos, relacionados con el culto sagrado, tales como therapeia (“servicio cultual”), latreia (“culto religioso”), épimeleia (“solicitud” religiosa), leitourgía (“servicio o culto divino”), ierourgía (“servicio sacerdotal”) (cf. L. Schmidt, o. c., 158). Esta escasez o ausencia de vocabulario “religioso-sagrado no puede ser casual o por descuido, en un tema tan central para cualquier religión.

En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial (W. Radl, Dic. Exget. N.T., vol. I, 1898). Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).

No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.

Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión” (Thomas Ruster). Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.

Fuente Religión Digital

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Murió Jesús, ha resucitado Magdalena

Sábado, 27 de abril de 2019
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Del blog de Xabier Pikaza:

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Ella es la pascua Murió Jesús, ha resucitado Magdalena

Pascua de María, la Iglesia de Jesús

Murió precisamente para que ella y otros muchos como ella pudiéramos resucitar, pues como dice Jn 12,24: “Si el grano de trigo no muere…”. Jesús era el grano de trigo, ella es el primer fruto. Por eso, más que la resurrección de Jesús, la pascua es la resurrección de María Magdalena y de millones de creyentes hasta el día de hoy.
Conforme a la primera creación (Gen 2),  propia de la tierra, de la humanidad antigua (ADAM), nació ella, la mujer, la vida ya concreta (Eva), como primera persona de la historia. En esta nueva creación pascual, que es la definitiva (como dice Pablo en 1 Cor 15, 20-21.42-49), en el huerto donde han echado/enterrado a Jesús (como trigo inútil) nace/resucita Magdalena, primera creyente cristiana, como sigue diciendo Jn 20, 11-18, evangelio que vamos hoy a comentar.

1148183554_850215_0000000000_sumario_normalMás que la resurrección de Jesús, este evangelio cuenta la de María Magdalena,  pues más que en sí mismo, Jesús resucita en los otros, en aquellos por quienes ha vivido, en aquellos por los que ha muerte.  Así lo ha comprendido Magdalena, que es una persona individual, siendo, al mismo tiempo, signo de todas las mujeres que han seguido a Jesús, de todos los resucitado, varones y mujeres.

Ella sigue siendo para la Iglesia, con el Discípulo Amado (con quien puede identificarse) y con la Madre de Jesús (con la que a veces parece confundirse), el signo más hondo de la humanidad pascual, esto es, de la Iglesia de los resucitados

Así la presentó el Papa francisco, al llamar apostola apostolorum (22.8.217),apóstol de los apóstoles, de manera que la iglesia,siendo apostólica (de los apóstoles) es magdalenita, es decir, de Magdalena. Así la recuerdo, esta semana de Pascua, como experiencia y esperanza de amor sobre la muerte.

Introducción

6127098bef5bacdfc42c62a4752798c9Empecemos leyendo todo el texto (Jn 20, 11-18) con cuidado, destacando cada uno de sus rasgos. Quizá podamos distinguir ya desde ahora dos aspectos en María:

(a) Ella es la humanidad fracasada por amor, al final de todos los caminos, perdida en un jardín sin más flor que la muerte, llorando por la ausencia de su amado. Destacando algunos de esos rasgos, las visiones posteriores de los gnósticos dirán que la humanidad en una pobre figura de mujer prostituida, caída sobre el suelo.

(b) Pero ella es al mismo tiempo la mujer del nuevo amor. No es simplemente una mujer caída, seducida, condenada al cautiverio, sino que representa a todas las mujeres y varones que buscan redención de amor sobre la tierra, apareciendo así como principio de nueva humanidad. Todos somos en esa perspectiva María Magdalena. Ella es nuestra voz y figura de Pascua.

Siendo una mujer derrotada e impotente, sobre el huerto de una vida que se vuelve sepultura, María es, al mismo tiempo, una mujer que que tiene y busca amor: signo de la humanidad que, ansiando al Cristo, quiere alcanzar la redención. No ha escapado como el resto de los discípulos varones, sino que permanece ante la cruz, con otras mujeres (cf. Mc 14, 27; 15, 40. 47). Ella permanece.

Su amor a Jesús es mayor que la muerte y por eso queda, llorando y deseando más amor ante un sepulcro vacío.Interpretada así, la pascua será una respuesta de Dios a la búsqueda de amor de las mujers y los hombres. María es signo de una humanidad que busca amor, que quiere culminar su desposorio, es decir, su alianza y camino de diálogo afectivo con el mismo Dios del cielo, en una tierra convertida en jardín de muerte.

¿Qué hace? Busca apasionadamente a su amigo muerto. Ésta es la paradoja. Conforme a tradiciones espirituales que elaboran más tarde los gnósticos, ella (la mujer caída) debería encontrarse anhelando solo una fuente espiritual de sabiduría, para recibir así la gran revelación de Dios. Sólo entonces podrían celebrarse las bodas finales del varón celeste (Palabra superior) y la mujer caída (humanidad que sufre condenada sobre el mundo). Pues bien, en contra de eso, ella busca sabiduría de amor, pero un amor concreto, inseparable del cadáver (de la historia) de su amigo muerto.

Principio del texto

institute_imgÉsta es la paradoja: la Sabiduría y salvación de Dios parecen haberse escondido en un cadáver. Sobre el jardín del viejo mundo han enterrado a Jesús. María le busca apasionadamente, pues el amor verdadero resulta ineparable del cadáver, de la historia, del amogo muerto. Bien pensada, su acción puede llamarse una locura:

María estaba fuera del sepulcro, llorando.
Mientras lloraba, se inclinó para mirar el monumento
y vio a dos ángeles, vestidos de blanco,
uno junto a la cabeza y otro junto a los pies,
en el lugar donde había yacido el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer ¿por qué lloras?.
Ella les dijo: han llevado a mi señor y no sé dónde le han puesto.
Mientras decía esto se volvió hacia atrás
y vio a Jesús de pie, y no supo que era Jesús.
Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?.
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo tomaré (Jn 20, 10-15).

Éste es el principio de una conversación prodigiosa donde influyen y culminan todos los motivos de la historia humana. Esta mujer no necesita una teoría de iluminación interior: quiere un cadáver, busca el cuerpo de su amigo asesinado. De esa forma rompe los esquemas de la gnosis espiritualizante. No quiere un mundo edificado sobre cadáveres que se ocultan. No se responde con teorías al misterio del amigo muerto.

Sobre el jardín de este mundo, que en el principio pudo haberse presentado como paraíso (cf. Gén 2), parece que sólo puede florecer el árbol de la muerte. El nuevo Adán hortelano sería en el fondo un custodio de cadáveres, un sepulturero. Ella, María, parece aceptar ese destino, pero quiere el cadáver de su amigo muerte. No quiere que lo manipulen, no quiere que lo escondan. Algunos han dicho que se encuentra loca, pero lo está en la forma de los grandes amantes de la historia: como Juana, reina de Castilla, que seguía llorando por los campos, y siguiendo en luto el cortejo del marido muerto; como tantos varones y mujeres que recuerdan a su amado y quedan fijados para siempre en actitud de llanto. Necesita el cadáver: no quiere que lo oculten, que lo tapen, para que todo siga como estaba.

Un mundo que oculta sus cadáveres

Estamos en un mundo que quiere ocultar sus cadáveres… Enterrarlos, apartarlos, negarlos: que nadie se acuerde de ellos, que nadie sepa que nosotros (los ricos, los favorecidos) vivimos sobre los cadáveres de miles y millones de “crucificados”,muertos y enterrados (sin que nadie recuerde su cadáver).

Necesitamos ocultar los cadáveres, echar sobre ellos más tierra, una piedra más grande, para así “lavar” nuestra manos y quedar tranquilos. Pues bien, en contra de eso, Magdalena necesita llorar por el amigo muerto,mantener el recuerdo de su cadáver. Éste es un amor que dura, un amor que mantiene el recuerdo, que no quiere olvidar a los amigos muertos.Humanamente hablando, el gesto de Magdalena parece una locura: no está permitido tomar un cadáver del sepulcro y llevarlo a la casa o ponerlo en la plaza, para que todos vean al que han matado; no es posible mantener de esa manera el recuerdo de un muerto… La historia de los vencedores avanza sobre el olvido de los asesinados (a los que se puede elevar un hermoso sepulcro para olvidarlos mejor).

No se puede detener la muerte, pero mucho han querido hacerlo, de diversas maneras, pero siempre para olvidar mejor, para convertir a los muertos en un recordatorio de nuestro propio poder. En esa línea, los faraones de Egipto y otros grandes magnates de la historia desearon guardar su cadáver o el cadáver de sus familiares, en inmensas pirámides, para así mostrarse superiores e imponerse al resto de los hombres. Sobre la tumba de los grandes héroes muertos se edifican los imperios…

Pero esta mujer no quiere construir una pirámide, no intenta mantener el control sobre los otros por medio de la muerte. Ella pretende algo más simple y más profundo: conservar el amor hacia su amigo muerto, mantener la memoria de su vida. Por eso necesita su cadáver, para llorar por él, para sentir el poder de la muerte y para continuar después su vida (la forma de vida del muerto). No quiere imponerse sobre nadie; le basta con amar, pero necesita el signo de su amado muerto, su cadáver.

Podemos decir que está loca María, pero loca de amor,loca a favor de la vida. Sólo allí donde alguien ama a Jesús se hace posible la experiencia de la pascua. Ciertamente, Jesús estaba vivo y verdadero al interior de esta mujer. Pero la verdad que ella tiene y desea guardar (un cadáver) va a revelarse como fuente y principio de revelación mucho más honda. Ella tendrá a Jesús de otra manera.

Diálogo de amor, resurrección

Ya se han encontrado de algún modo; el jardinero ha preguntado, ella le ha dicho su amor, en el jardín de la muerte, al lado de la tumba vacía. Pero el encuentro verdadero empieza cuando el jardinero, Señor del nuevo huerto de la Vida, toma la palabra y llama a la mujer, diciéndole su nombre:

– Jesús dijo: ¡María!
– Ella se volvió y dijo en hebreo
¡Rabboni! (¡mi maestro!)
– Jesús le dijo: No me toques más,
que todavía no he subido al Padre.
Vete a mis hermanos y diles:
subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
– María Magdalena vino y anunció a los discípulos:
¡ He visto al Señor y me ha dicho estas cosas! (Jn 20, 16-20).

María buscaba el amigo en la muerte, es decir, al final de un camino que había empezado en el jardín del paraíso: no quedaba árbol de vida, sólo había un tronco seco de muerte. Buscaba allí el amor de un muerto, pero Jesús le ha respondido ofreciéndole la vida y el amor de Aquel que está vivo, llamándole por su nombre: María. De esta forma, en gesto de conversación personal, ha culminado la experiencia de la pascua.

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‘El Evangelio marginado’: El seguimiento de Jesús, alma y sustancia de la vida cristiana

Viernes, 26 de abril de 2019
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Descubrir-Jesucristo_2027807284_12100859_667x375El teólogo Benjamín Forcano analiza la última obra de José María Castillo

Nuestro seguimiento de Jesús no es posible sin romper con las mil ataduras al sistema que nos rodea y configura nuestra vida”

“Pablo pensó y organizó la Iglesia sin el Evangelio, es decir, sin destacar el ámbito humano de Jesús”

“Personas como Jesús, libres de miedo y ataduras, ponían en peligro el sistema establecido. Su estilo de vida era desestabilizador”

Comienzo por destacar la novedad que este libro de José Mª Castillo representa. Todos sabemos que, a lo largo de la historia, la llamada Iglesia de Jesús, ha sufrido distanciamientos, contradicciones, abusos e incluso desviaciones con respecto al programa primordial del Evangelio. Todo lo cual no niega que, en medio de ella, y de forma coherente, se hayan dado siempre seguidores de ese Evangelio.

Pero el tema abordado por el autor de ‘El Evangelio marginado’ no es ese ni tiene reparo en decirlo: ”Afirmo que la Iglesia vive en una contradicción que es la peor de todas en las que puede vivir. Porque se trata de la contradición entre la Iglesia y el Evangelio” (Pg. 11).

No alude, pues, a comportamientos individuales que en un momento o en otro, en una medida o en otra, se muestran contradictorios con el Evangelio. La contradicción se refiere a factores y estructuras que, en el desarrollo de la Iglesia, se han ido insertando como si manaran del Evangelio y le fueran naturales.

Tales contradicciones el autor las muestra en los campos siguientes:

1. Contradicción entre la teoría y la práctica

Entre el pensar y el obrar, lo que se dice y lo que se hace. La Iglesia ha montado toda una serie de enseñazas teólogicas, preceptos, ritos, y modos de vivir que anulan lo enseñado por el Evangelio: “Planteamientos y cuestiones centrales en contradicción con el Evangelio, cuestiones que los “hombres de Iglesia” despachan marginando el Evangelio desde el principio del cristianismo, con la aceptación o la tolerancia y complicidad de todos… La Iglesia, en su conjunto, sabe que  en determinadas cuestiones importantes vive lejos de la ejemplaridad de Jesús y, a veces, incluso en los antípodas del Evangelio” Pgs.13-14).

La contradicción no se puede eludir, puesto que “los evangelios ocupan el lugar preeminente al ser “el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo enacarnado, nuestro Salvador (DV, 18) . De modo que, “Lo que nos narran los evangelios tendría que ser lo primero y lo principal en la vida de la iglesia, en su organización, en su estructura,  en la gestión de su gobierno y en todo a lo que la gente le entra por los sentidos “ ( Idem, p. 15).

2. Perpetuación de lo que le ocurrió a Jesús en vida

La paradoja, que estalla en este punto, está en que Jesús, profundamente religioso, entra en conflicto con la religión de su pueblo y con quienes se habían otorgado el dereccho de custodiarla e interpretarla: los sacerdotes.

Una religión que tenía su centro en el Templo, espacio sagrado por excelencia y en el que los profesionales de la religión realizaban sus rituales y sacrificios de siempre.

¿Qué paso para que entre  los sacerdotes y Jesús surgiera un terrible enfrentamiento, vieran en él una amenaza, lo espiaran, lo consultaran taimadamente, lo calumniaran y decidieran finalmente condenarlo a muerte?

El evangelio nos cuenta paso a paso este enfrentamiento. Se hace cada vez más agudo hasta hacerse incompatible: “Los más religiosos y observantes del judaismo del siglo primero no soportaron a Jesús, lo consideraron como un  peligro de muerte para ellos mismos” (Pg. 16).

A propósito de esto, el autor lanza esta pregunta: si la religión oficial de su tiempo era un modo de vivir incompatible con la vida y enseñanZa de Jesús, ¿se puede afirmar que este hecho se ha perpetuado, en buena medida, en la Iglesia con el consiguiente escándalo de grandes sectores de la población que no quieren saber nada ni de la iglesia, ni de la religión y los “hombres de iglesia” sigan pensando que no tienen culpa alguna?

“Ha ocurrido y sigue ocurriendo que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos, propuestas y exigencias, de Jesús “que no interesan” o –lo que es más preseocupante – “que estorban a las conveniencias “ de quienes, desde cargos de poder, privilegio y fama ejercen una potestad intocable y “sagrada”, que no se puede mantener sino marginando del Evangelio lo que les impide o dificulta ostentar su poder , su influencia social, su dignidad y sus privilegios, en todo aquello que, disfrazado de evangelización, es en realidad un eficaz ejercicio de poder  al ejercicio de intereses inconfesables”. (Pg. 18).

3. ¿A qué se renuncia cuando se margina el Evangelio?

Creo que entrar en este punto, es dar con la clave para poder discernir cuándo se abandona el Evangelio y por qué.

Los discípulos de Jesús lo son, primero de todo, porque son llamados a vivir en unión íntima con su persona. De ahí mana una nueva manera de entender y vivir la vida, exclusiva de Jesús, y que equivale a proclamar el reino de Dios, a desvelar el plan salvador del Padre. La proclamación y verificación de este reino las lleva a cabo Jesús en su propia humanidad, señalando el sentido y destino de la nuestra.

“Ir en pos de Jesús” equivalía en su tiempo  a ser discípulo suyo. La labor de los rabinos israelitas gozaba del honor de ser maestros, proponían el estudio de la Ley, formaban a discípulos, que debían perseguir un ideal de vida religiosa con conocimiento y fidelidad a la ley.  Ser buen religioso consistía por tanto en cumplir tales o cuales preceptos y así cumplir la Ley.

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“Rasgos del hombre nuevo “, por Ramón Hernández

Miércoles, 24 de abril de 2019
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ninogNiño geopolítico mirando el nacimiento del hombre nuevo (1943), por Salvador Dalí

Audaz relectura del cristianismo. Por una forma de vida mejor. De su blog Esperanza radical:

Partiendo de que, quién más, quién menos, todos renegamos de las duras condiciones de la vida que nos toca vivir y aspiramos a mejorarla de alguna manera, solo como botón de muestra ofrezco hoy a los seguidores de este blog unas pinceladas con textos de fray Eladio Chávarri, O.P. para mostrarles la densidad y la frescura de un pensamiento, tan original e iluminador como seguro, para progresar en tan noble empeño. Es algo así como invitarlos a un exquisito menú de degustación para que saboreen de antemano lo que realmente encontrarían de asimilar ese fecundo pensamiento. De entrada, les ruego presten atención a la espléndida proclama que él mismo escribió, hace ya muchos años, en Perfiles de nueva humanidad sobre los esfuerzos reales, fácilmente constatables, que se realizan en nuestro tiempo en esa dirección.

“Ninguna forma de vida, ni siquiera la del HPC (hombre productor consumidor), absorbe como una gigantesca esponja todas las potencialidades y energías de la persona. Hay varones y mujeres, sin duda bastantes más de los que conocemos, que no viven de la experiencia básica de la explotación. Aunque aprecian en su justa medida los bienes biopsíquicos y económicos, sin embargo, fraguan fundamentalmente su existencia sobre otros valores. Prende sencillamente en ellos una nueva humanidad. La gran mayoría la van desplegando a nivel personal; tal vez en el seno familiar o en comunidades privilegiadas. Sintonizan fácilmente con los que demandan más humanidad. Creo que la experiencia básica de discernimiento y de reconocimiento palpita también con timidez a nivel social. En todas las formas de vida hay fermentos sociales, y quienes aspiran a un hombre nuevo han de estar muy atentos a su evolución. ¿No resuena acaso la experiencia del reconocimiento en las reivindicaciones ecologistas? ¿No hay finos discernimientos en la defensa de la identidad y de la dignidad relativas a edades, pueblos, culturas, sexos, lenguas y religiones? ¡Es magnífica la lucha por el pleno reconocimiento de la mujer! Tal vez resulten de ahí formas de vida menos bestiales”.

Espíritu de conversión

La fuerza que agita los comportamientos del nuevo hombre en gestación, como ya hemos dicho y repetido, es el espíritu de conversión: “la conversión entraña, sin más, mutaciones profundas. El apóstol Juan tachó de conversión el cambio del agua en vino en las bodas de Caná. Jesús protestó, blandiendo el látigo, contra los que trataban de convertir la Casa de su Padre en una cueva de ladrones. Nuestro punto de referencia no es el agua o el templo, sino la humanidad que habita en el HPC. ¿Qué mutación profunda ha de operarse en este viejo hombre para transformarse en nuevo?”.

“El nuevo espíritu fermenta todos los valores; da un inmenso salto cualitativo axiológico respecto del espíritu de lucro. El espíritu de conversión no abandona los valores biopsíquicos y económicos. Le interesa hondamente la calidad de la comida o de la salud, de las lavadoras y de las cazadoras. No se preocupa menos, sin embargo, de la pureza del saber, de la crítica, de la arquitectura, de la justicia, de la fraternidad, de las leyes, de la solidaridad y de las funciones públicas del poder político. Al agitar todo el ámbito de lo humano e inhumano, no es fácil que favorezca el desorden universal agresivo, un fenómeno inherente al espíritu de lucro”.

“El espacio interior posee la fuerza dinámica del principio de trascendencia, que lo he identificado sin más con el espíritu. Este principio, el espíritu, cobra las más variadas modalidades… En el HPC aparece como espíritu de lucro; en el hombre nuevo, bajo la figura de conversión, de la que he insinuado el salto cualitativo axiológico, sus cauces, su expresión profética y el impacto que produce en la vida. Todo ello implica que el espíritu de conversión es condición fundamental del hombre nuevo. La liberación de las potencialidades de esta nueva forma de vida depende de la conversión. Solo ella puede afectar de raíz a las perturbaciones producidas en las cuatro grandes trascendencias por el espíritu del HPC” (el espíritu de lucro).

Discernir y reconocer

Las experiencias básicas del hombre nuevo se rigen, frente a la experiencia de la explotación del HPC, por el discernimiento y el reconocimiento.  “Ordinariamente, pensamos en atributos absolutos, como opuestos a relaciones, que observamos en los entes. Esto comporta fácilmente la idea de individualidad aislada y de personalidad intocable, sobre todo cuando se le une el concepto de respeto. Pero, tal vez, las diferencias más interesantes son las específicas relaciones que un ser mantiene con los demás. La experiencia básica del discernimiento hace hincapié en ambas diferencias… El discernimiento pone sobre el tapete el abanico de las diferencias; el reconocimiento penetra en ellas. Ya no se trata simplemente de percibir con finura las características absolutas y relacionales de cada ser, sino que se experimenta la situación de cada uno en el concierto de todos. El reconocimiento a nadie margina… Si el discernimiento elimina la cosificación del ser, el reconocimiento invita a superar la posesión, el dominio y el desorden universal agresivo, generados por la experiencia básica de la explotación. Si para ello es necesario reprimir las diferencias agresivas, se afrontará la tarea con toda energía. No tolerará que ningún ente, ni siquiera bajo la figura de dioses, de héroes o de santos, avasalle a los demás, distorsionando la sinfonía del ser. El reconocimiento no acata la emancipación que fomenta linchamientos en cadena. En Europa se han experimentado demasiadas emancipaciones de este género”.

El clamor del Tercer Mundo

“La experiencia básica del hombre nuevo, por otro lado, dinamiza los movimientos pacifistas. Otro tanto ocurre con esos humildes gérmenes de producción alternativa, tendentes a cambiar la gran tecnología de la explotación. A las dimensiones individual y social de los que viven en el mismo interior del HPC, hay que añadir el clamor desesperado del Tercer Mundo. Hasta ahora, ha despertado en muchos la mala conciencia de estar inmersos en el HPC, conciencia que procuran acallar con crecientes dádivas. Pero, ante ningún Dios sensible al mal que subyuga al hombre se han podido borrar los pecados solo a base de ofrendas y sacrificios, al margen del compromiso y de la acción”.

Reflejo de una Iglesia ostentosa

Nuestras iglesias

El Evangelio es claramente el legado de Jesús de Nazaret, la figura primigenia de un cristianismo que, de suyo, tiene entablada una lucha a muerte en pro de la humanidad del hombre y en contra de su inhumanidad. El cristianismo está obligado a mirarse siempre en ese espejo. De ahí que Chávarri se pregunte: ¿Qué decir al respecto de las iglesias cristianas? ¿No se creen todas ellas engendradas e injertadas en la experiencia primigenia de Jesús de Nazaret? ¿Palpita efervescente en sus comunidades la llama viva del discernimiento y del reconocimiento? Estas iglesias se extienden por todo el mundo. Un juicio global sobre ellas resultará siempre erróneo e injusto, sobre todo con los que han caído en la lucha por la nueva humanidad. Pero, ¿no se dicen cristianos la mayoría de los gestores del HPC en la Europa rica y en los Estados Unidos? ¿Acaso piensan que la experiencia básica del discernimiento y del reconocimiento nada tiene que ver con el Gran Profeta? ¿Opinan otro tanto los cristianos adscritos a las infinitas comunidades parroquiales? ¿Con qué tipo de hombre están comprometidos? ¿Se ha colmado la esperanza cristiana intrahistórica en el HPC? Obviamente, la respuesta honesta a estos interrogantes nos lleva a descubrir con pesar que muchas veces esas iglesias no solo no se han esforzado por mejorar la humanidad inserta en el hombre productor consumidor de nuestro tiempo, sino también han fomentado los ramalazos de su tremenda inhumanidad.

Preparándose para trabajar como voluntarios

Comunidad, democracia y gratuidad

En los capítulos 3 y 4 de Perfiles de nueva humanidad, Chávarri hace una exposición magistral, muy rica en contenidos, sobre cómo el hombre nuevo de nuestro afán se va insertando lentamente en la historia y en la naturaleza, cosa que va consiguiendo a base de contrarrestar los efectos nocivos de los muchos contravalores del HPC, de mejorar sus incuestionables valores y de recuperar el equilibrio esencial en el desarrollo de todas las vitalidades humanas. Recordemos que uno de los cometidos es respetar la necesaria autonomía de las ocho dimensiones humanas, liberando los valores de cada una del yugo a que los tienen sometidos los valores biosíquicos y económicos que dominan y vician nuestra vida actual.

A este respecto, son muy jugosas y reveladoras las exposiciones de Chávarri sobre la comunidad, la libertad (democracia), la autenticidad y la gratuidad (poder, justicia, fraternidad). Naturalmente, lo hace confrontando los comportamientos del HPC y con los que serían los propios de nuestro deseado hombre nuevo. En el primero predomina la experiencia de explotación y en el segundo debe imponerse la de discernimiento y reconocimiento;  al primero lo domina el espíritus de lucro  y al segundo debe removerlo el espíritu de conversión; la sensibilidad del primero es acuñada (cerrada y atrincherada) y la del segundo ha de ser abierta; la sabiduría del primero se ciñe al estado de bienestar  y la del segundo es axiológica, y, finalmente,  la razón soberana del primero es desarrollista y la del segundo debe regir el comportamiento del hombre nuevo,  un hombre muy diferente del actual pero que, cuando cuaje en la historia, desencadenará afortunadamente a su vez nuevos procesos de mejora.

Oasis

Quedémonos hoy con la satisfacción de descubrir un manantial de aguas frescas para aliviar la sed del atolondrado hombre de nuestro tiempo, empecinado en caminar descalzo por las ardientes arenas del desierto artificial fabricado por el afán de lucro del hombre productor consumidor.  El hombre nuevo en ciernes nos dirige, con una paciencia en la que no caben espejismo, hacia un hermoso oasis donde aliviar tantas penurias como padecemos. No necesito subrayar que, en lo referente a nuestra vertiente vital epistémica, el sistema de pensamiento de Chávarri es realmente un oasis en medio del barullo y del desconcierto del pensamiento actual, un camino de esperanza para cuantos están cansados y hastiados de los desmanes de todo orden producidos por el tipo de vida que llevamos.

Ramón Hernández Martín

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A la fe se llega antes por el amor que por el poder.

Domingo, 21 de abril de 2019
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 bae060cf906ba936be6661b91a909090Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

PASCHA NOSTRUM IMMOLATIS EST CHRISTUS

  1. el sepulcro.

         En el texto que acabamos de escuchar, todo el mundo constata la muerte de Jesús: María Magdalena, Pedro y el Discípulo Amado. Se topan con los signos de la muerte: la losa del sepulcro quitada, vendas, sudarios por el suelo.

Es lo que ven, lo que comprueban.

Sin embargo Jesús no está en el sepulcro ni vivo ni muerto. Algo creyó aquí San Pablo cuando escribe: la muerte ya no tiene dominio sobre Él. (Rom 6,8-9)

  1. Magdalena.

         Los cuatro evangelistas nos hablan de que las primeras en llegar al sepulcro –y a la fe en el Señor resucitado- fueron algunas mujeres. Mateo, Marcos y Juan sitúan entre estas mujeres a Magdalena.

         Ya desde la Iglesia primitiva en María Magdalena se funden tres personajes, “tres Marías”: Magdalena, María la de Betania y la mujer pecadora[1]. Es una “fusión” teológica.

         San Juan presenta a esta mujer Magdalena (de Magdala) al final de su evangelio, al pie de la cruz.

Por cierto, si la mujer estuvo tan presente en la fe y en el anuncio de la resurrección de Jesús, llama la atención la escasa presencia de la mujer en la vida ministerial de la Iglesia.

  1. La muerte de Jesús y Adán (Génesis).
  • o San Juan nos relata la muerte de Jesús como una “dormición”. Jesús inclinando la cabeza entregó su espíritu, una serena dormición como la de Adán en el Paraíso (Gn 2,21).
  • o Del costado de Adán brotó Eva, la esposa, la madre de la humanidad.
  • o Del costado de Cristo cae la vida (agua y sangre) sobre la nueva humanidad, sobre la Iglesia (esposa de Cristo) presente en la madre (mujer) y el Discípulo Amado.
  1. ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

No está aquí. Ha resucitado.

Según San Lucas, éste es el mensaje que escuchan las mujeres en el sepulcro de Jesús. Sin duda, el mensaje que hemos de escuchar también hoy sus seguidores. ¿Por qué buscamos a Jesús en el mundo de la muerte? ¿Por qué cometemos siempre el mismo error?

  • o ¿Por qué buscamos a Jesús en tradiciones muertas, en fórmulas anacrónicas, en fósiles catequéticos o en citas sin significado? La vida y la resurrección no están en los fósiles ni en las tradiciones muertas.
  • o ¿Cómo vamos a vivir con gozo y con la alegría del resucitado (Paz a vosotros), si vivimos en una Iglesia que amenaza con la condenación, el infierno, la heterodoxia, y el miedo? (Gracias a Dios que el momento eclesial que promueve Francisco infunde alegría e ilusión).

Si le tenemos miedo al Señor resucitado ¿cómo querremos encontrarnos con Él?

¿Acaso es heterodoxo encontrarse con JesuCristo en el camino de la vida como los de Emaús?

  1. Magdalena, la resurrección de Jesús desde el Cantar de los Cantares

         La clave de lectura de todo el pasaje de la Magdalena y la resurrección está en el Cantar de los Cantares (un canto de bodas, de amor del AT).

  • o Magdalena -comenta un santo Padre- “lo amó vivo, lo amó muerto, lo amó resucitado”. Al Señor llegamos siempre por vía del amor.
  • o Magdalena se levanta muy temprano, cuando todavía está oscuro (Cantar de los Cantares (CC) 3,1 / Jn 20,1)
  • o Y se pone a buscarlo por la ciudad santa de Jerusalén (CC 3,2 / Jn 20,1).
  • o Ambas mujeres, la del Cantar de los Cantares y Magdalena, preguntan a las personas con quienes se encuentran: los guardias de la ciudad / los ángeles / el jardinero, si lo han visto, (CC 3,3 / Jn 20,13.15).
  • o La esposa del Cantar de los C y Magdalena terminan por encontrar al amado. (CC 3,4a; Jn 20,17).

         El amor es lo que le hace llegar a Magdalena, y a todos, a la fe (confianza) en la Resurrección.

  1. El discípulo amado y Pedro

         El Discípulo amado es todo creyente que se siente amado. El que ama, como Magdalena, llega a la fe, llega a la confianza en el Señor. Y llega antes porque se siente amado.

(No es día ni momento para hacer contraposiciones entre el Discípulo Amado y Pedro, pero la figura del discípulo amado aparece siempre positivamente ante la figura de Pedro).

         La figura cristiana clave de la tradición de Juan es el Discípulo Amado.

         A la fe en el resucitado se llega antes por el amor (Discípulo Amado)

  1. el sepulcro, la losa, las vendas, sudarios.

         La pregunta que se hicieron aquellas mujeres es la misma que nos hacemos nosotros: ¿quién nos removerá la losa, quién nos resolverá el problema de la muerte, del sepulcro? La losa de la muerte de Jesús y de nuestra muerte.

         Magdalena, como los demás, buscaban a Jesús en la muerte, por eso no le reconocen vivo.

         De todos modos, las apariciones no son el modo normal de la presencia de Jesús resucitado entre los suyos. Son un fogonazo de luz en la fe, en el ver y creer que el Señor vive: un fogonazo “semejante” al que deslumbró a los discípulos en la Transfiguración del Tabor.

         JesuCristo resucitado no era un espíritu que anduviera errante por qué se yo qué espacios, mientras, de cuando en cuando, se aparecía hasta que finalmente subió al cielo en la Ascensión. El cielo no es un lugar físico, sino “la intimidad de Dios”, el abrazo del Padre al hijo pródigo y a su Hijo.

  1. La resurrección no es un espectáculo

         Habría sido un grandioso espectáculo, un golpe de fuerza del Deus ex machina. Pero la vida es más sencilla y humilde.

El místico antropólogo Teilhard de Chardin escribe.

La muerte nos entrega totalmente a Dios, nos traspasa a Él. En correspondencia, hemos de entregarnos a ella con gran amor y abandono, ya que no nos queda otra cosa que hacer, cuando se nos presenta, que dejarnos dominar y conducir enteramente por Dios.[2]

         La cruz elevó a Jesús al ámbito de Dios. La Ascensión de Cristo en la tradición de San Juan es la cruz.

  1. Feliz Pascua.

         Desde la mañana de Pascua se abre una nueva vida para el creyente, para el que corre, vey cree.

         Tenemos prisa –corrieron– por vivir y vivir en paz.

         Resucitamos en cada vida que nace, en cada momento que nos perdonan y perdonamos, en cada gesto de acogida, en la esperanza infinita…

Desde la Resurrección del Señor: Feliz Pascua y corramos hacia la vida.

[1] Por este motivo en la tradición católica latina se ha extendido la idea de que Magdalena fue una mujer prostituta, pero no hay ninguna razón para pensar así.

[2] P. Teilhard de Chardin Himno del Universo, LVII, Madrid, Ed Trotta, 2004.

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