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Entradas Etiquetadas ‘Cotidianeidad’

Cotidiano

Martes, 4 de julio de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso.

Yo no hago más que consignarlo.

*

Franz Kafka

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En el horizonte de la cotidianidad

Lunes, 12 de agosto de 2019
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José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).

ECLESALIA, 22/07/19.- Dando como buena la hipótesis de considerar a Jesús de Nazaret como predicador carismático itinerante -entendiendo por carismático a quien ejerce, al margen de lo establecido, alguna autoridad sin basarse en instituciones y funciones previas-, los textos atestiguados por cuatro veces en la tradición sinóptica y que recuerdan el envío y las instrucciones del Maestro a sus discípulos a participar plenamente en la praxis del Reino de Dios, resultan harto sugerentes para aproximarse a la forma concreta de la propia praxis del Galileo. Y es que, obviamente, tuvo que pedir Jesús a los suyos predicar con el mismo estilo que él mismo hubo de tener.

Así y en relación con el equipamiento -la alforja para el alimento, la bolsa para el dinero, el dinero mismo, la túnica de recambio, en algún caso las sandalias y el bastón como instrumento de ayuda y protección- hay que apuntar que debe entenderse no solo como reflejo del propio de Jesús, sino también como muestra del interés del Maestro en evitar rigurosamente cualquier similitud con los peregrinos que van a Jerusalén, sí, pero por sobre todo, de poner muy en claro que sus enviados nada tienen que ver con los filósofos cínicos itinerantes que, para entonces, no resultan raros en la cuenca del Mediterráneo.

Ahora bien, vale destacar una constante en todos los relatos de envío: la casa, como lugar preferente para los discípulos enviados. Y no es extraño. Jesús enseña en las sinagogas, es cierto, pero más bien a campo abierto, yendo de camino, aprovechando las travesías del Lago de Genesaret, pero sobre todo donde hombres y mujeres realizan sus actividades comunes, en el mero contexto del trabajo cotidiano y, de manera privilegiada, en las casas, comenzando, desde luego, en la suya propia: “Entró de nuevo en Cafarnaún; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la palabra”; “Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer”.

Y es que la casa acaba siendo el espacio alternativo que se adecúa mejor a la praxis del Maestro, en tanto que tiene como sistema la predicación carismática itinerante. En este sistema, Jesús de Nazaret es el carismático primario en tanto que se sabe enviado por Dios como profeta que anuncia e inicia la causa del Reino: “Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva»”. A su vez y de modo totalmente gratuito y sin que medie institución alguna, Jesús llama o admite a quienes vendrán a ser un como un primer círculo alrededor de él: los carismáticos secundarios, esto es, sus discípulos. De entre ellos se deriva un tercer círculo: el grupo de simpatizantes o carismáticos terciarios que se caracterizan por su estabilidad y por servir como base social y material a los carismáticos itinerantes.

Así y en una red eficiente, ampliada y centrada en el Maestro y con funciones complementarias, los carismáticos terciarios, desde sus casas, proveen las prestaciones necesarias para el trabajo de los carismáticos itinerantes. En este sentido, la casa cumple una función vital para la causa del Reino de Dios, tal y como se evidencia en el libro de los Hechos de los Apóstoles donde la causa de Jesús encuentra en las casas algo así como su lugar natural: “Consciente de su situación, marchó [Pedro] a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos y en oración”.

No resulta difícil inferir que esta red de carismáticos se acabe organizando de una forma concéntrica a la vez que horizontal que favorece de modo definitivo y natural la causa del Reino, a diferencia de las estructuras piramidales, propias de cualquier institución, con los riesgos de esclerosis que le son inherentes.

Así y a pesar de la adopción de formas organizativas y arquitectónicas que datan del enriquecimiento de la Iglesia institucional -basílicas incluidas- a partir de la supuesta donación de Constantino a principio del siglo IV d. C., resulta sumamente estimulante replantear la continuidad de la causa de Jesús de Nazaret en los términos fraternos e igualitarios que supone la casa como espacio propio de la sencillez y de la cotidianidad. Se trata, pues, de una alternativa urgente ante la persistencia terca de conservar formas y estructuras anacrónicas que, en función del autoritarismo, siguen intactas o van a peor.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Apoteosis”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 7 de julio de 2018
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aparicioncenaculoDe su blog Un grano de Mostaza:

El domingo de Pascua me llegó una presentación con el título: Apoteosis de la Resurrección. Me apresuré a mandarlo sin abrir a la papelera, movida por el convencimiento de que, si algo está ausente en las apariciones del Resucitado tal como las cuentan los evangelios, es precisamente la apoteosis.

El diccionario de la RAE la define como “ensalzamiento de una persona con grandes honores y alabanzas”, con sinónimos como “delirio, júbilo, frenesí, entusiasmo, enardecimiento, culminación, cúspide, homenaje o glorificación”.

Pero, por más que busquemos algo de eso en los relatos pascuales (y cuánto nos gustaría, la verdad…), nos es imposible encontrar ni rastro de semejantes exaltaciones, resplandores, centelleos o arrebatos.

A la hora de contar cómo conectaba el Resucitado con los suyos, lo que asombra es su discreta manera de hacerse próximo, de sorprenderles en sus trayectos habituales, de saludarles con el Shalom de cada día, de presentarse bajo las apariencias más comunes: un trabajador de parques y jardines, un transeúnte desinformado al que hay que poner al día de los últimos sucesos, un desconocido ocioso que pregunta desde la orilla qué tal va la pesca.

Todo reenvía a la vida ordinaria, a la Galilea de la cotidianidad más corriente y moliente pero iluminada ahora desde el interior por una secreta alegría. Lo definitivamente portentoso y extraordinario no es que diera de comer a cinco mil en el desierto, sino que preparara él mismo las brasas para que desayunaran los suyos. O que les preguntara otro día si les había sobrado algo del pez asado que acababan de comer. La maravilla no era haber hecho andar a un paralítico con la fuerza de su palabra, sino que Pedro, Juan y María de Magdala corrieran juntos a buscarle en la mañana de Pascua.

Vaya manera tan rara de ejercer la apoteosis.

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Bienaventuranzas de lo cotidiano

Viernes, 12 de agosto de 2016
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Del blog Fe Adulta:

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Felices quienes se levantan cada día con una sonrisa en los labios, y la regalan, y la multiplican. Porque la luminosidad de la sonrisa da otro color, otro sabor a la jornada.

Felices quienes realizan las labores cotidianas con gozo, sabiendo que contribuyen a crear un ambiente más cordial, alegre y agradable.

Felices quienes siguen el camino que les marca el corazón, quienes tienen su tesoro en la sencillez, en las pequeñas alegrías de cada día, en el beso y el abrazo sorprendente.

Felices quienes acogen al desconocido, quienes brindan su vida con el vino de la solidaridad, quienes levantan del suelo al caído, quienes trabajan sin descanso por la esperanza.

Felices quienes disfrutan cada día que les ha tocado vivir, con sus cosas positivas y negativas, quienes no se angustian por el mañana, quienes no confían su seguridad en el dinero ni en los seguros de vida. Quienes celebran diariamente el hermoso don del agradecimiento por la vida.

Felices quienes se divierten jugando, quienes se ríen de sí mismos, quienes recorren nuevos senderos, quienes aman con las entrañas, con el corazón, con todo su cuerpo.

Felices quienes no se dejan llevar por la superficialidad, los chismes o el consumo, y reconocen con admiración y sorpresa el Misterio constante de la vida, tanto en el mundo que les rodea como en el propio hondón personal.

Felices a quienes el trabajo cotidiano no les hace olvidar los sueños compartidos, la esperanza y la utopía de otro mundo posible, la equidad y la acogida como un sentimiento de donación gozosa.

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Miguel Ángel Mesa

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Dios en todas partes.

Viernes, 13 de noviembre de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Lo mejor que pueden hacer los principiantes en la vida espiritual (una vez que han adquirido realmente la disciplina mental que les permite concentrarse en un tema espiritual, penetrando bajo la superficie de su sentido e incorporándolo a su propia vida), es adquirir la agilidad y libertad mental que les ayudará a encontrar luz, calor, ideas y amor a Dios dondequiera que vayan y en todo lo que hagan. Quienes sólo saben pensar en Dios durante momentos fijos del día, jamás irán muy lejos en la vida espiritual. De hecho, ni siquiera pensarán en Él en los momentos que han reservado escrupulosamente para la oración mental”.

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Thomas Merton

“Nuevas semillas de contemplación”

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“En nosotros están todas las memorias del universo”, por Leonardo Boff, teólogo, escritor

Viernes, 29 de agosto de 2014
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camino de contradicciones o de esperanza y libertadLeído en la página web de Koinonia

El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del proceso cosmogénico. En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias del big bang que dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones de estrellas y de planetas y asteroides.

En ella se encuentran también resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro planeta hasta enfriarlo (era hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y nosotros llamamos Dios. Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra psique y en el código genético de cada célula de nuestro cuerpo, porque somos tan antiguos como el universo.

No vivimos en este universo ni sobre nuestra Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio. Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra. Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras vidas.

El principio cosmogénico, es decir, aquellas energías directoras que comandan, llenas de propósito, todo el proceso evolutivo obedecen a la lógica siguiente, tan bien expuesta por E. Morin: orden, desorden, interacción, nuevo orden, nuevo desorden, nuevamente interacción y así siempre. Con esa lógica se crean siempre más complejidades y diferenciaciones; y en la misma proporción se van creando interioridad y subjetividad hasta su expresión lúcida y consciente que es la mente humana. Y simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando la capacidad de reciprocidad de todos con todos, en todos los momentos y en todas las situaciones. Diferenciación /interioridad/ comunión: la trinidad cósmica que preside el organismo del universo.

Todo va sucediendo procesualmente y evolutivamente sometido al no-equilibrio dinámico (caos) que busca siempre un nuevo equilibrio, a través de adaptaciones e interdependencias.

La existencia humana no está fuera de esta dinámica. Tiene dentro de sí estas constantes cósmicas de caos y de cosmos, de no-equilibrio en busca de un nuevo equilibrio. Mientras estamos vivos nos encontramos siempre enredados en esta condición. Cuanto más próximos al equilibrio total más próximos a la muerte. La muerte es la fijación del equilibrio y del proceso cosmogénico. O su paso a un nivel que demanda otra forma de acceso y de conocimiento.

¿Cómo se da esta estructura concretamente en nosotros? En primer lugar por la cotidianeidad. Cada cual vive su cotidiano que comienza con el aseo personal, la manera como vive, lo que come, el trabajo, las relaciones familiares, los amigos, el amor. Lo cotidiano es prosaico y frecuentemente cargado de desencanto. La mayoría de la humanidad vive restringida a lo cotidiano con el anonimato que él implica. Es una parte del orden universal que emerge en la vida de las personas.

Pero los seres humanos también estamos habitados por la imaginación. Esta rompe las barreras de lo cotidiano y busca lo nuevo. La imaginación es, por esencia, fecunda; es el reino de lo poético, de las probabilidades de sí infinitas (de naturaleza cuántica). Imaginamos nueva vida, nueva casa, nuevo trabajo, nuevos placeres, nuevas relaciones, nuevo amor. La imaginación produce la crisis existencial y el caos en el orden cotidiano.

Pertenece a la sabiduría de cada uno articular lo cotidiano con lo imaginario, lo prosaico con lo poético y retrabajar el desorden y el orden. Si alguien se entrega sólo a lo imaginario, puede estar haciendo un viaje, vuela por las nubes olvidado de la Tierra y puede acabar en una clínica psiquiátrica. Puede también negar la fuerza seductora del imaginario, sacralizar lo cotidiano y sepultarse vivo dentro de él. Entonces se muestra pesado, poco interesante y frustrado. Rompe con la lógica del movimiento universal.

Sin embargo, cuando una persona asume su cotidiano y lo vivifica con inyecciones de creación, entonces comienza a irradiar una rara energía percibida por quienes conviven con ella.

Leonardo Boff escribió El despertar del águila: lo sim-bólico y lo dia-bólico como construcción de la realidad, 2002.

Traducción de MJ Gavito Milano

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