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“Apoteosis”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 7 de julio de 2018
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aparicioncenaculoDe su blog Un grano de Mostaza:

El domingo de Pascua me llegó una presentación con el título: Apoteosis de la Resurrección. Me apresuré a mandarlo sin abrir a la papelera, movida por el convencimiento de que, si algo está ausente en las apariciones del Resucitado tal como las cuentan los evangelios, es precisamente la apoteosis.

El diccionario de la RAE la define como “ensalzamiento de una persona con grandes honores y alabanzas”, con sinónimos como “delirio, júbilo, frenesí, entusiasmo, enardecimiento, culminación, cúspide, homenaje o glorificación”.

Pero, por más que busquemos algo de eso en los relatos pascuales (y cuánto nos gustaría, la verdad…), nos es imposible encontrar ni rastro de semejantes exaltaciones, resplandores, centelleos o arrebatos.

A la hora de contar cómo conectaba el Resucitado con los suyos, lo que asombra es su discreta manera de hacerse próximo, de sorprenderles en sus trayectos habituales, de saludarles con el Shalom de cada día, de presentarse bajo las apariencias más comunes: un trabajador de parques y jardines, un transeúnte desinformado al que hay que poner al día de los últimos sucesos, un desconocido ocioso que pregunta desde la orilla qué tal va la pesca.

Todo reenvía a la vida ordinaria, a la Galilea de la cotidianidad más corriente y moliente pero iluminada ahora desde el interior por una secreta alegría. Lo definitivamente portentoso y extraordinario no es que diera de comer a cinco mil en el desierto, sino que preparara él mismo las brasas para que desayunaran los suyos. O que les preguntara otro día si les había sobrado algo del pez asado que acababan de comer. La maravilla no era haber hecho andar a un paralítico con la fuerza de su palabra, sino que Pedro, Juan y María de Magdala corrieran juntos a buscarle en la mañana de Pascua.

Vaya manera tan rara de ejercer la apoteosis.

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Feliz Pascua 2014. No está aquí ¡vamos a Galilea!

Domingo, 20 de abril de 2014
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10250202_274607446049788_2238243112816256005_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo de Pascua. Mc 16, 1-7. Aneste Christos, ha resucitado el Cristo.
Feliz Día a todos los amigos y lectores,
con las mujeres a quienes el Ángel del sepulcro abierto (el mismo Jesús) confía el encargo supremo de que vayan y digan a Pedro y a los otros cristianos “oficiales” que no está en el sepulcro, para vayan también y le encuentren en Galilea, para renovar la Iglesia y recrear el cristianismo, hoy, año de gracia del Señor 2014.

Éste es el mensaje supremo de la Mañana Luciente de Pascua Florida, cuando la luna roja se va a poner y está naciendo el sol nuevo de Jesús.

Las mujeres iban con perfumes de muerte al sepulcro, van a llorar manteniendo de esa forma lo que había, lo de siempre, una vida convertida en sepulcro, para así quedarnos, guardando a los muertos.

Van a buscarle entre los muertos, que están representados en la ciudadela y el templo vació de la imagen de la luna roja de pascua… Iban las mujeres a la tumba, con perfumes, para aguantar llorando, perfumando un cuerpo yermo… iban en el fondo a un tipo de Iglesia, en la que no está Jesús viviente, sino un vacío, puro vacío.

Pero no encontraron el cuerpo entre las ruinas del sepulcro, en la ciudadela antigua de Jerusalén, con las columnas rotas. No le encontraron en la Iglesia/sepulcro, donde muchos de nosotros seguimos poniéndole… Pero la Pascua de la Luna Roja de la Primavera estaba anunciando el nuevo día, el Sol de Jesús, enviándoles de nuevo a Galilea.

Ésta es la palabra clave de este año de gracia 2014, para que escuchemos de nuevo con las mujeres, que no está aquí… No está en nuestras iglesias seguras de sí mismas, convertidas en sepulcros:

‒ No está en las ruinas de los sepulcros antiguos , ni en los viejos edificios que queremos custodiar, nuestras iglesias sin vida (museos…), nuestro cristianismo enmohecido

‒ Nos hemos acostumbrado a la muerte en las iglesias, no a la muerte de Jesús (que murió por algo, peleando por la vida), sino a la muerte de las iglesias, que se están convirtiendo en signo inoperante de algo que no funciona…

Nuestro peligro no es ya el ateísmo, ni la persecución, ni la pobreza… Nuestro peligro es la banalización del mensaje de Jesús. No, no es que sea falso… Es que lo hemos hecho insignificante, intrascendente. No nos atrevemos a dejar el sepulcro donde queremos seguir estando, guardando recuerdos muertos.

Éste es el mensaje de hoy, palabra de Pascua: No está aquí, no le busquéis en vuestros sepulcros, id a Galilea, recrear su camino, renovar su impulso, allí le encontraréis.

‒ No está en el sepulcro, porque él es la resurrección… y la manera de honrar a los muertos no es llorarles (guardando sus sepulcros) sino viviendo, amando, esperando.

‒ Jesús no sale del sepulcro par abandonar a los muertos, sino para que todos los muertos puedan resucitar… y para que nosotros vivamos desde ahora en esperanza de resurreccion

‒ En esa línea, las mujeres ofrecen y siguen ofreciendo el Primer testimonio de Pascua, por intuición personal, por amor abierto al Jesús a quien amaron y les ama, por encima de todas las cosas, por encima de la muerte.

Ellas (las mujeres de la Primera Pascua, con los hombres y mujeres de hoy) debemos ir, diciendo a Pedro y todos los discípulos y amigos de Jesús (la humanidad entera) que él “ha resucitado” y que podemos verle, iniciando juntos la Gran Travesía de la Resurrección.

Éste es el mensaje de Mc 16, 1-7 (dejo para otra ocasión 16, 8), el Evangelio más importante de la Iglesia, voz de Vigilia de Pascua, gran anuncio y tarea de resurrección (que acabo de escuchar en el Monasterio del Carmelo de Salamanca, con Mabel, con las hermanas).

(Lo que sigue es ya una lectura más convencional del evangelio de Pascua)

Texto

467868267_8309cde3e8_o(imagen: las tres mujeres van al sepulcro, cuando se esconde ya la luna)

1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. 3 Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?»
4 Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. 5 Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. 6 Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. 7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» (Mc 16, 1-7)

Mc 16, 1-4. UN SEPULCRO ABIERTO

Según Marcos, ellas han visto enterrar a Jesús de forma apresurada (15, 47), y por eso vuelven, para culminar los ritos funerarios, que José de Arimatea no había realizado de forma conveniente (cf. Mc 15, 42-46).

No hay varones que les acompañen y puedan descorrer con fuerza la piedra de la boca del sepulcro (16, 3). Pedro y los discípulos restantes han huido, y hay quien dice que siguen huyendo todavía hacia Galilea. José de Arimatea, que ha cumplido su misión “judía” (Mc 15, 42-46), no está con ellas. El centurión casi creyente (15, 39) ha desaparecido. Sólo quedan ellas, las mujeres del recuerdo y del sepulcro, dispuestas a iniciar un rito interminable de unción y cantos/llantos funerarios por el muerto.

Pasado el sábado (16, 1). Han cumplido el ritmo de reposo y sacralidad que marca la ley del sábado, que a partir de aquí podrá verse tiempo viejo, culto a las fuerzas de este mundo que mantienen a Jesús en el sepulcro.

María Magdalena, María la de Jacob, y Salomé (16, 1). Son las tres que hemos visto en 15,40, las mujeres fieles de Jesús, que le han seguido-servido, y que ahora quieren realizar el último servicio, con aromas para embalsamarle. Con ese gesto acabaría externamente su testimonio y tarea de amistad, llegando hasta el fin en su relación Jesús. Después sólo tendrían un recuerdo de muerte.

Compraron perfumes… (16, 1). Son buenas, quieren a Jesús, pero no saben aún lo que ha pasado. Por van hacia un sepulcro vacío con perfumes de muerte (aromas de culto funerario), sin saber cómo podrán utilizarlo (no tienen fuerza para abrir la tumba, penetrando más allá de la muerte). Pero tanto lo que saben como lo que ignoran se les vuelve inútil pues el recordatorio de muerte (monumento, mnêmeion) estará abierto, sin cadáver para embalsamar. Leer más…

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Recordatorio

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