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Joe S. Vásquez: “Los niños migrantes sufren doblemente porque los mantienen encarcelados”

Sábado, 7 de septiembre de 2019
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Migrantes-menores-EEUU_2154094576_13868519_660x371El responsable de migración de los obispos USA carga contra Trump por violar el Acuerdo de Flores

La administración saca adelante una ley que permitiría la detención de las familias de niños migrantes por tiempo indefinido, medida que el episcopado ha criticado duramente

“No creemos que sirva a ningún bien, creemos que va a dañar mucho a los niños, y que es para tratar, una vez más, de forzar a las familias a que no vengan a los EE.UU”, denuncia Vásquez, el también obispo de Austin, Texas

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(Vatican News).- “Quisiera pedirles por favor que levanten la voz, hablen fuertemente en defensa de los migrantes, especialmente de los niños que necesitan protección y cuidados, que necesitan presencia y defensa. Debemos hablar por ellos”: es el apremiante llamamiento de Mons. Joe S. Vásquez, Obispo de Austin y Presidente del Comité de Migración de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, realizada ante los micrófonos de Vatican News, entrevistado tras el anuncio de la administración Trump sobre la ley que permitiría la detención de las familias de niños migrantes por tiempo indefinido, en contraposición por lo establecido por el Acuerdo de Flores en 1997.

El Acuerdo de Flores establece que el Gobierno federal no puede retener por más de 20 días a niños migrantes, y se exige que sean puestos bajo custodia de un tutor o familiar en instalaciones apropiadas.

Los obispos de los Estados Unidos han criticado duramente la nueva regulación que permitiría la detención indefinida de los pequeños.

Por su parte, la actual administración considera que estas liberaciones son un incentivo para que los inmigrantes viajen con niños, y que la nueva regla de detención tendrá un efecto disuasorio.

Hablamos de ello con Monseñor Joe Stephen Vásquez.

¿Cuál es el sentir de la comunidad hispana con esta nueva regulación anunciada el 21 de agosto por la administración Trump?

Como obispos de los Estados Unidos, y en particular nosotros que trabajamos tanto con los migrantes, estamos en contra de esta nueva regulación. No creemos que sirva a ningún bien, creemos que va a dañar mucho a los niños, y que es para tratar, una vez más, de forzar a las familias a que no vengan a los EE.UU., a aquellos que están sufriendo muchísimo en sus propios países.

Sabemos bien que esta ley va a causar mucho daño a los niños y las familias. El Acuerdo de Flores – que era la regla que la administración hasta el momento estaba utilizando – , permitía que un niño fuera detenido por un máximo de 20 días. Tras ese tiempo debían liberarlos y ubicarlos con familias, en una situación de seguridad y bienestar. Esa es la regla que hasta el momento ha sido aplicada en nuestro país. Con este cambio creo que la situación será terrible.

Entre nuestra gente se siente una vez más ese miedo de que van a detener a niños y a sus familias por largo tiempo. Eso causará muchos problemas y muchas dificultades. Sabemos bien que esto impacta negativamente en los niños, y no sólo en modo pasajero sino también hacia el futuro, porque esta situación deja traumas que resultan muy difíciles de sanar, como el trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión…

Esta iniciativa, que fue apoyada por los republicanos, se basa en la convicción de que la mayoría de las familias liberadas tras los 20 días no se presentan a la audiencia judicial. ¿Tienen datos contrarios a esta tesis de la administración?

Creo que la mayoría de los inmigrantes que vienen y son detenidos, tras ser liberados sí se presentan, porque quieren que sus casos sean escuchados y quieren tener la posibilidad de entrar al país legalmente.

No tengo los datos exactos, pero la mayor parte sí se presenta ante el juez a presentar su caso para tener la posibilidad de entrar legalmente.

Es mínimo el número de los que no se presentan tras tener su libertad después de esos 20 días del Acuerdo de Flores.

Usted ha afirmado claramente que muchos niños se verán perjudicados por esta nueva regulación, y que esto es inaceptable. ¿Cuál es la contrapropuesta de la Comisión de Migración respecto a esta ley?

Los obispos hemos pedido que se respete el Acuerdo de Flores. Eso es lo que queremos. Se puede permitir que por 21 días los niños sean detenidos, pero después de ese tiempo hay que dejarlos salir, y estamos abogando para que se mantenga la ley, por el bien de los niños y las familias, para que se mantengan unidas. Eso es lo que deseamos, lo preferible y lo mejor. Estos niños son inocentes, no han causado algún delito, tienen derechos y nosotros debemos abogar por ellos, porque ellos no tienen voz, son muy vulnerables. Como muy bien dijo el Papa Francisco, son los más vulnerables entre los migrantes y nosotros debemos pronunciarnos en contra leyes que los dañan y que van a perjudicarlos.

¿Quisiera aprovechar los micrófonos de Vatican News para hacer un llamamiento sobre la situación de estas familias?

Claro que sí. Quisiera decirles a todos los radio oyentes que por favor levanten la voz, hablen fuertemente en defensa de los migrantes, especialmente de los niños que necesitan protección y cuidados, que necesitan presencia y defensa. Debemos hablar por ellos.

Es un derecho humano abogar por estos niños y jóvenes inocentes que necesitan nuestro amor y necesitan ser recibidos con brazos abiertos, porque son inocentes que están sufriendo, y que sufren doblemente porque los mantienen encarcelados en estos centros.

Por mi parte necesito abogar por ello y pido que también todos los radio oyentes hagan lo mismo, hablen fuertemente en defensa de estos niños.

Fuente Religión Digital

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“Aunque solo sea un vaso de agua a estos pequeños”, por Peio Sánchez

Jueves, 25 de julio de 2019
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solo-vaso-agua-pequenos_2139696024_13767962_660x371De su blog Cine espiritual para todos:

La crisis de los jóvenes sin hogar

Error de sistema, realizar un reset

Estos días han sido especialmente intensos en nuestro pequeño Hospital de Campaña en la iglesia de Santa Ana de Barcelona. A la presencia de personas que viven sin hogar, profesionales, voluntarios y turistas se han añadido muchos periodistas que vienen a ver y levantar testimonio de la ciudad oculta.

Matar al mensajero

La presencia de adolescentes y jóvenes en la calle se ha incrementado alarmantemente en los últimos meses. Por un lado, un grupo de menores refractarios a los centros de acogida sobreviven en las calles como pueden. Otro grupo muy numeroso de jóvenes extutelados, trágicamente mayores de 18 años, también están en la calle como almas en pena. Con permiso de residencia, pero paradójicamente sin residencia y sin la posibilidad de trabajar porque para esto no tienen permiso. A ellos se añade un grupo numeroso de jóvenes solicitantes de protección internacional, que proceden de Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador y de diversos países africanos.  Están en las calles seis meses hasta que pueden ser acogidos en algún dispositivo dado que se han colapsado los servicios que se ofrecen. Esta vez no pondremos cifras, porque la verdad es que nadie las sabe. Pero muchos de ellos duermen en calles, parques y montes de la gran ciudad.

Ciertamente que las administraciones públicas están dedicando recursos, programas y profesionales. Solo en Cataluña se han creado 3600 plazas en 150 centros, pero en este territorio hay que tener en cuenta que llegaron en 2018 en torno a 3600 menores controlados -algunos no están registrados- y este año hasta mayo son ya 1100 chicos y chicas, pero todavía falta el verano que es cuando más llegan. Sin embargo, las respuestas son claramente insuficientes, descoordinadas y sin visión a largo plazo.

Lo cierto es que desgraciadamente nos estamos acostumbrando a la presencia de adolescentes y jóvenes durmiendo y malviviendo en las calles. Y ante esto no nos podemos callar. Tienen nombres concretos Habib de Marruecos, Fátima de Argelia, Jorge Alberto de El Salvador o Melissa de Senegal. Los que abrimos espacios de acogida y escucha sabemos de sus sufrimientos y no podemos ser cómplices en el silencio.

Error de sistema, ejecuten un reset

En este momento en Roma hay 14.000 personas sin hogar, en San Francisco más de 10.000, en el condado de Los Ángeles hay contabilizadas 58.936 personas sin hogar. En París según datos de su ayuntamiento, hay 3641 personas sin domicilio fijo y piensen que allí realmente hace frío. En Berlín se estima que hay en torno a 10.000 personas sin hogar y allí se puede morir de congelación.

España contabiliza a final del 2018 en el registro de menores no acompañados 12.500 personas. Pero si nos atenemos exclusivamente a la llegada de menores no acompañados en Italia en los tres últimos años han sido en torno a 50.000, teniendo en cuenta el cierre Salvini. Desde octubre a mayo el servicio de fronteras de EEUU ha localizado 56.200 menores migrantes solos.

Sirvan estos datos para reconocer que se trata de un fenómeno global y de una situación que tiende al agravamiento de forma radical. La exclusión residencial por el encarecimiento de las viviendas o las habitaciones, la precarización del trabajo que hace que haya en la calle personas que están empleadas, la migración global ante la fallida de muchos estados por guerra, inseguridad o desigualdad brutal son las causas determinantes del crecimiento de la pobreza extrema.

La profundidad de este abismo de desigualdad en el territorio rico del planeta nos avisa de la necesidad de un cambio global, de una conversión social de las prioridades. No es una cuestión de implementar unos pocos recursos más.

La urgencia de realizar políticas económicas de justicia y sociales de prevención se hace una prioridad. A veces se habla del efecto llamada a las economías ricas pero más bien hay que hablar del efecto huida de las personas que viven en riesgo para su vida y su futuro.

Las personas sinhogar son el fracaso de toda la sociedad

La pobreza extrema crece en medio de la opulencia. Como dice el papa Francisco asistimos a la globalización de la indiferencia. Esta semana en la misa en recuerdo de su visita a Lampedusa afirmó: “Son personas, no se trata solo de cuestiones sociales o migratorias”.

El informe FOESSA presentado recientemente por Cáritas nos recuerda que la exclusión social se enquista en una sociedad cada vez más desvinculada. El 18,4% de la población española, 8,5 millones de personas, está en exclusión social. Son 1,2 de millones más que antes de la crisis. Vamos para atrás.

Estamos llamados a la implicación de todos los agentes de la sociedad. La acción política internacional, la priorización de las necesidades sociales en las administraciones públicas, la responsabilidad de la entidades sociales y religiosas así como el cambio de estilo de vida de las personas y las familias. No basta un maquillaje puntual para acallar las voces en un suave olvido.

La saturación de los recursos lleva a una gran impotencia a los profesionales que en este momento contienen esta realidad para que permanezca escondida. Educadores en centros de acogida, trabajadores sociales, maestros, educadores de calle, médicos, miembros de fuerzas de seguridad viven un gran desgaste asistiendo a la imposibilidad de paliar el dolor de tantos.

El giro ético es insoslayable. La vulneración de derechos se hace natural y alimenta el discurso de la extrema derecha. Ya hemos visto asaltos organizados a centros de acogida y a otros ya nos han amenazado.

Los Trump en EEUU, Salvini en Italia, Orban en Hungría y Duda en Polonia ya están en el gobierno imponiendo la desuniversalización de los derechos humanos. Ellos son la anomalía de las carencias de las democracias para abordar esta realidad. No basta con oponerse a las vulneraciones de los muros o los campamentos provisionales que se hacen definitivos. Los males que vendrán se fraguan ya y es necesario ofrecer respuestas.

Iglesias hospital de campaña

“Cualquiera que como discípulo dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42).

La respuesta eclesial hoy tiene muchos frentes en Cáritas, en muchas entidades cristianas que ofrecen proyectos apara acoger, proteger, promover e integrar a las personas. Son miles de cristianos implicados en el día a día del acompañamiento.

Sin embargo, todavía no es suficiente. Templos vacíos y cerrados, conventos infrautilizados, presupuestos no equilibrados desde la austeridad, estilos de vida consumistas, familias demasiado cerradas, prioridades autorreferenciales fuera de la realidad de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”.

La urgencia de atender a los que están en la calle verifica el Evangelio, aunque solo sea con un vaso de agua fría. Demasiada quietud del siempre-se-ha-hecho-así. Frecuente irresponsabilidad que exige a otros lo que no se está dispuesto a dar. Las diócesis deben emprender planes para poner al servicio de los más vulnerables sus estructuras. Algunas ya ha reconvertido grandes seminarios para acoger familias como la de Lérida. Otras han iniciado caminos de comunión y coordinación en la intervención como la Mesa de la Hospitalidad de Madrid. En Barcelona los pobres son destinatarios preferentes del plan de pastoral. Pero también las comunidades religiosas y asociaciones deben emprender servicios de acogida como el plan de Hospitalarios de Migra Studium en Cataluña. Los centros educativos deben dar preferencia a estos menores sin oportunidades y en desamparo como lo está haciendo la Escuela Pía y otras. La denuncia que realizan Cáritas o el Servicio Jesuita de Refugiados sobre los CIEs es imprescindible y debe ser constante para realizar un cambio de conciencias.

El Evangelio de Jesús de Nazaret es el vaso de agua fría que todos necesitamos para calmar la sed de la desigualdad. Volvamos a él.

Espiritualidad, General , ,

Recordatorio

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