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Un tiempo a solas con Dios

Sábado, 13 de abril de 2019
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De cara a la Semana Santa que mañana comienza, viene muy bien este consejo del blog de Henri Nouwen:

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“Los invito a que se comprometan a pasar cada día un tiempo a solas con Dios para orar y meditar. La meditación bíblica es un método tradicional de oración en solitario. Seleccionando un versículo concreto de la lectura diaria del evangelio, o un salmo favorito, o bien una frase de una carta de Pablo, pueden construir un muro seguro alrededor de sus corazones que les permitirá prestar atención. Leer y recitar un texto sagrado no supone llenar el espacio vacío o limitar sus pensamientos espirituales, sino establecer unos límites en torno a él. A veces ayuda tomar una palabra o frase del texto y repetirla durante los momentos de oración individual. A algunas personas les va bien sentarse en silencio para concentrarse en la oración. Otras necesitan moverse y caminar lentamente para abrir la mente y el cuerpo a la presencia divina. Sobre todo al principio, cuanto te distraes fácilmente, ayuda recordar y repetir la palabra o frase que llamó tu atención. Así, la concentración y la conciencia pueden descender de forma gradual desde la mente hasta el corazón y permanecer ahí durante un extenso periodo, junto al corazón de Dios”.

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Henri Nouwen

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Soledad

Sábado, 2 de febrero de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

Grooming: Lauren Reynolds Photographer: Phine Ka

Thomas Merton, hablando de la vida solitaria en uno de sus ensayos, explica que no es tanto una huida de la gente como “una negativa a aceptar los mitos y ficciones de los que está siempre llena la vida social, y nunca tanto como hoy”. Merton habla de las adversidades de la vida en su ermita, de su oración y de sus dudas, pero también de la riqueza de su vida. Es rico, porque su soledad contiene a Dios, le rodea de Dios.

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(Diccionario de Thomas Merton)

Grooming: Lauren Reynolds
Photographer: Phine Ka

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Hechos de la tierra como nosotros…

Jueves, 8 de noviembre de 2018
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Recibir el mensaje evangélico en la vida significa dejar que nuestra vida llegue a ser, en el sentido más amplio y real de la palabra, una vida religiosa, una vida referida a Dios, en estrecha relación con él. La revelación esencial del Evangelio es la presencia dominante e invasora de Dios. Se trata de una invitación a encontrar a Dios, y a Dios no se le encuentra más que en la soledad. Esta soledad parece estar negada a aquellos que viven con los hombres. Sería como creer que nosotros podemos entrar en la soledad antes de que Dios nos llame. En realidad, es él quien nos espera. Encontrarle significa encontrar la soledad, porque la verdadera soledad es espíritu, y todas nuestras soledades humanas son sólo un modo de encaminarnos hacia la fe, que es la perfección de la soledad. La verdadera soledad no es la ausencia de los hombres, sino la presencia de Dios. Poner nuestra propia vida frente a Dios, dejar que la noción de Dios transforme nuestra propia vida, significa entrar en una región donde se nos da la soledad.

       Es la altura lo que procura la soledad de las montañas, no el lugar donde se apoyan sus bases. Si el manar de la presencia de Dios en nosotros acaba en el silencio y en la soledad, entonces nos deja en la paz, conscientes de estar profundamente unidos a todos los hombres, hechos de la tierra como nosotros… «Bienaventurado el que recibe la Palabra de Dios y la guarda» (Lc 11,28).

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Madeleine Delbrêl,
Nosotros, gente de la calle,
Estela, Barcelona 1971.

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Escucha

Jueves, 11 de octubre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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No hace falta que salgas de la habitación. Quédate sentado a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera. Ni siquiera esperes. Quédate en silencio, en quietud y en solitario. El mundo se ofrecerá libremente a ti. Será desenmascarado, no tiene elección. Se desplegará en éxtasis a tus pies.

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Franz Kafka

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“En torno al “problema del mal” (VI)”, por Enrique Martínez Lozano.

Viernes, 29 de junio de 2018
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16. Somos Vida

La visión no-dual, sin embargo, nos dice algo bien distinto. El Fondo de lo real es solo uno, y Eso que constituye la “sustancia” de todo es también nuestra identidad última. Identidad que se expresa en cada personalidad concreta, pero que no se reduce en absoluto a ella. Dicho de otro modo: no soy la “persona” que mi mente ve, sino la Consciencia que la sostiene y habita. De la misma manera, tampoco los otros son seres separados, sino solo formas en las que aquel mismo Fondo se despliega. En resumen: no somos los objetos que creemos ser, sino la Consciencia que los contiene, los sostiene y los constituye.

A partir de aquel primer error básico acerca del “yo”, fácilmente se cae en otro de no menor importancia, que consiste en tomar como definitivamente real la experiencia que percibimos a través de los sentidos. Desde la nueva comprensión, por el contrario, se hace patente que lo verdaderamente real no es ninguna “experiencia” (objeto), sino la Consciencia que las sostiene y las hace posibles.

La “nueva” comprensión nos hace ver que no somos unos seres separados que tienen vida, sino que somos la misma y única Vida, “disfrazada” en diferentes formas. Y es entonces –solo entonces– cuando percibimos que todo encaja admirablemente.

Somos Vida que se halla siempre a salvo, aun cuando la forma que ha tomado sea lastimada o incluso aniquilada. Si viviéramos con esa consciencia, dejaríamos de sufrir innecesariamente y de bloquear la Vida que busca desplegarse. Desde la consciencia que somos brotaría en todo momento la acción adecuada hacia los otros y hacia el mundo, sin apropiación ni tergiversación provocada por el ego.

La certeza de no-separación –de estar compartiendo la misma identidad– nos llevaría a actuar siempre a favor de los otros, como si de nosotros mismos se tratara. Lo cual significa, en contra de lo que objetaba aquella reacción habitual a la que aludía, que la transformación real de nuestro comportamiento no vendrá de la mano del voluntarismo ético, sino de la comprensión de lo que somos.

17. La comprensión de lo que somos es la mejor noticia

Lo que habitualmente se entiende por “yo” es solo una ficción. A no ser que utilicemos ese término para nombrar el centro psíquico que dirige nuestra actividad mental y emocional. Pero el hecho de que en nosotros haya actividad psíquica, así como posibilidad de cambio, no implica que exista “alguien” detrás. Todo es un despliegue de la consciencia que, en los seres humanos, se hace más “autoconsciente”. De ahí que seamos capaces de aprender y de transformarnos, pero todo ello, como decía, no requiere en absoluto la existencia de un “yo”. Más aún, tal idea solo aparece por un motivo: porque la mente se apropia de la consciencia y la considera una cualidad de sí misma.

Basta tomar un poco de distancia para darse cuenta de que la idea del “yo” es solo un pensamiento, nacido a partir del mecanismo mental de la apropiación de lo percibido. Y que, en un segundo momento, es la misma mente la que viene a confirmar que aquel pensamiento es algo –“alguien”– real.

Pero la realidad es que no existe un “yo” nada más que en nuestra propia mente. No existe por tanto “nadie” que sufra nada ni “nadie” que pueda hacer nada. Todo es un despliegue “impersonal”, porque no somos la “persona” que nuestra mente piensa, sino la propia y única Consciencia que se expresa en todo. Todos somos “disfraces” de la Vida; el disfraz padece el “mal”, pero lo que realmente somos se halla siempre a salvo.

La comprensión que brota de la no-dualidad es buena noticia. A partir de esta comprensión, permitimos que la Vida fluya también a través de nosotros. Hemos descubierto que era precisamente la identificación con el yo la fuente de toda confusión y de todo sufrimiento. Superado ese engaño, todo se hace patente: si creo ser el “yo”, veré el “mal” como todo aquello que lo ponga en peligro o lo amenace. Si sé que soy la Vida, ¿dónde está el “mal”? También la persona que experimenta dolor es, más allá de esa forma, Vida que se halla a salvo. Desde la comprensión de lo que soy, “haré” –la Vida hará– todo lo que pueda por cada ser, pero ya no los reduciré a la forma que mi mente ve.

En el nivel relativo –aparente, de las formas–, seguiremos hablando de “bien” y de “mal” pero, llegada la comprensión, lo haremos desde la certeza de que, en realidad, solo hay Bien sin opuesto, que es uno con “Lo que es”, con la Verdad y con la Belleza.

18. Lo decisivo es el “desde dónde”

Ante lo que llamamos “mal”, la mente se queda sin respuesta. Ni lo sabe explicar ni sabe qué hacer ante él. Se ve incluso incapaz de aceptarlo. Por lo que, ante ello, solo le quedan dos salidas: hundirse en la desesperanza o instalarse en la resistencia que vive rebelada contra el “mal”.

La lucha contra el mal –aun vivida desde una actitud noble y compasiva– suele esconder motivaciones no tan limpias: desde la incapacidad de aceptar la realidad como es hasta la necesidad de paliar inconscientes sentimientos de culpabilidad, desde el afán de autoafirmación en un compromiso “noble” hasta la búsqueda de reconocimiento por parte de los demás.

Cuando tomamos distancia de la mente (del yo), todo se modifica. La comprensión no nos dirá qué tenemos que hacer, pero nos situará en la actitud y el “lugar” adecuado para que la acción que brote en cada momento sea también la ajustada.

Gracias a ella nos hacemos conscientes de que lo realmente decisivo es el desde dónde: desde dónde acojo el “mal” y desde dónde brota mi acción frente a él. Si estoy identificado con el yo, lo más probable es que, tanto mi percepción como mi acción (o mejor, reacción) no consigan otra cosa que incrementar el sufrimiento y, en último término, la locura del mundo.

Únicamente la comprensión de quién soy hará posible que me viva desde la Sabiduría que –aunque mi mente no lo entienda– rige todo el proceso. Es esa misma sabiduría la que nos muestra que somos Vida, Plenitud y Totalidad.

Eso significa, en primer lugar, que el “mal” nunca puede afectarnos decisivamente en lo que somos. Sentiremos dolor, miedo, tristeza, angustia…, porque somos seres sintientes y dotados de una rica sensibilidad. Pero, aun en medio de toda esa vorágine de sentimientos que parecen desbordarnos, lo que somos –Lo que es– se halla siempre a salvo.

Tal comprensión me capacita para acoger mi propio dolor desde la aceptación limpia, como oportunidad de aprendizaje, en una actitud equilibrada entre la resistencia estéril y la resignación paralizadora.

La misma comprensión me hace ver que todo sin excepción es la Totalidad misma desplegándose. Por lo que no caigo en la trampa de imaginar una Totalidad “al margen” o “más allá” de lo que en este mismo momento se está produciendo. Yo mismo soy –con todos los seres– esa misma Totalidad, también en este momento en que siento dolor, soledad, vacío… Todo, sin excepción, es la Totalidad una expresándose o manifestándose bajo todo tipo de “disfraces”. Carece de sentido querer encontrarme con la Totalidad después de que supere este sentimiento doloroso o aquella situación de injusticia: todo ello es ya, en este mismo instante, la Totalidad.

Lo que de ahí se deriva es una aceptación profunda, que no nace de algún tipo de voluntarismo, sino del hecho mismo de comprender que somos esa misma Totalidad.La aceptación es, sencillamente, alineación con lo Real, tal como han expresado los sabios en algunos textos que reproducía en una entrega anterior: “La esencia de la sabiduría –afirmaba Nisargadatta– es la total aceptación del momento presente”“¿Cómo deberíamos vivir?” –se preguntaba la beguina Matilde de Magdeburgo–. Y ella misma respondía: “Vive dándole la bienvenida a todo”. San Juan de la Cruz apunta a esa misma clave: “Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es”. Y el propio Nietzsche, desde un marco ideológico aparentemente bien distante, expresa así en anhelo de su corazón: “«Amor fati»: ¡que ese sea en adelante mi amor!… Y, en definitiva, y en grande, ¡quiero ser, un día, uno que solo dice sí”. El sabio adopta la actitud que Ortega y Gasset expresara con estas palabras: “A ser juez de las cosas, voy prefiriendo ser su amante”.  Y vive la rendición lúcida que pregonaba Marco Aurelio: “Todo se me acomoda, oh Cosmos, lo que a ti se te acomoda”. La sabiduría es, por decirlo brevemente,amar lo que es.

La acción brotará también de esa misma comprensión, que me hace ver que todo otro soy yo. No será un yo que hace algo por los demás, sino la Totalidad que, en mí, se ofrece amorosa y servicial, comprometida y solidaria, a los demás. No sé lo que tendré que hacer, pero sé que se hará, a través de mí, en cada momento lo adecuado.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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En torno al “problema del mal” (V), por Enrique Martínez Lozano.

Martes, 12 de junio de 2018
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58411. Vivir el malestar desde la Presencia

A lo largo de los apartados anteriores ha quedado claro que lo decisivo en todo lo que nos sucede es la interpretación que hacemos de ello. A su vez, esa interpretación es inevitablemente deudora de nuestro nivel de comprensión. Y este, por su parte, es el que condiciona nuestra propia auto-comprensión. De manera más simple: todo se ventila en la respuesta que, consciente o inconscientemente, damos a la pregunta “¿Quién soy yo?”. Según sea la respuesta, leeremos y viviremos lo ocurrido desde estrechez del yo, que se verá en todo momento a merced de las circunstancias, o desde la Presencia, como espaciosidad consciente e ilimitada en la que todo sucede, sin que nada de ello la afecte.

Para comprendernos en nuestra totalidad, podemos empezar situándonos detrás de nuestros pensamientos y sentimientos, en el Testigo ecuánime que observa sin identificarse con nada de lo observado. Y permaneciendo en él, se irá abriendo paso la Presencia que somos y en la que esto que llamamos “yo” aparece, de la misma manera que aparecen todas las circunstancias de nuestra existencia.

Desde la Presencia todo lo percibimos y vivimos de modo radicalmente diferente. Anclados en ella –en la consciencia de ser ella–, no nos resulta difícil apreciar cómo, detrás de cada sentimiento doloroso, yace oculto un sentimiento pleno de Vida, como si fuera la otra cara de la misma moneda: escondida tras la vulnerabilidad hay acogida y compasión; tras la cavilación e hiperactividad mental que nos tortura, lo que hay es silencio cargado de sabiduría; detrás de la resistencia que pone el ego siempre que algo lo frustra, vive la aceptación profunda que llega a ser rendición a lo que es; oculta tras la dependencia, hay profunda gratitud; bajo la aparente impermanencia, una realidad absolutamente consistente; en la otra cara de la frustración, reside la paz; detrás de la dolorosa impotencia y el afán de control, vive la sabiduría del fluir como totalidad; la aparente soledad esconde la plenitud real; y tras el aparente y agobiante desconcierto, hay comprensión… Y en definitiva, todo ello porque empezamos a ver todo desde el “lugar” adecuado, no el yo, sino el Testigo o la Presencia misma.

Detrás de cada sentimiento doloroso hay uno profundo que quiere vivir. Aflora cuando dejamos de reducirnos al yo y nos situamos en estado de presencia. Por eso, basta hacernos conscientes del sentimiento que predomina en nosotros para saber en qué “lugar” o estado de consciencia nos hallamos: en la mente –reducidos al yo– o en la Presencia.

12. El mal que descoloca y la mente que no tiene respuesta

El mal, en todas sus formas, constituye la causa de nuestros mayores desconciertos. No solo porque comporta una carga de dolor que hiere nuestra sensibilidad, sino porque la mente es incapaz de captar su sentido. De un modo particular, el sufrimiento de los inocentes, víctimas de cualquier circunstancia adversa, causada o no por el ser humano, suele provocar en nosotros una rebeldía visceral y una catarata de interrogantes que no hallan respuesta. Y algo similar nos ocurre cuando el mal llama a nuestra puerta, sobre todo, si es reiterativo o se presenta con desmesura.

Como seres sensibles e inteligentes, no son difíciles de comprender aquellas reacciones de rebeldía y cuestionamiento. Hablan de nuestra sensibilidad y de nuestra capacidad de interrogarnos. Con todo, si queremos abordar ese tema desde la mente, pronto descubriremos que no llegamos a ninguna parte. Al contrario, nos debatiremos en un laberinto oscuro, cuya salida no se halla al alcance de la razón.

Desde esta, se han dado dos tipos de “explicaciones”: una más pragmática e incluso “resignada”, que habla del mal como un fenómeno inevitable en cualquier proceso evolutivo, por lo que se desiste de encontrarle ninguna explicación; y otra –más común en las tradiciones religiosas– que han atribuido el mal a alguna fuerza enfrentada a la divinidad o al “pecado” del ser humano, que cargaba así con la culpabilidad.

Dentro del ámbito específicamente religioso, el mal se ha visto como la “roca del ateísmo”. En efecto, desde muy antiguo, las mentes más lúcidas plantearon que el mal de los inocentes vendría a probar que Dios –el “Dios” pensado y creído– no es bueno (si no quiere evitar el mal) o no es poderoso (si no puede hacerlo); en cualquiera de los casos, no sería Dios.

Ante el mal, se dan también en la práctica, más allá de cualquier planteamiento teórico, diferentes actitudes, que van desde la indiferencia cómoda a la compasión efectiva que busca aliviar y ofrecer ayuda.

13. El mal, depositado en el “conocimiento silencioso”

Decía que la mente es incapaz de hallar una respuesta a esta cuestión, porque ella misma es un objeto más dentro de todo este mundo manifiesto, por lo que es radicalmente incapaz de ver más allá de él.

Sin embargo, la mente no es nuestro único modo de acceso a lo real. Existe otro modo de conocer trans-racional –“conocimiento silencioso”, le han llamado los místicos– que, acallando la mente y haciéndonos tomar distancia del mundo de las apariencias, nos conduce a aquel Fondo común que en todo se está expresando continuamente y que constituye, en realidad, la “sustancia” última de todo lo que percibimos a través de los sentidos neurobiológicos.

Desde ese otro modelo (no-dual) de cognición, lo que cambia no es ya la respuesta, sino la misma pregunta. Porque, cuando se hace desde la mente, la pregunta está mal planteada desde el inicio, con lo cual es comprensible que no pueda llegarse a ninguna respuesta. Y está mal planteada porque se asume, como presupuesto cierto, que la realidad es tal como la propia mente la ve. Sin embargo, es precisamente este presupuesto incuestionado –aceptado colectivamente como verdadero– el que se revela falso. Y eso es lo que hace que todo quede replanteado de manera drásticamente diferente.

Es algo similar a lo que ocurre en el sueño: en él, puede surgir cualquier pregunta relacionada con algo de lo que estamos soñando. Pero al despertar apreciamos que era la misma pregunta la que –siendo “real” en el nivel en que aparecía– carece, sin embargo, de sentido, porque el “marco” en el que nació era solo un sueño.

Algo parecido ocurre en lo que llamamos “vigilia”. Damos por seguro que ya sabemos lo que es el “mal”, y a partir de ahí tratamos de encontrar una explicación. A los creyentes suele pasarles lo mismo: creen saber lo que es “Dios” y, a partir de esa creencia mental, se preguntan: “¿por qué Dios permite el mal?”, o incluso: “¿está Dios en el mal?”.

Lo cierto, sin embargo, es que la mente no sabe ni una cosa ni la otra: no puede saber lo que es el “mal” ni lo que es “Dios”. Por ese motivo, la pregunta es “tramposa”, y solo tiene sentido dentro del mismo nivel –estado mental– en el que surge.

14. En lo profundo, todo es Bien: todo forma parte de Lo que es

En la comprensión no-dual se aprecia que el nivel aparente es “verdadero” –en ese mismo nivel–, pero no es últimamente real. Es solo una compleja infinidad de formas aparentes, que están brotando constantemente del Fondo uno de todo lo que es.

Así, mientras en ese nivel de las formas, todo es polar –lo que nos lleva a hablar de “bien” y de “mal”–, desde el nivel profundo (no-dual) se advierte que los polos no solo no se excluyen, sino que son complementarios –no puede existir el uno sin el otro, y sin ellos no podría existir el nivel aparente– y se hallan abrazados en la no-dualidad mayor.

Se advierte también que los términos “bien/mal”, “bueno”/“malo” son solo etiquetas mentales, porque en el nivel profundo todo es Bien sin opuesto. ¿Qué es “bueno” o “malo”, antes de que aparezca la mente? Para el yo, sin embargo, es “bueno” aquello que sostiene su sensación de identidad, y es “malo” lo que la pone en peligro.

En la comprensión no-dual caen las etiquetas –como las construcciones mentales– porque se alcanza a ver el Fondo último –Consciencia o Presencia– que constituye y sostiene todo lo que percibimos. Eso es justamente lo que somos. Y Eso se halla siempre a salvo. Al comprender, se tiene una sensación similar a aquella que se produce cuando despertamos de un sueño nocturno atemorizador. Lo que nos entra por los sentidos es solo una representación; en ella, somos “personajes” desempeñando un papel en el reino de la impermanencia. Sin embargo, nuestra identidad es radicalmente previa al relato mental y a nuestro propio personaje. No somos un “objeto” de la consciencia, sino la consciencia misma en la que todos los objetos aparecen.

La realidad es no-dual. Y en ella es abrazado todo lo que es, antes de ser etiquetado por la mente como “bueno” o “malo”. Como seres sensibles, sentiremos el dolor en cualquier forma en que aparezca. Pero desde la comprensión experiencial de lo que somos, sabremos ver más allá de él y podremos vivirnos como la Presencia que somos y que se manifiesta y expresa como sabiduría y compasión.

Ante la realidad del mal, nuestra mente carece de respuestas. Pero si nos rendimos a la Sabiduría mayor, que dirige todo lo real, nos descubrimos UNO con todo; amamos lo que es y permitimos que esa misma Sabiduría -o la Vida– se exprese a través de nosotros: somos solo “cauces” por los que la única Vida se expresa.

15. No se niega el dolor ni la acción para liberarse de él; se comprende el “lugar” donde acontece.

Ante esta visión, la mente se rebela y pone en marcha toda una batería de “argumentos” –revestidos con frecuencia de reflexiones morales o incluso “compasivas”–, que no son sino esfuerzos por mantener el propio modo mental de ver. Se comprende que, para quien reduce el mundo a lo que su mente percibe, cualquier otra propuesta le resulte descabellada. Y se comprende también que, ante la presencia de tanto “mal”, nuestra propia sensibilidad, avalada por lo que se suele llamar “sentido común”, se rebele igualmente contra la mera insinuación de que el mal del mundo es solo “apariencia”. De ahí que quizás sea oportuna alguna palabra más, a partir de las “objeciones” que se plantean habitualmente.

En una primera reacción muy frecuente, se suele escuchar que este modo de plantear el problema trivializa algo tan “serio” como el mal, al mismo tiempo que se desentiende de las víctimas. El argumento toca fibras tan sensibles que tiende a producir un efecto inmediato: desechar el planteamiento, en nombre del “rigor” con que debe abordarse la realidad –en lugar de huir de ella– y en nombre también del “compromiso efectivo” a favor de quienes más sufren.

Sin embargo, tales argumentos –aunque sean planteados de buena fe– no solo resultan capciosos, sino que son engañosos de raíz, ya que se basan en el error primero, que lleva a tomar como real lo que solo es aparente y, en gran medida, construcción mental. Pero también puede ser oportuno ayudar a la mente a ver dónde radica la trampa.

A cualquier persona sensible el dolor del mundo –incluso de un solo ser– le “rompe” el corazón. Y es claro que siempre tendremos que hacer todo lo que sea posible al servicio de quien sufre. La visión no-dual no niega nada de eso. Tampoco quita “valor” a lo que ocurre ni a las personas involucradas. Lo que hace es ofrecer una perspectiva diferente a la mental, más profunda y, por ello, más ajustada. En síntesis, se trata de responder a esta cuestión: ¿y si las cosas no fueran como nuestra mente las ve?; ¿qué es exactamente la realidad, si logramos acceder a la verdad de lo que es?

Con ello nos remite a la que constituye siempre la primera cuestión, de la que dependen todas las demás: ¿quién soy yo? La respuesta de la mente nos es bien conocida: “yo” soy un objeto, separado de todos y de todo lo demás, que me defino por mi “personalidad”. A partir de este presupuesto –dado por válido y firmemente sostenido en el imaginario colectivo–, lo real se me antoja la suma de objetos igualmente separados. Y ahí es donde, tras haber absolutizado la lectura mental, nos vemos abocados a un callejón sin salida.

Enrique Martínez Lozano

Funte Fe Adulta

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“En torno al “problema del mal” (IV), por Enrique Martínez Lozano.

Miércoles, 23 de mayo de 2018
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5848. Soledad / Plenitud

La vulnerabilidad trae de la mano la soledad. No es raro que se reactiven ahí –en los acontecimientos dolorosos– experiencias de soledad muy antiguas, de las que incluso no tenemos recuerdo. Y se intensifican al ser consciente de que, en estas circunstancias, tú solo no puedes hacer nada. De esa manera, la soledad refuerza la vulnerabilidad y, si no se detiene la mente pensante, introduce en laberintos sin salida, que resultan cada vez más ennegrecidos por la dramatización mental apoyada en sentimientos densos y oscuros.

La soledad sabe a aislamiento y abandono. En el niño puede provocar una sensación de no-pertenencia a nada ni a nadie, lo cual lo aboca a la vivencia de un aislamiento sumamente doloroso. Parece que a un niño no le hace tanto daño el dolor que pueda experimentar, cuanto el hecho de sufrirlo en soledad.

No es extraño que la soledad se anude a otros sentimientos, como la frustración, el desconcierto, la impotencia…, hasta producirse una tela de araña de la que parezca imposible escapar.

En esas circunstancias, resulta impagable el apoyo o la cercanía de alguien que te comprende desde dentro, te acoge y te ayuda. Sin duda, el mayor regalo que podemos recibir –y que podemos ofrecer– es la presencia de calidad de quien está a nuestro lado.

Pero, aun siendo un regalo precioso, no es suficiente. Por nuestra parte, el sentimiento de soledad está reclamando una presencia consciente y amorosa a nosotros mismos. Necesitamos conectar con el amor que somos y, con él, abrazar al yo que está experimentado soledad.

Progresivamente, en la medida en podamos acogernos de manera amorosa y comprensiva, crecerá en nosotros la consciencia de que no somos el sentimiento doloroso, ni el yo que lo padece, sino la Presencia amorosa capaz de atenderlo y de acogerlo. Y esa Presencia es Plenitud.

Frente a circunstancias dolorosas para el yo y ante cualquier tipo de crisis, la sabiduría consiste en aprender a vivirlas desde la Plenitud que somos. A tenor de dónde esté situado –en el yo o en la Plenitud–, la lectura que haga de lo que ha ocurrido variará decisivamente.

Ante aquella circunstancia (caída) que dio origen a todo lo que estoy compartiendo, desde el yo no podía ver otra cosa que dolor, desconcierto, frustración, impotencia e incluso auto-reproche.

El regalo fue que podía leer todos esos sentimientos como una alerta indicadora de que me hallaba en un “lugar” equivocado. Desde ese lugar (el yo) no cabía otra lectura. Sin embargo, al re-situarme en la Plenitud que somos, caía incluso la necesidad de saber. Solo había aceptación profunda, rendición, “sí” a la Vida en la consciencia de ser uno con ella, confianza y gratitud.

¿Quién necesita saber?, ¿quién tiene necesidad de controlar?, ¿quién querría que las cosas fueran diferentes de lo que son?… La respuesta a todo ese tipo de preguntas es siempre la misma: el (inexistente) yo. Acallado el yo –silenciada la mente–, cesan las preguntas; la Plenitud lo ocupa todo. Y no queda otra actitud que aquella que, de manera sublime, describió san Juan de la Cruz: “Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado”.

9. Desconcierto / Comprensión

Unido a los sentimientos anteriores, particularmente al de frustración, aparece en toda su crudeza el desconcierto. No es raro: si la mente asocia la seguridad al control, la pérdida de este la lee como desconcierto. Notas de pronto que te han modificado completamente el escenario, y que tal cambio puede afectar no solo a este momento, sino a todo tu futuro. No es raro que el desconcierto venga también asociado al miedo, a la tristeza o al abatimiento. Y, sin embargo, por extraño que parezca, al aceptar el desconcierto y venir al estado de presencia, se modifica sustancialmente la propia vivencia: cesa la cavilación, se permite que las cosas sean como son, uno se alinea con lo que en este momento está siendo… Todo ello es posible porque, al acallar la mente y todas sus construcciones, dejas de identificarte con el yo –autor de las lecturas anteriores– y te reconoces en la misma Presencia que todo lo contiene. En ese mismo instante, brilla la comprensión. Y, con ella, la certeza de que el sufrimiento nace siempre del yo y de la interpretación que él hace de los acontecimientos: es el yo quien se siente vulnerable, resistente, solo, frustrado, impotente, desconcertado…, y así nos seguiremos sintiendo mientras creamos lo que el yo (la mente) nos dice acerca de lo acontecido. Cuando, por el contrario, acogemos eso mismo desde la Presencia, permitimos que todo sea y nos sentimos a salvo.

Hemos comprendido quiénes somos y vivimos lo que ha sucedido como si nosotros mismos lo hubiésemos elegido. Y esto no por algún tipo de masoquismo inconsciente, sino gracias a la sabiduría que nos hace ver que no somos el accidente ocurrido ni tampoco el yo que lo padece, sino la Presencia o Totalidad en la que aparecen todas las cosas y todos los acontecimientos. Y si aparecen, es porque tenían que aparecer. La sabiduría sabe varias cosas: que la vida (la totalidad) no puede equivocarse; que lo que viene, conviene; que, cuando se sabe ver en profundidad, todo está bien… Y la más decisiva: que tú no eres el yo al que le ocurren cosas, sino la Presencia en la que todo sucede, y de la que el yo es apenas un “disfraz” momentáneo. Esta comprensión puede experimentarse en la práctica, al constatar la diferencia radical de lectura según se haga desde el yo –víctima de lo ocurrido, por lo que vive sensaciones de vulnerabilidad, cavilación, resistencia, soledad, frustración, desconcierto…- o desde la Presencia.

Todo lo ocurrido sigue siendo exactamente lo mismo. La diferencia radica únicamente en la comprensión de quienes somos y, en consecuencia, en el lugar desde el que leemos lo ocurrido. Como dije en una entrega anterior, los sabios estoicos nos enseñaron que lo realmente decisivo no es lo que nos ocurre, sino aquello que hacemos con lo que nos ocurre; o mejor aún, el modo como interpretamos lo que acontece.

10. Yo / Testigo

Ante el mismo hecho, el yo se sentirá abatido, desconcertado e irremediablemente hundido. El Testigo –la Consciencia que atestigua–, por el contrario, observa todo, acoge todo, permite todo…, sabiéndose plenamente a salvo. No solo eso, sino reconociendo que todo lo que ocurre es oportunidad de comprensión y de crecimiento en la consciencia de quienes somos.

En ese sentido, toda crisis nos hace una doble llamada: a soltar y a comprender. Soltar todo para comprender que somos aquello que nunca podremos soltar: la pura Presencia. Comprender esto de modo cada vez más vivencial y de manera más estable hace que la crisis sea bienvenida. A esto se refiere aquel dicho sufí, cargado de sabiduría, según el cual, “cuando el corazón sufre por lo que ha perdido, el espíritu sonríe por lo que ha encontrado”.

Desde la comprensión de lo que somos, hallan profundo eco en nosotros las palabras de los sabios. “La esencia de la sabiduría –afirmaba Nisargadatta– es la total aceptación del momento presente”. “¿Cómo deberíamos vivir?” –se preguntaba la beguina Matilde de Magdeburgo–. Y ella misma respondía: “Vive dándole la bienvenida a todo”. San Juan de la Cruz apunta a esa misma clave: “Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es”. Y el propio Nietzsche, desde un marco ideológico aparentemente bien distante, expresa así el anhelo de su corazón: “«Amor fati»: ¡que ese sea en adelante mi amor!… Y, en definitiva, y en grande, ¡quiero ser, un día, uno que solo dice sí!”.

Desde el yo, no solo no tenemos explicación para los hechos que nos duelen o frustran, sino que resulta absolutamente imposible salir del laberinto de confusión y de sufrimiento en el que nos sumergen. El yo seguirá siempre con su misma música: “Esto no debería haber(me) pasado”. Y, a partir de ella, alimentará todo tipo de sentimientos que no harán sino incrementar el sufrimiento. Sin embargo, si observamos el mismo hecho, no desde el yo, sino desde el Testigo o desde la Presencia que somos, se producirá un alineamiento con lo que es, que se traducirá en aceptación y paz.

Y ahí se habrá dado en nosotros un paso decisivo en comprensión: no busco lo que quiere el yo, sino lo que la Vida quiere. O tal como lo expresara, de manera sublime, Marco Aurelio: “Todo se me acomoda, oh Cosmos, lo que a ti se te acomoda”. ¿Por resignación o claudicación? En absoluto; por sabiduría: porque he comprendido que soy uno con la Totalidad. Totalidad radiante que en todo, sin excepción, incluido aquello que me frustra o desconcierta, se está expresando en este preciso instante. Así comprendido, el instante –no pensado– es la Eternidad; cada forma es Plenitud.

Enrique Martínez Lozano

Boletín semanal

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Soledad

Martes, 22 de mayo de 2018
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Cuando te sientas solo, debes intentar descubrir la fuente de este sentimiento. Eres propenso a escapar de tu soledad o bien a permanecer en ella. Cuando huyes de ella, tu soledad no disminuye realmente: lo único que haces es obligarla a salir de tu mente de manera provisional. Cuando empiezas a permanecer en ella, tus sentimientos no hacen más que volverse más fuertes y te vas deslizando hacia la depresión. La tarea espiritual no consiste ni en huir de la soledad ni en dejarse anegar por ella, sino en descubrir su fuente. No resulta fácil de hacer, pero cuando se logra identificar de algún modo el lugar de donde brotan estos sentimientos, pierden algo de su poder sobre ti.

Esta identificación no es una tarea intelectual; es una tarea del corazón. Con él debes buscar ese lugar sin miedo. Se trata de una búsqueda importante, porque conduce a discernir algo de bueno sobre ti mismo. El dolor de tu soledad puede tener sus raíces en tu vocación más profunda. Podrías descubrir que tu soledad está ligada a tu llamada a vivir por completo para Dios. La soledad se puede revelar entonces como el otro lado de tu don único. En cuanto experimentes en tu «yo» más íntimo la verdad, podrás descubrir que la soledad no sólo es tolerable, sino también fecunda. Lo que de primeras parecía doloroso, puede convertirse después en un sentimiento que -aun siendo penoso- te abre el camino hacia un conocimiento todavía más profundo del amor de Dios.

*

H. J. M. Nouwen,
La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997

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Algunas ideas de Thomas Merton que aparecen en sus cartas a Jean Leclercq

Viernes, 18 de mayo de 2018
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Del blog de Amigos de Thomas Merton:

Luego de defender a capa y espada su vocación de solitario, le escribe Merton a Leclercq el 3 de diciembre de 1955:

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“¡Resulta que ahora soy maestro de novicios! De hecho, soy más cenobita de lo que suponía. Pueden suceder cosas muy extrañas en la vocación de cada uno… ¿Me concederá Dios algún día llevarme después de todo a la perfecta soledad? No lo sé. Una cosa es segura, he hecho tantos esfuerzos en esa dirección como uno puede hacer sin traspasar los límites de la obediencia. Mi única tarea ahora es mantenerme en calma, abandonado, y en las manos de Dios. He encontrado una sorprendente soledad interior entre mis novicios, y hasta cierta soledad exterior que no esperaba… Por eso doy gracias a Dios por colmar mucho de mis deseos cuando parecía ignorarlos. Sé que estoy muy cerca de él, y que todas las pruebas y dificultades pasadas este año forman parte de sus planes. Estoy en paz con su voluntad… y my feliz explicando a Casiano. Aunque no puedo vivir como el Abba Isaac, Nesteros o Poemén, siento que son mis padres y mis amigos”.

Luego continúa hablando de su nueva experiencia en una carta del 6 de febrero de 1956:

Mi nueva vida como maestro de novicios progresa cada día. Es una existencia poco habitual, en la que tengo aun dificultades de adaptación. A veces me siento abrumado de puro horror por tener que hablar tanto y aparecer ante los demás como un ejemplo. Pienso que Dios está probando la calidad de mi deseo de soledad, en el cual quizá había un componente de escapar de responsabilidades; con todo, el deseo sigue siendo el mismo, el conflicto está ahí, aunque yo no puedo hacer nada sino ignorarlo y mirar hacia adelante para cumplir lo que es evidentemente la voluntad de Dios. He abandonado completamente toda escritura por el momento. Pida, por favor, al Señor que me guíe en la nueva etapa de desierto que Él ha abierto delante de mí”.

LECLERCQ le escribe a Merton el 26 de octubre de 1963:

Por todas partes he encontrado jóvenes que le deben a usted su vocación”.

Merton, el 11 de mayo de 1965:

En muchos aspectos mi vida y mi trabajo son ciertamente muy equívocos, y si alguien quisiera medirme con parámetros normales sería muy fácil descubrir que me faltan requisitos, como a cualquier otra persona, porque, a la larga, ¿cuáles son los parámetros normales, y quién los satisface, salvo superficialmente? Y, por supuesto, también yo soy un Geheimnis [misterio] incluso para mí mismo. Y he dejado de esperar cualquier otra cosa. Tampoco abrigo ninguna secreta esperanza de encontrar pleno sentido a mi existencia, que debe seguir siendo paradójica. Así, pues, a fin de cuentas, debo hacer lo que todo el mundo hace y acogerme a la misericordia de Dios y tratar, en la medida en que me sea posible, de no defraudarle en su amor por mí. Ciertamente, si tratase de agradar a todos, le defraudaría, y si lo que quiero es agradarle, inevitablemente debo desagradar a mucha gente seria y bienpensante. Continúo pues, haciendo esto sin escrúpulos”.

LECLERCQ a MERTON, desde el continente africano (Tanzania):

Usted es muy conocido aquí, como en todas partes
(29 de mayo de 1965).

Trappist Father Thomas Merton, one of the most influential Catholic authors of the 20th century, is pictured in an undated photo. Devotees of the monk, who died in 1968, have planned various observances of the 100th anniversary of his birth, Jan. 31. (CNS photo/Merton Legacy Trust and the Thomas Merton Center at Bellarmine University) See MERTON Jan. 28, 2015.

MERTON a LECLERCQ, el 17 de febrero de 1967:

Con Roma, siendo como es, la renovación será siempre una lucha lenta… Las ideas muertas continuarán un tiempo usurpando el lugar de las que pertenecen a la vida… Vamos todos a confiar en que podremos manejar las cosas de modo que seamos al mismo tiempo obedientes y libres. No es fácil. Pero Dios es fiel, y es mi única esperanza”.

LECLERCQ a MERTON, el 21 de enero de 1968:

La Iglesia le necesita a usted para progresar y que pueda compartir su experiencia con otros, no sólo escribiendo. Su propia personalidad (y algunos dicen lo mismo de mí, pero, por supuesto, yo no soy un gigante) es un testimonio de libertad en Cristo, y esto debe ser mostrado”.

MERTON A LECLERCQ:

Tengo un gran problema para seguir viviendo en América (USA), lo mismo que para seguir identificado con una sociedad que me parece está bajo el juicio de Dios y en cierto sentido bajo una maldición por los crímenes de la guerra de Viet Nam. Pero otra parte, tampoco me parece que sea muy honesto dejar el país… Si es que esta sociedad está bajo el juicio de Dios, yo también me debería quedar y aguantarlo como todo el mundo, puesto que después de todo yo no soy muy diferente de los demás”.

LECLERCQ a MERTON:

Acabo de regresar de una gira por los monasterios ingleses. En Caldey [monasterio de Gales] y en otras partes, una sola voz: ¡Tráiganos a Tom! No hay nadie que no haya sentido su influencia”.

El 23 de junio de 1968 Merton se prepara para su viaje a Asia y escribe a LECLERCQ:

La vocación del monje en el mundo moderno, especialmente el marxista, no es supervivencia sino profecía. Estamos demasiado ocupados tratando de salvar nuestro pellejo”.

*

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Jean Leclercq y Thomas Merton

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Trabajo…

Lunes, 14 de mayo de 2018
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Del blog Nova Bella:

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Toda la desdicha de los seres humanos

procede de una sola cosa,

que es no saber quedarse descansando

en una habitación.

*

Blaise Pascal

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De viaje

Viernes, 16 de marzo de 2018
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Del blog Nova Bella:

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“No hace falta para nada dar la vuelta al mundo,

pues ya posees el mundo entero,

en la hondura de tu ser,

en la soledad y el silencio.

Ya no hace falta irse lejos,

o marchar tras una quimera”

*

Un cartujo

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La soledad no querida.

Viernes, 16 de febrero de 2018
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shutterstock_321921797Leo que Theresa May se toma en serio la soledad de los suyos. Y no es para menos, ante las escalofriantes cifras de personas que están solas y se sienten solas; las dos cosas a la vez, que no solo las sufren en Gran Bretaña sino en todos los países llamados “civilizados”, incluido el nuestro. Son muchos los millones de personas que se sienten mortalmente solos sin tener a nadie con quien compartir si no es robando conversación a jirones mientras compran el pan o mendigando palabras al vecino coincidente en el ascensor. Y lo peor no es la soledad sino el no saber qué hacer para salir de esa situación ominosa que preside cada minuto de cada día.

Es un agujero negro de nuestro tiempo que corroe y destruye por dentro y que no gusta de ser aireado: depresión, una pena muy grande, una mala temporada… solo los viejos que se han quedado solos no temen las palabras y proclaman su dolor sin ambages en cuanto se les presenta la ocasión. Son muchos los miedos que nos acechan y el de la soledad no querida es uno de los más grandes. Quien pasa por ello sabe bien el mordisco que deja en el alma. A veces es coyuntural, otras  veces son razones de temperamento o predisposición al decaimiento; en ocasiones viene dado por acontecimientos desdichados de la vida que fabrican enfermos crónicos sociales. El estilo de vida que llevamos en el primer mundo contribuye a que el ser humano se sienta solo, esté solo, entre desasosiegos e incertidumbres.

El gran silencio universal es el miedo, acertadas palabras del poeta Luis Rosales. Lo verdaderamente temible, por lo peligroso, es el miedo a la soledad no querida. El desvalimiento y la incomunicación producen temor y resistencia que al final desemboca en angustia. Ignacio Larrañaga repetía a menudo: “el mal del fracaso no es el fracaso en sí, sino el miedo al fracaso. El mal de la muerte no es la muerte, sino el miedo a la muerte”.

El daño que hace esta soledad llega a producir marginados; es la enfermedad del momento capaz de romper el espíritu a cualquiera ante el debilitamiento del consuelo y la fortaleza de la fe en Dios. La caridad (ahora la llaman solidaridad) necesita más que nunca de nuestro tiempo para perder las horas con aquellos que claman compartir con un igual que pide sentirse entre sus semejantes, no sólo estar entre ellos. Qué soledades tuvo que pasar Sartre para decir que “el infierno son los otros”; o Kafka, al escribir que los humanos somos extranjeros sin pasaporte en un mundo glacial.

Sé muy bien de lo que estoy escribiendo pues me tocó experimentar el agujero negro de la soledad como el mayor zarpazo que he recibido de la vida, hasta ahora. Me suenan cercanos los versos de José Luis Martín Descalzo: “Estamos solos, flores, frutas, cosas /  Estamos solos en el infinito / Yo sé muy bien que si en esta noche grito / Continuarán impávidas las rosas”. No son tiempos para huir de uno mismo ni para vivir esperando que otros arreglen mi felicidad derrochando grandes energías. Sentir la soledad no querida es una forma de dolor que obliga a afrontar los hechos con capacidad de espera; y mientras no podamos cambiar el aislamiento que nos machaca, adaptemos los ojos a la oscuridad para seguir viendo, aunque se haya hecho de noche…

El tiempo pasa y solo quedan las cicatrices que duelen como la rotura lejana de un hueso, “cuando hay cambio de tiempo”. También quedan los recuerdos de la pelea por salir adelante y lo que has conseguido crear durante ese tiempo negro con la ayuda de Dios y de algunas personas estratégicamente diseminadas por Él en ese período doloroso de la vida. Martín Descalzo hizo de faro cuando sentenció: “En la manera de sufrir es donde verdaderamente se retrata un ser humano”.

Gabriel Mª Otalora

Fuente Fe Adulta

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En el Zoco

Martes, 13 de febrero de 2018
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Del blog Nova Bella:

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En otras palabras el sufí ve a Dios en todo y todo en Dios, sin que ello implique apartarse del mundo, puesto que el sufismo es una tradición espiritual con un fuerte sentido comunitario, que no aboga en ningún caso por el aislamiento. La soledad, la santa soledad del sufí, se vive en comunidad, Para el sabio sufí, vivir en y con dio significa vivir con y entre los hombres. Ser un contemplativo y vivir en sociedad no son, a ojos islámicos, realidades antitéticas, sino todo lo contrario. El hombre nace y muere solo, pero vive en compañía. Un viejo proverbio árabe dice que quien no va al zoco una vez por semana se le muere el corazón.

*

Halil Bárcena

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Merton y su último verano 1. “Aggiornamento”.

Martes, 25 de julio de 2017
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“3 de julio de 1968

(Anochecer). Por la mañana salí de casa temprano y terminé de cortar y podar los pinos jóvenes que seguían doblados desde las grandes ventiscas del pasado invierno. El límite de arbustos de mi jardincito, en dirección al bosque, está ahora relativamente despejado (¡aunque sigue apareciendo algún que otro zumaque a lo largo de la línea vallada!). Este trabajo ha hecho que mi espalda se haya resentido de nuevo. Así pues, he de tener cuidado. Por la tarde, llegué hasta el límite más lejano del campo de haba de soja en la granja de Linton y, mientras meditaba (Hatha y Yoga Vasishta), me quité la camisa para tomar el sol en cuello y espalda. Una tarde tranquila y provechosa ¡Dios sabe lo mucho que lo necesito! ¡Cuánto tiempo y energía he malgastado en los tres últimos años haciendo cosas que no tienen nada que ver con mis metas reales y que únicamente han servido para frustrarme y confundirme…! Es un verdadero milagro que no haya perdido mi vocación a la soledad con tantas bagatelas y evasiones.

Una cosa está perfectamente clara: no todo lo que pasa por aggiornamento es necesariamente bueno y saludable. Hemos de seguir siendo muy críticos e independientes frente a todas las ideas. Sacar las propias conclusiones partiendo de la experiencia personal directa y sincera. En mi opinión, tanto los conservadores como los progresistas abundan en el mismo tipo de intolerancia, arrogancia y actitud casquivana, y unos y otros están dominados por diferentes tipos de conformismo: en ambos casos, el pavor de sentirse excluidos del propio grupo de referencia. Personalmente, tengo que recorrer mi propio camino en términos de necesidades que para mí son fundamentales: necesidad de vivir una vida de oración, necesidad de autoliberarme de mis propios «cuidados» y
necesidad «única» de una auténtica soledad (y no solamente privacidad) monástica; y necesidad también de alcanzar una comprensión real y utilizar algunas de las intuiciones asiáticas en materia religiosa.”

*

Thomas Merton.
Diarios. (1960-1968)

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¿Soledad o aislamiento?

Jueves, 27 de abril de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Todos los seres humanos están solos. Ninguna otra persona sentirá exactamente lo que nosotros sentimos, ni pensará como nosotros pensamos, ni actuará como nosotros lo hacemos. Cada uno de nosotros es único y nuestra soledad es la otra cara de ese ser únicos. La pregunta es si dejamos que nuestra soledad se convierta
en aislamiento..

El aislamiento resulta doloroso, la soledad está llena de paz. El aislamiento nos lleva a aferrarnos a los demás con desesperación; la soledad nos permite respetar a los demás como seres únicos y crear una comunidad.

Dejar que nuestro retiro crezca hasta convertirse en soledad y no en aislamiento es una lucha de toda la vida. Requiere una elección consciente de con quiénes vamos a estar… Pero las elecciones sabias nos ayudarán a encontrar la soledad allí donde nuestros corazones pueden crecer en el amor.”

*

Henri Nouwen

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El hombre interior

Martes, 11 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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El que opta por la interioridad debe tener por compañera durante sus primeros pasos la soledad. Ninguno sabría evitarlo. …

Se camina solo por su singularidad, no por elección sino por necesidad.

*

Marie-Madeleine Davy,
“El hombre interior y sus metamorfosis”,
Desclée de Brouwer, 1987

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(citado por Loquito en anotherdaylight, el 22 de noviembre de 2013)

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Cómo llenarte, soledad

Viernes, 2 de diciembre de 2016
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Del blog Nova bella:

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Tú, verdad solitaria, transparente pasión, mi soledad de siempre, eres inmenso abrazo; el sol, el mar, la oscuridad, la estepa, el hombre y su deseo, la airada muchedumbre, ¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día; en ti, mi soledad, los amo ahora.”

*

Luis Cernuda

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Casas de Paz, espacios de concordia para el colectivo LGTB colombiano

Miércoles, 14 de septiembre de 2016
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30293_pareja-de-chicas-colombia-manifestacionTras medio siglo de conflicto armado, no hay colectivo que no haya sufrido los estragos de la violencia en Colombia. Ahora, gracias al esfuerzo de las asociaciones de DDHH de la región, se han creado las Casas de Paz con el objetivo de convertirse en un espacio de confort y libertad para las personas LGTB.

Combatir el odio con arte. Apagar la violencia con sonrisas. Silenciar la discriminación con el crecimiento personal… las Casas de Paz que se han creado en Colombia para acoger y crear un espacio de libertad para el colectivo LGTBI se han convertido en la mejor solución para paliar la constante violación de los DDHH que se produce en el país cafetero desde hace medio siglo.

La película de terror que han protagonizado durante décadas el gobierno colombiano y las FARC ha segado millones de vidas. El diario local ‘El Espectador’, afirma que en Colombia hay 7.212.010 víctimas registradas, de las cuales la Unidad de Víctimas del país destaca que 1.795 pertenecen al colectivo de LGBTI.

Una comunidad que ha sufrido de un modo especialmente grave puesto que por la guerrilla siempre ha tenido la intención de establecer la heterosexualidad como única forma de amor.

El primer paso para que el colectivo dejase la situación de silencio a la que se ha visto abocado se ha dado con la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. El segundo paso, para la reconstrucción de sus vidas, ha llegado con la creación de las Casas de Paz.

Arte Vs Violencia

Los establecimientos han nacido gracias al ingente esfuerzo de Wilson Castañeda, creador de ‘Caribe Informativo‘ y uno de los líderes del LGTBI más activos de la región. Están ubicados en cuatro municipios caribeños de Colombia (Maicao, Ciénaga, El Carmen de Bolívar y Soledad) y quieren convertirse en espacios de la memoria y a la asesoría psicosocial de las víctimas de este colectivo.

En estos espacios, se apostará por diferentes expresiones artísticas y culturales que buscan la sensibilización con aquellas personas que hayan recibido algún tipo de rechazo por diferentes factores relacionados con la orientación sexual durante los años de la guerra.

Además, se realizarán talleres grupales e individuales que estarán encaminadas a la construcción de la personalidad y se les formará “en la incidencia política en sus territorios para que puedan hacer uso de sus derechos ciudadanos y ser parte activa de la construcción del tejido social”, según ha indicado Castañeda en la entrevista.

Si se cumplen los plazos previstos, la apertura de estos espacios se producirá en el próximo mes de octubre con la finalidad de servir como medio de ayuda en la resolución del conflicto armado, no solo para la comunidad LGTBI, sino también para aquellos actores sociales comprometidos con la paz y la igualdad.

Fuente: Redacción Chueca

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La comunidad de amor

Lunes, 5 de septiembre de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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Allí dónde hay relación de amor es el espacio de Dios …

Debemos tener en cuenta que la comunidad, como la soledad, esencialmente es una calidad del corazón.

Ciertamente, no sabríamos lo que es una comunidad si nunca nos hubiéramos reunido en un lugar, pero la comunidad  no significa necesariamente estar físicamente juntos. No podemos vivir en comunidad estando solos. Incluso cuando el tiempo y el espacio nos separan, podemos actuar libremente, hablar sinceramente y sufrir pacientemente a causa del vínculo de amor que nos une a los demás.

La comunidad de amor ignora no sólo las fronteras de los países y de los continentes, sino también las de décadas y siglos. Además de la presencia en nuestros corazones de los que están lejos, la memoria de los que vivieron hace mucho tiempo puede introducirnos en una comunidad que nos sana, nos mantiene y nos guía. El espacio de Dios en la comunidad trasciende todos los límites espaciales y temporales.

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Henri J.M. Nouwen
Invitation à la vie spirituelle, Dangles,1995

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Fuente foto : in elegance we trust

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Soledad acompañada

Miércoles, 23 de marzo de 2016
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Del blog de Henri Nouwen:
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 “Cuando Jesús se acercaba a su muerte, era incapaz ya de sentir la presencia de Dios. Clamó diciendo: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. (Mateo 27,47). Sin embargo, en amor, se mantuvo firme en la verdad de que Dios estaba con Él y dijo: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ (Lucas 23, 46).

La soledad de la cruz llevó a Jesús a la resurrección. A medida que nos vamos haciendo mayores, Jesús a menudo nos invita a seguir en esta soledad, la soledad en la que Dios está demasiado cerca como para que nuestros corazones y mentes limitados sean capaces de sentirlo. Cuando esto sucede, pidámosle a Dios que nos conceda la gracia de poner entregar nuestro espíritu a Dios, tal como lo hizo Jesús. “

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Henri Nouwen

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Provechosa Semana Santa deseamos a todos los amigos y amigas del blog.

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