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Encontrar a Dios.

Jueves, 11 de abril de 2024

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Si vas al fin del mundo, encontrarás la huella de Dios;

si vas al fondo de ti mismo, encontrarás a Dios”.

*

 Madeleine Delbrêl

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Gente de la calle.

Jueves, 8 de febrero de 2024
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Hay lugares donde sopla el Espíritu, pero hay un Espíritu que sopla en todos los lugares.

Hay personas a las que Dios toma y pone aparte. Hay otros a los que deja en medio de la gente, a los que «no retira del mundo».

Esta es la gente que tiene un trabajo ordinario, que tiene un hogar ordinario o son solteros ordinarios. Gente que tiene enfermedades ordinarias, con su pena ordinaria. Gente que tiene una casa ordinaria, que viste ropas ordinarias. Es la gente de la vida ordinaria.

La gente que se encuentra en cualquier calle. Aman la puerta que da a la calle, como sus hermanos invisibles al mundo aman la puerta que se cierra definitivamente tras ellos.

Nosotros, la gente de la calle, creemos con todas nuestras fuerzas que esta calle, que este mundo donde Dios nos ha puesto, es para nosotros el lugar de nuestra santidad.

Creemos que no carecemos de nada, porque, si algo de lo necesario nos faltara, Dios ya nos lo habría dado

*

Madeleine Delbrêl

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“¿Y si Dios existiera?” Jacques Loew, primero ateo, luego sacerdote obrero, luego…

Lunes, 20 de noviembre de 2023
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IMG_1001“Para hablar de Dios, de la Iglesia, de su conversión en el otoño de 1932 y luego de su experiencia como sacerdote obrero, como misionero, como poeta, como hombre siempre en búsqueda, tomé el camino hacia la abadía de Échourgnac, en las colinas del Périgord, en diciembre de 1995”

“Jacques Loew había venido aquí a terminar sus días. Caminamos bajo los grandes árboles y lo vi encantado como lo hizo una vez frente a una flor y escuchando las voces de la creación”

“Tenía 87 años. Construcción poderosa, ojos penetrantes, sonrisa de bondad y coraje. Jacques Loew me contó su historia”

“Vivió tiempos de guerra, conoció a filósofos y escritores, ateos y creyentes, criticó a la Iglesia y la amó profundamente, se hizo amigo de las mujeres que hacían la calle y sintió una profunda simpatía por Madeleine Delbrêl, la atea en los altares”

(settimananews).- Para hablar de Dios, de la Iglesia, de su conversión en el otoño de 1932 y luego de su experiencia como sacerdote obrero, como misionero, como poeta, como hombre siempre en búsqueda, tomé el camino hacia la abadía de Échourgnac, en las colinas del Périgord, en diciembre de 1995.

Jacques Loew había venido aquí a terminar sus días. Caminamos bajo los grandes árboles y lo vi encantado como lo hizo una vez frente a una flor y escuchando las voces de la creación.

¿Y si Dios existiera?

Tenía 87 años. Construcción poderosa, ojos penetrantes, sonrisa de bondad y coraje. En su pequeña habitación en la abadía de Nuestra Señora de la Esperanza, en la Dordoña, una tierra que se extiende desde Burdeos hasta Périgueux, Jacques Loew me contó su historia. Vivió tiempos de guerra, conoció a filósofos y escritores, ateos y creyentes, criticó a la Iglesia y la amó profundamente, se hizo amigo de las mujeres que hacían la calle y sintió una profunda simpatía por Madeleine Delbrêl, la atea en los altares.

Nació en 1908 en Clermont Ferrand, Auvernia, pertenecía a una familia acomodada. Era un ateo total, fascinado por Anatole France, un escritor de moda, que le enseñó un “escepticismo elegante y sensual“. Bautizado en la Iglesia Católica, Jacques recibió su primera comunión en la Iglesia Protestante. Creció en la indiferencia religiosa.

A la edad de 24 años, abogado en Niza, cayó enfermo de tuberculosis. En la casa de cura se hizo la pregunta: “¿Existe Dios? ¿Es una leyenda? ¿No depende la negación de su existencia, por casualidad, de nuestra ignorancia”?

Y continuó: “Había traído al sanatorio el Nuevo Testamento, que me dio el pastor protestante al final de la escuela dominical. Pedí a los monjes cartujos, cerca del sanatorio, que me recibieran por unos días. Eran los días de la Semana Santa. Participé en los ritos litúrgicos, no entendí casi nada, pero me estremeció. El Jueves Santo todo el pueblo iba a comulgar y yo me quedé en  mi sitio. Una pregunta inquietante: ¿pero están locas estas personas que van a recibir la comunión? ¿Hay algo que no veo en la hostia que reciben”?

Estaba nevando. La nieve caía y recogí un copo de nieve. Admiré su perfección, su belleza. Tuve la intuición de que había alguien detrás del copo de nieve más pequeño. El arco no puede ser el fruto del caos. Debe haber una inteligencia, un artista supremo detrás de los copos de nieve. Sentí que tenía asegurada una belleza ilimitada y una inteligencia creativa. Fue la primera intuición de la posibilidad de la existencia de Dios”.

Comenzó a orar, aunque no estaba del todo seguro de la existencia de Dios. El Dios hecho hombre se convirtió en una idea fija. “Mi corazón, mi ser profundo, yo mismo, el ateo del pasado, quedó impregnado de gestos, frases, del destino de Jesús, que se convirtió en mi ser, mi actuar, mi oración, mi acción. Me reconocí en la parábola del tesoro escondido en un campo. Cavamos y encontré la fe, el tesoro de la fe”.

En 1934, Jacques entró en el noviciado de los dominicos y, cinco años más tarde, recibió la ordenación sacerdotal. Estudió la Biblia y tuvo la suerte de vivir al lado del padre Lagrange, el erudito alejado de Roma por su olor a herejía: “Nunca una palabra de resentimiento hacia Roma. Me enseñó a superar las dificultades, que luego me lloverían a mí”.

Conoció al padre Lebret, un ex oficial naval que se convirtió en dominico, quien le confió la tarea de estudiar la situación en Marsella, especialmente en el puerto, y llegó a la conclusión: “Para conocer verdaderamente a los hombres, es necesario convertirse en estibador, trabajador portuario”.

Trabajador en el puerto

El 1 de enero de 1941, comenzó a trabajar en el puerto, pensando estar allí el tiempo de una investigación sociológica, cinco o seis semanas, tal vez unos meses. Permaneció doce años y varios meses. «Vengo de un entorno burgués, tenía una cultura clásica y jurídica, había elegido ser dominico, un hombre de estudio y, en cambio, aquí estoy entre españoles, italianos, armenios, malteses que me han hecho comprender lo que es el hombre».

“Tenía dudas. Soñé con el mar, la tranquilidad, los libros. Pero recordé los momentos de mi conversión, aquellas frases evangélicas que habían removido mi vida hasta el punto de entregarla totalmente a Dios y al mundo entero. Comprendí entonces que no bastaba con compartir el cansancio del trabajo, sino que era necesario vivir en comunidades de vida y destino con los más humildes y los más desheredados. Como Jesús en el Evangelio”.

Golpe en el corazón. En 1954, la Santa Sede prohibió a los sacerdotes obreros continuar su trabajo. Sufrió mucho, aceptó y explicó a sus compañeros portuarios por qué, a diferencia de muchos otros, obedecía a Roma. No se desanimó y volvió a pensar en su viejo proyecto: la fundación de un instituto misionero que compartiera la vida de los barrios, a la manera del apóstol Pablo y que los sacerdotes se ganaran el pan trabajando.

Fundó la “Misión Obrera Santos Pedro y Pablo con un programa extremadamente pobre. Compartir la vida de Dios y unir a los hombres entre sí y con Dios en Jesucristo. El instituto fue aprobado por la autoridad eclesiástica y se extendió a varios países. En Friburgo, Suiza, fundó la “Escuela de la Fe”.

En el 70, Pablo VI, siempre atento a los asuntos de los sacerdotes obreros, lo llamó al Vaticano para predicar los ejercicios espirituales a la curia romana.

El encanto del silencio

En 1981, Loew volvió a sentir el encanto de una abadía. Primero se retiró a Citeaux, en Borgoña, la abadía fundada en 1098 y que se convirtió, con San Bernardo en 1104, en el centro de la orden cisterciense.

En 1986 ingresó en la abadía de Notre-Dame de Tamié en Alta Saboya. Luego eligió la abadía de Échourgnac: “Uno mi silencio al de las monjas trapenses de estricta observancia, un silencio que me devuelve la sirena de los barcos, el crujido de las cuerdas y también las blasfemias de mis compañeros de trabajo“.

¿Cómo te sientes ahora?Al final de mi vida, ¿sabes quién soy? Un hombre pobre que busca a Dios. No he terminado de buscar a Dios”.

¿Cómo explica su simpatía por Madeleine Delbrêl? Porque veo en su vida, en su experiencia, mi vida, mi experiencia. Ambos ateos, tanto contra la Iglesia como contra los sacerdotes, ambos buscando algo, Alguien“.

 Hacía frío ese día de 1995 cuando lo conocí. La abadía estaba en el silencio del invierno. Las monjas habían cantado las vísperas. Una cena frugal y luego completas, la oración que cierra el día.

Luego, el sueño. Para Jacques Loew, el sueño y la expectativa del encuentro con el Señor de su conversión, del testimonio en el puerto, de la alabanza y del silencio. Pero también del encuentro y abrazo con Michèle, la prostituta, que escribió su experiencia “De la calle a la libertad”.

Enferma de un tumor cancerígeno, murió el 25 de noviembre de 1986. Se había convertido en una mística. Y el encuentro con Madeleine Delbrêl, la atea, la conversa, la mística. “Creo … en la resurrección de la carne, la vida eterna. Déjame decirte que ya no puedo esperar para verlos nuevamente“.

Fuente Religión Digital

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Pepa Torres: De amor y sororidad en tiempos de incertidumbre.

Viernes, 22 de septiembre de 2023
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IMAGEN RED “Eres una sola persona, pero cuando te mueves, una comunidad entera de mujeres camina contigo”
(Rupi Kaur).

¿Se pueden deconstruir los elementos patriarcales (o por lo menos algunos) de la espiritualidad ignaciana desde las aportaciones de la espiritualidad y la teología feminista y la categoría “género”? Este es el “propósito” de la Red Miriam de espiritualidad ignaciana femenina [1], que en el próximo octubre cumplirá 10 años de existencia y 40 años del origen de nuestra matriz originaria, que fueron las congregaciones femeninas de espiritualidad ignaciana.

Uno de nuestros proyectos más consolidados es el Círculo de espiritualidad «Yada»: “Conocer por experiencia”. Este verano hemos celebrado nuestro X Encuentro, con el tema «De amor y sororidad en tiempos de incertidumbre».

En el maravilloso entorno natural de Berriz (Vizcaya), acogidas por el Centro de Espiritualidad Barnezabal (interioridad abierta) de las Mercedarias de Berriz, 24 mujeres de diversos lugares del estado, desde Las Palmas a Galicia, pasando por Albacete, Madrid, Zaragoza, Bilbao o Pamplona, hemos participado en esta experiencia de “cuidado” entre mujeres desde las claves de la espiritualidad ignaciana vivida en femenino y desde la perspectiva de género. Una semana de oración para:

· Hacer silencio y releer la vida a la luz de la Palabra y de la consciencia corporal (acuerpar la experiencia).

· Buscar y hallar el Amor en todas las cosas (EE 1).

· “Aplicar  sentidos” y “gustar internamente”.

· Reconocer al Amor “nuevamente encarnado” (EE 109).

· En actitud de discernimiento.

· Desde la perspectiva de género y en sororidad.

· Reorientar estilos de vida y compromisos por otro mundo y otras relaciones posibles, convencidas que la experiencia de fe no se puede separar del compromiso con la eco-justicia.

· Contrastar experiencias en grupo y de forma personalizada.

Un espacio circular, no jerárquico, en el que un equipo de facilitadoras-acompañantes ofrecen orientaciones desde claves bíblicas, espirituales y de consciencia corporal, como “ayudas” para vivir unos días de oración, hacer procesos personalizados y a la vez acompañados, desde la comunidad de mujeres que se va creando a lo largo de la semana. Un espacio que propicia también compartir saberes que brotan del conocimiento vital de las propias participantes. Un espacio circular, construido desde la sororidad, porque como señala Juliana de Norwich, una de las genealogías femeninas que recuperamos en este itinerario espiritual:

«Dios es el punto central del círculo. No hay nadie que lo sea sino Él. Todo esto me lo mostró con gran gozo diciendo: “Mira, yo soy Dios. Mira, que yo estoy en todas las cosas. Mira, yo hago nuevas todas las cosas. Mira, nunca retiro las manos de mi trabajo no lo haré nunca por toda la eternidad. Mira, yo llevo todas las cosas al fin que he preparado para ellas. Hago esto con la misma sabiduría amor y poder con que la creé. ¿Cómo puede haber algo hecho que no esté bien hecho? Dios quiere que sepamos que Él-Ella nos mantiene a salvo en lo bueno y en lo malo. (…) Él-Ella es nuestra vestidura. Nos arropa y nos envuelve en su amor. Nos abraza en su amor y no nos soltará jamás» (Libro de las visiones y las Revelaciones).

La experiencia que se va trenzando a lo largo del encuentro se hace a partir de seis mimbres fundamentales:

· La Palabra de Dios como partera de transformaciones profundas. De ahí la centralidad de las orientaciones bíblicas y los pasajes del Evangelio propuestos para las meditaciones y contemplaciones e interpretados desde una exégesis feminista.

· La historia y, en concreto, la historia de las mujeres. Las genealogías femeninas que vamos recuperando. Mujeres que nos han precedido, maestras de vida y espiritualidad desde la profundidad y la libertad de sus textos.

· Nuestras propias historias, momentos vitales y coyuntura histórica, donde sigue aconteciendo la encarnación, porque como señala Dorothy Day:«la encarnación es ahora, la encarnación es hoy»

· La Palabra de nuestros propios cuerpos y del cuerpo de la tierra, como cuerpo de Dios (Sally Mcfague), así como los ejercicios de consciencia corporal, que nos ayudan a escucharlo.

· La necesidad de celebrar creativamente la vida, la reconciliación, la fraternidad y sororidad humana, la comunión con la naturaleza la utopía en la que la Ruah nos empuja a seguir embarrándonos los pies, el corazón, los sentidos, la inteligencia y los afectos en ella desde la sabiduría del discernimiento.

· La iconografía y diversidad de imágenes femeninas que nos han acompañado en el itinerario de cada día y que nos recuerdan que la belleza y la creatividad son manifestaciones de la Sophia de Jesús y “ayudas” para adentrarnos en la fuente del ser.

Los temas que hemos ido gustando internamente en este Yada 2023 han sido:

· Cuidar el corazón: espiritualidad, cuidado e incertidumbre.

· Enraizadas en el amor (el amor como principio y fundamento).

· Acuerpar el amor. Cuerpo de mujer, cuerpo de la tierra. El amor se hace vínculo y sororidad. Jesús, una masculinidad alternativa.

· Heridas de vida. Sororidad y vínculos entre mujeres.

· El amor se hace justicia y cuidado. Amistad social y amor político. Hasta que la vida sea un banquete: pan lucha, fiesta: La Misa de las mujeres.

· Amar hasta el extremo.

· Renacer desde dentro.

· Memoria del corazón y envío: Recoger nuestros pasos.

Las genealogías femeninas que nos han acompañado en este camino han sido: Madeleine Delbrêl, Hadewijch de Amberes y las beguinas, Margarita Maturana, Rut y Noemi, la mujer del perfume, Etty Hillesum, la samaritana, Exeria, Dorothy Day, las mujeres al pie de la cruz, Maria Skobtosova. María de Magdala y las mujeres portadoras de perfumes del Evangelio…

También desde el compartir saberes vitales de las mujeres participantes surgió una noche un rico conversatorio sobre dos realidades fronterizas que nos desafían como mujeres en la iglesia y en la sociedad civil: feminismo y antimilitarismo ante la realidad de la guerra de Ucrania y tantas guerras invisibles en el mundo y los avances y desafíos de la pastoral de la diversidad sexual desde Euskadi.

En definitiva, una rica y sanadora experiencia que nos remite nuevamente a la pregunta inicial con que comenzaba este texto: ¿se pueden deconstruir los elementos patriarcales de la espiritualidad ignaciana desde las aportaciones de la espiritualidad y la teología feminista y la categoría “género”? Desde la Red Miriam de espiritualidad femenina estamos convencidas que merece la pena no cejar en el intento de hacerlo. Necesitamos recuperar la libertad y la osadía de ser contemplativas en la acción, contemplativas en la relación, más allá del patriarcado.

Seguimos…

 

Pepa Torres

Cristianisme i justicia, 4 Septiembre 2023 (blog.cristianismeijusticia.net)

 [1] https://redmiriam.blogspot.com/

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La Alegría de creer

Jueves, 31 de agosto de 2023
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Madeleine

Ya que las palabras no están hechas para permanecer inertes en nuestros libros,
sino para tomarlas y correr el mundo en nosotros,
permite, oh Señor, algunas chispas de esa lección de felicidad,
de ese fuego de alegría que encendiste un día en la montaña
nos toquen, nos muerdan, nos atropellen, nos invadan.

Que penetren como “chispas en la hojarasca”
y recorremos las calles de la ciudad acompañando la ola de las multitudes
contagiando la dicha, contagiando alegría.

Porque ya estamos hartos
de todos los heraldos de malas noticias, de tristes noticias:
hacen tanto ruido que ya no resuena tu palabra.

Que nuestro silencio estalle en su ruido, que palpita con tu mensaje.

*

Madeleine Delbrêl

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Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

Domingo, 18 de junio de 2023
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

*

Mateo (9,36–10,8

***

Quien posee tu Espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas […]. <<Id…>>, repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos empuje a pararnos. Nos has elegido para mantener un equilibrio extrańo. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es en movilidad, en ejercicio. Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la ensambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos, a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad. Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos mas próximos, él nos hará servir; amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegaran hasta el final de los tiempos.

*

Madeleine Delbrél,
El pequeño monje. Un cuaderno espiritual,

Turin i99o, 73.7787.88).

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Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde… el Defensor, el Espíritu Santo… será quien os lo enseñe todo

Domingo, 22 de mayo de 2022
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A nosotros van dirigidas estas palabras… Jesús nos envía un defensor que nos irá enseñando todo recordando lo que Él nos ha enseñado…

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“Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que llegar a desarmarse.

Yo he hecho esta guerra durante muchos años. Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado.

Chile Ya no tengo miedo a nada, ya que el Amor destruye el temor.

Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. No estoy en guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas.

Acojo y comparto. No me aferro a mis ideas ni a mis proyectos.

Si me presentan otros mejores, o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar. He renunciado a hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor.

Por eso ya no tengo miedo. Cuando ya no se tiene nada, ya no se tiene temor.

Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, nos da un tiempo nuevo en el que todo es posible.

¡Es la Paz!”

*

Atenágoras I (1886-1972),
patriarca de Constantinopla,

*

(en: OLIVIER CLÉMENT, Dialogues avec le Patriarche Athénagoras I, Éd. Fayard, Paris 1969, p.183. Traducido y ofrecido por Xavier Melloni, en Cetr.)

***

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”

*

Juan 14, 23-29

***

Sin el Espíritu Santo, es decir, si el Espíritu Santo no nos plasma interiormente y si nosotros no recurrimos a él de manera habitual, prácticamente, puede ocurrir que caminemos al paso de Jesucristo, pero no con su corazón. El Espíritu nos hace conformes en lo íntimo al Evangelio de Jesucristo y nos hace capaces de anunciarlo al exterior (con la vida). El viento del Señor, el Espíritu Santo, pasa sobre nosotros y debe imprimir a nuestros actos cierto dinamismo que le es propio, un estímulo al que nuestra voluntad no permanece extraña, sino que la trasciende. Dios nos dará el Espíritu Santo en la medida en que acojamos la Palabra allí donde la oigamos.

Debería haber en nosotros una sola realidad, una sola verdad, un Espíritu omnipotente que se apoderara de toda nuestra vida, para obrar en ella, según las circunstancias, como espíritu de caridad, espíritu de paciencia, espíritu de mansedumbre, aunque es el único Espíritu, el Espíritu de Dios. Todos nuestros actos deberían ser la continuación de una misma encarnación. Sería preciso que entregáramos todas nuestras acciones al Espíritu que hay en nosotros, de tal modo que se pueda reconocer su rostro en cada una de ellas.

El Espíritu no pide más que esto. No ha venido a nosotros para descansar; es infatigable, insaciable en el obrar; sólo una cosa se lo puede impedir: el hecho de que nosotros, con nuestra mala voluntad, no se lo permitamos, o bien no le otorguemos la suficiente confianza y no estemos convencidos hasta el fondo de que él tiene una sola cosa que hacer: obrar. Si le dejáramos hacer, el Espíritu se mostraría absolutamente incansable y se serviría de todo. Basta con nada para apagar un fuego diminuto, mientras que un fuego inflamador lo consume todo. Si fuéramos gente de fe, podríamos confiarle al Espíritu todas las acciones de nuestra ¡ornada, sean cuales sean, y las transformaría en vida-

*

Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore. Frammenti di lettere,
Cásale Monferrato 1994, pp. 43-45, passim

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Claroscuro

Domingo, 27 de febrero de 2022
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*

 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

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El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

*

Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

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“El por qué amamos al padre de Foucauld” de Madeleine Delbrêl

Viernes, 18 de junio de 2021
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Madeleine Delbrel falleció el 24 de octubre de 1964.  Había nacido en 1904. En el “Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld”, hay un artículo muy interesante sobre este aniversario. Henos aquí algunos extractos, traducidos del francés:

“Asistencia social, poeta y mística, Madeleine Delbrel vivió en Ivry-sur-Seine (barriada  parisina, Francia), barriada marxista, tierra de misión, como ella llamaba a Ivry en uno de los títulos de su libro. Ella testifica sin ruido, con algunas compañeras, de su fe cristiana y de su fidelidad a la Iglesia. Con su equipo, lee y relee los escritos de Carlos de Foucauld que están ya publicados, y redacta en noviembre de 1946 un artículo para una revista de los PP. Dominicos”

 He aquí algunos párrafos de ese artículo:

“EL  POR QUÉ AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD

La considerable influencia que el “hombre del desierto” tuvo sobre nuestro tiempo entrenó un buen número de vocaciones contemporáneas. La amplia síntesis que representa su vida explica  por qué  vidas tan dispares pueden reclamarse de él. ¡Por sí mismo él es la reunión de tantos contrastes!

Necesidad incoercible de oración delante de Dios; don sin medida a todo ser que lo solicita. Imitación cándida de la vida en Cristo en Palestina, de sus gestos, de sus actos; conocimiento de su ambiente y adaptación a él.

Amor apasionado del prójimo más próximo; amor fiel a cada instante por la humanidad entera.

Una reconstitución tan tierna de la casa de Nazaret alrededor de una hostia expuesta; ‘recorridos de amistad’ por las pistas saharianas.

Obstinación heroica en una vocación diseñada con dureza; comprensión y preparación de la vocación del otro.

Dedicación al trabajo manual; perseverancia incansable en un trabajo de erudición.

Deseo incesante de una familia espiritual; vocación divina a una soledad de la que la muerte será su culminación.

¡Cómo sorprenderse que tantos que actualmente se entregan a Dios reconozcan su llamada y encuentren su modelo en estos cruces de gracias que fue su vida, cualquiera que sea el modelo de este don.

Del Padre de Foucauld hemos aprendido que, si para darse al mundo entero hay que aceptar de romper tantas amarras para dejarse “llevar”, no es necesario que este dejarse llevar esté contenido entre los muros de un monasterio. Puede hacerse marcando una clausura con piedras secas sobre la arena; puede hacerse en una caravana africana; puede realizarse en una de nuestras casas, en uno de nuestros talleres, mientras se sube una escalera, en un autobús; este dejarse llevar lo encontramos aceptando la estrechez, la incesante clausura del amor del prójimo más cercano. Dar a cada uno de los que nos acercamos la totalidad de una caridad perfecta, dejándose encadenar por esta dependencia constante y devoradora, vivir de forma natural el Sermón de la montaña, eso es dejarse llevar, la puerta estrecha que desemboca en la caridad universal.

Nos ha enseñado a estar perfectamente contentos de ocupar un lugar en este cruce de vida, dispuestos a amar a quienquiera que pase y a través de él todo aquello que, en el mundo, está sufriendo, perdido o en tinieblas. Él nos ha explicado que en su magnífica gratuidad reside la soberana eficiencia y que consentir en no ver nada de lo que hacemos, sino a amar de igual forma y para siempre, es el mejor camino para salvar a alguien, en cualquier lugar de la tierra”

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Madeleine Delbrêl

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Fuente Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld  Nº 153-154, 2004.

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Amar con el corazón

Miércoles, 8 de abril de 2020
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El flujo y reflujo de la caridad entre Dios y los hombres, este amor que el cristiano, solidario con toda la humanidad, recibe de Dios por todos y a todos remite a Dios, este amor y sólo esto es lo que constituye la victoria de Jesucristo, la misión y el esfuerzo de su Iglesia. Los dos polos de este amor son el amor filial a Dios y el amor fraterno con el prójimo.

El amor filial que ansia en cada momento lo que la esperanza espera; que cree tener todo el amor de Dios para amarlo. El amor filial que desea de Dios incesantemente lo que incesantemente recibe de él, que lo desea tanto como el respirar.

El amor fraterno que ama a cada uno en particular. No de cualquiera de cualquier modo, sino a cada uno como el Señor lo ha creado y redimido, a cada uno como Cristo lo ama. El amor fraterno que ama a cada uno como prójimo dado por Dios, prescindiendo de nuestros vínculos de parentesco, de pueblo, raza o simple simpatía. Que reconoce a cada uno su derecho por encima de nosotros mismos.

Sabemos que hay que amar al Señor “con toda el alma” y “con todas las fuerzas”. Pero olvidamos fácilmente que debemos amar al Señor con todo el corazón. Al no recordarlo, nuestro corazón se queda vacío. Como consecuencia, amamos a los demás con un amor más bien tibio. La bondad tiende a ser para nosotros algo externo al corazón. Vemos lo que puede ser útil al prójimo, tratamos de actuar en consecuencia, pero no llega mucho al corazón.

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Madeleine Delbrêl,
Las comunidades según el Evangelio,
Madrid 1998, 88s, passim

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Todos estamos predestinados al éxtasis…

Sábado, 4 de abril de 2020
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Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo, les damos las gracias por pedírnoslo. Si tú deseases, Señor, pedirnos una única cosa en toda nuestra vida, nos dejarías asombrados, y el haber cumplido una sola vez tu voluntad sería el gran acontecimiento de nuestro destino. Pero como cada día, cada hora, cada minuto, pones en nuestras manos tal honor, lo encontramos tan natural que estamos hastiados, que estamos cansados… Y, sin embargo, si entendiésemos qué inescrutable es tu misterio, nos quedaríamos estupefactos al poder conocer esas chispas de tu voluntad que son nuestros minúsculos deberes. Nos deslumbraría conocer, en esta inmensa tiniebla que nos cubre, las innumerables, precisas y personales luces de tus deseos. El día que lo entendiésemos, iríamos por la vida como una especie de profetas, como videntes de tus pequeñas providencias, como agentes de tus intervenciones.

Nada sería mediocre, pues todo sería deseado por ti. Nada sería demasiado agobiante, pues todo tendría su raíz en ti. Nada sería triste, pues todo sería querido por ti. Nada sería tedioso, pues todo sería amor por ti.

Todos estamos predestinados al éxtasis, todos estamos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones para resurgir hora tras hora en tu plan. Nunca somos pobres rechazados, sino bienaventurados llamados; llamados a saber lo que te gusta hacer, llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros: personas que necesitas un poco, personas cuyos gestos echarías de menos si nos negásemos a hacerlos. El ovillo de algodón para zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir, el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que soportar…: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena rivera de tu deseo.

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Madeleine Delbrêl
La alegría de creer,
Santander 1 997, 1 35s.

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Esperar es mucho más que desear

Miércoles, 11 de diciembre de 2019
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Esperar es mucho más que desear, pero nosotros confundimos a menudo lo uno con lo otro. Esperar es aguardar lo que la fe nos hace conocer: se trata, a buen seguro, de cosas oscuras, aunque incomparablemente más plenas. Esperar es aguardar con una confianza ilimitada lo que no conocemos, pero de parte de aquel cuyo amor sí conocemos. Recibimos en la misma medida con la que esperamos. Esperar así es amar, amar con amor de caridad a Dios y a los otros, porque es hacer nuestras las «ideas» de Dios sobre él y sobre lo que cada uno debe recibir de él. O esperar o actuar, según las circunstancias… En ambos casos nos pide el Señor radicalismo, esto es, o esperar a fondo o actuar a rondo. Esperar lo que no depende de nosotros es una buena ocasión para poner en Dios una confianza sin fisura.

       Cuando debemos intervenir en algo que verdaderamente supera nuestras posibilidades, es preciso confiarlo a Dios. Y confiarlo a Dios significa fiarse de él. Para que esta confianza sea real, efectivamente buena, no debemos dejar sitio en nosotros a la inquietud. Lo que el Señor nos pide es creerle Dios, esperar en él, porque él es tan poderoso como Dios. Esperar, de bruces sobre la tierra, inmóviles. Pero esperar con una esperanza vital, indestructible.

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Madeleine Delbrêl,
Indivisibile amore,
Cásale Moni. 1994, pp. 77-79, passim.

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Embarque inmediato. Último aviso a los pasajeros

Martes, 29 de octubre de 2019
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450_1000De su blog Grano de Mostaza:

Me ha ocurrido en dos ocasiones, las dos en el aeropuerto de Roma: estar  esperando la salida de mi vuelo en una puerta de embarque equivocada,  por despiste mío o por  un cambio no anunciado de última hora, y escuchar con  sobresalto mi nombre por los altavoces conminándome a embarcar de inmediato. He recordado la anécdota al saber que un jesuita amigo y admirado, se está muriendo de cáncer y que fue quien me encargó, hace  unos años, escribir algo sobre “acompañar la muerte” en  la revista Manresa  que él dirigía. Y ahora pienso que,  lo mismo que en el aeropuerto hubiera agradecido tener cerca a alguien que me sacara de mi distracción, le deseo de todo corazón que a la hora de esa “salida” tan decisiva como es la final,   pueda contar con buena compañía.

Escribí entonces que los altavoces existenciales nos van avisando con tiempo: “No eres más que una suma de días”, decía Rabi’a,  una mística sufí del s. VIII, “cuando un día se va, con él se va una parte de ti. Y cuando una parte de ti se va, no tardará en irse todo”. Según Epicuro “En todas las demás cosas  es posible procurarse una seguridad pero, a causa de la muerte, los humanos habitamos en una ciudad sin muros”. Y para Madeleine Delbrel “llevamos nuestra muerte empezada y pronto terminada como nuestro propio y definitivo alumbramiento. Pero se trata de nacer bien cada vez que morimos, de nacer un poco cuando morimos un poco, y de nacer mucho cuando morimos mucho. Se trata, en este trato con la muerte, de aprender a tratar con la vida”

A pesar de que solemos vivir ajenos a esos avisos, en algún determinado momento,  tomamos conciencia de  la proximidad de la muerte y nos invade  un sentimiento de alarma que puede desembocar en ese miedo que, según Hebreos, conduce a la esclavitud (cfr. He 2,15). Nos sentimos entonces tan desvalidos  como una “ciudad sin muros” y con dos caminos abiertos ante nosotros: refugiarnos en el Único que puede cobijarnos o  buscar despavoridos falsas protecciones y defensas que, además de no preservarnos de la muerte, nos alejan de la Vida.

Cómo evitar esas trampas, cómo ayudar también a otros a desenredar esa madeja, cómo estar a su lado cuando los muros protectores se agrietan amenazando derrumbamiento y pequeñas muertes empiezan a asomarse por las ventanas.  Otros lo hicieron antes que nosotros: José estaba a la cabecera de Jacob, su padre, cuando este moría (Gen 48,2); Moisés tuvo cerca de él a Josué (Dt 32,44) y cuando Noemí, ya vieja y sola, emprendía el camino hacia su tierra de origen, su nuera Rut  acompañó su retorno. También Jesús en su camino hacia la muerte contó con el apoyo de Simón de Cirene para llegar hasta su final (Mc 15,21).

Quizá lo que nos toca a nosotros es algo modesto: tratar de estar al lado de otros para ayudarles a descifrar los mensajes que llegan desde los “altavoces” y acierten con su verdadera “puerta de embarque”, conscientes al mismo tiempo de que también nosotros estamos en la lista de pasajeros.

Recuerdo el impacto que me produjo en la adolescencia aquella escena de la película “Balarrasa”, de tanto éxito en el medio nacional-católico de entonces: después de un accidente de coche, una mujer agonizaba y decía a su compañero al hacer balance de su vida: “Mira mis manos, están vacías”. Eso desencadenaba la conversión y vocación misionera del protagonista que tomaba la decisión de llegar a la muerte con las manos llenas. Más allá de lo bienintencionado del mensaje, la realidad es que ese camino puede conducir fácilmente al narcisismo o a la autosuficiencia. A la muerte llegamos todos con las manos afortunadamente vacías y tenemos que asumir serenamente esa realidad dejando que sea  Otro quien nos las llene.  Y cultivar ya desde ahora esa convicción  que expresa Erri de Luca: “No es el amante el que conoce el amor sino el amado, el que acepta quedar transfigurado por la visión de los ojos de otra persona”.

 Doy testimonio de que el amigo por el que rezo en estos momentos ha ido ejercitando a  lo largo de su vida la práctica de dejarse mirar así.

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Mariola L. Villanueva, teóloga: “A través de la compasión nos vamos haciendo aquello que acogemos”

Miércoles, 11 de septiembre de 2019
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teologa-Villanueva-Congreso-Juan-XXIII_2156794325_13893290_660x236Testimonios de Etty Hillesum, Madeleine Delbrêl y Dorothy Day en el Congreso de Teología

“A través de la compasión nos vamos haciendo aquello que acogemos”, ha remarcado

Mujeres como Hillesum, Delbrêl o Day hoy estarían en Lampedusa, haciéndose presentes en la crisis de refugiados, que es una crisis humanitaria porque “todo ser humano merece ser recibido”

Como parte de la clausura del “39 Congreso de Teología. Justicia y Compasión en un mundo desigual”, celebrado en la sede de CCOO de Madrid, la teóloga Mariola López Villanueva ha ofrecido esta mañana una ponencia sobre la experiencia de la ternura y la justicia en tres mujeres del siglo XX: Etty Hillesum (1914-1943), Madeleine Delbrêl (1904-1964) y Dorothy Day (1897-1933).

Con una voz dulce y entusiasmada, la periodista y profesora de Teología Bíblica en la Facultad de Granada ha ido entretejiendo las experiencias vitales de las tres “místicas” contemporáneas a través de sus semejanzas: los riesgos que corrieron por ayudar a los demás y esa actitud de “proximidad” y “compasión” con la que atravesaron los problemas de su época.

López Villanueva, también religiosa del Sagrado Corazón, ha afirmado que mujeres como Hillesum, Delbrêl o Day hoy estarían en Lampedusa, haciéndose presentes en la crisis de refugiados, que es una crisis humanitaria porque “todo ser humano merece ser recibido”. Citando al filósofo J. Maria Esquirol y al teólogo Leonardo Boff, ha defendido la acogida y la piedad como únicas herramientas contra el viejo miedo al extraño (xenofobia), invitando a los participantes del congreso a ser conscientes del sufrimiento ajeno.

Hacia una hospitalidad despojada

La teóloga ha introducido al auditorio en los itinerarios de las tres mujeres situándolas en la dureza y el dolor de sus coordenadas. El barrio comunista de París en el que Delbrêl trabajó como asistente social laica en comunidades de obreros. La casa de acogida en la que Day (religiosa, anarquista, activista social) ofrecía café y sopa a la población vulnerable de las barriadas de Nueva York y el campo de exterminio nazi en el que Hillesum fue encerrada en su juventud, por ser judía.

Después de reflexionar sobre la potencia con la que las tres figuras fueron capaces de cuidar de los demás, López Villanueva ha destacado otro de sus valores: la bondad. Aquella a través de la que Delbrêl identificaba a las personas a las que procuraba apoyo como personas, y no como “usuarios”. Aquella que Hillesum irradiaba en Auschwitz, por imposible que parezca, plasmando en el diario que escribía una mirada auténticamente libre de odio: He aprendido que cargando el propio peso uno puede convertirlo en bien“.

Reencontrar un amor personal

Para vivir en una actitud agradecida (“Supe que esa noche rezaría también por ese soldado alemán”, escribió Etty Hillesum), la teóloga ha recomendado a los asistentes al congreso reapropiarse de su ternura y “reconocer que el otro es como yo”. Empatía y ternura, que “es lo que no amenaza”, sino que nos aproxima realmente y, en palabras de Delbrêl, “desplaza algo en nosotros”. “A través de la compasión nos vamos haciendo aquello que acogemos”, ha remarcado López Villanueva.

Delbrêl sufría viendo cómo los que se decían católicos eran los que peor pagaban a los trabajadores de sus fábricas. Day, que estuvo presa en tres ocasiones por luchar contra el racismo, el patriarcado y otras desigualdades del mundo contemporáneo, sufría pensando en los dos lados de una tragedia: en el sufrimiento de la madre de una mujer que ha sido violada, pero también en el de la madre del violador. Y Hillesum sufría contemplando las caras de los otros judíos, que acabarían como ella, que murió en la cámara de gas con solo 29 años. ¿Cómo lograron sonreír frente a tanta barbaridad? Gracias a que leyeron poesía, abrazaron a los demás y, sobre todo, les miraron como a un igual. “Somos miembros unos de otros”, escribió Day, la que más vivió de las tres.

Mariola López ha finalizado su intervención invitando a los participantes a no retener los perfumes que guardan nuestras manos”. A ofrecer nuestros cuidados a los demás sin miedo, tanto en las alegrías como en las penas. Y a dar besos de los que “también se dan con la memoria”.

Fuente Religión Digital

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Inmortalidad

Martes, 3 de septiembre de 2019
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El cristiano cree, gracias a la Palabra de Dios, que el hombre es inmortal, que toda la humanidad está destinada a la eternidad.

El cristiano cree en la resurrección de todos los muertos de la humanidad, de todos los cuerpos. Cree en la humanidad inmortal. Pero cree en virtud de la Palabra de Dios, no de una especie de prestidigitación mágica… y grotesca. Cree en la prolongación de los misterios de la vida más allá de la muerte, en la consumación de la vida mediante la muerte; cree que la misma muerte tiene una razón de ser; cree que la muerte sigue siendo atroz, pero no que sea absurda.

Como todo hombre razonable, el cristiano ve su propia vida, desde el nacimiento a la muerte, como un devenir continuo acompañado de una destrucción continua. Sin embargo, el cristiano cree que en este y por este devenir se consuma la germinación, el desarrollo del hombre inmortal que hay en él, pero que se va haciendo en él cada día y que permanecerá tal como haya llegado a ser, en la eternidad, para la eternidad.

Este hombre inmortal se hace en cada uno a través de sus opciones. Aquello por lo que opta es lo que fija al hombre inmortal en su pleno vigor o en lo peor de la miseria humana. En la hora de su muerte, el hombre se habrá convertido en alguien que vivirá con Dios para siempre o en alguien que existirá lejos de Dios para siempre.

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Madeleine Delbrêl

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Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde… el Defensor, el Espíritu Santo… será quien os lo enseñe todo

Domingo, 26 de mayo de 2019
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A nosotros van dirigidas estas palabras… Jesús nos envía un defensor que nos irá enseñando todo recordando lo que Él nos ha enseñado…

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“Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que llegar a desarmarse.

Yo he hecho esta guerra durante muchos años. Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado.

Ya no tengo miedo a nada, ya que el Amor destruye el temor.

Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. No estoy en guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas.

Acojo y comparto. No me aferro a mis ideas ni a mis proyectos.

Si me presentan otros mejores, o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar. He renunciado a hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor.

Por eso ya no tengo miedo. Cuando ya no se tiene nada, ya no se tiene temor.

Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, nos da un tiempo nuevo en el que todo es posible.

¡Es la Paz!”

*

Atenágoras I (1886-1972), patriarca de Constantinopla,

*

(en: OLIVIER CLÉMENT, Dialogues avec le Patriarche Athénagoras I, Éd. Fayard, Paris 1969, p.183. Traducido y ofrecido por Xavier Melloni, en Cetr.)

***

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”

*

Juan 14, 23-29

***

Sin el Espíritu Santo, es decir, si el Espíritu Santo no nos plasma interiormente y si nosotros no recurrimos a él de manera habitual, prácticamente, puede ocurrir que caminemos al paso de Jesucristo, pero no con su corazón. El Espíritu nos hace conformes en lo íntimo al Evangelio de Jesucristo y nos hace capaces de anunciarlo al exterior (con la vida). El viento del Señor, el Espíritu Santo, pasa sobre nosotros y debe imprimir a nuestros actos cierto dinamismo que le es propio, un estímulo al que nuestra voluntad no permanece extraña, sino que la trasciende. Dios nos dará el Espíritu Santo en la medida en que acojamos la Palabra allí donde la oigamos.

Debería haber en nosotros una sola realidad, una sola verdad, un Espíritu omnipotente que se apoderara de toda nuestra vida, para obrar en ella, según las circunstancias, como espíritu de caridad, espíritu de paciencia, espíritu de mansedumbre, aunque es el único Espíritu, el Espíritu de Dios. Todos nuestros actos deberían ser la continuación de una misma encarnación. Sería preciso que entregáramos todas nuestras acciones al Espíritu que hay en nosotros, de tal modo que se pueda reconocer su rostro en cada una de ellas.

El Espíritu no pide más que esto. No ha venido a nosotros para descansar; es infatigable, insaciable en el obrar; sólo una cosa se lo puede impedir: el hecho de que nosotros, con nuestra mala voluntad, no se lo permitamos, o bien no le otorguemos la suficiente confianza y no estemos convencidos hasta el fondo de que él tiene una sola cosa que hacer: obrar. Si le dejáramos hacer, el Espíritu se mostraría absolutamente incansable y se serviría de todo. Basta con nada para apagar un fuego diminuto, mientras que un fuego inflamador lo consume todo. Si fuéramos gente de fe, podríamos confiarle al Espíritu todas las acciones de nuestra ¡ornada, sean cuales sean, y las transformaría en vida-

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Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore. Frammenti di lettere,
Cásale Monferrato 1994, pp. 43-45, passim

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Claroscuro

Domingo, 3 de marzo de 2019
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*

 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

***

El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

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Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

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Hechos de la tierra como nosotros…

Jueves, 8 de noviembre de 2018
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Recibir el mensaje evangélico en la vida significa dejar que nuestra vida llegue a ser, en el sentido más amplio y real de la palabra, una vida religiosa, una vida referida a Dios, en estrecha relación con él. La revelación esencial del Evangelio es la presencia dominante e invasora de Dios. Se trata de una invitación a encontrar a Dios, y a Dios no se le encuentra más que en la soledad. Esta soledad parece estar negada a aquellos que viven con los hombres. Sería como creer que nosotros podemos entrar en la soledad antes de que Dios nos llame. En realidad, es él quien nos espera. Encontrarle significa encontrar la soledad, porque la verdadera soledad es espíritu, y todas nuestras soledades humanas son sólo un modo de encaminarnos hacia la fe, que es la perfección de la soledad. La verdadera soledad no es la ausencia de los hombres, sino la presencia de Dios. Poner nuestra propia vida frente a Dios, dejar que la noción de Dios transforme nuestra propia vida, significa entrar en una región donde se nos da la soledad.

       Es la altura lo que procura la soledad de las montañas, no el lugar donde se apoyan sus bases. Si el manar de la presencia de Dios en nosotros acaba en el silencio y en la soledad, entonces nos deja en la paz, conscientes de estar profundamente unidos a todos los hombres, hechos de la tierra como nosotros… «Bienaventurado el que recibe la Palabra de Dios y la guarda» (Lc 11,28).

*

Madeleine Delbrêl,
Nosotros, gente de la calle,
Estela, Barcelona 1971.

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Evangelio

Jueves, 16 de agosto de 2018
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Del blog Nova Bella:

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“El evangelio no está para ser leído, sino para hacerlo vida en nosotros.”

“Leamos el evangelio como quien lo lee por primera vez. Como los niños llenos de confianza y que no piden explicaciones; como los ignorantes, que no tienen objeciones que poner; como los amantes, que desean cumplir hasta el deseo más pequeño de aquel a quien aman”

*

Madeleine Delbrêl

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Pequeños ante Dios.

Viernes, 9 de marzo de 2018
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La ley de Cristo sólo puede vivirse por corazones mansos y humildes. Cualquiera que sean sus dones personales y su puesto en la sociedad, sus funciones o sus bienes, su clase o su raza, los cristianos permanecen como personas humildes: pequeños.

Pequeños ante Dios, porque son creados por él y de él dependen. Cualquiera que sea el camino de la vida o de sus bienes, Dios está en el origen y fin de toda cosa. Mansos como niños y débiles y amantes, cercanos al Padre fuerte y amante. Pequeños porque están ante Dios, porque saben pocas cosas, porque son limitados en conocimiento y amor, porque son capaces de muy poco. No discuten la voluntad de Dios en los acontecimientos que suceden ni lo que Cristo ha mandado hacer: en tales acontecimientos, sólo cumplen la voluntad de Dios.

Pequeños ante los hombres. Pequeños, no importantes, no superhombres: sin privilegios, sin derechos, sin posesiones, sin superioridad. Mansos, porque son tiernamente respetuosos con lo creado por Dios y está maltratado o lesionado por la violencia. Mansos, porque ellos mismos son víctimas del mal y están contaminados por el mal. Todos tienen la vocación de perdonados, no de inocentes. El cristiano es lanzado a la lucha. No tiene privilegios. No tiene derechos. Tiene el deber de luchar contra la desdicha, consecuencia del mal. Por esta razón, sólo dispone de un arma: su fe. Fe que debe proclamar, fe que transforma el mal en bien, si sabe acoger el sufrimiento como energía de salvación para el mundo; si morir para él es dar la vida; si hace suyo el dolor de los demás. En el tiempo, por su palabra y sus acciones, a través de su sufrimiento y su muerte, trabaja como Cristo, con Cristo, por Cristo

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Madeleine Delbrél,
La alegría de creer, Santander 1997.

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Recordatorio

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