Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Madeleine Delbrel’

Liturgia de los sin oficio

Lunes, 25 de julio de 2016
Comentarios desactivados en Liturgia de los sin oficio

Eb-59-13

Nos has traído esta noche
a este café llamado
Claro de luna,
donde has querido ser Tú en nosotros
durante algunas horas esta noche.
Has querido encontrar
a través de nuestras miserables apariencias,
a través de nuestros ojos que no saben ver,
a través de nuestros corazones que no saben amar,
a todas estas personas
que han venido a matar el tiempo.

Y porque tus ojos despiertan en los nuestros,
porque tu corazón se abre en nuestro corazón,
sentimos cómo nuestro débil amor
se abre en nosotros como una rosa espléndida,
se profundiza como un refugio inmenso y acogedor
para todas estas personas cuya vida palpita en torno nuestro.

Entonces el café ya no es un lugar profano,
un rincón de la tierra que parecía darte la espalda.
Sabemos que por ti nos hemos convertido
en un centro de carne,
en un centro de gracia,
que le obliga a girar en torno a él,
a orientarse a pesar suyo,
en plena noche,
hacia el Padre de toda vida.

En nosotros se realiza el sacramento de tu amor.
Nos unimos a ti
con toda la fuerza de nuestra oscura fe;
nos unimos a ellos
con la fuerza de este corazón que late por ti;
te amamos,
los amamos,
para que de todos nosotros se haga una sola cosa.
Atrae todo hacia ti en nosotros…

Atrae al viejo pianista que olvida dónde se encuentra
y toca por el placer de tocar bien,
a la violinista que nos desprecia y vende cada golpe de arco,
al guitarrista y al acordeonista
que hacen música sin saber amarnos.
Atrae a este hombre triste que nos cuenta historias
supuestamente alegres;
atrae al bebedor que baja tambaleándose
la escalera del primer piso;
atrae a estos seres desplomados, aislados detrás de una mesa
y que sólo están ahí por no estar en otro sitio;
atráelos en nosotros para que aquí te encuentren,
a ti, el único con derecho a tener piedad.
Dilata nuestro corazón para que quepan todos;
grábalos en ese corazón
para que queden inscritos en él para siempre.

de-tal-padre-tal-hijo-11-730x548

Luego
nos llevarás a una plaza atestada de barracas de feria.
Será media noche o aun más tarde.
Sólo se quedarán fuera aquellos cuyo hogar es la calle,
cuyo taller es la calle.
Que los estremecimientos de tu corazón oculten los nuestros
bajo el pavimento
para que sus tristes pasos anden sobre nuestro amor,
y nuestro amor les impida hundirse aún más
en la espesura del mal.

Alrededor de la plaza estarán
todos los vendedores de ilusiones,
los vendedores de falsos miedos, de falsos deportes,
de falsas acrobacias, de falsas monstruosidades.
Venderán sus falsos medios de matar el verdadero hastío
que hace parecerse a todas las caras sombrías.
Haznos exultar en tu verdad y su sonrisa
con una auténtica sonrisa caritativa.

0302161acbfe264med

Más tarde,
tomaremos el último metro.
Habrá gente durmiendo.
Estarán marcados por un misterio de pesar y pecado.
Sobre los bancos de las estaciones casi desiertas,
obreros mayores, agotados, sin fuerzas,
esperarán que los trenes se detengan
para trabajar en la reparación de las avenidas subterráneas.

Y nuestros corazones irán dilatándose,
cada vez más abrumados
por el peso de los múltiples encuentros,
cada vez más abrumados por el peso de tu amor,
Llenos de ti,
poblados de nuestros hermanos los hombres.

Porque el mundo no siempre es un obstáculo
para orar por el mundo.
Si algunos deben abandonarlo para encontrarlo
y alzarlo hacia el cielo,
otros deben sumirse en él
para alzarse,
pero con él,
al mismo cielo.
En lo profundo de los pecados del mundo
les das una cita,
sumidos en el pecado
viven contigo un cielo que les arrastra y desgarra

Mientras tú sigues visitando en ellos la lúgubre tierra,
ellos,
contigo, suben al cielo,
están condenados a una penosa asunción,
envueltos de barro, abrasados por tu espíritu,
unidos a todos,
unidos a ti,
encargados de respirar en la vida eterna
como árboles por sus raíces enterradas.

*

Madeleine Delbrêl.
Meditación escrita hacia los años 1945-1950.

1ª imagen de Jeanloup Sieff.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

Madeleine Delbrel: El Evangelio en los barrios obreros de París

Lunes, 25 de julio de 2016
Comentarios desactivados en Madeleine Delbrel: El Evangelio en los barrios obreros de París

MadeleineDelbrel_AuAhora que estoy leyendo su libro “Nosotros gente común y corriente“, quiero compartir la biografía y espiritualidad de una gran mística moderna metida en el corazón de los barrios obreros de París, laica, asistente social, Sierva de Dios desde 1996 y que pronto podría ser beatificada: Madeleine Delbrêl

Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan, pequeña ciudad de Francia. Fue hija única de una familia de la pequeña burguesía. Heredó de su padre el dinamismo, el sentido de la organización y el don de la comunicación; y de su madre, la sensibilidad, la firmeza y el encanto cautivador.

Su padre fue ferroviario. Por eso, la familia hubo de trasladarse de un lugar a otro; la educación de Madeleine iba siendo confiada a profesores particulares. Fue iniciada en el cristianismo en la adolescencia e influenciada por los ambientes literarios y filosóficos en los que su padre la introdujo. Se dejó seducir por el ateismo y el positivismo.

Las consecuencias desastrosas de la primera guerra mundial la llevaron a dudar de la existencia de Dios. A sus 17 años reflexionaba sobre cuestiones existenciales; escribió entonces: “Alguien dijo, Dios ha muerto. Y, si es una verdad, hemos de tener la honestidad de no vivir en adelane como si Dios estuviera vivo… Dios era eterno. Hoy lo único eterno es la muerte… Es más convincente agotar la propia inquietud en la secuencia de los placeres inmediatos….”.

Madeleine, por ello, danzaba, saltaba, vivía con un intenso amor por la vida. Se sentía libre, apasionadamente libre. Asistió a cursos de Historia y Filosofía en la Sorbona, donde sobresalió por su profunda capacidad de análisis. A los 18 años conoció a un impetuoso, alegre y pensativo universitario, Jean Maydieu. Se enamoraron y proyectaron casarse. Pero, de impriviso él la abandonó para entrar en el noviciado de los Dominico. Este encuentro y ruptura con Maydieu le hicieron a Madeleine confrontar su ateismo con las certezas de fe de este hombre. En este tiempo su padre enfermó y se quedó ciego. Su madre trabajaba en exceso. Madeleine se preguntó: ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Cómo es que alguien puede preferir a Dios sobre cualquier otra cosa? Decidió entonces cambiar de perspectiva en su búsqueda de Dios.

“¿Y si Dios existiese?. Decidí rezar… Después, reflexionando , encontré a Dios; rezando sentí que Dios se encuentra conmigo y que Él es real y vivo, que puede ser amado como se ama a una persona”.

Emprendió entonces Madeleine su camino de conversión:

“… El mundo entero me parecía pequeño e irracional y el destino de los hombres, estúpido y malo. Cuando supe que existías, te agradecí que me hubieras hecho vivir”

Madeleine descubrió su vocación de cristiana en la ciudad, de misionera sin barcos. El desierto urbano se convirtió en un espacio de contemplación, las calles de la ciudad en su campo de misión.

Con un grupo de amigas, Susana y elena, Madeleine inicia un proyecto innovador y profético: laicas consagradas, inserta en el mundo y libres de estructuras rígidas. Iniciaron un proyecto de vida comunitaria el 15 de octubre de 1933 en Ivry, polígono industrial al sur de París,ciudad declaradamente comunsta, llena de problemas como la tuberculosis, el alcoholismo, el desempleo. Ellas quería “testimoniar que la caridad de Jesús no tiene laintención de parar a nadie en el camino”. Quiere la libertad de vivir junto a la gente, participando de las actividades pasorales de l parroquia, quieren estar junto a quienes sufren y están desesperados.

Ivry-sur-Seine es una barriada obrera en la periferia sur de París que en aquel tiempo pasaba por ser la “capital” del comunismo francés. Allí vivía Maurice Thoréz, el famoso jefe del comunismo francés. Allí se queda Madeleine Delbrel a lo largo de 30 años, hasta su muerte. Es una cristiana convertida a los veinte años, que llevada por su pasión misionera opta por salir a mar abierto; quiere evangelizar el mundo obrero. Madeleine, sin abandonar el estado laical, se consagra a Dios con el voto de castidad y va a vivir a Ivry con unas compañeras que también son asistentes sociales y viven de su trabajo. El alcalde comunista la pone al frente de los servicios sociales de la comuna. Durante la Segunda Guerra Mundial tiene a su cargo la dirección de todos los servicios sociales del departamento; una vez finalizada la guerra, el alcalde le pide que siga.

En el cinturón obrero de Ivry Madeleine queda impactada frente a la miseria de las clases sumergidas, a la injusticia social, a la desocupación, a las condiciones inhumanas de trabajo (12 horas por día en la fábrica y toda la semana, con excepción del domingo), a la falta total de previsión social.. Esto la obliga a orar de otra manera, partiendo de la realidad; a leer el Evangelio “desnudo, crudo, orado”, como ella decía (“no sé cuantas veces he leído los evangelios de arriba a abajo; al Evangelio hay que leerlo todos los días como se come el pan…“). Al comienzo encuentra hostilidad y pedradas. Pero poco a poco descubre en los comunistas “generosidad, desinterés, sacrificio”. Ella afirma: “El marxismo es una doctrina sin corazón”. Pero a la vez sabe que los comunistas son personas y tienen un corazón; por lo tanto hay que amarlos. Ella jamás “excomulgó” a los comunistas, sin por ello dejar de denunciar sus errores.

A Madeleine le preocupaba la ausencia y el silencio de la Iglesia; que los empresarios católicos dueños de las fábricas de Ivry y bienhechores de la parroquia, fueran los que peor trataban a los obreros; que las comunidades parroquiales vivieran encerradas en sí mismas. Ella observaba como en los ambientes cristianos tradicionales se había llegado a cambiar la Fe por una simple “creencia en Dios” y los valores cristianos por las que son las virtudes de las “personas honradas”. Madeleine deseaba que los cristianos fueran “personas para las que Dios es suficiente, en un mundo en el que Dios parece no servir para nada”; personas capaces realmente de amar.

En la Iglesia de aquel tiempo había un enorme muro que separaba a la Iglesia del pueblo, a los creyentes de los ateos, a los católicos de los comunistas. Madeleine quiere derribar ese muro y por eso cruza la frontera pasando al otro lado. No lo hace con el afán de convertir a nadie; ella quiere dar testimonio del amor de Dios, hasta llegar a levantar las montañas de la desconfianza y voltear los muros del odio. “Lo que yo quería era poder vivir codo a codo con la gente del pueblo, con el mismo almanaque, con las mismas preocupaciones, los mismos relojes”. Su gran preocupación era que la Iglesia “se presentara amable y cordial a los ojos de los que no la conocen. Y no con una supuesta caridad indescifrable”. Fue pionera de ese fenómeno profético que en América Latina hoy se ha llamado “inserción en los medios populares” de parte de los religiosos y de la Iglesia en general.

Pero Madeleine no se conforma con un simple testimonio y le repite a sus compañeras una consigna de san Pablo: “No hay que avergonzarse del Evangelio”. Ella se presenta como cristiana que colabora con los marxistas en objetivos comunes pero sin vínculos orgánicos y manifestando claramente sus convicciones; justamente esto hace que se gane mayormente el aprecio y la amistad de muchos militantes comunistas. El libro: “Ciudad marxista, tierra de misión”, Madeleine lo dedicó al alcalde marxista de Ivry, Venise Gosnat, con el cual había hecho por muchos años un enorme trabajo social, sobre todo en los terribles días de la guerra bajo los bombardeos. “A Venise Gosnat, del cual soy una mala alumna en marxismo, pero también una amiga fiel, respetuosa de su bondad y de su generosidad concreta, ofrezco de corazón este libro, segura de que, aunque no lo apruebe, lo comprenderá”. El amigo leyó y releyó el libro y le contestó agradecido: “A pesar de las diferencias ideológicas , como amigo le aseguro que la comprendo. La he visto luchar en situaciones dramáticas. Conozco su sinceridad y bondad y lo que más la caracteriza: un amor sin límites para con su prójimo. Somos entonces amigos y enemigos al mismo tiempo; realmente me ha puesto en un lío. El ‘profesor’ no olvidará de todas maneras la calidad de corazón y la delicadeza de su ‘mala alumna en marxismo’”.

A quienes la acusaban de dialogar con los comunistas ella respondía:

Jesús nunca dijo: amarás a tu prójimo como a tí mismo, excepto a los comunistas…. mi prójimo inmediato son los comunistas”

“Jesus no nos dejó la obligación de convertir, de transmitir la fe. Ésta es una misión que Él se reserva para sí mismo. El único testimonio que Él exige de nuestra vida es que nos amemos entre nosotros. Sin este aor, los hombres no nos reconocerán como sus mensajeros. El apostolado que Jesús nos dejó fue el de anunciar la fe, repetir y proclamar aquello en lo que creemos y que Él nos enseñó. No somos responsables de la incredulidad de nuestro prójimo; pero sí somos responsablers de su ignorancia” (Madeleine Delbrêl, Conferencia a los Estudiantes, UNESCO, 1961)

Esta coexistencia, hasta fraternal, con los marxistas, tenía límites infranqueables: “Me he rehusado trabajar con ellos cuando había que ir en contra de mi conciencia; cuando ha habido necesidad, siempre he recurrido a las palabras de Cristo que rechaza el odio y la violencia“. Madeleine se había anticipado a las palabras famosas de Juan XXIII que invitaba a no confundir el error con el que erra y a “subrayar lo que une a los hombres para hacer junto a ellos, todo el camino posible“( de un discurso de 1961).

El drama de los Curas Obreros

En Ivry, Madeleine ayuda a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, vengan de donde vengan. Se la encuentra respaldando a los exiliados antifranquistas españoles; es ella quien se presenta al presidente de la República, Vicent Auriol, liderando un comité popular de Ivry para pedir la excarcelación injusta de Juan Grant y la obtiene, y la que va con una delegación a ver al cardenal de París para defender a los exiliados. Eran los años de la “Misión de France“. Ésta había nacido en el corazón del cardenal Emmanuel Suhard de París que también había lanzado el mismo grito de Madeleine: “Hay un muro que separa a la Iglesia del pueblo” (cada vez más descristianizado). Suhard convence a los obispos de Francia para que envíen sacerdotes a un Seminario Nacional en Lisieux para la reevangelización del pueblo; la “Misión de France” nace en 1942. Al año siguiente, el abbé Godin lanza su famoso libro: “Francia:¿tierra de misión?“. A fines de ese mismo año (1943) empieza la experiencia de los “curas obreros”. Madeleine acompaña con entusiasmo esta experiencia que ella vive desde hace tiempo. Es invitada a dar charlas y cursos. Tenía 40 años y un joven sacerdote recuerda el impacto de sus palabras, sobre todo porque salían de una mujer laica.

Es sabido cómo terminó la experiencia de los curas obreros. El 6 de setiembre de 1953 el Seminario Nacional de la “Misión de France” (con 244 seminaristas) debe cerrar sus puertas por orden del Vaticano y los curas obreros dejar su trabajo en las fábricas. Sólo la mitad de los curas obreros obedece. Madeleine invita a la obediencia, aun si “comprender esta lluvia de disposiciones negativas, resulta difícil”. E invita a la autocrítica; para ella “no se supo tener en cuenta los peligros de esta experiencia” y finalmente llega a la conclusión de que “a los curas obreros les ha faltado la base fundamental de la oración. Han querido ser como un obrero más sin anunciar el Evangelio; y a la fe no hay que ostentarla, pero tampoco ocultarla”. Aun así ella trata de hablar, salvar lo que es posible, relanzar la experiencia sobre nuevas bases; por eso recibe críticas y calumnias, hasta se le llega a negar la comunión. Ella no se desanima y , gracias a una donación, hace una peregrinación de oración a Roma en tren. Llega a la estación de Roma por la mañana y en seguida va a la basílica de San Pedro donde reza durante nueve horas “a corazón perdido”; la misma noche retoma el tren para París. Ella quiere ser fiel a la Iglesia y reza por ella desde el corazón de la misma, apoyada a una columna frente a la tumba de San Pedro y al altar del Papa.

Fue como una tormenta en la vida de Madeleine. Pero pasó. Y al poco tiempo tuvo la felicidad de tener una entrevista con el papa Pío XII y recibir un amplio y fraterno apoyo por parte del card. Veuillot y del card. Montini. Un gran amigo de Madeleine fue el p. Jacques Loew, un cura obrero que trabajaba de descargador en el puerto de Marsella y que había obedecido con prontitud al Papa. El p. Loew, que se transformó después en un gran maestro de espiritualidad, dijo de Madeleine que era una “mujer teologal” y la incluyó en su famoso libro: “En la escuela de los grandes orantes”. Madeleine quería vivir “con las manos agarradas a la persona de Nuestro Señor y los pies bien plantados en medio de la muchedumbre de los que no creen“. Para ella “la oración es el bien más grande que se puede hacer al mundo; en nuestra sociedad se precisan hombres de adoración, que arranquen todos los días un tiempo para la oración”. En su comunidad, además de la misa en la parroquia, había tres horas de meditación diaria y oración, desde las primeras luces del alba. En 30 años Madeleine no se tomó un día de vacaciones, pero encontraba todos los días un largo tiempo para orar.

Su pensamiento sobre el tema de la espiritualidad laical se refleja en cantidad de escritos que han tenido una enorme difusión en estos años, sobre todo en sus tres libros póstumos: “Nosotros, gente de la calle”, “El gozo de creer”, “Comunidades según el Evangelio”. Para ella Dios se revela en la vida cotidiana, en donde Él nos ha puesto, en la calle. Ella es una maestra de la oración para la gente trabajadora, para los que no tienen tiempo para rezar. “Hay que aprender a estar solos con Dios cada vez que la vida o la jornada nos reserva una pausa, y no malgastarla: en el metro, en un café, en un comercio, esperando el bus, en la cocina…”. Maravillosa es su oración: “Liturgia de los sin oficio”, donde resalta el poder de la oración de intercesión del cristiano común. En el mismo sentido, toda ocasión también es buena para amar. Para ella “cada mañana Dios nos ofrece una jornada entera preparada por Él mismo; no hay nada de más ni nada de menos, nada inútil. Esta jornada es una obra maestra que Dios nos pide que vivamos. Cada minuto de la jornada permite a Cristo vivir a través de nosotros en medio de los hombres”. Según ella, son “las paciencias” de todos los días, las que construyen la santidad; es haciendo nuestros “minúsculos deberes” que encontramos “las chispas de la voluntad de Dios”. Ella invita al cristiano laico a “quitarse las sandalias porque la tierra que pisa todos los días es tierra santa y allí está Dios escondido detrás de la zarza“.

Madeleine muere el 13 de octubre de 1964 durante el Concilio. Aquel día en el aula conciliar, un laico, presidente de la JOC internacional, toma la palabra por primera vez frente a toda la Iglesia y lo hace en nombre de los trabajadores cristianos que viven y luchan en las fábricas y en los barrios obreros de las grandes ciudades.

Primo Corbelli

Para saber más puede visitarse la página de la Association des Amis de Madeleine Delbrêl

Madeleine

***

Biblioteca, Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

La gente corriente

Miércoles, 25 de mayo de 2016
Comentarios desactivados en La gente corriente

Del blog Pays de Zabulon:

gens-ordinaire_by_Maika-Elan-768x512

Nosotros, gente de la calle.

Hay gente a la que Dios toma y pone aparte.
Pero hay otros a los que deja
en medio de la multitud,
“sin retirarlos del mundo”.

Hay gente que realiza un trabajo ordinario,
que tiene una familia ordinaria,
que vive una vida ordinaria de solteros.
Gente que tiene enfermedades ordinarias
y lutos ordinarios.

Es gente de la vida ordinaria.
Gente con la que nos encontramos en cualquier calle.
Esos aman la puerta que da a la calle,
lo mismo que sus hermanos invisibles al mundo
aman la puerta que se ha cerrado defintivamente sobre ellos.

Nosotros, gente de la calle,
creemos con todas nuestras fuerzas que esta calle,
este mundo en donde Dios nos ha puesto,
es para nosotros el lugar de nuestra santidad.

*

Madeleine Delbrêl
Nosotros gente Corriente

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

La calle

Lunes, 23 de mayo de 2016
Comentarios desactivados en La calle

Del blog Nova Bella:

13012755_1107200782677167_6602867449125039389_n

 

“Empieza un día más. Jesús quiere vivirlo en mí. No está encerrado. Conmigo está entre los hombres de hoy. Jesús no ha dejado de ser enviado a todas partes. Nosotros no podemos dejar de ser en cada instante los enviados de Dios al mundo. Jesús no deja de ser enviado en nosotros, a lo largo de este día que comienza, a toda la humanidad de nuestro tiempo, de todos los tiempos, de mi ciudad y del mundo entero.”

*

Madeleine Delbrêl

Bazar-1-1

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

La vida que no puede pararse …

Miércoles, 30 de marzo de 2016
Comentarios desactivados en La vida que no puede pararse …

Del blog Pays de Zabulon:

Thomas-Millet-Resurrection

El reino de Dios traspasa el mundo

Lo que quiero deciros,
ya lo sabéis como yo lo sé
pero no lo sabemos bastante ni vosotros ni yo.

Es lo que hace el fondo de nuestra vocación cristiana.

Lo que nos será recordado esta noche,
es que Cristo sobre la cruz nos ha dado su vida,
es que sabremos mejor esta noche que esta vida que él nos ha dado
es una vida que ha atravesado la muerte y la ha vencido,
que es la vida resucitada, que es la vida eterna.

Es que esta vida
es la misma que brota de Cristo para salvarnos
como brota sin cesar para seguir creándonos.

Es que esta vida no se puede parar
y, sumergidos por ella,
tenemos que salvar por ella, en ella, con ella.

Pero ya ves,
cuando el reino de los cielos quiere traspasar el mundo
cuando el amor de Dios quiere buscar a alguien que se perdió,
cuando ese alguien es una multitud,
lo que es mucho más importante,
esto es lo que somos, mucho más de lo que uno es;
cómo se hace, mucho más de lo que hacemos.

Para vivir y seguir al Señor Jesús
en las circunstancias de la gente de hoy
hacen falta las mismas cosas esenciales que en todos los tiempos,
sólo es diferente el choque producido entre estas cosas y el mundo.

Puede ser un comerciante de pescado o farmacéutico o empleado de banco;
puede ser un hermanitoo del padre de Foucauld o hermanita de la Asunción;
puede ser guía o jocista …  cada uno en su sitio …
Pero es un lugar al que no se puede cortar, que es para todos nosotros:
– Servir al Señor en primer lugar como un Dios que lleva el mundo;
– Amar al Señor más que nada como un Dios que ama a los hombres;
– Amar a cada ser humano hasta el final;

– Amar a todos los hombres hasta el final porque el Señor los ama y como Él ama.

Y en este sitio, si no somos ingratos… ni idiotas… acostumbrarnos a esta posibilidad prodigiosa que es la nuestra: creer en el Dios vivo que nos ama y poder amarLe amando a los demás como Él nos ama.

*

Madeleine Delbrêl
(a los jóvenes, en el curso de una vigilia pascual)

MadeleineDelbrel_Au

***

Fuente texto: Association des amis de Madeleine Delbrêl
Fuente foto:Thomas Millet – Sans gravité (auto-portraits)

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

El silencio.

Domingo, 13 de abril de 2014
Comentarios desactivados en El silencio.

Del blog de la Communion Béthanie:

6a00d8341c2ca253ef013484a7739f970c-400wi

¿Por qué el viento en los pinos, la tempestad sobre la arena, la borrasca sobre el mar tendrían que estar  en silencio y no el apisonamiento de las máquinas en el taller, el estruendo de los trenes en la estación, el ruido de los motores en la encrucijada?

Estas son aquí como allí como las grandes leyes que juegan, rumor de la creación que nos aprieta.

¿Por qué el canto de una alondra en los trigos, el crujido de los insectos por la noche, el zumbido de las abejas en el tomillo alimentarían nuestro silencio y no los pasos de la muchedumbre en la calle, las voces de las mujeres en el mercado, los gritos de los hombres en el trabajo, la risa de los niños en el jardín, las canciones que salen de los bares?

Todo es ruido de las criaturas que se adelantan hacia su destino, todo es eco de la casa de Dios ordenado o en desorden, todo es señal de la vida al encuentro de nuestra vida.

El silencio no es una evasión, sino  encuentro de nosotros mismos en el interior de Dios.

El silencio no es una culebra que a la que ahuyenta el menor ruido, es una águila de fuertes alas que sobrevuela la algazara de la tierra, los hombres y el viento.

*

Madeleine Delbrel

le-silence

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

Recordatorio

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Yo, por supuesto, a petición de los autores, eliminaré el contenido en cuestión inmediatamente o añadiré un enlace. Este sitio es gratuito y no genera ingresos.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un lugar de entretenimiento. La información puede contener errores e imprecisiones.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.