Resumen de la charla “Religions o espiritualitat”, en el transcurso del acto “Homosexualidad y religiones: perspectiva y diálogo”, organizado por el Circuit Festival en Barcelona, 4 de agosto de 2016
Nuestra naturaleza espiritual
Las personas con diversidad de género (LGTBI…) hemos sido y aún somos rechazadas por las distintas religiones. Por esto muchas personas LGTBI… han querido romper con las religiones en las que se han educado. Pero lo que hemos hecho ha sido tirar a la criatura junto con la palangana del agua bautismal. Con ello hemos dado la espalda a nuestras naturalezas espirituales juntamente con las religiones que hemos debido abandonar para aceptar nuestra naturaleza sexual.
Contrariamente a lo que hemos hecho creo que debemos reivindicar nuestras naturalezas espirituales, porque la vida espiritual es una parte más de la experiencia humana. Debemos descubrir, rediseñar o reinventar formas de expresar nuestra espiritualidad. Porque ser espiritual puede ser radicalmente distinto que ser religioso.
La espiritualidad es aquello que nos permite una conexión espiritual con algo más grande que nosotros, a quien podemos denominar Dios, Diosa, Espíritu, Universo, Tao, Allah, Buda, Poder altísimo, Ser superior o de mil otras formas.
La religión para muchos y muchas sugiere manipulación social e histórica, abuso de poder y de riqueza. Huele a política y a mentiras.
Hay pruebas que antes de la irrupción del patriarcado, las personas con diversidad de género formaban parte de las estructuras religiosas, en las que a menudo asumían en ellas roles de liderazgo espiritual. En las sociedades tribales que denominamos primitivas y en algunos pueblos indígenas esto es así aún hoy en día.
Creo que es necesario que aprendamos de estas tradiciones y que reivindiquemos nuestro derecho innato a la experiencia espiritual y a reinventar su expresión. Debemos buscar más profundamente de lo que nunca hayamos hecho y llegar más arriba de lo que nunca hayamos llegado para descubrir quiénes somos realmente, qué hacemos en este planeta y qué podemos aportar.
Miremos pues a lo largo de la historia quiénes hemos sido y qué roles hemos representado: puentes entre el mundo masculino y femenino, transitadores entre el mundo de la materia y del espíritu. Mencionemos algunos de ellos: agentes de transformación, catalizadores, reformadores, iniciadores e movimientos sociales, fomentadores del progreso de la sociedad. Marginados, espejo externo de la sociedad, reflejo de la diversidad y ayuda a la sociedad para determinar, desde el margen, sus límites y sus fronteras. Exploradores de la conciencia, aquellos que van delante y asumen riesgos, que descubren nuevos caminos, que buscan nuevas respuestas, exploradores que van delante para ver qué hay más allá. Clowns sagrados y jóvenes para siempre, de espíritu “gai” (“alegre” en provenzal) y joven, encarnaciones de un espíritu de humor y de juventud, ofreciendo con estas cualidades al mundo entretenimiento, apoyo y un sentido refrescante de alegría. Guardianes de la belleza, llegando a lo sagrado, creadores, promotores y apoyadores de la belleza y del arte en el mundo. Cuidadores, aquellos que cuidan de los demás. Mediadores, personas “entre”, entre masculino y femenino, entre dentro y fuera, entre arriba y abajo. Chamanes y sacerdotes, funcionarios sagrados. (De esto puede dar fe el altísimo número de homosexuales en estructuras religiosas como el Vaticano, por ejemplo). Andróginos divinos, desempeñando un rol evolutivo. Guardianes o custodios de las Puertas.
Religión y espiritualidad
Veamos ahora algunas diferencias entre religión y espiritualidad. A menudo se ha vinculado la espiritualidad con la religión (jerarquía establecida, organizada, que controla, con un código moral restrictivo, punitivo y autoritario). Por ello, como hemos dicho, muchas personas LGTBI, conscientes del trato que reciben en muchas religiones organizadas, huyen cuando oyen la palabra espiritualidad.
Pero las religiones de odio, de poder, codiciosas y torturadoras, que intentan controlar, convertir, excluir, condenar y juzgar no son sino aberraciones de la verdadera religión. Recordemos cómo la palabra religión proviene de tres palabras en latín: “religare”, “relegere” y “reelegere”. Que significan, respectivamente, “religarse”, “releer” o “reinterpretar” y “volver a elegir”. “Religarse” con la divinidad, con la fuente última de las cosas y con la comunidad,” reinterpretar” los textos y los acontecimientos a la luz de esta divinidad y “volver a elegir” el camino de la unidad y del amor. A presar de ello, estos significados pueden comportar un sentido incómodo de restricción.
En contraste, la palabra espiritualidad proviene de la palabra latina “spirare”, que significa “respirar”, “soplar”, que dan sensación de vivificar, de dar energía, sin límites, de dejar fluir el aliento de la gracia.
Se puede ser espiritual y pertenecer a una religión organizada, pero también se puede ser espiritual sin suscribir ninguna doctrina sistemática. Y también se puede ser religioso, adherido a un sistema estructurado de dogma y estar totalmente desvinculado de la propia espiritualidad. La diferencia, según Mathew Fox, sería el anhelo, el deseo, ya que la espiritualidad deja sitio al anhelo y al deseo por la Divinidad, para llegar hasta ella.
La religión se preocuparía por uno mismo y por las formas sociológicas y sucumbiría a las sombras de las instituciones. La espiritualidad, en cambio, se relaciona con el temor y la sorpresa, con el asombro de que hablan las personas místicas, con el dolor y el dejar ir, con la creatividad y el dar a luz, con la compasión entendida como trabajo por la justicia, con la celebración.
Cuando la religión consigue abrazar estos elementos como esenciales para su presencia en el mundo, está haciendo su trabajo real, que es, como hemos dicho, conectar a la gente con su Fuente real.
La espiritualidad tendría más que ver con la inclusión que con la exclusión. Sería “tu forma de ver el mundo y de relacionarte con el Misterio Divino o la Fuerza Universal”, según algunos autores. La espiritualidad, pues, desarrollaría una auténtica relación con la divinidad, derrumbaría los condicionamientos sociales y reimaginaría a Dios más allá de las construcciones de género.
Algunos autores dicen que “la religión va de instituciones, y no ha sido buena ni para las mujeres ni para la gente de color, ni para los gais y las lesbianas.” “La espiritualidad está conectada con la experiencia de la maravilla, de la reverencia, sea como sea que la definas, y sea donde sea que lo encuentres: ya sea en el océano, en el sexo o en lo que sea, la reverencia es la clave de la espiritualidad. La religión se limitaría a dar una estructura, un lenguaje y un calendario para ayudarnos a expresar esta reverencia.
Las religiones tienden a considerarse intermediarias con la divinidad, y establecen jerarquías elaboradas de sacerdocios. Pero los intercesores pueden llegar a impedir el acceso directo a la divinidad, y pueden generar una cierta dependencia, tal como sucede con algunas jerarquías, que dan un falso confort y una falta de iniciativa, que hacen creer a sus fieles que todo lo que deben hacer es estar al lado de su “padre” para encontrar la iluminación. Este tipo de relación elimina cualquier responsabilidad para establecer una relación personal con la divinidad.
Diríamos que la religión intenta hacer de ti aquello que no eres, mientras que la espiritualidad intenta hacer de ti aquello que eres realmente. O también que la espiritualidad va de paisajes interiores más que de viajes exteriores.
La espiritualidad da un sentido profundo de identidad y un contexto para toda la vida en lo que respecta a las grandes preguntas existenciales. La religión es a veces nuestro enemigo, pero nuestra espiritualidad no puede ser nunca colonizada: no nos pueden quitar nuestro sentido de ser.
Así pues, hasta que alguien no reivindique la palabra religión y la purifique de su carga negativa, es mejor que trabajemos con la espiritualidad.
Elegir un camino espiritual
Veamos ahora qué debe buscar una persona LGTBI cuando quiera escoger un camino espiritual.
En primer lugar, conectar con un grupo o una tradición que por lo menos intente entendernos. En segundo lugar que no nos excluya o que no tenga normas distintas para nosotras. En tercer lugar qu podamos encontrar abertura, amistad y apoyo. En cuarto lugar que nos proporcione sostenimiento espiritual y oportunidades para descubrir nuestra esencia y llegar a ser mejores seres humanos. En quinto lugar, que nos ofrezca un sentido de comunidad y que nos anime al servicio de la donación desinteresada. En sexto lugar que nos ayude a crear un contexto para nuestras vidas, un sentido de la cosmología, de pertenecer a algo más grande que nosotras mismas. En séptimo lugar, que nos genere un sentido de responsabilidad para con los demás, de cuidado para con los demás y para con la Tierra. En octavo lugar, que no nos niegue nuestra esencia ni nos considere de segunda clase. En noveno lugar, que no nos juzgue o intente cambiarnos o curarnos. Y finalmente, que sea receptivo a nuestra perspectiva y a los dones únicos que tenemos para compartir.
Hay muchos caminos para escoger. Da igual qué camino o qué combinación de caminos, porque el destino es el mismo: el crecimiento espiritual, el restablecimiento del sentido de conexión con la divinidad, llegar a ser mejores seres humanos, el redescubrimiento de quiénes somos, la profundización del sentido de uno mismo, el llegar a ser reales, auténticos y plenamente humanos, desarrollar un sentido de la utilidad, de qué pretendemos, cultivar aquella cualidades personales que mejoren la calidad de nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás: compasión, ecuanimidad, justicia y generosidad, entre otras.
Podemos valorar los frutos de nuestro itinerario espiritual según qué florece en todas las áreas de nuestras vidas. El mejor consejo sería seguir el corazón.
La espiritualidad no es un aspecto separado de quienes somos, sino que inunda todo aquello que somos. Si llegamos a ser seres enteros, integrados, la espiritualidad se reflejará en todas nuestras relaciones, las interpersonales, las laborales, las económicas, las ambientales y las de ocio. Cuando llegamos a este nivel de integridad y de plenitud, los componentes separados de nuestras vidas ya no están fragmentados, separados o son extraños entre ellos. Porque todo lo que hacemos es expresión de nuestra espiritualidad.
Cabría ahora preguntarse si en la búsqueda de este camino espiritual debemos deificar o no, si debemos seguir un camino con una divinidad concreta o no. Así mismo, cabría preguntarse si debemos quedarnos en una tradición concreta, a pesar que nos maltrate, o bien intentar cambiarla desde dentro. Son preguntas que dejo para otro rato.
Termino con una frase encontrada en las redes sociales: “La religión es para los que no quieren ir al infierno. La espiritualidad es para quienes ya hemos estado allí.”
Jordi Valls Fuster
Coordinador de la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas
Consiliario de la Associació Cristiana de Lesbianes, Gais, Transsexuals i Bisexuals de Catalunya (ACGIL)
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Y para quien pueda leerlo en catalán, lo puede hacer a continuación… Leer más…
Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo
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