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Estad como los que aguardan…

Domingo, 7 de agosto de 2016
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Teresa de Jesús, que vivió intensamente la vida, nos invita a nosotros a vivirla con agradecimiento, en atenta espera del Amado, con absoluta confianza porque nos sabemos de su rebaño…

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Teresa de Jesús vivió asombrada. ¿Acaso se puede vivir de otra manera la fe? El don de Dios, en el misterio de su humanidad, la dejó ‘espantada’, como ella decía. La oración interior fue su manera de responder al milagro de la Presencia: “En lo muy muy interior siente en sí esta divina compañía” (7Moradas 1,7). En estos días de agosto, de tiempo ordinario o vacacional, Teresa de Jesús nos invita a mirar asombrados “El amor que nos tiene Jesús porque … De tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella” (7M 2,3).

Lo que escuchó María: ‘Para Dios nada es imposible’, fue, para Teresa de Jesús, la fuerza que la empujó a realizar los sueños de Dios, desafiando las dificultades. Le decían que la vida nueva que quería vivir era “un disparate” (V 32,14), que las mujeres “no han menester esas delicadeces” (Camino 21,2), pero Jesús había juntado su debilidad con su poder, había engrandecido su nada. A nosotros, tentados tan a menudo por el desaliento, nos conviene escuchar el coraje de Teresa de Jesús: “Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, murmure quien murmurare” (C 21,2).

Lo que le oyó a Jesús Teresa es un excelente programa de vida para nosotros: “Que mirase por sus cosas (las de Jesús), que Él miraría por las suyas” (7M 3,2). “No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7M 4,16). Ahí está la belleza del testimonio: “Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y gríteme todo el mundo” (7M 1,5).

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Tomado del boletín teresiano del CIPE

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”

Pedro le preguntó:

“Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”

El Señor le respondió:

“¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?

Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.

Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.

El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”

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Lucas 12, 32-48

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“Los necesitamos más que nunca”. 19 Tiempo ordinario – C (Lucas 12,32-48)

Domingo, 7 de agosto de 2016
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19-TO-600x740Las primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio o el desaliento?

En los evangelios encontramos diversas exhortaciones, parábolas y llamadas que  solo tienen un objetivo: mantener viva la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas palabras para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?

Las dos imágenes son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.

Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y cansada.

Uno de los obstáculos más importantes para impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos. Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.

Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer tanto el despertar de una nueva conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha ocupado directa y explícitamente de ellos.

Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús. Son el mayor potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para construir una Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola

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“Estad preparados”. Domingo 7 de agosto de 2016. 19º domingo del Tiempo Ordinario

Domingo, 7 de agosto de 2016
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44-ordinarioC19 cerezoLeído en Koinonia:

Sabiduría 18, 6-9: Con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti.
Salmo responsorial: 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Hebreos 11, 1-2. 8-19:  Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Lucas 12, 32-48: Estad preparados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”

Pedro le preguntó: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”

El Señor le respondió: “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?

Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.

Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.

El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”

Primera Lectura

Los israelitas, oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador la noche en que murieron los primogénitos de los egipcios. Por eso aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a sus padres; que desde entonces Israel fue un pueblo libre y consagrado al Señor. La primera cena del cordero pascual sirve de modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultural.

La participación en un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en un destino común. La celebración pascual recuerda que Dios no cesa de elegir a su pueblo entre los justos y de castigar a los impíos.

Hoy, toda esta imagen de Dios, por más que la hayamos estado escuchando y venerando durante milenios, desde siempre, aparece como profundamente inadecuada, inaceptable. ¿Qué clase de Dios es ése que opta por un pueblo, lo elige, le regala una tierra que está ya ocupada por otros pueblos da poder a su pueblo elegido para que los expulse y los destruya? ¿Es verosímil esta imagen de Dios? ¿No es propia de los tiempos «tribales», donde cada tribu se imagina que tiene su Dios protector que la defenderá contra las demás? (Recomendamos leer al respecto, por ejemplo, de John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, Abya Yala, Quito, Ecuador, www.tiempoaxial.org; también se puede mirar en google y en youtube sobre este autor).

Segunda Lectura

La fe de Abraham y de los patriarcas sirve de ejemplo. Para estimular la perseverancia en la fe que lleva a la salvación, la carta a los Hebreos aduce una serie de testigos. Abraham, lo mismo que los hebreos del siglo I, conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y nacional y la inseguridad de las personas desplazadas. Pero en esas pruebas encontró Abraham motivo para ejercer un acto de fe en la promesa de Dios.

La fe enseña a no darnos por satisfechos con los bienes tangibles ni con esperanzas inmediatas. Abraham creyó por encima de la amenaza de la muerte. Sufrió la esterilidad de Sara y la falta de descendencia. Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el patriarca se acercaba a la muerte sin haber recibido la prenda de la promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios.

Más que el sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la entrega de uno mismo a Dios. Abraham creyó en un “más allá de la muerte”, creyó le sería concedida una posteridad incluso en un cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También se entregó a su Padre y a la realización del designio divino, pero tuvo que medir el fracaso total de su empresa: para congregar a toda la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.

Evangelio

El evangelio de hoy nos presenta unas recomendaciones que tienen relación con la parábola del domingo anterior del rico necio. Los exegetas se diversifican en cuanto a la estructura que presente el texto y no determinan las unidades de las que se compone. La actitud de confianza con el que inicia el texto no debería de omitirse “no temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. Esta exhortación a la confianza, al estilo veterotestamentario y que gusta a Lucas, expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo, pero expresa también la autocomprensión de las primeras comunidades: conscientes de su pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria. La bondad de Dios, en su amor desmedido, nos ha regalado el Reino. Desde aquí tenemos que entender las exhortaciones siguientes. Si el Reino es regalo, lo demás es superfluo (bienes materiales). Recordemos los sumarios de Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Lucas invita a la vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad que espera su regreso, pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (cf. 1Tes.4-5). La Iglesia de Lucas sabe que vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido, ha de venir; está fuera de la historia, pero actúa en ella. La historia presente, de hecho, es el tiempo de la iglesia, tiempo de vigilancia.

Fitzmyer, ilustra esta afinada concepción de la historia, aparecen varias recomendaciones en lo que puede considerarse como los “retazos de una hipotética parábola”. Lo importante será descubrir en cuál de esas recomendaciones centramos la llegada que hay que esperar de manera vigilante. La predicación histórica de Jesús tienen estas máximas sobre la vigilancia y la confianza. Ahora, en este texto se les reviste de carácter escatológico. El punto clave reside en la invitación “estén preparados”; o lo que es lo mismo, lo importante es el hoy. A la luz de una certeza sobre el futuro, queda determinado el presente. Esta es la comprensión de la historia de Lucas: “se ha cumplido hoy” (4,21), “está entre ustedes” (17,20-21) y “ha de venir” (17,20).

El Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es necesario desprenderse de los cuidados y de los bienes de este mundo, dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo.

La vigilancia cristiana es inculcada constantemente por Cristo (Mc 14,38; Mt 25,13). La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación para el encuentro con el Señor. La muerte que provoca tanto miedo en el que no cree, para el cristiano es una meditación: marca el fin de la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro con Cristo que le conduce a la Casa del Padre.

La intervención de Pedro, demuestra que la exhortación de Jesús sobre el significado de actuar y perseverar en vigilancia es en primer lugar referido a aquellos que son “la cabeza” de la comunidad, o mejor dicho para los que “están al servicio” de la comunidad. La resurrección a la vida depende del modo como ejercitaron ese servicio. Leer más…

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Dom 7.8.16. Talegos que no envejecen, tesoros que no pueden robar los ladrones

Domingo, 7 de agosto de 2016
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13887020_1581756662126395_1850254258936604726_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 19. Ciclo C. Lc 12, 32-48. Esas palabras son el centro del evangelio del dominto, un programa básico de transformación social y personal, religiosa y cultura.

‒ Talegos son bolsas donde se llevaba el dinero o las cosas de valor… y por ampliación se aplica a la Banca y Bolsa, al capital del FMI o de la BM, a la riqueza de la Multinacionales… Pues bien, Jesús sabe que esos tesoros de talego envejecen y mueren, como murió la riqueza de Creso y la del imperio Romano, como está muriendo la Segunda Ola del Gran Comercio mundial fundado en el Carbón, el Petróleo y los combustibles fósiles, y como morirá la Tercera, hecho de tesoros virtuales…

Tienen un valor esos tesoros, pero todos envejecen y mueren. Por eso nos dice que Jesús que busquemos otros tesoros culturales, morales y humanos que no mueren, porque el alma y corazón del hombre es inmortal, a no ser que él quiera acabar y morirse, matando en el camino a otros..

‒ Tesoros que lo ladrones no puedan robar… Lo malo de los tesoros de talego es que han sido siempre robados (se amasan a base del hambre de los pobres…) y excitan el deseo de nuevos ladrones, que acaban logrando de algún modo su objetivo. Estamos en un mundo de ladrones y contra-ladrones, de robos y sistemas de antirrobo, desde la alarma de tu casa hasta los sistemas militares e informáticos más sofisticados.

Por eso nos dice Jesús que busquemos un tesoro que no puede robarse, pues está hecho de gratuidad y comunicación, como el Tesoro de Dios, al que no se puede robar pues lo da y comparte todo.

Éste es un evangelio esencial (Lc 12, 32-48), que no puedo comentar por entero, y así me limito a las primeras palabras (12, 33-34), en la que Jesús pide a sus discípulos:

que vendan (que se liberen de) todo para dárselo a los pobres, consiguiendo de esa forma una riqueza superior, propia “del cielo” (un tesoro de amor y de fraternidad)
— y que así comparten todo con los hombres y mujeres de la tierra, para encontrar un tesoro (margarita preciosa) de gracia y amistad, que no muere ni puede robarse.

El texto es radical, y plantea unas preguntas esenciales, que los cristianos han de escuchar y aplicar este cansino verano del hemisferio norte, como indicaré en un contexto de iglesia (que en un segundo momento puede aplicarse al capital y comercio del mundo entero):

‒ ¿Lo que dice Jesús lo dice sólo de la Iglesia o debe aplicarse a todos los hombres, fuera y dentro de la Iglesia, como mensaje y cultura universal de vida, fundado en el tesoro superior que no envejece, en la riqueza que no puede robarse? El Pacto de las Catacumbas afirma que lo dice principalmente a la Iglesia y que los primeros en cumplirlo han de ser los obispos.

‒ ¿Quién debe venderlo todo y dárselo a los pobres, en la Iglesia, sólo los curas y y frailes y monjas, o todos los cristianos, empezando por nuestros obispos (los que firmaron el Pacto de las Catacumbas)…y por el Vaticano que en cuanto tal no lo firmó?

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3) ¿Qué bienes se deben vender en la Iglesia para dárselos a los pobres, que son, según Jesús, sus propietarios, sólo algunos bienes que sobran o también los edificios y vasos sagrados, incluida la catedral de mi pueblo y el Estado Vaticano? ¿Quedan algunos excluidos?

4) ¿Qué se puede hacer cuando se vende todo y no se tiene nada? ¿Cómo vivir, producir y compartir? ¿Cómo dar si ya no queda algo que dar? Se trata de vender para que un día nadie pueda (ni deba) vender ni comprar, sino que todo se pueda compartir. ¿Será posible llegar a ese día? ¿Quién puede iniciar el camino, algunos “locos” como Francisco, todos los cristianos…?

5) ¿O será mejor no tomar en serio ese evangelio, escucharlo como música celeste (¡qué buena era la que ayer cantaban dos amigos canta-autores en el Carmelo de Toro!), que no se aplica en esta tierra, ni en la Iglesia, un baile hermoso para niños? ¿O será mejor decir que ese evangelio es apócrifo?

Quien quiera saber algo más que lea. Que no me eche a mí la “culpa” del tema, que la tiene el evangelio y la liturgia del domingo.

En un momento determinado, el gran Lutero, cuyo centenario preparamos, dijo que estos evangelios no eran para cumplirlos, sino para saber que no podemos cumplirlos, de manera que no tenemos más remedio que lanzarnos a los brazos de Dios confesándonos pecadores. No estoy convencido de las cosas sean así, pero al menos este Lutero fue sincero.

Imagen 1. Un recuerdo de Mons. Angelelli (amigo de un gran amigo mío, uno de los promotores del Pacto de los Obispos Pobres o de las Catacumbas), asesinado hace 40, en la Rioja de Argentina, por decir y cumplir cosas como las de este Evangelio, en un país que se decía gobernado por militares cristianos

Imagen 2. Imagen de la edición inglesa del Pacto de los Obispos Pobres, llamado Pacto de las Catacumbas, que tomó su inspiración en el evangelio de este domingo. Era simplemente un pacto de evangelio, quería simplemente que los obispos fueran cristiano.
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Texto
El evangelio de este domingo (Lc 12, 32.48) es un texto largo que consta de varias unidades, recogidas en este primer conjunto “escatológico”, donde Lucas trata del dinero y de la vuelta del Señor Jesús. Quien quiera, que lea en su Biblia todo el texto y analice sus diversas partes. Yo hoy sólo quiero comentar dos versículos centrales:

Vended vuestros bienes y dadlos en limosna;
haceos talegos que no envejezcan,
un tesoro en el cielo que nunca se agote,
donde no puedan acercarse los ladrones y robar
donde no pueda roerlos la polilla.
Porque allí donde está vuestro tesoro
allí estará también vuestro corazón (Lc 12, 33-34).

Ubicar el texto. El cielo está aquí, no simplemente más allá

Éste es un texto central del evangelio, que ha de leerse en conjunto, al lado del pasaje del “joven rico” al que Jesús le pide que lo venda todo y lo dé a los pobres, para que así tenga un tesoro en el cielo y después (al mismo tiempo) pueda seguirle (cf. Mc 10, 21 par). Como precisa bien el evangelio, en otro lado, no se trata de vender, dejar y abandonar la vida activa (irse al desierto), sino de vender para dárselo a los pobres y para compartirlos, recibiendo así el ciento por uno en casa, familia y posesiones (cf. Mc 10, 28-31 y par).

Este pasaje de “vender y hacer tesoros para el cielo” ha sido transmitido también y de forma, y de un modo más “antiguo” (más completo) por Mt 6, 19-21. No se trata de atesorar para “el más allá” (de tener tesoros amontonados un tipo de Banco de San Pedro, para después de esta vida), sino de atesorar aquí, en este mundo, para estos pobres concretos que nos rodean, formando ellos el tesoro del reino.. Leer más…

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Vigilancia veraniega. Domingo 19. Ciclo C

Domingo, 7 de agosto de 2016
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velasDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

En este mes de vacaciones (al menos en Europa), cuando se repiten los consejos de seguridad y vigilancia, también la liturgia nos invita a vigilar, aunque en cuestiones muy distintas.

A merced de lo que decida el sacerdote

            El sacerdote puede elegir este domingo entre una lectura breve y otra larga. Dos motivos aconsejan decidirse por la breve: 1) el calor de agosto en Europa y el frío en América; 2) la lectura larga mezcla tres temas, dos de ellos muy distintos, y puede volver un poco locos al predicador y a los predicados. Me limitaré, por tanto, a la breve, con algunas indicaciones finales sobre la larga.

Tres señores muy distintos

            Si se lee el evangelio de forma rápida parece hablar de los mismos personajes: unos criados y su señor. Sin embargo, teniendo en cuenta que los discursos de Jesús los escriben los evangelistas uniendo frases sueltas pronunciadas por él en distintos momentos, cuando se lee el texto con atención encontramos tres señores. Dice así:

            Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

            Aunque comienza dirigiéndose a los criados (que somos nosotros), luego habla de tres clases de señores.

  1. Un señor que vuelve de una boda; los criados tienen que esperarlo y abrirle la puerta.
  2. Un señor que llega no se sabe de dónde; encuentra a los criados esperándole y, lleno de alegría, se pone a servirles.
  3. Un señor que no tiene criados, se entera de que esa noche va a venir un ladrón, y lo espera en vela.

            Lo que une estas tres imágenes tan distintas es la idea de la espera: los criados esperan a su señor (casos 1 y 2), el señor espera al ladrón (caso 3).

            Y todo esto sirve para transmitir la enseñanza más importante: también nosotros debemos estar vigilantes, esperando la llegada del Hijo del Hombre.

El problema psicológico del texto

            Hablar de vigilancia y de esperar la venida del Hijo del Hombre mientras la gente se abanica o piensa en lo que va a hacer cuando termine la misa supone un desafío para el sacerdote. ¿Interesa realmente todo eso? En caso de que interese, ¿se puede pedir una actitud continua de vigilancia, con la cintura ceñida y la lámpara encendida, como dice el evangelio?

            Sería muy bueno que la gente se plantease estas preguntas y respondiese: “No me interesa nada, no pienso nunca en la vuelta de Jesús, y si me dicen que no se trata de que vaya a volver pronto, sino de que puedo morirme en cualquier momento y encontrarme con Él, prefiero no amargarme con la idea de la muerte”.

            Esta respuesta sincera tendría una ventaja: obliga a pensar en lo que representa realmente Jesús en nuestra vida. ¿Alguien a quien queremos mucho, pero que no tenemos prisa ninguna por ver, y cuanto más se retrase el encuentro, mejor? Amistad curiosa, pero muy frecuente entre los cristianos.

Vigilar no significa vivir angustiados

            A pesar de lo anterior, la mayoría de la gente vive a diario el mensaje del evangelio de hoy. Está con el cinturón ceñido y la lámpara encendida. Porque la vigilancia se traduce en el cumplimiento adecuado de sus obligaciones.

            Así queda claro en la continuación del evangelio (la que puede omitirse). En ella, Pedro le pregunta a Jesús si esa parábola del señor y los criados la ha contado por ellos o por todos. Y Jesús le responde con una nueva parábola. Pero ahora no habla solo de un señor y sus criados sino que introduce en medio la figura de un administrador que está al frente de la servidumbre (es clara la referencia a Pedro y a los responsables de la comunidad cristiana).

            Este administrador puede adoptar dos posturas: cumplir bien su obligación con los subordinados, o aprovechar la ausencia del señor para maltratar a los criados y criadas y darse la buena vida. Queda claro que vigilar no consiste en vivir angustiados pensando en la hora de la muerte sino en cumplir bien la tarea que Dios ha encomendado a cada uno. El texto dice así.

            El Señor le respondió:

            ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

La primera lectura

            La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría 18, 6-9, ofrece dos posibles puntos de contacto con el evangelio. El texto dice así.

            La noche de la liberación [de Egipto] se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.

            Primer punto de contacto: vigilancia esperando la salvación.

            El libro de la Sabiduría piensa en la noche de la liberación de Egipto

            El evangelio, en la salvación que traerá la segunda venida de Jesús.

            En ambos casos se subraya la actitud vigilante de israelitas y cristianos.

            Segundo punto de contacto: solidaridad

            Al momento de salir de Egipto, los israelitas se comprometen a compartir los bienes: serían solidarios en los peligros y en los bienes.

            En el evangelio, Jesús anima a los cristianos a ir más lejos: Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo. (Este punto de contacto sólo se advierte leyendo el comienzo de la lectura larga).

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Domingo XIX del Tiempo Ordinario. 7 agosto, 2016

Domingo, 7 de agosto de 2016
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“Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.”

(Lc 12, 35-40)

Este domingo el Evangelio nos invita a esperar. Pero esta espera tiene que ser cativa, expectante. No como quien espera el autobús, sino como quien espera la visita de alguien importante. Es una invitación a estar preparadas, para que no se nos escapen las cosas buenas.

La espera que no nos enseña Jesús nada tiene que ver con “mirar al cielo” (cfr. Hch 1, 11). Hacia donde hay que mirar es hacia los hermanos. La espera que nos enseña Jesús tiene que ver con el servicio.

Para relacionarnos con el Dios de Jesús es imprescindible atender a las hermanas, a las personas que nos rodean. La espiritualidad cristiana es una espiritualidad encarnada por eso el mejor termómetro de nuestra relación con Dios es nuestra vida cotidiana. De anda sirven muchas horas de oración ni haber asistido a misa todos los domingos de nuestra vida si nuestro amor a Dios no se traduce en amor al prójimo.

Pero tampoco vale lo contrario: de nada sirve ser voluntario en tres ONGs si al final llevo una vida vacía porque he desconectado con la Presencia viva de Dios que me habita.

Necesitamos de muchos ratos sentadas a los pies del Maestro para que nuestro “hacer” se depure de todo activismo, de todo afán de protagonismo, de toda apariencia. Pero necesitamos también levantarnos, abandonar el cómodo espacio de intimidad con Dios y volvernos hacia quienes puedan necesitarnos.

Jesús, el gran orante, la noche que en que iba a ser entregado, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies…” (Jn 13, 4-5)

En el itinerario que nos ofrece Jesús, oración y servicio van juntas, no se pueden separar, se alimentan mutuamente y nos hacen crecer armónicamente. Tampoco nuestro cuerpo y nuestro espíritu son dos realidades separadas, si descuidamos nuestro cuerpo o nuestro espíritu nuestra vida se resiente, se enferma.

“Trinidad Santa, ayúdanos a vivir con la cintura ceñida para el servicio y la lámpara de la oración siempre encendida. ¡Amén!”

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Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios no tiene que venir de ninguna parte y menos como un ladrón

Domingo, 7 de agosto de 2016
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19-TOCLc 12, 32-48

El texto del evangelio de este domingo forma parte de un amplio contexto, que empezaba el domingo pasado con la petición de uno a Jesús: “dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. A partir de ahí, Lc propone una larga conversación con los discípulos que abarca 35 versículos y toca muy diversos temas de difícil armonización. Naturalmente se trata de pensamientos dispersos que el evangelista organiza a su manera para ir aclarando las exigencias de Jesús. Sin duda reflejan la manera de ver la vida de la primera comunidad, como lo demuestra la conciencia de ser un pequeño rebaño.

Que el texto utilice a veces, el lenguaje escatológico nos puede despistar un poco. También el que nos hable de talegos o tesoros en el cielo que nadie puede robar, o que Dios llegará como un ladrón en la noche, nos puede confundir. Este leguaje mítico a nosotros hoy no nos sirve de nada. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está llamando siempre pero desde dentro. No pretende entrar en nosotros sino salir a nuestra conciencia y manifestarse en nuestras relaciones con los demás. Debemos superar la idea de un Dios que actúa desde fuera.

El domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas. Hoy, además, se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica. No en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento. No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe atravesar toda nuestra vida. Confiadamen­te, tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa solo a través de sus criaturas, y que solo a través de cada una de ellas la creación evoluciona. Ayúdate y Dios te ayudará.

Se trata de estar siempre en actitud de búsqueda. Más que en vela, yo diría que hay que estar despiertos. No porque puede llegar el juicio cuando menos lo esperemos, sino porque la toma de conciencia de la realidad que somos exige una atención a lo que está más allá de los sentidos y no es nada fácil de descubrir. El tesoro está escondido, y hay que “trabajar” para descubrirlo. No se trata de confiar en lo que nosotros podemos alcanzar, sino en que Dios ya nos lo ha dado todo. Ha sido Dios el primero que ha confiado en nosotros en el momento en que ha decidido darse él mismo sin limitación ni restricción alguna. Lo único que espera es que nosotros mismos descubramos ese don y vivamos de él.

Si de verdad hemos descubierto el tesoro que es Dios, no hay lugar para el temor. A las instituciones y a las personas que las dirigen no les interesa para nada la idea de un Dios que da plena autonomía al ser humano, porque no admite intermediarios ni manipulaciones. Para ellos es mucho más útil la idea de un dios que premia y castiga, porque en nombre de ese dios pueden controlar a las personas. La mejor manera de conseguir sometimiento es el miedo. Eso lo sabe muy bien cualquier autoridad. El miedo paraliza a la persona, que inmediatamente tiene necesidad de alguien que le ofrece su ayuda, para poder conseguir con gran esfuerzo, aquello que ya poseían plenamente antes de tener miedo.

Cuentan que una madre empezó a meter miedo de la oscuridad a su hijo pequeño. El objetivo era que no llegara nunca tarde a casa. Con el tiempo, el niño fue incapaz de andar solo en la noche. Eso le impedía una serie de actividades que hacía muy difícil desarrollar su vida. Entonces la madre, fabricó un amuleto y dijo al niño: esto te protegerá de la oscuridad. El niño convencido, empezó a caminar en la noche sin ningún problema, confiando en el amuleto que llevaba colgado del cuello. ¡Sin comentario!

Para descubrir el sentido de esa confianza, tenemos que descubrir los errores que hemos desarrollado sobre lo que Dios es. No se trata de un ser externo en el que debo confiar, sino en mi propio ser en lo que tiene de fundamento que me proporciona todas las posibilidades desde dentro de mí mismo. Esto es lo que significa: “vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El dios araña que necesita chupar la sangre al ser humano para salvar su trascendencia, no es el Dios de Jesús. El dios del que depende caprichosamente mi fututo, no es el Dios de Jesús. El dios que me colmará de favores cuando yo haya cumplido la Ley, no es el Dios de Jesús. El Dios de Jesús es don total, incondicional y permanente. Esto es lo que nos tiene que llevar a la más absoluta confianza. La fe consiste en fiarse de ese Dios.

El Padre ha tenido a bien confiaros el Reino. Este es el punto de partida. No tengáis miedo, estad preparados, etc., depende de esta verdad. Si el Reino es el tesoro encontrado, nada ni nadie puede apartarme de él. Todo lo que no sea esa realidad absoluta, que ya poseo, se convierte en calderilla. Nuestra tarea será descubrir el tesoro, todo lo demás vendrá espontáneamente. El Reino es el mismo Dios escondido en lo más hondo de mi ser. Él es la mayor riqueza para todo ser humano. Todos los demás valores que puedo encontrar en mi vida, deben estar subordinados al valor supremo que es el Reino.

“Dar el reino”, aplicado a Dios, no tiene el mismo sentido que puede tener en nosotros el verbo dar. Dios no tiene nada que dar. Dios se da el mismo, pero a nosotros se nos da antes de que nosotros seamos. De ese modo Dios se convierte en el sustrato y fundamento de mi ser. Sin Él, yo no sería nada. Ese don descubierto y vivido es la raíz de todas mis posibilidades de ser. Todo lo que puedo llegar a ser más allá de mi pura biología, es consecuencia de esa presencia de Dios en mí que me capacita para llegar a ser lo que Él mismo es.

Esa fe-confianza, falta de miedo, no es para un futuro en el más allá. No se trata de que Dios me dé algún día lo que ahora echo de menos. Esta es la gran trampa que utilizan los intermediarios. A ver si me entendéis bien: Dios no tiene futuro. Es un continuo presente. Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos años. El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que no quiso darme aquí.

La idea que tenemos de una vida futura, desnaturaliza la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá, nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por sí misma. Lo que proyectamos para el futuro, está ya aquí y ahora a nuestro alcance. Aquí y ahora, puedo vivir la eternidad, puesto que puedo conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo al alcance de la mano.

La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará, sino en que sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando. Para que llegue a mí lo que espero, Dios no tiene que hacer nada, ya lo está haciendo. Yo soy el que tiene mucho que hacer, pero en el sentido de tomar conciencia y vivir la verdadera realidad que hay en mí. Por eso hay que estar despiertos. Por eso no podemos pasar la vida dormidos. Por eso tenemos que vivir el momento presente, porque cualquier momento es el definitivo, porque en un momento, puedo dar el paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo de mi vida.

Demostramos falta de confianza y exceso de miedos, cuando buscamos a toda costa seguridades, sea en el más acá, sea para el más allá. El miedo nos impide vivir el presente y nos atenaza para esperar el futuro. En realidad solo vivimos cuando perdemos el miedo. Debemos caminar aunque no tengamos controlado ni el camino ni la meta. Nietzsche dijo: “Nunca ha llegado el hombre más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Mientras más se acerca a la plenitud un ser humano, más vasto es el horizonte de plenitud que se le abre. Esto que en sí mismo es un don increíble, a veces lleva a la desesperanza, porque la vida humana es siempre un comienzo, un volver a empezar.

meditación-contemplación

“No temas, porque Dios te ha dado el Reino”.
Si no has descubierto esto, toda religión será inútil para ti.
El único objetivo de toda religión debía ser llevarte al interior,
donde te encontrarás con el mismo Dios como centro de tu ser.
…………………….

Una vez descubierto el tesoro, sabrás que todo lo demás es arena.
No te costará ningún esfuerzo poner en él tu corazón
y apartarlo de todo lo que no es auténtico,
por muy atrayente y reluciente que aparezca.
………………….

Antes de descubrirlo, la confianza es imprescindible.
Nadie tira por la borda las seguridades, si no encuentra la total seguridad.
Muchas veces te han dicho que tienes que vender todo lo que tienes.
Pero la realidad es muy tozuda. Nadie da todo por nada.
……………………..

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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“Jesús, luz del mundo”, por Vicente Martínez

Domingo, 7 de agosto de 2016
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450px-usa_antelope-canyon11“La oscuridad no puede conducirte fuera de la oscuridad: sólo la luz puede” (Martín Lutero King)

7 de agosto, domingo XIX del TO

Lc 12, 32-48

Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles.

El novelista y filósofo inglés  H. G. Wells (1866-1946),  dijo del Maestro de Nazareth: “es, sin duda, el personaje más prominente de la historia de la humanidad”. Referido al título de nuestra colaboración de esta semana, Luz del mundo, matizaremos lo de “más prominente” de Wels afirmando que luminarias de este grado y en este sentido ha habido muchas desde tiempos inmemoriales y seguirá habiendo.

Pero lo más trascendental es que la luz que hemos recibido no es para guardarla, sino para –como hacen el sol, la luna  y las estrellas– iluminar el día y la noche de cuantos somos fieles compañeros suyos de viaje. Tener en las manos las lámparas encendidas es un escenario que indica las actitudes que debe tener quien espera: estar en vela, ceñida la cintura y en actividad permanente.

Erhart Küng Steinmetz las esculpió en piedra en la entrada principal de la catedral de Berna -Pórtico del Juicio Final- en el siglo XV. Al izquierda del tímpano las necias y a la derecha las prudentes.  Las primeras, dormidas y sin aceite en sus lámparas; las segundas bien despiertas, en vigilancia constante y con las suyas encendidas y en actitud de espera. Es el tiempo de espera activo necesario, que mantiene el camino y la mente iluminados y abiertos para cualquier encuentro. Se cuenta que Buda Shakyamuni se iluminó y exclamó al ver la Estrella de la Madrugada: “En este mismo momento, simultáneamente, yo y todos los seres del Gran Universo realizamos el camino”.

Una mente y un camino trazados en el guión de la vida de cuantos la vivimos y la disfrutamos en la Tierra. ¿O quizás tiene más razón A. Machado cuando dice “caminante no hay camino, se hace camino al andar”? Los místicos y los poetas creen que el camino no tiene mapa, que no es una autopista, que es como la golondrina que  cruza el cielo sin dejar rastro.

Buda, Laotsé, Jesús, recorrieron el suyo. Y Osho dijo en La Armonía oculta, conversaciones sobre Heráclito: “Dondequiera que estoy es mi meta. Lo que quiera que soy es mi meta. El momento presente, toda mi vida converge en mí; no tengo otro lugar a donde ir. Por consiguiente, deseo celebrar este momento en su totalidad”. Otro ilustre Maestro, Albert Einstein, afirmó: “Cuando niño recibí instrucción tanto de la Biblia como del Talmud. Soy judío, pero estoy impactado por la luminosa figura del Nazareno”.

En los primeros fotogramas de la película estadounidense dirigida por Lee Daniels El Mayordomo, aparece esta frase de Martín Lutero King: “La oscuridad no puede conducirte fuera de la oscuridad, sólo la luz puede”. De luz a luz, como esperaba Pablo la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios (Heb, c. 10). Simeón dice de Jesús en la Presentación  que es luz para todas las naciones.

LOS OLIVOS
1. Luz, Aceite y Evangelio

Olea europaea, generosa y longeva,
nacida junto al mar Mediterráneo,
y mecida en la misma santa cuna
que nació y se meció el Evangelio.

Jesús en Galilea, Ignacio en Antioquía,
Tertuliano en Cartago, Ireneo en Esmirna.
En Atenas Clemente, Hipólito de Roma,
Orígenes Adamantius, en Alejandría.

La Vírgenes prudentes mantuvieron
encendidas sus lámparas de aceite.
Velaron y salieron al encuentro
del cortejo nupcial, y con el novio
entraron en el Reino de los Cielos.

Como en su nacimiento, el Cristianismo
-perennifolio del Nuevo Testamento-
siempre ligado a la luz y al aceite,
vive encarnado en cualquier suelo
y cultura; a todos se aclimata.

…………

Brinda fruto Paz, de Amor y de Misterio.

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Testigos de la Vida: Jesús, Kolbe, Francisco… (miles de judíos)

Domingo, 7 de agosto de 2016
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13645238_624766737700522_1154847358455451675_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este imagen recoge un momento clave del testimonio de Francisco en la habitación de Maximiliano Kolbe, en Polonia:

El papa Francisco, sentado y a oscuras, reza en silencio, en la celda que ocupó San Maximiliano Kolbe, en el campo de exterminio de Auschwitz…

San Maximiliano Kolbe, hermano de Francisco de Asís, dio testimonio de su fe, regalando su vida a un compañero, como Jesús, que regaló su vida a todos los hombres, siendo así testigo de Dios, que es Vida que se da gratuitamente.

Junto a esa habitación de Kolbe, están los barracones y las cámaras donde miles y miles de Judíos y de otros perseguidos por los nazis fueron testigos de la Vida de Dios, de la gracia de la vida. No puedo citar nombres de judíos (de cristianos, comunistas, anarquistas, gitanos…). La mayoría fueron judíos, por eso les quiero hoy recordar, con M. Kolbe, con el Papa Francisco.

Éste es para los auténticos cristianos, judíos y musulmanes, el más hondo testimonio de la Verdad: El Don de la Vida, como signo de Dios, para que otros vivan.

Biblia judía, Biblia Cristiana. La verdad del testimonio

La verdad bíblica (cristiana) es la verdad del testimonio, no la del razonamiento, como puede ser la la verdad filosofía, ni es la verdad de una mayoría “democrática”, ni la del triunfo de algunos privilegiados.

La Biblia no demuestra ni impone, sino que ofrece el testimonio personal de aquello que han visto y vivido en su camino unos hombres y mujeres que no tienen más tarea ni mérito que el ser testigos de Dios con su vida.

Por eso, la Biblia cristiana es un libro narrativo, que cuenta, describe, recuerda el testimonio de aquellos que han muerto por ser fieles a su verdad, sin violencia, sin venganza. Por eso, los creyentes de la Biblia (judíos y cristianos, incuso musulmanes) son ante todo mártires, que ofrecen a los demás el testimonio de su vida, y lo hacen de un modo fidedigno.

— Esto es lo que hicieron los judíos, en los momentos más duros de su historia, en Babilonia (siglo VI a.C.), en tiempo de los macabeos (II a.C.), en los años de establecimiento de la Iglesia, impulsada (creada) por los testigos de Jesús.

Esto es lo que han hecho y quieren hacer los cristianos, con Jesús, que ha sido eliminado (crucificado) simplemente porque era testigo de Dios. No quiso tener otro título. Quiso ser y fue testigo de Dios con su vida.

Eso es lo que quiso ser Maximiliano Kolbe, que fue simplemente un cristiano, un testigo del Dios de Jesús, que “regaló” su vida (como Jesús) a otra persona que tenía ocupaciones familiares más urgentes. En la habitación de Kolbe, un cristiano del siglo XX, testigo del Dios de Jesús, dios de la vida reza el Papa Francisco.

Testigos de Dios

Los cristianos (con todos los hombres religiosos…) quieren ser personas que han visto y tocado a Dios (es decir, al Absoluto, al Amor original), en el sentido más hondo de su vida, a través de un “tacto” superior, centrado en la humanidad del Cristo, “pues a Dios nadie le ha visto…, pero aquel que estaba en el seno del Padre nos lo ha manifestado…” (Jn 1, 18).

Por eso, como dice Jn 19, 35, el evangelio es la obra y recuerdo de unos testigos, que han vista a Jesús, y al verle (al escucharle y seguirle, al tocarle y compartir con él los caminos de la vida) han descubierto que estaban viendo a Dios.

‒ Testigos del Dios de la alianza. Los judíos mantienen de esa forma el testimonio del “Yo soy”, del Dios que se hace presente y actúa por ellos, de manera que son hombres y mujeres de “memoria”. Lógicamente, no han tenido que apelar a razones, ni han podido imponer su religión a través del poder político o del influjo social, sino que se han limitado a mantener la memoria (zakar, zikkaron) de aquello que Dios ha realizado en ellos, a fin de que no se olvide nunca. Otros pueblos han ofrecido otras aportaciones culturales, sociales, económicas o militares. Los judíos, en cambio, han querido ser y han sido, básicamente, testigos de una presencia de Dios, de quien se sienten enviado.

«Vosotros sois mis testigos, dice Yahvé: sois mis servidores a quienes yo escogí, para que me conozcáis y me creáis, a fin de que entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Yahvé; fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié y salvé; yo proclamé, y no algún dios extraño entre vosotros. Vosotros sois mis testigos, y yo soy Dios, dice Yahvé» (Is 43, 10-13). Estas palabras describen bien la identidad israelita: vosotros mis testigos, y yo Dios).

Testigos mesiánicos del Dios de Jesús. Por su parte, el Nuevo Testamento mantiene el testimonio judío, y lo actualiza por Jesús, testigo fiel (o` ma,rtuj( o` pisto,j, Ap 1, 5), aquel que ha venido a ofrecer sobre la tierra (dentro de la historia) el recuerdo pleno de Dios. De esa forma ha culminado y cumplido el camino de fe de los israelitas fieles a la palabra Dios, definiendo ya de un modo pleno su sentido:

«La fe es la fundamento, la sub-stancia (hypostasis) de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven. Por ella dieron testimonio (evmarturh,qhsan) los antiguos… ». (Heb 11, 2). «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos de todo impedimento, y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el iniciador y consumador de la fe, que es Jesús (Heb 12, 1-2).

Jesús no es por tanto un filósofo que razona, sino un testigo de la fe, alguien que da testimonio de ella, de manera que aquellos que le siguen pueden confiar en él, vinculándose de esa manera a Dios. Por eso, se le llama “testigo fiel (Martir Pistón; Ap 1, 5; cf. 3, 14), mártir de Dios en quien ha confiado, proclamando e iniciando en su nombre el Reino.

Así nos muestra con su vida el valor de la fe, de manera que también nosotros podamos mantener el buen testimonio de Dios, como él lo mantuvo ante P. Pilato (cf. 1 Tim 6, 13). Lógicamente, los cristianos han de ser ante todo mártires/testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (cf. Hch 1, 8; cf. 2, 32; 3, 15).

Si no hubieran mantenido el testimonio de su alianza especial con Dios a través de los siglos, los judíos habrían desaparecido, como lo han hecho la mayoría de los pueblos y culturas de los siglos VII a.C. al I d.C. Por trasmitir el recuerdo activo de Dios, ellos han seguido existiendo y se han renovado, sin convertirse nunca en un fósil del pasado.

Por eso han conservado, comentado y cumplido los libros de su recuerdo (Sagrada Escritura), para avanzar con y por ellos hacia el futuro de la tierra prometida. Pero ellos siguen esperando todavía la llegada del tiempo mesiánico, cuando se experiencia y testimonio puede ofrecerse y compartirse entre todos los pueblos.

A diferencia de eso, los cristianos (con los musulmanes) creen que ha llegado el tiempo mesiánico, de forma que la experiencia de Jesús (en su caso el testimonio del Corán) puede abrirse a todos los pueblos de la tierra. En esa línea se mantiene y avanza la comunidad de Juan, a quien se llama el Discípulo Amado, por ser testigo de un amor universal. El testimonio de ese amor se expresa en un texto clave de su tradición:

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida…, lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos…” (1 Jn 21, 1-3).

Otras pretendidas verdades pierden su importancia, los argumentos se pueden manipular, las demostraciones falsearse… Sólo el testimonio de la vida permanece. Por eso, los seguidores de Jesús han de ser ante todo testigos y transmisores de aquello que han visto y oído y han tocado con sus propias manos”.

En este contexto se entiende el título supremo de Jesús: Ha sido y sigue siendo el testigo de Dios para aquellos que confían en él. Más tarde, con el influjo del pensamiento griego y de una administración eclesial de tipo más romano, los cristianos pueden haber dejado en segundo plano esta verdad del testimonio, para destacar la argumentación racional o la eficacia administrativa. Pero, conforme a la visión del conjunto de la Biblia y, en especial del Nuevo Testamento, el cristianismo sigue siendo la religión del testimonio, que se expresa de un modo privilegiado en el “martirio”, pues mártir es aquel que ofrece con su vida el testimonio de aquello en lo cree (incluso muriendo por ello).

(Tema tomado parcialmente de Gran Diccionario de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2015).

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La homosexualidad sigue sin ser reconocida por las principales religiones

Domingo, 7 de agosto de 2016
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Homosexualidad-y-religión

Las visiones contradictorias de la temática, a debate en Barcelona

Charamsa: “Algunos católicos hablan de homosexuales como si fueran los nazis de estos tiempos”

Las principales religiones del mundo siguen sin ofrecer una postura clara respecto a la homosexualidad y aportan visiones contradictorias, según afirmaron ayer expertos en las principales doctrinas en la conferencia “Homosexualidad y religiones”. La conferencia se celebró ayer en Barcelona en el marco del Festival gay Circuit, que se celebra esta semana en la capital catalana.

El primer sacerdote en declararse abiertamente gay, Krysztof Charamsa, quien además fue expulsado del Vaticano al confesar su condición, ha apuntado que la Iglesia “no ha aceptado el descubrimiento científico de identidad de género y de orientación sexual, que es el gran regalo del siglo XX”.

Según Charamsa, se trata de una “condena irracional”, y ha afirmado que “la Biblia nunca ha dicho nada negativo sobre la homosexualidad como la conocemos hoy”.

Sobre el Papa Francisco, Charamsa ha expresado que “parecía la esperanza, parecía que iba a eliminar el acoso sobre la homosexualidad, dejó la puerta algo abierta, pero al final no dijo nada sino que además la cerró sin alguna discusión”. “El papa no puede estudiar la homosexualidad, como cabeza de la Iglesia católica necesita a colaboradores que estudien para él, pero éstos hablan de homosexuales como si fueran los nazis de estos tiempos”, ha afirmado.

El especialista en historia LGTBI Leopold Estapé ha recordado que a lo largo de la historia la homosexualidad ha sido perseguida y condenada en Europa, y que durante muchos siglos los europeos huían a refugiarse al norte de África, a ciudades como Tánger (Marruecos).

Según Estapé, el mundo islámico ha tenido una relación “intermitente” con la homosexualidad: “en la Córdoba de los califas había un barrio habitado por personas que hoy definiríamos como homosexuales y transexuales, y también ha habido monarcas homosexuales incluso en los imperios islámicos”.

El practicante budista y autor del blog budismosecular.org, Bernat Font, ha explicado que “la religión es un lugar donde la gente va a encontrar respuestas, amor y recursos para aceptar y querer al otro”, y que en el caso del budismo, “a pesar de haberse mantenido bastante neutral a lo largo de los siglos, existe una gran diversidad de puntos de vista”.

“El budismo no ha propagado una visión negativa de los homosexuales, no ha promovido nunca su persecución activa y en general ha tendido a adaptarse a las costumbres culturales de los países donde ha viajado. Sin embargo, la cultura tibetana tiene una percepción negativa de la homosexualidad, pero en el caso de China y Japón son culturas tolerantes, sobre todo entre hombres”, ha apuntado Font. “El problema del budismo no se encuentra en la homosexualidad en general, sino con la sexualidad en general, con el deseo, que crea lazos que generan sufrimiento”, ha remarcado.

Font ha explicado que ante las dudas del público en general, los maestros chinos afirman que la homosexualidad “ni está bien ni mal, es simplemente algo que la gente hace, y si no se perjudican los unos a los otros su vida privada es asunto suyo y tenemos que tolerarlo”. “Para el budismo la orientación sexual no es un asunto moral, lo que tiene relevancia ética es si los comportamientos generan sufrimiento o no”, ha añadido.

Sin embargo, Font ha añadido que “el Dalai Lama, a pesar de afirmar que si las relaciones son consensuadas no existen problemas independientemente del género resulta contradictorio, al afirmar que la sodomía y el sexo oral son inapropiados”. “Podemos afirmar humildemente pero con convicción que cualquier postura que no sea de inclusión y escucha no es coherente con los valores fundamentales del budismo”, ha sentenciado Font.

El representante de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas, Jordi Valls, ha recordado que “lo que nos pasa a la comunidad LGBTI es que hemos sido tan maltratados por las religiones, que hemos huido de ellas con miedo”, pero ha explicado que “si les damos portazo también estaremos rechazando la espiritualidad como elemento donador de plenitud”.

(Por su interés, mañana lunes publicaremos un resumen de la intervención de Jordi Valls)

Fuente Religión Digital/Efe

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