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Testigos de la Vida: Jesús, Kolbe, Francisco… (miles de judíos)

Domingo, 7 de agosto de 2016

13645238_624766737700522_1154847358455451675_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este imagen recoge un momento clave del testimonio de Francisco en la habitación de Maximiliano Kolbe, en Polonia:

El papa Francisco, sentado y a oscuras, reza en silencio, en la celda que ocupó San Maximiliano Kolbe, en el campo de exterminio de Auschwitz…

San Maximiliano Kolbe, hermano de Francisco de Asís, dio testimonio de su fe, regalando su vida a un compañero, como Jesús, que regaló su vida a todos los hombres, siendo así testigo de Dios, que es Vida que se da gratuitamente.

Junto a esa habitación de Kolbe, están los barracones y las cámaras donde miles y miles de Judíos y de otros perseguidos por los nazis fueron testigos de la Vida de Dios, de la gracia de la vida. No puedo citar nombres de judíos (de cristianos, comunistas, anarquistas, gitanos…). La mayoría fueron judíos, por eso les quiero hoy recordar, con M. Kolbe, con el Papa Francisco.

Éste es para los auténticos cristianos, judíos y musulmanes, el más hondo testimonio de la Verdad: El Don de la Vida, como signo de Dios, para que otros vivan.

Biblia judía, Biblia Cristiana. La verdad del testimonio

La verdad bíblica (cristiana) es la verdad del testimonio, no la del razonamiento, como puede ser la la verdad filosofía, ni es la verdad de una mayoría “democrática”, ni la del triunfo de algunos privilegiados.

La Biblia no demuestra ni impone, sino que ofrece el testimonio personal de aquello que han visto y vivido en su camino unos hombres y mujeres que no tienen más tarea ni mérito que el ser testigos de Dios con su vida.

Por eso, la Biblia cristiana es un libro narrativo, que cuenta, describe, recuerda el testimonio de aquellos que han muerto por ser fieles a su verdad, sin violencia, sin venganza. Por eso, los creyentes de la Biblia (judíos y cristianos, incuso musulmanes) son ante todo mártires, que ofrecen a los demás el testimonio de su vida, y lo hacen de un modo fidedigno.

— Esto es lo que hicieron los judíos, en los momentos más duros de su historia, en Babilonia (siglo VI a.C.), en tiempo de los macabeos (II a.C.), en los años de establecimiento de la Iglesia, impulsada (creada) por los testigos de Jesús.

Esto es lo que han hecho y quieren hacer los cristianos, con Jesús, que ha sido eliminado (crucificado) simplemente porque era testigo de Dios. No quiso tener otro título. Quiso ser y fue testigo de Dios con su vida.

Eso es lo que quiso ser Maximiliano Kolbe, que fue simplemente un cristiano, un testigo del Dios de Jesús, que “regaló” su vida (como Jesús) a otra persona que tenía ocupaciones familiares más urgentes. En la habitación de Kolbe, un cristiano del siglo XX, testigo del Dios de Jesús, dios de la vida reza el Papa Francisco.

Testigos de Dios

Los cristianos (con todos los hombres religiosos…) quieren ser personas que han visto y tocado a Dios (es decir, al Absoluto, al Amor original), en el sentido más hondo de su vida, a través de un “tacto” superior, centrado en la humanidad del Cristo, “pues a Dios nadie le ha visto…, pero aquel que estaba en el seno del Padre nos lo ha manifestado…” (Jn 1, 18).

Por eso, como dice Jn 19, 35, el evangelio es la obra y recuerdo de unos testigos, que han vista a Jesús, y al verle (al escucharle y seguirle, al tocarle y compartir con él los caminos de la vida) han descubierto que estaban viendo a Dios.

‒ Testigos del Dios de la alianza. Los judíos mantienen de esa forma el testimonio del “Yo soy”, del Dios que se hace presente y actúa por ellos, de manera que son hombres y mujeres de “memoria”. Lógicamente, no han tenido que apelar a razones, ni han podido imponer su religión a través del poder político o del influjo social, sino que se han limitado a mantener la memoria (zakar, zikkaron) de aquello que Dios ha realizado en ellos, a fin de que no se olvide nunca. Otros pueblos han ofrecido otras aportaciones culturales, sociales, económicas o militares. Los judíos, en cambio, han querido ser y han sido, básicamente, testigos de una presencia de Dios, de quien se sienten enviado.

«Vosotros sois mis testigos, dice Yahvé: sois mis servidores a quienes yo escogí, para que me conozcáis y me creáis, a fin de que entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Yahvé; fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié y salvé; yo proclamé, y no algún dios extraño entre vosotros. Vosotros sois mis testigos, y yo soy Dios, dice Yahvé» (Is 43, 10-13). Estas palabras describen bien la identidad israelita: vosotros mis testigos, y yo Dios).

Testigos mesiánicos del Dios de Jesús. Por su parte, el Nuevo Testamento mantiene el testimonio judío, y lo actualiza por Jesús, testigo fiel (o` ma,rtuj( o` pisto,j, Ap 1, 5), aquel que ha venido a ofrecer sobre la tierra (dentro de la historia) el recuerdo pleno de Dios. De esa forma ha culminado y cumplido el camino de fe de los israelitas fieles a la palabra Dios, definiendo ya de un modo pleno su sentido:

«La fe es la fundamento, la sub-stancia (hypostasis) de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven. Por ella dieron testimonio (evmarturh,qhsan) los antiguos… ». (Heb 11, 2). «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos de todo impedimento, y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el iniciador y consumador de la fe, que es Jesús (Heb 12, 1-2).

Jesús no es por tanto un filósofo que razona, sino un testigo de la fe, alguien que da testimonio de ella, de manera que aquellos que le siguen pueden confiar en él, vinculándose de esa manera a Dios. Por eso, se le llama “testigo fiel (Martir Pistón; Ap 1, 5; cf. 3, 14), mártir de Dios en quien ha confiado, proclamando e iniciando en su nombre el Reino.

Así nos muestra con su vida el valor de la fe, de manera que también nosotros podamos mantener el buen testimonio de Dios, como él lo mantuvo ante P. Pilato (cf. 1 Tim 6, 13). Lógicamente, los cristianos han de ser ante todo mártires/testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (cf. Hch 1, 8; cf. 2, 32; 3, 15).

Si no hubieran mantenido el testimonio de su alianza especial con Dios a través de los siglos, los judíos habrían desaparecido, como lo han hecho la mayoría de los pueblos y culturas de los siglos VII a.C. al I d.C. Por trasmitir el recuerdo activo de Dios, ellos han seguido existiendo y se han renovado, sin convertirse nunca en un fósil del pasado.

Por eso han conservado, comentado y cumplido los libros de su recuerdo (Sagrada Escritura), para avanzar con y por ellos hacia el futuro de la tierra prometida. Pero ellos siguen esperando todavía la llegada del tiempo mesiánico, cuando se experiencia y testimonio puede ofrecerse y compartirse entre todos los pueblos.

A diferencia de eso, los cristianos (con los musulmanes) creen que ha llegado el tiempo mesiánico, de forma que la experiencia de Jesús (en su caso el testimonio del Corán) puede abrirse a todos los pueblos de la tierra. En esa línea se mantiene y avanza la comunidad de Juan, a quien se llama el Discípulo Amado, por ser testigo de un amor universal. El testimonio de ese amor se expresa en un texto clave de su tradición:

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida…, lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos…” (1 Jn 21, 1-3).

Otras pretendidas verdades pierden su importancia, los argumentos se pueden manipular, las demostraciones falsearse… Sólo el testimonio de la vida permanece. Por eso, los seguidores de Jesús han de ser ante todo testigos y transmisores de aquello que han visto y oído y han tocado con sus propias manos”.

En este contexto se entiende el título supremo de Jesús: Ha sido y sigue siendo el testigo de Dios para aquellos que confían en él. Más tarde, con el influjo del pensamiento griego y de una administración eclesial de tipo más romano, los cristianos pueden haber dejado en segundo plano esta verdad del testimonio, para destacar la argumentación racional o la eficacia administrativa. Pero, conforme a la visión del conjunto de la Biblia y, en especial del Nuevo Testamento, el cristianismo sigue siendo la religión del testimonio, que se expresa de un modo privilegiado en el “martirio”, pues mártir es aquel que ofrece con su vida el testimonio de aquello en lo cree (incluso muriendo por ello).

(Tema tomado parcialmente de Gran Diccionario de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2015).

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