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Dom 7.8.16. Talegos que no envejecen, tesoros que no pueden robar los ladrones

Domingo, 7 de agosto de 2016

13887020_1581756662126395_1850254258936604726_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 19. Ciclo C. Lc 12, 32-48. Esas palabras son el centro del evangelio del dominto, un programa básico de transformación social y personal, religiosa y cultura.

‒ Talegos son bolsas donde se llevaba el dinero o las cosas de valor… y por ampliación se aplica a la Banca y Bolsa, al capital del FMI o de la BM, a la riqueza de la Multinacionales… Pues bien, Jesús sabe que esos tesoros de talego envejecen y mueren, como murió la riqueza de Creso y la del imperio Romano, como está muriendo la Segunda Ola del Gran Comercio mundial fundado en el Carbón, el Petróleo y los combustibles fósiles, y como morirá la Tercera, hecho de tesoros virtuales…

Tienen un valor esos tesoros, pero todos envejecen y mueren. Por eso nos dice que Jesús que busquemos otros tesoros culturales, morales y humanos que no mueren, porque el alma y corazón del hombre es inmortal, a no ser que él quiera acabar y morirse, matando en el camino a otros..

‒ Tesoros que lo ladrones no puedan robar… Lo malo de los tesoros de talego es que han sido siempre robados (se amasan a base del hambre de los pobres…) y excitan el deseo de nuevos ladrones, que acaban logrando de algún modo su objetivo. Estamos en un mundo de ladrones y contra-ladrones, de robos y sistemas de antirrobo, desde la alarma de tu casa hasta los sistemas militares e informáticos más sofisticados.

Por eso nos dice Jesús que busquemos un tesoro que no puede robarse, pues está hecho de gratuidad y comunicación, como el Tesoro de Dios, al que no se puede robar pues lo da y comparte todo.

Éste es un evangelio esencial (Lc 12, 32-48), que no puedo comentar por entero, y así me limito a las primeras palabras (12, 33-34), en la que Jesús pide a sus discípulos:

que vendan (que se liberen de) todo para dárselo a los pobres, consiguiendo de esa forma una riqueza superior, propia “del cielo” (un tesoro de amor y de fraternidad)
— y que así comparten todo con los hombres y mujeres de la tierra, para encontrar un tesoro (margarita preciosa) de gracia y amistad, que no muere ni puede robarse.

El texto es radical, y plantea unas preguntas esenciales, que los cristianos han de escuchar y aplicar este cansino verano del hemisferio norte, como indicaré en un contexto de iglesia (que en un segundo momento puede aplicarse al capital y comercio del mundo entero):

‒ ¿Lo que dice Jesús lo dice sólo de la Iglesia o debe aplicarse a todos los hombres, fuera y dentro de la Iglesia, como mensaje y cultura universal de vida, fundado en el tesoro superior que no envejece, en la riqueza que no puede robarse? El Pacto de las Catacumbas afirma que lo dice principalmente a la Iglesia y que los primeros en cumplirlo han de ser los obispos.

‒ ¿Quién debe venderlo todo y dárselo a los pobres, en la Iglesia, sólo los curas y y frailes y monjas, o todos los cristianos, empezando por nuestros obispos (los que firmaron el Pacto de las Catacumbas)…y por el Vaticano que en cuanto tal no lo firmó?

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3) ¿Qué bienes se deben vender en la Iglesia para dárselos a los pobres, que son, según Jesús, sus propietarios, sólo algunos bienes que sobran o también los edificios y vasos sagrados, incluida la catedral de mi pueblo y el Estado Vaticano? ¿Quedan algunos excluidos?

4) ¿Qué se puede hacer cuando se vende todo y no se tiene nada? ¿Cómo vivir, producir y compartir? ¿Cómo dar si ya no queda algo que dar? Se trata de vender para que un día nadie pueda (ni deba) vender ni comprar, sino que todo se pueda compartir. ¿Será posible llegar a ese día? ¿Quién puede iniciar el camino, algunos “locos” como Francisco, todos los cristianos…?

5) ¿O será mejor no tomar en serio ese evangelio, escucharlo como música celeste (¡qué buena era la que ayer cantaban dos amigos canta-autores en el Carmelo de Toro!), que no se aplica en esta tierra, ni en la Iglesia, un baile hermoso para niños? ¿O será mejor decir que ese evangelio es apócrifo?

Quien quiera saber algo más que lea. Que no me eche a mí la “culpa” del tema, que la tiene el evangelio y la liturgia del domingo.

En un momento determinado, el gran Lutero, cuyo centenario preparamos, dijo que estos evangelios no eran para cumplirlos, sino para saber que no podemos cumplirlos, de manera que no tenemos más remedio que lanzarnos a los brazos de Dios confesándonos pecadores. No estoy convencido de las cosas sean así, pero al menos este Lutero fue sincero.

Imagen 1. Un recuerdo de Mons. Angelelli (amigo de un gran amigo mío, uno de los promotores del Pacto de los Obispos Pobres o de las Catacumbas), asesinado hace 40, en la Rioja de Argentina, por decir y cumplir cosas como las de este Evangelio, en un país que se decía gobernado por militares cristianos

Imagen 2. Imagen de la edición inglesa del Pacto de los Obispos Pobres, llamado Pacto de las Catacumbas, que tomó su inspiración en el evangelio de este domingo. Era simplemente un pacto de evangelio, quería simplemente que los obispos fueran cristiano.
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Texto
El evangelio de este domingo (Lc 12, 32.48) es un texto largo que consta de varias unidades, recogidas en este primer conjunto “escatológico”, donde Lucas trata del dinero y de la vuelta del Señor Jesús. Quien quiera, que lea en su Biblia todo el texto y analice sus diversas partes. Yo hoy sólo quiero comentar dos versículos centrales:

Vended vuestros bienes y dadlos en limosna;
haceos talegos que no envejezcan,
un tesoro en el cielo que nunca se agote,
donde no puedan acercarse los ladrones y robar
donde no pueda roerlos la polilla.
Porque allí donde está vuestro tesoro
allí estará también vuestro corazón (Lc 12, 33-34).

Ubicar el texto. El cielo está aquí, no simplemente más allá

Éste es un texto central del evangelio, que ha de leerse en conjunto, al lado del pasaje del “joven rico” al que Jesús le pide que lo venda todo y lo dé a los pobres, para que así tenga un tesoro en el cielo y después (al mismo tiempo) pueda seguirle (cf. Mc 10, 21 par). Como precisa bien el evangelio, en otro lado, no se trata de vender, dejar y abandonar la vida activa (irse al desierto), sino de vender para dárselo a los pobres y para compartirlos, recibiendo así el ciento por uno en casa, familia y posesiones (cf. Mc 10, 28-31 y par).

Este pasaje de “vender y hacer tesoros para el cielo” ha sido transmitido también y de forma, y de un modo más “antiguo” (más completo) por Mt 6, 19-21. No se trata de atesorar para “el más allá” (de tener tesoros amontonados un tipo de Banco de San Pedro, para después de esta vida), sino de atesorar aquí, en este mundo, para estos pobres concretos que nos rodean, formando ellos el tesoro del reino..

Quiero destacar bien esto, desde el principio. El “cielo” donde hay que atesores no es un más allá platónico de angelitos buenos (que nos recibirán con la bosa llena), sino que empieza siendo cielo concreto de los hombres y mujeres de este mundo, donde Jesús anuncia y comienza a extender su reino. Frente a los que amontonan aquí (de una manera, al modo capitalista)… han de estar los que “amontonan también aquí”, de una forma humana, al servicio de los pobres. Esto es para Lucas (para el Jesús de Lucas, para el Jesús de Marcos…) tan evidente que no necesita comentario. Se trata de “vender” (de romper el modo egoísta de posesión), se trata de darlo todo…para hacer posible que haya bienes para todos, desde los pobres, de otra forma.

Ubicarlo mejor: donde está tu tesoro está tu corazón

El texto de Jesús habla de tesoro y dice que “allí donde está vuestro tesoro estará también vuestro corazón”. Pues bien, el primer tesoro de los judíos ha sido la tierra. Ella, la tierra, era como su madre, como su cuerpo, no una cosa externa, que se compra y vende, sino parte esencial de su propia vida. Pero, en aquel momento, los más ricos de Israel y Roma se estaban apoderando de todas las propiedades de los pobres, convirtiendo la tierra de Dios (de todos) en mercado al servicio del Imperio lejano y de los terratenientes y administradores indígenas (cortesanos de Herodes Antipas).

En ese contexto, Jesús fue un revolucionario campesino, pero no con violencia armada, como algunos han propuesto (no fue líder bandolero o militar), sino de forma profética, provocativa, mucho más intensa. Fue el líder de un movimiento radical, desde los más pobres (no almacenando riqueza, sino invirtiendo en comunión de vida). No quiso transformar la economía desde arriba, controlando los mercados imperiales, ni siquiera en Galilea. Tampoco quiso empezar organizando de un modo directo unos modelos de trabajo y propiedad (en la línea de las federaciones agrícolas del principio de la historia de Israel), sino que hizo algo anterior y mucho más profundo: empezó ofreciendo dignidad a los campesinos expulsados de su tierra.

Ciertamente, no se opuso a un cambio en el sistema externo, es más, posiblemente vio que era necesario, pero no empezó por eso: no intentó (ni pudo) realizar su proyecto de un modo militar o político, trasformando las cosas desde fuera, desde arriba, pues si sólo cambiaban así todo seguiría como antes. Al contrario, Jesús quiso enriquecer y trasformar la vida de los galileos desde su misma humanidad, desde los pobres, cambiando su forma de pensar y sentir, de querer y de amarse (¡cambiando su corazón!), para que pudieran compartir la tierra, como en el principio de la historia israelita, cuando las doce tribus que compartieron la tierra, conforme al libro de Josué.

Un movimiento desde los marginados

Así inició su movimiento a partir de los marginados del nuevo (des-)orden económico, empobrecidos por la estructura de poder de las ciudades que imponían su dominio (ley comercial y social) sobre los pobres del campo. Sin ese descubrimiento práctico de los expulsados y negados del orden económico, que debían ser (y son) hijos privilegiados de Dios, Jesús no podía hablar de Reino. Desde ellos empezó su proyecto de paz, su revolución económica; con ellos empezó su “huelga”; quiso que dejaran aquel “orden” de atesoramiento de riquezas como tales (de capital), para que todos pudieran compartir la vida, compartiendo el corazón.

En esa línea podemos presentarle como inventor de humanidad, el mayor de los descubridores sociales de la historia, el primero de todos los iniciadores de una huelga general en nuestra historia, una huelga desde la pobreza. La vida de los hombres y mujeres no cambia y mejora desde arriba (por un Imperio como Roma), sino desde la pobreza; Julio César y sus sucesores cambiaron el mundo creando un Imperio; Jesús quiso cambiarlo y lo cambió iniciando un camino de Reino a partir de los pobres, transformando con ellos y por ellos la forma de vida humana.

Jesús no condenó a los propietarios (no quiso matarles), pero no inició básicamente con ellos su proyecto de Reino, sino con los itinerantes pobres (que van y vienen, sin suelo fijo, ni casa). También la valían los propietarios ricos, pero sólo en la medida en que vendieran lo que tenían (como propiedad particular), para dar el producto a los pobres e iniciar con ellos (desde ellos) un proyecto de transformación para todo.

No trazó un esquema de inversión violenta en línea militar (no quiso que los itinerantes-desposeídos ocupen el lugar de los sedentarios), sino de trasformación, partiendo de los desposeídos, pidiéndolos que (en vez de conquistar las tierras de los ricos por la fuerza) regalaran incluso lo poco que tenían, para compartirlo, para crear de esa manera uno tesoro distinto “en el cielo” (es decir, en la comunidad de los voluntarios, al servicio del reino). Eso mismo que pidió a los pobres se lo pidió a los ricos: que fueran capaces de darlo todo, y de darse a sí mismos, compartiendo los bienes y las vidas e iniciando así un proyecto de humanidad compartida, de cielo.

Los dos tesoros

Jesús se enfrento con un tipo de hombres que querían conseguirlo todo (comprar todas las tierras, apoderarse de todos los poderes, amontonar todos los bienes), para tener de esa manera un tesoro en este mundo y administrarlo al servicio de sus propios intereses, es decir, de su “capital”.

Eran tiempos de “nueva economía”: los capitales se estaban juntando en unas pocas manos, las tierras estaban pasando a unos pocos propietarios, estaba surgiendo por doquier una nueva “concepción mercantil de la riqueza”, muy parecida a la de cierto capitalismo moderno. Había que atesorar, para producir, para tener seguridades, para garantizar así el futuro…

Mientras tanto, los pobres estaban perdiendo su dignidad, además de sus tierras, viniendo a convertirse en puros proletarios pasivos de una economía mercantil al servicio del “tesoro”, es decir, del dinero central. En este contexto se inscribe la palabra de Jesús, que pide a los suyos que inviertan ese orden, que busquen una nueva economía. Así lo indica con toda precisión al texto antes citado de Lucas, que ahora presentamos en su versión de Mt 6, 20-21 (cf. Mc 10, 21), que parece conservar mejor el ritmo del lenguaje de Jesús, formado por tres frases que se repiten en paralelo y por una conclusión:

1. Frases negativas (el falso tesoro: injusticia y violencia):
a. No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra,
b. donde la polilla y el orín corrompen,
c. y donde los ladrones excavan y roban.

2. Frases positivas (el buen tesoro: justicia, comunión):
a. Más bien, acumulad para vosotros tesoros en el cielo,
b. donde ni la polilla ni el óxido corrompen,
c. y donde los ladrones no excavan ni roban.

3. Conclusión

Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón.
El esquema rítmico es fácil de seguir, conforme al esquema del paralelismo, típico de la poesía judía.

Frases negativas.

Hay un “tesoro de la tierra” que consiste en amontonar de un modo exclusivista, al servicio de algunos (del puro capital). Ese “tesoro” está sometido a los principios de la corrupción física (todo lo que hay en el mundo termina, todo acaba comido por le polilla y el orín). Ese tesoro suscita siempre la violencia: Donde hay unos que amontonan riquezas excitan siempre el deseo de “ladrones”.

Jesús no dice nada sobre la “razón” de esos “ladrones”; no dice si son justos o injustos… Sólo dice que allí donde se amontonan “tesoros” (escondidos en bancos o en casas de lucho, o en pozos bajo tierra), ellos suscitan el deseo de los “hermanos ladrones”. Evidentemente, los dueños de tesoros buscarán policías o soldados para defenderlos, pero será inútil; vendrán siempre nuevos ladrones. Esa es para Jesús la “ley” de la riqueza de este mundo, que suscita violencia y contra-violencia sin fin.

Esa es la ley que sigue definiendo nuestra realidad política y comercial, en este año de “gracia” 2016. Seguimos “jugando” al juego macabro de más policías, soldados y ladrones. Estamos al borde del colapso.

Frases positivas.

Es evidente que Jesús no está hablando de cosas del “cielo espiritual”, sino de este mundo, está hablando de una forma nueva de tener y compartir. Conforme a toda la dinámica del evangelio (y en especial del evangelio de Lucas) “atesorar tesoros para el cielo” no es quemarlos o venderlos sin más, sino compartirlos con los pobres; de esa forma, los bienes se convierten en signo y realidad de comunión. Atesorar para el cielo significa “ganar amigos” con el dinero de este mundo (cf. Lc 16, 9).

Los bienes compartidos son un tesoro de vida, un tesoro de humanidad (no de oro, ni petróleo, no de capital ni de armas) que no se pudre con el orín, ni se consume con la polilla… Sólo de esa forma se puede “evitar los ladrones”. No con más policía ni ejército, sino con más comunión, con más vida compartida… El en el fondo, para Jesús, capitalistas y ladrones son lo mismo, se mueven en la misma línea. La manera de superarlos es aprender a compartir los bienes. Éste es el programa de Jesús en aquellos años duros de neocapitalismo romano y de ladrones mil que estaban surgiendo en Galilea.
La conclusión resulta clara:el corazón del hombre está donde está su tesoro. Se trata de cambiar la forma de tener los tesoros, para cambiar el corazón, para que los hombres y mujeres puedan amarse, puedan ser corazón.

En un caso, el corazón está en los bienes egoístas…, defendidos siempre con miedo de ladrones; en ese caso no se puede hablar de corazón, porque en su lugar solo hay dinero, dinero (tenido o deseado…).

En otro caso está en los bienes compartidos, en el amor mutuo de los hermanos… Con este proyecto, iniciado desde los más pobres, comenzó Jesús su camino de reino, su camino de corazón. En ese camino seguimos (debemos seguir) nosotros, según el Evangelio.

Propuesta, un cambio universal

Todos sabemos que la situación económica actual (año 2016) debe cambiar, a fin de que el capital y el trabajo estén al servicio del hombre y así pueda surgir, por primera vez, un tipo de abundancia universal, gozosa, un tesoro compartido, como quería Jesús. Ese cambio no es fácil. Hasta ahora, en los últimos milenios y de un modo especial en los dos últimos siglos, la economía dominante ha estado marcada por el dominio del capital y el mercado, que han impuesto su dictado desde arriba sobre el conjunto de los hombres y la misma tierra, al servicio del sistema.

Del único mundo (one world), que nos precedía y engendraba, con sus signos divinos, como madre providente, hemos pasado al único mercado (one market), que nosotros mismos instauramos, como dioses pequeños, dispuestos a comprarlo y a venderlo todo, amontonando así nuestro tesoro, sometido al orín, a la polilla, a los ladrones.

Pues bien, para superar esta situación y para evitar el colapso de nuestro modelo económico (sometido al riesgo del orín-polilla y de los crecientes capitalistas/ladrones), debemos realizar una profunda inversión (cambio de rumbo), de manera que el capital se ponga al servicio de los hombres, no en línea de compra/venta, sino de comunicación personal, de manera que todos puedan participar en libertad y equilibrio de los tesoros de la tierra. Para ello debemos iniciar una “salida” y protesta, es decir, un tipo de huelga general (universal), contra las leyes y normas del capital y del mercado, dejando de colaborar y vincularnos con este sistema, abandonando la Gran Ciudad de opresión (como piden, de formas convergentes, Mc 13, 14 y Ap 18, 4).

Éste no será un cambio para no-trabajar o para pedir simplemente salarios más altos (cosa que ha sido a menudo muy justa), sino para trabajar de una forma distinta y para compartir con corazón y para producir también de otra manera, al servicio de los hombres (los pobres) y no del mercado capitalista o de la seguridad militar.
No será una “huelga” contra nadie, sino a favor de todos, desde los más pobres, en la línea de los itinerantes de Jesús, campesinos sin campo ni trabajo, que se unían para compartir, iniciando una nueva solidaridad y comunicación, capaz de curar a los ricos.

Esta huelga sanadora, que puede transformar a los propietarios (¡capitalistas!) ha comenzado quizá en varias partes del mundo, siguiendo el modelo de Jesús, sin que muchos lo advirtamos. Sólo así podrá surgir una nueva economía mundial, que no esté al servicio del Imperio (capital, mercado), sino de todos los hombres y pueblos, empezando por los pobres.

Utopía, un tesoro de corazón

Será una economía de caminos múltiples, que ha de actuar como espacio de encuentros abiertos a todos, como una red donde todos puedan introducirse, cada uno con sus peculiaridades y sus aportaciones. Debemos pasar de una estructura piramidal y jerárquica del capital, que se impone su dictado único, a una visión multipolar del trabajo (producción) y del mercado (distribución), donde cada uno pueda recibir lo que necesita y ofrecer lo que pueda, en actitud de concordia universal (cf. Hech 2, 44-45), recreando en una perspectiva más alta, la intuición de Kant, cuando afirma que el bien de los otros será bien para nosotros.

Este cambio sólo puede hacerse desde abajo, no desde el capital (pues capital y mercado, en su forma actual, tienden a dominarlo todo). En contra del capital/mercado de la actualidad, surgirá un modelo de trabajos e intercambios múltiples, unidos entre sí, creando interconexiones gratuitas, al servicio de todos, de manera que, conforme a su variante etimológica, el mercado no será institución de compra/venta, sino espacio de comunicación gratuita (merced, mercy). El modelo actual de mercado pone en riesgo la vida de los hombres y mujeres, sometiendo a su dictado a todos los pueblos y personas.

En contra de eso, un modelo de centros múltiples, guiado por el gozo de la producción y la comunicación abierta (gratuita), hará posible el surgimiento de una sociedad de interacciones múltiples. Para ello debe cambiar el modelo del sistema y eso sólo puede hacerse subiendo de nivel (en la línea de eso que pudiéramos llamar “mutación” de evangelio). Queremos una gran huelga, debemos iniciar una gran mutación, ya, desde ahora mismo, los que creemos en Jesús y en su evangelio.

Eso es lo que nos pide Jesús este domingo: “no atesoréis…” (este tipo de atesoramiento desde el capital está destruyendo la humanidad)…, “atesorad”. Así debe proclamar la Iglesia que, hasta ahora, en los últimos siglos, ha estado casi siempre al servicio de una economía ya sobrepasada (de la vieja nobleza y/o burguesía) o de un capitalismo anticristiano.

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