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El pionero imán gay Muhsin Hendricks, entrena a líderes religiosos musulmanes sobre género y sexualidad durante la pandemia

Martes, 29 de diciembre de 2020
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image_1El imán gay Muhsin Hendricks

Un imán gay pionero está enseñando a los musulmanes sudafricanos sobre la sexualidad y la identidad de género en el Islam durante la pandemia del coronavirus.

El imán Muhsin Hendricks, de 53 años, fue uno de los primeros imanes del mundo en declarar públicamente su homosexualidad en 1998, según Reuters, y se ha propuesto iniciar conversaciones sobre temas LGBT + en el Islam.

En 2004 fundó The Inner Circle, una organización de derechos humanos con sede en Ciudad del Cabo que ayuda a “musulmanes queer a reconciliar el Islam con su sexualidad” y su identidad de género.

También dirige talleres para imanes en África, ayudándolos a desarrollar una comprensión inclusiva del género y la sexualidad dentro del Islam.

Explicó: “Implica un reexamen de lo que significa ser musulmán … Me concentro en la compasión, los valores, la fe más que en los rituales y sectas que nos dividen. Es necesario desaprender mucho [pero] es asombroso lo que se les ocurre a los imanes. Aportan investigación y contexto y lo combinan con el texto religioso, y están estos momentos de ‘¡ajá!’”.

Este trabajo es vital en África, donde la homosexualidad aún es ilegal en 32 de 54 países, y Sudáfrica es el único país del continente que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Pero cuando comenzó la pandemia de coronavirus, Hendricks temió que sus talleres tuvieran que detenerse. Dijo: “Es un gran desafío dar esperanza cuando las personas están experimentando soledad, pérdidas económicas y baja autoestima en la época de COVID. Pero tuvimos que lograrlo “.

Hendricks logró alterar los talleres, organizando sesiones en línea para imanes en otros países y reuniones socialmente distanciadas para aquellos en Sudáfrica.

La experiencia le ha enseñado, dijo, la importancia de continuar el diálogo sin dejar de estar seguro. Dijo: “Seamos seguros, lavemos las manos, usemos máscaras, pero no dejemos de participar. Si continuamos haciendo lo que tenemos que hacer, lo lograremos “.

A principios de este mes, Hendricks se unió a cientos de líderes religiosos de todo el mundo para firmar una declaración organizada por la Fundación Ozanne diciendo que las personas LGBT + “son una parte preciosa de la creación” y pidiendo una prohibición global de la terapia de conversión.

Más: imán gay, Islam, Muhsin Hendricks, Sudáfrica

Fuente Pink News

General, Historia LGTBI, Islam , , , , , , , ,

Consuelo Vélez: Y llegamos a Navidad ¡con la pandemia a cuestas!

Jueves, 24 de diciembre de 2020
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llegamos-Navidad-pandemia-cuestas_2295980381_15161048_660x371De su blog Fe y Vida:

“Asume la humanidad desde los más vulnerables y así continuará a lo largo de su vida”

“Ha sido un año para constatar la fragilidad, la limitación, la vulnerabilidad humana. Tal vez esta circunstancia nos ayude a entender la vulnerabilidad del Niño que nace”

“Jesús se hace ser humano con todas las consecuencias. No es una encarnación aparente o simbólica, es real y asume las circunstancias tal y como ellas son, buscando caminos para superarlas”

“Navidad nos introduce en esa lógica de Dios. Nos invita a mirar el mundo desde los más pobres, todos aquellos que viven en los pesebres de hoy porque no tienen trabajo, casa, educación, salud, alimento”

“Navidad es la esperanza renovada de que llegarán tiempos de pospandemia y nuestro mundo podrá ser distinto para entonces”

Este año hemos vivido en medio de la pandemia del covid-19, sin que lo hubiéramos esperado, ni imaginado. El mundo entero se ha visto afectado y se ha sentido impotente para detener el avance. Con mucho empeño se ha buscado una vacuna, pero ha sido un año para constatar la fragilidad, la limitación, la vulnerabilidad humana. Tal vez esta circunstancia nos ayude a entender la vulnerabilidad del Niño que nace, “en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2, 7).

Pero esa vulnerabilidad no es lo más relevante de nuestras celebraciones de navidad. Por lo general, es un tiempo lleno de alegría, esperanza, festejos, regalos, que expanden el corazón y animan el espíritu. Todo esto es muy positivo y el ciclo litúrgico de adviento/navidad así lo expresa. Sin embargo, ese ambiente festivo puede impedirnos ver el nacimiento de Jesús como realmente fue. Su encarnación no llegó con festejos, ni fue esperada por las élites representativas de su tiempo. El evangelio de Lucas nos aproxima a lo que en realidad fue: Jesús nace en un lugar apartado y los que lo reconocen son los pastores del lugar: personas insignificantes en ese contexto, que no tienen mucho que ofrecerle, más que la sencillez de su vida (Lc 2, 8-18).

Esto marca la vida de Jesús y el lugar desde el que se sitúa para ejercer su misión. Asume la humanidad desde los más vulnerables y así continuará a lo largo de su vida. Incluso, cuando sus oponentes deciden asesinarlo lo hacen con el peor castigo -la cruz- que solo se infringía a los “malditos por Dios” (Dt 21,23; Gál 3,13).

Ahora bien, a los pastores se les anuncia la llegada del Niño, como “una gran alegría que lo será para todo el pueblo: hoy ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2, 10-11). Esa es la paradoja de nuestra fe: desde la vulnerabilidad confesamos el poder de Dios; desde la pobreza, reconocemos la riqueza divina: “Conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre, a fin de que se enriquezcan con su pobreza” (2 Cor 8, 9).

Tal vez este año lleno de incertidumbres, sufrimiento, pobreza, carencias, nos abra los ojos a la verdadera humanidad de Jesús y logremos entender mejor el misterio de su encarnación y la salvación que Él nos trae.  Jesús se hace ser humano con todas las consecuencias. No es una encarnación aparente o simbólica, es real y asume las circunstancias tal y como ellas son, buscando caminos para superarlas. En eso consiste la predicación de Jesús.

En un pueblo que excluía a muchos, inclusive en nombre de Dios, Él viene a anunciarles que Dios no quiere esa realidad y por eso invita a todos a sentarse en la mesa del Reino, comenzando por los últimos, por los que menos posibilidades tienen. Precisamente Él se hace uno de ellos para empezar “desde abajo”, haciendo efectiva la inclusión de los más pobres y marginados.

Navidad nos introduce en esa lógica de Dios. Nos invita a mirar el mundo desde los más pobres, todos aquellos que viven en los pesebres de hoy porque no tienen trabajo, casa, educación, salud, alimento, en otras palabras, los derechos fundamentales para una vida digna. Navidad nos confronta con la injusticia del mundo que deja a tantos en la insignificancia y en las márgenes. Navidad, desde la experiencia de la pandemia, nos hace mirar las consecuencias de las estructuras que sostienen nuestro mundo actual en las que unos pocos gozan de todos los beneficios y la mayoría solo puede comer las migajas que caen de las mesas de los dueños o mejor de los que se apoderaron de los bienes de la tierra, que en justicia deberían ser de todos.

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La pandemia ha dejado en evidencia esta injusta realidad de nuestro mundo. Demasiadas muertes porque los hospitales, por lo general, no tienen la infraestructura para contener casos como estos ya que solo se accede a buenos servicios si se paga grandes cantidades de dinero por una salud privada.

Demasiadas personas sin una casa digna para vivir la cuarentena y ha contrastado, por ejemplo, las grandes mansiones desde donde algunos artistas brindaron conciertos por internet, con aquellos barrios marginales, de calles llenas de gente, porque en la habitación en que vive toda una familia, es imposible estar encerrados, cuidándose del virus.

Tantas otras realidades quedaron evidentes en este año de pandemia y esto es lo que podemos traer en esta navidad para vivirla con la profundidad que el misterio de la encarnación supone. Si los reyes magos trajeron incienso, oro y mirra (Mt 2, 11-12), nosotros traemos un año lleno de dolor, muerte, enfermedad, temor, incertidumbre, pero también, lleno de solidaridad, de fortaleza, de esperanza, de apuesta por la vida. Ahora bien: ¿qué buena noticia nos trae el Niño que nace?

Navidad alienta la esperanza de que este mundo, tal y como ha manifestado ser en esta pandemia, tiene que cambiar para mejor. El Niño del pesebre ha venido para quedarse entre nosotros y acogerlo es construir un futuro que esté preparado para afrontar mejor la vulnerabilidad humana y, sobre todo, para garantizar -desde ahora- las condiciones necesarias para cuidar la vida en pandemia y sin ella, en tiempos difíciles y en tiempos fáciles. En otras palabras, Navidad es la esperanza renovada de que llegarán tiempos de pospandemia y nuestro mundo podrá ser distinto para entonces.

(Foto tomada de: https://periodicolaultima.com/2016/12/24/nino-jesus-en-el-pesebre/)

Biblia, Espiritualidad ,

Jesús Espeja: “¿Es posible una Navidad en tiempos de pandemia?”

Lunes, 21 de diciembre de 2020
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32EA68FF-071D-4EE3-851E-AFBB74C373FCDe su blog La Iglesia se hace diálogo:

Celebrar estas fiestas desde nuestra experiencia de la fragilidad

“Esta dura y realista experiencia llega cuando, sin negar que hay muchos auténticos creyentes cristianos en la sociedad española, no solo la Iglesia es cada vez más echada fuera de la cultura, sino que entre los mismos bautizados son crecientes la indiferencia y el agnosticismo”

“Otros años en Navidad hemos celebrado la presencia de Dios en y con nosotros como ternura, relación de amor, abrazo de afecto y reconciliación entre todos. Este año podemos celebrarla en la experiencia de nuestra fragilidad”

En los desastres de la Pandemia experimentamos nuestra fragilidad. No solo es la incógnita de siempre ante la muerte. Es el miedo, la inseguridad, el dolor ante tanto sufrimiento, la impotencia para inmunizar al virus y para curar las heridas abiertas en nuestra organización social. El horizonte se oscurece y no es fácil mirar confiadamente al porvenir.

Aunque la celebración de Navidad había entrado ya en la lógica de la comercialización, y para muchos se había diluido su significado religioso, era oportunidad para despertar los sentimientos de amor y de amistad. Este año, por la pandemia, la situación ha cambiado. Apenas podremos tener reuniones e intercambios presenciales con familiares. Ni siquiera los más devotos podrán participar en celebraciones religiosas comunitarias como en otros años. Pero todos estamos viviendo una experiencia común: nuestra fragilidad, la certeza de que la vida terrena es perecedera y el empeño por superar esta tragedia. Esta dura y realista experiencia llega cuando, sin negar que hay muchos auténticos creyentes cristianos en la sociedad española, no solo la Iglesia es cada vez más echada fuera de la cultura, sino que entre los mismos bautizados son crecientes la indiferencia y el agnosticismo.

La pandemia no distingue pulmones de ricos y pobres.Todos los humanos somos una sola familia que hoy sufre la indefensión.   En 1947 A. Camus escribió “La Peste” una significativa novela que sigue teniendo actualidad. Al mismo tiempo que plantea con agudeza el tema del sufrimiento, sugiere la necesidad de cambiar nuestra forma de vida. Estamos viendo que la fuente de nuestro yo, lo que nos da consistencia, no es el dinero, ni el poder ni la buena salud u otras muletas que fallan cuando un virus microscópico nos invade ¿Por dónde tirar?

Es la hora en que todos nos sintamos solidarios, y explicitemos qué pensamos sobre el sentido y el destino de nuestra vida tan maltratada por desgracias y tan machacada por el sufrimiento. No faltan distintas respuestas. Entre ellas, y cuando ya parece que el cristianismo social se diluye, tiene actualidad y puede ser oferta para todos la fe o experiencia cristiana en la celebración de Navidad.

Distintas salidas

Seamos conscientes o no, todos llevamos dentro la tensión: experimentamos múltiples limitaciones, pero somos ilimitados en nuestros deseos; todos queremos más”, decía una canción de hace años más”. Muchos, tarados por el materialismo práctico, no quieren saber nada de esa tensión, y otros oprimidos por la miseria no tienen tiempo para pensar en ella. Pero en la sociedad de bienestar cada vez es más notoria la falta de sentido. Se va perdiendo confianza de que el progreso saciara plenamente ya en la tierra los deseos del ser humano. Algunos creen que la vida no tiene significación propia y se resignan la felicidad momentánea que les brinda el momento presente.

Pero la crisis de sentido es problema de nuestro tiempo. Por eso en los últimos años la búsqueda sentido u horizonte donde inscribir todos los proyectos ha pujado en muchas manifestaciones. En el fondo es el diálogo con ese misterio que nos envuelve, con el cual necesitamos reconciliarnos y que en las religiones se llama Dios. Según el contenido que se dé a esa palabra, tenemos distintas salidas al interrogante sobre el sentido de la vida humana con el aguijón del sufrimiento.

 No es posible aceptar la existencia de un Dios todopoderoso y bueno cuando no quita el sufrimientoque destruye a los seres humanos. Fue ya el argumento del filósofo griego Epicuro que todavía tiene vigencia en muchos. Claro que ese filósofo partía de una divinidad fabricada por él. Además aunque eliminemos la existencia de Dios no eliminamos el mal ni el sufrimiento.

En algunas corrientes religioso-filosóficas como solución al sufrimiento se ha propuesto la renuncia a todo deseo, pues el sufrimiento viene de no conseguir lo que se ansía. Muerto el perro se acabó la rabia. Pero el deseo es constitutivo del existencia humana y hay deseos muy laudables.

Una interpretación ya superada en la Biblia: el mal es castigo de Dios por nuestras fechorías. Pero el Libro de Job lo desmiente. Su autor es un creyente judío que trae a Job como figura universal del inocente que se ve maltratado y pregunta dónde está Dios que no interviene Job es “hombre íntegro que teme a Dios y se guarda del mal”; su conciencia le dice que es inocente. Sin saber por qué empiezan a llegarle desastres y desgracias hasta reducirlo a la miseria. Se acercaron sus amigos sabios y , al ver su deterioro en un primer momento, se quedan mudos: estuvieron siete días y siete noches sin dirigirle la palabra”; el sufrimiento del inocente recomienda silencio, ¿ quién es capaz de explicarlo? Pero Job grita cada vez con más fuerza: “Desaparezca el día en qué nací; no tengo paz ni calma ni descanso y me invade la turbación”. Se pone el tema sobre el tapete para el debate de los sabios que, siguiendo la tradición, exculpan a Dios y culpan Job; sus males deben ser castigo por su mala conducta o la de mala conducta de sus parientes. Pero desde su conciencia Job reacciona contra esa interpretación tradicional . Lo que dicen los sabios representantes de la tradición son “argumentos de polvo y réplicas de barro”, “palabras vacías”. Pero ¿cómo deshacer sus argumentos?

Job dice a sus amigos sabios que conoce bien sus explicaciones: “lo sé tan bien como vosotros, en nada me aventajáis”. Decide enfrentarse al Poderoso:”quiero defenderme; presento mi causa porque sé que tengo razón”. El Todopoderoso acepta el reto diciendo voy a interrogante y tu responderás”. Y en seguida vienen unas preguntas de la Sabiduría: “¿Dónde estabas tu cuando fundaba yo la tierra? ¿quién fijó sus medidas? ¿has penetrado hasta las fuentes del mar?¿has circulado por el fondo del abismo?” “¿el censor de Dios va a replicar aún?”. Y Job responde: “Yo te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos; por eso retracto mis palabras”. En realidad Job no ha visto más que la incomprensibilidad de Dios. No llevan razón los sabios   que pretenden interpretar el sufrimiento como castigo de Dios ni Job que le hace responsable de los males   sufridos por el inocente.

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Fotografía Levante-EMV

En 1995 salió un interesante libro “¿Quién es creyente en España de hoy?” Y se constaba la variedad y la confusión que hoy son aún mayores. Hay bautizados que practican la religión, otros que no practican, bautizados y sin embargo en la indiferencia religiosa o en el agnosticismo .Sin embargo en muchos de estos bautizados practicantes o no sigue la visión descartada en el Libro de Job: el mal y el sufrimiento son efecto de nuestros pecados que merecen el castigo de Dios. Tenemos que soportarlos como sacrificio para reparar el honor de la divinidad ofendida; muriendo en la cruz, Jesús de Nazaret nos ha dado ejemplo. Esa interpretación no cuadra con el Evangelio: Dios es amor y nos ama también cuando somos pecadores.

Desde la fe o experiencia cristiana

El mal y el sufrimiento van anejos a nuestra condición de criaturas racionales. Como criaturas somos limitados. Como racionales abrigamos un deseo de infinitud sin dolor ni muerte. Al no poder satisfacer ya ese deseo, experimentamos no solo el dolor corporal sino el sufrimiento que es dolor del alma. Esa condición nos constituye. Pero estamos en proceso de realización, y en ese proceso sí es decisiva la presencia del Creador que también nos constituye. Mientras vamos de camino el mal y el sufrimiento pueden ser espacio para abrirnos a esa Presencia de amor en que habitamos y para crecer en más humanidad.

Los cristianos  hemos conocido Dios en el acontecimiento Jesucristo, en su vida, muerte y victoria sobre la muerte. Y la conducta humana de Jesús no se explica sin la intimidad con el “Abba”, presencia entrañable de amor. Jesús experimentó y se abrió incondicionalmente a esa Presencia: “no estoy solo porque el Padre esta conmigo”, “mi alimento es hacer su voluntad . Esa apertura en el amor, que le agradó y le sostuvo, supuso un éxodo del egocentrismo, el dolor de renunciar a muchas falsas seguridades y aceptación de situaciones conflictivas que implicaron sufrimiento. Los relatos evangélicos traen amplias catequesis sobre las tentaciones de Jesús y reflejan con toda claridad el dolor del Inocente condenado. En ese trance de oscuridad y de fracaso cabe preguntar:¿dónde estaba Dios? No estaba en el cielo contemplando el crimen como reparación de su honor ofendido. Tampoco estaba inactivo con los brazos cruzados ante la imposibilidad de hacer algo. Estaba dentro del Crucificado dándole fuerza y aliento para que el amor se manifestara con toda su intensidad y pureza en la entrega dolorosa y libre a favor de los demás. En la cumbre de la humillación y de la burla, Jesús confía en Dios y se da por amor. El cuarto evangelista concluye: “ahí tenéis al hombre”. La humanidad que a través del sufrimiento ha madurado en el amor.

Según la fe cristiana, la conducta Jesús de Nazaret revelaplenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” que incluye dos vertientes. Primera, crecer en el amor; estamos hechos para el don; prueba de ello es que el amor, lo más válido y valorado de nuestra existencia humana, nos saca de nosotros mismos y nos lleva sin remedio al otro: y esta salida implica éxodo del “ego”, renuncia y sufrimiento donde el amor prueba su verdad y madura. Segunda, en nuestro sufrimiento con amor, Dios mismo en nosotros y con nosotros, promueve la plena realización de la humanidad.

La salvajada contra la raza judía en el corazón de Europa fue tan execrable mientras el Todopoderoso parecía estar al margen, que algunos se preguntaban “ si después de Auschwitz podemos seguir creyendo en Dios”. Pero el neurólogo Viktor Frankl, que sufrió las atrocidades en el campo de exterminio comenta: “Mis experiencias me permiten afirmar que en Auschwitz recuperó su fe más gente y la fortalecieron más personas -por supuesto a pesar de Auschwitz -que cuantos allí la perdieron. No vale decir cómo Dios permitió tantas atrocidades, sino cómo el ser humano es capaz de hacer tales crueldades que Dios presencia de amor sufre en la cerrazón de los verdugos y en el dolor de las víctimas”. Elie Wiesel narra la cruel represalia en el campo nazi de extermino: un niño colgado en la horca. “¿Dónde está Dios, preguntó alguien detrás de mí. Y en mi interior escuché una voz que respondía: pues aquí colgado en está horca”.

Dios no puede impedir el sufrimiento anejo a nuestra condición y sólo con nuestra colaboración, cuando nos dejamos transformar por su Presencia de amor, el sufrimiento pierde su aguijón. En esta perspectiva se comprende la experiencia de Etty Hillesun, una mística judía víctima de la barbarie nazi. Mientras está sufriendo las mayores vejaciones con otros judíos redacta un diario buscando la presencia de Dios en medio del sufrimiento. “dentro de mí hay un pozo sin fondo, y ahí dentro está Dios” “Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos. Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior…”

Celebrar Navidad en la fragilidad

Otros años en Navidad hemos celebrado la presencia de Dios en y con nosotros como ternura, relación de amor, abrazo de afecto y reconciliación entre todos. Este año podemos celebrarla en la experiencia de nuestra fragilidad.

En el nacimiento de Jesucristo los cristianos percibimos la presencia de lo divino en lo humano. En estos aciagos tiempos de pandemia, debemos discernir la presencia benevolente de Dios en los anhelos de vida, en los gestos de solidaridad y en búsqueda de soluciones. Y ofrecer el significado de Navidad : “paz a los todos seres humanos porque Dios los ama”. La fuente de nuestro yo, lo que nos da consistencia es que somos incondicionalmente amados. Nos habita una Presencia de amor que siempre nos da fuerza para levantarnos de nuestras propias cenizas.

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En Chile, la pandemia metió en el closet a muchas personas LGBT+

Sábado, 19 de diciembre de 2020
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750x336xsalir-del-closet-coming-out-e1417514202872.jpg.pagespeed.ic.Lvy0A2Gp3WPor Erika Montecinos*

Hay muchos desafíos para las comunidades LGBTIQ+ cuando se desatan emergencias y, sobre todo, en una crisis de salud pública como la que hemos vivenciado este 2020. Con esta columna quiero exponer mi perspectiva como mujer lesbiana y coordinadora de la Agrupación LésBIca Rompiendo El Silencio, en lo que han sido las crisis sociales y económicas que se han desatado en Chile, donde nuevamente las más invisibilizadas son las comunidades LGBTIQ+.

Hoy la pandemia nos obliga al encierro, las precauciones, las medidas, a no confiar en quienes tienes cerca y, si bien, para algunes puede ser una oportunidad para parar un poco ante la vorágine de la vida diaria de consumismo que llevábamos, para otres el encierro se convierte en un calvario. Le pasa a las mujeres cisgénero que obligadamente conviven con un agresor y deben asumir dobles, hasta triples tareas con el teletrabajo y les hijes de los cuales hacerse cargo.

Las recientes encuestas revelan lo que todes sabemos: un porcentaje muy bajo de esos maridos ayuda en las labores de la casa a su compañera en pandemia. Asimismo, las parejas del mismo sexo también cargan con problemáticas de violencia proveniente de los roles impuestos y cuya invisibilidad en este contexto les juega más en contra.

Pero también existe la realidad poco difundida de les jóvenes lesbianas, bisexuales, gays y trans que deben convivir o volver con su familias en pandemia. En este contexto, se ha denunciado aumento de violencia en el entorno, en que se suman algunos familiares que les agreden por su forma de sentir, vestir o expresarse. La familia que debería ser tu refugio en tiempos de crisis, se convierten para LGBTIQ+ en sus principales verdugos. Así, por ejemplo, se comienzan a conocer casos como el de una joven lesbiana amenazada de violación correctiva por su padrastro o de un joven gay cuya tía y primas con las cuales convive, se burlan de su expresión de género. Realidades que no se consideran en las políticas públicas o si se hacen, se realizan desde el total desconocimiento de las realidades propias de comunidades marginadas.

Frente a este abandono, el contexto actual se ha transformado en el regreso a un closet obligatorio y asfixiante. Las comunidades LGBTIQ+ necesitan contención y apoyo. El Estado de Chile aún no da cabida plena a las personas LGBTIQ+, las invisibiliza, no las muestra o, peor aún, cuesta mucho que impulse cambios legales para mejorar sus condiciones de vida. Al menos en Chile, el Senado ha tomado cartas en el asunto y ha promovido la instalación de una mesa en que se abordan estos temas en conjunto con la sociedad civil. En dicha mesa se construyó una agenda de género y diversidad sexual en contexto COVID, de la cual, pese a las buenas intenciones de la senadora Adriana Muñoz, no ha visto aún su impacto en el gobierno con alguna política pública. ¡Es más! La subsecretaria de derechos humanos no tenía idea de la existencia de esta agenda. Insólito.

Entonces, es necesario tener una mirada más amplia de aquellas políticas que se llevan a cabo. Países como Argentina han incorporado en sus servicios esa mirada; es decir, visibilizan y entienden que la disidencia sexual debe ser considerada con sus propias problemáticas y especificidades. Como Agrupación exigimos que las medidas propuestas tengan una mirada interseccional, eso quiere decir que se incluyan en las experiencias y realidades de las mujeres, la clase, la raza, la orientación sexual, la identidad y la expresión de género, porque todas ellas son diferentes y diversas manifestaciones de violencia que no están visibilizadas ni nombradas. Es momento de abrir #ElOtroCloset, conversar, visibilizar y tomar cartas en el asunto.

*Coordinadora Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio

Fuente Agencia Presentes

General, Homofobia/ Transfobia. , , , ,

Leonardo Boff: “La idea-fuerza de la cultura moderna era y sigue siendo el poder como dominación de la naturaleza, de otros pueblos, de todas las riquezas”

Viernes, 18 de diciembre de 2020
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Huellas-barro_1221487877_11887785_660x371“De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza”

“El proceso industrialista destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles”

“El cuidado implica una relación afectuosa con las personas y con la naturaleza; es amigo de la vida, protege y da paz a todos los que están alrededor” 

En los días actuales, especialmente durante el aislamiento social, debido a la presencia peligrosa del coronavirus, la humanidad despertó de su sueño profundo: empezó a oír los gritos de la Tierra y los gritos de los pobres y la necesidad de cuidarnos unos a otros y también a la naturaleza y a la Madre Tierra. De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza. Es la respuesta de la Madre Tierra al antropoceno y el necroceno, es decir, a la destrucción sistemática de vidas, debida a la agresión del proceso industrialista, en una palabra, al capitalismo globalizado.

Este avanzó sobre la naturaleza, deforestando miles de hectáreas en el Amazonas, en el Congo y en otros lugares donde se encuentran las selvas y bosques húmedos. Esto destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles. Saltaron a otros animales y de estos a nosotros.

Como consecuencia de nuestra voracidad incontrolada, cada año desaparecen cerca de cien mil especies de seres vivos, después de millones de años de vida en la Tierra y todavía, según datos recientes, un millón de especies vivas corren el riesgo de desaparecer.

La idea-fuerza de la cultura moderna era y sigue siendo el poder como dominación de la naturaleza, de otros pueblos, de todas las riquezas naturales, de la vida e incluso de los confines de la materia. Esta dominación ha causado las amenazas que pesan actualmente sobre nuestro destino. Esta idea-fuerza tiene que ser superada. Bien dijo Albert Einstein: “la idea que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis; tenemos que cambiar”.

La alternativa será esta: en lugar del poder como dominación tenemos que poner la fraternidad y el cuidado necesario. Estas son las nuevas ideas-fuerza. Como hermanos y hermanas, todos somos interdependientes y debemos amarnos y cuidarnos unos a otros. El cuidado implica una relación afectuosa con las personas y con la naturaleza; es amigo de la vida, protege y da paz a todos los que están alrededor.

Si el poder como dominación significaba el puño cerrado para someter, ahora ofrecemos la mano extendida para entrelazarla con otras manos, para cuidar y abrazar afectuosamente. Esta mano cuidadosa traduce un gesto no agresivo hacia todo lo que existe y vive.

Por lo tanto, es urgente crear la cultura de la fraternidad sin fronteras y el cuidado necesario que une todo. Cuidar todas las cosas, desde nuestro cuerpo, nuestra psique, nuestro espíritu, a los demás y más cotidianamente la basura de nuestras casas, el agua, los bosques, los suelos, los animales, a unos y otros, empezando por los más vulnerables.

Sabemos que todo lo que amamos, lo cuidamos, y todo lo que cuidamos también lo amamos. El cuidado cura las heridas del pasado e impide las futuras. En este contexto urgente cobra sentido uno de los más bellos mitos de la cultura latina: el mito del cuidado.

“Cuidar desde nuestro cuerpo, nuestra psique, nuestro espíritu, a los demás y más cotidianamente la basura de nuestras casas, el agua, los bosques, los suelos, los animales”

Cierto día, caminando a la orilla de un río, Cuidado vio un trozo de barro. Fue el primero en tener la idea de tomar algo de ese barro y darle la forma de un ser humano. Mientras contemplaba, contento consigo mismo, lo que había hecho, apareció Júpiter, el dios supremo de los griegos y romanos. Cuidado le pidió que soplara espíritu en la figura que acababa de modelar. A lo que Júpiter accedió de buen grado. Pero cuando Cuidado quiso dar un nombre a la criatura que había diseñado, Júpiter se lo prohibió. Dijo que esta prerrogativa de imponer un nombre era misión suya. Cuidado insistía en que tenía este derecho al haber pensado primero y moldeado la criatura en forma de un ser humano.

Mientras Júpiter y Cuidado discutían acaloradamente, apareció de repente la diosa Tierra. También ella quería darle un nombre a la criatura, ya que, según ella, estaba hecha de arcilla, material del cuerpo de la Tierra. Se produjo una discusión general sin llegar a un consenso.

De común acuerdo, pidieron al antiguo Saturno, llamado también Cronos, fundador de la edad de oro y de la agricultura, que actuara como árbitro. Apareció en escena y tomó la siguiente decisión que a todos les pareció justa: “Tú, Júpiter, le has dado el espíritu; por lo tanto, recibirás este espíritu de vuelta cuando esta criatura muera”. “Tú, Tierra, le has dado el cuerpo; por lo tanto, recibirás también el cuerpo de vuelta cuando esa criatura muera”. “Como, tú, Cuidado, fuiste quien dio forma a esa criatura, ella permanecerá bajo tu cuidado mientras viva”. “Y como no hay consenso entre ustedes sobre el nombre, decido yo: esta criatura se llamará Hombre (ser humano), es decir, hecho de humus, que significa tierra fértil”.

Veamos la singularidad de este mito. El cuidado es anterior a cualquier otra cosa. Es anterior al espíritu y anterior a la Tierra. En otras palabras, la concepción del ser humano como compuesto de espíritu y cuerpo no es originaria. El mito es claro al afirmar que “fue Cuidado el que primero moldeó la arcilla en forma de un ser humano”.

El cuidado aparece como el conjunto de factores sin los cuales el ser humano no existiría. El cuidado constituye esa fuerza original de la que brota y se alimenta el ser humano. Sin cuidado, el ser humano seguiría siendo sólo un muñeco de arcilla o un espíritu desencarnado y sin raíz en nuestra realidad terrestre.

Cuidado, al moldear al ser humano, empeñó amor, dedicación, devoción, sentimiento y corazón. Tales cualidades pasaron a la figura que él proyectó, es decir, a nosotros, los seres humanos. Estas dimensiones entraron en nuestra constitución como un ser amoroso, sensible, afectuoso, dedicado, cordial, fraternal y lleno de sentimiento. Esto hace que el ser humano emerja realmente como humano.

Cuidado recibió de Saturno la misión de cuidar al ser humano durante toda su vida. De lo contrario, sin cuidado, no subsistiría ni viviría. Efectivamente, todos somos hijos e hijas del infinito cuidado de nuestras madres. Si no nos hubieran acogido con cariño y cuidado, no hubiéramos sabido cómo salir de la cuna a buscar nuestra comida. En poco tiempo habríamos muerto, porque no tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra supervivencia.

El cuidado, por lo tanto, pertenece a la esencia del ser humano. Pero no sólo eso. Es la esencia de todos los seres, especialmente de los seres vivos. Si no los cuidamos, se marchitan, poco a poco van enfermando y finalmente mueren. Lo mismo ocurre con la Madre Tierra y todo lo que existe en ella. Como bien dijo el Papa Francisco en su encíclica que tiene como subtítulo “Cuidando de la Casa Común”: “debemos alimentar la pasión por el cuidado del mundo”.

El cuidado es también una constante cosmológica. Bien dicen los cosmólogos y los astrofísicos: si las cuatro fuerzas que sostienen todo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) no se hubieran articulado con extremo cuidado, la expansión sería demasiado enrarecida y no habría densidad para originar el universo, nuestra Tierra y a nosotros mismos. O bien sería demasiado densa y todo explotaría en cadena y no existiría nada de lo que existe. Y ese cuidado preside el curso de las galaxias, las estrellas y todos los cuerpos celestes, la Luna, la Tierra y nosotros mismos.

Si vivimos la cultura y la ética del cuidado, asociado al espíritu de hermandad entre todos, también con los seres de la naturaleza, habremos colocado los fundamentos sobre los cuales se construirá un nuevo modo de relacionarnos y de vivir en la Casa Común, la Tierra. El cuidado es la gran medicina que nos puede salvar y la hermandad general nos permitirá la siempre deseada comensalidad y el amor y el afecto entre todos. Entonces continuaremos brillando y desarrollándonos en este bello planeta.

Esta consideración sobre el cuidado concierne a todos los que cuidan de la vida en su diversidad y del planeta, especialmente ahora, bajo la pandemia de la Covid-19: el cuerpo médico, los enfermeros y enfermeras y todo el personal que trabaja en los hospitales, pues el cuidado esencial cura las heridas pasadas, impide las futuras y garantiza nuestro futuro de nuestra civilización de hermanos y hermanas, juntos en la misma Casa Común.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 Fuente Religión Digital

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Vacuna

Viernes, 11 de diciembre de 2020
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vacunaSe nos cambia la cara. Oímos que es posible que para principios de año haya vacunas contra el Covid. Y nos alegramos. Nos viene el ánimo. Cambiamos de gesto.

Una vacuna es una preparación destinada a generar inmunidad adquirida contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpo. Necesitamos inmunizarnos contra ese virus. Es grande el esfuerzo de cientos de científicos que están realizando su invento para conseguir distintas vacunas que sirvan a toda la humanidad.

Es un gesto admirable y animador. Y es de alabar y agradecer que tantas personas dedicadas a la ciencia y a la investigación trabajen día y noche para ayudar a la humanidad. Seguramente que todos queremos ser los primeros en beneficiarnos de esa vacuna. Sería deseable que se empiece por los más vulnerables. Y no olvidemos que vulnerables son las personas del tercer mundo y de los países pobres, aunque no tengan recursos para pagar los costes. Ya hay comités para ver cómo se distribuye ese remedio. Espero que se haga con justicia y mirando siempre el bien común, especialmente de los más débiles. Para ello hará falta que primero nos pongamos toda la humanidad la vacuna de la fraternidad y el amor mutuo.

A lo largo de la historia se han ido inventando diversas vacunas a medida que han surgido las epidemias. Es de alegrarnos ante ese gesto de servicio. Y valorar cada vez más la ciencia y la investigación. Que no queden enfermedades expandidas en ciertas partes del mundo a las que no se les aplique la oportuna vacuna. Eso es una justa distribución.

Y ya que hablamos de epidemias, hay otros virus más fáciles de atacar y curar. Está el capitalismo, el consumismo, el espíritu bélico, la violencia, la miseria, el hambre… Una larga lista de enfermedades del espíritu que matan a las personas y podríamos vacunarnos contra ellas. Se ve que son más difíciles de curar, con lo fácil que sería si atacamos la cepa de esas enfermedades. Y de paso que valoremos más -en cantidad- esas profesiones relacionadas con la salud y las gratifiquemos más que ciertos deportes que se llevan millones sin prestar ni remotamente ese servicio a las personas.

Junto a las vacunas, será imprescindible el que pensemos y programemos una salida a una sociedad distinta, sin volver a caer en los mismos antivalores y situaciones pasadas. Necesitamos curar nuestras enfermedades, pero a la vez sanar las cepas de nuestro materialismo, capitalismo, individualismo. ¿Cuándo llegan estas vacunas?

Gerardo Villar

Fuente Religión Digital

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Consuelo Vélez: “Vivir la esperanza del adviento en tiempos de pandemia”

Lunes, 7 de diciembre de 2020
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876450C3-AB8B-4321-B6D9-BB9915B2B820De su blog Fe y Vida:

Comenzamos el año litúrgico con el inicio de adviento. Serán cuatro semanas de preparación para la navidad, en un horizonte de alegría (a diferencia de cuaresma que también es tiempo de preparación, pero en un sentido más de conversión), porque esperamos el complimiento de una Buena Noticia: el Dios de los cielos se hace uno de los nuestros, asume nuestra condición humana y desde entonces no hay que buscarlo en las alturas, ni afuera de la historia sino en ella y en los seres humanos con los que se identifica definitivamente. En términos bíblicos: “lo que hiciste a uno de estos pequeños a mí me lo hiciste” (Mt 25, 40) o “nadie puede amar a Dios a quien no ve sino ama al hermano a quien ve” (1 Jn 4, 20).

En el primer domingo de adviento que acaba de pasar, el evangelista Marcos nos invitó a estar vigilantes porque “no sabemos cuándo vendrá el dueño de la casa” (13, 33-37). Esto es lo que nos ha sucedido con la pandemia. No sabíamos, ni imaginábamos que algo así pudiera cambiar nuestro estilo de vida, afectando nuestros planes y proyectos. Por supuesto hemos seguido adelante -con más o menos dificultad-, y esta experiencia nos está ayudando a entender nuestra limitación y vulnerabilidad y la necesidad de estar preparados para afrontar experiencias de este tipo. Ha sido necesario volver a las fuentes de nuestra fe: el Dios vivo, sosteniéndonos en todo momento, no encerrado en templos o liturgias, sino convocándonos siempre a la vida y a superar toda situación.

El segundo domingo de adviento nos presentará la figura de Juan el Bautista (Mc 1, 1-8) anunciando la diferencia entre su bautismo de agua y el que trae Jesús en el Espíritu. Nos convoca a salir de una religiosidad individualista para acoger la vida del Espíritu que siempre impulsa a la liberación de todas las esclavitudes y nos constituye en hijos e hijas de Dios. Podríamos conectarlo con el inicio de la misión de Jesús que Lucas (4, 18-19) describe como acción del espíritu quien lo envía a dar la buena noticia a los pobres de que sus situaciones de dolor van a transformarse. Con la pandemia a cuestas, este bautismo en el espíritu nos invita a cambiar tantas situaciones de pobreza que han hecho tan difícil el cuidado mínimo contra el coronavirus, por falta de agua, de vivienda, de trabajo, de recursos para “cuidar y cuidarse”.

El tercer domingo de adviento nos presentará de nuevo la figura de Juan el Bautista, pero esta vez lo hace el evangelista Juan (1, 6-8. 19-28), aclarando que Él no es el Mesías sino el que allana los caminos para su llegada. Hay que descubrir a este Jesús que viene y la lógica del reino que anuncia. Romperá con los moldes de lo establecido por la ley judía y propondrá otra manera de ser hijo e hija de Dios, basada en la misericordia y el servicio y no en el cumplimiento de la ley y el culto. Buena semana para pensar en todo lo que la pandemia trajo para nuestra vivencia de fe. Esta no se pude basar en ir al templo, ni en la celebración de los sacramentos ni en el cumplimiento del precepto dominical o en cualquier otra de las prácticas tan bien establecidas que teníamos. Nos ha hecho ver que antes que el culto es la vida y antes que el templo es la iglesia viva que somos cada uno de nosotros. Podrán delimitarse los aforos en los templos, con normas de bioseguridad y ayudarán, pero se hace necesario agrandar las fronteras de nuestra experiencia de fe para sentir que “no dejamos de asistir al templo” -por lo dicho antes- sino que podemos estrenar otras formas de ser iglesia que, tal vez, han llegado para quedarse.

El cuarto y último domingo de adviento Lucas (1, 26-38) nos presentará a María como protagonista del acontecimiento que esperamos. El diálogo que sostiene con el ángel es uno de los aspectos más significativos del texto. Esperar al Mesías y acogerlo supone la libre aceptación, pero, sobre todo, la pregunta reflexiva que indaga por cómo será aquello o cómo será posible dadas las circunstancias, es decir, la actitud madura de un seguimiento de Jesús que la hace a ella, no solo madre de Jesús sino la primera discípula y modelo para varones y mujeres en la iglesia.

Una lectura más atenta de cada uno de estos textos bíblicos nos dará muchas más luces para vivir este tiempo de adviento. Pero es importante que articulemos la fe con lo que estamos viviendo. Esperamos tiempos de pospandemia que nos hayan transformado a cada uno y hayan hecho mejor nuestro mundo. Sería una lástima y, sobre todo, una inconciencia, no haber crecido como personas, como sociedad y como iglesia en este tiempo difícil que nos ha tocado vivir y volver a lo de antes, sin ninguna diferencia. A semejanza de María sería bueno preguntarnos muchas veces ¿cómo podemos vivir con más conciencia para afrontar tantas cosas nuevas que pueden llegarnos? ¿Cómo sacar lo mejor de cada uno para responder a los desafíos presentes? ¿cómo estar dispuestos a aceptar las incertidumbres del camino desde una fe viva y activa? Que este adviento -tiempo de esperanza- nos llene de optimismo y fortaleza para asumir lo que va llegando y responder de la mejor forma posible.

(Foto tomada de: https://monitordolarvzla.com/esperanza-el-poema-que-emociona-al-mundo-en-medio-de-la-pandemia/)

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José María Castillo: “Una pantalla, que nos informa o nos entretiene, nos aísla”

Viernes, 27 de noviembre de 2020
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Coronavirus_2226687375_14554800_667x375De su blog Teología sin Censura:

La soledad de los jóvenes

“De la misma manera que, de día en día, se acrecienta el número de personas contagiadas por el virus de la pandemia, en una proporción semejante aumenta también el número de personas que se sienten solas, abandonadas, aisladas en la vida”

“Es indudable que las condiciones en que nos ha puesto la pandemia nos aíslan y dificultan la comunicación en nuestra normal convivencia”

“El hombre que hacía hachas y martillos rudimentarios pasó a ser el hombre que hablaba y era capaz de expresar sus sentimientos mediante ritos y símbolos”

La Pontificia Universidad Comillas acaba de publicar un estudio interesante sobre un fenómeno nuevo, que se hace cada día más patente y también más preocupante. Se trata del hecho creciente de la soledad humana. De la misma manera que, de día en día, se acrecienta el número de personas contagiadas por el virus de la pandemia, en una proporción semejante aumenta también el número de personas que se sienten solas, abandonadas, aisladas en la vida.

Este es el hecho global. Pero los estudios realizados por la cátedra J. M. Martín Patino, de la mencionada Universidad Comillas (Madrid), nos informa y nos hace caer en la cuenta de una variante del fenómeno global indicado. Tal variante consiste en que uno de los grupos humanos en el que más se advierte la experiencia de la soledad es el de los jóvenes.

El porcentaje de personas jóvenes (menores de 35 años), que experimentan la mencionada soledad, aumenta de forma preocupante. Y conste – es mi impresión – que, a medida que se desciende en la edad, se intensifica y se acrecienta el aislamiento. Lo cual es un hecho tan patente, que se advierte en cualquier familia o cualquier casa donde abundan los niños que se aproximan o han llegado a la pubertad.

Esta última observación, que acabo de hacer, si es que efectivamente indica lo que realmente está ocurriendo, viene a ser un indicador que puntualiza o incluso quizá modifica, en algún aspecto fundamental, lo que realmente estamos viviendo, en uno de sus componentes más determinantes. Por supuesto, es indudable que las condiciones en que nos ha puesto la pandemia nos aíslan y dificultan la comunicación en nuestra normal convivencia. Esto es algo tan patente, que no necesita andar buscando ocultos argumentos para demostrarlo.

Más chocante es que la experiencia de soledad se acentúe en los jóvenes. ¿Tiene este hecho alguna explicación que se relacione o tenga que ver con la pandemia? Lo más obvio, que a cualquiera se le ocurre, es que si no conocemos todavía a fondo y plenamente la naturaleza y los efectos del virus, sería atrevido ponerse a dar explicaciones sobre la relación que puede tener este virus con las variantes que puede tener en la psicología de los pacientes.

Por eso (y no siendo especialista en estas cuestiones), me atrevo a proponer un hecho que podría tener sus consecuencias en todo este asunto. Cualquiera que entre en un local o espacio, en el que hay gente esperando (un autobús, una sala de espera…), lo más probable es que, en lugar de gente que habla y se comunica, lo que más abunda es gente aislada y concentrada, callada y mirando fijamente la pantalla de su teléfono móvil. Una pantalla, que nos informa o nos entretiene, nos aísla. Y además, insisto: cuanto más jóvenes, más absortos en lo que cada cual está mirando.

Que esto suceda, es comprensible. La tecnología, la publicidad, la fuerza de la economía traducida en propaganda y tantos otros intereses, bien manejados por la técnica, pueden con nosotros. Y el atractivo que ejercen sobre los más jóvenes es irresistible. Estamos hartos de verlo y de vivirlo.

Pues bien, estando así las cosas, ¿no tendríamos que ver con toda naturalidad el creciente aumento del aislamiento de las personas, sobre todo y tanto más entre los más jóvenes? Sin embargo, si todo esto se analiza detenidamente, pronto nos damos cuenta de que estamos ante un problema mucho más serio de lo que seguramente imaginamos.

¿A qué me refiero? Por los estudios que se han hecho en Paleontología, se sabe que el tamaño del cuerpo no varió desde el Homo ergaster hasta el Homo heidelbergensis, mientras que el tamaño del cerebro sí que experimentó un fuerte ascenso, pasando de un promedio de alrededor de 800 cm, en el Homo ergaster, hasta otro de algo más de 1.200 cm, en los ejemplares de la Sima de los Huesos. Como se ha dicho exactamente, se produjo un proceso de encefalización (prof. Ignacio Martínez Mendizábal). Fue un proceso de cientos de miles de años. Pero se produjo esta asombrosa transformación. En la que fue determinante el origen del lenguaje.

¿Qué significa esto y qué representó? Parece claro que se produjo un incremento: de la “inteligencia tecnológica”, se pasó a la “inteligencia social”: el hombre que hacía hachas y martillos rudimentarios pasó a ser el hombre que hablaba y era capaz de expresar sus sentimientos mediante ritos y símbolos. La consecuencia (del cambio indicado) fue asombrosa. Como explica el citado profesor Martínez Mendizábal, en la muestra de la Sima de los Huesos (en Atapuerca) hay pruebas de que aquellas personas, con sus grandes cerebros, cuidaban de las personas discapacitadas y se comunicaban mediante el lenguaje hablado. Así nació, creció y se fue perfeccionando la relación personal entre los miembros del grupo. Y llegaron a los orígenes de las relaciones, la comunicación y la gestión de los problemas sociales.

“Y llegaron a los orígenes de las relaciones, la comunicación y la gestión de los problemas sociales”

Efectivamente, la creciente soledad de los jóvenes actuales es un hecho, que indica el crecimiento de la “inteligencia tecnológica”. Un hecho que nos debe enorgullecer y que es fuente de esperanza para un futuro mejor. Pero, si la “inteligencia social” no crece y se perfecciona debidamente, terminaremos viviendo en un mundo en el que la técnica y sus máquinas increíbles dominarán y mandarán en nuestros sentimientos y anhelos más íntimos. Si es que el mundo soporta un planeta tan tecnificado, pero a costa de destrozar nuestra convivencia y nuestra humanidad.

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Castillo y su ‘Evangelio 2021’: repensar el mensaje de Jesús desde la pandemia

Sábado, 21 de noviembre de 2020
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2580-large_defaultEl maestro de la Teología Popular vuelve a publicar la Palabra de cada día en Desclée

La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”

Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie

Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico

Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico.

El libro de este año tiene el mismo volumen y formato que el de años pasados. Pero, en el contenido, presenta dos novedades que me parecen importantes.

 Ante todo, insisto en que los Evangelios son “teología narrativa”. Un tema (el que sea) se puede expresar mediante “ideas” o mediante “relatos”. El Quijote, de Cervantes, es un análisis genial de la condición humana. Un análisis que se expresa, no mediante ideas, conceptos y teorías, sino mediante narraciones y relatos. Los Evangelios no son una “vida de Jesús”. Los Evangelios son la “revelación de Dios” en Jesús. Por eso, lo que importa, en los Evangelios, no es su “historicidad”, sino su “significatividad”. En cada relato, en cada episodio, en cada parábola, ¿qué se nos dice sobre Dios? ¿cómo y dónde podemos encontrar a Dios? Esto, ante todo.

Pero, en el comentario a los Evangelios de este año, hay algo más concreto, más actual, más apremiante. Me refiero a la pandemia del covid19. La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”. Pues bien, estos tres problemas y estas tres crisis nos presentan y resumen las grandes preocupaciones de Jesús. De forma que, en la solución a esos tres problemas, es dónde y cómo se nos revela Dios, en Jesús de Nazaret. Y esos temas justamente es dónde y cómo tenemos que encontrar a Dios. 

Esto es lo que explica por qué, en los Evangelios, se nos habla tanto y tantas veces de las curaciones de enfermos (la salud). Por eso mismo, Jesús insiste tanto y con tanta fuerza sobre pobres y ricos, de cómo y por qué no se puede amar a Dios y al dinero y, sobre todo, el “seguimiento” de Jesús sólo es posible en el despojo total del dinero (la economía). Y por la misma razón, en sus sermones y parábolas, Jesús explica cómo tienen que ser nuestras relaciones humanas.

Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?

¿Qué solución nos ofrece el Evangelio para salir de esta situación dramática en que nos vemos hundidos? Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?

Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie. Y sigue dando esperanza. Lo que hace falta es que nosotros tomemos en serio, de veras y con todas sus consecuencias, el “recuerdo peligroso” que es este Evangelio, la fuente de nuestra seguridad, que nos dice: saldremos adelante, con la misma seguridad con que el Evangelio sigue adelante, pase lo que pase y venga lo que venga.

Fuente Religión Digital

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Francisco aboga ante Naciones Unidas por el multilateralismo frente a “actitudes de nacionalismo” que “dejan fuera a los más pobres”

Sábado, 26 de septiembre de 2020
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Tpkrya8S“La pandemia nos ha mostrado que no podemos vivir sin el otro, o peor aún, uno contra el otro” Pide vacunas para todos. “Y si hay que privilegiar a alguien, que ése sea el más pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado por no tener poder ni recursos económicos”

“Muchos (refugiados) son víctimas de la trata, la esclavitud sexual o el trabajo forzado, explotados en labores degradantes, sin un salario justo. ¡Esto que es intolerable, sin embargo, es hoy una realidad que muchos ignoran intencionalmente!”

“Millones de niños no pueden regresar a la escuela. En muchas partes del mundo esta situación amenaza un aumento del trabajo infantil, la explotación, el maltratado y la desnutrición”

“Hay que desmantelar las lógicas perversas que atribuyen a la posesión de armas la seguridad personal y social”

Volvió a exigir a los países ricos que respondan “reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”

Aboga por “cerrar las guaridas fiscales, evitar las evasiones y el lavado de dinero que le roban a la sociedad, como también para decir a las naciones la importancia de defender la justicia y el bien común sobre los intereses de las empresas y multinacionales más poderosas”

La pandemia nos ha mostrado que no podemos vivir sin el otro, o peor aún, uno contra el otro. Las Naciones Unidas fueron creadas para unir a las naciones, para acercarlas, como un puente entre los pueblos; usémoslo para transformar el desafío que enfrentamos en una oportunidad para construir juntos, una vez más, el futuro que queremos”. El Papa Francisco acaba de intervenir ante el plenario de Naciones Unidas, dentro de los actos por el 75 aniversario del organismo internacional.

En un histórico discurso (virtual como el de todos los líderes mundiales, por la pandemia), Bergogli destacó que la efeméride es “una oportunidad para reiterar el deseo de la Santa Sede de que esta Organización sea un verdadero signo e instrumento de unidad entre los Estados y de servicio a la entera familia humana”.

Especialmente, durante esta pandemia, que “está cambiando nuestra forma de vida, cuestionando nuestros sistemas económicos, sanitarios y sociales, y exponiendo nuestra fragilidad como criaturas” y nos obliga a “elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.

Dos caminos posibles

“Nos enfrentamos, pues, a la elección entre uno de los dos caminos posibles: uno conduce al fortalecimiento del multilateralismo, expresión de una renovada corresponsabilidad mundial, de una solidaridad fundamentada en la justicia y en el cumplimiento de la paz y de la unidad de la familia humana, proyecto de Dios sobre el mundo; el otro, da preferencia a las actitudes de autosuficiencia, nacionalismo, proteccionismo, individualismo y aislamiento, dejando afuera los más pobres, los más vulnerables, los habitantes de las periferias existenciales. Y ciertamente será perjudicial para la entera comunidad, causando autolesiones a todos. Y esto no debe prevalecer”, subrayó el pontífice.

Al tiempo, renovó el llamamiento a todos los responsables políticos, pero también al sector privado, a tomar “las medidas adecuadas para garantizar el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y a las tecnologías esenciales necesarias para atender a los enfermos”. “Y si hay que privilegiar a alguien, que ése sea el más pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado por no tener poder ni recursos económicos”, añadió.

Bergoglio también mostró su preocupación por la incertidumbre del mercado laboral y la “robotización” generalizada del trabajo, clamando por “un marco ético más fuerte, capaz de superar la «tan difundida e inconscientemente consolidada ‘cultura del descarte’”.

La humanidad violada

Una cultura del descarte que “es también un pecado contra la humanidad”, señaló, denunciando cómo “cuántos derechos fundamentales continúan siendo violados con impunidad”.

La lista de estas violaciones es muy larga y nos hace llegar la terrible imagen de una humanidad violada, herida, privada de dignidad, de libertad y de la posibilidad de desarrollo”, recalcó el Papa, subrayando las persecuciones religiosas, que en algunos casos llegan a auténticos “genocidios”.

Tras criticar el mercado armamentístico, el Papa recordó la situación de “los refugiados, los migrantes y los desplazados internos en los países de origen, tránsito y destino”, así como de los “miles que son interceptados en el mar y devueltos a la fuerza a campos de detención donde enfrentan torturas y abusos”.

“Muchos son víctimas de la trata, la esclavitud sexual o el trabajo forzado, explotados en labores degradantes, sin un salario justo. ¡Esto que es intolerable, sin embargo, es hoy una realidad que muchos ignoran intencionalmente!”, gritó Bergoglio.

Al tiempo, reclamó “un modelo económico que promueva la subsidiariedad, respalde el desarrollo económico a nivel local e invierta en educación e infraestructura que beneficie a las comunidades locales”, y volvió a exigir a los países ricos que respondan “reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.

Cerrar las guaridas fiscales

“La comunidad internacional tiene que esforzarse para terminar con las injusticias económicas”, añadió Francisco, quien abogó por “una nueva ética” que sirva para “cerrar las guaridas fiscales, evitar las evasiones y el lavado de dinero que le roban a la sociedad, como también para decir a las naciones la importancia de defender la justicia y el bien común sobre los intereses de las empresas y multinacionales más poderosas”

Recordando su visita de hace cinco años, el papa volvió a reivindicar la vigencia de la Agenda 2030 y el Acuerpo de París sobre el cambio climático, que siguen sin cumplirse, y reivindicó la Amazonía y a sus poblaciones indígenas. “La crisis ambiental está indisolublemente ligada a una crisis social y que el cuidado del medio ambiente exige una aproximación integral para combatir la pobreza y combatir la exclusión”, recordó.

Refiriéndose a la infancia, Francisco indicó que “no podemos dejar de notar las devastadoras consecuencias de la crisis del Covid-19 en los niños, comprendiendo los menores migrantes y refugiados no acompañados”, denunciando “el horrible flagelo del abuso infantil y de la pornografía”.

Contra el aborto, por la familia

“Además, millones de niños no pueden regresar a la escuela. En muchas partes del mundo esta situación amenaza un aumento del trabajo infantil, la explotación, el maltratado y la desnutrición”, lamentó el Pontífice, quien también clamó contra la consideración del aborto “como uno de los denominados ‘servicios esenciales’ en la respuesta humanitaria”.

“Es triste ver cuán simple y conveniente se ha vuelto, para algunos, negar la existencia de vida como solución a problemas que pueden y deben ser resueltos tanto para la madre como para el niño no nacido”, apuntó.

Sobre la familia, Bergoglio advirtió de los colonialismos ideológicos que la hacen vulnerable y terminan por provocar en muchos de sus miembros, especialmente en los más indefensos – niños y ancianos – un sentido de desarraigo y orfandad”, que puede llevar a “la desintegración de la familia”.

Frente a ello, Francisco abogó por “la promoción de la mujer”, recordando que “muchas mujeres quedan rezagadas: víctimas de la esclavitud, la trata, la violencia, la explotación y los tratos degradantes”.

No a las armas nucleares

En otro orden de cosas, Francisco volvió a denunciar con fuerza la carrera armamentística, “incluyendo las armas nucleares” que “continúa desperdiciando recursos preciosos que sería mejor utilizar en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para proteger el medio ambiente natural”.

“Es necesario romper el clima de desconfianza existente”, subrayó. “Estamos presenciando una erosión del multilateralismo que resulta todavía más grave a la luz de nuevas formas de tecnología militar, como son los sistemas letales de armas autónomas (LAWS), que están alterando irreversiblemente la naturaleza de la guerra, separándola aún más de la acción humana (…). Hay que desmantelar las lógicas perversas que atribuyen a la posesión de armas la seguridad personal y social. Tales lógicas sólo sirven para incrementar las ganancias de la industria bélica, alimentando un clima de desconfianza y de temor entre las personas y los pueblos”.

“Por eso, es tan importante apoyar los principales instrumentos legales internacionales de desarme nuclear, no proliferación y prohibición”, recordó el Papa, quien volvió a instar a la comunidad internacional a lograr lo antes posible el fin de la carrera de armamentos nucleares y de emprende”.

La ONU, taller para la paz

Nuestro mundo en conflicto necesita que la ONU se convierta en un taller para la paz cada vez más eficaz, lo cual requiere que los miembros del Consejo de Seguridad, especialmente los Permanentes, actúen con mayor unidad y determinación”, culminó el Papa, clamando por “el alto el fuego global durante la presente crisis”, que debe continuar.

“De una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores. Por ello, en esta coyuntura crítica, nuestro deber es repensar el futuro de nuestra casa común y proyecto común. Es una tarea compleja, que requiere honestidad y coherencia en el diálogo, a fin de mejorar el multilateralismo y la cooperación entre los Estados. Esta crisis subraya aún más los límites de nuestra autosuficiencia y común fragilidad y nos plantea explicitarnos claramente cómo queremos salir: mejores o peores. Porque repito, de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores”, finalizó.

https://www.youtube.com/watch?v=SLYNR-9v918&feature=emb_title

Fuente Religión Digital

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José María Castillo: “La pandemia tendrá remedio cuando tomemos en serio a las autoridades competentes”

Martes, 8 de septiembre de 2020
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“Cristo Redentor obtiene mascarilla para alentar al mundo protegerse contra el Covid-19” – Manu Silva (PRNewsfoto/Todos pela Saúde)

“Cristo Redentor obtiene mascarilla para alentar al mundo protegerse contra el Covid-19” – Manu Silva (PRNewsfoto/Todos pela Saúde)

“Ya no se impone el ‘poder opresor’, sino que manda el ‘poder seductor’. En esto ha consistido la obra maestra del sistema capitalista neoliberal”

“Los ‘hombres de la Religión’ representaron exactamente el ‘poder opresor’, mientras que, por el contrario, Jesús y su Evangelio fueron, para aquel pueblo sencillo, la presencia tangible del ‘poder seductor'”

“Cuando Jesús llama a alguien a seguirle, no presenta un programa de vida, un ideal, una finalidad. Ni unas condiciones. Nada. ‘Sígueme’. Esto es todo”

Las noticias que nos llegan, sobre la pandemia de coronavirus, son cada día más preocupantes. ¿Qué nos está pasando? Yo no soy médico. Ni sé nada de las ciencias y técnicas que le pueden poner remedio a esta epidemia mundial. He dedicado mi vida a la religión y los saberes relacionados con ella. ¿Se puede decir algo importante desde este punto de vista? Sin duda alguna, se puede (y se debe) afirmar algo que puede ser – y será – decisivo.

Mucha gente no se da cuenta de que el poder y el consiguiente sometimiento al poder, todo eso, no es que esté cambiando, es que ha cambiado. Nuestra relación con el poder ya no es como era antes. No se puede fijar una fecha que nos diga cuándo ha ocurrido esto. Lo que importa es que ha ocurrido.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Dicho brevemente, el hecho capital es que el poder, que se impone y manda en el mundo, ha cambiado. Ya no se impone el “poder opresor”, sino que manda el “poder seductor”. En esto ha consistido la obra maestra del sistema capitalista neoliberal. Y los ciudadanos lo palpan ante el televisor: manda más en la sociedad, sobre todo en las generaciones jóvenes, la seducción de una modelo o el atractivo de un nuevo invento que nos agrada, que la orden que puede dictar un gobernante o la amenaza de un policía. Por eso es tan demoledora la “crítica de la verticalidad”, que ha analizado Peter Slotertijk, conocido profesor de la universidad de Karlsruhe.

Todo esto repercute en la cotidianeidad de la vida diaria. La pandemia tendrá remedio, no cuando nos pongamos la anunciada vacuna, sino cuando tomemos en serio lo que mandan las autoridades competentes en este asunto.

Un asunto que a mí me da mucho que pensar. Porque es mucha la relación que tiene todo esto con lo que a mí me preocupa. Que es exactamente la diferencia que distingue la Religión del Evangelio. La Religión es justamente un conjunto de “rituales de sumisión” (Walter Burkert). Que tranquilizan la conciencia y alivian los sentimientos de culpa. Pero por eso exactamente, a medida que el “poder opresor” ha ido perdiendo fuerza, en esa misma medida la Religión ha ido perdiendo presencia, credibilidad y autoridad.

Y por esto precisamente, según dicen los Evangelios, fueron los sacerdotes del templo los que no soportaron a Jesús. Los “hombres de la Religión” representaron exactamente el “poder opresor”, mientras que, por el contrario, Jesús y su Evangelio fueron, para aquel pueblo sencillo, la presencia tangible del “poder seductor”. Jesús curaba a los enfermos, daba de comer a los hambrientos, acogía a los pecadores, defendía a las mujeres, se fundió y confundió con el pueblo. Con razón los dirigentes del Sanedrín temieron que todos se iban a ir con Jesús (Jn 11, 48). Y por eso tomaron la decisión de matarlo (Jn 11, 52-53).

Pero no fue solamente la seducción de la salud y el dinero. Allí sucedió algo más sorprendente. Me refiero a la extraña y misteriosa fuerza que tiene, en los relatos del Evangelio, la llamada de Jesús al “seguimiento”. Si nos fijamos atentamente al contenido de esos relatos, pronto se cae en la cuenta de que la llamada es Jesús mismo. Y Jesús solo. O como dijo Dietrich Bonhoeffer, todas las seguridades de la vida se encuentran y se tienen en Jesús. De forma que, cuando Jesús llama a alguien a seguirle, no presenta un programa de vida, un ideal, una finalidad. Ni unas condiciones. Nada. “Sígueme”. Esto es todo.

Si esto se tiene claro y se vive, lo demás se tiene que vivir y organizar según el tiempo y según la cultura en que se desarrolla. Para esto – y sólo para esto – la Iglesia ha tenido siempre un sistema organizativo, que se debe ajustar y practicar según las exigencias del “seguimiento de Jesús”. Para ser siempre fieles a tales exigencias.

Esto supuesto, lo que no me cabe en la cabeza es que la Iglesia se haya organizado de manera que los dirigentes (los obispos, el clero) se dediquen a gestionar esta Iglesia de manera que, con frecuencia, lo que se hace en ella sea que el poder, los privilegios y el dinero son lo que importa tener. Y con eso, lo que han conseguido es que, por tener privilegios y dinero, se están callando lo que no deberían callar, se están aprovechando para ser importantes, cuando en realidad no lo son, y sobre todo están siendo bastante responsables del hundimiento de la poca religiosidad que queda en pie.

¿Puede esta Iglesia tener o hacer presente, en la sociedad actual, el “poder seductor” que tuvo Jesús en su pueblo y en su tiempo? ¿Pueden nuestros obispos decirle a la gente, sobre todo a los jóvenes, lo que Jesús les dijo a trabajadores y pecadores: “Sígueme”?

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Leonardo Boff: “Cuando pase la pandemia, volver a la ‘normalidad’ es autocondenarse”

Jueves, 11 de junio de 2020
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Mundo (360)Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana

Necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país

Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la “normalidad” anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido nada de lo que, más que una crisis, es una llamada urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

El sistema actual pone en peligro las bases de la vida

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) es prolongar una situación que podría significar nuestra propia autodestrucción.

Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana. Esta no es una opinión meramente personal, sino la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que están siguiendo sistemáticamente la creciente degradación de los sistemas-vida y del sistema-Tierra. Hace diez años (2010), como resultado de mis investigaciones en cosmología y en el nuevo paradigma ecológico, escribí el libro Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo (Record). Los pronósticos que adelantaba han sido confirmados plenamente por la situación actual.

El proyecto capitalista y neoliberal ha sido rechazado

Una de las lecciones que hemos aprendido de la pandemia es la siguiente: si se hubieran seguido los ideales del capitalismo neoliberal –competencia, acumulación privada, individualismo, primacía del mercado sobre la vida y minimización del Estado– la mayoría de la humanidad estaría perdida. Lo que nos ha salvado ha sido la cooperación, la interdependencia de todos con todos, la solidaridad y un Estado suficientemente equipado para ofrecer la posibilidad universal de tratamiento del coronavirus, en el caso del Brasil, el Sistema Único de Salud (SUS).

Hemos hecho algunos descubrimientos: necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Hemos visto el desastre en la Comunidad Europea, en la que cada país tenía su plan sin considerar la necesaria cooperación con otros países. Fue una devastación generalizada en Italia, en España y últimamente en Estados Unidos, donde la medicina está totalmente privatizada.

Otro descubrimiento ha sido la urgencia de un centro plural de gobierno mundial para asegurar a toda la comunidad de vida (no sólo la humana sino la de todos los seres vivos) lo suficiente y decente para vivir. Los bienes y servicios naturales son escasos y muchos de ellos no son renovables. Con ellos debemos satisfacer las demandas básicas del sistema-vida, pensando también en las generaciones futuras. Es el momento oportuno para crear una renta mínima universal para todos, la persistente prédica del valiente y digno político Eduardo Suplicy.

Una comunidad de destino compartido

Los chinos han visto claramente esta exigencia al promover “una comunidad de destino compartido para toda la humanidad”, texto incorporado en el renovado artículo 35 de la Constitución china. Esta vez, o nos salvamos todos, o engrosaremos la procesión de los que se dirigen a la tumba colectiva. Por eso debemos cambiar urgentemente nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con la Tierra, no como señores, montados sobre ella, dilapidándola, sino como partes conscientes y responsables, poniéndonos junto a ella y a sus pies, cuidadores de toda la vida.

A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay (otra) alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar otra TINA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si en la primera alternativa la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros (imperialismo), en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común. Eso es imperativo y está dentro de las posibilidades humanas: tenemos la ciencia y la tecnología, tenemos una acumulación fantástica de riqueza monetaria, pero falta a la gran mayoría de la humanidad y, lo que es peor, a los Jefes de Estado la conciencia de esta necesidad y la voluntad política de implementarla. Tal vez, ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a los límites insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga sociables, fraternos y todos colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.

La inauguración de una civilización biocentrada

Creo que inauguraremos una civilización biocentrada, cuidadosa y amiga de la vida, como algunos dicen, “la tierra de la buena esperanza”. Se podrá realizar el “bien vivir y convivir” de los pueblos andinos: la armonía de todos con todos, en la familia, en la sociedad, con los demás seres de la naturaleza, con las aguas, con las montañas y hasta con las estrellas del firmamento.

Como el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”, y yo añadiría, y la ciencia al servicio de la vida.

No saldremos de la pandemia de coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos, tal vez incluso estructurales. El conocido líder indígena, Ailton Krenak, del valle del Río Doce, ha dicho acertadamente: “No sé si saldremos de esta experiencia de la misma manera que entramos. Es como una sacudida para ver lo que realmente importa; el futuro es aquí y ahora, puede que mañana no estemos vivos; ojalá que no volvamos a la normalidad” (O Globo, 01/05/2020, B 6).

Lógicamente, no podemos imaginar que las transformaciones se produzcan de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran volver a la lógica anterior. Pero ya no serán aceptables. Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial deberá incorporar el factor ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica.

Se buscarán energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación, humana y de toda la comunidad de la vida.

¿Qué tipo de Tierra queremos para el futuro?

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Cuál será la configuración más adecuada a la fase actual de la Tierra y de la propia humanidad, la fase de planetización y de la percepción cada vez más clara de que no tenemos otra casa común para habitar que ésta. Y que tenemos un destino común, feliz o trágico. Para que sea feliz, debemos cuidarla para que todos podamos caber dentro, incluida la naturaleza.

Existe el riesgo real de polarización de modelos binarios: por un lado los movimientos de integración, de cooperación general y, por otro, la reafirmación de las soberanías nacionales con su proteccionismo. Por un lado el capitalismo “natural” y verde y por otro lado el comunismo reinventado de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek.

Otros temen un proceso de brutalización radical por parte de los “dueños del poder económico y militar” para asegurar sus privilegios y sus capitales. Sería un despotismo de forma diferente porque se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia artificial con sus complejos algoritmos, un sistema de vigilancia sobre todas las personas del planeta. La vida social y las libertades estarían permanentemente amenazadas. Pero a todo poder le surgirá siempre un contrapoder. Habría grandes enfrentamientos y conflictos a causa de la exclusión y la miseria de millones de personas que, a pesar de la vigilancia, no se conformarán con las migajas que caen de las mesas de los ricos epulones.

No pocos proponen una glocalización, es decir que el acento se ponga en lo local, en la región con su especificidad geológica, física, ecológica y cultural pero abierta a lo global que involucra a todos. En este biorregionalismo se podría lograr un verdadero desarrollo sostenible, aprovechando los bienes y servicios locales. Prácticamente todo se realizará en la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin necesidad de largos transportes que consumen energía y contaminan. La cultura, las artes y las tradiciones serán revividas como una parte importante de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las desigualdades y haciendo que la pobreza sea menor, siempre posible, en las sociedades complejas. Es la tesis que el cosmólogo Mark Hathaway y yo defendemos en nuestro libro común El Tao de la Liberación (2010) que fue bien acogida en el ambiente científico y entre los ecologistas hasta el punto de que Fritjof Capra se ofreció a hacer un interesante prefacio.

Otros ven la posibilidad de un ecosocialismo planetario, capaz de lograr lo que el capitalismo, por su esencia competitiva y excluyente, es incapaz de hacer: un contrato social mundial, igualitario e inclusivo, respetuoso de la naturaleza en el que el nosotros (lo comunitario y societario) y no el yo (individualismo) será el eje estructurador de las sociedades y de la comunidad mundial. El ecosocialismo planetario encontró en el franco-brasileño Michael Löwy su más brillante formulador. Tendremos, como reafirma la Carta de la Tierra así como la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común”, un modo de vida verdaderamente sostenible y no sólo un desarrollo sostenible.

Al final, pasaremos de una sociedad industrial/consumista a una sociedad de sustentación de toda la vida con un consumo sobrio y solidario; de una cultura de acumulación de bienes materiales a una cultura humanístico-espiritual en la que los bienes intangibles como la solidaridad, la justicia social, la cooperación, los lazos afectivos y no en última instancia la amorosidad y la logique du coeur estarán en sus cimientos.

No sabemos qué tendencia predominará. El ser humano es complejo e indescifrable, se mueve por la benevolencia pero también por la brutalidad. Está completo pero aún no está totalmente (terminado). Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor configuración para la coexistencia humana con todos los demás seres de la Madre Tierra debe estar guiada por la lógica del propio universo: este está estructurado, como nos dicen notables cosmólogos y físicos cuánticos, según complejas redes de inter-retro-relaciones. Todo es relación. No existe nada fuera de la relación. Todos se ayudan mutuamente para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser humano es un rizoma (bulbo de raíces) de relaciones en todas las direcciones.

Si se me permite decirlo en términos teológicos: es la imagen y semejanza de la Divinidad que surge como la relación íntima de tres Infinitos, cada uno singular (las singularidades no se suman), Padre, Hijo y Espíritu Santo, que existen eternamente el uno para el otro, con el otro, en el otro y a través del otro, constituyendo un Dios-comunión de amor, de bondad y de belleza infinita.

Tiempos de crisis como el nuestro, de paso de un tipo de mundo a otro, son también tiempos de grandes sueños y utopías. Ellas son las que nos mueven hacia el futuro, incorporando el pasado pero dejando nuestra propia huella en el suelo de la vida. Es fácil pisar la huella dejada por otros, pero ella no nos lleva a ningún camino esperanzador. Debemos hacer nuestra propia huella, marcada por la inagotable esperanza de la victoria de la vida, porque el camino se hace caminando y soñando.  Así pues, caminemos.

*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, Rio 2010.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (III). Problema global, cambios globales.

Miércoles, 20 de mayo de 2020
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Tierra-y-coronavirusUna pandemia no conoce fronteras. El coronavirus es un problema colectivo que requiere respuestas compartidas y que vayan hasta la raíz. Respuestas que es urgente comprender y poner en marcha. La filósofa alemana Carolin Emcke afirma que su mayor inquietud es “que no aprendamos nada de la crisis”, de una crisis que está poniendo de manifiesto “que el Estado no puede retraerse infinitamente de su responsabilidad, que hacen falta infraestructuras públicas, bienes públicos, una orientación hacia el bien común. Me preocupa sobre todo que el aprendizaje que estamos haciendo, doloroso y amargo, caiga en el olvido cuando todo haya pasado. Que reconstruyamos nuestras sociedades con las mismas injusticias, la misma inestabilidad”.

          Tal como yo lo veo, la crisis del coronavirus, afectando a todo el planeta, constituye una llamada de atención sobre lo que venimos haciendo y una invitación grave a modificar nuestra acción colectiva.

Una llamada de atención

          Sin ánimo de ser exhaustivo, la presencia del coronavirus nos alerta de tres errores: el maltrato infringido al planeta, la injusticia de un sistema económico que mantiene en la pobreza a una masa ingente de personas y un estilo de vida marcado por un afán de crecimiento tan ilimitado como irresponsable e injusto, el estrés y el consumo desenfrenado.

     Algo estamos haciendo muy mal cuando nos hemos acostumbrado a convivir con una desigualdad sangrante entre los seres humanos, adormeciendo nuestra conciencia para asumir como “inevitable” lo que no es sino consecuencia de un sistema socioeconómico estructuralmente injusto. Tal vez porque tememos que si cuestionamos este sistema nos veríamos perjudicados nosotros mismos.

          Algo estamos haciendo muy mal cuando no somos capaces de poner freno efectivo al daño ecológico. Parece que los gobiernos no se atrevieron a tomar medidas eficaces que frenaran el calentamiento global porque ello habría supuesto un descenso del PIB en torno al 2%. Pues bien, los efectos de esta pandemia pueden provocar que en Europa esa caída, según datos de la Comisión Europea y del FMI, sea superior al 7,5%. (Por lo que se refiere a nuestro país, el descenso en el primer trimestre ha sido del 5,2%, y el Banco de España pronostica para este año una caída entre el 6,6 y el 13,6%). La escritora brasileña Eliane Brum ha escrito lo siguiente: “El efecto de la pandemia es el efecto concentrado y agudo de lo que la crisis climática está produciendo a un ritmo mucho más lento. Es como si el virus nos hiciera una demostración de lo que viviremos pronto”.

         La crisis del coronavirus es también una bofetada a nuestra arrogancia. El periodista y bertsolari vasco Xabier Euskitze ha sabido expresarlo poéticamente, con tanta verdad como crudeza. Tras constatar nuestra impotencia ante el virus, escribe: “Mientras tanto, la vida sigue. Y es hermosa. Únicamente ha recluido en jaulas al género humano y creo que quiere enviarnos un mensaje. Es este: «No sois necesarios. El aire, la tierra, el agua y el cielo están bien sin vosotros. Cuando regreséis no olvidéis que sois mis invitados y no mis dueños»”.

          ¿Hasta cuándo seguiremos los humanos manteniendo un sistema que agudiza la desigualdad entre nosotros y que agrede violentamente al planeta?

          A veces se escucha que “de la crisis saldremos mejores”. No lo veo tan sencillo. La experiencia nos dice que los cambios que nacen del miedo duran poco, solo hasta que pasa la percepción de la amenaza.

          Para que se produzca un cambio efectivo se requiere que, además de la crisis que revela nuestros engaños, crezca la comprensión de lo que estamos haciendo –a partir de la cual podamos reorientar nuestras acciones– y, más aún, la comprensión profunda de lo que somos. En una palabra, el cambio real únicamente puede venir de una transformación de la consciencia, en concreto, del paso de la errónea consciencia de separación que gira en torno al yo o ego a la consciencia de unidad en la que nos reconocemos compartiendo la misma identidad. No conozco motivación más poderosa para vivir la fraternidad que el reconocimiento de que compartimos la misma identidad, no en un sentido metafórico, sino absolutamente real.

Una invitación grave al cambio

          El problema global requiere un cambio global: en las prioridades políticas, fortaleciendo los sectores básicos –alimentación, educación, sanidad, renta mínima…–, en el sistema socioeconómico –para superar el neoliberalismo depredador en aras de una economía centrada en la persona–, en el terreno ecológico –situando la lucha contra el cambio climático en el centro de cualquier programa de recuperación–, en el estilo de vida –pasando del derroche a la austeridad, del individualismo a la cooperación, del estrés a la serenidad–…

          Se hace necesaria una atención privilegiada a las personas y colectivos más vulnerables y a quienes se van a ver más afectados por los efectos de esta situación.

          La crisis está mostrando que solo saldremos adelante en la medida en que seamos capaces de trabajar unidos. Es cierto que, como nos ocurre cuando somos víctimas del miedo, la amenaza puede activar un comportamiento narcisista del “sálvese quien pueda”. Pero esas actitudes tienen un recorrido muy corto.

          Ahora bien, todos estos cambios solo serán posibles en la medida en que crezcamos en una consciencia de unidad. Lo cual requiere, a su vez, ir superando el narcisismo, individual y colectivo, para que emerja una actitud solidaria.

          Tal consciencia de unidad se pone de relieve en las crisis, plasmándose en muestras de solidaridad, servicio, entrega… Necesitamos hacerla más explícita para que provoque un cambio duradero en nosotros, que oriente nuestras actitudes y comportamiento hacia una solidaridad efectiva.

Del narcisismo a la solidaridad

          Los expertos señalan que vivimos en una cultura marcadamente narcisista. Lo cual parece confirmarse cuando dirigimos la mirada hacia gran parte de los líderes políticos en la mayor parte del mundo. Si, en una forma u otra, los políticos son un reflejo de la sociedad en la que aparecen, el retrato no deja lugar a dudas.

          El narcisismo funciona como un mecanismo de defensa que busca protegernos de nuestra propia inseguridad y que, en su vertiente neurótica, hace que la persona y los colectivos vivan girando constantemente en torno a sus necesidades, sus miedos y sus intereses.

          En este sentido, el narcisismo es el reverso de la consciencia de unidad. Una personalidad narcisista es incapaz de sentir empatía y compasión: ¿cómo habría de vivir solidaridad? Las sociedades narcisistas buscan protegerse y asegurar su propio bienestar por encima de cualquier otro objetivo y a costa, si es necesario, del sufrimiento de otros.

          Con lo cual, el cambio global al que nos invita esta crisis solo será posible si nace de una nueva consciencia colectiva, de la comprensión de la unidad que somos.

          En lenguaje espiritual, eso significa reconocer que cada cual nos estamos experimentando en una persona única e irrepetible, pero que nuestra identidad es solo una y la misma. Así como todas las gotas son solo formas que el agua adopta, nosotros somos igualmente formas en las que la consciencia –vida o presencia consciente– se despliega. Por eso puede afirmarse con razón que no somos iguales, pero somos lo mismo. Nos falta integrarlo experiencialmente y vivir en coherencia con ello.

          Si me reduzco a la “gota”, es probable que vea a todas las demás como rivales y eso me lleve a protegerme, aislarme o imponerme sobre ellas. Si, por el contrario, me reconozco como “agua”, sentiré que lo que le sucede a cada gota me está sucediendo a mí mismo.

          La creencia de que somos un yo separado nos encierra y mantiene en el miedo. La comprensión de que compartimos la misma identidad –el paso de la consciencia de separatividad a la consciencia de unidad– nos expande, modifica radicalmente nuestra mirada y da un giro de ciento ochenta grados a nuestro modo de tratarnos y de actuar en el mundo.

          ¿Qué somos? –se preguntaba el sabio Raimon Panikkar–: ¿la gota de agua o el agua de la gota? La respuesta adecuada solo puede ser una: las dos cosas. Aunque de una forma asimétrica, si se me permite la imagen. La “gota” es nuestra personalidad; el “agua”, nuestra identidad.

          Dicho con otra metáfora: somos agua con un contorno delimitado. La identidad es el agua (H2O) pero, siendo agua, nos estamos experimentando en el “contorno” concreto de nuestra persona.

          La sabiduría consiste en vivir en la forma –como personas– desde la conexión profunda con lo que realmente somos. Esa es la consciencia de unidad, de donde brota empatía, compasión, solidaridad, comunión…, la única “tierra” de donde habrán de brotar una sociedad y una humanidad nuevas.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (II). Miedo y Confianza.

Lunes, 18 de mayo de 2020
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E42EA594-7074-4F31-BA82-C509F42D42ABAnte la amenaza se despierta el miedo, como pieza básica de nuestro sistema de defensas que nos alerta para poder escapar del peligro.

Sin embargo, con mucha frecuencia, lo que es una alerta necesaria y beneficiosa, se convierte en algo patológico, que termina en parálisis, hundimiento y pánico. Eso ocurre cuando el miedo se apodera de nuestra persona.

Cuando aparece el miedo

Nuestro miedo aparece cuando se producen –o se teme que se produzcan– pérdidas de todo tipo: de bienes, de salud, de afectos… Es la nube del qué será de mí.

O cuando nos vemos sumidos en la incertidumbre: acerca de nuestra salud, nuestro trabajo, nuestro futuro. Es la nube del qué pasará.

O cuando caemos en la cuenta de que, ciertamente, no controlamos nada. Ha bastado un virus insignificante para que todo el planeta se sienta amenazado y surja un escenario que nunca hubiéramos imaginado. Es la nube del cómo terminará todo esto.

El miedo “fantasma” nos arrebata lucidez, secuestra la paz, genera intenso sufrimiento y lleva a culpabilizar a otros de nuestro malestar. Aun sin ser conscientes de ello, el miedo –por la frustración que supone para nuestra necesidad de bienestar– genera agresividad, que fácilmente proyectamos fuera, en un mecanismo perverso de culpabilización.

La persona feliz es buena. La persona asustada es como un animal enjaulado, que fácilmente alimenta enfado hacia sí y odio hacia los demás.

La relación de la mente con el miedo

Los estudiosos del cerebro han comprobado que este reacciona igual ante la amenaza real que ante la que es solo imaginada. En cierto modo, no distingue una de otra.

Esto significa, al menos, dos cosas importantes: que podemos sufrir por amenazas que nunca serán reales y que la mente tiene poder para crear escenarios atemorizadores o “miedos fantasmas”.

Significa también la importancia de cuidar el modo como nos relacionamos con la mente, porque de ello dependerá que sea nuestra gran aliada en tiempos de crisis y dificultad o, por el contrario, nuestra mayor enemiga y fuente de sufrimiento desproporcionado e inútil.

¿Cómo vivo la mente? ¿Cómo servidora o como dueña? Recordemos una vez más el conocido dicho: “La mente es el mejor de los siervos y el más tirano de los dueños”.

La mente-dueña es aquella que me acapara hasta identificarme con los pensamientos. Aun sin ser consciente de ello, creo que la realidad es como mi mente la ve, olvidando aquello que los neurocientíficos han comprobado: que nuestra mente nunca ve la realidad, sino solo una imagen mental. Confundido con mi mente, porque no he aprendido a tomar distancia de ella, me veré sacudido por los movimientos mentales y emocionales que aparezcan en cada momento.

Los pensamientos generan sentimientos, a la vez que estos alimentan aquellos. De modo que puede crearse la “tormenta perfecta”: pensamientos de temor alimentan un miedo descontrolado que, a su vez, dan pábulo a ideas e imágenes cada vez más negras.

La mente-servidora, por el contrario, es una preciosa y eficaz herramienta a nuestro servicio y por ello una gran aliada. Es la mente observada. Y la vivimos así cuando somos capaces de tomar distancia de ella, sin dejar que nos maneje. Con la práctica, me voy dando cuenta de cómo funciona en mi caso, pero no me creo todo lo que me dice.

Higiene mental y acceso a “otro lugar

Al tomar distancia de la mente, me libero de su dominio y empiezo a comprender lo que son los pensamientos. Estos no me dicen “la verdad” de lo que ocurre. Son solo propuestas neuronales, que mi cerebro me lanza a partir de las experiencias vividas en el pasado y de los patrones mentales que aquellas han configurado.

Ahora bien, en el momento mismo en que descubro que mis pensamientos son únicamente propuestas cerebrales, empiezo a perderles el respeto y puedo mirarlos con un punto de humor. Y con esa misma práctica, empiezo a desarrollar una poderosa capacidad: aquella que consiste en dejar caer o soltar todos aquellos pensamientos que me producen sufrimiento mental.

No se trata en absoluto de negar la realidad ni de evitar el dolor –de hecho aquella práctica no funcionará si no se basa en la lucidez–, sino de no ser marioneta en manos de una mente que no hace sino repetir mensajes de acuerdo con los circuitos neuronales.

Parece claro que nuestra mente volverá a aquellos pensamientos que más alimentamos o en los que nos entretenemos con más frecuencia. Ello significa que terminará por no traernos obsesivamente aquellos que dejamos caer una y otra vez.

He hablado de observar la mente, tomando distancia de ella, como condición de nuestra libertad y como medio para dejar de sufrir inútilmente. Pero para observarla, se requiere empezar a familiarizarse con “otro lugar” que no sea la mente y desde el que podamos mirarla.

La psicología transpersonal, tomando prestado un término de la sabiduría hindú, denomina a ese lugar la Consciencia-Testigo, o el Testigo a secas.

Como cada cual puede experimentar, encontramos en nosotros “dos lugares”: la mente que piensa y “algo” que la observa. Ese “algo” es el Testigo. Esto me parece tan evidente que si en nosotros hubiera solo pensamiento ni siquiera sabríamos que estábamos pensando. Hay otra instancia que se da cuenta de que pensamos. Dicho de otro modo: el Testigo es el que nos hace reconocer que no somos esa voz que habla en nuestra cabeza. Porque eso, para nosotros, es solo un objeto, es decir algo que podemos observar.

Con ello, la práctica de observar la mente no solo nos conduce a vivirla como una herramienta a nuestro servicio –evitando la trampa de reducirnos a ella–, sino que nos abre la puerta para acceder a nuestra verdadera identidad: no somos la mente –o el yo– que observamos; somos Eso que observa.

La experiencia de ese “otro lugar” se revela fundamental en el proceso de crecimiento de la persona, de la liberación del sufrimiento mental y de la comprensión de lo que realmente somos.

El miedo le afecta al yo –y habrá que elaborar todos los miedos que aparezcan–, pero no al Testigo. El Testigo es ecuánime en toda circunstancia y se halla siempre a salvo.

La salida del miedo: la confianza

El miedo es lo opuesto a la confianza: recientes investigaciones neurocientíficas parecen demostrar que ambos utilizan los mismos circuitos neuronales, por lo que si uno de ellos está activo mantiene al otro alejado: donde hay miedo no hay confianza, y donde hay confianza no hay miedo.

El miedo se activa en situaciones de amenaza, tiende a agravarse –como hemos visto– cuando se hace presente cualquier tipo de pérdida, cuando aparece la incertidumbre y cuando tenemos la sensación de no controlar algo.

Pero, en realidad, la raíz del miedo es más profunda. Nace de nuestra idea de que somos un yo separado y, en último término, de la ignorancia acerca de nuestra verdadera identidad.

El miedo acompaña al yo desde su mismo nacimiento, tal como advirtiera Hobbes: “El día que yo nací mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”. Donde hay un yo separado habrá miedo.

Esto significa que si el origen del miedo es la ignorancia acerca de lo que somos, la liberación del miedo –la confianza profunda– únicamente podrá venir de la mano de la comprensión de nuestra verdadera identidad.

Cuando vamos haciendo la experiencia de pasar del “yo” al “Testigo” estamos dando un paso decisivo en ese camino de comprensión. Y puede darse que, en la medida en que vayamos acallando el “griterío” de nuestra mente, en el silencio, notemos que hay “algo” en nosotros que nos invita a confiar. Si seguimos abiertos a ello, es fácil que escuchemos una voz que susurra incansablemente en nuestro interior: “Confía”.

Como el amor, la alegría, la gratitud…, la confianza es un arte. Lo cual indica que se puede cultivar. Y que crece en la medida en que la practicamos. Al entregarnos a la vida, en la aceptación profunda, experimentamos que la confianza no defrauda: hay un “Fondo” que no sostiene en todo momento; ese Fondo es lo que somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Pablo D’Ors: “El despilfarro en que solemos vivir es una grave ofensa a quienes carecen de lo necesario”

Lunes, 18 de mayo de 2020
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gente-muere“No estamos preparados para el silencio, pero podemos irnos preparando”

“Cantar juntos “Resistiré” y aplaudir a las 20.00 desde nuestros balcones han sido gestos rituales que nos han hecho sentir una comunidad viva y solidaria. El riesgo de esto, como por otra parte de cualquier rito, es convertirlo en rutina y degenerar en ritualismo”

“En los retiros de meditación que imparto desde hace algunos años, invitar a los participantes a que desconecten sus teléfonos móviles se ha convertido en la mayor de las exigencias. Pero si estamos siempre fuera, la verdad es que nos perdemos lo de dentro”

“La libertad no la podemos perder por el hecho de que nos prohíban salir de casa ni por nada. La libertad es un tesoro que, curiosamente, crece cuando es amenazada. Me siento hoy más libre que ayer, es lo que puedo decir”

La meditación y el silencio son las armas que usa el escritor y sacerdote Pablo d’Ors (Madrid, 1963) en su vida y también lo han sido en estos tiempos de confinamiento, tras los que se abre un futuro para el que vaticina que no ayudarán nada los profetas “de mal agüero”. Aunque tampoco lo harán, dice en una entrevista con Efe, losutópicos ingenuos”.

Y considera que de estos meses deberíamos salir no solo con las lecciones de la interioridad y la solidaridad aprendidas, sino también con la de la austeridad porque el despilfarro en el que solemos vivir es una “grave ofensa”. Y porque sin silencio, la palabra es “palabrería”.

-¿Cómo cree que ha respondido la sociedad española a la situación generada por la pandemia y el confinamiento?

R.-Cantar juntos “Resistiré” y aplaudir a las 20.00 desde nuestros balcones han sido gestos rituales que nos han hecho sentir una comunidad viva y solidaria. El riesgo de esto, como por otra parte de cualquier rito, es convertirlo en rutina y degenerar en ritualismo. Pero, junto a las respuestas sanitarias, científicas y políticas -que son eminentemente prácticas y necesarias-, cantar y aplaudir han sido algunas de las respuestas gratuitas y festivas de la población. Cantar y aplaudir ayudan (casi automáticamente) a poner el corazón en su sitio.

-¿Cree que vamos a ser iguales cuando salgamos de este confinamiento?

R.- La mayoría seguirá igual o muy parecido, creo que es ingenuo o pueril pensar lo contrario. Pero una minoría, entre la que quisiera contarme, saldremos muy cambiados. Y esa minoría podría llegar a ser, llegado su momento, muy significativa socialmente. Todo empieza siempre con una minoría. Saber esto debería obligarnos a tomarlas más en serio.

-Usted es autor de “La biografía del silencio“. ¿Opina que hemos tenido más oportunidades para reflexionar en estas semanas o cree que, por el contrario, el ruido de las redes sociales y el exceso de información nos han impedido hacerlo?.

R.- Estar en contacto con la gente y entretenerse está bien, eso es lo primero que debe decirse. Pero eso, que es bueno y justo, nos destruye si anula todo lo demás. También hemos de aprender a estar con nosotros mismos, sin las redes sociales, para intra-tenernos, para sostenernos a nosotros mismos. En los retiros de meditación que imparto desde hace algunos años, invitar a los participantes a que desconecten sus teléfonos móviles se ha convertido en la mayor de las exigencias. Pero si estamos siempre fuera, la verdad es que nos perdemos lo de dentro.

-¿Qué nos provoca un exceso de información?

R.- La cantidad anula la calidad, esa es la ley. Y no sólo, a veces lo anula todo. Cuando en España había dos canales de televisión, yo veía de vez en cuando la tele. Ahora que hay tropecientos canales, ya no la veo. Menos es más. De este confinamiento deberíamos salir con esta ley básica bien aprendida. No sólo la lección de la interioridad y la de la solidaridad, sino también la de la austeridad. El despilfarro en que solemos vivir es, en este sentido, una grave ofensa a quienes carecen de lo necesario. Tanto más tenemos, aunque suene duro decirlo, menos somos.

-¿Estamos preparados para el silencio?

R.- No. Pero podemos irnos preparando. Yo he hecho de esta causa el sentido de mi vida, persuadido como estoy de que sin silencio, la palabra sólo es palabrería. Y de que con silencio, la palabra es acción: transforma los corazones que transformarán el mundo.

-Algunas personas han estado obligadas a estar en soledad. ¿Ha podido ser una oportunidad para conocerse a uno mismo?

R.- Quien no haya hecho nunca o muy poco un trabajo interior (es decir, un itinerario emocional y un itinerario espiritual), difícilmente habrá podido hacerlo en estas semanas: no disponía del instrumental ni del hábito para hacerlo. Quienes sí lo poseen, sin duda habrán convertido este conflicto en una oportunidad. Esto es lo maravilloso de las personas: que hasta de lo más oscuro podemos sacar algo hermoso.

-¿Nos ha podido servir esta crisis para dar una mayor importancia a valores como la solidaridad, o cree que ha sido algo puntual?

R.- Aunque fuera algo puntual, ya ha servido. Ninguna acción luminosa o compasiva se pierde. Al contrario, ayudan y contribuyen a que se pueda seguir ayudando e iluminando en el futuro. Hemos dado un paso, eso es lo importante. Ahora es importante también dar el siguiente. Es así como se hace el camino. Los profetas de mal agüero no ayudan nada. Claro que tampoco ayudan los utópicos ingenuos. Ayudan los que están en su centro y ayudan concretamente.

-Le he preguntado anteriormente por cómo seremos nosotros cuando salgamos pero ¿y el mundo que nos espera? ¿Cree que será un sitio más inhóspito o más acogedor?

R.-Yo soy un hombre con esperanza, para mí eso lo determina todo. Incluso cuando las cosas pintan mal, yo pienso que todo acabará bien. A esto no he llegado por mero optimismo, sino trabajando la virtud de saber esperar. Esa certidumbre de que por encima de todos los vientos que soplen hay una roca que nos sostiene es, para mí, la raíz de la alegría.

-¿Ha sentido en peligro alguna de las libertades?.

R.- La libertad no la podemos perder por el hecho de que nos prohíban salir de casa ni por nada. La libertad es un tesoro que, curiosamente, crece cuando es amenazada. Me siento hoy más libre que ayer, es lo que puedo decir. Quiero caminar en esa senda, siempre más libre, siempre más liberado de convencionalismos y de tonterías. Confieso que ese camino hacia la libertad ante todo, principalmente ante mí mismo, me apasiona.

Fuente Religión Digital

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (I). Vulnerabilidad y fortaleza.

Miércoles, 13 de mayo de 2020
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Vulnerabilidad.3En los correos, whatsapps y llamadas que estoy recibiendo en estas semanas que llevamos confinados percibo diferentes sentimientos, desde el pánico hasta el amor compasivo y solidario. Pero entre todos ellos hay uno que se repite con más frecuencia, cobrando un relieve especial y, en cierto modo, coloreando todos los demás: la vulnerabilidad.

Cuando aparece la vulnerabilidad

El Covid-19 nos ha puesto frente al espejo de nuestra propia vulnerabilidad. Con frecuencia hemos querido negarla, ocultarla, reprimirla, enmascararla, maquillarla, compensarla de mil modos… Sin embargo, en cuanto aparece la amenaza, aquella no solo queda al descubierto sino que ocupa el primer plano.

¡Somos tan vulnerables!… Palpamos el miedo a las pérdidas de todo tipo –de bienes, de salud, de afectos…– y nos sentimos desnudos ante la incertidumbre. Descubrimos que no controlamos nada y aparece nuestra impotencia. Y comprobamos con temor que todo aquello en lo que habíamos puesto nuestra seguridad se derrumba; y que no existe “forma” alguna, externa o interna, que pueda sostenernos.

Tal constatación nos obliga a un reconocimiento humilde y a un cuestionamiento seguramente decisivo.

La amenaza nos lleva, por un lado, a reconocer que somos vulnerables, frágiles, débiles… y que la impermanencia es la ley que rige todo el mundo de las formas. En ellas nada permanece, excepto el cambio: todo cambia, todo pasa, todo se termina perdiendo…

Y, por otro lado, nos sentimos cuestionados acerca de qué hacer con esa vulnerabilidad reconocida, cómo aprender a vivir con ella.

Desde dónde vivir la vulnerabilidad

Podemos vivir la vulnerabilidad desde tres actitudes diferentes, que conllevan también efectos diametralmente opuestos.

Desde la resignación, acompañada con frecuencia de decepción y lamento, que suele acabar en claudicación, paralización y, en ocasiones, en cinismo amargo.

Desde la resistencia, acompañada de agresividad, queja y crispación, que hace entrar en guerra con la realidad, nos sitúa en el “no” a la vida y termina incrementando el sufrimiento mental y la desesperación.

Desde la aceptación, la actitud sabia, contrapuesta por igual a cada una de las dos anteriores. Aceptar significa alinearse con la realidad de cada momento –decir “sí” a lo que viene–, acogiendo todos los sentimientos que aparecen, aunque sin reducirse a ellos y experimentar cómo, al aceptar, empieza a surgir en nosotros la acción adecuada en ese momento.

Aceptar significa también abrazar la propia vulnerabilidad, acogernos débiles y frágiles. Para lo cual, tendremos que cuidar la paciencia y el amor incondicional hacia nosotros mismos.

La paciencia nos permite convivir con el “oleaje” emocional que se despierta en un momento concreto, sabiendo que tal vez requiera tiempo para que pueda calmarse. Aquí no hay que hacer nada, sino alimentar la confianza: quizás no entienda nada ni vea por dónde tirar, pero puedo mantener la confianza en una sabiduría mayor que rige todo el proceso. En mí hay vulnerabilidad y ceguera –tal vez estoy asustado y no puedo ver más–, pero sé que la Vida sabe. Dejo de discutir todo el tiempo con ella y confío… Más tarde podré verificar la verdad de mi actitud por los frutos que produce.

El amor incondicional hacia sí constituye el mayor poder del que disponemos en el plano psicológico. Y la experiencia de la propia vulnerabilidad puede constituir la oportunidad de reconciliarme en profundidad conmigo mismo y con toda mi verdad, cuidando actitudes de autoacogida, comprensión, perdón… En la medida en que me permita sentir mi propio dolor y pueda acogerme con él, despertará en mí la capacidad probablemente más humana: la compasión. Y en la medida en que la viva conmigo mismo podré vivirla hacia los demás.

La crisis –acompañada de experiencias de fragilidad, miedo e incertidumbre– habrá sido así una escuela de compasión, que se traduce en solidaridad.

Los frutos de la vulnerabilidad

Al reconciliarme con la vulnerabilidad es fácil que se me muestren dos frutos que nacen de la aceptación.

En primer lugar, en una profunda paradoja, descubro que aceptar que soy vulnerable no me hace más débil, sino más fuerte…, porque me apoyo en la verdad, y la verdad siempre es fortaleza y liberación. Y empiezo a comprender que en tanto no se acepte completamente la propia vulnerabilidad es imposible sentir fortaleza, porque algo nos dice que nuestra apariencia de seguridad es solo fachada, una máscara que trata de esconder aquello que nos asusta. Por el contrario, al mirar de frente toda nuestra fragilidad y aceptarla compasivamente, emerge aquella “roca” en la que hacer pie: la reconciliación con toda nuestra verdad, la paz y el descanso.

En segundo lugar, empiezo a comprobar que la fuerza que necesito no vendrá de nada de “fuera” –de las circunstancias, los acontecimientos…–, como tampoco de mis ideas o creencias, sino del encuentro en profundidad conmigo mismo que es, en realidad y al mismo tiempo, encuentro con todo y con todos. Ahí conecto con la fuente de la vida que, me alineo con ella y empiezo a comprender que la sabiduría se traduce en aprender a fluir con la vida.

El miedo que se despierta en la crisis nos hace ver dónde habíamos puesto nuestra confianza, dónde creíamos encontrar la fuente de nuestra seguridad. Cuando eso –sea lo que sea– se vea amenazado notaremos cómo se incrementa nuestro temor. Y quizás ahí podamos vislumbrar la luz que asoma a través de esa rendija: la confianza y la seguridad no pueden apoyarse de manera estable en ninguna forma –ningún objeto, ninguna creencia–, sino en la comprensión de que “Aquello” que somos en profundidad, “Eso” que es consciente de todo –más allá del “personaje” o del yo en el que nos estamos experimentando– se halla siempre a salvo. Porque no somos la forma con la que nuestra mente nos ha identificado, sino la Vida de donde brotan todas las formas.

El camino del silencio

Para Pascal, “toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación”. Y sin embargo, como diría Viktor Frankl, “literalmente hablando, lo único que poseemos ahora es nuestra existencia desnuda”.

Tal vez una experiencia de confinamiento como la que estamos viviendo sea una oportunidad para experimentar ambas cosas: la riqueza del silencio y el encuentro con nuestra “existencia desnuda”.

Tengo constancia de que son muy numerosos los grupos que, en algún momento del día, se reúnen para meditar a través de alguna plataforma digital. Lo cual me parece una buena noticia.

En la práctica meditativa encontramos un tiempo para favorecer la cercanía a nosotros mismos, el cuidado de la atención y la riqueza del Silencio.

Del modo que sea más adecuado para cada cual, se trata de favorecer el amor incondicional hacia sí mismo, entrenar la atención –llevándola a la respiración o a las sensaciones corporales, y observando la mente a distancia– y ejercitarse en el Silencio del “solo estar”, en una consciencia sin contenidos, manteniendo la atención en la pura y simple sensación de presencia, sin añadir pensamientos.

Así vivido, el Silencio –me gusta escribirlo con mayúscula– conduce al centro de la vida; es fuente de comprensión, de amor, de libertad, de paz y de acción eficaz. El Silencio es la puerta hacia nosotros mismos; no solo eso: el Silencio consciente es otro nombre de lo que somos, es nuestra “casa”. Es liberación del sufrimiento inútil y experiencia de plenitud gozosa. Por todo ello, cuando se ha experimentado, el Silencio enamora.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Tomás Halik: “Iglesias cerradas, ¿nuevo signo de los tiempos, eclesial y pastoral?”

Martes, 12 de mayo de 2020
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unnamedSugerente análisis de Tomás Halik sobre estos días de confinamiento

“La Iglesia no debe permanecer en aislamiento, sino liberarse de sus fronteras para ayudar a las personas que están afectadas física, mental, social y espiritualmente, especialmente a los más débiles”

“¿Qué supone ser un hospital de campaña?” Algunas claves

“Las iglesias vacías puede ser una advertencia de lo que nos puede suceder en un futuro inmediato”

El padre Tomás Halik, profesor de sociología en la Universidad de Praga, nos ha regalado un análisis sugerente, durante estos días de confinamiento del mes de Abril. Resumimos en diez claves sus principales aportaciones:

1.- Con la pandemia del Covid-19, la llamada cultura de la globalización parece haber alcanzado su máxima vulnerabilidad general. ¿Qué desafíos representa esta situación para el cristianismo y para la Iglesia, para la teología y la pastoral?…

2.- Ante todo, el que Iglesia debe ser el “hospital de campañadel que nos ha venido hablando el Papa Francisco. La Iglesia no debe permanecer en aislamiento, sino liberarse de sus fronteras para ayudar a las personas que están afectadas física, mental, social y espiritualmente, especialmente a los más débiles. Ser un “hospital” supone:

– Primero, ofrecer los servicios de salud, sociales y caritativos que ha ofrecido siempre. Pero como un buen hospital, debe cumplir otras tareas.

– En segundo lugar, desarrollar un papel de diagnóstico para identificar los “nuevos signos de los tiempos”.

En tercer lugar, deberá desarrollar un papel preventivo para crear un “sistema inmune” contra los virus sociales malignos del miedo, del odio, del populismo o del nacionalismo.

Y, finalmente, jugará un papel de ayuda en la convalecencia, para superar los traumas más negativos del pasado mediante el perdón y la misericordia.

3.- ¿Las Iglesias vacías de qué son un signo profético y un desafío?…

– En primer lugar, el incendió de Notre-Dame de Paris, las iglesias-sinagogas-mezquitas vacías durante la pandemia, han podido ser terreno abonado para los agentes pastorales “de un Dios malhumorado, malvado y vengador” que, como profetas de calamidades, esparcen el miedo. En un sano discernimiento, Dios, por el contrario, no es vengador ni indiferente a nuestro sufrimiento: es fuente de fortaleza y actuando con aquellos que mostraron solidaridad y amor desinteresado en situaciones tan dramáticas.

– En segundo lugar, las iglesias vacías puede ser una advertencia de lo que nos puede suceder en un futuro inmediato.Durante mucho tiempo hemos atribuido este progresivo vaciamiento a influencias externas (“el tsunami secular”) en lugar de comprender que podía estarrevelando más bien otro vacío oculto en nuestras iglesias: el no haber entrado en la dinámica genuina y auténtica de una conversión radical y profunda en nuestro ser y vivir como cristianos.

4.- ¿Cómo están reaccionando los creyentes ante las iglesias vacías?...Algunos, como en la iglesia medieval cuando se multiplicaron las prohibiciones y castigos:ante la fácil no-administración de sacramentos, la gente comenzó a buscar una relación personal con Dios, es decir, una “fe más desnuda y directa”. Nacieron las fraternidades seculares y el misticismo, que favorecieron el camino a la Reforma protestante de Lutero y Calvino, y a la contrarreforma católica, de los jesuitas y del misticismo español.

5.- El nuevo fenómeno de las iglesias vacías y la falta de celebraciones, no es sólo el de ahora, puntual, con motivo de la pandemia, sino el “crónico” que se viene ya observando por falta de ministros que celebren. Ante este reto, no es una solución los “sustitutos virtuales”, a no ser donde el culto público esté expresamente prohibido. Del mismo modo, ante la falta de sacerdotes en Europa, no se soluciona importando “repuestos vocacionales” desde Polonia, Asia o  África. Este “estado de emergencia” nos está indicando otro camino a seguir…

6.- Nuestras parroquias, nuestras congregaciones, nuestros movimientos y nuestros monasterios están llamados, hoy, a hacer realidad el ideal que dio origen a las universidades europeas: el ser verdaderas comunidades de profesores y alumnos, y escuelas de sabiduría, donde se busca la verdad a través del diálogo y del debate libre. Pero, al mismo tiempo, también  con una profunda contemplación para buscar un sano discernimiento. Tales islas de espiritualidad y de diálogo sapiencial podrían ser la fuente de una fuerza curativa para un mundo enfermo. Es una llamada a experimentar la sinodalidad.

7.- Nuestras comunidades eclesiales no pueden ser lo que F. Nietzsche proclamó en “el loco”: “la muerte de Dios”… ¿Son realmente nuestras iglesias las tumbas de Dios?… En todo caso, las iglesias vacías tienen que evocar la tumba de la resurrección:” No está aquí. Él ha resucitado. Él te precede en Galilea. La pregunta resuena con fuerza: “¿Dónde está hoy Galilea, donde nos encontramos con la vida de Cristo?”…

8.- A nivel mundial, está disminuyendo el número de residentes-creyentes y aumentando  el número de “investigadores” o “buscadores” de lo religioso-auténtico, tanto entre creyentes como entre no creyentes.La línea de separación ya no es entre creyentes y no creyentes. En ambos hay “buscadores ardientes” de algo que satisfaga su sed de espiritualidad, de la Galilea de hoy donde encontrar a Jesús.

9.- Algunos de estos buscadores de autenticidad espiritual han encontrado la Galilea de Jesús en la Teología de la Liberación, entre los marginados de la sociedad. Pero también es necesario buscarlo entre las personas marginadasdentro de la Iglesia, entre aquellos “que ya no nos siguen”.

10.- ¿Qué líneas de evangelización o pastoral se requieren hoy para dar respuesta a estos nuevos “buscadores de Dios”?…

– Lo primero, abandonar algunas formas caducas de intentar encontrar a Jesús, para buscarle, más bien hoy, en las heridas del mundo y en las heridas de la Iglesia, en las heridas del cuerpo que Él tomó sobre Él con su encarnación-redención.

Debemos abandonar los viejos conceptos de proselitismo. No vamos a los buscadores de hoy para “convertirlos” lo más rápido posible, y encerrarlos en los límites institucionales y mentales de nuestras Iglesias. El vino nuevo debe ser vertido en odres nuevos.

– Debemos aprender a ampliar los límites de nuestra comprensión de la Iglesia, retomando lo viejo y lo nuevo del tesoro de la tradición que se nos ha confiado, y participando en un diálogo en el que debemos aprender unos de otros. Incluso se queda corto el llamado “patio de los gentiles”. El Señor ya ha tocado “desde adentro” a las personas que buscan y ha abierto espacios espirituales cuya amplitud y profundidad nos asombran.

La Iglesia primitiva, formada por judíos y gentiles fue testigo de la destrucción del templo en el que Jesús oró y enseñó a sus discípulos. Y encontraron una solución valiente y creativa: reemplazaron el altar del templo demolido por la mesa familiar, y la práctica de sacrificios por la oración privada y comunitaria. Reemplazaron las ofrendas quemadas y los sacrificios de sangre por el “sacrificio de los labios y del corazón”. Sobre los escombros de las tradiciones, los judíos y cristianos paganos  aprendieron a leer la Ley y a los profetas desde cero y a interpretarlos nuevamente. ¿No estamos hoy en una situación similar?…

Cuando Roma cayó, a principios del siglo V, los paganos lo vieron como un castigo de los dioses por la adopción del cristianismo como religión. A su vez, los cristianos lo vieron como un castigo de Dios dirigido a Roma, que había seguido siendo la ramera Babilonia. San Agustín rechazó estas dos explicaciones y desarrolló una teología de la lucha centenaria entre dos “ciudades”; no entre cristianos y paganos, sino entre dos “amores” que habitan el corazón del hombre: el amor propio, cerrado a la trascendencia, y el amor que se dona y así encuentra a Dios. ¿Acaso el período actual, de cambio de civilización y de época, no requiere una nueva teología de la historia y una nueva comprensión de la Iglesia?… ¿Con qué claves?… – Con las que nos enseñó el teólogo ortodoxo Evdokimov: Sabemos dónde está la Iglesia, pero no sabemos dónde no está”. Tenemos que ampliar lo que afirmó el Vaticano II sobre el sentido de la catolicidad y del ecumenismo para desarrollar una “búsqueda más audaz de Dios en todas las cosas y en todas las personas”…

  • En conclusión, podemos contemplar el fenómeno de las iglesias vacías y silenciosas como una simple medida temporal que pronto será olvidada, o podemos darle la bienvenida como un verdadero kairos, un momento oportuno y de gracia “para remar a aguas más profundas”, en un mundo que está cambiando radicalmente ante nuestros ojos. ¡No busquemos la vida entre los muertos! Vayamos a buscarlo con audacia y sorprendiéndonos. Lo reconoceremos por sus heridas, y también por su voz cuando nos hable con su Espíritu, que nos trae paz de corazón y elimina todo miedo.

Tomás Halik (nacido en 1948) es profesor de sociología en la Universidad Carlos de Praga, presidente de la Academia Cristiana Checa y capellán de la universidad. Durante el régimen comunista, estuvo activo en la “iglesia subterránea”. Recibió el Premio Templeton y doctor honorario de la Universidad de Oxford.

Obras:

Un proyecto de renovación espiritual. Madrid: Narcea. 1996.
Paciencia con Dios: Cerca de los lejanos. Barcelona: Herder. 2014.
Paradojas de la fe en tiempos posoptimistas . Barcelona: Herder. 2017.
Quiero que sea. Barcelona: Herder. 2018

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Fuente Religión Digital

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ICE, la detestada agencia de inmigración de Trump, está siendo demandada por detener a migrantes trans en “trampas de muerte” de coronavirus.

Lunes, 4 de mayo de 2020
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PHOENIX - APRIL 28: An undocumented Mexican immigrant waits to be deported from the Immigration and Customs Enforcement (ICE), center on April 28, 2010 in Phoenix, Arizona. Across Arizona, city police and county sheriffs' departments turn over detained immigrants to ICE, which deports them to their home countries, most to Mexico. Last year the federal agency deported some 81,000 illegal immigrants from the state of Arizona alone, and with the passage of the state's new tough immigration enforcement law, the number of deportations could rise significantly. (Photo by John Moore/Getty Images) Una mujer está detenida en un centro de detención de ICE en Phoenix, Arizona. (John Moore / Getty)

Una demanda federal exige que ICE libere a todos los inmigrantes trans de la custodia, ya que son más susceptibles al coronavirus.

La demanda colectiva fue presentada por tres grupos separados que argumentan que el manejo de ICE de la pandemia de coronavirus es una violación de los derechos de los inmigrantes.

Los notorios centros de detención de ICE eran “completamente inadecuados antes de la pandemia” y ahora se han convertido en “trampas de muerte”, dijo Gregory Copeland de Rapid Defense Network, una de las organizaciones detrás de la demanda.

Se le unen el Centro de Derecho Transgénero (TLC) y Ballard Spahr LLP, que representan a 13 demandantes nombrados de seis países diferentes. Todos los demandantes abandonaron sus países de origen por temor a la violencia, pero dicen que ahora están en “condiciones peligrosas” en los Estados Unidos.

“Las personas transgénero en detención de inmigrantes civiles no solo tienen que soportar las duras condiciones injustificadas que enfrentan todos los que están bajo custodia [ICE], sino que a menudo experimentan atención médica inadecuada, acoso e incluso violencia debido a su identidad de género”, dijo Matthew Kelley, abogado de Ballard. Spahr. “Mis colegas Ballard y yo estamos honrados de luchar por su liberación durante la crisis de COVID-19 que los expone a condiciones que ponen en peligro la vida”.

Los demandantes son apoyados por el Proyecto Santa Fe Dreamers, una organización que trabaja con cientos de mujeres transgénero en poder de ICE. El grupo se ha unido a los llamados de la demanda para la liberación inmediata de detenidos.

“La única conclusión posible que podemos hacer como testigos de sus horribles experiencias es que simplemente no hay forma de que ICE pueda detener con seguridad a las personas trans“, dijo Allegra Love, directora del Proyecto Santa Fe Dreamers. “Ahora, durante esta pandemia global, lo único que podemos hacer, sabiendo lo que sabemos y viendo lo que hemos visto, es suplicar al tribunal que ordene su liberación antes de enfrentarnos a otra tragedia”.

ICE negó repetidamente la atención médica para inmigrantes trans. Según el TLC, al menos 32 centros de detención de ICE han tenido brotes de coronavirus desde marzo, con 250 casos reportados públicamente de la enfermedad entre detenidos y miembros del personal.

Esto no es sorprendente teniendo en cuenta los estándares de atención “espantosos” bien documentados para los inmigrantes transgénero en los centros de detención de ICE, con la negación reiterada de tratamiento médico como un tema común de quejas.

El mes pasado, un memorando filtrado de Seguridad Nacional reveló que una mujer trans VIH positiva en detención de ICE quedó sangrando por el recto durante 13 días.

La instalación en cuestión ya estaba bajo un intenso escrutinio después de que una inspección federal en 2019 encontró cientos de solicitudes de atención médica sin respuesta, incluso de personas con enfermedades infecciosas. Las condiciones de hacinamiento en las instalaciones fueron reconocidas el lunes por el juez de distrito James Boasberg, quien dictaminó que ICE tuvo que justificar la detención de los padres durante más de 20 días, ampliando una resolución que inicialmente solo se aplicaba a los niños. También señaló la mala higiene de las instalaciones y la falta de adherencia a las medidas de distanciamiento social.

Fuente Pink News

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Las personas LGBT + en Japón temen ser expulsadas contra su voluntad si contraen coronavirus

Viernes, 24 de abril de 2020
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GettyImages-1209023167-1024x683Carl Court / Getty

 

Con las autoridades de salud en Japón investigando las rutas de infección por coronavirus, muchas personas LGBT + temen que puedan ser expulsadas contra su voluntad si se enferman con el virus.

Al igual que Corea del Sur, las autoridades de salud en Japón han comenzado a buscar pacientes con coronavirus para averiguar cómo se infectaron y detener la propagación del virus.

La política actual permite a los gobernadores organizar el interrogatorio de los pacientes y autorizar una investigación de sus contactos y los lugares que han visitado. Esto significa que las personas LGBT + que aún no están fuera podrían identificarse a través de las personas con las que se han reunido o de los bares y clubes que han estado visitando.

Las preocupaciones fueron reveladas en una encuesta de 180 personas LGBT + realizada por Marriage for All Japan, un grupo de defensa que lucha por la igualdad en el matrimonio.

Se enteraron de un hombre de 34 años que vive con su pareja del mismo sexo en Fukuoka, suroeste de Japón, y ha optado por no ser abierto sobre su orientación sexual en su oficina. Le preocupa que pueda verse obligado a salir del armario si contrae el coronavirus, ya que tendría que contarle a un centro de salud pública sobre su pareja cuando se le preguntara sobre las personas con las que ha tenido contacto cercano.

Las familias LGBT + temen no ser reconocidas. La encuesta también encontró que las personas LGBT + están preocupadas acerca de si ellos o su pareja podrán recibir información médica si son hospitalizados con coronavirus, o si su pareja será consultada en decisiones médicas importantes.

Entre los interesados está Kohei Inagaki, de 28 años, cuya unión es reconocida por la ciudad de Saitama como equivalente a un matrimonio legal, pero aún no es suficiente estar con su pareja si está gravemente herido o enfermo. “Es posible que no se me notifique el estado de salud de mi pareja y que no pueda participar en la toma de decisiones sobre el tratamiento”, dijo.

Quizás debido a esta inconsistencia, la encuesta también reveló un malentendido entre algunas parejas LGBT + de que no son elegibles para la compensación del gobierno por el cuidado de niños, ya que las escuelas están cerradas. Haru Ono, quien está criando a tres niños junto con su pareja, dijo que el gobierno no ha aclarado que el programa está dirigido a todas las personas con niños. “Hay muchas personas [LGBT +] que han renunciado a solicitarlo sin saber [que también se aplica a ellos]”, dijo. “Quiero que digan que las parejas del mismo sexo también están cubiertas”.

Gon Matsunaka, quien encabeza una organización LGBT + sin fines de lucro, advirtió a Kyodo News que las minorías podrían soportar la peor parte de la crisis e instó al gobierno a brindar un mayor apoyo. “Entendemos que la principal prioridad del gobierno es proteger las vidas de las personas, pero queremos que eche un vistazo a las personas LGBT + y otras personas que tienen problemas graves con respecto a la privacidad y tome medidas para que no caigan en la red de seguridad,” afirmó Matsunaka.

Fuente Pink News

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Juan José Tamayo: La compasión en un mundo desigual y en tiempos de pandemia (I y II).

Lunes, 20 de abril de 2020
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trabajar-a-disgusto-causa-más-depresión-que-estar-en-el-paroVivimos en un mundo injusto y desigual

El objetivo de estos tres artículos es doble: a) poner en valor la compasión, uno de los grandes valores ausente en los diferentes ámbitos del saber y del quehacer humano, considerado estéril e innecesario y calificado, incluso, de manifestación de la debilidad e impotencia de la persona que lo practica; b) practicarla en todas las esferas de la vida, individual y colectiva, personal y comunitaria, pública y privada, política y económica, cultural y religiosa, y muy especialmente ahora con la pandemia del coronavirus, que es previsible se alargue durante meses y tendrá gravísimas consecuencias en todos los órdenes de la vida humana y de la naturaleza

Empiezo por una primera constatación: vivimos en un mundo donde impera la injusticia estructural, avanza a pasos agigantados la desigualdad y hay una pérdida de la compasión. Los progresos tecnológicos no se corresponden con el progreso en los valores morales de solidaridad, fraternidad-sororidad, justicia, igualdad y libertad, como tampoco el crecimiento económico con la eliminación de la pobreza. Todo lo contrario: a mayor progreso tecnológico y crecimiento económico, menor solidaridad y compasión, justicia e igualdad.

Las desigualdades se refuerzan a través de las diferentes y cada vez más profundas brechas que se producen hoy, entre las que cabe citar:

– la brecha económico-social entre ricos y pobres, que desemboca en aporofobia (odio y rechazo a las personas pobres)

– la patriarcal entre hombres y mujeres, que desemboca en feminicidio;

– la colonial entre las superpotencias y la pervivencia del colonialismo, que desemboca en el mantenimiento de la colonialidad;

– la ecológica, provocada por el modelo de desarrollo científico-técnico depredador de la naturaleza, que convierte a esta en mercancía y desemboca en ecocidio;

– la racista entre personas nativas y extranjeras, que desemboca en xenofobia;

– la afectivo-sexual entre heterosexualidad y LGTBIQ, que desemboca en el discurso del odio a las identidades afectivo-sexuales que no responden al patrón de la heternormatividad y a la binariedad sexual: LGTBIfobia;

– la intelectual entre conocimientos científicos y saberes originarios, que da lugar a la injusticia cognitiva, que desemboca en epistemicidio;

– la global entre el Norte y el Sur, que desemboca en surcidio;

– la religiosa entre personas creyentes y no creyentes, entre sistemas de creencias hegemónicos y contra-hegemónicos, entre religiones ricas y religiones pobres;

– la digital entre quienes tenemos acceso a internet y quienes se ven privados de dicho acceso, etc.

Situaciones dramáticas que exigen activar la compasión

Especialmente dramáticas son dos situaciones de desigualdad e injusticia ecológica que estamos viviendo con severidad durante las últimas décadas y una tercera, que estamos viviendo con especial crudeza estos días: el covid19.

Una es la crisis ecológica, que constituye el principal desafío de la humanidad, con especial agravamiento en la Amazonía en llamas, con focos de incendio que se triplicaron en agosto de este año en comparación con el mismo mes de 2018 y el aumento del 278 % en las alertas de salvaje deforestación. La selva amazónica, que es el pulmón de la humanidad se ha convertido en espacio de sobreexplotación, agro-negocio, agro-tóxicos y entrega de riquezas naturales a las empresas multinacionales.

Esta situación es objeto de preocupación, e incluso de indignación, del Papa Francisco, que defiende el cuidado de la casa común como tarea de todos los seres humanos en su encíclica Laudato Si’, inspirada en el Cántico de las criaturas, de Francisco de Asís, que llama a la tierra “madre y hermana nuestra”, que nos acoge entre sus manos, nos gobierna y produce frutos con coloridas flores y hierba (n. 1).

En ella presenta a San Francisco de Asís como ejemplo de la “ecología integral, patrono de los ecologistas, cristianos o no, modelo de atención a la creación y a los pobres, místico y peregrino que vivió en armonía con Dios, el prójimo, la naturaleza y consigo mismo. Así demostró que la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables (n. 10).

Como respuesta a la situación dramática en que se encuentra la Amazonía, el Papa Francisco ha convocado el Sínodo sobre “La Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, definido como el nuevo Pentecostés para la Iglesia amazónica, las iglesias locales y la Iglesia universal. Reconoce que “el futuro de la Humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonía; por primera vez se manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades emergentes en un territorio, son la experiencia dramática del momento que atraviesa la supervivencia del planeta Tierra y la convivencia de toda la humanidad”.

La segunda situación dramática es la de millones de personas que llegan a las fronteras de los países más favorecidos huyendo de la guerra, la miseria y los regímenes dictatoriales, ponen en riesgo sus vida hasta perderlas, como las 30.000 personas muertas en el Mediterráneo en la última década, y cuando, llegan a la frontera, son rechazadas por las autoridades políticas preferentemente de Europa y Estados Unidos e incluso muertas, incumpliendo y transgrediendo los derechos de asilo, refugio y hospitalidad, reconocidos en la Declaración Universal de la ONU de 1948.

Tenemos grabadas en la memoria las imágenes de las marchas de miles personas procedentes de países centroamericanos hacia los Estados Unidos, a quienes no se les permite entrar, peor aún, separan a los niños y las niñas de sus padres y madres. Igualmente pudimos ver en vivo y en directo la falta de solidaridad de la “bárbara Europa” con las personas migrantes del Open Arms.

La tercera situación dramática es la pandemia del coronavirus, que se está extendiendo por todos los países, regiones y continentes sin distinción, mantiene confinada, a día de hoy, a una tercera parte de la humanidad, ha contaminado ya a casi millón y medio de personas en todo el mundo y ha provocado, hasta el momento –la muerte de cerca de cien mil personas. En España hemos superado las ciento cincuenta mil personas contagiadas y las cerca de dieciséis mil muertas. Pero no podemos quedarnos en las cifras frías, detrás de ellas hay vidas humanas perdidas en total soledad y sin consuelo y familias destruidas que sufren tan irreparables pérdidas sin ni siquiera posibilidad de una despedida en compañía.

El covid19 no afecta a todas las personas y grupos sociales por igual y con la misma intensidad. Es mucho más agresiva con aquellos grupos humanos y las clases sociales que tienen una especial vulnerabilidad, como afirma el científico social portugués Boaventura de Sousa Santos, entre los que cabe citar los siguientes: las mujeres, las personas trabajadoras precarias e informales, los trabajadores de la calle, las personas sin techo, las que habitan en las periferias empobrecidas de las ciudades, la gente anciana, la que se encuentra confinada en los campos de refugiados y refugiadas, las personas inmigrantes sin papeles, las poblaciones desplazadas internamente, las encarceladas, las discapacitadas, las comunidades minoritarias, en definitiva las que, en palabra de Boaventura, están “Al Sur de la cuarentena”.

Estas y otras situaciones dramáticas son razones más que suficientes para cambiar nuestro estilo de vida insolidario y activar la compasión como principio eco-humano fundamental, actitud ética y práctica liberadora cotidiana en nuestro mundo desigual e injusto.

 EL PRINCIPIO-COMPASIÓN (II)

Cuando escribo este artículo -10 de abril, día de Viernes Santo en la liturgia cristiana- están contabilizados más millón y medio de personas contagiadas en el mundo por el coronavirus, cerca de cien mil personas muertas y en torno a trescientas mil recuperadas. En España las cifras oficiales arrojan más de ciento cincuenta mil personas contagiadas, cerca de dieciséis mil fallecidas y cincuenta y cinco mil recuperadas. Esta pandemia es hoy el Viernes Santo que sufre la Humanidad. Nuestra respuesta creo que se encuentra en la compasión como principio de humanidad, actitud fundamental de Dios, opción radical de Jesús de Nazaret y principio teológico. Esta es la modesta contribución que desde mi confinamiento quiero hacer desde la memoria subversiva de Jesús de Nazaret, el Crucificado, condenado a muerte por su compromiso solidario con las víctimas del sistema político, económico y religioso injusto entonces imperante.

La compasión es principio de humanidad

La persona puede ser definida como ser compasivo. Sin compasión, no hay humanidad, se cierne la impiedad, la dureza de corazón, la cerrazón de mente y el bloqueo de la inteligencia. En cuanto compasivo, el ser humano se siente solidario con la suerte del resto de los seres humanos y de la Naturaleza, de forma que todo acto de homi-cidio y de eco-cidio se convierte en sui-cidio: matar a otra persona o destruir la naturaleza es matarse o destruirse a uno mismo. Caín, matando a Abel, se está matando a sí mismo. Sin compasión, el ser humano se torna lobo estepario que se guía por la ley de la selva. Sin compasión, no hay respeto por la vida de l@s otr@s, sino la guerra de todos contra todos.

La compasión, opción y actitud fundamental de Dios ante el sufrimiento y la opresión

La compasión es la opción y la actitud fundamental de Dios, ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento y la opresión. La palabra hebrea que se traduce por compasión es rahamin, derivada de rahem, vientre, entrañas. En la antropología bíblica, vientre es el lugar de la compasión y se le aplica a Dios capaz de actuar compasivamente desde sus entrañas. Nos lo recuerda la tradición bíblica del Éxodo, que presenta a Yahvé movido a compasión por los sufrimientos del pueblo hebreo y los gritos de auxilio que llegan al cielo, y comprometido con la liberación de la esclavitud de Egipto:

 “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sufrimientos (conocer= compartir, sufrir con). He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlos a de esta tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel… Así, pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen. Ahora, pues, ve: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto. Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte” (Éx 3,7-12).

La compasión está en la base de la legislación hebrea que defiende los derechos de los huérfanos, las viudas y los extranjeros, desatendidos en la práctica. Es el mensaje y la práctica de los profetas y las profetisas de Israel/Palestina, para quienes la religión verdadera no consiste en ofrecer sacrificios, sino en hacer el bien, establecer el derecho y practicar la justicia. En la tradición profética uno de los nombres de Dios es “Justicia”, como afirma el profeta Jeremías: “Este es el nombre con el que lo llamarán: ‘Yahvé, nuestra Justicia” (Jr 23,6).

La compasión, opción fundamental de Jesús

La compasión conforma el ser de Jesús de Nazaret, su estilo de vida, su forma de pensar y de vivir a Dios, su manera de entender al ser humano, su relación con los demás, su modo de conocer, de creer, de esperar, de amar, su lectura de las Escrituras, su actitud ante las víctimas, ante las personas hambrientas (misereor super turbas).

En el trasfondo de la actuación de Jesús aparece siempre el sufrimiento de las mayorías, de los empobrecidos, de las personas discapacitadas, enfermas, privadas de dignidad. Ante ellas no queda impasible, sino que se le remueven las entrañas. Jesús pone como ejemplo de persona compasiva, de “persona cabal” (Sobrino) a un Samaritano, a quien convierte en sacramento del prójimo, cuando los judíos ortodoxos lo consideraban enemigo y hereje. El Samaritano, “movido a compasión”, atendió a la persona malherida, maltrecha, a diferencia del sacerdote y del levita, que pasan de largo porque su prioridad era la práctica cultual en el templo, ajena a la justicia.

Siguiendo la mejor tradición profética, Jesús contrapone la compasión a los sacrificios:

“Misericordia quiero, que no sacrificio” (Mateo 12,1-9, citando a Oseas 6,6), afirma en la respuesta a los fariseos critican a los discípulos por arrancar espigas el sábado.

– Cuando los fariseos le echan en cara que coma con publicanos y pecadores, Jesús les responde: “No necesitan de médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,12-13).

– La práctica de la compasión para con los empobrecidos y la crítica de quienes generan el empobrecimiento son la causa principal de su destino final: la condena a muerte y la ejecución en la cruz.

– La compasión es la virtud por excelencia proclamada en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los misericordiosos…”. Felicidad y compasión son inseparables. Una persona es feliz compartiendo y aliviando el dolor las personas que sufren. La falta de entrañas de misericordia hace infelices a quienes no practican dicha virtud y a quienes sufren.

Las iglesias cristianas a lo largo de su historia se han movido entre dos actitudes: la insensibilidad ante el sufrimiento humano y la compasión con las víctimas. Hoy solo tendrá credibilidad el cristianismo si, como el buen Samaritano,  realiza prácticas compasivas. A las notas tradicionales aplicadas a la Iglesia: una, santa, católica, apostólica (los tradicionalistas añaden una quinta: romana, que no forma parte del Credo), yo añadiría otras dos: samaritana y compasiva.

La compasión, principio teológico

Mientras escribía este artículo consulté varios diccionarios teológicos y bíblicos y en ninguno de ellos he encontrado las entradas “Compasión” y Misericordia.  Ha sido Jon Sobrino quien ha incorporado en el discurso teológico el principio-misericordia (El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Sal Terrae, Santander 1992). Sin dejarse guiar por la compasión, la teología pasa de largo inmisericordemente ante el sufrimiento humano y se torna cómplice de él. La alternativa es, afirma Sobrino, una teología como inteligencia y praxis del amor, de la justicia y de la misericordia, que se hace cargo del dolor de las víctimas: una teología como inteligencia de la com-pasión, que denuncia a los victimarios y toma partido por las personas, los colectivos y la naturaleza sufrientes que gritan de dolor.

Sin embargo, la teología tradicionalmente ha sido una disciplina sin entrañas de misericordia. Los atributos que aplicaba a Dios eran la Omnipotencia, la Omnisciencia, la Omnipotencia y la Providencia. Lo definía como Motor inmóvil, Conocimiento de conocimiento, Causa sui, Principio y fundamento de todas  las cosas. Tal Dios es incapaz de sentir, de amar, de sufrir, de compadecerse, se torna insensible al sufrimiento humano. Esa imagen está más cerca del Dios de la teodicea y  de los amigos de Job que de Jesús de Nazaret y del Dios del éxodo “misericordioso y clemente, lento a la ira y rico en amor y fidelidad” (Éx 34,6).

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid. Sus últimos libros son: Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2 ed.); De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam (Trotta, 2019).

Fuente Fe Adulta

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