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Palabra clave: ‘Carlos de Foucauld’

“El hermano inacabado. Carlos de Foucauld” (De Margarita Saldaña Mostajo)

Jueves, 3 de febrero de 2022
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CF1B0AB6-DF51-4FC2-B9A5-054308DC6556Del blog Creer en la Universidad:

Mírame en ellos y vive cerca de ellos, perdido en Dios”

Aún no está en las estanterías de las librerías y ya está seduciendo y provocando, yo he sentido necesidad de contarlo e invitar a que lo esperéis y lo demandéis. Un modo de contemplar y adentrarse en el hermano Foucauld que marca líneas y sugerencias de espiritualidad contemplativa y encarnada para el hombre de hoy. El dirección de la fraternidad universal y en la invitación a profundizar para poder creer como cada uno estamos llamados, desde nuestras imperfecciones y desde nuestras sombras, a ser hermanos universales. Muy apropiado con la celebración última de la Navidad, en el bautismo del Hijo que nos hace hermanos.

 Libro tan propio como novedoso, búscalo

 Aún no está en las librerías y no puedo callarme más. He leído un libro nuevo sobre Carlos de Foucauld y certifico que viene con novedad auténtica. Hace unos meses tuve la oportunidad de compartir momentos agradables con Margarita Saldaña Mostajo, a cuentas de su libro, sobre san José, editado en Sal Terrae, que presentamos en la ciudad de Badajoz. Un libro que me atrajo por presentar de un modo tan fecundo y entrañable el silencio creativo de José, esa teología del silencio de lo cotidiano, del quehacer profundo de un vivir entregado que rompe límites en el mayor de los anonimatos colaborando con Dios en la historia de la salvación. Ahí me hizo entrega la autora de su trabajo de licenciatura publicado con el título “Rutina habitada” que voy recorriendo con parsimonia reflexiva acorde a su trabajo, laboriosidad y estructura teológica de una realidad bien oculta por desconocida como es la vida de Jesús en Nazaret. No deja de ser sorprendente la grandeza de la cotidianeidad creyente que se encierra en la vida oculta de Jesús.

En esa lectura andaba, cuando a través de Isabel Lara –amiga entrañable y regalo divino en este tiempo en nuestra parroquia- hermana de comunidad de la autora, me llega como regalo de adviento preñado, en cercanía a la Navidad, como luz adelantada de Epifanía, un ejemplar de un libro tesoro:El hermano inacabado. Carlos de Foucauld”, de Margarita Saldaña prologado por Mariola López Villanueva.

Hoy me he acercado a la librería para pedir ejemplares y poder hacerlos llegar a personas que lo van a recibir como agua de mayo, pero aún no están a la venta. Será lanzado en enero. Llego a casa y me pongo a contaros algo de mi impresión rápida de la lectura de esta obra, tan cercana la fiesta de la canonización de este santo, con ese perfil de hermano inacabado. Con el deseo de que os entre ganas de gustarlo y disfrutarlo como yo.

Me ha seducido con paz y apasionamiento

El libro ha sido de verdadera revelación para mí. Lo comencé a leer con cierta curiosidad por el momento que estamos viviendo y por su actualidad a manos del papa Francisco que nos lo puso como ejemplo de hermano universal en Fratelli Tutti. No hice nada más que comenzar y sentí atracción por su lectura, con cierto apasionamiento. No pude resistir la tentación de beberlo rápido cuando la intención era a pequeños sorbos para saborearlo poco a poco. Me busqué momentos de retiro de cierta duración y me lo tragué en cuatro o cinco momentos. Me llamó la atención porque normalmente me cuesta buscar esos momentos y aquí fui muy diligente por la seducción que provocó en mí. Según lo leía me decía que tenía que volver tranquilamente, pero que ahora convenía que fuera así. Y aquí estoy contando la experiencia de la rapidez, ya en otro momento igual voy compartiendo pequeñas píldoras más interiorizadas por mí.

 ¿Qué me sedujo? Así de pronto creo que estas cuantas razones:

El modo de escribir de Margarita que ya conocía, pero que en esta ocasión me daba la sensación que bailaba con otros zapatos, o más bien a pie descalzo. Una persona que se situaba ante este hermano con una disponibilidad y desnudez apabullante, sin condiciones ni prejuicios, en la búsqueda de una identidad no marcada de antemano.

La exploración que ofrece en las primeras cien páginas te va transportando con nitidez a dimensiones impresionantes y complementarias de una identidad de misterio, contemplación, silencio, pobreza y amor que te subyugan con una invitación de humanismo y cercanía que trasportan a tu propio vivir y caminar. Qué ganas de explorarme a mí mismo con esta mirada de lectura creyente.

El descubrimiento de perfiles en la novedad documentada dejando hablar a la propia persona en el camino del descubrimiento de su propia identidad, que no se la da él mismo, sino que se la va aportando en Padre, según se va desnudando y perdiendo en lo imposible y en lo inacabado: la vida, los deseos, el claustro, los márgenes, la estabilidad, el horizonte… sólo Dios puede ir acabando con lo inacabado y lo imperfecto para que alguien pueda ser santo. Pero la autora nos lo pone a pie de obra y de cita, con los sentimientos y las palabras del hermano.

Y de la semblanza biográfica a la semblanza espiritual, dejándonos irradiar por lo que va ocurriendo en su interior, lo que es el desarrollo de una espiritualidad que siendo de Nazaret se muestra nueva en su momento histórico y se hace referente para este siglo que estamos viviendo. Una buena noticia para hoy con claves de una minoridad y sencillez que fecunda la historia desde un amor entregado y callado, inacabado e imperfeto, pero lleno de compasión y misericordia, en el ejercicio de la verdadera proximidad encarnada, todo un reto para la Iglesia actual con el horizonte “fratelli tutti”.

Los propios conceptos que va marcando la autora como síntesis de la irradiación de este santo, y de los que le siguen en la mirada contemplativa y pobre de Jesucristo, son clarividentes de la necesaria espiritualidad encarnada para los cristianos hoy: Relación con Dios, el ideal y su proceso, la hospitalidad, las sombras, la salida, la misión. Os invito a releer las sombras para cercioraros de que vosotros y yo estamos llamados a la santidad en nuestra pobreza personal y en nuestros propios límites, que la sombra no impida el deseo de ser misericordiosos.

Y una palabra penúltima sobre el libro es confirmar lo que nos dice Nicolás Viel en el epílogo: “Carlos de Foucauld nos invita a descubrir que la experiencia del Dios de Jesús supone adentrarse en la verdad de la experiencia humana y que, en lo más hondo de lo humano, se oculta nazarenamente lo más hondo de Dios”, y digo yo con atrevimiento: también en las sombras de lo humano, donde se experimenta propiamente la misericordia del que nos ama”.

No os perdáis esta novedad que nos regala Margarita Saldaña Mostajo con motivo de Carlos de Foucauld, lo hace con su mirada seducida por la identidad del hermano con la sola luz de su verdadera historia y proceso. Es una periodista, escritora, teóloga, pero sobre todo una hermana de Foucauld, tan universal como inacabada que está abriendo caminos y veredas en la investigación sobre este hermano suyo y nuestro. Seguimos esperando más frutos de su trabajo, de su contemplación y de su entrega ante el Cristo pobre, al que adora y ama con los más pobres.

José Moreno Losada.

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Carlos de Foucauld, un hombre de desierto

Martes, 4 de mayo de 2021
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Papa-canonizara-Charles-Foucauld-desierto_2235386478_14644892_660x371“Hay que pasar por el desierto y permanecer allí para recibir la gracia de Dios”, decía

“Carlos Eugène de Foucauld de Pontbriand se fue transfigurando gradualmente por este silencio interior, convirtiéndose en Carlos de Tamanrasset, otro Cristo, como Francisco de Asís”

“Fue asesinado por los rebeldes Senusitas de Libia, aliados con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial”

“Durante los treinta años de su vida como converso (1886-1916), no tendrá otro propósito que seguir e imitar a Jesús en esta vida de Nazaret”

Crecen las opciones de que Francisco canonice a Charles de Foucauld el 30 de octubre en Marsella

Cuando la Iglesia del papa Francisco proclama santo a Carlos de Foucauld, me gustaría resaltar su figura como «hombre de desierto». El desierto será el marco exterior que le ayudará en su proceso espiritual. Pero más importante que el desierto exterior es el interior. «Hacer silencio».

Ya en la Carta al padre Jerónimo, escrita desde Nazaret, donde Foucauld ejercía de humilde recadero de las hermanas Clarisas, afirma: «Hay que pasar por el desierto y permanecer allí para recibir la gracia de Dios». No hay que olvidar que estas palabras las escribe después de pasar nueve años en la Orden Trapense (1890-1897), y en concreto en la Trapa de Akbés (Siria), lugar desertico y de suma pobreza.

Para Foucauld esto es indispensable: «Es un tiempo de gracia. es un período por el que debe pasar necesariamente toda alma que quiera dar fruto, es necesario este silencio, este recogimiento, este olvido de toda la creación, en medio de la cual Dios establece en el alma su reino, y forma en ella el espíritu interior, la vida íntima con Dios, la conversación del alma con Dios en la fe, la esperanza y la caridad».(Carta al padre Jeronimo el 19 de mayo de 1898).

 12_1_foucauld2Y así fue en su caso: Carlos Eugène de Foucauld de Pontbriand se fue transfigurando gradualmente por este silencio interior, convirtiéndose en Carlos de Tamanrasset, otro Cristo, como Francisco de Asís.

Murió a la edad de cincuenta y ocho años el 1 de diciembre de 1916

Fue asesinado por los rebeldes Senusitas de Libia, aliados con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Y como nos recuerda el Evangelio de san Juan, 12, 24: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto». Murió solo, sin compañeros como hubiese deseado, pero su testimonio esta dando frutos insospechados.

Imita la vida de Jesús en Nazaret

La conversión al Evangelio, una peregrinación a Tierra Santa en 1888-89, la dirección espiritual del Padre Huvelin, la amistad de su prima Marie de Bondy que le hizo conocer la devoción al Sagrado Corazón, un clima general de silencio y la práctica sacramental llevan a Carlos de Foucauld a descubrir el significado de la Encarnación. Profundiza en la vida de Jesús en Nazaret y descubre en esta el signo y la manifestación del amor de Dios por la humanidad.

 Durante los treinta años de su vida como converso (1886-1916), no tendrá otro propósito que seguir e imitar a Jesús en esta vida de Nazaret. Su vocación personal será justamente eso: vivir en todo momento en esta imitación, teniendo constantemente ante sus ojos a Aquel a quien llama su “Hermano Amado”, su “Modelo Único”, el seguimiento en las virtudes de su vida oculta, en particular en esta “abyección” que llevó al Maestro, desde Belén al Calvario, a buscar siempre “el último lugar”.

Es importante señalar que el Jesús que va al desierto o que sale a predicar el Reino de Dios es el Jesús de Nazaret. Es decir Nazaret es el sello de su vida. En su pueblo natal, el desiero o en Palestina, es el «pobre y humilde obrero». Y nosotros sus seguidores, la Iglesia, debe ser la humilde y pobre servidora de la humanidad.

Su respuesta de amor

PadreDesiertoParaHoy1En los años 1900-1901, su devoción al Sagrado Corazón y su decisión de ser sacerdote le darán a Carlos de Foucauld su fisonomía espiritual bien caracterizada. En lugar de volver a la vida monástica o semi-ermitaña que había llevado hasta ahora, desea llevar a los “pobres” que están privados de ella los beneficios del Salvador.

 Concretamente, el sacerdote Charles de Foucauld, de la diócesis de Viviers (Francia) se dirige hacia las fronteras argelinas del Sahara desde donde piensa unirse a estos amigos a los que recuerda desde su viaje a Marruecos. Pero al no poder ir allí, se entregará a los pobres de Beni Abbès luego de Hoggar, y es entre los tuareg donde dará su vida hasta la aniquilación.

El padre Peyriguere, en su Testamento espiritual, escrito el l0 de febrero de 1959, pocos días antes de su muerte, se expresa así:

“El mensaje del padre Foucauld es de una riqueza muy densa y compleja. Más que una espiritualidad particular, es simplemente, nos atrevemos a decirlo, una visión del Misterio Cristiano… tal como se ha mostrado a los Padres de la Iglesia, ante todo un mundo al que había que convertir tal como debe ser propuesto a los hombres de Dios si queremos que nos escuchen. Muchos son los que vienen a beber de su fuente. Todos, por diferentes que sean unos de otros, deben tener el derecho de inspirarse en el padre Foucauld. Perdidos en la muchedumbre, aislados y viviendo este ideal cada uno en su estado de vida, tal vez alguno o alguna viviéndolo en común, a ellos nos dirigimos. Se adhieran o no abiertamente, en el anonimato o nominalmente, al padre Foucauld, el hecho es que están en su línea. Esta doctrina misionera del padre Foucauld no está simplemente destinada a los sacerdotes y religiosos. También los seglares pueden ser llamados a hacerla suya y a informar con ella su vida. ¡De qué manera, a cada instante, Foucauld nos recuerda que todo cristiano es responsable del destino del Misterio de la Encarnación, en si mismo, sin duda alguna, pero también en el mundo entero! Para él nuestra vocación cristiana se nos ha dado como una vocación de salvadores. El mismo ha llevado en sí la magnífica obsesión de integrar la preocupación misionera en el cristianismo tal como la ha vivido y propuesto que se viva. A pesar de que ciertas expresiones que parecen más bien dirigidas a los sacerdotes y religiosos, nuestro lenguaje se dirige a todos los seglares, estén donde estén y sea cual sea su estado de vida” (A. PEYRIGUER, El tiempo de Nazaret, o. c., 185-186).

Fuente Religión Digital

Espiritualidad, Iglesia Católica ,

VII Jornadas de desierto con Carlos de Foucauld

Lunes, 18 de noviembre de 2019
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Del blog de  José L. Vázquez Borau CaféDiálogo:

Espiritualidad evangélica con Carlos de Foucauld

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Espiritualidad, Tablón de Anuncios , , ,

Carlos de Jesús (De Foucauld): El hermano universal

Jueves, 1 de diciembre de 2016
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En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.

Juan 12, 24

Hoy, se cumplen 100 años del asesinato de Carlos de Foucauld, y queremos recordar a este hombre, de vida agitada, de sueños imposibles… que sólo encontró la tranquilidad sumergiéndose en la vida oculta de Nazaret… Jesús, su Amado, lo acompañó en un itinerario de abandono absoluto, llegando a ser el “Hermano Universal“·

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Oración de abandono

 Padre mío

Me abandono a Ti.

Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco.

Estoy dispuesto a todo,

Lo acepto todo,

Con tal que tu voluntad se haga en mí

Y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en tus manos.

Te la doy, Dios mío,

Con todo el amor de mi corazón.

Porque te amo

Y porque para mí amarte es darme,

Entregarme en tus manos sin medida,

Con una infinita confianza,

Porque tu eres mi Padre.

*

Carlos de Foucauld,
Méditations sur l’Évangile au sujet des principales vertus

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Carlos de Foucauld

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

Charles de Foucauld: Santo del Sahara tenía conexiones homosexuales | Canonizado el 15 de mayo de 2022 por el Papa

Sábado, 17 de diciembre de 2022
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Charles_de_FoucauldDel blog Q Spirit:

Charles de Foucauld fue un sacerdote francés y ermitaño del desierto en la Argelia de principios del siglo XX que tenía conexiones homosexuales. Es uno de los 10 nuevos santos canonizados por el Papa Francisco el 15 de mayo de 2022. Su fiesta es el 1 de diciembre. A veces llamado el santo del Sahara, creó el primer diccionario francés/targui.

(Él no es el mismo hombre más conocido con un nombre e historia similares: Michel Foucault, el filósofo gay francés posmoderno, enseñó en Túnez, ayudó a inspirar el desarrollo de la teoría queer y murió de SIDA en 1984).

Charles de Foucauld (15 de septiembre de 1858 – 1 de diciembre de 1916) nació y creció en Francia en el seno de una familia aristocrática. Wikipedia dice que en la escuela secundaria “se vinculó con su compañero de estudios Gabriel Tourdes. Ambos estudiantes tenían pasión por la literatura clásica, y Gabriel siguió siendo, según Charles, uno de los ‘dos amigos incomparables’ de su vida’… Durante sus lecturas con Gabriel Tourdes, quería ‘disfrutar completamente de lo que es agradable para el mente y cuerpo.'”

Foucauld ingresó en la orden trapense en 1890, recibiendo el nombre religioso de Hermano Marie-Albéric. Vivió en monasterios en Francia y en Siria antes de su ordenación sacerdotal en 1901. Queriendo vivir entre “los más alejados, los más abandonados”, se mudó a vivir en la pobreza al desierto del Sahara de Argelia entre el pueblo tuareg, un pueblo bereber. grupo étnico que adoptó el Islam. Foucault apuntó a la caridad, no a la conversión, y no hizo ni un solo converso entre la población local durante su vida. Adoptó el nombre de Carlos de Jesús y dijo que quería “gritar el Evangelio con su vida“.

Sin embargo, a Foucauld se le atribuye haber ayudado en la conversión del secularismo de su amigo cercano Louis Massignon, un erudito católico francés del Islam que tuvo al menos un romance con personas del mismo sexo. Massignon se convirtió en un pionero del entendimiento mutuo católico-musulmán y podría ser considerado un santo queer por derecho propio. El amor de su vida fue el aristócrata español Luis de Quadra, quien “lo inició en la escena homosexual en El Cairo”, según “El ‘musulmán católico’: la conversión de Louis Massignon” en Commonweal. Su vida homosexual está documentada en muchas fuentes, incluida la biografía Louis Massignon: The Crucible of Compassion de Mary Gude. Massignon tradujo la poesía mística homoerótica del místico sufí Rumi.

El legado de Foucauld: “Estar presente en el amor

El sitio web oficial del Vaticano dice que Foucauld fue asesinado a los 58 años el 1 de diciembre de 1916 por “una banda de merodeadores que rodearon su casa”. La iglesia lo considera un mártir que fue asesinado por su fe. Por lo general, hay más en la historia detrás de las hagiografías. El blog Gay Mystic informa de rumores sin fundamento de que “la muerte de Foucauld fue causada en parte como venganza por su práctica de entretener a hombres tuareg jóvenes y guapos en su ermita por las noches… Esta fuente no afirmó ninguna irregularidad”.

Tanto Foucauld como Massignon experimentaron a Dios en un contexto musulmán. Massignon declinó la invitación de Foucauld para unirse a él en su vida como ermitaño, pero se convirtió en el ejecutor del legado espiritual de Foucauld y supervisó la publicación de su “Directorio” o Reglas que condujeron a la fundación de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús. Sus escritos están recopilados en “Charles de Foucauld (Maestros espirituales modernos)”, publicado por Orbis.

La oración más conocida de Foucault es su “Oración de Abandono” que comienza: “Padre, me abandono en tus manos…

Resumió la teología que vivió cuando escribió: “No es necesario enseñar a otros, curarlos o mejorarlos; sólo es necesario vivir entre ellos, compartiendo la condición humana y estando presentes en el amor”.
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Enlaces relacionados:

Beato Carlos de Foucauld, Louis Massignon y la conexión gay (blog Gay Mystic)

Beato Carlos de Foucauld (Queering the Church)

Rumi: poeta y mística sufí inspirada en el amor entre personas del mismo sexo (Q Spirit)
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Crédito de la imagen superior: Carlos de Foucauld, hacia 1907
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Esta publicación es parte de la serieLGBTQ Saints de Kittredge Cherry. Santos tradicionales y alternativos, personajes de la Biblia, mártires LGBT y queer, autores, teólogos, líderes religiosos, artistas, deidades y otras figuras de especial interés para las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y queer (LGBTQ) y nuestros aliados. .

Este artículo se publicó originalmente en Q Spirit el 15 de mayo de 2022 y se actualizó más recientemente el 30 de noviembre de 2022

Derechos de autor © Kittredge Cherry. Reservados todos los derechos.

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¿Por qué me atrae la figura de Charles de Foucauld?

Viernes, 10 de junio de 2022
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imgchrcdfe0041“Fue un verdadero buscador, un buscador incansable y el patrono de los fracasados” 

“Se sumó a esto como providencial la invitación que me hacía don Pedro Casaldàliga, obispo de Sâo Félix de Araguia, de participar de la fraternidad Iesus Caritas en la que hoy camino en comunión”

“Charles de Foucauld ha sido catalogado como el hermano universal, predicó el Evangelio de Jesús sin palabras, sólo a través de su vida y fraternidad universal”

“Carlos de Foucauld es canonizado como sacerdote diocesano y podríamos decir que es el santo de los que en muchos momentos nos sentimos fracasados, los que en muchos momentos no vemos fruto a nuestra misión pastoral”

“San Carlos de Foucauld patrono de los insatisfechos, fracasados y quienes quieren recomenzar: ruega por nosotros”

Desde el seminario me impresionó y apasionó la figura de este humilde sacerdote francés que ha sido canonizado por el Papa Francisco el día 15 de mayo, ceremonia en la que he podido participar y celebrar junto al obispo de Roma. Recuerdo que gracias a un compañero de seminario, hoy sacerdote, leí con mucha profundidad la biografía escrita por Jean-François Six. De inmediato me sentí identificado, interpelado y animado por el ejemplo testimonial de este verdadero testigo humilde de Jesús de Nazaret. Se sumó a esto como providencial la invitación que me hacía don Pedro Casaldàliga, obispo de Sâo Félix de Araguia, de participar de la fraternidad Iesus Caritas en la que hoy camino en comunión.

Tres cosas me tocaron el corazón y aún hoy siguen interpelándome: Charles de Foucauld, era un verdadero buscador, un hombre abierto a toda la humanidad, llamado el hermano universal y un hombre que buscó a ejemplo de Cristo ser uno de tantos, buscando en todo el último lugar.

Fue un verdadero buscador, un buscador incansable. Al inicio buscó su plenitud a través de lo humano: primero erróneamente, a través del desenfreno y las pasiones -como el hijo pródigo del Evangelio-, pero al descubrir que éstas no calmaban el ansia de su corazón, pasa a la búsqueda de su plenitud a través de lo intelectual y social de su época.

Logró hacer una gran y peligrosa exploración por Marruecos y Argelia en el gran Sáhara, por la que obtuvo un gran premio de la sociedad de geografía francesa, ya que era el primer francés que recorría todo el vasto desierto del Sáhara y lo documentaba de forma científica. Al darse cuenta de que ni aún estos logros humanos llenaban su alma, se deja interpelar por el ejemplo del Islam, que con rigurosa fidelidad sus fieles rezaban sus oraciones a diario. Esto le llevó a cuestionarse su agnosticismo religioso y comenzó a cuestionarse su actitud y comenzaba a balbucear la más poderosa oración:

Dios mío si existes, haz que te ame -rezaba a diario-. Dios escuchó su oración, y un día llegó el golpe de Gracia: invitado por el Padre Huvelin, confiesa y comulga, teniendo una conversión impresionante, como San Pablo.

B7B2D103-ABB5-405E-A6E7-6B1264169FDAAlpargatas de Carlos de Foucauld 

Pero esto no quedó allí, su deseo de búsqueda parecía infinito. Luego, buscando imitar a Jesús, se hace trapense, no encontrando en este lugar su pleno anhelo de imitación de Jesús (para él la Trapa no llenaba la vida del Jesús obrero de Nazaret) . El infinito buscador siguió buscando: se hizo criado de unas clarisas en Jerusalén y tampoco encontró en ello su plenitud, hasta que encontró su propio camino.

Fue ordenado como Sacerdote libre de la diócesis de Viviers, y desde allí regresa a donde había iniciado su conversión, vuelve al desierto, al lugar donde comenzó de forma incipiente su camino de salvación, iniciada a través de hombres religiosos del Islam. Sintiéndose enviado para llevar la plenitud De Dios a aquellos buenos islámicos, que adoraban al mismo Dios y que él quería mostrarle a Jesús, la plena Revelación y Salvación, que nos regala el Padre del cielo.


Charles de Foucauld ha sido catalogado como el hermano universal, predicó el Evangelio de Jesús sin palabras, sólo a través de su vida y fraternidad universal
. Para llegar a esto, renuncia a la evangelización directa y moralizante -propia de su época-, deja la sotana clerical y adopta el humilde hábito de los padres Blancos, que al final de su vida incultura más aun, adoptando la forma de vestir de sus hermanos tuareg, mostrando que la vida y nuestro testimonio, es el único Evangelio que muchos hombres y mujeres leerán, por encima de los hábitos o elementos distintivos, que pueden hacer en algunos casos, alejarnos de la gente y por tanto alejarnos de Jesús.

Foucauld se dejó impresionar por el texto del Evangelio en el que Jesús invita a sus discípulos a buscar el último lugar. Él dejó la rica Francia, dejó un futuro exitoso eclesial, un porvenir holgado como capellán de la legión francesa (cargo que podía haber obtenido al ser militar) para ir a donde nadie ni siquiera se planteaba ir, a vivir entre los más pobres, entre paganos e infieles -como se decía en su época- e irradiar a través de la presencia de Jesús Eucaristía, el Sol de la gracia y la salvación.

Carlos de Foucauld es canonizado como sacerdote diocesano y podríamos decir que es el santo de los que en muchos momentos nos sentimos fracasados, los que en muchos momentos no vemos fruto a nuestra misión pastoral. Es el santo de lo pequeño, de lo sencillo, de lo humilde, de lo que parece no tener éxito mediático ni prestigio eclesial.

Él, en su vida, no pudo ver ninguna conversión del Islam al cristianismo, pero fue a la misión sabiendo que no tendría éxito humano, sabiendo que unos siembran y a otros les tocará recoger. Se cuenta que sólo bautizó a un niño enfermo, que murió pocos días después. No tuvo discípulos en su ideal de formar una comunidad religiosa: llegó a sentir la soledad total, tanto es así que no pudo celebrar la Eucaristía durante meses (ya que era obligatorio que participará un fiel en la Misa) y él no tenía a nadie que acudiese a la misma.

Él, teniendo la posibilidad de quedarse en Tamarasset para poder celebrar la Eucaristía (gracias a la asistencia de soldados franceses) o de ir a el Hoggar y no poder celebrar la Misa por falta de asistente, decide hacer como Jesús, ser hundido en el corazón de los pueblos y de los hombres, de manera ordinaria y sencilla. Escoge la privación Eucarística y, en mayo de 1907, parte para vivir una vida Eucarística por encima de la celebración ritual del sacramento: celebra la Eucaristía vivencialmente en su vida, haciendo de su vida una Misa sobre el altar del universo.

61808ADF-BEA5-482C-B7FA-2ACFABD524D1El 1 de diciembre de 1910 fue violenta y dolorosamente asesinado por una banda de maleantes, que acabaron con la vida de quien sólo dio amor y brindó la amistad de Jesús a todos. Cuentan que tres semanas después, un militar francés llegó y encontró entre las arenas del desierto, una pobre custodia con El Santísimo Sacramento. El militar devotamente la tomo y recordó las palabras de Jesús “Si el grano de Trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere dará mucho fruto” (Jn 12,23-24).

Así ha sido, y después de su muerte han nacido más de 22 asociaciones religiosas con su espíritu y miles de personas han vuelto a la fe gracias a su ejemplo e intercesión. Su mayor milagro son los miles de conversiones de quienes leen su vida y se acercan a su testimonio de amor a todos.

Que el ejemplo del hermano universal nos ayude a encontrar nuestro propio camino de seguimiento e imitación de Jesús, tal como nos recordaba el Papa Francisco en la homilía de la canonización, no siendo santos de fotocopia sino, volviendo al verdadero Jesús del Evangelio, llevando su palabra a través del la amistad y testimonio de nuestra vida.

San Carlos de Foucauld patrono de los insatisfechos, fracasados y quienes quieren recomenzar: ruega por nosotros.

 

Fuente Religión Digital

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Santiago Agrelo: “Las sorprendentes afinidades entre Charles de Foucauld y Francisco de Asís”

Jueves, 19 de mayo de 2022
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FF61CA44-0113-4AE5-8D94-C0CA69F4C282“Sus vidas se parecen como la de dos hermanos pequeños de Jesús”

“No te sorprenderá si te digo que, entre Charles de Foucauld y Francisco de Asís encuentro afinidades sorprendentes”

“Los dos sienten pasión por lo pequeño y por la fraternidad. Uno soñó su mundo como un mundo de hermanos menores. El otro dejó tras de sí una estela “pequeños hermanos de Jesús”, “hermanitas de Jesús”

“Conocen a Jesús por el evangelio y lo representan desde paradigmas culturales propios del tiempo en que cada uno vivió el evangelio. Pero los dos se fijan en él, los dos lo aman, los dos lo imitan, los dos lo siguen, los dos se dejan transformar en él”

Querido José Manuel: no voy a escribir sobre Charles de Foucauld; no tendría nada personal que decir sobre él; tampoco conozco su vida como para decir sobre ella algo que valga la pena escuchar.

Desde mi juventud he conocido y admirado la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús –Congregación de las Pequeñas Hermanas de Jesús-; pero ni siquiera sabría decir cuál es el vínculo que hay entre ellas y Charles de Foucauld; sólo sé que nacieron atraídas por su ideal de vida y que, para ellas, la canonización que se va a celebrar el próximo día 15 de mayo será un acontecimiento deseado, soñado, mil veces imaginado, e inolvidable.

No te sorprenderá si te digo que, entre Charles de Foucauld y Francisco de Asís encuentro afinidades sorprendentes.

Los dos conocieron una forma de vida que estaba muy lejos de ser piadosa. De Francisco de Asís, uno de sus biógrafos dice que, “aventajando en vanidades a todos sus coetáneos, mostrábase como quien más que nadie incitaba al mal y destacaba en todo devaneo”. Charles de Foucauld, por su parte, atravesó un largo período de increencia y de “fiesta” que, en días de lucidez espiritual él describirá “como un descenso hacia la muerte”.

Uno y otro conocen el vacío que la vanidad deja siempre tras de sí. Vacío, y también tristeza: “Una tristeza… que volvía a mí cada tarde cuando me quedaba solo en mi apartamento… que me dejaba mudo y abrumado durante lo que llaman fiestas”.

Uno y otro participan en expediciones militares. No sé lo que podían suponer para ellos los “enemigos” a los que tendrían que enfrentarse. Imagino que sería más importante la gloria que se esperaba alcanzar que las vidas sobre las que se había de pasar.

Dios parece ser el rostro que siempre se insinúa en el fondo sin fondo del vacío personal. Y la vida cambia cuando ese rostro insinuado adquiere consistencia. A dársela contribuirá la gracia de un encuentro.  En Charles de Foucauld será encuentro con creyentes musulmanes: “La vista de esta fe, de estas almas en continua presencia de Dios, me hizo entrever algo más grande y más auténtico que las ocupaciones mundanas”.

En Francisco de Asís será encuentro con leprosos: “El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos, pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo”.

Entonces empieza para Francisco y para Carlos algo nuevo, algo definitivo, algo último, algo que sabe a totalidad, a plenitud: “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para él”. “Mi Dios, mi todo”.

Claro que el Dios en quien han creído tiene los rasgos de Jesús de Nazaret, y será en la forma en que Francisco y Carlos siguen a Jesús donde encontraremos que sus vidas se parecen como la de dos hermanos pequeños de Jesús. Conocen a Jesús por el evangelio y lo representan desde paradigmas culturales propios del tiempo en que cada uno vivió el evangelio. Pero los dos se fijan en él, los dos lo aman, los dos lo imitan, los dos lo siguen, los dos se dejan transformar en él.

Habrás observado, hermano mío, que los dos sienten pasión por lo pequeño y por la fraternidad. Uno soñó su mundo como un mundo de hermanos menores. El otro dejó tras de sí una estela “pequeños hermanos de Jesús”, “hermanitas de Jesús”, un mundo en el que nos resulta sencillo descubrir la presencia de Jesús, hermano de todos, siervo de todos.

Es todo lo que se me ocurre decirte. Pero no creo que valga la pena publicarlo.

Un abrazo de este hermano menor.

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Charles de Foucauld, el “Hermano universal” será canonizado por la Iglesia Católica Romana el 15 de mayo de 2022.

Miércoles, 24 de noviembre de 2021
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Un santo que consideramos nuestro, seamos de la confesión Cristiana que seamos… Charles de Foucauld entre los 7 nuevos santos que tendrá la Iglesia Católica Romana el 15 de mayo de 2022. El Papa Francisco estableció la fecha de canonización de siete beatos, tal como lo había decretado en el Consistorio público ordinario del pasado 3 de mayo. La fecha no se pudo establecer antes a causa de la pandemia.

En aquel Consistorio Francisco había destacado la “vida cristiana y ejemplar santidad” de los futuros siete nuevos santos, cuya fecha de canonización no se había podido establecer a causa de la emergencia sanitaria por el Covid-19.

Entre ellos destaca Charles de Foucauld, sacerdote diocesano, “pobre entre los pobres”. Lázaro, llamado Devasahayam, laico, mártir; César de Bus, sacerdote, fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana; Luigi Maria Palazzolo, sacerdote, fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres – Instituto Palazzolo; Giustino María Russolillo, sacerdote, fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones; Maria Francesca di Gesù (nacida Anna Maria Rubatto), fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano; María Domenica Mantovani, cofundadora y primera superiora general del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia.

Ahora Francisco ha decidido que el rito de canonización de estos siete beatos se celebre el 15 de mayo del próximo año 2022.

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No tenemos el derecho a ser perros mudos y centinelas silenciosos: debemos clamar cuando vemos el mal.

 Carta a monseñor Livinhac, 8 de febrero de 1902

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Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los tejados. Toda nuestra persona debe respirar a Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida deben gritar que pertenecemos a Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica.

Escritos espirituales, p. 396. Nazaret, 1898

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Estoy aquí, no para convertir de un golpe a los tuaregs, sino para tratar de comprenderlos y ayudarlos. Estoy convencido de que Dios en su bondad acogerá en el Cielo a quienes fueron buenos y justos, sin necesidad de que sean católicos romanos. Ud. es protestante, Teissre es incrédulo, los tuaregs son musulmanes, estoy persuadido de que Dios nos recibirá a todos si nos lo merecemos.

Carlos de Foucauld al Dr. Dhauteville, de confesión protestante

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[…] Alejar de nosotros el espíritu militante. «Los envío como un cordero entre lobos», dice Jesús… Qué lejos está esta manera de hacer y hablar de Jesús del espíritu militante de aquéllos que no son cristianos o son malos cristianos, que ven enemigos en contra de los que luchar en lugar de ver a hermanos enfermos que hay que cuidar, heridos echados al borde del camino para los que hay que ser buenos samaritanos. […] Ser misericordioso, manso, humilde con todos los hombres; es lo que hemos aprendido de Jesús. No ser militante con nadie: Jesús nos ha enseñado a ir «como corderos en medio de lobos», no a hablar con acritud, con aspereza, a injuriar, a tomar las armas.

Carta a Joseph Hours, 3 de mayo de 1912

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Nuestro propio aniquilamiento es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a las almas. San Juan de la Cruz lo repite casi en cada línea.

Cuando uno puede sufrir y amar, puede mucho, puede lo que más en este mundo. Uno siente que sufre, pero no siempre siente que ama y es un gran sufrimiento. Pero uno sabe que quisiera amar, y querer amar es amar.

[…] Se nota que no amamos bastante —esto es verdad, nunca se amará bastante—; pero Dios, que sabe de qué barro nos ha hecho y que nos ama más de lo que una madre podría amar a su hijo, nos ha dicho —él, que no puede morir— que no rechazará a aquél que se acerque a él.

Carta a María de Bondy, 1 de diciembre de 1916

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Padre mío, me pongo en vuestras manos; Padre mío, me confío a vos; Padre mío, me abandono a vos; Padre mío, haced de mí lo que os plazca; sea lo que sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco; gracias por todo; estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; os doy gracias por todo, con tal que vuestra voluntad se haga en mí, Dios mío; con tal que vuestra voluntad se haga en todas vuestras criaturas, en todos vuestros hijos, en todos aquellos a los que ama vuestro corazón, no deseo nada más, Dios mío; pongo mi alma en vuestras manos; os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque os amo, y para mí es una necesidad de amor el darme, ponerme en vuestras manos sin medida; yo me pongo en vuestras manos con infinita confianza, porque vos sois mi Padre.

Carlos de Foucauld, Méditations sur l’Évangile au sujet des principales vertus

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“El por qué amamos al padre de Foucauld” de Madeleine Delbrêl

Viernes, 18 de junio de 2021
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Madeleine Delbrel falleció el 24 de octubre de 1964.  Había nacido en 1904. En el “Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld”, hay un artículo muy interesante sobre este aniversario. Henos aquí algunos extractos, traducidos del francés:

“Asistencia social, poeta y mística, Madeleine Delbrel vivió en Ivry-sur-Seine (barriada  parisina, Francia), barriada marxista, tierra de misión, como ella llamaba a Ivry en uno de los títulos de su libro. Ella testifica sin ruido, con algunas compañeras, de su fe cristiana y de su fidelidad a la Iglesia. Con su equipo, lee y relee los escritos de Carlos de Foucauld que están ya publicados, y redacta en noviembre de 1946 un artículo para una revista de los PP. Dominicos”

 He aquí algunos párrafos de ese artículo:

“EL  POR QUÉ AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD

La considerable influencia que el “hombre del desierto” tuvo sobre nuestro tiempo entrenó un buen número de vocaciones contemporáneas. La amplia síntesis que representa su vida explica  por qué  vidas tan dispares pueden reclamarse de él. ¡Por sí mismo él es la reunión de tantos contrastes!

Necesidad incoercible de oración delante de Dios; don sin medida a todo ser que lo solicita. Imitación cándida de la vida en Cristo en Palestina, de sus gestos, de sus actos; conocimiento de su ambiente y adaptación a él.

Amor apasionado del prójimo más próximo; amor fiel a cada instante por la humanidad entera.

Una reconstitución tan tierna de la casa de Nazaret alrededor de una hostia expuesta; ‘recorridos de amistad’ por las pistas saharianas.

Obstinación heroica en una vocación diseñada con dureza; comprensión y preparación de la vocación del otro.

Dedicación al trabajo manual; perseverancia incansable en un trabajo de erudición.

Deseo incesante de una familia espiritual; vocación divina a una soledad de la que la muerte será su culminación.

¡Cómo sorprenderse que tantos que actualmente se entregan a Dios reconozcan su llamada y encuentren su modelo en estos cruces de gracias que fue su vida, cualquiera que sea el modelo de este don.

Del Padre de Foucauld hemos aprendido que, si para darse al mundo entero hay que aceptar de romper tantas amarras para dejarse “llevar”, no es necesario que este dejarse llevar esté contenido entre los muros de un monasterio. Puede hacerse marcando una clausura con piedras secas sobre la arena; puede hacerse en una caravana africana; puede realizarse en una de nuestras casas, en uno de nuestros talleres, mientras se sube una escalera, en un autobús; este dejarse llevar lo encontramos aceptando la estrechez, la incesante clausura del amor del prójimo más cercano. Dar a cada uno de los que nos acercamos la totalidad de una caridad perfecta, dejándose encadenar por esta dependencia constante y devoradora, vivir de forma natural el Sermón de la montaña, eso es dejarse llevar, la puerta estrecha que desemboca en la caridad universal.

Nos ha enseñado a estar perfectamente contentos de ocupar un lugar en este cruce de vida, dispuestos a amar a quienquiera que pase y a través de él todo aquello que, en el mundo, está sufriendo, perdido o en tinieblas. Él nos ha explicado que en su magnífica gratuidad reside la soberana eficiencia y que consentir en no ver nada de lo que hacemos, sino a amar de igual forma y para siempre, es el mejor camino para salvar a alguien, en cualquier lugar de la tierra”

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Madeleine Delbrêl

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Fuente Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld  Nº 153-154, 2004.

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Felisa Elizondo: “Charles de Foucauld o la bondad desarmada”

Martes, 10 de noviembre de 2020
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Papa-canonizara-Charles-Foucauld-desierto_2235386478_14644892_660x371“A la puerta de su refugio de adobes, quedó el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo”

“Charles contó hasta el final de sus días con el apoyo – también material – y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades”

“La que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual”

Este otoño, con motivo de su canonización, redescubriremos en la fachada de la Basílica de San Pedro la mirada del hermano Carlos, la que en las últimas fotografías trasparenta la ternura con que contempló a sus vecinos touareg  y el desierto pedregoso que rodea Tamanrasset, su también último paisaje. Allí, a la puerta de su refugio de adobes, quedo el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo. Y semienterrado en la arena el ostensorio simple ante el que había pasado noches enteras. Era el 1 de diciembre de 1916.

Hemos empezado por hablar de su muerte a los 58 años en una soledad difícil de imaginar (que hoy por hoy los reportajes nos ayudan a sospechar) y es inevitable advertir el contraste entre la figura blanca de un ermitaño pobre, prematuramente envejecido, como es la del hermano Carlos, con el porte de un joven oficial del ejército francés con que aparece en retratos de juventud. Un militar al que los informes no siempre se referían con tonos elogiosos, dado que su conducta no fue siempre la esperada en un “hombre de honor”. Entre unas y otras imágenes median decisiones que siguen llamando la atención cuando se lee alguna de las excelentes biografías accesibles.

Porque en la vida de este explorador nato, subyugado por la inmensidad del desierto, no faltaron irregularidades al tiempo que realizaba auténticas proezas y se adentraba  en viajes aventurados por un Marruecos poco conocido, y una tormentosa Argelia, por entonces bajo dominio francés. Pero es inevitable también asombrarse ante lo radical de su conversión y su búsqueda sin descanso de lo que entendía requerido por el amor de Alguien cuyo nombre ha dejado escrito con trazos típicos: “Jesús-Cáritas”.

Nacido en Estrasburgo en 1858, Eugène-Charles de Foucauld, en una familia de nobleza antigua, perdió muy pronto a sus padres y quedó al cuidado de su abuelo que tuvo que trasladarse por causa de la guerra franco-prusiana pero se ocupó de que quien iba a heredar el título y las propiedades tuviera una educación adecuada a su rango, además de una cierta iniciación cristiana al estilo de su siglo. Secundando los deseos de su abuelo, ingresó en 1876 en la prestigiosa Academia de Saint Cyr. Era el comienzo de una carrera prometedora, aunque las calificaciones obtenidas en los años sucesivos no lo muestran precisamente como un alumno brillante sino más bien dado a formas de diversión en las que gastaba despreocupadamente con sus compañeros los bienes heredados a la muerte de su abuelo, por quien había sentido un gran afecto.

En su expediente han quedado registradas algunas dificultades que tuvo con la disciplina militar. Así, sabemos que, enviado como oficial en 1880 a Sétif (Argelia) fue despedido pronto por “notoria mala conducta”, aunque poco después reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. Pero también hay constancia de que el joven vizconde de Foucauld, de carácter inquieto, en 1882 se embarcó en la empresa de explorar el entonces poco conocido Marruecos haciéndose pasar por judío y no despertar la hostilidad de los nativos. Pero la calidad de su trabajo de reconocimiento de aquel territorio africano le valió nada menos que la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) que le valió un nombre entre los estudiosos.

Una conversión no tan repentina

En Marruecos quedó impactado por la fe de los musulmanes: “el Islam me produjo una impresión profunda. La vista de aquella fe, de aquellas almas que vivía en la presencia continua de Dios, me hizo entrever algo más grande y más verdadero que la ocupaciones mundanas: ad maiora nati sumus”, escribe al recordarlo.

De vuelta a París, reapareció en él la inquietud, que era un rasgo saliente de su espíritu aventurero y, sobre todo, le asaltó  la pregunta por el sentido de su vida: “Mi corazón y mi espíritu – anota en 1886– seguían lejos de vos (…) pero…vos habíais roto los obstáculos, reblandecido el alma y preparado la tierra, quemando las espinas y la maleza”. La soledad de un apartamento en aquella ciudad que ahora le resultaba “extraña”, y el reencuentro con su prima Marie de Bondy, una de las personas más apreciadas y admiradas por él desde que era un niño, fueron factores decisivos en su acercamiento a la iglesia. Sentía que, en contacto con ella, la fe de la infancia asomaba de algún modo, y empezó a repetir a modo de súplica espontánea: «Dios mío, si existís, haced  que yo os conozca», mientras entraba y salía de alguna iglesia. Charles contó hasta el final de sus días con el  apoyo – también material –  y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades. Fue Marie quien le presentó al abate Huvelin.

Entre los relatos de conversiones de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX se suele colocar el encuentro en la iglesia de Saint-Augustin y la confesión de Charles de Foucauld con este sacerdote, que le dio también la comunión y fue en adelante un verdadero guía en su camino de fe. Era el 29 o 30 de octubre de 1886. El pasado quedó muy atrás cuando entendió que, “una vez conocida la existencia de Dios, ya no podría vivir sino para Él”, según sus propias palabras.

Oyó decir también al P. Huvelin una frase que se le grabó a fuego y marcó sus decisiones ulteriores: “Nuestro Señor tomo el último lugar, que nadie pudo arrebatárselo”. Así, desde el principio, conversión y vocación se sueldan. El desordenado lector de autores ajenos a la fe comenzó a dedicar toda su atención a la lectura y meditación de los Evangelios y a algunos  tratados de vida cristiana conocidos en la Francia de su tiempo.

Nazaret: punto de partida

En 1888 (el mismo año en que Teresa de Lisieux ingresa en el Carmelo) peregrinó a Tierra Santa para rastrear allí las huellas de Jesús de Nazaret. Hizo cesión del título y los bienes a favor de su hermana y, tras una dolorosa despedida de los suyos de la que en sus cartas habla como de un sacrificio terrible –”sacrificio que, a lo que parece, me costó todas mis lágrimas, pues desde entonces, desde aquel día ya no lloro…” –  entró en la Trapa de Notre-Dame des Neiges. De esta pasó, siempre en el intento de seguir al Nazareno en la mayor pobreza,  a la de Akbès, en Siria, entonces bajo el Imperio otomano, en la que vivió varios años.

Allí encontró la ayuda de buenos maestros de la vida monástica y leyó las obra de Santa Teresa, de las que ha dejado copiados cuidadosamente, con su letra diminuta, unos cuantos textos, Hasta el punto que  J. F. Six, uno de los que has estudiado con dedicación su itinerario, habla a este propósito de “una influencia directa y absolutamente predominante que envuelve toda la vida de espiritual de Charles de Foucauld”. Porque una y otro se muestran fuertemente atraídos por la presencia amiga de Jesucristo.

Pero estando en Akbés, a distancia de su país de origen y “bajo otro cielo”, la visión de la pobreza de las gentes que rodeaban a la ya de por sí austera Trapa, le lleva a soñar con otras posibilidades de seguir más radicalmente a Jesús, y compone incluso una Regla para una fundación que querría fuera de veras “socialmente pobre. Un sueño éste de imitar más de  cerca al Maestro  que duró tanto como su vida.

Así, sin cesar en una búsqueda que no parece cesar en su trayectoria, abandona su pertenencia a la Trapa, aunque la despedida le resultó nuevamente algo muy costoso. Y en 1897 vuelve a Tierra Santa donde, acogido al monasterio de clarisas de Nazaret, ensaya una forma de vida eremítica en la que era posible realizar su ideal de pobreza, que reúne el trabajo humilde y la adoración eucarística: la que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual. Una vida silenciosa que irradia con su testimonio.

En Nazaret redacta la Regla que desea para los que llamará “ermitaños del Sagrado Corazón” y él mismo se firma como “fray Carlos de Jesús”, consciente de lo que implica ese nuevo nombre. En el rincón que le ceden las religiosas, adora y medita largamente los pasajes bíblicos, y se detiene en los de la vida de Jesús. Lee autores de la tradición como el Crisóstomo y, sobre todo, los místicos. Allí, entre 1897 y 1900, escribió  muchas páginas con meditaciones que se consideran fundamentales para conocer su vivencia espiritual, como la reflexión en la que se inscribe la conocida Oración de abandono.

Padre me pongo en tus manos…

A propósito de esta oración, una de las más bellas del siglo XX y ampliamente divulgada, a veces en forma más breve, sabemos que  se encuadra en las meditaciones de los Evangelios que Carlos de Foucauld escribió en la Trapa de Akbés (Siria) (1890-1896).  Al comentar las últimas palabras de Jesús: “Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46), escribe: “Esta es la última oración de nuestro Maestro, de nuestro Bienamado… Pueda ser la nuestra… Y que ella sea, no solamente la de nuestro último instante, sino la de todos nuestros momentos”.

Y a continuación:

‘Padre mío, me entrego en vuestras manos;

Padre mío, me abandono a Vos;

Padre, Padre mío, haz de mí lo que os plazca;

sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco;

gracias de todo, estoy dispuesto a todo;

lo acepto todo; os agradezco todo;

con tal que vuestra Voluntad se haga en mí, Dios mío;

con tal que vuestra Voluntad se haga en todas vuestras criaturas,

en todos vuestros hijos, en todos aquellos que vuestro Corazón ama,

no deseo nada más Dios mío;

en vuestras manos entrego mi alma;

os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón,

porque os amo y porque esto es para mí una necesidad de amor:

darme, entregarme en vuestras manos sin medida;

me entrego en vuestras manos con infinita confianza,

pues Vos sois mi Padre…”

(Escritos espirituales, Ed. Studium, Madrid 1958, 32).

En el Sahara y con los tuareg

Sólo después de superar una resistencia al cambio de estatus que implicaría ser sacerdote, aceptó realizar estudios de teología en Roma y ser ordenado sacerdote en la diócesis de Viviers (Francia) en junio de 1901. La voluntad de servir fue factor decisivo en la aceptación. Y comenzó esa tarea en Béni Abbès, un enclave del ejército francés en pleno Sahara argelino, donde pudo advertir y denunciar aspectos deplorables de la colonización como la que llamó “la monstruosidad de la esclavitud”. Semejante constatación le indujo a seguir nuevamente la llamada a estar entre “los últimos” y ocupar “el último lugar”. Sin contar con seguidores – su sueño de crear alguna forma de unión que compartiera su ideal misionero era persistente – desarrolló con los bereberes una forma de evangelización silenciosa, basado en el compartir su vida, en el despliegue de bondad y en el ejemplo de una vida humilde y desinteresa.

Si al entrar en la Trapa había hecho cesión de sus bienes, también presentó su cese en el ejército francés y en la Sociedad Geográfica que le había dado fama entre los especialistas. Despojado de todo y sin llegar a encontrar compañeros para sus proyectos, acometió una última travesía hasta alcanzar en 1906 las montañas de el Hoggar en donde encontró juntas la soledad del desierto y la posibilidad de “hacerse hermano” sirviendo a gentes endurecidas y difícilmente abordables como eran los tuaregs.

En medio de parajes desérticos, de una aridez extrema y asolados por un viento también extremo, estudió la cultura y la lengua targuí, la de aquellas tribus nómadas, durante más de doce años y compuso el primer diccionario tuareg-francés. Un obra de investigador que constituye hasta ahora mismo una referencia fundamental.

Sin otro éxito que el recuento de nombres franceses que simpatizan con su propuesta de una Unión que sostuviera una presencia misionera como la que él vive, atraviesa momentos de debilidad extrema, que se compensan con el poder celebrar alguna vez la eucaristía en Asekrem o Tamanrasset. Aunque para Foucauld, la presencia eucarística que irradia realmente si es llevada hasta lugares a donde casi nadie llega para percibirla, es inseparable de la de algunos cristianos que, también realmente, testimonien una amistad y una bondad a toda prueba que roturen el terreno del anuncio. Su forma de entender la tarea es la de abrir caminos, una preparación que seguramente requerirá de tiempos largos antes de que el evangelio pueda ser escuchado. Una presencia humilde en la que el respeto y el diálogo sean garantes de la buena noticia de Jesús que se ofrece en libertad.

Los estatutos de la Unión redactados por él pormenorizan esa forma de misión. En un pequeño cuaderno el hermano Carlos la resume en unas líneas: “Mi apostolado ha de ser el apostolado de la bondad… Si se me pregunta por qué soy dulce y bueno, tengo que responder que porque soy servidor de uno mucho mejor que yo”.

En 1915, por causa de la guerra, no pudo viajar a Francia donde había hallado entre otras adhesiones la acogida de un conocido arabista como Massignon, que mantuvo vivo su recuerdo tras su muerte. Y como adelantábamos, el 1 de diciembre de 1916, el hermano Carlos fue asesinado por un muchacho atemorizado ante un grupo de rebeldes que irrumpieron en la ermita levantada en pleno Sahara argelino.

Tenía 58 años y su nombre aparece encabezando los trabajos que realizó en campos como la geografía, la geología y la lexicografía. Pero, a distancia de un siglo de su muerte, le son reconocidas universalmente, sobre todo, una radical adhesión al evangelio, su búsqueda de los últimos y su sensibilidad para encuentro con el islam.

Y aquel final aparentemente sin sentido y en una soledad extrema se puede leer también hoy, a la vista de los numerosos grupos y los miles de seguidores de la espiritualidad del desierto que forman su Familia, como una ratificación de la verdad evangélica del grano de trigo que muere.

Fuente Religión Digital

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Pablo D’Ors: “Después de Jesucristo, a quien yo más admiro es a Charles de Foucauld”

Martes, 2 de junio de 2020
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imgchrcdfe0041“Al enterarme de su próxima canonización, sentí una profunda alegría”

Buscador espiritual, prototipo del converso, pionero del diálogo interreligioso, místico de lo cotidiano e icono del fracaso… Foucauld fue lo que siempre quiso ser: el hermano universal

Cien años después de que cayera mártir en su amado desierto argelino, son más de 13.000 personas en el mundo quienes nos consideramos sus hijos espirituales. Ahora la Iglesia lo reconoce

Después de Jesucristo, a quien yo más admiro es a Charles de Foucauld. Por ello, al enterarme hace pocas horas de su próxima canonización, sentí una profunda alegría. Los Amigos del Desierto, una red de meditadores de la que soy fundador y que tiene a Foucauld como patrón, sabíamos de su santidad desde hace ya tiempo. Pero es bonito y necesario que otros lo reconozcan y que todos lo sepan. Es importante poner a Charles de Foucauld en primera plana para que se valore en su justa medida la humilde enormidad de su legado espiritual.

Me encontré con Foucauld a los veinte años. Fue gracias a un libro que acompañó muchas de mis noches en mi año de noviciado, titulado Más allá de las cosas y escrito por Carlo Carretto, uno de sus discípulos. Su espiritualidad me atrapó desde el primer momento, si bien, quizá por ser yo demasiado joven y él demasiado radical, lo dejé de lado. Pero Foucauld supo esperarme y volvió a salir a mi encuentro veinte años después, nuevamente en una situación de transición. En aquella época, las cosas me iban mal: digamos que había tenido algunos problemas institucionales y que mi situación eclesiástica era inestable. El rostro de Foucauld -compasivo como no conozco otro-, me miró en aquellos días desde una estampa, despertando mis más nobles sentimientos. Comenzó entonces mi verdadera conversión, mi segundo noviciado, que sellé con la escritura de una novela sobre su vida titulada El olvido de sí, hoy inencontrable. Más tarde vino todo lo demás, y hoy me he convertido en un apóstol de su oración del abandono, convencido como estoy de que Foucauld protagonizará espiritualmente el siglo XXI, como intentaré mostrar a continuación.

Foucauld es el padre del desierto contemporáneo. Basta escuchar el nombre de Charles de Foucauld para que muchos lo asocien con la imagen del desierto. No es de extrañar, nada más ser ordenado sacerdote, a los 43 años, Foucauld parte rumbo al Sahara, donde residirá, primero en Beni Abbès y luego en Tamanrasset, hasta su asesinato, el 1 de diciembre de 1916, hace ya más de un siglo. Tenía entonces 57 años, aunque por su aspecto -tal era su desgaste físico- nadie le habría echado menos de 75. Foucauld no fue al desierto en busca de la soledad -conviene subrayarlo-, sino para estar cerca de los tuareg, a quienes veía como el pueblo más olvidado y pobre. Fue para encontrarse con los pobres y se encontró -aún más- con su propia pobreza. En aquellas tribus del Hoggar vio un espejo de sí mismo. En el paisaje desértico que le rodeaba vio un reflejo, muy exacto, de su propio desierto interior: no tuvo ninguna experiencia mística en toda una vida consagrada intensamente a la oración. Sostengo que Foucauld es el continuador, en nuestro tiempo, de la espiritualidad de los padres y las madres del desierto y que, en ese sentido, más que el fundador de una familia religiosa, es quien nos trae a Occidente la necesidad de volver al desierto, que hoy llamamos silencio e interioridad.

Foucauld fue un buscador espiritual. Claro que antes de llegar al desierto, tuvo una larga y atribulada búsqueda, cuyo primer capítulo fue, probablemente, su exploración de Marruecos, donde mostró el temple del que estaba hecho. Fue la devoción de los musulmanes, curiosamente, la que despertó en Foucauld el deseo de volver a la fe cristiana. Luego vino su iniciación al catolicismo, de manos de su prima Maria Bondy, su ingreso en la trapa, primeramente en Francia y después en Akbés, Siria, su decisiva peregrinación a Tierra Santa, donde vivió en un miserable cuchitril trabajando como criado y recadero de las clarisas y, por fin, su aventura sahariana. Todas estas etapas están perfectamente acreditadas por el propio Foucauld, que fue un grafómano empedernido. En efecto, el número de sus cartas se cuenta por miles, y las numerosísimas páginas de su diario espiritual dan buena fe de su encendido amor por la Virgen y por Jesucristo, a Quien llamaba mi Bienamado y con quien conversaba a cada rato. Es revelador cómo el paradigma de la soledad (un ermitaño…, ¡y en el Sahara!) se convierte en el paradigma de la comunicación. Este doble movimiento, tan elocuente en lo vertical como en lo horizontal, nos da una imagen certera de quién era verdaderamente Foucauld.

“Fue la devoción de los musulmanes, curiosamente, la que despertó en Foucauld el deseo de volver a la fe cristiana”

Foucauld fue el prototipo del converso. Porque quien ahora va a ser puesto en los altares fue en su aristocrática juventud un engreído militar y un sofisticado vividor. El paso de la vida pendenciera a la venerable queda reflejado a la perfección en sus facciones, que pasan de ser sensuales y arrogantes a transparentes y bondadosas. En lugar de lanzarle a las vanidades del mundo, el homenaje que le brindó la Sociedad Geográfica Francesa -otorgándole la medalla de oro por su admirable Reconnaissance du Maroc-, le impulsó a la soledad. Fue Henri Huvelin, un párroco parisino, quien apadrinaría su conversión. Corría el mes de octubre de 1886 cuando este sacerdote, al tenerlo delante, le ordenó arrodillarse y confesarse. No fue una invitación, fue una orden. Y fue allí donde todo comenzó para Foucuald. Comprendió que abajo es el lugar más universal, pues es allí donde está la mayoría y, por ende, el lugar donde está Dios. Comenzó allí su pasión por los últimos, por ser el último. Tenía 28 años y su vida daba el giro definitivo. Comprender que existía Dios fue para él tanto como saber que debía entregarse a Él.

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Foucauld fue un pionero del diálogo interreligioso. Como no podía ser de otra forma -teniendo en cuenta su época y sensibilidad-, viajó a África del Norte dispuesto a convertir a los musulmanes. Pero Dios le concedió el don de no convertir a ni uno. Fue un don, porque gracias a esta dificultad para realizar sus planes, Foucauld comenzó a cultivar la amistad con los destinatarios de su misión. Como pocos en la historia de la Iglesia antes o después de él, Foucauld entendió la amistad como el camino privilegiado para la evangelización. Gracias a que se hizo amigo íntimo de Moussa Ag Amastane, un jefe indígena, y de un tal Motylinski, un estudioso erudito, emprendió su más hermoso gesto de amor a un pueblo: la elaboración de un diccionario francés-tamacheq, así como la recopilación de las canciones, poemas y relatos del folclore de los tuareg. Estas obras enciclopédicas, sobrecogedoras tanto por su extensión como por su rigor, revelan su exquisito respeto a la cultura y a la religión ajenas y, en fin, su pasión por lo diferente. Emociona saber que el protagonista de semejante empresa lingüística y cultural haya sido un patriota ejemplar, que hasta el final mantuvo su encendido fervor por Francia.

Foucauld fue un místico de lo cotidiano. Lo cotidiano él lo llamaba Nazaret. Por encima de la vida pública de Jesús, que ya eran tantos y tantas que buscaban representar -anunciando el evangelio, curando a los enfermos, redimiendo a los cautivos, creando comunidad-, lo que Foucauld quiso fue representar su vida oculta como obrero en Nazaret. La vida en familia, el trabajo en la carpintería, la existencia sencilla en un pueblo… Todo eso, tan anónimo, tan aparentemente insignificante, fue lo que le subyugó hasta el punto de consagrarse siempre y por sistema a lo más pequeño, lo más ordinario, lo más ignorado. Resulta paradójico que una vida, que vista desde fuera puede juzgarse extravagante y aventurera, haya sido alentada por la pasión por lo sencillo e insignificante a ojos humanos. Recuerda que eres pequeño, dejó escrito Foucauld. Y estuvo convencido de que eran muchísimos quienes podían seguir este carisma suyo, como prueba que escribiera infatigablemente múltiples Reglas de vida.

Foucauld es el icono del fracaso. Porque si bien es cierto que Reglas monásticas o laicales escribió muchas, también lo es que seguidores no tuvo ni uno. Tampoco logró convertir a ni un solo musulmán. Ni liberar a ningún esclavo, por mucho que se lo propuso inundando a la administración francesa con sus reclamaciones. Vista desde los parámetros habituales, la existencia de este insólito personaje fue un total fracaso. Cien años después de que cayera mártir en su amado desierto argelino, son más de 13.000 personas en el mundo quienes nos consideramos sus hijos espirituales. Divididas en familias religiosas, sacerdotales o laicales, todos nosotros sabíamos ya que Foucauld fue lo que siempre quiso ser: el hermano universal. Ahora la Iglesia lo reconoce. Reconoce como camino el abandono en las manos del Padre, la plegaria que Foucauld escribió en 1896, ignorando que un siglo después miles de hombres y mujeres la recitaríamos a diario.

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El Papa canonizará a Charles de Foucauld, el “padre del desierto”

Viernes, 29 de mayo de 2020
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El amigo de los Tuaregs, y mártir, fue el inspirador de una corriente de pensamiento y reflexión que llega a nuestros días

Actualmente la «familia espiritual de Charles de Foucauld» comprende varias asociaciones de fieles, comunidades religiosas e institutos seculares de laicos y sacerdotes

“Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres”

Santiago Agrelo: “Con Charles de Foucauld, soñar un mundo apellidado ‘de Jesús'”

J. L. Vázquez Borau: ¿Cómo fue el camino a los altares de Carlos de Foucauld?

Cristóbal López: “Carlos de Foucauld nos enseñó a trabajar por la fraternidad universal”

Charles de Foucauld será santo… si es que alguno pensaba que ya no lo era. El maestro del desierto, de la predicación con la propia vida (hasta darla, en Tamanrasset, en 1916), de quien sus críticos afirmaban que jamás convirtió a nadie, será canonizado después de que el Papa aprobara el milagro atribuido a su intercesión. Sólo falta la fecha del milagro.

cq5dam.thumbnail.cropped.750.422El “hermano universal” nació en Estrasburgo, el 15 de septiembre 1858. Huérfano a los 6 años, creció con su hermana Maria, bajo los cuidados de su abuelo, orientándose hacia la carrera militar.

Adolescente, pierde la fe. Conocido por su gusto de la vida fácil él revela, no obstante una voluntad fuerte y constante en las dificultades. Emprende una peligrosa exploración a Marruecos (1883- 1884). El testimonio de fe de los Musulmanes despierta en él un cuestionamiento sobre Dios: «Dios mío, si existes, haz que te conozca».

Regresando a Francia, le emociona mucho la acogida discreta y cariñosa de su familia profundamente cristiana, y comienza una búsqueda. Guiado por un sacerdote, el Padre Huvelin, él encuentra a Dios en octubre 1886.Tiene 28 años. «Enseguida que comprendí que existía un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que de vivir sólo para El».

Durante una peregrinación a Tierra Santa descubre su vocación: seguir a Jesús en su vida de Nazareth. Pasa 7 años en la Trapa, primero N.S. de las Nieves, después Akbes, en Syria. Enseguida después, él vive solo en la oración y adoración cerca de las Clarisas de Nazareth.

s38-e1383736824813Ordenado sacerdote a los 43 años (1901) parte al Sahara, primero Beni-Abbes, después Tamanrasset en medio de los Tuaregs del Hoggar. Quiere ir al encuentro de los más alejados, «los más olvidados y abandonados».

Quiere que cada uno de los que lo visiten lo consideren como un hermano, «el hermano universal». El quiere «gritar el evangelio con toda su vida» en un gran respeto de la cultura y la fe de aquellos en medio de los cuales vive. «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: “Si tal es el servidor, como entonces será el Maestro…”?».

En el atardecer del 1° de Diciembre 1916, fue asesinado por una banda que rodeó la casa.

Siempre soñó compartir su vocación con otros: después de haber escrito varias reglas religiosas; pensó que esta «vida de Nazareth» podía ser vivida en todas partes y por todos. Actualmente la «familia espiritual de Charles de Foucauld» comprende varias asociaciones de fieles, comunidades religiosas e institutos seculares de laicos y sacerdotes.

Fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de Noviembre de 2005 en la Basílica de San Pedro en Roma.

ÁMAME TAL COMO ERES

Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres.

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Carta abierta de Carlos M. Franco al arzobispo de Medellín: “Jesús me ha dado la fuerza para ser el que soy: homosexual”

Martes, 24 de febrero de 2015
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como-eres“El lobby-gay de la Iglesia causa heridas de muerte en las conciencias”

Ir en contra de mi propia conciencia es estar en contra de Dios (Martin Lutero).

(Carlos Mario Franco Palacio).-

Yo, CARLOS MARIO FRANCO PALACIO con cédula de ciudadanía No. 70.110.953 de Medellín, Antioquía, bautizado en la Parroquia Nuestra Señora de Belén el 6 de octubre de 1956, partida que reposa en el libro 0001, folio 0086 y número 00212 y confirmado en la misma Parroquia el 16 de Octubre de 1966.

MANIFIESTO:

1. Dar gracias a mis padres y a mis abuelos por la buena y sabia decisión de haber pedido para mí el inapreciable don del Bautismo, acto celebrado en el nombre santo de Dios: Padre y Madre: Hijo y Espíritu Santo. Acto que yo mismo confirmé (Confirmación) en uso de mis facultades unos años después, sellando así y para siempre mi condición de hijo amado de Dios.

2. Mi gratitud para todos mis amigos y amigas que me han honrado y me honran con su amistad; entre ellos sacerdotes, religiosos, religiosas que con su testimonio de vida me han mostrado la gracia y la riqueza del evangelio.

3. Que he caminado junto a muchas hermanas y hermanos de diferentes confesiones cristianas, haciendo a lo largo de mi vida un camino ecuménico en diálogo constante con otras espiritualidades, enriqueciéndome de la diferencia, de la pluralidad en el pensamiento, nunca mirando el mundo sólo desde el espacio particular de mi confesión de tradición romana. La Iglesia para mí es más una vocación de servicio a los hermanos en la construcción de la justicia y de la solidaridad en el Amor, antes que una institución cerrada, antagónica, retrógrada, llena de dogmas y doctrinas, ajena al evangelio y a la realidad humana, que infantiliza a las personas volviéndolas objeto y no sujeto de su proceso de fe.

4. Que en la experiencia de la comunidad y de la amistad desarrollé mi identidad de cristiano católico-romano y en ella encontré la verdad del Señor Jesús que se hace pan y vino compartido (Eucaristía) por la fe de los fieles y que es signo de una comunidad creyente, como lo expresa Pablo al referirse a ella como cuerpo de Cristo (1 Corintios 12), razón por la cual no se puede negar a nadie, pues de lo contrario no sería una acción de gracias. Por lo tanto, no entiendo cómo éste sacramento se convirtió en un “privilegio del clero”, en una propiedad privada de la institución clerical y un “objeto” para la adoración de los creyentes, cuando de por sí es un derecho de los fieles.

5. Que por la gracia de Dios he podido vivir mi condición sexual y mi espiritualidad cristiana. Me siento Hijo amado de Dios por lo que soy. La vivencia de la fe en Jesús que es plenamente hombre, y que hasta después de su muerte fue glorificado por su Padre Dios, me ha dado la fuerza y la claridad de mente para ser el que tengo que ser. Vivo con alegría y en fidelidad a mi compañero con quien llevo 16 años de convivencia. Este es un don que Dios en su bondad y sabiduría tuvo a bien darme. No ha sido fácil construirme como persona en el contexto de una Iglesia y de una sociedad “católico-romana” homofóbica, excluyente y en muchos casos homicida.

6. Que es una realidad que la Institucionalidad católico-romana (Papas, Obispos, Presbíteros) maltrata sobre manera a las personas que somos diferentes, como es el caso de la población diversa en su género y en su sexualidad; pero quizás lo más doloroso es que detrás de estas jerarquías eclesiales se esconde un sin número de homosexuales que “sobreviven” y hacen carrera eclesiástica por el poder, causando dolor en las almas y heridas de muerte en las consciencias. Bien lo ha dicho el Papa Francisco: “Se habla de ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí… Hay que ver qué podemos hacer” Esto también ocurre en la Arquidiócesis de Medellín.

7. Que he descubierto con gozo que fuera de los siete sacramentos de la Iglesia, hay otro sacramento igualmente importante: El sacramento de la marginalidad. “Jesús ocupó el último lugar y hasta hoy nadie se lo ha quitado”, como bien dijo el P. Charles de Foucauld. Gracias al Buen Dios, Jesús fue un judío marginal y disidente del judaísmo. Hoy más que nunca es vigente esta liberadora marginalidad de la experiencia de la fe. He reflexionado con madurez e independencia sobre mi adscripción (Partida de Bautismo) a la Iglesia Católico-Romana, y a las doctrinas que postula. Esto me lleva a expresar mi total y definitiva insumisión y oposición. No deseo formar parte de esta institución, ni siquiera como mero dato estadístico. Sé muy bien que el documento parroquial del bautismo y de la confirmación no se pueden alterar ni devolver al interesado, porque son documentos históricos; pero pido que se ponga una nota marginal a dichos documentos de mi no pertenencia a la Institución católico-romana.

8. Que este camino que hoy inicio de una manera particular, muchos cristianos lo han comenzado ya y no necesariamente por adherir a otra confesión cristiana, sino por un problema de consciencia frente a Instituciones que enajenan a las personas. La verdadera comunión apostólica no es la sumisión a la jerarquía, sino la aceptación de la voz de la consciencia que cada uno tiene. La verdadera sucesión apostólica es la fidelidad al Evangelio.

9. Que conozco y acepto las consecuencias eclesiásticas derivadas de esta petición. Entre ellas: Exclusión de todos los sacramentos (canon 1071 s 1, 4° y s 2). La privación de exequias eclesiásticas públicas (canon 1184 s 1. 1°), y la celebración de cualquier misa exequial (canon 1185).

10. Que es de mi profundo convencimiento que ir en contra de mi propia conciencia es estar en contra de Dios (Martin Lutero). La fidelidad a la propia consciencia es un derecho constitucional reconocido por la legislación colombiana en el Art. 18 y a la cual ninguna entidad pública o privada puede oponerse.

En virtud de lo anteriormente expuesto, SOLICITO:

1. Que se proceda sin dilación a considerarme apóstata de la Institución Católica-Romana. Que baste para ello mi voluntad soberana expresada en este documento y avalada por mi firma y con la debida acreditación, mediante la presentación en este acto de copia de mi documento de identidad. Aclaro que utilizo en este documento el término apostasía, porque es la palabra técnica asignada por el derecho canónico (canon 751, donde se define como el rechazo total de la fe cristiana) para este tipo de procedimientos. Aunque en mi caso no estoy renunciando a la fe cristiana, sino a una institución eclesiástica.

2. Que se formalice jurídica y documentalmente el reconocimiento e inscripción pública de este acto que declaro sin lugar a dudas y en pleno uso de mis facultades. Dado que el bautismo que me identifica como miembro de la Iglesia Católica Romana consta en un registro público bajo control privado (Libro de Bautizos parroquial), de igual manera solicito se haga la anotación respectiva para los efectos públicos.

3. Que se den las instrucciones precisas y adecuadas para que se me remita un documento de acuse de recibo en el que se manifieste de forma clara la concreción de la “apostasía“, a la que en consciencia y derecho puedo acceder mediante el presente escrito.

4. Que todos los datos de carácter personal y circunstancias que reposan bajo mi nombre sean cancelados para todos los efectos de cualquier apunte estadístico, u otro.

5. Que se traslade copia fehaciente del presente documento y de lo que en derecho civil y canónico debe ser consecuencia. al actual responsable de la Parroquia de Nuestra Señora de Belén, donde reposan los datos de mi bautizo, a fin de que inscriba en la forma y lugar adecuados junto a la notación bautismal original, el registro que certifique la “apostasía” que en este acto reclamo.

En mérito de lo expuesto, pido el cumplimiento de todas y cada una de las demandas reseñadas y debidamente fundamentadas, por lo que rubrico el presente documento en la ciudad de Medellín, a los diez (10) días del mes de noviembre, día del martirio del sacerdote indígena paez Álvaro Ulcué Chocué, del año 2014.

Respuesta de la Arquidiócesis de Medellín:

En respuesta a su comunicación con fecha 10 de noviembre de 2014, me permito manifestarle lo siguiente.

Acontecimientos históricos como el Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio y el Orden Sacerdotal, son inscritos en libros expresamente destinados para dicho fin, que reposan en la respectiva Parroquia donde se celebra el sacramento y, como documentos públicos, nadie tiene potestad para suprimir la información que allí se contiene. Porque ninguno de nosotros está en capacidad de borrar la historia, y tan histórico fue su Bautismo, como este acto de apostasía que ahora Usted hace.

Igualmente, quiero manifestarle que su Bautismo se realizó gracias a una decisión libre de sus padres; de no haber sido así, Usted no habría recibido este sacramento. Sin embargo, en esta fecha, de conformidad con su deseo y con mis obligaciones, comunico al Párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Belén (Medellín), donde está asentada su Partida de Bautismo, realizado el 6 de octubre de 1956, esta decisión suya de abandonar la fe católica y, por consiguiente, la adscripción a la Iglesia Católica. Se inscribirá una nota marginal en la partida de Bautismo, que dirá: “El día 10 de noviembre de 2014 apostató con acto formal de la Iglesia Católica, por tanto, a partir de la fecha, por disposición expresa del Señor Arzobispo de Medellín, no se expedirá nunca copia de esta partida”.

CURIA ARZOBISPAL MEDELLÍN, COLOMBIA

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“Elogio de la Bondad”, por José Luis Vázquez Borau.

Viernes, 18 de agosto de 2023
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solidaridad3De su blog Café Diálogo:

Hoy se acepta en términos generales que las personas son básicamente egoístas y que la solidaridad es, o una debilidad o un lujo, o simplemente una forma refinada de egoísmo

La conducta bondadosa se observa con recelo; las manifestaciones públicas de bondad se desdeñan por moralistas y sentimentales

Las personas no se dividen en ateos y creyentes. En realidad, se dividen entre las que creen en el ser humano, en la posibilidad de transformar la sociedad y construir una nueva sociedad y en las que no creen en el ser humano. Quien no cree en la persona, no puede creer en Dios

La presencia de una persona buena no deja indiferente, lo que pasa es que lo que para una persona es virtud, para otras es debilidad

Hoy se acepta en términos generales que las personas son básicamente egoístas y que la solidaridad es, o una debilidad o un lujo, o simplemente una forma refinada de egoísmo. Pero la realidad es que dependemos del otro no solo para sobrevivir, sino para el hecho mismo de ser. El yo sin apegos solidarios, o está enfermo, o es una ficción. Hoy necesitar de los otros se percibe como una debilidad. Solo a los niños, a los enfermos y a los ancianos se les permite depender de otros; para todos los demás, la suficiencia y la autonomía son virtudes cardinales. Pero todos somos criaturas dependientes, hasta la médula.

Durante casi toda la historia de la humanidad, las personas se han considerado buenas por naturaleza y con la conciencia de que nos pertenezemos los unos a los otros. Pero hoy en día nos hemos forjado una imagen de la naturaleza humana en la que apenas hay generosidad natural. Los humanos nos hemos enemistado profundamente entre nosotros, con motivos muy egoístas y nuestras simpatías son modos de protegernos.Ya Thomas Hobbes en su libro Leviatán (1651), que es el libro del nuevo individualismo,desdeña la bondad cristiana por ser psicológicamente absurda. Para este autor, las personas son animales egoístas que solo se preocupan de su propio bienestar. Máquinas que solo se mueven por el interés personal y que tienen un continuo deseo de acumular poder tras poder, que solo cesa con la muerte. La existencia humana es una guerra de todos contra todos. La conducta bondadosa se observa con recelo; las manifestaciones públicas de bondad se desdeñan por moralistas y sentimentales. La bondad, es decir, la capacidad de tolerar la vulnerabilidad de los demás y por tanto la de uno mismo, se considera un signo de flaqueza. Se sospecha que la bondad es una forma superior de egoísmo. Si creemos que los humanos son básicamente competitivos, se considera a la bondad como una virtud para perdedores. Nos cuesta mucho pensar que la bondad nos produce felicidad.

David Hume, Adam Smith y Jean-Jacques Rousseau, frente a Hobbes, fueron defensores de la bondad. Para ellos, ser bondadoso es el modelo supremo de la felicidad humana. En su Tratado de la naturaleza humana (1739-1740) Hume comparaba la transmisión de sentimientos entre personas con la vibración de las cuerdas del violín: en cada una resonaban los sufrimientos y alegrías ajenos como si fueran suyos. Los egoístas psicológicos afirmaban que el sentimiento común era una simple derivación del interés por uno mismo. Y Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales (1759) alegaba que «en cierto modo acabamos siendo la misma persona… tal es el origen de nuestros sentimientos comunes», pues los egoístas psicológicos habían afirmado que el sentimiento común era una simple derivación del interés por uno mismo. Rousseau en sus Confesiones (1782-1789) se describió como persona que sentía las cosas con tanta intensidad quera sensible a la indiferencia o la crueldad. Para este autor la sociedad corrompe. El ser humano entra en el mundo lleno de inocencia y buenas intenciones, y la sociedad lo corrompe y transforma en un ser egoísta.

ayudaYa mucho antes de la llegada del postmodernismo y como si de una premonición de futuro se tratase, el hombre bueno que fue Alfonso Carlos Comín, nos daba este testimonio: «Yo creo que la mayor aportación que se puede hacer es la de los valores trascendentes. La mayoría de los problemas de hoy parten del hecho de que la escala de valores está puesta al revés. Y esto en todos los ambientes. Porque incluso en los movimientos de liberación se valora mucho el progreso del pueblo, la justicia, todos estos valores. Pero si penetras un poco en el interior de estos movimientos y de algunos dirigentes, ves la corrupción y los intereses inconfesables que hay en estas personas y debajo de muchos de estos movimientos, partidos, sindicatos etc.

Entonces, la mejor aportación que podríamos hacer nosotros en nombre de Jesús, aunque sea yendo contra corriente, es presentar la escala de valores de Jesús con la dimensión trascendente que tienen, completando así la visión del ser humano que se tiene en los movimientos citados. Una escala de valores que humaniza y que por tanto transforma, en la medida en que cada uno se va haciendo persona, nuestra sociedad con unas estructuras más justas.

Y esto siguiendo el criterio de que las personas no se dividen en ateos y creyentes. En realidad, se dividen entre las que creen en el ser humano, en la posibilidad de transformar la sociedad y construir una nueva sociedad y en las que no creen en el ser humano. Quien no cree en la persona, no puede creer en Dios» (Cristianismo y socialismo en libertad, Laia, Barcelona 1979, 161-163.

La única bienaventuranza de Jesús, del Sermón de la Montaña, que es común a Mateo y a Lucas es esta: «Dichosos los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los cielos. Felices vosotros cuando, por causa mía, os maldigan, os persigan y levanten toda clase de calumnias. Alegraos y mostraos contentos, pues vuestra recompensa es grande en el cielo. De esta misma manera trataron a los profetas que hubo antes de vosotros» (Mt 5, 1-16; Lc 6, 20-23). Ser perseguido por causa del bien no significa necesariamente tener que andar escondido, escapar del país, ser perseguido por los poderes públicos… La persecución es la contradicción que nos viene a causa de la justicia, a causa del Reino, a causa de Jesús. La persecución no es siempre algo físico, y habitualmente no es física. El martirio es algo extraordinario: Es la persecución llevada al extremo. Normalmente la persecución es más sutil, más psicológica. Son las contradicciones que nos vienen por actuar de una manera recta, y nos llegan, a veces, de personas y sectores que uno no esperaría…

Soren Kierkegaard, en Temor y Temblor (1843), describía de esta manera al testigo de la bondad: «Un testigo de la bondad es una persona cuya vida transcurre desde el comienzo hasta el fin ajena a todo lo que se denomina goce… Un testigo de la bondad es una persona que da testimonio de esa bondad desde un estado de pobreza, viviendo en la mediocridad y en la humillación; una persona a quien nadie aprecia en lo que vale, a quien se aborrece, a quien se desprecia, se insulta y escarnece…; y finalmente es crucificado, decapitado, quemado en la hoguera o asado en la parrilla, y su cadáver es abandonado por el verdugo sin darle sepultura- ¡así se entierra a un testigo de la bondad!- o sus cenizas arrojadas a los cuatro vientos…«.

Resulta que la presencia de una persona buena no deja indiferente, lo que pasa es que lo que para una persona es virtud, para otras es debilidad. Donde uno ve generosidad sin límites, otros condenan el exceso vituperando su inmoderación. La sensibilidad a flor de piel es tildada de enfermedad; la falta de ambición, de flaqueza; la sinceridad sin reservas, de necedad, cuando no de infantilismo. Así, personas que han sido consideradas modelos de perfección para edificación de un mundo imperfecto, pasan por excéntricos, inmaduros, casos clínicos. Se admite la bondad extrema si es en un momento dado, pero no si es permanente.

ayuda-help-fair-play-empatia-foul-solidaridadMe ha llamado poderosamente la atención la descripción que hace Jaime Vandor sobre la persona buena y que nosotros transcribimos aquí por su alto grado de percepción: «Entendemos por persona buena quien es capaz de convertir su generosidad en norma y pasión, bondadoso en grado sumo, sincero y veraz en todas las ocasiones, que se entrega y nada busca para sí. Demasiado noble para este mundo, paga por ello: es incomprendido, combatido, a veces escarnecido. Un tipo que, aunque poco frecuente, si existe, pero o pasa desapercibido, o es tenido por insensato, utópico, inepto para nada, equivalente a la frase popular que dice ‘de tan bueno es tonto’. Quien lo da todo es un excéntrico y, como mínimo, un problema para su familia. Sin embargo, pese a sus ‘extralimitaciones’, esta persona que comparte el sufrimiento del prójimo, aportando ayuda y consuelo, ha de constituir para nosotros un ideal hacia el cual tender» (Valores humanos: la cualidad esencial, El Ciervo, Barcelona 1997, nº 550.

Lanza del Vasto nos habla de la coherencia que debe de existir entre los fines buenos y los medios que utilizamos. No se pueden buscar fines buenos con medios malos, ni por supuesto fines malos con medios aparentemente buenos. Dice así: «La no violencia es lo contrario de la justificación de los malos medios para el buen fin; es el ajuste de los medios al fin; ya que si el fin es justo los medios también deben serlo. Gandhienseña que medios y fines están unidos como la simiente al árbol. Y que la malicia que los medios introducen en la empresa, se encontrará necesariamente en el fin. Lo que explica la decepción que sigue a todas las victorias y liberaciones obtenidas mediante la violencia, aun cuando la causa fuera buena y los combatientes heroicos y sinceros. No, las buenas causas ni justifican los malos medios; al contrario: los malos medios arruinan las mejores causas. Hay que distinguir eficacia instrumental de eficacia final. La ciencia se presta a cualquier aplicación; la conciencia no. La inteligencia se presta a cualquier aplicación; la sabiduría no. El poder puede cualquier cosa; el dominio de sí, no. El dinero se presta para todo uso, pero la honestidad, no. El coraje se entrega a cualquier causa, pero la caridad, no. La fuerza puede servir para cualquier fin; pero la no violencia o fuerza de la justicia sólo puede servir a la justicia«(Umbral de la vida interior, Sígueme, Salamanca 1989, 1619).

Para poder avanzar por el camino de la no violencia, por el camino de la confianza y de la comprensión, hay que dejar que brote en nosotros la fuente de la paz interior. Como dice el Roger Schutz, prior e la comunidad de Taizé (Francia), «la paz del corazón permite mantenerse en pie, arriesgarse por los demás, reemprender el camino cuando el fracaso, las pruebas, los desánimos pesan demasiado a nuestras espaldas humanas. Esta paz de las profundidades sostiene también una mirada poética sobre la creación y las criaturas. La paz del corazón es fuente de una alegría interior que a menudo se había como adormecido. Y he aquí que se despierta con magnífico asombro, un soplo poético, una sencillez de vida y, para quienes puedan comprenderlo, una visión mística del ser humano».

Retomando de nuevo las palabras de Comín me fijo especialmente en estas: «Cuando una persona buena nos habla de mansedumbre y del amor como único medio de hacer el bien, podemos no hacerla caso y creer que la organización y la militancia seguirán siendo el buen camino. Sin embargo, Carlos de Foucauld, leyendo el Evangelio, había comprendido que la fe y el amor verdadero utilizarán siempre los medios del carpintero de Nazaret. ¿No recordamos inmediatamente la figura de un hombre que, en medio de los más difíciles acontecimientos, comprendió que solo la mansedumbre y la caridad podían ser hoy, como siempre, el testimonio universal el cristiano? ¿No recordamos inmediatamente la figura y la voz inextingible de Juan XXIII…?» (El testimonio universal del cristiano, AUN, nº 54, 1964).

Recopilando, pues, la persona buena es el pobre de espíritu del evangelio de Jesús: Tolerante con todas las debilidades y afirma que quien carece de ternura y sólo posee justicia en última instancia es injusto. No juzga, no condena, pues sentar juicio es cerrar la puerta a toda apelación; es admitir que el mal existe y es definitivo. La piedad es el rasgo esencial de la persona buena y por ésta el mal queda destruido.

Los rasgos esenciales de la persona buena son dos: la no ambición y la no violencia. No ambición en cuanto a desinterés por los logros materiales o los halagos de la fama. Carencia de amor propio y vanidad. Ningún afán de notoriedad: no hace nada por sobresalir. La misma indiferencia ante las ventajas de una posición social. Y la no violencia: repudio absoluto de toda imposición por la fuerza, de todo fanatismo, cumplimiento absoluto del ‘no matarás’. Fuerza auténtica, aunque a veces debilidad aparente.

Pero hay otros rasgos que tampoco deben faltar: Calor humano. Carencia de prejuicios, independencia de pensamiento, amor a la verdad. Conciencia de responsabilidad, tendencia a la preocupación, al máximo esfuerzo. Afán de saber, valor de pensar las cosas hasta el fin. Convicción de la necesidad de la solidaridad humana.

Donde quiera que encontremos una persona de estas características, podremos decir con Iván Karamazov: ‘Me basta con que estés en algún sitio para no perderle el gusto a la vida». Menos mal que también existen hoy personas buenas y no son sólo personajes del pasado. Están ahí, de pie. Cada uno en su sitio, tan enraizadas en lo concreto como universales. Personas sencillas, apasionadas, libres, comprometidas, movidas por el Espíritu de Jesús de Nazaret.

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“¿Se evapora el cristianismo en la sociedad actual?”, por Félix Garitano

Jueves, 2 de junio de 2022
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“Ceder gratis los templos vacíos para la celebración de los ‘ritos de paso'”

“La sociedad actual, como la de siempre, necesita de  referentes y también de referentes religiosos. Me pregunto qué puede ofrecer la Iglesia a esta sociedad, más que laica llamaría  laicista, algo que esta sociedad pudiera acoger como un dato enriquecedor para la sociedad”

“Vivir el Evangelio de Jesús es buscar una apertura al misterio de Dios, al misterio del ser humano… y es ofrecer una colaboración a esta sociedad, buscando una humanización de la misma tal como lo entendió y vivió Jesús”

“La Iglesia tiene que aprender a escuchar a esta humanidad en la que ella vive e impulsar a sus fieles al servicio de esta humanidad, como nos indicó el Concilio”

“¿No sería éste un momento idóneo para ejercer un servicio de la Iglesia cediendo ‘gratuitamente’ estos templos vacíos a la sociedad, al menos en este momento de cambio, para que despida seriamente a sus muertos, celebre la acogida de los recién nacidos, el amor de quienes desean vivir en pareja…?”

Hay un hecho evidente, la bajada del numero de personas a los que interesa el hecho religioso en la “vieja Europa (Francia, Holanda, Alemania, aquí, en nuestra tierra…) Este es un hecho indiscutible. Hay muchas razones de todo ello. Habrá quienes manifiesten que el consumismo provocado por el bienestar, el relativismo del que tanto hablaba Benedicto etc..… ha penetrado en el corazón europeo. Es cierto, pero también la Iglesia tendrá que reflexionar seriamente qué ha tenido que ver ella en todo ello.

Tendríamos que preguntarnos si la  misma Iglesia no se ha desvinculado de la marcha de la sociedad actual, como apunta un teólogo actual… Y si es así, ¿cómo pretende ahora influir en ella? La sociedad actual, como la de siempre, necesita de  referentes y también de referentes religiosos. Me pregunto qué puede ofrecer la Iglesia a esta sociedad, más que laica llamaría  laicista, algo que esta sociedad pudiera acoger como un dato enriquecedor para la sociedad. Hay algo altamente positivo: tenemos que ser fieles al pensamiento de nuestro Maestro y Señor Jesús. Para él su discipulado tenía como objetivo el servir a esta sociedad, el acompañarlo tratando de convertirla en una convivencia nueva, una alternativa de convivencia de la que la comunidad de sus discípulos sería espejo (sacramento) y factor de transformación.

Yo creo que la Iglesia puede, debe ofrecer, lo que es propio de ella, el Evangelio de Jesús, es nuestro gran tesoro, pero un Evangelio “vivido” al interior de las comunidades cristianas, vivido por hombres y mujeres con todas sus limitaciones. Y digamos sin complejos, ¿por qué no? hoy tenemos en el mundo muchos hombres y mujeres que viven sencilla y calladamente el servicio a los débiles, a los inmigrantes, a los pobres, a los enfermos… Vivir el Evangelio de Jesús es buscar una apertura al misterio de Dios, al misterio del ser humano… y es ofrecer una colaboración a esta sociedad, buscando una humanización de la misma tal como lo entendió y vivió Jesús, una alternativa de vida, poniendo a disposición de esa alternativa de convivencia a todos sus miembros.

Pero para que la sociedad nos crea, valore positivamente nuestra oferta, requiere de la Iglesia replantearse su estructura de funcionamiento.

Tiene que aprender a escuchar a esta humanidad en la que ella vive e impulsar a sus fieles al servicio de esta humanidad, como nos indicó el Concilio con aquellas solemnes palabras “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo son a la vez los gozos  y las esperanzas…de los discípulos de Cristo” 

Tiene que decidirse por abandonar todo signo de poder, algo que nos advirtió seriamente Jesús de Nazaret, ya que si entras en la esfera del poder, funcionas con categorías de poder, te relaciones con el poder y olvidas a los últimos, a los pobres. Carlos de Foucauld nos insistía, “la Iglesia siempre con los últimos, que es donde están los pobres”….

Tiene que actualizar su mensaje, su liturgia, sus símbolos de poder (vestimentas, casas, riquezas de su templos, grandiosidad de sus liturgias..) y ello por servir al pueblo. Un elemento que muchas veces olvidamos es la historicidad de nuestros escritos, tanto bíblicos como teológicos, de nuestras manifestaciones litúrgicas etc… responden a un tiempo. Tenemos que acertar decir y vivir la fe a los hombres y mujeres del siglo XXI.

En esa actitud de servicio, me pregunto si no sería éste un momento idóneo para poner a disposición de la sociedad, esos templos que los vamos abandonando debido a la situación secularizante. Muchos me catalogarán de “iluso” ya que lo que propongo es muy complejo, hay muchos factores que inciden ello.  Esos templos fueron construidos con el apoyo de un pueblo, en aquel momento en línea creyente. En esos templos hemos celebrados acontecimientos existenciales de gran contenido humano como el nacimiento, la muerte, el amor matrimonial y acontecimientos específicamente cristianos como el Bautismo, la Eucaristia etc…

En estos momentos estamos asistiendo en esta vieja Europa, y nosotros en ella, a un vuelco laicista. Sin embargo esta sociedad desea continuar celebrando esos momentos existenciales que muchos los hemos denominado como “ritos de paso”, sólo que los quiere celebrar sin referencias explicitas religiosas. Siguen siendo momentos existenciales de gran calado y el pueblo, siga siendo creyente o no, sigue siendo igualmente querido por Dios. ¿No sería éste un momento idóneo para ejercer un servicio de la Iglesia cediendo “gratuitamente” estos templos vacíos a la sociedad, al menos en este momento de cambio, para que despida seriamente a sus muertos, celebre la acogida de los recién nacidos, el amor de quienes desean vivir en pareja…?

 Hace ya 53 años, el admirado Padre Arrupe, uno de los grandes hombres religiosos del siglo 20, decía “No tengo miedo al  nuevo mundo que surge. Temo más bien que los jesuitas (yo añadiría “y todos los demás”) no tengan nada que ofrecer a este mundo…. Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana”. 

 

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General

“La estola y el delantal…”

Miércoles, 18 de mayo de 2022
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Del Blog de José Luis Vázquez Borau:

 Hermanito Marcos…. Anterior

 Creo que debemos esta sorprendente expresión a un obispo del sur de Italia, muerto en 1993,

don Tonino Bello , cuyo testimonio evangélico ha sido tan fuerte que seguramente se piensa en proclamarlo «beato». He aquí lo que frecuentemente decía a sus clérigos:

«en nuestras sacristías hay magníficos   ornamentos sagrados, estolas doradas, pero no se encuentra allí ningún delantal» . Mientras que el único «adorno sagrado» que Jesús ha portado la noche del Jueves Santo es justamente un delantal, un lienzo que se ciñó para lavar los pies de sus discípulos, haciéndose Él – «el Maestro y Señor»– el humilde servidor sin temor de ensuciarse las manos. Y nos pide a nosotros hacer también lo mismo hoy.

El camino de Carlos de Foucauld.

De entrada, nada predestinaba a Carlos de Foucauld a llevar la estola o el delantal. Nacido en una familia de aristócratas afortunados, no tuvo nunca la ocasión de revestir el mameluco de trabajo, ya pesar de sus fervores de niño, tampoco soñó con llevar la estola… por lo menos antes de los 40 años. Mas, ¿quién podría negar que llegará a ser más tarde a la vez un hombre de acción y de contemplación. A su manera, totalmente única.

Le toma gusto a la acción al principio en la llamada a las armas, que lo llevará a una vida mundana y ociosa. Pero sobre todo fue después de su retiro del ejército, el proyecto de explorador de Marruecos: una preparación intensa durante largos meses –trabaja hasta 16 horas al día- y un viaje de casi un año, a costa de mil peligros, acabándose todo en París con una Medalla de oro de la Sociedad de Geografía.

Pero es justamente en ese momento, a la hora del éxito y de la gloria, que se afinca en él una nueva exploración, esta vez interior, sin duda preparado por la experiencia del desierto y el encuentro con la fe islámica. Una búsqueda intelectual de sentido, que lo conduce progresivamente del «hacer» al «ser», del «saber» al «creer», de la acción a la contemplación. Y ocurre pronto la conversión al Absoluto de Dios –«no vivir más que para Dios»- encarnado en la humanidad de Jesús, encontrado en el Evangelio y la Eucaristía. Un encuentro de fe y de amor, que le demanda desde ese momento una búsqueda desesperada de imitación radical de la persona y de la vida de Jesús.

Él, que está en lo más alto, quiere unirse a Jesús en lo más bajo, «en el último lugar»; él, que es rico, quiere hacerse pobre; él, colmado de honores, quiere seguir a Jesús hasta su «abyección». Esta búsqueda se concretará en Tierra Santa (Navidad de 1888), mientras va «caminando por las calles de Nazaret que hollaron los pies de Nuestro Señor, pobre artesano, perdido en la abyección y la oscuridad».

A partir de allí, la imagen de Nazaret no lo abandonará nunca más, ni durante los 6 años que pasará en la Trapa. Lo que parece atraer más a Carlos de Foucauld en Nazaret, no es al principio la contemplación, sino más bien «la existencia humilde y oscura de Dios, obrero de Nazaret». Como Él, querría compartir la vida de sus padres que son «pobres obreros que viven de su labor» y también piensa, no sin exageración, «una vida de abyección, hasta el último de los últimos lugares» (ES 57). Pero detrás de la parte más visible, pobre y laboriosa de Nazaret, está la «vida oculta en Dios… toda perdida y abismada en Dios», vida hecha de contemplación, de adoración, en el retiro y el silencio, para estar en todo instante «con Dios, en Dios, la mirada hacia Dios». « Tu vida aquí debe estar formada por tres cosas: 1º mirar a Jesús y hacerle compañía en su hogar de Nazaret; 2º mirar y adorar a su Padre; 3º con él mirar a todos los hombres y trabajar por su salvación».

Pero esta vida de Nazaret, tal como la imagina Carlos, empleando su tiempo en algunos trabajos domésticos insignificantes y sobre todo con largas horas de oración, no durará muy largo tiempo (dos tiempos continuos de alrededor de un año), a pesar de su decisión de quedarse allí definitivamente. Entretanto varias «tentaciones» se presentan, mezcladas sin duda con llamadas auténticamente evangélicas.Es el atractivo de la acción, la necesidad de hacer algo, (por ejemplo, hacer colectas para ayudar a las Clarisas), pero también de ser verdaderamente útil, abandonar una situación artificial y confortable, «el suave nido de Santa Clara», para ponerse realmente al servicio de los necesitados. Sueña así en emplearse como doméstico en un hospital para cuidar a los enfermos. También le parece oportuno tomar un empleo asalariado como enfermo para ayudar a una viuda sin recursos. Uniría así la verdadera condición de trabajador con la de ayudar a alguien más pobre que él. A la objeción de que podría dañar abandonar así su ideal contemplativo, se adelanta a responder –¡es muy interesante a nuestro propósito!- :«No es la dulzura de la oración lo que hace falta buscar,

Este generoso proyecto no se realiza y no se presenta otra ocasión igual de vestir el delantal. ¿Desdichadamente? Es otra la llamada que terminará por ser la más fuerte, a través de las vueltas sinuosas de esta vida que Dios escribe decididamente «con líneas torcidas», es la vocación al presbiterado. ¿Renunciará Carlos por lo tanto a Nazaret? No. Su ideal permanece siempre, como lo escribió en 1901, después de su ordenación: «imitar la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret». Igualmente como presbítero, se cree llamado a vivir «la vida oculta de Nazaret, no para predicar, sino para vivir en la soledad, la pobreza, el humilde trabajo de Jesús, tratando de hacer bien a las almas… por la oración…la práctica de la caridad». (OS 664). «Esta vida de Nazaret… es necesario llevarla no en tierra santa, sino en medio de las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas».

Desde su llegada a Béni-Abbès ha hecho esa experiencia. La vida «eremítica» con la que aún soñaba se convierte en una existencia abierta y poblada: «Es necesario frecuentemente ir a la puerta, responder, hablar». La casa de Nazaret está invadida de la mañana a la noche, se convierte en la Khaoua, la fraternidad, en la que el huésped es feliz de ser mirado como un hermano, «el hermano universal». Es como hermano que cada día, después de haber rezado y celebrado –después de 3 a 8 hs- recibe a muchos soldados, árabes, pobres, esclavos. «Me veo asombrado pasar de la vida contemplativa a la vida de santo ministerio. «Soy conducido allí, a pesar mío, por la necesidad de las almas». Pero está convencido de que es allí donde debe vivir la vida de Nazaret y allí sepultarse para siempre.

Pero he aquí que unos meses más tarde su obispo le ha pedido que se ponga en camino hacia el Hoggar. Allí ve «la voluntad del Bienamado» que le habla al corazón: «Tu vida de Nazaret puede llevarse a cabo doquier, llévala al lugar más útil para el prójimo». Con tal que allí se junten el reconocimiento en Dios y el amor de sus hijos: «Allí, donde tienes tanto la perfección de mi imitación como la de la caridad. Por lo que concierne al recogimiento, es el amor el que debe recogerte en Mí interiormente y no el alejamiento de mis hijos: Mírame en ellos, y como yo en Nazaret, vive cerca de ellos, perdido en Dios».

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Nazaret es amar. El amor vivido en la proximidad de los hombres es más importante que el silencio. Es necesario recogerse en el amor fraterno, es allí que se encuentra al Bienamado. ¿Cómo se vivirá esta doble proximidad con Dios y con sus hijos los hombres durante la última etapa de su vida en Tamanraset?

Fue allí para reunirse con los más alejados, pero… se encuentra muy solo -único francés y único cristiano- sin compañero, sin correo. Vive marginado en este villarrio de 15 pobres familias que al principio casi no lo frecuentan… trata sin embargo de ser caritativamenteútil, repartiendo alimentos y medicamentos, agujas de coser y hasta enseña a tejer a algunas mujeres. Haciendo esto, queda como el que tiene y el que da. Hará falta su grave enfermedad de enero de 1908 para que sea forzado a convertirse en el débil y el pobre que recibe, entre otras cosas la leche de las cabras recogida por las mujeres en 4 Kms. a la redonda. A partir de ese momento se multiplicarán los contactos, en el intercambio gratuito de dar y recibir, si no de bienes, al menos de la simple amistad ¿Adónde han ido a parar la estola y el delantal? De estola no tiene necesidad durante muchos meses, porque no puede celebrar. En cuanto al trabajo manual, lo ha aplazado por un trabajo lingüístico encarnizado con vistas a la publicación de textos tuareg y sobre todo de su Diccionario tuareg-francés en 4 gruesos volúmenes. Un trabajo que le toma toda su energía y la mayor parte de su tiempo, roído sólo por las visitas que llaman a su puerta de vez en cuando y la correspondencia con parientes y amigos que proseguirá fielmente hasta el mismo día de su muerte. ¿dónde encuentra aún tiempo para orar? Uno se lo pregunta.

Más allá de la estola y del delantal, permanece el corazón también de Nazaret, que es el corazón y la cruz de Jesús: ese JESUS CARITAS que lleva en su pecho y en su propio corazón. En lugar de un trabajo de evangelización clean y de diaconía que todavía parece imposible, permanece en el cada día, «el apostolado de la bondad». Finalmente es el único programa que da a los Priscila y Aquila –los misioneros laicos- que así llama por sus deseos de una futura evangelización: «Amor, amor, bondad, bondad»

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Aportacions de Jean Maríe Pasquier, presbítero, durante el Encuentro-vacaciones europeas de la Fraternidad Laica. En el verano 2009 en Suiza (vaumarcus)

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Santos…

Viernes, 4 de febrero de 2022
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Como buen judío, Jesús asume la exhortación a la santidad e introduce en ella a sus discípulos: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48). El término griego que utiliza Mateo para referirse a la perfección deriva del sustantivo télos, que significa «fin», tanto en el sentido de «conclusión o acabamiento» de algo como para designar el «horizonte o la finalidad» hacia donde tienden las cosas.

Desde esta perspectiva, la santidad considerada como perfección no implica necesariamente la consecución de un estado moral intachable y bien rematado sino, bien al contrario, la apertura sostenida de nuestra fragilidad hacia el horizonte de un amor siempre más grande que nosotros. El Padre celestial, a quien Jesús propone como imagen de perfección, no es un ser estático y cerrado en sí mismo; su amor fontal mana sin cesar hacia el Hijo y se desborda en el mundo con la infinita creatividad del Espíritu. (…)

(…) Estas páginas tratan de adentrarse en el perfil de ese hombre que aspiró a ser hermano universal, que orientó toda su existencia hacia el horizonte de la fraternidad y que al mismo tiempo experimentó ciertos límites y sombras que le impidieron ser y sentirse plenamente hermano de todos. Sin duda alguna, Carlos de Foucauld fue un auténtico hermano, un «hermano inacabado» que deseaba ser «hermano universal», un hermano cuya santidad alude menos al objetivo conquistado que a la humildad de un camino recomenzado muchas veces.

*

Margarita Saldaña Mostajo.
El hermano inacabado. Carlos de Foucauld

Grupo de Comunicación Loyola, enero de 2021

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Último adiós a sor Bárbara, la ‘hermana de los musulmanes’, en una mezquita de Hermel (Líbano)

Sábado, 8 de enero de 2022
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religiosa-libanoFoto di Youssef S. Rouphael

La religiosa, fallecida en Nochebuena, era muy querida más allá de los credos  

En el funeral de Bárbara de Jesús, los chiítas recitaron una invocación del Islam, Al-Fātiḥa, que constituye la primera sura del Corán, por el alma de la religiosa que trabajó en los barrios más pobres

Un cartel sintetizaba el sentir popular: “Todo el pueblo la echa de menos como modelo de devoción, caridad y pureza”

También los cristianos lloran la muerte de la hermana: “Gran tristeza en la tierra y gran alegría en el cielo por el paso de sor Bárbara”

Durante los años del conflicto libanés, esa casa representó un símbolo de paz y convivencia pacífica para los habitantes de la zona

En su larga vida “sembró bondad dondequiera que iba”. Por este motivo, incluso los musulmanes chiítas de la ciudad libanesa de Hermel, en el valle de la Beqa’a, quisieron ofrecer sus oraciones en sufragio por el alma de sor Bárbara de Jesús, la monja de más de noventa años de las Hermanitas de Jesús que murió en Nochebuena. Lo hicieron invitando a toda la población del país a un funeral celebrado la noche del domingo 2 de enero en la sala de condolencias de la mezquita dedicada al Imam Zayn al-Abidin, en el barrio de al Harah.

primopiano_13902En el mensaje en sufragio se expresaba la gratitud por el amor con el que sor Bárbara “sembraba bondad dondequiera que iba”. “Todo el pueblo de Hermel la echa de menos como modelo de devoción, caridad y pureza”, rezaba una pancarta izada en la vía de acceso al barrio de la mezquita para dar las gracias a sor Bárbara confiando su alma “a la inmensa misericordia de Dios”.

Algunos de los participantes en el funeral cuentan a Fides que las hermanas de sor Bárbara recibieron el pésame de los responsables de la comunidad local. El alcalde agradeció la presencia de las hermanas en la región, recordando que desde niño conoce el trabajo discreto de las religiosas en la región.

Los muchos musulmanes que asistieron a la ceremonia recitaron Al-Fātiḥa por el alma de la religiosa. Se trata de la invocación “compasiva y misericordiosa” a Dios que constituye la primera sura del Corán. A los presentes se les ofreció el tradicional café amargo, que las comunidades libanesas, cristianas y musulmanas, emplean en este tipo de ocasiones.

El funeral de los musulmanes chiítas de Hermel para orar por el alma de la hermana Bárbara también manifiesta los frutos del singular y silencioso trabajo apostólico realizado por muchos consagrados a Jesús en la vida cotidiana de los pueblos de Oriente Medio.

La hermana Barbara Kassab, de origen egipcio, pasó toda su vida siguiendo los pasos de Jesús y haciendo buenas obras por sus hermanos cristianos y musulmanes en una tierra herida y en ocasiones desgarrada por conflictos fratricidas. “Gran tristeza en la tierra y gran alegría en el cielo por el paso de sor Bárbara”, rezaba el anuncio con el que los cristianos de la zona daban la noticia de su fallecimiento.

primopiano_13903En ese mensaje se recordaba que sor Bárbara “dedicó su vida al trabajo en la Iglesia, a las obras sociales al servicio de la comunidad y, sobre todo, de los pobres de la región”. El mensaje expresaba la gratitud por la presencia de Bárbara y sus hermanas que han brindado consuelo y consuelo a todos “en nuestros días difíciles”, representando “un signo luminoso en nuestro mundo envuelto en tinieblas”. “Su alma será un regalo de Navidad para el Niño de Belén. Ve en paz, virtuosa madre y hermana, y que su alma nos ayude a nosotros, a nuestras familias, a nuestra sociedad y a toda nuestra región”, concluía el mensaje.

Antes de instalarse en Hermel, las Hermanitas de Jesús, pertenecientes a la congregación fundada por Sor Magdeleine Hutin siguiendo los pasos espirituales del Beato Carlos de Foucauld, se habían instalado en el pueblo de Ras Baalbek, en su mayoría habitado por cristianos. Durante los años del conflicto libanés, esa casa representó un símbolo de paz y convivencia pacífica para los habitantes de la zona.

Ahora, en los terrenos anexos al pequeño monasterio de Hermel, cuentan con olivos, viñas, legumbres y árboles frutales. En 2017, cuando milicianos yihadistas entraron desde Siria en el valle de Beqa’a, el alcalde inmediatamente puso bajo protección a las religiosas. Mientras, los vecinos musulmanes cuidaron de su convento esperando su vuelta. Cuando regresaron, les pidieron que no se fueran de nuevo. Así, de este modo, continúan cumpliendo su vocación misionera y al mismo tiempo contemplativa dando testimonio con sus gestos cotidianos de la presencia de Jesús entre los musulmanes y de su amor por ellos.

Fuente Religión Digital

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

***

La soledad es el horno de la transformación. Sin soledad seguimos siendo víctimas de nuestra sociedad, seguimos enredados en las ilusiones de nuestro falso yo. Jesús mismo entró en este horno Para entender el verdadero significado de la soledad, es necesario desenmascarar algunas ideas deformadas de la misma. Todos admitimos la necesidad de algunos ratos de soledad. Sin embargo, lo que queremos a veces decir es la necesidad que tenemos de un tiempo y un lugar para nosotros mismos, un tiempo y un lugar en que nadie nos moleste. Soledad es a menudo para nosotros sinónimo de privado.

Es más, pensamos en la soledad como una especie de estación de servicio en la que podemos cargar nuestras baterías, o como el rincón de un ring de boxeo en el que ponen aceite en nuestras heridas, dan masaje a nuestros músculos y nos animan a seguir en la lucha mediante eslóganes apropiados. Para ser breves, pensamos en la soledad como en el lugar en que reparamos nuestras fuerzas para proseguir la competencia incesante de nuestras vidas.

No es ésta la soledad de Juan Bautista, san Antonio o san Benito, de Carlos de Foucauld o los hermanos de Taizé. Para ellos, la soledad no es un lugar terapéutico privado, sino el lugar de la conversión, el lugar donde muere el viejo yo y nace uno nuevo, el lugar donde emerge el hombre nuevo y la mujer nueva.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 21 -23.

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Se reúnen en mi nombre

Viernes, 8 de enero de 2021
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00 jesus_choco_cerezoUn precioso artículo, y necesario…

Ventura Puigdomenech
Assekrem (Argelia).

ECLESALIA, 01/01/21.- “Os aseguro que si dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt.18, 20). Como preparación de la Navidad hace tiempo que me propuse profundizar algún tema que me ayude a mejor visualizar este “Dios hecho carne viviendo en medio de nosotros” (Juan 1,14). Un Dios que desde su primera venida no ha dejado de sorprendernos viniendo allí donde no lo esperábamos: una cueva, un pueblo perdido, un pesebre… lo que no es sorpresa y sabemos bien, es que este año una vez más viene a compartir nuestras historias y sufrimientos: “no tenemos un Jesús incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que de manera parecida a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado y por ello, puede concedernos, la ayuda que necesitamos” (Hb 4, 15-16). ¿De qué va a disfrazarse este año pidiendo acogida?: ¿tomará el disfraz de un desplazado?; ¿el de un parado?; ¿el de un enfermo?; ¿el de un…?, ¡sabe Dios! ¿Sabremos reconocerlo? ¿Y si fuera el disfraz de un Dios ENFERMO que viene a compartir nuestras ‘Unidades de Cuidados Intensivos ‘(UCI)?

A nivel mundial estamos sufriendo un virus del que creíamos que su visita sería de corta duración y hay que rendirse a la evidencia; ya se comienza hablar de una posible tercera ola: ¿Y si escucháramos lo que este bicho, nos quiere decir?

Imagino vuestra reacción: “no por favor, ya estamos hartos de que nos hablen del Covid-19” ¡Lo comprendo!, sin embargo, no puedo dejar de deciros que la respuesta global que le estamos dando desde los niveles político, económico, social y también eclesial no me gusta nada. Cuando veo que la única preocupación desde estos estamentos, no es otra que la de “recuperar la nueva normalidad”, sencillamente me digo: “¡no vamos bien!” La realidad es esta: en medio de la pandemia, al ver cómo la naturaleza retomaba sus espacios, la onda de solidaridad que todo ello despertó, etc… La mayoría de entre nosotros llenos de optimismo, nos decíamos: “nada será como antes” pero una vez deconfinados vemos que para una gran mayoría la única preocupación es el “volver a lo de antes”; el “volver a lo de siempre.”

Pero, decidme: ¿alguien puede aceptar como “normal” que a diario la gente se ahogue en el mar?; ¿que nos hayamos acostumbrado a hablar de un primer y de un cuarto mundo hasta el punto de que ya no son noticia ni el hambre, ni la muerte de niños por una simple diarrea? ¿Cómo vamos a terminar con la pandemia si hay países que acumulan entre 7 y 9 veces más sus dosis necesarias dejando de esta manera en la cuneta a multitud de países pobres que solo podrán vacunar uno de cada diez de sus habitantes? ¿Quién puede aceptar como “normal” el hecho de ver cómo la mentira, la corrupción y la difamación son moneda de cambio en nuestros Parlamentos?; ¿que en pleno siglo XXI se siga cerrando en prisión a personas por sus ideas o reivindicaciones? Más que “normal”: ¿no es “escandaloso” el hecho de ver que se emplea más tiempo en construir muros que en construir puentes o hospitales? ¿Encerrar a millones de desplazados en campos insalubres; dilapidar los impuestos del contribuyente en armas para preparar la guerra; matar nuestra ‘Madre Tierra’… y así, un largo etc.: ¿será esto “normal”? “¿Recuperar una nueva normalidad?” “¡No!, ¡no gracias!”

Con todo, me limitaré a hablar de los efectos de la pandemia sólo desde el nivel eclesial y como miembro activo que soy de esta iglesia me gustaría poder ayudar a la reflexión; esta es la única razón por la que me he decidido a hablaros de ello. Me hago una multitud de preguntas de las que intuyo algunas posibles salidas pero mi sueño es que juntos, desde una reflexión eclesial serena con todo el pueblo de Dios, encontremos las respuestas adecuadas que nos marquen el camino a recorrer.

Para empezar la reflexión, debo deciros que siento una gran pena cuando leo cosas parecidas a estas: “Nosotros tenemos la gracia, como curas que somos, de celebrar en este periodo de confinamiento”; o cuando en la plena primera ola del Coronavirus, en nombre de la “libertad religiosa”, algunos de nuestros responsables reclamaban abrir los templos; o también cuando tímidamente nuestras iglesias empezaron de nuevo a abrir sus puertas y la gente aún traumatizada y con el miedo en el cuerpo, incrédula escuchaba a algunos obispos subrayar: “la obligación dominical”, recordándonos “que la dispensa de no asistir a la misa dominical ya se había acabado”. Mal andamos cuando reducimos la religión a lo permitido, lo prohibido o lo obligatorio… ¿no os parece?

Nos hemos acostumbrado a privilegios y exacciones. En esta salida gradual del confinamiento, no acabo de imaginarme qué hubiera pasado si en muchos de los países dichos católicos hubiéramos tenido que adoptar la medida que tomaron una gran mayoría de países musulmanes: mezquitas (iglesias) abiertas los días laborables y cerradas los viernes (domingos)… simplemente habríamos puesto el grito al cielo al comprobar lo que todos sabemos: nuestras iglesias, a pesar de tener sus puertas abiertas a lo largo de la semana, seguirían vacías y el día que podríamos tener gente: puertas cerradas!

¿Y si el Covid-19 nos regalara el poder hacer una nueva lectura de nuestras prácticas cultuales? El papa Francisco nos pide que “desconfinemos” a Jesús: «hoy Jesús llama desde dentro de la Iglesia para salir hacia afuera.» ¿Seremos capaces de abrirle de par en par las puertas?

Vivo en el Assekrem (Sur de Argelia), en pleno desierto del Sáhara, y mi fraternidad vecina de Tamanrasset (80 km.) desde el mes de marzo del 2019 no tiene sacerdote, eso significa pasar meses enteros sin eucaristía, pero, “por los frutos los conoceréis,” nos dice Jesús: ¿no será más importante ser eucaristía, pan y vino para tanta gente que reclama su presencia? ¿Quién puede poner en duda que mis hermanos son una verdadera fraternidad eucarística y samaritana? Otras fraternidades a lo largo del mundo a pesar de tener algún hermano sacerdote en casa, por solidaridad con el común de los fieles decidieron no celebrar ninguna eucaristía hasta que abrieran las parroquias. Leer más…

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