25 de abril: San Marcos, evangelista.
“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda criatura.”
Marcos era hijo de María de Jerusalén, en cuya casa se refugió Pedro cuando fue liberado de la cárcel (Hch 12,12). Colaboró con Pablo en su obra apostólica (Col 4,10) y también estuvo cerca de él en la cárcel de Roma (Flm 24). Según la tradición, Marcos fue un discípulo fiel de Pedro (1 Pe 5,13) y escribió el segundo evangelio, recogiendo la predicación del apóstol Pedro sobre los dichos y los hechos de Jesús. Su evangelio es reconocido, por lo general, como el más antiguo, y fue utilizado y completado por Mateo y Lucas. Al parecer, la predicación apostólica atestiguada por los grandes discursos de la primera parte de los Hechos de los apóstoles encuentra en el evangelio de Marcos -a partir de Mc 1,15- una continuación y sugestivos desarrollos narrativos.
LECTIO
Queridos hermanos:
Sed humildes en vuestras relaciones mutuas, pues Dios resiste a los soberbios, pero concede su favor a los humildes. Así pues, humillaos bajo la poderosa mano de Dios, para que os encumbre en su momento.
Confiadle todas vuestras preocupaciones, puesto que él se preocupa de vosotros.
Vivid con sobriedad y estad alerta. El diablo, vuestro enemigo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar. Enfrentaos a él con la firmeza de la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos sufrimientos.
Y el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de un corto sufrimiento os restablecerá, os fortalecerá, os robustecerá y os consolidará. Suyo es el poder por siempre. Amén.
Por medio de Silvano, hermano de vuestra confianza, según tengo entendido, os he escrito brevemente para exhortaros y aseguraros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Permaneced firmes en ella.
Os saluda la iglesia de Babilonia, a la que Dios ha elegido lo mismo que a la vuestra; os saluda también Marcos, mi hijo.
Saludaos mutuamente con el beso de amor fraternal. Paz a todos vosotros, los que vivís unidos en Cristo.
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1 Pedro 5,5b-14
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El apóstol Pedro llama a Marcos en este fragmento ‘mi hijo’ (v. 13): a partir de esta preciosa noticia, la tradición ha considerado que Marcos había recogido en su evangelio la predicación del primero de los apóstoles, cuyas exhortaciones están dirigidas a los que ejercen responsabilidades de guías y maestros en la Iglesia.
Un auténtico pastor, en primer lugar, debe estar revestido de humildad, consciente de que no posee nada como propio, sino que todo lo ha recibido de Dios. Humildad es verdad: esto vale para todo auténtico creyente y, con mayor razón, para quien está revestido de autoridad.
Quien haya sabido vivir en la humildad, recibirá a su tiempo el reconocimiento por parte de ese Dios que ‘resiste a los soberbios, pero concede su favor a los humildes’ (v. 5; cf. Prov 3,34).
Además de humildes, los pastores deben ser también sobrios y estar alerta. Se repiten aquí las recomendaciones que Jesús había dirigido a sus discípulos en el discurso escatológico {cf. Me 13,lss). La sobriedad y la vigilancia son buenas hermanas: ambas, juntas, pueden oponer una firme y segura resistencia -la resistencia de la fe- al enemigo número uno: el diablo, representado aquí con el aspecto de un león rugiente y devorador. A los pastores humildes y fieles, sobrios y vigilantes, el apóstol Pedro les dirige la promesa: el Dios que les ha llamado a la vida nueva en Cristo, tras un breve suHfp miento, les confirmará en la gracia y les coronará de gloria (v. 10).
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En aquel tiempo, apareciéndose a los Once, les dijo:
+ Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea se condenará. A los que crean les acompañarán estas señales: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con las manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos se curarán.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban.
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Marcos 16,15-20
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En la fiesta de san Marcos, la Iglesia nos propone para nuestra reflexión la última página del evangelio de Marcos, el llamado ‘final canónico‘ del segundo evangelio: no es auténtico, en el sentido de que no pertenece al evangelio originario, pero es inspirado, porque ha sido recibido por la Iglesia desde la antigüedad.
El segundo elemento que encontramos en esta página evangélica describe, también en términos telegráficos, el hecho prodigioso de la ascensión de Jesús al cielo: ‘Y se sentó a la diestra de Dios’ (v. 19). Una vez subido al cielo, Jesús entra en plena posesión de sus poderes de Mesías, Salvador, Dios.
He aquí, por último, la respuesta de los apóstoles a los mandatos que les ha dado Jesús: ‘Ellos salieron a predicar por todas partes’ (v. 20). Se trata de una reacción no verbal, sino práctica; no abstracta, sino concreta, que se traduce en una decisión tan fuerte que da la vuelta por completo a la vida de los apóstoles e implica a muchas de las personas que les escuchan.
MEDITATIO
La figura del evangelista Marcos, cuya fiesta litúrgica celebramos hoy, nos invita a profundizar en el significado del término ‘evangelio’, con el que el evangelista comienza su obra. Se trata de una profundización no puramente escolar o académica, sino existencial y vital.
El Evangelio es de Dios cf. Mc 1,14): contiene y expresa todo el proyecto salvífico que el Padre quiere realizar por medio de su Hijo en favor de toda la humanidad. Es del corazón de Dios de donde brota esta ‘Buena Noticia’ capaz de colmar de alegría todos los corazones humanos disponibles al don de la salvación. El Evangelio es de Jesucristo (cf. Mc 1,1), teniendo en cuenta que este genitivo puede y deber ser entendido así: el Evangelio que es Jesucristo, Hijo de Dios. Es como decir que la ‘Buena Noticia’ tiene como objeto único y exclusivo la persona, la enseñanza y el ministerio de Jesús, único Mesías y verdadero Hijo de Dios. Ahora bien, según Marcos, el Evangelio es también memorial de todo lo que acompañó al acontecimiento terreno de Jesús: por ejemplo, el gesto gratuito y sorprendente de la pecadora que, la víspera de la pasión y muerte de Jesús, bañó, perfumó y besó los pies del Salvador: ‘Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se anuncie la Buena Noticia será recordada esta mujer y lo que ha hecho’ (Mc 14,9). En suma, de todo esto se deduce que, para Marcos, el Evangelio es todo, todo es Evangelio.
ORATIO
Abre, oh Señor, mis oídos para que se llenen del tesoro de tu Evangelio: sólo así mi vida, iluminada y confortada por tu Palabra, tendrá un significado pleno y duradero. Abre, oh Señor, mi corazón, a fin de que aprenda a acoger al Verbo de la verdad que está encerrado en tu Evangelio: sólo así me sentiré totalmente saciado, porque estaré colmado por completo de tu don.
Abre, oh Señor, mi boca, a fin de que, de la abundancia del corazón, acoja tu mensaje y lo proclame para tu gloria y para el bien de los hermanos. Abre, oh Señor, mi vida al encuentro contigo, que me sales al encuentro día tras día con la Palabra de la verdad que tu Evangelio encierra y entrega.
CONTEMPLATIO
Soy todavía imperfecto, pero vuestra oración en Dios me perfeccionará para alcanzar, misericordiosamente, la herencia, refugiándome en el Evangelio como en la carne de Jesús, y en los apóstoles como en el presbiterio de la Iglesia. Amemos a los profetas, porque también ellos anuncian el Evangelio […]. Han recibido el testimonio de Jesucristo y han sido incluidos en el evangelio de la esperanza común […]. El Evangelio tiene algo más especial, la venida del Salvador, nuestro Señor Jesucristo, su pasión y su resurrección. Los bienamados profetas la preanunciaron, pero el evangelio es la consumación de la incorruptibilidad (Ignacio de Antioquía, a los Filadelfios, en Padres apostólicos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1993).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy estas palabras del evangelista Marcos: ‘Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio‘ (Mc 1,15).
LECTURA ESPIRITUAL
Marcos refleja a la perfección el estadio inicial de la cristología de la Iglesia primitiva, de la que nunca se podrá prescindir para comprender, por comparación, los desarrollos ulteriores de la reflexión teológica. Aunque el redactor no ha expresado con claridad y de manera orgánica su pensamiento, ha conseguido concentrar nuestra atención en la figura del siervo de YHWH, que nos redime a través del dolor y de la soledad. Su preocupación por eliminar el escándalo de la cruz es evidente, para lo cual demuestra que Jesús ha vencido a Satanás. En su debilidad actuaba la omnipotencia divina para la restauración del Reino y la derrota decisiva del poder diabólico sobre la humanidad […].
Marcos traza la imagen de Jesús más próxima a su realidad humana. Mientras que los otros evangelistas, aun afirmando de manera categórica que Jesús fue un verdadero hombre, casi transfiguran su vida, compenetrando con la luz pascual su humanidad envuelta de miseria y fragilidad, Marcos, en cambio, reproduce de modo verista la experiencia de Cristo que tuvieron los apóstoles, y en particular Pedro, durante su actividad pública antes de su glorificación a la derecha del Padre. En consecuencia, no se preocupa por atenuar las manifestaciones de su sensibilidad, que revelan sus rasgos profundamente humanos.
Sólo Marcos habla de la cólera, de la amargura, del estupor de Jesús, el cual, por otra parte, dirige preguntas a los discípulos, gime y suspira, abraza con ternura a los nińos y ama al joven rico aun cuando éste no corresponda a su invitación de seguirle en la renuncia. Pero no se piense que, con esto, ha subestimado la dignidad trascendente y divina de Cristo. Al contrario, ha puesto este título a su libro: Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Aunque Marcos no elabore una profunda cristología intentando sondear el misterio divino y humano de Jesús, nos documenta, no obstante, mejor que los otros evangelistas y con una probidad escrupulosa sobre la desconcertante realidad de la expoliación del Hijo de Dios, que se encarnó para llevar a cabo la salvación mediante el sufrimiento y la muerte.
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A. Poppi,
Comentario de Marcos,
Padua 1978.
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