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Archivo para Sábado, 19 de abril de 2025

Pregón pascual

Sábado, 19 de abril de 2025

Roland, LARESURRECION 640 px

Hermanos, hermanas,
cristianos aquí presentes,
vigías que avizoráis la oscuridad y las tinieblas
de la opresión y la guerra,
de las pateras a la deriva,
de los campos de refugiados,
de las desigualdades y la emigración,
de los muros, bombas y atentados,
del odio y la mentira,
los sin techo y desahuciados,
de los parados y explotados,
de la violencia de género,
del miedo, la soledad y el fracaso,
del alcohol, las drogas y los sueños rotos,
de las pesadillas y fracasos,
de todos los invisibles y ninguneados,
de la noche del dolor, los lloros y la muerte…

Amigos y amigas,
compañeros de vigilia,
no os sintáis abrumados,
no echéis a correr
ni apaguéis vuestras luces,
no abandonéis vuestro puesto de adelantado,
no os durmáis,
no miréis a otro lado,
no desfallezcáis;
permaneced despiertos
y mantened todos vuestros sentidos atentos…
¡Esta noche va a poner fin a todas vuestras noches!

Si esperáis un momento,
si os mantenéis en vuestro puesto vigilantes,
veréis alejarse por la puerta trasera
a los asesinos que violan los derechos humanos,
a los prepotentes que venden la justicia,
a los mentirosos que lo oscurecen todo,
a los fanáticos que imponen su verdad,
a los corruptos que roban sin escrúpulos,
a quienes hacen las leyes a su medida y beneplácito,
a quienes viven rodeados de privilegios,
a los poderosos que humillan a los débiles,
a los que se mofan de vuestra dignidad y honestidad,
a los bien situados que os proponían la huida,
a los que engordan y se ríen con vuestros miedos,
a todos los que negocian con el hambre,
la vivienda, la seguridad, el amor, la religión …
y las necesidades y el afán de sus semejantes…

Si alimentáis la esperanza,
si vuestras entrañas permanecen cálidas,
si vuestro corazón no es de piedra
y sangra al ser atravesado por la lanza
de la empatía y de la entrega,
veréis a los pobres y necesitados,
a los desamparados y tristes,
a los angustiados y doloridos,
a los emigrantes y refugiados,
a los perseguidos y esquilmados
que lo han perdido todo,
quedarse con vosotros y sonreír,
recuperar las ganas de vivir,
cantar y abrazaros,…
y convertirse en nuevos adelantados y testigos
de luz y esperanza.

Esta noche, en la que hacemos memoria
de las maravillas y prodigios de Dios
en nuestra tierra e historia,
sigue siendo noche maravillosa y prodigiosa,
digna de fiesta, cantos y danzas
porque anuncia, y en ella sentimos,
al sol sin ocaso,
a la luz sin tinieblas,
al árbol florecido,
al fuego que abrasa,
al agua que nos quita la sed,
a la brisa que nos renueva,
a la tienda del encuentro y la alianza,
al peregrino que nos acompaña,
a la vida que se entrega,
al rostro de la misericordia…

Hermanos, hermanas,
creyentes con esperanza renovada:
aquí llega,
alzad la vista,
vedle que está a la puerta,
atisbando nuestra celebración
y nuestra alegría ,
el que violó las puertas de la muerte,
el que nos invitó a seguirle,
el que compartió sueños y proyectos,
comida, gozos y fracasos,
el que entregó su vida por nosotros,
Jesús de Nazaret, el Crucificado,
Cristo, el Señor, resucitado.

Pongámonos en pie,
miremos al horizonte
y caminemos.
Desprendámonos de la mediocridad y la vida holgada,
de la estrechez y de la conformidad,
de los complejos, el miedo y la cobardía.
¡Resucitó Cristo, nuestra esperanza!
¡Él sigue vivo y dándonos vida!
¡Él pasa a nuestro lado
llenándolo todo con su fragancia
y vistiéndolo con su hermosura!

¡Aleluya, el Señor, Jesús Nazareno,
nuestro amigo, maestro y hermano,
camina a nuestro lado
abriéndonos las sendas del reino!

¡La creación entera se alegra y goza,
canta y danza! ¡Aleluya!

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

Sábado Santo: Vigilia Pascual en la Noche Santa

Sábado, 19 de abril de 2025

25-vigiliapascualC cerezo

Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

*

Segunda lectura:

Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:

– “¡Abrahán!

Él respondió:

– “Aquí me tienes.”

Dios le dijo:

– “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados:

– “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre:

– “Padre.”

Él respondió:

– “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo:

– “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?

Abrahán contestó:

– “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

– “¡Abrahán, Abrahán!

Él contestó:

Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó:

– “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:

– “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.Leer más…

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Vigilia Pascual.

Sábado, 19 de abril de 2025

vigilia-pascual

Hermanos y hermanas, esta noche, celebramos a Jesús triunfador de la muerte y del pecado, por la fuerza del Espíritu. La misma fuerza del Espíritu hace nuestra vida nueva. Oremos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, te presentamos Padre, nuestra iglesia, con todos sus pastores y responsables, que sean testigos de la liberación que tú nos ofreces y pongan todo su empeño en proclamar la vida nueva resucitada.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, nos presentamos ante ti, Padre, todos los seguidores de tu hijo Jesús, que nuestro encuentro personal con tu hijo resucitado, nos lance a ir por la vida siendo luz, descanso y servicio junto a los más desfavorecidos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, te presentamos, Padre, a todos los catecúmenos y niños que recibirán su bautismo, que la fuerza del tu Espíritu les acompañe en el camino de sus vidas y les conceda la gracia de ser testigos de tu Resurrección.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, queremos recordar, Padre, a todos los hombres y mujeres que no sienten motivos para la alegría y la esperanza en sus vidas, que la fuerza de tu resurrección nos empuje a ser compasivos y misericordiosos con ellos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa te presentamos, Padre, a todos los enfermos sin esperanza de curación, que la certeza de tu resurrección les llene de paz y confianza en estos difíciles momentos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

Padre Madre buena, en esta noche nuestro gozo es profundo y verdadero. Te damos las gracias por darle la razón a tu Hijo y así decirnos a nosotros que la vida entregada por los demás es la vida más fecunda. Te damos las gracias por mediación de Jesús Resucitado.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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El fuego y el agua simbolizan la Vida que permaneció después de la muerte.

Sábado, 19 de abril de 2025

VigiliaPascualVIGILIA PASCUAL (C)

Lc 24,1-12

La Vigilia Pascual es la liturgia más importante de todo el año. Las lecturas del AT nos deben introducir en la trayectoria de nuestra espiritualidad. La experiencia de la religión judía durante tanto tiempo debe provocarnos un sentimiento de continuidad con todos aquellos que vivieron la cercanía de un Dios que se preocupó de ellos y los liberó.

En esta vigilia celebramos la VIDA, que en la experiencia pascual descubrieron los discípulos en su maestro y en ellos mismos. Los símbolos centrales de la celebración son fuego y agua. Son los dos elementos imprescindibles para la vida biológica. La vida biológica nos ayuda a entender lo que es la Vida trascendente.

Las realidades trascendentes no pueden percibirse por los sentidos, por eso tenemos que hacerlas presentes por medio de signos. Esa vida está ya en nosotros, pero si no la descubrimos y la vivimos, estará latente y sin afectarnos en nada a la de cada día. Nuestra tarea consiste en descubrir esa posibilidad de vivir conscientemente esa Vida.

El recordar nuestro bautismo apunta a lo mismo. Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer del agua y del Espíritu. Este mensaje es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Estamos recordando esa Vida y esa luz en la humanidad de Jesús. Al desplegar durante su vida, la misma Vida de Dios, nos abrió el camino de la plenitud a la que podemos acceder. En todos y cada uno de nosotros está ya esa Vida.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es la que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos.

Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir lo que hay en él de Dios. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe. Solo a través de la vivencia personal podemos comprender la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús murió a lo terreno, al egoísmo, y nació a la verdadera Vida, la divina. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo.

Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver, oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo. El bautismo significa esa Vida divina presente siempre en nosotros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vigilia de Pascua, Ciclo C

Sábado, 19 de abril de 2025

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“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.”

(Lc 24,1-12)

Esta noche Jesús deja de estar en el mundo de una manera, para pasar a estar en él de otra. Ya no está ni vivo ni muerto como se entendían la vida y la muerte hasta entonces. Está vivo después de haber pasado por la muerte, de manera que está Vivo con mayúscula. La vida resucitada es aquella en que todo ha llegado a la plenitud, todo ha florecido, todo se ha desvelado, todo es lo que está llamado a ser, todo es como Dios lo ha soñado y creado.

La mañana del domingo las mujeres se encontraron con que el cuerpo de Jesús ya no estaba con ellas. A partir de entonces su amigo estaría entre ellas de otra manera, para siempre. Llegan al sepulcro del Maestro con óleos aromáticos, con lo necesario para tratar a un muerto, y ven que no está. Dos ángeles les dicen que Jesús vive, y ellas recuerdan que ya lo había anunciado. Creen, comprenden, y se convierten en anunciadoras de la noticia más inverosímil. Pero los apóstoles no las creen.

También a nosotras nos cuesta creernos las buenas noticias, a veces. Nos cuesta confiar y creer que de verdad Dios quiere nuestro bien y actúa en nuestra vida. Nos cuesta alegrarnos, celebrar con todo nuestro ser, dejar que el bien y la alegría que aparecen en nuestra vida nos empapen y nos llenen del todo, a menudo con miedo a perderlo.

Desde esta noche, ya no hay nada que perder. Porque desde hoy sabemos que, incluso cuando nuestro cuerpo muere, ganamos la Vida. Desde hoy vivimos como personas resucitadas, que quiere decir personas que reconocemos que tenemos la vida de Dios dentro de nosotras, y que sabemos que lo que ahora parece seco, feo o torcido en nosotras, un día encontrará su plenitud.

Oración

Concédenos, Padre, sentirnos vivas con la Vida de tu Hijo, que es Vida de esperanza y de alegría.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 19 de abril de 2025
© Carmelo Blazquez 2013

© Carmelo Blazquez 2013

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol
Hombre en soledad,

***

 

La tierra está extenuada. Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo de Jesús. Como en el caso de Lázaro, la muerte de Jesús no es más que un sueño. Mientras su alma descendía a llevar la victoria a lo más hondo de los infiernos, su cuerpo duerme pacíficamente en la tumba, esperando las maravillas de Dios.

Y es que este Gran Sábado no es como otros. Algo ha cambiado radicalmente. El velo del Templo se rasgó hace poco, brutalmente, dejando al descubierto al Santo de los Santos. El Templo ya no está en su lugar. El sábado ya no está en el sábado. Ni la pascua en la pascua.

Todo está en otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo que duerme en la tumba. Todo es espera, ahora debe suceder todo. La Iglesia, esposa de Jesús, no se desorienta. Sigue ¡unto a la tumba que encierra el cuerpo amado. El amor no flaquea, no se desespera. El amor todo lo puede, todo lo espera. Sabe ser mas fuerte que la muerte.

¿Qué no habría hecho en aquella hora de tinieblas el amor de algunos, entre ellos el de la Virgen María, para que Jesús fuera arrancado de la muerte? Sólo Dios lo sabe. ¿Alguno ha presentido la densidad de vida que colma este cadáver y esta tumba, como jardín en primavera, donde incluso la noche es un crujido de vida y de savia que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José de Arimatea hizo rodar una gran piedra hasta la boca de la tumba antes de irse, mientras María Magdalena y la otra María estaban allí, firmes junto a la tumba. Seguramente, no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío que se ha creado de repente entre ellas es tan grande que sólo Dios puede llenarlo. Con ellas, toda la Iglesia espera en el amor.

*
A. Louf,

Sólo el amor te bastará. Comentario espiritual sobre el Evangelio de Lucas
Cásale Monf. 1985, 63s.

***

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Sábado Santo: Semillas esperando que el misterio se revele

Sábado, 19 de abril de 2025

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«Cristo en el sepulcro» de Vladimir Borovikovsky

Sábado Santo
por la hermana Judy Brunnell, OP

Sábado Santo
Un día sin nada.
Sin mesa, sin cruz, sin tumba vacía.
Sólo oscuridad.
En lo profundo del suelo, terrosidad—
Quizás tesoros ocultos.
Semillas esperando que se revele el misterio
En calor
En humedad
Con una energía inesperada y revolucionaria…
El Espíritu vive.
Tiempo del Sábado Santo:
La vida que conocíamos, ya no existe.
Los viejos símbolos no se mueven,
Los rituales parecen desincronizados.
La experiencia clama por que le den alas,
Para encontrar nuevos horizontes,
Para expandirse en ondas cada vez más amplias de inclusión,
De comunión,
De unidad y novedad.
Nace la esperanza.
Quizás mañana sea Pascua.

***

Este poema fue publicado originalmente en el sitio web de las Hermanas Dominicas de la Esperanza, donde se pueden encontrar más materiales inspiradores y educativos.

—Francis DeBernardo, New Ways Ministry , 19 de abril de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“Al atardecer llegó con los doce”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 19 de abril de 2025

Un bello texto de su blog Un grano de Mostaza para meditar en silencio ante el Cristo yacente recordando cómo hemos llegado hasta aquí… Es nuestro amigo quien está ahí… el que nos arrebataron… porque le  dejamos marchar solo a pesar de que Él no nos abandonó… es el que esperamos que vuelva tras esta noche de tiniebla, de dolor, de muerte…

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En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?… » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar.

Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!» (Lc 22, 15). El «con vosotros» es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias.

Su relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes.

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Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31).

Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible.

Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar.

Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos.

« Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban y no se puede culpar a un rebaño desorientado cuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza.

Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso.

Fuente Religión Digital

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Soledad de los abandonados. Sábado Santo: El Cristo de la Soledad

Sábado, 19 de abril de 2025

Del blog de Xabier Pikaza:

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Con todos los solitarios, abandonados del mundo

En esta Semana Santa se han alzado y han desfilado por iglesias y calles muchas imágenes de Cristo y de su Madre. La más impresionante acaba siendo la imagen y cofradía de la soledad, pues de ella somos todos, queramos o no, hombres y mujeres solitarios, al fin solos, ante Dios y ante la muerte, ante nosotros mismos.

   Solitarios con Jesús, ante la vida, ante el amor, ante la muerte. Eso es lo que somos. Soledad al fin, pero soledad acompañada por Jesús, el Solitario de Dios y de los hombres.

Soledad de soledades, todo es soledad 

Hay una soledad primera de impotencia o miedo,propia de personas con dificultades afectivas y/o psicológicas y familiares, soledad de los abandonados a sí mismo,  como el Cristo que grita desde la Cruz “Dios mío ¿por qué me has abandonado?” y así muere solo, en el silencio de la tarde oscura.

Hay una soledad segunda, de marginados y crucificados,de aquellos que no pueden compartir la vida con los otros, porque les rechazan, por razones económicas, sociales…  (por raza, por clase social o por emigración).  Es la soledad de los que emigran por todos los caminos sin camino, pues no llevan a ninguna parte, acabando así ante muros cerrados, ante vallas encendidas de muerte, rechazados por ricos  que se encuentran todavía más solos detrás de los muros que han alzado, porque tienen miedo de sí mismos y miedo de los otros.

Hay una soledad tercera, propia de personas que se aíslan en su propio autismo, por culpa propia o por culpa de los otros, por rechazo afectivo, por envidia y egoísmo personal o por enfermedad… pues la enfermedad suprema es la de estar solos, con sus propias máquinas de miedo y diversión desnuda entre las manos, sin un trozo de pan de amor propio o de amor ajeno alimentarse…

Y está al fin, en el centro de todas, este sábado Santo, sábado de soledad, la Soledad del Cristo de Dios, que es el Cristo de todas las soledades… Hoy quedamos ante él y con en silencio. Como meditación en el silencio quiero ir desgranando unas palabras… Queden aquí los que entiendan con Jesús de soledades, y los que no entiendan, que somos la mayoría. Sigan leyendo los que a pesar de todo pueden y quieren seguir pensando.

Jesús, experto en soledades. La agonía de la soledad

La soledad de Jesús fue ante todo una soledad agónica, la agonía de un hombre que quiso ser presencia y compañía de Dios para todos, y que al fin quedó a solas en la cruz, ante su Dios y ante su amor, que era los hombres, como declara el Evangelio de Juan, cuando empieza diciendo que vino a los suyos y los suyos no le recibieron (Jn 1, 11‒13).

       Fue llamando a muchas puertas, y todas al fin se cerraron ante su llamada. Y por eso le sacaron fuera de la ciudad, para condenarle a la muerte más solitaria de todas, en una cruz, con otros dos condenados… sin más compañía que una mujeres mirándole a lo lejos, desnudo, totalmente desnudo, porque habían subastado sus ropas, para que le vieran así, el hombre del amor frustrado.

Esta fue una soledad agónica, es decir, de agonía, que significa lucha, agôn, entrega de la vida por un amor más alto, pasión de amor abierto hacia todos. La soledad más profunda implica siempre un tipo de esfuerzo,  de purificación, de vencimiento radical de sí mismo, de ofrenda de la vida en manos del misterio de Dios y de los otros. Es una soledad para la compañía. Una soledad en la manos de Dios, para así compartirlo todo y morir amor con otros.

       Y en soledad de amor murió Jesús, dándolo todo, dándose del toro, en manos de Dios que son las manos de los hombres, aguardando una respuesta de amor… Pero en el trance final de la Calavera Dios quedó callado, y callados los hombres, que no respondieron a su amor, y le dejaron como nació, desnudo, pero desnudo para morir, clavado a la cruz de su propia soledad, con unas mujeres llorando a lo lejos por su amor abandonado. , brota un lugar para el encuentro de Dios como Señor que resucita, como todo en todos

Todo empezó al fin en el Huerto de la Soledad  

greco200 Tenía que haber sido huerto de amor con los suyos, bajo la sombra amorosa de los grandes olivos… Pero el huerto se convirtió en soledad, con un ángel que logró ver el Greco, pero que Jesús no veía.

En el momento clave de su despedida, en la noche de sus bodas, Jesús entró en el huerto de la prensa del olivo (Getsemaní), para ser allí prensado por el abandono de todos. Necesitaba compañía y la pide a los amigos. En unión con ellos se sitúa ante el misterio: «Abba, Padre, tú lo puedes todo; aparte de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya» (Me 14, 36 y par). Ruega con dolor, con lágrimas de sangre, como añade el evangelio de Lucas, en una glosa muy significativa (Le 22, 43-44), pero nadie le responde; sus amigos duermen, Dios está callado.

       Vuelve pidiendo ayuda a los suyos y los encuentra más dormidos que antes, por el peso de la tristeza y la impotencia, quizá por miedo, cada uno con su sueño baldío, a la sombre de noche de los viejos olivos. Y Jesús de nuevo en la oración, absoluta­mente solo, sin ningún apoyo humano, sin recuerdo ni belleza en que fundarse. Pide compañía y no la obtiene, quiere llenar su soledad de amor y no le atienden. El Dios a quien invoca como Padre no le saca de la prueba, sino que le introduce más profundamente en ella, como sosteniéndole en la marcha de la muerte. En ese contexto se entiende la palabra clave de la Cruz: «¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Me 15, 34).

No podemos comprender esta soledad abandonada de Jesús, a quien todos condenan, a excepción de unas mujeres que miran de lejos, y así le acompañan en el alma, pero en soledad… mientras destruyen su vida los que hacen guardia de muerte ante su cruz de moribundo. Pues bien, en un sentido, debemos añadir que tampoco Jesús, Hijo de Dios, entiende en un primer nivel su soledad y por eso pregunta a Dios: ¿Por qué me has abandonado?

Evidentemente, en un sentido, Dios le ha dejado sólo, pues parece que no cumple su promesa de Reino, de tal forma que él (Jesús) tiene que morir sin haber logrado (en un sentido externo) aquello que Dios le había prometido en el bautismo, al decirle “tú eres mi Hijo el predilecto”. Y así, como predilecto de Dios muere, abandonado al parecer del mismo Dios, gritando desde la cruz (¿por qué me has abandonado?), abandonado de todos, con la pura mirada de unas queridas mujeres… que son el amor de Dios que le mira y acompaña.

En ese camino de soledades, mientras pregunta a Dios, en la Vía Dolorosa que va del Huerto de la Prensa de los los Olivos a la Cruz del Calvario, sobre el monte de la “calavera desnuda” (que eso significa Calvario, una “calva” de Dios en la tierra), Jesús va descubriendo que ese abandono y soledad pertenece al camino que Dios le ha encomendado, para al anunciar el Reino a los pobres y expulsados, a todos los solitarios y crucificados de la historia. Jesús ha muerto al fin como él mismo lo había buscado en el fondo, como mueren los rechazados de la tierra.

Soledad de abandonado: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?»

          Detalle La tradición de Mc 15, 37 y Mt 27, 46 dice que Jesús murió así, dando un gran grito de soledad final y de protesta‒llamada de amor, que los evangelistas interpretaron con las palabras de Sal 22, 2 como invocación y pregunta dirigida a Dios (¿por qué me has abandonado?). Ésta es la cuestión final de la Semana Santa: ¿A quién llamó Jesús cuando moría? ¿Con quién dialogó, presentándole su angustia?

Muchos exegetas han supuesto que el grito de fondo de Jesús y las interpretaciones posteriores han sido una creación de la iglesia (pues los crucificados mueren por asfixia y no pueden gritar), añadiendo que todo el pasaje ha sido una construcción simbólica para vincular la muerte de Jesús con el fin del mundo (así escuchamos voces en Ap 4, 1; 5, 2; 8, 13 etc.; cf. también Mc 1, 11).

En contra de eso, debemos afirmar que el recuerdo de ese grito evoca un hecho histórico, es decir, la última gran voz de Jesús, pidiendo amor a Dios y a los hombres, porque al decir Dios mío Jesús está diciendo: Mis amigos todos ¿por qué me habéis abandonado?

‒ Jesús llama a Elías, es decir, nos llama a nosotros desde su soledad. La pregunta clave es a quién llama Jesús desde su soledad, a Dios o a sus amigos, simbolizados todos por Elías. Esta empieza siendo una pregunta filológica. Jesús dice algo así como Elohi,   (que sería mi Dios, en arameo) o como Eli (mi Dios, en hebreo o en arameo hebraizado). Significativamente, ambas palabras pueden entenderse como Elías (Eliya), que significa Dios, que significa todos mis amigos…

    A todos sus amigos llama Jesús desde la cruz, nos llama a todos, preguntando por qué le hemos abandonamos, por qué abandonamos en manos de la muerte (o matamos) a todos los condenados de  Auschwitz o de los campos de concentración y cruz de la tierra entera, a los niños hambrientos, a los encerrados tras los muros de la tierra entera.

– Pero, llamando a sus amigos, a todos nosotros, Jesús llama a Dios,que es el Dios de todos, gritándole desde el Calvario. Está culminando el tiempo de su vida, y ahora parece que Dios ha desviado el rostro, dejando así en abandono y dolor al Cristo agonizante que le invoca. El pretendido Cristo” que así grita no podía ser Hijo de Dios (como habían dicho los sacerdotes de Mt 27, 40). Ciertamente, no ese ese Hijo de Dios en potencia de muerte, sino el Hijo de Dios verdadero, el que hace suyo el camino de muerte de la historia de los pobres, gritando desde la Cruz a Dios, es decir, a todos los hombres.

‒ ¿Por qué me has abandonado? (Mt 27, 46) El grito de Jesús es una llamada al Dios que puede liberarle de la muerte o, mejor dicho, explicarle el “por qué” de esa muerte. Entendido así, ese grito constituye una confesión de fe, en la línea del Sal 22, 2, que Jesús está citado. La palabra “por qué” (con,, lemá,  transcripción griega del arameo lema’,   que el texto griego traduce por  inatí,  puede tener dos sentidos: (a) Esa palabra puede insistir en el abandono en cuanto tal, sin más razones: ¿cómo puede Dios abandonar a su enviado? (b) Pero ella puede preguntar, más bien, por la razón del abandono: ¿por qué causa, con qué fin le ha desamparado Dios?

historia jesús 45Esta pregunta ha de entenderse a la luz de la acusación y condena de los transeúntes, sacerdotes y bandidos de Mt 27, 38-44, que no preguntaban “por qué”, ni razonaban, sino que simplemente condenaban a Jesús, sin ningún tipo de justificación. Ahora, Jesús recoge la acusación de sus enemigos y, de esa forma, desde su situación de mesías externamente fracasado, pregunta a Dios: ¿Por qué?

       Sin duda, la “culpa” inmediata la tienen los sacerdotes que le han acusado, y Pilato que le ha condenado a muerte. Pero la “causa” o razón última de su muerte en cruz es Dios. Por eso le pregunta en arameo transliterado en griego ¿por qué  sabakhthani, en  hebreo ‘azabtani,  me has abandonado? No rechaza ni condena a Dios (pero tampoco se condena a sí mismo, diciendo ¡he pecado!), sino que pregunta… elevando su pregunta a todos los que abandonan a los otros. 

       En un contexto como el suyo, un tipo de hombre “normal” no preguntaría, sino que protestaría contra Dios, es decir, le acusaría, o (más bien) confesaría su pecado. Pero Jesús no protesta, ni se confiesa pecador, sino que pregunta, como si fuera necesario superar un plano de razonamientos y causas para descubrir a Dios en su abandono y muerte… y descubrir al mismo tiempo el “abandono” de los hombres: ¿Por qué se abandonan y matan unos a  los otros? Leer más…

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Reflexión del Sábado Santo

Sábado, 19 de abril de 2025

semilla

SÁBADO SANTO

Jesús murió para posibilitar nuestra divinización. La tierra está embarazada de resurrección.

Todo esto es un proceso, como el proceso de nuestras vidas, donde nuestras muertes posibilitan nueva vida. Nuestra vaciedad hoy es posibilidad, como este día es espacio de parar, silenciarnos, vivir en soledad en una espera gozosa que es esperanza de Vida Nueva.

En este día de Sábado estamos llamadas a dejar que Cristo se geste en nuestro interior, no el Jesús histórico que murió, sino el Cristo vivo que todos y cada uno llevamos en semilla en nuestro interior.

Es el día de transformación de la semilla en fruto, de la crisálida en mariposa, es el día de albergar al Cristo naciente en nosotros en nuestro interior, cuna de un tercer nacimiento en un mundo que necesita la comunión y la solidaridad.

Es el Cristo cósmico que es semilla de resurrección para toda la humanidad.

Para leer la reflexión completa, con las pautas de trabajo pincha aquí.

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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Sábado Santo , por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 19 de abril de 2025

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De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

En la creación resuena el silencio de Dios

El gran sábado: el día de las mujeres, que, recogidas bajo sus velos, preparan aromas en secreto. Día de la Madre, dolorosa, fuerte, fiel, virgen del silencio y de la paz misteriosa. Un día de fe contra toda evidencia, en el que esperamos contra toda esperanza.

No, creer en la Pascua no es la verdadera fe: es demasiado bella en Pascua. La verdadera fe es el gran Viernes cuando Tú no estabas allí arriba y ni un eco/ respondiste al fuerte grito.

Hoy la creación resuena con el silencio de Dios. En el silencio del sepulcro calla la voz de Dios que se ha hecho rostro en Jesús, calla el rostro bajo el sudario, el rostro que se ha hecho tierra del Edén, polvo antes de recibir el aliento de la vida, el rostro del que se extrae todo rostro, todo Adán anónimo e innumerable.

Jesús es más Adán que Adán. El rostro hermoso del Tabor (Lc 9, 33), el rostro duro (Lc 9, 51), que se dirige hacia Jerusalén, se dirige ahora hacia el infierno. Los iconos orientales muestran a Jesús descendiendo al Seol, derribando sus puertas, llegando hasta Adán, levantándolo, tomándolo de la muñeca -donde se mide la vida- y arrastrándolo consigo. Y detrás de Adán se pone en marcha la inmensa caravana, la inmensa peregrinación de la humanidad hacia la vida. Jesús es más Adán: desciende allí donde todo hombre espera y muestra que en la raíz de todas las cosas no está la muerte, sino la vida.

Y fuera del sepulcro es primavera. El inframundo indica también lo más profundo del hombre, el núcleo esencial, misterioso y original de cada criatura. La base de mis raíces es Cristo y sé que puedo encontrarlo en todo lo que hay de más humano en mí, allí donde soy yo mismo, allí donde el hombre es hombre, está Cristo presente.

Entonces todo lo que el hombre hace con todo su corazón, con todo su ser, en libertad e incluso en dulce locura, lo acercará al absoluto de Dios. Porque Dios solo está ausente donde el corazón está ausente. “Lo divino brilla desde lo más profundo del ser” -Teilhard de Chardin-.

El inframundo también indica las profundidades oscuras de la materia. Allí descendió Jesús para darle energía y un aliento ascendente hacia una vida más brillante. Jesús, sembrado en los surcos del mundo, ramificado en las arterias del cosmos, inunda de vida incluso los caminos de la muerte.

Si empiezo a pensar que en lo más profundo de la materia y de mi carne, que en las partes oscuras de mi ser, en mis zonas de dureza y de disonancia, Jesús ha descendido para iluminarme, para transfigurarme, para resucitar en mí la imagen divina, entonces también yo puedo decir que en Pascua soy «luz de luz».

En mí y en cada uno de vosotros, en el santo y en el pecador, en el rico y en el último inmigrante, en la víctima y hasta en el verdugo, en el torturado y en el torturador, está Jesús resucitado. Jesús no sólo resucitó una vez para siempre, sino que es el Resucitado para la eternidad, Él que desde lo más profundo de mi ser, desde lo más profundo de cada hombre, desde lo más profundo de la historia, es energía que asciende, vida que germina, piedra que rueda de la boca del corazón.

Y salimos preparados para la primavera de la nueva vida, llevados hacia arriba por el Jesús resucitado. El inframundo indica también el subsuelo del futuro, donde la vida está hecha de brotes, que sólo mañana o pasado mañana darán frutos maduros, y yo estoy llamado a custodiar los brotes, allí donde el río nace con la primera gota de agua, la primavera con la primera flor, el amor con la primera mirada, llamado a velar por el futuro más allá de todo signo de muerte.

Hoy es el día de la profecía en el que, como los profetas, como Abraham, como Moisés, como María, amamos la Palabra de Dios aún más que su realización. Hoy es el día en el que la Palabra desnuda respira, sin hablar, sin pronunciar, en atronado silencio, aún más verdaderamente que su realización.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

El Señor se rebajó y descendió 

El Sábado Santo, o Gran Sábado, es el día “intermedio”, porque cae entre el día de la muerte de Jesús y el día de su resurrección. Es un día único en su ritmo litúrgico, un día de silencio y de espera, que no sólo es parte de la Semana Santa sino que se convierte en una hora, un tiempo, a veces una estación en la vida de un cristiano.

Debemos confesar también que es un día incómodo, que parece vacío, y no es casualidad que hasta hace algunas décadas hubiera sido, por así decirlo, “robado”, “sustraído”, porque de alguna manera casi había sido expulsado de la propia liturgia.

En primer lugar, escuchando las Sagradas Escrituras, el Sábado Santo aparece como el día en el que nada se dijo de Jesús, muerto y sepultado el día anterior, y poco se dijo de los demás, los discípulos y los protagonistas de su pasión y muerte. Parece un día que debe pasar rápido, pues las mujeres esperan el día siguiente para volver al sepulcro, los Sumos Sacerdotes piensan que nada puede pasar, ya que el sepulcro está custodiado por los soldados de Pilato, los discípulos, atenazados por el miedo, se quedan en casa, con las puertas cerradas.

Sábado Santo, día en el que no ocurre nada, día de descanso de Dios, según la vida de fe judía, día en el que el cuerpo muerto de Jesús está en el sepulcro para reposar. Habiendo muerto la víspera, Jesús aparece muerto para siempre: ya no hay nada más que ver ni oír de Él… Su historia parece un fracaso y su comunidad está perdida y asustada. La evidencia es contundente: un cuerpo sin vida, cerrado con una gran piedra dentro de una tumba inaccesible.

Un día tan vacío, marcado por la aporía, ¡parece el día más largo! Quisiéramos que terminara pronto, porque pone a prueba nuestra adhesión a las palabras en las que creímos, nuestra esperanza en un resultado de salvación y triunfo del bien sobre el mal.

Y en cambio nos encontramos ante la muerte: la de Jesús, pero también nuestra muerte y la muerte de otros que amamos. Quisiéramos acortar ese día, quisiéramos borrarlo, y sin embargo, en el triduo salvífico, es un día intermedio necesario: se trata de comprender lo sucedido, de afrontar la realidad de la muerte como un fin que se impone inexorablemente, de ejercitarnos en la espera, superando constantemente las dudas mediante la adhesión a las palabras de Jesús.

El Sábado Santo, la fe se ve obligada a luchar, a reconocer su propia debilidad, a vencer la nada, el vacío. Si el Sábado Santo testimonia que Jesús “profundizó”, nos exige a nosotros ir más profundamente, acoger la oscuridad que envuelve el enigma, que poco a poco, gracias a la fuerza del Espíritu de Dios que actúa en nosotros, puede transformarse en misterio.

¡Sí, del enigma desesperante al misterio que revela el significado de todas las cosas y de todos los acontecimientos! No se puede vivir el Sábado Santo sin aceptar la “crisis de la palabra”, la experiencia de que las palabras no bastan y a veces deben dar paso al silencio, al “no saber qué decir ni cómo decir”. El escándalo de la cruz proyecta una sombra, y debemos aprender a permanecer en esa sombra. “Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”, canta el profeta en las Lamentaciones por la muerte del Mesías (3,26).

Pero si bien es cierto que este silencio y esta espera nos aprietan el corazón, en lo más profundo de nuestro corazón seguimos creyendo que Jesucristo está siempre actuando y que precisamente cuando no vemos nada y solo notamos que “recessit Pastor noster” – “nuestro Pastor se ha ido” –, precisamente entonces Él, el Señor de vivos y muertos, ha descendido a los infiernos, a lo profundo no redimido del hombre, para traer esa salvación que nosotros no podemos darnos a nosotros mismos.

Aquel Sábado Santo bajó al encuentro de todos los humanos ya muertos, pero aún hoy baja a nuestras profundidades no evangelizadas, habitadas por nuestras sombras y por la muerte, para hacer lo que nosotros no podemos hacer.

Sí, en la vida espiritual tarde o temprano bajamos, pero al bajar encontramos a Jesús que nos ha precedido y nos espera con los brazos abiertos. Entonces termina nuestra espera, nuestro lamento se transforma en un canto nuevo, nuestro permanecer en las tierras de la muerte en una danza de alegría: Él, Jesús resucitado, enjugará las lágrimas de nuestros ojos y con su mano en las nuestras nos conducirá al Padre en el Reino eterno.

Y el sepulcro, que al tercer día estará vacío, será elocuente: «¡No está aquí, ha resucitado de entre los muertos, como había dicho!». Así, después del Sábado Santo comienza ese día sin fin, sin ocaso: la Pascua de Jesús y nuestra Pascua, ¡una única Pascua!

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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El Señor desciende a los infiernos 

Sábado Santo, el día después de la muerte, tiempo en el que ante los discípulos sólo existía el fin de la esperanza, una aporía, un vacío sobre el que se cernía el sinsentido, un dolor insoportable, la laceración de una separación definitiva, de una herida mortal: ¿Dónde está Dios?

Ésta es la pregunta silenciosa del Sábado Santo. ¿Dónde está aquel Dios que intervino en el bautismo de Jesús, abriendo los cielos para decirle: «Tú eres mi Hijo, me alegro mucho de ti» (Mc 1,11)? ¿Dónde está aquel Dios que intervino en el alto monte, en la hora de la transfiguración con Moisés y Elías y exclamó: «¡He aquí a mi hijo amado!»? (Mc 9,7)?

En la hora de la cruz Dios no intervino, hasta tal punto que Jesús se sintió abandonado por Él y gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34). Leer más…

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“En el triduo pascual, demasiada solemnidad y muy poco evangelio”, por Consuelo Vélez

Sábado, 19 de abril de 2025

El triduo pascual es un momento de vivencia cristiana profunda. Mucha gente se dispone a participar de las liturgias de estos días; lo hacen con sinceridad y recogimiento. Pero conviene mirar si tanto el “contenido” como la “forma” ayudan a tal vivencia. Sobre el “contenido”, hay esfuerzos por dar meditaciones relacionadas con la realidad y hay una llamada a causas muy urgentes como la paz, la justicia, el cuidado de la casa común, la realidad de los migrantes, etc. No quiere decir que todas las meditaciones tienen ese tono. Aún se escuchan algunas que, además de muy largas, se quedan repitiendo frases hechas y casi incomprensibles para la gente común y corriente. En realidad, pocas son las personas que escuchan los sermones y se sienten interpelados por ellos. Y, además, aunque tantos creyentes van, año tras año, a las liturgias de estos días, si les preguntamos el orden y el significado de cada una de ellas, no saben demasiado. Algo o mucho nos falta en la Iglesia sobre la formación cristiana, porque no se logra que el pueblo cristiano crezca en su fe, como se esperaría con tanta participación en las liturgias durante toda su vida.

Ahora bien, la realidad de la cruz de Cristo es uno de los aspectos que no acabamos de asimilar correctamente. Se predica mucho que Cristo con su cruz nos salvó de nuestros pecados, nos redimió, hemos sido salvados. También que Dios no le ahorró a Jesús su sufrimiento para salvarnos. Si tuviéramos un poco de reflexión crítica nos asombraría la imagen de Dios que sale de esas afirmaciones: un Dios que para perdonarnos “exige” o “dispone” o “permitela muerte de su Hijo. Es un “precio” muy alto y una “exigencia” muy inhumana. Y, por otra parte, parece que nos salva de los pecados personales, de ahí la insistencia en el sacramento de la penitencia, pero, el mal del mundo sigue corriendo, sin que haya por parte de los creyentes una conciencia fuerte de erradicarlo. Estamos lejos de recuperar el significado histórico de la muerte de Jesús, asesinado por los contemporáneos que no quisieron acoger el Dios que presentaba Jesús, los valores del reino que anunciaba. Ese Dios misericordioso y que no quiere el mal, ni la muerte, ni la injusticia con ninguno de sus hijos e hijas y denuncia la parte de culpa que nos corresponde, no fue aceptado en tiempo de Jesús y sigue sin ser predicado profundamente en nuestro presente. Como le dije a unos estudiantes con los que estudiábamos este aspecto de la muerte de Jesús, si después de conmemorar una vez más ese acontecimiento, no salimos con el compromiso eficaz de seguir trabajando por un mundo mejor, no hemos entendido el misterio de nuestra fe y nuestras liturgias no han dado un verdadero fruto. Nos han ocupado y tal vez “compungido”, “emocionado” o “reconfortado” pero no nos han lanzado a seguir trabajando por la justicia y la paz, como es la voluntad de Dios sobre la humanidad.

Muchas más cosas se podrían comentar, pero fijémonos en la “forma” o en la “liturgia” de estos días que corresponde al título que le di a esta reflexión. Un familiar me comentó lo siguiente: “comencé a ver la liturgia que transmitían desde el Vaticano y no pude seguir. Apagué el televisor y me sentí mucho mejor”. Le pregunté: y ¿por qué? Y me dijo: Esa liturgia parece de un Imperio y Jesús no tiene nada que ver con los reyes del mundo. Además, los cardenales, obispos y presbíteros, fuera de que llenan el altar y casi ni enfocan al resto de los miembros de la Iglesia, con esas prendas litúrgicas que se ven ostentosas, doradas, nuevas, demasiado elegantes, desdicen de lo que están conmemorando: la crucifixión y muerte de un Jesús pobre, humillado, despreciado. También me dijo, la música puede ser bonita y la solemnidad puede dar un aire de respeto y silencio, pero nada de eso dice mucho del Jesús de los evangelios. Y, como para completar los cometarios, me dijo: y los presbíteros jóvenesque aparecen por ahí, se les ve tan “tiesos, formales, elegantes” que se nota que desde los inicios de su formación se les encamina más a ser señores y reyes que ministros servidores.  En fin, son comentarios de la gente real que sigue teniendo fe pero que, poco a poco, se aleja de la institución porque se nota demasiada solemnidad y muy poco evangelio.

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