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Mons. Stefan Heße: “Los mártires tienen un poder tan radiante que sigue teniendo efecto muchas generaciones después”

Lunes, 21 de agosto de 2023

4116xkTwbfL._AC_UF1000,1000_QL80_Prologa un libro sobre los mártires alemanes durante el Tercer Reich

El arzobispo de Hamburgo, Stefan Heße, ha rendido homenaje a los mártires de su archidiócesis durante la tiranía del Nacional Socialismo. En un prólogo para el libro “Testigos del Norte” escribió: “Para una diócesis en diáspora como aquí, en el norte de Alemania, el testimonio de los mártires es particularmente alentador”.

El libro ha sido compilado por el prelado Helmut Moll, autor de una monumental obra en dos volúmenes titulada “Testigos de Cristo”, que comprende el “Martirologio alemán del siglo XX”, encargado por la Conferencia Episcopal Alemana (DBK).

Según Mons. Heße, son los mártires “quienes ponen de manifiesto que el individuo tiene peso y significado. Todos y cada uno de los que profesan la fe en Cristo  -en el caso de los mártires hasta el extremo- tienen un poder tan radiante que sigue teniendo efecto muchas generaciones después”.

Las historias de vida de los mártires pueden parecer a algunos lejanas de nuestra realidad“, admitió el Arzobispo de Hamburgo. En última instancia, sin embargo, los relatos “presentan a personas que siguieron a Cristo con gran pasión y entusiasmo. Estos ejemplos pueden dar un nuevo impulso a nuestra propia fe y compromiso”.

En este contexto, “no es importante conseguir grandes cosas de forma pública. La fe y el testimonio de Cristo también alcanzan su pleno poder y efecto en secreto (cf. Mt 6,6-13)”.

Mons. Heße recordó también que hoy “un número sin precedentes de cristianos son perseguidos por su fe y encuentran la muerte. En algunos países de África, Oriente Medio o Asia, cientos de millones de personas sufren discriminación y violencia por profesar a Cristo. No debemos aceptar este hecho atroz, que se añade a todos los crueles conflictos violentos que hay en el mundo. Nos lo recuerdan también los testimonios de los mártires de nuestra archidiócesis”.

“Por último, pero no por ello menos importante, podemos encomendarnos a su intercesión y encomendar especialmente a aquellos hermanos y hermanas que aún hoy sufren graves persecuciones, incluso la muerte, a causa de su clara confesión de Cristo”, subrayó Heße.

Fuente Agencias

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El Papa encarga un ‘catálogo’ de mártires, para unir en el “ecumenismo de la sangre” a todas las confesiones cristianas

Lunes, 10 de julio de 2023

Persecucion_2415968410_15887593_660x371Erige la ‘Comisión de los Nuevos Mártires-Testigos de la Fe’ en Causa de los Santos

El Papa invita, de cara al Jubileo de 2025, a “proseguir el reconocimiento histórico para recoger los testimonios de vida, hasta el derramamiento de sangre, de estas hermanas y hermanos nuestros, para que su memoria se erija en un tesoro que la comunidad cristiana atesore”

El ecumenismo de la sangre será clave para el gran desafío de Francisco de cara al Gran Jubileo de 2025, en el que se cumplen 1700 años del Concilio de Nicea. Este es el objetivo de la carta que este mediodía ha publicado el Papa, en el que anuncia la constitución de la “Comisión de los Nuevos Mártires – Testigos de la Fe en el Dicasterio de las Causas de los Santos, con el cometido de elaborar “un catálogo de todos aquellos que han derramado su sangre para confesar a Cristo y dar testimonio de su Evangelio”.

En la misiva, Bergoglio subraya que la comisión “continuará la búsqueda, ya iniciada con ocasión del Gran Jubileo del año 2000, para identificar a los Testigos de la fe en este primer cuarto de siglo y proseguirla en el futuro”, y que no se ceñirá a la Iglesia católica, sino que “se extenderá a todas las confesiones cristianas”.

Y es que, sostiene Francisco, “incluso en nuestro tiempo, en el que asistimos a un cambio de época, los cristianos siguen mostrando, en contextos de gran riesgo, la vitalidad del Bautismo que nos une”.

Con todos ellos tenemos una gran deuda y no podemos olvidarlos

“No son pocos, en efecto, los que, a pesar de ser conscientes de los peligros que corren, manifiestan su fe o participan en la Eucaristía dominical”, señala el Papa, recordando que “otros son asesinados en sus esfuerzos por ayudar en la caridad a la vida de los pobres, por cuidar de los descartados por la sociedad, por valorar y promover el don de la paz y el poder del perdón. Otros son víctimas silenciosas, individuales o colectivas, de los avatares de la historia”.

Egipto_Cristianos perseguidos

La voz única del martirio de los cristianos

“Con todos ellos tenemos una gran deuda y no podemos olvidarlos”, insiste Francisco, quien quiere reconocer el testimonio de tantos para que “resuene la voz única del martirio de los cristianos”.

“Con esta iniciativa no pretendemos establecer nuevos criterios para la constatación canónica del martirio, sino continuar la encuesta iniciada sobre aquellos que, hasta el día de hoy, siguen siendo asesinados por el simple hecho de ser cristianos”, recalca Francisco, quien invita a “proseguir el reconocimiento histórico para recoger los testimonios de vida, hasta el derramamiento de sangre, de estas hermanas y hermanos nuestros, para que su memoria se erija en un tesoro que la comunidad cristiana atesore”.

“En un mundo en el que a veces parece que prevalece el mal, estoy seguro de que la elaboración de este Catálogo, también en el contexto del ya inminente Jubileo, ayudará a los creyentes a leer también nuestro tiempo a la luz de la Pascua, sacando del cofre de tan generosa fidelidad a Cristo las razones de la vida y del bien”, concluye la carta.

Fuente Religión Digital

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Un poema: Martirio de San Sebastián

Viernes, 20 de enero de 2023
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La memoria es confusa.
Imprecisas las crónicas que exaltan
la belleza certera del soldado,
el movimiento lento de su sombra
susurrando silencios a la tierra,
los cabellos oscuros como yeguas
que de noche galopan hacia el frío,
la mirada profunda
como el olvido azul de los océanos,
la boca contenida que se tensa
si la empuja el deseo hacia otra boca,
la ternura severa que los músculos
al amado prometen.
Así lo conocí. Casi desnudo
-la sola salvedad del paño púdico-.
entreabiertos los labios,
abrasados de amor los negros ojos,
las manos sometidas a la soga,
la espalda a la polícroma madera
sobre el diván dorado del retablo.
Tan fácil era entonces
confundir la piedad con la enojosa
certeza del instinto
que bajo el pantalón adolescente
bombeaba la sangre y dilataba
los infantiles límites.
Tan fácil que en el éxtasis devoto
-cansados los sentidos
por el olor a incienso, la luz débil,
el remoto bostezo de las tablas,
el polvo en la saliva, la viscosa
caricia de la cera-
se emboscara
el miedo al repentino amor oscuro
tras el torpe muchacho que yo era.
Violento y encarnado, el dios terreno
reclama el sacrificio cotidiano:
el ósculo sumiso con sabor
a sazón de cerezas, la armadura
desvelando al caer el limpio escudo
del agitado pecho,
las manos consagrando la caricia
sobre el fulgor del sátrapa
-¡qué dulce el Sebastián puesto en escorzo
contra el altar de lino y suaves sedas!-.
Desde su voz de niebla
vaporosa y sutil, el dios de viento
en el alma bizarra del soldado
inscribe la sentencia: el frío eterno,
la muerte en la piel rota, la milicia
celestial de los ángeles sin sexo,
el agua bautismal que lava el cuero
del cordero de dios recién salvado.
Celosas las deidades en combate
preferirán la pérdida
del manjar exquisito del pan tierno
y el vino fementado a la afrentosa
liturgia de la carne y de la sangre
sobre el lecho del otro.
Así lo conocí. Entre los colores
oleosos de las tablas flamencas,
la estofada madera castellana,
los lienzos venecianos
donde la luz endulza el rostro ambiguo
concentrado en el éxtasis
de aplacar el dolor con el deseo.
Sereno el gesto a veces,
dilatada la duda en las pupilas,
violentada la boca hasta el blasfemo
alarido.
O al filo de la ira
cuando la flecha marca el duro torso.
Así lo conocí. Como un espejo
del Callejón del Gato que devuelve
confusas las fronteras y las formas
si sobre el pecho tierno y desbarbado
esos primeros dedos
de aquella noche oscura en aquel coche
como saetas buscan el crujido
de la piel revelándose,
si el temblor en los labios
del aprendiz se frena
cuando un aliento tibio los alumbra,
si el peso de ese cuerpo que se clava
contra el novicio frágil
provoca el llanto al tiempo que lo amansa.
El soldado no duda ni decide;
sólo suave obedece.
Los ángeles entonan
deus tuorum militum, el himno
que ensalza la locura de los mártires;
violentos los arqueros, con canciones
obscenas le recuerdan a la víctima
la sumisión felina a las caricias
del poderoso amante de otro tiempo.
(Sebastián sólo escucha
la voz del propio sueño,
el murmullo del aire
ya extraño a los pulmones,
la vergüenza vencida
bajo la luz del alba de Spalato,
la soledad del hombre
que ansía ya el suplicio,
el líquido dolor que fertiliza
el suelo consagrado
como si en el extremo de los dardos
no habitara la carne,
sino la sangre sola…).
*
***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

San Esteban

Lunes, 26 de diciembre de 2022

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(San Esteban, de luis de Morales “El divino“)

“San Esteban, bienaventurado Esteban, Esteban bueno, fuerte soldado de Dios, primero de la serie de sus mártires: he sabido y creo y abrazo con alegría el hecho de que tú, todavía en esta tierra hayas tenido santidad tan luminosa que tu rostro venerable resplandecía como el de los ángeles. En efecto, cuando tus enemigos se encarnizaban contra ti, tú, de rodillas, exclamaste en un grito: ¡Seńor, no les tengas en cuenta este pecado!

Hombre dichoso, ¡cuanta esperanza das a tus amigos pecadores al escuchar que te has preocupado tanto de enemigos arrogantes! ¡Seńor, no les tengas en cuenta este pecado!. ¿Cómo responderá cuando es invocado aquel que, provocado respondía de esa manera? ¿Qué bondad sabrá usar con los humildes ahora que es ensalzado, aquel que socorría de ese modo a los soberbios cuando era humillado? Anda, dime, bienaventurado Esteban, ¿qué cosa te caldeaba el corazón para derramar al exterior tantas bondades juntas? No hay duda de que estabas colmado de todas, adornado de todas, iluminado por todas.

Te suplico, caritativo Esteban, ruega para que mi alma endurecida se llene de caridad generosa. Haz que mi alma insensible, por don de Aquel que la ha creado, arda en el fuego de la caridad.

*

Anselmo D’Aosta,
Ovación a San Esteban,
en Oraciones y Meditaciones, Milán 1997, 318-333.

“Desde ahora ningún honor del mundo o de la iglesia me puede tentar. Llevo conmigo la confusión de cuanto el Santo Padre ha querido hacer por mí enviándome a París. Tener un alto cargo en la jerarquía o no tenerlo me es del todo indiferente. Esto me da una paz grande. Y me deja más libre para el cumplimiento de mi deber, a toda costa y a todo riesgo. Es bueno que esté preparado a alguna gran mortificación o humillación. Este será el signo de mi predestinación.

        Quiera el cielo que signifique el inicio de mi verdadera santificación, como ha ocurrido con almas más selectas, que recibieron en los últimos ańos de su vida el toque de la gracia que los hizo santos auténticos. La idea del martirio me da miedo. Temo por mi resistencia al dolor físico. Sin embargo, podría dar a Jesús el testimonio de sangre, ¡oh que gracia y que honor para mí!”

*

Juan XXIII,
Diario del alma,
Madrid 1998.

***

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San Óscar Romero y la inmediatez del prójimo oprimido

Jueves, 7 de abril de 2022

san_romero“El Romero santo y asesinado debe ser para nosotros siempre un recuerdo peligroso” 

“Sentía cercano al prójimo oprimido y veía en él el rostro del Señor crucificado”

“Hoy, al recordarlo, cuando tendemos a ponerlo en un pasado violento y heroico, muy diferente de nuestra actualidad, le hacemos un flaco favor a su santidad. Porque de muchas maneras el prójimo oprimido continúa estando a nuestro lado”

“Sólo podremos celebrar a Romero desde la solidaridad humilde y combativa. Esa misma solidaridad que tuvo quien ‘siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos‘ (2Cor 8, 9)”

Celebramos un año más la santidad de Mons. Romero en el día de su muerte martirial. Y es bueno preguntarnos qué es lo que hace santo a este obispo, tímido y profeta al mismo tiempo, riguroso consigo mismo y libre para anunciar el Evangelio del Reino, que se dirigía espiritualmente con un sacerdote del Opus Dei y se confesaba con un jesuita. Y la respuesta que brota con mayor rapidez es clara: Sentía cercano al prójimo oprimido y veía en él el rostro del Señor crucificado. Y ahí, en la debilidad del infravalorado y marginado, encontraba la fuerza para anunciar y denunciar.

Hablaba con todos, trataba de ayudar siempre, soportaba ataques, insultos e incluso la enemistad de algunos (a veces más que algunos) de sus hermanos en el episcopado. Pero su cariño y su preocupación indeclinable eran los pequeños, los marginados y los perseguidos por defender y trabajar en favor de la igual dignidad humana de los hijos e hijas de Dios.

Vivía con una enorme sencillez en un asilo de enfermos terminales y disfrutaba sintiéndose acogido y querido por los pobres. Su bondad y su heroicidad nos facilita ponerlo en una hornacina del pasado, como una de las personas que nos recuerda al Jesús que pasó por este mundo “haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hechos 10, 38). Pero no basta la admiración de una santidad si no se siente al mismo tiempo un fuego interior como el que sentía los apóstoles al interiorizar la resurrección del Señor.

Hoy, al recordarlo, cuando tendemos a ponerlo en un pasado violento y heroico, muy diferente de nuestra actualidad, le hacemos un flaco favor a su santidad. Porque de muchas maneras el prójimo oprimido continúa estando a nuestro lado. Y un santo del que recordemos sus glorias pasadas sin que nos inquiete en nuestro presente no deja de ser una especie de adorno personal y, con frecuencia, una muestra de narcisismo institucional.

Quienes viven y sufren en la marginalidad y la pobreza, los migrantes menospreciados por su origen o por el color de su piel, las víctimas de las guerras, los saharauis abandonados porque la economía es más importante que las personas, son parte de esa legión de oprimidos que siguen cuestionando nuestras historias personales y sociales.

Si no los sentimos inmediatos, si algo no nos llama a hacerlos históricamente significativos, nos alejamos de lo más hondo de nuestra realidad humana: la capacidad de sentirnos fraternos, miembros de la misma especie. Y al olvidar y traicionar nuestra humanidad traicionamos también nuestra fe. De poco nos serviría entonces el recuerdo de aquellos que en el pasado amaron tanto a sus prójimos que pudieron vivir sin que el odio de los violentos, e incluso la muerte, nublara su mirada de profetas.

Mons. Romero nos llama siempre al presente. Así lo entendieron quienes propusieron en la ONU que el 24 de marzo fuera el “Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con las Violaciones Graves de los Derechos Humanos y para la Dignidad de las Víctimas”. La Asamblea General de la ONU aprobó en 2010 la titulación de ese día en honor a Monseñor Romero. Casi podríamos decir que lo canonizó antes que su propia y nuestra Iglesia.

Pero tanto a los cristianos como a la ciudadanía humanista nos cuesta demasiado romper la comodidad que nos cuestiona el que sufre. Y ponemos al margen de nuestras mentes a quien la sociedad ha marginado ya antes, de un modo injusto y con frecuencia violento. El Romero santo y asesinado debe ser para nosotros siempre un recuerdo peligroso. Peligroso para el statu quo del dinero, de la egolatría y del poder, y peligroso también para quienes, despertados y urgidos por su recuerdo, tratemos simultáneamente de odiar al mal y amar al enemigo. Sólo podremos celebrar a Romero desde la solidaridad humilde y combativa. Esa misma solidaridad que tuvo quien “siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos” (2Cor 8, 9).

Fuente Religión Digital

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‘Llegaron de noche’, la película sobre la matanza de los jesuitas en El Salvador, se presentó en Málaga

Martes, 5 de abril de 2022

1CD618E8-B20F-41C7-91BC-A9BBBF11FFEALa cinta ya puede verse en las salas españolas

Imanol Uribe presentó en Málaga su última película, “Llegaron de noche”, con un guion basado en la historia real de la única testigo del crimen de los jesuitas en El Salvador

“Creo que esta película tiene, por lo menos, la función de traer al presente lo que ocurrió y rememorarlo“, ha dicho el director vasco. “Y si puede aportar algo, fantástico”, ha resumido, con una sonrisa en la cara

El realizador compareció junto a Juana Acosta, que da vida a Lucía, la testigo, Carmelo Gómez, como el padre Tojeira y a Ben Temple, que interpreta al padre Tipton, mediador cuando la familia de Lucía peor lo estaba pasando

Uribe, nacido en El Salvador y educado con los jesuitas, tenía pendiente contar esta historia ocurrida en 1989, un suceso que ha permanecido fresco en su memoria

El título de la cinta, viene de la premonición del propio Ellacuría (Karra Elejalde) quien, en un momento de la película, comenta a sus compañeros “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares”

Imanol Uribe ha llegado hoy a Málaga para presentar su última película, “Llegaron de noche, con un guion basado en la historia real de la única testigo del crimen de los jesuitas en El Salvador, en la que fue asesinado el sacerdote y teólogo de la liberación, Ignacio Ellacuría.

“Creo que esta película tiene, por lo menos, la función de traer al presente lo que ocurrió y rememorarlo“, ha dicho el director vasco en una rueda de prensa en Málaga, donde la película compite en la Sección Oficial de la 25 edición del Festival de Cine de Málaga.

El realizador compareció junto a Juana Acosta, que da vida a Lucía, la limpiadora de la universidad donde vivían y fueron asesinados los sacerdotes, y única testigo del crimen; Carmelo Gómez, como el padre Tojeira, en su regreso “puntual” al cine, según se ha apresurado a precisar el leonés, y a Ben Temple, que interpreta al padre Tipton, mediador cuando la familia de Lucía peor lo estaba pasando.

“En este momento en el que la verdad está tan disociada y todo son ‘fakes’ y no sabes qué defender, el ejemplo de esta mujer humilde, que se jugó la vida -literalmente-, por defender la verdad, aun sin entender por qué no podía contarla -ha explicado Uribe-, me parece el mejor hilo conductor para contar la matanza de los jesuitas que defendían la Teología de la Liberación, a los que yo admiraba muchísimo”.

Uribe, nacido en El Salvador y educado con los jesuitas, tenía pendiente contar esta historia ocurrida en 1989, un suceso que ha permanecido fresco en su memoria.

Con guion de Daniel Cebrián, también presente en Málaga junto a los productores Gerardo Herrero (Tornasol) y María Luisa Gutiérrez (Bowfinger), “Llegaron de noche” se ha puesto inesperadamente de actualidad debido a que, 32 años más tarde, el caso de la matanza se ha reabierto tras la anulación el pasado año del proceso contra los autores intelectuales del asesinato.

El juicio, celebrado en la Audiencia Nacional de España hace un par de semanas, concluyó con uno de los militares implicados, Inocencio Montano, condenado a 133 años y 4 meses de cárcel por aquel asesinato la noche del 15 al 16 de noviembre de 1989.

La noticia nos pilló con la película rodada y terminando. Por lo menos a este le han caído 130 años, pero a la mayoría de los culpables los amnistiaron inmediatamente y prácticamente todos están de rositas por la calle”, se ha lamentado el director, aunque celebra que el caso se haya reabierto en El Salvador y haya una orden de detención contra el presidente Cristiani “para que se presente a juicio, porque quería escabullirse”.

“Algo se mueve ahí, y si la película puede aportar algo, fantástico”, ha resumido, con una sonrisa en la cara.

La imposibilidad de rodar en El Salvador hizo que la producción se trasladara a Cali, ciudad natal de Juana Acosta, que por su parte dedicó meses a preparar el papel de Lucía con la propia Lucía, en su casa de California -no dice el lugar concreto por miedo, explica la actriz colombiana-, aun cuando han pasado más de 30 años de la terrorífica experiencia.

Lucía y su familia fueron engañados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, que los retuvieron y torturaron para que se echasen atrás en la versión de que los autores de la matanza de los jesuitas habían sido militares.

De ahí viene el nombre de la película, de la premonición del propio Ellacuría (Karra Elejalde) quien, en un momento de la película, comenta a sus compañeros “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares”.

Carmelo Gómez interpreta al padre Tojeira, uno de los supervivientes de la matanza, “no como un personaje, sino alguien lo mas parecido a la persona”, ha explicado Gómez, que asegura haberse conmovido el tiempo que convivió con los jesuitas para preparar la película por “cómo afrontan el compromiso con la vida, y con la muerte”.

“Llegaron de noche”, explica Gómez, “es una tragedia, con todos sus ingredientes, contada a través de una mirada fascinante, que es la de Juana (Lucía)”.

Gerardo Herrero ha agradecido la colaboración de los jesuitas, que aportaron “un montón de información” y el magnífico contacto de Lucía.

Por su parte, Gutiérrez ha abundado queesta película había que contarla; desgraciadamente, es muy actual, y ojalá sirva para remover conciencias y que se haga justicia sobre lo que pasó”.

“Yo creo que solo porque se haga justicia para esa familia que ha tenido que huir de su país del horror de una guerra como estamos viendo ahora tantas familias en Ucrania, solo por ellos, por honrarlos a ellos, debería ser vista esta película”, ha concluido Acosta.

Tras esta presentación, la cinta llegó el pasado viernes 25 a las salas españolas.

Fuente Religión Digital

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Un poema: Martirio de San Sebastián

Jueves, 20 de enero de 2022
anthonygayton-sebastian.2008
La memoria es confusa.
Imprecisas las crónicas que exaltan
la belleza certera del soldado,
el movimiento lento de su sombra
susurrando silencios a la tierra,
los cabellos oscuros como yeguas
que de noche galopan hacia el frío,
la mirada profunda
como el olvido azul de los océanos,
la boca contenida que se tensa
si la empuja el deseo hacia otra boca,
la ternura severa que los músculos
al amado prometen.
Así lo conocí. Casi desnudo
-la sola salvedad del paño púdico-.
entreabiertos los labios,
abrasados de amor los negros ojos,
las manos sometidas a la soga,
la espalda a la polícroma madera
sobre el diván dorado del retablo.
Tan fácil era entonces
confundir la piedad con la enojosa
certeza del instinto
que bajo el pantalón adolescente
bombeaba la sangre y dilataba
los infantiles límites.
Tan fácil que en el éxtasis devoto
-cansados los sentidos
por el olor a incienso, la luz débil,
el remoto bostezo de las tablas,
el polvo en la saliva, la viscosa
caricia de la cera-
se emboscara
el miedo al repentino amor oscuro
tras el torpe muchacho que yo era.
Violento y encarnado, el dios terreno
reclama el sacrificio cotidiano:
el ósculo sumiso con sabor
a sazón de cerezas, la armadura
desvelando al caer el limpio escudo
del agitado pecho,
las manos consagrando la caricia
sobre el fulgor del sátrapa
-¡qué dulce el Sebastián puesto en escorzo
contra el altar de lino y suaves sedas!-.
Desde su voz de niebla
vaporosa y sutil, el dios de viento
en el alma bizarra del soldado
inscribe la sentencia: el frío eterno,
la muerte en la piel rota, la milicia
celestial de los ángeles sin sexo,
el agua bautismal que lava el cuero
del cordero de dios recién salvado.
Celosas las deidades en combate
preferirán la pérdida
del manjar exquisito del pan tierno
y el vino fementado a la afrentosa
liturgia de la carne y de la sangre
sobre el lecho del otro.
Así lo conocí. Entre los colores
oleosos de las tablas flamencas,
la estofada madera castellana,
los lienzos venecianos
donde la luz endulza el rostro ambiguo
concentrado en el éxtasis
de aplacar el dolor con el deseo.
Sereno el gesto a veces,
dilatada la duda en las pupilas,
violentada la boca hasta el blasfemo
alarido.
O al filo de la ira
cuando la flecha marca el duro torso.
Así lo conocí. Como un espejo
del Callejón del Gato que devuelve
confusas las fronteras y las formas
si sobre el pecho tierno y desbarbado
esos primeros dedos
de aquella noche oscura en aquel coche
como saetas buscan el crujido
de la piel revelándose,
si el temblor en los labios
del aprendiz se frena
cuando un aliento tibio los alumbra,
si el peso de ese cuerpo que se clava
contra el novicio frágil
provoca el llanto al tiempo que lo amansa.
El soldado no duda ni decide;
sólo suave obedece.
Los ángeles entonan
deus tuorum militum, el himno
que ensalza la locura de los mártires;
violentos los arqueros, con canciones
obscenas le recuerdan a la víctima
la sumisión felina a las caricias
del poderoso amante de otro tiempo.
(Sebastián sólo escucha
la voz del propio sueño,
el murmullo del aire
ya extraño a los pulmones,
la vergüenza vencida
bajo la luz del alba de Spalato,
la soledad del hombre
que ansía ya el suplicio,
el líquido dolor que fertiliza
el suelo consagrado
como si en el extremo de los dardos
no habitara la carne,
sino la sangre sola…).
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Séptimo aniversario del martirio de los cristianos coptos decapitados por el Estado Islámico en Libia

Sábado, 15 de enero de 2022

Martires_2411768800_15869840_660x371La diócesis copto-ortodoxa de Samalut (Egipto) propone actos y un tiempo espiritual en su memoria

Murieron susurrando el nombre de Jesús. El video de su decapitación fue publicado en varias webs yihadistas. En él se percibía claramente que muchos de los mártires justo antes de ser asesinados susurraron las palabras ‘Señor Jesucristo’, aseguró Anba Antonios Aziz Mina, obispo copto católico (ahora emérito) de Guizeh

Los actos litúrgicos y eclesiales en conmemoración de los mártires coptos de Libia tendrán lugar del 1 al 15 de febrero y volverán a tener este año como epicentro el Santuario construido en su honor en el pueblo de al Awar, de donde procedían la mayoría de ellos

El flujo de peregrinos al santuario, aunque menor debido a los períodos de cierre forzoso y las medidas para combatir la pandemia, nunca se ha interrumpido

Los restos mortales de coptos muertos en Libia fueron encontrados a finales de septiembre de 2017 en una fosa común en la costa libia cerca de la ciudad de Sirte

(Agencia Fides).- Quince días de “despertar espiritual” para vivir en agradecido recuerdo a los que murieron hace siete años susurrando el nombre de Jesús mientras eran asesinados por un grupo de yihadistas. Esta es la propuesta dirigida a los cristianos egipcios por la diócesis copto-ortodoxa de Samalut, en la provincia de Minya, con motivo del séptimo aniversario del martirio de los veinte cristianos coptos egipcios asesinados en una playa de Libia en febrero de 2015 junto con su compañero de trabajo ghanés a manos de un grupo de terroristas del autodenominado Estado Islámico (Daesh).

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Los actos litúrgicos y eclesiales en conmemoración de los mártires coptos de Libia tendrán lugar del 1 al 15 de febrero y volverán a tener este año como epicentro el Santuario construido en su honor en el pueblo de al Awar, de donde procedían la mayoría de ellos.

Anba Pavnotios, obispo copto-ortodoxo de Samalut, al anunciar los eventos conmemorativos que consistirán en celebraciones litúrgicas, conferencias, visitas al santuario-museo y encuentros de oración. El obispo también invitó a todos a conservar los beneficios y bendiciones espirituales que los mártires de Libia podrán para hacer florecer a quienes los conmemoran con sincera gratitud.

El año pasado, debido a las medidas de distanciamiento social impuestas para contrarrestar la pandemia de COVID-19, solo un número limitado de personas pudo participar en la única liturgia celebrada en el santuario por Anba Pavnotios para conmemorar a los mártires de Libia. El flujo de peregrinos al santuario, aunque menor debido a los períodos de cierre forzoso y las medidas para combatir la pandemia, nunca se ha interrumpido.

Los 20 coptos egipcios y su compañero de trabajo de Ghana fueron secuestrados en Libia a principios de enero de 2015. El video de su decapitación fue publicado en varias webs yihadistas el 15 de febrero siguiente. Apenas una semana después de la noticia de la masacre, el Patriarca copto ortodoxo Tawadros II decidió inscribir sus 21 nombres en el Synaxarium, el libro de los mártires de la Iglesia copta, estableciendo que su memoria se celebrase precisamente el 15 de febrero.

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Los restos mortales de coptos muertos en Libia fueron encontrados a finales de septiembre de 2017 en una fosa común en la costa libia cerca de la ciudad de Sirte. Sus cuerpos fueron encontrados con las manos atadas a la espalda, vestidos con el mismo mono naranja que lucían en el macabro video filmado por los verdugos en el momento de su decapitación.

En el video de su ejecución, se percibía claramente que muchos de los mártires justo antes de ser asesinados susurraron las palabras ‘Señor Jesucristo’. Entonces, en una conversación con Fides, Anba Antonios Aziz Mina, obispo copto católico (ahora emérito) de Guizeh, aseguraba que el nombre de Jesús fue la última palabra que salió a sus labios. Como en la pasión de los primeros mártires, se encomendaron a Aquel que los acogería poco después. Y así celebraron su victoria, la victoria que ningún verdugo les puede quitar. Ese nombre susurrado en el último momento fue como el sello de su martirio”.

Fuente Religión Digital

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Maximiliano María Kolbe, un corazón donado…

Sábado, 14 de agosto de 2021

 Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…

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Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.

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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.

«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.

«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia.  La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores

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(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).

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Norman Pérez, el joven de la mochila que caminaba con los pobres

Miércoles, 9 de junio de 2021

norman-pbDel blog de Jesús Herrero, Santoral popular:

Desde sus años de bachillerato manifestó una tendencia a la acción social y política. Primero se hizo parte de la asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Luego se integró al movimiento juvenil Kigwe-Yacta (Tierra de Hermanos), cuya sede fue allanada y Norman con otro compañero fueron detenidos.

En esos años vivió en el barrio José Antonio Galán de Bosa. Allí, junto con los Misioneros Claretianos formaron una comunidad eclesial de base, de la cual él era el coordinador. Este compromiso cristiano lo mantuvo hasta el final de su vida.

Lo más probable es que el asesinato de Norman no quepa dentro de los cánones normales que usa la Iglesia para calificar a alguien como mártir o santo.

“Caminamos seguros de que el Señor sabrá convertir tanto dolor, sangre y muertes, que en el camino de la historia van dejando nuestros pueblos y nuestra Iglesia. Los últimos años han sido duros y violentos en América Latina. Esperamos que el Señor los convierta en semillas de resurrección”.

Norman Pérez Bello nació en Sogamoso (Colombia) el 29 de junio de 1967, tierra de dioses chibchas, hijo de la tierra, el maíz y el agua, guerrero por naturaleza. Cristiano y revolucionario por convicción.

Hizo sus primeros estudios y su bachillerato en establecimientos públicos. Se graduó de bachiller en el Instituto Integrado Joaquín González Camargo, de Sogamoso, en el año 1986.

Desde sus años de bachillerato manifestó una tendencia a la acción social y política. Primero se hizo parte de la asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Luego se integró al movimiento juvenil Kigwe-Yacta (Tierra de Hermanos), cuya sede fue allanada y Norman con otro compañero fueron detenidos.

Norman se destacó por su espíritu de servicio y solidaridad. Familiares y amigos recuerdan como en esos tiempos, lideró a sus compañeros para que bloquearan la calle y le exigieran al alcalde que la arreglara, porque se inundaba cada vez que llovía. También ante la catástrofe de Armero organizó una campaña de solidaridad para enviar ropa y alimentos a los sobrevivientes.

CAM01132En junio del 1988 ingresó a la Universidad Nacional a estudiar Psicología, al tiempo que trabajaba para sostenerse. Al final del 1989 se vinculó al trabajo pastoral de la parroquia San Bernandino, en el Barrio José Galán de Bosa. En esos años vivió en el barrio José Antonio Galán de Bosa. Allí,junto con los Misioneros Claretianos formaron una comunidad eclesial de base, de la cual él era el coordinador. Este compromiso cristiano lo mantuvo hasta el final de su vida.

Desde enero de 1990 vivió en Bosa, junto con otros compañeros, dedicado a estudiar Ciencias Sociales en la Universidad Distrital y animar diferentes grupos de pastoral.

En esa época el país terminaba con éxito un proceso de paz con el M19, pero también lamentaba el asesinato de varios dirigentes sociales y políticos. En 1991 se había hecho la Constitución y la esperanza se apoderaba de todos entre la muerte y las ilusiones. Es en ese contexto donde tiempo después, iban a asesinar a Norman Pérez, el líder juvenil de la mochila y de las comunidades eclesiales de base, el sensible hombre que caminaba con los pobres.

El 5 de junio de 1992 participó en la Asamblea Regional de las Comunidades Eclesiales de Base. Allí fue elegido para hacer parte de la delegación de Bogotá a la Asamblea Nacional que se celebraría al final del mismo mes en Cali. Este compromiso lo llenó de ilusión.

No alcanzó a participar en ese Encuentro porque el 10 de junio, hacia las 4 de la tarde, cuatro balas asesinas acabaron con su vida en la ciudad de Bogotá.

Al día siguiente se divulgó la noticia. Los habitantes de Bosa acudieron masivamente a una Eucaristía que se celebró en el templo parroquial. Sus familiares lo trasladaron esa misma noche a Sogamoso. Esto no fue obstáculo para que sus numerosos amigos fueran a acompañarlo con cantos y oraciones hasta su última morada. Así demostraron el inmenso cariño que le tenían. Sus familiares quedaron admirados al ver que el corto camino recorrido por Norman caló tan hondo, dejando a su paso una huella de amor, fraternidad y compromiso con la sociedad.

 Norman fue una víctima más de la locura terrorista del Estado colombiano, que cometió el la represión y el exterminio de miles de compatriotas, sólo porque no eran parte de los partidos tradicionales y querían buscar nuevos caminos con justicia, paz y dignidad.

CAM01130-850x310Lo más probable es que el asesinato de Norman no quepa dentro de los cánones normales que usa la Iglesia para calificar a alguien como mártir o santo. Sin embargo, en la Conferencia de Medellín (1968), se dice que: “América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada, cuando poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda promoción cultural y de participación en la vida social y política, violándose así sus derechos fundamentales… Allí donde encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor, más aún, un rechazo del Señor mismo”.

Y en la Conferencia de Puebla (1979) se señala que:“Caminamos seguros de que el Señor sabrá convertir tanto dolor, sangre y muertes, que en el camino de la historia van dejando nuestros pueblos y nuestra Iglesia. Los últimos años han sido duros y violentos en América Latina. Esperamos que el Señor los convierta en semillas de resurrección”.

Es evidente que, para la Iglesia Latinoamericana, luchar contra un estado de cosas injustas es luchar por el Reino de Dios que Jesús anunció y practicó. Y eso es lo que hizo Norman Pérez, un santo del Pueblo.

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Esperanza invencible para tiempos convulsos.

Martes, 25 de mayo de 2021

ob_b7f687_01-sanctuaire-1609-rachel-122725ºaniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine

Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 21/05/21.- El 21 de mayo 2021 se cumplen 25 años de la muerte de los monjes de Tibhirine: Christian, Christophe, Luc, Paul, Michel, Célestin y Bruno. Fueron beatificados en 2018 junto con otros religiosos y religiosas que perdieron la vida violentamente. Al acercarse la fecha he pensado mucho sobre qué sostuvo a aquella comunidad de monjes para mantenerse junto a sus vecinos musulmanes, que sufrían la misma violencia.

Qué les animó a un discernimiento tan profundo sobre su posición ante tal situación y seguir en el día a día de su vida monástica, atentos al crecimiento interior como comunidad, como personas que sentían el miedo ante la amenaza exterior, como monjes cristianos, atentos a la escucha, desde el corazón, de la palabra de Dios que iba indicando cómo y por dónde; y su compromiso con quienes reclamaban su ayuda, su palabra, su compañía…

También he estado pensando que el testimonio de los hermanos monjes de Tibhirine puede ser una luz inmensa para alumbrar el oscuro mundo de enfrentamientos de todo tipo: desidia y confrontación en la vida política a base de imagen y manipulación. Odio intencionado y expandido en el ambiente tras los aplausos del primer tramo de la pandemia, olvido de los que murieron y siguen muriendo… ¡Detrás de los números de las estadísticas hay personas!, pero se nos acostumbra el oído. Ambiciones económicas que impiden la vacunación a quienes no pueden pagar la vacuna. Violencia preocupante en Colombia. Conflictos enquistados en la historia que resurgen virulentos, como en Oriente Medio, palestinos y judíos en lucha desigual; inmigrantes en tantas fronteras del mundo, en nuestras costas y en el fondo del mar.

Y mientras le daba al “punto y aparte” llega a mis oídos la tensión entre Marruecos y España y la avalancha de personas intentando llegar a frontera a través de Ceuta…

Concluyo esta relación con un pensamiento bastante triste: el homo sapiens no es tan sabio como se cree y vive embutido en una espiral que, como no se pare a pensar y razonar hacia dónde va y qué destruye por el camino, sólo la Naturaleza quedará para poner el cartel de “Cerrado por incompetencia”.

¿En qué nos pueden ayudar en estos momentos los monjes de Tibhirine?  Su experiencia de vida nos mostrará que hay una esperanza invencible a la que todos estamos llamados. Dejemos que nos contagien…

Christian de Chergé, superior de la comunidad de Tibhirinese definía como “oculto testigo de una esperanza, de una esperanza invencible”. Muchos años antes de los sucesos, el 28 de junio de 1974, ya en Tibhirine, escribe a su familia y amigos de Francia, a modo de cartas. El primer texto lo titula: “Un hermano día a día, o crónica de la esperanza”: “Dividido en sentido horizontal por las exigencias fraternales de todos los días; dividido en sentido vertical por la loca esperanza de VER A DIOS, y tener que buscar el equilibrio de la cruz que transfigura toda realidad, a fin de arrancar a todo ser ese reflejo de Dios que revela la complicidad escondida del Creador y de toda Criatura; y por lo tanto la cualidad, la autenticidad humana de todo aquello que se logra con la esperanza invencible de una caridad (un amor) posible, simplemente porque DIOS ESTÁ ALLÍ”. Nos espabilan… “Para que cada detalle (en nuestra vida) recobre su importancia, es necesario con toda urgencia restituirle a la esperanza sus ojos de niño…” (“La esperanza invencible”, Christian de Chergé, Ed. LUMEN, págs. 8, 19, 20,21).

Restituir la esperanza en la vida, cada día, cada instante, abriendo bien los ojos del corazón que tienen la pureza de la mirada de los niños. ¿Difícil? Sin duda. Vivimos cercados por un individualismo desmedido; ejercemos una insana prepotencia ante las situaciones que, supuestamente, debemos controlar personal y férreamente; no está bien visto mostrar necesidad ni material ni afectiva; y todo servido en un auténtico desconocimiento de lo que es la esperanza, ese ingrediente necesario para seguir adelante erguidos, empáticos, compasivos, alegres, humanos… hermanos.

Mientras pensaba en el 25º aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine, llegó a mis manos algo que no tiene que ver con ellos pero que también me habla de esperanza de la buena, de la invencible. Es un pequeño folleto del año 1991, titulado: Siempre es posible la utopía” de Pedro Casaldáliga, Circular de Navidad, Año Nuevo 1991, más una entrevista que le hizo Benjamín Forcano, que me trae el eco de un hombre, religioso y obispo de los pobres y con los pobres: “Esperando contra toda esperanza, sí. Esta es nuestra esperanza como cristianos e incluso como Tercer Mundo. Voy a ser bien sincero: soy un hombre de esperanza. Ha sido un don del Señor. Los pobres me lo han enseñado, los mártires me lo han enseñado”. Gracias, Pedro Casaldáliga, hombre de esperanza hasta el fin.

Por último, recibo un whatsapp de una buena amiga comentándome el evangelio de Jn 16, 16-20: “Habla tan claro Jesús, nos lo explica tan bien, que es difícil no volver a la esperanza y, aunque sea a media luz, creer”.

El mundo necesita de esperanza y, como cristianos, hemos de indagar a qué nivel está la nuestra, con la que está cayendo (esta es una coletilla muy habitual en estos tiempos), reflexionar juntos, ahuyentando la desesperanza, confiados en que nuestra pequeñez se hace grande cuando nos unimos, sabiendo que no vamos solos, cuidándonos y cuidando, animados por el entusiasmo contra viento y marea.

Por cierto, la esperanza es la madre del entusiasmo, así que habrá que alimentar a la madre para que pueda nacer el hijo. Y Quien nos acompaña paso a paso nos susurra desde dentro de cada uno y desde el corazón de la comunidad: “Vuestra tristeza se convertirá en alegría”(Jn 16, 16-20); sin pedir permiso a los poderes del mundo.

Pentecostés está cerca y el Espíritu Santo es nuestro gran aliado: viviste en Tibhirine, al lado de los monjes y sus vecinos musulmanes. Acompañaste a Pedro Casaldáliga en su vida de resistencia junto a los pobres en su Brasil querido. Inspiras a quien lee la Palabra cada día.

¡Ven, Espíritu Santo, alimenta la esperanza en nosotros hasta que llegue a ser invencible! Amén.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Cardenal Koch: “El 80 por ciento de todos los perseguidos por su fe hoy son cristianos”

Miércoles, 28 de abril de 2021

unnamedEl presidente del Consejo para la Unidad rinde homenaje a los mártires del genocidio armenio

“Los cristianos de hoy no son perseguidos por ser ortodoxos u ortodoxos orientales, católicos o protestantes, sino por ser cristianos. El martirio hoy es ecuménico, y hay que hablar de un verdadero y propio ecumenismo de los mártires”

“Los mártires armenios nos abrieron los ojos a esta profunda visión al comienzo del sangriento siglo XX, marcado por las dos sangrientas guerras mundiales. Nos recordaron que el martirio no es un fenómeno marginal en el cristianismo, sino que es el núcleo mismo de la Iglesia”

El obispo electo de Rumbek, herido en un atentado

Tiroteado el nuevo obispo de Rumbek (Sudán del Sur), padre Cristian Carlassare

El obispo de Chimbote, indignado tras el asesinato de la misionera italiana Nadia De Munari

Una mirada al gran y sangriento martirio de los cristianos armenios y al martirio actual de tantos perseguidos sólo por ser cristianos; un martirio que es signo de amor, de fidelidad a Cristo y que puede ser semilla de unidad. Estos fueron los temas fuertes de la homilía pronunciada por el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con motivo de la conmemoración ecuménica celebrada en la basílica romana de San Bartolomé, en la Isla Tiberina, el Santuario de los nuevos mártires de los siglos XX y XXI, por el 106º aniversario del genocidio armenio.

En la liturgia ecuménica estuvieron presentes exponentes de la Iglesia Apostólica Armenia y de la Iglesia Católica de rito armenio, miembros de otras iglesias y comunidades cristianas y los embajadores de Armenia ante la Santa Sede e Italia.

El signo distintivo del martirio cristiano es el amor

El cardenal, recordando que Jesús transformó la violencia contra él en amor al ofrecer su vida en la cruz, dijo que “el mártir cristiano se caracteriza porque no busca el martirio en sí mismo, sino que lo asume como consecuencia de su fidelidad a la fe en Jesucristo.”

El signo distintivo del martirio cristiano es, pues, el amor. Puesto que el mártir pone en práctica la victoria del amor sobre el odio y la muerte, el martirio cristiano se manifiesta como un acto supremo de amor a Dios y a los hermanos.

Ecumenismo de los mártires

“El Concilio –señaló Koch- reconoce esta ‘prueba suprema de caridad’ no sólo en los mártires de la Iglesia católica, sino también en los de las demás Iglesias cristianas y comunidades eclesiales. Este profundo reconocimiento se ha extendido cada vez más entre nosotros, los cristianos, sobre todo en el último siglo, al principio del cual se produjo el gran y sangriento martirio de los cristianos armenios durante el genocidio de este pueblo”. Desde entonces -añadió- “el cristianismo se ha convertido cada vez más en una iglesia de mártires en un grado incomparable. De hecho, hoy hay incluso más mártires que durante la persecución de los cristianos en los primeros siglos. El 80% de todos los perseguidos por su fe hoy en día son cristianos.

La fe cristiana es hoy la religión más perseguida del mundo. Esta situación conlleva que hoy todas las Iglesias y Comunidades Eclesiales Cristianas tengan sus mártires. Los cristianos de hoy no son perseguidos por ser ortodoxos u ortodoxos orientales, católicos o protestantes, sino por ser cristianos. El martirio hoy es ecuménico, y hay que hablar de un verdadero y propio ecumenismo de los mártires.

Mirándolo desde esta perspectiva se percibe una unidad básica” entre los cristianos: de ahí el deseo del cardenal de que “la sangre de tantos mártires de hoy se convierta en semilla para la futura unidad del único Cuerpo de Cristo lacerado por tantas divisiones”.

El mártir no muere por una idea sino con Cristo

“Los mártires armenios -continuó el cardenal Koch- nos abrieron los ojos a esta profunda visión al comienzo del sangriento siglo XX, marcado por las dos sangrientas guerras mundiales. Nos recordaron que el martirio no es un fenómeno marginal en el cristianismo, sino que es el núcleo mismo de la Iglesia”. El mártir muere por amor, no por una idea, sino “con Cristo”, que “ya ha muerto por él”.

Los mártires armenios dieron testimonio de esta dimensión cristológica de manera especial. Como miembros de un Estado que fue el primer Estado cristiano de la historia, permanecieron fieles a su fe apostólica y dieron su vida por Cristo.

“Son en el sentido original de la palabra griega ‘martys'”, concluyó Koch, “es decir, testigos, ciertamente no sólo de palabra, sino también testigos de hecho de la fe. El cardenal también informó que el Papa Francisco se une en oración a la celebración de esta noche y ha enviado su bendición.

Al agradecer a los presentes, el arzobispo Khajag Barsamian, representante de la Iglesia Apostólica Armenia en Roma, citó a San Gregorio de Narek, monje, filósofo y místico armenio, que fue proclamado Doctor de la Iglesia en 2015 por el Papa Francisco, quien, en 2016, lo había citado durante la Oración Ecuménica por la Paz:

Acuérdate, Señor, … de los que son nuestros enemigos en el género humano, pero por ellos: perdónalos y ten misericordia. No extermines a los que me muerden: ¡transfórmalos! Extirpa su viciosa conducta terrenal y arranca lo bueno que hay en mí y en ellos (Libro de las Lamentaciones, 83:1-2).

Fuente Religión Digital

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Felipe y Mary Eugenia Barreda, dos vidas unidas en el amor y en el compromiso evangélico al servicio de los pobres

Miércoles, 10 de marzo de 2021

En Estelí María Eugenia, apoyada por su esposo y otros miembros de la comunidad cristiana, organizó un proyecto de ayuda a los niños y niñas más pobres, muchos de ellos huérfanos. Les proporcionaba comida, vestido y les posibilitó su escolarización

Motivados por su fe, Felipe y María Eugenia optaron por irse al norte del país a participar como voluntarios en el corte de café a fin de contribuir al desarrollo de Nicaragua

Felipe y Mary Barreda fue un matrimonio nicaragüense, profundamente cristiano y comprometido con su pueblo. Vecinos de la ciudad de Estelí, padres de familia, participaban y animaban las comunidades cristianas de la localidad. Se confesaban cristianos y sandinistas, porque para ellos no existía contradicción entre cristianismo y revolución. “Nicaragua, tan cristianamente revolucionaria, tan revolucionariamente cristiana”, en palabras de Ernesto Cardenal.

El matrimonio Barreda era amigo de los dos sacerdotes Fernando y Ernesto Cardenal. En Estelí María Eugenia, apoyada por su esposo y otros miembros de la comunidad cristiana, organizó un proyecto de ayuda a los niños y niñas más pobres, muchos de ellos huérfanos. Les proporcionaba comida, vestido y les posibilitó su escolarización.

La revolución sandinista en aquellos años, en la década de los 80s, buscaba la construcción de un pueblo de hombres y mujeres nuevos. La lectura del Evangelio llegó a ser para muchos cristianos la primera motivación de su compromiso revolucionario. Uno de aquellos mártires, Leonel Rugama, confesaba: “Un cristiano revolucionario es un soñador, un amante de la humanidad, que piensa en los demás antes que en sí mismo”.

Motivados por su fe, Felipe y María Eugenia optaron por irse al norte del país a participar como voluntarios en el corte de café a fin de contribuir al desarrollo de Nicaragua. Con los campesinos del lugar y jóvenes de la campaña de alfabetización constituyeron una comunidad cristiana para celebrar la Palabra de Dios, orar juntos y darle sentido al trabajo que realizaban.

El 28 de diciembre de 1982 los esposos Felipe y Mary Barreda fueron secuestrados por una banda de pistoleros, miembros de la contrarrevolución, más conocida como la Contra, financiada por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Los detuvieron junto con otros cuatro jóvenes y se los llevaron rumbo a Honduras. Felipe fue obligado a caminar varios kilómetros de rodillas. Se le negó el agua y al no poder subir un cerro fue amarrado a un caballo. Al amanecer su rostro estaba completamente bañado en sangre, asimismo su pecho, codos y rodillas. Sus ropas eran harapos y estaba casi desnudo. Él gritaba “¡Dios mío, llévame, Dios mío, llévame!”.

Los contrarrevolucionarios lo seguían arrastrando y golpeando, según el testimonio de los jóvenes que fueron secuestrados con ellos.  El campamento al que fue llevado en Honduras, llamado “Pino Uno”, era la base operacional en donde fue interrogado por un esbirro para sacarle información. Felipe no respondía a sus preguntas, solo clamaba a Dios, ante lo cual el dirigente del grupo de la “Contra”, un tal Pedro Javier, ordenó que lo amarraran desnudo a un árbol. Su esposa María Eugenia fue llevada ante su presencia con signos de haber sufrido torturas y abusos sexuales de forma colectiva. Ellos jamás revelaron información que fuera de provecho para los contrarrevolucionarios. Allí mismo, ambos fueron salvajemente golpeados y, cuando cayeron al suelo desvanecidos, fueron ametrallados.

Dos vidas, tan unidas en el amor y en el compromiso evangélico al servicio de los pobres, no las separó la muerte. Felipe y Mary Barreda, unidos en la vida y en el martirio, viven resucitados. Su testimonio nos reta a hacer presente en la historia la utopía del reino de Dios y nos interpela para que asumamos con pasión y alegría la causa de Jesús en la realidad de injusticia y muerte que hoy viven los pobres de la tierra y nuestro planeta.

(Sangre de Mártires. Fernando Bermúdez. 2020, Alfaqueque ediciones).

Fuente Religión Digital

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Un poema: Martirio de San Sebastián

Miércoles, 20 de enero de 2021
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La memoria es confusa.
Imprecisas las crónicas que exaltan
la belleza certera del soldado,
el movimiento lento de su sombra
susurrando silencios a la tierra,
los cabellos oscuros como yeguas
que de noche galopan hacia el frío,
la mirada profunda
como el olvido azul de los océanos,
la boca contenida que se tensa
si la empuja el deseo hacia otra boca,
la ternura severa que los músculos
al amado prometen.
Así lo conocí. Casi desnudo
-la sola salvedad del paño púdico-.
entreabiertos los labios,
abrasados de amor los negros ojos,
las manos sometidas a la soga,
la espalda a la polícroma madera
sobre el diván dorado del retablo.
Tan fácil era entonces
confundir la piedad con la enojosa
certeza del instinto
que bajo el pantalón adolescente
bombeaba la sangre y dilataba
los infantiles límites.
Tan fácil que en el éxtasis devoto
-cansados los sentidos
por el olor a incienso, la luz débil,
el remoto bostezo de las tablas,
el polvo en la saliva, la viscosa
caricia de la cera-
se emboscara
el miedo al repentino amor oscuro
tras el torpe muchacho que yo era.
Violento y encarnado, el dios terreno
reclama el sacrificio cotidiano:
el ósculo sumiso con sabor
a sazón de cerezas, la armadura
desvelando al caer el limpio escudo
del agitado pecho,
las manos consagrando la caricia
sobre el fulgor del sátrapa
-¡qué dulce el Sebastián puesto en escorzo
contra el altar de lino y suaves sedas!-.
Desde su voz de niebla
vaporosa y sutil, el dios de viento
en el alma bizarra del soldado
inscribe la sentencia: el frío eterno,
la muerte en la piel rota, la milicia
celestial de los ángeles sin sexo,
el agua bautismal que lava el cuero
del cordero de dios recién salvado.
Celosas las deidades en combate
preferirán la pérdida
del manjar exquisito del pan tierno
y el vino fementado a la afrentosa
liturgia de la carne y de la sangre
sobre el lecho del otro.
Así lo conocí. Entre los colores
oleosos de las tablas flamencas,
la estofada madera castellana,
los lienzos venecianos
donde la luz endulza el rostro ambiguo
concentrado en el éxtasis
de aplacar el dolor con el deseo.
Sereno el gesto a veces,
dilatada la duda en las pupilas,
violentada la boca hasta el blasfemo
alarido.
O al filo de la ira
cuando la flecha marca el duro torso.
Así lo conocí. Como un espejo
del Callejón del Gato que devuelve
confusas las fronteras y las formas
si sobre el pecho tierno y desbarbado
esos primeros dedos
de aquella noche oscura en aquel coche
como saetas buscan el crujido
de la piel revelándose,
si el temblor en los labios
del aprendiz se frena
cuando un aliento tibio los alumbra,
si el peso de ese cuerpo que se clava
contra el novicio frágil
provoca el llanto al tiempo que lo amansa.
El soldado no duda ni decide;
sólo suave obedece.
Los ángeles entonan
deus tuorum militum, el himno
que ensalza la locura de los mártires;
violentos los arqueros, con canciones
obscenas le recuerdan a la víctima
la sumisión felina a las caricias
del poderoso amante de otro tiempo.
(Sebastián sólo escucha
la voz del propio sueño,
el murmullo del aire
ya extraño a los pulmones,
la vergüenza vencida
bajo la luz del alba de Spalato,
la soledad del hombre
que ansía ya el suplicio,
el líquido dolor que fertiliza
el suelo consagrado
como si en el extremo de los dardos
no habitara la carne,
sino la sangre sola…).
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El matrimonio homosexual estuvo admitido en la Iglesia, con la misma validez que el heterosexual, desde el siglo VI al XIII

Miércoles, 28 de octubre de 2020

1064“La Iglesia no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas de los varones, sino que las santificaba ceremonialmente”

 “Una vez más se muestra que la enseñanza católica, considerada no pocas veces inamovible, cambia aunque sea tardíamente”

John Boswell , apoyado en fuentes documentales extraordinarias, presenta una tesis estremecedora: “La iglesia primitiva (siglos VI al XIII) no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas entre varones, sino que las santificaba ceremonialmente”

“Es innegable la antigua ceremonia cristiana de unión entre personas del mismo sexo, que tenía lugar en iglesias y era oficiada por sacerdotes”

“La ceremonia de unión de personas del mismo sexo durante el siglo XII, época de florecimiento de ceremonias matrimoniales litúrgicas, se transformó en un oficio completo”

Sergio y Baco, los santos católicos y gays que se cree fueron una pareja reconocida en la Antigüedad

El artículo, que sigue a esta introducción, salió publicado en el n º 85 de la revista Exodo. Las razones de darlo a conocer de nuevo son varias:

-El tema ha saltado a los “medios” con gran repercusión, debido a la posición que en estos días ha expresado el Papa Francisco sobre la homosexualidad, en la que modifica la severa y condenatoria valoración tradicional y admite la renovación y aprobación de la misma.

 –Una vez más se muestra que la enseñanza católica, considerada no pocas veces inamovible, cambia aunque sea tardíamente, dejando un reguero de daño y sufrimiento en muchos, de decepción y abandono en otros y, en general, una pérdida de credibilidad y prestigio para la misma Iglesia ante el mundo moderno.

Se hace justicia en especial a científicos y teólogos que se adelantaron a justificar la necesidad de una renovación, siendo injustamente censurados y sancionados.

-Y, otra razón: el que yo tuviera conocimiento del estudio de John Boswell, autor del libro “La bodas de las semejanzas”, libro de 606 páginas, y que yo busqué hasta hacerme con él y documentarme debidamente, antes de publicar este mi artículo.

 Con cierta sorpresa pude comprobar que, fundada y ampliamente se demostraba que el matrimonio homosexual estuvo admitido en la Iglesia con la misma validez que el matrimonio heterosexual, desde el siglo VI al XIII: “La Iglesia no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas de los varones, sino que las santificaba ceremonialmente”.

Por inesperada e inquietante que parezca, el autor muestra innegable la antigua ceremonia cristiana, que tenía lugar en las Iglesias y era oficiada por sacerdotes.

LA LEY DE LOS MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

La realidad toma la palabra

Me refiero naturalmente a la realidad humana. Porque humana ha sido siempre la realidad homosexual. Desde siempre, en casi todos los pueblos y culturas, ha existido esa realidad aunque no en todas ha sido idéntica la manera de valorarla.

Nos encontramos aquí con un tema que, de inmediato, nos asombra. Ha sido una constante su existencia y, sin embargo, han sido muchos los siglos de encubrimiento y de dolor. Al fin, parece amanecer un una nueva luz, que la estudia y reconoce.

Es cierto que la cultura heredada o dominante determina en gran parte los comportamientos de la sociedad. ¿Pero, qué ha ocurrido para que hoy, a poca distancia de lo anterior, las cosas comiencen a verse de otra manera?

La sociedad española -y el resto del mundo- se ha dividido en torno al tema del matrimonio homosexual: unos a favor y otros en contra. El sustrato de esa división está en la cultura, que alberga dos visiones distintas de percibir y entender. La división estaba latente, ha venido creciendo, pero ha sido hoy cuando el estudio histórico y la evolución cultural han permitido su manifestación pública.

La realidad de los sujetos sufrientes se ha hecho palabra, ha podido ser escuchada y ha originado debates, cuestionamientos y ha obligado a repensar el mundo heredado. El efecto del enfrentamiento –tanta veces ejercido negativamente en la historia- desaparece si se cambia la causa cultural que lo produce. No hay conflictos sin ideas que los sustenten.

Afortunadamente, el clima de una mayor libertad y pluralidad, los estudios históricos y científicos, nos han hecho salir del rechazo mutuo y del dogmatismo para encaminarnos a la escucha mutua y el diálogo. Es la hora del encuentro, del escuchar y comprender, del reflexionar y del activo respeto a las razones del otro. La verdad es de todos y entre todos debe ser fijada.

La práctica de la homosexualidad en la Europa premoderna.

homos2Sé que a muchos este punto les va a sorprender y, naturalmente, manifestarán inmediato rechazo. Pero, se impone aludir a él por ser rigurosamente histórico y servir para rectificar la imagen dogmática de que la homosexualidad ha sido siempre prohibida por el cristianismo. Rectificar en este punto, se nos ha dicho con palabras oficiales, sería capitular como nunca en uno de los puntos clave de la doctrina cristiana. La traición a la Biblia, a la Tradición y al Magisterio tendría aquí su grado máximo de postración.

Casi como preámbulo imprescindible, considero importante registrar la investigación realizada por John Boswell, – 12 años de trabajo- publicada en sus dos volúmenes “Las Bodas de las Semejanza”, con un total de 606 páginas (Muchnik Editores).

John Boswell , apoyado en fuentes documentales extraordinarias, presenta una tesis estremecedora: “La iglesia primitiva (siglos VI al XIII) no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas entre varones, sino que las santificaba ceremonialmente”.

Expongo algunos de sus puntos fundamentales.

Un lector moderno tiene una preocupación prácticamente obsesiva por el amor romántico y las pautas del emparejamiento en las sociedades antiguas. Pero, muy pocas de las culturas premodernas convendrían en admitir que “el fin de un hombre es amar a una mujer y el fin de una mujer es amar a un hombre” , sería esto una pobrísima medida del valor humano. De igual manera, el lector moderno supone casi universalmente que el amor romántico va unido inextricablemente al matrimonio, lo cual es un error histórico.

db502c82296901f4733En el Occidente moderno es notable el horror ante la homosexualidad, a partir sobre todo del siglo XIV. Pocas culturas han convertido la homosexualidad en ese tabú moral primario y singular que ha sido para la sociedad occidental: “el pecado innombrable”, “el vicio inmencionable”, “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre”. La magnitud de esta repulsión llega a considerar los actos homosexuales como más horribles que el mismo asesinato, el matricidio, el abuso de menores, el incesto, el canibalismo, el genocidio, e incluso deicidio, pues estos son mencionables, en tanto que los actos homosexuales no lo son y expresan categoría moral inferior. Debido a su condición de tabú los actos en cuestión no eran nombrados ni analizados, eran los pecados peores.

Son históricamente innegables las uniones litúrgicas entre personas del mismo sexo, por más que la sociedad occidental propenda en términos generales a excluirlas por pensar que el matrimonio es esencialmente unión de macho y hembra. A quienes están habituados a rechazar esas uniones entre personas del mismo sexo, les resultará difícil entender que esas uniones no son en la tradición occidental una aberración extraña.

En la investigación de Boswell encontramos algunas claves para la comprensión del tema.

1. El matrimonio no es declarado sacramento hasta el siglo XIII.

Antes del año 1000, la bendición (eclesiástica) de un matrimonio contraído de manera laica se consideraba un favor. La Iglesia no interfería en las bodas, las ceremonia eclesiástica era vista como un simple corolario de la boda pública, lo cual daba lugar a una gran flexibilidad de formas rituales y diversidades regionales. Los seres humanos de las sociedades cristianas se casaban, pero seguían las costumbres étnicas antiguas, algunas equivalentes a las leyes romanas y de las cuales derivó el derecho de la Iglesia.

En la Edad Media el motivo del matrimonio no era precisamente el amor, aun cuando existiera conexión entre uno y otro. Aunque a regañadientes, fue aceptado el concubinato y era corriente el divorcio. El divorcio y el nuevo matrimonio tras la muerte de un cónyuge fue oficial. Sólo posteriormente comenzaron a prohibirlos los primeros teólogos y fueron ellos y los canonistas quienes se esforzaron en cierta medida en exhortar al pueblo bajo que el matrimonio heterosexual era la única relación erótica legítima entre un hombre y una mujer y que debían hacerlo mediante un pacto exclusivo y permanente. De hecho, la Iglesia tuvo que esperar hasta el cuarto concilio Lateranense (1215) para declarar al matrimonio sacramento y elaborar reglas canónicas en el modo de celebrarlo.

2. La ceremonia de unión es entre personas del mismo sexo.

Sergio y Baco2La ceremonia de unión entre personas del mismo sexo “es cierto que tienen lugar en colecciones manuscritas de todo el mundo cristiano –desde Italia a la isla de Patmos y el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí- y se encuentran en algunos de los manuscritos litúrgicos griegos más antiguos de que se tiene noticia. Sin embargo, en la época en que esos manuales se imprimieron, el prejuicio en Occidente contra cualquier forma de interacción entre personas del mismo sexo muy pronunciado.

La ceremonia durante el siglo XII, época de florecimiento de ceremonias matrimoniales litúrgicas, se transformó en un oficio completo durante el cual se encendían las velas, ambas partes colocaban las manos sobre los Evangelios, unían la derecha, las manos eran atadas con la estola del sacerdote (o se cubría con esta ambas cabezas, además de incluir una letanía introductoria (como la de Barberini 1) , la coronación, la plegaria del Señor , la Comunión , un beso y, veces, un paseo alrededor del altar. Lo más probable es que dichas ceremonias se desarrollaran a través del incremento de la práctica local y de clérigos individuales elocuentes.

La ceremonia tiene lugar en una amplia variedad de contextos, pero el más corriente, con mucha diferencia, es el del matrimonio, por lo general en el orden siguiente: esponsales heterosexuales, ceremonia de un primer matrimonio heterosexual, ceremonia de un segundo matrimonio heterosexual, (oficio diferente, con énfasis menor en la procreación), y oficio de unión entre personas del mismo sexo. Alrededor del treinta por ciento de los manuscritos consultados para este estudio el matrimonio heterosexual aparece inmediatamente antes o inmediatamente después de la ceremonia de unión entre individuos del mismo sexo” ( Cfr. Las Bodas de la Semejanza, pp. 321-323).

En esta ceremonia cabe resaltar tres elementos importantes: 1º) Solemnizan una unión voluntaria y emocional entre dos personas. 2º) La ceremonia es homosexual en el sentido más obvio de esta palabra (de un solo sexo). Si lo era con sentido erótico es tan difícil de responder como en el caso de parejas heterosexuales sin hijos: “El vivir juntos por un largo tiempo y el compartir un hogar debieron ser determinantes decisivos de una pareja compuesta por un hombre y una mujer en su contexto social concreto (es decir, entre vecinos, amigos y parientes), tuvieran o no hijos o hubieran o no participado en un servicio religioso en la Iglesia. Y en el caso de la ceremonia de unión entre personas del mismo sexo , lo más probable es que, a ojos de los cristianos corrientes, el que ambas personas permanecieran ante el altar con las manos unidas (símbolo tradicional del matrimonio) , el que fuesen bendecidas por el sacerdote, compartieran la comunión y ofrecieran luego un banquete a la familia y los amigos –todo ello, parte de la unión entre individuos del mismo sexo en la Edad Media- significase un matrimonio” (Idem, pp. 327-330).

Todo esto nos dice que, por inesperada e inquietante que parezca, es innegable la antigua ceremonia cristiana de unión entre personas del mismo sexo, que tenía lugar en iglesias y era oficiada por sacerdotes.

La práctica homosexual en el Occidente moderno

Nuevo hecho: obsesión contra la homosexualidad

“A partir del siglo XIV, escribe Boswell, Europa occidental fue dominada por una furiosa obsesión contra la homosexualidad, considerada como el más horrible de los pecados” (Idem, p. 447).

La unión entre personas del mismo sexo comenzaron a ser consideradas como sospechosas y, en muchos lugares, a ser prohibidas y castigadas por la cárcel y la pena capital. La evolución hacia la prohibición y desaparición fue muy lenta, pues se trataba de un ritual antiguo, muy arraigado y que, pese a todo, seguía practicándose en muchas partes con la misma naturalidad que el matrimonio heterosexual. Más que argumentos en contra, operaba una especie de repulsión visceral y, en virtud de ella, las ceremonias fueron poco a poco reprimidas y en los rituales litúrgicos se observaban hojas arrancadas, mutiladas o deformadas.

Por otra parte, la mayor parte de los antropólogos hasta fechas relativamente recientes, se vendaron los ojos para no analizar estos hechos históricos, que les parecían desconcertantes y lanzaron pantallas de humo que oscurecían sus aspectos más inquietantes.

A partir de los finales del siglo XX “Los estudiosos ya no pueden presumir de una investigación social seria sobre la base del supuesto, moral o empíricamente erróneo, de que los sentimientos o la conducta homosexuales son “anormales” , peculiares, o intrínsecamente improbables.

En las primeras décadas del siglo XX fue un hecho corriente en Europa afirmar que existen culturas que no incluyen el erotismo entre individuos del mismo sexo; los avances científicos de los años cuarenta y cincuenta fueron debilitándolas y en la actualidad los científicos sociales las consideran con escepticismo y sólo como prueba de un patrón cultural inusual, que requiere una comprobación verdaderamente sólida. No obstante, gran parte de los datos antropológicos acumulados antes de las últimas décadas llevan estampado , y de forma muy visible, el sello de la mojigatería, la ignorancia o la reticencia a este respecto, y a menudo dan la impresión de que en las culturas no industriales la homosexualidad era desconocida” (Idem, Pg. 464-465).

Aunque no es fácil, por encontrarse agotado, recomiendo a los lectores acercarse a las 114 páginas de la obra del Boswell, que recogen 18 TEXTOS, con rigurosa anotación de los Documentos en que aparecen, y comprobar en ellos el desarrollo de la ceremonia matrimonial entre personas del mismo sexo: cómo los recibe el sacerdote, donde se colocan los que se unen, los gestos que unos y otros hacen, las lecturas, oraciones, himnos o salmos que recitan, etc. etc.

Influencia del papel ideológico de la Iglesia en la Europa moderna

No deja de sorprender, después de lo expuesto anteriormente, cómo es posible haber llegado a nuestros días con esa furiosa obsesión contra la homosexualidad y los homosexuales. Lo hemos experimentado con ocasión de la aprobación de la Ley de Matrimonios Homosexuales (1 de julio de 2005) en nuestro país. ¡Qué cosas no se dijeron y qué juicios no se vertieron por algunos jerarcas católicos sobre esta ley! El punto culminante fueron las movilizaciones públicas con plástica presencia de numerosos obispos, nunca sin embargo presentes en la calle para denunciar otras injusticias graves o reivindicar derechos humanos lesionados.

La polvareda pasó y es hora de ordenar y esclarecer un poco la verdad de los hechos. Urgente cometido porque todavía siguen resonando, en una y otra parte, palabras oficiales, que resultan obviamente duras: “La particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia , más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. La inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, 3, – I-X-1986-).

Fuente Religión Digital

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Ramón Hernández Martín: El lado oscuro de la vida. Martirio y santidad.

Miércoles, 26 de agosto de 2020

Etica-cuidado_2229687080_14589939_667x375La mañana nos obliga hoy a asomarnos al lado quizá más oscuro de la vida humana, al abismo infernal que, por mor de intereses y pasiones, los humanos se arrojan unos a otros. Dios no ha creado infiernos sencillamente porque no tiene poder para hacerlo, siendo como es él un Dios de ser, de positividad y de amor. Pero el hombre sí que lo tiene debido al error de perspectiva que puede cometer por su cortedad de miras al perseguir intereses a flor de piel y buscar el disfrute precipitado de cosas que le dañan.

Un infierno es, desde luego, el alcoholismo que anega en toxicidad las neuronas hasta hacerles creer que no hay vida fuera del encharcamiento en que se encuentran. Y también lo es la drogadicción por el paraíso alucinógeno que lleva aparejado, paraíso que suplanta todas las dimensiones y expectativas de la vida humana. Pero si estos infiernos, podría decirse, son individuales, incluso cuando uno ha sido arrastrado a ellos por otros, el horror que crean las armas es el más atroz de todos los infiernos porque su objetivo no es ya crear sucedáneos de vida individual, sino arrebatarla de forma indiscriminada, cruel y despiadada, por intereses tan mezquinos y parciales como el poder o la riqueza de unos pocos.

Esta prolija introducción se debe a que, un día como hoy de 1945, la humanidad, concentrada esencialmente toda ella en Hiroshima, recibió el pavoroso impacto de una bomba atómica, la primer arma de destrucción masiva que descargó toda su fuerza sobre la piel de ciudadanos normales, completamente ajenos a los intereses que se estaban jugando a otro nivel. La intensa radiactividad desplegada por esa bomba mató en pocos segundos a más de setenta mil personas y a decenas de miles más en los días y semanas siguientes. Creyendo que el castigo no había sido lo suficientemente duro, tres días después se lanzó otra bomba atómica sobre Nagasaki, con similar devastación. Cierto que se detuvo así una guerra que, de haberse continuado, habría producido quizá el doble o triple de víctimas, pero, además de que nunca se podrá justificar el sacrificio de una víctima inocente, hemos de reconocer que el lanzamiento de esas bombas causó un gran horror dentro de otro mayor, el de la guerra, de cualquier guerra, aunque sus únicos muertos fueran soldados obligados a combatir con quienes, de conocerse, probablemente podrían ser sus amigos.

El hecho nos lleva a la espantosa contemplación de la industria de la muerte que ha desarrollado la tecnología humana. Cierto que la autodefensa ha acelerado el desarrollo de tecnologías válidas para otros muchos usos que no sean el de matar, aunque, armándose de sentido común, valga el oxímoron, uno no entiende por qué la autodefensa agudiza más el ingenio que el hecho de no pasar hambre, hecho que, de suyo, mata a tantos diariamente de otra forma. Los cristianos deberíamos tener claro en este contexto que el “no matarás” incluye la fabricación de instrumentos de muerte. Se puede matar a un ser humano con una piedra o con un cuchillo de cocina, pero esos no son de suyo herramientas de muerte. Los fusiles, las granadas, los tanques y las bombas de toda clase, desde las caseras a las nucleares y bacteriológicas, son fabricados para matar, son instrumentos de muerte. ¡Qué ciega ha estado durante siglos nuestra Iglesia, esa que, habiendo sido creada como instrumento de vida, ha jugado descaradamente con la muerte por intereses que nada tenían que ver con la paz, cuando ella estaba obligada a predicar en todo tiempo y lugar la concordia y el amor!

Cierto que es muy encomiable y que nunca será reconocida del todo la inmensa labor de los cristianos en favor de la vida de los hombres en tantos lugares y tiempos como, por ejemplo, hace patente la actual pandemia, cuando un simple virus está llevando la delantera a una humanidad tan tecnificada y avanzada. Pero se trata de una encomiable labor de voluntariado que también se da en ámbitos muy alejados de la Iglesia, labor que brota del corazón compasivo de tantos seres humanos, aunque ni siquiera sean creyentes. Falta, pues, ver la alineación clara y precisa de nuestra Iglesia en favor de la vida no solo de los no nacidos, sino también de todos los nacidos. La Iglesia, como institución y agrupación humana, debería pasarse los días gritando la sinrazón de los hombres que hacen posible el hambre y, buscando la muerte violenta de muchos, cometen el horrendo pecado de fabricar armas mortíferas en vez de arados, azadones y mangueras de riego, pongamos por caso. Será mejor perder el tiempo debatiendo si las mujeres son “dignas de lo santo”, es decir, de ejercer los ministerios sagrados, o hilando fino sobre cómo, cuándo y con quién el ser humano puede desfogarse sexualmente. ¡Qué empecinamiento y qué cobardía!

El día nos pone en la mesa la presencia de un hombre en cuyo hieratismo parecían reflejarse todas las tristezas humanas. Eso fue lo que me pareció cuando un Miércoles de Ceniza, en Santa Sabina de Roma, tuve la ocasión de saludarlo y desearle “buena será”. Me refiero al santo varón, también santo canónico, que fue y sigue siendo en su magisterio, al papa Pablo VI, que murió un día como hoy de 1978. Mérito suyo sin ninguna duda fue la culminación de la magna obra emprendida por su predecesor, Juan XXIII, el Concilio Vaticano II, un concilio de siembra retardada cuyos principales frutos, es de desear, se verán en los años venideros. Un hombre inteligente y perspicaz, pero lastrado, a mi modesto entender, por una formación espiritual que le obligaba a mirar más a las alturas del cielo que a las cloacas de la tierra y que por ello, seguramente, nunca pudo entender la legítima y auténtica función de la sexualidad en la vida humana. Siendo yo todavía un recién nacido al pensamiento crítico, el mismo día en que fue publicada su “Humanae vitae” la leí de un atracón y me llevé un cabreo teológico monumental. ¡Bendito amigo san Pablo VI, ahora que vives en la claridad total, libra a la Iglesia que te honraste en presidir de la oscuridad que la sigue dominando!

Ahondando en la historia, hoy nos encontramos, además, con otro terrible episodio de muerte en España, en el que tiene mucho que ver la fe de los creyentes, de unos como justicieros diábolos y de otros como mártires devotos. En efecto, un día como hoy del año 953, doscientos monjes benedictinos del monasterio de san Pedro de Cardeña fueron ajusticiados por tropas musulmanas omeyas de Al-Ándalus en plena Reconquista española. Cuenta la leyenda que, en el aniversario de su muerte, el claustro del monasterio en el que fueron enterrados se empapaba de sangre. Parece ser que tan gran prodigio cesó de repente a finales del s. XV, cuando los árabes fueron definitivamente expulsados de la península ibérica. Sea o no cierto, lo terrible es la constatación de que han sido muchas las víctimas humanas cuya ejecución se ha atribuido a mandatos divinos en unos contextos en los que lo divino no era más que un instrumento mortífero en manos de los hombres.

Urge, pues, que los cristianos de nuestro tiempo llamemos al pan, pan, y que pongamos cada cosa en su sitio, discerniendo claramente lo que son sublimes mandatos divinos de los rastreros intereses humanos. No podemos de ningún modo jugar con mandatos tan claros como dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, consolar al triste, albergar al peregrino y hacer, en suma, cuanto favorezca la vida de quienes viven a nuestro alrededor o en cualquier otra parte del mundo. La cosa es tan clara como que los cristianos estamos obligados a propugnar todo lo que favorece la vida humana y a luchar a brazo partido (aquí sí que deberíamos usar todas las armas disponibles) contra todo lo que la deteriora. ¡A buen entendedor, pocas palabras, pues no otra cosa significa que Jesús pasó por la vida haciendo el bien!

Ramón Hernández Martín

Fuente Fe Adulta

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Maximiliano María Kolbe, un corazón donado…

Viernes, 14 de agosto de 2020

Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…

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Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.

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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.

«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.

«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia.  La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores

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(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).

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“Tiempos de gracia”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 30 de julio de 2020

Este año se cumplen cuarenta años del asesinato de dos grandes testigos del evangelio en circunstancias trágicas ya que ambos murieron por su fidelidad a Cristo. Me refiero al jesuita Luis Espinal y a Monseñor Óscar Romero, asesinados con una diferencia de tres días; uno en Bolivia y el otro en El Salvador por el único delito de amar a los demás.

Suena extraño explicarlo así, pero una actitud semejante fue la causa del asesinato de Jesús de Nazaret, en este caso por amor extremo, ejemplo al que seguían esos dos seguidores suyos. El amor trinitario del que Bruno Forte afirma que el Padre es el amante, el Hijo el amado y el Espíritu es el encuentro entre ambos en perfecta comunión que la entenderemos cuando veamos a Dios “cara a cara”.

Espinal y Romero murieron por no ser políticamente correctos frente a la injusticia, es decir, por defender al desvalido como a un hermano, por amor. La fiesta del Espíritu Santo y después la Trinidad no se alejan de la Pascua sino que la circunscriben a lo esencial: el amor de Dios al mundo, hoy y aquí, cuando la vida corre peligro por ser fiel al Mensaje frente al ritualismo silente, excluyente, tras un virtuosismo hueco de amor que ignora lo que el Maestro nos enseñó.

Para cambiar las cosas no vale la falsa prudencia, como bien lo saben las personas tocadas por el verdadero amor. La prudencia es virtud mientras que la cobardía es todo lo contrario. Jesús nos habló del reparto de talentos y lo mal que le fue al que recibió uno cuando lo guardó  por su cobardía disfrazada de prudencia y por la falta de confianza. En los poemas del mártir Espinal se recoge bien esta idea: Hemos sido prudentes (en realidad, cobardes) y nos hemos cuidado; pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos… Y en otro poema refuerza estos pensamientos: Líbranos, Señor, del silencio “prudente” (sic) para no comprometernos. Que nunca tu Iglesia sea Iglesia del silencio que no calla ni ante el guante blanco ni ante las armas.

No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión, a ser cristianos mudos, que mientras no les toquen a ellos, se quedan tranquilos aunque se cuartee el mundo. Por reflexiones similares a estas de Luis Espinal llevadas a la práctica, asesinaron a Jesús de Nazaret y a muchos de sus seguidores, Espinal y Romero incluidos. La prudencia es virtud que Jesús supo administrar y de qué manera: habló y calló cuando era necesario, no cuando le vino bien. De hecho, no contemporizó con sus enemigos para mejorar su cada vez más difícil situación personal.

¿Por qué confundimos tantas veces el amor cristiano con una especia de platonismo celestial carente de todo compromiso? ¿O con una actitud comprometida desde una ideología política violenta? Cada vez que actuamos así apelando a Cristo, borramos la esencia de lo que Jesús predicó y de su implicación para salvar especialmente a los más desfavorecidos, precisamente por serlo, implicado como estuvo en que la religión no fuera la excusa perfecta para mantener la injusticia basada en la exclusión, ajena al Dios Amor. No podemos en ensalzar al Dios de Jesús templando gaitas con el poder que utiliza a Dios para perpetuarse, ni ser tampoco los abanderados de medios violentos y cainitas que Jesús rehusó. Por ambas cosas murieron Jesús, Espinal y Romero. No traicionemos el amor cristiano disfrazándolo de luchas de poder o de falta de compromiso, parapetados en ritos que solo se representan a sí mismos.

Tampoco se trata de hacer una Contracruzada, sino de vivir nuestra fe, valientes y firmes, dando testimonio allí donde nos ha tocado; dando ejemplo gracias a la fuerza del Dios Trinidad que insufla sobre lo débil para hacerse fuerte entre nosotros. En medio de este tiempo difícil, Dios empuja fuerte para que descubramos mediante una actitud de escucha humilde una experiencia enteramente nueva en medio del infortunio y las debilidades.

La audacia del amor tiene reglas y sus frutos se recogen tras la puerta estrecha.

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Un poema: Martirio de San Sebastián

Lunes, 20 de enero de 2020
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La memoria es confusa.
Imprecisas las crónicas que exaltan
la belleza certera del soldado,
el movimiento lento de su sombra
susurrando silencios a la tierra,
los cabellos oscuros como yeguas
que de noche galopan hacia el frío,
la mirada profunda
como el olvido azul de los océanos,
la boca contenida que se tensa
si la empuja el deseo hacia otra boca,
la ternura severa que los músculos
al amado prometen.
Así lo conocí. Casi desnudo
-la sola salvedad del paño púdico-.
entreabiertos los labios,
abrasados de amor los negros ojos,
las manos sometidas a la soga,
la espalda a la polícroma madera
sobre el diván dorado del retablo.
Tan fácil era entonces
confundir la piedad con la enojosa
certeza del instinto
que bajo el pantalón adolescente
bombeaba la sangre y dilataba
los infantiles límites.
Tan fácil que en el éxtasis devoto
-cansados los sentidos
por el olor a incienso, la luz débil,
el remoto bostezo de las tablas,
el polvo en la saliva, la viscosa
caricia de la cera-
se emboscara
el miedo al repentino amor oscuro
tras el torpe muchacho que yo era.
Violento y encarnado, el dios terreno
reclama el sacrificio cotidiano:
el ósculo sumiso con sabor
a sazón de cerezas, la armadura
desvelando al caer el limpio escudo
del agitado pecho,
las manos consagrando la caricia
sobre el fulgor del sátrapa
-¡qué dulce el Sebastián puesto en escorzo
contra el altar de lino y suaves sedas!-.
Desde su voz de niebla
vaporosa y sutil, el dios de viento
en el alma bizarra del soldado
inscribe la sentencia: el frío eterno,
la muerte en la piel rota, la milicia
celestial de los ángeles sin sexo,
el agua bautismal que lava el cuero
del cordero de dios recién salvado.
Celosas las deidades en combate
preferirán la pérdida
del manjar exquisito del pan tierno
y el vino fementado a la afrentosa
liturgia de la carne y de la sangre
sobre el lecho del otro.
Así lo conocí. Entre los colores
oleosos de las tablas flamencas,
la estofada madera castellana,
los lienzos venecianos
donde la luz endulza el rostro ambiguo
concentrado en el éxtasis
de aplacar el dolor con el deseo.
Sereno el gesto a veces,
dilatada la duda en las pupilas,
violentada la boca hasta el blasfemo
alarido.
O al filo de la ira
cuando la flecha marca el duro torso.
Así lo conocí. Como un espejo
del Callejón del Gato que devuelve
confusas las fronteras y las formas
si sobre el pecho tierno y desbarbado
esos primeros dedos
de aquella noche oscura en aquel coche
como saetas buscan el crujido
de la piel revelándose,
si el temblor en los labios
del aprendiz se frena
cuando un aliento tibio los alumbra,
si el peso de ese cuerpo que se clava
contra el novicio frágil
provoca el llanto al tiempo que lo amansa.
El soldado no duda ni decide;
sólo suave obedece.
Los ángeles entonan
deus tuorum militum, el himno
que ensalza la locura de los mártires;
violentos los arqueros, con canciones
obscenas le recuerdan a la víctima
la sumisión felina a las caricias
del poderoso amante de otro tiempo.
(Sebastián sólo escucha
la voz del propio sueño,
el murmullo del aire
ya extraño a los pulmones,
la vergüenza vencida
bajo la luz del alba de Spalato,
la soledad del hombre
que ansía ya el suplicio,
el líquido dolor que fertiliza
el suelo consagrado
como si en el extremo de los dardos
no habitara la carne,
sino la sangre sola…).
*
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Jon Sobrino: “Romero vivió y murió como Jesús de Nazaret”

Jueves, 26 de septiembre de 2019

MOns. Romero“Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión”

Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”

Termino con las palabras ya citadas por Ignacio Ellacuría: “Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. Palabras de mártir a mártir

¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret

Escribo desde San Salvador, donde ya había vivido durante tres años, desde 1977, cuando Romero fue nombrado arzobispo, hasta su asesinato en 1980. Lo que estoy a punto de decir es algo conocido entre nosotros. En otros lugares, a pesar de aceptar e incluso admirar a Monseñor Romero, el enfoque puede ser diferente, y a menudo lo es.

Creo que personas como Ellacuría -mártir a su vez- o este siervo que soy, pueden añadir algo, a saber, la experiencia personal, directa e inmediata de Monseñor Romero. Durante la misa, Ellacuría dijo: Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. No lo dijo por su aguda inteligencia, sino por su contacto real con el arzobispo. Por mi parte, en virtud del contacto personal con él, lo primero que escribí y dije después de su asesinato fue que “Monseñor Romero creía en Dios”.

Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”. La “sustancia” era el verdadero Oscar Romero, su acción y su palabra, su total confianza en Dios, su total obediencia a Dios y su total entrega a los pobres y víctimas de este mundo.

No era necesario declararlo santo

En El Salvador, el 24 de marzo de 1980, el día de su asesinato, nadie pensó en términos de canonización, pero mucha gente habló de la excelencia humana, cristiana y arzobispal de Monseñor Romero. Llorando, una campesina dijo: “Mataron al santo”. Pocos días después Don Pedro Casaldáliga escribió: “San Romero de América, nuestro pastor y mártir”. Nadie pensó que sería necesario trabajar en alguna curia para declararlo santo.

No sucedió como en otras ocasiones. Cuando murió José María Escrivá de Balaguer, muchos se apresuraron a obtener su canonización. Cuando murió Madre Teresa de Calcuta, la estima por sus virtudes ya era grande, especialmente por su amorosa parcialidad hacia los que sufren y abandonados, y se esperaba su canonización. Cuando murió el Papa Juan Pablo II, se escuchó el grito “santo de inmediato”.

Nada de esto sucedió después de la muerte de Oscar Romero. Y vale la pena recordar que el mismo día en que fue enterrado el muerto Romero, se vivieron los horrores que había enfrentado el Romero vivo: en la plaza de la catedral llena de personas, estallaron bombas, muchos huyeron en busca de refugio y dejaron allí una montaña formada con cientos de zapatos. El delegado oficial del Papa, Monseñor Corripio, entre otros, pidió que fuera llevado inmediatamente al aeropuerto. Por otro lado, hay una foto en la que se puede ver a seis sacerdotes cargando sobre sus hombros el ataúd de Monseñor Romero, y entre ellos al Padre Ignacio Ellacuría.

el-romero-de-cerezoVayamos a la sustancia. Monseñor Urioste solía repetir que Romero era el salvadoreño más amado por las mayorías oprimidas y el más odiado por las minorías de los opresores.

Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión

¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret.

Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión. Cuando la realidad era positiva para los pobres, Monseñor Romero proclamó la verdad como evangelio -buenas noticias- con alegría y regocijo.

Cuando la realidad era negativa, era miseria, opresión y represión, crueldad, muerte -especialmente para los pobres- Monseñor Romero decía la verdad como una mala noticia, denunciando y desenmascarando, y la decía con dolor. Rico en verdad, Romero fue un evangelizador sincero y un profeta incorruptible.

Como “anunciador de la verdad”, Mons. Romero expresó juicios sobre la realidad, sobre toda la realidad. Dejó que “la realidad tomara la palabra” (Karl Rahner) y tuvo la honestidad de hacer pública la palabra hablada por la realidad misma.

Sobre la base de estos principios Monseñor Romero habló la verdad de una manera sin precedentes en el país, ni antes ni después de él.

romero_01Lo dijo enérgicamente, porque se basaba en el principio esencial y fundamental: “No hay nada tan importante como la vida humana, como la persona humana. Sobre todo, la persona de los pobres y oprimidos” (16 de marzo de 1980). En Puebla le preguntó a Leonardo Boff: “Ustedes los teólogos nos ayudan a defender lo mínimo, que es el don más grande de Dios: la vida”. La proclamó ampliamente, para poder decir “toda” la verdad. Por esta razón su Eucaristía en las misas dominicales en la catedral podía durar una hora y media o más. Lo dijo públicamente, “desde los tejados” como lo pidió Jesús, en la catedral y a través de la estación de radio diocesana YSAX, que fue repetidamente objeto de ataques con bombas y sufrió interferencias. Su última homilía tuvo que ser pronunciada frente a un teléfono conectado a una estación de radio en Costa Rica. La YSAX sigue emitiendo, pero, sin Monseñor Romero, ha perdido el extraordinario valor que tenía. Romero decía la verdad de manera popular, aprendiendo muchas cosas del pueblo, de modo que, sin saberlo, los pobres y los campesinos eran en parte, coautores de sus homilías y de sus cartas pastorales: “Tú y yo escribimos la cuarta carta pastoral” (6 de agosto de 1979); “Tú y yo hacemos esta homilía” (16 de septiembre de 1979). Y formuló frases notables sobre su relación con el pueblo para decir la verdad: “Siento que el pueblo es mi profeta” (8 de julio de 1979); “Hemos hecho una reflexión tan profunda que creo que el obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo” (9 de septiembre de 1979).

Respetaba y apreciaba la razón

Y fue popular también porque Monseñor Romero respetaba y apreciaba la “razón”, el pensamiento de la gente, de la gente sencilla. Y evitó con éxito la infantilización religiosa, un riesgo siempre presente en el trabajo pastoral.

En América Latina, y ciertamente en El Salvador, creo que un buen número de personas aceptan la “opción por los pobres”. Podemos decir que ya pertenece a la ortodoxia eclesial, con el riesgo de que toda ortodoxia suavice la aspereza y diluya lo fundamental. Sin subestimar las cosas bien dichas sobre los pobres y la pobreza en Puebla, especialmente la impresionante letanía de los rostros de los pobres (n. 32-39), su multitud (n. 29), las causas estructurales de la pobreza y las necesidades de los pobres (n. 30), insisto en una comprensión más precisa de la opción, que aparece en la formulación teológica de Puebla. Dice en el n. 1142 del documento: “Los pobres merecen una atención preferencial, sea cual sea la situación moral o personal en la que se encuentren. Hecho a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen de ellos es borrosa e incluso indignada. Por eso Dios los defiende y los ama”.

Asesinato-arzobispo-Oscar-Romero-marzo_LNCIMA20130628_0300_27Ese campesino había comprendido bien la opción de Monseñor Romero por los pobres: “Nos defendió a los pobres”. No tengo nada más que añadir a este solemne juicio del campesino. Ni al lenguaje que usaba: defendía “nosotros los pobres”, es decir, nosotros “los que somos pobres”. La conclusión es que Monseñor Romero no sólo amó a los pobres y oprimidos del país, sino que también los defendió. Semana tras semana defendió a los pobres y a las víctimas con la verdad que proclamó públicamente en sus homilías. Estimuló la organización popular y la asistencia jurídica para defender a los campesinos y a las víctimas. Cuando la represión se desató, abrió las puertas del seminario central de San José de la Montaña para recibir a los campesinos que huían de Chalatenango, algo que ciertamente molestaba a varios obispos. Leer más…

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