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Gerardo Villar: Ocupados, no preocupados.

Viernes, 14 de octubre de 2022
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DBF602C4-D066-4B98-AD6C-B2998EBC0E9ALos problemas son muchos. Las realidades difíciles son muy variadas. En la sociedad, en la política, en la economía, en la iglesia, en el mundo de las guerras… Y ante tanto problema y dificultad nos paramos a pensar qué hacemos. Podemos dedicar el tiempo a ver las dificultades, a lamentarnos, a comentar todo ello. Me gustó mucho cuando ayer nos decían en una charla que “lo importante era ocuparnos en resolverlos, no pasar la vida preocupados”; “estar ocupados, no preocupados”. En todo problema hay siempre algún escape de solución, alguna vía alternativa. Y lo importante será dedicar nuestro tiempo, nuestros esfuerzos entregados a resolverlo.

Por supuesto que necesitamos conocer, estudiar, planear la actuación. Pero no dediquemos el tiempo a darle vueltas. Entremos en la acción, tal y como la vemos.

Se trata de entregarnos en cuerpo y alma a trabajar en los caminos que veo posibles y mejores. Esto nos lo decía un presbítero de una república sudamericana: siempre hay posibles vías de actuación.

Son precisas las orientaciones, las cartas, los escritos, los manifiestos, las encíclicas. Pero hay que llegar a la práctica y arremeter con la realidad. Cuanto más nos impliquemos en la acción, mejor.

Siento que sobran discursos, palabras, escritos, manifiestos… y que hacen falta hechos, compromisos… Siento que en nuestra iglesia hay muchos pronunciamientos y que es hora de pasar a los hechos.

¿Qué ha pasado de cualquiera de las encíclicas, de los documentos eclesiales? Quizás salen demasiados pronunciamientos sin haber trabajado lo suficiente los anteriores y nos quedamos envueltos en un mar de escritos.

Hace 20 años trabajamos a fondo un sínodo en nuestra diócesis y salieron unas conclusiones estupendas, pero ahí se quedaron. Ahora hemos vuelto a realizar otro sínodo como preparación al Sínodo episcopal del 2023. Me da miedo que se queden las conclusiones en propuestas que ahí nacen y ahí mueren.

Si llegásemos a realizar en los hechos lo que decimos en las oraciones y cantos… Un camino cristiano que Jesús nos planteó: “hacer lo que decimos y creemos”. Ocupados más que preocupados.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Una reflexión de causas y efectos”, por Gabriel María Otalora

Martes, 11 de octubre de 2022
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5BA6B816-C445-4B7B-A235-87CE1B03C5E2De su blog Punto de Encuentro:

Estamos desanimados, asustados, incluso decepcionados porque nuestra fe pierde peso social, nos defraudan y defraudamos, las convicciones se tambalean y las seguridades religiosas con las que creíamos contar, fallan. La crisis general en el marco de un gran cambio de era, en casi todos los frentes, nos hace daño e incrementa la desesperanza. Orar, a lo que tanta importancia dio Jesús, ya no resulta importante para nosotros. La causa del porqué hemos llegado a esta situación, al menos en nuestras comunidades eclesiales cercanas, es profunda y compleja, pero la falta de autocrítica y el corporativismo extremo, ayudan lo suyo. En este tiempo oscuro, pocos faros se mantienen firmes en la acogida y en la actitud de confianza en Dios como el Papa Francisco, que evangeliza como nadie. Y sin embargo, pocas personas están siendo denostadas tan abiertamente desde las propias filas católicas.

Podríamos resumir la situación católica en dos tendencias: la primera, con recorrido sociológico consolidado en el clericalismo, está afanada en reforzar ritos, dogmas, poderes legales y firmeza dogmática como escudo protector ante los desvaríos del mundo pretendiendo así defender lo esencial…  pero sin practicarlo de corazón, instalados en la zona de confort religiosa y legalista. Con frecuencia dejan aparte la actitud de humildad y caridad, ambas esenciales en quienes nos decimos cristianos. La consecuente falta de ejemplo incide en la falta de vivencia comunitaria fraternal que vacía los templos más que cualquier otra cosa. Los que seguimos, tendemos a hacerlo desde la pasividad, sin alegría. Al final, no sabemos si estamos defendiendo la causa de Jesús o la nuestra; ejemplos de esto abundan en el Evangelio.

La segunda tendencia entiende que Jesús no vivió entre seguridades ni apoyado en dogmas, más allá del dogma supremo del amor. Que expresamente, huyó de la vanagloria, el poder y el dinero para hacerse donación a todos. Y que trató a los pecadores con misericordia y a las flaquezas humanas con un proyecto ilusionante de cambio de vida interior, no formalista. No fueron el castigo, el miedo o la rigidez inmisericorde el plan de Jesús. Los que se encuentran en esta tendencia, entienden la evangelización como un mandato que se funda en el compromiso de vivir de una determinada manera, hacia dentro (oración, contemplación) y hacia fuera: acogida desde el corazón, escucha, compasión y ejemplo. Que el camino se hace al andar, buscando, no con el corazón anclado en certezas que anquilosan en lugar de abrir caminos. Para ellos, Cristo no es imposición ni adoctrinamiento, los malos no son tan malos y los buenos tampoco son tan buenos. Tratan de vivir la parábola del buen samaritano con actitud comprometida intentando hacer comunidad de fe.

Algunos me dirán que no se puede trazar una línea tan gruesa entre unos y otros, blanco o negro. Y tienen razón. Por eso hablo de tendencias, de las que todos participamos en mayor o menor medida, unos viviendo más cerca de la primera tendencia y otros tratando de vivir conforme a la segunda.

Aquellos convencidos de que enarbolando las seguridades religiosas de manera excluyente o denunciando cualquier deviación de la ortodoxia es el camino para capear el temporal, les diré que así es como se resiente el amor, piedra angular de todo, la actitud de Jesús. Él no rehuyó a nadie, escuchó y confraternizó con todos y todas manteniendo la firmeza solamente ante quienes pervertían el Mensaje de fondo. Se mantuvo en actitud de amor total, sin excepción, desde el ejemplo radical que transforma como jamás lo hará la tilde de la ley, por muy buena que esta sea. Y por retorcer la praxis legal injusta fue calumniado y asesinado para ocultar la primacía del Amor.

En otros tiempos, la Iglesia católica era creíble, pero en la medida que la institución ha sido más importante que el mensaje, no ha hecho falta que venga nadie de fuera para desacreditarla. Es terrible que haya podido incubarse durante tanto tiempo algo trágico como son los abusos clericales de menores y personas débiles, con medios para esconderlo y proteger a los culpables como un lobby poderoso cualquiera. El Papa Francisco se ha visto poco respaldado en su contundencia en aplicar “medidas concretas y eficaces” para desmantelar cualquier encubrimiento eclesiástico ante los abusos clericales. Ahí sigue el “caso Gaztelueta”, reabierto por el Papa.

Con el Evangelio en una mano y la apertura de corazón en la otra, reflexionemos si estamos más cerca de una o de la otra tendencia. Y cómo vivimos la misión de evangelizar, mostrando a otros la Buena Noticia que nos ha sido revelada, cada cual desde lo que nos toca. Me preocupa que, sin darnos cuenta, no pocos escandalicemos con nuestro mediocre día a día.

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Juan Zapatero: “De la silla gestatoria a la silla de ruedas.”

Viernes, 30 de septiembre de 2022
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0A388C0C-ED37-4715-B318-FF323199660EC20D94B4-DE7C-43C9-BE91-846B8F86F513No se trata de un tema de sillas sin más, sino del significado que, en algunos casos, puede llegar a tener la forma de las mismas y la manera de utilizarlas.

Todos sabemos que su finalidad en general no es otra que la de servir de asiento y favorecer el descanso. Ahora bien, el transcurrir de la historia nos enseña que no siempre la silla ha tenido semejante finalidad ni mucho menos; y, por tanto, no era ni es precisamente el descanso lo que se buscaba ni se busca muchas veces cuando alguien se sentaba y se sienta en ella; y si no que se lo pregunten a emperadores, reyes, príncipes y soberanos en el mundo secular, y también a papas, cardenales, arzobispos, obispos y abades en el ámbito eclesial.

En ambos casos, muchas veces o la mayoría de ellas, la silla junto a la posición de la misma, para ser más precisos, denotaba siempre, lo digo en pretérito porque lo hacía de manera más incisiva entonces, una situación de privilegio, pero también desde una capacidad de poder y de influencia. Para ello la silla del mandatario solía estar en posición más elevada que la de la persona “vulgar“, en el caso que esta la tuviere, claro, porque lo propio es que estuviera de pie o de rodillas ante el “señor” o ante la “dignidad eclesiástica” de turno.

Pues bien, dejando de lado lo relativo al “mundo” en este tema, quiero plasmar en estas líneas algunos de mis sentimientos sobre la evolución, y de qué manera, experimentada en algunos casos, que no en todos por desgracia, por parte de la silla en la Iglesia. Claro que, todo hay que decirlo, para justificar ciertas actitudes de predominio, poder o influencia sobre los fieles se ha dotado a la silla de un sentido de sacralidad de donde emana la verdadera doctrina que proviene de lo “alto“; aplicándola, para ello, el concepto de “cátedra“.

Sólo cuarenta y cuatro años separan a dos sillas en la Iglesia, que son como dos paradigmas totalmente diferentes en cuanto a la manera de ver y de entender la propia Iglesia. Digo “sólo” porque, si tenemos en cuenta la duración de la misma hasta hoy, en cuanto al tiempo, tendríamos que retrotraernos al siglo primero de nuestra era para datar el origen, a pesar de que fuera en el siglo cuarto cuando quedó verdaderamente institucionalizada, supone ciertamente una nimiedad, temporalmente hablando.

En primer lugar, he vuelto a visionar, repasando hemerotecas del pasado, imágenes muy llamativas de un Papa de por sí ya hierático y majestuoso, en su actuar y en su porte exterior, como fue Pío XII. Si no he leído mal, algunas de dichas imágenes hacen referencia a un momento muy importante, a nivel de Iglesia, del año mil novecientos cincuenta, concretamente al uno de noviembre, cuando definió el dogma de la Asunción. Como bien sabemos, hablar de dogmas es hablar de palabras mayores, pues significa dar por zanjado de manera definitiva cualquier tipo de duda, discusión y menos aún negación, respecto a lo definido por el Papa. No puedo por menos de pensar que, cuando el contenido es de una enjundia tal, el boato y la apariencia exterior que acostumbran a acompañar al Papa ayudan mucho a que todo lo anterior quede zanjado de raíz y para siempre. ¿Cómo se le puede discutir a un Papa cuando dice hablar en nombre de Dios y representar de manera directa a Jesucristo en la tierra? Más aún, ¿cómo discutirlo cuando el boato con que aparece le sitúa en un estatus inmensamente superior al que pudiera poseer la más alta dignidad humana? Un boato representado principalmente en la tiara como signo de poder, pero sobre todo en la silla gestatoria como signo de dignidad que, a su vez, es portada por hombres que consideran estar realizando la tarea más excelsa que puede llegar a hacer cualquier ser humano en la tierra.

Si bien es cierto que otrora su poder temporal fue inmenso, no lo es menos el hecho que, a nivel moral y de dominio de las conciencias en los años del pontificado al que me refiero, permanecía casi intacto. Eran tiempos anteriores al concilio que convocaría su sucesor, Juan XXIII; una iglesia de cristiandad, donde lo jurídico prevalecía sobre lo pastoral, siendo a su vez la jerarquía la única poseedora de la verdad revelada; era una Iglesia, en definitiva, en la que al pueblo y a los laicos solo les quedaba escuchar y obedecer; una Iglesia cuyo cabeza visible era identificada más con un jefe de estado que con el pastor de un rebaño. La silla gestatoria no solo estaba más que justificada en un contexto semejante, sino que incluso se veía como algo propio y, si se me permite, casi necesario de tal dignidad.

En el viaje que el Papa Francisco hizo a Canadá en el mes de julio de este año (peregrinación penitencial, como él mismo calificó), pudimos ver a un hombre, a pesar de llevar en sus espaldas la condición de jefe de estado (seguro que, maldita la gracia! según él) humilde interiormente y en actitud de pedir perdón; a nivel exterior las imágenes eran elocuentes: un anciano dolido, con los achaques propios de la edad y necesitado de que alguien empujase la silla de ruedas en la que iba sentado para poder trasladarse de un lugar a otro; vaya con las mismas carencias físicas que muchas otras personas de su edad.

Francisco no iba como poseedor de la verdad única, pues la misión principal del viaje residía en el hecho de pedir perdón a los indígenas por todo el mal que la Iglesia, entre otros, les había causado. Francisco no fue a imponer una manera de vivir como la única y verdadera; fue a decirles que los abusos padecidos por sus antepasados constituyeron una grandísima ofensa contra el Dios que ama la vida.

Y todo ello desde su debilidad física y su necesidad interior de escuchar a otros hermanos con maneras diferentes de vivir, pero, no por ello, menos cercanas a la manera que Jesús enseñó y testimonió.

Se trata de otra manera de hacer Iglesia que busca ofrecer en vez de imponer, que busca dialogar en vez de dictar sentencia, que se sabe necesitada en vez de considerarse autosuficiente y poderosa; una Iglesia, en definitiva, que se esfuerza por estar más cerca del Evangelio y más alejada del Derecho Canónico.

Es la Iglesia de un Papa en una silla de ruedas que necesita, por ello, a otra persona para que lo lleve hasta donde se encuentran los últimos, los preferidos de Dios, sabiendo que solamente de esa manera puede llegar hasta ellos.

Juan Zapatero Ballesteros

Fuente Fe Adulta

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Hay que recuperar el protagonismo de la Comunidad Cristiana.

Viernes, 23 de septiembre de 2022
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comunidadfeDel blog de Rufo González Atrévete a orar:

La transformación de la Iglesia en comunidad viva sólo viene desde comunidades adultas

Democratizar la Iglesia, camino para hacerla más comunión (2)

La degeneración eclesial se ha ido evidenciando también en el protagonismo del clero. Los bautizados, la mayoría en nuestros países sin consentimiento personal, se han ido desvinculado poco a poco de la comunidad cristiana. La Iglesia se ha identificado con el clero y grupos sujetos directamente a él. Con excepciones personales, los bautizados, por el hecho de estar bautizados, no se sienten parte activa de la Iglesia, ni siquiera “Iglesia”.

Mientras siga el sistema de monarquía absoluta, con los tres escalones -papa, obispo, párroco- como únicos poderes decisivos, no es posible recrear las comunidades cristianas que surgieron del movimiento de Jesús. La Iglesia está en contradicción constante. Papa infalible y todopoderoso cediendo a la presión de unos y otros. Es la condición de todo poder absoluto, y más, concentrado en una sola persona. Acude a rodearse de leyes, ritos, instituciones, cargos, dinero… para imponerse. Instituciones organizadas digitalmente, sin control comunitario, vitalicias, fuentes de abusos y prepotencia. Se realiza la vivencia que Jesús critica: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros” (Mc 10,42-43a). No basta que el Papa sea persona sencilla, sobria, dialogante. El modelo de pirámide clerical implica la tiranía y la opresión. Se habla contra el clericalismo, pero no se cambia el código que lo ampara e impone. La comunidad evangélica se hace imposible.

El Evangelio no quita a las comunidades la libertad de elegir a quienes mejor puedan desempeñar las diversas funciones comunitarias. Lo entendieron y lo practicaron los primeros cristianos (He 6, 3; 15, 22ss). El Código clerical lo impide. La vida de una comunidad evangélica no puede depender de un dirigente cuasi vitalicio, inamovible, que no se reúne, ni dialoga, ni razona ni toma decisiones con la comunidad si no quiere. Es el caso -entre muchos- de la parroquia de un amigo. Tras muchos años trabajando con los sacerdotes, participando en los Consejos parroquiales y en diversas tareas, en 2004 llega un párroco nuevo y decide no contar con Consejo alguno. Ante su protesta, le prohíbe participar en toda actividad parroquial, excepto asistir al culto. Pueden leer su comentario en mi Blog (RD: “Atrévete a orar”. 20.02.2016): “Hablas de los Consejos Parroquiales. ¡¡¡Qué pena!! Llevo 38 años como feligrés… A partir del año 1978, tuvimos Consejo Parroquial presidido y orientado por los diversos párrocos… Bien conocida es la activa participación de los seglares en las diversas áreas de la pastoral. Y conocido también el efecto destructor del párroco nombrado en 2004. En un año, su falta de visión pastoral, su autosuficiencia y jactancia, unidas a su autoritarismo, han dado al traste con los Consejos. Y la parroquia ha quedado como un “supermercado de sacramentos”. Llegó a decir en uno de los últimos Consejos: “La parroquia es una empresa y yo soy el jefe”… Es lo que ocurre cuando en una parroquia falta la “comunión” entre sacerdotes y seglares. Sería un “gesto sorprendente” que los nuevos párrocos -nombrados para sustituirle, más jóvenes- restauraran los Consejos de la parroquia. Pero lo dudo… En dos años  no han movido ni un dedo. Ellos… a lo suyo: “SU” parroquia”.

El Espíritu, que sopla donde quiere (Jn 3, 8), no deja de suscitar comunidades, dignas del movimiento de Jesús. Comunidades de Base (Documento de Aparecida, n. 178-189), Comunidades Populares, Comunidades pequeñas dentro o fuera de la parroquia… Las diócesis y otros grupos piden al Sínodo sobre la sinodalidad reformas cuyo denominador común es recuperar el protagonismo de la comunidad.

Creo mayoritarias, y aceptables evangélica y culturalmente hoy, estas afirmaciones:

  1. El modelo actual de organización eclesial (clero-pueblo), procedente del medioevo, no es aceptado hoy como evangélico. Más aún: se le valora negativamente en orden a la implantación del reino de Dios (fraternidad universal), que proponía Jesús. El clero se ha convertido en obstáculo para el anuncio creíble del Evangelio.
  2. Hoy no se acepta la exclusiva de los sacerdotes en la enseñanza y en las decisiones de la Iglesia. Los bautizados exigen participar en la generación de doctrinas no evangélicas y decisiones importantes de su comunidad, respetando, por supuesto, el Evangelio y la Tradición conforme con el Evangelio. Ahí está el caso de la encíclica “Humanae vitae”: no ha sido recibida por gran parte de la Iglesia. Es una doctrina impuesta por parte del clero. Perjudica, sin duda, la extensión del mensaje de Jesús a muchísima gente.
  3. Igualmente se rechaza el estamento clerical que se elige a sí mismo, y no quiere dar cuenta de su gestión a la comunidad. Obispos y presbíteros se creen “elegidos” por el Espíritu Santo, como si el Espíritu de Dios no pudiera elegirlos a través de la comunidad.
  4. La Iglesiaasamblea del Pueblo de Dios, se realiza en comunidades de creyentes que viven en comunidad de hermanos. Cada vez se ve más imposible la fraternidad con leyes, instituciones, tradiciones… impuestas en una época determinada, y que hoy se ve claro que no proceden del Evangelio: Estado Vaticano, Curias que imponen leyes sin consenso eclesial, Clero como grupo dominante, separado y privilegiado con distinciones titulares y ornamentales… Hoy los católicos piden cambio estructural, que restablezca el original protagonismo de la comunidad.
  5. La Encarnación, exigencia básica del mensaje cristiano, pide aceptar toda cultura que no contradiga el Evangelio: autonomía de la razón en su campo, dignidad de los seres humanos con derechos y deberes “universales e inviolables”, libertad religiosa y civil… Sin respeto a esta cultura no podemos ser testimonio aceptable de Jesucristo.
  6. La experiencia enseña que la transformación de la Iglesia en comunidades vivas sólo viene desde comunidades adultas, capaces de reunirse libremente, unirse, dialogar con argumentos y tomar decisiones corresponsables. Clero dominante y pueblo infantilizado, acostumbrado a oír, callar y obedecer, a recibir servicios religiosos, a pagarlos… es una degeneración eclesial, cada vez más intolerable. Piénsese en el rechazo cada vez más acusado de los servicios religiosos. Estos días se conocía la situación en Barcelona: “los bautizos no llegan al 35% , los matrimonios por la Iglesia el 11%, funerales católicos el 31%. Imagínense qué números nos deparará el futuro, cuando… sean mayoritarias las generaciones que han crecido en la ignorancia y la indiferencia religiosa” (Oriol Trillas: El auge de los funerales laicos. Agosto 19/2022. Redes Cristianas).
  7. Ya existen en la Iglesia comunidades adultasNo se les puede ignorar y menos perseguirlas. Hay que impulsarlas. Son grupos de dimensiones adecuadas para conocerse, vivir en igualdad fraterna, en corresponsabilidad. Por su madurez pueden vivir la cultura actual, decir su fe en lenguaje comprensible y dar respuesta a sus necesidades. Deben ser libres en la libertad de los hijos de Dio y creativas desde la fe.
  8. Es conforme con el Evangelio aceptar que estas comunidades puedan elegir a las personas para las diversas tareas o ministerios, sin distinción de sexo ni de estado. Se supone discernimiento que tiene en cuenta “personas de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría” (He 6,3). Reunidos, dialogando, compartiendo la Palabra y la misión de Jesús, se revela el Espíritu y manifiesta la voluntad divina. Eso sucedía en el principio (He 6, 3; 15, 22ss) y puede suceder hoy.

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“Obispos muy ricos“, por Antonio Aradillas

Miércoles, 14 de septiembre de 2022
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rouco_vader“Son quienes nos legaron la Iglesia que tenemos y que Francisco pretende reformar”

 “Es posible que la aseveración y conformación de que los obispos -nuestros obispos- son ricos -muy ricos-, a no pocos seglares -ellos y ellas- les parezca una apreciación infeliz y exagerada”

“Pero es lo que hay y, por lo visto, lo que quieren los Nuncios que haya, pese a denodados esfuerzos del papa Francisco por encontrar y seguir caminos que también presupongan elementos sagradamente democráticos”

“Los obispos pobres carecen de presente y de futuro en la Iglesia.Los sacerdotes “episcopables”, que no sean proclives a ejercer de ricos en su día, difícilmente serán seleccionados”

“Los obispos son ricos. Riquísimos. Son fieles exponentes de la riqueza que define a los obispos los palacios en los que residen. ¡Papa Francisco, facilite caminos de “episcopalidad” a obispos que sean y ejerzan de pobres!”

Es posible que la aseveración y conformación de que los obispos -nuestros obispos- son ricos -muy ricos-, a no pocos seglares -ellos y ellas- les parezca una apreciación infeliz y exagerada, propia de tiempos extintos anticlericales, enemigos de la Religión, con inclusión de la que incluye los nombres de Jesús, la Virgen , santos y santas..

Esto no obstante, y efectuados estudios y encuestas de carácter abiertamente científico, los resultados de que multitud de personas están convenidas de que los obispos, por obispos, son ricos, es de dominio público y hasta de “sentido común,” aún después de que el Concilio Vaticano II y posteriores denuncias y revelaciones del papa Francisco las avalen. Este, el papa “franciscano”, no se ahorra la condena de los ricos – y más de los obispos- , con las debidas exigencias penitenciales del propósito de enmienda y reparación, dentro de lo posible y de lo que cabe.

Es de destacar cuanto antes que la expresión “rico-riqueza” (de origen etimológico germánico), incluye no solo los conceptos gramaticales de “acaudalado, abundancia de bienes y recursos económicos”, sino además y en proporciones idénticas, los de poder, autoridad, mando, dominio, señorío e influencia”.

Desde perspectivas tan complejas, pero todas ellas significativas y reales, en las que lo divino se entremezcla episcopal y semi dogmáticamente con lo humano, tanto en esta vida como en la otra, no cabe la mínima posibilidad de cuestionar, ni rechazar, que la condición de obispos habrá de llevar consigo la condición y calificación de “ricos para todos los que fueran nombrados- que no elegidos-, para tal menester-ministerio en la Iglesia, y todavía en gran parte y proyección en la sociedad en la que vivimos.

Es lo que hay y, por lo visto, lo que quieren los Nuncios que haya, pese a denodados esfuerzos del papa Francisco por encontrar y seguir caminos que también presupongan elementos sagradamente democráticos.

Del colectivo de sacerdotes “episcopables, tanto del clero diocesano como del regular, que no sean proclives a ejercer de ricos en su día, ya desde el primer momento de su “toma de posesión de la catedral”, puede asegurarse que seguirán pernoctando en la terna vaticana curial casi a perpetuidad. Difícilmente serán seleccionados.

Tampoco lo serán quienes tengan vocación de mártires por su testimonio de vida y consagración al evangelio, en cuyos versículos más decisivos y veraces, los pobres, y solamente los pobres, tienen asegurada su sede, es decir, su rinconcito. Mons. Romero es modelo y patrono. También lo son aquellos obispos quienes, al comprobar que tenían que ser y ejercer de ricos, optaron por dimitir cuanto antes y refugiarse en la Amazonía y sus alrededores, o ser y ejercer de capellanes de monjas de clausura, tal y como refieren las crónicas en relación con la “vida y milagros” de un par de obispos españoles actuales.

Saber de buena tinta y comprobar con los propios ojos, que ciertos “episcopables” tomarán y vivirán en serio el evangelio siendo obispos, no facilitará su acceso a la mitra y ni siquiera a la ex “primada”. La misma CEE -Conferencia Episcopal Española- relegará a algunos de estos “pobres” a acólitos o auxiliares a Comisiones de tercer orden y “por los siglos de los siglos”.

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Obispos pobres, y lisa y llanamente preocupados y ocupados en el santo Evangelio, dejando ahora y aquí de lado, lo de “Sucesores de los Apóstoles”, carecen de presente y de futuro en la Iglesia, y más en la española. Los obispos “pobres” molestan, crean problemas, estorban y hasta son tildados de “infieles”, aunque el papa Francisco se muestre tan empeñado en reeducar a la Iglesia “oficial” con criterios y pedagogía sinodales, avalados con los sacrificios que le proporcionan su rodilla y las limitaciones de la edad, aun cuando no lo parezca, y sepa ocultarlo.

Los obispos son ricos. Riquísimos. Las catedrales -inmatriculadas o no-, son de la Iglesia. Es decir, propiedad del obispo. En ellas fueron, y serán., enterrados, sin ahorrarse los futuros turistas las visitas y la admiración de los mausoleos de algunos, verdaderas obras de arte, que compiten en majestuosidad y asombro con los de los reyes, emperadores y señores feudales, todos, y por igual, a la espera de la resurrección de los muertos y del perdón de sus pecados.

 Son fieles exponentes de la riqueza que define a los obispos los palacios en los que residen, avecindados todos ellos en las calles llamadas “del Obispo”, algunas de tan nobles casas palaciegas, directamente comunicadas con los templos catedralicios mediante arcos suntuosos, de una sola dirección y sin posibilidad de uso para el resto del pueblo, que no por eso deja de ser “pueblo de Dios”, sino todo lo contrario. Los obispos creen ser ricos por poder relacionarse solo y directamente con Dios, siempre y en última e inapelable instancia.

El argumento frondoso de que, a lo que más llegan los obispos es a ser administradores de los bienes de la Iglesia, pero no ricos, no tiene validez, si se piensa que los terrenales no son eternos y no les acompañaran a sus poseedores “por los siglos de los siglos”, aun equipados con los documentos legales de su pertenencia.

¡Papa Francisco, facilite caminos de “episcopalidad” a obispos que sean y ejerzan de pobres!. Los obispos ricos, tal y como refieren con datos y pruebas las historias de los episcopologios, son quienes nos legaron la Iglesia que tenemos, y que usted, con el santo Evangelio y sinodalmente, pretende reformar lo antes posible.

Fuente Religión Digital

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“Una Iglesia que fomente el diálogo y el encuentro “, por Consuelo Vélez

Viernes, 9 de septiembre de 2022
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dialogo_cDe su blog Fe y Vida:

“Es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos”

“Esas palabras seguro decepcionaron a muchos porque esperaban que el Papa condenara a unos y defendiera a los otros”

“Es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos. Más aún, liberarnos de la idea de que la verdad solo está de un lado y que hay que acabar a toda costa con los puntos de vista contrarios que se consideran falsos”

Ante la multitud de situaciones que vivimos, muchos piden que el Papa Francisco se pronuncie sobre esos problemas. Recientemente se esperaba que hablara de lo que está sucediendo en Nicaragua y, finalmente lo hizo, en el Ángelus del domingo 21 de agosto: “Sigo desde cerca con preocupación y dolor la situación creada en Nicaragua que involucra a personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y deseo que por medio de un diálogo abierto y sincero se pueda aún encontrar las bases para una convivencia respetuosa y pacífica. Pidamos al Señor por la intersección de la Purísima que inspire en los corazones de todos tal concreta voluntad”.

Esas palabras seguro decepcionaron a muchos porque esperaban que el Papa condenara a unos y defendiera a los otros. Pero Francisco se expresó en los términos que nos brindó en su última Encíclica social, Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social. Se refirió al diálogo abierto y sincero para encontrar las bases de una convivencia posible en esa realidad.

Como cristianos, es necesario plantearnos, una y otra vez, cuáles son las actitudes que debemos proponer y sostener. Y “desde dónde” debemos hacerlo. Para el primer aspecto, es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos. Más aún, liberarnos de la idea de que la verdad solo está de un lado y que hay que acabar a toda costa con los puntos de vista contrarios que se consideran falsos.

La Iglesia, muchas veces, ha caído en esa lógica y, al final, resulta apoyando lo más contrario a los valores del evangelio. No es gratuito que algunos sectores eclesiales hayan resultado, décadas atrás, aliados con dictaduras o, para no ir muy lejos, que no hayan apoyado los Acuerdos de Paz en Colombia.

Para el segundo aspecto, qué importante es para los cristianos mirar la realidad “desde dónde Dios la mira”. La praxis de Jesús de Nazaret nos mostró del lado del que Dios se coloca. Su anuncio del Reino se sitúa siempre desde abajo, desde los pobres, desde los últimos (Lc 4, 18-19). En esto el papa Francisco también es bastante explícito al hacer la llamada a colocarnos del lado del pueblo, entendiendo su sentir, solidarizándonos con sus luchas, alegrándonos con sus conquistas.

Algunos pasajes de la Fratelli tutti nos ayudarán a comprender más este llamado de Francisco al diálogo: “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo esto se resume en el verbo ‘dialogar’. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar (…). El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta” (n. 198). Además, en la misma encíclica, Francisco dice que los medios de comunicación muchas veces instalan noticias que hacen imposible el diálogo, descalificando al adversario, promoviendo intereses egoístas que no favorecen para nada el bien común (n. 201).

Esto es innegable. Muchos titulares de los periódicos y muchos mensajes de las redes sociales desvirtúan la realidad. Así resultamos defendiendo posturas falsas y repitiendo slogans que todo hacen menos que contribuir a la solución de los problemas. La realidad es mucho más compleja y se necesita una información más completa para hacer juicios y tomar posturas. De nuestra parte, necesitamos discernir cuáles son los medios que leemos y hasta qué punto podemos creerles, para no contribuir a divulgar mentiras, instalándolas en el imaginario colectivo. Otras afirmaciones contundentes de la Encíclica sobre el diálogo invitan a reconocer que el otro puede tener convicciones e intereses legítimos y que las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad (n. 203).

Con respecto al “pueblo”, Francisco lo relaciona con la cultura del encuentro: “Hablar de cultura del encuentro significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos” (n. 216). Refiriéndose a la paz social, Francisco dice: “Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aún las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Ensenémosles la buena batalla del encuentro! (n. 217).

Pensando en la realidad colombiana, no parece que algunos sectores -incluso eclesiales- entendieran estas propuestas de diálogo y encuentro. Sus comentarios, predicaciones y actitudes desdicen de los esfuerzos de tantos sectores sociales que trabajan por el bien común (líderes sociales, movimientos sociales, movilizaciones juveniles, etc.). Con esa actitud no es de extrañar que cuando el pueblo celebra los pasos en favor de la vida, muchas veces, la gran ausente es la institución eclesial.

Asimilar mejor lo que dice la Encíclica Fratelli tutti nos ayudaría a situarnos de otra manera frente a la realidad social, política, cultural y religiosa que vivimos. Y esto es urgente para lograr ser estos abanderados de los valores del reino que siempre cuestionan la lógica humana de buenos y malos, de verdad y mentira, de gracia y pecado y que parten de los seres humanos concretos en donde ninguna ley es superior a la dignidad de la persona y donde ninguna situación se resuelve con la ley del más fuerte. Hemos de sentir preocupación y dolor por las situaciones que se viven en tantos lugares del mundo y hemos de levantar nuestra palabra frente a ellas. Pero que ojalá sean palabras de evangelio que alimenten la esperanza y no palabras hostiles que impiden el diálogo y hacen muy difícil la convivencia social.

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La última que cierre la puerta

Miércoles, 17 de agosto de 2022
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79B6FF30-F758-4DF3-93A7-20AF2C64A690Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 04/07/22.- Cuando viajo, visito familia o amigos y coincide que es domingo me gusta ir a misa a la iglesia del pueblo, a la parroquia más cercana de donde esté alojada.

El domingo del Corpus asistí a la Eucaristía de las diez de la mañana en un pueblo de Toledo. Había bastante gente para la hora que era, al menos eso me pareció. Fue una misa sencilla. La de doce sería la solemne junto a la procesión por el pueblo.

Estaba sentada cerca de la puerta de entrada y como llegué con tiempo pude ver el goteo de personas entrando a la iglesia. No fui contando como para una estadística pero, una vez más, me di cuenta de lo que ya sabemos.

Salió el sacerdote hacia el altar y unos acordes de guitarra acompañaron a una suave voz femenina entonando el canto de entrada.

Otra mujer se levantó dirigiéndose al ambón proclamó la primera lectura: “En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo…” (Gn 14, 18-20).

Antes de que ésta volviera a su sitio, otra mujer caminaba ya por el pasillo central para poner voz a las palabras de Pablo: “Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido…” (1Co 11, 23-26).

Tras la homilía, otras dos mujeres se acercaron a coger dos cestas de mimbre para hacer la colecta.

Llegado el momento de la Comunión la mujer con la guitarra y voz suave entonó una bella oración:

“Dime cómo ser Pan,
cómo ser alimento
que sacia por dentro,
que trae la Paz”.

Viendo la fila de personas que se formó para ir a comulgar, sin poder evitarlo, me puse a contar: mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer… detuve mi mente. La fila avanzaba pero para qué seguir.

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Un triste pensamiento me abordó: “La última que cierre la puerta”. Me levante e incluyéndome en la fila me acerqué a comulgar.

Las mujeres en la Iglesia limpian, barren, ponen las flores, preparan cálices, albas, estolas; ponen voz a Melquisedec, a Pablo, al Génesis, al Apocalipsis… pero no a Jesús en los cuatro evangelios que nos dejaron escritos.

No, no será una mujer la que cierre la puerta porque las mujeres en la Iglesia no cierran puertas, pero sí quieren abrir las que están cerradas para ellas.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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“¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?

Domingo, 31 de julio de 2022
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre: 

01.- San Ignacio y su tiempo

San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.

Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

    Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.

02.- Principio y fundamento

    S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.

Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.

El fundamento de la existencia es Dios.

    Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.

Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…

Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.

Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.

    Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.

    La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.

03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.

 El obispo de Roma: Francisco.

    Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.

El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan-  llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.

Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).

Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio  son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.

    Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.

    Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.

Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

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Teología y unidad.

Miércoles, 20 de julio de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El fundamento último de la unidad de la Iglesia es la propia unidad de Dios, que trasciende nuestra comprensión. La tentación en estos tiempos de tensión es el triunfo del fundamentalismo teológico, tanto dentro como fuera de la Iglesia; el que las partes en conflicto afirmen poseer a Dios, haber capturado a Dios dentro de sus propios sistemas teológicos. Pero la teología nos mantiene en la unidad desterrando esa arrogancia y recordándonos que, como dice santo Tomás, “sólo conocemos verdaderamente a Dios cuando creemos que Dios está por encima de todo lo que nos es posible conocer de El“. Los teólogos curan las heridas de la Iglesia liberándonos de la estrechez de la ideología. Entonces podemos ser libres para el gozo de encontrar a Dios en la otra persona, el Deus Humanissimus…”.

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Timothy Radcliffe

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“Taburetes y preguntas”, por Dolores Aleixandre

Martes, 5 de julio de 2022
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Lavatorio de los piesDe su blog Un grano de mostaza:

En el Cenáculo le cambió el código QR al modo de ejercer la autoridad

01.06.2022

En mis primeros tiempos de vida religiosa, allá por el cretáceo superior, debajo de la silla donde se sentaba la superiora había siempre un taburete para que apoyara los pies. Al principio supuse que era para que no se le enfriaran porque el suelo era de baldosas, pero luego vi que también lo usaba cuando el suelo era de madera. No lo pregunté porque en aquellos tiempos tenías que pensarte muy bien lo que preguntabas porque como te descuidaras, te decían que te faltaba “espíritu religioso”, algo que nunca supe exactamente en qué consistía pero que se notaba si preguntabas mucho. Poco a poco fui dándome cuenta de que el taburete formaba parte de los signos de veneración y respeto asociados a la autoridad, como el de ocupar el lugar preferente sobre una tarima, que nos pusiéramos de pie cuando entraba en la sala de comunidad o que la llamáramos “Reverenda madre”.

Cuando llegó el ciclón posconciliar, los taburetes volaron por los aires, junto con otras muchas costumbres y normativas que se habían ido acumulando durante siglos y la generación que hicimos el cambio necesitamos tiempo para serenar aquellas turbulencias, recobrar la sensatez y aclararnos sobre qué conservar y qué llevar definitivamente al punto limpio. El taburete no volvió, pero con el tiempo se hace evidente que su contenido simbólico de “estar por encima de” permanece y sigue siendo resistente al cambio. Lo expresa muy bien el Salmo 110 de las Vísperas del Domingo: “Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies”. El salmista supone que a Dios le gusta dominar así a los enemigos y Pablo lo repite en su carta a los Corintios. “Es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo a destruir será la muerte, porque él ha puesto todas las cosas bajo sus pies”. (1 Co 15,26)

Mi pregunta – ahora sí puedo hacerla- , es: ¿Cómo cuadra eso con la escena de Jesús lavando los pies de sus discípulos? Porque él tenía allí delante a su peor enemigo y en vez de ordenarle: “Ven aquí, traidor, échate al suelo, que te voy a poner el pie encima”, se arrodilló delante de él y le lavó con cuidado aquellos pies con los que iba a ir a traicionarle. En el Cenáculo le cambió el código QR al modo de ejercer la autoridad y todo se volvió del revés, taburetes incluidos. ¿De dónde han salido entonces – más preguntas- esos superiores a los que ahora se acusa de abusos de autoridad? ¿Qué Evangelio han leído? ¿Qué formación han recibido? ¿Cómo han llegado a un puesto de responsabilidad? Y si la ejercían así ¿cómo no los han apeado a tiempo de cualquier cargo, puesto o taburete? ¿Cómo no les han puesto a copiar mil veces seguidas Juan 13? Ahora mismo voy a ponerme a releerlo yo, no me vaya a pasar también a mí.

Fuente Vida Religiosa Mayo 2022

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“Las ventajas del ADN“, por Isabel Gómez Acebo

Sábado, 2 de julio de 2022
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F92FDC77-9C5C-48F8-94D4-24FB7BC1C33BLeído en su blog:

 12.06.2022

Con frecuencia escuchamos en los medios de comunicación a personas que reivindican su filiación, no reconocida, de gente importante. En el fondo quieren llamarse a formar parte de la herencia del susodicho que presumen alta y no les importa el reconocimiento público de sus madres como casquivanas, una palabra que aunque caída en el olvido todos sabemos lo que significa. Hoy han disminuido los pretendientes con el descubrimiento del ADN que coteja los datos y descarta los que no coincidan.

Los casos más famosos que yo viví en mi infancia fueron los del hijo de Luis XVI, Luis Carlos de Borbón que fue encarcelado en el Temple durante la Revolución Francesa en 1792 y donde murió con 9 años. Corrieron rumores de que no había fallecido y aparecieron, aquí y allí, sucesivos pretendientes que fueron desenmascarados porque un oficial Dumont, con motivo de la autopsia del niño, se había llevado el corazón que guardó en alcohol, líquido que cambiaba a menudo, hasta que quedó totalmente disecado. En el año 2001 su descendiente, Edouard Dumont, lo puso a disposición del gobierno francés y dos laboratorios distintos comprobaron que el mechón de pelo que guardaba María Antonieta de su hijo y el corazón, pertenecían a la misma persona.

La otra historia corresponde a Anastasia, la hija pequeña del zar Nicolás II de Rusia, ejecutado junto a su familia en Ekaterimburgo en 1918, ya que una leyenda aseguraba que se había hecho la muerta y un soldado por piedad la había rescatado. Aparecieron muchas impostoras la más famosa fue Anna Anderson que daba entrevistas y contaba historias inverosímiles hasta que su ADN se cotejó con el del príncipe Felipe de Edimburgo, demostrando que nada tenía que ver con la familia imperial

Estas historias me han hecho pensar en el ADN de los seguidores de Jesucristo ya que me parece que se han interpuesto en la historia del cristianismo muchos componentes que no se corresponden con lo que predicó el Maestro. Se privilegió la anulación de la conciencia primando a la ortodoxia que impone la obediencia a unos dogmas que pueden haber quedado obsoletos, frente a la ortopraxis cuyo meollo es la misericordia que nunca condena, sino que trata de ayudar al desfavorecido o al que yerra. La Iglesia insiste en defender causas que pudieron ser válidas en otro momento pero que hoy a los cristianos nos hacen aparecer como personas de otro tiempo. La liturgia, preciosa en sus formas, se ha esclerotizado y emplea términos y símbolos que el pueblo no entiende y en la que no se le permite participar. Un recorrido muy distinto al de la religión popular que, a pesar de todos sus pesares, mantiene vivo el deseo de encuentro con la trascendencia

Hay que volver a los inicios cuando el ADN de los cristianos salía a relucir en la medida que sus contemporáneos veían cómo se amaban, que celebraban en los hogares las liturgias donde todos podían participar, incluso las mujeres. No es casualidad que Cáritas, el brazo caritativo de la Iglesia tenga actualmente más prestigio que la institución que la creó. Mi consejo es que nos convirtamos todos los cristianos en miembros de Cáritas, aunque no sea oficialmente, para recuperar de esa manera el ADN cristiano que irá en beneficio nuestro y en el de nuestros contemporáneos

Fuente Religión Digital

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Georg Bätzing, obispo Presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania está “firmemente convencido” de que las enseñanzas de la Iglesia sobre la homosexualidad cambiarán.

Lunes, 30 de mayo de 2022
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Bätzing,_Dr._Georg_2009-08-30Un importante obispo alemán ha dicho que está “firmemente convencido” de que las enseñanzas de la iglesia sobre la homosexualidad y las bendiciones entre personas del mismo sexo cambiarán, al tiempo que expresó su decepción por algunos de los esfuerzos de reforma del Papa Francisco.

El obispo Georg Bätzing de Limburg, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, hizo sus comentarios en una larga entrevista publicada esta semana. Según  The Tablet:

“Bätzing estaba ‘firmemente convencido’ de que la enseñanza actual de la iglesia sobre la homosexualidad debe cambiarse y que cambiará en el futuro previsible, ya que se considera que discrimina a los homosexuales.

“En cuanto a las bendiciones homosexuales, él nunca disciplinaría a ningún sacerdote que bendiga a una pareja homosexual, pero nunca lo había hecho él mismo. Eso fue porque, por un lado, se sintió obligado a obedecer al Papa y, en segundo lugar, porque si lo hacía, atraería la atención del público. ‘Y entonces la atención se concentraría en lo que estaba haciendo y no en lo que deseaba la pareja bendecida.’

“Esto significaba que él mismo tenía que realizar un acto de equilibrio entre la enseñanza de la Iglesia y su propia lectura del sensus fidelium (las creencias intuitivas del cuerpo de los fieles). Afirmó que los dos no encajaban bien.

“Estoy proclamando la enseñanza de la Iglesia, que es mi deber, pero al mismo tiempo soy plenamente consciente de que esta enseñanza ya no es aceptada por los fieles. El sensus fidelium ha ido más allá‘, afirmó.

“Eso es algo que debemos abordar teológicamente y conducirá a cambios. A eso me comprometo. Estoy plenamente convencido de que las cosas van a cambiar‘”.

Bätzing, sin embargo, criticó al Papa Francisco en lo que respecta a los esfuerzos de reforma. Si bien reconoció que el Sínodo sobre la Sinodalidad fue un progreso y que “todos los grupos, incluidos los grupos LGBT, podrán participar”, el obispo criticó al Papa por una “cierta cultura de discusión circular”. Bätzing citó el rechazo del Papa a una propuesta de ordenar hombres casados en el Sínodo sobre el Amazonas como evidencia de este problema, y continuó, según The Tablet:

“Sin embargo, la discusión del tema no ha cesado y no cesará solo porque el Papa no lo retome. Tampoco habrá menos discusión sobre la ordenación de mujeres solo porque el Papa es de otra opinión. He hablado con el Papa Francisco varias veces y sé que tiene una opinión decididamente diferente [sobre estos temas]”, dijo Bätzing.

“Por esta razón, Bätzing no previó reformas fundamentales en temas como la ordenación de mujeres o el celibato sacerdotal en los próximos cinco años. Eso significaba que ‘aquellos que solo tienen sus ojos en el tema del celibato sacerdotal o en la cuestión de la ordenación de mujeres ciertamente se llevarán una decepción. Ninguno de estos problemas se resolverá dentro de los próximos cinco años'”.

La sustancia de los comentarios del obispo Bätzing, a saber, que los fieles católicos van más allá de condenar a las personas LGTBI+ y que el propio Bätzing es muy pro-LGBTQ, ya es generalmente bien conocida. Este blog ha publicado muchas historias sobre ambos temas. Sin embargo, lo que es notable en estos últimos comentarios es cuán directo es el obispo sobre dónde chocan sus creencias y la enseñanza de la iglesia y sobre criticar al Papa por no buscar una reforma mayor. Un resultado positivo de las discusiones del Camino Sinodal que tienen lugar en Alemania es el compromiso humilde y honesto de los obispos del país con los fieles. Sería genial si el ejemplo de discurso cordial y franco del obispo Bätzing se extendiera globalmente en la iglesia.

—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 25 de mayo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Sin perros

Sábado, 28 de mayo de 2022
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Hemos conocido rebaños de ovejas, con el pastor al frente. Con su cayado y su zurrón. Y en todo rebaño había varios perros que ayudaban a conducir, controlar y empujar a las ovejas

Esto me recuerda a nuestro “rebaño cristiano”. Hemos funcionado con pastores excelentes, que disfrutaban de muchos apoyos y contaban con el empuje que les daba el ser párrocos en un pueblo con su categoría humana. Tenían la fuerza que ayudaba al ser un mandamiento el ir a misa los domingos y fiestas de guardar. Socialmente eran personas con una dignidad reconocida “Rvdo., Sr. cura, párroco”. Tenían el apoyo económico de la diocesis y la colaboración de los ayuntamientos. Hasta ha habido momentos en que se castigaba con denuncia a los que iban a trabajar el domingo y faltaban a misa, a los que denunciaban. Estaba mal visto el casarse por lo civil… La moral y las costumbres del pueblo se dictaban desde el púlpito.

Esto me hace pensar que esos pastores contaban con muchos perros para conducir su rebaño. Hoy las cosas han cambiado. Se trata nada menos que de pastorear sin perro. Y no es porque hoy los rebaños se empiezan a guiar por un micro dron sino que la comunidad cristiana no tiene esos apoyos externos, sino que depende mucho más de la Fuerza de la Palabra de Dios y del seguimiento voluntario, de la opción personal, del testimonio. Pastorear sin apoyos externos sino con la Fuerza del Espíritu.

Es más. Puede ocurrir a veces que los perros que colaboraban con el pastor, ahora ladran y maltratan a las ovejas. En los pueblos abundan menos los grandes rebaños y quedan pequeños grupos porque además los pastos escasean.

Es una oportunidad preciosa para ofrecer la Buena Noticia de Jesús, que nos ofrece el mejor alimento, que cuida de todos, que nos brinda su Mensaje de Amor gratuito.

He visto a los pastores de hoy suplir cierta soledad con un transistor e ir escuchando lo que ofrece la radio. Nosotros podemos ir con el rebaño, escuchando, viviendo la Presencia, el Mensaje de Jesús.

Y si salen perros que quieren atacar a las ovejas, intentar dialogar, encontrarnos con ellos, ilusionarlos con nuestro Proyecto Salvador.

Y por supuesto, dedicar tiempo a ver dónde se encuentran los mejores pastos, el agua más saludable, la mejor sombra, los mejores libros y medios para conocer más a Jesús. Es lo que en el lenguaje cristiano llamamos “signos de los tiempos”. Descubrirlos y acercarnos a ellos.

Animo a las ovejas, quizás serán menos, pero van a estar muy gordas con el Alimento del Evangelio. Y sin “perros”.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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El cactus

Sábado, 21 de mayo de 2022
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EBF4E93B-6570-4369-BEF0-D80625CBA776En general son plantas pequeñas, pero acumulan mucha agua y nutrientes, lo cual les da la posibilidad de sobrevivir en terrenos áridos y secos, e incluso en el desierto.

Me voy alegrando cada vez que oigo que los miembros de la Iglesia vamos a menos. Porque quizás es un signo de vitalidad, si esas personas vamos viviendo con fe auténtica, aunque seamos menos.

Se nos dice por todas las partes que en la Iglesia vamos a menos. Eso me resuena al Evangelio, al grano de mostaza. Si estamos llamados a ser pocos, pobres, sin importancia, sin signos de grandiosidad, lo considero y veo como una buena señal de la eficaz vivencia del Evangelio.

Miramos a Jesús y vemos que al final de su vida eran muy pocas las personas que le seguían.

Lo que me importa más es si hay vitalidad, si hay mucha agua-fe, vitalidad, espíritu

Nos preocupamos mucho porque hay menos sacerdotes, misioneros, fieles. Yo lo veo al revés, como un signo del Evangelio. Las esencias se guardan en frascos pequeños. Eso sí que es lo importante, si vamos viviendo la esencia del Evangelio.

La pandemia ha mermado mucho la participación de las personas en la vida de la comunidad cristiana. Pero está siendo un tonificador que aviva la fe y la vitalidad de la parroquia.

El Sínodo, si lo tomamos en serio, puede ser un purificador de la auténtica vida. Ojalá nos lleve a depurar, a cambiar, a transformar nuestras celebraciones, nuestra forma de ser parroquia, nuestra fe, descubriendo y sobreviviendo con ese alimento interior, como los cactus.

Jesús nos habla del Reino de Dios como un grano de mostaza, pequeño, pero con vitalidad.

Tenemos un ejemplo en las misiones: grupos pequeños de cristianos pero con viveza, alegría y apertura. Desde fuera no son labores frondosas, llenas de hojas, pero, como los cactus, están llenos de agua y nutrientes.

Estamos llamados, todos, a recibir y guardar esos pequeños tesoros interiores que nos vayan haciendo crecer despacio.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Nuevo artículo describe la alegría espiritual y la innovación de los católicos latinos LGTBI+

Sábado, 21 de mayo de 2022
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unnamedLos católicos LGTBI+ latinx están encontrando nuevas formas de cultivar la alegría espiritual poniendo énfasis en los Evangelios, fomentando la espiritualidad personal y construyendo relaciones de apoyo.

Yahoo! Life  entrevistó recientemente a una variedad de católicos latinos queer, pintando una imagen de la vibrante vida de fe de los miembros de esta comunidad.

Para Victoria Jiménez, la actitud de Cristo hacia los marginados es importante para su espiritualidad:

“‘Lo que me importa es lo que dijo Jesús. Jesús era un inmigrante ilegal anarquista negro que estaba socavando el estado, que era anticapitalista y enfatizaba la comunidad y el amor al prójimo’”.

Yunuen Trujillo, quien realiza un ministerio LGBTQ para la Arquidiócesis de Los Ángeles, observó que muchas supuestas justificaciones bíblicas para las actitudes negativas LGBTQ son culturales más que bíblicas. Ella subrayó que muchos católicos que no aceptan a los miembros de la comunidad queer pueden carecer de una sólida comprensión de la Biblia:

“‘Es difícil separar la cultura de la religión. El problema, en mi opinión, [es que] muchas personas que son muy religiosas discriminan a la comunidad LGBT en base a lo que creen que son principios religiosos, pero la mayoría de las personas no han estudiado la Biblia’”.

Trujillo es el autor de LGBTQ Catholics: A Guide to Inclusive Ministry (Católicos LGBTQ: una guía para el ministerio inclusivo), y es una blogger habitual de Bondings 2.0.

En cuanto a aquellos que argumentan que las expresiones LGBTQ positivas de la fe católica ignoran las doctrinas de la iglesia, Trujillo argumentó que todas las personas de fe pueden ser acusadas de ser ‘católicos de cafetería’, pero que las doctrinas más fundamentales de la Iglesia descansan en el servicio. Al pobre:

“‘Todos eligen y eligen. Para el tema de las identidades queer, todo el mundo te dirá: “Bueno, la doctrina dice esto”. Pero, ¿qué dice la doctrina acerca de ayudar a los pobres? Hay más citas sobre eso en la Biblia que cualquier otra cosa’”.

Los católicos queer latinx también han demostrado la importancia de las redes de fe de apoyo. Jiménez, que no experimentó una crianza acogedora ni una vida hogareña, describió su fe católica como una fuente de fortaleza durante las dificultades:

“‘¿Qué más tienes cuando eres gay excepto tu monólogo interno y tu espiritualidad? No es como si pudieras confiar en la comunidad, porque ves cómo reaccionan ante otras personas; los niños internalizan eso. Crecimos escuchando eso: algunas personas tienen familias increíbles, pero nuevamente, la interpretación de todos [de las Escrituras] es realmente diferente’”.

Andy Ruiz describió encontrar una Iglesia que acepta como un componente importante de salir del clóset, y expresó su gratitud por haber experimentado “otro lado del catolicismo” que se integró con una variedad de prácticas espirituales indígenas que encontró empoderadoras:

“‘Con mis identidades queer, es por eso que mi madre asumió un papel más activo para encontrar una iglesia que nos apoyara [a mis hermanos y a mí. Al revelarme como trans a mi familia, fue como, “Bueno, si el sacerdote dice que puedes pasar, pasa”.'”

Encontrar una comunidad de fe que acepte es a veces un desafío difícil para los católicos homosexuales que no viven en áreas urbanas. En estos casos, algunos fieles LBGTQ Latinx han convertido sus hogares en espacios de adoración y han construido una conexión con Cristo fuera de las estructuras parroquiales tradicionales. Trujillo situó tales arreglos dentro del contexto de los Evangelios, en los que Jesús emprendió prácticas litúrgicas igualmente subversivas:

“‘No tienes que ir a la iglesia para ser católico. En el catolicismo y el cristianismo, hay muchas teorías comunes, [pero] lo único que importa es lo que dijo Jesús. Cuando voy al evangelio, [Jesús] estaba comiendo con todos los que eran discriminados; él hablaría con las mujeres y las pondría en posiciones de liderazgo. Rompería todas las reglas: hizo lo contrario de las reglas religiosas y sociales de la época. Tienes que amarte a ti mismo y tienes que amar a los demás, eso es lo que justifica permanecer en la Iglesia. Esa es la mayor enseñanza’”.

Los católicos queer latinx están explorando nuevas y vibrantes formas de vivir la fe. Sus historias y experiencias ilustran la naturaleza dinámica de la espiritualidad queer católica y el potencial de las personas LGBTQ para encontrar vías de autocomprensión dentro de la iglesia.

—Andru Zodrow, New Ways Ministry, 16 de mayo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Soy sodomita? Sodoma y la homosexualidad”, por Jesús Donaire

Jueves, 12 de mayo de 2022
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Screenshot-2022-05-08-at-17-15-53-¿Soy-sodomita-Sodoma-y-la-homosexualidadDe su blog Acompañamiento y reflexión teológica LGBTIQ+:

“Con ese término se ha humillado e injuriado a millones de personas durante siglos”

¿Deberíamos seguir utilizando la palabra sodomita como se ha utilizado a lo largo de los siglos? ¿Realmente los homosexuales somos sodomitas?

Con el pasaje bíblico de Sodoma se ha justificado el acoso, rechazo y persecución de quienes, amando a personas de su mismo sexo, han sido convertidos en chivos expiatorios de la homofobia institucional

Seguro que, en mas de una ocasión, has oído utilizar la expresión “sodomita”. Obviamente, con carácter peyorativo y deseo de ofender a alguien. La historia está repleta de episodios de persecución y condena de las personas homosexuales. Se trata de un término que, desde el principio del cristianismo y hasta el día de hoy, se emplea para insultar y ofender a las personas homosexuales. Con él, se ha humillado e injuriado a millones de personas durante siglos, marcándolas como si fueran verdaderos criminales.

La iglesia, apartándose de las enseñanzas de Jesús y aprovechando su gran influencia política, social, espiritual y moral, ha inoculado este odio en la conciencia colectiva de la sociedad. Una fobia que ha llegado hasta el punto de considerar a las personas homosexuales bestias salvajes que debían ser erradicadas. ¿Piensas que exagero cuando empleo esta expresión? Escucha con atención algunos ejemplos.

El Concilio XVI de Toledo, celebrado en el año 693, considera la homosexualidad un crimen severo que ha de ser castigado con el exilio. En 1140, el Decreto de Graciano, primera codificación del derecho canónico occidental, califica toda práctica homosexual como crimen contra natura. En la mayoría de los pronunciamientos magisteriales que la iglesia ha realizado, la sodomía es descrita como un crimen grave, pecado horrible y práctica execrable. El papa san Pío X, en la primera década del siglo XX, la definía como vicio maldito que merece el castigo de Dios. ¡¡Tremenda expresión de alguien que la iglesia ha canonizado!!

El historiador y profesor británico, Henry Kamen, ha dedicado parte de su vida a la investigación de la Inquisición española, poniendo de manifiesto las atrocidades y aberraciones que los tribunales eclesiásticos realizaban contra las personas homosexuales. Parafraseando a Kamen, los castigos más comunes que se aplicaban en España consistían enazotes, encierro en galeras, castración o lapidación. Hasta que en el año 1497, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, cambiaron estos crueles castigos por uno bastante peor: la quema en público de las personas gays, y la correspondiente confiscación de todas sus propiedades y bienes. Estas terribles prácticas que los Reyes Católicos fomentaron, deberían ser tenidas en consideración por el papa Francisco, a la hora de tomar la decisión de abrir el proceso de beatificación de Isabel la Católica.

La iglesia ha convertido esta narración bíblica en el paradigma moral del supuesto pecado que las personas gays cometen, cuando practican el coito anal. La ha interpreado como una condena explícita de las relaciones homoeróticas. Así ha logrado convertirla en una epopeya ética que ha inspirado a infinidad de escritores religiosos y autoridades eclesiásticas, a escribir terribles historias de intolerancia y fanatismo religioso. Emperadores, papas y gobernantes, interpretando errónea y supersticiosamente el pasaje de Sodoma, han llegado a atribuir a las personas homosexuales catástrofes naturales. En el año 538, el emperador Justiniano, gran defensor de la iglesia y protector del cristianismo, llegó a afirmar que las prácticas homosexuales eran una amenaza al Estado, porque provocaban la venganza de Dios en forma de terremotos, hambres y pestes.

¿Cómo es posible que la iglesia haya llegado hasta el punto de ordenar la ejecución pública de personas homosexuales? ¿Cómo ha alcanzado tal aberración? ¿Deberíamos seguir utilizando la palabra sodomita como se ha utilizado a lo largo de los siglos? ¿Realmente los homosexuales somos sodomitas?

En este nuevo vídeo, analizo el pasaje bíblico de Sodoma y Gomorra, para ayudarte a comprender cuál es la verdadera enseñanza que el autor sagrado quiere transmitir en este relato. Una enseñanza que nada tiene que ver con la homosexualidad humana tal y como hoy la entendemos. ¡Entra en el enlace (https://acortar.link/sJj55c) y visualiza el vídeo!

¡Si tú también encuentras necesario el discurso y proyecto que estoy iniciando, solidarízate conmigo e impúlsame a seguir!! . ¡Necesito de tu ayuda y colaboración! Me siento llamado en favor del otro. Si necesitas reflexionar conmigo, te invito a conocer mi acompañamiento personal o en grupo. Entra en mi página web (jesusdonaire.me) y solicítalo. Estaré encantado de conocerte y acompañarte en tu proceso personal. ¡¡A tu servicio!!

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¿Quién es pródigo ahora? Las personas LGTBI+ necesitan saberlo.

Lunes, 28 de marzo de 2022
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CED3F458-4E6E-4E89-96B2-292257918A2EEl regreso del hijo pródigo” de Vladimir Zunuzin

La reflexión de hoy es de Allison Connelly, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está disponible aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Cuarto Domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

A menudo, nos referimos al personaje principal de la parábola del Evangelio de este domingo como “el hijo pródigo”. Como tenía curiosidad, busqué la definición del adjetivo “pródigo” en el diccionario Merriam-Webster. Las primeras dos definiciones tenían sentido para mí, al menos en el contexto de esta parábola: la primera definición se “caracteriza por un gasto profuso o derrochador”, y la segunda es “despilfarro imprudente”. Ambas definiciones encajan con la forma en que me explicaron esta parábola: como el hijo que derrocha y es imprudente con sus recursos.

Una tercera definición de “pródigo” en el diccionario me sorprendió: “rendir abundantemente: LUJOSO”. Con esta definición, mi comprensión de esta historia cambió.

Como mujer joven, queer y católica, me dicen constantemente, explícita o implícitamente, que soy un desperdicio o, al menos, que soy un desperdicio. Soy una oportunidad perdida para el matrimonio heterosexual. Soy una oportunidad desperdiciada para la procreación. Soy una vocación desperdiciada a la vida religiosa. Estoy desperdiciando dólares en el bolsillo del arzobispo. He desperdiciado mi oportunidad de ser un católico dócil, complaciente y obediente porque me niego a ajustarme a las enseñanzas homofóbicas y misóginas de la iglesia institucional. En cambio, reclamo públicamente mi santidad, sacramentalidad y santidad como mujer católica lesbiana casada. Los católicos queer, desde la perspectiva de algunos en la jerarquía, son totalmente pródigos, pero solo en las dos primeras definiciones de esa palabra.

Para mí, sin embargo, encuentro verdadera rareza no en las dos primeras definiciones, sino en la tercera en su referencia a la abundancia y el lujo. Nosotros, personas LGBTQ de todo tipo, CONOCEMOS el lujo, y no necesariamente el tipo que requiere riqueza. ¡Conocemos el lujo de la moda! ¡Música! ¡Arte! ¡Creatividad! ¡Estilo! ¡Rendimiento! ¡Ritual! ¡Poesía! ¡Danza! Tal vez sea un cliché, pero cuando pienso en el lujo, pienso en drag queens, caras que golpean a los dioses, pelucas que se cambian a mitad de la sincronización de labios, coreografías llenas de gotas de muerte y revelaciones de vestidos.

Nuestra comunidad queer también conoce la abundancia: abundancia que no proviene de los recursos financieros, que tan a menudo se nos niegan, sino de la lealtad, el compromiso, la pasión, la solidaridad, las relaciones, la colaboración, la transformación, la responsabilidad, el crecimiento, la posibilidad y la gama más completa de emoción humana En lugar de ser un desperdicio, las personas queer son recursos de brillantez, lujo y abundancia.

Desde esa perspectiva, leo nuevamente la parábola del hijo pródigo. ¿Qué pasa si, en lugar de que el hijo represente al irresponsable fiscalmente, el hijo represente al irresponsable pastoralmente? El hijo exige su herencia de su padre a una edad temprana, de la misma manera que algunos líderes de la iglesia exigen el cumplimiento y la “conversión” de los homosexuales a una edad temprana (y en todas las edades, en realidad). El hijo desperdicia sus recursos imprudentemente de la misma manera que la Iglesia desperdicia toda la humanidad y la participación de la gente queer al producir y cosificar teologías y políticas que causan daño y violencia a la comunidad LGBTQ. Y después de que el hijo gasta todos sus recursos, se encuentra en una hambruna. Lo mismo ocurre con la iglesia, ya que excluye a la comunidad LGBTQ (y otros grupos marginados) y luego descubre que las personas abandonan la iglesia debido a la homofobia institucional. La relación entre la jerarquía institucional de la Iglesia Católica y las personas LGBTQ está llena de (tal vez incluso definida por) despilfarro e imprudencia, pero no por parte de los queers. Tengo que preguntarme: ¿quién es pródigo ahora? ¿Y por definición de quién?

La segunda parte de la parábola del evangelio de hoy, cuando el hijo entra en razón y vuelve junto a su padre, también tiene una lección. Si el liderazgo de la Iglesia institucional es la figura del hijo pródigo, tenemos que dejar abierta la posibilidad de arrepentimiento, retorno y reparación. ¿Qué pasaría si la Iglesia se arrepintiera de su homofobia? ¿Si los líderes de la Iglesia regresaran y se disculparan con aquellos a quienes habían dañado, como lo hizo recientemente el cardenal Marx en Alemania? ¿Si buscaban reparación, volviéndose a una vida de servicio y testimonio para aquellos a quienes habían dejado atrás?

Honestamente, no puedo prometer que saludaría a estos líderes de la Iglesia con amor y generosidad, con celebración y regocijo. Tal vez sería más como el hermano del hijo pródigo, sorprendido y amargado por la compasión y el alivio de su padre, preguntándome por qué no me habían celebrado por mi fidelidad durante todos estos años de abandono teológico y pastoral. Pero este arrepentimiento, retorno y reparación es posible. De hecho, es necesario, no sólo por el futuro de la Iglesia, sino por su integridad, su autoridad y su abundante y lujosa prodigalidad.

—Allison Connelly, 27 de marzo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Carta al párroco

Jueves, 3 de marzo de 2022
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7F4ABEA3-749D-471C-AC5C-F4DF1254EDFAEscrita, va para veinte años, por un feligrés a su párroco

Juan de Burgos Román
Madrid

ECLESALIA, 10/01/22.- Asistí anoche a la disertación que diste en la parroquia y, como me chirriaron algunas de las cosas que, con contundencia, nos dijiste, pensé que quizá debiera ir a mostrarte mis discrepancias, pero no lo tuve claro. Sin embargo, después de un rato de oración, entendí que lo atinado era que no me callara, así que me he animado a enviarte esta nota.

A lo largo de la charla, te referiste varias veces a la Iglesia, diciendo cosas como que la ponemos en solfa, nos afeaste que, cuando buscamos la relación con Dios, lo hiciéramos al margen de la Iglesia, concluías afirmando que no la queremos y nos invitaste a cambiar, procediendo del modo que tú estimas que nosotros debemos proceder.

Y yo me digo: después de cómo se ha portado la Iglesia con muchos de nosotros (bueno, me refiero a la Iglesia oficial y sus ministros), lo esperable sería que a estas alturas no la pudiéramos ni ver y, sin embargo, seguimos bajo sus alas. Tras los muchos miedos a la condenación eterna que, los ministros de iglesia, nos han metido en el cuerpo, tras las angustias y desasosiegos que hemos sufrido por causa de ello a lo largo de nuestra juventud (y también posteriormente; recuerda, por ejemplo, las exhortaciones clericales a propósito de la Humane Vite), debiéramos haber salido despavoridos hace ya mucho, pero aquí seguimos. Y tú vas y nos dices que no queremos a la Iglesia. Después de tanta tergiversación e impostura, mostrándonos a Dios como un ser vengativo dispuesto a mandarnos a los infiernos a las primeras de cambio, o endilgándonos la “Historia Sagrada” a base de interpretaciones literales de las escrituras (la manzana y la serpiente parlante, el “trasatlántico” de Noé, etc.), lo que cabría esperar habría sido que nos hubiéramos marchado de la Iglesia hace ya muchos años, pero aquí seguimos, participando de sus cultos y colaborando en sus saraos varios. Después de la reciente tomadura de pelo, convirtiendo el año de júbilo en una interminable sucesión de romerías para ir a ganar algo extraño llamado jubileo (con la zanahoria de las correspondientes indulgencias, que no se sabe bien lo que son), resulta que, nosotros, en lugar de haber dicho que ya estaba bien, pues aquí andamos aun, en el redil de la Iglesia.

Pero fuiste a más: nos dijiste que teníamos el importante cometido de hacer creíble a la Iglesia ¿Así?, ¿conforme está ahora?, ¿sin limpiarla, al menos, un poquito? Me habría gustado (y creo que hubiera sido de justicia) que nos hubieras proporcionado unas pinzas, para la nariz, para cuando huele especialmente mal, y unos litros de lejía, para que nos hubiéramos puesto antes a fregarla, y así, cuando ya hubiera empezado a brillar, pudiéramos mostrarla sin sonrojarnos.

Me he animado a decirte esto último a la vista del texto bíblico que me salió en mi anterior rato de oración: «Pero vosotros os habéis extraviado del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la Ley, habéis corrompido la alianza de Leví, dice Yahveh Sebaot. Por eso, yo también os he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, de la misma manera que vosotros no guardáis mis caminos y hacéis acepción de personas en la Ley» (Malaquías 2,8-9).

Pues claro que queremos a la Iglesia (¿Quién nos ha transmitido la fe?), pero la queremos limpia, transformada. No parece que Jesús quiera una Iglesia como esta nuestra de ahora, de la que cabe decir lo mismo que él decía de la religión del Templo y de los jefes religiosos de su época.

Lamentablemente, el respeto y aprecio por la verdad no ocupan los primeros lugares en la escala de valores de muchos eclesiásticos; hay muchos otros principios que se la han puesto por encima. Sin ir más lejos, repara en la cantidad de milongas se dicen desde los púlpitos para que “los sencillos no se escandalicen”.

Me permito notar que, según tengo observado de antiguo, al hablar de la Iglesia, de su importancia, de lo que debe significar, tú hablas de ella y de Jesucristo como si de la misma cosa se tratara. Me pregunto si no será esto, la identificación que tú haces, lo que te llevó a la exhortación de anoche.

Nos decías, con firmeza, que (en tu opinión, supongo yo) gustamos de Dios pero no gustamos de los sacramentos. Tengo para mí que lo que acontece es algo muy distinto: acontece que lo que no gustan son los sucedáneos de sacramento. Me pregunto si, antes de hacer un reproche tan duro a tus feligreses, no sería conveniente que echaras un vistazo a cómo está posicionada en esto la parroquia (y la Iglesia en general; no me refiero al “pueblo fiel”). Y es que, a lo que se me alcanza, malamente se puede gustar de Dios sin gustar de los sacramentos, ya que sin estos (signos sensibles de la presencia de Dios) ni se le puede llegar a vislumbrar. Otra cosa son los rituales, a veces hueros, y las fórmulas litúrgicas en vigor, que en muchas ocasiones tienen apariencia de conjuro mágico que pretende obligar a Dios a acudir, de inmediato, a donde el presbítero oficiante se lo ordena.

Cuando te oí hablar de esas muchas personas, decías tú, que creen pero que no practican, pensé que quizá seamos nosotros, los que pululamos por las parroquias, los que, a fuerza de hacer mal las cosas, las hayamos incitado a marcharse ¿No será que ellas abandonan porque nuestro mensaje ha dejado de ser buena noticia, porque la cara de la Iglesia está demasiado sucia y nuestras celebraciones son, cuando menos, insustanciales e insípidas?

Y para acabar, tengo una cosa que, aunque no es de lo que tú nos dijiste, estaba allí presente anoche: Llamaba poderosamente la atención la frase “Abracemos la Cruz de Cristo” que, con motivo de la cuaresma, habéis puesto allí, en la pared interior del templo con grandes letras. Me produjo cierto rechazo, ya que, respecto de la Cruz de Cristo, me siento mucho más cercano a esto otro, que dijo el Vaticano II: «Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia» (Gaudium et Spes, 38a)

Y es que Jesús fundamentó su vida sobre el amor y no sobre el sufrimiento. Así pues, entiendo que, cuando sigamos sus pasos, en su caminar (entrega amorosa) por el establecimiento del Reino, no deberemos olvidar que ello nos puede acarrear amarguras y sufrimientos, los cuales nos veremos en la precisión de asumir, pero no de buscarlos, ni de andar tras ellos. Esto no es abrazarse a la cruz, esto es algo así como un accidente laboral, que, sin que lo busquemos, nos cae encima.

Espero que sepas disculparme si en algo estimas me he excedido.

Un abrazo.

21 de febrero de 2002

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Gonzalo Haya: “El Sínodo y el Concilio de Jerusalén.”

Miércoles, 23 de febrero de 2022
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5-6El amigo Santiago Villamayor encabeza su artículo sobre los falsos supuestos (los errores subyacentes) en el Documento Preparatorio del Sínodo con una cita sobre el llamado concilio de Jerusalén tomada del nº 23 de este documento (Atrio 28.01.22).

Creo que es un acierto de este documento, y de Santiago, el comparar la situación actual de la Iglesia con la situación planteada por Pablo y la comunidad de Jerusalén, que consideraba una infidelidad el incumplimiento de la Ley dada por Dios a Moisés.

Recomiendo a los interesados que lean los capítulos 10 y 15 del Libro de los Hechos de los Apóstoles y que se centren en el mensaje que Lucas quiere transmitirnos, aunque lo haya fabulado al estilo de la época como fabuló la venida del Espíritu en Pentecostés (que el evangelio de Juan narra con toda sencillez en Jn 20,22). Lo que Lucas presenta como visiones de ángeles que hablan podemos interpretarlo como ideas o imágenes que surgen en nuestra conciencia. Me arriesgaré a explicar este episodio en términos más actuales.

Pablo había experimentado que el peso de la Ley era el mayor inconveniente para que los paganos acogieran el mensaje salvador de Jesús, porque comprendió que este mensaje no se basaba en el esfuerzo humano de cumplir unas normas sino en la oferta gratuita del amor de Dios (que él formuló teológicamente como la fe en Jesús).

La Iglesia de Jerusalén, fiel al judaísmo, sentía que prescindir de la Ley de Moisés significaba romper la Alianza a la que Yahvé había condicionado la salvación. Hay que reconocer que no constaba claramente, ni a unos ni a otros, que Jesús hubiera renunciado a la Ley.

Sí constaba lo que había dicho que “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Esto puede resultar demasiado abstracto, pero Jesús lo concretó curando en sábado (aunque podría haber retrasado la curación para el día siguiente) y declarando  que no hay alimentos impuros sino que la impureza sale del corazón del hombre (Mc 7,14-23; Mt 15,10-20).

Sin embargo parece que Pedro no había entendido esta enseñanza tan explícita hasta que le ocurrió la visión citada en Hechos c.10, que le decía que comiera de aquellos animales (entonces recordó y reelaboró esta idea en su conciencia).

Marcos, el evangelio más radical, simboliza el rechazo del Templo y de la Ley en la parábola de la maldición de la higuera, que sería totalmente absurda si se toma al pie de la letra que Jesús maldijo a una higuera porque no le daba higos fuera de su tiempo (es muy ilustrativo comparar las versiones de Mc 11,12-5; 18,19; con Mt 21,18-21; y Lc 13,6-9). Sin embargo tanto Pedro como el apóstol Juan seguían subiendo al Templo “para la oración de media tarde” (Hechos 3,1).

En este conflicto entre Pablo y Santiago, entre las comunidades paganocristianas y judeocristianas, Lucas sitúa a Pedro como mediador. Pedro se siente impulsado por el Espíritu (por su conciencia iluminada por el Espíritu) a aceptar la llamada del centurión Cornelio, superando la prohibición de entrar en casa de una pagano; y al escucharlo reconoce “Ahora comprendo verdaderamente que Dios no es parcial, sino que acepta a quien lo respeta y procede honradamente, de cualquier nación que sea” (Hechos 10,34) y repite este testimonio en la asamblea de Jerusalén añadiendo “Pues ahora ¿por qué tentáis a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar?” (Hechos 15,10).

Creo que estos textos, y otros que se podrían citar, nos muestran el difícil equilibrio en que se movió Jesús, y en el que se mueve hoy la Iglesia, entre la importancia del cumplimiento de unas normas tradicionales y la confianza en el amor gratuito e incondicional que Dios nos muestra, y que nos pide ejerzamos con nuestros hermanos.

Jesús no rechazó explícitamente la Ley de Moisés pero, prescindió de ella cuando le impedía actuar en beneficio de judíos o paganos y, según Marcos, murió repitiendo el salmo 22 (21) “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

Para terminar esta comparación entre el Sínodo convocado por el Papa y el llamado concilio de Jerusalén, digamos que Santiago Villamayor se siente proféticamente movido como Pablo a reclamar una libertad ante las creencias y las leyes establecidas en la Iglesia; la curia clerical que acosa al Papa, interesadamente o de buena fe, ejerce el papel de Santiago que preside la comunidad de Jerusalén; y Francisco, como Pedro, trata de dar testimonio en favor de esta libertad proclamando una “Iglesia en salida” hacia toda la humanidad.

¿Cuál es nuestro papel? El Papa aconseja el discernimiento que cada uno debe ejercer para escuchar en su conciencia lo que el Espíritu le inspira a su comunidad y a él mismo, ya sea el mantenimiento de unas normas tradicionales o la superación de esas normas para acoger a otros hermanos, que buscan otros modos de comprender y vivir la Trascendencia.

Para Dios no hay acepción de personas, y Jesús puso como ejemplo al buen samaritano; y en la fe (confianza) de la mujer cananea (Mc 7,25-30) comprendió que la salvación (fraternidad) del Reino de Dios se extendía también a los paganos.

La Iglesia no es el Reino, es un camino para extender el Proyecto de Jesús, el plan de Dios desde la creación, el Reino de la fraternidad universal.

Gonzalo Haya

Fuente Atrio

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Destacado cardenal europeo dice que “la Iglesia debe cambiar”

Jueves, 10 de febrero de 2022
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images1Acabo de leer esta entrevista que comparto para todos en ATRIO. Es como si a Masiá, tras sus años en Japón, le hubieran hecho arzobispo y cardenal y hablara con la misma sinceridad con que le hemos oído tantes veces. Pues Jean-Claude tiene especial revelancia en la Iglesia de hoy, con Francisco. No sé si se conocen de antes, pero he traducido you por en esta conversación con el redactor de La Croix. AD. 

EXCLUSIVO: En una amplia entrevista con “La Croix”, el cardenal Jean-Claude Hollerich SJ habla con franqueza sobre temas candentes en la Iglesia católica

Por Loup Besmond de Senneville | Ciudad del Vaticano | La Croix International, 24-1-2022

La disminución del número de creyentes en Europa, la lucha de la Iglesia por seguir desempeñando un papel en la sociedad occidental, el debate sobre el celibato sacerdotal y las nuevas visiones sobre la sexualidad.

El cardenal Jean-Claude Hollerich , el jesuita de 63 años que dirige la Arquidiócesis de Luxemburgo y es presidente de COMECE (la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea), habla con franqueza sobre estos y otros temas candentes en esta entrevista exclusiva con Loup Besmond de Senneville de La Croix .

La Croix : Has sido misionero en Japón, eres jesuita, arzobispo de Luxemburgo, cardenal. ¿Siempre has buscado a Dios de la misma manera?

Cardenal Jean-Claude Hollerich: Cuando llegué a Japón siendo un joven sacerdote, fue un gran impacto. En ese momento yo era un joven empapado del catolicismo popular de Luxemburgo.

Con otros jesuitas, cada uno con un origen católico diferente, llegamos a un modelo de catolicismo que todos vimos muy rápidamente que no correspondía a las expectativas de Japón. Para mí, esto representó una crisis. Tuve que dejar de lado toda la piedad que había sido la riqueza de mi fe hasta entonces y abandonar los caminos que amaba.

Me enfrenté a una elección: renunciar a mi fe porque no podía encontrar los caminos que conocía, o emprender un viaje interior. Elegí la segunda opción. Antes de poder proclamar a Dios, tenía que convertirme en un buscador de Dios. Dije con insistencia: “Dios, ¿dónde estás? ¿Dónde estás, tanto en la cultura tradicional como en el Japón posmoderno?” Cuando regresé a Europa hace diez años, tuve que empezar de nuevo.

Para ser honesto, pensé que encontraría el catolicismo que había dejado en mi juventud. Pero ese mundo ya no existía. Hoy, en esta Europa secularizada, tengo que hacer lo mismo: buscar a Dios.

¿Ha vuelto Europa hoy a ser tierra de misión?

Sí, lo ha sido durante mucho tiempo.

El Luxemburgo de mi juventud era un poco como Irlanda, con grandes procesiones, mucha piedad popular, etc. Cuando yo era niño, todos los niños iban a la iglesia. Mis padres no fueron, pero me enviaron, porque era normal hacerlo.

Recuerdo que en la escuela, una niña de mi clase no hizo su primera comunión y eso armó un escándalo. Ahora, lo que causa el escándalo es cuando un niño realmente la toma.

Pero al reflexionar, puedo ver que este pasado no fue tan glorioso. Obviamente no lo vi de niño, pero ahora me doy cuenta de que ya había muchas grietas e hipocresías en esa sociedad en ese entonces.

Básicamente, la gente no creía más de lo que cree hoy, incluso si iban a la iglesia. Tenían una especie de práctica dominical cultural, pero no estaba inspirada en la muerte y resurrección de Jesús.

¿Crees que este catolicismo cultural está acabado?

Todavía no. Varía en diferentes partes del mundo. Pero estoy convencido de que la Covid acelerará este proceso.

En Luxemburgo, tenemos un tercio menos de feligreses. Estoy seguro de que no volverán. Entre ellos hay personas de cierta edad a las que les resultará doloroso volver a la práctica religiosa, ir a una iglesia. Pero también están aquellos católicos para quienes la misa dominical era un ritual importante que brindaba estabilidad a sus vidas.

Para muchos, llamarse católico sigue siendo una especie de disfraz dotado de una moralidad general. Les ayuda a mantenerse al día con la sociedad, a ser “buenos cristianos”, pero sin definir realmente lo que eso significa.

Pero esta era debe terminar. Ahora debemos construir una Iglesia basada en la fe. Ahora sabemos que somos y seremos una minoría. Esto no debería sorprendernos ni entristecernos.

Tengo la dulce certeza de que mi Señor está presente en Europa hoy.

¿Y no tienes dudas al respecto?

Oh no. No hay dudas en absoluto. Ya no es una pregunta que me persiga.

Cuando era más joven, tenía miedo de no encontrarlo. Era como si estuviera obsesionado por este miedo. Tenía que averiguarlo o me hundiría. Ahora estoy mucho más tranquilo.

¿Es esa la sabiduría de la edad?

No sé si existe tal cosa como la sabiduría de la edad. (Risas). ¡Sería feliz si lo hubiera!

Pero en el fondo siempre hacemos las mismas estupideces y siempre nos topamos con la misma pared. Al menos sabemos que el muro está ahí y que dolerá.

También sé ahora que soy solo un instrumento del Señor. Hay muchos otros. Esta conciencia me hace siempre desconfiar un poco de todos aquellos que dicen tener la fórmula inmejorable para anunciar a Dios.

¿No hay una receta mágica?

No. Sólo existe la humildad del Evangelio.

Y cuando eras más joven, ¿creías en las recetas mágicas?

Sí, por supuesto, creía en ellos. Pero es una hermosa locura de juventud. También muestra el entusiasmo de los jóvenes.

¿Por qué el mensaje del cristianismo sigue siendo relevante hoy?

Porque la gente no ha cambiado en dos mil años. Seguimos buscando la felicidad y no la encontramos. Todavía tenemos sed de infinito y nos encontramos con nuestros propios límites.

Cometemos injusticias que tienen graves consecuencias para otras personas, lo que llamamos pecado. Pero ahora vivimos en una cultura que tiende a reprimir lo humano. Esta cultura de consumo promete satisfacer los deseos humanos, pero no lo hace.

Sin embargo, en momentos de crisis, de conmoción, la gente se da cuenta de que en su corazón hay un montón de preguntas latentes. El mensaje del Evangelio es excepcionalmente fresco al responder a esta búsqueda de sentido y felicidad.

El mensaje sigue siendo relevante, pero los mensajeros a veces aparecen con disfraces de tiempos pasados, lo que no es el mejor servicio hacia el mensaje en sí.

Por eso tenemos que adaptarnos. No para cambiar el mensaje en sí, por supuesto, sino para que se entienda, aunque seamos nosotros quienes lo anunciemos.

El mundo sigue buscando, pero ya no mira en nuestra dirección, y eso duele. Debemos presentar el mensaje del Evangelio de tal manera que las personas puedan orientarse hacia Cristo.

Precisamente por eso, el Papa Francisco inauguró en octubre pasado el Sínodo sobre la sinodalidad, del que eres relator general. ¿Dijiste recientemente que no sabes lo que escribirás en el informe?

Tengo que ser yo quien escuche. Si hago muchas propuestas, desanimaré a las personas que tienen una opinión diferente. Entonces son las personas las que tienen que llenar mi cabeza y las páginas.

Este es un sínodo. Debe estar abierto. Como dice el Papa, es el Espíritu Santo quien es el maestro de obras. Así que también debemos dejar espacio para el Espíritu Santo. Este método es importante hoy porque ya no podemos conformarnos con dar órdenes de arriba hacia abajo. En todas las sociedades, en la política, en los negocios, lo que cuenta ahora es la creación de redes.

Este cambio en la toma de decisiones va de la mano con un verdadero cambio de civilización, al que nos enfrentamos. Y la Iglesia, como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia, debe adaptarse a ella. La diferencia es que esta vez el cambio de civilización tiene una fuerza sin precedentes. Tenemos una teología que nadie entenderá en 20 o 30 años. Esta civilización habrá pasado.

Por eso necesitamos un nuevo lenguaje que debe basarse en el Evangelio. Y toda la Iglesia debe participar en el desarrollo de este nuevo lenguaje: este es el sentido del sínodo.

Como presidente de COMECE, participaste en una reunión en Roma a principios de octubre con los partidos europeos de derecha y centro-derecha. A la salida, el cardenal Pietro Parolin les animó a no considerar el cristianismo como un supermercado del que sólo se pueden elegir determinados valores. ¿Existe esta tentación entre los políticos?

Sí, claramente. A la derecha, retoman símbolos cristianos. Les gustan los rosarios y los crucifijos, pero esto no siempre está ligado al misterio de Cristo. Esto está relacionado con nuestra cultura europea pasada. Quieren referirse a una cultura para conservarla. Este es un mal uso de la religión.

En la izquierda también conozco a políticos que se dicen cristianos comprometidos, que luchan contra el cambio climático, pero que votan en el Parlamento Europeo para hacer del aborto un derecho fundamental y para limitar la libertad de conciencia de los médicos. Eso también es tomar la religión como un supermercado.

Uno puede ser demócrata cristiano, socialista, ecologista, etc. , y seguir siendo cristiano. Esta diversidad de formaciones políticas es de gran beneficio para la sociedad. Pero los políticos a menudo tienden a mantener en privado sus preferencias religiosas. En este caso, ya no se trata de una religión, sino de una convicción personal. La religión requiere un espacio público para expresarse.

Pero, ¿no es más difícil para los cristianos involucrarse en política?

En primer lugar, es cierto que hay menos cristianos. En segundo lugar, es cierto que cada vez se involucran menos en política. Vemos esto después de cada elección.

Por otro lado, es evidente que el mensaje de los obispos a la sociedad ya no llega. Usted ha experimentado esto en Francia durante varios años. Esta es la consecuencia de que estemos en minoría.

Para ayudar a la gente a entender lo que queremos, debemos entablar un largo diálogo con aquellos que ya no son cristianos, o que son sólo cristianos en la periferia. Si tenemos ciertas posiciones no es porque seamos conservadores, sino porque creemos que la vida y la persona humana deben estar en el centro.

Para poder decir esto, creo que necesitamos tener diálogos y amistades con tomadores de decisiones o políticos que piensan diferente. Aunque no sean cristianos, compartimos con ellos una sincera preocupación por colaborar por el bien de la sociedad. Si no queremos vivir en una sociedad compartimentada, debemos ser capaces de escuchar las historias de los demás.

¿Significa esto que la Iglesia debe renunciar a defender sus ideas?

No, no se trata de eso. Debemos intentar comprender al otro, construir puentes con la sociedad. Para hablar de antropología cristiana, debemos basarnos en la experiencia humana de nuestro interlocutor. Porque aunque la antropología cristiana es maravillosa, pronto dejará de ser comprendida si no cambiamos de método.

¿Y de qué nos sirve hablar si no somos oídos? ¿Hablamos por nosotros mismos, para asegurarnos de que estamos en el lado correcto? ¿Es para tranquilizar a nuestros propios seguidores? ¿O hablamos para ser escuchados?¿Cuáles son las condiciones para esta escucha?

En primer lugar, la humildad. Pienso que aunque no sea necesariamente consciente, la Iglesia tiene la imagen de una institución que sabe todo mejor que otras. Por lo tanto, necesita mucha humildad, de lo contrario no puede entrar en un diálogo.

Esto también significa que debemos demostrar que queremos aprender de los demás. He aquí un ejemplo: me opongo totalmente al aborto. Y como cristiano, no puedo tener una posición diferente. Pero también entiendo que hay preocupación por la dignidad de la mujer, y hoy ya no se escucha el discurso que teníamos en el pasado para oponernos a las leyes del aborto.

Entonces, ¿qué más podemos hacer para defender la vida?

Cuando un discurso ya no pesa, no hay que obstinarse en utilizarlo, sino buscar otros caminos.

En Francia, muchos creen que la Iglesia ha perdido gran parte de su credibilidad a causa de los delitos sexuales que se cometen en su seno. ¿Cómo te posicionas frente a esta crisis?

Antes que nada, quiero decir que estos abusos son un escándalo. Y cuando vemos los números en el Informe Sauvé, podemos ver que no es el desliz de unos pocos. Hay una falla sistémica en alguna parte, y debe abordarse.

No debemos temer las heridas que esto nos pueda causar, que no son absolutamente nada comparadas con las de las víctimas. Por lo tanto, debemos ser muy honestos y estar preparados para recibir algunos golpes.

Hace unas semanas estuve en Portugal, donde estaba celebrando la Misa. Había allí un niño pequeño que, mientras servía la Misa, me miraba como si yo fuera el buen Dios. Pude ver que me vio como un representante de Dios, lo cual era, de hecho, durante la liturgia.

Abusar de tales niños es un crimen real. Es una falta mucho más grave que si un profesor o un entrenador deportivo cometiera tales actos. El hecho de que esto haya sido tolerado para proteger a la Iglesia duele. ¡Hicimos la vista gorda! Es casi irreparable.

Ahora llego a tu pregunta. Algunas personas han perdido la confianza. Para recuperarla, cuando sea posible, hay que tener una gran humildad. Cuando se acompaña a una comunidad oa una persona, se debe tener siempre presente el principio de absoluto respeto por aquellos a quienes se acompaña. No puedo dejar de lado ni siquiera a una persona.

Me parece obvio que estas preguntas estarán en la mente y en el corazón de todos durante el proceso sinodal. Tenemos que aceptar el cambio.

Si hay un fallo sistémica, ¿crees que se necesitan cambios sistémicos?

Si. Obviamente, en mi diócesis, como en muchas otras, tenemos una carta de buena conducta que todos tienen que firmar, tanto los sacerdotes como los laicos que trabajan para la Iglesia.

Antes de la ordenación, también sometemos a los seminaristas a ocho sesiones psicológicas diseñadas para detectar la pedofilia. Estamos haciendo todo lo que podemos, pero no es suficiente. Necesitamos una Iglesia que esté estructurada de tal manera que estas cosas ya no sean posibles.

¿Qué significa eso?

Si a las mujeres y los jóvenes se les hubiera dado más voz, estas cosas se habrían descubierto mucho antes. Debemos dejar de actuar como si las mujeres fueran un grupo marginal en la Iglesia. No están en la periferia de la Iglesia, están en el centro. Y si no damos voz a los que están en el centro de la Iglesia, tendremos un gran problema.

No quiero ser más específico: esta pregunta se hará inevitablemente en el Sínodo, en varias culturas, en diversos contextos. Pero las mujeres han sido ignoradas demasiado. Debemos escucharlos, como hacemos con el resto del pueblo de Dios.

Los obispos deben ser como pastores que escuchan a su pueblo. No es solo que digan: “Sí, escucho, pero eso no me interesa”. Necesitan estar en medio de su rebaño.

¿Qué otros cambios hay que hacer?

La formación del clero debe cambiar. No debe centrarse sólo en la liturgia, aunque entiendo que los seminaristas le dan gran importancia. Los laicos y las mujeres deben tener voz en la formación de los sacerdotes. Formar sacerdotes es un deber de toda la Iglesia, por lo que toda la Iglesia debe acompañar este paso, con hombres y mujeres casados y solteros.

En segundo lugar, necesitamos cambiar nuestra forma de ver la sexualidad. Hasta ahora hemos tenido una visión bastante reprimida de la sexualidad.

Obviamente, no se trata de decirle a la gente que puede hacer cualquier cosa o de abolir la moralidad, pero creo que debemos decir que la sexualidad es un regalo de Dios.

Lo sabemos, pero ¿lo decimos? No estoy seguro. Algunas personas atribuyen el aumento de los abusos a la revolución sexual. Pienso exactamente lo contrario: en mi opinión, los casos más horribles ocurrieron antes de la década de 1970.

En esta área, los sacerdotes también deben poder hablar sobre su propia sexualidad y ser escuchados si tienen problemas para vivir el celibato. Deben poder hablar de ello libremente, sin temor a ser reprendidos por su obispo.

En cuanto a los sacerdotes homosexuales, que son muchos, sería bueno que lo hablaran con su obispo sin que éste los condene.

En cuanto al celibato y la vida sacerdotal, preguntémonos con franqueza si un sacerdote debe ser necesariamente célibe.

Tengo una opinión muy alta del celibato, pero ¿es indispensable? En mi diócesis tengo diáconos casados que desempeñan su papel diaconal de una manera maravillosa, que dan homilías a través de las cuales tocan a las personas mucho más poderosamente que nosotros que somos célibes.

¿Por qué no tener sacerdotes casados también?

De la misma manera, si un sacerdote ya no puede vivir esta soledad, debemos ser capaces de comprenderlo, no de condenarlo. Soy ya viejo ahora, así que esto no me preocupa tanto.

¿Has sentido la dificultad de vivir esta soledad?

Sí, por supuesto.

En ciertos momentos de mi vida, fue muy claro. Y también es obvio que todo sacerdote se enamora de vez en cuando. La pregunta es cómo comportarse en este caso.

En primer lugar, uno debe tener la honestidad de reconocerlo a sí mismo, y luego actuar de tal manera que pueda continuar viviendo su sacerdocio.

Fuente Atrio

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , ,

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