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“A los ocho días, llegó Jesús”. Domingo 16 de abril de 2023. 2º Domingo de Pascua.

Domingo, 16 de abril de 2023
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24-PascuaA2Leído en Koinonia:

Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Salmo responsorial 117: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
1Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. Leer más…

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16.4.23. Dom 2. Pascua de Tomás, resurrección: Ser iglesia (comunión) y tocar/curar las llagas de los crucificados (Jn 20, 19-31)

Domingo, 16 de abril de 2023
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9777A289-2AE6-47A8-B235-72125F15AF06Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo 1 fue la pascua de Magdalena: tocar a Jesús amigo y realizar su misión (no me sigas tocando…). Este domingo 2 es la pascua de Tomás (crear iglesia, compartir la vida con los crucificados).

El  pasaje de Tomás (Jn 20) forma con Jn 21 el epílogo y conclusión del Cuarto Evangelio, su mensaje final, en contra de unade “gnosis” de sabios que van a lo libre, con pretendida mística, pero poca iglesia (no comparten vida con los hermanos) y menos acción liberadora (no “tocan” ni curan las llagas de los crucificados.

Introducción.

Éste es un evangelio y programa de Iglesia “de carne” (comunidad real: compromiso por los crucificados y vinculación “carnal” entre los creyentes)  que ha de interpretarse a partir de los grandes textos anti-gnósticos de Juan, empezando por las bodas de Caná (Jn 2), siguiendo por el sermón del pan de vida  (Jn 7) y culminando en el Sermón de la Cena (Jn 13-17).

Este programa anti-gnóstico de Juandesemboca en el epílogo pascual (Jn 20-21), con Magdalena “tocando” en amor a Jesús y la “gran pesca” con el pacto/complementariedad de Pedro y el Discípulo, amado,  en el que,  como testigo y compañero “de carne” de la iglesia, emerge Tomás, con Natanael, los zebedeos y dos discípulos más. Éstos son son los siete u ocho fundadores de la iglesia (si el discípulo amado es uno de los dos discípulos innominados del finson siete; si es distinto son ocho).Divido mi exposición en 4 partes

(1)   Jn 20,19‒23. La Pascua es comunión de vida,  creación de una comunidad de discípulos/amigos comunión, que se expresa en forma de paz, presencia activa acción del Espíritu Santo y perdón mutuo.

(2)  Jn 24,31. La pascua es redención/liberación de los crucificados Sólo resucita aquel que mete su mano y toca (cura) las heridas de los crucificados de la historia para compartir con ellos el dolo y  el amor, la  redención de Jesús crucificado.

(3) Visión de conjunto de Tomas, apóstol de la pascua en los evangelios canónicos. Pablo no le cita entre los testigos de Jesús, (Pedro, los Doce) Santiago…: 1 Cor 15, 3-9), pero él es con Magdalena y las demás mujeres el representante más significativo de la Pascua cristiana.

(4) Contrapunto. El Tomás gnóstico del evangelio apócrifo de Tomas. Todo lo anterior se entiende y sitúa desde la perspectiva de ev.Tomás (apócrifo). En esa línea podemos decir que el Cuarto evangelio es el primero y más fuerte de todos los librosnti-gnósticos del NT, y eso aparece de un modo especial en nuestro pasaje.

 1)   JN 20,19‒23. PASCUA COMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA COMUNIÓN DE SUS DISCÍPULOS

María Magdalena había “tocado a Jesús”, que le dijo “deja ya de tocarme” (noli me tangere), vete y diles a mis hermanos…  (Jn 20, 17). Ahora es Tomás el que toca a Jesús, un apóstol a quien la tradición concederá gran inmensa importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon). Parece formar parte de un tipo de “gnosis” (cristianismo sin comunidad/iglesia ysin presencia liberadora en los heridos y crucificados). No vive en comunión de iglesia (de vida compartida con los hermanos); no puede haber visto a Jesús resucitado.  Así comienza el texto:

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:- ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo:- Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (20, 19-23).

 Tomás andaba a lo libre y no  podía “ver” al resucitado, pues en soledad espiritual, sin iglesia (sin amor mutuo,) no hay salvación, ni hay pascua… porque la pascua y salvación de Jesús  es comunión de vida entre los creyentes… Pero los otros cristianos le invitan y él viene, y de esa forma, en unión con los hermanos, ve y toca a Jesús.

La iglesia, reunida aquí en comunidad, está formada por un grupo extenso  de creyentes; no son sólo los Doce apóstoles, sino más, hombre y mujeres, reunidos en oración y amor En este contexto se inscribe la experiencia de pascua. Tomás, que anda por libre, no puede ver/tocar a Jesús resucitado.

Estos  discípulos no son iglesia por estar sometidos a una autoridad superior, sino por ser todos hermanos en comunión de vida y perdón. Por eso se han separado  de un tipo de judaísmo de ley; ellos mismos son ley de vida en amor, pro tienen miedo, cierran las puertas, esperando y amando a   Jesús en su amor.

 Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ésta son las notas de su experiencia de resurrección.

La Pascua es ante todo paz, vivir en comunión.Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, dividido, enfrentado en odios, ofrece Cristo paz entre y para todos. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal, una vida que se abre a todos en perdón y resurrección. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos con la llaga de los clavos y el costado herido por la lanza (20, 20). Jesús resucitado no es tipo de idea espiritual intimista, sino experiencia y principio de comunión de amor, desde los perseguidos y crucificados. La iglesia no empieza con los triunfadores o jerarcas de la ley, sin con los perseguidos, conforme a la palabra clave del evangelio:  ¡Era necesario que el Cristo  fuera perseguido y muriera…! (Lc 24, 26.46). Sólo los perseguidos, los humillados y crucificados pueden ser principio de la iglesia de pascua de Cristo.

La pascua se vuelve así Pentecostés: A través de los heridos y crucificados se hace presente en el mundo el Espíritu Santo, el camino de la nueva humanidad.. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado.

Ésta es la nueva creación que comienza con los perseguidos y los crucificados… La pascua se vuelve así Pentecostés: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación en esta misma tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

La pascua es finalmente misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Juan ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Están cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

El texto de pascua y la pascua de Jesús culmina en un signo de perdón. Según el Padre nuestro, las notas de los creyentes (de la pascua) son el pan nuestro y el perdónanos como nosotros perdonamos… Juan insiste en el perdón de todos, para todos… Este es a los ojos de Jn el gran problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre esa violencia y guerra de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón.

Éste no es el perdón que unos jerarcas de ley imparte sobre otros inferiores, no es el perdón que unos sacerdotes de templo declaran sobre los legos del pueblo, sino el de todos los creyentes. Todos los cristianos de la pascua son sacerdotes y mediadores del perdón, de manera que si no hay perdón y comunión de vida no hay Pascua (perdónanos como nosotros perdonamos). Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. El perdón de la resurrección  no está reservado a los Doce, ni a presbíteros, ni a varones, sino a todos. En este texto pascual no se distinguen ni mujeres, pues todos son creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea.  Jesús confía su palabra y obra de perdón pascual a todos… de forma que si ellos no se perdonan no puede expresarse y realizarse en el mundo el perdón de Dios en Cristo.

2. PASCUA ES “TOCAR” LAS LLAGAS DE JESUS EN LOS CRUCIFICADOS, ACOMPAÑARLES Y CURARLES (Jn 20, 24-29).

El texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, individualista, sin comunión mutua, sin compartir la vida con los crucificados.  fuera de la comunidad.

Éste Tomás es un seguidor “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por eso pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo más, sino el signo y verdad  de la resurrección en la carne, como principio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas,se puso en medio y dijo:- ¡Paz a vosotros!Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo:- ¡Señor mío y Dios mío!Y Jesús le dijo: – Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

 Tomás es como el dicho un cristiano espiritual, un tipo de gnóstico-líder separado del pueblo)… un pretendido cristiano, pero sin resurrección, es decir, sin verdadera comunión de iglesia, sin auténtico servició liberador, que empieza desde los crucificados y oprimidos.

 Probablemente cree en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior), sin compartir la vida con los hermanos y con los crucificados.  Cree en un Cristo glorioso, pero desligado de la de amor y sufrimiento de los hombres. Pues bien, ese Tomás, sólo puede ver/tocar al Cristo resucitado si vive en comunión con los hermanos, si toca y ayuda a los perseguidos, a las víctimas.

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“El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 16 de abril de 2023
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes, y diverso de los otros, es el del próximo domingo.

Un relato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)

            Lo que cuenta Juan se divide en dos partes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tarde se añadió otro final, el c.21).

            Lo que ocurre al anochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. El clímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de los discípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacción incrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia de unas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos que Tomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos también nosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida no entra en su perspectiva.

            Al cabo de ocho días se presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nos representa a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos los que creen sin haber visto».

            El epílogo insiste en la finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más, pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado en estos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

– Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

– Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

– ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Aunque parezca extraño, este saludo sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos, les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo, para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente, se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas físicas y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don del Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que, en Juan, perdonar o retener los pecados significa admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Dos lecturas contra Tomás

Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado, y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.

La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

La segunda, tomada de la Primera carta de Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidad en medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras, las que indico en rojo, que son el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

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Domingo II de Pascua. 16 Abril, 2023

Domingo, 16 de abril de 2023
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Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.”

(Jn 20, 19-31)

Hoy es fácil hablar de los apóstoles reunidos “a puerta cerrada” o de las dudas de Tomás. También de la insistencia del resucitado en ofrecerles paz a aquellos discípulos amedrantados por el miedo.Y está muy bien hablar de todas estas cosas. Ya que muchas veces el conocer la experiencia de otras personas nos ayuda a confrontar nuestras vidas.

Pero lo cierto es que al leer el evangelio me han golpeado los dos últimos versículos. Los que la Biblia de la Casa de la Biblia titula: “Finalidad del evangelio”. Los dos versículos con los que hemos empezado este comentario:

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.” (Jn 20, 30-31)

De manera que el evangelio, los evangelios, no pretenden contarnos la vida de Jesús, un Galileo del siglo primero. Tampoco nos quieren contar lo que sucedió en un momento dado, no son una crónica. El evangelio es un despertador.

Su finalidad, lo que quiere conseguir es que CREAMOS y “para que creyendo tengáis en él (en Jesús) vida eterna.”

Por eso no podemos acercarnos a los evangelios buscado una respuesta. Algo así como la receta exacta para la felicidad plena.

No hay recetas. La fe no es una respuesta, es un camino. Casi podríamos decir que la fe es una pregunta. Y creer es tratar de dar respuesta a ese anhelo. Como enamorarse. Cuando te enamoras no encuentras una respuesta, lo que encuentras es un camino lleno de novedad.

Podemos decir que los evangelios fueron escritos para “enamorarnos. Para mostrarnos un camino lleno de novedad.

Si creemos, si amamos… entonces comenzamos a dar pasos, a entrar en la VIDA eterna, en la vida plena.

Oración

Trinidad Santa, despierta nuestro corazón para que CREAMOS.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo amando, podemos descubrir a Jesús vivo.

Domingo, 16 de abril de 2023
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image2DOMINGO 2º DE PASCUA(A)

Jn 20,19-31

Es esclarecedor que en los relatos pascuales Jesús solo se aparece a los miembros de la comunidad. O como es el caso de hoy, a la comunidad reunida. No hace falta mucha perspicacia para comprender que están elaborados cuando las comunidades estaban ya constituidas. No tiene mucho sentido pensar, como sugieren los textos, que el domingo a primera hora de la mañana o por la tarde ya había una comunidad establecida. Los exégetas han descubierto que los textos quieren decir algo muy distinto.

“Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. La muerte en la cruz no pretendía solo matar a la persona sino borrar completamente su memoria. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. Todos eran galileos, que habían venido a la fiesta para volver a su tierra. La muerte de Jesús solo pudo acelerar esa vuelta.

Cómo se fueron estructurando esas primeras comunidades, es una incógnita. Ese proceso de maduración de los seguidores de Jesús no ha quedado reflejado en ninguna tradición. Los relatos pascuales nos hablan ya de la convicción absoluta de que Jesús está vivo. Es una falta de perspectiva histórica el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones. Los evangelios nos dicen que para “ver” a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien lo ha robado y las apariciones, a pensar en un fantasma.

Esa experiencia de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar. Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación, del juez escatoló­gico, del Jesús taumaturgo, de Jesús como Sabiduría. Estas maneras de entender a Jesús después de morir, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado para explicar la vivencia de los seguidores de Jesús. En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no es un fenómeno constata­ble empíricamente.

La experiencia pascual de los seguidores sí fue un hecho histórico. Cómo llegaron los primeros cristianos a esa experiencia no lo sabemos. En los relatos se manifiesta la dificultad del intento de comunicar a los demás esa vivencia de una realidad que está fuera del tiempo y el espacio. Fueron elaborando unos relatos que intentan provocar en los demás lo que ellos estaban viviendo. Para transmitir esa experiencia, no tuvieron más remedio que encuadrarla en el tiempo y el espacio para que fuera comprensible.

Reunidos el primer día de la semana. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana. El texto manifiesta la práctica de reunirse el domingo que se hizo común muy pronto entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del sábado, que seguían manteniendo como buenos judíos. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. En el texto se ve que estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.

Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunicad fuente de Vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia, sino que se les impone. Después de lo que habían vivido, era imposible que no pensaran en Jesús que estaba vivo.

Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que ese Jesús que están viendo es el mismo que murió en la cruz. Este es el objetivo de todos los relatos pascuales. Lo que ven no es un fantasma ni una elucubración o alucinación mental de cada uno. El miedo que les había atenazado al ser testigos de su muerte en la cruz, desaparece. Ahora descubren que la verdadera Vida nadie puedo quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica su misma Vida.

Sopló” es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7 para indicar que Dios convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da la verdadera Vida. Queda completada así la creación del hombre nuevo. “Del Espíritu nace espíritu” había dicho Jesús (Jn 3,6). Ahora toman conciencia de lo que significa nacer de Dios. Se ha Hecho realidad en Jesús y en ellos, la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu, objetivo de la creación.

Al dejar claro en el relato que Tomás no estaba con ellos, pretende aportar una lección magistral para todos los cristianos. Separado de la comunidad, es imposible llegar a la experiencia de un Jesús vivo. El separado está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús, porque solo se manifiesta en el amor a los demás que sería imposible si no hay alguien a quien amar. Nadie puede pensar en un amor intimista que pudiera existir sin hacerse efectivo en los demás.

Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les había hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. De todos modos, queda demostrado en el relato, que los testimonios de otros no pueden suplir la experiencia personal.

¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle Señor y Dios, reconoce la grandeza, y al decir mío, el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Naturalmente Tomás no es una persona concreta sino un personaje que representa a cada uno de los miembros de la comunidad que dudan, pero terminan por superar esas dudas.

Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto. Lo que se puede ver no hace falta creerlo. Lo que Jesús le reprocha es la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Eso ya no es posible. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo pero desde una perspectiva nueva.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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“ La Iglesia misionera necesaria”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 30 de marzo de 2023
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7BA98D8E-515C-4E22-A4BC-DD2EAB32C5F6De su blog Punto de Encuentro:

28.02.2023 | Gabriel Mª Otalora

Si hubiese que sintetizar qué comunidad -iglesia- necesitamos, la respuesta sería la misma que en los albores del siglo I: una Iglesia que tome el amor por bandera con un marcado acento misionero entendido como vivencia, sin diferenciar lugares con mayor o menor presencia católica, es decir, universal, comenzando por nuestras actitudes.

La crisis religiosa que vivimos aquí nos está obligando a la revisión del modelo de vida cristiano; aquél espíritu pensado para el Tercer Mundo que pervive en nuestras misiones, debe ampliarse a un Primer Mundo necesitado de la urgente re-evangelización misionera. La realidad es que nuestra sociedad está dejando de ser referencia evangélica, convertida en el paraíso opulento que da la espalda al mensaje del Resucitado.

Una Iglesia de Cristo debe afanarse por ser reconocida por sus hechos de amor y ser la primera en aplicarse su propia medicina. Necesita trabajar la imagen borrosa que está quedando de sí misma. Las ideas se malean y hay que reafirmarlas; las actitudes y las prácticas se desvalorizan y hay que transformarlas. Estamos enfermos de materialismo consumista sin que se apenas nos reconozcan como portadores de Buenas Noticias que cautivan el corazón humano; hemos perdido buena parte de la radicalidad del amor evangélico lo que nos convierte en un objetivo misional preferente ¿Qué hacer? Aunque nuestra teología es excelente, sin obras no sirve.

Todo pasa, pues, por la recuperación de prácticas que nos hagan revivir el espíritu misionero siendo luz para otros:

* Una práctica religiosa adulta. Vivir para amar es lo primero, lo esencial. Amor como entrega y denuncia de situaciones que tanto hacen sufrir a una mayoría. Nos tienen paralizados con el mantra de que esto no es religión sino hacer política.

* Una práctica mejor vivida de la Eucaristía: acción de gracias siempre y mejor actitud comunitaria. ¿Celebramos algo con la actitud individualista y gregaria que sigue recordando que lo principal es el precepto dominical del “cumplo y miento”?

* Una mayor y mejor participación del laico y la mujer en la Iglesia. Es preciso desarrollar el Concilio Vaticano II, sin integrismos clericalistas que tanto condicionan la vida eclesial ¿Por qué no pueden formar parte mujeres y laicos en general en la cúpula de la Iglesia? ¿Qué nos impide, por ejemplo, ser cardenales a la hora de participar y votar un nuevo Papa? Esperamos que el desarrollo de la Sinodalidad abra puertas y ventanas…

* Una actitud evangélica centrada en el ejemplo de las actitudes más que en las ideas o, peor aún, frente a otras ideas. Necesitamos una jerarquía que escuche y acoja con humildad y misericordia, con escucha interesada y ternura, alejados del dogmatismo, la cerrazón y las imposiciones. Iglesia de pastores, no de jefes.

* Si queremos comunicar mejor el atractivo del seguimiento evangélico, su poder liberador y sanador de transformación a nuestro alrededor, es preciso un cambio de rumbo en la institución eclesial… El budismo está de moda porque ha calado su poder liberador.

* Apostar por ser luz del mundo implica que todo lo malo no está fuera de la Iglesia. Menos juzgar la paja ajena y más autocrítica. Menos condenas y más actitud evangélica en temas como la pederastia y las resistencias a colaborar con la justicia, que es lo cercano al Evangelio y el Código Penal: llevemos a la práctica los mensajes de la oveja descarriada, el buen pastor, el hijo pródigo, el publicano, la adúltera, la cananea, el centurión romano… No el de las autoridades religiosas que condenaron a Jesús

* Seamos consecuentes: a las Iglesias cristianas nos une mucho más que lo que nos divide. Incluso entre los católicos tenemos zanjas enormes por falta de diálogo sincero y autocrítica.

* Practicar mucho más la esperanza y la confianza en Dios: el “sólo Dios basta” de Santa Teresa. Sería un gran paso para que abandonemos lo ostentoso y palaciego que sintetiza el Estado vaticano, y recomencemos una vida cristiana apoyados en la fuerza del Espíritu Santo. Para ello, es imprescindible llevar una vida de oración.

En demasiadas ocasiones, lo esencial no ocupa los mejores esfuerzos. Estamos cómodos no viviendo creíblemente el Evangelio. Pero la realidad nos ha puesto en el siguiente dilema: o la Iglesia toda nos ponemos manos a la obra, sin clericalismos ni pasividades y con verdadero espíritu misionero, o seguiremos perdiendo credibilidad evangélica encerrados en nosotros mismos, a la espera soberbia de que los demás sean quienes cambien primero, que es exactamente lo contrario de la misión que nos encomendó Cristo.

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Jairo del Agua: ¿Qué haces con tus muertos? Lo importante es lo que «vive en ti» del que se fue y no el funeral o la tumba.

Miércoles, 29 de marzo de 2023
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0C7CC904-8841-4BA7-89F6-7F41A63FD16CLos muertos que te duelen son aquellos con los que tienes un vínculo de afecto, muy particular o generalizado por tu compasión humana.

La separación definitiva de ese “ser querido” es lo que duele. A la “aceptación y cura” de ese dolor lo llamamos duelo.

Es ancestral el “culto a los muertos” y la arqueología lo ha demostrado con creces. Es el intento de conservar los vínculos con el que se fue. La raíz de esa reacción humana ante la muerte está en el amor (esencia del hombre).

Por eso nos preocupa si sufrió o no, si estaba acompañado y asistido, dónde y cómo murió. Por eso queremos estar, ver, acompañar, tocar, despedir… Algo que a tantísimos miles de personas se les está negando en estos días.

En nuestro corazón el silencioso deseo de que todo sea o haya sido como lo hubiéramos querido para nosotros. Es la expresión más cristiana del amor: “amar al prójimo como a uno mismo”.

¿Y cómo es el “culto a los muertos” en nuestra práctica católica? Pues paradójicamente al revés, echando sal en la herida: Cargamos al muerto de cadenas, deudas y pecados para convertirnos en “salvadores”, que pagan por su rescate, y así sentirnos aliviados. Es decir, acudimos a “ritos funerarios externos” que, según la ideología que nos inculcaron, son remedio santo para aliviar al muerto. Y a los vivos sufrientes que los zurzan, que se conformen con el rito y paguen.

La fuerza real de un funeral (de cualquier religión) es el “acompañamiento” a los vivos y las “muestras de afecto”. Es el “acto social y fraterno” lo que vale, el rito no vale nada, solo es el motivo para coincidir con los que lloran.

Es decir, la respuesta religiosa ante la muerte no solo es insuficiente y desenfocada, además es incoherente. Se limita a “pedir a Dios” que sea bueno con el muerto y le proporcione la paz cuanto antes. Lo que es absurdo, porque Dios no puede ser más que Bondad y Paz infinitas. Es tanto como pedirle a la luz que ilumine.

Se perdió la ocasión de ocuparse de los vivos, de consolar su llanto, de reconocer la “presencia silenciosa del Abba de Jesús” abrazando a los sufrientes como ya ha abrazado al que pasó a la eternidad. Él sí estuvo presente en su lecho de muerte y en todo momento. Puedes relajar tu ansiedad y el dolor de tu ausencia en el último suspiro: Estuvo siempre acompañado y amado.

Se perdió la ocasión de recordarnos que ante el “misterio de la muerte” no cabe más que ACEPTAR nuestra limitación, nuestro “no saber”. No se nos ha revelado cómo es el desembarco. Solo sabemos -por revelación y certeza interior- el destino: Amor Infinito en el que “somos, nos movemos y existimos” (He 17,28), también tras la vida física.

Hay demasiada ficción novelada y siniestra imaginación sobre la muerte y los muertos. Todos los cuentos míticos sobre purgatorios e infiernos son incoherentes con el Abba revelado por Cristo. Lo único que sabemos es que no sabemos nada sobre el viaje al otro lado y los horizontes luminosos de la eternidad. Nadie volvió para contarlo. Y las llamadas apariciones y revelaciones particulares no son más que proyecciones de lo que esas personas ya tenían dentro por aprendizaje o imaginación.

El gran consuelo para los que sufren es la SEGURIDAD de la ESPERANZA que mana del Padre amante del que nos fiamos por fe y experiencia interior. Pero nuestros ritos funerarios discurren por la incoherencia de la “obsesión por los pecados y la necesidad de expiarlos”, herencia del judaísmo que no hemos conseguido superar. Por eso insisten en pedir y pedir perdón y un buen destino para el viajero, a quien ya abrazó el Padre en la “Estación Termini”.

Quienes hablan de los “méritos de Cristo”, aplicados en la Misa al rescate del muerto, no saben lo que es amor. Hablan teóricamente del amor divino, su misericordia, su ternura… Y olvidan su esencia: la GRATUIDAD, sin la cual NO hay verdadero amor.

Por eso sobran las indulgencias (qué pretensión tan necia de “ser como dioses”), los sufragios, responsos, sacrificios y expiaciones que nos hemos inventado para minorar el temor ante un justiciero “jefecillo tribal”, figura humanoide a la que hemos reducido al Abba.

Si crees que me equivoco, cógete el Evangelio y relee pasajes como los de la “adúltera”, el “hijo pródigo”, la “oveja perdida”, el “perdón a los enemigos”, etc. Y escucha a Pablo: “Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza…” (1Tes 4,13).

No, no hay que preocuparse por los muertos. Pasado el umbral de la eternidad ya están en brazos de la Misericordia y la Paz. No hay oraciones ni rescates que aplicar y muchísimo menos si son de pago (puro pecado de simonía).

Son los vivos, son las personas que sufren las que nos deben preocupar. ¿Y qué mejor remedio para el dolor que saber que tu ser querido ya llegó a la resurrección y la paz?

Los funerales deberían ser para los “vivos” que sufren el desgarro de la despedida, sobre todo si fue inesperada. El apoyo firme sería la ESPERANZA cierta que acabo de describir.

Deberíamos empezar por convencernos de que la muerte, para los cristianos, es una liberación, una meta, una pascua, el paso a la tierra prometida. NO un motivo de tristeza y, menos aún, de penitencia reparadora. Los que mueren, mueren para vivir.

¿Podemos hacer algo por los difuntos? ¿Ellos pueden hacer algo por nosotros? La respuesta es un rotundo NO. La eternidad es inalcanzable para nosotros y ellos tampoco pueden alcanzarnos porque viven en el Amor Infinito que no necesita influencias ni intermediarios porque lo llena todo con su Plenitud.

Las “preces” por los difuntos y la mayoría de nuestras “oraciones de petición” no son más que un intento infantil de alumbrar con linternitas el sol o las estrellas.

La acción de los difuntos sobre nosotros se reduce a la “vida de ellos” que permanece en nosotros. El único y universal remedio, lo que realmente puedes hacer “aquí y ahora” es: “Vencer el mal con abundancia de bien” (Rom 12,21) con el impulso y experiencia de los que partieron. Únicamente puedes ensanchar el bien que pugna por inundar tu vida.

Te propongo estos tres avances como los tres efectos de un funeral cristiano:

1. Rectificar los malos funcionamientos que heredaste, muy sutiles a veces, porque suelen ser subconscientes y no nos hemos parado a concienciarlos.

2. Perdonar, perdonar de corazón las posibles heridas que te causaron, hasta que no quede ni rastro de resentimiento. No porque necesiten tu perdón, sino porque ese perdón es la medicina que necesitan tus heridas.

Y recuerda: Perdonar NO es apretar los dientes y olvidar el dolor de tus heridas. Perdonar es comprender y desistir de vengarte (hay terribles venganzas sicológicas contra los muertos). Comprendiendo tu propia fragilidad (conociéndote a ti mismo) entrarás en la comprensión de la limitación de los que te hirieron y se fueron sin aliviar tus heridas.

3. Imitar el buen ejemplo que te dejaron. Es la mejor forma de amar y honrar a tus difuntos. Tiene sentido nombrarles en la santa Misa para sentirnos orando “CON ellos”, pero NO “POR ellos”, para seguir sintiendo su aliento y ejemplo de vida, para concienciar que pertenecen a tu misma Iglesia y siguen viviendo en ella.

Amar es admirar y admirar nos lleva a imitar lo que admiramos. Si admiramos (amamos), es que esa persona nos atrae. Si nos atrae, es porque ya tenemos en nosotros algo de eso que admiramos.

La “presencia interior” de tus difuntos (más que su recuerdo cerebral) estimulará eso que pugna por crecer en ti. Esa sería la gran finalidad de honrar a los muertos.

¿Qué admiraste y qué sigues amando en tus difuntos? Si no hay amor, solo queda sensiblería, obligación mental o rutina externa. Nada de su “vida” te ha quedado, solo recuerdos muertos.

Si lo que te queda es amor, es un disparate hacer cambalaches con el Cura o con Dios. Tus difuntos no necesitan estipendios. Ya han desembarcado en las manos del Padre. Dedica tus dineros a los pobres vivos o a las necesidades de la Iglesia caminante. Los que ya pasaron no los necesitan.

Lo que ellos desean -con toda seguridad- es que aproveches bien su buen ejemplo y rectifiques sus errores, que sigas tu camino y despliegues todos tus dones. ¡Eso es lo urgente, realista y espiritualmente eficaz! Lo otro, los negocios clericales y el “dios negociador”, son pura idolatría.

Jairo del Agua

Fuente Fe Adulta

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Jesús de Nazaret, indignado con el patriarcado

Sábado, 25 de marzo de 2023
Comentarios desactivados en Jesús de Nazaret, indignado con el patriarcado

Mujeres-Iglesia_2537456278_16434143_660x371La mayoría de las religiones nunca se ha llevado bien con las mujeres -tampoco hoy-, que son las eternas olvidadas y las grandes perdedoras, consideradas subalternas y convertidas con frecuencia en sirvientas de los dirigentes religiosos

Sin el testimonio y la experiencia de la Resurrección por parte de las mujeres, quizá no hubiera nacido la Iglesia cristiana. Ellas se encuentran en los orígenes y en el primer desarrollo del cristianismo

Las mujeres jugaron un papel determinante en la expansión del movimiento de Jesús fuera de las fronteras de Israel.

La mayoría de las religiones nunca se ha llevado bien con las mujeres -tampoco hoy-, que son las eternas olvidadas y las grandes perdedoras, consideradas subalternas y convertidas con frecuencia en sirvientas de los dirigentes religiosos. Sus cuerpos y sus mentes son colonizados. No se les reconoce como sujetos morales, religiosos y teológicos porque en las religiones impera la masculinidad sagrada patriarcal.

Llevan razón la intelectual feminista Mary Daly cuando en su libro Más allá de Dios Padre afirma que “Si Dios es varón, el varón es Dios”, y la feminista de la tercera ola Kate Millet, quien en su libro Política sexual, dice que “el patriarcado tiene a Dios de su parte”. Pero no porque el Dios cristiano sea misógino, machista y patriarcal, sino porque esa es la imagen que ofrece de él el patriarcado religioso, en alianza con los otros patriarcados.

 Una actitud oculta durante siglos

Muy distinta fue, sin embargo, la actitud de Jesús de Nazaret, que mostró su indignación de manera especial con la sociedad y la religión patriarcales de su tiempo. El cristianismo histórico ha mantenido oculta esa actitud durante muchos siglos, ya que las iglesias cristianas se han configurado patriarcalmente y necesitaban legitimar dicha configuración a través de una imagen igualmente patriarcal del propio Jesús, de su mensaje y su práctica.

mary_dalyLa pensadora americana Mary Daly

Tampoco la exégesis y la teología fueron capaces de descubrir esa indignación, ya que han operado casi siempre, hasta muy recientemente, con métodos histórico-críticos androcéntricos, que resultaban patriarcales en la comprensión de la realidad, en la traducción e interpretación de los textos y en las imágenes que ofrecían de Jesús en la predicación, la catequesis, los tratados de teología y los libros de piedad.

Hoy, gracias sobre todo a la hermenéutica y a la teología feministas de la sospecha y a los estudios de antropología cultural y de sociología del Nuevo Testamento, del cristianismo primitivo y del Jesús histórico, se está poniendo de manifiesto la centralidad de la indignación de Jesús contra el patriarcado religioso, político, social y jurídico de su tiempo.

Jesús reconoce a las mujeres la dignidad que el judaísmo ortodoxo les negaba en todos los órdenes

Jesús reconoce a las mujeres la dignidad que el judaísmo ortodoxo les negaba en todos los órdenes. Pone en cuestión las leyes penales que condenaban con más severidad a las mujeres que a los varones, como la lapidación por adulterio y el libelo de repudio. En la escena evangélica de la mujer adúltera hay dos elementos a tener en cuenta en la conducta de Jesús: a) echa en cara a los acusadores su doble moral; b) perdona a la mujer, eximiéndola del castigo que le imponía la ley.

Creyentes-Criticas-Feministas_2329277069_15459398_667x375Creyentes, Críticas y Feministas

Valora muy positivamente el gesto generoso de la mujer que se presenta en casa del fariseo Simón, donde estaba Jesús comiendo, y derrama sobre él un frasco de perfume, lo que demuestra cercanía, e incluso ternura, hacia Jesús y reconocimiento simbólico de su mesianidad. En otra ocasión, Jesús osa afirmar, con harto escándalo para las autoridades religiosas, que las prostitutas, los pecadores y los publicanos precederán en el reino de los cielos a los fieles cumplidores de la ley.  Tal modo de actuar entra en conflicto con los guardianes de la ley.

Movimiento igualitario

Pone en marcha un movimiento igualitario de hombres y de mujeres, donde el sexo no es motivo de discriminación, ni de reconocimiento especial. El elemento común a hombres y mujeres dentro del grupo es el seguimiento del Maestro, que exige: compartir su estilo de vida pobre, acoger su enseñanza y anunciar el reino de Dios como buena noticia de liberación para las personas y los colectivos empobrecidos y marginados. Así lo pone de manifiesto un texto del evangelio de Lucas que se refiere a las mujeres que acompañaban a Jesús, algo que resultaba insólito entre los rabinos judíos: Lc 8,1-3.

La actitud integradora e inclusiva de Jesús provocó necesariamente conflicto, constituyó un desafío a las estructuras patriarcales del judaísmo

Jesús reconoce a las mujeres la dignidad y la ciudadanía que les negaban la religión, la sociedad y el Imperio romano. La actitud integradora e inclusiva de Jesús provocó necesariamente conflicto, constituyó un desafío a las estructuras patriarcales del judaísmo y a su discurso androcéntrico e implicaba un cambio revolucionario no solo en el terreno religioso, también en el político y el social.

Las mujeres jugaron un papel determinante en la expansión del movimiento de Jesús fuera de las fronteras de Israel. Así parecen indicarlo dos relatos evangélicos pertenecientes a dos tradiciones diferentes: el de la Samaritana, difusora de la Buena Noticia de Jesús en medio de un pueblo heterodoxo a los ojos de los judíos (Jn 4), y el de la Sirofenicia, mujer pagana que pide a Jesús la curación de su hija, poseída por un espíritu inmundo (Mc 7, 24-30; Mt 15, 21-28) y consigue vencer sus iniciales resistencias.

Primeras testigos del Resucitado

Pero donde se rompen todos los esquemas patriarcales de la sociedad y la religión judías es en los relatos de la Resurrección. Las mujeres, cuyo testimonio carecía de valor, aparecen como las primeras testigos del Resucitado. Los Doce aparecen como testigos indirectos que acceden al conocimiento de la resurrección a través de las mujeres. La actitud de aquellos ante el testimonio de las mujeres concuerda con el comportamiento adoptado durante el proceso de Jesús: si entonces huyeron, ahora se muestran reticentes y desconcertados. Como judíos misóginos, no creen a las mujeres.

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Magdalena, con Jesús, de Giovanni Bellini

Pablo de Tarso excluyó a las mujeres de la lista de las apariciones, sustituyéndolas por los Doce apóstoles y a María Magdalena por Pedro (1 Cor 15, 3-8). Pero ello no fue óbice para que el mismo Pablo reconociera la igualdad entre los hombres y las mujeres (Gálatas 3,26-28) y para que éstas tuvieran responsabilidades directivas en las comunidades paulinas. Coincido con Suzanne Tunc: “¡Ellas (las mujeres) son el eslabón indispensable de la transmisión del mensaje evangélico, e incluso el eslabón esencial para nuestra fe en Cristo resucitado!“.

Yo voy más allá todavía: sin el testimonio y la experiencia de la Resurrección por parte de las mujeres, quizá no hubiera nacido la Iglesia cristiana. Ellas se encuentran en los orígenes y en el primer desarrollo del cristianismo. Por eso resulta inexplicable que siendo las mujeres el origen de la Iglesia, sufrieran pronto tamaña marginación que dura hasta hoy, sin visos de cambio, al menos institucionalmente. En las bases cristianas sí hay cambios importantes, que han dado lugar a la rebelión de las mujeres y al nacimiento de la teología feminista.

Fuente Religión Digital

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“Preparándonos para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, también en la Iglesia”, por Consuelo Vélez

Miércoles, 8 de marzo de 2023
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Preparandonos-Dia-Internacional-Mujer-Iglesia_2537756242_16436162_660x371De su blog Fe y Vida:

“Dentro de la Iglesia, también se han de revisar los estereotipos femeninos y transformarlos”

“Los muchos feminicidios que siguen ocurriendo, muestran que en el imaginario patriarcal, la mujer es propiedad del varón y si no cumple con sus expectativas, él puede agredirla hasta matarla”

“La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cada 8 de marzo, no ha de pasarse de largo o banalizarse convirtiéndola en un día comercial en el que se tienen detalles con las mujeres”

“El esfuerzo de Francisco todavía es demasiado pequeño para desmontar la mentalidad patriarcal de clérigos y laicado que siguen entendiendo la iglesia como una pirámide, donde el clero manda y el pueblo obedece”

Muchas mujeres creen que por el hecho de tener oportunidades laborales o de que en la cotidianidad se vea a tantas mujeres actuando a nivel social en múltiples esferas y logrando tantas realizaciones personales y sociales, ya no hay discriminación hacia ellas. Pero eso no es así. Los muchos feminicidios que siguen ocurriendo, muestran que en el imaginario patriarcal, la mujer es propiedad del varón y si no cumple con sus expectativas, él puede agredirla hasta matarla. En Colombia se registraron más de 600 feminicidios el año pasado y en lo que va corrido de este año, ya van diez.

La violencia contra la mujer no se ejerce solo en los feminicidios. Hay demasiadas violencias en múltiples esferas. Todavía se oye decir que se prefiere un varón para muchas profesiones o se pone en tela de juicio lo que provenga del género femenino. Esto no significa que todo lo que las mujeres realizan esté bien. Habrá que descalificar a esta o aquella -con razones justificadas, por supuesto- pero no a todas las mujeres, como si fueran un grupo homogéneo, con las mismas cualidades -en la que se destaca el rol materno, servicial, cuidador- y con los mismos defectos -que se asocian, muchas veces, a querer salir del rol que la sociedad patriarcal les asignó- cuestionando cualquier intento de ser reconocidas en su igual dignidad con los varones y, por tanto, con los mismos derechos.

Por eso la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cada 8 de marzo, no ha de pasarse de largo o banalizarse convirtiéndola en un día comercial en el que se tienen detalles con las mujeres. Ese día recuerda las largas y difíciles luchas que a lo largo de la historia se han dado para conseguir el reconocimiento de la dignidad de las mujeres, con los derechos que conlleva y, mientras esto no sea realidad en todas las circunstancias y en todos los lugares, es necesario seguir trabajando por ello.

A nivel social los movimientos feministas siguen defendiendo los derechos de las mujeres. Pero la pregunta que podemos hacernos es, si a nivel eclesial, hay una consonancia con esas luchas o, si por el contrario, la iglesia se desentiende de esa realidad e incluso la retrasa. Cada vez es más evidente que la práctica de Jesús en su tiempo, fue la inclusión de las mujeres en su círculo de discípulos y defendió su dignidad en múltiples ocasiones. Las mujeres que acompañaron a Jesús durante su vida pública (L 8, 1-3), entre las que se destaca María Magdalena, muestran que Jesús incluyó en su grupo a las mujeres y, ellas, dejando sus roles asignados por la sociedad, lo siguieron a la par con los discípulos.

Fue tal su protagonismo que, Jesús después de resucitado, se aparece a una mujer, María Magdalena, y le confía el anuncio de esa Buena Noticia (Jn 20, 11-18). Además, varios son los relatos de curación donde las mujeres dialogan con Jesús -cosa inaudita en la sociedad judía de ese tiempo-, entre ellos la mujer cananea que prácticamente “le exige” a Jesús que cure a su hija, aunque ella no sea judía (Mt 15, 21-28). La exégesis bíblica actual no tiene duda de la comunidad de varones y mujeres que surgió en torno a Jesús y la igualdad de roles y servicios que desempeñaron.

Sin embargo, la iglesia se acomodó a la sociedad patriarcal e introdujo dentro de ella, las mismas limitaciones que dicha sociedad establece para la mujer. Por eso, dentro de la Iglesia, también se han de revisar los estereotipos femeninos y transformarlos. No está bien que no se denuncie desde los altares, toda la violencia contra las mujeres. La justicia de género hay que impulsarla desde los púlpitos, no por moda o acomodo a la sociedad, sino porque es una de las buenas noticias del reino anunciado por Jesús. Pero también en los altares no debería haber ninguna discriminación contra las mujeres. Un ejemplo que sigue mostrando que no se acepta por igual la presencia de la mujer, es la actitud frente a las ministras de la comunión.

Los fieles que se acercan a recibir la comunión con ellas, son muy pocos; mientras que las filas de los presbíteros son interminables. Y no debería extrañarnos que cada vez más los altares, los púlpitos, las clases de teología, las homilías, las administraciones parroquiales y muchos otros ministerios, fueran ocupados por mujeres y su palabra y acción tuviera el mismo valor que la de los ministros ordenados. Aunque la mayoría de fieles que asisten a la liturgia y que realizan las pastorales parroquiales son mujeres, no son la mayoría de los que deciden, ni son reconocidas como tales en el servicio eclesial.

Francisco, desde el inicio de su pontificado, ha sido consciente de la necesidad de que las mujeres ocupen puestos de decisión en la Iglesia. Ha intentado hacer algunos cambios, nombrando a mujeres en la curia vaticana, en lugares que antes solo eran ocupados por clérigos. Pero su esfuerzo todavía es demasiado pequeño para desmontar la mentalidad patriarcal de clérigos y laicado que siguen entendiendo la iglesia como una pirámide, donde el clero manda y el pueblo obedece. La iglesia ha de ser “Pueblo de Dios”, donde todos han de ser corresponsables de su devenir y, ninguno, por cuestión de género, debe ser excluido o no reconocido en su protagonismo eclesial.

Por todo esto, la conmemoración del Día internacional de la mujer ha de permear también la vida eclesial y llevarnos a una revisión del lugar que ocupan las mujeres en la Iglesia; de los discursos y prácticas que de allí surgen con respecto a las mujeres y; sobre todo, del testimonio que la Iglesia da de que en la comunidad eclesial las mujeres ocupan un lugar igual con los varones y no existe ninguna discriminación en razón de su sexo. Esta es una difícil tarea por todos los cambios que habría que dar para hacerlo realidad, pero las transformaciones han comenzado y no podemos detenernos hasta conseguirlo.

(Foto tomada de: https://www.ippdh.mercosur.int/8-de-marzo-dia-internacional-de-la-mujer-avanzar-en-el-camino-de-la-igualdad-y-el-fin-de-la-discriminacion-por-motivos-de-genero/)

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‘Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad en la Iglesia’: la Revuelta de Mujeres en la Iglesia se concentra ante la Almudena

Sábado, 4 de marzo de 2023
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30013319-c1d9-0dbe-b786-759bca3fd07bEl 5 de marzo, a las 12 horas, acto simbólico y participativo 

La Revuelta de Mujeres en la Iglesia quiere recuperar una Iglesia donde las mujeres sean reconocidas como sujetos de pleno derecho, con voz y voto y valoradas por su talento

Las mismas reivindicaciones de los diferentes movimientos de mujeres de iglesias de Europa y del mundo como María 2.0, el Movimiento Internacional Voices of Faith o Tras las Huellas de Sofía, que hartas, claman “¡Basta ya!”

Esta convocatoria de actos públicos reivindicativos de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia-Alcem la Veu se llevará a cabo en otras 17 ciudades más del Estado: Barcelona, Bilbao, Burgos, Ciutadella, Córdoba, Granada, Huelva, Las Palmas, Logroño, Oviedo, Santander, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia, Vigo, Vitoria-Gasteiz y Zaragoza

5M: Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad de Pepa Moleón en Alandar

El próximo domingo 5 de marzo a las 12:00 h, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid, bajo el lema ‘Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad en la Iglesia’, se concentrará una vez más frente a la Catedral de la Almudena para seguir reivindicando estos derechos que la jerarquía niega a las mujeres católicas en el ya avanzado siglo XXI.

Las reivindicaciones, denuncias y logros conseguidos este año por la Revuelta de Mujeres en la Iglesia se presentarán en un acto simbólico y participativo acompañado de gestos, música y sonido, en el que denunciarán los abusos de poder, sexuales y de conciencia cometidos en la Iglesia, darán a conocer los talleres de teología feminista que imparten, presentarán la propuesta de buenas prácticas dirigida a las comunidades eclesiales, y expondrán las exigencias, preocupaciones, sueños y esperanzas recogidas en el Sínodo de Mujeres de todo el mundo.

El acto concluirá con la lectura del manifiesto que recoge sus reivindicaciones por la igualdad y la dignidad y las denuncias contra la discriminación de las mujeres en la Iglesia y sus múltiples formas de injusticia e invisibilidad. Manifestarán también, su implicación y trabajo para conseguir que la Iglesia recupere la circularidad, reconozca la teología feminista, la diversidad de familias, identidades y orientaciones sexuales y renuncie al sistema económico neoliberal que favorece la feminización de la pobreza y la explotación laboral y sexual de las mujeres.

La Revuelta de Mujeres en la Iglesia quiere recuperar una Iglesia donde las mujeres sean reconocidas como sujetos de pleno derecho, con voz y voto y valoradas por su talento. Las mismas reivindicaciones de los diferentes movimientos de mujeres de iglesias de Europa y del mundo como María 2.0, el Movimiento Internacional Voices of Faith o Tras las Huellas de Sofía, que hartas, claman “¡Basta ya!”.

La Revuelta de Mujeres en la Iglesia – Alcem la Veu dan un paso más y se manifiestan para que la Iglesia vuelva a ser una Iglesia de iguales y ¡hasta que la igualdad sea costumbre!

Esta convocatoria de actos públicos reivindicativos de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia-Alcem la Veu se llevará a cabo en otras 17 ciudades más del Estado: Barcelona, Bilbao, Burgos, Ciutadella, Córdoba, Granada, Huelva, Las Palmas, Logroño, Oviedo, Santander, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia, Vigo, Vitoria-Gasteiz y Zaragoza.

Fuente Religión Digital

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“¿Y si cuaresma fuera tiempo de una conversión eclesial “a fondo”? “, por Consuelo Vélez

Jueves, 23 de febrero de 2023
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tiempo-cuaresma-conversion-eclesial-fondo_2535056508_16423374_660x371De su blog Fe y Vida:

“A nivel eclesial los cambios que se necesitan sí son ‘de fondo'”

“No hay duda de que los abusos sexuales por parte del clero son una de las causas que más provoca rechazo entre la gente, sobre todo por las actitudes eclesiales de no denunciar abiertamente, de no tomar medidas drásticas y, sobre todo, de no ponerse del lado de las víctimas”

“Se necesita urgente la conversión del modelo eclesial. De esa estructura piramidal y centrada en la figura del sacerdote, es necesario pasar a una estructura sinodal que, significa, una comunidad de hermanos y hermanas donde todos se disponen a caminar juntos”

“Esa actitud comprometida con todos los aspectos de la vida es la que llena de sentido la oración (liberándose del intimismo), la que da contenido a la liturgia (liberándola de ritos vacíos), la que, como se dice desde hace mucho tiempo -hace de la vida una oración y de la oración una vida-“

Comenzamos de nuevo el tiempo de cuaresma y convendría preguntarnos cómo no caer en un ciclo repetitivo de tiempos litúrgicos donde lo que cambia son los colores de los ornamentos litúrgicos y el tema de las predicaciones pero que no supone ninguna conversión significativa.

Podría decirse que no siempre tenemos que estar en conversión “a fondo porque la vida ya se ha enrutado por un camino y es suficiente con hacer algunos ajustes. Con seguridad hay momentos que se viven y así y, a nivel personal, cada uno sabrá si necesita ajustes serios o basta con avivar el entusiasmo y la entrega.

Pero a nivel eclesial los cambios que se necesitan sí son “de fondo”. Y como la iglesia no es un templo o una normativa sino, ante todo, somos las personas que la formamos, la conversión eclesial “a fondo”, nos implica a todos. Hay hechos que lo ameritan: los jóvenes cada vez están más distantes de la Iglesia, las vocaciones, como tantas veces se dice, disminuyen y la gente, en general, ya no se preocupa por lo que diga la iglesia a nivel moral, sino que tiene sus propias convicciones y actúa conforme a ellas. No hay duda de que los abusos sexuales por parte del clero son una de las causas que más provoca rechazo entre la gente, sobre todo por las actitudes eclesiales de no denunciar abiertamente, de no tomar medidas drásticas y, sobre todo, de no ponerse del lado de las víctimas.

Hasta el día de hoy se oye en muchas predicaciones que la culpa de ese alejamiento de las personas de la institución eclesial es el mundo secularizado, la increencia, los vicios, la liberación de la mujer, el desenfreno social, la dictadura del relativismo, etc. Es decir, muchas causas externas que nos afectan y nos alejan de Dios. Seguramente hay una parte de verdad en esa apreciación porque somos seres muy influenciables con lo que nos llega y el ritmo actual del mundo nos envuelve y no es fácil ser lo suficientemente libres para mantenerse en las propias convicciones. Pero la otra parte de verdad es lo que ocurre al interior de la misma Iglesia y esto es lo que podemos reconocer y buscar cambiar desde dentro en este tiempo de cuaresma.

Se necesita urgente la conversión del modelo eclesial. De esa estructura piramidal y centrada en la figura del sacerdote, es necesario pasar a una estructura sinodal que, significa, una comunidad de hermanos y hermanas donde todos se disponen a caminar juntos. Parroquias que dejen de ser templos fríos y silenciosos y se conviertan en casas donde los que van se sienten a gusto porque se les conoce, se interesan por sus vidas y donde pueden dar sus opiniones, sugerencias y, efectivamente, son escuchados. No quiere decir que no se hayan dado algunos pasos en varias comunidades cristianas. Pero cuaresma podría ser un buen tiempo para mirar la comunidad eclesial en la que se participa y preguntarse qué modelo eclesial se vive allí. Y dependiendo la respuesta, tomar las medidas efectivas para transformarlo de manera que se parezca mucho más a la Iglesia de los orígenes cristianos.

Se necesita urgente la conversión de la separación entre la vida de fe y el mundo de la vida. Ser cristiano no es sacar tiempo para la oración diaria, la eucaristía, alguna devoción, alguna limosna, algún sacrificio, alguna norma moral que se cumple. Ser cristiano es vivir las 24 horas del día “haciendo el bien”. Eso implica preocuparse por lo social, lo político, lo económico, lo cultural, lo familiar, es decir, todos los aspectos de la vida, buscando cómo hacer para que prime el bien común, para que todo funcione de la mejor manera para todos, especialmente para los más necesitados. Y esa actitud comprometida con todos los aspectos de la vida es la que llena de sentido la oración (liberándose del intimismo), la que da contenido a la liturgia (liberándola de ritos vacíos), la que, como se dice desde hace mucho tiempo -hace de la vida una oración y de la oración una vida-. Que en esta cuaresma nos podamos preguntar por la implicación de toda nuestra vida en el ser cristiano, sin la dicotomía entre lo sagrado y lo profano, entre los momentos mal llamados “espirituales” y la vida cotidiana con absolutamente todas sus aristas.

Se necesita urgente la conversión hacia los temas más álgidos que por no enfrentarlos van creando ese muro de separación entre muchas personas y la Iglesia. Temas álgidos son la participación plena del laicado en la Iglesia y, con justa razón, de las mujeres. Es también la moral social y sexual que no parece caminar al ritmo de las comprensiones actuales que, no son relativismo, sino asumir la complejidad de lo humano y buscar diferentes salidas. Es también dar la cara por tantos abusos sexuales y de poder que han cometido miembros de la Iglesia y buscar reparar el dolor de las víctimas. En fin, en cada contexto salen temas complejos que no han de evadirse.

En definitiva, ojalá esta cuaresma nos confronte con la situación eclesial del momento y discernamos “a fondo” cómo convertirnos a una iglesia verdaderamente sinodal, una iglesia pobre y humilde, una iglesia “en salida” que no teme herirse, ni mancharse -como lo dijo el papa Francisco desde el inicio de su pontificado. Tal vez si asumimos una actitud de conversión eclesial, este tiempo de cuaresma dé abundantes frutos que alcancen a los que se han ido alejando y a los que nunca han estado en la Iglesia para que vuelvan a sorprenderse como lo hacían los contemporáneos de los primeros cristianos por la manera cómo vivimos, cómo nos amamos, cómo ayudamos a todos, motivándose así, a pertenecer a este grupo que no busca el poder sino el servicio, que sabe amar a todos y en todas las circunstancias.

(foto tomada de: https://www.eltiempo.com/vida/religion/miercoles-de-ceniza-2021-asi-podra-celebrarlo-en-medio-de-la-pandemia-covid-19-567317)

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“El habla De Dios”, por Ramón Hernández

Viernes, 17 de febrero de 2023
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9838A8CC-3F33-44A7-9EB2-ADBB2B2F9B53De su blog Esperanza radical:

De tanques y tractores

Tremenda y muy arriesgada la reflexión que hoy se nos plantea debido a que podría llevarnos a conclusiones realmente revolucionarias. Porque, si decimos que hubo un tiempo en que Dios habló a su pueblo y que ahí están los libros que contienen su voz, emitida hace ya tantos siglos y recogida en las Escrituras, entonces es difícil entender una supuesta mudez suya actual, equivalente para algunos a su muerte, como si se hubiera ausentado para siempre de nuestras vidas y, dada la evolución radical de las costumbres y de los pensamientos humanos, como si se hubiera dado media vuelta y nos hubiera confinado en la más absoluta indigencia intelectual y afectiva. Pero la verdad palmaria de cada cosa y de cada acción humana, que tan claramente nos proyectan su presencia, hacen que su voz no se apague nunca. Un supuesto silencio actual suyo requeriría un cambio substancial en el ser y en el obrar de un Dios que, habiendo sido antaño tan celoso de su pueblo, se muestra hogaño indiferente a su postración y a su sufrimiento.

Pero si decimos que Dios sigue hablándonos a través de cuanto acontece en cada instante de nuestras vidas, entonces se desencadena la intriga de saber qué nos está diciendo y de si su palabra actual rubrica o descalifica la de tantos profetas que se erigen en portavoces suyos. Teniendo en cuenta lo esencial y partiendo del hecho de que Dios no puede desdecirse, que su voz es siempre la misma, porque no puede cambiar ni un ápice su forma de proceder, debemos confiar en que sigue vivo junto a nosotros y en que está interviniendo de alguna manera en cuanto somos y hacemos. De ahí que nuestra gran preocupación, en vez de fijarse en si nos sigue hablando, debe ceñirse a qué nos está diciendo realmente en nuestro tiempo y a discernir si sus supuestos portavoces nos transmiten realmente su voz o persiguen otros intereses. De hecho, la fe revierte siempre en una oración que es conversación amistosa con un Dios que nunca se cansa de hablar con nosotros.

No deja de ser curioso y hasta contradictorio que la Iglesia de nuestro tiempo, o más bien sus jerarcas y doctores, sostengan que la Escritura, que es la palabra de Dios, se cerró con el último libro canónico del Nuevo Testamento, pero que nosotros debemos estar atentos a los dictados actuales del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús que la sostiene y la guía. Pero no son las suyas revelaciones dictadas al oído, como algunos suponen que ocurrió con las Escrituras, sino mensajes que nos transmiten los llamados “signos de los tiempos”, ambigua denominación que, en boca de los aprovechados oportunistas de turno, lo mismo vale para un roto que para un descosido. Pero, en el fondo, nos queda la duda de si Dios habla o calla en nuestro tiempo.

De no hablarnos, puesto que el eco de su antigua voz es poco menos que indescifrable e incluso resulta imperceptible, estamos definitivamente perdidos, pues nunca seremos capaces de dar razón por nosotros mismos de nuestra propia vida y, lo que es más importante, de esbozar siquiera un horizonte que ilumine el recorrido humano. En otras palabras, por nosotros mismos no seremos capaces más que de decapitar la vida al confinarla en la sinrazón y la náusea. Pero si realmente nos habla, debemos apretarnos los machos, primero, para captar su voz y, segundo, para responder al diálogo que siempre provoca, sin olvidar en ningún momento que lo que hoy nos dice debe estar en completa armonía con lo que nos dijo ayer, habida cuenta en ambos casos de las circunstancias de lugar y cultura en que su voz toma cuerpo, pues la suya no puede ser más que una única palabra.

Si los cristianos decimos que esa palabra se llama Jesús de Nazaret, el judío que predicó en Palestina y el Cristo que sigue vivo entre nosotros, lo primero que debemos preguntarnos es qué es lo que realmente conserva de ese mismo Jesús la Iglesia de la que nos consideramos miembros. Para no entretenernos con menudencias e ir directamente a lo más determinante, cabría preguntarse a bocajarro si quien proclamó abiertamente que su reino no es de este mundo podría estar conforme con que hoy su Iglesia sea y se comporte como Estado, presidido por una especie de vicario-rey, rodeado de una corte de príncipes, y que dicha Iglesia esté formada por comunidades de seguidores establecidas en territorios gobernados por una especie de señores feudales. ¿Pudo Jesús sospechar siquiera o incluso temer que sus seguidores se organizarían en una estructura de poder tan férreo y atosigante como el que realmente ejercen los papas, los cardenales y los obispos sobre el pueblo de Dios? Si la respuesta es obviamente negativa y que todo ello ha obedecido a la necesidad imperiosa de ir acoplando el mensaje evangélico a los tiempos, la conclusión obvia sería que también hoy debemos seguir en esa línea, aunque sin las fijezas y fidelidades con que nos anclamos a costumbres y procedimientos forzosamente cambiantes y efímeros. Seguir en la misma línea requiere únicamente acoplar el mensaje cristiano a los tiempos actuales, tiempos en que, por ejemplo, las monarquías absolutas y las tiranías de cualquier pelaje están fuera de lugar, razón por la que son rechazadas de plano como sistemas válidos y legítimos de gobierno de los pueblos.

Si de las estructuras jerárquicas saltamos al lenguaje en sí mismo, deberíamos tener muy en cuenta que este evoluciona para no seguir grabando a fuego en la mente del cristiano terminologías hoy extrañas por obsoletas. ¿Seríamos capaces de entablar hoy una guerra por aquilatar conceptos tan complejos y distantes como los de “naturaleza” y “persona” a la hora de proclamar en nuestro Credo que el Dios de nuestra fe es Trinidad porque en él hay tres “personas”, pero que, a la postre, se trata de “un” solo Dios, porque sus tres personas tienen una única “naturaleza”? ¿Debe todo esto tener alguna repercusión en la vida de los cristianos de nuestro tiempo? Y, sin embargo, el “misterio” de la Trinidad, misterio que no debería serlo tanto al haber sido desvelado tan claramente por la inserción en él de los términos filosóficos de persona y naturaleza, sirvió en el pasado no solo para construir sobre él un emporio de dogmas y un baluarte de espiritualidad, sino también para ser utilizado como punta de lanza para pronunciar excomuniones y dictar condenas a morir en la hoguera.

Todavía no hace mucho, al discrepante y al contrincante se los tildaba fácilmente de “herejes”, igual que hoy se los tilda de “fascistas. ¿Qué lenguaje utiliza hoy el Espíritu de Jesús para hablarnos? Solemos decir que lo hace a través de “los signos de los tiempos”, pero la triste realidad es que los signos de nuestro tiempo apuntan claramente a la guerra, a la eliminación de los contrincantes y a la muerte por hambre de millones de seres humanos, procedimientos perversos que los cristianos debemos erradicar partiendo del hecho evidente de que vivimos en un mundo con recursos suficientes para que todos podamos llevar una vida digna, construida sobre la libertad y la justicia. De ahí que esos mismos signos tengan hoy un clamoroso timbre denunciador en demanda de conversión personal y de cambio de rumbo social.

Y, si del lenguaje pasamos a las costumbres, ¿condenaría hoy Jesús a las adúlteras de nuestro tiempo cuando en vida encontró la manera de perdonar a cuantas se cruzaron en su camino? El hambriento come, el leproso se cura, el ciego ve, el cojo anda y, en general, el pecador se arrepiente. Tales eran los signos y los prodigios con que él acreditaba su proceder mesiánico para implantar en la tierra el reino de Dios. ¿Acaso era Jesús un ser fantasmal venido de otro mundo o un filósofo sabio, un gran matemático, un sobresaliente general de algún ejército, un destacado constructor de templos o un rico comerciante de especias? Por fortuna para todos, no fue más que un sencillo judío devoto y fiel, ungido por la gracia de Dios, de quien recibía la fuerza con que obraba las maravillas con que justificaba su poder y su obra. Ateniéndonos a cuanto de él nos cuentan las  Escrituras, nos enseñó a cambiar nuestra forma de ver el rostro de un Dios que había sido, y aún sigue siéndolo para muchos en nuestro tiempo, duro como el pedernal, insaciablemente vengativo, terriblemente celoso y cruel más allá de todo lo imaginable, capaz de infligir terribles castigos “eternos” por nimiedades,  para contemplarlo gozosamente como un hacendoso hortelano, que cuida y mima los lirios del campo, o un bondadoso padre, que no desespera de que su hijo díscolo retorne un buen día al hogar paterno.

Aunque para el cristiano no haya otro camino que el de la cruz de Jesús, de seguir sus pasos, todo en su vida ha de volverse positivo por la fe que profesa creyendo en el Dios que él predica. Por muchas vueltas que le demos al hecho de ser cristianos, no hay más camino que el recorrido por el judío que todo lo hizo bien, generoso en el perdón y dedicado de lleno a mejorar la vida de cuantos le rodeaban y escuchaban. Incluso su muerte por sedición, en el seno de un pueblo atenazado por un poder extranjero y sometido al juego sucio de manipuladores de la ley, salvó realmente a “su” pueblo, pueblo del que los cristianos formamos parte. En vida y muerte, él cumplió la voluntad de su Padre y bebió hasta la última gota amarga de su cáliz en beneficio de su pueblo, de todo pueblo.

Sin la menor duda, el Espíritu Santo, el espíritu de Jesús, nos habla hoy a través de los acontecimientos que entretejen y cincelan nuestras propias vidas. Hay en este mundo nuestro muchas guerras y hambres a las que todos los cristianos, como una piña, debemos poner remedio sirviéndonos de cuantos recursos y fuerzas tengamos. De estar persuadidos de que esa es la voluntad que Dios nos manifiesta a través de los signos de nuestro tiempo, podemos llegar muy lejos en el logro de tan encomiable cometido. El tirano que subyuga a unos y el codicioso que imposibilita la vida de otros deberían ser denostados como se merecen en el seno de nuestras comunidades. Son precisamente ellos los que convierten esta hermosa vida nuestra en un purgatorio y, seguramente, en el único infierno que nos acecha o que de hecho nos engulle. Desde luego, no me cabe la más mínima duda de que el Espíritu de Jesús nos está gritando con fuerza, a través de los signos de nuestro tiempo, que es mucho mejor vivir amándonos que odiándonos y que nuestros mortíferos tanques deben “convertirse” en vivificadores tractores.

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“Tensión conflictiva en la Iglesia”, por José María Castillo, teólogo.

Miércoles, 15 de febrero de 2023
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Tension_2529957019_16398956_660x371De su blog Teología sin censura:

“La Religión está en declive creciente. Pero este declive no es una desgracia fatal”

“Es un ‘secreto a voces’ que en la Iglesia existe un profundo malestar. Esta situación, desagradable y peligrosa, se ha acentuado con motivo del fallecimiento del expapa Benedicto XVI… En la Iglesia, todos los papas representan la suprema autoridad. Pero no olvidemos que, en cualquier caso y sea quien sea, estamos hablando de la suprema autoridad ‘en la Iglesia'”

“En la Iglesia se ha producido una adulteración doble: desplazar el ‘seguimiento’ de Jesús a la ‘espiritualidad’, que es privilegio de selectos”

“Y la otra adulteración – la más determinante en la Iglesia – es la que brotó, ya en los primeros discípulos: Sin duda alguna, aquellos primeros apóstoles ‘seguían’ a Jesús. Pero ‘no habían renunciado al yo'”

“En este momento, estamos en el proceso de la transformación que urge recuperar lo que inició, quiso y quiere Jesús, tal como quedó patente en el Evangelio”

Es un “secreto a voces” que en la Iglesia existe un profundomalestar. Un malestar además que se ha destapado y es motivo de preocupación en los ambientes religiosos y eclesiásticos. Esta situación, desagradable y peligrosa, se ha acentuado con motivo del fallecimiento del expapa Benedicto XVI.

Por supuesto, los dos últimos papas, Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio, han sido y son dos hombres muy distintos. Pero el problema no está en lo que han sido – o son – estos dos hombres. El problema está en lo que ambos representan.

Por supuesto, en la Iglesia, todos los papas representan la suprema autoridad. Pero no olvidemos que, en cualquier caso y sea quien sea, estamos hablando de la suprema autoridad “en la Iglesia”, que se tiene que ejercer “de acuerdo con lo que enseña el Evangelio”. Teniendo siempre en cuenta que, en la Iglesia, nadie puede tener autoridad para vivir o decidir “en contra de lo que enseña el Evangelio”. Por supuesto, en la medida y según las limitaciones inherentes a la condición humana.

Pues bien, esto supuesto, sabemos que Jesús les anunció a sus doce apóstoles, en tres ocasiones (Mc, 8, 31 par; 9, 30-32 par; 10, 32-34 par; J. Jeremias, Teología del NuevoTestamento. Salamanca, Sígueme, pg. 321-331), que en Jerusalén iba a ser condenado a la muerte más baja que una sociedad puede adjudicar: la de un delincuente ejecutado (Gerd Theyssen, El movimiento de Jesús, Salamanca, Sígueme, pg. 53).

c79437b55c5c9951dea9dd78facc22a7_XLAhora bien, a partir del momento en que los discípulos se enteraron de que el final de Jesús se acercaba, y todo aquello acabaría en un fracaso inimaginable, la conducta de aquellos apóstoles tomó un giro inesperado. Sencillamente, los que “siguiendo a Jesús”, habían abandonado todo lo que tenían (familia, trabajo, viviendas…) (cf. Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62), con una generosidad increíble, al ver que aquello llevaba al fracaso más cruel y vergonzoso, sin duda alguna y precisamente por eso, entonces fue cuando aquellos “seguidores” de Jesús se pusieron a discutir cuál de ellos era “el más grande” (meison) (Mc 9, 33-35, cf. 10, 43; Lc 22, 24-27) (cf. S. Légasse, Dic. Ex. N.T., vol.II, 207). Es decir, el que debía tener el máximo poder y tenía que aparecer como el más importante. Jesús, por el contrario, cambia semejante criterio radicalmente: el primero, entre sus discípulos, no ha de ser el más grande, sino al revés: el más pequeño, el que representa lo que es visto como un chiquillo (Mc 9, 37 par).

Pero no es esto lo más importante que enseñó Jesús a sus discípulos y apóstoles. Después del tercer anuncio de la pasión y muerte, cuando estaban ya subiendo a Jerusalén (Mc 10, 32 par), en vísperas del fracaso inminente, “los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan”, tuvieron el atrevimiento descarado de pedirle a Jesús que fueran para ellos los primeros puestos. A lo que Jesús respondió: “No sabéis lo que estáis pidiendo” (Mc 10, 34 par). Y sobre todo, el problema grave es que los demás discípulos se indignaron ante la petición de Santiago y Juan (Mc 10, 41). O sea, todos querían estar situados en los puestos de más importancia.

La respuesta de Jesús fue tajante. Los convocó a todos y les dijo que no podían apetecer lo que apetecen los “jefes de las naciones”. Tenían que apetecer y vivir como “doulei”, como “siervos y esclavos” de los demás (Mc 10, 42-45 par).

En la Iglesia se ha producido una adulteración doble. Ante todo, el Evangelio exigió el “seguimiento” de Jesús, que se realiza en el despojo de cuanto se tiene (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-52). Es decir, no vivir atados a los bienes que nos privan de la libertad, para hacer posible la bondad sin límites. Pero lo que hemos hecho ha sido desplazar el “seguimiento” de Jesús a la “espiritualidad”, que es privilegio de selectos.

Y la otra adulteración – la más determinante en la Iglesia – es la que brotó, ya en los primeros discípulos, cuando Jesús les informó de que tenían que despojarse, no sólo “de lo que cada cual tenía” (dinero, propiedades, casa, familia…), sino además y sobre todo, “despojarse del yo” (Eugen Drewermann). Esto explica por qué cuando Jesús informó a los discípulos – por segunda vez – del final que le esperaba (Mc 9, 30-32 par), aquellos fieles hombres se pusieron a discutir “cuál de ellos era el primero y el más importante” (Mc 9, 34-35 par). A lo que Jesús respondió que, en su proyecto, el que quisiera “ser el primero” tenía que “hacerse como un chiquillo y ser el último” (Mc 9, 33-37 par).

202012shutterstock_567724573-scaled-2-745x475Sin duda alguna, aquellos primeros apóstoles “seguían” a Jesús. Pero aquellos seguidores de Jesús “no habían renunciado al yo”. Es decir, querían seguir a Jesús, pero siendo los primeros, los más importantes, los que mandan. Y la verdad es que, cuando apresaron a Jesús, para matarlo, Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó tres veces y, por supuesto, “todos los discípulos lo abandonaron y huyeron” (Mc 26, 56).

Desde aquel momento, quedaron puestos los pilares de una Iglesia que vive en tensión conflictiva. En el siglo pasado, el papa san Pío X dijo en una encíclica famosa (Vehementer Nos): “En la sola jerarquía residen el derecho y la autoridad necesaria para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y, dócilmente, el de seguir a sus pastores” (cf. Y. Congar, Ministerios y comunión eclesial, Madrid, Fax, 1973, pg.14).

Así se veía a la Iglesia en los primeros años del siglo XX. Un siglo después – ahora – una Iglesia así es insoportable. En este momento, estamos en el proceso de la transformación que urge recuperar lo que inició, quiso y quiere Jesús, tal como quedó patente en el Evangelio. La Religión está en declive creciente. Este declive no es una desgracia fatal. Es el paso inevitable para que el centro de la vida de la Iglesia no se realice en conflictos clericales, sino en la recuperación del Evangelio.

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“A Dios, la iglesia le ha salido rana”, por Pepe Mallo.

Sábado, 21 de enero de 2023
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ranaLos “consumidores” de Dios defienden a ultranza los derechos divinos, pero se olvidan por entero de los derechos humanos

En la plenitud de la Historia, Dios se humaniza en Jesús de Nazaret

En el estudio del Dibujo, según su punto de fuga correspondiente, se definen dos perspectivas: “a vista de rana” (de abajo arriba) y “a vista de pájaro” (de arriba abajo). Términos que expresan fielmente la trayectoria de la mirada del espectador. Este concepto artístico se puede aplicar a infinidad de situaciones. Yo lo escojo para mi reflexión navideña.

Las religiones, especialmente las llamadas “del Libro”, cultivan metódicamente la perspectiva “a vista de rana”. Su mirada se eleva hasta el mismísimo Dios, ese ser mayor que el cual no puede existir otro, “id quo maius nihil cogitari potest”. Lo encumbran hasta el Olimpo, el Sinaí, Jerusalén o el Séptimo cielo y le atribuyen características soberanas. Se moldea su esencia:ser supremo, omnipotente, omnipresente y omnisciente; creador, juez, protector y providente, salvador del universo y de la humanidad. Una realidad eterna, trascendente, inmutable y última…  Esta fascinante visión teológica provoca, sin perseguirlo conscientemente, una oposición entre Dios y el hombre. Origina dos jurisdicciones, dos soberanías. ¿Dios o el hombre?

El autor o autores del relato del Génesis, pertenecientes a la casta sacerdotal judía, nos presentan ya enfrentados a los dos competidores. Según el mítico relato, Dios concedió al hombre el dominio sobre todos los seres creados y le había dotado de razón y de libertad. Sin embargo, cuando el hombre intenta ser libre, tomar sus propias decisiones, ahí está su creador para cortarle las alas. No admite desobediencias. Es como decirle: “Puedes ser libre, pero no te librarás de mí”. Y de hecho, a lo largo y ancho de los relatos bíblicos, vemos a un Dios intolerante y castigador del hombre. Incluso “se arrepiente” de haberlo creado. El hombre, que fue concebido como “dominador” de la Naturaleza, debe vivir bajo la dependencia de su creador. Su destino queda ligado  a la “fidelidad y acatamiento” de los mandatos divinos: Hágase tu voluntad “en la tierra” como en el cielo.

Esta dependencia, además, convierte a Dios en objeto único de adoración. Según las religiones, El se arroga el homenaje feudal y exclusivo frente a otros dioses: “No tendrás otro Dios más que a mí”, “Solo hay una divinidad, Alá”. Para centralizar este culto adorador, se erigen lugares sagrados (“Sancta sanctorum”) donde mora  la divinidad: monumentales templos, majestuosas catedrales, santuarios grandiosos y modestos, vistosos sagrarios, deslumbrantes y fastuosos ostensorios que procesionan por calles y plazas… En ellos, y solo en ellos, debe recibir Dios adoración perenne, incluida la “adoración nocturna” para que Dios no se sienta aislado en su sagrado confinamiento.

Como este Dios es insondable e inaccesible para el hombre, se instituye una casta sagrada, los “elegidos” por Dios mismo como sus representantes en la Tierra e intermediarios. Ellos, y solo ellos, hacen de puente y establecen, ordenan y coordinan la relación de lo humano con lo divino, protegiendo los derechos de adoración y culto a Dios y exigiendo los deberes de sumisión y acatamiento del hombre, bajo condenación eterna. Así, dan a Dios lo que es de Dios: pleitesía y adoración. Secuestran la verdadera cara de Dios a los hombres  porque ellos son quienes la dibujan con su perspectiva de renacuajo.

En contraste con esta terrestre visión de batracio, nos topamos con la divina mirada “a vista de pájaro”. Si expurgamos y tamizamos los escritos bíblicos, sin caer en una manipuladora ingeniería teológica, encontraremos que Dios jamás considera al ser humano como enemigo ni antagonista. Al contrario. Lo crea como el “alter ego”: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Gen.2,26). La cuestión fundamental sobre el hombre en la Biblia es ¿quién es el hombre?, ¿qué piensa Dios del hombre? Por eso, el salmista se pregunta extasiado ante tanta grandeza: “¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que reciba tus cuidados? Lo has concebido apenas inferior a un dios, y has puesto en las suyas las obras de tus manos” (Sal.8,5-7).

La Biblia arroja una luz nada despreciable para entender el misterio del hombre. En los escritos bíblicos, el ser humano constituye una identidad propia ya que toda la manifestación bíblica es una historia entre un “yo” y un “tú”. La creación del hombre constituyó un enternecedor gesto de Dios que le configuró como padre-madre de su criatura.  Le dio vida no para que fuera su esclavo, sino su hijo con quien establece una relación directa y cercana. Son numerosos los pasajes veterotestamentarios, sobre todo en los profetas, en que Dios usa esta expresión filial para evocar su relación con el pueblo. Y en el Nuevo Testamento no son pocas las afirmaciones categóricas en este sentido. Y como amoroso padre, se preocupa de los hijos más débiles e indefensos. Cuando reprocha a Caín su culpa, no le echa en cara que le ha ofendido a Él, sino que le increpa: “La voz de la sangre de tu hermano grita desde la tierra hasta mi.” (Gen. 5,10) Y ante la esclavitud del pueblo judío, se sincera con Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores” (Ex. 3,7).

En el desempeño de su quehacer paterno-filial, le encomienda el cuidado de “nuestra casa común” que hay que mimar, como dice el papa Francisco. La Naturaleza es la “obra de Dios”. Dios ama su propia obra, y se la encomienda a su “otro yo” para que, en ella, se identifique con su Padre-Madre. (La primera deidad que veneró el hombre primitivo fue la “Madre Tierra”, la diosa Naturaleza). Y en la plenitud de la Historia, Dios se humaniza en Jesús de Nazaret. Dios se ha hecho un “selfie”, se ha autorretratado en el hombre Jesús. No solo se encarna, se “humaniza”. (Existen personas “encarnadas”, que viven en carne mortal, pero están “deshumanizadas”). Su identificación y solidaridad con los hombres y mujeres de su tiempo, le llevan a hacer la “opción por los pobres”, a establecer causa común con los indigentes, los postergados, lo apartados de la sociedad privilegiada, social y religiosamente: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos… Por eso fue incomprendido y perseguido por las autoridades religiosas, y por cuestionar la utilidad del templo, afirmando que a Dios hay que darle culto no en la mentira ni en el cumplimiento de la Ley vacío de contenido, sino en “el espíritu y en la verdad”. Los “usuarios” de de la religión proclaman el “temor de Dios”, Jesús nos habla del “amor de Dios”. No excluye a nadie ni margina a la mujer, a los curas casados, al colectivo “diferente”… Y fue repartiendo perdón, sin condena: “Yo tampoco te condeno”, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lo fundamental para él es devolverle al hombre su verdadero rostro. Cuando se niega esta identificación de lo divino con lo humano, se está poniendo en juego la verdad del hombre, el ser humano se estaría autodestruyendo.

¿Quién no percibe esta perspectiva de Dios en las parábolas del Hijo pródigo y del Samaritano?  Y para más inri, a la hora de “juzgar” la conducta humana respecto a Dios, no reivindica “porque amaste mucho a Dios y le adoraste sin cesar, de día y de noche, y le rendiste solemne culto y ostentosas celebraciones públicas”, sino “porque diste (o no) de comer, de beber, visitaste, acompañaste al hombre…” Los “consumidores” de Dios defienden a ultranza los derechos divinos, pero se olvidan por entero de los derechos humanos. Deshumanizan a Jesús. Nos señalan a Dios para que nosotros miremos a su dedo.

Tras mi reflexión sobre los dos respectivos puntos de vista, me invade el reconcomio de que, verdaderamente, a Dios, la Iglesia le ha salido “rana”.

Fuente Fe Adulta

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“En la Iglesia tiene más fuerza y es más determinante el machismo que el Evangelio”, por José María Castillo.

Viernes, 20 de enero de 2023
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De su blog Teología sin censura:

“Esta mentalidad machista esté privando de sus derechos a millones de fieles cristianos”

“Sabemos de sobra que “la ley del más débil” no se ha impuesto en nuestro mundo. Sabemos, por tanto, que, en la sociedad moderna y posmoderna, no se ha impuesto la igualdad”

Las Religiones – entre ellas, la cristiana – han sido (y siguen siendo) responsables de las mil desigualdades que siguen causando tanto y tan enorme sufrimiento”

“Pasan los años y los siglos, al tiempo que la Iglesia sigue firme en su decisión de mantener la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres”

Como es bien sabido, la “diferencia” no es lo mismo que la “desigualdad”. La diferencia es un “hecho”. La igualdad es un “derecho” (cf. Luigi Ferrajoli, Derechos y garantías, Madrid, Trotta, 2001, pg. 77-80). Por esto, si es que de verdad queremos que, en este mundo, se imponga la mayor igualdad posible, para alcanzar semejante ideal, no hay más camino – ni más remedio – que fomentar y potenciar “la ley del más débil”, que se hace realidad en los “derechos fundamentales”, proclamados en la Declaración de derechos de 1789 (L. Ferrajoli, o. c., pg. 76-78).

Por supuesto, sabemos de sobra que “la ley del más débil” no se ha impuesto en nuestro mundo. Sabemos, por tanto, que, en la sociedad moderna y posmoderna, no se ha impuesto la igualdad. Las desigualdades son asombrosas y crueles. Y los responsables somos los que no hemos tomado en serio ni hemos luchado, de corazón y de veras, por hacer realidad los derechos de los más débiles.

En estas condiciones y sin miedo a exagerar, se puede afirmar que las Religiones – entre ellas, la cristiana – han sido (y siguen siendo) responsables de las mil desigualdades que siguen causando tanto y tan enorme sufrimiento. No es posible – ni pretendo – describir y analizar las muchas desigualdades que la Iglesia mantiene y justifica. Desigualdades en la sociedad. Y desigualdades en la misma Iglesia. Con el agravante de los incontables silencios de la Iglesia ante las leyes de los más fuertes, en política, en economía, en Derecho, en tantas y tantas cosas, que serían muy distintas si los obispos (y el clero en general) levantaran su voz, como la levantan cuando se sienten amenazados en los intereses y libertades que favorecen o amenazan a la Iglesia y lo que importa de verdad al mundo clerical.

Esto supuesto, se comprende perfectamente cómo y por qué pasan los años y los siglos, al tiempo que la Iglesia sigue firme en su decisión de mantener la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres. Una decisión intocable, que se mantiene al precio de miles y miles de parroquias que no pueden celebrar la eucaristía, ni atender a los fieles que necesitan un consejo, una ayuda y, sobre todo, no tienen quien les explique el Evangelio y les aporte luz en sus problemas de conciencia.

El Concilio Vaticano II, en su constitución sobre la Iglesia (LG, nº 37), dijo que “los fieles cristianos tienen derecho de recibir con abundancia … los auxilios de la palabra de Dios y de los sacramentos…”. Pero está visto que, para una notable mayoría de obispos, teólogos y gobernantes de la Iglesia, es más importante tener a las mujeres marginadas, que cumplir con los derechos que tienen los fieles cristianos.

Además, esto se hace a sabiendas de que, como consta en los Evangelios, el colectivo humano, con el que Jesús no tuvo el más mínimo roce o problema, fue precisamente el de las mujeres. Jesús las defendió siempre, aunque no siempre eran mujeres ejemplares. En su misión de anuncio del Evangelio, le acompañaron, no sólo “los Doce”, sino además “muchas mujeres”, no todas ellas precisamente ejemplares (Lc 8, 1-3). Es más, sabemos que, según los Evangelios de Marcos (10, 1-12) y Mateo (19, 1-12), Jesús antepuso el derecho de la mujer a lo establecido en favor del hombre, según se indica en Deut. 24, 1 (cf. Joel Marcus, (El Evangelio según Marcos, pg. 809; Cf. Ulrich Luz, El Evangelio según Mateo, vol. III, pg. 140-142).

Sin duda alguna, una notable mayoría de hombres del clero no están dispuestos a admitir la igualdad de derechos de las mujeres con los derechos del hombre. Aunque esto no se pueda demostrar con el Evangelio en la mano. Y – lo que es más grave – por más que esta mentalidad machista esté privando de sus derechos a millones de fieles cristianos. Incluso en detrimento grave de la misma Iglesia, que se está quedando si clero y con un futuro cada día más preocupante.

Sin duda alguna, en la Iglesia tiene más fuerza y es más determinante el machismo que el Evangelio. ¿Qué futuro nos espera a quienes seguimos queriendo lo mejor para la Iglesia y para la sociedad?

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , ,

El Relato Bíblico de la Creación: entre el Fundamentalismo y las Personas LGBT

Viernes, 4 de noviembre de 2022
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Por Luís Corrêa Lima *
Oct 24, 2019

Uno de los principales pilares del credo Cristiano es la fe en Dios, el creador del cielo y la tierra. Esto incluye el mundo, la naturaleza y el ser humano como creación divina, el trabajo de un ser poderoso y bueno, diseñado para magnificar Su gloria y compartir Su vida. El relato bíblico de la creación, contenido en los primeros capítulos de la Biblia, marcó la tradición judeocristiana y la cultura humana. Al comienzo de todo no era el caos, sino Dios mismo. Por su palabra vienen la luz, las estrellas, las aguas, los continentes y la vida. La humanidad proviene del soplo divino sobre la materia, constituyéndose como la imagen y semejanza divina y guardiana de la creación. En este relato, muchas generaciones han encontrado sentido en la vida, la felicidad, la familia, la civilización, las normas que gobiernan la sociedad y también en el tratamiento del mal y la muerte.

Con el tiempo, han surgido cuestionamientos sobre ciertos puntos: la creación del universo en seis días, si es que la tierra surgió antes que el sol y las estrellas, el hombre salió directamente del polvo de la tierra o la mujer salió de la costilla del hombre. También se cuestionó la dominación masculina sobre la mujer (“te sentirás atraído por tu esposo y él te dominará” – Génesis 3:16).

En respuesta a estas preguntas, se generó un apego intransigente a la letra del texto bíblico, el fundamentalismo, a fines del siglo XIX y principios del XX. Se suponía que la Palabra de Dios, inspirada por Él, estaba libre de errores y debería interpretarse literalmente en todos sus detalles. Para aquellos que se atrevieron a cuestionarlo en nombre de la razón, el dilema se ha planteado durante mucho tiempo: “o crees o piensas”. Esta trampa ideológica ha alejado de la religión cristiana a muchas personas de buena voluntad.

Afortunadamente, la evolución de la ciencia y la sociedad también ha llevado a los cristianos a leer los textos sagrados de otra manera, liberándolos de este perverso dilema. Con el Papa Pío XII y más tarde con el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica asimiló los métodos científicos de interpretación de la Biblia, incorporando la ayuda de varias ciencias desde la arqueología hasta la literatura. El lector contemporáneo debe buscar el significado que los autores sagrados, en determinadas circunstancias, de acuerdo con las condiciones de su tiempo y cultura, pretendieron expresar mediante el uso de modos o géneros literarios que luego se utilizaron. Hay que tener en cuenta las formas adecuadas de sentir y narrar como validas en su momento, así como las formas en que se emplearon las relaciones entre los hombres en ese momento. Así es como la Palabra de Dios vino a nosotros: no dictada por Él, sino inspirada, llevando también las marcas de sus raíces históricas.

El fundamentalismo no dejó de existir y tuvo mucha fuerza. Pero hoy la Iglesia advierte de su riesgo: al rechazar cualquier cuestionamiento o investigación crítica, coloca en la vida de los fieles una certeza falsa, confundiendo las limitaciones humanas del mensaje bíblico con la sustancia divina de ese mensaje. Esto implícitamente invita a una forma de “suicidio de pensamiento”. Contra la evidencia, los cristianos fundamentalistas siguen afirmando que el mundo se hizo en seis días, la mujer salió de la costilla del hombre y que debe ser dominada por él.

Hoy surge otra pregunta: la realidad de las personas LGBT que se ha hecho visible en el mundo contemporáneo. Es necesario profundizar la reflexión sobre la creación del ser humano en la dualidad del hombre y la mujer. Sin negar esta dualidad original y su valor, debe tenerse en cuenta que no todas las personas son heterosexuales y no todas se identifican con el sexo que se les atribuye al nacer. Esta no es su elección, sino algo constitutivo de su ser, con componentes biológicos y psicosociales. Son caras de la compleja diversidad entre hombres y mujeres, que no puede simplificarse en una lectura superficial y aproximada. No se puede imponer a todos el que vivan como heterosexuales o se identifiquen con su sexo de nacimiento.

También en esta compleja diversidad, el ser humano sigue siendo creación divina, obra de un ser poderoso y bueno, destinado a magnificar Su gloria y participar en Su vida.

* Luís Corrêa Lima es un sacerdote jesuita y profesor en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Trabaja con investigaciones sobre género y diversidad sexual, y sobre el acompañamiento espiritual de las personas LGBT.

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Jesús Espeja: Fuera del mundo no hay salvación, y la Iglesia debe conectar con él, no imponerse.

Sábado, 29 de octubre de 2022
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Fcm-0NiX0AMRf3-El dominico acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

El dominico Jesús Espeja pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II. Acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

“Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana”

En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil, síntesis al final su la andadura

Ya se puede adquirir el libro en la tienda RD

| RD

Acaba de salir el nuevo libro del dominico Jesús Espeja La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza. Jesús pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II, ha seguido interpretando la fe cristiana en los cambios culturales y en los vaivenes de la Iglesia durante los últimos cincuenta años. En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil que viene a ser como una síntesis al final su la andadura.

– ¿Qué te propusiste al escribir este libro?

 – Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana.

“La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre”

– Perteneces a una generación de profesores que os formasteis en la teología escolástica y con la orientación del Concilio emprendisteis una renovación de la teología.Pero en los años de postconcilio ha cambiado el mundo y esos cambios han dejado su impacto en la Iglesia ¿No habrá que dar nuevos pasos en la reflexión teológica?

– Soy consciente del rápido y alborotado cambio cultural después del Concilio; incluso pienso que ya cuando se celebró, estaba irrumpiendo la postmodernidad a la que no responden los documentos conciliares. Es posible que, instalados en la reflexión teológica que se hizo por los años 70 del siglo pasado, pretendamos hacer una teología renovada repitiendo hoy sin más el discurso que pudo ser renovador en esa etapa de postconcilio.

– Entonces ¿qué sentido puede tener ahora esta síntesis que nos brindas?

– Veo el proceso de mi reflexión teológica en dependencia de los otros. En primer lugar de mis maestros que me dieron lo mejor que tenían; con su herencia, y escuchando lo nuevo que ha ido naciendo, he tratado de avanzar; por eso en el subtítulo del libro digo “evolución”. Los otros son también las nuevas generaciones que mejorarán los pequeños pasos adelante que mi generación ha dado; por eso en el subtítulo digo “esperanza”. También a los jóvenes vendrá bien conocer las visiones y apuestas de mi generación para beneficiarse de lo bueno, corregir nuestros errores y roturar nuevos caminos.

– Con brevedad pero con precisión hablas sobre Dios, sobre la vocación de la humanidad, sobre la Iglesia, y su relación con el mundo, los sacramentos, la Virgen María, la muerte y el más allá de la muerte ¿Cuál es la clave común de tu enfoque en estos temas?

– La clave es la encarnación. Jesucristo, revelación de Dios como Presencia de amor que continuamente se está dando, manifiesta plenamente la vocación de la humanidad que crece abriéndose libre y totalmente a esa Presencia. Y la encarnación continua de algún modo en todas las personas y en la evolución de la sociedad humana.

– Dices en el libro que “el teísmo puede ser tan nefasto e incluso más que el ateísmo para la identidad de Dios revelado en la conducta de Jesús” ¿Qué quieres decir?

– Entiendo aquí por teísmo la creencia en un ser supremo con poderes sobrenaturales que está fuera del mundo y arbitrariamente interviene para hacer su voluntad. Según el Evangelio, Dios es “Abba”, Presencia de amor en que todos y todo habitamos. No se impone desde arriba y desde fuera con su poder, sino que se da como amor desde dentro de la misma humanidad.

– Pero ¿la muerte de Jesús no fue un sacrificio para, en justicia, pagar y aplacar a la divinidad ofendida?

-Según la fe de la Iglesia, la muerte de Jesús fue la expresión del amor de Dios encarnado en la humanidad que, seducida por ese amor, es capaz de vivir y morir para hacer el bien a todos. Su muerte no fue obra de reconciliación que la humanidad ofrece a Dios airado sino la expresión incomprensible de Dios encarnado que manifiesta su poder en la misericordia.

– Algunos dicen que ya estamos salvados ¿Cómo escribes que “necesitamos ser salvados?”

Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente. La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre. El relato bíblico sobre la caída de la primera pareja en el paraíso, evoca lo que sucede una y otra vez en la historia de la humanidad. Llevamos dentro el anhelo de una salud y liberación plenas; pero nos equivocamos si rompemos con el Creador cuya Presencia de amor nos constituye. Los cristianos creemos que en Jesucristo se abrió para todos el camino, y experimentamos que ya estamos salvados “en esperanza”.

“Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente”

– Cuando hablas sobra la encarnación de lo divino en lo humano, escribes: “Por eso nadie puede ser obligado a pensar y actuar en contra de su conciencia que no debe ser manipulada, coacciona o ignorada” ¿No te parece arriesgado hablar así ?

– Creo que ésta es la fe de la Iglesia proclamada en el Vaticano II y ratificada expresamente hoy por el papa Francisco que, según ha dicho, no se cree autorizado para juzgar a nadie. Sí, esto supone un cambio para la teología moral y para la conducta de muchos cristianos que, acostumbrados a lo que les manden, fácilmente abdican de su libertad y responsabilidad personales.

– Cuando hablas de la Iglesia dices: ”Solo avivando la fe cristiana como experiencia personal, es posible una Iglesia en salida con la que hoy sueña el papa Francisco” ¿Crees que esto es fácil?

Pienso que el sueño no se arregla solo con un “aggiornamento”. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio. Hay formas en las estructuras esenciales de la Iglesia que son antievangélicas y la impiden llevar a cabo su misión. Pero las cosas no se arreglan con unos cambios en esas formas a modo de barniz si nuestro corazón sigue instalado. Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús, recreando en la propia historia la conducta de aquel hombre a quien los cristianos confesamos Palabra e Hijo de Dios.

“El ‘aggiornamento’ no es suficiente. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio”

– ¿Puedes resumir la renovación que, siguiendo la orientación del Concilio, propones en la celebración de los sacramentos, la devoción mariana y la relación de la Iglesia con el mundo?

– En los sacramentos hay que pasar del ritualismo, a la celebración de unos símbolos que sean profesión pública de la fe comunitaria y personal. El Concilio no propuso una mariología de milagros y privilegios, sino que celebró a la Virgen María como primera discípula de Jesús e imagen purísima de lo que toda la Iglesia ansía y espera ser. En el Concilio la mirada de la Iglesia, aun reconociendo el lado oscuro de la humanidad con todas las realidades entre las que vive, fue de simpatía y de solidaridad, consciente de que el mundo sigue acompañado y bendecido por el Creador. Esa mirada permite concluir que fuera del mundo no hay salvación. En consecuencia la Iglesia no debe imponerse al mundo sino conectar con los anhelos, gozos y sufrimientos de la sociedad humana, hacerlos suyos, y ofrecer de modo creíble el Evangelio para el desarrollo integral de la humanidad.

– El capítulo final sobre la muerte y el más allá respira libertad y confianza ¿En qué te apoyas?

– Sencillamente me apoyo en la fe o experiencia cristiana de Dios, Presencia de amor que continuamente se está dando y nunca nos abandonará. Es verdad que nosotros, puestos en manos de nuestra propia decisión podemos cerrarnos a esa Presencia y fracasar definitivamente. Pero desde la fe o experiencia cristiana, es impensable que Dios tenga preparado un equipo de especialistas en tortura para castigar eternamente a los seres humanos obra de su amor.

“Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús”

Fuente Religión Digital

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“Contra el rosario”, por José Ignacio González Faus

Viernes, 28 de octubre de 2022
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El rosario fue un gran invento en una época en que la mayoría de la gente no sabía leer y estaban muy acostumbrados a las repeticiones por la falta de variedad de ofertas en la vida de entonces

En la sociedad actual, además de que casi todo el mundo sabe ya leer, las repeticiones de entrada nos distraen y nos cansan dado que nuestra vida está repleta de mil ofertas diversas (televisión, cine, literatura, espectáculos deportivos…).

Uno de los grandes errores del sector conservador de la Iglesia es convertir en recetas mágicas unas prácticas que solo son medios, no fines

El título es deliberadamente provocativo. Podría haber titulado: contra la absolutización del rezo del rosario hoy. Y eso es más fácil de explicar. El rosario fue un gran invento en una época en que la mayoría de la gente no sabía leer y estaban muy acostumbrados a las repeticiones por la falta de variedad de ofertas en la vida de entonces. En la sociedad actual, además de que casi todo el mundo sabe ya leer, las repeticiones de entrada nos distraen y nos cansan dado que nuestra vida está repleta de mil ofertas diversas (televisión, cine, literatura, espectáculos deportivos…). No se trata de discutir ahora qué mentalidad es mejor: se trata simplemente de que la oferta cristiana (y en concreto, la invitación a la oración) pueda llegar a las gentes de hoy.

 Ya hace años comencé a encontrarme con gentes que me decían que el rosario les resultaba aburrido porque de tanto repetir avemarías, se distraían mucho. Solía dar entonces la siguiente respuesta: el objetivo del rosario es eso que decimos ante cada decena de avemarías: “en contemplación de este misterio”. Lo que importa es contemplar, no repetir. Por tanto: reduce cada misterio a solo un padrenuestro y un avemaría y, en cambio, párate un par de minutos intentando contemplar: a María visitando a Isabel, a Jesús azotado, a los apóstoles transformados por la presencia del Espíritu etc.; mira de empaparte un poco de esa escena y luego basta con un pater y un ave.

Cuento todo esto a propósito de un episodio que acaba de ocurrir, este mismo mes, en un lugar de España de cuyo nombre no quiero acordarme: un colegio católico decide imponer a chavales adolescentes el rezo diario del rosario. Un cura lo dirige; y quizás intuyendo que aquello podía serles un poco aburrido decide que cada muchacho rezará en alta voz la primera parte de las avemarías. La cosa discurre más o menos monótona hasta que a un chaval (quizás ya un poco harto) se le ocurre gritar, cuando le toca a él, la canción de David: “Ave María, mañana serás mía”…

Es fácil imaginar la que se armó: carcajada general, el rosario se interrumpe, escándalo oficial, y el muchacho castigado y seguramente expulsado del colegio. Mi reflexión al conocer la anécdota fue más o menos esta: ese muchacho mañana será ateo. Ya tenemos un ateo más en esta España anticlerical, fruto quizás de aquella advertencia de Isaías, que repiten san Pablo y el Vaticano II: “por culpa vuestra es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes”…

Por supuesto, el chaval cometió una tontería (cosa por otra parte muy de esperar a esa edad). Pero hay añadir también que la dirección del colegio fue en parte causa de esa tontería. Sin conocerle, me atrevo a decir desde aquí a ese cantor improvisado: “te has pasado muchacho; pero quiero decirte que, como cristiano, estoy de tu parte”.

Porque de lo que se trataba es de enseñar a la gente a orar. Y hoy, con la cantidad de medios que hay para eso (en lecturas, en las redes…) el camino para enseñar a orar a nuestra gente es otro. Hasta se puede añadir que Jesús ya avisó: “cuando oréis no habléis demasiado”; y 50 avemarías parece que son demasiado. Por supuesto, esos otros caminos exigirán mucho más esfuerzo al acompañante. Pero en ningún lugar está dicho que evangelizar sea algo así como hacer propaganda de la Cocacola. Sí que está visto en cambio que, cuando ya de joven, una persona es bien introducida en el cultivo de su interioridad y del Misterio que la habita, eso puede configurarla para toda su vida futura.

Uno de los grandes errores del sector conservador de la Iglesia es convertir en recetas mágicas unas prácticas que solo son medios, no fines. Olvidando que los medios han de ser aptos para la meta que se pretende; cuando no lo son hay que buscar otros. En vez de eso se convierten en fines lo que solo son medios, se les sacraliza de manera supersticiosa (las tres avemarías, los cinco primeros sábados, los primeros viernes, oraciones a san Antonio para los objetos perdidos…). No tengo nada contra esas prácticas: a quien de veras le ayuden que las siga practicando; pero que no las imponga como medio de evangelización. Porque eso es una forma de crear futuros increyentes.

En esta España, descristianizada reactivamente y anticlerical visceralmente, el anuncio de la fe exige una inculturación muy profunda. Pero vale la pena ese esfuerzo porque llevamos entre manos una buena noticia impresionante. Como suelo decir a veces: yo ya me voy, pero rezo para que los cristianos del futuro sean, a la vez, enormemente fieles y enormemente modernos. No como aquellos judaizantes contra los que gritaba Pablo en su carta a los gálatas, tras anunciar la libertad cristiana, mientras ellos pretendían, por así decir, “comprar a Dios” con una serie de viejas prácticas sacralizadas (como la circuncisión y demás). Permítanme que les repita: “¡oh insensatos gálatas!”

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“We, the People”

Miércoles, 19 de octubre de 2022
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B8EC5BF4-F93C-49E8-96B6-3A74126E1911Leído en el blog de Isabel Gómez Acebo:

02.10.2022

Recientemente me ha llegado por Whatsapp una antigua frase del expresidente, Ronald Reagan, de los Estados Unidos. Su pequeña charla se puede resumir en tres palabras y una metáfora. Las palabras We, the People (nosotros el pueblo) hacen alusión al sujeto en torno al que debe girar la vida política y la metáfora habla de un coche, cuya propiedad es del pueblo que deja como conductor al gobernante de turno tras unas elecciones y un programa de gobierno para cuya ejecución ha sido elegido

            Es bueno recordar este hecho ya que muchos gobernantes se consideran dueños y señores de la silla que ocupan y con frecuencia no miran al bienestar de la gente sino al suyo propio. Hacen nombramientos entre sus familiares y conocidos a los que llenan los bolsillos y tratan de perpetuarse en el poder. Hay algunos que hacen fraude en las elecciones o incluso fuerzan el cambio de las constituciones para que no haya límites temporales al ejercicio del cargo. Todo vale para conseguirlo por lo que el pueblo, ese sujeto que es el propietario del poder, no se atreve a levantar la voz por miedo a represalias.

Todos somos conscientes de que la democracia está muriendo por una lenta enfermedad de las instituciones que pueden frenar al ejercicio despótico del poder, ya sean los jueces, los fiscales o los medios de comunicación a los que se ponen constantes trabas que llegan incluso al asesinato

¿Y qué pasa en la Iglesia? Nuestra institución no es una democracia, pero vive en un mundo cambiante que influye en el pensamiento eclesial cuando la cultura ambiente difiere, o parece diferir, de las certezas eclesiales. La primera reacción es cerrarse en banda algo imposible ya que no hay más que ver la presión que ejercen las mujeres para alcanzar puestos de poder y los colectivos LGTB que piden ser reconocidos. El concilio Vaticano II pidió que se tuvieran en cuenta estos signos de los tiempos pues eran una realidad que con frecuencia nuestra Iglesia no había tenido en cuenta o les había dado la espalda. No había ayudado en este empeño de apertura del pensamiento la declaración de infalibilidad pontificia que hizo el concilio Vaticano I.

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Pero no estoy hablando de algo nuevo, aunque estaba dormido que es el sentido de los fieles, sensus fidei, que significa la comunión de todos los fieles invadidos por el Espíritu en pos de la verdad. El cardenal Newman habló de tres magisterios en la Iglesia: los obispos, los teólogos y el pueblo, los dos últimos muchas veces silenciados ya que el que levantaba la voz sufría las consecuencias que alcanzaban desde la excomunión hasta la pérdida de empleos o cátedras. Aquí destaca como algo novedoso la teología del laicado, la teología de un creyente cuya vida está inmersa en las realidades temporales y en su situación la revelación del Espíritu puede adquirir connotaciones distintas. De aquí la necesidad de que la jerarquía escuche a todos los fieles

La Gaudium et Spes nos dijo que era propio de todo el pueblo de Dios, pero especialmente de los pastores y los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra divina, a fin de que la Verdad pueda ser mejor percibida y entendida

Veo con esperanza el proceso sinodal donde la voz de todas las parroquias del mundo va a estar presente. También creo que algunos miembros de la jerarquía, que no están acostumbrados a escuchar, van a poner todos los palos en la rueda que puedan con la intención, que nunca confesaran, que descarrile el movimiento, pero poco a poco, la Iglesia se va abriendo y hace camino al andar

Fuente Religión Digital

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“Santa Teresa: mujer, andariega, inquieta, doctora de la Iglesia…”, por Consuelo Vélez

Sábado, 15 de octubre de 2022
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santa-teresa-avilaDe su blog Fe y Vida:

Cada 15 de octubre se recuerda en la Iglesia a Santa Teresa de Jesús (1515-1582), monja carmelita, reformadora de su orden, fundadora de 16 conventos, escritora, mística, maestra de oración. En 1970, Pablo VI, la reconoce como la primera mujer, Doctora de la Iglesia. Es muy importante este título porque solo se ha otorgado a 4 mujeres (Santa Catalina de Siena, Santa Teresita del Niño Jesús e Hildegarda de Bingen, frente a más de 30 varones) pero, sobre todo, porque esa proclamación supone reconocer que puede ser maestra de fe para todo el Pueblo de Dios.

Santa Teresa de Jesús supo enseñar sobre la vida de oración con la bella imagen de “Las moradas o Castillo Interior” y también con el huerto regado por el agua de cuatro maneras distintas -que ella reconoce como los cuatro grados de oración-. En los dos casos, la oración no supone un rezo convencional de repetir palabras, sin saber lo que se dice, o de pedir favores convirtiendo a Dios en un dispensador de milagros, sino en un diálogo “con quien sabemos nos ama”, más aún, con el mismo Jesús, tan humano, como el Jesús de la historia, con el que ella puede conversar y experimentar que “Solo Dios Basta”.

Pero esa doctrina sencilla sobre la oración como diálogo, como encuentro, como conocimiento personal, como donación mutua, algunos pretenden identificarla con prácticas de meditación más al estilo oriental -válidas para quien encuentre en ello dominio de sí y vaciamiento de toda distracción- pero que no tienen que ver con la enseñanza de Teresa. Los cuatro grados de oración no son una escala ascendente que la persona puede alcanzar por medio de prácticas de respiración u otro tipo de ascesis corporal, tampoco las moradas son una línea recta de habitaciones a la que se va subiendo paso a paso. En los dos casos, Teresa avisa que todo es gracia divina y la persona no deja de experimentar su humanidad con las faltas de amor que vive -y esa es la humildad que brota del conocimiento propio que da la oración- y tampoco puede, por sus propios méritos, alcanzar la gracia de regar el jardín sin el más mínimo esfuerzo de su parte, porque el encuentro con Dios es pura gracia, puro don, puro regalo.

Para Teresa la oración no se queda en el acto mismo de orar sino en los frutos que produce en la persona: “la oración no es tanto pensar mucho, sino amar mucho”, de ahí que decía a las religiosas que, aquello que más las llevara a amar, eso es lo que debían hacer. Otra manera de explicarlo era decir que “Dios estaba entre los pucheros”. Es decir, la oración no es solamente el momento explícito en que la persona se dispone a orar, sino que toda la vida ha de ser oración, incluidas las cosas más pequeñas, más básicas, más cotidianas.

Asombra también de Teresa que en tiempos en que el acceso a la Biblia era prácticamente imposible y menos por parte de las mujeres, ella aprovecha los libros de espiritualidad que podía leer para tener contacto con los pasajes de los evangelios que allí encontraba. Ella, sin tener demasiada formación, es capaz de ir a las fuentes de la revelación y nutrirse de ellas. Claro que, ante la dificultad de acercarse mucho más al texto sagrado, también entiende que el mismo Jesús con el que conversa en la oración, es la Palabra Viva a la que puede tener acceso. Y, efectivamente, el cristocentrismo de su experiencia de fe la lleva a decir que Teresa es de Jesús y Jesús de Teresa”, usando sus propias palabras en lugar de las de Pablo en la carta a los Gálatas: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (2, 20).

Finalmente, Teresa muestra que el feminismo no es cosa de algunas mujeres desadaptadas -como algunos lo catalogan en el presente-, sino que es un movimiento que, sin haber tenido ese nombre en épocas anteriores, si denuncia la discriminación que han sufrido las mujeres y la forma como se les niegan sus derechos. Santa Teresa así lo expresaba quejándose ante Jesús del clero de su tiempo: “Confío yo, Señor mío, en estas siervas tuyas que aquí están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentarte (…). Pues tu no eres, Creador mío, desagradecido para que yo piense que les darás menos de lo que te piden, sino mucho más, porque no aborreciste a las mujeres cuando andabas por el mundo, antes las favoreciste siempre con piedad y hallaste en ellas tanto amor y más fe que en los hombres (…) ¿No basta Señor, que nos tiene el mundo acorraladas (…) que no hagamos cosa que valga nada por ti en público, ni osemos hablar de algunas verdades que lloramos en secreto, para que no vayas a oír petición tan justa? No lo creo yo, Señor, de tu bondad y justicia, que eres justo juez y no como los jueces del mundo, que como hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa (…) porque veo los tiempos de manera, que no hay razón para desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”. Teresa vive en el contexto donde las cosas de mujeres no se valoran y se desechan, pero ella no puede imaginar, de ninguna manera que Dios se porte igual que los jueces de este mundo, a los que con una fina ironía describe como “hijos de Adán y, en fin, todos varones”. Este párrafo fue borrado del manuscrito original y descubierto hace relativamente poco, porque en su época la censura no podía permitir una acusación tan directa, como hoy tampoco se acepta fácilmente prefiriendo desacreditar cualquier voz que se levanta denunciando este mundo patriarcal en el que todavía vivimos.

Celebrar a Santa Teresa no es solo recordar su memoria sino recibir su legado y llevarlo a la práctica. Efectivamente, en estos tiempos recios, como los que ella vivió, sigue siendo urgente que las mujeres de fe trabajemos por la igualdad fundamental de mujeres y varones en la sociedad y en la iglesia y por vivir una espiritualidad transformadora, por fidelidad al reino de Dios anunciado por Jesús, donde la oración sea fuente de vida y compromiso y, en ningún momento, alienante y desentendida del mundo que vivimos.

(Foto tomada: https://alfayomega.es/la-santa-andariega-que-fascino-al-papa-caminante/)

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Recordatorio

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