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Los obispos y cardenales no se ponen de acuerdo sobre la familia homosexual y proponen hacer un Sínodo específico

Sábado, 24 de octubre de 2015
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Dios es Familia¡Toma ya!… Según los resúmenes publicados, todo parece indicar que los obispos han dejado de lado el tema de la acogida de la Iglesia a los homosexuales al considerar que no guarda relación con las cuestiones de la familia que aborda el Sínodo.

Müller, hasta ahora en contra, defiende la comunión “en casos específicos”

Los círculos hispanoablantes, italianos y alemanes, a favor de “un movimiento generoso”

El Sínodo se aproxima a su fin dividido aún sobre si se debe seguir negando sacramentos a divorciados y parece prevalecer la idea de que sea el papa quien decida finalmente o que incluso se deje el tema para futuras reuniones. Según el tercero de los resúmenes de los diferentes grupos lingüísticos de los participantes del Sínodo en el que se afronta esta cuestión, todo parece indicar que los padres sinodales evitarán tomar decisiones.

La condición de las personas homosexuales se enfocó sobre todo desde la perspectiva del contexto familiar. El grupo inglés C insistió en que es un tema que se debe abordar como pastores que buscan comprender la realidad de la vida de las personas y no las cuestiones abstractas. También sus miembros pidieron que el documento final del Sínodo incluyese una afirmación clara de la enseñanza de la Iglesia de que las uniones del mismo sexo no son en modo alguno equivalentes al matrimonio.

Sobre el mismo tema el círculo inglés A reitera que ”la Iglesia como esposa de Cristo sigue las huellas de su Señor Jesús, cuyo amor universal se ofrece a todas las personas sin excepción. Los padres y hermanos de los miembros de la familia con tendencias homosexuales están llamados a amar y aceptar a estos miembros de su familia con un corazón indiviso y con comprensión”.

Algunos Padres Sinodales propusieron que el argumento se eliminase de la discusión del Sínodo sobre la Familia porque dada su importancia merecería un sínodo específico en materia. Peter Erdö, relator de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de la Familia lo decía hace unos días: ‘No existes analogías entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios para la familia’. La cuestión levanta tantas ampollas en el sector más conservador de la Iglesia que algunos padres sinodales han propuesto reservar el tema del acompañamiento a las personas homosexuales para un sínodo específico sobre esta materia, al tiempo que otros han pedido que se aclare en el documento final que para la Iglesia las uniones entre personas del mismo sexo no son equivalentes al matrimonio.

Concretamente, algunos participantes de la Asamblea del Sínodo de la Familia han propuesto durante sus reuniones del pasado lunes y del martes que el argumento sobre la condición de las personas homosexuales “se eliminase de la discusión del Sínodo sobre la Familia porque dada su importancia merecería un sínodo específico en materia”, según informa el Vaticano. Por su parte, los miembros de uno de los grupos de habla inglesa pidieron que el documento final del Sínodo incluyese “una afirmación clara de la enseñanza de la Iglesia de que las uniones del mismo sexo no son en modo alguno equivalentes al matrimonio”.

Respecto a los divorciados y vueltos a casar civilmente, el Vaticano constata un acuerdo general sobre la necesidad de un acompañamiento pastoral más eficaz para estas parejas y sus hijos. Además, en algunos círculos, como el grupo de hispanohablantes cuyo relator es el arzobispo venezolano Baltazar Enrique Porras Cardozo, ha suscitado “perplejidad” lo que el Instrumentum Laboris llama “camino penitencial” y sugieren cambiar este término por “itinerarios de reconciliación”.

Sobre el acceso a los sacramentos, algunos participantes del Sínodo han planteado “quitar muchas trabas” para que los divorciados vueltos a casar puedan participar en la vida de la Iglesia, como las que les impiden ser padrinos, catequistas o dar clases de Religión.

“¿Qué pasa cuando se plantea el acceso a los sacramentos?
–dicen en el círculo hispanohablante cuyo relator es el cardenal de Panamá José Luis Lacunza Maestrojuan–. Sin duda, tenemos que plantear un movimiento generoso quitando del camino muchas trabas para que los divorciados vueltos a casar puedan participar más ampliamente en la vida de la Iglesia: no pueden ser padrinos, no pueden ser catequistas, no pueden dar clases de religión”.

Por otra parte, algunos círculos menores, como el encabezado por el arzobispo australiano Mark Benedict Coleridge, han tratado el tema de las parejas que conviven sin casarse y aunque han subrayado que la convivencia “no puede ser considerada como un bien en sí misma”, reconocen que “puede existir un bien entre los que conviven”.

Mientras, el círculo francés cuyo relator es el obispo Laurent Ulrich, ha abordado la situación de aquellas familias divididas, mixtas, monoparentales y sin matrimonio civil. “No podemos descartarlas. Creemos que en ellas vive el Espíritu del Señor que inspira muchos comportamientos de sus vidas”, han subrayado.

Finalmente, algunos obispos como el canadiense Paul-André Durocher, se han hecho algunas preguntas sobre la eficacia de la metodología del Sínodo: “¿Está bien ajustado a su propósito? Derrochamos una enorme cantidad de energía, desde todos los puntos de vista. Las personas se han agotado a fuerza de trabajo. ¿El resultado valdrá la pena?“. Leer más…

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Palos en la rueda de Francisco

Domingo, 9 de agosto de 2015
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Papa-Francisco5Perdido el debate doctrinal, la minoría conservadora amenaza con un cisma tras el Sínodo

“Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa”

(Jesús Martínez Gordo).- A partir del próximo mes de octubre asistiremos, finalizado el Sínodo ordinario de obispos dedicado a la familia, a uno de los momentos más importantes del pontificado de Francisco, a lo que se podría llamar su hora de la verdad.

En efecto, una vez debatidas y aprobadas las resoluciones que los obispos estimen oportunas y presentadas para su ratificación, es de esperar que este papa, lleno de gestos felizmente descolocantes y de un magisterio refrescante, baje a la arena y -dicho coloquialmente- se “moje” aprobando toda una serie de propuestas sobre la familia y la moral sexual. Va a ser particularmente interesante constatar qué decisiones toma sobre la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar, es decir, sigan perteneciendo plenamente a la Iglesia.

Como es sabido, ésta es una cuestión abierta por el mismo papa Francisco el 29 de julio de 2013 cuando, a su regreso de las Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Rio de Janeiro y en conversación con los periodistas, reconoció la necesidad de abordar “el problema de la comunión a las personas en segunda unión”, algo, apuntó en aquella ocasión, que es preciso realizar con misericordia: “si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa”.

La oposición a semejante posibilidad no tardó en aparecer. Y estuvo liderada por cinco cardenales de indudable peso en la curia vaticana, al menos durante los pontificados anteriores, y con una contundencia inusitada: “no es coherente con la voluntad de Dios” (Gerhard Ludwig Müller); resulta “insostenible” (Walter Brandmüller); es “ilícita” porque cuestiona “la ley divina” de “la indisolubilidad del matrimonio” (Velasio De Paolis); va “en contra de la voluntad del Señor” (Carlo Caffarra); recurrir a la misericordia sin verdad es un atentado contra la fe (Raymond Leo Burke).

El Sínodo extraordinario celebrado en octubre del año pasado evidenció que, aunque la propuesta favorable a la plena incorporación eclesial de los divorciados casados no alcanzara entonces la mayoría requerida (dos tercios), la posición radicalmente contraria de estos cardenales -y oficial hasta entonces en la Iglesia católica- pasaba a ser sorprendentemente minoritaria en el aula sinodal.

 los-opositores-al-papa-franciscoLos opositores del Papa

 Y el mismo papa Francisco no solo no retiraba -en nombre de una unidad supuestamente en peligro- el estudio de esta cuestión en un próximo Sínodo, sino que volvía a recabar el parecer de la base eclesial sobre éste y otros asuntos referidos a la familia y a la moral sexual.

Desde entonces se ha asistido a un debate a fondo que, a diferencia de otras ocasiones, ha presentado una particularidad también inaudita: han sido notables las aportaciones que, con una libertad encomiable y con una argumentación impecable, se han esforzado por desmontar el intento de la minoría sinodal por capitalizar en exclusiva la rectitud doctrinal.

No es verdad -y menos infalible- que, a la luz de la escritura, de la tradición patrística, de los concilios y del corpus jurídico eclesial vigente, sea incompatible un comportamiento misericordioso con los divorciados vueltos a casar y el reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio. Más bien, todo lo contrario.

Quizá porque la minoría sinodal da ya por perdido el debate sobre la consistencia doctrinal de quienes -como el cardenal W. Kasper, entre otros- son partidarios de articular misericordia e indisolubilidad, se asiste estas últimas semanas a un cambio de estrategia: da lo mismo -se propala también aquí, entre nosotros, en el País Vasco- lo que se apruebe en el próximo Sínodo ordinario de octubre. El papa Francisco va a dar la callada por respuesta a una propuesta partidaria de reconocer, en nombre de la misericordia, la plena eclesialidad de los divorciados vueltos a casar.

Según este infundio, el papa Bergoglio adoptaría semejante estrategia no sólo ante la supuesta “fortaleza” dogmática, escriturística, jurídica y patrística de la posición minoritaria, sino también ante el temor de un posible cisma en la Iglesia católica. Como contrapartida, enfatizan, impulsaría un magisterio todavía mucho más atento a las contradicciones sistémicas del capitalismo imperante y, sobre todo, a las urgencias sociales que están aflorando.

Sinceramente, no veo a Francisco en esta estrategia. Y no lo veo porque me parece un comportamiento más propio de un “capitán Araña” que de un obispo con entrañas pastorales y convencido -como es el caso- de que hay que estar al lado de la gente hasta el final.

Sí lo veo, en cambio, ratificando lo aprobado en el Sínodo y buscando no romper los puentes con la minoría sinodal, a pesar de que ésta intente marcar (y agrandar) distancias en nombre de la “verdad” y de una supuesta rectitud doctrinal abanderada -tan gratuita como supuestamente- por ellos.

Si la minoría sinodal quiere convencer, tiene que aportar argumentos más consistentes que los esgrimidos hasta el presente. Y, por supuesto, olvidarse de esta estrategia.

Fuente Religión Digital

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“Teología de la liberación: ayer maldita y perseguida, hoy bendita y elogiada”, por Benjamín Forcano

Sábado, 17 de enero de 2015
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pag10_iglesia_web-15-aa01bLeído en Cristianismo y justicia:

Voces. Benjamín Forcano. [Cuarto poder] No me interesaría la Teología de la Liberación si no fuera por tres razones: primera, porque hubo muchísima gente que, sin informarse, desconfiaron de  ella y la condenaron  siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica;  segunda, porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la Liberación y lo que supuso  de represión y sufrimiento  para muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó  a la Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.

Nunca en la historia de la Iglesia se suscitó  tanta preocupación sobre un tema que, a primera vista, parecía  irrelevante. Algo inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación, pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y religioso. Estamos en los años  posteriores al concilio Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si la Iglesia latinoamericana  cumple los acuerdos de Medellín , los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina” (Rockefeller). La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina  por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).

Vieja novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús

La Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por  la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, –el anuncio del reino de Dios–, era incompatible con el proyecto imperial romano y con  el  proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús y su proyecto.

La Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona, sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio.

Sonaron falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida

Comenzando por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado “padre” de la teología de la liberación) han sido luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles  los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las iniciativas y actividades  pastorales que en ella se han inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas, maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar comprometido.

Pero surgieron pronto las alarmas que la  señalaban como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones. Había  grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema,  – Es la peste, dijo.  Y ayudé a una joven que, interesada por el tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los teólogos de la liberación son como los masones dentro de la Iglesia!

Y los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos concilio, pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de la liberación, sentenció  ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho  propia la opción  fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas  de liberación secularizados”.

Ratzinger fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas  afirmaciones. Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3  de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han  perseguido”.

Se entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial, fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y  sus teólogos:

– Los teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista.

– Reducen el Cristo del Evangelio  al Cristo de la “sola liberación temporal”.

– La Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero entendidos  “como una opción de clase” y según criterios puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y lucha  entre hermanos.

– Presentan una  “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa” reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el interior  mismo de la Iglesia.

– Se someten a  ideologías extrañas y olvida la “doctrina social de la Iglesia” por  considerarla inviable.

Estas calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.

La novedad de la teología de Liberación 

Es ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación.

– La Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la fe. Incluye negativamente una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y positivamente una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que deslegitima el  ataque que la Ilustración siempre lanzó contra la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, a las personas y pueblos que  son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos.

– La Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.

– La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios en la  Escritura, la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y  previo a la revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios en la historia, del pasado y del presente. Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”,  fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.

– En esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios  en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino).

 La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser:  “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría).

Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc.

Pero,  y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el  mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si  es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad,  cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino). Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida  en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos serlo”.

– La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuesta a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que debe estar abierto al cambio.

La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo.

Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá  responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.

La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.

Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan  y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación.

La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro.

Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido  por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego.

Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba  las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de  Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres.

En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que  el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo.

En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristiana rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”.

Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora  “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios” (Johann Baptist Metz).

El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad.

Esperamos que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Müller: “La teología de la liberación está unida para mí al rostro de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de política, de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del Hombre. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.

Imagen extraída de: alandar

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El Papa defendió modelo de familia tradicional y excluyente para criar a los hijos

Domingo, 23 de noviembre de 2014
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Papa-Francisco-defendió-a-la-familia-tradicionalEl sumo pontífice bautiza a un bebé en el Vaticano. (Imagen: AP).

Lo sentimos, Francisco… A lo que tiene derecho un niño es a ser amado… lo que no garantiza necesariamente el tipo de familia tradicional… ¿hay que recordar cómo tantos jóvenes son echados de sus casas por ser homosexuales?

Jarro de agua fría para todos aquellos que esperan que el nuevo papa pase de las palabras a los hechos en el muchas veces anunciado proceso de aperturismo en cuestiones morales, incluida la homosexualidad. Jorge Bergoglio inauguró el pasado lunes una conferencia interreligiosa en el Vaticano sobre la familia tradicional, en la que rechazó de manera implícita el matrimonio igualitario y la adopción homoparental.  Este coloquio interreligioso ha reunido en el Vaticano durante tres días a dirigentes católicos, judíos, musulmanes y otras confesiones con el “fin de proponer de nuevo la belleza de la unión natural entre el hombre y la mujer en el matrimonio”.

Humanum, “un coloquio internacional interreligioso sobre la complementariedad del hombre y la mujer” según lo define su página web, tenía como objetivo aunar posiciones entre las distintas religiones para luchar contra el matrimonio igualitario y en él han participado, durante tres días, unos trescientos representantes de catorce confesiones como el jainismo, el judaísmo, el anglicanismo o el mormonismo, además del catolicismo. En el discurso de apertura, el papa afirmó que la unión entre un hombre y una mujer está “en la raíz del matrimonio” y que “los niños tienen derecho a crecer en una familia con un padre y una madre capaces de crear un entorno adecuado para el desarrollo y la madurez emocional del niño”, según extractos de su discurso difundidos por la radio vaticana.

Según el papa Francisco, “el matrimonio y la familia están en crisis”, porque “vivimos en una cultura de lo temporal, en la que cada vez más gente está renunciando al matrimonio como un compromiso público”. A pesar de que no hizo ninguna mención explícita a gays y lesbianas, el discurso del pontífice podría incluso ser suscrito por alguno de los mandatarios africanos, por ejemplo cuando declaró que “la revolución en las costumbres y la moral ha enarbolado con frecuencia la bandera de la libertad, pero en realidad ha traído la devastación material y espiritual a innumerables seres humanos, especialmente a los más pobres y los más vulnerables”.

Varios de los líderes religiosos participantes en la conferencia han mostrado su acuerdo con las declaraciones del papa. Russell Moore, de la Convención Baptista Sureña, celebró que la concepción excluyente del matrimonio “no pueda ser revisada por las ideologías actuales”. Henry B. Eyring, de la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días (comúnmente conocida como iglesia mormona), también expresó su satisfacción porque las diferentes confesiones se hayan mostrado unidas sobre la “santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer”.

Por su lado, el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había resaltado el domingo, en el Osservatore Romano, diario del Vaticano, que “el primer lugar de la diferenciación sexual (…) es la experiencia de la filiación”.

El Vaticano celebró el mes pasado un Sínodo sobre la Familia, reuniendo a cardenales y obispos, que dio lugar a fuertes tensiones, fundamentalmente sobre la cuestión de la homosexualidad.

Los activistas LGTB, como es lógico, se han sentido decepcionados, pero algunos de ellos han visto en las declaraciones de Bergoglio una confirmación de su escepticismo previo con respecto a los repetidos mensajes de apertura moral. Jeremy Hooper, asesor de GLAAD, publicó en Twitter una foto de su hija con el texto: “Mientras #Humanum ataca a mi familia, yo celebro la alegría de ser padre. De la vida. Del amor”. “Durante los últimos dos años, he escuchado cada vez a más personas decirme que el papa Francisco es algo así como un activista secreto LGTB”, añadía Hooper. “Tenía, como mínimo, reservas. Ahora debo decir por desgracia que su discurso de apertura en esta convención solo ha reforzado mi escepticismo”.

En definitiva, vuelve a quedar de manifiesto la debilidad del tan proclamado proceso de flexibilización del rigorismo moral católico encabezado por el papa. Frente a declaraciones inclusivas como mencionar la homoparentalidad al referirse a la necesidad de abrirse a nuevas realidades o mostrarse abierto a aceptar las uniones civiles, a la hora de la verdad parece que la ortodoxia sobre la homosexualidad se impone. Así quedó también de manifiesto en el documento final del reciente Sínodo de la Familia, que había generado unas expectativas que se tornaron en decepción.

Fuente Los Andes

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“El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

Viernes, 7 de noviembre de 2014
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familia tradicionalEl arzobispo norteamericano Chaput se suma a Burke y acusa al Papa de convertir la Iglesia “en un barco sin timón” y denuncia que Bergoglio “está dejando a los creyentes un poco mareados”

Leído en la página web de Redes Cristianas

La reforma de Francisco parece haber naufragado o, al menos, encallado en el Sínodo celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, que ha reunido a cerca de 200 obispos de todo el mundo para reflexionar sobre la concepción, la actitud y la práctica pastoral de la Iglesia católica en torno a diferentes orientaciones sexuales, a los diferentes modelos de familia y otras cuestiones vinculadas con ella. Éramos muchas las personas de fuera y de dentro de la Iglesia católica que esperábamos un cambio de mentalidad, de orientación y de rumbo en un tema que se caracteriza por planteamientos anclados en el pasado sin apertura alguna a los cambios producidos en las últimas décadas en la sociedad. Pero éramos también conscientes de los obstáculos que se interponían y del peligro de que se produjera un estancamiento

El primer obstáculo lo constituían los propios protagonistas del Sínodo: los obispos. ¿Qué aportaciones podían hacer unas personas que no son especialistas en el tema, ni siguen de cerca los estudios especializados en las diferentes disciplinas que se ocupan del fenómeno de la familia en toda su complejidad? Personas que, además, han renunciado a formar una familia para dedicarse en exclusiva al servicio de la Iglesia. Es verdad que fueron invitados expertos y matrimonios, pero sin apenas influencia en los debates y sin voto a la hora de aprobar las proposiciones finales.

El segundo era la herencia de los papas anteriores. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI se mantuvieron instalados rígidamente en el paradigma tradicional de la familia y de la doctrina sobre la sexualidad y condenaron los modelos de familia que no se atuvieran a la imagen conservadora del matrimonio “cristiano”. Pablo VI, beatificado el pasado domingo por Francisco, condenó los métodos anticonceptivos en 1968 en la encíclica Humanae vitae, en clara oposición a las orientaciones del concilio Vaticano II, que defendía la paternidad responsable, y en contra de la mayoría de la Comisión de científicos y de teólogos que le asesoraba y que era partidaria del uso de dichos métodos para poner en práctica el principio conciliar de la referida paternidad responsable. La encíclica provocó una de las más graves rupturas de los teólogos, las teólogas y de los movimientos cristianos críticos con el Vaticano y generó un clima de malestar profundo dentro de la Iglesia, que desembocó en una actitud de justificada desobediencia colectiva a las orientaciones papales tanto en la teoría como en la práctica.

En la encíclica Familiaris consortio Juan Pablo II ya alertaba sobre los signos más preocupantes en torno al tema que ha discutido el Sínodo reciente, entre los cuales citaba “la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a “desposarse en el Señor”; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio”.

El cardenal Ratzinger, siendo presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió en 1986 una durísima carta a los obispos norteamericanos en la que afirmaba que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada objetivamente desordenada. El documento reaccionaba ante quienes creíamos –y seguimos creyendo- que oponerse a la actividad homosexual y a su estilo de vida constituye una forma de discriminación injusta, y osaba aseverar, negando la evidencia, que la actitud de la Iglesia contra la homosexualidad no comporta discriminación alguna, sino que busca la defensa de la libertad y de la dignidad de la persona.

En coherencia con este planteamiento, Ratzinger pedía a los obispos que no incluyeran en ningún programa pastoral a organizaciones de personas homosexuales sin antes dejar claro que toda actividad homosexual es inmoral, ordenaba retirar todo apoyo a organizaciones que pretendieran subvertir la enseñanza de la Iglesia en esta materia, prohibía el uso de locales “propiedad de la Iglesia” para actos de grupos homosexuales e instaba a defender los valores del matrimonio frente a proyectos legislativos que defiendan las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

Por esas fechas, la Congregación romana para la Educación Católica publicaba la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y a las órdenes sagradas, que prohibía a los homosexuales ingresar en los seminarios y acceder al sacerdocio. Prohibición que sigue manteniéndose hoy a rajatabla.

No resultaba fácil romper en el Sínodo con esa tendencia excluyente de las personas homosexuales y de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar, ya que en ella fueron educados –mejor instruidos- muchos de los padres sinodales.

Un tercer obstáculo fue la creación, desde el comienzo de la preparación del Sínodo, de un “frente” de oposición a cualquier cambio, liderado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado por Benedicto XVI para mantener la ortodoxia y evitar cualquier desviación en materia doctrinal y moral. Se apresuró a escribir un libro sobre la familia recordando la doctrina tradicional, que considera inamovible, y firmó un documento junto con otros cardenales en contra de la reforma que en este tema pretendía introducir Francisco.

Pero no todas eran inercias, obstáculos y problemas. Había también síntomas de apertura. Fue el propio papa Francisco quien, al poco de ser elegido, propició un nuevo clima y abrió el debate sobre la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales y el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar a los sacramentos. En el propio Sínodo reinó un clima de libertad y los participantes en el mismo pudieron expresar sin ningún tipo de restricciones en lo referencia a la expresión de sus ideas. Dicho clima fue favorecido por Francisco, quien asistió a las sesiones en actitud de escucha y sin interferirse en las discusiones.

Ya en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013, preguntado a bordo del avión por su actitud hacia los homosexuales, respondió de esta guida: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle? No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”.

En otra ocasión insinuó la posibilidad de revisar la actual prohibición del acceso de los divorciados que han vuelto a casarse y adoptar una actitud menos excluyente que la actual. Hubo cardenales que remaron en la dirección del papa y mostraron una actitud más abierta y favorable al cambio, entre ellos el cardenal Kasper que, en respuesta a los cardenales firmantes del documento conservador, respondió que “la verdad católica no es un sistema cerrado” y defendió el acceso de las personas divorciadas vueltas a casar a la eucaristía, si bien imponiendo unas condiciones muy severas:

“Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio 2. Se han esclarecido las obligaciones del primer matrimonio, y se ha definitivamente excluido que regrese atrás. 3. Si no puede abandonar sin otras culpas las responsabilidades asumidas con el matrimonio civil. 4. Si, sin embargo, se esfuerza por vivir del mejor modo según sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe. 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza para su situación, ¿debemos o podemos negar, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), los sacramentos de la penitencia y después de la comunión?”.

Su respuesta es afirmativa, pero con importantes matices y precisiones: “Este posible camino no sería una solución general. No es el camino ancho de la gran masa, sino más bien el estrecho camino de la parte probablemente más pequeña de los divorciados vueltos a casar, sinceramente interesados en los sacramentos. ¿No es necesario tal vez evitar aquí la peor parte? (o sea la pérdida de los hijos con la pérdida de toda una segunda generación)… Un matrimonio civil como el que fue descrito con criterios claros debe distinguirse de otras formas de convivencia irregular, como los matrimonios clandestinos, las parejas de hecho, sobre todo la fornicación, de los así llamados matrimonios salvajes. La vida no es solo blanco y negro. De hecho, hay muchos matices”.

La propia metodología seguida en la preparación del Sínodo permitía albergar esperanzas de cambio. El Vaticano envió una encuesta a todos los cristianos y cristianas en torno a las cuestiones que se iban a abordar en la asamblea episcopal para conocer la opinión de las diferentes comunidades católicas del mundo sobre el tema. La mayoría de las respuestas eran favorables a una mayor apertura y a una actualización de la doctrina sobre la familia más acorde con los cambios producidos en las últimas décadas.

Pero ese clima de apertura enseguida se encontró con la réplica del cardenal Müller, que apelaba a argumentos de carácter dogmático y jurídico para oponerse incluso a la posibilidad de discutir sobre el tema: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme a derecho; por tanto, es imposible que reciban los sacramentos”.

En el Sínodo se han producido, es verdad, cambios importantes en el análisis de la situación de la familia y en las críticas hacia sus patologías, en las actitudes y en el lenguaje empleado. La proposición 8 hace un buen análisis de las situaciones más graves por las que pasa hoy la familia: discriminación de las mujeres y creciente violencia de género contra ellas, con demasiada frecuencia dentro de la familia; abusos sexuales de los niños y de las niñas; penalización de la maternidad en vez de su consideración como valor; mutilación genital en algunas culturas; efectos negativos de las guerras, el terrorismo y el crimen organizado en las familias; crecimiento del fenómeno de los niños de la calle en las grandes metrópolis y en sus periferias.

La actitud ante los matrimonios civiles y las parejas de hecho es más comprensiva y acogedora, ya que, se dice, en ellos deben descubrirse elementos positivos, y en la actitud hacia los homosexuales. Muestra la necesidad de acoger las personas en situaciones difíciles como el divorcio y de buscar nuevos caminos pastorales para las familias heridas, no basadas en “soluciones únicas”

Pero en las cuestiones de fondo no se ha producido cambio alguno. Dos ejemplos. La proposición 52 describe las dos tendencias de los padres sinodales en torno a la posibilidad –solo la posibilidad- de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía: la que se muestra partidaria de mantener las actuales normas prohibitivas en vigor, y la partidaria de permitir el acceso a los sacramentos, pero con muchas restricciones: no de manera generalizada, sino en algunas situaciones especiales y con condiciones muy precisas. Además, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un “caminar penitencial” bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Aun con todas estas restricciones, esta proposición contó con el rechazo de 74 padres sinodales y no logró los 2/3 tercios.

Otro ejemplo es la proposición 55 sobre los homosexuales. Defiende la necesidad de una acogida respetuosa y de un trato no discriminatorio hacia ellos, pero es contundente en el rechazo de los matrimonios homosexuales, hasta el punto de excluirlos del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio. Con todo, la proposición fue rechazada por 62 padres sinodales y tampoco logró los 2/3.

Para frenar la lógica sensación pesimista que deja el Sínodo en quienes esperaban que la apertura fuera real ya, se afirma, como consuelo, que en este Sínodo no se ha dicho la última palabra y que hay que esperar al de octubre de 2015, que elaborará las conclusiones definitivas sobre la familia. Yo pregunto: ¿Cambiará entonces el panorama y se reconocerá sin trabas, prejuicios y prevenciones el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar el matrimonio a los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia y el reconocimiento del matrimonio homosexual como lo hace la Iglesia Anglicana, o volverán a emplearse fórmulas ambiguas del “sí, pero no”, tan propias del lenguaje eclesiástica ¿O se dejará la respuesta ad kalendas graecas?

¿Se seguirá pensando con categorías jurídicas o se hará al ritmo de la vida y atendiendo a los problemas reales de la familia? ¿Se buscarán las respuestas apelando al Código de Derecho Canónico o a la racionalidad dialógica? ¿Se seguirá expulsando de la comunidad eclesial y de la eucaristía que, según el Vaticano II, es el centro de la vida cristiana, a quienes se considera pecadores por el hecho de haber iniciado un nuevo proyecto de vida común y de haber formado una nueva familia?

¿Se respetarán y reconocerán en la Iglesia católica las diferentes identidades sexuales: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, que de hecho existen entre los cristianos y las cristianas como existen en la sociedad? ¿Caminará la Iglesia oficial al ritmo de la sociedad y será sensible, como pedía Juan XXIII, a los signos de los tiempos, entre los cuales se encuentra el reconocimiento explícito de los diferentes modelos de familia, o perderá de nuevo el tren de la historia?

Y una reflexión final en clave de realismo. Yo creo que considerar un problema el acceso a la eucaristía a personas divorciadas vueltas a casar y a los matrimonios homosexuales solo existe en las mentes de los jerarcas, no en la práctica. Y negar dicho acceso se encuentra en el Código de Derecho Canónico, no en la vida de las comunidades cristianas. Son muchas las comunidades eclesiales de todo el mundo (parroquias, comunidades de base, grupos de matrimonios, etc.) que ni siquiera se plantean el problema. Las cristianas y los cristianos divorciados que han vuelto a casarse y las parejas homosexuales son acogidos sin ningún tipo de reserva en dichas comunidades, de las que forman parte, y participan en los sacramentos como el resto de los creyentes. Y lo hacen con toda naturalidad, sin ningún complejo de culpa, sin consultar ni pedir permiso a los clérigos y obispos, ni preguntarse si actúan conforme a la disciplina de la Iglesia, sin someterse a ningún “camino de penitencia”. Bastante penitencia ha tenido y sigue teniendo su vida como para añadirle todavía otra más.

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“¿Dogmas de fe sobre la familia?”, por José María Castillo, teólogo

Sábado, 11 de octubre de 2014
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dogmaLeído en su blog Teología sin Censura:

¿Existen dogmas de fe sobre la familia? Por tanto, ¿se puede afirmar, con toda seguridad, que en la fe de la Iglesia existen verdades dogmáticas, que son indiscutibles y que, en consecuencia, no es lícito poner en duda en ningún caso ni se pueden modificar sea cual sea la finalidad por la que se pretendan cambiar?

Para responder a esta pregunta, lo primero ha de ser – como es lógico – precisar qué es lo que entendemos los católicos cuando hablamos de “dogmas de fe”. Tomo la respuesta a esta cuestión de la última edición del gran volumen de Teología Dogmática de Gerhard Ludwig Müller (Barcelona, Herder, 2009, pp. 78-79), actualmente cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según afirma acertadamente este cardenal, para saber lo que es un “dogma de fe”, tenemos que recurrir a la definición que formuló el concilio Vaticano I (1870) en la Constitución Dogmática sobre la Fe Católica (cap. 3º):”Deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in verbo Dei scripto vel tradito”), y son propuestas por la Iglesia para ser creías como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio” (DENZINGER-HÜNERMANN, n. 3011).

Por tanto, para que una afirmación religiosa sea “dogma de fe”, no basta que esa afirmación se encuentre en la Biblia o sea presentada en la tradición más seria y auténtica de la Iglesia. Además de eso, es indispensable que tal afirmación sea propuesta para ser creída por el “juicio solemne” de la Iglesia. Tal juicio solemne sería una “definición dogmática” de un Concilio ecuménico o de un papa. En cuanto al “magisterio ordinario”, tendría que ser una verdad, aceptada como verdad revelada por Dios por la Iglesia universal, cosa que en este caso no sucede, dadas las muchas dudas y teorías opuestas que existen entre los católicos, precisamente en los numerosos y discutidos asuntos relativos a la famila.

Por tanto, los problemas relativos a los modelos de familia no son, ni pueden ser, dogmas de fe. En consecuencia, el Sínodo tiene – desde el punto de vista dogmático – entera libertad para deliberar y decidir lo que crea más conveniente para el bien de los seres humanos, de la sociedad y de la Iglesia.

En consecuencia, quienes echan mano de los dogmas de la Iglesia, para limitar la libertad de los participantes en el sínodo a la hora de tomar sus decisiones, hacen lo mismo que haría quien echase mano de una solemne mentira para imponer sus propias ideas o sus propias conveniencias. El sínodo, por tanto, puede perfectamente decidir lo que considere más conveniente para resolver los problemas relativos a los divorciados, a los homosexuales, al celibato de los sacerdotes o a la ordenación sacerdotal de las mujeres. En todo caso, quien tenga sus propias convicciones sobre los asuntos mencionados, que las presente como propias, pero que nunca tenga el atrevimiento de afirmar que eso pertenece a la fe de la Iglesia o que en ningún caso se puede hacer.

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Excomulgados por celebrar sin cura la Cena del Señor los Responsables de Somos Iglesia en Austria.

Domingo, 1 de junio de 2014
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img_1701a-1d1f7Desde el Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB nos envían este correo de Raquel Mallavibarrena, responsable de Somos Iglesia acerca de la excomunión de los responsables austriacos de la corriente Somos Iglesia, y luego añadimos la información que Atrio recoge de Infocatólica, página experta en excomuniones y denuncia de disidentes  que d la noticia con ese lenguaje que la caracteriza…

Nos sorprende la noticia y profundamente conmocionados nos preguntamos ¿Qué sentido e importancia en tiempos de hoy con crecientes diálogos y aperturas se apela a fórmula tan extrema y obsoleta como la excomunión?

Como dice José María García Mauriño, al condenar a ese matrimonio ha excomulgado también, al mismo tiempo, a centenares de miles de cristianos de todo el mundo, pertenecientes a las comunidades de base, empezando por América latina, y también en España, África, Filipinas, Sudeste asiático, Japón, que hace mucho tiempo vienen celebrando la Eucaristía sin sacerdote.

Adjuntamos primeras informaciones para reflexión y consideración.

Rechazamos el decreto dice portavoz de Somos Iglesia Somos Iglesia Chile

Martha Heizer y su marido, junto con otros austriacos, fundaron Somos Iglesia en 1985. Ella es teóloga y ha dado clase hasta su jubilación en la Facultad de Teología de Innsbruck, donde vive.

Acuden regularmente a una parroquia cuyo párroco y feligresía son (o al menos eran) tan abiertos como que el décimo aniversario del Movimiento Internacional Somos Iglesia se celebró allí, yo estuve en la eucaristía que allí tuvo lugar.

Además de esa vinculación, en su casa se reunían cada cierto tiempo con otras pocas personas para orar y en un momento dado decidieron (en la idea de la iglesia de iguales, de que la comunidad es la que celebra etc..) que iban a celebrar la eucaristía aunque ninguno de ellos era sacerdote. Hasta ahí es lo mismo que ocurre cada vez con más frecuencia, sobre todo por la falta de sacerdotes, en todo el mundo.

El conflicto vino cuando hace unos dos años Martha y su marido Gerd decidieron hacer pública la experiencia. Cuando nos informaron a los de Somos Iglesia dejaron claro que era una decisión personal, no nos estaban pidiendo que hiciésemos causa común y ellos ya sabían que podían ser excomulgados, de hecho tuvieron que ir a declarar al obispado o algo así. Pasó el tiempo sin consecuencias y hace unos días (por qué ahora justamente, con este papa?) recibieron un comunicado de la diócesis para decirles que estaban excomulgados a menos que se retractaran, hay una declaración del obispo a los medios de comunicación diciendo que estaba intentando convencerlos etc..Ellos dijeron que rechazaban la excomunión y el proceso que se había seguido.

Apareció la noticia enseguida en los medios de comunicación austríacos y alemanes y luego ya en todas partes. El portavoz del Vaticano, Lombardi, se desmarcó diciendo que era algo que no venía de Roma sino de la diócesis de Innsbruck.

Hay quien opina que es una nueva faena que le han hecho al papa los sectores conservadores.

En fin, está habiendo comunicados de apoyo, en la página web de IMWAC (si ponéis IMWAC en google sale la página) hay algún texto en varios idiomas. Seguramente Redes Cristianas se pronunciará también en los próximos días, ya os diré.

Me acaban de enviar un texto de apoyo a Martha muy importante: el de la iniciativa Pastor, que agrupa a unos 200 párrocos austríacos y que lleva en pie desde hace unos dos años y piden que las mujeres puedan ordenarse, el celibato opcional etc…sobre todo por la escasez de curas. Los obispos austríacos no saben muy bien qué hacer con ellos pues no los van a echar a todos y andan ahí en un ten con ten.

En cuanto vuelva a Madrid el jueves por la noche (estoy en Noruega) empezaré a dar noticias sobre esto en la página web de Redes…

Leído en Atrio:

Aunque infoCatólica es un portal muy conservador, la noticia está confirmada por haberla dado, al menos, el Süddeutsche Zeitung. Se trata de la declaración de una excomunión “latae sententiae” ya contraída automáticamente por simular misas, lo que está considerado como un delito gravísimo, «graviora delicta».

Excomunión a la pareja responsable del movimiento «Somos Iglesia» en Austria

Este es el final de un largo enfrentamiento entre el movimiento «Wir sind Kirche» («Somos Iglesia») y el Vaticano. Según la información del diario Tiroler Tageszeitung, los austriacos Martha Heizer, responsable en Austria del movimiento, y su esposo, Gert Heizer, han sido excomulgados por simular la celebración de la eucaristía, uno de los «graviora delicta» que deben ser juzgados por la CDF con un procedimiento especial. El diario alemán Die Welt asegura que la información ha sido confirmada en «círculos católicos».

 (La Vie/InfoCatólica) Marta Heizer preside Somos Iglesia en Austria desde el pasado 7 de abril. El movimiento nació precisamente en Austria en 1995 y Martha Heizer fue una de sus fundadoras. A sus 67 años, es conocida por sus manifiestos a favor de la ordenación de las mujeres y la «renovación de la iglesia por los laicos». Desde 2012 preside el «International Movement We Are Church» (IMWAC), «Movimiento internacional Somos Iglesia».

El obispo de Innsbruck, monseñor Manfred Scheuer, «emitió personalmente el decreto a la pareja el miércoles 21 de mayo por la noche», declaró Martha Heizer a radio ORF Tirol. Los dos implicados rechazaron inmediatamente la condena. «No lo aceptamos porque cuestionamos íntegramente todo el proceso», dijo Heizer.

Esta mañana aseguraba Heizer en un comunicado que está «profundamente consternada al estar en la misma categoría que los sacerdotes pedófilos», en alusión al procedimiento seguido en su caso. En su opinión, «este procedimiento muestra hasta qué punto la Iglesia Católica necesita renovación».

¿La razón de las dos excomuniones? Atentar la celebración de Misas sin sacerdote en la residencia de la pareja. Desde hace varios años, Martha Heizer admite que ella y su marido dan la bienvenida en su casa a estas fiestas, en las que algunos fieles participan con regularidad. Son simulaciones de misas que constituyen «graviora delicta» (delitos graves) según el canon 1379 del Código de Derecho canónico y las Normas de 2001, modificadas en 2010.

Con esta decisión, el obispo Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se mantiene fiel a su posición anterior: en 2009, el prelado alemán, entonces Obispo de la diócesis de Ratisbona, había suspendido a Pablo Winckler, director de la «Wir sind Kirche» en Alemania.

Información de la Santa Sede y de la Diócesis de Innsbruck

A mediodía de hoy el padre Lombardi, director de la sala de prensa de la Santa Sede precisó a la agencia I.Media que la excomunión ha sido declarada por la diócesis de Innsbruck, no directamente por Roma y que se trataba de la constatación de una excomunión latae sententiae, «automática», como consecuencia de la gravedad del delito que consiste en que una persona no ordenada pretenda celebrar la Eucaristía.

Posteriormente, Mons. Manfred Scheuer, obispo de Innsbruck, ha confirmado a la agencia Apic la «autoexcomunión» de Martha Heizer y su marido. Recordó que celebración de estas eucaristías sin sacerdote, de las que informó la televisión austriaca ORF en 2011, le obligó a abrir una investigación y a «tomar medidas legales». Lamenta «no haber podido convencer a los esposos Heizer de que se retractasen, evitando así el procedimiento penal». El obispo asegura también a la agencia que la constatación de esta «autoexcomunión» no es una victoria y que la ha realizado «con gran dolor».

«Puesto que la Eucaristía es esencialmente una celebración de toda la Iglesia, no puede haber una eucaristía privada. Los criterios de validez de la Eucaristía no pueden depender de la voluntad subjetiva y la opinión de los participantes», añadió el obispo de Innsbrück.

El movimiento internacional Somos Iglesia

Como explica Catholic.net, diversas organizaciones disidentes que alegan ser católicas, a la misma vez que rechazan las enseñanzas de la Iglesia, formaron hace dos décadas la red internacional llamada «International Movement We Are Church» – Movimiento Internacional Somos Iglesia, IMWAC por sus siglas en inglés.

Alegan los que dirigen este movimiento de disidentes, que quieren lograr «una renovación de la Iglesia en el espíritu de Jesús» pero en realidad tratan de destruir la Iglesia desde dentro, fomentando doctrina y moral contrarias a la católica y cuestionando la autoridad jerárquica dentro de la Iglesia

El Movimiento comenzó en Austria en 1995, con un primer Manifiesto que sirvió como base a una campaña de recogida de firmas que supuestamente representaban «el descontento» de «millones de católicos».

La campaña fue presentada en Madrid por Hans Küng (quien fue privado del título «teólogo católico» por el Vaticano), en el Congreso de Teología organizado por la Asociación de Teólogos Juan XIII (también desautorizada por la Iglesia católica), en septiembre de 1995. A partir de ese momento se inició en España «la recogida de firmas y el apoyo a la campaña internacional Somos Iglesia».

En 1996, se unieron en Roma todas las iniciativas nacionales de los grupos disidentes de un número de países,que estaban recogiendo firmas para promover las «reformas» lanzadas en Austria en 1995. A raíz de ello quedó constituida la red. De Austria la campaña se extendió rápidamente a Alemania y otros países de Europa, así como a América.

Entre las reclamaciones habituales del Movimiento Internacional Somos Iglesia están:

  • 1. El llamado «derecho a elegir» en todas las decisiones morales, especialmente en cuestiones de moral sexual como por ejemplo la anticoncepción y el aborto.
  • 2. La defensa de la ideología de género, y el apoyo al lobby gay internacional, so pretexto de garantizar los «derechos» humanos respecto a la sexualidad de todas las personas
  • 3. El acceso de la mujer al sacerdocio ministerial
  • 4. La no obligatoriedad del celibato para acceder al sacerdocio ministerial y la vuelta al ministerio de los sacerdotes casados
  • 5. El no reconocimiento de autoridad jerárquica en la Iglesia, y el apoyo a los teólogos disidentes y a todos los que enseñan ideas contrarias al Magisterio de la Iglesia.

Los obispos españoles expresaron su oposición a la Corriente Somos Iglesia, mediante un comunicado de la Conferencia Episcopal Española, el 10 de julio del 2002. En él afirmaron que dicho grupo de disidentes «no es un grupo eclesial y no ha recibido ninguna aprobación ni reconocimiento canónico» y «propone afirmaciones y reinvindicaciones que se apartan claramente de las enseñanzas de la Iglesia Católica, hieren y van en detrimento de la comunión ecclesial».

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