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Sor Ruth Schönenberger: “Sería simplemente natural que las mujeres fuéramos sacerdotes”

Jueves, 21 de marzo de 2019
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Sr.RuthSchönenberger2015“Me sorprende que la presencia de Cristo haya sido reducida al sexo masculino”

“La imagen y el concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente”

La priora de una de las órdenes religiosas más grandes y más importantes de Alemania ha cuestionado públicamente que la Iglesia católica solo admita a hombres al sacerdocio. “Sería simplemente natural que las mujeres fueran sacerdotes y no puedo entender las razones que se dan acerca de por qué no”, ha declarado sor Ruth Schönenberger, responsable del convento de las Hermanas Benedictinas Misioneras de Tutzing.

“Me sorprende que la presencia de Cristo haya sido reducida al sexo masculino”, afirmó la religiosa en una entrevista con la web de los obispos alemanes, katholisch.de, y recogida por La Croix. “Aquí en Tutzing, nosotras también tenemos teólogas altamente cualificadas: la única cosa que las falta es la ordenación sacerdotal, nada más”, añadió Schönenberger, de 68 años y priora de Tutzing desde 2015.

La monja -superiora de setenta religiosas en Tutzing y dos otros conventos benedictinos más- dejó claro que los criterios para acceder a las órdenes sagradas no deben basarse en el sexo del candidato, sino que a los hombres y mujeres se les debe tratar por igual. “La imagen y el concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente”, explicó Schönenberger, quien se mostró “sorprendida” de que los sacerdotes “no protesten más” contra “fenómenos actuales” como los escándalos de abusos, “dado que les involucran”.

“Nosotras experimentamos ejemplos de subordinación día tras día”

Para la religiosa, “el punto hasta el que existe en todo el mundo el desequilibrio de poder es verdaderamente alarmante, como también lo es el hecho de que no hayamos aprendido a luchar contra él de forma más efectiva. Es algo contra lo que tenemos que emplearnos a fondo”. Pero no bastan gestos diseñados para “reconfortarnos de alguna forma a nosotras – por ejemplo, prometiendo estudiar la cuestión de las diaconisas”.

Y es que este desequilibrio de poder y exclusión de las mujeres del sacerdocio es algo que afecta todos los días a las monjas de Tutzing, como también explicó Schönenberger. “Experimentamos ejemplos concretos de subordinación día tras día”, lamentó la religiosa. “Si nosotras, como grupo de mujeres religiosas, queremos celebrar la Eucaristía juntas, tenemos que organizar que un hombre venga a celebrarla, todos los días. Él está en el altar y lidera la celebración. A nosotras no nos dejan, precisó la monja, quien añadió que las hermanas hablan a menudo del asunto y piensan “buscar formas [de celebrar la Eucaristía] que nos convengan y desarrollar [formas] nuevas”.

Las declaraciones de Schönenberger reflejan el sentir de un número de religiosas germanófonas, después de que la priora del convento benedictino de Fahr (Suiza), sor Irene Gassman, promoviera el mes pasado la iniciativa “La oración de los jueves”, en el marco de la cual benedictinos alrededor del mundo oran todas las semanas por una mayor igualdad de género en la Iglesia. Y como se pregunta Schönenberger: ¿Por qué no orar por la igualdad de género en la Iglesia? Es sumamente importante que todas las discusiones sobre reformas se ofrezcan a Dios”.

Fuente Religión Digital

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“Profesión y vocación”, por José Mª Castillo

Jueves, 7 de marzo de 2019
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índiceDe su blog Teología sin Censura:

Como es bien sabido, en su clásico estudio sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Max Weber explicó con claridad cómo y por qué la palabra alemana “profesión” (“Beruf”) tiene un importante matiz religioso, en cuanto que nos lleva a la idea de “una misión impuesta por Dios”. O sea, según la mentalidad de Lutero, el más noble contenido de la propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento (lo más perfecto posible) de la tarea que entraña nuestra tarea profesional en el mundo. En otras palabras, la vocación que Dios le impone a cada cual, en esta vida, consiste en que se comporte como un buen profesional en su trabajo.

Ahora bien, supuesto lo que acabo de indicar, no hay que ser un lince para darse cuenta de que este planteamiento de la ética protestante ha sido más decisivo de lo que imaginamos en el desigual desarrollo económico de Europa. Los datos son bien conocidos. Mientras que los países del Norte de Europa, más influenciados por la “ética protestante”, son países más ricos y más desarrollados, los países del Sur, desde Turquía a Portugal, son más pobres y soportan economías más desiguales y atrasadas.

Sin duda, en la desigualdad que acabo de apuntar, son determinantes otros factores que no viene al caso estar aquí desentrañando. De este asunto se vienen ocupando sociólogos y economistas desde hace más de medio siglo (cf. J. Matthes…). En todo caso – si nos limitamos a lo que ocurre en Europa – es un hecho que, por lo general, los países de mayoría protestante han alcanzado un nivel y un equilibrio económico del que carecemos en los países en los que predomina una religiosidad más tradicional.

Así pues, es indudable que existe una relación profunda y determinante entre “profesión” y “vocación”. No es lo mismo llevar el trabajo y la profesión como una carga pesada para ganarse la vida, que ver en la propia profesión la tarea a la que Dios me llama y en la que veo el destino trascendente de mi vida. En este caso, la tarea profesional se funde con el sentido más profundo de la existencia humana y genera un etilo de sociedad y de convivencia que no se queda encerrada en los templos, sino que está presente (consciente o inconscientemente) en la familia, en el trabajo, en la gestión política, en la vida entera.

Esto supuesto – y tal como se han puesto las cosas en todo cuanto se refiere a la religión – dada la creciente escasez de sacerdotes, ¿no podemos decir que se acerca el momento en el que lo más razonable sería darle un giro nuevo a la organización y gestión de la Iglesia? Quiero decir: ¿no es ya hora de pensar en serio que, en la Iglesia, clérigos y laicos tenemos todos que pensar y vivir nuestra pertenencia a la Iglesia de otra manera?

Quiero decir lo siguiente: cuando Jesús llamó a los primeros apóstoles, no fundó un “oficio”, una “profesión, una “carrera” en la que la “vocación” era una “profesión” para ganarse la vida. Aquellos hombres eran los responsables en las primeras comunidades. Pero no eran funcionarios profesionales. San Pablo vivía de su trabajo, que era duro y le dejaba huella en las manos (Hech 20, 33-34). Y los pescadores a los que llamó Jesús, siguieron pescando y bregando noches enteras, como lo habían hecho toda su vida (Jn 21, 1-10). Incluso sabemos que, en el movimiento cristiano primitivo, encontramos muchas mujeres que fueron muy activas en todos los ministerios y responsabilidades eclesiales (R. Aguirre).

Es evidente, por tanto, que la “profesión” y la “vocación” se fundían, en la Iglesia naciente, en su actividad, sus reuniones, su apostolado. Y conste que este estado de cosas es el original y el que duró hasta el siglo tercero. No es una cuestión de fe que la Iglesia tenga que seguir siendo gestionada, dirigida y sometida sólo al “clero”. Ni el “clero” tiene por qué seguir siendo una “profesión” que acumula poderes y privilegios. La Iglesia es la comunidad de los “seguidores de Jesús”, que puede y debe organizarse y gestionarse en fidelidad al Evangelio, no en sometimiento a un clero que acumula poderes, dignidades y dinero.

La Iglesia somos todos. Y en todos los creyentes en Jesús, “profesión” y “vocación” se funden en una tarea que es común a todos, en comunión con los Apóstoles y sus sucesores, presididos por el Papa. ¿No tendrían que tener todo esto muy en cuenta los presidentes de las Conferencias Episcopales ahora, cuando se reúnen con el Obispo de Roma, para limpiar y renovar esta Iglesia a la que tanto debemos por tantos motivos?

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La Archidiócesis de Paderborn (Alemania), dispuesta a ordenar sacerdotes homosexuales

Lunes, 4 de febrero de 2019
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el-armario-eclesiastico-y-los-sacerdotes-gayscontact-menke-peitzmeyerMichael Menke-Peitzmeyer,

La Archidiócesis de Paderborn, contradiciendo al Papa Francisco, ha declarado que la homosexualidad no será un criterio de exclusión para ordenar sacerdotes. 

El rector del seminario mayor de Paderborn (Alemania), Michael Menke-Peitzmeyer, declaró en la cadena de televisión estatal WDR lo siguiente: “Tenemos que distinguir entre la orientación homosexual de una persona y la práctica homosexual. Si cumplen con el celibato, los homosexuales serán aceptados para su ordenación sacerdotal”.

Para esta archidiócesis, lo más importante es que el aspirante a sacerdote se comprometa con el celibato, sin importar su orientación sexual. “Que alguien mantenga relaciones homosexuales habituales sí es, creo, un criterio para excluir a esa persona del sacerdocio”, dijo Menke-Peitzmeyer.

 Sin embargo, la Iglesia católica no opina lo mismo y en el documento El Don de la vocación presbiteral – Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, que aprobó el Papa Francisco en 2016, se especifica claramente que “la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay, ya que dichas personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas”.

Pero la Iglesia alemana parece que no va a darse por vencida tan rápido ante el Vaticano y han dado muestra desde hace tiempo de sus desavenencias con la cúpula eclesiástica. Franz-Josef Overbeck, obispo de Essen, ya pidió en su día una reevaluación de la homosexualidad y su teología moral por parte del Vaticano. Sea como sea, Overbeck ha pasado de formar parte de la “línea dura” de la Iglesia católica alemana a encontrarse entre los que defienden una cierta apertura. En el pasado, por ejemplo, el obispo de Essen llegó a afirmar que la ley de uniones civiles de Alemania no es moralmente defendible. Lo hizo con motivo de la noticia del enlace del entonces vicecanciller alemán, Guido Westerwelle. También en su diócesis se produjo el despido de una trabajadora de la limpieza en un jardín de infancia católico al conocerse que se había casado con otra mujer. Más recientemente, sin embargo, ha ido adoptando un tono más moderado, llegando a reunirse en varias ocasiones con representantes de grupos LGTB. Una apertura que en cualquier caso resulta tímida en comparación con otras iglesias alemanas, como la Iglesia Evangélica de Alemania, la otra gran confesión cristiana de ese país. Así por ejemplo la Iglesia Evangélica Luterana del Norte de Alemania aprobaba hace poco que sus pastores puedan convivir con sus parejas del mismo sexo en las casas parroquiales.

Overbeck se suma con estas declaraciones a la tendencia abierta por un pequeño grupo de obispos católicos, como el arzobispo de Berlín, Rainer Maria Woelki, que afirmó que las parejas estables homosexuales son “semejantes” a las heterosexuales, o el obispo de Évry-Corbeil-Essonnes, Michel Dubost, quien afirmó que los homosexuales “son bienvenidos” en la Iglesia católica. Ninguno de estos obispos “aperturistas” hacia la realidad LGTB, por cierto, es español.

El rector Menke-Peitzmeyer ha dicho que si, como se afirma, no hay relación entre pederastia y homosexualidad, tampoco se puede excluir a los varones homosexuales de la ordenación sacerdotal, ya que esto confirmaría que la homosexualidad no es una patología y sería una nueva liberación del colectivo LGTBI dentro de la Iglesia católica.

Fuente Agencias

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El desacuerdo “homosexual” con el papa Francisco

Jueves, 27 de diciembre de 2018
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curas-gaysA propósito de la entrevista-conversación mantenida con Fernando Prado

“Afrontar el problema del celibato sacerdotal es inaplazable ya en la Iglesia”

(Antonio Aradillas).- Acostumbrado a campear-campar, por esos mundos de Dios blandiendo banderas y símbolos de la verdad en el ejercicio-ministerio de la proclamación de la palabra, dejo constancia de que no se me vino al pensamiento que cuanto se relacionara con el papa Francisco habría de ser tratado siempre entre nubes de incienso y con turíbulos encendidos de alabanzas, plácemes e indulgenciados aplausos. Sin necesidad de tener que demostrar que la verdad, aún la no coincidente con la catequesis “franciscana”, tiene y tendrá cobijo por encima de todo también en RD, afronto estas sugerencias acerca de uno de los temas más delicados dentro y fuera de la Iglesia, en esta ocasión, en disconformidad con el Bergoglio.

Me sirve de vector la larga entrevista-conversación mantenida en el Vaticano con el director de “Ediciones Claretianas” Fernando Prado, y presentada posteriormente como libro, con literal referencia “oficial”, y casi dogmática, a la “Ratio —— en sus apartados—-.

Pese a sus frecuentes y desoladoras afirmaciones y convencimientos de que la homosexualidad sea causa y razón principal del alto e ignominioso índice de pederastia clerical -sacerdotes y obispos- que escandalizan y ensucian al personal “intra et extra Ecclessiam”, son muchos más los expertos en el terma que descartan tales coincidencias.

A la rotunda afirmación pontificia de que un homosexual no puede ser sacerdote ni consagrase a Dios, por incapacidad de madurez humana y afectiva, le sobran dosis de rutinarias y enclenques doctrinas procedentes la mayoría de ellas de filosofías depauperadas y de zafias antropologías viriloides.

En la teología y en el evangelio –“palabra de Dios”– no tienen cabida aseveraciones como estas, al igual que tampoco la tienen ya hoy en los estudios seriamente científicos, a los que es imprescindible acudir para no errar los caminos, tanto temporales como sobrenaturales.

De oídas, y sin compartir institucionalmente la noche y el día con otros seres humanos, del mismo o distinto sexo, resulta prácticamente imposible idear y llevar a cabo cualquier programa de convivencia, que sea factible considerar con connotaciones de felicidad, por igual, para sí y para los otros.

Razonar “en el nombre de Dios” también acerca de la homosexualidad entre los humanos, por quienes hacen y practican los votos de castidad establecidos canónicamente, no avalará el acierto en los juicios que puedan formularse. Los votos, por muy espirituales que sean sus afectos, no son de por sí, milagrosos.

¿Qué afectos, o qué tipo de ellos, son los que les faltan o sobran a los “homosexuales para impedirles ser sacerdotes o personas consagradas a Dios”, tal y como proclama el papa Francisco? ¿Acaso los que describen los diccionarios técnicos, o los que expresa y define una gran parte del sentir popular coincidentes con la fuerza más o menos bruta del hombre varón –“vir” (por más señas)-, que los femeninos, frágiles y despreciables por naturaleza y consideración sociológica, todavía vigentes?

Somos ya muchos los que le pedimos a Dios que no sean estas enseñanzas concretas del papa Francisco sobre la homosexualidad, las que le hagan recordar en la historia eclesiástica, de modo algo similar a como aconteció con su antecesor Pablo VI, con la promulgación de la ominosa encíclica “Humanae Vitae”.

La sexualidad, y cuanto se relaciona con ella, no es ni el pecado, ni la virtud esencial o primordial en la concepción, vida y testimonio de Iglesia. Su puesto, sitio y posicionamiento en los Mandamientos de la Ley de Dios, es nada menos, que el sexto. Antes y después del mismo se contabilizan otros valores virtuosos más importantes, poseedores además de la madurez humana tanto para homosexuales como para heterosexuales.

Afrontar el problema del celibato sacerdotal, y el de los votos de castidad religiosos, con fórmulas opcionales, es inaplazable ya en la Iglesia, con lo que se clarificarían ideas y actuaciones, no pocas de ellas, hasta afrentosamente delictivas.

Los homosexuales, aún como personas, siguen siendo tratados injusta y perversamente, por lo que a muchos, las recientes palabras y valoraciones pastorales y ético-morales del papa, les suscitan la duda de que no sean de su propia cosecha, o al dictado de intereses innombrables, dado que, por ejemplo, la palabra “misericordia” de la que tanto uso salvador hace en su léxico pastoral y catequístico, no aparece por parte alguna en este discurso.

El pueblo de Dios echa de menos, ahora más que nunca, una puntualizaciones pontificias “franciscanas” respecto a la homosexualidad, al margen y en contra, de las doctrinas “oficiales” y “oficiosas”, hipócritamente vilipendiadas aún en las más altas esferas curiales. Las estadísticas -“palabras de Dios“- asombran a cautos e incautos, doctos e indoctos.

El machismo en la Iglesia y fuera de ella, es- tendría que ser- el verdadero y único destinatario de caudalosas torrenteras de signos y palabras lustrales de este papa y, tal y como están las cosas, de los venideros, para, con su condena, hacer Iglesia a la Iglesia.

¿Cuántos santos hubo y hay homosexuales, registrados, o no canónicamente en los “Años Cristianos” y cual de ellos sería declarado patrono de tal colectivo, con signos y símbolos también, y además, martiriales? ¿Solo a los homosexuales, y no a los heterosexuales, les habrá de pedir el papa ser “maduros y exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca, con su doble vida, a sus comunidades ni al santo pueblo de Dios”?.

De todas maneras, la reciente aseveración de que “hay cientos y miles de sacerdotes homosexuales que llevan vidas santas”, formulada por el padre jesuita James Martín, con cesura eclesiástica, en su libro “Tender un puente”, invita a muchos, también al mismísimo papa, a revisar criterios mantenidos posiblemente que con ligerezas nefastas.

Fuente Religión Digital

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Un paso atrás, un camino por adelante. Homosexualidad y ministerios cristianos

Lunes, 10 de diciembre de 2018
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47322790_1125822414261616_5187379784061026304_nDel blog de Xabier Pikaza:

Sigue ardiendo la polémica, encendida por unas declaraciones del nuevo Secretario de la CEE sobre los “varones completos” (los únicos que pueden ser seminaristas y curas) y por un libro de entrevistas del Papa Francisco en el que, según la prensa, dice que “el ministerio o la vida consagrada no es el lugar (de los homosexuales)”. En otras palabras, ni curas ni monjas pueden ser homosexuales.

Ha sido sin duda un paso atrás, pero tiene que ser para pensarlo mejor y abrir un camino hacia adelante, según los signos de los tiempos (que son de igualdad en la diversidad), desde la raíz del evangelio, como seguiré indicando en trece proposiciones.

No voy a entrar en los matices de las declaraciones del Secretario de la CEE ni del Papa, pero pienso que ambas (tomadas así, en general) van en contra de la verdad del evangelio sobre el hombre y la mujer y en contra del mensaje y misión de la iglesia. Parecen declaraciones que surgen del miedo no sólo ante el “estallido” de la bomba de pederastia en un tipo de clero, sino ante el gran cambio en línea de verdad, de aceptación de los distintos y de esperanza del evangelio.

Por eso, retomando reflexiones que he venido exponiendo desde hace más de quince años, quiero exponer una vez más mi visión del tema, superando estereotipos de ideología de género (de un lado o del otro), para entrar en el camino del evangelio, sin miedo de retomar el proyecto de Jesús.

El problema es mayor de lo que externamente parece (¿qué importan unos pocos pederastas…?), y es hora de que no estemos ya a remolque de revelaciones maliciosas, de falsas verdades y de acusaciones de algunos. Es hora de volver de un modo radical al evangelio, a la verdad múltiple del ser humano como proyecto de amor y a la tarea de la iglesia como signo y anticipo de un “reino” de muchas moradas, en el que ser hombre y/o mujer sea descubrimiento y expresión de un despliegue de gracia que es el mismo para todos, siendo múltiple en sus caminos.

Imagen 1. Gracias a Crishom por estar ahí, con Cortés, amigo
Imágenes siguientes: Libros sobre el tema.

En la casa del amor hay muchos caminos y moradas. Trece proposiciones

47226299_1125823270928197_2671809175276748800_nVarias personas me han llamado, pidiéndome información de fondo y les he remitido a un libro antiguo donde planteaba ya el tema: Palabras de Amor. Homosexualidad 2, Desclée de Brouwer, Bilbao 2006 (págs. 295-299).

El tema del amor homosexual sigue planteando numerosas dificultades en la iglesia católica, tanto en plano personal como social. Pero el tema no es la homosexualidad en su sentido externo (de géneros cerrados en sí mismos), sino el del amor homosexual, como experiencia y tarea cristiana.

Éste es un amor que resulta difícil de desarrollar abiertamente en la Iglesia Católica, no sólo porque ella se opone al matrimonio de los homosexuales, sino porque les niega el acceso a los ministerios.

El tema del “matrimonio homosexual” (con o sin ese nombre: ¡uniones de hecho!) parece civilmente decidido, al menos en occidente: la sociedad está dispuesta a reconocer la unión legal de dos homosexuales y la iglesia católica no debe oponerse a ello, sino pedir a Dios que los así casados se amen gratuitamente, con generosidad, poniendo su amor al servicio de los demás, que en eso se centra el evangelio.

Menos decidido parece el tema de acceso de los homosexuales (¡y de las mujeres! vaya lío de vinculaciones) a los ministerios de la iglesia (obispos, presbíteros, vida religiossa…) y para ello se esgrimen dos razones principales: (1) la homosexualidad va en contra del amor cristiano; (2) los ministros homosexuales corren el riesgo de caer en la pederastia. Éste es un tema que se sigue discutiendo en los círculos jerárquicos de la Iglesia. En este contexto se pueden hacer algunas afirmaciones de principio, para poner de relieve que “en la casa del Padre hay muchas moradas y en la subida al monte del amor muchos caminos”:

1. Homosexualidad, un hecho, una oportunidad.

Dentro de la iglesia católica, la homosexualidad, tanto masculina como femenina, es un hecho. No empieza siendo buena ni es mala. Simplemente existe: la vida nos ha hecho así (a unos hétero- y a otros homo-sexuales), y así debemos aceptarla, como un elemento de nuestra complejísima y hermosa existencia, un elemento que puede ser muy positivo, si es que nos conduce a más amor (de los homosexuales entre sí y de ellos con el resto de la sociedad humana, en ambas direcciones).

Pero, siendo un hecho, la homosexualidad es una oportunidad para el amor, para la gracia y diversidad de la vida, en sus diversas formas. Lo que une a varones y mujeres no es un tipo de “género” marcado por la naturaleza, sino la tarea personal y comunitaria del amor. No se trata de “soportar” la homosexualidad, como si aquellos que llamamos “del otro lado” fueran un vestido de vergüenza que debemos guardar en el armario. No se trata, tampoco, de sacar ese traje con orgullo como diciendo “aquí estamos nosotros, que somos los mejores… para fastidiaros a los otros. Se trata de encontrar y crear espacios para todos, enriqueciéndonos unos a los otros.

Por eso, es necesario que empecemos dando gracias a Dios por los homosexuales cristianos (y no cristianos). Es una buena noticia el hecho de que muchos homosexuales puedan presentarse como tales, es decir, como personas, con sus valores y problemas, que es claro que los tienen, como los otros grupos de hombres y mujeres. Es una buena noticia el saber que hay cientos y miles de homosexuales de inmensa calidad humana y amor en seminarios, obispados y casas religiosas. Si un cristiano se avergüenza de ellos o los vuelve a meter en el armario, se avergüenza del mismo Dios creador.

2. Comunión en la diferencia.

En varios lugares he desarrollado el tema desde la perspectiva del Antiguo Testamento, de los evangelios y de la teología de Pablo, teniendo que superar estereotipos y visiones muy parciales de los textos antiguos. El tema de fondo es la “diferencia”, es decir, la experiencia y llamada de amar a los distintos, de crear comunión con ellos.

Desde ese fondo, hay una línea directriz que comienza en el Génesis y termina en el Apocalipsis, en la que se ponen de relieve las diferencias de hombres y mujer, de judío y de gentil, de poderoso y oprimido (Gal 3, 28), para insistir en la necesidad de amar a los distintos. Según eso, un amor homo‒sexual (es decir, a lo que es homo, igual) sería deficiente, menos ricos. Pues bien, la diferencia principal no se da en un tipos de géneros establecidos por naturaleza, sino en las personas como tales.

En esa línea, en el amor homo‒sexual vivido en profundidad no se tiene ya en cuenta al otro simplemente como varón o como mujer en plano biológico, sino al otro como persona, capaz de ser amada y de amar. En esa línea, el amor homo‒sexual puede abrir una puerta para plantear mejor los caminos y experiencias de la comunidad real entre personas, de un género o de otro, de un pueblo o de otros.

3. Ideología de género.

Ha llegado a ser un mantra ininteligible dentro de ciertos espacios de miedo y oscuridad en la Iglesia. Antes se podía discutir sobre la homo‒ousia de Jesús en Nicea, o sobre el pecado y la gracia en el entorno de Agustín, o sobre el opus operatum en la disputa de los reformados… Ahora hay algunos que se agarran a la ideología de género como tabla de salvación de un tipo de Iglesia que, a mi juicio, acaba no sabiendo lo que dice.

Frente a la posible ideología de género, ha de ponerse de relieve el amor personal y gratuito, el amor liberador de gozo y entrega a (de comunión con) los demás, superando barreras de imperios y pueblos, de purezas e impurezas legales, como ha proclamado y realizado Jesús en su evangelio. A fuer de repetir ese mantra de la ideología de género nos hemos olvidado de la novedad de Jesús, es decir, de la posibilidad de un amor que rompa barreras y sea creador de vida, en formas enamoramiento y cariño, de maternidad y amistad.

4. Homosexuales en el clero y en la vida religiosa.

47175975_1125823087594882_9149968687829090304_nDentro del clero (y de la vida religiosa) el porcentaje de homosexuales es más alto que en el resto de la sociedad, quizá por el tipo de vida célibe de sus miembros y también por una forma especial de filantropía y de sensibilidad ante la vida que ellos muestran. No hay porcentajes fiables sobre la iglesia española, pero sí sobre la norteamericana, según un libro ya antiguo de D. B. Cozzens (The Changing face of the Priesthood, Liturgical Press, Collegeville MN 2000; trad. Española: La faz cambiante del sacerdocio, Sal Terrae, Santander 2003), que ha sido uno de los responsables de la formación de los presbíteros católicos en USA.

Conforme a la “mejor” tradición jerárquica de aquella iglesia, Cozzens considera normal que, en las circunstancias actuales, casi la mitad de los seminaristas y presbíteros católicos de USA sean homosexuales, un porcentaje muy superior a la media de la sociedad americana (entre un 10 y un 15 por ciento). Mientras el clero mantenga su tipo actual de vida, tendrá una media más alta de homosexuales que el resto de la sociedad. Por eso, allí donde se dice que no entren homosexuales en los seminarios ni en la vida religiosa, había que empezar haciendo una “estadística de fondo” y diciendo: que salgan los homosexuales de los ministerios y de las casas religiosas.

El hecho de que el índice de homosexuales sea mayor en el clero de la Iglesia Católica no es algo negativo, sino normal, y muy positivo,porque en general los homosexuales se han sentido víctimas y han buscado en la iglesia un espacio de calor humano… y de posibilidad de despliegue afectivo y apostólico. Lo malo es la forma en que muchos han tenido que vivir esa situación en los armarios de la iglesia… Imaginemos sólo que, de pronto, todos ellos, tuvieran que dejar ministerios y vida religiosa un veinte, un treinta o un cincuenta por ciento de curas y monjas. Quedarían vacíos algunos de nuestros mejores armarios…

5. Homosexuales cristianos, una vida en dignidad.

La gran mayoría de los presbíteros y religiosos homosexuales han llevado y llevan una vida digna, trabajan a favor de los demás con honradez, son buenos pastores de la iglesia, cuidadosos profesionales, al servicio del evangelio, de manera que el mismo amor homosexual les permite asumir la exigencia pastoral de Jesús, como indica Jn 21, 15-24. Estos homosexuales no son buenos pastores a pesar de su homosexualidad, sino en virtud de ella.

47391794_1125831737594017_6463221156735352832_nEs evidente que tienen sus problemas afectivos, lo mismo que los heterosexuales y que, a veces, sus problemas de integración son mayores, porque su forma de ser y de amar es distinta, y también porque han estado y siguen estando marginados. Es evidente que algunos han podido “caer” en la pederastia, no tanto por ellos, sino por el tipo de vida al que han estado sometidos (en seminarios e instituciones cerradas), sino, y sobre todo, porque han tenido un tipo de poder social y afectivo en la Iglesia.

Pero ése no es un tema de ellos, de los homosexuales, sino de todo el clero (homo‒ u hétero‒sexual)… Y además, siendo mayores sus problemas, suelen ser también mayores las aportaciones de tipo afectivo, social y espiritual de los homosexuales. Por eso, la homosexualidad puede ser una bendición para ellos y para el resto de la sociedad, en línea de amor.

6. El escándalo de la pederastia.

Una minoría de ministros homosexuales de la iglesia han realizado prácticas delictivas, seduciendo a menores, sobre todo en lugares donde el contexto social resulta más cerrado o asfixiante, en seminarios, internados y grupos juveniles. Muchos de esos casos podrían resolverse de un tipo “social”, con la ayuda de personas más expertas y/o amigas (médicos, sicólogos etc.). Pero es absolutamente evidente que en caso de que haya “crimen” ha de acudirse a las instituciones judiciales de la sociedad, sin que el clero pueda tener ningún tipo de patente de corso.

Evidentemente, habrá que superar toda declaración de culpabilidad a priori. Pero si ha existido “crimen” de pederastia, allí donde ha existido, los responsables quedar en manos de los tribunales de la sociedad, en verdad, en claridad. Por su parte, los clérigos implicados en la pederastia (presbíteros y obispos, religiosos o religiosas) deberían abandonar deberán abandonar inmediatamente su función clerical, pues esa función no es honor, ni ventaja para siempre (como un grado mayor de humanidad”), sino un servicio.

7. Más que pecado, un crimen contra la humanidad.

47507599_1125859410924583_1665433939084312576_nEl porcentaje de clérigos culpables de seducción y crimen homo- o hetero-sexual resulta “normal” e incluso mejor que en otros contextos semejantes (de familias, de grupos cerrados…), según las estadísticas. Es evidente que la pederastia es un “pecado”, en lenguaje eclesial. Pero, siendo pecado personal, es también y, sobre todo, un crimen social contra la vida afectiva y la maduración de los menores. Pero esa seducción y crimen resulta más perniciosa y grave, porque se ha realizado utilizando el prestigio sacerdotal o religioso de los agresores, su autoridad moral, su poder religiosa, de manera que ellos han herido con más fuerza a sus víctimas.

En este campo han sido y son muchas las tragedias, lo mismo que en otros ámbitos de patología y/o violencia sexual (violaciones y trata de blancas etc.). Ésta ha sido, y quizá seguirá siendo, una herida sangrante para la vida de la iglesia, pues se supone que su misma opción evangélica debería haber ayudado a los clérigos o aspirantes, haciéndoles hombres y mujeres de gratuidad y de libertad. Pero la vida ofrece sus dificultades y, en ciertos ambientes de reclusión afectiva, suelen producirse reacciones violentas. Pero esto no supone que se deba condenar al clero en su conjunto, ni a los homosexuales que lo componen.

8. Salir del armario.

Resulta aconsejable que los clérigos homosexuales se muestren como son, es decir, que salgan del armario, obispos o curas, religiosos y religiosas, pero no a bombo y platillo, pues en algunas circunstancias, dentro de la vida afectiva, la mejor actitud sigue siendo la discreción bondadosa, sin mentiras ni ocultamientos, pero sin alardes propagandísticos, siempre que no tengan que esconderse delitos o injusticias graves. Leer más…

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“La apostasía de los jerarcas”, por José Mª Rivas Conde.

Sábado, 1 de diciembre de 2018
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137d9cb2-ecfc-4f92-a980-753ef848d5a0José Mª Rivas Conde
Madrid.

ECLESALIA, 09/11/18.- No recuerdo a nadie de mi entorno haberse extrañado que se tuviera por exageración decir que es apostasía prohibir el matrimonio. Ni siquiera entre quienes lo sabían expresamente afirmado en la Escritura (1Tim 4,1-3). Éstos, además de acotarlo con mitigaciones diversas, daban como por sentado, que no debía entenderse literalmente; sino más bien a manera de exabrupto oratorio contra el excesivo entusiasmo por la virginidad, producido en varias comunidades primitivas.

La dureza y extremosidad del lenguaje de Pablo en el pasaje, puede que hayan ayudado a interpretarlo así. Pero pienso que lo más determinante quizá haya sido, lo mucho que asusta tener, en buena lógica, que considerar apóstatas al Colegio Episcopal y al Primado. Porque ha resultado que ellos son quienes han prohibido el matrimonio, aunque sólo haya sido al clero.

Asusta mucho porque al hacerlo se nos desvanece la seguridad y nos ahoga la angustia de sentirnos como cayendo al vacío sin nada a lo que agarrarnos. Pues se nos derrumba una de las certidumbres que se nos inculcaron como fundamentales: ser garantía de nuestro caminar y demanda primordial de la autenticidad de nuestro cristianismo en contraposición a los protestantes, la confianza ciega en nuestros pastores. La sintetizada en lo de “habló Roma, cuestión zanjada”.

Asusta también el profundo desgarro que arrastra la frustración de advertir que se ha gastado la ilusión, el entusiasmo, la vida, en hacer no el bien a los demás como se pretendía, sino en perjudicarles inculcándoles confianza, sumisión, fidelidad, apoyo… en los que en realidad son caña cascada. ¡Inconcebible que pasen de ahí quienes pueden llegar a la apostasía tanto como nosotros!

Y asustan además las condenas eclesiásticas y las repercusiones sociales que éstas han solido tener. Hablo de las condenas que hasta hace nada se lanzaban y a veces se añoran aún, contra los que en situaciones como ésta optan por atenerse a la palabra de Jesús. La de su respuesta a sus discípulos, cuando éstos le avisaron del escándalo de los fariseos por su enseñanza sobre lo del comer sin lavarse antes las manos: «Dejadlos; son ciegos que guían a ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán a la vez al hoyo» (Mt 15,14).

Que hayan sido el Primado y el Colegio Episcopal los autores de esa prohibición, quedó inobjetablemente asentado, una vez más, en mi anterior escrito (ECLESALIA, 20/10/2017). Pero no se trata de algo sólo del pasado tan cierto que no admita discusión; sino también de conclusión irrebatible del propio presente en el que vivimos. La vigencia actual de la ley que prohíbe al clero el matrimonio (CIC c. 277, § 1), se debe tan exclusivamente a su voluntad y decisión, como se debió su implantación inicial. No ya porque haya resultado ser así; sino porque no puede ser de otra forma: el mismo Vaticano II reconoce, como tengo repetido, que el celibato no se exigía inicialmente al clero, sino que fue ley surgida con posterioridad (PO 16,3), y nada más que al Primado y al Colegio Episcopal se les atribuye la capacidad de establecerla. Por considerarlos los únicos en la iglesia con autoridad para legislar, para prohibir y mandar.

Dejadlos”, no porque nieguen alguna verdad de fe; sino porque se apartan del sentir de Jesús, a pesar de profesar el credo en toda su integridad. Apartarse es lo que significa la palabra apostasía. Creen en la condición de Jesús, creen en el Padre Eterno, creen en el Espíritu. Creen en todo lo que la teología enseña como verdad de fe. Creen en su propia condición de testigos de Jesús y pastores de su pueblo. Pero se separan del parecer y criterio de Jesús, aquí en concreto en lo tocante a la sexualidad.

El papa Francisco, por cierto, parece no participar de este concreto distanciamiento. Inducen a pensarlo sus palabras en Grenoble el pasado día 17 de septiembre de 2018 a jóvenes franceses: “El sexo, la sexualidad, es un regalo de Dios”. Las vi en Religión Digital tres días después, en publicación de Jesús Bastante, que las da como noticia de Vatican News.

Conocer estas palabras del papa actual, me ha acrecido vigorosamente la esperanza de una pronta derogación de la ley del celibato, que es la última manera histórica de expresar lo que al principio se llamó sin más y con todas las letras “prohibición de matrimonio al clero”. Y me ha causado un gozo y una alegría grandes. Por disentir al fin y rectificar las tan opuestas de la jerarquía desde el desafortunado “San Siricio”, allá al final del siglo IV. Todas están recogidas en el archivo de la historia. Muchas se escucharon insistentemente en el Sínodo de obispos de 1971 sobre el sacerdocio ministerial, y contra ellas razoné prolija y reiteradamente en “El mito del celibato sacerdotal” (Madrid, 1976). Algunas de las más ominosas y bochornosas, de Siricio precisamente, las tengo también aducidas en varios de mis escritos publicados en este medio. A ellos me remito.

Todas esas palabras, tan incompatibles con las del papa Francisco en Grenoble, son el contexto histórico de las de éste último. En las de éste se aplica aisladamente a una parte lo que es condición de la totalidad a la que la misma pertenece. Es forma espontánea de enfatizar que la parte posee la condición propia del todo que integra, aunque no falten quienes lo hayan negado o nieguen. El todo aquí es indudablemente que el propio existir, tal cual se da en la realidad, es un regalo de Dios, un gran regalo.

No puede ser de otra forma lo que es creación de quien únicamente es Hacedor de bien. “Toda criatura de Dios es buena, y no hay nada que merezca repudiarse…” (1Tim 4,4). Por ello, aunque este texto sólo declare apostasía la prohibición del matrimonio, y sólo una a la misma la exclusión de alimentos, sin embargo también lo es vedar o restringir el uso de cualquier otra cosa. Obviamente cuando se pretende justificar en su imposible nocividad innata en orden a vivir en plenitud el cristianismo.

Que todas las criaturas son buenas mucho antes de usarlas e independientemente del modo en que se usen, lo enseña hasta la primera página de la Biblia. Es, por otra parte, el supuesto de las palabras del propio Jesús, incluso hablando sobre los alimentos: “el comer con las manos sin lavar no ensucia al hombre” (Mt 15,20). Lo de que “… como se tome con hacimiento de gracias” del versículo 4 y el siguiente de 1Tim 4, son enseñanza de Pablo sobre la actitud con que deben disponer de todo lo creado los fieles, esto es, “los que han conocido la verdad plenamente”. Pero en modo alguno requerimiento para la bondad de las cosas.

A partir de la historia se concluye que la apostasía que consiste en separación o abandono del sentir de Jesús en algo, acecha de manera especial a quien ejerce autoridad, la tenga o no, la pueda o no tener. Es decir, al jerarca: primado, colegio episcopal, obispo, párroco, confesor, fundador de institución religiosa, guía, animador… Aunque riesgo también de cualquier creyente, sin embargo el resbaladero hacia ella más propicio para éste, no es el autoritarismo de los jerarcas justificado en lo de que “cuanto atéis en la tierra…”; sino el simplismo con que se entiende la recomendación bíblica de obediencia y sumisión a los guías (Heb 13,17).

Es el que se da al suponer en los pastores ―en razón de que éstos también han de dar cuenta― la cordura y el desvelo por el bien de los que tienen confiados, olvidando por completo que de entre ellos mismos, entre los mismos que “el Espíritu Santo […] puso por obispos para pastorear la iglesia de Dios […], surgirán hombres que enseñarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí”, (Hch 20,28-30).

La vigilancia, a la que en consecuencia exhorta este pasaje, constituirá obviamente cometido de los pastores de la Iglesia. Pero no por ello deja de ser responsabilidad también de los demás. Pablo en concreto no dejó de prevenir al respecto a los colosenses, simples fieles que habían conocido plenamente la verdad: “Nadie tiene por qué meterse a juzgaros por lo que coméis y bebéis, o por no guardar fiestas, lunas nuevas o sábados […] Si moristeis con Cristo desligándoos de la religiosidad rudimentaria del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais de ella, os dejáis imponer leyes? «No tengas relación sexual, no gustes, no toques»” (2,16-21). ¿Que es traducción un tanto libre? ¡Cierto! Pero da certeramente el significado. A ver si así lo entienden algunos más.

Llegue esto a suceder o no, lo más razonable es que todos nos mantengamos en principio en sumisión a los que se nos han dado como guías. Pero no deberíamos bajar del todo la guardia sabiendo, como sabemos hasta por la Escritura, que algunos de ellos “enseñarán cosas perversas”. Es la única forma de prevenir el riesgo de descarriarnos junto con ellos, cuando ellos se descarríen. Para tal prevención lo más eficaz y seguro, lo más asequible hasta para los más incultos o torpes, es tomar como motivo de alarma, o incluso de repulsa llagado el caso, la falta de relación de lo que nos enseñen o urjan con el amor al prójimo. El amor ―ya lo sabemos― es la síntesis de la Ley y los Profetas y la esencia distintiva de la moral de Jesús (Mt 25,31-46).

Podemos por tanto tomarlo como criterio certero de discernimiento entre lo éticamente malo y lo bueno, entre lo que es “cosa perversa” y lo que no, entre lo que “merece repudiarse” y lo que no. No lo merece lo que no produce a otros el daño que no se quiere para sí, ni lo que no tenga nada que ver con el mal del prójimo. Esto nunca podrá ser exigencia del cristianismo; sino, a lo sumo, norma organizativa del grupo u otro requerimiento de la vida y del ser temporales del hombre. Como lo es, por ejemplo, la cultura de cada pueblo y su folklore religioso. Para bajar de las nubes del teorizante, aplicaré dicho criterio a cuestiones concretas.

¿Qué mal hace al prójimo ordenar la incineración del propio cadáver; guardar, enterrar, esparcir por tierra, o arrojar al mar las cenizas? ¿O no observar la abstinencia y ayuno cuaresmales y de adviento; o el eucarístico? ¿O prescindir de los llamados “tiempos fuertes”? ¿Qué mal hace al prójimo la masturbación, el uso del preservativo, y las otras varias prácticas que, pese a estar “oficialmente repudiadas”, se dan de hecho en la vida de multitud de parejas, por más que ellas mismas se mutilen en algo su propia plenitud humana y la de su sexualidad? ¿Qué mal hace al prójimo no iluminar el sagrario con lamparilla de aceite; celebrar misa sin velas, de paisano, fuera del templo? ¿O no atenerse en ella al texto oficial; ni a los gestos, posturas y ceremonias prefijadas en el ritual? ¿O faltar a misa los domingos y días de fiesta, sin excluir con ello la del “recuerdo comunitario de Jesús” el día que fuere? ¿Qué mal hace al prójimo conferir el orden sacerdotal a mujeres, a casados, a solteros sin obligación de celibato? ¿O que ejerzan el ministerio los “secularizados”? ¿Qué mal hace al prójimo la comunión de los divorciados vueltos a casar, la de las parejas sin casar o casadas sólo por lo civil? ¿O comulgar y recibir cualquier otro sacramento sin antes confesarse de los “pecados graves”? ¿U olvidarse por completo de la llamada “confesión sacramental”? Etc., etc., etc.

¿Que con muchas de esas cosas se vulneran la veneración y la reverencia debidas a Dios y a lo “sagrado”? ¡No mucho más que las “vulneró” el propio Jesús con su doctrina y al comer y beber con pecadores o asumir el “roce” de prostitutas, para escándalo de los fariseos hasta condenarle a muerte de cruz!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Papa Francisco: “El ministerio o la vida consagrada no es el lugar (de los homosexuales)”

Sábado, 1 de diciembre de 2018
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francisco-de-espaldasEl cinismo de Bergoglio, el papa “abracitos” en quien algunos ingenuos aún confían, es de antología… Así que no es el lugar de los religiosos y sacerdotes homosexuales, pero sí el de los religiosos y curas heterosexuales que violan niñas… como este pájaro: La espeluznante confesión del cura español detenido en Venezuela por pederastia con una niña de 12 años”…  Sr. Bergoglio, no es que “en nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda” es que la libertad de la sociedad laica, tan combatida por la Iglesia romana unida al fundamentalismo evangélico y musulmán, nos ha permitido lograr que seamos personas de pleno derecho mientras ustedes nos rechazan a las personas LGTBI y pisotan la igualdad de la mujer. Ni más, ni menos… Lea el Evangelio, ande, y deje de menospreciar y dinamitar “puentes”,..

Por otra parte, si lo desea le podría enviar un reporte, bastante extenso, de sacerdotes heterosexuales que llevan una doble vida, con compañera e hijos… ¿Se atreve? Yo no, no sería como ustedes que husmean en vida ajena.

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Extracto del libro ‘La fuerza de la vocación. La vida consagrada hoy’ (Claretianas)

Bergoglio reconoce que la homosexualidad “es una realidad que no podemos negar”

“A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca”

El día 3 de diciembre sale a la venta el libro ‘La fuerza de la vocación’ (Publicaciones claretianas). Se trata de una entrevista del claretiano Fernando Prado al Papa Francisco sobre el pasado, el presente y el futuro de la vida consagrada. Un libro claro y valiente, en el que Francisco no esquiva pregunta alguna. Ni siquiera la polémica cuestión de la homosexualidad en la Iglesia, que Religion Digital adelanta en exclusiva.

¿Hay límites que no se deben tolerar en la formación?

Evidente. Cuando hay candidatos con neurosis y desequilibrios fuertes, difíciles de poder encauzar ni con ayuda terapéutica, no hay que aceptarlos ni al sacerdocio ni a la vida consagrada. Hay que ayudarlos a que se encaminen por otro lugar, no hay que abandonarlos. Hay que orientarlos, pero no los debemos admitir. Tengamos en cuenta siempre que son personas que van a vivir al servicio de la Iglesia, de la comunidad cristiana, del pueblo de Dios. No olvidemos ese horizonte. Hemos de cuidar que sean psicológica y afectivamente sanos.

No es un secreto que en la vida consagrada y en el clero también hay personas con tendencias homosexuales. ¿Qué decir de esto?

Es algo que me preocupa, porque quizá en un momento no se enfocó bien. En la línea de lo que estamos hablando, te diría que tenemos que cuidar mucho en la formación la madurez humana y afectiva. Tenemos que discernir con seriedad y escuchar la voz de la experiencia que también tiene la Iglesia. Cuando no se cuida el discernimiento en todo esto, los problemas crecen. Como decía antes, sucede que en el momento quizá no dan la cara, pero después aparecen.

La cuestión de la homosexualidad es una cuestión muy seria que hay que discernir adecuadamente desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia.

Tuve aquí a un obispo algo escandalizado que me contó que se había enterado de que en su diócesis, una diócesis muy grande, había varios sacerdotes homosexuales y que había tenido que afrontar todo eso, interviniendo, antes que nada, en la formación, para formar otro clero distinto. Es una realidad que no podemos negar. En la vida consagrada tampoco han faltado casos. Un religioso me contaba que, de visita canónica a una de las provincias de su congregación, se había quedado sorprendido. Él veía que había buenos chicos estudiantes y que incluso algunos religiosos ya profesos eran gays.

Él mismo dudaba de la cuestión y me preguntó si en ello había algo malo. «En definitiva -decía él- no es tan grave; es tan solo expresión de un afecto». Esto es un error. No es solo expresión de un afecto. En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar. A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida.

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Aquí un cura hom…. ¡Ah, no, que es HETEROSEXUAL!

Fuente Religión Digital

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Declaraciones del grupo de Fe y Espiritualidad ante las palabras del Secretario de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello

Miércoles, 28 de noviembre de 2018
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luis-arguelloLamentamos volver a escuchar declaraciones de cargos relevantes dentro de la Iglesia Católica Española que muestran un amplio desconocimiento de lo que implica ser LGTBI y de las luchas a las que nos tenemos que enfrentar por nuestra realidad.

Afirmar que el sentimiento es lo único que mueve a una persona trans a solicitar el cambio registral del nombre es, desde nuestra perspectiva, no querer admitir la realidad de nuestras reivindicaciones y de los derechos que queremos conseguir. Derechos que van en pos de un avance social y de crear una sociedad más igualitaria. Celebramos que muchas Comunidades Autónomas hayan aprobado leyes de igualdad en las que se defiendan nuestra integridad y nos permita alcanzar nuestra plenitud con seguridad jurídica.

Nuestra identidad de género es la certeza de quienes somos. Es parte indisoluble como seres humanos. La identidad no es un capricho ni producto únicamente de un sentimiento, sino una vivencia integrada de nuestra diferentes dimensiones dentro de nuestra experiencia. Y en el caso de las personas trans dicha vivencia no es fácil precisamente por los prejuicios sociales y el mantenimiento de ideas equivocadas, las cuales sob producto de no haber conocido las experiencias de dolor. Dolor real por el que han pasado muchas de nuestras compañeros, compañeres y compañeras trans.

Reducir la idoneidad de un hombre candidato al sacerdocio a su orientación sexual y a sus maneras masculinas es volver a perpetuar estereotipos de género. Lamentamos tener que escuchar que un hombre debe ser “enteramente varón” para poder ser sacerdote. Es reiterar que los hombres deben ajustarse a unas determinadas características impuestas, obviando la diversidad que hay dentro del género masculino, lo que hace que no haya una única manera de vivir la realidad de ser un hombre cis o trans. Lo que nos llega es de nuevo el mensaje que las mujeres no pueden ser sacerdotes porque carecen de esa “característica”, continuando así con la discriminación hacia nuestras hermanas. Este hecho es contrario al Evangelio, puesto que Jesús siempre ensalzó a las mujeres y las igualó al hombre. y Él haría lo mismo con las personas no binarias. Nos lanza la idea de que sólo hay una manera de vivir la masculinidad. Estamos convencidos, convencidas y convencides que la vocación sacerdotal es un don que Dios concede a muchas personas con muchos dones y experiencias, y esas vocaciones también nacen en personas LGTBI.

Estas palabras sólo nos transmiten la voluntad de no querer reconocer la diversidad de la Creación de Dios. Jesús habló de acoger, de ser solidario, de empatizar. Nunca condenó la sexualidad ni el género. De hecho, nunca hizo referencia a estos temas. Lo que sí mencionó es que la dignidad de las personas está por encima de las leyes que limitan nuestro crecimiento como personas. Querer vivir nuestra identidad con dignidad dentro de la sociedad como ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes y la certeza de lo que somos está por encima de los prejuicios que excluyen.

Desestimar a las personas con vocación sacerdotal y pastoral basándose en la orientación sexual y en los estereotipos de género es no querer tomar en cuenta la llamada que Dios hace a muchas personas LGTBI a vivir como cristianas. Ni la orientación sexual ni la identidad de género son óbice para desarrollar una vida relacionada con la Fe. Los prejuicios y los reduccionismos sí lo son. Esto es extensible para cualquier creyente de otras religiones y espiritualidades que también sufren el rechazo a desarrollar sus vocaciones por su realidad LGTBI.

Luchar por expresar nuestra realidad no es un capricho, sino una manera de nombrarnos e integrarnos tal y como somos en la sociedad que, por desgracia en muchos casos, discrimina sin tener en cuenta lo que somos, sino lo que creen que podríamos ser.

Hacemos un llamamiento a la Conferencia Episcopal Española para que reflexione sobre el alcance de este tipo de declaraciones, totalmente alejadas y contrarias al Evangelio. Estas palabras nunca saldrían de boca de Jesús. Pedimos que sean conscientes del dolor que nos provocan y que alejan a tantos cristianos, cristianas y cristianes de Dios, no sólo a personas LGTBI y que perpetúan el odio hacia lo que no es la norma. Les urgimos a retractarse de estas manifestaciones, probablemente producto de un gran desconocimiento de nuestra realidad. Se trata de otro paso atrás en nuestra plena integración como creyentes y esconde el trabajo que otros, otras y otres creyentes realizan para la inclusión de personas LGTBI.

Fuente FELGTB

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El Secretario general de los obispos españoles Luis Argüello, reivindica el derecho de la Iglesia católica a elegir candidatos al sacerdocio “enteramente varones y, por tanto, heterosexuales”… y dice que se disculpa liándola más.

Lunes, 26 de noviembre de 2018
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1542974597066Ni rectificación ni perdón…

Celaá no comenta las palabras de los obispos sobre curas y heterosexualidad: “La obra habla por sí misma”

Argüello rectifica y se disculpa: “No he querido decir que los homosexuales no sean perfectamente varones”

Ha querido rectificar porque la declaración se ha expresado de manera negativa

El secretario general de los obispos españoles y obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello, ha rectificado sus palabras sobre sacerdocio y heterosexualidad y se ha disculpado por si la expresión que ha utilizado ha molestado a algunas personas. “No he querido decir que los homosexuales no sean perfectamente varones”, ha indicado.

“Pedir disculpas por si la expresión que he utilizado en el contexto de la pregunta que se me hizo, ha podido molestar a algunas personas. Yo no quiero decir que los varones homosexales no sean perfectamente varones, lo que yo he querido expresar con esta frase poco afortunada era algo más amplio”, señala en un audio enviado por la Conferencia Episcopal Española (CEE), tras la rueda de prensa que ha ofrecido Argüello este viernes 23 de noviembre.

En su comparecencia, el obispo auxiliar de Valladolid había reivindicado el derecho de la Iglesia católica a elegir candidatos al sacerdocio “enteramente varones y, por tanto, heterosexuales”.

Si bien, unas horas después ha aclarado que lo que ha querido expresar es que la Iglesia pide candidatos “de sexo varón, de género varón” pero cuya “tendencia sexual no sea de atracción por el mismo sexo” sino que sea “lo que la corporalidad masculina puede llevar consigo”.

“He tratado de explicar por qué la Iglesia elige a estas personas que reúnan esta triple condición: varones -sexo varón, género varón-, que por supuesto las personas de condición hommosexual así lo son”, ha subrayado.

Si bien, ha reconocido que “al saltar” su declaración a “un titular de prensa, sobre todo, si se dice de manera negativa -los homosexuales no son enteramente varones-“, ha considerado oportuno rectificar porque “no es” lo que ha “querido decir”.

Por su parte, la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Isabel Celaá, ha preferido no comentar las declaraciones del secretario general de los obispos, Luis Argüello, en relación al sacerdocio y la heterosexualidad. “La obra habla por sí misma”, ha dicho en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Celaá ha sido preguntada por las palabras del recientemente nombrado secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, que ha reivindicado este viernes el derecho de la Iglesia a elegir sacerdotes “enteramente varones y heterosexuales” y ha rechazado que se eleve a “categoría jurídica un sentimiento” a la hora de cambiar de sexo.

“No voy a hacer ningún comentario al respecto, creo que la obra habla por sí misma, así que no voy a hacer comentario alguno desde el Gobierno a esta cuestión”, ha subrayado.

En concreto, el obispo ha reivindicado el derecho de la Iglesia Católica a elegir candidatos al sacerdocio “enteramente varones y, por tanto, heterosexuales”.

Asimismo ha rechazado que un “sentimiento” sea “elevado a categoría jurídica” a la hora de cambiar de sexo.

Fuente Religión Digital

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“Curas pederastas: ¿Una solución radical?”, por José María Castillo

Martes, 13 de noviembre de 2018
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42d1d446-e1bd-4f9a-bc77-d87f88763551De su blog Teología sin censura:

Este problema de la pederastia, que tanto daño hace a las víctimas para toda su vida y tanto está destrozando la credibilidad de la Iglesia, no se resuelve suprimiendo la ley del celibato. Los hombres casados abusan sexualmente de menores probablemente lo mismo que los solteros.

Una medida positiva podría ser suprimir la prescripción, en el derecho penal, para este delito. Me consta que los menores, que se sienten humillados por este tipo de abusos, tardan muchos años en decirlo. Y, en la mayoría de los casos, cuando un adulto dice que, de niño, abusaron de él en esta materia, el delito ya ha prescrito. Si llega el día en que penalmente esto nunca prescribe, posiblemente habrá quienes se contengan ante la probabilidad de terminar, alguna vez, en la cárcel.

Pero lo más importante, que quiero decir en esta reflexión, es que la Iglesia tendría que recuperar y poner al día lo que fue la ley eclesiástica que duró en torno a mil doscientos años. La ley que consistía en expulsar del clero (incluso si eran obispos) a los eclesiásticos que cometían abusos que escandalizaban gravemente a los ciudadanos. Los papas, los concilios, los sínodos, tanto en la Iglesia occidental como en la oriental, no sólo insistieron en esta ley, sino que la aplicaron a tres clases de delitos: faltas contra el ordenamiento eclesiástico establecido, contra la sexualidad y abusos que ofendían al prójimo.

Tantas veces y en tantos casos, se repitió esta práctica, que la ley cuajó en una fórmula bien conocida: “sea degradado o expulsado” (y otras expresiones equivalentes) y que viva, de ahora en adelante, “laica communione contentus”. Dicho más claramente: “que salga del clero, que comulgue como laico, y que se busque la vida como como todo hijo de vecino”.

En 1983, publiqué un extenso artículo sobre este asunto, en la “Revista Catalana de Teología” (VIII/1, pgs. 81-111). Y allí cito, en 277 notas, la abundante y documentada bibliografía que existe sobre este penoso asunto. Son notorios los excelentes trabajos que han escrito sobre este tema: C. Vogel, P. M. Suriski, E. Herman, P. Hinschius, F. Kober, K. Hofmann.

El punto capital, que quiero destacar, es que no debe ser dificultad “para quitarle el sacerdocio”, a un clérigo ordenado, el argumento según el cual, si está “ordenado de sacerdote”, tiene el “carácter” sacramental, que es imborrable, eterno y nadie lo puede suprimir o prescindir de él.

El argumento teológico del “carácter sacramental” fue un invento de los teólogos escolásticos del s. XI-XII, que destaca Pedro Lombardo, y en el s. XIII desarrolla Tomás de Aquino (Sum. Theol. III, q. 34, a. 2). Pero ni entre los teólogos escolásticos hubo unanimidad, como demostró ampliamente el excelente estudio de J. Galot.

Y termino recordando que la enseñanza de la Ses. 7ª del concilio de Trento no se puede aducir como “dogma de fe” de la Iglesia, ya que lo que afirma el concilio es que hay tres sacramentos (bautismo, confirmación, orden sacerdotal) que no se pueden repetir (“Unde ea iterari non possunt“) (CT, vol. 5, 857, 9-10; 859, 16).

O sea, lo que afirma Trento es que los tres sacramentos mencionados solo se pueden administrar una sola vez en la vida. Sacarle a Trento que los curas pederastas tienen que seguir siendo curas toda su vida, eso no está definido por la Iglesia en ninguna parte.

Y termino: decir, como ha dicho el Sr. Giménez Barriocanal (El País, 10. XI. 18), que es “irrelevante el porcentaje de pederastia, insignificante”, eso o es una falsedad o una ignorancia impropia de un alto cargo en la Conferencia Episcopal.

Puedo asegurar que sólo el amor y la fidelidad a la Iglesia me mueven a decir estas cosas. El ocultamiento y la hipocresía sólo sirven para hacer más daño a la institución y a seres humanos inocentes.

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Mary E. Hunt: “Todos los curas son cómplices de la crisis de abusos. Necesitamos un nuevo modelo de Iglesia”

Lunes, 17 de septiembre de 2018
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pic-mary-huntLa teóloga pide “deshacernos de los obispos, del clero y tener una Iglesia dirigida por laicos”

No creo que dentro de un año nadie extrañe a un obispo, y no creo que la mayoría de las parroquias extrañaran a un sacerdote”

“Los hombres están solos, a menos que vayan a abrir esto a nuevos modelos serios de comunidades dirigidas por laicos, no simplemente abiertas a ellos. Se acabó el tiempo para ellos”

(Cameron Doody).- Puede que la referente estadounidense de la teología feminista Mary E. Hunt no crea en la Iglesia institucional de abusos y encubrimientos, pero eso no quiere decir que no crea en Dios. Simplemente reconoce, con una lucidez poco habitual, que “estamos madurando en la posmodernidad hacia un tipo diferente de fe”. Por eso -porque es fiel no solo al ejemplo evangélico de Jesucristo sino también a las personas– implora que, desde la jerarquía, se deje florecer a este nuevo modelo de catolicismo que ya ha empezado a brotar.

Sus impresiones, primero, sobre el Congreso de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII que acaba de finalizar.

Lo consideré muy interesante y coherente con el tipo de temas que el grupo ha venido tratando hasta aquí. Estuve aquí en el ’92, y por entonces también trabajamos en lo divino y este tipo de cosas. Creo que se puede ver el desarrollo, el pensamiento de las personas y las expectativas de las personas sobre lo que la religión puede proporcionar, viniendo de la tradición católica: las limitaciones de esa tradición y lo que podemos hacer creativamente para desarrollar otras opciones. Creo que todo esto fue evidente este fin de semana.

Creo que fue muy importante tener la presentación sobre la perspectiva sufí, que fue muy importante tener una persona más joven para la última ponencia… y que fue muy importante tratar tanto el contenido del misticismo como lo que podría significar para las personas. Hubo un hilo conductor, habitual en este grupo, de compromiso serio con la justicia social y también con la espiritualidad.

Yo probablemente nunca había enfocado en estos términos el misticismo o la contemplación o la meditación, se llame cómo se quiera llamar nuestra dimensión espiritual. Pensé que fue muy útil: lo encontré personalmente muy útil y conocí a mucha gente interesante. Las presentaciones me parecieron muy estimulantes.

¿Qué exactamente abordó usted en su presentación?

Le di un título bastante curioso: “El poder del silencio y el trabajo por la justicia”. Cosas que normalmente no se yuxtaponen: o estás comprometido con la espiritualidad o estás haciendo el trabajo de la justicia. Pero mi punto de vista, mi experiencia y mi práctica son que tienen que ser ambos, al mismo tiempo, y traté de explicar, dada la triste situación del catolicismo institucional -y, viniendo de los Estados Unidos, la triste situación de nuestro gobierno- que muchas personas están muy descorazonadas, y es un momento difícil para no tener los recursos habituales a los que la gente suele recurrir en su espiritualidad.

Pero, ¿qué vamos a crear que sea nuevo? También con la Iglesia Católica en los Estados Unidos en ruinas, muchos católicos están buscando algo más, y creo que usando algunas de las raíces de nuestra tradición -Hildegarda de Bingen o Nancy Sylvester, por ejemplo (del Institute for Communal Contemplation and Dialogue)- podemos traer la práctica contemplativa al trabajo de justicia social, e incluir la justicia social en la práctica de la contemplación.

Es contemplación comunitaria: no es simplemente lo que uno hace mirándose al ombligo, sino lo que uno hace acompañado por otras personas tanto físicamente como no físicamente, y traté de describir algunas de las formas en las que eso ocurre.

Volviendo a la idea de la “Iglesia en ruinas”. La crisis del abusos sexuales: ¿cómo llegamos aquí y cómo podemos salir de ella?

No tengo una forma mágica para que podamos salir de eso, pero entiendo cómo llegamos aquí. Creo que hay dos factores principales.

El primero, la duplicidad estudiada que ha sido rampante en la Iglesia Católica. Estoy hablando de la Iglesia en los Estados Unidos y la Iglesia Romana: no quiero decir nada sobre la Iglesia española, aunque considero que hay similitudes en esa situación.

La duplicidad ha crecido en torno a una falsa antropología, que es que de alguna manera hay una diferenciación, una diferenciación degradante, entre las personas.

Una vez que se comienza con una estructura con una división de clérigos-laicos, en la que los clérigos tienen todo el poder y los laicos tienen toda la responsabilidad de hacerla funcionar, y una vez que decidas que solo los hombres pueden ser parte del clero, que los homosexuales no pueden formar parte del clero… Lo que Rosemary Radford Ruether llamó “dualismos jerárquicos”. Que a Dios está por encima del mundo. Que las personas están por encima de los animales. Hombres sobre mujeres. Los blancos sobre las personas de color. Personas heterosexuales sobre personas homosexuales … Una vez que estableces ese hábito de pensar, arrasa.

Elisabeth Schüssler Fiorenza le dio un nombre: “kiriarcado”. Cuando tomas estructuras de racismo, sexismo, xenofobia, disparidades económicas, etc, las pones todo junto y se entrelazan -de modo  que una mujer pobre, negra y lesbiana se encuentre en una situación mucho peor que un hombre blanco heterosexual – una vez que se estructura eso, hay muy pocas salidas.

La relación entre ese “señorismo” y la crisis de abusos sexuales es doble: la ignorancia colosal y culpable de la mayoría de los clérigos sobre la sexualidad en general y los tipos de prohibiciones en la Iglesia. No a la anticoncepción, a la masturbación, a otras formas de sexualidad, a que los sacerdotes practiquen el sexo debido al voto de celibato… Se escenifica eso y los involucrados tendrán que buscar una salida, que en este caso ha sido sexo con niños. Pero es un vertiente solo.

Lo que estamos viendo ahora es el abuso de poder por parte de clérigos con quienes están a su cargo. Seminaristas y otros sacerdotes, como en el caso de Theodore McCarrick. Qué irónico y triste que lo peor que le pueda pasar a este es que se le “reduzca” al estado laical, al igual que el resto de nosotros.

Lo que salió del caso McCarrick fue que no solo estaba acostándose habitualmente con seminaristas, y que el trabajo y el futuro de estos seminaristas dependía de su cumplimiento, sino que todos lo sabían. ¿Cómo podía suceder que este tipo cometiera abusos y que, encima, se llegara a compensaciones extrajudiciales con algunas víctimas?

¿Por qué cree usted?

Es esa duplicidad de la Iglesia. Que la institución protege a los suyos y miente al respecto: hay una falta de transparencia. Y luego están los casos de pedofilia de McCarrick… Alguien tenía que saber algo.

Hay historias sobre McCarrick en Nueva York… Salía a cenar con hombres, los llevaba a un hospital católico donde tenía un piso…

O la casa de mar.

La casa de mar era otro lugar … ¿pero un hospital? Es extraordinario. Mucha gente debe haberlo ayudado a hacerlo, y mientras tanto él está subiendo puestos para convertirse no solo en arzobispo, sino en cardenal, y encima en Washington DC.

Se hizo muy cercano a los ricos y famosos y a la gente en política, y recaudó mucho dinero. Pero ahora, Viganò, el exnuncio papal, ha escrito su alegato… Es una situación complicada, porque hay factores en ambos lados: derecha e izquierda, pro-papa Francisco y anti-papa Francisco … Pero Francisco debe haber sabido algo… Está mintiendo o es estúpido, esas son las únicas dos opciones. Y ahora con la nueva carta de Sandriparece que todos mienten.

Lo que recojo de esto son dos cosas: una, que aparentemente todo esto es “aquí no pasa nada”, todo normal. Si quieres subir de rango, lo haces acostándote con gente. Y dos, que este es un desastre que ha dejado a muchas personas -buenas personas, laicos- con enormes dificultades. Dificultades que se pueden achacar a personas concretas que no hicieron su trabajo correctamente, y que serían despedidos si se tratara de una organización secular. Despedidos y reemplazados, pero no con más obispos que fueron criados en el mismo sistema…

Considero cómplice a cada sacerdote: saben cómo funciona el sistema. Todos son espectadores cómplices en el mejor de los casos. ¡Necesitamos un nuevo sistema! Para deshacernos de los obispos, del clero y tener una Iglesia dirigida por laicos, donde las personas que tengan competencias en áreas particulares formen comités en cada región o diócesis. No creo que dentro de un año nadie extrañe a un obispo, y no creo que la mayoría de las parroquias extrañaran a un sacerdote.

Acabamos de salir de la liturgia final del Congreso, a cargo de la comunidad LGBTIQ … Muy, muy bien hecha, y el papel del sacerdote ordenado fue mínimo en el mejor de los casos. Toda la comunidad participó, y nadie echaba de menos a alguien que usaba túnicas similares a las de Halloween. Creo que estamos madurando en la posmodernidad hacia un tipo diferente de fe.

Pero, ¿por qué hay católicos que siguen resistiéndose a este nuevo modelo de Iglesia?

Creo que hay muchas personas que no piensan en estas cosas para ganarse la vida, como usted y yo, y lo toman como algo que aprendieron cuando eran niños, y para ellos la religión es lo que aprendieron en el colegio. Mucha gente lo deja allí. Y creo que muchas personas simplemente no tienen modelos…

Mi experiencia ha sido, especialmente a la luz de este escándalo -un escándalo de proporciones que no hemos visto antes- que aún no sabemos cuánto costará.

El informe de Filadelfia, un informe de trescientos sacerdotes abusadores y más de mil víctimas -y hecho por el Estado, y no por la Iglesia- dejó en claro que ni siquiera han salido la mitad de los crímenes. Y ahora tenemos 49 estados más que deben hacer sus informes.

Nueva York acaba de citar a todas las diócesis allí, y no creo que ninguna de ellas pueda resistir más. Es la ley que viene a por ellos. Es triste ver que una institución religiosa tenga que ser modificada por el sistema legal, pero vivimos en una sociedad donde la seguridad de los niños o de los trabajadores son ahora valores comunes. Así que mi sensación es que, aunque hay algunos que se resisten -como el Opus Dei y los grupos de extrema derecha que están instrumentalizando esto para sus propósitos, diciendo, por ejemplo, que los homosexuales tienen la culpa, lo cual no es cierto- muchas personas que están en contacto con los valores posmodernos están buscando algo más. Creo que la resistencia se erosionará, especialmente a medida que el panorama financiero se aclare.

No hay dinero en la Iglesia Católica de los Estados Unidos para pagar estos casos de abusos. Verdaderamente, cada diócesis deberá estar en bancarrota. No solo moralmente, sino también financialmente. Y la Iglesia es un negocio, al fin y al cabo. Cuando las personas se den cuenta de que cuando ponen dinero en el cepillo, un porcentaje de eso va a la diócesis, y eso es lo que paga los abogados, y las indemnizaciones a las víctimas… No querrán pagar los honorarios de esos abogados, y no querrán pagar para encubrir. Las personas no son estúpidas: están contentas de compartir, pero no quieren que se aprovechen de ellas.

Votarán con sus carteras.

Eso es.

Y esta Iglesia del futuro… ¿Será ecuménica? Interreligiosa?

Yo esperaría que sí.

Yo pertenezco a un grupo de mujeres-iglesia: “Iglesia de mujeres” (Women Church) es el nombre que se le da a los grupos feministas que se han estado reuniendo durante los últimos treinta años. Entendimos que la palabra ekklesia tiene que ver con la asamblea regular de ciudadanos masculinos libres, y dado que no éramos ciudadanos masculinos libres, solo cuando pones la palabra “mujer” junto a la de “Iglesia” puedes realmente tener algo inclusivo. Es una ironía.

Hemos tenido casas-iglesias pequeñas durante los últimos treinta años, y hay muchas comunidades eucarísticas intencionales … Nuestro grupo de Mujeres-Iglesia tiene mujeres judías, ministras protestantes … Comenzó como un grupo de monjas. Entonces creo que habrá muchas configuraciones nuevas y muchas nuevas formas de adoración.

En WATER, por ejemplo, donde yo trabajo – la Alianza de Mujeres para la Teología, la Ética y el Ritual – cuando tenemos rituales o meditaciones, no hay verificación de identificación en la puerta. Simplemente vienes. Así que esto ya está pasando, pero que la Iglesia Católica Romana como la conocemos vaya a transformarse en esto, nadie puede saberlo, y de todos modos probablemente no en mi vida. Pero la tendencia más general es en esta dirección.

Y su opinión acerca del Papa Francisco. ¿Ha traído aire fresco a la Iglesia? ¿O es más de lo mismo?

Bueno … Recientemente hice una presentación sobre el Papa Francisco desde la perspectiva feminista, en Brasil, en la conferencia de UNISINOS. Y yo era una voz minoritaria: la gente de la conferencia apoyó mucho al Papa, estando allí algunos de sus biógrafos y demás. Pero hice un caso muy fuerte, creo, por que al Papa Francisco se le deba considerar un regalo envenenado, en el mejor de los casos.

Creo que entró en una situación en la que el listón era muy, muy bajo, después de 37 años de Juan Pablo II y Ratzinger… Las personas progresistas, en particular, estaban tan desilusionadas que a Francisco se le veía como algo maravilloso.

Resulta que yo viví en Argentina durante dos años, viviendo y enseñando, en Buenos Aires, durante el tiempo en que él era el superior de la comunidad jesuita. Nunca me encontré con él, y tuvimos un grupo interreligioso, protestantes, judíos y católicos, que se reunieron regularmente para reflexionar sobre la Guerra Sucia: cómo apoyar a los jóvenes, especialmente, que eran parte de la resistencia a la Guerra Sucia… Pero yo nunca vi a un jesuita.

También le seguía [a Bergoglio] en Argentina con la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo, y al final llegó a un equilibrio jesuítico al decir que tal vez estaría bien tener alianzas domésticas. Bueno, no, Bergoglio: queríamos el matrimonio. Y [Bergoglio] ha sido terrible con respecto a los problemas de las mujeres en todos los ámbitos; hace bromas sobre las suegras, y es en gran medida un producto de su entorno.

Su única fuente feminista es su abuelita Rosita, su abuela Rosa, que ha estado muerta desde hace mucho tiempo. Simplemente no tiene idea de cómo es la mitad de la Iglesia, o tal vez un poco más de la mitad.

Así que he estado decepcionada y frustrada con él desde esa perspectiva. Dicho esto, creo que su trabajo sobre el medio ambiente, sobre la lucha contra la pobreza, la pena de muerte…  en esas cosas estoy completamente de acuerdo con él. Pero en lo que respecta a las cuestiones de las mujeres, en particular – no solo la cuestión de la ordenación, sino también el control de la natalidad y el aborto – sobre cuestiones queer en general… Creo que su declaración “¿Quién soy yo para juzgar?” fue lamentable. A pesar de que la gente hizo lo imposible para elogiarlo.

“Quien soy yo para juzgar…?” Bueno, déjame decirte: tú eres el Papa, eres un católico, eres una persona, eres un pastor … Tu trabajo es juzgar: juzgar dónde está el amor. Así que estaba muy desilusionada con esa afirmación, a pesar de que la mayoría de la gente la veía como una apertura muy importante. Como persona, como católica, como feminista, como mujer, como lesbiana, no quiero la pregunta. Quiero la afirmación. No porque seamos nosotras -tengo una pareja y una hija- sino porque es el amor.

La otra cosa es que hacer esa declaración como jesuita es bastante hipócrita, porque en mi experiencia la Compañía es mayoritariamente gay. Por lo tanto, [Francisco] tiene muchos hermanos gay. Así que al menos podría ser honesto y decir: “Aquí tenemos un problema con la sexualidad, y tenemos que salir de eso”.

No es mi problema, y no voy a arreglarlo para ellos … y de hecho soy muy escéptica de que las mujeres lleguen y sean ordenadas: no quiero ordenar a nadie. Soy muy escéptica de recurrir a personas que no han creado el problema. He visto que esto ya ha pasado: por ejemplo, en una universidad católica, con una presidenta y abogada, intentando arreglar el caso McCarrick. Es una pesadilla que sean estas mujeres las que la tienen que arreglar.

No tengo una solución, y no estoy buscando una solución, más allá de la de amor y cuidado hacia las víctimas y los sobrevivientes [de abusos]. Cualquier cosa que podamos hacer en su nombre es una solución, pero las preguntas institucionales … los hombres están solos, a menos que vayan a abrir esto a nuevos modelos serios de comunidades dirigidas por laicos, no simplemente abiertas a ellos.

Se acabó el tiempo para ellos.

Fuente Religión Digital

 

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Salvado por tu Iglesia

Lunes, 23 de julio de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Perdóname, Señor, por tu Cruz y tu Pasión y tu Resurrección. Enséñame a ver lo que significa el haber sido salvado por tu Iglesia. Enséñame, como sacerdote que soy, cómo he de llevar a otros al conocimiento de Ti y de tu Reino y a la salvación. Enséñame a vivir en Ti con genuino desvelo de pureza de la fe, con el entusiasmo de la verdadera esperanza, y con la auténtica y objetiva caridad para con mis hermanos, para la gloria del Padre. Amén”.

*

Thomas Merton,
Diálogos con el silencio, página 103.

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“Mujeres y casados pueden ser ordenados sacerdotes”, por José Mª Castillo

Viernes, 20 de julio de 2018
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sacerdotisas-anglicanasDe su blog Teología sin censura:

El Concilio Vaticano Primero, en la Constitución dogmática “Dei Filius” (año 1870), cap. 3º, definió que “deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in verbo Dei scripto vel tradito continentur”), y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas” (Denzinger – Hünermann, nº 3011).

Toda afirmación (o toda práctica) que no entre en el contenido de esta afirmación dogmática puede ser modificada por la autoridad suprema de la Iglesia. En cuanto a las verdades o actividades, que se justifican por el llamado “Magisterio Ordinario Universal” de la Iglesia, debe tenerse cuidado y no concederles un valor absoluto e intocable, ya que, como es bien sabido y por poner un ejemplo, durante siglos, se pensó que era verdad de fe que el sol daba vueltas en torno a la tierra, hasta el extremo de condenar a Galileo cuando afirmó lo contrario. Y hoy sabemos que quien tenía razón era Galileo.

Un problema importante, que la Iglesia tiene en la actualidad, en lo que se refiere a las “verdades de fe”, está en que se puede (y a veces sucede que) hay hechos “históricos” o “sociológicos” a los que se les concede un “valor dogmático”. Esto exactamente es lo que sucede cuando nos preguntamos si las mujeres o las personas casadas podrán ser sacerdotes.

En cuanto a las mujeres, en la Antigüedad, no tenían los mismos derechos que los hombres. Por eso no podían ser testigos oficiales de nada. Ni tomar decisiones sobre otros. Ni sobre ellas mismas (J. Jeremias, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, Madrid 1977, pg. 371-387). Es lógico que, en tales condiciones, no podían ejercer cargos de responsabilidad en instituciones públicas. Hoy la situación social y legal de la mujer es completamente distinta. Y, en todo caso, lo que no se puede hacer es convertir en revelación divina lo que no pasa de ser una situación social ya superada. La Iglesia no tendrá credibilidad mientras siga manteniendo la desigualdad de la mujer en dignidad y derechos respecto al hombre.

En cuanto a las personas casadas, el Evangelio no impone ningún mandato respecto al celibato. Por otra parte, el apóstol Pablo dice que es un derecho de los apóstoles vivir y viajar con una mujer cristiana, como lo hacían Pedro y los parientes del Señor (1 Cor 9, 5). La continencia de los sacerdotes empezó a imponerse a comienzos del s. IV, en el concilio de Elvira (Granada). Y la ley del celibato se impuso progresivamente en la Edad Media. Se fijó como ley a partir del concilio segundo de Letrán (en 1138).

La ley del celibato no tiene fundamento bíblico. Y se basa principalmente en las ideas, sobre el puritanismo, que provenían del estoicismo de los griegos del s. V (a. C) (E. R. Dodds).

¿Cómo justifica la Iglesia el empeño por no cambiar esta ley cuando cada día hay menos sacerdotes y, por tanto, más parroquias y comunidades que no pueden tener su vida cristiana organizada y gestionada como la misma Iglesia impone obligatoriamente? Es urgente que la Iglesia estudie este asunto a fondo y sin miedo. Para buscarle la solución a la que los fieles cristianos tienen derecho. De no hacerse así, resultará inevitable controlar un hecho que ya existe: los grupos de laicos que clandestinamente celebran la eucaristía sin sacerdote.

En este delicado asunto, es de suma importancia tener presente que la doctrina de la Ses. VII del Concilio de Trento, sobre los sacramentos, no contiene definiciones dogmáticas. Por las Actas del Concilio se sabe que los obispos y teólogos, que tomaron las decisiones sobre los sacramentos, no llegaron a ponerse de acuerdo en un punto capital: si condenaban como “herejías” o rechazaban como “errores”, las doctrinas y prácticas que rechazaron en esta Sesión séptima (Denz.-Hün., 1600-1630). La Iglesia, por consiguiente, puede y debe sentirse libre, para tomar las decisiones, en temas de sacramentos y de liturgia, que la misma Iglesia vea como más urgentes y necesarias en este momento, para el mayor bien espiritual y cristiano de los fieles.

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Vocación bella y terrible…

Lunes, 11 de junio de 2018
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Dedicado a nuestros hermanos y hermanas en el presbiterado. Del blog de Amigos de Thomas Merton:

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“¡Cuán bella y cuán terrible es a un tiempo la vocación sacerdotal! Un hombre, débil como cualquier otro, imperfecto como cualquiera, tal vez con menos dotes que muchos de aquellos a quienes es enviado, tal vez menos inclinado a la virtud que muchos de ellos, se encuentra dividido sin posibilidad de escape entre la misericordia infinita de Cristo y el casi infinito espanto del pecado del hombre. No puede evitar que en el fondo de su corazón sienta algo de la compasión de Cristo por los pecadores, algo del aborrecimiento del Eterno Padre al pecado, algo del amor inexpresable que lleva al Espíritu de Dios a consumir el pecado en el fuego del sacrificio. Al mismo tiempo puede sentir en sí mismo todos los conflictos de la debilidad, la irresolución y el temor humanos, la angustia de la incertidumbre, el desamparo y el miedo, el fuego ineludible de la pasión. Todo lo que él aborrece en sí mismo se le vuelve más aborrecible a causa de su infinita unión con Cristo. Pero también a causa de su misma vocación él está obligado a encarnar con resolución la realidad del pecado en sí mismo y en otros. Está obligado por vocación a luchar contra ese enemigo. No puede eludir el combate. Un combate que él por sí solo nunca podrá ganar: tiene que dejar que Cristo luche contra el enemigo en él; debe luchar en el terreno escogido por Cristo y no por él. Ese terreno son la cumbre del Calvario y la Cruz. Pues, para decirlo de una vez, el sacerdote no tiene sentido en el mundo sino es para perpetuar en éste el sacrificio de la Cruz y para morir con Cristo en la Cruz por amor de aquellos a quienes Dios quiere que el sacerdote salve” (1956).

*

Thomas Merton
sobre el sacerdocio, en Los hombres no son islas
(Capítulo VIII, La vocación, páginas 133-135).

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IMPRESENTABLE: Francisco, sobre la entrada de homosexuales al seminario: “Si hay dudas, mejor que no entren”

Viernes, 25 de mayo de 2018
Comentarios desactivados en IMPRESENTABLE: Francisco, sobre la entrada de homosexuales al seminario: “Si hay dudas, mejor que no entren”

papa-franciscofrases-citas-y-pensamientos-31Podríamos ser durísimos pero los gestos del verdadero Bergoglio ya no engañan a nadie. Eso sí, comparar Homosexualidad con Pederastia, es sencillamente una canallada.

El Papa pide un “cuidadoso discernimiento” sobre las vocaciones al sacerdocio

Invita a evitar riesgos que pueden poner en peligro la vida del seminario

¿Se puede admitir a los jóvenes que tienen dudas sobre su homosexualidad?Ante la duda, mejor que no entren, apuntó el Papa en un encuentro con los obispos italianos, reunidos en el Vaticano.

Se debe tener “cuidado con las admisiones a los seminarios, los ojos abiertos”, apuntó el Papa, de acuerdo con Vatican Insider. Francisco también habló de la disminución de las vocaciones, una de sus tres preocupaciones para la Iglesia italiana; sin embargo, fue más directo e invitó a los obispos a preocuparse por la calidad de los futuros sacerdotes, más que en la cantidad, y mencionó explícitamente los casos de personas homosexuales que desean, por diversas razones, ingresar al seminario.

Luego invitó a los obispos de la Conferencia Episcopal de Italia (CEI) a un “cuidadoso discernimiento”, y agregó: “Si tienen la más mínima duda, es mejor no dejarlos entrar”.

Expresando su profunda preocupación, el Papa advirtió que estas tendencias, cuando están “profundamente arraigados” y llevan a “la práctica de actos homosexuales” pueden poner en peligro la vida del seminario, y pueden generar esos “escándalos” que “desfiguran el rostro de la Iglesia“.

Este mensaje del Papa se asocia a su preocupación por los problemas que se produjeron en seminarios donde obispos y superiores religiosos confiaron la dirección a sacerdotes sospechosos de practicar la homosexualidad.”

Lo expresado por Francisco va en línea con el documento Ratio Fundamentalis, publicado en diciembre de 2016 por la Congregación para el Clero. Es un espeso documento, titulado “El don de la vocación sacerdotal”, con la que el dicasterio ha actualizado las normas, costumbres y disfraces para acceder al seminario, brindando sugerencias prácticas sobre salud, nutrición, actividad motriz y descanso.

En el párrafo 199 se lee:

“En lo que respecta a las personas con tendencias homosexuales que acuden a los seminarios, o descubren en el transcurso de la formación esta situación, de acuerdo con su magisterio, la Iglesia, mientras que profundamente el respeto a las personas en cuestión, aquellos que practican la homosexualidad no pueden ser admitidos al seminario y a las órdenes sagradas, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la llamada cultura gay”.

Las expresiones del Papa se dan a conocer después de que el periodista chileno Juan Carlos Cruz, una de las víctimas emblemáticas de los abusos sexuales del sacerdote Fernando Karadima, expresara que el Papa le había dicho que Dios “lo había hecho gay” y lo quería tal cual es.


Fuente Religión Digital/Valores Religiosos

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , ,

Cardenal Joseph Tobin: “Jesucristo no hizo ningún pronunciamiento” sobre gays, aborto o anticonceptivos

Lunes, 8 de enero de 2018
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cardtobincssr“No hay ninguna razón teológica por la que una mujer no pueda ser cardenal”

“Entiendo la frustración. Tengo ocho hermanas. Sé que para algunas mujeres esto las aleja” 

(Cameron Doody).- “No hay ninguna razón teológica convincente por la que el Papa no pueda nombrar cardenal a una mujer”. El cardenal de Newark, Joseph Tobin, ha denunciado el “escollo” que representa para muchos el hecho de que las mujeres no pueden ascender a cargos de alta responsabilidad en la Iglesia.

En una entrevista con el New York Times, el purpurado norteamericano ha simpatizado con la sensación generalizada de frustración y retroceso que produce la continuada prohibición de la Iglesia a que las mujeres puedan recibir las órdenes sagradas.

“Es un escollo para la gente, especialmente en este país y en esta cultura, que mientras todas las áreas de la vida se van abriendo a las mujeres este ministerio particular no lo hace“, ha deplorado Tobin. “Entiendo la frustración. Tengo ocho hermanas. Sé que para algunas mujeres este tipo de escollo las aleja de la Iglesia.

Pero aunque no puedan acceder al sacerdocio, el arzobispo de Newark es optimista. No solo porque “el Papa Francisco ha prometido encontrar un papel más incisivo en la Iglesia para las mujeres” que “tiene que ir más allá” de los “incidentes aislados de mujeres siendo nombradas a puestos bastante influyentes en la Curia Romana”. También porque la pertenencia al Colegio cardenalicio no tiene por qué ir ligada a si uno es cura, ya que, como ha recordado Tobin, “en el siglo XIX había laicos que eran cardenales”.

Además del papel de la mujer en el catolicismo, el cardenal también se mostraba especialmente preocupado en la entrevista por los refugiados e inmigrantes, y eso a expensas de las tres preocupaciones tradicionales de la Iglesia –la homosexualidad, el aborto y los contraceptivos– sobre las cuales, a juicio de Tobin, “Jesucristo no hizo ningún pronunciamiento”.

Realmente creo que la administración actual está avanzando hacia una deportación masiva, confesó el purpurado. “Mi gente ya está aterrorizada. Mucho me temo que a no ser encontremos una manera de convertir a los corazones, la vayan a hacer”, añadió, explicando que, bajo su punto de vista, los EEUU están desarrollando una “catarata nacional” que les impide ver humanamente a los marginados, en fuerte contraste con las maneras de Jesucristo.

Lo que hacía el Señor, explicó Tobin, era “criticar en términos inequívocos a las personas que no ven [a los pobres], que no los ven tal y como son”. La misma ceguera, lamentó, que afecta actualmente a los gobernantes del país norteamericano.

 

Fuente Religión Digital

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , , , , , , ,

“Mesa compartida, sí. Ni sacrificio, ni sacerdocio”, por José María García-Mauriño.

Jueves, 19 de octubre de 2017
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eucaristia0Todas las culturas tienen su religión. Todas las religiones tienen su sacerdocio. Esta institución, la religión, tiene la tarea de mediación entre los dioses y el pueblo. Los dioses imponen su voluntad a la gente, tienen que cumplir las normas que provienen del Olimpo. Y el que no las cumpla es objeto de castigo, personal o socialmente. Se castiga a los individuos y al pueblo entero que no cumplen sus mandatos. Las enfermedades son un “castigo” divino, personal. Las tormentas, la sequía, son un castigo colectivo. Así, Júpiter, el rey de los dioses, se “enfada” enviando rayos y truenos, al territorio de un pueblo que no obedece sus órdenes. Entonces, el sacerdote ofrece sacrificios para aplacar la ira de los dioses. El sacerdote es un ser especial, apartado de la gente, una persona sagrada y consagrada para ejercer un culto a los dioses. Es una persona que tiene poder para tener propicios a los dioses, celebrando cultos, sacrificios, ritos expiatorios, como la inmolación del cordero pascual. Se le da carácter divino, como personas escogidas por dios. Existe, pues, una relación entre el sacerdote, el sacrificio y el pueblo. El acceso al dios se realiza mediante los ritos que el sacerdote ofrece a los dioses, en reparación por los pecados. El sacerdote está más cerca del dios que el resto de la gente. Por eso, se acude a él y le ofrecen dones, animales, dinero, etc. para estar a buenas con dios.

Esta mentalidad ancestral es la que se ha trasladado al cristianismo. El sacerdocio hace de mediación entre Dios y la comunidad cristiana. El sacerdocio de Cristo es el único mediador entre el Padre y los fieles. Los fieles han pecado, han desobedecido órdenes, mandatos, (los 10 mandamientos), y necesitan una reparación para no cargar con la ira de Dios (“ab ira tua, libera nos, Domine”. “De tu ira líbranos Señor”, ¿recuerdan?) La muerte de Cristo, dicen algunos teólogos, es una reparación sacrificial por nuestros pecados. Esto es lo que dice la teología tradicional. “Dios no perdona ni a su propio Hijo y lo entrega por todos nosotros”. La idea de que Dios necesita del sacrificio y muerte, para perdonar los pecados, es sencillamente repugnante. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Acaso la muerte de Cristo fue un sacrificio sacerdotal? Recuerdo la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”.

Las primeras comunidades judeocristianas asocian la celebración eucarística con los sacrificios del AT que están muy presentes en su cultura religiosa. Eran práctica habitual en el templo de Jerusalén. No podía ser de otro modo. Seguían lo ritos propios de las religiones antiguas. Durante mucho tiempo se decía, y todavía se sigue repitiendo, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Todo esto se ha ido fraguando en el cristianismo, y surge la imagen de la Eucaristía como sacrificio. Se repite el tema de las religiones: la liberación del pecado por medio del rito de la muerte. Se ha dicho con machacona insistencia por teólogos, pastores y el pueblo cristiano que el culto al que hay que asistir los domingos y fiestas de guardar, le llamen el “santo sacrifico de la Misa”. Resulta sorprendente la cantidad de veces que se emplea la palabra sacrificio en los textos de la Misa.

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso. El Señor reciba de tus manos este sacrificio

En la Plegaria Eucarística II, se dice textualmente:

“Así, pues, Padre, 
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo, 
de su admirable resurrección y ascensión al cielo, 
mientras esperamos su venida gloriosa, 
te ofrecemos, en esta acción de gracias, 
el sacrificio vivo y santo.

De nuevo, el sacrificio. Pero continúa la Plegaria

“Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, 
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación 
quisiste devolvernos tu amistad,…”

Estas frases suenan a blasfemia: Dios nos devuelve su amistad gracias a la inmolación de una víctima que es su Hijo… El Hijo es sustituido por el Cordero. Y el cordero hay que inmolarlo en el altar de los sacrificios para aplacar al Dios que está enojado con su pueblo por sus pecados ¿Tan cruel es Dios? ¿Necesita la sangre y la sangre de su Hijo, para recuperar la amistad con los seres humanos (SH)? El Dios de Jesús no necesita sangre para perdonar los pecados. Jesús fue ejecutado, no “sacrificado”. Se ha sustituido el altar por la mesa. El sacrificio, por el disfrute de la mesa compartida, es decir, por la comensalía, en la que se comparte la comida para todos, que nadie pase hambre en el mundo, se comparte la vida, para todos los seres humanos, porque todos son hijos de Dios.

El rito, el culto religioso, que se realiza es para establecer o restablecer, la comunicación con Dios. Cristo estableció una comunicación perfecta, directa y definitiva entre el SH y Dios. No necesita de mediaciones. Jesús, al morir como murió, no ofreció a Dios, ni un rito religioso, ni una ceremonia sagrada, ni un culto reparador, sino que se ofreció a sí mismo. No ofreció sangre de animales, ni pan ni vino, sino que ofreció su vida, su propia sangre. Su ofrenda consistió en ofrecer su propia humanidad. Jesús rompió con las normas y prácticas religiosas, porque para él lo importante no son los ritos sagrados que le relacionan con Dios, sino la relación humana solidaria entre todos los seres humanos en la realidad de la vida, la fraternidad universal. Lo importante en cualquier religión, no es Dios, sino la gente, las personas. Dios no necesita nuestra adoración, ni nuestra alabanza ni nuestro servicio, ni nuestros ritos. Para muchos jerarcas, sacerdotes y teólogos, el culto es el centro de la religión. Es lo que pasa en muchas religiones que el culto lo es todo. En la iglesia católica actual el culto tiende a ser casi la única expresión de la iglesia.

La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los seres humanos otro camino de relación con Dios, distinta del culto, de lo sagrado, distinta de los ritos y ceremonias religiosas. Es decir, el camino sencillo de la relación con el prójimo que no pasa por la Ley. Y la relación ética, no religiosa, vivida como servicio al prójimo y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Jesús abrió otra vía de acceso a Dios a través de su propia persona, aceptando pagar con su vida al combatir esa creencia de que el culto religioso de los sacerdotes tenía el monopolio de la salvación. La salvación venía de otra parte. Jesús denunció los abusos del poder religioso y del poder político. “Jesús dejó sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la historia.” (González Faus) En adelante ya no hay sacerdocio que valga. La comunicación con Dios es una relación filial, de Padre a Hijos, no de mediación sacerdotal. Ni el sacerdocio personal, ni el llamado sacerdocio de los fieles.

Sacerdocio, propiamente tal, no existe ninguno en la Iglesia. En todo el N.T. sólo se habla de sacerdocio cristiano aplicándolo a Cristo, pero en el sentido de una transformación revolucionaria en el concepto mismo de sacerdocio. Porque el sacerdocio de Cristo no es un sacerdocio ritual, sino existencial. Es decir, se trata del sacerdocio que se realiza y se vive en la existencia entera. No limitado a los ritos y ceremonias del Templo y del culto sagrado.

En la Iglesia se empezó a hablar de sacerdocio en el s. III, aplicado a los dirigentes (presbíteros) de las comunidades. Hay una alusión en la 1 Carta de Pedro donde se habla de un “pueblo sacerdotal”, pero eso no pasa de ser una pura denominación. Y además una usurpación que hizo la Iglesia de algo que correspondía, más bien, al judaísmo.

El sacerdocio de los fieles, del pueblo de Dios, es una de tantas interpretaciones, bonita, pero innecesaria. ¿Qué intermediación o qué sacrificio ofrecen? La comunidad como tal no es tampoco mediadora entre Dios-Padre y los creyentes. Son los creyentes mismos los que se relacionan directamente con Dios. La religión que Dios quiere, la comunicación con Dios que nos ha dejado Jesús como horizonte, es el culto, personal y comunitario de la propia vida, la vida honrada, honesta, bondadosa, compasiva, servicial y solidaria.

José María García-Mauriño

Enero de 201

Fuente Fe Adulta

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“Sí, soy homosexual, y vivo mi llamada al sacerdocio desde la castidad acogida con alegría”

Domingo, 9 de julio de 2017
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estu_560x280¿Qué significa eso de que “Sí, soy homosexual”… ” pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida.” ???

Alfonso Ruiz de Arcaute estudia Teología en la Facultad de Vitoria

Carta al Papa de Alfonso Ruiz de Arcaute, vetado por Elizalde para el sacerdocio

“La orientación sexual es la que es. La vida, la vocación y el compromiso también es el que es”

(Jesús Bastante).- Alfonso Ruiz de Arcaute vive en Vitoria, acaba de cumplir 50 años y preside la celebración de la palabra en su comunidad de Santa Teresa de Jesús. Con 14 años, sufrió abusos por parte de un religioso. Lejos de perder la fe, continúo participando en la vida parroquial. Desde hace unos años, siente con fuerza la llamada al sacerdocio.

Así se lo contó a su obispo, Juan Carlos Elizalde, a quien “le conté los abusos sufridos, la experiencia en la Orden de Predicadores, mi trabajo pastoral posterior, mi etapa de pareja con un chico hace ya bastantes años, y mi compromiso eclesial actual en la parroquia y en el estudio de la teología”. De hecho, estudió hace años en San Esteban (de los dominicos en Salamanca), y ahora concluye Teología en la Facultad de Vitoria.

El obispo, sin embargo, “ve inviable el camino hacia el sacerdocio” por su tendencia homosexual, pese a que “llevo varios años viviendo desde la castidad acogida con alegría al poner en mi compromiso eclesial el centro de mi vida”.

comunidad-de-santa-teresa-en-vitoriaUn aparente callejón sin salida (Elizalde sólo le ofrecía que, si lo tenía tan claro, buscara un obispo que le ordenase), para el que Alfonso propuso una solución: escribir una carta al Papa Francisco, contando su desgarradora -y esperanzadora- historia. El obispo se comprometió a entregar en mano a Bergoglio. Semanas después, se le ha solicitado que vuelva a enviarla, por otro conducto.

“Sí, yo soy homosexual y cada día doy gracias a Dios por haberme creado tal como soy, con todas mis virtudes y todos mis defectos, con mi personalidad entera. Pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida”, explica

Alfonso pide al Papa que acepte su vocación, pues “de esta forma se evitaría también la circunstancia tan injusta de que aquel que en su día abusó sexualmente de mí pueda seguir ejerciendo su sacerdocio mientras que yo, víctima de la situación, veo negado el acceso”.

Ésta es su carta al Papa Francisco:

Padre Francisco: jamás imaginé que iba a encontrarme escribiendo una carta al Papa. Mi nombre es Alfonso, tengo cuarenta y nueve años y vivo en Vitoria-Gasteiz, una pequeña ciudad en el norte de España donde siempre he desarrollado mi vida como agente de pastoral en ambiente parroquial.

Desde pequeño he participado en diversos grupos. Desgraciadamente a partir de los 14 años sufrí abusos por parte de un religioso de la parroquia. Sin embargo esto no me alejó de la comunidad sino que seguí participando en la vida parroquial hasta que decidí probar la vida religiosa con veinte años.

Aquello no fructificó pero seguí colaborando cada vez más activamente en la vida parroquial. Ahora mi trabajo pastoral se desarrolla en la Comunidad Parroquial Santa Teresa de Jesús, donde desarrollo diversos ministerios, incluido la presidencia de la celebración de la Palabra. Además participo activamente en la animación y planificación de toda la vida parroquial en comunión con Tasio, nuestro párroco.

El trabajo pastoral y el contacto directo y continuado con la comunidad ha hecho que a lo largo de estos dos últimos años haya vuelto a surgir de manera muy fuerte la llamada al sacerdocio. La oración, la búsqueda junto a personas muy significativas en mi vida, tanto seglares, como religiosos o sacerdotes, y el impulso y ánimo de una comunidad que desea y alienta mi compromiso eclesial, me ha llevado a pedir a mi obispo la admisión al seminario con vistas a la ordenación sacerdotal.

Con mi edad y trayectoria vital, consideré oportuno que el obispo conociera toda mi vida y circunstancias, con mayor razón todavía al ser recién nombrado y llegado a la diócesis. Por eso, con toda sinceridad, le conté los abusos sufridos, la experiencia en la Orden de Predicadores, mi trabajo pastoral posterior, mi etapa de pareja con un chico hace ya bastantes años, y mi compromiso eclesial actual en la parroquia y en el estudio de la teología.

Desgraciadamente, basándose en la instrucción del año 2005 sobre la admisión a las Órdenes Sagradas de las personas homosexuales, mi obispo ve inviable el camino hacia el sacerdocio. Yo, desde la lectura atenta del documento me hago varias preguntas que hoy quiero compartir con usted, Padre Francisco, para buscar luz en la respuesta a la llamada que cada vez siento con mayor fuerza.

El citado documento prohíbe la acogida a las Órdenes a aquellos que practiquen la homosexualidad. Creo que es algo evidente, igual que a aquellos que practiquen la heterosexualidad pues al sacerdote se le pide una vida entregada desde el celibato. Personalmente llevo varios años viviendo desde la castidad acogida con alegría al poner en mi compromiso eclesial el centro de mi vida.

De igual manera se prohíbe la acogida a aquellas personas que presentan una tendencia homosexual profundamente arraigada. Sinceramente creo que quien presente una tendencia heterosexual profundamente arraigada tampoco debería ser acogido al sacerdocio. Sí, yo soy homosexual y cada día doy gracias a Dios por haberme creado tal como soy, con todas mis virtudes y todos mis defectos, con mi personalidad entera. Pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida.

Finalmente, también prohíbe la acogida a aquellas personas que defienden la cultura gay. Si por defender la cultura gay se entiende defender a los que sufren porque se ven marginados, atacados incluso físicamente o rechazados social, eclesial o familiarmente, sí me pongo a su lado, como al lado de los marginados de cualquier condición.

Y por todo ello, Juan Carlos, nuestro obispo, considera que no puedo ser admitido al sacerdocio. Sin embargo, humildemente, creo que se centra en la letra de la ley y no en su espíritu: se ha de exigir una madurez afectiva suficiente. Creo que el no esconderme y ser siempre sincero me ha ayudado a alcanzar esta madurez. Me gustaría que mi obispo hubiera consultado con aquellas personas que me conocen, aquellas con quien comparto mi vida académica en la facultad de teología, aquellos con los que he compartido fe y vida en la Orden de Predicadores o con las que comparto ilusiones y decepciones, alegrías y tristezas, preocupaciones, labor pastoral y sobre todo oración y celebración de la fe en mi comunidad. Quizá puedan dar cuenta de mi madurez afectiva y de mi vocación sacerdotal.

De esta forma se evitaría también la circunstancia tan injusta de que aquel que en su día abusó sexualmente de mí pueda seguir ejerciendo su sacerdocio mientras que yo, víctima de la situación, veo negado el acceso.

Por eso me atrevo, Padre Francisco, a pedirle mirar con ojos de misericordia y desde el discernimiento personal y no únicamente desde la legislación, cambiante por otra parte, las vocaciones sacerdotales y la mía en concreto. La orientación sexual es la que es. La vida, la vocación y el compromiso también es el que es. Ojalá el sábado no siga cerrando los caminos del hombre.

Daniel Ricardo, un joven preuniversitario venezolano que habitualmente confronta su vida de fe conmigo me escribía el otro día: “tu caso me recuerda a Fray Martín de Porres. En el seminario no le querían porque era negrito y eran racistas y le costó mucho que le admitieran. Pero mira ahora, él es santo y hemos logrado acabar con el racismo”. Esta frase ha sido uno de los mayores alientos para atreverme a escribirle.

Me he alargado mucho más de lo que era mi intención. Le agradezco profundamente el tiempo que me ha dedicado, pero le agradezco todavía mucho más el nuevo impulso e ilusión que está generando en nuestra Iglesia.

Desde el primer día que nos lo pidió en el balcón de San Pedro le he hecho caso y he rezado por usted y lo seguiré haciendo. Ahora, con emoción, le pido que rece también usted por mi.

En Jesús, nuestro hermano mayor, el Señor del sábado, un abrazo fraterno

N. de la R.: este escrito fue entregado en mano, hace unos meses, por el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, al Papa Francisco. Hace unas semanas, se pidió al autor que lo hiciera llegar directamente al Pontífice.

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Fuente Religión Digital

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La gracia (o no) de ser mujer

Domingo, 26 de marzo de 2017
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“‘Ordinatio sacerdotalis’, una puerta mal cerrada”

“El machismo tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia” 

(Manuel Regal).- Hace pocos días Christina Moreira hizo pública a través de los medios de comunicación su condición de mujer ordenada como cura y de su práctica pastoral como tal en la comunidad “Home Novo” de A Coruña.

La primera mujer gallega, la primera también española que da este paso, dentro de las 240 existentes en todo el mundo, entre las que se encuentra una docena de mujeres obispas, eso sí, sin ninguna estructura de poder. Lo hacía siendo conocedora de que con todo eso ella y la comunidad que la acompaña rompían con las normas eclesiásticas vigentes, pero desde el convencimiento de que respondía así a una vocación personal muy discernida, asentada en la condición de igualdad que hombre y mujer tienen por naturaleza como miembros de la familia cristiana a través del bautismo.

Ya hemos transmitido en estas mismas páginas nuestro opinión sobre la cuestión de la ordenación de las mujeres como cuidadoras de la comunidad. Cuando después del Vaticano II el Papa Paulo VI hubo de dar respuesta a la demanda eclesial de un debate sobre la cuestión, solicitó el parecer al respecto de un equipo de expertos en temas bíblicos; estos manifestaron unánimemente que desde un punto de vista exegético no había ningún impedimento para que las mujeres pudiesen ser ordenadas como cuidadoras de la comunidad.

Aún así, por indicación de este Papa, la Comisión para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Seper, en el año 1976, publicó la declaración Inter insigniores, en la que se cerraba esta posibilidad echando mano básicamente de dos argumentos: Cristo, designando a los Doce apóstoles creó el servicio sacerdotal sólo para hombres, y la actuación sacramental in persona Christi demanda que sea hombre quien lo pueda representar.

Pensamos, con muchísimas personas creyentes, con muchísimos teólogos también, que esos dos argumentos son muy discutibles; el primero, porque no existe la seguridad de que la designación de los Doce hubiese tenido para Jesús el alcance de crear un cuerpo sacerdotal tal como después fue apareciendo en la Iglesia; y el segundo, por lo mismo y además porque condicionar con el sexo la capacidad representativa de Cristo, hoy parece simplemente aberrante. Quién mejor representará a Cristo será la persona, hombre o mujer, que más viva en la actitud de servir hasta el extremo de dar la vida.

Pero esos fueron también los argumentos de los que echó mano el Papa Juan Pablo II para cerrar el debate en su breve carta Ordinatio sacerdotalis del año 1994. Y así no tiene reparos en afirmar en ella que es “una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del Universo”(n. 3). Permítaseme la vulgaridad, pero es mucho decir de Dios poder afirmar tal cosa por muy Papa que uno sea, máximo cuando no existen evidencias que lo justifiquen y las consecuencias son tan graves para todo el conjunto eclesial y para la mujeres en concreto, en un momento histórico en el que el feminismo se presenta como un signo de los tiempos que demanda escucha fiel, discernimiento atento y prácticas cuidadosamente maduradas.

Sin dudar para nada de sus rectísimas intenciones, a muchísimas personas de la Iglesia esa declaración nos ha llegado como una manera de esquivar el debate de un tema ciertamente espinoso, pasándole al mismísimo Dios la patata caliente.

El arzobispado de Santiago, en su declaración esquemática y aséptica, no hace sino emplear estas mismas argumentaciones para declarar ilícita e inválida la ordenación como cura de Christina Moreira y, por lo tanto, también los sacramentos que ella y su comunidad realizan y viven.

Pero así están las cosas. El deseo del Papa Juan Pablo II de que el asunto quedase definitivamente cerrado no se ha cumplido, porque la sociedad está ahí apretando y porque una parte muy considerable de la Iglesia seguimos pensando que esa fue una puerta mal cerrada.

Corremos el riesgo de convertirnos en una institución anacrónica, quizás ya lo estamos siendo en buena medida, y no precisamente por apegarnos en cuerpo y alma al estilo de vida de Jesús, lo cual merecería la pena el aislamiento, sino por vincularnos artificialmente a unos modelos eclesiales que podrían cambiar precisamente buscando ser más fieles al espíritu de Cristo.

Algo que una vecina nuestra, mujer de aldea, sin conocimientos teológicos, pero con fina sensibilidad cristiana, resolvía a su manera con esta argumentación simple en un momento en que en pequeño grupo se hablaba de estas cosas: “A mí me da igual que el médico sea hombre o mujer, que el profesor de nuestros hijos sea hombre o mujer, que el veterinario sea hombre o mujer; yo lo que quiero es que sea buena persona y que cumpla bien su oficio”. Lo más sencillo es casi siempre lo más verdadero.

La respuesta en los medios digitales ante la actuación de Christina Moreira demuestra hasta qué punto la desconsideración hacia la mujer, el machismo, tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia, como la tiene también por desgracia en la sociedad de la que formamos parte.

Suponemos que Christina Moreira hace pública su condición y práctica de cura porque lo ve como algo normal, porque entiende que puede ser un signo profético en bien de la Iglesia y de las mujeres, porque piensa que puede ayudar a que el debate se mantenga vivo a pesar de todo. Suponemos que estará dispuesta a poner las espaldas bajo los golpes que le van a caer encima, como le caen a quien a tales cosas se arriesga. Deseamos que pueda vivir todo esto sin afán ninguno de méritos y prestigios cristianamente anacrónicos. De nuestra parte reciba respeto, cierta admiración y agradecimiento y oración: que los golpes no la hundan, que los aplausos no la confundan. Y Dios dirá.

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“El futuro de la Iglesia”, por José Mª Castillo

Sábado, 4 de febrero de 2017
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sacerdote02De su blog Teología sin Censura:

Tal como se han puesto las cosas, en el momento que vivimos, el futuro de la Iglesia da que pensar. Porque produce la impresión de que la Iglesia, tal como está organizada y tal como funciona, tiene cada día menos presencia en la sociedad, menos influjo en la vida de la gente y, por tanto, un futuro bastante problemático y demasiado incierto.

Cada día hay menos sacerdotes, cada semana nos enteramos de conventos que se cierran para convertirlos en hoteles, residencias o monumentos medio arruinados. El descenso creciente en las prácticas sacramentales es alarmante. Más de la mitad de las parroquias católicas de todo el mundo no tienen párroco o lo tienen nominalmente, pero no de hecho.

Hace pocos días, el papa Francisco decía en una entrevista: “El clericalismo es el peor mal de la Iglesia, que el pastor se vuelva un funcionario”. Y es verdad que hay curas, que se metieron en un seminario o se fueron a un convento, porque no querían pasarse la vida siendo unos “nadies” que no pintan nada en la vida. Esto sucede así, más de lo que imaginamos.

Pero, aunque se trate de personas generosas y decentes, ¿cómo no van a terminar siendo meros “funcionarios” unos individuos, que, para cumplir con sus obligaciones, tienen que ir de un lado para otro, siempre de prisa, sin poder atender sosegadamente a nadie? Y conste que me limito a recordar sólo esta causa de que en la Iglesia haya tantos “clérigos funcionarios”. No quiero ahondar en la raíz profunda del problema, que no es otra que la cantidad de individuos que se hacen curas porque, en el fondo, lo que quieren es tener un nivel de vida, una dignidad o una categoría, que no se corresponden ni con el proyecto de vida que nos presenta el Evangelio, ni con lo que de ellos espera y necesita la Iglesia.

Además – y esto es lo más importante -, ¿es la Iglesia una mera empresa de “servicios religiosos”? ¿cómo puede ser eso la Iglesia, si es que pretende mantener vivo el recuerdo de Jesús de Nazaret, que fue asesinado por los hombres del sacerdocio y del templo, los más estrictos representantes de los “servicios religiosos”?

Ya sé que estas preguntas nos enfrentan a un problema, que la teología cristiana no tiene resuelto. Pero hay cosas, que la Iglesia tuvo muy claras, en tiempos ya lejanos, y que hoy nos vendría muy bien recuperar. Me refiero en concreto a dos asuntos capitales: la “vocación” al ministerio pastoral y la “perpetuidad” de dicho ministerio.

La vocación. Se entiende por “vocación” un “llamamiento”, una llamada. Por eso decimos que se va al seminario o entra en el noviciado el que se siente “llamado” para eso. Pero llamado, ¿por quién? Desde hace siglos, se viene diciendo que el obispo “ordena de sacerdote” al que es “llamado por Dios”. Pero es claro que a cualquiera se le ocurre preguntarse: ¿y por qué será que ahora a Dios se le ocurre llamar a menos gente precisamente en los países más necesitados de buenos párrocos, teólogos, etc? No. Eso de que la vocación es la llamada de Dios, eso no hay quien se lo crea en estos tiempos. ¿Entonces…?

El mejor historiador de la teología de la Iglesia, Y. Congar, publicó en 1966 un memorable estudio (“Rev.Sc.Phil. ey Théol. 50, 169-197) documentado hasta el último detalle, en el que quedó demostrado que la Iglesia, desde sus orígenes hasta el s. XIII, no ordenaba (de sacerdote o de obispo) al que quería ser ordenado y alcanzar la dignidad que eso lleva consigo, sino al que no quería. La vocación no se veía como un llamamiento de Dios, sino de la comunidad cristiana, que era la que elegía y designaba al que la asamblea consideraba como el más capacitado para el cargo. Es lo que se venía haciendo en las primeras “iglesias” ya desde la misión de Pablo y Bernabé, que elegían “votando a mano alzada” (“cheirotonésantes”) (Hech 14, 23) a los ministros de cada comunidad.

¿No ha llegado todavía la hora de ir modificando la actual legislación canónica, para recuperar las sorprendentes intuiciones organizativas que vivió la Iglesia en sus orígenes?

La perpetuidad. Desde la tardía Edad Media, se viene repitiendo en teología que el sacramento del orden “imprime carácter”, un “signo espiritual e indeleble”, que marca al sujeto para siempre (Trendo, ses. VII, can. 9. DH 1609). El concilio no pretendió, en este caso, definir una “doctrina o dogma de fe”. Porque el tema del “carácter” fue introducido en teología por los escolásticos del s. XII. Y, en definitiva, lo único que se veía como seguro es que hay tres sacramentos, bautismo, confirmación y orden, que solo se pueden administrar una vez en la vida, es decir, son irrepetibles, como indica el citado canon de Trento.

Lo importante aquí está en saber que, durante el primer milenio, la Iglesia enseñó y practicó de manera insistente lo que repitieron y exigieron los concilios y sínodos de toda Europa. A saber: los clérigos, incluidos los obispos, que cometían determinadas faltas o escándalos (que detallaban los concilios), eran expulsados del clero, se les privaba del ministerio, perdían los poderes que les había conferido la ordenación sacerdotal y, en consecuencia, quedaban reducidos a la condición de laicos.

Este criterio se repitió tantas veces, durante más de diez siglos, que la Iglesia se comportaba, en aquellos tiempos, como cualquier otra institución que se propone ser ejemplar. Los responsables, que no son ejemplares, no son trasladados a otra ciudad o se les encierra en un convento. Se les pone de patas en la calle. Y que se busquen la vida, como cualquier otro funcionario, que no cumple con sus obligaciones.

Si la Iglesia quiere en serio acabar con los clérigos funcionarios y con los clérigos escandalosos no puede depender de los jueces y tribunales civiles. Tiene que ser la misma Iglesia la que les quite la llamada “dignidad sacerdotal” a los “trepas”, a los “vividores”, a los “aprovechados”, que se sirven de la fe en Dios, del recuerdo de Jesús y su Evangelio, para disfrutar de un respeto o de una dignidad que, en realidad, ni tienen, ni merecen.

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