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Católicos LGBTQ+ celebran a la mujer sacerdote que ministra con ellos

Martes, 24 de octubre de 2023
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IMG_0915Rda. Ann Penick rodeada de miembros y amigos de Dignity/Washington.
(Washington Blade photo by Lou Chibbaro, Jr.)

Un grupo católico LGBTQ+ en Washington, D.C., celebró recientemente una misa en honor a una sacerdotisa que ha servido a su comunidad desde 2017.

El The Washington Blade destacó esta reciente celebración de la Misa, que tuvo lugar en la Misa semanal de Dignity/Washington (D/W), un capítulo de Dignity/USA, una organización nacional de miembros católicos LGBTQ+ y aliados. La sacerdote es la Rev. Ann Penick, ordenada por la Association of Roman Catholic Womanpriests (Asociación de Sacerdotes Católicas Romanas), una organización de mujeres católicas ordenadas cuyas raíces de ordenación se remontan a un grupo de mujeres ordenadas en secreto por un obispo católico.

Daniel Barutta, miembro de la comunidad D/W, compartió que “Somos muy afortunados de tenerla… Ella es simplemente una estrella brillante para las mujeres”. Continuó afirmando la importancia de tener mujeres como líderes dentro de la iglesia: “Realmente esperamos que Dignity/Washington lidere la iglesia, mostrándole qué dirección tomar en términos de empoderar a las mujeres y tenerlas como nuestras líderes espirituales”.

Aunque las Mujeres Sacerdotes Católicas Romanas afirman su propia sucesión apostólica dentro de la iglesia, ya que las primeras mujeres ordenadas fueron ordenadas por un obispo, la iglesia institucional no reconoce la legitimidad de las Mujeres Sacerdotes.

En apoyo de la Rev. Penick y la ordenación de mujeres en general, Dignity/Washington declaró:

Rdo. La ordenación de Ann Penick como sacerdote católica, y la ordenación de sacerdotisas como ella, representa un paso adelante en el viaje continuo de la Iglesia Católica hacia una mayor inclusión y reconocimiento de las diversas vocaciones dentro de sus filas… Dignity Washington se siente profundamente honrada de apoyar su ministerio y aquellos de otras mujeres sacerdotes”.

La hermana Jeannine Gramick, SL, cofundadora del New Ways Ministry, apoyó la celebración de Dignity de la Rev. Penick mientras comparte su creencia de que algún día las mujeres serán ordenadas dentro de la Iglesia Católica. Ella afirmó:

“No hay ninguna razón teológica, sólo cultural, por la que las mujeres no han sido ordenadas sacerdotes… Creo que una organización católica que ordena mujeres sacerdotes está viviendo sus creencias sinceras y profundamente arraigadas y preparando a la comunidad en general para lo que eventualmente sucederá. pasar… No todos llegan al destino al mismo tiempo, y admiro a aquellos que con el coraje de sus convicciones marcan el camino”.

Como comentó la hermana Gramick, el trabajo hacia la inclusión en la iglesia es el trabajo de “preparar a la comunidad en general para lo que eventualmente sucederá”. Esta preparación de la que ella habla debe realizarse de múltiples maneras dentro de la iglesia.

Al celebrar a la Rev. Penick, Dignity muestra cuán interconectadas están la equidad de género y la igualdad LGBTQ+. Para trabajar por la inclusión dentro de la Iglesia Católica, no debemos centrarnos de manera singular, sino que debemos unirnos para apoyar la inclusión dondequiera que se fomente. Dignity/Washington reconoce claramente que fomentar comunidades de fe de amor inclusivo en nuestra realidad presente incluye vivir la esperanza de una iglesia futura. Por lo tanto, mientras la Dignidad celebra la Rev. Penick celebran la esperanza de todos los excluidos de la iglesia institucional. Es importante permanecer unidos y reconocer que la igualdad LGBTQ+ en la iglesia se logrará en parte trabajando por la equidad de género.

—Liam Myers (él/él), 13 de octubre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Mujeres sacerdotes, imanas, rabinas”, por Juan José Tamayo teólogo

Lunes, 28 de agosto de 2023
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IMG_0130Leído en su blog:

“¿Es posible la existencia de una religión sin misoginia, sin discriminación de las mujeres?”

“He leído recientemente el libro de la escritora Yolanda Alba Sacerdotas. La mujer en las diferentes liturgias y religiones (Almuzara, Córdoba)”
“¿Mujeres sacerdotes, imamas, rabinas? Por supuesto que sí, responde la Alba. Y no como un capricho o privilegio feminista”

“Incluso en los monoteísmos masculinos encontramos el rostro femenino de Dios, que fue ocultado por las tradiciones patriarcales y por las interpretaciones androcéntricas”

“Me parece un signo esperanzador en el cambio de paradigma que se está produciendo en las religiones el que varios colectivos de mujeres pertenecientes a diferentes congregaciones religiosas católicas se incorporen a las multitudinarias manifestaciones del tan revolucionaria efeméride”

Las religiones siempre se han llevado mal con las mujeres. Es proverbial, más aún, un hecho empíricamente verificable, su misoginia, que las conduce, por lo general, a excluir a las mujeres del espacio de lo sagrado y de toda responsabilidad en las esferas del poder y del saber. ¿Será que Dios prohibe a las mujeres el acceso a lo sagrado, al sacerdocio, al imamato y al rabinato por ser impuras y, por ello, no pueden representar a la divinidad?

He leído recientemente el libro de la escritora Yolanda Alba Sacerdotas. La mujer en las diferentes liturgias y religiones (Almuzara, Córdoba) que responde negativamente a esta pregunta. Y lo hace no a la ligera, sino a través de un detallado y riguroso recorrido por la historia de las religiones desde las antiguas civilizaciones, del Nilo al Eúfrates, los cultos romanos, las druidesas celtas, pasando por el judaísmo, el cristianismo, el islam, el budismo, el hinduismo, las religiones africanas, las culturas y religiones de Indoamérica, Amerindia y Afroamérica. Y así hasta el siglo XXI donde la autora busca -y encuentra- a mujeres rabinas, sacerdotas, pastoras, obispas, ayatolás y sacerdotisas-brujas.

Ahí radica uno de los principales méritos de este libro: en que, frente a la pereza de muchos historiadores de las religiones a la hora de investigar sobre el papel fundamental de las mujeres en el terreno religioso, Yolanda Alba no se queda en la superficie y en los estereotipos patriarcales, generalmente negativos, sino que indaga, investiga, inquiere, busca –uso intencionadamente los cuatro verbos-, hasta encontrar el lugar protagónico que corresponde a las mujeres en el mundo de lo sagrado.

La autora ofrece un análisis dialéctico. Por una parte subraya el empoderamiento de las mujeres que se rebelan contra la marginación a la que son sometidas por el poder religioso en manos de los varones. Por otra, constata su papel subalterno y dependiente a partir de la inferioridad femenina, que se naturaliza y legitima apelando incluso al acto creador de Dios.

¿Mujeres sacerdotes, imamas, rabinas? Por supuesto que sí, responde la Alba. Y no como un capricho o privilegio feminista –el feminismo no defiende caprichos ni privilegios, sino derechos iguales-, sino como una legítima reivindicación en plena sintonía con la existencia de mujeres sacerdotes en todas las religiones a lo largo de la historia, con la teoría de género, las reivindicaciones de igualdad del feminismo y los movimientos feministas dentro de las religiones.

Hay una pregunta que recorre toda la obra: “¿Y si Dios fuera mujer?”. Quizá lo sea y la mayoría de las religiones lo han ocultado, al contar la vida y la historia de Dios y de los dioses desde la perspectiva del varón, al pasar del matrismo al patriarcado. “La historia y la teología patriarcales –afirma Yolanda Alba- omiten cualquier clase de información relacionada con la conquista de la diosa y la destrucción de la cultura que floreció en el pasado: la historia de esa época se enterró y solo ha surgido en la última mitad del siglo XX” (p. 83).

Incluso en los monoteísmos masculinos encontramos el rostro femenino de Dios, que fue ocultado por las tradiciones patriarcales y por las interpretaciones androcéntricas. La Biblia hebrea es un buen ejemplo de las imágenes femeninas con las que se presenta a Dios. La lectura feminista de los textos considerados sagrados de las religiones ayuda a recuperar dicho rostro.

Tras la lectura de esta excelente obra, me pregunto: ¿Es posible la existencia de una religión sin misoginia, sin discriminación de las mujeres? ¿Es posible una religión organizada desde la igualdad y la justicia de género? Es posible y necesario, pero no podemos negar que resulta difícil por la resistencia del patriarcado religioso, que presenta a Dios con atributos varoniles y convierte al varón en masculinidad sagrada, conforme a la afirmación de la pensadora feminista Mary Daly : “Si Dios es varón, el varón es Dios”.

Pero no por ello resulta imposible. Tenemos ejemplos en los movimientos de mujeres que resisten al patriarcado en el interior de las religiones y se organizan autónomamente, y en las numerosas experiencias igualitarias que se dan en las comunidades religiosas.

El feminismo como teoría crítica de la sociedad patriarcal, como movimiento social y como revolución reivindicativa de la subjetividad de las mujeres, constituye una excelente aliado para el objetivo de la creación de religiones y movimientos de espiritualidad, pensados organizados y vividos sin discriminación por razones de género, etnia, cultura, creencia religiosa, clase social, identidad sexual y discapacidad. A su vez, las religiones igualitarias son las mejores aliadas de las luchas feministas. Eso debería tenerlo en cuenta el movimiento feminista, que no siempre reconoce la importancia de los movimientos feministas dentro de las religiones en la lucha feminista

Me parece un signo esperanzador en el cambio de paradigma que se está produciendo en las religiones el que varios colectivos de mujeres pertenecientes a diferentes congregaciones religiosas católicas se incorporen a las multitudinarias manifestaciones del tan revolucionaria efeméride.

Estoy seguro de que este libro contribuirá al cambio de paradigma que se está produciendo en la sociedad y que debe producirse en las religiones: de la discriminación a la igualdad y a la justicia de género. Mi felicitación a la autora, Yolanda Alba, y mi invitación a que lean el libro los teólogos y dirigentes religiosos varones de las diferentes tradiciones religiosas y movimientos espirituales. Seguro que les (nos) ayudará a quebrar cráneos ideológicamente endurecidos, a liberarse (nos) de las estructuras mentales patriarcales excluyentes en las que con frecuencia suelen (solemos) estar cómodamente instalados y a abrir nuevos horizontes inclusivos fraterno-sororales.

¿Significa dicha liberación perder derechos? En absoluto. El único derecho que está aquí en juego es el de la igualdad entre hombres y mujeres. Y en la medida en que lo recuperen las mujeres, se habrá conseguido plenamente. Lo más contrario a los derechos humanos es la actual situación de la abismal desigualdad de género en las religiones, a decir verdad, en una más que en otras.

Con afirma Mary Wollstonecraft en su libro Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792, pionero del feminismo filosófico, “las desigualdades entre los hombres y las mujeres son tan arbitrarias como las referidas al rango, la clase o los privilegios”.

¿Significa esa liberación que los varones perdemos privilegios? Sin duda. Y  deberíamos ser nosotros ser los primeros en desprendernos de dichos privilegios, que no pueden confundirse con derechos, por mucho que sea el tiempo en que vienen disfrutándolos injustamente.

Termino con una apelación al feminismo, en este caso aplicado a las religiones, que es una de las mejores mediaciones teóricas y prácticas para conseguir la igualdad (no clónica) y para eliminar los privilegios de la masculinidad hegemónica y sagrada.

Fuente Religión Digital

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La diócesis de San Sebastián aboga por el celibato opcional, la ‘bendición’ de los gays y el acceso de la mujer al sacerdocio

Miércoles, 15 de junio de 2022
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unnamedTras los 12 años de Munilla, la diócesis quiere pasar página y mira al futuro con ganas de recoser su tejido herido

“El documento final, en sintonía con otras diocesis, es absolutamente disruptivo con monseñor Munilla. Ha habido mucha participación de comunidades, que, durante 12 años tuvieron que estar calladas”

También se denuncia la “crisis espiritual” que vive la diócesis y que se plasma “en la acedia, el cansancio y la desilusión” que se instala en muchos fieles

“Restablecer la comunión rota, en sus diferentes niveles y ámbitos, sanando las heridas de desencuentro y división existentes”

“Para muchos es motivo de preocupación el que el celibato sacerdotal no sea opcional. El hecho de que la persona que acceda al sacramento del orden no se pueda casar si ella así lo desea es, para muchos, algo que no es bueno para Iglesia”

“El que la mujer, por el hecho de ser mujer, no pueda acceder al ministerio ordenado se vive por muchos fieles como una gran injusticia antievangélica que impide el testimonio en medio de esta sociedad en la que la igualdad de género es un compromiso ineludible, incuestionable e irreversible”

San Sebastián ha presentado su informe sobre las conclusiones del proceso sinodal en la diócesis. Y las propuestas son tan abiertas y tan en línea de la primavera de Francisco que parece que por allí no hubiese pasado durante 12 años Atila-Munilla. Y es que, en las conclusiones no queda rastro ni de su doctrina, de de su eclesiología ni de su forma de entender y vivir la fe. Lo que sí queda es una diócesis con profundas heridas, una gran división en el clero y una profunda polarización. Pero que mira al futuro con esperanza y ganas de recoser las costuras.

Por ahora al menos, el clima entre los participantes en la consulta sinodal es francamente positivo, teniendo en cuenta que el inicio y casi la mitad del proceso se vivió con monseñor Munilla al frente de la diócesis, de la que se despidió en el mes de febrero. De hecho, uno de los participantes resume así el camino sinodal recorrido en San Sebastián:

 “El documento final, en sintonía con otras diócesis, es absolutamente disruptivo con monseñor Munilla. Ha habido mucha participación de comunidades, que, durante 12 años tuvieron que estar calladas. Y, en cambio, nula participación de los curas identificados con el anterior pastor, lo que deja patente cuál es el tipo de Iglesia por el que abogan y que quisieron imponer aquí por las buenas y por las malas”.

En el “Cuerpo de la síntesis’, el documento, bien escrito y bien trabado, recoge las principales contribuciones hechas al proceso sinodal y, además, hace un discernimiento sobre las mismas. En primer lugar señala que “se vive como un obstáculo el que algunos sectores de la Iglesia quieran anular el espíritu del Vaticano II, impidiendo así la renovación a la que dicho espíritu llama”. Y se pide abiertamente: “Retomar y/o retornar al espíritu del Concilio Vaticano II”.

Sentada esta premisa, se asegura que “muchos fieles no están contentos con la actual configuración eclesial y con algunas de sus posiciones doctrinales. Esta insatisfacción se traduce en una gran demanda de reformas y cambios. Muchos piensan y sienten que si la Iglesia no se transforma-reforma, cada vez va a ser más difícil la evangelización y el caminar juntos con quienes piensan y sienten que en la Iglesia no se tienen que dar grandes cambios”.

También se denuncia la “crisis espiritual” que vive la diócesis y que se plasma “en la acedia, el cansancio y la desilusión” que se instala en muchos fieles, la “incertidumbre y desconfianza ante un futuro incierto”, así como “la desafección de muchos fieles con la jerarquía de la Iglesia y con la misma institución” o la vivencia del cristianismo “de manera acomplejada”.

Hecha la autocrítica, los fieles señalan otros ‘culpables’ de la penosa situación actual. Por ejemplo, “el clericalismo de los sacerdotes” o “la pasividad de cierto laicado, con un relación clientelar y consumista ante la comunidad cristiana”. Otro obstáculo para los fieles estriba en el “modelo de gobernanza” eclesial, que convierte a la institución en “una realidad autoritaria y nada democrática, que genera rechazo entre los fieles”.

Y el informe añade: Para muchos es motivo de preocupación el que el celibato sacerdotal no sea opcional. El hecho de que la persona que acceda al sacramento del orden no se pueda casar si ella así lo desea es, para muchos, algo que no es bueno para Iglesia”. Además, consideran que “es una gran pérdida para la Iglesia el que los sacerdotes secularizados y casados no tengan un protagonismo más activo en la Iglesia”.

Y no sólo se muestran partidarios del celibato opcional y de recuperar a los curas casados que deseen regresar al ministerio, sino que consideran que la actual situación de la mujer en la Iglesia, privada del acceso al sacerdocio, es “una gran injusticia antievangélica”.

“El que la mujer, por el hecho de ser mujer, no pueda acceder al ministerio ordenado se vive por muchos fieles como una gran injusticia antievangélica que impide el testimonio en medio de esta sociedad en la que la igualdad de género es un compromiso ineludible, incuestionable e irreversible. Es un obstáculo el que no haya una mayor presencia de mujeres en los verdaderos ámbitos de decisión y de gobierno de la Iglesia”.

Más aún, invitan reiteradamente a “ser una Iglesia donde la mujer no sea marginada, donde su voz sea escuchada y respetada, donde sus servicios sean valorados, su participación abierta a los ministerios litúrgicos. Las aportaciones se preguntan: ¿Ha llegado el tiempo de recuperar el diaconado de las mujeres? ¿Porqué no explorar caminos para que la mujer tenga acceso a los ministerios? Se pide que la Iglesia asuma la realidad y el valor de la mujer, normalizando su función en igualdad en todos los ámbitos de la Iglesia”.

También denuncian el que muchas personas homosexuales, bisexuales y transexuales se sientan marginadas, juzgadas y excluidas de la Iglesia a causa de su doctrina”. Y, asimismo, les preocupa que “muchas familias que no responden al modelo de la familia de la Iglesia se sientan marginadas, juzgadas y excluidas”.

Por eso, invitan a “revisar y replantear ciertos aspectos de la moral cristiana o temas sociales, como por ejemplo la homosexualidad, los modelos de familia, los divorciados vueltos a casar, la eutanasia… para que sea más acorde con el momento actual y no se discrimine a nadie por su condición”.

Por todo ello, los fieles donostiarras quieren una Iglesia cada vez más pobre, sencilla y humilde, más despegada de los bienes materiales”. Por eso, cree que “el patrimonio de la Iglesia es una gran dificultad para anunciar un cristianismo más pobre, sobrio y sencillo”.

También se opta por una Iglesia más transparente en todos los campos, incluido el de los abusos sexuales en el interior de la Iglesia, que “se vive por una gran parte de la comunidad cristiana con preocupación, por todo lo que implica de descrédito social y de falta de ejemplaridad”.

En definitiva, el proceso sinodal de San Sebastián aboga por un cambio de modelo y de “actitudes desde la que vivir el camino juntos”, que pasarían por conjugar estros cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.

Entre las aportaciones más disruptivas, señalan “la necesidad de un cambio estructural de funcionamiento de las comunidades, cristianas, donde el líder no tenga que ser necesariamente un sacerdote”. Un cambio, incluso, a nivel general, con “una mayor independencia entre Iglesia y Estado, renunciando al concordato y a privilegios, incidiendo en la devolución de aquello que no se haya inmatriculado de manera correcta”.

De hecho, se pide una mayor implicación eclesial en el ámbito social, “Acogiendo e incluso proponiendo transformaciones en los ámbitos económico-sociales. Profundizando en la Doctrina Social de la Iglesia de cara al Desarrollo Humano Integral y Agenda 2030: erradicación de la pobreza, hambre cero, reducción de las desigualdades, acción por el clima, trabajo digno y economía sostenible, consumo responsable y justicia y paz”.

Y, por último y mirando hacia la diócesis, los participantes en el camino sinodal abogan por la comunión-unidad. “Restablecer la comunión rota, en sus diferentes niveles y ámbitos, sanando las heridas de desencuentro y división existentes. Trabajar en favor de la unidad y comunión en la diversidad y multiformidad. Cultivar la confianza”. Y para ello, piden corresponsabilidad real y efectiva de los laicos, simplificar las estructuras y que “los fieles puedan tomar parte en la elección de su obispo, mediante alguna consulta o incluso con poder electivo”.

Con todo, tras la autocrítica, los fieles terminan reconociendo que “la Iglesia católica en Gipuzkoa es una realidad con una presencia social importante…y mantiene cierto reconocimiento social”. Para recobrar la credibilidad perdida, la Iglesia guipuzcoana debe “reconstruir puentes para poder restablecer la comunión rota, sin la cual no se puede vivir la sinodalidad”. ¿Doce años de baculazos para esto?, se preguntará el actual obispo de Alicante.

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Por primera vez la Iglesia Anglicana ordena más mujeres que hombres

Viernes, 26 de junio de 2020
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sacerdotisas-anglicanasSigue aumentando su acceso a puestos de liderazgo eclesiásticos Siendo mujeres el 51% de los ordenados, los anglicanos muestran una nítida tendencia a poseer un clero cada vez más igualitario, puesto que de las personas que se encuentran actualmente en formación para el sacerdocio, el 54% también es femenino

Libby Lane, obispa (pionera) de Derby desde 2015, ha insistido en hacer todavía más inclusiva la Iglesia, ordenando pastores que representen la diversidad racial del pueblo

Según estadísticas publicadas por el Ministerio de la Iglesia de Inglaterra este mes, en 2019 se ordenaron más mujeres que hombres, por primera vez desde que en 1994 se aprobó en la Iglesia Anglicana el sacerdocio femenino.

Siendo mujeres el 51% de los ordenados, los anglicanos muestran una nítida tendencia a poseer un clero cada vez más igualitario, puesto que de las personas que se encuentran actualmente en formación para el sacerdocio, el 54% también es femenino.

En la publicación -como informa katolisch.de– se aprecia que la proporción de mujeres que han accedido a puestos de responsabilidad eclesiásticos también ha ido en aumento, aunque los obispos admiten que todavía se encuentran en inferioridad respecto a los hombres, en competencias de poder asumidas.

Libby Lane, obispa (pionera) de Derby desde 2015, ha declarado que la de las mujeres es “una presencia en el clero de la Iglesia de Inglaterra que es gracias a Dios visible desde lejos”. Pero ha insistido en hacer todavía más inclusiva la Iglesia, ordenando pastores que representen la diversidad racial del pueblo.

Una imagen de la Iglesia Anglicana radicalmente diferente a la del catolicismo en Europa, limitado por un clero envejecido y únicamente masculino, donde incluso como laicas las mujeres se consideran sub-representadas en los espacios de toma de decisiones.

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Sor Ruth Schönenberger: “Sería simplemente natural que las mujeres fuéramos sacerdotes”

Jueves, 21 de marzo de 2019
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Sr.RuthSchönenberger2015“Me sorprende que la presencia de Cristo haya sido reducida al sexo masculino”

“La imagen y el concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente”

La priora de una de las órdenes religiosas más grandes y más importantes de Alemania ha cuestionado públicamente que la Iglesia católica solo admita a hombres al sacerdocio. “Sería simplemente natural que las mujeres fueran sacerdotes y no puedo entender las razones que se dan acerca de por qué no”, ha declarado sor Ruth Schönenberger, responsable del convento de las Hermanas Benedictinas Misioneras de Tutzing.

“Me sorprende que la presencia de Cristo haya sido reducida al sexo masculino”, afirmó la religiosa en una entrevista con la web de los obispos alemanes, katholisch.de, y recogida por La Croix. “Aquí en Tutzing, nosotras también tenemos teólogas altamente cualificadas: la única cosa que las falta es la ordenación sacerdotal, nada más”, añadió Schönenberger, de 68 años y priora de Tutzing desde 2015.

La monja -superiora de setenta religiosas en Tutzing y dos otros conventos benedictinos más- dejó claro que los criterios para acceder a las órdenes sagradas no deben basarse en el sexo del candidato, sino que a los hombres y mujeres se les debe tratar por igual. “La imagen y el concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente”, explicó Schönenberger, quien se mostró “sorprendida” de que los sacerdotes “no protesten más” contra “fenómenos actuales” como los escándalos de abusos, “dado que les involucran”.

“Nosotras experimentamos ejemplos de subordinación día tras día”

Para la religiosa, “el punto hasta el que existe en todo el mundo el desequilibrio de poder es verdaderamente alarmante, como también lo es el hecho de que no hayamos aprendido a luchar contra él de forma más efectiva. Es algo contra lo que tenemos que emplearnos a fondo”. Pero no bastan gestos diseñados para “reconfortarnos de alguna forma a nosotras – por ejemplo, prometiendo estudiar la cuestión de las diaconisas”.

Y es que este desequilibrio de poder y exclusión de las mujeres del sacerdocio es algo que afecta todos los días a las monjas de Tutzing, como también explicó Schönenberger. “Experimentamos ejemplos concretos de subordinación día tras día”, lamentó la religiosa. “Si nosotras, como grupo de mujeres religiosas, queremos celebrar la Eucaristía juntas, tenemos que organizar que un hombre venga a celebrarla, todos los días. Él está en el altar y lidera la celebración. A nosotras no nos dejan, precisó la monja, quien añadió que las hermanas hablan a menudo del asunto y piensan “buscar formas [de celebrar la Eucaristía] que nos convengan y desarrollar [formas] nuevas”.

Las declaraciones de Schönenberger reflejan el sentir de un número de religiosas germanófonas, después de que la priora del convento benedictino de Fahr (Suiza), sor Irene Gassman, promoviera el mes pasado la iniciativa “La oración de los jueves”, en el marco de la cual benedictinos alrededor del mundo oran todas las semanas por una mayor igualdad de género en la Iglesia. Y como se pregunta Schönenberger: ¿Por qué no orar por la igualdad de género en la Iglesia? Es sumamente importante que todas las discusiones sobre reformas se ofrezcan a Dios”.

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La gracia (o no) de ser mujer

Domingo, 26 de marzo de 2017
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“‘Ordinatio sacerdotalis’, una puerta mal cerrada”

“El machismo tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia” 

(Manuel Regal).- Hace pocos días Christina Moreira hizo pública a través de los medios de comunicación su condición de mujer ordenada como cura y de su práctica pastoral como tal en la comunidad “Home Novo” de A Coruña.

La primera mujer gallega, la primera también española que da este paso, dentro de las 240 existentes en todo el mundo, entre las que se encuentra una docena de mujeres obispas, eso sí, sin ninguna estructura de poder. Lo hacía siendo conocedora de que con todo eso ella y la comunidad que la acompaña rompían con las normas eclesiásticas vigentes, pero desde el convencimiento de que respondía así a una vocación personal muy discernida, asentada en la condición de igualdad que hombre y mujer tienen por naturaleza como miembros de la familia cristiana a través del bautismo.

Ya hemos transmitido en estas mismas páginas nuestro opinión sobre la cuestión de la ordenación de las mujeres como cuidadoras de la comunidad. Cuando después del Vaticano II el Papa Paulo VI hubo de dar respuesta a la demanda eclesial de un debate sobre la cuestión, solicitó el parecer al respecto de un equipo de expertos en temas bíblicos; estos manifestaron unánimemente que desde un punto de vista exegético no había ningún impedimento para que las mujeres pudiesen ser ordenadas como cuidadoras de la comunidad.

Aún así, por indicación de este Papa, la Comisión para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Seper, en el año 1976, publicó la declaración Inter insigniores, en la que se cerraba esta posibilidad echando mano básicamente de dos argumentos: Cristo, designando a los Doce apóstoles creó el servicio sacerdotal sólo para hombres, y la actuación sacramental in persona Christi demanda que sea hombre quien lo pueda representar.

Pensamos, con muchísimas personas creyentes, con muchísimos teólogos también, que esos dos argumentos son muy discutibles; el primero, porque no existe la seguridad de que la designación de los Doce hubiese tenido para Jesús el alcance de crear un cuerpo sacerdotal tal como después fue apareciendo en la Iglesia; y el segundo, por lo mismo y además porque condicionar con el sexo la capacidad representativa de Cristo, hoy parece simplemente aberrante. Quién mejor representará a Cristo será la persona, hombre o mujer, que más viva en la actitud de servir hasta el extremo de dar la vida.

Pero esos fueron también los argumentos de los que echó mano el Papa Juan Pablo II para cerrar el debate en su breve carta Ordinatio sacerdotalis del año 1994. Y así no tiene reparos en afirmar en ella que es “una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del Universo”(n. 3). Permítaseme la vulgaridad, pero es mucho decir de Dios poder afirmar tal cosa por muy Papa que uno sea, máximo cuando no existen evidencias que lo justifiquen y las consecuencias son tan graves para todo el conjunto eclesial y para la mujeres en concreto, en un momento histórico en el que el feminismo se presenta como un signo de los tiempos que demanda escucha fiel, discernimiento atento y prácticas cuidadosamente maduradas.

Sin dudar para nada de sus rectísimas intenciones, a muchísimas personas de la Iglesia esa declaración nos ha llegado como una manera de esquivar el debate de un tema ciertamente espinoso, pasándole al mismísimo Dios la patata caliente.

El arzobispado de Santiago, en su declaración esquemática y aséptica, no hace sino emplear estas mismas argumentaciones para declarar ilícita e inválida la ordenación como cura de Christina Moreira y, por lo tanto, también los sacramentos que ella y su comunidad realizan y viven.

Pero así están las cosas. El deseo del Papa Juan Pablo II de que el asunto quedase definitivamente cerrado no se ha cumplido, porque la sociedad está ahí apretando y porque una parte muy considerable de la Iglesia seguimos pensando que esa fue una puerta mal cerrada.

Corremos el riesgo de convertirnos en una institución anacrónica, quizás ya lo estamos siendo en buena medida, y no precisamente por apegarnos en cuerpo y alma al estilo de vida de Jesús, lo cual merecería la pena el aislamiento, sino por vincularnos artificialmente a unos modelos eclesiales que podrían cambiar precisamente buscando ser más fieles al espíritu de Cristo.

Algo que una vecina nuestra, mujer de aldea, sin conocimientos teológicos, pero con fina sensibilidad cristiana, resolvía a su manera con esta argumentación simple en un momento en que en pequeño grupo se hablaba de estas cosas: “A mí me da igual que el médico sea hombre o mujer, que el profesor de nuestros hijos sea hombre o mujer, que el veterinario sea hombre o mujer; yo lo que quiero es que sea buena persona y que cumpla bien su oficio”. Lo más sencillo es casi siempre lo más verdadero.

La respuesta en los medios digitales ante la actuación de Christina Moreira demuestra hasta qué punto la desconsideración hacia la mujer, el machismo, tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia, como la tiene también por desgracia en la sociedad de la que formamos parte.

Suponemos que Christina Moreira hace pública su condición y práctica de cura porque lo ve como algo normal, porque entiende que puede ser un signo profético en bien de la Iglesia y de las mujeres, porque piensa que puede ayudar a que el debate se mantenga vivo a pesar de todo. Suponemos que estará dispuesta a poner las espaldas bajo los golpes que le van a caer encima, como le caen a quien a tales cosas se arriesga. Deseamos que pueda vivir todo esto sin afán ninguno de méritos y prestigios cristianamente anacrónicos. De nuestra parte reciba respeto, cierta admiración y agradecimiento y oración: que los golpes no la hundan, que los aplausos no la confundan. Y Dios dirá.

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Fuente Religión Digital

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“Mujeres en el altar”, por Juan José Tamayo

Domingo, 3 de agosto de 2014
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José Manuel Vidal: Mujeres obispas

Dos escenas religiosas diferentes, dos imágenes distintas de mujeres, dos sensibilidades en las antípodas, dos paradigmas de Iglesia cristiana.

7 de noviembre de 2010: Barcelona. En torno a 250.000 personas aclaman al papa Benedicto XVI por las calles. Iglesia de la Sagrada Familia de Barcelona. Misa solemne presidida por el papa Benedicto XVI en la iglesia de la Sagrada Familia, con presencia de los reyes de España. Acompañan al papa cardenales, arzobispos, obispos, clero, todos varones. El papa procede a la consagración del templo ungiendo el altar con crisma e incensándolo alrededor. Se ha vertido aceite en el suelo que es necesario limpiar. De inmediato aparecen solícitas en el altar siete religiosas pertenecientes a las Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote, quienes se agachan para limpiar las gotas de aceite y preparan el altar para la celebración del santo sacrificio de la misa, mientras los varones contemplan la escena sin prestarles ayuda. Luego ponen los manteles para el santo sacrificio de la misa y abandonan el altar. Su función ha terminado.

La escena dio la vuelta al mundo y causó estupor, más aún, consternación e indignación por la falta de paridad, la irrelevancia y la discriminación de las mujeres en la Iglesia católica. Situación que nada tiene que ver con la paridad entre hombres y mujeres que reclama el evangelio, que practicó Jesús de Nazaret y que se vivió en las primeras comunidades cristianas. Las monjas, empero, dijeron sentirse felices y consideraron un verdadero privilegio el haber prestado ese servicio en un momento tan solemne.

11 de septiembre de 1992: el Sínodo General de la Iglesia anglicana de Inglaterra aprueba la ordenación sacerdotal de mujeres. Estas pueden acceder al altar pero no para prepararlo para el culto como auxiliares de los clérigos, sino para presidir la eucaristía. Otras provincias de la Comunión Anglicana comenzaron a incorporar a las mujeres al ministerio sacerdotal a partir de la década de los 70 del siglo pasado. No tardó en plantearse el debate en torno al acceso de las mujeres al episcopado, y varias provincias de la Comunión dieron el paso y ordenaron a mujeres obispas, por ejemplo, Escocia, Irlanda del Norte, Estados Unidos, Canadá, Australia….

mujeres-sacerdotes21El Sínodo Genera de la Iglesia de Inglaterra, sin embargo, se resistió a dar el paso. Hubo un intento en 2102, que fracasó, principalmente por la negativa de los representantes de los laicos. Finalmente se han vencido las resistencias y el Sínodo, formado por obispos, clérigos y laicos, reunido en la ciudad de York, ha dado su aprobación para que las mujeres puedan ser obispas por abrumadora mayoría de los tres sectores sinodales. Tan trascendental decisión cuenta, además, con el apoyo del 74% de los anglicanos. El primero en felicitarse ha sido el arzobispo de Canterbury, quien ha declarado la efemérides en que se aprobó como “un día para la historia” y no ve lejana la posibilidad de que una mujer sea arzobispa de Canterbury.

No es este un gesto aislado de la Iglesia Anglicana en el camino hacia la inclusión. Desde hace varias décadas camina en esa dirección dando pasos firmes y sin vuelta atrás en la construcción de una Iglesia inclusiva. Junto a la incorporación de las mujeres en el ejercicio de los ministerios sacerdotal y episcopal, en las funciones directivas y en la elaboración de la doctrina teológica y moral, hay que valorar positivamente el respeto y reconocimiento a las diferentes identidades sexuales. Los gays y las lesbianas forman parte de la comunión eclesial. Se bendicen los matrimonios homosexuales. La ordenación sacerdotal y episcopal no se limita a las personas heterosexuales, como sucede en la Iglesia católica, sino que se extiende a otras identidades sexuales. Se celebran uniones matrimoniales entre los clérigos homosexuales.

curabritEl sacerdote británico Colin Coward anunció que se casará con su novio nigeriano Bobby Egbele

Una característica de la Comunión Anglicana es el elevado grado de autonomía en sus diferentes provincias, lo que conlleva un importante nivel de creatividad y un amplio pluralismo, en sintonía con la autonomía, la creatividad y el pluralismo en las comunidades cristianas de los orígenes. No todas las iglesias caminan al mismo ritmo
Cada paso dado hacia una Iglesia más abierta e inclusiva no es fruto de un decreto de la cúpula episcopal, sino que tiene lugar a través del diálogo, del debate, incluso de la confrontación, con luz y taquígrafos, democráticamente, respetando a los discrepantes. No se crea, sin embargo, que la Iglesia Anglicana vive situación angelical. Los pasos hacia adelante con frecuencia provocan oposición, resistencias y hasta rupturas. Pero los problemas no le llevan a estancarse en posiciones discriminatorias y excluyentes del pasado, sino a buscar soluciones por la vía de la paridad, respetando a los sectores más conservadores.

Me parece un ejemplo a seguir por la Iglesia católica, donde las mujeres y los homosexuales siguen viviendo una situación de auténtica segregación.

Juan José Tamayo es teólogo, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis, Trotta, Madrid; Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica, Fragmenta, Barcelona, 2013.

(EL PERIODICO DE CATALUÑA, 28 DE JULIO DE 2014)

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