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La reverenda Pauli Murray será la primera persona negra LGTBI en tener estampada su imagen en una moneda estadounidense

Lunes, 27 de febrero de 2023
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AEAE9E55-3F9D-40A0-B42E-215C9D1AC3DEMurray fue sacerdotisa anglicana de la Iglesia Episcopal de EEUU, lesbiana, poetisa y defensora de los derechos civiles

Por Trudy Ring

Pauli Murray, activista negra no binaria, abogada, sacerdotisa y poeta, aparecerá en una moneda de veinticinco centavos en la próxima ronda del Programa American Women Quarters de la Casa de la Moneda de EE. UU., convirtiendo a Murray en la primera persona negra queer en aparecer en la moneda estadounidense.

El trimestre de Murray se emitirá en 2024. Otros en el grupo de 2024 son Patsy Takemoto Mink, la primera mujer de color en servir en el Congreso; la Dra. Mary Edwards Walker, cirujana de la época de la Guerra Civil, defensora de los derechos de la mujer y abolicionista; Zitkala-Ša, escritora, compositora, educadora y activista por los derechos de los nativos americanos; y Celia Cruz, la cantante cubanoamericana conocida como la Reina de la Salsa.

“Todas las mujeres homenajeadas han vivido vidas notables y multifacéticas, y han tenido un impacto significativo en nuestra nación a su manera única”, dijo el director de Mint, Ventris C. Gibson, en un comunicado de prensa. “Las mujeres fueron pioneras en el cambio durante sus vidas, sin ceder ante el statu quo impartido durante sus vidas. Al honrar a estas mujeres pioneras, Mint continúa conectando a Estados Unidos a través de monedas que son como pequeñas obras de arte en su bolsillo”.

Murray, nacida en 1910 en Baltimore, fue asignada como mujer al nacer, pero cuestionó su género y ahora se entiende como no binaria. Crecieron en Durham, Carolina del Norte, y se convirtieron en abogadas y activistas contra el sexismo y el racismo. Se graduaron como los mejores de su clase en la Facultad de Derecho de la Universidad de Howard.

El libro de Murray States’ Laws on Race and Color (Leyes estatales sobre raza y color), publicado en 1951, fue descrito por el abogado de derechos civiles y futuro juez de la Corte Suprema Thurgood Marshall como la Biblia para los litigantes de derechos civiles. En la década de 1950, Murray se unió al bufete de abogados de Paul, Weiss, Rifkin, Wharton y Garrison, donde conocieron a su socia de mucho tiempo, Irene Barlow, quien era gerente de la oficina allí.

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En la década de 1960, Murray sirvió en el Comité de Derechos Civiles y Políticos como parte de la Comisión Presidencial sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer del presidente John F. Kennedy y continuó activa en el movimiento de derechos civiles de los negros, pero se opuso al hecho de que las organizaciones del movimiento eran en gran parte dirigido por hombres mientras que las mujeres hacían gran parte del trabajo. En 1966, ayudaron a fundar la Organización Nacional de Mujeres, “pero luego se alejaron de un papel de liderazgo porque no creían que NOW abordara adecuadamente los problemas de las mujeres negras y de clase trabajadora”, según el Pauli Murray Center for History and Social Justice. (Centro Pauli Murray para Historia y Justicia Social).

Murray enseñó un programa de estudios estadounidenses en la Universidad de Brandeis de 1968 a 1973. En 1973, luego de la muerte de Barlow, Murray ingresó al Seminario Teológico General, y en 1977 fue la primera persona negra percibida como mujer en convertirse en sacerdote episcopal en los EE. UU.

Murray escribió varios otros libros, incluida una colección de poesía, una autobiografía y un volumen sobre el gobierno de Ghana. Su libro más conocido, Proud Shoes: The Story of an American Family, narra las dificultades que enfrentaron sus abuelos en Durham debido al racismo. Ha permanecido impreso desde su publicación inicial en 1956.

Murray murió de cáncer en 1985. Su vida y su significado se relataron en el documental My Name Is Pauli Murray, estrenado en 2021.

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David J. Johns, director ejecutivo de la National Black Justice Coalition, (Coalición Nacional de Justicia Negra), emitió un comunicado elogiando el homenaje de Mint a Murray.

“El anuncio de la Casa de la Moneda de EE. UU. de que incluirá al activista de los derechos civiles Rev. Dr. Pauli Murray, la primera persona negra queer que aparecerá en la moneda de EE. UU., merece celebración”, dijo. “Este momento es un recordatorio de que donde hay historia, hay historia negra y que la historia negra siempre ha incluido las contribuciones de los miembros negros queer, trans y no binarios/no conformes de nuestra hermosa comunidad diversa.

“Conmemorando la vida y el legado de Murray, quien fue una líder pionera de la igualdad racial y de género y progenitora de tácticas efectivas de derechos civiles, y también fue una de las primeras mujeres, la primera persona no binaria de género y la primera mujer negra en ser ordenada como un sacerdote episcopal, es un paso importante hacia el reconocimiento de las contribuciones que las personas negras LGBTQ+/amantes del mismo género han hecho a la historia de Estados Unidos. Especialmente en un momento en que la derecha evangélica está utilizando la religión para separar, segregar e inspirar odio.

“Felicitamos a la Casa de la Moneda de EE. UU. por honrar a Pauli Murray, entre una serie de mujeres influyentes e innovadoras. Las vidas, las contribuciones y las historias de las personas negras trans, queer y no binarias/no conformes son fundamentales para la historia negra y deben seguir contándose y celebrándose”.

Fuente Advocate

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Anna Seguí ocd : “No reconocer y aceptar la llamada vocacional de las mujeres al sacerdocio es un pecado contra el Espíritu Santo”

Miércoles, 10 de noviembre de 2021
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Sueno-Iglesia_2390170977_15769557_660x371“Las rejas no fueron iniciativa de las monjas, sino una imposición de la jerarquía eclesiástica”

“El sí a Jesús, ser y hacer Iglesia, son realidades claras en mí, pero la controversia con el sistema eclesial también es patente y no pocas veces disidente, no soy una ortodoxa”

“Creo que estas dos realidades – Mujer y Evangelio – están profundamente conectadas, porque, si hay alguien que no abandonó nunca a Jesús fueron las mujeres. Ellas, desde el nacimiento hasta la cruz y resurrección, son las que intuyeron con más agudeza la novedad de vida que Él ofrecía”

“Para muestra de la fuerza de imposición y dominio por parte de la jerarquía sobre las mujeres, es la clausura de las monjas de vida monástica-contemplativa. Las rejas no fue iniciativa de las monjas, fue imposición de la jerarquía eclesiástica”

“No reconocer y aceptar la llamada vocacional de las mujeres al sacerdocio en favor de las gentes, es un pecado contra las inspiraciones del Espíritu Santo, que es quien llama y envía. Esto ya no tiene justificación ni espera”

Introducción

Hermanos y hermanas: En primer lugar, deciros un amplio gracias, por vuestra invitación y confianza puesta en mí. Creedme, he aceptado porque yo, esta confianza, la tengo también puesta en vosotros, me siento parte integrante del grupo, en comunión, comunicación y oración plena con todos.

 El tema que se me ha pedido, Mujer y Evangelio, me ha sido de mucho agrado, porque vivo de lleno una vida para el Evangelio, como el mejor modo de vivir y de ser mujer. Como puedo, y puedo poco, intento hacer de Jesús el centro de mi vida y todo lo vivo referido a Él. Su humanidad alienta la mía, su modo de “pasar haciendo el bien” (Hch 10,38) da sentido a mi hacer y proceder, su libertad, mi libertad, su amor, mi amor, su perdón, mi reconciliación y fiesta. Al fin, como dice Juan de la Cruz.  “Amada en el Amado transformada”.  Dios nos lleva en un proceso transformador hasta el fin.

No podré dejar de reflejar que, como mujer adherida a Jesús y de Iglesia, muchas cosas las vivo en conflicto. El sí a Jesús, ser y hacer Iglesia, son realidades claras en mí, pero la controversia con el sistema eclesial también es patente y no pocas veces disidente, no soy una ortodoxa. Pero miro a Jesús y me descansa ver que Él tampoco fue un ortodoxo, también mantuvo una actitud controvertida ante el poder del sanedrín y las autoridades judías, chocó frontalmente con lo establecido y le valió la muerte en cruz. Sigo a Jesús porque su vida me convence, porque abrió un camino de libertad, amor y confianza que me pone seguridad. Porque me ha sostenido en mis muertes y me ha resucitado. Por esto y mucho más, yo quiero ser testigo de Jesús, viviendo con Él y con los hermanos una vida para el Evangelio. Y con este preámbulo comienzo el tema.

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Mujer y Evangelio 

Creo que estas dos realidades – Mujer y Evangelio – están profundamente conectadas, porque, si hay alguien que no abandonó nunca a Jesús fueron las mujeres. Ellas, desde el nacimiento hasta la cruz y resurrección, son las que intuyeron con más agudeza la novedad de vida que Él ofrecía. Junto a Jesús se sintieron acogidas, curadas, perdonadas, amadas, interpeladas, hasta hacerse seguidoras incondicionales de un hombre que no las condenaba ni las discriminaba, a su lado se hallaron amadas, respetadas y favorecidas por Él.

Pero no quiero incidir mucho en lo de “la mujer”, prefiero englobar el término humanidad, junto con seguidores y seguidoras de Jesús, como inclusión de todos y todas, porque en Jesús, todos y todas, recibimos la plena justicia del Reino. La exclusión no viene por Él, sino de los varones del sistema patriarcal que, más que atender al Evangelio, comienzan a mirar más los intereses de poder, dominio y control, que la posibilidad de expansión del Reino por medio de las mujeres.

Cuando comienza la institucionalización de la Iglesia, para los hombres pronto se hace intolerable que la mujer tenga la misma posibilidad de palabra, puesto y acción que ellos. Así, durante el siglo segundo, se inicia una nueva discriminación y exclusión. Hay una frase concreta en 1Co 14,34 que dice: “Las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley de Dios. Si quieren saber algo, que se lo pregunten a ellos en casa, porque no está bien que una mujer hable en las reuniones de la iglesia”. Esto es determinante para ver lo pronto que la mujer queda excluida del sistema que se iba formando. Aunque los expertos dicen que esta frase no es de Pablo, sino una interpolación tardía de los “paulinistas”, para reforzar sus teorías patriarcales con la autoridad del apóstol. Pablo se valió de las mujeres para crear comunidades, lo hacía con amplia libertad, no las excluye. Aunque también fue cediendo a causa de los conflictos que empezaba a causar el protagonismo femenino.

Añado también que no debemos medir el seguimiento y los servicios en la comunidad eclesial desde el sexo, hombre o mujer, sino desde la disponibilidad a ejercer los diferentes carismas que el Espíritu Santo inspira en las personas, sea hombre o mujer, para el servicio. Lo importante es la atención a las gentes e implantar la verdad, bondad y belleza de una vida para el Evangelio. Lo decisivo es que todos puedan conocer a Jesús y la vida que nos ofrece. “Ya no tiene importancia el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos sois uno solo” (Gal 3,28). Hombre y mujer somos humanidad de Cristo. Y llevamos siglos y milenios, sometidas las mujeres a esta discriminación mantenida por las leyes y jerarquía eclesiástica. Esto no es de Jesús, no del Evangelio, no es de Dios. Ser humanidad nueva, es fomentar la integración de todos, no ser excluyentes. La vida del Reino que Jesús ha venido a implantar es misericordia y justicia Dios.

Hemos de tener la valentía de eliminar toda forma de dominación sobre las demás personas. Sobre las mujeres en la Iglesia, esto es una tarea que la jerarquía eclesiástica debe afrontar con inmediatez. Y ya no lo vamos a callar. Es un pecado que todavía no han reconocido. Las mujeres deben, como los hombres, no solo ocupar puestos de responsabilidad, sino también acceder a la posibilidad de diaconado y presbiterado, ya que se ha demostrado que no hay razones teológicas para no ejercer este servicio, como uno más dentro de la Iglesia.

magdalena-jesus-640x480En la sociedad del tiempo de Jesús, la mujer era un ser relegado a la custodia de los padres y, una vez casada, quedaba sometida al marido. La vida pública no les estaba permitida y su sometimiento estaba reglado hasta en la forma de vestir. Era obligatorio el velo en la cabeza y la cara cubierta para no ser vista. A los doce años era considerada mayor y casadera. El marido podía tener otras mujeres y pedir el divorcio, ella era mujer de un solo marido y sin derecho a pedir divorcio. Si no tenía hijos, el marido podía divorciarse y tomar otra mujer. Según la Ley, todo judío tenía que subir a Jerusalén, para las mujeres no era necesario. Los evangelios relatan que Jesús subió a Jerusalén acompañado por las mujeres y discípulos varones juntos. Los niños aprendían a leer la Torá, las niñas no.

En el Templo había un lugar reservado solo para las mujeres y solo escuchaban la liturgia sin participación. Y para colmo, estaban etiquetadas de chismosas y mentirosas. Sin embargo, Jesús no hizo caso de estas normas y se dejó acompañar por las mujeres. Su relación con ellas fue de abierta naturalidad, dialogaba con ellas, las curaba, las perdonaba, entraba en sus casas a hospedarse. Recriminó a los hombres su actitud sobre al divorcio y dejó claro que el peor adulterio es la perversión del corazón. Todas estas cosas ponían a las autoridades judías y hombres de la ley en guardia contra Jesús por su atrevimiento y por cuestionar las tradiciones y leyes.

Es muy significativa la amistad de Jesús con María Magdalena. Su relación con ella refleja un particular afecto, delicadeza y finura de trato. Ella será la que inicie la vida nueva del Jesús resucitado. Mientras los discípulos huyeron tras el arresto por miedo a los judíos, las mujeres siguieron los acontecimientos de cerca, no le dejaron solo. El amor hace capaz a las mujeres de permanecer al pie de la cruz. El amor las tiene en vilo para ir temprano al sepulcro y hallarlo vacío. Surge el espanto, ¿qué han hecho con el cuerpo?, ¿dónde lo han puesto? A la entrada del sepulcro hay oscuridad, vacío y desconcierto. María llora, busca y espera. Cuando cree ver al hortelano le pregunta si se lo ha llevado él. Jesús la llama: “¡María!”, ella se llena de asombro, le reconoce y exclama: “¡Rabboni!, Maestro”.

A los pies del Resucitado lo quiere apresar, pero Jesús le dice: “Suéltame”, para poder ser el amor humano-divino, para que el amor dilate lo poco que has alcanzado y vislumbrado de mí. Las migajas que has saboreado quieren ser pan que abastece la necesidad. “Suéltame”, para que puedas contemplar a Dios y puedas así transformar el mundo conmigo. No huyas del mundo, no le temas, no me busques fuera de él. Yo vivo inmerso en él, yo amo este mundo, yo he venido por amor a redimirlo, hállame en él, lo harás cuando me halles en ti y en los hermanos, cuando aprendas a hallarme en todo.

Llamar Jesús por su nombre a una mujer es darle identidad, dignidad, reconocimiento. Y en la pronunciación del nombre, la humanidad entera queda llamada a reconocer a su Señor, cada uno adivina y oye su nombre porque, en el nombre de “María” está inscrito nuestro nombre, los nombres de toda la humanidad. Los hijos e hijas de Dios hemos sido llamados a hacer expansivo el mensaje de la salvación hasta los confines de la tierra. Ha nacido la misión. Hemos visto al Resucitado y hemos creído en Él. No se trata de un tocar y palpar físicamente. La vida de fe tiene ojos interiores, otra mirada, otra luz, otra manera de ver y entender. El Resucitado es la vida nueva que todo lo ilumina. Todo va a ser diferente, la humanidad irá de liberación en liberación, una libertad imparable que a todos pone alas.

La fe de la Iglesia nace del Jesús resucitado que se ha aparecido a sus discípulos. La fe en el Resucitado es afirmación de nuestra propia resurrección. Hemos resucitado con Él, la fosa ha quedado vacía para siempre, Jesús nos ha sacado de nuestros sepulcros de muerte, por delante es la luz del Resucitado. Ya nadie va a morir. Somos los hijos e hijas de la Luz y la vida, y Jesús nos ha sentado con Él junto al Padre, toso está cumplido. Estas verdades de fe son ya realidad aquí y ahora. El cielo ha comenzado en este suelo. Somos los libertados, nadie está por encima de nadie. Todos recibimos el hálito del Espíritu Santo, que nos llena de Dios mismo. Ha comenzado el tiempo de la comunidad y la fraternidad que nos iguala a todos.

Las mujeres a lo largo de la historia de la Iglesia

A vista de pájaro vemos que Jesús, además del grupo de los Doce, se deja acompañar por las mujeres. Tras la resurrección, comienza la misión y con los apóstoles, las mujeres son testigo principal del anuncio. En Hechos de los apóstoles vemos la presencia de mujeres como Prisca y Áquila, Lidia Trifena, Trifosa, Pérside. Febe y Junia, como diaconisas, al frente de comunidades. Se reunían en sus casas, rezaban y comían la cena del Señor. Pablo cita también a Lidia, Ninfa Evodia y Síntique. Consta que hubo entre ellas diaconisas y profetas.

A lo largo de la historia, las mujeres serán presencia principal en la transmisión de la fe a las generaciones nuevas, en el hogar con los hijos, amigos y vecinos. Practican las obras de caridad asistiendo a los necesitados. Sin embargo, dentro de la Iglesia, tanto las mujeres como el pueblo de Dios, quedaron relegados a una simple asistencia de cumplimientos sacramentales, ritos, catequesis, sin implicación en puestos de gobierno, porque todo fue pasando a manos del clero que, entre religiosos, curas y monjes, lo clerical creció como un gran ejército, quedando las mujeres y el laicado al margen de todo. Bajo un imperio cada vez más poderoso y controlador.

1 hxYO978sX2equgPFuVYYIwDurante la Edad Media fue impresionante la gran obra de las beguinas. Estas mujeres seglares fueron capaces de organizarse y adquirir una autonomía propia que se expandió por toda Europa, llegando a ser más de un millón. Esa autonomía era un reclamo para las jóvenes de su tiempo, porque les permitía una libertad de la que no gozaban en sus casas ni en la sociedad. Tanto los edificios como la labor humanitaria emprendida, fue todo iniciativa de ellas. Asistían a enfermos y a los pobres, enseñaban a leer y escribir a los niños. Su actividad era una auténtica caridad cristiana. Era también lugar de encuentro de algunos clérigos que se acogían a su formación intelectual y a la comunicación y acompañamiento de almas. Trabajaban para mantenerse, cultivaban la formación y la vida de oración. Las hubo muy cultas. Admirable fue la obra de Margarita Porete, con su libro El espejo de las almas simples, un auténtico libro de mística, que le valió ser llevada a la hoguera, condenada por las autoridades eclesiásticas.

Y como siempre ha sucedido a lo largo de la historia con toda obra emprendida por mujeres, pronto fue controlada por la jerarquía eclesial, que no miraba con buenos ojos aquella propagación y autonomía que tenían y que iba en aumento. Finalmente fueron sometidas por las autoridades que las dispersaron encerrándolas en conventos. En la vida monástica y contemplativa, muchas fueron las que destacaron en la promoción de las mujeres cultivando lo intelectual, lo artístico, la vida común, el trabajo. Gran ejemplo fue Hildegarda de Bigen, escritora de libros de medicina y de mística. Clara de Asís, destaca por ser la primera mujer que escribió una Regla para conservar la obra de su hermano y amigo Francisco de Asís. Los escritos de Santa Teresa de Jesús, primera mujer que fundó una orden de religiosos.

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Isabel Corpas de Posada: “¿Por qué fueron excluidas las mujeres de la organización jerárquica de la Iglesia católica?”

Lunes, 14 de septiembre de 2020
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Libro_2265383520_14880415_667x979“Ciudadanas de segunda, invisibilizadas, silenciadas, discriminadas: esa ha sido la condición de las mujeres en el cristianismo…”

Pero, para Isabel Corpas de Posada “no hay razones teológicas que impidan la ordenación de mujeres para el diaconado, el presbiterado, o el episcopado”

En sus palabras “el libro presenta un doble acercamiento, eclesiológico y en perspectiva de género, a los textos que reflejan la evolución histórica de las funciones de liderazgo y servicio en la tradición católica”

La obra, que cuestiona la perspectiva androcéntrica desde la que se ha interpretado el lugar de las mujeres en la organización eclesial, está disponible gratuitamente en Amazon y Apple Books

Introducción

Como ciudadanas de segunda, invisibilizadas, silenciadas, discriminadas: esa ha sido la condición de las mujeres en el cristianismo. Como en otras tradiciones religiosas del mundo occidental, en la tradición católica solamente los varones han ejercido los cargos de responsabilidad, pero el paso de una organización patriarcal de la sociedad a un entorno caracterizado por la presencia de mujeres en todos los campos de la actividad humana y en búsqueda de su propia identidad, despierta en el momento actual serios interrogantes en torno a la exclusión de las mujeres de la organización jerárquica de la Iglesia católica. Por eso es de esperar que se produzcan cambios. Y porque no siempre fue así, como se desprende de los textos neotestamentarios. ¿Por qué, entonces, fueron excluidas de la organización jerárquica de la Iglesia católica?

Es este el punto de partida de la presente investigación de tipo histórico hermenéutico con un doble acercamiento, eclesiológico y en perspectiva de género, a los textos que reflejan la evolución histórica de las funciones de liderazgo y servicio en la tradición católica y cuyas fuentes primarias son algunos escritos neotestamentarios, documentos del magisterio eclesial y textos de los autores representativos de los primeros siglos del cristianismo y de la teología escolástica. En cuanto a las fuentes secundarias, recurrí a estudios sistemáticos e históricos en torno a los ministerios eclesiales y en relación con la presencia / ausencia de mujeres en la organización eclesial.

Debo asimismo aclarar que la intencionalidad que orienta y condiciona la lectura teológica de los textos es la mirada de mujer y de teóloga creyente que, al espigar en los textos de la tradición católica, cuestiona la perspectiva androcéntrica desde la que se ha interpretado el lugar de las mujeres en la organización eclesial y desde la que se han elaborado las conceptualizaciones teológicas y las definiciones del magisterio. Asimismo, es mirada de mujer laica, que desde la eclesiología de Vaticano II cuestiona en dichos textos la perspectiva sacerdotal que sustenta la interpretación del sacramento del orden, destacando cómo quienes ejercían formas de liderazgo y servicio en las comunidades neotestamentarias, hombres y mujeres, no eran consideradas personas sagradas ni ejercían funciones de culto, comoquiera que fue a finales del siglo I cuando se dio el paso de los ministerios al sacerdocio, conocido como proceso de sacerdotalización.

Desde esta doble mirada se perfilan dos preguntas que conducen la investigación: ¿cómo y por qué las mujeres fueron marginadas de la organización eclesial y lo siguen siendo actualmente? y ¿por qué la Iglesia no ha asumido la diversidad ministerial trazada por el concilio Vaticano II y el tradicional exclusivismo sacerdotal se mantiene como la única forma oficial de liderazgo y servicio en la Iglesia católica?

Por otra parte, la presente investigación se plantea y justifica desde la creación por el papa Francisco de la comisión para estudiar el diaconado de las mujeres en 2016 y desde el Documento preparatorio y el Instrumentum laboris del Sínodo de los Obispos para la Región Amazónica (2019) que se referían a posibles ministerios eclesiales para las mujeres e incluso a su ordenación. Y aunque los integrantes de la comisión para estudiar el diaconado de las mujeres no llegaron a un acuerdo y el documento final entregado al Papa en la última reunión del sínodo no contemplara esta posibilidad, la esperanza es que Francisco se atreva a dar un paso significativo para que las mujeres sean oídas de verdad y acogidos sus reclamos respecto al lugar que como bautizadas pueden y deben ocupar, comoquiera que en el discurso de clausura acogió “el pedido de re-llamar a la comisión o quizás abrirla con nuevos miembros para seguir estudiando cómo existía en la Iglesia primitiva el diaconado permanente” y anunció que iba “a procurar rehacer esto con la Congregación para la Doctrina de la Fe, y asumir nuevas personas en esta Comisión”.

Una comisión que fue creada durante la Semana Santa de 2020 en medio de la pandemia del coronavirus: además del presidente y el secretario, sus diez integrantes –cinco hombres y cinco mujeres– son todos europeos y estadounidenses, ninguno es especialista en diaconado femenino y, sobre todo, ninguno se ha manifestado a favor de su restauración.

Como lo dijo Francisco en el encuentro con la Unión Internacional de Superioras Generales, UISG, en mayo de 2019, hay que reconocer que el primer paso está dado, pero también es importante dar pasos para sustentar teológicamente la posibilidad de ordenación de mujeres desde la mirada de las mujeres teólogas, que puede no solo aportar sino enriquecer la lectura teológica de la ministerialidad eclesial tradicionalmente hecha por teólogos varones desde una mirada sacerdotalizante y androcéntrica.

Me refiero, en primer lugar, a estas circunstancias leídas desde mi experiencia personal como profesora de teología de los ministerios eclesiales y unas precisiones en cuanto a la terminología; esbozo el marco referencial de la investigación en sus dos componentes, la eclesiología de Vaticano II que fundamenta la teología de los ministerios eclesiales y la teología feminista como respuesta desde la teología a la nueva presencia de las mujeres y, a continuación, una revisión bibliográfica sobre el tema.

En segundo lugar busco responder, desde la eclesiología de Vaticano II y desde la teología feminista al porqué las mujeres fueron excluidas de la organización jerárquica de la Iglesia, para lo cual repaso (1) las prácticas históricas de la Iglesia en textos que reflejan la organización de las comunidades neotestamentarias en las que las mujeres ejercieron importante liderazgo; (2) textos que registran la presencia / ausencia de las mujeres en el contexto del proceso de sacerdotalización de los primeros siglos del cristianismo; (3) textos que, enmarcados en los desarrollos de la teología escolástica y acogidos por el magisterio eclesial muestran cómo tomó forma la teología del sacramento del orden como sacramento del sacerdocio y por qué se negó la ordenación a las mujeres; y (4) las “razones verdaderamente fundamentales” para negar la ordenación sacerdotal de las mujeres a pesar de la diversificación de los ministerios eclesiales en el magisterio posconciliar. En tercer lugar, desde la teología feminista y la teología de los ministerios eclesiales, planteo algunos aportes al debate acerca de la ordenación de mujeres para el diaconado y –¿por qué no?– para el presbiterado, como servicio a la comunión y la misión de la Iglesia, concretamente de la Iglesia latinoamericana del siglo XXI.

El libro de Isabel Corpas de Posada, ¿Ordenación de mujeres? Un aporte al debate desde la eclesiología de Vaticano II y la teología feminista latinoamericana (corpas de posada publicaciones, 2020), está disponible sin costo en Amazon y Apple Books.

Fuente Religión Digital

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El arzobispo de Hamburgo Stefan Heße, pide a Roma que estudie la ordenación sacerdotal de mujeres

Sábado, 22 de agosto de 2020
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urn-newsml-dpa-com-20090101-150314-99-01690-large-4-3-jpg“La discusión sobre el sacerdocio femenino está viva”, asegura Stefan Hebe

La teóloga Dorothea Sattler, presidenta del foro de mujeres, insistió en que “la puerta aún no está cerrada a nivel magisterial”, y que las mujeres “también podemos representar a Jesucristo”

El debate vuelve a abrirse después de que un colectivo de mujeres presentaran sus candidaturas al episcopado, la nunciatura, el sacerdocio o el diaconado ante el Nuncio en Francia, Celestino Migliore, que las recibirá en septiembre

“La discusión sobre el sacerdocio femenino sigue ahí, está viva y no puede ser sofocada por un pedazo de papel”. El arzobispo de Hamburgo, Stefan Hebe, se mostró a favor de un debate abierto sobre la ordenación de mujeres en la Iglesia católica, durante un debate organizado en su diócesis dentro de los trabajos del Camino Sinodal alemán, tal y como informa Katolisch.de.

Para Hebe, “es necesario poder pensar y discutir sobre cualquier tema”, en lugar de quedarse en la carta publicada por Juan Pablo II en 1994, y que cerraba la puerta a la ordenación de sacerdotisas. El debate vuelve a abrirse después de que un colectivo de mujeres presentaran sus candidaturas al episcopado, la nunciatura, el sacerdocio o el diaconado ante el Nuncio en Francia, Celestino Migliore, que las recibirá en septiembre.

Camino Sinodal para discutir sobre todo

En opinión del arzobispo de Hamburgo, la cuestión no puede despejarse aludiendo a la tradición. “La perspectiva histórica es una, pero eso no es todo”, apuntó, como tampoco lo es el color de la piel, el lugar en el que se nace o la condición social o económica.

30 March 2018, Germany, Luebeck: Kirsten Fehrs, bishop the parishes Hamburg and Luebeck of the Evangelical Lutheran Church in Northern Germany, Lutz Jedeck (l), pastor of the Evangelical Lutheran parish St. Jakobi Luebeck, and Hamburg's Archbishop Stefan Hesse stand together for an ecumenical Good Friday procession. Photo: Malte Christians/dpa

30 de marzo de 2018, Alemania, Luebeck: Kirsten Fehrs, obispo de las parroquias de Hamburgo y Luebeck de la Iglesia Evangélica Luterana en el norte de Alemania, Lutz Jedeck (l), pastor de la parroquia evangélica luterana St. Jakobi Luebeck, y el arzobispo de Hamburgo Stefan Hesse se unieron para una procesión ecuménica del Viernes Santo. Foto: Cristianos de Malta / dpa

Hebe es miembro del foro sobre mujeres del Camino Sinodal que la Iglesia alemana comenzó a transitar el pasado año. Aunque espera que todos los temas puedan debatirse, y poder discutir las conclusiones con Roma, el obispo es realista: Esto no resolverá las preguntas (…), pero si los resultados ya están prefijados, no me interesaría el camino”.

Junto al arzobispo, la teóloga Dorothea Sattler, presidenta del foro de mujeres, insistió en que “la puerta aún no está cerrada a nivel magisterial”, y que las mujeres también podemos representar a Jesucristo”.

Homosexualidad y matrimonio entre personas del mismo sexo

El 1 de agosto de 2015, Heße pidió a la Iglesia católica que fuera más realista con respecto a las enseñanzas sobre la moral sexual:

Afirmó que: Tenemos que considerar las múltiples formas y formas de vida en las que vive la gente, tal como existe ahora. Por supuesto, [veo] parejas del mismo sexo entrando en la Catedral Metropolitana de Hamburgo, y nadie les pide que se vayan.”

A pesar de esto, dijo que todavía dudaba sobre el “homo-matrimonio”, pero dejó en claro que la iglesia debe estar disponible para todas las personas, incluidas las personas homosexuales: Cuando estas personas buscan estar cerca de nosotros, entonces nosotros, como Iglesia, estamos ahí para ellos. ¿Qué más? … A mis ojos, esto no minimiza el amor y la fidelidad entre dos personas.”

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“La conveniencia del sacerdocio para las mujeres”, por Leonardo Boff.

Miércoles, 7 de agosto de 2019
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sacerdotisas-anglicanasLa dimensión de lo femenino no es exclusiva de las mujeres, pues tanto los hombres como las mujeres son portadores, cada cual en su propio estilo, de lo masculino y de lo femenino. Tomás de Aquino en la Suma Teológica, ya en su primera cuestión, al abordar el objeto de la teología, dejaba claro que ella puede abordar cualquier tema, siempre que lo haga a la luz de Dios. En caso contrario perdería su pertinencia. Por lo tanto, en esta perspectiva, cabe preguntarse acerca del sacerdocio de las mujeres, realidad que les fue negada en la Iglesia romano-católica. Y considerar las buenas razones teológicas que garantizan su conveniencia.

El llamado “depósito de la fe”, es decir, la positividad cristiana no es una cisterna de aguas muertas. Ella se reaviva confrontándose con los cambios irrefrenables de la historia, como en el caso suscitado por el Sínodo de la Amazonia.

Así, en todo el mundo se verifica cada vez más la reafirmación de la paridad de la mujer, en dignidad y derechos, con el hombre. Comprensiblemente no es fácil desmontar siglos de patriarcalismo que implica disminuir y marginar a la mujer. Pero lenta y consecuentemente las discriminaciones van siendo superadas y, en ciertos casos, hasta castigadas. En la práctica, todos los espacios públicos y las más diversas funciones están abiertas a las mujeres. ¿Vale esto también para el sacerdocio de las mujeres dentro de la Iglesia romano-católica? En las Iglesias evangélicas, en la anglicana y también en el rabinato, las mujeres han sido admitidas en la función antes reservada sólo a los hombres.

Hasta fecha reciente la Iglesia romano-católica, en los estratos de la más alta oficialidad, se negaba a plantear la cuestión, especialmente con Juan Pablo II. Ella quedó rehén de la secular cultura patriarcal, pero no puede convertirse en un bastión de conservadurismo y anti-feminismo en un mundo que avanza hacia la riqueza de la relación hombre y mujer. El Papa Francisco tiene el mérito de plantear las cuestiones pertinentes del mundo de hoy, como la cuestión de la moral matrimonial o el tratamiento a los homoafectivos y a otras minorías.

Como afirmaba aún en el siglo pasado una feminista, A. van Eyde: «El bien del hombre y de la mujer son interdependientes. Ambos quedarán lesionados si en una comunidad uno de ellos no puede contribuir con toda la medida de sus posibilidades. La Iglesia misma quedaría herida en su cuerpo orgánico si no diese cabida a la mujer dentro de sus instituciones eclesiales» (Die Frau im Kirchenamt, 1967: 360).

La minuciosa investigación de teólogos y teólogas del más alto nivel ha demostrado que no hay ninguna barrera doctrinal ni dogmática que impida el acceso de las mujeres al sacerdocio.

En primer lugar, hay que recordar que hay un solo sacerdocio en la Iglesia, el de Cristo. Los que vienen bajo el nombre de “sacerdote”, son sólo figuras y representantes del único sacerdocio de Cristo. Su función no puede ser reducida, como sostiene la argumentación oficial, al poder de consagrar. Se puede decir que toda la vida de Cristo es sacerdotal: se presentó como un ser-para-otros, defendió a los más vulnerables, también a las mujeres, predicó fraternidad, reconciliación, amor incondicional y perdón. No sólo en la última Cena se muestra sacerdote, sino en toda su vida, es decir, fue un creador de puentes y de reconciliación.

La función del sacerdote ministerial no es acumular todos los servicios, sino coordinarlos para que todos sirvan a la comunidad. Por el hecho de presidir la comunidad, preside también la eucaristía. Este servicio (que San Pablo llama “carisma”, y son muchos) puede muy bien ser ejercido por las mujeres como se muestra en las iglesias no romano-católicas y en las comunidades eclesiales de base.

Y habría razones de las más convenientes que fundamentan tal ministerio por parte de las mujeres.

En primer lugar, la primera Persona divina en venir al mundo fue el Espíritu Santo, que asumió María para engendrar en su seno a la segunda Persona, el Hijo encarnado, Jesucristo. El Hijo solo vino después del “fiat” (el sí) de María.

Seguían a Jesús no sólo apóstoles y discípulos, sino también muchas mujeres que le garantizaban la infraestructura. Ellas nunca traicionaron a Jesús, lo cual no se puede decir de los Apóstoles, especialmente del más importante de ellos, Pedro. Después de la prisión y la crucifixión todos huyeron. Ellas se quedaron al pie de la cruz.

Fueron ellas las que primero, en una actitud genuinamente femenina, acudieron al sepulcro para ungir el cuerpo del Crucificado. El mayor acontecimiento de la fe cristiana, la resurrección de Jesús, fue testimoniado en primer lugar por una mujer, María Magdalena, hasta el punto de que S. Bernardo dijese que ella fue “apóstol” para los Apóstoles.

Si una mujer, María, pudo dar a luz a Jesús, su hijo, ¿cómo no va a poder representarlo sacramentalmente en la comunidad? Aquí hay una contradicción flagrante, sólo comprensible en el marco de una Iglesia patriarcal, machista y compuesta de célibes en el cuerpo de dirección y de animación de la fe.

Lógicamente, el sacerdocio femenino no puede ser una reproducción del masculino. Sería una aberración si así fuera. Debe ser un sacerdocio singular, según el modo de ser de la mujer, con todo lo que denota su feminidad en el plano ontológico, psicológico, sociológico y biológico. No será la sustituta del sacerdote. Realizará el sacerdocio a su propio modo.

Vendrán tiempos en los que la Iglesia romano-católica acomodará su paso al del movimiento feminista mundial y con el del propio mundo, hacia una integración del “animus” y del “anima” para el enriquecimiento humano y de la propia Iglesia.

Estamos, pues, a favor del sacerdocio de las mujeres dentro de la Iglesia romano-católica, escogidas y preparadas a partir de las comunidades de fe. Les corresponde a ellas darle una configuración específica, diferente de la de los hombres.

Leonardo Boff

Fuente Atrio

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y ha escrito con Rose-Marie Muraro, Femenino-Masculino: una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias, Record, 2010.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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