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Gerardo Villar: Escuchar, escuchar.

Sábado, 19 de septiembre de 2020
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EditorialEscucharJovenesJosé María Bautista acaba de ultimar su cuarta publicación sobre las distintas generaciones. La última, para el cambio de liderazgo. Es fecundísimo. En ellas va describiendo las características de cada edad en la vida.

Pero pone en interrogante todos nuestros conocimientos y nuestros convencimientos. Al leerlo siento que necesito un cambio radical en mis planteamientos pastorales. Cuando leo Aprendizaje Espiritual -en cualquiera de sus cuatro libros- me voy dando cuenta de que muchas veces estoy transmitiendo un lenguaje, un contenido, unos símbolos, una pedagogía que son propios de mediados del siglo 20 y resulta que, lo quiera o no, hoy estamos y están viviendo las personas en el siglo 21 y a toda marcha.

Y ahí se trasluce la concepción de las cosas de siglos pasados. Por eso, no estoy dialogando con los jóvenes de hoy: no funciono con sus símbolos, no conecto con sus canciones, no vivo sus valores. No descubro ahí la Buena Nueva.

Lo que más me afecta es que evangelizar no es transmitir ideas y mensajes para convencerles de mi fe, sino aprender a evangelizar desde el acontecer cotidiano, buscando las huellas de Dios en ellos y en su vida.

Para ver el acontecer diario, hay que escucharlos y conectar con ellos. No se trata de evangelizarles sino dejarnos evangelizar por ellos, porque Dios está y actúa ahí. Se trata de generar expectativas en ellos y seguirles en su crecimiento.

No se trata de transmitirles la fe, porque eso es un don de Dios. Jesús no lo hizo. Jesús contaba parábolas. Jesús no construía el Reino; lo acogía. Por eso la pedagogía no ha de ser transmitir, sino escuchar, escuchar y escuchar. El mejor indicador es revisar si nuestra teología es la del anuncio y la escucha.

Evangelizar, nos dice, no es otra cosa que confiar ciegamente en las personas y creer que ellas encontrarán su propio camino. Porque en ellas actúa Dios.

Tenemos la oportunidad de actualizar los relatos de Jesús con las palabras y las realidades de hoy, con parábolas de hoy.

El grave problema no está en que la sociedad no es religiosa, sino en que los que somos religiosos no estamos en la sociedad actual.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Los miedos en la Iglesia”. 08 de marzo de 2020. 2. Cuaresma (A). Mateo 17, 1-9.

Domingo, 8 de marzo de 2020
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je2Probablemente es el miedo lo que más paraliza a los cristianos en el seguimiento fiel a Jesucristo. En la Iglesia actual hay pecado y debilidad, pero hay sobre todo miedo a correr riesgos. Hemos comenzado el tercer milenio sin audacia para renovar creativamente la vivencia de la fe cristiana. No es difícil señalar alguno de estos miedos.

Tenemos miedo a lo nuevo, como si «conservar el pasado» garantizara automáticamente la fidelidad al Evangelio. Es cierto que el Concilio Vaticano II afirmó de manera rotunda que en la Iglesia ha de haber «una constante reforma», pues «como institución humana la necesita permanentemente». Sin embargo, no es menos cierto que lo que mueve en estos momentos a la Iglesia no es tanto un espíritu de renovación cuanto un instinto de conservación.

Tenemos miedo para asumir las tensiones y conflictos que lleva consigo buscar la fidelidad al evangelio. Nos callamos cuando tendríamos que hablar; nos inhibimos cuando deberíamos intervenir. Se prohíbe el debate de cuestiones importantes, para evitar planteamientos que pueden inquietar; preferimos la adhesión rutinaria que no trae problemas ni disgusta a la jerarquía.

Tenemos miedo a la investigación teológica creativa. Miedo a revisar ritos y lenguajes litúrgicos que no favorecen hoy la celebración viva de la fe. Miedo a hablar de los «derechos humanos» dentro de la Iglesia. Miedo a reconocer prácticamente a la mujer un lugar más acorde con el espíritu de Jesús.

Tenemos miedo a anteponer la misericordia por encima de todo, olvidando que la Iglesia no ha recibido el «ministerio del juicio y la condena», sino el «ministerio de la reconciliación». Hay miedo a acoger a los pecadores como lo hacía Jesús. Difícilmente se dirá hoy de la Iglesia que es «amiga de pecadores», como se decía de su Maestro.

Según el relato evangélico, los discípulos caen por tierra «llenos de miedo» al oír una voz que les dice: «Este es mi Hijo amado… escuchadlo». Da miedo escuchar solo a Jesús. Es el mismo Jesús quien se acerca, los toca y les dice: «Levantaos, no tengáis miedo». Solo el contacto vivo con Cristo nos podría liberar de tanto miedo.

José Antonio Pagola

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” Su rostro resplandecía como el sol”. Domingo 08 de marzo de 2020. Domingo 2º de Cuaresma.

Domingo, 8 de marzo de 2020
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15-CuaresmaA2Leído en Koinonia:

Gn 12,1-4ª: Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
2Ti 1, 8b-10: Dios nos llama y nos ilumina
Mt 17,1-9: Su rostro resplandecía como el sol

Abraham y Sara pertenecían a un clan de pastores seminómadas, de los muchos que buscaban pastos para sus rebaños lejos de las ciudades-estado que, por los años 1800 a.C. se estaban organizando en Mesopotamia y a lo largo de las costas del Mediterráneo. Abraham fue uno de los muchos grupos que emigraban, lo mismo que hoy, «buscando la vida». En ese andar luchando por la vida descubrieron el llamado de Dios a dejarlo todo y fiarse de su promesa de vida. Dios promete a Abraham que será padre de un pueblo numeroso y que tendrá una tierra, la “tierra prometida”. Es lo que anhelan sus corazones, lo que necesitan para vivir una vida humana y digna. Hoy son muchas las “minorías abrahámicas” que siguen escuchando el llamado de Dios, que les invita a buscar nuevas formas de “vida prometida” para todos los hijos de Dios. Hoy también hay muchísimos desplazados por el sistema neoliberal globalizado, que crea marginación y expulsa a los más débiles de sus tierras. Y millones de desplazados por efecto de las guerras y los problemas políticos. Son los nuevos Abrahán y Sara, que se ven forzados a dejarlo todo en busca de la vida digna que la realidad les niega en su lugar de origen.

La Biblia pone el origen de Israel en esta mitológica «migración» desde Oriente Próximo, «justificándolo» en la voluntad de Dios de elegirse un pueblo… Así, en unos textos que son «Palabra de Dios» y que hablan de Dios… en realidad es el pueblo judío el que habla de sí mismo, y se da una identidad a sí mismo, que consiste en la voluntad del Dios altísimo de crearse un pueblo eligiendo a la persona de cuyas entrañas lo haría nacer. Además de padre «biológico» de Israel, a Abraham la Biblia le atribuye el ser «padre en la fe» de Israel, y por tanto de las tres religiones en que derivó la fe de Israel: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Como el problema de la historicidad de los «mitos» bíblicos de la creación, de la primera pareja humana, y del pecado original que abordábamos en el domingo pasado, También los Patriarcas y los orígenes de Israel hoy están sometidos a un nuevo abordaje. Es algo muy nuevo. Hoy en Biblia se habla de un «nuevo paradigma arqueológico», una generación de arqueólogos desprendida de las adherencias y condicionamientos teológicos clásicos, que cree hallar en el subsuelo israelita un nuevo libro que nos habla fehacientemente de los demás libros que componen la Biblia. Israel Finkelstein es el nombre abanderado de este nuevo paradigma bíblico. «La Biblia desenterrada» (editorial Siglo XXI, Madrid 2003, original: The Bible Unearthed. Archeology’s New Vision of Ancient and the Origin of its Sacred Texts). Han aparecido también investigaciones importantes sobre el papel que la creación de la Biblia tuvo respecto a la construcción de la identidad de Israel; así por ejemplo, el libro de Shlomon SAND, Comment le peuple juïf fut inventé (Fayard, Paris 2008, original en hebreo). La visión que actualmente se está imponiendo desde un plano científico respecto al mundo de los patriarcas bíblicos significa una verdadera revolución, un conjunto de descubrimientos muy importantes que transforman el contexto en el que deben ser interpretados. No se trata de una intuición vaga o una primer anticipo, sino de una corriente fundamentada que merece más respecto incluso que las simples «hipótesis» sobre las que hasta ahora estaba basada la ciencia bíblica. Es urgente para los biblistas, los predicadores y todos los agentes de pastoral asomarse cuanto antes a este nuevo panorama, para no ser sorprendidos cualquier día proponiendo interpretaciones que hoy, a estas alturas del desarrollo de las ciencias, no tienen razón de ser.

La segunda carta de Timoteo nos asegura que la Palabra de Dios no está encadenada. Ella hace su propio camino en medio de los muchos caminos del pueblo. Aunque hagamos muchas lecturas interesadas de ella, el Espíritu siempre encontrará las formas de echarla a volar, sobre todo en manos de los que buscan mejores situaciones de vida en dignidad y justicia, como Abrahán y Sara, o como los desplazados de hoy. Todos ellos, minorías abrahámicas o mayorías desplazadas, están pronunciando con su vida el rechazo a este sistema excluyente que ha perdido la brújula, y que podría encontrarla con la Buena Noticia de Jesucristo.

La escena de la transfiguración que nos relatan los evangelios es, obviamente, otro símbolo. No tiene sentido hablar de ella con un «realismo ingenuo», como si la entendiéramos literalmente y a juzgáramos rigurosamente histórica. Escribieron el relato con mucha libertad –o a partir de un relato oral recontado y reelaborado en su transmisión– y hoy nosotros lo podemos interpretar también «de un modo puramente simbólico». En efecto: esa transfiguración de Jesús que el evangelio de Mateo nos cuenta es un símbolo de esas otras muchas «experiencias de transfiguración» que todos experimentamos. La vida diaria tiende a hacerse gris, monótona, cansada, y a dejarnos desanimados, sin fuerzas para caminar. Pero he aquí que hay momentos especiales, con frecuencia inesperados, en que una luz prende en nuestro corazón, y los ojos mismos del corazón nos permiten ver mucho más lejos y mucho más hondo de lo que estábamos mirando hasta ese momento. La realidad es la misma, pero nos aparece transfigurada, con otra figura, mostrando su dimensión interior, esa en la que habíamos creído, pero que con el cansancio del caminar habíamos olvidado. Esas experiencias, verdaderamente místicas, nos permiten renovar nuestras energías, e incluso entusiasmarnos para continuar marchando luego, ya sin visiones, pero «como si viéramos al Invisible».

Todos necesitamos esas experiencias, como los discípulos de Jesús la necesitaron. Nosotros no podemos encontrarnos con Jesús en el Tabor de Galilea. Necesitamos buscar nuestro Tabor particular, las fuentes que nos dan fuerzas, las formas con las que nos arreglamos para lograr renovar nuestro compromiso primero, siendo la oración, sin duda, el más importante Leer más…

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¿Voy por buen camino?

Martes, 3 de diciembre de 2019
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caminos2Me parece interesante el revisar si vivimos según el evangelio o simplemente “nadamos” en las aguas religiosas. Me permito sugerir algunos puntos de test para diagnosticar si vamos por camino evangélico:

1.- Nuestra teología. ¿Vivimos el cambio de paradigma que nos indica el papa? ¿Hemos avanzado en nuestra creencia teológica y en nuestra vivencia de fe? ¿Vamos por el camino de las parábolas o por el camino de las grandes creencias? ¿Vamos por el camino de la sencillez de Jesús o de la complicada teología? ¿Hacemos graves discursos o vemos la vida con la sencillez de Jesús ante la naturaleza y ante las muchedumbres hambrientas?

2.- Nuestra presencia en el mundo. ¿Levadura o espectáculo? La levadura se esconde, se confunde en la masa, no se ve, actúa desde dentro y en silencio. Un hecho o una palabra en una realidad concreta anuncia la Salvación o denuncia el mal. El espectáculo son fuegos artificiales que meten gran estrépito, acuden grandes multitudes y pasan sin que nada quede de ellos: solo el olor a multitudes e incienso. Muchas celebraciones en nuestros templos y calles ¿no son espectáculos con ropas, signos, señales, incensarios…? Jesús no dio espectáculos. No se tiró del alero del templo.

3.- Estar con la gente normal, más cuanto más pobres; ser gente normal, vivir habitualmente en sencillez, en familiaridad, en colaboración, o subirse a los púlpitos de la televisión, de la gran prensa. Pasar desapercibidos en la caridad ¿Recibimos homenajes? Antes de predicar ¿lo vivo yo o predico para los demás? Hacer de la vida cotidiana una ofrenda a los hermanos o delegar en una ritualidad sacerdotal de los sacrificios sagrados.

4.- Celebrar la eucaristía fraternalmente, alrededor de la mesa, entender y compartir la Palabra, entenderse como grano de trigo molido y granos de uva estrujados para ser pan y vino para el mundo, comulgar con los demás al comulgar con Jesús el Pan y el Vino entregado por todos… ¿Asistir a ceremonias a las que solo pueden participar “algunos”, o “muchos” o “todos”?

5.- Ser aplaudido o ser criticado: “¡Ay de vosotros cuando todo el mundo os alabe y hable bien de vosotros! Así trataron vuestros padres a los falsos profetas”. La señal del cristiano es el amarnos, y todo el que quiere vivir cristianamente, ama. La señal de Jesús no es el aplauso de las naciones, sino la persecución y el ser grano sembrado y podrido en tierra que da fruto.

Si nos aplauden los medios de comunicación, es que somos de su cuerda, que no molestamos. Por eso sabemos que en la Iglesia hay mucha gente en el buen camino, en el camino de Jesús, porque son perseguidos, marginados, silenciados, asesinados, no canonizados…. Es una buena señal; hay Espíritu de Jesús en la Iglesia. Aunque no en todas partes. No se puede estar con el crucificado y con los crucificadores.

6.- Escuchar. Ser capaces de oír sin prisa, de escuchar con absoluta paciencia a las personas. Dedicarles todo el tiempo y todas las atenciones, sin juzgar. Acoger y ser receptores de lo que nos quieren transmitir. Incluso buscar a esas personas que necesitan comunicar sus sentimientos una y otra vez.

7.- Ser positivos, transmisores de esperanza, de luz. Creer y comunicar a los demás esa fe en el resultado de las cosas y de las empresas en que nos metemos por causa del evangelio. No buscar grandes éxitos y números, sino la sencillez de la semilla de mostaza. No recibimos cruces de oro en la solapa sino cruces pesadas a la espalada en bien de los hermanos.

8.- Medir el resultado por lo pequeño, por lo sencillo, por lo no llamativo, porque no nos conceden homenajes ni títulos. Ni nos declaran santos. Vivir sencillamente e intentar ser reflejo en nuestras vidas de lo que creemos. Como fundamento: la pobreza, la sencillez (caminar en borriquillo y prestado).

9.-Vivir, trabajar, en equipo, en grupo, en asamblea; Es signo de caminar con Jesús. No ser grandes líderes, sino animadores y promotores. Estar, ser y trabajar con otras personas. Ser y vivir como pueblo de Dios, no como pirámides en lo alto de la cúspide.

10.- ¿Descubrimos las pequeñas semillas, como la mostaza, en el bien que va creciendo en las personas o nos fijamos en los títulos y nobleza de quien nos obnubila?

Ahora voy a sumar los puntos. Y comentarlos con Jesús en el evangelio.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Dar a manos llenas

Lunes, 25 de noviembre de 2019
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         Dios mío, tú, que me has enriquecido tanto, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, Dios mío, en un largo diálogo. Cuando me encuentro en un rincón del campo, con los pies plantados en tu tierra y los ojos elevados hacia tu cielo, tengo a menudo el rostro inundado de lágrimas, único exutorio de mi emoción interior y de mi gratitud. También por la noche, cuando, acostada en mi litera, me recojo en ti, Dios mío, lágrimas de gratitud inundan a veces mi rostro, y ésa es mi oración.

        Estoy muy cansada desde hace algunos días, pero es una cosa que pasará como todo lo demás. Todo progresa siguiendo un ritmo profundo, un ritmo propio en cada uno de nosotros.

        Debería enseñarse a la gente a escuchar y a respetar ese ritmo: es lo más importante que un ser humano puede aprender en esta vida. No lucho contigo, Dios mío. Mi vida no es más que un largo diálogo contigo. Es posible que no llegue a ser nunca la gran artista que quisiera ser, pues estoy demasiado bien resguardada en ti, Dios mío. En ocasiones, quisiera grabar con un buril pequeños aforismos y pequeñas historias vibrantes de emoción. Mas la primera palabra que me viene a la mente, siempre la misma, es: Dios. Contiene todo y hace inútil todo lo demás. Toda mi energía creadora se convierte en diálogos interiores contigo. El oleaje de mi corazón se ha vuelto más ancho desde que estoy aquí, más animado y más apacible a la vez, y tengo la impresión de que mi riqueza interior se incrementa sin cesar.

*

Etty Hillesum,
Diario: 1941-1943,
Milán 1996, pp. 253ss
[tomado de Paul Lebeau, Etty Hillesum. Un itinerario espiritual. Amsterdam, 1941 – Auschwitz, 1943, Sal Terrae, Santander 2000, pp. 200-201].

9788476588154-es

***.

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“La religión está más presente de lo que imaginamos cuando los ciudadanos votan”, por J. M. Castillo

Jueves, 7 de noviembre de 2019
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hombre-con-camisa-votandoDe su blog Teología sin censura:

El mandamiento de Jesús a los creyentes es que se quieran tanto y de tal manera, que se les distinga del resto de los mortales

El que “acoge” (Mc 9, 37; Mt 18, 15), “recibe” (Mt 10, 40) o “escucha” (Lc 10, 16) a un ser humano, por más despreciable que nos parezca, en realidad es quien acoge, recibe y escucha es a Dios

Por más evidente que sea el creciente abandono de las prácticas religiosas en los países ricos e industrializados, es indudable que la religión sigue desempeñando un papel importante en acontecimientos que pueden ser decisivos para la vida y la convivencia de los ciudadanos. Por ejemplo, cuando se aproximan unas elecciones generales, como es el caso de lo que estamos viviendo actualmente en España.

Por supuesto, en la campaña electoral, no se suele mencionar el tema religioso. Pero es un hecho que la religión está más presente de lo que imaginamos cuando los ciudadanos depositan su voto en las urnas. La relación que cada partido político tiene con la religión es, sin duda alguna, más determinante de lo que seguramente imaginamos. Por la sencilla razón de que el hecho religioso está muy presente en la educación, en la cultura, en la ética y en tantos y tantos asuntos, que son determinantes en la vida y en la convivencia de la ciudadanía.

Por todo esto, aunque no se hable mucho de religión, el hecho es que la religión está más presente de lo que sospechamos en la campaña electoral. El problema está en que de religión habla todo el mundo. Pero de religión, a fondo y en serio, son pocos los que saben. Es como si, en medicina, todos nos pusiéramos a dictaminar lo que se debe o no se debe hacer.

Sea lo que sea, en toda esta cuestión, dado que en España (y en tantos otros países) el cristianismo, en sus diversas formas confesionales, está tan presente, me parece que es de suma importancia dejar muy claro un tema capital. Se trata de tener muy claro quién es cristiano y quién no lo es. Y conste que en esto entramos todos los que nos consideramos cristianos: católicos, protestantes, anglicanos, ortodoxos… A fin de cuentas y cada cual a su manera, todos los cristianos afirmamos que creemos en Cristo.

Pues bien, llegados a este punto capital, mi pregunta es muy simple. Pero tan simple como desconcertante es la respuesta. En efecto, según el Evangelio, cuando llegó el momento de la despedida definitiva de este mundo, Jesús les dijo a sus seguidores: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que vosotros también os améis unos a otros. En esto conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor unos a otros” (Jn 13, 33-35). O sea, según el mandato último y decisivo de Jesús a sus seguidores, aquello por lo que se les tiene que reconocer, como discípulos de lo que enseña el Evangelio, es que se quieran tanto y de tal manera, que se les distinga del resto de los mortales. No porque sean más religiosos que los demás, sino porque quieren a todo el mundo más que nadie.

Pero no es esto lo más importante. Lo más fuerte de todo es que Jesús, al dar este mandato a sus seguidores, les dijo que esto era “un mandamiento nuevo”. ¿Por qué “nuevo”? ¿En qué estaba la “novedad”? El primero de todos los mandamientos, según la Biblia, es el “amor a Dios”, que va unido al “amor al prójimo” (Mc 12, 28-34; Mt 22, 34-40; Lc 10, 25-28). Lo “nuevo” del mandato de Jesús está en que aquí ya desaparece incluso Dios. Y no queda nada más que el amor que nos tenemos unos a otros (Jean Zumstein, H. Thyen…). Es, en definitiva, lo mismo que Jesús vino a decir cuando explica el juicio final: “Tuve hambre y me disteis de comer…” (Mt 25, 35…).

¿Qué nos viene a decir esto? Los cristianos creemos en un Dios encarnado. Es decir, creemos en un Dios humanizado. A Dios no lo conocemos. Ni podemos conocerlo. Porque es el Trascendente. No está a nuestro alcance. Por eso, Dios “se vació de sí mismo… y se hizo como uno de tantos” (Flp 2, 7). Por eso, el que “acoge” (Mc 9, 37; Mt 18, 15), “recibe” (Mt 10, 40) o “escucha” (Lc 10, 16) a un ser humano, por más despreciable que nos parezca, en realidad es quien acoge, recibe y escucha es a Dios. Porque el Dios de los cristianos se ha fundido con cada ser humano y está en cada ser humano.

Cuando, en unas elecciones, votamos por un gobernante, ¿qué queremos? ¿Una sociedad gobernada por un triunfador que nos somete a quienes estamos divididos y enfrentados? ¿O preferimos una persona sabia que respete y proteja nuestros derechos en la mejor convivencia posible? Esta es la pregunta que tenemos que responder quienes decimos o creemos que somos cristianos.

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Escuchar

Martes, 17 de septiembre de 2019
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La misión de los futuros líderes cristianos no es contribuir humildemente a la solución de las penas y tribulaciones de su tiempo, sino identificar y anunciar los caminos por los que Jesús está guiando al pueblo de Dios, liberándolo de la esclavitud, a través del desierto hacia la nueva tierra de la libertad. Los líderes cristianos tienen la difícil tarea de responder a los conflictos personales y familiares, a las calamidades nacionales y a las tensiones internacionales con una fe articulada en la presencia real de Dios.

Tienen que decir «no» a toda forma de fatalismo, derrotismo, accidentalismo e incidentalismo, que hacen creer a las personas que las estadísticas nos dicen la verdad. Tienen que decir «no» a toda forma de desesperación en las que la vida humana es vista como una pura cuestión de buena o mala suerte. Tienen que decir «no» a todos los intentos sentimentales de hacer que las personas desarrollen un espíritu de resignación o de indiferencia estoica frente a lo ineludible del dolor, el sufrimiento y la muerte […]. Los líderes cristianos del futuro tienen que ser teólogos, personas que conozcan el corazón de Dios y que estén preparadas, por medio de la oración, el estudio y un análisis cuidadoso, para manifestar la tarea salvadora de Dios en medio de los acontecimientos aparentemente fortuitos de nuestro tiempo.

La reflexión teológica consiste en meditar sobre las penosas y gozosas realidades de cada día con la mente de Jesús y, de ese modo, hacernos conscientes de que Dios nos guía con cariño. Es una disciplina dura, puesto que la presencia de Dios es una presencia escondida, que necesita ser descubierta. Los ruidos fuertes, tempestuosos, del mundo nos dejan sordos para escuchar la voz suave, amable y amorosa de Dios. El líder cristiano está llamado a escuchar esa voz y a ser animado y consolado por ella.

*

H. J. M. Nouwen,
En el nombre de Jesús. Un nuevo modelo de responsable de la comunidad cristiana,
PPC, Madrid 1 994, pp. 70-73 passim).

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Sh’ma Israël – שמע ישראל

Domingo, 4 de noviembre de 2018
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je-toffre

*
שמע ישראל,
אלוהים הוא אלוהים שלנו,
אלוהים הוא אח

Sh’ma Israel

Adonai eloheinu

adonai ehad

*

Escucha Israel:

El Señor es nuestro dios,

El señor es uno.

(Deuteronomio 6:4)

***

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

-“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”

Respondió Jesús:

-“El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.

El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

No hay mandamiento mayor que éstos.”

El escriba replicó:

-“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”

Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo:

“No estás lejos del reino de Dios.”

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

*

Marcos 12, 28b-34

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El rabí de Sasson contaba:

Aprendí de un campesino cómo deben amar los hombres. Este campesino se encontraba con otros en una hospedería y estaba bebiendo. Se quedó callado durante mucho tiempo con los otros, pero cuando el vino le movió el corazón, dirigiéndose a un compañero que se sentaba a su lado, le preguntó:

Dime, ¿me quieres o no?

El otro respondió:

Te quiero mucho.

Y dijo el campesino a su vez:

Dices que me quieres mucho; sin embargo, no sabes lo que necesito. Si verdaderamente me quisieras, lo sabrías.

El amigo no se atrevió a rebatirle, y el campesino que le había preguntado calló de nuevo. Yo, en cambio, comprendí: amar a los hombres significa intentar conocer sus necesidades y sufrir sus penas

*

Martin Buber,
«Leggenda del Baal Sem»,
en G. Ravasi [ed.], // libro de¡ salmi: commento e attualizazione, Bolonia 1985, p. 694).

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“Sobre la autenticidad religiosa”, por Fernando Jiménez Hernández-Pinzón..

Viernes, 26 de octubre de 2018
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escuchandomusicaCon una larga experiencia de religión y de psicoterapia, Fernando nos propone superar una religiosidad supersticiosa (infantil) mediante una religiosidad cósmica (de madurez), con los pies en la tierra. Y lo concreta en cinco criterios muy sensatos; que abarcan tanto nuestra dimensión vertical hacia Dios (humildad y asombro) como nuestra dimensión horizontal (justicia y compasión humana). Una buena síntesis de nuestra posición religiosa y humana. (Gonzalo Haya)

Pensaba Albert Einstein que la religiosidad (o el “sentimiento religioso”, o la “mentalidad religiosa”) tiene dos modalidades diferenciales. Él las denomina religiosidad supersticiosa y religiosidad cósmica.

La religiosidad supersticiosa se genera a partir de las más remotas etapas de la evolución de la humanidad desde el sentimiento de miedo: el temor de la criatura, incluso el pavor, a los designios implacables del Creador (“perdona a tu pueblo, Señor”, “no estés eternamente enojado”… cantábamos despavoridos en las procesiones y misiones populares del pasado siglo). Y los rezos, súplicas y oraciones estaban dirigidas a influir en el Ser Supremo para que cambiara sus designios… (Lo cual no deja de parecerle a Einstein una incongruencia, además de considerar su inutilidad fehaciente, por estar empíricamente demostrado que la marcha del mundo y de los procesos sociales y biológicos están regidos por leyes bastante independientes de las plegarias humanas).

La religiosidad cósmica parte de otra mentalidad para la que rezar no consistiría en hablar, sino en escuchar.

Quien reza desde esta mentalidad o este concepto de su Fe no pretende influir en los designios de Dios para que cambie en benevolencia su presunta crueldad, o sus actuaciones justicieras y vengativas. Lo único que se pretende con la oración, o con los rezos, es abrirse a lo inescrutable, es escuchar su Palabra (el Logos) a través de los aconteceres que envuelven el misterio del mundo.

Y es confiar que es la genuina respuesta de la Fe (fides es la raíz etimológica de la confianza…). Confiar en una sabiduría y una bondad absoluta y transcendente.

Tal vez no sea mala cosa reflexionar con Einstein…

…Ni con Beltrand Russell, cuando afirma: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Pues, situándonos en el terreno de las personas inteligentes, me atrevo a sugerir que podría ser de provecho intelectual y moral un ejercicio saludable, siguiendo la línea de la duda metódica de Descartes: poner en duda, como método intelectal, algunas de nuestras convicciones, en este caso, la de la religiosidad que de toda la vida practicamos, si es auténtica o está falseada, o descafeinada, o trasnochada, o excesivamente rutinizada… Es por lo que propongo que nos pongamos en situación mental de duda cartesiana, y nos apliquemos, metódicamente, un test de autenticidad religiosa.

      Estos serían los ítems del test:

  • si es piadosa (en su sentido etimológico, derivado de su raíz latina, pietas). Es decir, si es efectivamente compasiva, respetuosa, benevolente, misericordiosa… con hechos, no solo con palabras o con sentimientos);
  • si inspira sentimientos, actitudes y acciones adecuados para una convivencia equitativa, justa y, sobre todo (cada persona desde su limitada parcela de poder), promotores de justicia, de gratuidad y de amor;
  • si enfoca la inabarcabilidad de lo transcendente desde una actitud de humildad realista y asombrada, abierta a la esperanza y lejana de cualquier clase de fanatismo, sin creerme, desde mis criterios personales, poseedor de la verdad absoluta);
  • si no se limita a juzgar, sino que es perdonadora e inspiradora de sentimientos positivos (misericordiosos) para con los errores humanos de las personas y sus limitaciones existenciales;
  • si promueve asombro estético ante la belleza enigmática de lo creado, lo cual eleva la experiencia existencial a regiones superiores del espíritu, abiertas a la creatividad y al progreso...

Es decir: Todo lo que no tiene que ver con el fanatismo inautentificador, ni con el pernicioso narcisismo, que tan peligrosamente se infiltran hasta en las más bienintencionadas actitudes y exigencias religiosas y morales.

Fernando Jiménez Hernández-Pinzón

Fuente Atrio

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Escucha

Jueves, 11 de octubre de 2018
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Del blog Nova Bella:

kafka

No hace falta que salgas de la habitación. Quédate sentado a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera. Ni siquiera esperes. Quédate en silencio, en quietud y en solitario. El mundo se ofrecerá libremente a ti. Será desenmascarado, no tiene elección. Se desplegará en éxtasis a tus pies.

*

Franz Kafka

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Tiempo de callar

Jueves, 15 de marzo de 2018
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Del blog del Monasterio de las Monjas Trinitarias de Suesa:

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Hay años en los que la cuaresma  se regala siendo más real, más intensa y, confiemos, más precursora para una verdadera Pascua.

Últimamente he escuchado varias veces que “es tiempo de callar”… Y me pregunto por qué, por qué es tiempo de callar. El silencio libera, me repito una y otra vez, pero… qué silencio, qué ausencia de palabras.  No me libera el silencio que me atenaza la respiración hasta hacerme jadear. Tampoco el que empuja a mis ojos a buscar puntos indeterminados para no fijarlos en otros ojos. O el que mueve las aspas de mi mente en el mismo sentido, una y otro vez, una y otra vez, en el mismo sentido del sinsentido.

Ese silencio no me libera. No debe de ser ese el que es ahora dueño de este tiempo.

Entonces, ¿por qué creo que sí, que es bondadoso este tiempo de callar?

Aprender de quien sabe, de quien se deja poseer por la sabiduría de la Palabra de Dios, de quien se empeña en recuperar la verdad absoluta, también de quien sopla aspirando vida, o de la que tiene la capacidad de reír y reír y reír…

Es tiempo de callar. Es tiempo de esperar. Tiempo de dejar a Dios actuar.

El silencio que abre espacios en mi interior, que despeja oscuridades por decisión. El silencio que es compás de mi alma, que la hace avanzar y retroceder en una danza desigual, descoordinada. El silencio que desgrana minutos fecundos, reveladores, reconstructores.

Reconozco mi pecado, el que me limita, el que me viene de fuera. También el que engendro y mimo, el que alimento, casi cebándolo, buscando algo, buscando premio, buscándome a mí.

Solo ver y escuchar, desde abajo, aprendiendo de cada una y de todas, de lo que se presiente y lo que se desea.

Desde abajo, desde abajo.

Y si, por lo que sea, en algún momento me encuentro mirando desde arriba, si por la más mínima casualidad mis ojos han de dirigirse hacia más allá de mis pies para poder encontrar la mirada de alguien, si eso sucede, que sea porque estoy, como mi Maestro, clavada en una cruz, entregándole la vida por Amor.

Solo por eso.

“Andemos jubilosas los caminos
que al ser humano purifican del pecado,
sintamos en la prueba la alegría
de dar nueva verdad a nuestras vidas”

*
(“Despierta ya la luz del nuevo día”, himno de D. Cols)

***

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¿Ha llegado la Pascua?

Sábado, 22 de abril de 2017
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el-amor-es-el-arbol-amar-es-el-fruto_560x280El amor es el árbol, amar es el fruto…

“Vivir en profundidad la experiencia de Dios”

“Tiempo especial de escucha y meditación de la Palabra”

(José Alegre).- ¿Verdaderamente ha llegado la Pascua a tu vida? La Regla de los monjes dice que en la víspera de la Pascua “ofrecer espontáneamente algo a Dios con gozo del Espíritu Santo: esto es que sustraiga a su cuerpo algo de comida, bebida, sueño, conversación y pasatiempo, y esperar la santa Pascua con la alegría de un espiritual anhelo”… (RB 49,6)

Quizás esto era para recordarlo mejor al principio de Cuaresma. Pero lo que no podemos hacer cuando deseamos vivir en profundidad la experiencia de Dios, es partir de nosotros mismos, de nuestras previsiones y prácticas, de nuestros planteamientos, pues nuestra debilidad nos impide ser plenamente fieles. Por esto debemos partir siempre de la iniciativa divina, de escuchar su palabra. Dice san Hilario:

Instruido en la ciencia divina, el hombre se convierte en una morada de Dios… Dios no viene a habitar en la mente de los creyentes con una venida corporal, sino que penetra en el corazón en virtud de una fuerza espiritual e infunde como una luz a toda la mente…. (Coment Sal 131)

De aquí que la preparación de la Pascua ha venido siempre recomendada como un tiempo especial de escucha y meditación de la Palabra. Y a partir de aquí tienen sentido todas nuestras penitencias.

¿Lo has hecho así?

Pues atiende a lo que exhorta la Palabra:

Hijo mío, no olvides mi instrucción, conserva en la memoria mis preceptos, porque alargaran los días y años de tu vida y tu prosperidad… En todos tus caminos piensa en él y él allanará tus sendas… (Prov 3,1s)

Esta instrucción nos lleva a penetrar en el misterio de Dios, que es un misterio de amor. Un misterio que es más fuerte que la vida, pues es precisamente de este misterio de amor de donde brota la vida. Y este es el misterio que celebramos estos días: el amor hasta el extremo. Y cuando llevamos el amor hasta el extremo la vida misma está subordinada a este amor. Y este amor se resuelve en una nueva vida.

Pero vivir este misterio exige crecer en el apego o en el deseo de ese amor. Y, simultáneamente, crecer en el desapego a la vida. En una palabra:
valorar más el amor que la vida

Y esta no es una tarea fácil. Escribe el Papa Benet XVI: “Sólo cuando alguien valora más el amor por encima de la vida, a saber: sólo cuando alguien está dispuesto a someter la vida al amor, por el amor del amor, puede el amor ser más fuerte que la muerte y mayor que la muerte”.

Quizás los 50 días que tenemos los cristianos, hasta Pentecostés, para profundizar en la vivencia del misterio de Pascua, pueden ser interesantes si reflexionamos sobre la relación entre la vida y el amor, teniendo como referencia a Quien vivió en plenitud esta relación: Jesús de Nazaret.

En el ritmo de la vida de hoy no es fácil esta reflexión, pero sin vivir esta reflexión difícilmente puede crecer en nosotros la fe en la Resurrección. Si lo aceptas te puedo ofrecer un punto de ayuda a tu reflexión, que tomo del “Libro del Amigo y del Amado de Ramón Llull:

“El Amigo preguntó a su Amado: ¿Qué es más grande, el amor o el hecho de amar? Y el Amado le respondió: En la criatura el amor es el árbol, amar es el fruto; las penas y los sufrimientos son las flores y las hojas del árbol. Pero en Mí, amor y amar son, sin penas y sin sufrimientos, una sola y misma cosa.” (nº 85)

Fuente Religión Digital

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“Escuchar a Jesús”. 16 de marzo de 2014. 2. Cuaresma (A). Mateo 17, 1-9.

Domingo, 12 de marzo de 2017
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je2El centro de ese relato complejo, llamado tradicionalmente “La transfiguración de Jesús”, lo ocupa una Voz que viene de una extraña “nube luminosa”, símbolo que se emplea en la Biblia para hablar de la presencia siempre misteriosa de Dios que se nos manifiesta y, al mismo tiempo, se nos oculta.

La Voz dice estas palabras: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Los discípulos no han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro “resplandeciente como el sol”.

Pero la Voz añade algo más: “Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: escuchad a Jesús. La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús.

Al oír esto, los discípulos caen por los suelos “llenos de espanto”. Están sobrecogidos por aquella experiencia tan cercana de Dios, pero también asustados por lo que han oído: ¿podrán vivir escuchando solo a Jesús, reconociendo solo en él la presencia misteriosa de Dios?

Entonces, Jesús “se acerca y, tocándolos, les dice: Levantaos. No tengáis miedo”. Sabe que necesitan experimentar su cercanía humana: el contacto de su mano, no solo el resplandor divino de su rostro. Siempre que escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro ser, sus primeras palabras nos dicen: Levántate, no tengas miedo.

Muchas personas solo conocen a Jesús de oídas. Su nombre les resulta, tal vez, familiar, pero lo que saben de él no va más allá de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y, sin esa experiencia, no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener nuestra vida.

Cuando un creyente se detiene a escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre algo como esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto, tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón”.

En el libro del Apocalipsis se puede leer así: “Mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa”. Jesús llama a la puerta de cristianos y no cristianos. Le podemos abrir la puerta o lo podemos rechazar. Pero no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.

José Antonio Pagola

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Salir de su tierra

Domingo, 12 de marzo de 2017
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El abbé Pierre, el 1 de Febrero de 1954, en Radio Luxemburgo

Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos” (Ortega y Gasset)

12 marzo, II domingo de Cuaresma

Mt 17, 1-9

Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada.

El Génesis relata en 12, 1-4 la vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios: “Sal de la tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”Y Abrahán sale mirando lejos, respondiendo a la llamada de un Dios que nos ilumina (2 Tim 1, 10) y con la vista puesta en el futuro. Nada importa la realidad o no del hecho. Lo trascendente es lo que el mito significa. Hace poco me enviaba un amigo el dibujo de una pareja en la cama. Ella leyendo un libro y él medio sentado. Le dice él: “Cariño, estoy sin calzoncillos”. Y ella le contesta sin tan solo mirarle: “No te preocupes, cielo; mañana te compro unos”.

De un mensaje, lo de menos es lo que se dice; lo importante es lo que con él se quiere decir. Hay que evitar la letra que mata y recuperar el Espíritu que vivifica. San Pablo nos lo recuerda en su 2 Cor 3, 5-6: “nuestra capacidad viene de Dios, que nos capacita para ilustrar una alianza nueva: no de puras letras sino de Espíritu; porque la letra mata, el Espíritu da vida”.

Ortega y Gasset dijo: “Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”.

Y esto es lo que hace el papa Francisco cuando en septiembre de 2015 se abraza con cuatro representantes de las principales creencias -una budista, un judío, un cristiano y un musulmán- y pronuncia este memorable discurso: “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por él y colaborar con quienes piensan distinto. Muchos piensan distinto, sienten distinto. Buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una única certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios. Que el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones conlleve frutos de paz y justicia”. Nuestro cardenal, Carlos Osoro, declaraba en octubre de 2016 que “La libertad auténtica se alcanza cuando se respeta la libertad religiosa”.

Ojalá seamos esa luz que el protagonista Hiroyuki Sanada proponía, como final de cinta, fueran sus hijos Eliseo y Eladia: “las luces más brillantes en la más oscura noche”Babel (2006), del mejicano Alejandro González Iñárritu. Un noble deseo como el de Abrahán, el de Pablo, el de Francisco, el de Osoro, el de Ortega, y el de Jesús, comprometido como el Abbé Pierre (1912-2007) –“Ángel de los pobres”– y fundador de Los Traperos de Emaús en mirar el futuro sin dejar de atender las necesidades del presente.

El 1 de febrero de 1954 irrumpió por sorpresa en Radio Luxemburgo y consiguió que le permitieran hablar en directo. Conmovió a los oyentes con un discurso en el que proclamó la insurrección de la bondad: “Una mujer acaba de morir congelada esta madrugada en la acera del bulevar de Sebastopol, manteniendo aún aferrada a su mano la notificación judicial de expulsión de su domicilio. No podemos aceptar que sigan muriendo personas como ella. Cada noche son más de 2 000 personas soportando el hielo, sin techo, sin pan, más de uno casi desnudo; para esta misma noche es necesario reunir 5 000 mantas, 300 grandes tiendas de campaña, 200 ollas. Venid los que podáis con camiones para ayudar al reparto […] Al Hotel Rochester, calle Le Boétie 92. Imploro, frente a los hermanos que mueren de miseria, aumente en nosotros el amor para hacer desaparecer esta lacra. «¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!»

EL ÁNGEL DE LOS POBRES (Abbé Pierre)

Yo continuaría creyendo, incluso si el mundo pierde esperanza.

Y continuaría amando, incluso si los otros destilan odio.

Yo continuaría construyendo, incluso si otros destruyen.

Yo continuaría hablando de paz, incluso dentro de una guerra.

Yo continuaría iluminando, incluso en medio de la obscuridad.

Yo continuaría sembrando, incluso si los otros pisotean la cosecha.

Y yo continuaría gritando, incluso si los otros se callan.

Y yo dibujaría sonrisas en los rostros con lágrimas.

Y yo aportaría alivio, cuando se vea dolor.

Y yo ofrecería motivos de alegría allí donde no hay más que tristeza.

Y yo invitaría a caminar aquel que ha decidido detenerse…

Y yo extendería los brazos a aquellos que se sienten agotados”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cállate

Viernes, 28 de octubre de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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Cállate.
Es pues así .
es como he sido acogido.

Cállate.
¡ No hagas ruido,
molestas!

Cállate.
Tienes que olvidar,
Vuelve a las normas.

Cállate.
Aprende a olvidarte,,
Aprender a divertirte.

Sobre todo,
No molestes.

¿Podemos imaginar
Cuánto este sentido interiorizado
Hasta el punto de olvidarlo,
puede marcar
Profundamente la vida
De un hombre pequeño?

Cállate:
Cuando no sé expresar mis deseos.

Cállate:
Cuando no tengo ninguna preferencia.

Cállate:
Cuando no sé escoger una profesión.

Cállate:
Cuando no puedo imaginar ser amado.

Cállate:
Cuando es preciso revelarse, presentarse,
con miedo a oír otros “cállate”.

Está bien.
No me callaré más.

Escucharé
Profundamente lo que hay en mí.

¡Porque esto habla en mí,
Esto habla mucho!

Todo lo que soy,
Todo lo que debo ser
Todo lo que tengo que ser.

La parte de mí
Que quiere hablar
expresarse
como uno se compromete
En el mundo.

La parte sagrada de mí
Ya sea divina
O innata,

Que había recibido tan violentamente
Este «Cállate»

Y quien en lo sucesivo
Quiere desplegarse.

Hablaré,
Viviré.

*

Zabulon  – 15/10/2016

« Creo, y hablaré, yo que he sufrido mucho… » (Salmo 115,10)

Fuente Foto : Michel Giliberti, photographe

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¿Quién escucha al que sufre?

Sábado, 28 de mayo de 2016
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Del blog de Henri Nouwen:

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En la vida espiritual, escuchar es mucho más que una simple estrategia psicológica para ayudar a los demás a descubrirse a sí mismos. En la vida espiritual, quien escucha no es el yo, al que en realidad lo que le gustaría es hablar,(pero que está entrenado para contenerse), sino el Espíritu de Dios que está en nuestro interior. Cuando hemos recibido el Espíritu (o sea, el Espíritu de Jesús como aliento de Dios que alienta en nosotros), ese Espíritu crea en nosotros un lugar sagrado donde podemos recibir a los demás y escucharlos.

El Espíritu de Jesús ora en nosotros y escucha en nosotros a todos aquellos que vienen a nosotros con sus tribulaciones y sufrimientos.

Si nos atrevemos a confiar plenamente en el poder del Espíritu de Dios que escucha en nosotros, veremos producirse verdaderas sanaciones.”

*

Henri Nouwen

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Seguir la voz interior

Miércoles, 23 de septiembre de 2015
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Cuando descubres en tí algo que es un don de Dios, debes reclamarlo y no dejar que te lo saquen. A veces la gente que no conoce tu corazón, se le pasará totalmente por alto la importancia de algo que forma parte de tu identidad más profunda, valiosa tanto ante tus ojos como ante los ojos de Dios. Tal vez no te conozcan lo suficiente como para poder responder a tus necesidades genuinas.

Entonces debes hablarle a tu corazón y seguir tu vocación más profunda.

Hay una parte de ti que se entrega con demasiada facilidad a la influencia ajena. Tan pronto como alguien cuestiona tus motivos, comienzas a dudar de tí mismo. Terminas coincidiendo con el otro antes de haber consultado a tu propio corazón. Así, te vuelves pasivo y simplemente asumes que el otro sabe más.

Aquí debes prestar mucha atención a tu yo interior. Volver a casa y ser devuelto a tí mismo son expresiones que indican que tienes un fundamento interior sólido desde el cual puedes hablar y actuar sin apologías, humilde pero convincentemente.”

*

Henri Nouwen

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P.D.: Dedicado especialmente a FJ., D., F. y K.

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Escuchar a Dios

Sábado, 18 de julio de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Escuchar a Dios en tu silencio interior y descansar siempre en él:

“El silencio que encuentras en ti mismo cuando entras en ti y descansas en Dios es siempre el mismo y siempre nuevo, aunque sea inmutable. Porque ese silencio es verdadera vida y, aunque tu cuerpo se mueva, tu alma permanece en el mismo sitio, descansando en su vida, que es Dios, ahora, en invierno, igual que hace meses, en verano, sin ninguna aparente diferencia, como si nada hubiera cambiado en absoluto y el paso de las estaciones no hubiera sido más que una ilusión”

*

Thomas Merton. Diarios, enero 1948.

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Escucha las manzanas caer

Martes, 26 de mayo de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

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La vida te romperá. Nadie puede protegerte de eso, y vivir solo no ayudará, porque la soledad también te quebrantará con su nostalgia. Necesitas amar. Debes sentir. Es por esto que estás en la tierra. Estás aquí para arriesgar tu corazón. Estás aquí para ser engullido. Y cuando seas roto, o traicionado, o abandonado, o herido o rozado por la muerte, siéntate bajo un manzano y escucha las manzanas caer y amontonarse alrededor de ti, derrochando su dulzura.

Di que lo has probado tanto como has podido.

*
Louise Erdrich, novelista americana

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Fuente Fotos : Sage-nudien por Julien Wolga y le jardin d’Olivier.

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Entrar en Cuaresma.

Lunes, 23 de febrero de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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 Entrar en Cuaresma, es abrir tu puerta
y reaprender a moverse, a desplazarse, a vivir.
Es negarse a quedar fijo en tus posiciones,
tus dogmas o tus certezas absolutas.

Entrar en Cuaresma, es también cambiar de rumbo.
emprender el rumbo hacia Dios dejándose perturbar
por las costumbres de los demás, sus ideas,
sus hábitos, sus lenguas.
Dejarse sorprender por la música del otro,
que habla de otro ritmo, otro tiempo,
otra canción.

Entrar en Cuaresma, es también ponerse a la escucha
de la Palabra, la que, en medio de las habladurías,
nos toca mucho el corazón y nos arranca
no una lágrima, un billete de banco o un cheque,
sino un gesto de perdón, de amor o de paz.

Entrar en Cuaresma, es ponerse a la escucha
del éxito de Dios, el que acepta la herida,
la que no saca provecho del fracaso de la debilidad,
la que no explota la ingenuidad o el sudor del débil.

Entrar en Cuaresma, es ponerse a la escucha
del amor de Dios.
No un falso amor que tiene en cuenta sólo
la medida de talla, la belleza de los ojos
o de la mirada.
Un amor que te enseña a leer de otro modo,
a hablar, a compartir, a encontrare de otro manera.

*
Robert Riber

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(Fotografía Jeff Palmer vía Nudarte)

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Recordatorio

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