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“¿Qué nos importa? ¿El sistema, o las personas?”, por José María Castillo, teólogo

Sábado, 30 de mayo de 2015
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mendigo-perroDe su blog Teología sin censura:

¿Dónde está el centro de nuestras preocupaciones en este momento? Lo que más nos importa, ¿está en salvar el sistema? ¿o está en mejorar la vida de las personas? Cuando un gobernante, sea del color que sea, se siente orgulloso porque gestiona bien los grandes números de la economía, sin duda alguna que a ese gobernante lo que más le importa es sacar adelante el sistema. Y cuando un gobernante, sea del color que sea, se preocupa sobre todo por acabar con las leyes que permiten los desahucios, sin duda alguna que a ese gobernante lo que más le preocupa es mejorar la vida de las personas. El asunto es de enorme actualidad.

Pues bien, si del ámbito del sistema económico-político, pasamos al ámbito del sistema religioso-eclesiástico, se puede afirmar que cuando un obispo, un párroco o el prior de un convento centra sus preocupaciones sobre todo en que se cumplan al pie de la letra las normas de la liturgia, las leyes del derecho canónico o lo que mandan y prohíben los más altos jerarcas de la Iglesia, en ese caso podemos estar seguros que lo que más nos importa es asegurar el sistema sobre el que se asienta y sostiene la Religión. Y cuando al obispo, al párroco o al prior del monasterio, lo que más le quita el sueño es la cantidad de gente que no tiene trabajo, que no llega a fin de mes, que va por la vida sin papeles, sin seguridad social, sin patria y sin futuro, entonces podemos estar seguros de que lo que más le importa a la gente de Iglesia es vivir el Evangelio.

En esto estuvo el secreto y la clave de la originalidad y la grandeza de Jesús de Nazaret. Cuando Jesús curaba a los enfermos precisamente en los días en que eso estaba prohibido por los maestros de la Ley, cuando compartía mesa y mantel con publicanos y pecadores, cuando entró en el templo, látigo en mano, diciendo que habían convertido la “casa de oración” en una “cueva de bandidos”, y sobre todo cuando se atrevió a decir que hacía todo aquello en nombre de Dios y con la autoridad de Dios, entonces precisamente lo que queda en evidencia es que lo que a Jesús le importaba no era el “sistema religioso”, sino el “sufrimiento o la felicidad de las personas”.

Es cuestión de sensibilidad, ante todo. Precisar, en cuanto sea posible, si somos más sensibles a la seguridad que nos da el sistema establecido. O si somos más sensibles al dolor, al miedo y a las humillaciones que tienen que soportar los más desamparados de este mundo. Y conste que lo más delicado y difícil del momento es que, una vez más en la historia, los lobos se presentan con piel de oveja. Quiero decir, que quienes anteponen, a todo lo demás, la estabilidad del sistema que a ellos les da seguridad, se presentan asegurando que sólo buscan lo que es mejor para la mayoría, cuando en realidad lo que quieren es lo que beneficia a quienes siempre se vieron beneficiados por el poder y el bienestar.

Y para terminar, quiero tener un recuerdo especial para el papa Francisco. Este hombre discutido que, en todo caso, tiene y mantiene una cosa indiscutible: que antepone el Evangelio y la solidaridad con los últimos de este mundo a cualquier otro interés, por más seguridades y estabilidad que nos pueda ofrecer el sistema que nos ha traído a donde estamos.

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Sumergirse en cada ser

Sábado, 21 de marzo de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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 Cada ser lleva en sí mismo una parte de resurrección.
Cada ser puede enriquecernos,
A condición de sumergirse en él
En lo que él tiene de bello, de mejor,
De luminoso, de divino.
Desgraciadamente, examinamos
Primero las tinieblas del otro.
Y nos quedamos allí.

Cristo está allí, en cada ser,
Oculto, dispuesto a darse a conocer,
Y pasamos sin verlo.
Carecemos del encuentro a menudo,
Presos de nuestro egoísmo, nuestras negativas,
Nuestras barreras, nuestras intolerancias, nuestros rechazos.

Necesitamos pedir
En nuestra oración la mirada de Cristo.
Se sumerge en los seres con tal intensidad
Que nadie olvidará jamás esta mirada.
Y vivirá.

El Cristo resucitado necesita nuestra mirada
De ternura y de misericordia
Para acceder a cada ser.

Sumergirse en lo que cada persona tiene de mejor,
es recibir una partícula de la luz del Resucitado.

*

Guy Gilbert

*

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Todo rostro es único

Sábado, 14 de marzo de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Por último, debes saber que cada rostro es un milagro. Es único.
Jamás encontrarás dos caras absolutamente idénticas.
Qué importa la belleza o la fealdad.
Son cosas relativas.
Cada rostro es el símbolo de la vida.
Toda vida merece el respeto.
Nadie tiene el derecho a humillar a otra persona.
Cada uno tiene derecho a su dignidad.
Respetando a un ser,
rendimos homenaje, a través de él,
a la vida en todo lo que tiene de bello,
de maravilloso, de diferente, de inesperado.
Se muestra el respeto a uno mismo
tratando los demás dignamente.

*
Tahar Ben Jelloun

 ¿Iguales?

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María, mujer. Carne de Dios: Persona.

Lunes, 5 de enero de 2015
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luz-arco-irisDel blog de Xabier Pikaza:

La figura “sagrada” de María ha venido acompañando de manera poderosa a los cristianos a lo largo de casi dos mil años, y lo sigue haciendo de un modo especial en el tiempo de la Navidad, pues ella aparece como elemento esencial del misterio de la encarnación.

Históricamente, María ha sido un elemento clave en el despliegue de cristianismo helenista y romano, en la conversión de los pueblos germanos y eslavos, en la reconquista cristiana de España y en la evangelización de América, es decir, en el imaginario espiritual del occidente católico. Pero la situación parece estar cambiando, pues llega un tiempo de crisis, de visión distinta de la mujer y de la vida.

Por eso es necesario replantear el tema, para descubrir de nuevo el puesto de María en la Encarnación de Dios, desde un contexto de diálogo con las religiones y de nueva comprensión de la existencia humana, partiendo una vez más de las raíces de la revelación bíblica.

Así lo haré en estas reflexiones (casi) finales de la Navidad, poniendo de relieve el sentido de la encarnación, que nos permite hablar de María como La Virgen de la Carne de Dios, en su realidad concreta de mujer creyente que dialoga con el mismo Dios, es decir, como persona.

imagesNo es carne de cañón para la muerte, ni cuerpo al servicio de un varón dominador, ni simple tierra abonada para un ideal desencarnado de sacralidad. María es carne-mujer, persona que dialoga con Dios y con los hombres, sujeto de su propia historia entendida como encarnación de Dios.

Ella puede aparecer así, en la liturgia y en el compromiso de la Iglesia como signo y condensación de una humanidad (mujer/varón) que dialoga con Dios, como un arco-iris de promesa, frente al riesgo de diluvio que sigue amenazando nuestra historia (Gen 6-9).

1. Santa María de la crisis

Ahora, a comienzos del tercer milenio, las cosas han empezado a cambiar poderosamente, de manera que está en juego no sólo la figura de la Madre de Dios, sino todo el misterio cristiano. En este contexto podemos evocar varias rupturas y problemas

1. Ruptura sacral. ¿Un cristianismo sin mujer divina? Muchos piensan que la devoción a María significa una especie de vuelta al paganismo. Su culto ha sido una regresión, una especie de retorno a los poderes sagrados de la naturaleza, que el judaísmo había superado ya. Jesús sería presencia y revelación de Dios por lo que ha hecho: por su anuncio de reino y su entrega a favor de los excluidos del sistema, por su muerte y su resurrección, como un hombre concreto (este hombre). María, en cambio, sería sagrada por su misma condición femenina y materna, es decir, por su naturaleza y no por lo que ha hecho como persona. Por eso, algunos afirman que sería mejor quedarse sólo con Jesús, sin María, en línea protestante.

2. Ruptura familiar. ¿Un cristianismo sin madre? Muchos consideran a María como refugio psicológico, una necesidad infantil del hombre-niño que quiere volver a los brazos de la madre. Su figura habría servido para mantener a muchos hombres y mujeres detenidos en un infantilismo. En esa línea, la devoción mariana sería un signo residual y casi folklórico de infantilismo y de imposición psicológica, que el hombre maduro y creador de nuestro tiempo debería superar. Puede haber algo cierto en esa visión, pero no podemos olvidar el hecho de que el ser humano sigue conservando a lo largo de su vida unos rasgos de niño (neotenia), que le llevan a entender a Dios como Padre (Abba), conforme a la experiencia y palabra de Jesús. De todas formas, sería preciso plantear mejor el sentido de María-Madre.

3. Ruptura femenina: Santa María, la Mujer. Muchos afirman que la devoción mariana ha sido una reacción compensatoria normal frente al predominio de lo masculino. En contra de la mujer esclavizada de este mundo (y para justificar su esclavitud real), los hombres habrían elevado así la figura de María como madre celeste y mujer bella, cariñosa, cercana. Según eso, ella representaría una especie de carencia femenina. Por eso, una vez que el problema femenino quedara básicamente resuelto, de manera que no existen diferencias entre varones y mujeres, la figura de María sería innecesaria. Tampoco esta objeción parece concluyente, pero debe tenerse en cuenta.

4. Ruptura cultural: Folklore. La figura de María sigue siendo importante para muchísimos cristianos, pues su historia está vinculada a tradiciones venerables, propias de imágenes milagrosas y santuarios famosos. Pero muchos de esos santuarios desaparecen o se convierten en centros de folklore. El patrimonio mariano de la iglesia puede convertirse en arte, que miles y millones de personas visitan cada año en romerías y exposiciones de arte, vinculadas al mar y a la montaña (Montserrat, Aránzazu), a la fuente-río y a la roca (Fuensanta, Pilar), al árbol y la cuerva (Virgen del Olivo o del Pino, Covadonga)… En esta línea se sitúan, de un modo especial, las fiestas patronales de pueblos y lugares. Algo de eso puede existir, de manera que para entender la función de María es preciso volver al evangelio.

5. Ruptura imaginaria: Apariciones. El culto a la virgen María está vinculado, al menos desde la Edad Media, a una tradición, casi siempre idéntica, de apariciones (especialmente dirigidas a niños y pastores) e imágenes sagradas (escondidas hace tiempo y luego encontradas, bajadas del cielo etc.). La mayor parte de los santuarios marianos antiguos tienen una ‘leyenda’ fundacional, que habla de revelaciones sobrenaturales, que de algún modo expanden y actualizan (e incluso transforman) la revelación del Nuevo Testamento, desde el “ayate” celeste de Guadalupe (México, 1531), la imagen “Aparecida” del río (Brasil, 1717), o las “revelaciones” de Lourdes (Francia, 1854) y Fátima (Portugal, 1917). Es significativo el hecho de que el Magisterio de la Iglesia católica, tan reacio en otros casos a dejarse llevar por mensajes y ‘revelaciones’ particulares, haya aceptado en estos y otros casos una providencia especial de María, la Madre de Jesús, en el despliegue de la vida cristiana de sus comunidades. Pero hay muchos cristianos que piensan que este tipo de culto mariano fundado en apariciones puede ser por evangélico.

Estas y otras rupturas nos obligan a replantear el lugar y función de María dentro de la iglesia, en el comienzo del tercer milenio. Son muchos los que piensan que ella representa el pasado, la devoción de un tiempo antiguo, marcado por una minoría de edad. Pues bien, el hombre que alcanza su madurez con la Ilustración, y que se atreve a pensar (Kant) y a transformar la sociedad desde sus propias capacidades racionales (Marx) no tendría ya necesidad de este tipo de Madre.

La mariología sería un refugio infantil, propio de reprimidos o miedosos. El hombre moderno, creador de sí mismo, no sentirá la necesidad de Madre. En contra de eso, quiero decir que la figura de María sigue siendo muy importante para entender el nacimiento y vida de Jesús

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2. Santa María de la Biblia, una mujer judía

El primer punto de referencia de la mariología sigue siendo la historia y teología de Israel, que ha superado el plano de la sacralidad cósmica, para situarse en el nivel de las mujeres-madres y amigas, creadoras de historia en un nivel humano. En ese contexto debemos recordar que María ha sido y sigue siendo una judía. Desde ese trasfondo podemos evocar cuatro temas que nos ayudan a entender la figura de María, con su trasfondo histórico y simbólico para interpretarla .

‒ Crítica a la Madre-Diosa (Asheras). La historia de Israel ha estado en gran parte definida por la lucha en contra de la diosa. El judaísmo asume la figura del Dios semita (El, Elohim), pero le quita su carácter sexual, señorío engendrador, vinculado a los cultos de la naturaleza (Baal); desde ese fondo, ha luchado en contra de la figura divina femenina, tanto de Ashera (esposa de Él), como de Isthar-Astherté-Anat (esposa de Baal). En esa línea podemos resumir la historia religiosa de Israel diciendo que el judaísmo ha rechazado al Dios-Toro engendrador (El/Baal) y a su consorte (Ashera/Astarté), para situar en su lugar al Dios Yahvé . Leer más…

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Tú – Yo.

Viernes, 1 de agosto de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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“Dios no es una Persona pero Dios puede establecer sus relaciones con el hombre de una manera personal como lo hizo con Abraham, Isaac o Jacob. De una una parte, Dios no puede ser una persona porque de lo contrario se convierte en un ser colocado al lado de otro ser, que está marcado por el finitud, lo que contradice la misma noción de Dios. Porque es Infinito, Dios es suprapersonal. Pero, por otra parte, el hombre es una persona y es por eso que, cuando va al encuentro del hombre, Dios puede manifestarse en un plano personal. Se convierte en un Tú al que mi Yo puede amar. Y es por eso que en toda tradición religiosa, tenemos oraciones que expresan relaciones de amor entre un Tú y un Yo. Pero paralelamente, en toda religión superior, hay una proximidad de Dios que trasciende la relación Tú-Yo. Esta es la actitud contemplativa que conduce a un encuentro místico con Dios, fundamento del Universo. “

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Paul Tillich,

última entrevista antes de su muerte, Chicago, 1965

Paul Tillich.775778.jpg.775779© Fabian Bachrach

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“Cada cual tiene su tiempo y después entra en silencio”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

Viernes, 20 de junio de 2014
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relojLeído en la página web de Redes Cristianas

Hay un libro curioso del Primer Testamento, el Eclesiastés (en hebreo Cohélet), que no menciona la elección del pueblo de Dios, ni la alianza divina, ni siquiera la relación personal con Dios. Representa la fe judía inculturada en la visión griega de la vida. Posee una mirada aguda sobre la realidad tal como se presenta y alimenta la reverencia hacia todos los seres. Tiene un pasaje muy conocido que habla del tiempo: hay “un tiempo de nacer y un tiempo de morir; tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz” (Ecl 3,2-8).

Hay muchas formas de tiempo. Tenemos que liberarnos del tipo de tiempo dominante de los relojes. Todos somos rehenes de este tipo de tiempo mecánico. Se conocen distintos relojes. El primero fue el reloj de sol, hace ya 16 siglos. Se supone que fueron los asiáticos quienes inventaron por primera vez el reloj. En el año 725 de nuestra era, un monje budista inventó un reloj mecánico que a base de baldes de agua hacía una rotación completa en 24 horas. En Occidente se atribuye a otro monje, un benedictino, después Papa Silvestre II (950-1003), la invención del reloj mecánico actual.

Hoy nadie anda sin algún tipo de reloj mecánico que mide el tiempo a partir de las rotaciones de la Tierra alrededor del Sol. Pero esa visión mecánica del tiempo del reloj ha estrechado nuestra percepción de los muchos tiempos que existen, como refiere el Eclesiastés. Los cosmólogos modernos nos han despertado a los distintos tiempos. Todo en el proceso de la evolución posee su timing. Si no se respeta cierto timing, todo cambia y ni nosotros mismos estaríamos aquí para hablar del tiempo.

Así, por ejemplo, inmediatamente después de la primera singularidad, el big bang, la explosión inmensa aunque silenciosa pues había todavía no había espacio para acoger el estruendo, ocurrió la primera expresión del tiempo. Si la fuerza gravitacional, la que hace expandir y al mismo tiempo sujeta las energías y las partículas originarias (la más importante de las cuatro existentes) hubiese sido durante millonésimas de segundo más fuerte de lo fue, habría retraído todo hacia sí causando explosiones sobre explosiones y el universo habría sido imposible. Si hubiese sido, durante millonésimas de segundo, un poco más débil, los gases se habrían expandido de tal forma que no se habría producido su condensación y no habrían surgido las estrellas, ni todos los elementos que forman el universo, no existiría el Sol, ni la Tierra ni nuestra existencia humana.

Pero existió el tiempo necesario para el equilibrio entre la expansión y la contención que acabó abriendo un tiempo para todo lo que vino posteriormente. Hubo un tiempo exacto en el que se formaron las grandes estrellas rojas, dentro de las cuales se forjaron los ladrillitos que componen a todos los seres. Si ese tiempo exacto hubiera sido desperdiciado, nada más habría sucedido.

Hubo un tiempo exactísimo, un momento dado en el que debían surgir las galaxias. Si hubiese faltado aquel tiempo, no habrían surgido los cien mil millones de galaxias, los miles y miles de millones de estrellas, y luego los planetas como la Tierra. En un exactísimo momento de alta complejidad de su evolución, irrumpió la vida. Perdido ese tiempo, la vida no estaría aquí irradiando. Todo apuntaba hacia la irrupción de la vida más adelante. El célebre físico Freeman Dyson dice: «cuanto más examino el universo y estudio los detalles de su arquitectura, más evidencia encuentro de que el universo de alguna forma presentía que nosotros estábamos en camino».

Hay pues tiempos y tiempos, no solo el tiempo esclavizante y mecánico del reloj. La Iglesia guardó el sentido de la diversidad de los tiempos. Cada tiempo del año, Navidad, Cuaresma o Pascua tiene su color específico.

Generalmente vivimos los tiempos de las cuatro estaciones a través de las trasformaciones que ocurren en la naturaleza. En nuestra infancia, en tierras del interior, los tiempos estaban bien definidos: de enero a abril, tiempo de las uvas, de los higos, las sandías y los melones. Mayo, tiempo de plantar el trigo, y octubre-noviembre de su cosecha.

Nosotros los niños esperábamos con ansiedad dos tiempos sociales, en los cuales todo el pueblo se reunía para una gran confraternización: la fiesta de la “polenta e osei” (polenta y pajaritos). Como los bosques eran vírgenes abundaban todo tipo de pájaros que se cazaban especialmente para la fiesta. La otra era la “buchada”, comida con pan y vino en largas mesas, seguida de bizcocho y jalea de frutas.

Estos y otros tiempos conferían distintos sentidos a la vida. Había la espera del tiempo, su vivencia y su recuerdo.

Todo el universo tiene su tiempo que se concreta en dos movimientos que se dan también en nosotros: nuestros pulmones y nuestros corazones se expanden y se contraen. Lo mismo hace el universo mediante la gravedad: al mismo tiempo que se dilata se sujeta, manteniendo un equilibrio sutil que hace que todo funcione armoniosamente. Cuando pierde ese equilibrio es señal de que prepara un salto hacia delante y hacia arriba en dirección a un nuevo orden que también se expande y se contrae.

Cada uno de nosotros tiene su tiempo biológico, determinado no por el reloj mecánico, sino por el equilibrio de nuestras energías. Cuando llegan a su clímax, que puede ser a los 10, 15, 50, 90 años, se cierra nuestro ciclo y entramos en el silencio del misterio. Dicen que es ahí donde habita Dios que nos espera con los brazos abiertos, como un Padre y una Madre lleno de saudades.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Nadie convence a nadie”, por Juan de Dios Regordán Domínguez

Viernes, 16 de mayo de 2014
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dialogo-jesusLeído en la página web de Redes Cristianas

Cada vez veo más claro lo difícil que es la comunicación humana y lo que cuesta entender lo que la otra persona dice o nos quiere comunicar. Desde este momento, en el que escribo, te digo que respeto tus puntos de vista porque también estoy convencido de que “nadie convence a nadie”. Pienso que a cada persona hay que acercarse con el máximo respeto. Y hemos de acercarnos humildemente a todo lo que hay dentro del ser humano. Las personas no son “como árboles que se mueven a nuestro alrededor”, sino seres humanos llamados a ser libres, cargados de riqueza interior, casi siempre desconocida. ¿Quién soy yo para atreverme a pretender convencer a alguien?

En los momentos actuales, en los que se suele vivir un fuerte individualismo, los argumentos lógicos y artificiales, no valen para convencer a nadie. Pero sí solemos decir que las palabras mueven y los ejemplos arrastran. Por ello, hoy más que nunca, se necesitan testigos vivientes de carne y hueso, para que la gente se comunique de corazón a corazón. Habrá que cambiar muchas cosas, pero los cambios necesarios nunca vendrán desde el poder ni desde la imposición, sino desde los compromisos personales comprometidos desde la base, desde la realidad. Por eso, la tarea de toda persona inquieta, debería consistir en presentar, con valentía, nuevos planteamientos con un compromiso humilde, pero audaz.

ingles-573-presentarse.En cada momento hemos de examinar nuestros comportamientos para que, al menos, la gente que se comunica con nosotros tenga motivos para que, de manera sencilla, pueda comprobar que conformamos nuestra existencia con lo que decimos y defendemos. Hemos de reflexionar, meditando en aquellos aspectos que nos puedan ayudar a ser cada día más libres en la búsqueda del Infinito, que siempre estará muy cerca de nosotros, aunque muchas veces nos cueste encontrarlo. Es necesario despojarse de toda actitud de superioridad para, dentro de los niveles de la simple humildad, hacernos sujetos capaces de abrir ampliamente las puertas de nuestros sentimientos y dejarnos empapar de la justicia, la bondad y la verdad.

En el deseo de compartir reflexiones y sentimientos que otros me han regalado, o que yo, a través de la experiencia de mi vida, he asumido o elaborado personalmente sobre la vivencia religiosa, manifiesto que la fe es una energía que mueve la vida hacia grandes derroteros; guía nuestra vida no sólo ofreciendo puntos de luz, sino sobre todo tocando en el corazón, en lo más profundo. Comprobamos que la razón necesita muchas evidencias para arriesgarse y el corazón sólo necesita un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes, que la vida nos regala, no se pueden ver, ni siquiera palpar, sólo se pueden acariciar con la humildad de una persona sincera. Es entonces cuando comprendemos lo que es dar cuando no tenemos, aún cuando nosotros mismos necesitemos.

En cualquier área de la vida, los fracasos entristecen, pero más triste aún es permanecer en los lamentos. A pesar de todos los problemas y dificultades, hay que mirar positivamente hacia delante. Hay que hacer del hoy un fundamento del mañana y tratar de vivirlo de tal manera que, cuando sea parte del pasado, pueda verlo como un grato recuerdo. Hay que arriesgarlo todo a cambio de un sueño, de un ideal; confiar en las personas, buscar en lo imposible. Aprender a sonreír porque una sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien. “nadie convence a nadie”, pero sí podemos crear un ambiente propicio para que cada uno actúe libremente para madurar su propia decisión. Podemos cambiar el mundo desde nuestra propia experiencia.

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juandediosrd@hotmail.com

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