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Las tentaciones en tiempos de pandemia.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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hombre_rezando_en_el_desiertoMc 1, 12-15

En aquellos tiempos, se extendió una peste por Israel. Jesús reunió al grupo de discípul@s y los envió de dos en dos, diciéndoles:

– He oído que en esta pandemia la gente experimenta grandes tentaciones. Id por los caminos, con los ojos y los oídos bien abiertos. Dentro de unos días, cuando nos reunamos de nuevo, compartiremos el sufrimiento de nuestro pueblo.

Se pusieron en camino. Observaron. Dialogaron. Tocaron de muchas formas el dolor ajeno. A la vuelta, compartieron lo que habían visto y oído.

– Maestro, unos sabios han preparado un ungüento que evita la peste, pero hay gente poderosa que lo está comprando en grandes cantidades y no llega a los pueblos más pobres. Incluso algunas familias del sanedrín se han saltado las normas para poder recibir el ungüento, antes que los ancianos y los enfermos.

– Hay mercaderes que se están enriqueciendo de manera escandalosa. Traen productos de primera necesidad de otros países, sirviéndose de esclavos; la peste ha traído nuevas formas de esclavitud.

– Las meretrices están abandonadas a su suerte. Los clientes las han rechazado, como si fueran animales contagiosos. Ellos están confortablemente en sus casas y ellas están a las afueras de las ciudades, intentando sobrevivir.

– Los políticos de Roma y los de Jerusalén se enfrentan continuamente, porque quieren atribuirse los logros en el control de la peste. Les ahoga la vanagloria y olvidan el bien común.

– Hay jóvenes que siguen organizando bacanales. No hacen caso de las leyes, solo piensan en divertirse y honrar al dios Baco y están extendiendo la peste, incluso entre su propia familia.

– Muchos paganos, extranjeros y proscritos se han movilizado para atender a los apestados. Pero hay gente que no valora su trabajo porque dice que “no son de los nuestros”.

– Algunos que cantaban salmos en la sinagoga cada sábado, parece que han olvidado lo que cantaban y rezaban y se comportan como si no tuvieran esperanza, como si Yahvé se hubiera alejado de nosotros.

Y así, de dos en dos, fueron compartiendo estas y muchas otras tentaciones que habían descubierto en la pandemia.

Jesús les dijo…

*****************************

Han pasado 2.000 años y seguimos experimentando las mismas tentaciones, las mismas pruebas que tuvo Jesús en el desierto, antes de comenzar la vida púbica. Nuestro ego reclama: ser l@s primer@s (incluso para recibir la vacuna); que nuestra gloria se expanda (aunque sea vana-gloria y nos ahogue); que las piedras del camino desaparezcan por obra de los enchufes, el amiguismo o la traición…

Cada uno, cada una, y cada comunidad podemos nombrar las tentaciones, especialmente las que han cobrado fuerza en la pandemia.  Además:

a) El evangelio nos pone sobre aviso de que tenemos “fieras” y “ángeles”, en nuestro interior y alrededor, que forman parte de esta lucha.

b) El telediario nos muestra a quienes vencen y a quienes sucumben.

c) Nuestra conciencia nos recuerda las oportunidades de crecimiento que nos ha brindado cada prueba/tentación. Tenemos una valiosa experiencia acumulada.

El evangelista Marcos nos ofrece una vacuna, que no nos impide tener tentaciones, pero nos inocula anticuerpos para enfrentarnos a ellas y vencer: “¡Convertíos y creed en el Evangelio!”

¿Qué llamadas a la conversión estamos descubriendo en plena pandemia?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Impermanencia y plenitud.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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41283DD2-2944-4700-BAEB-E90E9436B942Domingo I de Cuaresma

21 febrero 2021

Mc 1, 12-15

   En este breve relato, cargado de simbolismo, resaltan los contrastes: Espíritu-Satanás, alimañas-ángeles, huida-buena noticia. La polaridad es una característica del mundo fenoménico o de las formas y, por tanto, de nuestra propia realidad cotidiana.

  La polaridad, a su vez, va de la mano de la impermanencia: los dos polos de la realidad manifiesta se hallan en cambio constante. Y donde hay impermanencia son inevitables los altibajos y el dolor. Porque el cambio significa que, para que algo nazca, algo tiene que morir. El constante nacimiento/muerte parece ser la ley que rige nuestro mundo.

   De acuerdo con esa ley inexorable, la sabiduría consiste en aprender a vivir, de manera consciente y lúcida, esa dinámica, reconociendo que en nuestra existencia todo es una permanente impermanencia: nosotros mismos estamos naciendo/muriendo de manera constante.

   Con lo cual, la cuestión que marca la diferencia es el modo como asumimos y vivimos tal proceso. Sin embargo, con frecuencia, nos situamos como si la vida “debiera” acomodarse a nuestras expectativas, tuviera que ser “justa” con nosotros o responder a nuestras demandas. Y cuando eso no ocurre, quedamos atrapados en la frustración, el enfado o el resentimiento.

   Sin embargo, la vida no es lo que se supone que debe ser. Es lo que es.

 La comprensión es lo que hace la diferencia. La comprensión nos regala un doble fruto: por un lado, nos hace alinearnos con la vida –no con la “idea” que nos habíamos hecho de ella–; por otro, nos libera de nuestra reducción a la impermanencia.

  La ignorancia consiste en identificarse con el mundo de las formas o de los objetos y, por tanto, en reducirse a lo impermanente. La comprensión nos muestra que, más allá de la forma (persona) en la que nos estamos experimentando, somos “Aquello” que está más allá de las formas, Aquello –dijera José Saramago– “que no tiene nombre”, pero que saboreamos en cuanto salimos de la hipnosis generada por el hecho de habernos identificado con la mente.

  De la comprensión brotan dos actitudes fundamentales: confianza –somos plenitud– y aceptación: dejamos de estar en lucha con la vida y vivimos diciendo sí a lo que es. Y es entonces cuando, de manera admirable, se nos hace patente que el resultado no es la resignación ni la indiferencia, sino la acción adecuada y creativa que, brotando de la misma vida, fluye a través de nosotros. Esta es la “Buena Noticia” y la realización del “Reino de Dios”.

¿Cómo vivo las frustraciones?

Enrique martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Tentaciones o corazón inquieto?

Domingo, 21 de febrero de 2021
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1er-domingoDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. A continuación, el Espíritu empujó a Jesús al desierto…

No pensemos que las tentaciones de Jesús se produjeron materialmente en el desierto y de la noche a la mañana. Tampoco pensemos que, una vez vencidas las tentaciones, Jesús quedó libre de todo peligro. Por tanto hemos de pensar que Jesús fue tentado, como todos nosotros, a lo largo de toda su existencia.

La película La última tentación de Cristo”, (Martín Scorsese), refleja cómo Jesús tuvo tentaciones hasta el Calvario.

La escena del evangelio de hoy se sitúa “a continuación” del bautismo de Jesús en el Jordán, donde el Espíritu desciende sobre Jesús: este es mi Hijo.

“Cuarenta días” son los cuarenta años de camino de los israelitas por el desierto de la vida hacia la libertad y tierra de promisión. Por otra parte, “cuarenta años” significaba toda la vida. Jesús atravesó el desierto de la vida, y durante toda su vida tuvo sus tentaciones, como todos.

Marcos no especifica las tentaciones que sufrió Jesús. Pero hemos de pensar que sufrió las mismas tentaciones que padecemos todos en la vida, pues Jesús se hizo hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.

  1. ¿La gran tentación (intento) no será el deseo de absoluto?

            En lo más hondo de nuestro ser, todos tenemos una nostalgia infinita de vida y bienestar, de plenitud. Somos un eterno deseo incumplido, hoy por hoy. Nuestra esperanza es como un deseo absoluto, pero con el conocimiento de que nosotros no nos podemos dar a nosotros mismos la plenitud, la felicidad completa. Somos una pasión infinita.

            Todo ser humano es una búsqueda infinita. Esta eterna búsqueda no es una cuestión religiosa. La llamada de la felicidad no depende de que uno sea creyente o no. Todos, creyentes y no creyentes, tenemos “hambre y sed de todo y del Todo. “El gozo quiere ser eterno; todo placer y felicidad reclaman eternidad”, decía ya Nietzsche, que fue irreligioso terminal.

Somos siempre para nosotros mismos una asignatura pendiente. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser y vivir.

Seamos creyentes o ateos, ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero colma el corazón de ser humano. El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita.

Intentamos sobrepasamos el mundo de la naturaleza, pero nuestro corazón no se aquieta con la simple satisfacción de nuestras pulsiones e instintos.

San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.

            Un salmo expresa muy bien estas cosas:

Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua, (Salmo 63,2)

  1. ¿tentaciones, intentos, pecado, equivocaciones o desequilibrios?

            No creo que las tentaciones provengan del diablo, de un señor al que Dios le da permiso para zascandilear al personal, de modo que la gente “caiga”, y así tiene un cliente más en el infierno. Seamos cristianos adultos.[1]

Eso como lenguaje mítico, puede servir si se entiende y se explica bien, pero las cosas no son tan simples. Podíamos pensar que las tentaciones más bien son intentos de ser felices en la vida.

            La misma expresión: “tentación”, viene de “intentar”. Intentamos hacernos con la plenitud, “ser como dioses”. La tentación es la continua tentativa de “tocar”, de llegar al absoluto. Las tentaciones son expresiones de ese deseo “irremediable” de felicidad que todos llevamos dentro.

Lo que pasa es que en ocasiones nos equivocamos.

            Por eso, muchas opciones en la vida más que pecado, son desequilibrios, errores, viejos problemas psíquicos, adicciones, costumbres inveteradas que tienen que ver más con la psicología, cuando no con la patología. Un drogadicto, un ludópata, un alcohólico no tienen tentaciones.

Probablemente las adicciones son salidas (compulsivas) a grandes sufrimientos y ansiedades. Es un intentar aliviar esos sufrimientos profundos con una “huida definitiva”

La libertad humana, -¡débil y pobre libertad humana!- se las tiene que haber con esos intentos-tentaciones, que tienen que afrontar las diversas crisis con las que nos debatimos en la vida: la desesperación, la desconfianza, las amarguras, la angustia, el miedo, que pueden terminar por llevarnos a una pérdida de la fe, de la esperanza, del amor.

Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, al erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.

Eso no son tentaciones, ni pecado y no sería cristiano culpabilizar (nunca es cristiano culpabilizar). En estas cosas de tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, subconscientes e inconscientes, “viejas historias”, etc., que pueden requerir atención médica, psiquiátrica, también espiritual.

  1. Voluntarismo.

(Viene de voluntad, fuerza de voluntad), que a su vez, deriva del latín: querer.

Pero no siempre las tentaciones, los desequilibrios, adicciones, etc., se resuelven desde la voluntad. No siempre es cierto el refrán castellano: querer es poder. Todos tenemos conciencia de que muchas veces, querer no es poder.

Hay búsquedas y tentaciones que han de ser tratadas desde la medicina, psicología, logoterapia, desde la apertura a la misión, a los demás.

Los voluntarismos pueden terminar siendo patológicos.

Quizás la tentación humana, nuestra tentación, nuestro intento de ser feliz es descansar en el Señor, en la gracia, en la gratuidad.

Cuando una persona dice en su interior: no puedo con mi alma, está ya descansando en el Señor y -en lenguaje demasiado voluntarista-: está venciendo la tentación. (La tentación no es cuestión de guerra, vencer, derrotar al enemigo, etc., sino que es cuestión de paz interior. Nuestra plenitud, nuestro ser están en Dios: Sólo en Dios descansa mi vida, Salmo 61).

  1. La Cuaresma y la vida son tiempo de gracia y evangelio

La cuaresma y la vida son siempre desierto y dureza y no es fácil caminar a trompicones, con hambre y con sed.

Pero, sobre todo, la cuaresma (y la vida) no es tiempo de culpabilidades y de fanáticas penitencias y castigos. La cuaresma es tiempo de gracia, de caminar sereno y de evangelio.

Que el espíritu, la fuerza de Dios nos atraiga y nos impulse en la vida, de modo que no nos cansemos de caminar, que, tal vez sea la gran tentación

Tentaciones no nos van a faltar, probablemente el pecado estará presente en nuestra vida, pero con toda seguridad quien estará siempre con nosotros es Dios, como la nube que cubría al pueblo por el desierto.

La conversión no equivale a evocar culpabilidades y remordimientos, a repetir y repetir confesiones y más confesiones, sino que convertirse es poner nuestra mirada en Dios. No significa mirar atrás con amargura, sino mirar hacia adelante con esperanza.

Los cristianos vivimos aquello que dice el salmo 31,1.

Dichoso aquel a quien Dios no le tiene en cuenta su culpa,

a quien le han sepultado su culpa.

            Con este espíritu vivamos la cuaresma desde el Evangelio: confiad en el evangelio.

[1] Es hora ya de acoger e interpretar los simbolismos de un cristianismo pre-moderno.

 

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Crecer en la amistad

Miércoles, 17 de febrero de 2021
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F486DB25-50CB-4B3A-836D-83DEBC1B1959Pregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Soy la voz del que grita en el desierto

Domingo, 13 de diciembre de 2020
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Del blog Pays de Zabulon:

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Éste fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan,
a que le preguntaran:

– «¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas:

– «Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron:

«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»

El dijo:

– «No lo soy.»

– «¿Eres tú el Profeta?»

Respondió:

«No.»

Y le dijeron:

«¿Quién eres?
Para que podamos dar una respuesta
a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto:
“Allanad el camino del Señor”,
como dijo el profeta Isaías.»

*

Juan 1, 19-23
***

Atribuyamos enseguida importancia a esta venida de Cristo al mundo; se trata de un hecho trascendental, colocado como clave normativa e interpretativa de todo el mundo religioso que de ahí se sigue.

La vocación cristiana es una vocación al gozo esencial para quien lo acepta. El cristianismo es fortuna, es plenitud, es felicidad. Podemos decir más: es una felicidad que no se contradice; el cristiano ha sido elegido para una felicidad que no tiene otra fuente más auténtica. El evangelio es una «buena nueva», es un reino en el que no puede faltar la alegría. Un cristiano irremediablemente triste no es auténticamente cristiano. Hemos sido llamados a vivir y a dar testimonio de este clima de vida nueva, alimentado por un gozo trascendente, que el dolor y los sufrimientos de todo orden de nuestra presente existencia no pueden sofocar y sí provocar a una expresión simultánea y victoriosa.

*

Pablo VI,
Discurso a la audiencia general del 4 de enero de 1978.

***.

*

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Felisa Elizondo: “Charles de Foucauld o la bondad desarmada”

Martes, 10 de noviembre de 2020
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Papa-canonizara-Charles-Foucauld-desierto_2235386478_14644892_660x371“A la puerta de su refugio de adobes, quedó el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo”

“Charles contó hasta el final de sus días con el apoyo – también material – y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades”

“La que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual”

Este otoño, con motivo de su canonización, redescubriremos en la fachada de la Basílica de San Pedro la mirada del hermano Carlos, la que en las últimas fotografías trasparenta la ternura con que contempló a sus vecinos touareg  y el desierto pedregoso que rodea Tamanrasset, su también último paisaje. Allí, a la puerta de su refugio de adobes, quedo el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo. Y semienterrado en la arena el ostensorio simple ante el que había pasado noches enteras. Era el 1 de diciembre de 1916.

Hemos empezado por hablar de su muerte a los 58 años en una soledad difícil de imaginar (que hoy por hoy los reportajes nos ayudan a sospechar) y es inevitable advertir el contraste entre la figura blanca de un ermitaño pobre, prematuramente envejecido, como es la del hermano Carlos, con el porte de un joven oficial del ejército francés con que aparece en retratos de juventud. Un militar al que los informes no siempre se referían con tonos elogiosos, dado que su conducta no fue siempre la esperada en un “hombre de honor”. Entre unas y otras imágenes median decisiones que siguen llamando la atención cuando se lee alguna de las excelentes biografías accesibles.

Porque en la vida de este explorador nato, subyugado por la inmensidad del desierto, no faltaron irregularidades al tiempo que realizaba auténticas proezas y se adentraba  en viajes aventurados por un Marruecos poco conocido, y una tormentosa Argelia, por entonces bajo dominio francés. Pero es inevitable también asombrarse ante lo radical de su conversión y su búsqueda sin descanso de lo que entendía requerido por el amor de Alguien cuyo nombre ha dejado escrito con trazos típicos: “Jesús-Cáritas”.

Nacido en Estrasburgo en 1858, Eugène-Charles de Foucauld, en una familia de nobleza antigua, perdió muy pronto a sus padres y quedó al cuidado de su abuelo que tuvo que trasladarse por causa de la guerra franco-prusiana pero se ocupó de que quien iba a heredar el título y las propiedades tuviera una educación adecuada a su rango, además de una cierta iniciación cristiana al estilo de su siglo. Secundando los deseos de su abuelo, ingresó en 1876 en la prestigiosa Academia de Saint Cyr. Era el comienzo de una carrera prometedora, aunque las calificaciones obtenidas en los años sucesivos no lo muestran precisamente como un alumno brillante sino más bien dado a formas de diversión en las que gastaba despreocupadamente con sus compañeros los bienes heredados a la muerte de su abuelo, por quien había sentido un gran afecto.

En su expediente han quedado registradas algunas dificultades que tuvo con la disciplina militar. Así, sabemos que, enviado como oficial en 1880 a Sétif (Argelia) fue despedido pronto por “notoria mala conducta”, aunque poco después reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. Pero también hay constancia de que el joven vizconde de Foucauld, de carácter inquieto, en 1882 se embarcó en la empresa de explorar el entonces poco conocido Marruecos haciéndose pasar por judío y no despertar la hostilidad de los nativos. Pero la calidad de su trabajo de reconocimiento de aquel territorio africano le valió nada menos que la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) que le valió un nombre entre los estudiosos.

Una conversión no tan repentina

En Marruecos quedó impactado por la fe de los musulmanes: “el Islam me produjo una impresión profunda. La vista de aquella fe, de aquellas almas que vivía en la presencia continua de Dios, me hizo entrever algo más grande y más verdadero que la ocupaciones mundanas: ad maiora nati sumus”, escribe al recordarlo.

De vuelta a París, reapareció en él la inquietud, que era un rasgo saliente de su espíritu aventurero y, sobre todo, le asaltó  la pregunta por el sentido de su vida: “Mi corazón y mi espíritu – anota en 1886– seguían lejos de vos (…) pero…vos habíais roto los obstáculos, reblandecido el alma y preparado la tierra, quemando las espinas y la maleza”. La soledad de un apartamento en aquella ciudad que ahora le resultaba “extraña”, y el reencuentro con su prima Marie de Bondy, una de las personas más apreciadas y admiradas por él desde que era un niño, fueron factores decisivos en su acercamiento a la iglesia. Sentía que, en contacto con ella, la fe de la infancia asomaba de algún modo, y empezó a repetir a modo de súplica espontánea: «Dios mío, si existís, haced  que yo os conozca», mientras entraba y salía de alguna iglesia. Charles contó hasta el final de sus días con el  apoyo – también material –  y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades. Fue Marie quien le presentó al abate Huvelin.

Entre los relatos de conversiones de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX se suele colocar el encuentro en la iglesia de Saint-Augustin y la confesión de Charles de Foucauld con este sacerdote, que le dio también la comunión y fue en adelante un verdadero guía en su camino de fe. Era el 29 o 30 de octubre de 1886. El pasado quedó muy atrás cuando entendió que, “una vez conocida la existencia de Dios, ya no podría vivir sino para Él”, según sus propias palabras.

Oyó decir también al P. Huvelin una frase que se le grabó a fuego y marcó sus decisiones ulteriores: “Nuestro Señor tomo el último lugar, que nadie pudo arrebatárselo”. Así, desde el principio, conversión y vocación se sueldan. El desordenado lector de autores ajenos a la fe comenzó a dedicar toda su atención a la lectura y meditación de los Evangelios y a algunos  tratados de vida cristiana conocidos en la Francia de su tiempo.

Nazaret: punto de partida

En 1888 (el mismo año en que Teresa de Lisieux ingresa en el Carmelo) peregrinó a Tierra Santa para rastrear allí las huellas de Jesús de Nazaret. Hizo cesión del título y los bienes a favor de su hermana y, tras una dolorosa despedida de los suyos de la que en sus cartas habla como de un sacrificio terrible –”sacrificio que, a lo que parece, me costó todas mis lágrimas, pues desde entonces, desde aquel día ya no lloro…” –  entró en la Trapa de Notre-Dame des Neiges. De esta pasó, siempre en el intento de seguir al Nazareno en la mayor pobreza,  a la de Akbès, en Siria, entonces bajo el Imperio otomano, en la que vivió varios años.

Allí encontró la ayuda de buenos maestros de la vida monástica y leyó las obra de Santa Teresa, de las que ha dejado copiados cuidadosamente, con su letra diminuta, unos cuantos textos, Hasta el punto que  J. F. Six, uno de los que has estudiado con dedicación su itinerario, habla a este propósito de “una influencia directa y absolutamente predominante que envuelve toda la vida de espiritual de Charles de Foucauld”. Porque una y otro se muestran fuertemente atraídos por la presencia amiga de Jesucristo.

Pero estando en Akbés, a distancia de su país de origen y “bajo otro cielo”, la visión de la pobreza de las gentes que rodeaban a la ya de por sí austera Trapa, le lleva a soñar con otras posibilidades de seguir más radicalmente a Jesús, y compone incluso una Regla para una fundación que querría fuera de veras “socialmente pobre. Un sueño éste de imitar más de  cerca al Maestro  que duró tanto como su vida.

Así, sin cesar en una búsqueda que no parece cesar en su trayectoria, abandona su pertenencia a la Trapa, aunque la despedida le resultó nuevamente algo muy costoso. Y en 1897 vuelve a Tierra Santa donde, acogido al monasterio de clarisas de Nazaret, ensaya una forma de vida eremítica en la que era posible realizar su ideal de pobreza, que reúne el trabajo humilde y la adoración eucarística: la que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual. Una vida silenciosa que irradia con su testimonio.

En Nazaret redacta la Regla que desea para los que llamará “ermitaños del Sagrado Corazón” y él mismo se firma como “fray Carlos de Jesús”, consciente de lo que implica ese nuevo nombre. En el rincón que le ceden las religiosas, adora y medita largamente los pasajes bíblicos, y se detiene en los de la vida de Jesús. Lee autores de la tradición como el Crisóstomo y, sobre todo, los místicos. Allí, entre 1897 y 1900, escribió  muchas páginas con meditaciones que se consideran fundamentales para conocer su vivencia espiritual, como la reflexión en la que se inscribe la conocida Oración de abandono.

Padre me pongo en tus manos…

A propósito de esta oración, una de las más bellas del siglo XX y ampliamente divulgada, a veces en forma más breve, sabemos que  se encuadra en las meditaciones de los Evangelios que Carlos de Foucauld escribió en la Trapa de Akbés (Siria) (1890-1896).  Al comentar las últimas palabras de Jesús: “Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46), escribe: “Esta es la última oración de nuestro Maestro, de nuestro Bienamado… Pueda ser la nuestra… Y que ella sea, no solamente la de nuestro último instante, sino la de todos nuestros momentos”.

Y a continuación:

‘Padre mío, me entrego en vuestras manos;

Padre mío, me abandono a Vos;

Padre, Padre mío, haz de mí lo que os plazca;

sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco;

gracias de todo, estoy dispuesto a todo;

lo acepto todo; os agradezco todo;

con tal que vuestra Voluntad se haga en mí, Dios mío;

con tal que vuestra Voluntad se haga en todas vuestras criaturas,

en todos vuestros hijos, en todos aquellos que vuestro Corazón ama,

no deseo nada más Dios mío;

en vuestras manos entrego mi alma;

os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón,

porque os amo y porque esto es para mí una necesidad de amor:

darme, entregarme en vuestras manos sin medida;

me entrego en vuestras manos con infinita confianza,

pues Vos sois mi Padre…”

(Escritos espirituales, Ed. Studium, Madrid 1958, 32).

En el Sahara y con los tuareg

Sólo después de superar una resistencia al cambio de estatus que implicaría ser sacerdote, aceptó realizar estudios de teología en Roma y ser ordenado sacerdote en la diócesis de Viviers (Francia) en junio de 1901. La voluntad de servir fue factor decisivo en la aceptación. Y comenzó esa tarea en Béni Abbès, un enclave del ejército francés en pleno Sahara argelino, donde pudo advertir y denunciar aspectos deplorables de la colonización como la que llamó “la monstruosidad de la esclavitud”. Semejante constatación le indujo a seguir nuevamente la llamada a estar entre “los últimos” y ocupar “el último lugar”. Sin contar con seguidores – su sueño de crear alguna forma de unión que compartiera su ideal misionero era persistente – desarrolló con los bereberes una forma de evangelización silenciosa, basado en el compartir su vida, en el despliegue de bondad y en el ejemplo de una vida humilde y desinteresa.

Si al entrar en la Trapa había hecho cesión de sus bienes, también presentó su cese en el ejército francés y en la Sociedad Geográfica que le había dado fama entre los especialistas. Despojado de todo y sin llegar a encontrar compañeros para sus proyectos, acometió una última travesía hasta alcanzar en 1906 las montañas de el Hoggar en donde encontró juntas la soledad del desierto y la posibilidad de “hacerse hermano” sirviendo a gentes endurecidas y difícilmente abordables como eran los tuaregs.

En medio de parajes desérticos, de una aridez extrema y asolados por un viento también extremo, estudió la cultura y la lengua targuí, la de aquellas tribus nómadas, durante más de doce años y compuso el primer diccionario tuareg-francés. Un obra de investigador que constituye hasta ahora mismo una referencia fundamental.

Sin otro éxito que el recuento de nombres franceses que simpatizan con su propuesta de una Unión que sostuviera una presencia misionera como la que él vive, atraviesa momentos de debilidad extrema, que se compensan con el poder celebrar alguna vez la eucaristía en Asekrem o Tamanrasset. Aunque para Foucauld, la presencia eucarística que irradia realmente si es llevada hasta lugares a donde casi nadie llega para percibirla, es inseparable de la de algunos cristianos que, también realmente, testimonien una amistad y una bondad a toda prueba que roturen el terreno del anuncio. Su forma de entender la tarea es la de abrir caminos, una preparación que seguramente requerirá de tiempos largos antes de que el evangelio pueda ser escuchado. Una presencia humilde en la que el respeto y el diálogo sean garantes de la buena noticia de Jesús que se ofrece en libertad.

Los estatutos de la Unión redactados por él pormenorizan esa forma de misión. En un pequeño cuaderno el hermano Carlos la resume en unas líneas: “Mi apostolado ha de ser el apostolado de la bondad… Si se me pregunta por qué soy dulce y bueno, tengo que responder que porque soy servidor de uno mucho mejor que yo”.

En 1915, por causa de la guerra, no pudo viajar a Francia donde había hallado entre otras adhesiones la acogida de un conocido arabista como Massignon, que mantuvo vivo su recuerdo tras su muerte. Y como adelantábamos, el 1 de diciembre de 1916, el hermano Carlos fue asesinado por un muchacho atemorizado ante un grupo de rebeldes que irrumpieron en la ermita levantada en pleno Sahara argelino.

Tenía 58 años y su nombre aparece encabezando los trabajos que realizó en campos como la geografía, la geología y la lexicografía. Pero, a distancia de un siglo de su muerte, le son reconocidas universalmente, sobre todo, una radical adhesión al evangelio, su búsqueda de los últimos y su sensibilidad para encuentro con el islam.

Y aquel final aparentemente sin sentido y en una soledad extrema se puede leer también hoy, a la vista de los numerosos grupos y los miles de seguidores de la espiritualidad del desierto que forman su Familia, como una ratificación de la verdad evangélica del grano de trigo que muere.

Fuente Religión Digital

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El Papa canonizará a Charles de Foucauld, el “padre del desierto”

Viernes, 29 de mayo de 2020
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El amigo de los Tuaregs, y mártir, fue el inspirador de una corriente de pensamiento y reflexión que llega a nuestros días

Actualmente la «familia espiritual de Charles de Foucauld» comprende varias asociaciones de fieles, comunidades religiosas e institutos seculares de laicos y sacerdotes

“Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres”

Santiago Agrelo: “Con Charles de Foucauld, soñar un mundo apellidado ‘de Jesús'”

J. L. Vázquez Borau: ¿Cómo fue el camino a los altares de Carlos de Foucauld?

Cristóbal López: “Carlos de Foucauld nos enseñó a trabajar por la fraternidad universal”

Charles de Foucauld será santo… si es que alguno pensaba que ya no lo era. El maestro del desierto, de la predicación con la propia vida (hasta darla, en Tamanrasset, en 1916), de quien sus críticos afirmaban que jamás convirtió a nadie, será canonizado después de que el Papa aprobara el milagro atribuido a su intercesión. Sólo falta la fecha del milagro.

cq5dam.thumbnail.cropped.750.422El “hermano universal” nació en Estrasburgo, el 15 de septiembre 1858. Huérfano a los 6 años, creció con su hermana Maria, bajo los cuidados de su abuelo, orientándose hacia la carrera militar.

Adolescente, pierde la fe. Conocido por su gusto de la vida fácil él revela, no obstante una voluntad fuerte y constante en las dificultades. Emprende una peligrosa exploración a Marruecos (1883- 1884). El testimonio de fe de los Musulmanes despierta en él un cuestionamiento sobre Dios: «Dios mío, si existes, haz que te conozca».

Regresando a Francia, le emociona mucho la acogida discreta y cariñosa de su familia profundamente cristiana, y comienza una búsqueda. Guiado por un sacerdote, el Padre Huvelin, él encuentra a Dios en octubre 1886.Tiene 28 años. «Enseguida que comprendí que existía un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que de vivir sólo para El».

Durante una peregrinación a Tierra Santa descubre su vocación: seguir a Jesús en su vida de Nazareth. Pasa 7 años en la Trapa, primero N.S. de las Nieves, después Akbes, en Syria. Enseguida después, él vive solo en la oración y adoración cerca de las Clarisas de Nazareth.

s38-e1383736824813Ordenado sacerdote a los 43 años (1901) parte al Sahara, primero Beni-Abbes, después Tamanrasset en medio de los Tuaregs del Hoggar. Quiere ir al encuentro de los más alejados, «los más olvidados y abandonados».

Quiere que cada uno de los que lo visiten lo consideren como un hermano, «el hermano universal». El quiere «gritar el evangelio con toda su vida» en un gran respeto de la cultura y la fe de aquellos en medio de los cuales vive. «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: “Si tal es el servidor, como entonces será el Maestro…”?».

En el atardecer del 1° de Diciembre 1916, fue asesinado por una banda que rodeó la casa.

Siempre soñó compartir su vocación con otros: después de haber escrito varias reglas religiosas; pensó que esta «vida de Nazareth» podía ser vivida en todas partes y por todos. Actualmente la «familia espiritual de Charles de Foucauld» comprende varias asociaciones de fieles, comunidades religiosas e institutos seculares de laicos y sacerdotes.

Fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de Noviembre de 2005 en la Basílica de San Pedro en Roma.

ÁMAME TAL COMO ERES

Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres.

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Amor incondicional (II).

Martes, 24 de marzo de 2020
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dos-mujeres-virtuosas_560x280Iniciar este tiempo litúrgico potente y hermoso que llamamos tiempo de desierto, de espacios largos de reflexión y silencio, de la mano del Amor Incondicional, es un lujo.

El número cuarenta, en el Antiguo y Nuevo Testamento, aparece en innumerables ocasiones, cuyas citas y significado puedes consultar en Google, por facilidad y por no extenderme. El denominador común es que siempre indica un tiempo especial, de crisis-crecimiento, hoy diríamos de discernimiento.

Y ¿qué se discierne? ¿Qué crecimiento-maduración interior se nos propone?

En el texto bíblico  de Mc 1, 9-13, se nos dice:

“Juan lo bautizó en el Jordán. Inmediatamente, mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma hasta él. Hubo una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor.

Inmediatamente el Espíritu lo empujó al desierto. Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio”.

Nos dicen los y las exégetas que el Bautismo de Jesús no significa una muerte al pasado, en línea de la conversión que predicaba el Bautista, ya que no hay confesión de pecados, sino un compromiso de entrega, hasta dar la vida: un compromiso de amor incondicional.

El cielo responde con esa potente imagen de desgarro: ya no se cerrará más el cielo, habrá plena y permanente comunicación de Dios a Jesús; Dios le comunica la plenitud de su vida y fuerza: el Espíritu.

La paloma remite a la primera creación (Gn1, 2). El Espíritu termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana.

La voz del cielo declara a Jesús, amado, objeto del favor divino.

Y ese Espíritu, fuerza de vida y amor, lo empuja al desierto, que representa la sociedad con sus diferentes ansias de poder, con los enemigos mortales porque lentamente envenenan la Vida, nuestra vida, con envidias, sumisiones, controles, compromisos gratificantes, poderíos enfermizos que adormilan la conciencia libre, guiada por el Espíritu.

Para ello, para desintoxicarnos de un cristianismo mezclado con otros vinos, no nuevos, sino rancios por haber sido objeto de intereses personales, eclesiales…tenemos que ir al desierto, al lugar de encuentro con la Voz y la Fuerza.

Este es el discernimiento que se nos propone. Alto y claro. Para ello se nos dice: desintoxica tus fuentes, aquello de lo que te nutres, especialmente lo que sale de dentro, por heridas mal curadas, por experiencias de oprobio: familiares, personales, eclesiales… dejemos de lamentarnos por lo que no funciona y pongámonos a la Escucha. Ella, la Escucha al Espíritu, te llevará a tomar decisiones con sabor a Reino. A dar pasos de amor incondicional.

Observaremos a lo largo de este tiempo importante, los diferentes procesos de personas, de ambos testamentos, que nos llevarán a ir comprendiendo la seriedad del tema.

Y la otra mano materna que nos guía, la Tierra, nuestro planeta, con la sabiduría del Amor Creador en continua evolución. También ella, la tierra, nos habla de su discernimiento. Hoy herida de muerte por esos dioses no sacados de muchas conciencias laxas y egoístas que sólo buscan el poder…son las fieras del texto del desierto.

Ellas están ahí, pero Jesús aguanta, no se intimida. Procesa el silencio y la ausencia de apoyos rápidos, fáciles… Jesús ora, dialoga con el Abba, cuya voz alguna vez experimentó. El resto de días, también para él, fueron una lucha y una fidelidad tantas veces a ciegas.

Esa desintoxicación de estilos de vida que hieren a la tierra y a los hermanos y hermanas, va desde la cesta de compra, a las opciones más comprometidas. Estas no sirven de mucho, si, como dice Pablo “aunque entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no soy nada”. Si no tengo amor.

¿De qué amor estamos hablando? ¿Cuál es el núcleo de este modo de amor? ¿Dónde radica su fuente/eje?

 Interesante observar en la Escritura y también en la naturaleza, que todo busca la luz y el agua, símbolos por excelencia de la Pascua. Las plantas, los animales por diminutos que sean se dirigen a la luz y en función de esta luz sus cuerpos se van formando.

El agua determina casi todos los movimientos de los seres vivos. Donde hay agua hay vida. En función de encontrar el agua los animales pueden recorrer miles de kms, también las personas lo hacemos si hace falta, para encontrar el agua de la vida.

Piensa cuantos kms recorridos y textos leídos y reuniones y… para saciar tu sed. Para esto es la Cuaresma; es como un atajo que nos conduce al amor y éste incondicional, porque sólo éste está libre de pesticidas y conservantes.

El amor, tipo el de Jesús, es incondicional. No hablamos aquí de celibato o castidad, la eterna pugna… el término amor incondicional es tal vez sinónimo de “respeto incondicional”.

Nos sumergimos todos en este tiempo de Dios, en una actitud de apertura al Espíritu. Es el que empuja inmediatamente a Jesús, y a quien se lo toma en serio, al desierto. Lugar de encuentro.

Deseamos dedicar esta Cuaresma y Pascua a ahondar en esta realidad de Amor Incondicional. Os invitamos a reflexionar, despacio, a orar con corazón humilde para comprender nuestra grandeza y no menospreciarla. Para ello necesitamos la cuaresma. Jesús no sale debilitado de su desierto. Sale tan empoderado que sus actos consecuentes, fruto de su relación directa con el Abba, transforman la historia en un antes y un después.

A nosotr@s también se nos empuja inmediatamente al desierto. ¿No lo notas?

Magda Bennásar,SFCC

espiritualidadcym@gmail.com

Fuente Fe Adulta

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Crecer en la amistad

Miércoles, 26 de febrero de 2020
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jesus-abraza-a-joven-fotoPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

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– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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VII Jornadas de desierto con Carlos de Foucauld

Lunes, 18 de noviembre de 2019
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Del blog de  José L. Vázquez Borau CaféDiálogo:

Espiritualidad evangélica con Carlos de Foucauld

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Desierto, tiempo de Gracia.

Sábado, 24 de agosto de 2019
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Es preciso pasar a través del desierto y morar en él para recibir la gracia de Dios; es allí donde nos vaciamos, donde expulsamos de nosotros todo lo que no es Dios y donde se vacía esta pequeña casa de nuestra alma para dejarle todo el sitio a Dios.

Los judíos atravesaron el desierto. Moisés vivió en él antes de recibir su misión. San Pablo, cuando salió de Damasco, fue a pasar tres años en Arabia. También san Jerónimo y san Juan Crisóstomo se prepararon en el desierto. Es indispensable […].

Es un tiempo de gracia. Es un período a través del que debe pasar necesariamente toda alma que quiera dar fruto […]. Le hacen falta este silencio, este recogimiento y este olvido de todo lo creado en medio de los cuales pone Dios en el alma su Reino y forma en ella el espíritu interior: la vida íntima con Dios, la conversación del alma con Dios a través de la fe, de la esperanza, de la caridad […]. Los frutos que pueda producir el alma más tarde serán exactamente proporcionales a la medida en que se haya formado en ella el hombre interior.

*

Charles de Foucauld
Obras espirituales,
Ediciones San Pablo, Madrid 1998

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Mar Saba

Lunes, 15 de julio de 2019
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Del Blog Nova Bella:

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Dame palabras fáciles y claras
para explicar la sencillez del alma
antes de ser rozada por las cosas,
cuando el alma no amaba equivocarse.
Pues al desierto voy, dame lo extraño,
que es ver por vez primera lo sencillo.
la tiniebla y la luz se separaron;
la noche vino y vino la mañana

*
Julio Martinez Mesanza

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Fuego

Miércoles, 17 de abril de 2019
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im25411MoisesDesiertoVivimos como si nada ocurriera, con cierta o mucha rutina, que en el fondo nos da seguridad. Hay personas que llevan muy mal los cambios, y a veces el intento de tenerlo todo bajo control, organizado… hace que Dios, el Amor, para acercarse a nosotros, tenga que “manifestarse”, llamarnos la atención, suplicarnos con algún gesto que estemos despiertos, alerta, presentes ¿por qué? porque tiene algo que decirnos.

Éxodo 3,1-8  13-15

…Moisés, después de descubrir su identidad en palacio, y tratar a su manera, de defender a los que ha descubierto como “suyos”, se sumerge en un profundo desierto, el desierto que nuestro tiempo litúrgico nos invita a experimentar de nuevo este año,  y el texto nos descubre que incluso en el desierto nos podemos acomodar.  Sin embargo el buen hombre tiene tal sed de Dios, que hasta con el rebaño, con todo su bagaje existencial, se acerca a ese monte donde Dios habita.

El paralelo puede ser muy clarificador si le ponemos palabras nuestras. ¿Cómo sería tu interpretación? Algo tan sencillo como que voy a dialogar con Dios, lo intento con mi rebaño, que es  lo que te sigue, lo que tú cuidas, lo que te da de comer, lo que te hace sentir útil y necesari@.

Y, en medio de esta normalidad de vida, de ir con tu rebaño a todos lados, de pronto, algo irrumpe, algo es diferente, algo como fuego que arde y arde sin consumirse, sin destruir, sin quemar, es un fuego que llama, invita, alienta. Moisés queda maravillado y decide “voy a acercarme a mirar”

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza”.

Te invito en este relato oracional a poner de nuevo nombre a lo que te rodea. Posiblemente la actitud humana de acercarnos a mirar está muy arraigada en nosotros, forma parte de todas las culturas; pero mirar no es igual a ver, tenemos una máscara turística muy incrustada, además hoy todos sacaríamos el móvil para filmar el show de la zarza y enviarlo a montones de gente que a su vez lo enviarían… ¿y qué?

Lo importante de todo el montaje es que en medio de esta puesta en escena hay algo que transforma para siempre la historia de salvación, la historia de la humanidad: Dios llama a Moisés y este responde: aquí estoy, y entonces la voz de Dios se vuelve más clara: quítate las sandalias (suelta las máscaras) porque pisas tierra sagrada, porque al dialogar con Dios, entras en su espacio, como cuando dialogas con alguien y te introduce en su vida, en su historia y realidad.

Desierto4Dialogar con Dios es dejarse introducir en su doble realidad: primero la seguridad de que me llama, desde la llama ardiendo, desde el fuego que siento, que sé es su llamada, su llamarada, el fuego de su Espíritu que busca su tienda, que busca una comunidad de personas que le acojan, una a una para un bien común, para una tarea imposible.

Pero la prueba y la evidencia de que es de Dios está en el relato, el peligro ahora es ir al versículo siguiente enseguida y enzarzarnos en la tarea, que es lo que nos hace sentir útiles, y olvidarnos de que sin el fuego del Espíritu, sin la voz de Dios que me llama por mi nombre y me convoca a un diálogo sobre la realidad, muy poco puedo hacer.

Moisés pudo liberar al pueblo de todas las opresiones, porque continuamente estaba conectado, pero no una conexión de GPS, que te guía robóticamente, sin relación personal, sólo una voz que te dice lo que hacer para llegar a tu destino.

Este, amig@s mí@s no es el Dios de Moisés, no es el Dios de Jesús. El Dios de nuestro relato es el que te busca en tu desierto, te prepara una situación para que le descubras, y te pide que seas su voz y presencia en las situaciones de abuso. No te dice ve y soluciona, te dice que Él ha visto la opresión, que Él ha oído sus quejas, que Él se ha fijado en sus sufrimientos, y que va a ir a librarlos.

Al fin, nuestro corazón empieza a comprender, y respondemos como responde quien ha estado con Dios: iré si vienes conmigo, iré si me dices quien eres, iré si eres mi amigo, iré si tú actúas en mí.

Iré si te haces fuego en mí. Iré si nunca interrumpimos la conexión. Iré si tú me lo pides. Pero primero necesito oír esa voz que me llama a mí, sin la cual no estoy bajo cobertura, y si voy por mi cuenta dejo de estar en tierra sagrada y puedo manosear la obra de Dios.

Hoy conocemos tantos tipos de opresión que es fácil sentirnos agobiados y encogidos ante tanto dolor causado al planeta, a pueblos enteros explotados… estoy impresionada de la cantidad de demencia que hay en el norte de Europa, dicen si son los hijos de la segunda guerra mundial, los que vivieron el horror nazi, niños entonces, como esa niña de 5 años que tuvo que asesinar a sus padres obligada por el nazi que si no la mataba a ella… el dolor tragado nos vuelve locos.

descubrimiento-del-fuego-r-655x368Liberar, amar, perdonar… quien no quiere colaborar… el pequeño detalle es que sin su fuego yo no puedo quemar la maldad, sin su calor no puedo caldear los corazones helados por los escándalos… estamos presenciando una especie de holocausto en la iglesia en que creíamos, resulta que… sí, se convirtió en institución y en muchos casos dejó de escuchar la voz de Dios, dejó de dejarse maravillar por la zarza, la llama, la llamarada, la invitación a ser la liberación de Dios.

Pero esto no es un final, este es un fuego purificador, y lo que quede después del incendio será lo auténtico, lo que realmente vale. Y con esas cuatro cenizas llenas de rescoldos del Espíritu, estamos reconstruyendo la comunidad cristiana.  Desde la libertad, desde la colegialidad, desde la reconciliación, desde la Palabra escuchada en el desierto y compartida bajo la tienda de tu hogar.

La zarza está ardiendo,  el fuego-llama, llama, atrae, convoca.

¡Aquí estoy! Con lo que soy ¡aquí estoy!  Con lo que no soy ¡aquí estoy!

Magda Bennásar Oliver

Fuente Fe Adulta

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El Destino de la Cuaresma.

Jueves, 14 de marzo de 2019
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cuaresma_portada_01A diario en el mundo se repite el éxodo, cuando los pies de los migrantes cruzan caminos inexistentes y el dios de Israel sigue abriendo para ellos los mares, los bosques, y hasta las fronteras, esas mismas que los seres humanos hemos intentado cerrar tanto fuera como dentro de nosotros. A diario también se repite el desierto en nuestra vida, cuando atravesamos momentos en los que apenas nos estamos sacudiendo de las cosas que no queremos vivir pero todavía no hemos llegado a las que sí queremos, y nos damos cuenta que estamos en ese punto intermedio, de tanta incertidumbre como esperanza, dos palabras que se entrelazan en la fe con mucha frecuencia.

El número cuarenta es muy importante en la Biblia. Aparece en el diluvio, en el éxodo, en el relato de Moisés en el Sinaí, en la historia de Elías y en la de Jesús, y representa al menos 3 palabras importantes, que se relacionan entre sí y que figuran una valiente invitación para quienes hoy vamos entrando también en nuestros 40 días de éxodo y desierto: Cambio, Preparación y Libertad. Y de alguna manera esas palabras se ven reflejadas en la propuesta litúrgica de la Iglesia, de vivir un tiempo previo a la celebración de la Pascua, con un detalle de hermosa pedagogía: en la Escritura el desierto es lo que sigue a la Pascua, pero en la Liturgia de la Iglesia es lo que le precede.

Para que el cambio nos resulte deseable, necesario y hasta imprescindible es preciso tener los ojos y los oídos abiertos. Tal vez en estos días en los que Netflix tuvo a medio mundo viendo una película sobre personas que se cubren los ojos (Bird Box), debamos pensar que aquella cruel metáfora es bastante real: Preferimos cubrirnos los ojos porque nos da miedo ver la realidad y perder toda esperanza. ¡Claro que el mundo es un lugar difícil, con hambre, crueldad, indiferencia y opresión! ¡Claro que si miramos detenidamente a los acontecimientos del día a día podemos pensar que nada vale la pena! Por eso hay tantos creyentes que jamás miran las noticias y confunden su resignación con aceptación de la voluntad de dios. Pero la Cuaresma es tener esa actitud de Yahvé que le dice a Moisés: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios” (Ex 3, 7-8), así que vivir cuaresma es abrir los ojos y los oídos para darnos cuenta que la voluntad de dios es que seamos capaces de notar y advertir qué es lo que necesita cambios, no solo en nosotros, sino también gracias a nosotros.

El Desierto es además, un tiempo prudente de preparación, es ese plazo que nos damos entre una situación de vida y otra, como la soledad al terminar una relación, como el duelo al despedirnos de quien amamos, como el silencio cuando no tenemos las cosas claras. Es un tiempo para que el agua turbia vuelva a estar clara y así podamos vivir y decidir con esa claridad. Israel no estaba listo para pasar de la esclavitud a la tierra prometida en un día, y hasta Jesús pasó por aquella preparación, pues lo que iba a vivir en esos días y noches en medio de la gente del pueblo con sus dolores y angustias, era algo que merecía llegar listo. Los seres humanos nunca estamos listos del todo, pero precisamente por eso la cuaresma nos recuerda que podemos prepararnos siempre. Así como no se alcanza a estar listo para ser padres en 9 meses de embarazo, sino que aquello toma toda la vida -y no por eso hay que dejar de hacerlo- así mismo, la continua preparación aplica para la vida en pareja, para el trabajo, para el servicio a los hermanos, para toda vocación.

Pero la Cuaresma no es un destino, es apenas un puente. Por algunas tristes razones, muchas de las formas de espiritualidad en nuestra fe tomaron un matiz cuaresmal permanente, y convirtieron la experiencia religiosa en un perpetuo arrepentimiento sin victoria, en un viacrucis sin pentecostés. El desierto estará siempre impregnando la vida de Israel, pero como una invitación a recordar la necesidad de cambiar y prepararse para poder vivir en Libertad. La Libertad es la puerta de la perfecta alegría y el punto de partida de la paz. En el día 41 (simbólico, no matemático) no hay luto, ni ceños fruncidos, sino fiesta y abrazos. El destino de la cuaresma es la dicha del amor y la fraternidad, que solo se pueden vivir en Libertad y que a su vez producen a su alrededor Libertad, pues no deja dios de escuchar el clamor de sus hijos. Pasar entonces por el camino cuaresmal es no perder de vista la libertad, es sacudirnos de cualquier tipo de opresión y esclavitud, es renunciar a tener una vida a medias.

Se hace evidente pues, que en la pedagogía de la comunidad cristiana la cuaresma anteceda a la pascua, si bien en la Escritura el desierto es el paso siguiente a la liberación. Porque no necesariamente estamos preparados para cambiar, o dispuestos a prepararnos, y no siempre somos conscientes de que el gran propósito de nuestro Padre del Cielo es vernos libres y libertadores de los hermanos. Por eso cada año volvemos a la ceniza, a la oración íntima, al ayuno en secreto, a la solidaridad sin selfies, porque cada una de estas invitaciones nos ayuda a estar cerca del corazón del Padre, atentos a nuestros propios apegos, y responsables de la necesidad de los hermanos.

Que sean los pies del maestro en el desierto nuestra guía en el camino cuaresmal.

Beto Vargas

Religión Digital

(Artículo publicado en la revista https://www.revistarayodeluz.com/)

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

*

Salmo 1

***

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.”

Jesús le contestó:

– “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.”

Jesús le contestó:

“Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.

Jesús le contestó:

“Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

*

Lucas 4, 1-13

***

El Evangelio nos presenta este duelo entre Jesús y Satanás. Jesús fue tentado. También él quiere conocer el combate entre el alma que desea permanecer fiel a Dios y el invasor que tratará de desviarla e inducirla al mal. Hay que recordar que cuanto se refiere a Jesús nos toca también a nosotros. La vida de Jesús configura la nuestra; lo que a él le acontece se refleja en nosotros.

¿Fue tentado Jesús? Tanto más podemos o debemos serlo nosotros.

Parece lógica la pregunta, puesto que vivimos en un mundo asediado y turbado por esa iniciativa oculta del que san Pablo llama “el príncipe de este mundo de tinieblas”. Estamos rodeados de algo funesto, malo, perverso, que excita nuestras pasiones, se aprovecha de nuestras debilidades, se deja insinuar en nuestras costumbres, sigue nuestros pasos y nos sugiere el mal. La tentación consiste, pues, en el encuentro entre la buena conciencia y la atracción del mal, y esto del modo más insidioso que se pueda imaginar.

El mal, de hecho, no se nos presenta con su rostro real de enemigo, como algo horripilante y espantoso. Sucede precisamente lo contrario: la tentación es simulación del bien; es el engaño del mal disfrazado de bien, es la confusión entre bien y mal. Este equívoco, que se puede presentar siempre ante nosotros, tiende a hacernos retener como bien donde, por el contrario, está el mal.

*

Pablo VI,
7 de marzo de 1965,
en U. Gamba, [ed.], Pensieri di Paolo VI per ogni giorno dell’anno, Vigodarzere 1983, 279).

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Crecer en la amistad

Miércoles, 6 de marzo de 2019
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juan_jesusPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La Compasión es el nuevo desierto

Martes, 29 de enero de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es Compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión, la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad, en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que siendo el alimento de todos los hombres pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando el evangelio a los pobres.

¿Supones que yo tengo una vida espiritual? No, no la tengo. Yo soy indigencia, soy silencio, soy pobreza, soy soledad, porque he renunciado a la espiritualidad para encontrar a Dios, y es Él quien predica en voz alta en lo profundo de mi indigencia… Muero de amor por ti, Compasión. Te tomo por mi Señora. De la misma manera que Francisco desposó a la Pobreza, yo te desposo a ti, Reina de los eremitas y Madre de los pobres”.

*

Thomas Merton
Diarios
noviembre 1951

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“Abrir caminos nuevos”. 2 Adviento – C (Lucas 3,1-6)

Domingo, 9 de diciembre de 2018
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02_adv_c-600x400Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permiten acoger a Jesús entre nosotros.

Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?

Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.

En medio del «desierto espiritual» de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.

No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.

La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de «adoctrinamiento» o de «aprendizaje teórico», sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.

José Antonio Pagola

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En todo

Miércoles, 2 de mayo de 2018
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Del blog Nova Bella:

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“Aquél que anda por buen camino tiene a Dios en todos los lugares: en la calle y en medio de toda la gente exactamente lo mismo que en la Iglesia, o en el desierto, o en la celda, o en la plaza”

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Maestro Eckhart

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“Entre conflictos y tentaciones”. Domingo 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

Domingo, 18 de febrero de 2018
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808109-204x300Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos nos dice que el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Se quedó allí cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Estas breves líneas son un resumen de las tentaciones o pruebas básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.

Jesús no ha conocido una vida fácil ni tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios le ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.

«El Espíritu empuja a Jesús hacia el desierto»

No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.

«Se quedó en el desierto cuarenta días»

El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de pruebas y dificultades. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.

«Tentado por Satanás»

Satanás significa «el adversario, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.

A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a «Satanás» en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con estas palabras: «Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios». Los tiempos de prueba los hemos de vivir, como él, atentos a lo que nos puede desviar de Dios.

«Vivía entre alimañas y los ángeles le servían»

Las fieras, lo seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios, que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas, al que llama «zorro», y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.

Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando hacia el desierto. De esta crisis saldrá un día una Iglesia más humana y más fiel a su Señor.

José Antonio Pagola

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Marina Ibarlucea

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