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“8.000 millones de habitantes”, por José Arregi

Miércoles, 21 de diciembre de 2022
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demografiaLeído en su blog Umbrales de Luz:

Por primera vez en la historia de la Tierra, escrita en fuego, agua y vida, los Homo Sapiens, una especie muy reciente, hemos sobrepasado la barrera de los 8.000 millones de habitantes. No me parece ningún hito glorioso, sino una inquietante señal de alarma. No tenemos nada que celebrar, y sí mucho que recapacitar en todos los órdenes. El dato nos coloca ante graves y complejos desafíos éticos, ecológicos, filosóficos, también religiosos. Apunto 4 de los más decisivos.

1. El ritmo de crecimiento es insostenible. Se calcula que al final del Paleolítico, hace unos 12.000 años, antes de la revolución neolítica que se produjo con la agricultura y la ganadería, la población humana del planeta –ya para entonces solo quedaban los Sapiens– sumaban en torno a 1 millón; hace 2000 años, en tiempo de Jesús, eran unos 200 millones; en el año 1800 ascendían en torno a los 1.000 millones; en el año 1900 llegaban casi a los 2.000 millones; y en el año 2000 éramos 6.000 millones; veinte años después, somos 8.000 millones.

Las cifran hablan a gritos: este ritmo de crecimiento de la población humana –a pesar de su progresiva ralentización– sigue siendo insostenible. Es insostenible para el planeta y sus recursos limitados, para las demás especies vivientes que lo habitan, y para todos los pueblos que se quedan atrás. Tal vez la Tierra, gracias a la ciencia y a las tecnologías –y a la justa distribución de los recursos, si ésta se diera–, pudiera alimentar a 15 o 20 mil millones de humanos, pero no estamos solos y no podemos regirnos solo por el bien de la humanidad. Tengámoslo muy claro: lo que no es sostenible para todos los vivientes acabará por ser insostenible también para los humanos.

2. La desigualdad es la causa de que la natalidad baje en los países ricos y se mantenga alta en los pobres. Que baje la natalidad en aquellos y no en éstos parece paradójico, pero responde en el fondo a la misma razón: la inequidad, la desigualdad injusta. Si baja la natalidad en los países ricos, se debe sobre todo a la creciente precariedad económica, a la falta de conciliación familiar y al miedo al futuro. Y si se mantiene alta en los países más pobres, se debe principalmente a la sumisión de la mujer, a su falta de autonomía económica, a la carencia de anticonceptivos, a la alta mortalidad, a la necesidad de brazos que traigan pan a casa y cuiden a los padres cuando sean ancianos sin sistema público de atención. Son formas diversas de la misma desigualdad que lleva a unos a no desear hijos ni tenerlos, y empuja a otros a desear tenerlos o a tenerlos sin desearlos. Son síntomas contradictorios de un sistema económico global irracional e inhumano que a unos les impide engendrar y a otros les fuerza a hacerlo. Paradojas de esta nuestra especie humana tan dotada y tan indigente.

La solución verdadera no vendrá de políticas familiares –de fomento de la natalidad en unos lugares y de reducción en otros–, por necesarias que sean. Y menos aun de políticas de inmigración que abren o cierran fronteras según dicten los intereses económicos de los más ricos. No habrá solución para los unos mientras no haya solución para todos. Nunca seremos sabios si no acertamos a ser hermanos, ni seremos libres mientras no nos reconozcamos iguales.

3. Es inhumano que la especie humana se adueñe de todo el planeta. A pesar de todas las enfermedades, hambrunas, epidemias y guerras, la población humana en la Tierra no ha cesado de crecer, y sigue y seguirá creciendo al menos un tiempo. El hecho revela la fuerza y la pasión de la vida, pero el precio pagado y los desastres provocados por este crecimiento son tan espantosos, que me debato entre la admiración y la pesadumbre por esta especie humana que gente más optimista llamó Sapiens, Sabia. Es capaz de lo más sublime y de lo más horrible. Es ángel de la guarda y ángel exterminador: envenenamos el aire y las aguas, arrasamos las selvas y los mares, inyectamos enfermedades a otros animales para curar las nuestras, multiplicamos inmundas macrogranjas y crueles mataderos, seguimos cazando por placer y matando toros por diversión, y un millón de especies se hallan hoy mismo en peligro de extinción a causa nuestra. ¿No somos todos hijos de la misma Tierra y de la misma vida?

Somos la especie más contradictoria. La que más depende del cuidado, y la más invasora y depredadora de la naturaleza de la que formamos parte. La más poderosa y la más sufriente. Somos los más inteligentes y los más insensatos de todos los animales, pues no sabemos vivir con lo que tenemos ni morir cuando nos toca. Y no se debe a ningún “pecado original” ni a ningún castigo divino, sino al desarrollo cerebral evolutivo que nos ha establecido en este estado de desequilibrio constitutivo o de difícil equilibrio, casi imposible. Casi. Algo o mucho está en nuestras manos, hoy más que nunca, gracias entre otras cosas a la ciencia. Pero la ciencia no bastará. Si queremos realmente avanzar hacia el equilibrio profundo de nuestro ser, deberemos liberarnos de la codicia de ganar, poseer, crecer a toda costa. Y empezar por reconocer que no somos los dueños y señores de la Tierra, que somos Tierra, que somos de la Tierra y que la Tierra es más fuerte. No creceremos en humanidad mientras no aprendamos a decrecer para compartir.

4. La enseñanza de la Iglesia Católica romana sobre la natalidad es irresponsable. La especie Sapiens creó a un “Dios” a su propia imagen humana –cumbre de la sabiduría o de la necedad– y los grandes monoteísmos establecieron que el ser humano –preferentemente varón– es imagen, la única o la suprema imagen, del “Dios” omnipotente. El cristianismo extremó su divinización afirmando que “Dios” se encarnó plenamente solo en un hombre judío varón, aunque Jesús de Nazaret, profeta de la liberación, no tuvo nada que ver en ese dogma de la encarnación excluyente.

Sería una grave irresponsabilidad que las Iglesias cristianas siguieran aferradas a la letra de ese dogma y a la cosmovisión antropocéntrico-androcéntrica que lo sustenta, y sigan enseñando que la especie humana es la más noble y digna de todas las criaturas, el centro, la cima y el sentido de toda la creación. Como si la Tierra fuera el centro del cosmos y solo en ella hubiera surgido la vida y el ser humano significara el fin de la evolución. Todo ello se ha vuelto insostenible.

Es una grave irresponsabilidad ignorante, o una grave ignorancia irresponsable, que la Iglesia Católica siga leyendo a la letra el mandato divino del Génesis: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (Gn 1,28), y siga apoyándose en la letra y el mundo del pasado para legitimar su defensa de la natalidad, su anacrónica doctrina de la procreación que llama “natural” y su absurda condena de los métodos anticonceptivos, su arraigado patriarcalismo, su pertinaz e hiriente homofobia, su perniciosa obsesión por la sexualidad cuyas dolorosas consecuencias saltan a la vista.

Es hora de redefinir nuestro lugar y responsabilidad en la Tierra, en la comunidad de los vivientes. Es hora de pensar y decidir si queremos salvarnos juntos o perdernos todos.

Aizarna, 20 de noviembre de 2022

 

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No preguntes

Miércoles, 23 de noviembre de 2022
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Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

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Migrantes tras cruzar la valla en Melilla.Javier BernardoAP

No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. “Centenares”, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién importa?

No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan.

No preguntes.

La culpa es de los muertos. Los violentos son los muertos. Los responsables son los muertos. Las autoridades de los pueblos sólo pueden felicitarse de haber conseguido que los violentos estén muertos, que los sin derechos estén muertos, que los sin pan estén muertos.

Y se felicitan, y se aplauden, y se animan a continuar matando a jóvenes africanos sin derechos y sin pan.

Y el periodismo calla: no denuncia; ni siquiera informa.

Y la conciencia calla: como si Alá bendijese a quienes matan pobres; como si a Dios no importasen los pobres que asesinamos; como si los dueños del poder que nos oprime fuesen también los dueños de nuestros derechos, de nuestro pan, de nuestras vidas.

Yo no puedo decir que los responsables de esas muertes son los Gobiernos de España y Marruecos; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos tienen las manos manchadas de sangre; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos llenan de víctimas un frío, cruel, prolongado e inicuo corredor de la muerte. No lo puedo decir, pero lo puedo pensar, y es lo que pienso.

Adoradores del dinero a un lado y otro de la frontera. Adoradores del poder a un lado y otro de la frontera. Adoradores de la mentira a un lado y otro de la frontera. Violadores de pobres a un lado y otro de la frontera. Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a Jesús. A un lado y otro de la frontera Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a ese “Dios para Dios”, que son los pobres.

*

Santiago Agrelo,
franciscano,
Arzobispo emérito de Tánger,
27 de junio de 2022

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***

 

 

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Juan José Tamayo: “El Covid-19 no afecta a todas las personas y grupos sociales por igual” (I)

Miércoles, 8 de abril de 2020
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puede-apoyar-mujeres-legitimos-derechos_2212888692_14404452_660x371“Vivimos en un mundo injusto y desigual”

“Los progresos tecnológicos no se corresponden con el progreso en los valores morales de solidaridad, fraternidad-sororidad, justicia, igualdad y libertad, como tampoco el crecimiento económico con la eliminación de la pobreza”

“Francisco de Asís demostró que la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables”

El objetivo de estos tres artículos es doble: a) poner en valor la compasión, uno de los grandes valores ausente en los diferentes ámbitos del saber y del quehacer humano, considerado estéril e innecesario y calificado, incluso, de manifestación de la debilidad e impotencia de la persona que lo practica; b) practicarla en todas las esferas de la vida, individual y colectiva, personal y comunitaria, pública y privada, política y económica, cultural y religiosa, y muy especialmente ahora con la pandemia del coronavirus, que es previsible se alargue durante meses y tendrá gravísimas consecuencias en todos los órdenes de la vida humana y de la naturaleza.

Empiezo por una primera constatación: vivimos en un mundo donde impera la injusticia estructural, avanza a pasos agigantados la desigualdad y hay una pérdida de la compasión. Los progresos tecnológicos no se corresponden con el progreso en los valores morales de solidaridad, fraternidad-sororidad, justicia, igualdad y libertad, como tampoco el crecimiento económico con la eliminación de la pobreza. Todo lo contrario: a mayor progreso tecnológico y crecimiento económico, menor solidaridad y compasión, justicia e igualdad.

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Las desigualdades se refuerzan a través de las diferentes y cada vez más profundas brechas que se producen hoy, entre las que cabe citar:
  • la brecha económico-social entre ricos y pobres, que desemboca en aporofobia (odio y rechazo a las personas pobres)
  • la patriarcal entre hombres y mujeres, que desemboca en feminicidio;
  • la colonial entre las superpotencias y la pervivencia del colonialismo, que desemboca en el mantenimiento de la colonialidad;
  • la ecológica, provocada por el modelo de desarrollo científico-técnico depredador de la naturaleza, que convierte a esta en mercancía y desemboca en ecocidio;
  • la racista entre personas nativas y extranjeras, que desemboca en xenofobia;
  • la afectivo-sexual entre heterosexualidad y LGTBIQ, que desemboca en el discurso del odio a las identidades afectivo-sexuales que no responden al patrón de la heternormatividad y a la binariedad sexual: LGTBIfobia;
  • la intelectual entre conocimientos científicos y saberes originarios, que da lugar a la injusticia cognitiva, que desemboca en epistemicidio;
  • la global entre el Norte y el Sur, que desemboca en surcidio;
  • la religiosa entre personas creyentes y no creyentes, entre sistemas de creencias hegemónicos y contra-hegemónicos, entre religiones ricas y religiones pobres;
  • la digital entre quienes tenemos acceso a internet y quienes se ven privados de dicho acceso, etc.

Situaciones dramáticas que exigen activar la compasión.

Especialmente dramáticas son dos situaciones de desigualdad e injusticia ecológica que estamos viviendo con severidad durante las últimas décadas y una tercera, que estamos viviendo con especial crudeza estos días: el Covid19.

Una es la crisis ecológica, que constituye el principal desafío de la humanidad, con especial agravamiento en la Amazonía en llamas, con focos de incendio que se triplicaron en agosto de este año en comparación con el mismo mes de 2018 y el aumento del 278 % en las alertas de salvaje deforestación. La selva amazónica, que es el pulmón de la humanidad, se ha convertido en espacio de sobreexplotación, agro-negocio, agro-tóxicos y entrega de riquezas naturales a las empresas multinacionales.

Esta situación es objeto de preocupación, e incluso de indignación, del Papa Francisco, que defiende el cuidado de la casa común como tarea de todos los seres humanos en su encíclica Laudato Si, inspirada en el Cántico de las criaturas, de Francisco de Asís, que llama a la tierra “madre y hermana nuestra”, que nos acoge entre sus manos, nos gobierna y produce frutos con coloridas flores y hierba.

En ella presenta a San Francisco de Asís como ejemplo de la ecología integral, patrono de los ecologistas, cristianos o no, modelo de atención a la creación y a los pobres, místico y peregrino que vivió en armonía con Dios, el prójimo, la naturaleza y consigo mismo. Así demostró que la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables.

Como respuesta a la situación dramática en que se encuentra la Amazonía, el Papa Francisco ha convocado el Sínodo sobre “La Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, definido como el nuevo Pentecostés para la Iglesia amazónica, las iglesias locales y la Iglesia universal. Reconoce que “el futuro de la Humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonía; por primera vez se manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades emergentes en un territorio, son la experiencia dramática del momento que atraviesa la supervivencia del planeta Tierra y la convivencia de toda la humanidad”.

La segunda situación dramática es la de millones de personas que llegan a las fronteras de los países más favorecidos huyendo de la guerra, la miseria y los regímenes dictatoriales, ponen en riesgo sus vida hasta perderlas, como las 30000 personas personas muertas en el Mediterráneo en la última década, y cuando, llegan a la frontera, son rechazadas por las autoridades políticas preferentemente de Europa y Estados Unidos e incluso muertas, incumpliendo y transgrediendo los derechos de asilo, refugio y hospitalidad, reconocidos en la Declaración Universal de la ONU de 1948.

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Tenemos grabadas en la memoria las imágenes de las marchas de miles de personas procedentes de países centroamericanos hacia los Estados Unidos, a quienes no se les permite entrar, peor aún, separan a los niños y las niñas de sus padres y madres. Igualmente pudimos ver en vivo y en directo la falta de solidaridad de la “bárbara Europa” con las personas migrantes del Open Arms.

La tercera situación dramática es la pandemia del coronavirus, que se está extendiendo por todos los países, regiones y continentes sin distinción, mantiene confinada, a día de hoy, a una tercera parte de la humanidad, ha contaminado ya a más de un millón de personas en todo el mundo y ha provocado, hasta el momento –escribo el 4 de abril de 2020- a setenta mil personas. Pero no podemos quedarnos en las cifras frías, detrás de ellas hay vidas humanas perdidas y familias destruidas que sufren tan irreparables pérdidas sin ni siquiera el consuelo de una despedida en compañía.

El Covid-19 no afecta a todas las personas y grupos sociales por igual y con la misma intensidad. Es mucho más agresiva con aquellos grupos humanos que tienen una especial vulnerabilidad, como afirma el científico social portugués Boaventura de Sousa Sousa Santos, entre los que cita los siguientes: las mujeres, las personas trabajadoras precarias e informales, los trabajadores de la calle, las personas sin techo, las que habitan en las periferias empobrecidas de las ciudades, la gente anciana, la que se encuentra confinada en los campos de refugiados y refugiadas, las personas inmigrantes sin papeles, las poblaciones desplazadas internamente, las encarceladas, las discapacitadas.

Estas y otras situaciones dramáticas son razones más que suficientes para cambiar nuestro estilo de vida insolidario y activar la compasión como principio eco-humano fundamental, actitud ética y práctica liberadora cotidiana en nuestro mundo desigual e injusto. Ese será el tema del próximo artículo.

Fuente Religión Digital

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Fuego

Miércoles, 17 de abril de 2019
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im25411MoisesDesiertoVivimos como si nada ocurriera, con cierta o mucha rutina, que en el fondo nos da seguridad. Hay personas que llevan muy mal los cambios, y a veces el intento de tenerlo todo bajo control, organizado… hace que Dios, el Amor, para acercarse a nosotros, tenga que “manifestarse”, llamarnos la atención, suplicarnos con algún gesto que estemos despiertos, alerta, presentes ¿por qué? porque tiene algo que decirnos.

Éxodo 3,1-8  13-15

…Moisés, después de descubrir su identidad en palacio, y tratar a su manera, de defender a los que ha descubierto como “suyos”, se sumerge en un profundo desierto, el desierto que nuestro tiempo litúrgico nos invita a experimentar de nuevo este año,  y el texto nos descubre que incluso en el desierto nos podemos acomodar.  Sin embargo el buen hombre tiene tal sed de Dios, que hasta con el rebaño, con todo su bagaje existencial, se acerca a ese monte donde Dios habita.

El paralelo puede ser muy clarificador si le ponemos palabras nuestras. ¿Cómo sería tu interpretación? Algo tan sencillo como que voy a dialogar con Dios, lo intento con mi rebaño, que es  lo que te sigue, lo que tú cuidas, lo que te da de comer, lo que te hace sentir útil y necesari@.

Y, en medio de esta normalidad de vida, de ir con tu rebaño a todos lados, de pronto, algo irrumpe, algo es diferente, algo como fuego que arde y arde sin consumirse, sin destruir, sin quemar, es un fuego que llama, invita, alienta. Moisés queda maravillado y decide “voy a acercarme a mirar”

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza”.

Te invito en este relato oracional a poner de nuevo nombre a lo que te rodea. Posiblemente la actitud humana de acercarnos a mirar está muy arraigada en nosotros, forma parte de todas las culturas; pero mirar no es igual a ver, tenemos una máscara turística muy incrustada, además hoy todos sacaríamos el móvil para filmar el show de la zarza y enviarlo a montones de gente que a su vez lo enviarían… ¿y qué?

Lo importante de todo el montaje es que en medio de esta puesta en escena hay algo que transforma para siempre la historia de salvación, la historia de la humanidad: Dios llama a Moisés y este responde: aquí estoy, y entonces la voz de Dios se vuelve más clara: quítate las sandalias (suelta las máscaras) porque pisas tierra sagrada, porque al dialogar con Dios, entras en su espacio, como cuando dialogas con alguien y te introduce en su vida, en su historia y realidad.

Desierto4Dialogar con Dios es dejarse introducir en su doble realidad: primero la seguridad de que me llama, desde la llama ardiendo, desde el fuego que siento, que sé es su llamada, su llamarada, el fuego de su Espíritu que busca su tienda, que busca una comunidad de personas que le acojan, una a una para un bien común, para una tarea imposible.

Pero la prueba y la evidencia de que es de Dios está en el relato, el peligro ahora es ir al versículo siguiente enseguida y enzarzarnos en la tarea, que es lo que nos hace sentir útiles, y olvidarnos de que sin el fuego del Espíritu, sin la voz de Dios que me llama por mi nombre y me convoca a un diálogo sobre la realidad, muy poco puedo hacer.

Moisés pudo liberar al pueblo de todas las opresiones, porque continuamente estaba conectado, pero no una conexión de GPS, que te guía robóticamente, sin relación personal, sólo una voz que te dice lo que hacer para llegar a tu destino.

Este, amig@s mí@s no es el Dios de Moisés, no es el Dios de Jesús. El Dios de nuestro relato es el que te busca en tu desierto, te prepara una situación para que le descubras, y te pide que seas su voz y presencia en las situaciones de abuso. No te dice ve y soluciona, te dice que Él ha visto la opresión, que Él ha oído sus quejas, que Él se ha fijado en sus sufrimientos, y que va a ir a librarlos.

Al fin, nuestro corazón empieza a comprender, y respondemos como responde quien ha estado con Dios: iré si vienes conmigo, iré si me dices quien eres, iré si eres mi amigo, iré si tú actúas en mí.

Iré si te haces fuego en mí. Iré si nunca interrumpimos la conexión. Iré si tú me lo pides. Pero primero necesito oír esa voz que me llama a mí, sin la cual no estoy bajo cobertura, y si voy por mi cuenta dejo de estar en tierra sagrada y puedo manosear la obra de Dios.

Hoy conocemos tantos tipos de opresión que es fácil sentirnos agobiados y encogidos ante tanto dolor causado al planeta, a pueblos enteros explotados… estoy impresionada de la cantidad de demencia que hay en el norte de Europa, dicen si son los hijos de la segunda guerra mundial, los que vivieron el horror nazi, niños entonces, como esa niña de 5 años que tuvo que asesinar a sus padres obligada por el nazi que si no la mataba a ella… el dolor tragado nos vuelve locos.

descubrimiento-del-fuego-r-655x368Liberar, amar, perdonar… quien no quiere colaborar… el pequeño detalle es que sin su fuego yo no puedo quemar la maldad, sin su calor no puedo caldear los corazones helados por los escándalos… estamos presenciando una especie de holocausto en la iglesia en que creíamos, resulta que… sí, se convirtió en institución y en muchos casos dejó de escuchar la voz de Dios, dejó de dejarse maravillar por la zarza, la llama, la llamarada, la invitación a ser la liberación de Dios.

Pero esto no es un final, este es un fuego purificador, y lo que quede después del incendio será lo auténtico, lo que realmente vale. Y con esas cuatro cenizas llenas de rescoldos del Espíritu, estamos reconstruyendo la comunidad cristiana.  Desde la libertad, desde la colegialidad, desde la reconciliación, desde la Palabra escuchada en el desierto y compartida bajo la tienda de tu hogar.

La zarza está ardiendo,  el fuego-llama, llama, atrae, convoca.

¡Aquí estoy! Con lo que soy ¡aquí estoy!  Con lo que no soy ¡aquí estoy!

Magda Bennásar Oliver

Fuente Fe Adulta

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Qatar, así no

Jueves, 8 de diciembre de 2016
Comentarios desactivados en Qatar, así no

Toby Morison on QatarRegresados ya a la droga futbolera habitual, conviene saber algunas cosas. En 2010 el mundial de fútbol del 2022 fue asignado a Qatar: pequeño país, gran productor de petróleo, con unos 2,300.000 habitantes de los que casi el 90% son inmigración: entre ellos, algunos  diplomáticos, negociantes etcétera y el resto mano de obra, atraída sobre todo por las obras del mundial: más de 600.000 indios, medio millón de nepalíes y 250.000 filipinos…

Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la OIT y la Confederación Sindical Internacional (CSI) han denunciado varias veces las condiciones injustas e inhumanas en que viven esos trabajadores que construyen campos, hoteles y demás instalaciones para los fastos balompédicos del 2022. Los MCS occidentales no suelen dar eco a esas denuncias y el gobierno qatarí se encarga de desmentirlas, mientras la policía persigue a los curiosos que se interesan por la suerte de esos trabajadores.

Los domicilios (o campamentos de trabajadores) son auténticos barrios de chabolas: a veces, en un dormitorio de 9 metros cuadrados se superponen ocho camas con colchones sucios. Los sueldos pueden tardar 4 meses en llegar y, entre tanto, los trabajadores se endeudan con unas tasas usurarias criminales. Se quiso arreglar eso con una obligación de liquidar en seguida todos los impagos pendientes; pero esa liquidación sólo puede hacerse por transferencia, y sólo una quinta parte de esos trabajadores tiene cuenta bancaria: “los bancos no quieren ver llegar a hordas de trabajadores” explica un abogado.

kat-644x362Se trabaja a veces 13 horas diarias (tiempo de transporte incluido), seis días a la semana y con temperaturas que pueden llegar a los 50 grados. Se cobran unos 300 € al mes, en el país con la mayor renta per capita del mundo, donde las clases altas llegan a salarios de 30.000 € mensuales (10.800 para clases medias) y pueden alquilar mansiones por 7.500 €. Los trabajadores domésticos en esas viviendas lujosas tienen prohibido ir al baño…

En Qatar los sindicatos están prohibidos, como en casi todos los países del Golfo. Los extranjeros están sometidos a la ley de la kafala, una especie de sistema de patrocinio, que implica la prohibición de cambiar de empleador si no lo autoriza el actual, y de salir del país sin permiso del patrón. Esa ley se suavizó algo en 2014 para los inmigrantes occidentales, pero parece que la reforma no entrará en vigor hasta el 2017. Se han dado casos de nepalíes que no pudieron volver a su país a ver a sus familiares tras los terremotos del 2015.

Las embajadas de India, Nepal y Bangladesh registraron 900 defunciones durante los dos últimos años, por causas como deshidratación o infarto, mientras el gobierno niega que esas muertes tengan que ver con las condiciones laborales en las que se prepara el mundial.

Nada de eso quiere ser una denuncia directa y exclusiva a Qatar: debo añadir que el 90% de esas empresas son multinacionales occidentales, a menudo más despiadadas que la ley qatarí. Quizá por eso se ha tejido una red de intereses creados, que silencia estos datos, mientras se dedica a irritarnos sólo contra las injusticias de Venezuela. El pasado mayo, un buen funcionario qatarí fue encarcelado por haberse ido de la lengua ante una delegación de la OIT.

Desde que Qatar fue designado organizador del mundial, se ha pedido a los periodistas que miren para otro lado. Pero el año pasado, la OIT decidió enviar una misión de alto nivel que confirma mucho de lo aquí expuesto. Se aumentaron entonces los medios de inspección, pero resultan ridículos: 365 inspectores para una población laboral de dos millones que no hablan árabe, y con sólo diez intérpretes. Incluso el nuevo presidente de la FIFA prometió el pasado abril crear un órgano de supervisión para asegurar “condiciones laborales decentes”. Ya veremos.

qatar2Protestas como las de este artículo suelen provocar alguna carta de desmentido, de cónsules o diplomáticos del país señalado. Por eso reitero que de ningún modo quiero atacar a Qatar: ni los qat ni los cat son peores o mejores que otros pueblos o seres humanos: todos somos de la misma pasta. Si se produce ese desmentido no hará falta comenzar una guerra de datos. Bastará simplemente con pedir al gobierno qatarí que garantice la más absoluta libertad de información para los periodistas que deseen investigar, y de expresión para todos los trabajadores que quieran quejarse.

En caso contrario, me atrevo a pedir que algún experto en redes sociales (AI, Avaaz…) organice una recogida mundial de firmas pidiendo que se retire a Qatar el encargo de organizar los mundiales del 22. Sería precioso si los primeros firmantes fuesen figuras del fútbol: porque lo que está ahora en juego no es la buena fama de ningún país, sino la pregunta de qué tiene para nosotros más valor: la dignidad de dos millones de seres humanos pobres, o nuestra esclavitud ante la droga del fútbol y de los hidrocarburos.

(N.B. Casi todas las informaciones de este escrito proceden de Le Monde Diplomatique, junio, pgs 12-13).

José Ignacio González Faus

Atrio

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“¿Qué podemos hacer?”

Martes, 16 de febrero de 2016
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Gabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya)

ECLESALIA, 01/02/16.- Demasiadas veces percibimos que muchas cosas malas no las podemos cambiar; y es verdad. A nuestro nivel, tenemos muy poco que aportar ante situaciones tremendas que se sufren y se mantienen a muchos kilómetros de donde estamos… o cada vez más cerca, como el millón de refugiados en la puerta de Europa: poderes fácticos, violencia a gran escala, injusticias enormes e imposibles de erradicar con nuestras manos… Sentimos impotencia. Esta impotencia suele dar lugar al desánimo que a su vez, puede deslizarse hacia la añoranza del pasado, idealizándolo, mientras dejamos sin vivir el presente; o puede derivar en cinismo y/o en indiferencia.

La frustración de no poder arreglar casi nada nos conduce a lo fácil: “si nos ponemos a pensar en todas las desgracias del mundo empezamos a llorar y no paramos”. Y pasamos a otra cosa. Emmanuel Mounier decía que no basta con estar contra la injusticia sino que es preciso hacer algo contra la injusticia. ¿Qué podemos hacer? Para que la respuesta no sea nada, tenemos que elegir una hoja de ruta cercana, sencilla y realista:

Solucionar algo es accesible para cualquiera de nosotros. Tenemos mucho por hacer siempre que no pidamos resultados a corto plazo, apuntemos a problemáticas inalcanzables o busquemos agradecimientos para calmar la vanidad o la inmadurez.

Cerca nuestro. No hay que ir lejos para toparnos con personas en situaciones difíciles o amargas. Baste agudizar la sensibilidad humana que todos llevamos dentro -más o menos embarrada- para impedir que la indiferencia salga vencedora. A nuestro lado, existen personas que nos necesitan.

Muchos pocos pueden hacer muchísimo. Ante una situación ominosa de alguien que nos es cercano, no es fácil que seamos solución del problema. Alrededor neceistan de nuestra sonrisa, de nuestra escucha y nuestro tiempo. Intentando comprender, perdonando… se puede aliviar bastante dolor. Hay situaciones que tienen un curso inexorable pero depende de nosotros el que el trago sea menos amargo. La fuerza invisible de lo pequeño es muy grande.

¿Somos parte de las soluciones o de los problemas? No está de más reflexionar si, a la vez que disertamos sobre las grandes injusticias del mundo con el fatalismo de quien no atisba soluciones, mirásemos también si somos parte directa del problema como causantes del dolor a otros.

Nuestra actividad, en nuestro círculo de influencia. Estamos donde la vida nos ha puesto y ahí es donde podemos mejorar el mundo. Y no es una exageración: sí, mejorar o empeorar el mundo de una sola persona es algo trascendental, en una dirección o en otra.

Lo importante es la actitud, no la cantidad de cosas que se hagan. Las más de las veces, los gestos humanizadores no son noticia en los periódicos pero supone una experiencia transformadora para los que sienten una mano tendida cercana, que ayudan a hacer visible el Reino.

Esperanza más allá de los acontecimientos puntuales. Hoy no es siempre, y la ayuda “estéril” de hoy puede ser válida mañana. Sentirte escuchado o ayudado sin ningún interés a cambio, es gratuidad que humaniza y predispone a quien lo experimenta para predisponer a realizarlo después con otros; y viceversa.

Rezar tiene fuerza. El creyente tiene la posibilidad de compartir con su Padre el dolor del otro. La eficacia de la oración sólo se puede entender desde la fe… Y desde el fruto de sus obras.

¿Y qué no debemos hacer? Minimizar nuestras posibilidades de mejorar la vida de otras personas. Pero debemos querer. La psicología afirma que cuando no orientamos nuestro interior hacia la solidaridad y la generosidad torpedeamos nuestro equilibrio vital y nuestra capacidad de sentirnos alegres. Pura ciencia, puro evangelio

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Voces en el desierto”, por Gabriel Mª Otalora

Lunes, 11 de enero de 2016
Comentarios desactivados en “Voces en el desierto”, por Gabriel Mª Otalora

BCF0E5CF-CE84-4045-A118-B17648B006F9.jpg__680__460__CROPz0x680y460Leído en la página web de Redes Cristianas

Mucho se ha hablado y escrito sobre el descubrimiento de América, sobre los desmanes coloniales que allí se perpetraron de manera continuada en nombre de nobles causas. Sin embargo, hubo quienes denunciaron sin pelos en la lengua aquella tropelía legalizada a manos de portugueses y castellanos, de cristianos y maleantes, que allí todos fueron mezclados en busca de riquezas y gloria, amparados en la necesaria conversión de aquellos pueblos tratados como infrahumanos.

Hubo de todo, ciertamente, pero el regusto fue de conquista con mucho salvajismo codicioso lleno de racismo. Y entre los que alzaron la voz contra los latrocinios de los compadres del rey Fernando, “El católico”, se encontraban dos dominicos: fray Bartolomé de las Casas, que escribió un alegato que pone los pelos de punta (Alianza lo sigue publicando en edición de bolsillo) y fray Antonio de Montesinos, algo menos popular, pero que se merece igualmente un gran lugar en la historia. Fue un poco antes de estas fechas navideñas de 1511, posiblemente a mediados del Adviento, cuando Montesinos pronunció su célebre discurso en la actual República Dominicana, con el título joánico de “Voz que clama en el desierto”.

Quienes fueron a escucharle, esperaban palabras de refuerzo cristiano para sus acciones sanguinarias contra los indígenas. Pero lo que se encontraron fueron preguntas como estas: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en su tierras, mansas y pacíficas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan presos y extenuados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais se os mueren, y por mejor decir, los matáis por sacar oro cada día? ¿Es que estos no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?

Y así durante toda su alocución hasta anunciarles que estaban en pecado mortal. Todos se quedaron consternados pero no parece que cambiaron sus costumbres contra aquellos pueblos, tratados como si fueran animales. Cuatro años más tarde, Montesinos y De las Casas volvieron a la metrópoli española para denunciar con hechos las salvajadas y los exterminios que estaban ocurriendo en ultramar. A partir de entonces y durante muchos años, De las Casas defendería con pasión en su país los derechos de los indios incluso frente a poderosos teólogos españoles que justificaban el fin con lo injustificable.

Vaya nuestro reconocimiento a ambos religiosos, sobre todo a Montesinos, que logró al menos una conversión, que ya no se recuerda: influyó decisivamente en la de Bartolomé de las Casas, quien en un principio tomaba parte en las conquistas sanguinarias por las que recibió esclavos indígenas a su servicio así como sus bienes y tierras… hasta que escuchó a su compañero dominico, cambiando radicalmente de actitud.

Todavía estamos en fechas pascuales de Navidad. Todavía somos muchos que nos decimos cristianos, o por lo menos no contrarios al mensaje de Cristo. Y siguen las injusticias estructurales en América latina y bastante más cerca, con muchos inmigrantes víctimas directas de esta crisis tan injusta. La Buena Noticia pasa por este mundo antes de llegar al otro, y precisa de todas las personas de buena voluntad para hacer un mundo mejor, más solidario y menos esclavo, en nuestro caso del consumismo capaz de deshumanizar hasta embrutecernos, como lo estaban aquellos conquistadores esclavos de su tiempo. Tuvieron mucho mérito los dos dominicos que al final no han sido tratados por la Iglesia como se merecen los profetas, incómoda con la Teología. cuando la primicia fue de estos dos frailes. Ambos actuaron como los primeros cristianos: tuvieron muy claro el tipo de armas que debían utilizar para ser testigos de Cristo: servicio, coraje, amor y ejemplo. Supieron darse y se hicieron vulnerables por amor a pesar de las consecuencias.

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