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“Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

Domingo, 22 de febrero de 2015
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En oración

El Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás;

vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

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(Marcos 1,12-15)

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“Empujados al desierto”. 1º Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

Domingo, 22 de febrero de 2015
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808109-204x300Marcos presenta la escena de Jesús en el desierto como un resumen de su vida. Señalo algunas claves. Según el evangelista, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». No es una iniciativa suya. Es el Espíritu de Dios el que lo desplaza hasta colocarlo en el desierto: la vida de Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas, inseguridad y amenazas.

Pero el «desierto» es, al mismo tiempo, el mejor lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios. El lugar al que hay que volver en tiempos de crisis para abrirle caminos al Señor en el corazón del pueblo. Así se pensaba en la época de Jesús.

En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás». Nada se dice del contenido de las tentaciones. Solo que provienen de «Satanás», el Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro.

El breve relato termina con dos imágenes en fuerte contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven». Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles», los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice, cuida y defiende a Jesús y su misión.

El cristianismo está viviendo momentos difíciles. Siguiendo los estudios sociológicos, nosotros hablamos de crisis, secularización, rechazo por parte del mundo moderno… Pero tal vez, desde una lectura de fe, hemos de decir algo más: ¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos? Nunca habríamos elegido nosotros estos caminos.

Esta experiencia de desierto, que irá creciendo en los próximos años, es un tiempo inesperado de gracia y purificación que hemos de agradecer a Dios. Él seguirá cuidando su proyecto. Solo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones que nos pueden desviar una vez más de la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola
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“Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”. Domingo 22 de febrero de 2015 Domingo primero de cuaresma

Domingo, 22 de febrero de 2015
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19-cuaresma B1 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 9,8-15: El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio.Salmo responsorial: 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza. 1Pedro 3,18-22: Actualmente os salva el bautismo.Marcos 1,12-15:Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.

La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.

¡El miedo al “diluvio” ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el cosmos.

El río Jordán, el desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios “lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la vida, por la dignificación de las personas y de las comunidades.

El río Jordán evoca grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante, sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de Juan”.

El desierto es muy frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.

Galilea es el lugar donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e irrumpe el kairós del reino de Dios.

El paso del Jordán al desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde, venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.

El simbolismo de los “cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia, llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”. Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.

Obviamente, los cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los animales, los ángeles y los diablos).

En definitiva, la liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana… Leer más…

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Dom 22.2.15. Pregón de Cuaresma: Dios Viene (El Ser de Dios es su Venida). 19.02.15

Domingo, 22 de febrero de 2015
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timthumb.phpDel blog de Xabier Pikaza:

Ciclo b. Dom 1 Cuaresma. Mc 1, 12-15. He presentado ayer el tema de cuaresma, evocando el motivo central de Miércoles de Ceniza, cuyo lema estaba tomado en otro tiempo de Gen 3:

Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris (recuerda hombre que eres polvo, y que al polvo has de volver).

Pero actualmente suele preferirse un tema tomado del evangelio de este domingo (Mc 1, 12-15)

Conviértete y cree en el Evangelio (viene Dios, el tiempo se ha cumplido; puedes y debes ya cambiar de vida)

Se ha cumplido el tiempo viejo, porque “viene Dios” (es decir, su Reino).

Dios, aquel que viene

A Jesús no le importa la existencia teórica de Dios, sino su venida, de manera que según el evangelio, Dios existe significa “Dios viene”. La palabra “existir” es griega (al menos de origen), y no aparece en la Biblia, hebres, donde lo más cercano a existir es “venir” (hacerse presente).

Así nos dice Jesús este domingo de cuaresma: Dios viene ya, su tiempo se ha cumplido, se ha cumplido así el viejo tiempo de los hombres.

A partir de aquí se entiende el lema: Convertíos y “creed en el evangelio”:

Creer en la buena noticia es “saber” que Dios existe (es decir, que está viniendo en la vida de los hombres);
convertirse es “dejarse transformar por la buena noticia de Dios, dejar que ella transforme nuestra vida.

Convertirse no significa cambiar primero nosotros, para que después podamos “creer” en el evangelio, sino al contrario: Acoger la venida de Dios en nuestra vida, y dejar así que ellas nos cambie. Sólo si aceptarmos el evangelio de la venida de Dios (¡que Dios viene!) cambiaremos, podremos convertirnos.

Convertirse no significa “hacer penitencia”, sino dejar que Dios venga en nosotros (por nosotros) y así nos transforme, transformando nuestra forma de ser y de pensar. Ésa es la meta-noia (conversión evangélica)..

Éste es el sentido del pasaje central del evangelio del domingo 1º de Cuaresma (Mc 1, 12-15), que voy a comentar, siguiendo lo iniciado el Miércoles de Ceniza. Buen fin de semana.

Texto:

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre fieles, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el tiempo, viene ya el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 12-15).

Introducción

He desarrollado el sentido central de este pasaje en mi Comentario de Marcos (Verbo Divino, Estella 2013) y en varias postales de este blog, como sabrá quien haya venido siguiendo mis comentarios.

Hoy quiero añadir simplemente que, conforme a ese pasaje de Marcos (en la línea de mi Teodicea Sígueme, Salamanca 2013), la existencia de Dios se identifica con su venida (conforme al precioso título del libro de E. Jüngel, Gottes Sein ist im Werden, (o quizá mejor im Kommen) que se puede traducir algo así como “el ser de Dios es su venida” (su estar viniendo a la Vida de los hombres, siendo Vida en ellos, como sabe ya el 2º Isaías).

portada-i6n9463476 Jesús no quiso demostrar que hay Dios con razones de pensamiento abstracto, sino que proclamó su venida (llegada). No dijo “Dios es” (eso estaba fuera del horizonte de su pensamiento), sino “Dios viene” (es decir, viene su reino). Y no solamente lo dijo de palabra, sino con su vida y sus gestos.

Se enfrentó Jesús en el desierto del mundo con el Diablo, se mantuvo firme, dejando que la gran experiencia de Dios le alumbrara, le pusiera en marcha, y así comenzó a decir: Viene el Reino de Dios.

— Jesús descubrió en su vida la venida de Dios, le aceptó y se dejó transformar por ella, pudiendo así presentarse como testigo de Dios en su vida (con su vida). He visto un libro de ingenuo teología que se titula: “Dios existe, yo le he visto” (parecido al libro de A. Frossard: Dios existe, yo le encontré). Jesús no escribió un libro, pero si lo hubiera hecho podría haberlo titulado: ¡Dios viene, yo quiero preparar con vosotros su llegada!)

Situación. En el desierto

Jesús no es Hijo de Dios para encerrarse y vivir en aislamiento (en oración de pura intimidad), sino para extender su filiación a todos los hombres, y para ello tiene que luchar contra el diablo (es decir, contra aquel/aquello que no deja que los hombres sean hijos de Dios), para despejar así el camino de la venida de Dios, y lo hace en el desierto, como indiqué en la postal anterior.

El desierto es un lugar geográfico (a la vera del Jordán). Pero, al mismo tiempo, es signo de la prueba que Jesús ha de asumir a lo largo de su vida, para abrir el camino de Dios. Allí, en el desierto que se extiende en cerca del Jordán, o en los montes que se alzan a occidente, en el camino que va a Jerusalén fue “tentado” Jesús según Marcos.

El desierto es lugar de maduración y prueba, pues prueba y tarea es la vida del hombre sobre el mundo, prueba de hijos, lugar de verdadero nacimiento humano, de maduración en libertad:

— Ser Hijo de Dios es crecer en Dios, en libertad. La voz del Padre, que le ha dicho en el bautismo tu eres mi Hijo”, le arranca del estado anterior de búsqueda y le lleva, más allá del lugar Juan Bautista, que espera sin cesar la llegada del Juicio, hasta el lugar de verdadero nacimiento de la vida humana, con los Israelitas antiguos, con Adán en el principio de la historia. El agua del bautismo era sólo un principio, para purificarse; el desierto es el camino de la vida, la gran prueba.

— Ser Hijo de Dios significa ser probado… para preparar y anunciar su venida. Frente a frente con Satán así queda Jesús. No dice el texto que Jesús haya ayunado durante cuarenta días (como dirán Mateo y Lucas), pues el ayuno era propio de Juan Bautista (experto en langosta de estepa y miel silvestre), a nivel de un judaísmo penitencial. Jesús supera ese nivel y llega hasta el lugar de la prueba originaria, habitando frente a frente con Satán, Tentador hecho persona, en cuarenta días que son trauma de nuevo nacimiento.

‒ Ser Hijo de Dios significa enfrentarse con Satán. Como verdadero Adán y Eva, colocado en el desierto-paraíso del que todo brota, Jesús es probado por el Diablo (y amado por Dios) . Uno frente a otro se sitúan los poderes de la historia: Jesús como principio de humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de muerte sobre el mundo. No hace falta hablar de ayuno: lo que importe es llegar a la guarida de Satán, para vencerle.

‒ Ser Hijo es abrir el camino de Dios, dejando así que el venga y que se manifieste… Sólo este Jesús que se ha enfrentado a Satán en el desierto puede ahora afirmar que Dios viene, proclamando su llegada

Del desierto a Galilea

— Después que Juan fue entregado… Este dato sirve de contrapunto histórico y teológico de la historia posterior. Juan ha sido y seguirá siendo lugar de referencia. Jesús viene después (meta), en indicación más teológica que cronológica. La entrega de Juan (paradothênai: 1,14; cf. 6, 14-39) anuncia la de Jesús (cf. 9, 33; 10, 33; 14, 10-11 etc.).

— Vino Jesús a Galilea. El espacio geográfico (y teológico) de Juan era el desierto con el río. El de Jesús, en cambio, es Galilea. No se retira al lugar de la prueba, ni se instala al borde de la tierra prometida; tampoco busca un lugar de salvación junto a los atrios de Jerusalén, en gesto de sacralidad nacional. Jesús se encuentra vinculado a la tierra y gente normal de Galilea, junto a un mar simbólicamente abierto a las naciones del entorno. Esta evocación culmina en 14, 28 y 16, 7 donde Jesús (o el joven pascual) manda a los discípulos a Galilea, lugar que será para Mc espacio fundante y el signo duradero de la iglesia

— Diciendo: “Se ha cumplido el tiempo, viene el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. La evocación de Galilea como tal no basta para expresar el nuevo camino de Dios, como no basta el hecho de la entrega del Bautista. El evangelio de la iglesia se funda en el mensaje de Jesús, que es la expresión más honda de su vida:

Se ha cumplido el tiempo, porque Dios viene
Convertíos creyendo en el evangelio.

Ésta es la palabra clave, que consta de dos frases paralelas dobles, cada una con dos partes, unidas por un kai (y). Como resulta usual en Mc, la segunda sirve para precisar el sentido de la primera: se ha cumplido el tiempo “y” llega el reino (el reino define y da sentido al tiempo); convertíos “y” creed en el evangelio (la fe da sentido a la conversión).

La buena noticia del Reino, la venida de Dios

La buena noticia del Reino “de Dios” es el mismo Dios que viene, haciendo así posible que los hombres y mujeres “se conviertan”, vivan y sean de un modo distinto, conforma a la gracia y potencia del Reino.

En el lugar donde estaba la conversión y penitencia del Bautista viene a situarse la buena noticia de Jesús que es la venida de Dios que le dice “eres mi Hijo” y que se expresa en la victoria sobre lo diabólico. Su experiencia es buena noticia; la palabra de su vida puede hacerse ya palabra y principio de existencia para aquellos que quieran escucharle, acompañarle. De esa forma el camino de Jesús se hace camino para todos los humanos, empezando en Galilea:

— Viene Dios, el tiempo se ha cumplido El cielo se ha rasgado y Dios se hace presente en Jesús (1, 9-11). Por eso él puede expresar su experiencia, ofreciendo espacio de vida filial y fraterna (de amor) a quienes quieran escucharle. El Reino de Dios se identifica con aquello que Jesús ha recibido en su bautismo. Quiere que todos escuchen (escuchemos) la voz de Dios que dice (eres mi Hijo!, recibiéndola de forma compartida, fraterna, solidaria. Porque el reino de Dios ha llegado podemos y debemos afirmar que el tiempo se ha cumplido, han culminado las promesas de 1, 2-3.

— Convertíos “y” creed en el evangelio. La pertenencia al reino no se logra por la carne y sangre, es decir, por los principios naturales de la historia (poder genealógico, imposición política) sino por meta-noia o con-versión interpretada como cambio gratuito de vida. Superando el nivel previo de lucha, viene a desplegarse ahora un extenso y gozoso continente de existencia filial, hecha de gratuidad y expresada como fe en el evangelio, es decir, como acogida de la buena noticia de Dios. No es la conversión la que causa el evangelio sino al revés: el evangelio de Dios, que aceptamos por Jesús con fe gozosa, nos convierte, nos transforma, haciéndonos capaces de acoger y construir la familia mesiánica o iglesia.

Jesús no dice “eres polvo”, sino “llega el Reino”, es decir, viene Dios

Donde Juan Bautista se había detenido sigue Jesús: ha escuchado la palabra, se ha descubierto Hijo de Dios, se ha mantenido en la prueba, ha recibido un mensaje de vida para todos. Por eso ha comenzado a expandir su experiencia, ofreciendo su evangelio universal, en el cruce de caminos de su patria, en Galilea.

Jesús no empieza pidiéndonos nada, es decir, no empieza exigiendo penitencia. No aparece en el texto como un suplicante que implora a Dios agua para el campo, hijos para la familia, fortuna para la casa, vida para los enfermos… Simplemente ha venido en busca de Dios, con los penitentes del Bautista y ha escuchado la voz (eres mi Hijo!, y por eso, habiendo vencido a Satán, pueden decir a los hombres: sois hijos de Dios. No viene pedir a los hombres un tributo, no viene a exigirles responsabilidades, si no a ofrecerles el Reino.

Tampoco Dios había empezado pidiendo algo a Jesús; no le dice que se convierta, no le impone una ley (¡cumple! (tu debes!), no le amenaza. Al principio del evangelio no está el imperativo categórico (deber), ni un tipo de moral impositiva o casuística. En el principio está el amor de Padre que dice: ¡eres mi Hijo! .

En ese amor se funda el camino de la iglesia, que me empieza diciendo: Ha llegado el reino… y sigue invitándome ¿te apuntas, te dejas cambiar por el evangelio?. Los que aceptan la experiencia de Jesús forman con él una familia, son iglesia. Este es el cambio categórico, el principio del evangelio, el surgimiento de la familia de Dios. En la base de Mc hallamos una experiencia de filiación gozosa que se expande por gozo a todos los humanos. Por eso, en los momentos fundamentales de la trama evangélica (transfiguración, viñadores homicidas, oración del huerto, crucifixión: cf. 9, 7; 12, 6; 14, 36; 15, 39), Mc retorna a la experiencia del bautismo, descubriendo lo que significa Jesús como Hijo de Dios para los humanos.

Por eso, Jesús no dice “eres polvo”, sino “eres hijo de Dos”, cree en la buena noticia…, que ella, la buena noticia de Dios, te convierta y cambie

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Tentación sin tentaciones. Primer domingo de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 22 de febrero de 2015
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3139Tentaciones de Jesús, de Alejandro Santa Via Christi en Junin de los Andes Argentina

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El primer domingo de Cuaresma, en cualquiera de los tres ciclos, se dedica siempre a recordar las tentaciones de Jesús. Eso supone que debemos dar marcha atrás, olvidarnos de que ya estaba recorriendo Galilea con sus discípulos y volver a empezar. Jesús acaba de bautizarse, ha recibido una misión de Dios. Pero antes de lanzarse a una actividad pública, el espíritu lo impulsa al desierto. Con este relato, muy simbólico y que no se presta a conclusiones piadosas, Marcos quiere plantearnos desde el comienzo el misterio de la persona de Jesús.

Un relato sin tentaciones

Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús (suponiendo que hayan oído hablar de Jesús y de las tentaciones) algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso.

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar.

El Espíritu. En las tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto.

            El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado, para ver si eran fieles. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación.

            Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.).

            Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Mc. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, no anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos.

            Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas… Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles:

«A sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en todos tus caminos;

te llevarán en sus palmas

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre chacales y víboras,

pisotearás leones y dragones».

Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe de todos los peligros.

Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera.

Primera actividad de Jesús y síntesis de su predicación

El relato de las tentaciones en Mc es tan breve que la liturgia ha añadido las frases siguientes. Aunque tratan un tema muy distinto (el comienzo de la actividad de Jesús) y ya las leímos en el Domingo 3º, la invitación a la conversión encaja muy bien al comienzo de la Cuaresma.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Esas palabras ya las leímos el domingo 3º. Recuerdo lo que comenté a propósito de ellas. Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús.

Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

El recuerdo del bautismo

Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas de la Cuaresma, que pretenden recordar episodios que jugaron un gran papel simbólico en la preparación para el bautismo. La carta de Pedro (llamada así aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal. Menos clara es la relación de la lectura del Génesis con el bautismo; aunque también ella habla de Noé, todo se centra en la promesa de Dios de no volver a destruir la tierra. Es posible que se haya elegido el texto por la convivencia de hombre y animales, que recuerda a lo que dice el evangelio sobre Jesús viviendo con las fieras.

Jesús y nuestro bautismo

La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos.

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“Recordar lo nuevo I”, por Gema Juan OCD

Domingo, 22 de febrero de 2015
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15938516700_f02db6080c_mPara comenzar la Cuaresma. Hacia ello vamos… Leído en su blog Juntos Andemos:

Hace más de cuatrocientos años, un hombre hizo un retrato de su intimidad y escribió un poema sobrecogedor –unas canciones, decía él–, escribió Llama de amor viva. Una noble señora le pidió que lo comentase, para poder entenderlo mejor. Y así, un viejo poema íntimo y un comentario algo arrebatado, –un «admirable fracaso» para unos y una «obra de arte» para otros– han cobrado carácter universal y se han convertido en una novedad continua, de siglo en siglo.

¿Por qué?

Porque el retrato hablaba de un ser humano en búsqueda y el poeta comentaba que cuando una persona permanece en esa búsqueda, sincera y profundamente, es «innovada y movida por Dios… y se le descubre con tanta novedad aquella divina vida y el ser y armonía de toda criatura», que «todo se le vuelve en amor». Es una novedad muy deseable.

Y porque la pluma del poeta pintaba un Dios «profundo e infinito», un Dios «movedor», que infunde amor. Que también es misterio insondable, «inaccesible… y no tiene forma ni figura». Un Dios «obrero», incansable amante que lleva en brazos a quienes le buscan y que, finalmente, se revela como «el centro del alma». Y esta es una novedad que enamora.

Un ser humano que continuamente puede descubrirse más profundamente, no agota su novedad. Y un Dios que es «lámpara de sabiduría… y lámpara de bondad… de misericordia… innumerables lámparas», es una luz siempre nueva e inagotable.

Cuando se descubre lo que dice Juan de la Cruz –que es el poeta y comentarista–, se entrevé una perenne novedad. Porque explica que para unirse a Dios una persona, «basta que tenga un grado de amor, porque por uno solo se une con Él por gracia». Pero no se detiene ahí.

Dirá, para que se entienda mejor, que la novedad con Dios no tiene fin, que puede crecer y crecer «y si llegare hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el último centro y más profundo del alma, que será transformarla y esclarecerla según todo el ser y potencia y virtud de ella, según es capaz de recibir, hasta ponerla que parezca Dios».

Dejarse esclarecer, recibir, aceptar la profunda transformación significa un morir a todo lo que mata la propia vida –dice Juan–, morir a lo «que era muerte para ella» y renacer «viva a lo que es Dios en sí». Cambian «los movimientos y operaciones e inclinaciones», y ahora «son movidos por el espíritu de Dios» y llevan al amor, que «no pretende para sí sus cosas».

Nada de todo esto queda escondido, un ser nuevo se va alumbrando. La vida se transforma y se puede sentir la alegría de Dios: «Trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor».

Además de Llama, Juan de la Cruz escribió otros poemas y largos comentarios. Siempre buscaba hablar «con entrañable espíritu», consciente de que de Dios y del ser humano, de esos dos misterios y de la relación única que pueden mantener, solo se puede hablar como de puntillas, acariciando intuiciones y desnudando silenciosas experiencias.

Y cuando ya terminaba de comentar este poema, en lo más alto, soltó de golpe la pluma, diciendo: «Veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es menos si lo dijese». Sabía bien que la novedad que es Dios y lo que Él hace tiene tal inmensidad, que solo podía hablar acercándose, como se acerca «lo pintado [a] lo vivo».

Antes, en Cántico, había escrito que Dios «solo para sí no es extraño, ni tampoco para sí es nuevo». Es decir, que para todos los demás, Dios siempre es novedad. Por eso, llega un momento en que solo el silencio puede revelar la verdad.

Juan hablaba de un «cantar nuevo» y ese cantar es «que ya vive vida de amor», una nueva vida como Hijo de Dios, cada vez más verdadera, cada vez más cerca del «más profundo centro suyo», que es Dios. Y esa vida solo puede ser de amor porque –dirá– «cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale, según su condición y propiedades» y, concluía: así hace Dios, ama «como quien Él es».

Toda la novedad de la que habla Juan nace de las «lámparas de fuego» de su poema y es como una luz que se desprende y da calor y luz:

¡Oh, lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

Cuando comente esta estrofa, pondrá en boca de Dios estas palabras: «Yo soy tuyo y para ti y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti». Eso dice Dios, así es Él. Esa es la eterna novedad que siempre hay que recordar.

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“La religión abarca la totalidad de la vida”, por José María Castillo

Domingo, 22 de febrero de 2015
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onfray3_thumb1Leído en su blog Teología sin Censura:

Esta mañana, como todas las mañanas, en cuanto me he tomado un café, he leído despacio el evangelio del día (Mc 6, 53-56). Y me he puesto a pensar despacio, sosegadamente, lo que cuenta el relato de Mateo. Las gentes de Genesaret, un amplia llanura en la parte occidental del lago de Galilea, seguramente ni creían en el mismo Dios, ni por tanto tenían la misma religión, que tenían los israelitas. Nosotros diríamos ahora que aquellas gentes eran paganos, infieles, laicistas, ateos…, ¿qué sé yo? Y sin embargo, “en la aldea o pueblo o caserío donde llegaba Jesús, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto y los que lo tocaban se ponían sanos” (Mt 6, 56).

¿Es esto histórico? ¿Sucedía realmente así? El Evangelio, antes que un libro de religión, es un proyecto de vida. De forma que realizando ese proyecto, y sólo mediante ese proyecto, podemos encontrar eso que llamamos Dios, el proyecto que da sentido a nuestras vidas. ¿Qué quiero decir con esto?

Quiero decir que es una lástima que los estudiosos de los evangelios hayan dedicado casi todo su tiempo a precisar los detalles de cada relato: dónde, cuándo, cómo por qué y para qué sucedió lo que narran los evangelios. Todo eso es interesante. Es importante. Es necesario. Pero nada de eso es lo que de verdad importa. Lo decisivo es la forma de vida que el Evangelio nos presenta. Una forma de vida que nos humaniza a todos. Y que a todos nos lleva a Dios. Y esa forma de vida no es otra cosa que la sintonía con el dolor humano, la sensibilidad con los que sufren, la bondad con todos y siempre, sea cual sea la forma de pensar o de vivir de cada cual. Esto es lo que nos hace ser religiosos según Jesús y al estilo de Jesús.

Esto, ni más ni menos, es lo que nos enseña el Evangelio en cada página, en cada relato, en cada episodio de la vida de Jesús. Lo cual quiere decir que Jesús modificó radicalmente la religión. En cuanto que entendió y vivió la religión como “totalidad” que abarca el total de la vida. El hecho religioso se suele entender y practicar de manera que se reduce a “lo ritual” y a “lo sagrado”. Ahora bien, en la medida en que la religión se identifica con lo ritual y lo sagrado, inevitablemente la religión se ve reducida a determinados tiempos, sitios, gestos… Por eso sucede, con tanta frecuencia, el hecho de que encontramos gente profundamente religiosa, que cumple con lo ritual y lo sagrado con toda exactitud. Pero, una vez que se ha despachado lo ritual y lo sagrado, cuando llega el momento de lo profesional, lo económico, lo político, lo lúdico, lo familiar, etc, etc, entonces da la cara el egoísta, el prepotente, el fanático, el ambicioso, etc, etc. Es la consecuencia inevitable de la “religiosidad parcializada”. En ese caso, “lo sagrado” se divorcia de “lo laico”. De la misma manera que “lo religioso” se divorcia de “lo ético”.

Así, hemos hecho de la religión un esperpento. Que lleva derechamente a la doble vida, a la hipocresía, a la mentira y al engaño. Sólo cuando entendemos y vivimos la religión como totalidad es cuando podemos asegurar que estamos en el camino del Evangelio. Lo demás, no es sino apariencia, farsa y engaño. No se trata de que vayamos por la vida haciendo milagros. De lo que se trata es de que, pasemos por donde pasemos, los demás vean, toquen y palpen en nosotros la sensibilidad y la preocupación por aliviar y hasta – si es posible – remediar el sufrimiento humano, el desamparo de los débiles y la injusticia canalla de los causantes de tanto sufrimiento.

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“¿Espiritualidad v. Religión?”, por Antonio Gil de Zúñiga

Domingo, 22 de febrero de 2015
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C6AEnviado a la página web de Redes Cristianas

Alguien me relató, no sé si desde su experiencia o de la de otro, que, visitando una iglesia de pueblo, se encontró allí a un niño de unos 9 años sentado en un banco de la iglesia. Después de hacer un recorrido visual por la iglesia se sentó también en un banco no lejos del niño. Allí estuvo un rato envuelto en el silencio. Tras unos minutos, entró el cura y viendo al niño, a quien debía de conocer, se dirige a él y le pregunta: “¿Qué haces aquí?”. El niño sin inmutarse le responde: “Nada”. Entonces el cura le dice: “Reza un avemaría”. El niño, obediente, reza el avemaría y se marcha.

El relato tiene un corolario inmediato: el cura (la religión) con su avemaría vocalizado interrumpe el sosiego espiritual de ese niño que, arropado por la penumbra y el silencio de la iglesia, está y vive la presencia del Misterio. Y que una vez rezado el avemaría considera que ha cumplido con su deber de orar a Dios y se marcha.

R. Panikkar nos dice que las “religiones son caminos, o mejor, proyectos de caminos para la plenitud humana”; o lo que es lo mismo, potenciar en el creyente, desde su libertad, la espiritualidad, es decir, la experiencia personal de sentir a Dios dentro de sí, para que se realice lo que bellamente escribía S. Bernardo: “A mayor interioridad, mayor dulzura”.

Pero las religiones, al menos la cristiana y las otras del Libro (la judía y el islam), a mi modo de ver, están lejos de ser proyectos de caminos para la plenitud humana, no porque en ellas se dé aquel dicho universitario, “quod natura non dat, Salmantica non praestat”; todo lo contrario, las enseñanzas y la vida de Jesús de Nazaret son factores vivenciales extraordinarios y vigorosos para alimentar una espiritualidad en plenitud. Pero nuestra religión cristiana se ha estructurado en torno a tres ejes cartesianos: el sacerdote, la norma y el rito. Y a lo largo de la historia más que ser creadores y potenciadores de espiritualidad en plenitud se han caracterizado por todo lo contrario: asfixiar la vida espiritual de los creyentes. Valga como ejemplo, aquel movimiento eclesial de espiritualidad intensa protagonizado por las beguinas, que se frustró desde la institución clerical y terminó llevando a la hoguera a algunas de sus protagonistas. A estas mujeres no se les permitió personalizar su fe con libertad y así poder experimentar el Misterio

Una religión que se nucleariza en torno a la norma y al rito, teniendo como centinela escrupuloso al sacerdote, no puede ser “proyecto de caminos para la plenitud humana”. La norma lleva a la condena, a la prohibición, al anatema. Nuestros obispos en el concilio Vaticano II se quedaron con el pie traspuesto, pues no entendían que un concilio no condenara a alguien o a alguna doctrina. En este sentido es lamentable la actuación, en sesión conciliar, del entonces obispo de Canarias quien apostrofando sobre los presentes en el hemiciclo conciliar les espetó: “¡Ojalá se derrumbe sobre nosotros la cúpula de S. Pedro, si se llega a aprobar el Decreto sobre Libertad religiosa”. No es de extrañar que Nietzsche considerara al cristianismo y a los cristianos como “agobiados de convicciones

Cuando Max Weber nos habla de dos tipos de religión: la profética y la mística, la religión cristina se sitúa históricamente más en el territorio profético que en el místico; pero es preciso señalar que con más frecuencia de la deseada se escora al lado más perverso, como es el de concretar en normas y ritos el anuncio de la promesa y del kairós de la plenitud humana. De ahí hay un paso a presentarnos a Dios como un Ser omnipotente y todopoderoso (judaísmo y cristianismo) o Alá es grande (el islam). Y entonces el fundamentalismo está a la vuelta de la esquina. La experiencia histórica de ello es dolorosa, como la recientemente vivida en Francia con el semanario de humor Charlie Hebdo. Llama poderosamente la atención que aún en nuestros días se rece o cante en la liturgia de las horas (1ª semana) el salmo 149, donde el poeta bíblico invita a que se alabe el nombre de Yavé con danzas y que los piadosos se regocijen con “vítores a Dios en sus gargantas”, teniendo en “sus manos la espada de dos filos, para tomar venganza de las gentes y castigar a los pueblos”.

La religión cristiana lleva en sus entrañas lo verdaderamente profético y lo verdaderamente místico, como para que el creyente (cualquier ser humano), despojado de todas las connotaciones del templo, que nos lleva al sacerdote, a la norma y al rito, desarrolle en su interior el deseo óntico de sentir a Dios en su interior, de vivir en su presencia, ya que, como dice J.P. Sartre, “ser hombre significa ser Dios”; o la experiencia profundamente espiritual del poeta bíblico (Salm. 27,8): “Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”.

La vivencia de la presencia del Misterio, que es el núcleo de la espiritualidad, tiene su origen, como he referido antes, en el anhelo óntico de cualquier hombre y mujer, que, como bien escribió Platón, el deseo es hijo de la indigencia, de la penuria. De ahí ese hambre de espiritualidad, que nos remite a la nostalgia de nuestro origen contingente y, por ende, al deseo de plenitud.

Ahora bien, si, como nos indica J. Habermas, “el pensamiento que no se decapita a sí mismo acaba desembocando en la Trascendencia”, la vivencia en nuestro interior de la presencia del Misterio, de la Deidad, que es lo que constituye la espiritualidad, ha de llevar a cabo una profunda y vigorosa transformación en el interior del ser humano. Es lo que JL Aranguren llama el para qué de la mística. La verdadera espiritualidad radica en estos dos rasgos inseparables: sentir, de una parte, el silencio del Misterio en lo profundo de uno mismo, hasta el punto de que, como nos trasmite Unamuno, “sólo perdido en Ti, es como me encuentro/… pues eres Tú más yo que soy yo mismo”; y, de otra, mirar alrededor, a la realidad circundante; hacerse “cargo misericordiosamente de la realidad”, como nos aconseja I. Ellacuría, mediante el compromiso personal, que conlleva una transformación liberadora de esa realidad histórica.

La espiritualidad, sea dentro o fuera de una religión, ha de vivenciar al unísono el Tú trascendente y el tú del otro. El Tú trascendente, como “huella de una ausencia, que sólo a través de ella se hace presencia”, según J. Martín Velasco, ha de vivenciarse desde el silencio, desde el mirar hacia dentro. El silencio de lo trascendente sólo se puede captar desde el silencio. Verdaderamente uno vive esta espiritualidad si experimenta un profundo cambio tanto en su ser como en su obrar, pues lo “importante, advierte Ibn Hazim, no es lo que una persona dice de su fe, sino lo que esa fe hace en esa persona”

Febrero 2015

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Cáritas Europa denuncia la “incapacidad” de la UE para sacar a la ciudadanía de la miseria

Domingo, 22 de febrero de 2015
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informe-de-caritas-europaHabla de “impacto devastador” en Chipre, Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, Rumanía… y España “Las políticas de priorizar la austeridad no funcionan para Europa” subraya el informe

(Cáritas Europa).- “Pobreza y desiguladades al alza: la única solución que se necesita son sistemas sociales” es el título del nuevo informe de Cáritas Europa sobre el impacto de la crisis, que se ha presentado esta mañana. El estudio revela preocupantes niveles de pobreza y privaciones en los siete países de la UE más duramente golpeados por la crisis económica: Chipre, Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, Rumania y España.

La UE y sus Estados miembros siguen abordando la crisis centrándose, principalmente, en las políticas económicas y, sobre todo, en los gastos de las políticas sociales. Como resultado de ello, a puesta en marcha de estas políticas está teniendo un impacto devastador en la población europea, en particular en esos siete países más afectados.

La incapacidad de la UE y de sus Estados miembros a la hora de prestar apoyo concreto y con el alcance necesario a las personas con dificultades, de proteger los servicios públicos esenciales y de crear empleo contribuirá a una prolongación de la crisis.

El informe es la tercera edición anual de una serie de análisis en profundidad realizados por Cáritas Europa sobre las repercusiones que las políticas de austeridad están teniendo en los ciudadanos de la UE, en los que también se constata el creciente número de personas que luchan contra pobreza y la exclusión social.

El Informe describe una Europa injusta, en la que el riesgo social va en aumento, los sistemas sociales están siendo reducidos, y las personas y las familias están bajo presión. Muestra una Europa donde la cohesión social está desvaneciéndose y donde la confianza de las personas en las instituciones políticas se está debilitando cada vez más. Esto genera, a largo plazo, un riesgo cada vez mayor para Europa.

Con este Informe, Cáritas Europa cuestiona duramente el discurso oficial, que sugiere que lo peor de la crisis económica ha terminado. Pero la crisis no ha remitido y las opciones políticas actuales están teniendo un impacto extremadamente negativo en las personas vulnerables.

 PRINCIPALES CONCLUSIONES

El Informe muestra claramente cómo –después de 6 años de crisis económica– los pobres siguen pagando por una crisis que no causaron. Los pobres son más pobres.

Sus conclusiones se basan en los testimonios de vida de los que son testigos las distintas Cáritas europeas a través de su trabajo con los pobres. Entre estas constataciones cabe destacar:

Las políticas de priorizar la austeridad no funcionan para Europa. Cáritas Europa propone adoptar varias soluciones alternativas.

• Existen graves deficiencias en los sistemas de bienestar social de muchos países europeos, entre ellos los países examinados en este informe.

• El nuevo enfoque debe ser multisectorial para situar a Europa en un nuevo rumbo y cumplir las promesas de la Europa Social.

• Sigue siendo necesario encontrar una solución justa a la crisis de la deuda, reconociendo que la conversión de la deuda bancaria en deuda soberana ha sido injusto para los países afectados.

Las autoridades tienen otras opciones y pueden decidir qué política utilizar y cuál es más conveniente, basando sus decisiones en la equidad y la justicia.

 El Informe concluye con una serie de recomendaciones claras tanto para quienes son los principales responsables de la toma de decisiones como para las partes interesadas, junto con las instituciones comunitarias, las autoridades nacionales y regionales, y las organizaciones de la sociedad civil. Entre estas se incluyen:

 Garantizar unos ingresos mínimos para todos: cada Gobierno nacional debe dotarse de un mecanismo para garantizar que todas las personas reciban ingresos suficientes para vivir con dignidad.

 Evasión fiscal: es necesario abordar la evasión fiscal e introducir sistemas justos de fiscalidad para que todos los sectores de la sociedad, incluido el sector empresarial, contribuyan con una cuota justa y para que, quienes puedan hacerlo, paguen más.

Como señala el español Jorge Nuño Mayer, secretario general de Cáritas Europa, “creemos que este Informe contribuye a tomar una mayor conciencia sobre el impacto de la crisis en los grupos vulnerables. Hace una llamada a adoptar soluciones políticas alternativas y recuerda que los políticos tienen varias posibilidades cuando deciden qué medidas adoptar para paliar los peores efectos de la crisis. El mundo que documenta este informe no es justo. Y constata, además, que haber dado prioridad a las medidas de austeridad no ha solucionado la crisis, sino que ha causado problemas sociales que tendrán un impacto duradero”.

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La reforma del ático de Rouco Varela costó más de medio millón de euros

Domingo, 22 de febrero de 2015
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1352461232696Rouco Varela detallednplano-general-de-la-vivienda-en-la-que-residira-rouco-varela¡Olé tus mitras!… El Cardenal “okupa” se muda y dando la campanada, fiel a su estilo… Esto es la austeridad que se predica para los demás… Los gastos corren a cargo de la diócesis… barra libre

El purpurado se ha trasladado a su nueva residencia junto a dos religiosas

El piso, junto a la catedral, tiene 370 metros cuadrados, 6 habitaciones y 4 cuartos de baño

(Jesús Bastante).- El cardenal Rouco ya no vive en palacio. En el Palacio Arzobispal, se entiende. Seis meses después de su cese, el purpurado se ha trasladado a un lujoso ático, de 370 metros cuadrados, en la calle Bailén, 12 8º dcha., junto a la catedral de La Almudena. Según han confirmado a RD fuentes oficiales, la reforma del mismo ha costado más de medio millón de euros, que han sido asumidos por la diócesis

El propio arzobispado, a través de su web, ha confirmado la noticia a mediodía: “la nueva dirección de la residencia del Cardenal Arzobispo Emérito de Madrid Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio María Rouco Varela, será: C/ Bailén, 12 8º dcha.

El “cardenal okupa”, como la llaman algunos sacerdotes de la diócesis de Madrid, ha abandonado, medio año después de que la Santa Sede anunciase su marcha, el Palacio Arzobispal de la calle San Justo. Su destino, muy cercano, junto al viaducto, y al lado del templo catedralicio.

Según un plano general del bloque -al que tuvo acceso la cadena Ser-, cada planta cuenta con dos viviendas de seis habitaciones , dos de ellas en la zona de servicio, y cuatro cuartos de baño. La habitación principal tiene baño incorporado y vestidor.

El piso tiene también una amplia terraza con unas imponentes vistas de Madrid y además ha sido reformado recientemente. El edificio en el que se encuentra es obra, entre otros, del arquitecto Julio Cano Lasso y está situado en uno de los emplazamientos más especiales de la ciudad.

El piso fue una donación al arzobispado. Hasta ahora vivían allí cuatro sacerdotes, profesores de la universidad de San Dámaso y pertenecientes a Comunión y Liberación, que ahora residen en un piso de la calle Goya.

El cardenal vivirá acompañado por dos religiosas, así como un secretario sacerdote. Junto a la reforma del piso, Rouco ha adquirido un coche nuevo. En estos días, la mudanza está terminando de llevar a su nueva residencia algunos tomos de la biblioteca personal de Rouco Varela, para después proceder al pintado y reacondicionamiento del palacio arzobispal. Por el momento, Carlos Osoro continuará residiendo en Aravaca.

Observad cómo casi al final del video uno de los tertulianos derechistas menciona a gays y lesbianas

 

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