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Con María, más libres y fuertes

Jueves, 15 de agosto de 2019
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133CE73F-AB23-4FBB-8CEF-7D798C4DF167Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La Virgen del Evangelio, “la gran misionera”

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano

Para el pueblo latinoamericano la figura de María es muy importante y significativa. Esto se muestra en las asiduas peregrinaciones a los santuarios marianos, en las fiestas religiosas que la recuerdan, en los grupos apostólicos reunidos en torno a su figura y, especialmente, en la confianza y cercanía con la que la gente acude para pedirle por sus necesidades, para confiarle sus preocupaciones y para agradecerle todos sus favores. Pero esta piedad popular y este amor filial seguirán siendo un instrumento invaluable de evangelización y de revitalización de nuestras comunidades cristianas siempre y cuando la figura de María sea significativa para las sensibilidades y expectativas actuales.

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano. Aunque aquí caben algunas reflexiones. Últimamente han surgido grupos que ponen en el centro a María y se dedican a “cautivar” a más personas para que se integren al grupo. Pero si se revisa su doctrina y su manera de acercarse a la gente, es fácil detectar que la doctrina tiene más de pre-vaticano que de Vaticano II y su misión es más proselitismo e “invasión de conciencias” –creando culpas y miedos– que el anuncio gozoso de la buena noticia, propia del evangelio del reino.

En el Documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en el Santuario Mariano de Aparecida (Brasil) en 2007, se presentó la imagen de María que “emerge del evangelio” como mujer “libre y fuerte”, como la discípula más perfecta del Señor, “interlocutora del Padre en el proyecto de encarnación del Hijo de Dios”, “primer miembro de la comunidad de creyentes” (266), “la gran misionera” (269), “quien crea comunión y educa en un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida al otro, especialmente al pobre o necesitado” (272) y “capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella –tal y como lo expresa en el canto del Magnificat– (451).

Todas estas afirmaciones no son para recordarlas simplemente. Conviene que revisemos nuestras prácticas marianas a la luz del dinamismo que ellas manifiestan. María no nos invita a la pasividad como a veces ciertas imágenes la evocan. O a permanecer en silencio con abnegada resignación. O creando miedo porque el mundo es pecador y debemos rezar muchos rosarios para redimirnos. Por el contrario, el rezo del rosario o cualquier peregrinación y advocación en su nombre, deben dejar en las personas que realizan esas prácticas la valentía y el coraje de quien se siente llamada a anunciar la buena nueva del Reino. Ser como María “discípula y seguidora” del Señor; “líder” en medio de la comunidad cristiana; con verdadera libertad y profetismo, empujando la iglesia hacia un modelo de iglesia más fraterno, incluyente y comprometido con la realidad en respuesta a los desafíos de cada tiempo presente.

Ojalá que fiestas como la que se aproxima –la asunción de María, el 15 de Agosto- ponga en contacto a cada cristiano con esa figura de María que invita al impulso misionero. Que como ella sientan la fuerza para anunciar el evangelio y permanezcan de pie en medio de las dificultades. Pero sobretodo que con fortaleza y amor sean profetas de un modelo eclesial más acorde con el querer de Jesús, menos poderoso y más servicial, menos excluyente y más acogedor de todos/as, menos poseedor de la verdad y más buscador de ella con otros y otras que también desean un mundo más justo y fraterno. Al estilo del actuar de María en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) que denuncien las necesidades y malestares que hoy se perciben en la iglesia e inviten a mirar a Jesús para hacer lo que “El nos dice” en lugar de lo que creemos saber y hemos practicado por siglos. El Reino es novedad y María supo abrirse siempre a ella. Y precisamente por todo eso, el pueblo reconoció su “asunción al cielo”, es decir, la plenitud de una vida que merecía desde ya la plenitud de la vida definitiva con Dios.

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Reformular a la iglesia: un camino urgente y necesario

Viernes, 23 de noviembre de 2018
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jeans-patch-13202589“Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 21-22).

“¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 22)

Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 08/06/18.- Es este el icono evangélico que, a mi manera de ver, mejor muestra la situación actual de la iglesia y del cristianismo. Por todos lados se pide renovación y desde muchos lugares surgen experiencias renovadoras o intentos de renovación. Es la frescura de la espiritualidad que se abre camino entre los senderos casi desiertos de una religión en agonía: ¡Es el vino nuevo que se hace presente para regalarnos el amor y celebrar la vida! Pero insistimos en poner este vino nuevo en odres viejos. Ese es el drama de la iglesia: aferrada a los odres de la doctrina y sus obsoletas estructuras no sabe aprovechar ni disfrutar del vino nuevo. A menudo no sabe que hacer con este vino nuevo y se desperdicia.

Necesitamos odres nuevos para este vino espumante y gracioso, un vino lleno de vida y de burbujas, un vino de buen cuerpo y robusto. Un vino con tanta fuerza que va rompiendo sin piedad los odres desgastados y rajados. Es el vino nuevo que pide reformular al cristianismo y a la iglesia.

Reformular a la iglesia”: propuesta un tanto atrevida y arriesgada. Fiel a mi sentir y mi conciencia siento también que es un camino necesario, urgente e imprescindible. También porque, por un lado, ya se está dando. Se está dando naturalmente, a partir de la base, de la gente común, de los laicos. Y también por algunos que otros gestos del Papa Francisco. Pero, en general, la jerarquía parece “no saber” o hacer la vista gorda. Así, también, la teología “oficial” y el magisterio.

Acompaño a muchas personas y grupos que ya no se sienten reflejados en esta iglesia. Muchos se alejan paulatinamente buscando otras fuentes de agua viva y no cisternas agrietadas (Jer 2, 13). Otros resisten e intentan el cambio desde dentro.

En fin: algo se mueve y se está moviendo, que la jerarquía lo sepa o no, lo quiera o no. Quiero dar mi aporte en este sentido. ¿Por qué reformular? Me pareció el termino más correcto: respetuoso del pasado y audaz con el futuro. Hubiera podido usar “renovar”: pero hablar de renovación en muchos casos no tiene toda la profundidad necesaria. A menudo el “renovar” se esfuma y diluye como una simple mano de pintura sobre un revoque en ruina. Reformular es más contundente: mantiene la esencia y a la vez permite enterrar definitivamente algunos aspectos y dar cabida a otros.

Unas premisas que me parecen importantes:

  • Escribo desde el amor a la iglesia. La iglesia me dio vida y me ayudó a crecer y a madurar. En la historia de la iglesia y del cristianismo hay una riqueza infinita que también contribuyó a alimentar grandes valores humanos: arte, literatura, poesía, educación, espiritualidad, arquitectura… Estoy muy agradecido por todo eso. Eso mismo me empuja a ser transparente, directo, incisivo en mis apuntes y mi compartir. Mis “criticas” (en realidad no quieres ser tales) – a veces contundentes – están formuladas con la intención de construir y aportar para que la iglesia sea realmente signo e instrumento del Reino de Dios en el mundo de hoy y vehículo de autentica espiritualidad.
  • Uno de los ejes de mis criticas será la jerarquía y el nivel institucional de la iglesia. No tengo nada personal con ningún representante oficial de la jerarquía, más allá de no compartir a menudo posturas y modelos de iglesia; y a veces no puedo evitar esbozar una sonrisa frente a evidentes signos de búsqueda de poder y privilegios, incoherencias y apariencias. Nada personal con nadie, más allá de sentirme marginado y excluido no raras veces. Más aún: hacia la gran mayoría de sacerdotes y obispos que conozco tengo un profundo afecto y estima. Todas personas entregadas a sus ministerios, generosas, autenticas. El blanco de mis criticas es el “sistema” jerárquico e institucional. “Sistema” – dígase lo mismo por la sociedad civil – tanto más difícil de descifrar y desmantelar cuanto más invisible, oculto e impersonal es. “Sistema” difícil de quebrar cuanto más se ampara en una supuesta autoridad divina: nada más peligroso que el fanatismo religioso. La historia enseñó y enseña. Cada “sistema” está obviamente hecho y sostenido por personas concretas, pero va también más allá y se pierde en algo indefinido e intocable. Es la experiencia común cuando para un tramite civil te derivan de ventanilla en ventanilla sin que nadie pueda dar con un responsable y un rostro concreto. Experiencia común cuando en la iglesia te dicen “que siempre se hizo así” y nadie sabe fundamentar y dar respuestas coherentes.
  • Este compartir no deja de ser una reflexión abierta, sin ninguna pretensión ni intentos polémicos. Estoy feliz con mi silencio, feliz con mi gente amada y amante. Feliz con el Dios de la Vida que me sonríe en cada cosa. Sereno y en paz desde el Silencio que me habita. No busco aprobación ni aplausos. Simple y sencillamente comparto desde el Amor que es y que somos. Me gustaría que mi escrito fuera tomado así y que se pudiera leer sin prejuicios. Sin duda habrá varias cosas que a muchos les rechinarán: no hay problema. Solo invito a una simple operación, que vale por este escrito, como por todo: no tiren todo por uno o más puntos que no comparten. Sepan rescatar lo que si comparten. Tal vez empiecen por ahí, con actitud positiva y abierta. Anoten con humildad y sencillez los puntos que comparten y los que no.
  • Tal vez a algunos pueda surgir impetuosa la rebelde pregunta: ¿quién es este que se atreve a “reformular a la iglesia”? Pregunta lícita, tal vez. Respondo: nadie. Por eso me atrevo a hacerlo. Es la suprema libertad de la nada.

Mi propuesta para reformular a la iglesia pasa por siete caminos. Siete. Número no casual. Número de la plenitud que ya somos y a las cual estamos llamados.

  • Camino jurídico-institucional
  • Camino teológico-doctrinal
  • Camino interior-espiritual
  • Camino artístico-poético
  • Camino realista-antropológico
  • Camino ecuménico-dialógico
  • Camino pastoral-misionero

Camino jurídico-institucional

La iglesia institución es uno de los grandes obstáculos para el hombre moderno y, a menudo, también para el creyente. Las instituciones en general están en crisis y están mal vistas. Muchas veces con razón: toda institución con el pasar del tiempo pierde el espíritu originario que la suscitó y se enreda en una sinfín de incoherencias: “hacer carrera”, corrupción, fanatismo, exterioridad, legalismo. No es necesario poner ejemplos para la iglesia, me parece.

La institución iglesia va repensada y reformulada. Muchas veces se tiene la impresión que la iglesia sigue más el derecho canónico que el evangelio, se preocupa más de cumplir con sus reglas y normas que de atender al Espíritu, defender doctrinas que acompañar al ser humano en su búsqueda y dolor.

Con todo esto no se quiere negar que cierto nivel institucional y jurídico sea necesario, al contrario. Lo necesitamos por nuestra existencia concreta y frágil, marcada muchas veces por el egoísmo. Pero no podemos permitir que lo institucional sofoque al genuino Espíritu –hecho muy recurrente lamentablemente–.

Repensar lo jurídico-institucional en la iglesia significa reformular sus propios fundamentos a partir de la evolución de la humanidad y de los logros de estos siglos en el campo de los derechos humanos, la antropología, la psicología, la sociología, la espiritualidad.

La iglesia institución funciona casi como una monarquía. El Papa, amparado por el derecho, puede hacer prácticamente cualquier cosa. Así los obispos en sus diócesis. Todo organismo eclesial es simplemente “consultivo”. En un mundo que, después de tanto sufrir, logró en su mayoría el modelo democrático y participativo, una visión de iglesia monárquica o casi es inaceptable. Y esto, más allá de las fallas de los sistemas democráticos y su – sin duda – posible y necesaria mejoría.

Obviamente en la iglesia se habla de comunión. Hasta existe una propia eclesiología de comunión. Hay experiencias muy lindas y positivas en este sentido: pero casi siempre a partir de la base. Comunión sí, pero si decide la jerarquía y como decide: ¡Qué extraña comunión!

¿Dónde fundamenta la iglesia esta proceder muy poco evangélico?

En una lectura parcial, interesada y superficial de los evangelios y en un criterio tautológico, es decir, que se explica en sí mismo.

Simplificando, el razonamiento es el siguiente: la iglesia afirma que su autoridad le viene de la Palabra de Dios. ¿Y quién afirma lo que es Palabra de Dios y la interpreta? La iglesia.

Algo así no es transparente y no resiste a la critica de la razón y a la autonomía del ser humano que es uno de los grandes logros de la modernidad. No reconocer la autonomía del ser humano y de las leyes del universo supondría relegar a “Dios” en un cuarto aislado e inaccesible y quedarse en un oscurantismo, esclavos de creencias.

Hay aún más: muchas leyes eclesiásticas se fundamentan en interpretaciones de pasajes evangélicos. En dichas interpretaciones muchas veces no hay coherencia ni igual criterio.

Las doctrinas del Papado, del pecado original y de la indisolubilidad del matrimonio por ejemplo se fundamentan en muy pocos versículos e interpretados literalmente o casi.

Las preguntas se hacen solas: ¿Por qué algunos versículos se toman al pie de la letra o se interpretan rígidamente y otros no? ¿El criterio de interpretar el mensaje evangélico en su conjunto no vale para estos versículos? Parece que hay distintos criterios de interpretación, según convengan o menos al poder establecido o a la necesidad o menos de confirmar tesis teológicas y doctrinales. Un camino hacia una mayor coherencia y autenticidad es necesario.

La iglesia, si quiere ofrecer al mundo una palabra autentica, debe poder abrirse a un dialogo a 360 grados con sus críticos y con todo el mundo. Tiene que poder ofrecer argumentos validos anclados en la experiencia y en la razón, no en una supuesta autoridad recibida de Dios (fideísmo) y de la cual es imposible un comprobante.

Otros ejemplos pueden esclarecer: la elección del Papa y los obispos y el magisterio. La elección del Papa es sumamente anti-democrática y no tiene en cuenta la eclesialidad. El Papa elige los cardenales que, a su vez, elegirán al Papa sucesivo. No hay ninguna forma de participación del pueblo. Y ni que decir, que los cardenales son todos varones. Obviamente se fundamenta todo esto bíblicamente. Fundamento que no existe por supuesto y que se intenta crear estirando y manipulando los textos.

La elección de los obispos es sumamente autoritaria y falta total de transparencia. El rol de los nuncios es fundamental y muchas veces el Nuncio de turno no conoce fehacientemente la realidad. Las consultas son parciales y envueltas en un oscuro misterio. Los informes que llegan a Roma no se conocen y también están rodeados de misterio. Por no decir que también acá juegan simpatías, acuerdos, etcétera…

El pueblo cristiano, la enorme mayoría de los cristianos, prácticamente no tiene ninguna voz en la elección de sus pastores. Lo mismo se puede decir, tal vez matizando un poco, de los párrocos.

El magisterio está también envuelto en una sacralidad que no tiene. Con Francisco – sus palabras, gestos y pedidos de perdón– quedó claro, por ejemplo, que la doctrina de la infalibilidad papal no se puede sostener. La jerarquía exige obediencia al magisterio: no se puede pensar ni opinar distinto. Por lo menos “oficialmente”. Se crea así una brecha hipócrita terrible. Varios obispos y sacerdotes (y , mucho más, catequistas y laicos) no concuerdan con las posturas “oficiales” de la iglesia pero no se atreven a expresarlo y,  menos, a ponerlas arriba del tapete. Sería muchos más honesto, humanizador y evangélico que el magisterio pierda su carácter absoluto y dogmático para volverse abierto, dialogante y orientativo.

En la práctica concreta en definitiva, lo que se vive en la iglesia, es autoritarismo y no autoridad. La autoridad, bien lo sabemos, no se impone, sino que se reconoce. Y la jerarquía sigue exigiendo obediencia y fidelidad en detrimento de la libertad de conciencia. El evangelio es también testigo clarividente de todo eso, pero la jerarquía hace oídos sordos. A Jesús se le reconoce autoridad, él no la exige en ningún momento. La gente misma le reconoce a Jesús cierta autoridad por su coherencia de vida. El “principio autoridad” de la iglesia tiene que dejar lugar al “principio autenticidad”, como afirma el teólogo italiano Vito Mancuso.

La autenticidad de una vida es reconocida por la gente sin necesidad de imponer ningún tipo de autoridad. Todo esto conduce al respeto de la conciencia, cosa afirmada por el catecismo pero muy poco practicada por la jerarquía. “La conciencia es el nucleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (1795. El texto reenvía al documento conciliar Gaudium et Spes 16). Sigue –de manera menos violenta pero más oculta y perniciosa– cierta inquisición: la libertad de pensamiento que también la iglesia reconoce en sus documentos, en la práctica no es reconocida. Roma controla los obispos, los obispos se sienten controlados y controlan a los sacerdotes, los sacerdotes se sienten controlados y controlan a los laicos… ¡terrible circulo vicioso y tan poco evangélico!

¿Se puede ser cristiano así? Ya di mi respuesta, como podrán imaginar. Obviamente todo este planteamiento – supongo – no le gustará mucho a la jerarquía: su poder está amenazado. Y siempre buscarán respaldo en la tradición y en la subjetiva suposición de que su autoridad viene de Dios. Hasta que se escudan en este argumento todo sincero dialogo es imposible. También porque este “dios” del cual vendría su autoridad, ha muerto. O, tal vez, nunca ha existido. Todo esto está profundamente unido al segundo camino.

Camino teológico-doctrinal

Desde la teología surge la doctrina y desde la doctrina se exigen maneras de vivir, de entender la vida, de comportarse. Después de los primeros concilios ecuménicos la doctrina fue marcando el camino del cristianismo y la vida concreta de muchas personas.

La teología y la doctrina de la iglesia, después de los primeros siglos de frescura y mística, fueron empapando la vida del cristiano. La iglesia, unida al poder político, fue desarrollando la teología y la doctrina a partir del imperio y se fue estableciendo con las características propias de un imperio/estato: poder legislativo, ejecutivo, judicial. La liturgia misma tiene una importante derivación imperial… ¿y tiene que ver con el evangelio?

Ahora bien: al leer el evangelio uno no se ve apabullado por disquisiciones teológicas ni oprimido por pesadas doctrinas. Al contrario: trasluce en cada pagina libertad y frescura. Notamos a un Jesús amante de la vida, hombre libre, preocupado por hacer el bien y revelar el rostro misericordioso del Padre.

Todo esto obviamente –no soy tan ingenuo– no significa que teología y doctrina no tengan su lugar y no sean también importantes. La teología… ¡hasta me gusta! Significa volver a priorizar la experiencia y la vida por encima de la teología y la doctrina: criterio clave en todo camino espiritual y criterio usado por el mismo Jesús. Sin duda la teología y la doctrina católica marcaron una época y tuvieron sus logros y sus importantes aportes. Leer más…

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , , , , ,

Los fue enviando

Domingo, 15 de julio de 2018
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YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;

de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6, 7-13

***

El mensaje y la actividad de los mensajeros no se distinguen en nada de la de Jesucristo. Han participado de su poder. Jesús ordena la predicación de la cercanía del Reino de los Cielos y dispone las señales que confirmarán este mensaje. Jesús manda curar a los heridos, limpiar a los leprosos, resucitar a los muertos, expulsar los demonios. La predicación se convierte en acontecimiento, y el acontecimiento da testimonio de la predicación.

Reino de Dios, Jesucristo, perdón de los pecados, justificación del pecador por la fe, todo esto no significa sino aniquilamiento del poder diabólico, curación, resurrección de los muertos. La Palabra del Dios todopoderoso es acción, suceso, milagro. El único Cristo marcha en sus doce mensajeros a través del país y hace su obra. La gracia real que se ha concedido a los discípulos es la Palabra creadora y redentora de Dios.

        Puesto que la misión y la fuerza de los mensajeros sólo radican en la Palabra de Jesús, no debe observarse en ellos nada que oscurezca o reste crédito a la misión regia. Con su grandiosa pobreza, los mensajeros deben dar testimonio de la riqueza de su Señor. Lo que han recibido de Jesús no constituye algo propio con lo que pueden ganarse otros beneficios. «Gratuitamente lo habéis recibido». Ser mensajeros de Jesús no proporciona ningún derecho personal, ningún fundamento de honra o poder. Aunque el mensajero libre de Jesús se haya convertido en párroco, esto no cambia las cosas. Los derechos de un hombre de estudios, las reivindicaciones de una clase social, no tienen valor para el que se ha convertido en mensajero de Jesús. «Gratuitamente lo habéis recibido». ¿No fue sólo el llamamiento de Jesús el que nos atrajo a su servicio sin que nosotros lo mereciéramos? «Dadlo gratuitamente». Dejad claro que con toda la riqueza que habéis recibido no buscáis nada para  vosotros mismos, ni posesiones, ni apariencia, ni reconocimiento, ni siquiera que os den las gracias. Además, ¿cómo podríais exigirlo? Toda la honra que recaiga sobre nosotros se la robamos al que en verdad le pertenece, al Señor que nos ha enviado. La libertad de los mensajeros de Jesús debe mostrarse en su pobreza.

El que Marcos y Lucas se diferencien de Mateo en la enumeración de las cosas que están prohibidas o permitidas llevar a los discípulos no permite sacar distintas conclusiones.

Jesús manda pobreza a los que parten confiados en el poder pleno de su Palabra. Conviene no olvidar que aquí se trata de un precepto. Las cosas que deben poseer los discípulos son reguladas hasta lo más concreto. No deben presentarse como mendigos, con los trajes destrozados, ni ser unos parásitos que constituyan una carga para los demás. Pero deben andar con el vestido de la pobreza. Deben tener tan pocas cosas como el que marcha por el campo y está cierto de que al anochecer encontrará una casa amiga, donde le proporcionarán techo y el alimento necesario.

Naturalmente, esta confianza no deben ponerla en los hombres, sino en el que los ha enviado y en el Padre celestial, que cuidará de ellos. De este modo conseguirán hacer digno de crédito el mensaje que predican sobre la inminencia del dominio de Dios en la tierra. Con la misma libertad con que realizan su servicio deben aceptar también el aposento y la comida, no como un pan que se mendiga, sino como el alimento que merece un obrero. Jesús llama «obreros» a sus apóstoles. El perezoso no merece ser alimentado. Pero ¿qué es el trabajo sino la lucha contra el poderío de Satanás, la lucha por conquistar los corazones de los hombres, la renuncia a la propia gloria, a los bienes y alegrías del mundo, para poder servir con amor a los pobres, los maltratados y los miserables? Dios mismo ha trabajado y se ha cansado con los hombres (Is 43, 24), el alma de Jesús trabajó hasta la muerte en la cruz por nuestra salvación (Is 53,11).

Los mensajeros participan de este trabajo en la predicación, en la superación de Satanás y en ¡a oración suplicante. Quien no acepta este trabajo, no ha comprendido aún el servicio del mensajero fiel de Jesús. Pueden aceptar sin avergonzarse la recompensa diaria de su trabajo, pero también sin avergonzarse deben permanecer pobres, por amor a su servicio.

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 136-138.

*

***

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Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación…

Domingo, 13 de mayo de 2018
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Cancioncilla de la tarde de la Ascensión

Regresaré, en la tarde,
con la alegría humilde
de haber andado todas
las aguas que me diste…
Absortas, en la orilla,
como un coro de vírgenes,
las garzas del arbusto
¿te estarán viendo irte?
Entre las nubes rotas
las violetas persisten.
Y el día sella en sangre
la verdad de sus límites.
Arde el ocaso. Arde
todo lo que era triste.
Todo el llanto del mundo
esa estrella redime…

*

Pedro Casaldáliga

***

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará… A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

*

Marcos 16,15-20

***

Es evidente que Cristo ha restaurado la dignidad humana de manera todavía más magnífica que como fue creada, que Cristo puede reunir en un inmenso haz de luz y de amor toda la creación, a fin de que ninguna criatura pueda quedar al margen de la alegría divina, a fin de que ninguna criatura se quede excluida del mundo consagrado, a fin de que toda criatura llegue a ser, en su propia modalidad, vida eterna. Precisamente cuando captamos la alegría hacemos eternas las criaturas. Por eso pienso que debemos habituarnos a procurarnos cada día la posibilidad de hacer una pausa en la que nos sea posible captar las alegrías del universo y de la humanidad, las alegrías del alma y del pensamiento, así como las alegrías de la ternura y de la amistad.

Es preciso que nos concedamos esta pausa, para descubrir en ella una fuente que renueve todos nuestros horizontes. Detrás de todas las desventuras, a pesar de todo, está el amor. Si bien Dios no puede impedir lo que nuestra ausencia hace inevitable, no es menos verdad que la única manera de dar testimonio de su presencia es demostrar, de una manera sensible, a todos los que nos rodean, que Dios es verdaderamente para nosotros la vida de nuestra vida y puede llegar a serlo también para ellos.

*

Maurice Zundel,
Estupor y Pobreza,
Padua 1990, pp. 151-155, passim.

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Ascensión del Señor. Ciclo B. Triunfo y misión

Domingo, 13 de mayo de 2018
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Nota previa sobre el evangelio

            En el ciclo B se lee el evangelio de Marcos. El original terminaba de forma bastante abrupta, diciendo que las mujeres que habían ido al sepulcro, aunque reciben el encargo de ir a decir a los discípulos que Jesús ha resucitado y que lo verán en Galilea, muertas de miedo no dijeron nada a nadie (16,8). No sabemos por qué el autor quiso terminar su obra de esta forma. Como una película que acaba cuando nadie lo espera y suscita muchos comentarios. Quizá fuese esa su intención: provocar al lector.

Años más tarde, un autor que conocía los evangelio de Mateo y Lucas, y el libro de los Hechos, recogió de ellos, dándoles un enfoque muy personal, algunos relatos de apariciones de Jesús y la noticia final sobre su ascensión al cielo. Estos versículos 16,9-20 es lo que se conocen como el «final largo de Marcos». De él está tomado el fragmento de hoy (Mc 16,15-20).

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:

̶  No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

̶  Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

̶  No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

̶  Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, pero insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

            Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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Dom 15.4.18. Resurrección: Cuerpo y comida, perdón y Espíritu Santo

Domingo, 15 de abril de 2018
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30652926_963918797118646_3780939794933646511_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo III de Pascua, Lc 24, 36-49. Este evangelio ofrece la experiencia central de los discípulos reunidos, que reciben a Jesús y le conocen cuando él come con (ante) ellos y les concede el “poder” de perdonar y extender su pascua. De esa forma muestra que nosotros mismos somos la resurrección de Dios Jesús resucitado.

No están sólo Doce, está toda la Iglesia, formada por los Once (falta Judas) con las mujeres de Lc 24, 1-11 (que han convertido a esos Once), los fugitivos de Emmaús, 24, 13-35 (que han dado testimonio a todos) y los otros compañeros (cf. Lc 24, 9.33). Son muchos, los ciento veinte que cita Hch 1, 15, la comunidad que espera y acoge a Jesús. Somos (estamos) todos los cristianos, llamados a ser resurrección de Cristo, que nos ofrece sus cuatro signos:

— El primer signo de pascua es el cuerpo, las manos y los pies… No es cuerpo en la forma anterior de muerte, pero es el mismo: Pies y manos, signo y testimonio de la corporalidad humana, hecha de pies y manos, corazones y presencia. Cristo resucita en el cuerpo sufriente de la humanidad llamada al respeto, al cuidado y respeto, al cariño y amor que resucitan. Sin cuerpo no hay Cristo, no hay vida de Dios en la tierra (como tierra).

— El segundo signo es la comida. Ciertamente, Jesús resucitado no come como antes, el texto es simbólico… Pero en el sentido más profundo del símbolo él es Cuerpo que necesita comer pan o pescado, leche o miel, compartiendo la comida de su cuerpo eclesial, de todos los creyentes y en especial de los hambrientos de la tierra. Cristo resucita como pan real, concreto:los hombres y mujeres vivan, que los pobres se alimenten, que todos puedan compartir comida y esperanza, eso es resurrección. Una iglesia donde los creyentes no comen (no comparten la comida) no es Jesús resucitado.

— El tercero es el perdón… El signo más hondo de resucitado no es un tipo de visión contemplativa aislada, separada de los otros, en medio de una tierra de lucha mutua, engaño y muerte. Cristo resucita en el perdón mutuo del amor que se ofrece y recibe, un perdón que es patrimonio de todos los creyentes, pues donde ellos se perdonan y extienden el perdón sobre la tierra vive Dios y el Cristo resucita. Creer en la pascua es perdonarse y perdonar, es amarse y amar, pero de tal forma que allí donde no se perdona Jesús resucitado no puede mostrarse. Nosotros mismos al perdonarnos somos la resurrección de Dios.

— El cuarto signo es el Espíritu Santo, esto es, la presencia creadora y transformadora de Dios que convierte a los hombres en portadores de vida, de Jesús resucitado. En este último sentido, nosotros mismo, acogiendo y ofreciendo la Palabra de la Vida de Dios somos el Espíritu Santo, la vida extendida de Dios, su resurrección.

Siga leyendo quien quiera entender mejor esta palabra de vida, que es el testimonio de la resurrección de Jesús según el evangelio de Lucas, que queremos comparar con el de Juan. Buen domingo a todos.

Texto

[Visión]Hablaban de estas cosas, cuando él (=Jesús) se presentó entre ellos y les dijo:
– La paz con vosotros.

[Identidad]Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo:
– ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.
Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.

[Comida] Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo:
– ¿Tenéis aquí algo de comer? Ellos le dieron un trozo de pez asado.
[muchos manuscritos añaden: y un trozo de panal con miel].
Lo tomó y comió delante de ellos.

[Palabra]Después les dijo:
– Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando aún estaba con vosotros:
Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito
en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.

[Misión de perdón] Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos…

[Espíritu Santo] Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre.
Vosotros permaneced en la ciudad hasta recibir el Poder de lo alto (Lc 24, 36-49).

Explicación

Este es así el testimonio total de la pascua según Lucas. En contra de lo que parece indicar Hech 1,3 (¡Jesús se habría aparecido muchas veces!), este pasaje que Jesús se ha mostrado sólo una vez y para siempre al conjunto de la Iglesia. Estos son los signos de su presencia, los elementos fundantes de la Iglesia:

– Visión. Parece un fantasma (24, 36-37).

Viene y dice la paz sea con vosotros, conforme al saludo normal entre judíos. Pero algunos que le miran sienten miedo, pensando que es un espíritu (Lc 24, 37; cf. Jn 20, 24-29). Es muy posible que se trate de una acusación de los no creyentes del entorno contra los cristianos: ¡habéis visto un fantasma!. Así habían rechazado los “sabios” discípulos a las mujeres de la tumba vacía (cf. Lc 24, 11.23).

La historia antigua y moderna está llena de visiones: muchos han visto figuras “celestes”: ovnis y vírgenes, rostros de carácter simbólico o fantástico. En sentido general, no podemos dudar de ellas, porque el ser humano tiene gran capacidad de alucinación, de tal modo que muchos forman (dicen recibir) y descubren (miran) imágenes precisas (religiosas, mágicas, etc.) de realidades que les desbordan. Entre ese tipo de personas podrían encontrarse los primeros “testigos” de la pascua. Por eso, la acusación es lógica. Los mismos discípulos deben estar preparados para superarla.

– Identidad. “¿Por qué estáis turbados?

Mirad mis manos y mis pies” (Lc 24, 38-40). Fantasma es algo que se forma en la imaginación. Jesús en cambio viene de la historia antigua: es un hombre real y concreto que ha vivido y ha muerto: conserva su corporalidad en el sentido fuerte del término. Según eso, la pascua no es evasión de fantasía que nos lleva y pierde entre ilusiones, sino encuentro con Jesús resucitado, que vuelve a llevarnos a la corporalidad de su vida y de su muerte, como indicará la eucaristía. Leer más…

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 15 de abril de 2018
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  1. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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3º Domingo de Pascua. 08 Abril, 2018

Domingo, 15 de abril de 2018
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iii-d-pascua

“Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: ‘Paz a vosotros.’ Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpad y ved.’”

(Lc 24, 35-48).

En este tercer domingo de Pascua leemos el mismo episodio que el domingo pasado, esta vez en el evangelio de Lucas. Nos encontramos en el tiempo que va entre la Resurrección de Jesús y su Ascensión al cielo. Es un tiempo en que Jesús hace saber a sus discípulos que, tal y como había dicho, ha resucitado, está vivo y está con ellos. Les devuelve el sentido.

En el evangelio de Lucas, justo antes del texto que leemos hoy, tenemos a Jesús manifestándose a los dos discípulos que iban hacia Emaús y que han vuelto corriendo a Jerusalén, y también se nos dice que se ha mostrado a Pedro. Ahora Jesús se aparece a sus discípulos reunidos, que viven una experiencia de comunidad. En ella, al fin entenderán plenamente quién es ese Mesías tantas veces incomprensible, y a partir de ahí podrán cumplir lo que les ha encargado: predicar la conversión y el perdón, vivir de la manera que les ha enseñado.

Desde que entraron en Jerusalén, los discípulos han vivido en el desconcierto. Su Maestro ha muerto. Antes, ha sufrido a manos de su propio pueblo, y en nombre de Dios. Ellos mismos, las personas más cercanas a él, lo han traicionado, negado, abandonado. Pero algo les sigue uniendo, esperan sin saber qué, y el desconcierto crece desde que han encontrado el sepulcro vacío y las mujeres aseguran su resurrección.

El evangelio nos habla en este punto de extrañamiento, de incomprensión, de tristeza, de expectativas defraudadas, de incredulidad. En el fragmento que leemos hoy, vemos que las primeras reacciones de los discípulos al ver a Jesús son de espanto, de duda, de turbación. Después empiezan a sentir alegría, aunque mezclada con sorpresa e incredulidad. Esta alegría será completa poco después, en la Ascensión. Junto con la alegría, la aparición del Maestro resucitado les trae comprensión y sentido. Ahora comprenden lo que Jesús les ha explicado tantas veces antes.

Si hasta aquel momento los seguidores de Jesús hablaban con desazón, ahora, de nuevo delante de él, callan y escuchan a su Maestro, que les quiere hacer entender que es el mismo que habían conocido de tan cerca, y que sigue presente y guiándolos hasta que recibirán el Espíritu en Pentecostés.

Oración

Padre, concédenos el don de sentir a Jesús siempre con nosotras. Que esta certeza llene nuestras vidas de alegría y de sentido. Que comprendamos todos los hechos de nuestra vida a la Luz de aquél que tú has resucitado.”

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Que les costara tanto creer, es una garantía para nosotros.

Domingo, 15 de abril de 2018
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resucitado4Lc 24, 35-48

Vamos a hacer un rápido repaso por todos los relatos de apariciones para que quede claro  que no son crónicas de lo que sucedió tal día a tal hora en cierto lugar. Si fueran relatos de algo que ha sucedido, los primeros que escriben los tendrían más recientes y podían hacerlo con mucha más precisión que aquellos que lo hacen habiendo pasado mucho más tiempo. Pero resulta que en los relatos pascuales que nos han llegado, pasa justo lo contrario.

Mc que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. En Mt tampoco hay ningún relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea y allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar y a bautizar. Lc y Jn, que son los últimos que escriben, tienen relatos con todo lujo de detalles, lo que nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.

Lc y Jn nos trasmiten relatos muy elaborados teológicamente. En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) “dejarse ver”. Es un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse, pero no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de traducir esa palabreja, basta recordar que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15 para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim 3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra se emplea para decir que Moisés y Elías se “aparecieron” junto a Jesús. Las lenguas de fuego también “aparecieron” sobre los apóstoles en Pentecostés.

En los relatos más tardíos, se tiende a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mt se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede constatar por los sentidos.

En el evangelio de Lc todas las apariciones y la subida al cielo tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece ‘a los once y a todos los demás’, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la primitiva iglesia, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene mucha lógica. Los discípulos ya conocían el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que la Vida puede vencer a la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Jn, los discípulos tienen miedo de los judíos; en Lc, tienen miedo del mismo Jesús.

“Creían ver un fantasma”. El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso Magdalena pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir, aunque al empaquetarlo en una narración, tenemos el peligro de quedarnos en el cuento. No les importa la falta de lógica del relato.

Así estaba escrito. Lc insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y reivindica al humillado. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. Al insistir en que la Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo está bajo el control de Dios.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación material. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.

También el encargo de predicar se apoya en la Escritura. La buena nueva es la conversión y el perdón. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar, antes que oprimir a nadie, es la señal de que el pecado está superado. La buena noticia de Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a todos. En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. “Arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados“; y Juan: “Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”.

Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lc y Jn. En Jn exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser.

La epístola de Jn tiene que hacernos reflexionar. Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso. Está claro que no habla de un conocimiento teórico, sino de una identificación con él. Una erudición exhaustiva sobre la figura de Jesús no garantiza una vida cristiana. Aceptar con escrupulosidad todos los dogmas no dará garantía ninguna de verdadera salvación en Jesús. No se trata de conocer mejor a Jesús, sino de nacer a la Vida que él vivió y desplegarla con la mayor intensidad posible.

Meditación

Jesús se hace presente en medio de la comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los primeros seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir hoy.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle presente.
Eso solo es posible a través del amor manifestado.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Amada de Jesús Resucitado.

Domingo, 15 de abril de 2018
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama (S.Agustín)

15 de abril. III domingo de Pascua

Lc 24, 35-48

Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino

La resurrección de Jesús es un signo que expresa una vida nueva y un modo de actuar diferente. El personaje no es un fantasma, como creyeron sus discípulos cuando se les apareció días después en las orillas del Mar de Galilea. Al revés, le sentimos más cercano, similar a una fuerza que nos impulsa a una nueva forma de vivir. Fue El sueño de lo posible, como las sugerentes esculturas tituladas El Ajedrez, de Gustavo Herrera, que decoran uno de los parques madrileños.

En la obra de María y José Ignacio López Vigil Otro Dios es posible, Jesús dice: “Encontrar a María fue como encontrar una perla de gran valor… La lámpara de su cuerpo eran sus ojos… Era muy alegre… Con ella, el Reino era un banquete, una fiesta”. A propósito de lo cual, comentan “Que María la de Magdala sea presentada como primer testigo de la resurrección de Jesús en el cuarto evangelio (Juan 20, 1-18) indica la importancia de esta mujer en el movimiento de Jesús y en la primera comunidad de quienes integraron el movimiento”.

En la película La última tentación, del griego Nikos Zazantzaquis, y El Código da Vinci, del estadounidense Dan Brown, se resalta el gran valor que en la vida de Jesús tuvo María Magdalena. Y en el Evangelio apócrifo de Felipe, es mencionada como particularmente próxima al Maestro: “Tres eran las que caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. En otro fragmento de este mismo evangelio se lee: Y la compañera del Señor es María Magdalena. En otro texto se añade que la amaba más que a ninguno de sus seguidores. Tanto que los demás discípulos acabaron quejándose por tan patente preferencia, y le dijeron: ¿Por qué la amas más que a ninguno de nosotros?

El texto de Jn 20, 15 sobre lo acaecido en la mañana de la resurrección, pone de relieve las preferencias de María por el resucitado: “Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándole por el hortelano le dice: señor, si tú te lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. El pintor italiano Antoni Allegri da Correggio detuvo el instante en un óleo sobre tabla, hoy en el Museo Nacional del Prado. Un Cristo tranquilo y sereno, con una Magdalena muy efusiva que le mira embelesada. Jesús aparece con un manto azul símbolo del cielo a donde va a subir, frente a los colores más cálidos del vestido de María. Con el brazo derecho hacia abajo parece decirle el Noli me tangere –no me toques-, mientras con el izquierdo le señala el cielo. Parece estarle recordando las palabras de Juan: “No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy al Padre, que es vuestro Padre; mi Dios, que es vuestro Dios (Jn 20, 17).

“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”, decía S. Agustín. Y lo que Magdalena amaba estaba claro en la mirada dirigida a Jesús en el cuadro de Correggio. A ella le transmitió el encargo de comunicar el acontecimiento a los Apóstoles.

AMOR DE ENAMORADA

Yo quiero estar enamorado
del Jesús Jardinero
que cultiva las rosas.

Y una mujer que llore y que me busque
como hacía María Magdalena.

Quiero que con Jesús
sea ella Jardinera
y vengan a buscarme,
pues nadie sabe como ellos
cultivar mi enamoramiento.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¡Palpadme!

Domingo, 15 de abril de 2018
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laaLucas 24, 35-48

Las lecturas del tiempo pascual nos ofrecen el testimonio de muchos hombres y mujeres que experimentaron, de diferentes formas, que Jesús estaba vivo. A partir de esa experiencia, pudieron ayudar a muchas otras personas con su testimonio. Eran testigos y se convirtieron también en maestr@s de espiritualidad.

El evangelio de hoy no es una secuencia de una película, es un camino para que aprendamos a ser testigos hoy y demos testimonio con valentía (y, a ser posible, con salero). Por eso, podemos comenzar preguntándonos: ¿cómo y cuándo nos encontramos con Jesús resucitado, personalmente y en comunidad? ¿Cómo transforma esta experiencia nuestra vida?

Cuando unas mujeres tuvieron esta experiencia, los apóstoles se sobresaltaron (se descolocaron, diríamos hoy). ¿También se burlarían de ellas, porque sus palabras “les parecieron un delirio”?

La catequesis de Emaús nos invita a tomar conciencia de que otras personas experimentaron que ni la cruz, ni el fracaso, tenían la última palabra. La Vida se abría paso al partir el pan. Cualquier cena podía reavivar el fuego y hacer que volviera a arder su corazón, siempre que fueran capaces de descubrir a Jesús en esa cena-Eucaristía.

En el texto de hoy, el resucitado se hace presente como portador de paz. Pero el grupo no puede reconocerlo porque sus mentes están llenas de miedo. Y donde está presente el miedo, no cabe la fe, a menos que el miedo se rinda y deje el espacio libre.

Confunden a Jesús con un fantasma. ¿Con qué o con quién lo confundo yo? ¿Con una varita mágica que me concederá lo que le pido, si me pongo cansina? ¿Con un juez que me juzgará el último día? ¿Con un economista que lleva cuenta exacta de todo lo bueno y malo que hago? ¿Con un ser “de quita y pon”, al que recurro solo en momentos de necesidad y olvido a diario, porque gestiono bien la vida sin su presencia?

¿Con qué “disfraz” he colocado a Jesús en la hornacina de mi vida, en lugar de dejarme transformar por el Viviente?

¿Qué ocurre en nuestras parroquias y comunidades? Si viene alguien de fuera ¿qué percibe? ¿Nos relacionamos con un pastor amable y dulce que no nos pide gestos de conversión y al que contentamos con ritos y más ritos? ¿Con un revolucionario que solo nos invita a luchar, aunque perdamos la caridad en el intento? ¿Hacia dónde caminan nuestras comunidades y cómo vivimos la experiencia de que nos convoca Jesús resucitado?

Jesús les invita a palparle. Preciosa catequesis que nos anima a perder el miedo y tener con Jesús un encuentro “cuerpo a cuerpo”, en lugar de que nuestra mente o “la doctrina” nos hablen de Él. Como Jacob, luchemos hasta rendirnos, hasta quedar “tocad@s”. ¿A qué tenemos miedo?

Quienes se acercaban a las primeras comunidades tenían dificultades para reconocer al Viviente tras el cuerpo de un crucificado. En los diferentes textos de las apariciones nos dicen que el reconocimiento de Cristo, fue lento y costoso.

Lucas tiene la difícil tarea de explicar que el resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Y lo hace con las claves literarias de su tiempo. Para nosotros es impensable que Jesús, resucitado, masticara el pescado para demostrar que estaba vivo. Pero, de este modo, las comunidades podían recordar las comidas en las que Jesús se había hecho presente y abrirse a una realidad nueva, que estaba más allá de lo que percibían por los sentidos.

Ni entonces, ni ahora, es fácil abrirnos a esa realidad; la Historia de la Iglesia nos muestra que muchos hombres y mujeres han traspasado ese umbral a través del servicio a las personas más pobres.

Dar de comer al hambriento y de beber al sediento no solo beneficia a quien lo recibe, sino que es un camino seguro para reconocer a Jesús, vivo, en cada persona.

Este encuentro con Jesús también nos abre el entendimiento y nos ayuda a comprender las Escrituras desde otra perspectiva.

Sin ese encuentro, podemos pasar toda nuestra vida estudiando la Palabra como quien disecciona un cadáver. Seremos capaces de explicar cada versículo, sin habernos dejado encontrar por el Viviente. Podemos estudiar teología y vivir como si no hubiera resurrección. Podemos organizar las comunidades eclesiales como si fueran la mejor ONG.

Entonces… ¿de qué y de quien damos testimonio?

¿Dónde es urgente dar testimonio del Viviente hoy y ayudar a la gente a palparle?

Marifé Ramos

(http://www.mariferamos.com/)

Fuente Fe Adulta

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Partir, compartir el pan.

Domingo, 15 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LOS DOS DE EMAÚS.

El texto del evangelio que acabamos de escuchar es el final del hermoso relato de los dos de Emaús.

Aquellos dos discípulos se marchaban de Jerusalén tras el trágico fracaso de Jesús el Viernes en el calvario.

Los dos de Emaús abandonan la ciudad (Jerusalén), desertan de la causa de Jesús, se van.

02. IBAN CAMINANDO Y HABLANDO.

Sin embargo, a pesar de todo, estos dos discípulos decepcionados de JesuCristo, no pierden la memoria de Jesús, siguen recordando, hablando, discutiendo, evocando. Recuerdan la Palabra.

o Los creyentes estaban hablando, discutiendo.

o Jesús les dice, les explica las Escrituras, la Palabra

En las decepciones y problemas que tenemos todos en la vida: el miedo, preocupaciones, heridas físicas y psíquicas, enfermedades, conflictos comunitarios, etc., la actitud puede ser la de caminar, recordar, evocar la paz, los encuentros en la vida, buscar luz.

La palabra, el diálogo (Logos: palabra) es algo específicamente humano. La Palabra conserva la memoria, nuestra memoria histórica; la palabra conserva la cultura, la fe. Si el asunto Jesús no se ha perdido es por la fe en la Palabra, por el testimonio de los cuatro evangelios, el Nuevo Testamento, por la Palabra que nos transmitió nuestra familia, la catequesis en la Parroquia, la vida eclesial, las homilías, que hemos tenido en nuestra vida.

La palabra es memoria, creatividad y futuro.

La lectura de la Palabra, la conversación con quien merece mi confianza, el diálogo en la familia, en la iglesia, en política, etc es recordar, proyectar, crear, compartir, perdonar, abrir caminos hacia la vida.

03. ¿DINAMITAR LA MEMORIA?

018_discipulos_emausEs una discusión que surge intermitentemente en los medios de comunicación, en la vida política y eclesiástica: las raíces cristianas -o no- de los pueblos, de Europa.

Los dos de Emaús van recordando lo vivido con Jesús. Guardan la memoria.

No quiero llevar las aguas a “mi molino” y decir con estas cosas que la Iglesia tenga siempre y en todo la razón y que haya que volver al mundo eclesiástico y cuanto mayor sea la resistencia numantino-eclesiástica, mejor. Ni es esa la cuestión ni con ese tratamiento.

Quiero decir que es una simpleza pensar que la humanidad ha nacido y ha encontrado la solución a los problemas “anteayer” con la modernidad y la tecnología. El ser humano ha nacido, ha vivido y sufrido, ha cantado y caminado, ha pensado, ha enfermado y envejecido, ha esperado y desesperado, ha muerto mucho antes que surgiera el pensamiento moderno y lo seguirá haciendo siempre. Siempre trabajaremos, celebraremos, enfermaremos, pecaremos, moriremos siempre.

Tal vez, si tratamos de suavizar o eliminar hoy en día los grandes problemas humanos es porque no tenemos una respuesta, porque, tal vez, hemos olvidado nuestra memoria.

Guardemos en nuestra vida la memoria de JesuCristo.

04 VAMOS A COMER

apasc03bnk02El relato de los dos de Emaús es Eucaristía: la Mesa de la palabra y del Pan de Vida. Les explica las Escrituras y parte con ellos el pan.

Tras la resurrección, Jesús se muestra humano. El mismo Jesús que murió, vive. Y su humanidad se muestra en gestos sencillos como comer, compartir, se deja tocar por Tomás, da la paz, transmite alegría.

La comida es el lugar de encuentro, de amistad, de amor (bodas), de encuentro, de fiesta familiar o popular, de amistad o de compartir sufrimiento (muerte).

En el fondo todo eso es la Eucaristía y la mesa de la vida: reunirse, recordar, encontrarse, conversar, comer. En la tradición de la Iglesia se hablaba de la Eucaristía como con dos alimentos: la Palabra y el Pan de Vida.

La VIDA se compone de elementos muy sencillos y creer en esta sencillez es creer en el Señor Resucitado. Una limosna, un poco de pan, cuidar la “herida” de un enfermo, saber escuchar son pequeños sacramentos de la Resurrección y de la vida.

Decía Martin Luther King (1929-1968): Aunque supiera que el mundo se acaba mañana, hoy todavía plantaría un árbol.

A pesar de las desilusiones y de los desánimos, sembremos vida.

05. MENTE Y CORAZÓN ABIERTOS

Lucas resalta la ciudad: Jerusalén significa para Lucas el final de una etapa y el comienzo de otra. “Termina Jerusalén” (judaísmo) y comienza el universalismo: transmitid estas cosas a todas las naciones.

VOSOTROS SOIS TESTIGOS DE ESTO.

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Evangelizar no es mantener el orden público

Domingo, 22 de octubre de 2017
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11-4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. DÍA DE LAS MISIONES.

Celebramos hoy el ya clásico día de las MISIONES (DOMUND).

Misión significa envío. En la vida podemos desempeñar diversas misiones, tareas, envíos.

El mismo Jesús misionó: he sido enviado a anunciar la buena noticia a los pobres… (Lc 4,18 ss). Jesús en diversos momentos envió a los suyos a evangelizar. Salid a las periferias, que dice el papa Francisco: a las periferias geográficas, ideológicas, religiosas, morales.

Misionar, evangelizar es comunicar la buena noticia del evangelio en lo que tiene de salvación, de sentido de la vida, de horizonte.

Sin embargo el Evangelio es amable, sanante, salvífico para nuestra vida.

El habitat evangélico y eclesial es “un hospital de campaña tras una batalla. Lo que la Iglesia necesita con urgencia es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

Misionar es transmitir algo bueno, NO MANTENER EL ORDEN PÚBLICO.

02. MISIONAR NO ES ADOCTRINAR (NI A LOS DE LEJOS NI A LOS DE CERCA)
Todavía perviven entre nosotros, en nuestras tramoyas eclesiásticas modos y maneras doctrinarias.

¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. , decía el papa Francisco

Evangelizar es ante todo, curar heridas. Si un misionero diera una conferencia en Guinea Ecuatorial o en Senegal sobre lo pernicioso que es el colesterol, tendría “toda la razón” del mundo, pero sería algo perfectamente insensato. ¡Pero no ves que los niños y la gente se está muriendo de hambre, de malaria y de pena!

¿Para qué tanta precisión teorizante, tanto “filioque” si la gente entre nosotros no tiene ganas de vivir, se suicida, sufre angustia, está en paro, etc.?

59134015c7ff3_evangeliogLos ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia … a las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación … ¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios? Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Dios es más grande que el pecado.
Volvamos al Evangelio. Sintamos el alivio, la misericordia de Dios en nuestro interior.

A lo mejor a alguien le pueda parecer heterodoxa la expresión, pero hay ocasiones y situaciones en las que nos hace bien echar mano del Evangelio: si lo eclesiástico te ha hecho daño, el Evangelio te aliviará. En nuestro contexto eclesiástico van colocando obispos doctrinarios, pero no bondadosos, ni que transmitan bondad, ni evangelio. Estos modos eclesiásticos cansan mucho en la vida… Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviare. (Mt 11,28).

03. SER MISIONERO NO ES MANTENER EL “ORDEN PÚBLICO”.

Llama la atención y alivia las frecuentes alusiones que el papa Francisco hace al Evangelio de misericordia, a ser misericordiosos. El evangelio solamente será tal si es bondad y amabilidad.

Ser misionero, catequista, servir en la Iglesia no es mantener el “orden público”, sino transmitir la bondad de Dios.

Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche … El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios “clérigos de despacho”.

Yo no sé si hacen falta funcionarios en las curias y en los entramados episcopales (más bien creo que no o desde luego no más que lo que un funcionario significa en la Kutxa), lo que sí hace falta es evangelio, el evangelio de la misericordia. Y en el cristianismo, para sentirse querido “no hay que pasar por ventanilla”.

En nuestra propia diócesis de San Sebastián se están nombrando, –“a veces de aquél modo-” funcionarios episcopales no tanto para anunciar la bondad y el alivio del evangelio, sino para mantener el orden público.

Posiblemente a muchos de nosotros, el momento actual de Francisco nos ayude a recuperar el Evangelio de JesuCristo.

Allá por loa años conciliares-postconciliares, 1962-1978 vivimos una esperanza llena de ilusión, incluso de euforia: un pequeño Pentecostés. Era una esperanza alegre y entusiasmada. Hoy también hemos de mantener la esperanza, quizás ya no alborozada, pero sí una esperanza humilde, sencilla, audaz.

04. NOSOTROS NECESITAMOS SER EVANGELIZADOS.

29029504-pol-tica-mapa-del-mundo-sobre-fondo-azul-marino-con-todos-los-estados-etiquetados-y-seleccionar-la-eHace cincuenta años, más o menos, “no había un lugar del mundo” en el que no hubiera un misionero de nuestras diócesis.
Hoy en día somos nosotros los que hemos de ser evangelizados.

San Pablo en la carta a los Romanos (10,14-15) tiene un texto que parece estuviera escrito para nosotros:
¿cómo van a invocar a Dios, si no han creído en él? ¿Y cómo van a creer, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír, si nadie les anuncia el mensaje? ¿Y cómo van a anunciarlo, si no hay quien los envíe? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosa es la llegada de los que traen buenas noticias!”

¿Cómo vamos a ser creyentes y disfrutar del evangelio, si no hemos oído hablar del evangelio, aunque hayamos oído hablar de la doctrina religiosa? ¿Cómo vamos anunciar la bondad que desconocemos? Ya ni nuestra misma Iglesia diocesana transmite bondad.

QUÉ HERMOSO ES ANUNCIAR LAS BUENAS NOTICIAS DE LA VIDA, DEL SEÑOR
ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO DE LA BONDAD DE DIOS

 

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Jesús nos envía al Espíritu… para ser partner en un noviazgo divino

Martes, 13 de junio de 2017
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“Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo Ios he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara e, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo –es decir, su encarnación, muerte y resurrección– es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

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Pedro Casaldáliga, poeta de la esperanza

Sábado, 28 de noviembre de 2015
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pedro-casaldaliga-y-luis-miguel-modino_560x280El corresponsal de RD en Brasil viaja a la cuna del profeta de la Amazonía

Al encuentro de Pedro Casaldáliga, icono del Cristo Libertador

Me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: ‘oración, comunidad y vida por el pueblo'”

Recuerdos de la visita de Luis Miguel Modino a la Prelatura de São Félix do Araguaia

“Una esperanza que le lleva a ser fiel hasta el final a aquello en lo que siempre creyó y esperó”

“La marca del profeta del Araguaia sigue presente y viva en el pueblo”
Pedro Casaldáliga, un legado permanente para la Iglesia y los descartados
El ministro Patrus Ananías dice que “su legado va a ser permanente en la historia de Brasil”

Nos han parecido muy interesante la serie de reportajes acerca de este obispo de l Pueblo, fiel al Evangelio, gastada su vida por los más desfavorecidos, viviendo entre ellos, lejos de palacios episcopales lujosos y fortaleza…

(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Todo lo que nos enriquece, aunque suponga un esfuerzo, vale la pena. Recorrer buena parte de este inmenso Brasil durante dos días, utilizando diferentes medios de transporte, para encontrarse con alguien, puede tener cierta dosis de locura. Esta vez el encuentro es con Pedro Casaldáliga, alguien por quien siempre he sentido admiración y respeto, y en el que en muchos momentos me he fijado para intentar hacer realidad hoy el mensaje de Jesús de Nazaret, viviendo la fe en comunidad.

Su compromiso con los más pobres, a través de una vida entregada hasta el extremo, y su forma de entender la Iglesia, a partir de las Comunidades Eclesiales de Base, me llevan a acercarme a él con temor y temblor, pues estoy llegando hasta alguien que considero un icono del Cristo Libertador.

Durante cientos de kilómetros la carretera serpentea entre grandes haciendas, en las que los dueños, movidos por el lucro a cualquier precio, han destruido la un día abundante vegetación para criar ganado y plantar soja, convirtiéndose en los grandes perseguidores de Pedro, al que muchas veces pretendieron matar, expulsar del país, difamar..., pues él se había posicionado del lado de los indígenas, moradores originarios de estas tierras, y de los pequeños agricultores y trabajadores rurales, unos y otros también perseguidos y expulsados.

Una de las paradas es en Riberão Cascalheira, la ciudad donde en 1976 fue asesinado João Bosco Burnier, uno de sus más estrechos colaboradores y donde se encuentra el Santuario de los Mártires de la “Caminhada”, lugar al que cada cinco años llegan de todos los rincones de Brasil quienes participan de la Romería de los Mártires y que en julio de 2016 celebrará una nueva edición.

El camino continúa, ahora por una carretera sin asfalto, propia de esas periferias del mundo en las que Pedro y muchos otros escogieron vivir. Después de horas y horas de autobús el cansancio aprieta, pero la expectativa por llegar hace que se lleve mejor.

Finalmente llego a San Félix, una pequeña ciudad bañada por el río Araguaia, cuyas aguas se deslizan lentamente. Me dirijo a su casa y compruebo lo que ya había escuchado de muchos que antes le habían visitado, es una casa simple hasta el extremo, propia de alguien que cree y vive en una Iglesia pobre y para los pobres, de alguien que encarna a la perfección a esos obispos no príncipes que tanto le gusta al Papa Francisco que estuviesen más presentes en nuestra Iglesia.

La puerta de la casa está abierta, en señal de acogida. Le encuentro rezando junto con la comunidad de agustinos con los que convive y que tan bien le cuidan. Espero en cuanto llega y al verle pasan por mi mente muchas imágenes, como flashes que se disparan, y que me producen una sensación de alegría.

Ahora se desplaza en silla de ruedas, consecuencia de la fractura de fémur que sufrió meses atrás y de la que dice irse recuperando poco a poco. También le acompañan su hermano Parkinson y sus 87 años. Me siento a su lado y conversamos durante un rato, me presento y le digo de donde vengo y lo que me ocupa en el día a día y juntos compartimos experiencias misioneras. Al lado de alguien que recorre estas tierras desde 1968, mis nueve años de misión hacen que me sienta un pipiolo. Al hablar de la misión se me quedan grabadas tres ideas que me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: “oración, comunidad y vida por el pueblo“.

Estas palabras vienen a reafirmar que quien sostiene la vida del cristiano, que siempre debe ser discípulo misionero, es el propio Dios, a quien en la oración sentimos más próximo y nos muestra el camino a seguir, que siempre debe ser vivido en comunidad y no como entes aislados, un Dios que en los que en Él creemos da la vida por el pueblo.

En el tiempo que estoy con él llega gente constantemente, de todo tipo y condición, lo que muestra el respeto y admiración que muchos le tienen. Una de las visitas le anuncia que esta tarde llegarán para saludarle Gilberto Carvalho, ministro jefe de la Secretaria General de la Presidencia y uno de los hombres fuertes del gobierno Dilma, y Patrus Ananias, ministro de Desenvolvimiento Agrario, lo que muestra que sus puertas están abiertas para todos y que sus sabios consejos orientan a quien acude a él.

Sin duda, Pedro Casaldáliga es alguien que deja traslucir la presencia de ese Dios que continúa haciéndose presente entre los pobres, entre los crucificados, ese Dios que levanta del polvo al desvalido, que siempre está ahí para acompañar nuestras luchas por un mundo mejor para todos.

(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).- Una forma de ser, de vivir, de relacionarse con los pequeños y pobres, con los descartados por una sociedad construida a partir del lucro. Podríamos decir que ese es el principal legado de Pedro Casaldáliga. Estar a su lado lleva a descubrir eso en pocos instantes. Pedro es alguien que sabe acoger desde el primer momento, que recibe a la gente diciendo “esta es nuestra casa, aquí cabemos todos”. Leer más…

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Los fue enviando

Domingo, 12 de julio de 2015
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YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;

de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6,7-13

***

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Dom 17.5.15 Ascensión, una disputa de papas ¿Cuándo empieza el cielo?

Lunes, 18 de mayo de 2015
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Del blog de Xabier Pikaza:

220px-Papa_Ioannes_Vicesimus_SecundusEn diversas ocasiones, de diversas formas al llegar la Ascensión he comentado los textos de la Biblia, y he presentado la culminación del camino de Jesús, del que se dice que “resucitó, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre), utilizando las diversas lecturas de los evangelios que se leen por ciclos este día.

Quien quiera mantenerse en ese plano y evocar los supuestos y sentido del tema bíblico y litúrgico podrá buscar las reflexiones que he venido ofreciendo en estos años sobre sobre el tema, o quedarse simplemente con los textos de la Biblia y con su propia imagen del cielo.

Pro hoy he preferido retomar nuevamente la “aventura” eclesial de un Papa que se atrevió a tener una opinión clásica sobre este tema, siendo condenado por el papa siguiente.

El papa condenado se llamaba Juan XXII y su historia es de las más significativas del magisterio de la Iglesia. Fue un gran condenador, quizá el más audaz de los papas medievales… y sus condenas (contra Marsilio, Ockam y Eckhart) nos resultan hoy por lo menos “molestas” (y en general no les hacemos caso, al menos en un sentido), porque la historia posterior ha marchado en una línea diferente.

 

Papa_Benedictus_DuodecimusEl papa condenador se llamaba Benedicto XII, un hombre también inteligente, buen escolástico. aunque menos que Juan XXII, un “espiritual” que separaba al alma del cuerpo y creía que la salvación de los justos es básicamente espiritul (no corporal).

Ciertamente, los que somos teólogos de oficio tomamos en serio aquella contienda, solemos inclinarnos por las razones de Juan XXII, pero también sopesamos el valor de la condena de Benedicto XII, lo que significa que tendemos a dejar el tema abierto.

Puede parecer un tema “bizantino”, en el mal sentido de la palabra, pero no lo es, porque en el fondo está el sentido de la vida y de la muerte, de la salvación como salida de la “carne” o como compromiso en la carne de la historia, como podrá seguir viendo quien se mantenga en el blog.

Buen día de la Ascensión de Cristo, que no cae ya en Jueves, sino en domingo, día de fiesta, de culminación de la pascua Cristo. El mismo Jesús aparece hoy como cielo.

Imágenes tradicionales de los dos papas implicados en aquella vieja (y moderna) contienda sobre el cielo: Juan XXII y Benedicto XII

Juan XXII (1249-1334)

fue un pensador y papa gascón, de origen humilde, en contra de lo que solía pasar en aquel tiempo. Estudió Teología y Derecho en Montpellier y Paris, siendo después profesor de Derecho en Toulouse. El año 1310 fue nombrado arzobispo de Avignon y el 1316, tras un largo período de “sede vacante” fue elegido Papa y ejerció desde Avignon un ministerio que está lleno de conflictos teológicos: se opuso a Marsilio de Padua (uno de los creadores de la política moderna), condenó a Eckhart (el más significativo de los místicos) y excomulgó a G. de Ockam (el mayor pensador de aquel tiempo).

Fueron famosas sus condenas, poco oportunas, sin duda… y muchos dicen que poco acertadas. Pero el hecho más significativo de su pontificado, en el plano del pensamiento cristiano, está vinculado a la disputa sobre la visión beatífica.

1. Visión beatífica. El error de un Papa.

Conforme a la tradición generalizada de la Iglesia católica moderna, los justos pueden “ver” y ven a Dios después de la muerte, sin necesidad de esperar la llegada del juicio final, de manera que “van al cielo” en el momento de la muerte. Pues bien, en contra de eso, siguiendo una doctrina antigua, que parece fundarse en Ap 6, 9 y en el trasfondo judío de la iglesia, Juan XXII pensaba que hasta la llegada del juicio final y la implantación total del Reino de Dios, los justos no verán totalmente a Dios, sino que contemplarán únicamente la humanidad de Cristo, manteniéndose a la espera de la resurrección completa.

En otras palabras… el este papa afirmaba que el cielo llegaría sólo al final de los tiempos, y que hasta entonces están y estaremos todos en camino. Cuando culmine la historia llegará entonces el cielo, resucitará Jesús del Todo, y ascenderá hasta Dios Padre, con María su Madre y todos los salvados. Sólo entonces se podrá hablar en plenitud de ascenso al cielo.

Juan XXII expuso estas opiniones en algunos discursos y sermones que proclamó a finales del año 1331 y comienzos del 1332. De manera previsible, parte de la Curia Papal se opuso y Felipe VI, rey de Francia, nombró una comisión para que investigara el tema. El Papa aceptó el dictamen de la comisión
((imagináos hoy, una comisión para ver si el Papa defiende la buena doctrina, como quieren unos cinco cardenales y muchos obispos…).

Pues bien, Juan XXII aceptó el dictamen de la comisión, opuesto al suyo, y en la misma víspera de su muerte (el 3 del XII de 1334), quizá un poco forzado, extendió una bula donde se retractaba, declarando que “las almas purificadas, separadas de los cuerpos, están en el cielo, en el Reino de los cielos y en el paraíso, con Cristo, en la compañía de los ángeles” (DH 991).

Su sucesores, el papa Benedicto XII, aceptó esa retractación de Juan XXII, pero, no contento con ella, publicó más tarde, el 19 de enero de 1336, una Constitución llamada “Benedictus Deus” en la que propone, en contra del papa anterior, la doctrina que desde entonces se toma como oficial en la Iglesia católica, . En ella se suponen dos cosas:

— que por la muerte las almas se separan de los cuerpos;
— que las almas de los justos (no sus cuerpos) suben al cielo en el mismo momento de la muerta.


2. Los justos ven a Dios tras la muerte. Juan XXII, un papa condenado

La Bula del Papa Benedicto XII define «por autoridad apostólica que han de valer para siempre, las cuatro proposiciones que siguen: Leer más…

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Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación…

Domingo, 17 de mayo de 2015
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En el Día Internacional de lucha contra la Homofobia, esta palabra nos alimenta:

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 Cancioncilla de la tarde de la Ascensión

Regresaré, en la tarde,
con la alegría humilde
de haber andado todas
las aguas que me diste…
Absortas, en la orilla,
como un coro de vírgenes,
las garzas del arbusto
¿te estarán viendo irte?
Entre las nubes rotas
las violetas persisten.
Y el día sella en sangre
la verdad de sus límites.
Arde el ocaso. Arde
todo lo que era triste.
Todo el llanto del mundo
esa estrella redime…

*

Pedro Casaldáliga

***

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará… A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

*

Marcos 16,15-20

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***

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Ascensión del Señor. CICLO B. Triunfo y misión

Domingo, 17 de mayo de 2015
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:

̶  No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

̶  Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

̶  No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

̶  Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, pero insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

            Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 19 de abril de 2015
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  2. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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