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El pastor que perdió su oveja.

Domingo, 22 de abril de 2018
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good-shepherd-icon1“Todas las acciones cumplidas sin ostentación y sin testigos, me parecen más loables” (Cicerón)

22 de abril. IV domingo de Pascua

Jn 10, 11-18

“Yo soy el Buen Pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas”

“Me extravié como oveja descarriada; busca a tu siervo, que no olvida tus mandamientos” (Sal 119, 176), clamó el salmista para no tener que pedir un día al Señor diligentes, cercanos, y vigilantes pastores de la Iglesia.

Jesús acusa a los jerarcas judíos en Marcos 23, 5 con estas ásperas palabras: “Todo lo hacen para exhibirse ante la gente; llevan bandas anchas y borlas llamativas en sus mantos”. ¿Persiste hoy todavía, como hace más de veinte siglos, semejante arrogancia y vanidad en la jerarquía de nuestra Iglesia? La sociedad del siglo XXI no comulga con estos atavíos, aunque conocedores de esa debilidad, en ocasiones la toleramos, porque, como irónicamente dice nuestro Fénix de los ingenios: “Forzoso es hablarle al vulgo en necio para darle gusto”.

Antecedentes de estas bravuconadas las encontramos en los epigramas del filósofo griego Gorgias (485-380 a.C). De él se dice que fue el primero entre los sofistas en introducir el tono altivo, la exposición solemne de temas solemnes, con las que el discurso se vuelve más dulce y arrogante, así como el uso de términos poéticos para lograr belleza y majestuosidad. Quizás ni Gorgias, ni sus ínclitos sucesores tuvieron la oportunidad de leer este mensaje del Ecclesiastés 1, 2: Vanitas vanitatum omnia vanitas” y la locución latina Sic transit gloria mundi”, que se utiliza para señalar lo efímero de los triunfos.

¿Y qué diríamos de las denominaciones de sus títulos, de raíz y significación claramente nobiliaria? Al pueblo sencillo no le puede gustar tan vana pomposidad: Su Santidad, Eminentísimos y Reverendísimos, Señorías, Monseñor, Padre…etc. etc. Hasta en el mundo de la política, los que se dicen representantes del pueblo llano, se sienten muy halagados con semejantes apelativos. Francisco de Asís resumió su sencillez en esta sentencia, igualmente sencilla como él: Yo necesito pocas cosas y lo poco que necesito, lo necesito poco”.

Al principio no fue así. La palabra “Papa” proviene del latín “papas” y ésta del griego “pappas”, que se emplea para darle cariño a la palabra “padre”. Significa “papá”. Este título se le dio en Oriente, en señal de respeto, a obispos y presbíteros, y a partir del siglo III se le dio en Occidente a los obispos. Fue Siricio (384-399) el primero que se hizo llamar a sí mismo Papa”, escriben María y José Ignacio López Vigil en Otro Dios es posible.

Todo pastor llama a sus ovejas simplemente por su nombre, sin título de Señoría, ni Excelencia. Se supone que sus monocordes “Beee…beee”, son un simple tuteo. A mi entender también era ésta la manera como Jesús llamaba al Padre. Así debía entender también las relaciones paterno-filiales el romano Cicerón, cuando decía que: “Todas las acciones cumplidas sin ostentación y sin testigos, me parecen más loables”

El Concierto de Año Nuevo en Viena, finaliza siempre con la famosa Marcha Radetzky compuesta por Johan Strauss padre (1804-1849). Todos los instrumentos de la orquesta suenan al unísono conjuntados, sin que ninguno de ellos manifieste su regia condición de Stradivarius o su humilde origen en un vulgar taller artesano. Todos hablan el mismo lenguaje y se acoplan perfectamente los unos a los otros sin distinción de rango. El director de este año, el prestigioso italiano Riccardo Muti, suele invitar al público a sumarse al sonido con rítmicos aplausos.

Strauss padre, pobre de nacimiento, se enemistó con el noble bohemio, Joseph Radetzky, mariscal del Imperio austríaco a causa de su militarismo y renegó de su Marcha. Strauss hijo se reconcilió con el Mariscal con un cordial abrazo. En 1958, el director vienés Willi Boskovsky la introdujo como broche de oro de todos los Conciertos.

LA FIESTA DE LAS CRIATURAS

Cansadas de soñar sin entenderse,
teniendo tantas cosas que decirse,
las Criaturas decidieron
aprender de una vez el esperanto:

¡¡querían soñar juntas y entenderse!!

Todas lograron su “Summa cum laude”
menos los humanos.
Y, para celebrarlo, organizaron
Macrofiestas en Roma, Benarés, La Meca.

Tampoco estaba Dios en esta Fiesta.
¿Suspendió él, acaso, también el esperanto?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Imágenes que ya no dicen nada.

Domingo, 22 de abril de 2018
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jesus-buen-pastorJn 10, 11-18

La imagen del pastor –entrañable en la tradición bíblica y, específicamente, en la cristiana- resulta, para la mayoría de nuestros contemporáneos, anacrónica o incluso peligrosa, por las connotaciones que, desde una perspectiva como la nuestra, encierra. Esta situación nos obliga a hacer un esfuerzo para entender, tanto la causa por la que llegó a ser tan querida en la tradición cristiana, como el motivo por el que hoy suscita indiferencia o incluso rechazo.

En la Biblia, como en otras sociedades antiguas, la imagen del pastor se aplicaba al rey del pueblo, y evocaba guía y cuidado. Como el pastor, el rey tenía la responsabilidad de conducir al pueblo y velar por él.

Traspasada a Yhwh, el salmista podrá cantar: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Salmo 23), y dará origen a una percepción de lo divino como cuidado amoroso, que permite vivir en una confianza inquebrantable.

El cuarto evangelio aplicará la imagen a Jesús, y la comunidad cristiana primitiva empezará a dibujarlo como un pastor que carga sobre sus hombros la oveja encontrada (con el trasfondo de la parábola de Lc 15,4-7). Será presentado como guía que conduce, alimenta y protege…, hasta el extremo de entregar la propia vida en favor de las ovejas, tal como afirma el texto que leemos hoy.

No es extraño que esta alegoría haya dado pie a una espiritualidad y una devoción extensa y profunda a lo largo de toda la historia cristiana. Guía, cuidado y protección conectan profundamente con necesidades básicas del ser humano. Es innegable, también, que esa devoción produjo frutos abundantes de confianza y de compromiso.

La imagen del pastor llegaría a adquirir, desde el inicio mismo del cristianismo, tal entidad que toda la tarea de la Iglesia habría de recibir la denominación de “pastoral”, incluidos los responsables de la misma, a quienes se designaría “pastores”.

¿A qué se debe que esa misma imagen hoy provoque indiferencia o rechazo? Al propio cambio sociocultural. Para empezar, es comprensible que  imágenes propias de una cultura agraria no sean significativas para quienes vivimos en una sociedad industrial avanzada; se ha perdido la referencia.

Pero no es solo que no sea significativa. Provoca incluso rechazo de entrada porque, en nuestra cultura, evoca actitudes de dominio o, al menos, de paternalismo y del correspondiente “borreguismo”. Poder y sumisión son realidades correlativas, que se reclaman y se sostienen mutuamente. Traigo un texto de José Antonio Marina que lo expresa con claridad:

“En las sociedades orientales antiguas –Egipto, Asiria, Judea- el arquetipo del gobernante es el pastor, que guía y conduce a sus ovejas. Basta que el pastor desaparezca para que el ganado se disperse. Su papel consiste en salvar al rebaño. Esta figura del monarca implica una figura correlativa del súbdito. Es una oveja que no puede dirigir sus actos, no sabe dónde están los pastos y, si no fuera por el pastor, se perdería y se la comería el lobo. Resulta cuando menos anacrónico que la figura del pastor siga usándose en la pastoral cristiana”.

Otra expresión fundamental es la de “dar la vida”, como equivalente de un amor que no se pone medida. En el extremo opuesto de la voracidad egoica que ve a los otros y a las cosas como objetos con los que saciar el propio vacío, el amor de quien ha trascendido su yo no busca sino ofrecer, “dando la vida” día a día.

Es un amor que anhela la unidad. A veces, la expresión “traer a todos a este redil” se ha entendido como mandato proselitista para “convertir” a los otros, sumándolos a las propias creencias. Una lectura de ese tipo solo puede ser mítica.

Es propio del estadio mítico creerse en posesión de la verdad absoluta y sentirse urgidos a llevarla o imponerla a los otros, incluso “por su propio bien”: para sacarlos de la “mentira” y traerlos a la luz. Pero, como ha escrito lúcidamente Raimon Panikkar, “la imagen del «único pastor y el único rebaño» es una imagen escatológica que no se debe aplicar en la historia”.

Más en concreto, en el texto que estamos analizando, parece que se trata de un añadido, por parte de un glosador posterior, con el que se pretendía fomentar la unidad de los miembros de la comunidad, provenientes tanto del judaísmo como del paganismo.

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

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No es lo mismo Buen Pastor que un saltaparapetos

Domingo, 22 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. YO SOY EL BUEN PASTOR.

El cuarto domingo de Pascua está centrado en la imagen de Cristo con buen pastor. YO SOY EL BUEN PASTOR.

Es una imagen propia del evangelio de San Juan, que despliega toda su visión de Cristo (fe y teología: cristología) desde el “YO SOY”. Este evangelio es profundamente cristológico: está centrado en Jesús con el “YO SOY” del AT, que aparece alrededor de una treintena de veces. Yo soy el pan de vida, yo soy el agua, el camino, la verdad, yo soy la luz, yo soy la resurrección, yo soy rey, o simplemente: “Yo soy” (en el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos a la pregunta de los soldados: ¿A quién buscáis?, Jesús responde: “Yo soy”, o, tras la resurrección, Jesús les dice a los suyos: no tengáis miedo: “soy yo”.

En el fondo la lectura que el evangelio de Juan nos ofrece de Jesús es que Jesús ES. Se trata de una alta cristología que recoge la fe del AT sobre la “identidad” de Dios y se la aplica a Jesús: (Éxodo 3, 14: Yo soy el que soy).

Es una forma elegante, mayestática de decirnos que Cristo es Dios.

Y quien se acerca al que es, a Cristo, termina siendo. Tras la curación del ciego junto al Templo, los fariseos dudan si es el mismo o no. El ciego dice: “soy yo” (Jn 9,9).

En tiempos, quizás en situaciones personales de crisis de identidad, de desorientación o de noches oscuras, de turbulencias eclesiásticas y diocesanas, nos hace bien acercarnos al que es, no al que tiene, sino al que es, a Cristo

El salmo 22 (23) es un poema al buen Pastor:

Él nos guía por valles de tinieblas, Él camina con nosotros, nada temamos.

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales soy “fan”? Un creyente no tiene más pastor que el Señor.

02. BUEN PASTOR.

La imagen del Pastor es muy utilizada por la Biblia para aplicársela a Dios, Buen pastor.

o El profeta Ezequiel (Ez 34,16) expone cómo Dios buscará a la oveja perdida y la hará volver al redil, la cuidará.

o El salmo 22, “el salmo por excelencia”, es un canto a Dios como Pastor de nuestras vidas. Quien tiene a Dios como Pastor, nada le falta. El guía nuestras vidas…

En los evangelios tenemos dos hermosos textos que nos hablan del Dios de JesuCristo como pastor:

o Lc 15,3-7 La parábola de la oveja perdida.

o Jn 10 Yo soy el buen pastor.

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales soy “fan”? Un creyente no tiene más pastor que el Señor.

03. XTO ES EL EJE, EL CENTRO EN UNAS COMUNIDADES SUFRIENTES.

Las comunidades de la tradición de san Juan, sufrieron mucho por dos motivos fundamentales

a. Por verse expulsados del Templo y del ámbito judío. De ahí que este evangelio hable de otro rebaño, Jesús, buen Pastor saca las ovejas del Templo, las lleva consigo lejos de los asalariados. Estos cristianos, estas comunidades se unen a Cristo.

b. Por las primeras incrustaciones espiritualoides (gnosticismo griego) en el seno del cristianismo. De ahí que San Juan insista en que el Verbo (Jesús se hizo hombre, carne, (Jn 1,14). Jesús no fue un “dios del olimpo griego). Así como también Juan repite con frecuencia el “permaneced” en lo que os enseñé desde el comienzo” y no nos despistemos con doctrinas extrañas.

Por estas razones, la eclesiología de Juan está muy personalizada en Cristo. Juan no emplea categorías comunitarias, todo se centra en Cristo. En Juan no hay idea de pueblo, pero “unoJesús- tiene que morir por el pueblo: conviene que uno muera por el pueblo (Jn 11,45-56). San Juan no habla en su evangelio del Reino de Dios (solamente una vez en el diálogo con Nicodemo), pero en cambio hay Rey: Yo soy rey, (Jn 18,38). Yo soy la vid, permaneced unidos a mí, (Jn 15,55).

La eclesiología, el modo de entender la Iglesia de Juan es mucho más cristológico: permaneced unidos a la vid (Cristo).

Nunca faltan sufrimientos en la Iglesia por los más diversos motivos. Pero el centro de la Iglesia no es el poder ni la jerarquía, sino Xto: YO SOY.

En tiempos de turbulencias eclesiásticas nos hará bien centrarnos en Cristo: permanecer en la traditio evangélica y eclesial en que hemos crecido y vivido la fe. Cristiano e iglesia son quienes se acercan y siguen al Señor, al que es.

Al mismo tiempo, podemos recordar al papa Francisco, que trata de ser un buen pastor de la Iglesia.

04. EL BUEN PASTOR DA VIDA.

El Buen Pastor da la vida por las ovejas, (v 11-15). El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las suyas le conocen, (v 14).

La metáfora del Pastor, del redil y el rebaño es para transmitir vida, para crear una relación de amor entre el Pastor y los suyos.

El pastor en la Iglesia no es una cuestión de poder, ni de Derecho Canónico, ni de dogmatismo, sino es para transmitir vida, una vivencia, una relación de amor

05. ASALARIADOS, LADRONES Y SALTAPARAPETOS
.

En el transfondo de esta parábola del Buen Pastor subyace el capítulo 34 de EZEQUIEL.

El profeta hace una crítica fortísima a los falsos pastores de entonces y de ahora (sean políticos, eclesiásticos, jueces, o los líderes de la sociedad):

habéis explotado a las ovejas y os habéis aprovechado del pueblo en vez de ayudarlo.

No habéis cuidado a la oveja enferma ni curado a la que estaba herida: no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Las ovejas se han dispersado.

Pero llegará un día en que Yo tomaré a las ovejas y buscaré a las perdidas. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado.

Ezequiel vivió en el siglo VI a.C., pero parece que las cosas se repiten en la historia. ¿Cuidamos hoy de las ovejas enfermas y débiles? (Sanidad). ¿Ayudamos a las ovejas perdidas? (Educación) ¿Decimos y sembramos verdad? (medios de comunicación periodistas). La situación que critica Ezequiel la vemos y vivimos todos los días. Es triste, doloroso cuando esas cosas se hacen con los más pobres y débiles de la tierra.

¡Qué mal suena expresión asalariados! (y peor suena el término “mercenario”, que es la que usa San Juan en el evangelio que). Hay mucho asalariado, mercenario y gente con ganas de medrar en las ideologías, en las grandes cadenas informativas: prensa, radio, tv, en los obispados y entresijos eclesiásticos; lo estamos viendo y padeciendo todos los días.
El poder es la pasión más fuerte del ser humano. Pero el poder no tiene nada que ver con el Buen Pastor de Jesús. No es lo mismo, ni mucho menos, pastorear conforme al Evangelio que gobernar una diócesis. Es muy triste que haya parroquias de primera, de segunda, etc.; diócesis de mayor rango y más apetecibles por mercenarios … Todo perfectamente antievangélico

06. SOMOS PASTORES.

De una u otra manera todos estamos llamados a ser pastores en la vida y hemos de procurar hacerlo lo mejor posible y con responsabilidad, no sea que nos convirtamos en asalariados que trabajamos por el dinero y no por la noble tarea de cuidar del rebaño, del pueblo, de la comunidad cristiana:

o Los padres de familia son pastores de sus hijos, de su familia. Los hermanos mayores tiene casi espontáneamente una misión de ser guías de sus hermanos. (¡Cuidado con ser Caín y Abel o con vender al hermano menor: José!). Hay que cuidar mucho los primeros valores: acogida, amor, -los padres son quienes transmiten la bondad y la vida del Buen Pastor- criterios de educación, trabajo, los estilos -esquemas- de vida, el diálogo sobre todo a ciertas edades: la acogida de la vida inicial, la adolescencia, la elección del centro de estudios, la formación humanista, en nuestro caso, la formación cristiana.

o Los profesores en el mundo educativo son guías que orientan a los niños, jóvenes. Tener 20 ó 30 niños o jóvenes en un aula y durante tantas horas y años supone una gran responsabilidad de los padres y de los profesores. Un niño abandonado a su suerte, está perdido. ¿Y unos niños, unas generaciones abandonados a los planes educativos actuales?

o Un buen médico es un buen pastor que, no solamente porque sea científicamente competente, sino porque un buen médico enseña a vivir, en cierto sentido transmite vida

o Los psiquiatras, los psicólogos, un abogado sensato, etc. son auténticos pastores.

o Pastores en la Iglesia. Aquellos que tienen responsabilidades en la Iglesia son también pastores de la comunidad cristiana, lo cual constituye una gran tarea personal, moral, de formación, así como de cuidado en las ovejas, de las personas.

o Los medios de comunicación: periodistas y “tertulianos”, internet son también pastores de la sociedad. Al fin y al cabo los medios de comunicación (quizás más que la misma Universidad) constituyen el nuevo Sinaí o el nuevo ágora del siglo XXI. Los valores, los estilos de vida, las pautas de comportamiento de los grupos humanos son los que emiten las cadenas de televisión.

images105. GRACIAS A LOS PASTORES DE NUESTRA VIDA.
Este domingo del Buen Pastor puede ser una buena ocasión para dar gracias a Dios por los “buenos pastores” que hemos tenido en la vida. Un recuerdo agradecido a nuestros padres, a nuestros hermanos, algún sacerdote que nos encauzó en la vida, algún médico, psicólogo que nos descubrió facetas de nuestra personalidad y nos enseñó a vivir, algún compañero o amigo que nos acogió, quizás nos guió, algún profesor que nos enseñó más que “cosas”, nos enseñó con su testimonio a trabajar a vivir. Gracias a los presbíteros que este año cumplen cincuenta años de vida ministerial. Gracias sobre todo al Buen pastor, al Señor Jesús que ilumina (luz) nuestras vidas, que nos confiere la vida (sentido y esperanza).

07. VOLVER AL BUEN PASTOR.

Posiblemente estemos en un momento en el que nos es urgente volver a la fuente de la vida, al Buen Pastor, al “YO SOY”. QUIZÁS nos estamos perdiendo en mantener y sostener cuadros y estructuras eclesiásticas, cuando lo que importa es vivir unidos a la Vida, seguir al Buen Pastor, pues de Él nos viene la vida, la verdad, la paz.

Es de mucho consuelo permanecer en el que es, en Cristo

Dice la 1 Carta de san Pedro

“Andabais descarriados como ovejas,
pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras vidas.”
(1Ped 2,25)

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¿El futuro del mundo? ¡El monasterio interior!

Lunes, 5 de febrero de 2018
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mindfullness-meditationStefano Cartabia, Oblato
Uruguay

ECLESALIA, 19/01/18.- Arde el mundo en la búsqueda de la verdadera paz y de la alegría. Gente corriendo por la rutas de la vida, persiguiendo frágiles sueños. Todo se mueve y no se sabe por qué y hacia donde. La frustración y el cansancio nos ganan.

Pero hay otros y consoladores signos.

Hay signos, poderosos signos, de luz y novedad. Signos que revelan nuestra Casa de origen. La Casa del Silencio y del Amor. La Casa del Ser.

En nuestro contradictorio y herido mundo se entrelazan y acompañan los signos y los anhelos.

El sin sentido, la desesperación, la pobreza, la violencia, el egoísmo, el consumismo van de la mano – conviviendo (a veces pacíficamente y otras en conflicto) – con la solidaridad, la ecología, la defensa de los pobres, el progreso de la ciencia, las esperanzas y los sueños de un mundo unido y fraterno.

¿Adonde va nuestro mundo? ¿Cuál futuro espera a nuestros descendientes?

¿Podemos aportar algo que marque un hito?

Sin duda la humanidad evoluciona. Evoluciona desde muchos campos y la historia – nuestra humana historia teñida de sangre – está ahí, evidenciándolo.

Crecimos en la comprensión del valor del ser humano y de la vida en general. Crecimos en la tolerancia y en el respeto al diferente de cualquier clase. Los avances de la ciencia y la medicina son extraordinarios.

Crecimos en la conciencia de nuestra raíz espiritual y divina.

Todavía falta, lo sé. Siguen presente en nuestro mundo tanto egoísmo y tanto dolor inútil y evitable. Pero el salto de conciencia en realidad está siempre ahí, al alcance de la mano, porque la conciencia no conoce de tiempo y espacio.

Los grandes espíritus siempre lo supieron: Francisco de Asís había visto – hace 800 años – que la hermandad define el Universo.

Gandhi había visto y vivido que la clave de la convivencia era el respeto y la no violencia.

Y muchos antes, Buda, Confucio, Lao Tse, Jesús, habían experimentado y compartido con sus contemporáneos que la salida del sufrimiento y la vivencia de la plenitud radicaba (y radica) en el amor.

Muchos, muchísimos, estamos de acuerdo con estos descubrimientos e invitaciones de estos grandes espíritus. Tal vez la mayoría de la raza humana, con sus distintas culturas, aprueba y comparte esta visión.

¿Por qué entonces nos cuesta tanto vivirlas, practicarlas, compartirlas?

El desafío se vislumbra en el mismo proceso evolutivo de la humanidad. El amor que nuestros pensamientos y sentimientos aprueban y anhelan, es todavía vivido como algo exterior. No caemos en la cuenta que el amor es, en definitiva, lo que somos.

Es un problema antropológico/espiritual, un problema de identidad.

Perdidos en el pensamiento y zarandeados continuamente por sentimientos y emociones andamos angustiados por el mundo anhelando migas del mismísimo Amor que nos define, nos sostiene, nos crea, nos alimenta.

Nuestro mundo necesita identidad. Necesita descubrirse. La humanidad necesita descubrirse. Apenas hemos entrado en una veta cuya profundidad desconocemos.

Todas las demás “identidades” por cuanto psicológicamente y socialmente sean importantes, son secundarias y relativas: varón, mujer, rico, pobre, europeo, americano o asiático, campesino o doctor, creyente o ateo, de tal o cual apellido.

Identidades” relativas a nuestra experiencia humana y terrestre, pero “identidades” que se diluirán para dejar lugar a la sola, única y auténtica identidad: el Amor.

El desafío, el único desafío verdaderamente importante es entonces el desafío que nos conduce a descubrirnos amor, amados, amantes.

Hay un camino privilegiado. Un camino directo, una autopista. Un camino que muchas personas “logradas” recorrieron y señalaron.

Es el camino del silencio.

¿Por qué tan esencial y tan directo este camino?

En la experiencia cristiana – por citar una sin desmerecer a las demás que tanto tienen para enseñarnos en este camino – tenemos la gran tradición de los monasterios.

Los monasterios eran y son, lugares de identidad. Lugares de búsqueda de nuestra verdadera identidad. Por eso son lugares rodeados y empapados de silencio.

Monjes y laicos iban a los grandes monasterios – cartujas, benedictinos, carmelitas, cistercienses, por citar unos pocos – para palpar lo eterno. No se conformaban con lo transitorio y lo pasajero. Transitorio y pasajero que tanto nos atrapa y distrae en nuestro tiempo.

Buscaban (y buscan) el Ser que no pasa. Buscaban (y buscan) lo Invisible que se manifestaba en las maravillas visibles.

El Ser eterno que se manifiesta en el tiempo y lo Invisible que late en lo visible, lo permite y lo sostiene tienen una misma característica: se palpan en el silencio.

Por una simple y exquisita razón: pensamiento, sentimientos y emociones son transitorios y pasajeros. Solo el silencio es eterno. El silencio es el espacio donde todo aparece y toma forma. El pensar surge del silencio y vuelve a él. Así los sentimientos.

Entonces ponernos de lado del silencio es optar por la sabiduría. Es optar por lo eterno y por ser verdaderamente libres. Solo el silencio es el espacio de pura libertad. Esta libertad tan aclamada y proclamada en nuestras culturas y desde las clases políticas, pero no encontrada. Porque es una seudo-libertad, una libertad siempre dependiente y condicionada por el frágil pensar y las heridas emocionales.

Solo desde el silencio aprendemos la única libertad. Desde él aprendemos a manejar y disfrutar del pensar y del sentir. En otras palabras de la vida.

Porque hay una Vida y una vida. La Vida silenciosa es la que permite y crea esta nuestra vida terrenal, empastada del pensar y del sentir. Qué pueden ser – y lo son si dudas – enormemente hermosos y disfrutables. Como también sumamente dolorosos.

Hay que volver a los monasterios. Con un cambio por cierto.

Un cambio dictado por la evolución de la humanidad.

Volver y construir el monasterio interior. Hacer del corazón humano un monasterio, un lugar – el lugar – donde el silencio susurra y revela lo que somos.

Se terminarán los templos exteriores o pasarán a ser secundarios. Descubriremos otro templo, otro imponente monasterio en nuestro frágil corazón. Un monasterio que siempre estuvo presente en realidad. El maestro de Nazaret lo había vislumbrado cuando dijo:

Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores
que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23-24).

Podemos acelerar este cambio de época. Podemos crear comunidades espirituales – monasterios sin paredes – que viven desde el silencio y desde el monasterio interior de cada cual.

Monasterio interior que algunos llamaron “Santuario interior”, otros “alma”, otros “intimidad más íntima”, otros “sala del rey del castillo interior”.

Poco importa el nombre. Utiliza el que más te inspire y guste, el que más se ajuste a tu historia y perfil psicológico.

Hermosa es la metáfora del “Debir”. El “Debir” era el lugar más sagrado de Templo de Jerusalén, donde se guardaba el Arca de la Alianza y donde el Sumo Sacerdote entraba una sola vez al año. Es el Sanctasanctorum (Santo de los santos). El término hebreo “Debir” significa “lo que está detrás” y por eso algo oculto, escondido. También viene de la misma raíz de “palabra” (“dabar”). El Debir entonces es el lugar más íntimo, donde todo es silencio y donde se escucha la verdadera palabra. Es nuestro lugar más sagrado, nuestro Monasterio interior.

El futuro de la humanidad pasa por el monasterio interior, pasa por la experiencia de silencio. No tengo duda.

Porque solo enraizados en el silencio podremos descubrir y vivirnos desde lo que somos: el Amor. Porque solo el silencio permite y engendra la vida.

Cuando nos instalamos en el Silencio de nuestro monasterio interior, el Amor aparece. Misterio inagotable que se esfuma a la mínima tentativa de ser atrapado y retenido. Sumamente libre el Misterio nos hace libres, a la única condición de no intentar poseerlo.

No podemos manipular el Misterio, como no podemos decir el Silencio. Solo los podemos ser. Siendo, desde el Silencio interior, el Amor te transforma y transforma la realidad.

Podemos hacer algo. Debemos: por el bien de nuestro mundo maravilloso y de los que vendrán. Podemos hacer algo: haciendo del silencio nuestra Casa y anunciando el silencio por doquier .

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Las patatas

Lunes, 29 de mayo de 2017
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Los tiempos son duros, no hay que soñar
Hay que apretarse el cinturón
No hay que reventar
Yo, escogí a una mujer
Que no sabe cocinar
Y toda la vida va a hacerme comer

El lunes, patatas
el Martes, patatas
el Miércoles, patatas
el Jueves, patatas
el Viernes, patatas
el Sábado, patatas también
Y el domingo, el día del Señor
En nuestra casa, comemos patatas con mantequilla

Acabaré de jardinero
En el año 2000, me llamarán Parmentier
Incluso a la noche, sueño con albóndigas
Pero aparentemente en nuestra casa
No hay ningún carnicero

El lunes, patatas
el Martes, patatas
el Miércoles, patatas
el Jueves, patatas
el Viernes, patatas
el Sábado, patatas también
Y el domingo, el día del Señor
En nuestra casa, comemos patatas con mantequilla

Oh, Don Camillo,
Con un trocito de pan
Y un chato de vino
Danos hoy
nuestra patata con mantequilla

Los tiempos son duros, no hay que soñar
No tenemos más que los manzanos para salvarnos
Antes de maldecirlos, que quieran despertarse
aunque me huelo que esto va a llegarnos
De veras

El lunes, patatas
el Martes, patatas
el Miércoles, patatas
el Jueves, patatas
el Viernes, patatas
el Sábado, patatas también
Y el domingo, el día del Señor
En nuestra casa, comemos patatas con mantequilla

*

Canción popular francesa

***

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“No a la idolatría del dinero”. 2 de marzo de 2017. 8 Tiempo ordinario (A). Mateo 6, 24-34.

Domingo, 26 de febrero de 2017
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26b5521bc215a50598dcadfca7fb04057a0f70427facbb0e6e8d9296141e3cbfEl Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.

La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.

Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.

Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.

“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.

Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.

“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadeernos de los clamores de los otrsos, ya no lloramos ante el drama de los demás”

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“No os agobiéis por el mañana”. Domingo 26 de febrero de 2017. 8º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 26 de febrero de 2017
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mark-boyle-960x623Leído en Koinonia:

Is 49,14-15: Yo no te olvidaré
Salmo responsorial 61: Descansa sólo en Dios, alma mía
1Cor 4,1-5: El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón
Mt 6,24-34: No se agobien por el mañana

 Uno de los elementos que caracterizan al Dios cristiano es su infinita generosidad para con sus hijos, que se expresa plenamente en la vida y misión de Jesús de Nazaret, quien con sus actitudes y comportamiento hacen presente el Reino de Dios, es decir, el amor y la solidaridad incondicional de Dios que sale al encuentro del ser humano, con el fin de darle vida en abundancia. Éste es el tema central de hoy.

 El texto que leemos del profeta Isaías se enmarca en la época de la deportación en Babilonia, en donde la mayoría del pueblo de Israel pierde su confianza y esperanza en Yahvé a causa de la fuerte y violenta influencia religiosa, política y social de Babilonia y por la poca capacidad de espera y resistencia del mismo pueblo desterrado; Israel se siente abandonado y olvidado por Dios, siente que las promesas de liberación nunca se cumplirán, y se resigna y doblega por entero al dominio babilónico. La tarea del profeta es entonces animar la esperanza del pueblo resignado, por medio de la Palabra, haciéndole ver que Dios no le ha abandonado, que está ahí junto a él sufriendo y luchando por la liberación, que no lo ha olvidado y que lo ama entrañablemente como una madre ama a sus hijos. Con este texto, Isaías manifiesta la ternura de Dios, su preocupación de madre por el bienestar de sus hijos, distinta a la experiencia de sufrimiento en Babilonia. Dios actúa desde la ternura, desde la misericordia con quien sufre. Ésta es la manera como Yahvé anima y salva a su pueblo.

 Pablo, en esta sección de su primera carta a los corintios, responde a las críticas de quienes, después de tomar partido por un anunciador del evangelio en particular y por una manera concreta de proclamarlo, juzgan el modo de actuar del mismo Pablo, juicio que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro. Pablo les recuerda que lo importante para él es que lo consideren servidor y administrador fiel de los misterios de Dios, pues los creyentes sólo pueden ser eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de servir y administrar de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es el servicio fiel al misterio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y entrega de los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es qué misericordiosos y justos somos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue a un legítimo apóstol de Cristo.

 La exhortación que Mateo pone en boca de Jesús se dirige particularmente a la gente pobre que sigue al Maestro, a la gente que siempre está en riesgo, que está preocupada por el presente y el futuro, preocupada por su subsistencia y por su vida. Jesús los invita a ponerse en las manos de Dios, quien es tierno y compasivo para con todos, que mira por las necesidades de todas sus creaturas. Con la mente y el corazón puestos en la generosidad de Dios, lo realmente importante o prioritario entonces es buscar el Reino de Dios y su justicia. Ésa debe ser la preocupación fundamental del seguidor de Jesús. Es un llamado a ser como el mismo Dios es, justo, tierno, compasivo, solidario, amante de los pobres y débiles; por eso, es tarea de todos expresar al mundo, por medio del testimonio y la fraternidad, la ternura de nuestro Dios Padre-Madre de la Vida.

 La primera lectura pone ante nosotros uno de los poquísimos textos en que la Biblia compara a Dios con una madre. Es muy importante pues destacar esta peculiaridad. Porque aunque, a nivel teológico, la afirmación de que Dios es tanto Padre como Madre no tiene ninguna dificultad y es ya algo pacíficamente poseído en el cristianismo actual, no deja de haber sectores que se resisten, y manifiestan su rechazo a la utilización de atribuciones femeninas a Dios. Hay que insistir en que el tema no queda resuelto con la simple admisión de que Dios no tiene sexo; el problema es más profundo; porque aunque teóricamente nadie afirme que Dios «sea» masculino, lo cierto es que durante mucho tiempo la imagen que de él nos hemos hecho ha sido claramente masculina, y en la sociedad y en la Iglesia se ha deducido de ello, durante siglos, que sólo el varón podría representar funciones de mediación con lo sagrado, haciendo de la mujer una realización humana de segundo orden. Esto no es una «crítica feminista», sino una realidad penosa y lacerante que debemos reconocer y remediar. No deben los varones sentirse incómodos ante la reivindicación de las mujeres. Aunque la situación que se genera sea, a veces, un tanto incómoda, mucho más lo ha sido la situación de marginación a la que tantísimas mujeres se han visto sometidas históricamente. Las incomodidades que experimentemos son un pequeño tributo que debemos pagar para seguir avanzando hacia una sociedad y hacia una Iglesia igualitarias. No hace falta ser mujer para asumir como propia la Causa de la Mujer, tanto en la Sociedad como en la Iglesia. Todos debemos hacer nuestra esta Causa, conscientes de que nuestra pequeña aportación no dejará de ser significativa. (Para una breve recopilación histórica de posiciones antifeministas en la historia del judeocristianismo, véase DALY, Mary, El cristianismo y la mujer: una historia de contradicciones [http://servicioskoinonia.org/relat/426.htm]).

 El evangelio de Mateo que hoy leemos nos estaría presentando ese carácter materno de Dios a través de lo que tradicionalmente hemos llamado la divina Providencia, una dimensión del amor de Dios a la que la tradición espiritual popular le ha dado mucha relevancia en la vida diaria. Ha sido una forma de ejercicio de la fe que nos hacía descubrir la mano materna de Dios cuidando nuestros pasos, para evitarnos problemas, para atender siempre nuestras necesidades. No ha sido considerada nunca una verdad teológica fundamental, ha cumplido una función muy importante en el ejercicio de la vida espiritual, en cuanto confianza a ultranza en la bondad «providente» de un Padre celestial que cuida de sus criaturas. Hay congregaciones religiosas cuyo carisma está estructurado en torno al tema espiritual de la «Divina Providencia». El «ángel de la guarda» fue una pieza clave instrumental de tal Providencia.

 Antiguamente fue fácil la fe en la Providencia de Dios, la confianza en que él (causa primera) intervenía en las condiciones externas (causas segundas) para cuidarnos «maternalmente». Hoy día, después que la modernidad ha dejado claro que Dios no interviene ni puede intervenir en las leyes de la naturaleza para hacer que nos vaya bien, la fe en la Providencia debe reformularse radicalmente. No sólo no tenemos por qué creer en la intervención de Dios sobre las causas segundas, sino que podemos creer en forma adulta, como personas que se consideran enteramente responsables de su destino (a veces un simple ciego destino natural), sin consolarnos creyendo que Dios mismo está pendiente de nosotros trabajando para facilitarnos o para asegurarnos la vida. No. Hoy, este «deísmo intervencionista» resulta difícil de aceptar y de creer. Hoy sabemos que en este mundo moderno «estamos solos», sin un dios-tapaagujeros que nos proteja, bajo nuestra única responsabilidad, y en manos de un sin fin de imponderables que debemos asumir adultamente, con coraje y valentía. Es ese sentido de responsabilidad y nuestro coraje el que nos permite superar la angustia existencial y la inseguridad que siempre rodea y acecha nuestra vida, como vida de seres naturales, limitados, contingentes y sometidos a toda clase de amenazas. No obstante, bien sabemos que una cosa es decir que debemos asumir nuestra vida con total responsabilidad, y otra muy distinta es ser coherentes con esta soledad existencial en los momentos duros de nuestra vida. Es cierto. ahí probaremos la coherencia de nuestra inteligencia con nuestro coraje de creer de un modo adulto.

 Andrés Torres Queiruga ha abordado varias veces el tema de la Providencia. Muy recientemente lo ha hecho en la revista Iglesia Viva, en junio pasado, en su número 284 (pp. 28-48). Leer más…

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Dom 26.2.17. Nadie puede servir a dos señores. Dios y Mamona

Domingo, 26 de febrero de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 8, tiempo ordinario, ciclo A. Mt 6, 24-34. Este evangelio es muy largo, y consta de dos partes. La primera (Mt 6, 34) trata de Dios y Mamona. La segunda (6, 35-34) de Dios y la preocupación. Hoy comentaré la primera parte, en dos días la segunda.

El ídolo primero, opuesto a Dios, no es el placer desordenado, ni siquiera el mismo Diablo, como existencia separada, sino Mamona, la riqueza en sí, entendida como capital, sentido y meta de la vida. Mamona no es el dinero material, sino como signo y compendio de un sistema destructor (de violencia y muerte), que no está al servicio de la vida, sino de la opresión organizada que se opone a lo divino. Dios es gratuidad, Mamona interés; Dios libera, la Mamona esclaviza y destruye (oprime). Dios es comunión, gozo de vida compartida, la Mamona separa, divide, mata:

6, 24 Nadie puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro. O se apegará a uno y despre-ciará a otro. ¡No podéis servir a Dios y a Mamona!

imagessEste pasaje ha sido formulado con precisión, de un modo solemne, con principio general, explicación y aplicación.

El punto de partida se aclara desde paralelos judíos y paganos: Existen dos realidades (¡dos señores!) que nos marcan y llenan de tal forma que no pueden compartirse. Pero más valioso, aquel a quien la tradición llama «único» (pues el otro no es, sino que que hace no-ser), en clave de monoteísmo radical, es Dios (Dt 6, 4; cf. Lc 10, 42), un bien que todos pueden compartir, sin robarlo, ya que él se entrega a todos.

Aquello que no-es y destruye, pues nos lleva al «deseo de dominio violento y al enfrentamiento, en línea de poder y posesión, es el dinero absolutizado o Mamona, que puede interpretarse como capital supremo y pecado del hombre .. Buen fin de semana.

Dos señores enfrentados

Esta revelación del carácter antidivino (diabólico) de Mamona es quizá la aportación teológica fundamental del Q (cf. Lc 16, 13), recogida aquí por Mateo, en el centro del Sermón de la Montaña (Mt 6, 24), como objeto falso de “fe”, aquello en lo que el hombre confía, entregándole su vida. En ese contexto, no se puede hablar de un Diablo separado; el Diablo, Mal supremo, el Anti-Dios es la misma Mamona entendida como principio universal de muerte, que puede situarse en tres niveles.

‒ Dos servicios, dos señores… Hay un señor y servicio que esclaviza y destruye (cf. 20, 24-29). Los grandes de este mundo no liberan de verdad, no ayudan a ser, sino que se imponen y oprimen, por más bienes que en otro plano puedan conceder. En esa línea, servir al poder o al dinero termina destruyendo a ser humano. No le libera, le aniquila. Por el contrario, servir a Dios es vivir libertad, es madurar en la luz, es desarrollar la vida en plenitud. En este contexto se entiende la gran palabra de la alianza, cuando Dios mismo dice a los israelitas en el desierto: Pongo ante ti el bien y el mal, la muerte y la vida (Dt 30, 15). El hombre es un ser que puede destruirse a sí mismo .

— Plano personal. El hombre es un viviente creado para transcenderse, para vivir abierto a la gratuidad. En ese nivel se sitúa la apertura a Dios, que es la Vida en la que el hombre puede asentarse, trascenderse, encontrar su realidad. El hombre vive en gratuidad o se destruye a sí mismo en aquello que él desea. Como dice el mismo Juan de la Cruz: “Más vive el hombre donde ama que allí donde alienta (CB, 8, 3). Vive el hombre en el amor que le fundamenta, o se destruye a sí mismo. Desde ese fondo se entiende la Mamona como “deseo o pasión”, que se puede expresar en forma de avaricia: Tener para asegurarme en mi mismo, es el Capital Primero, principio de todo Pecado.

El hombre es un viviente de buenos deseos, pero cuando ellos se pervierten en forma de deseo supre-mo (voluntad y razón) de tenerlo todo (para mí, para mi grupo) a costa de los otros, surge la Mamona, que es el egoísmo pervertido: Asegurarme en algo externo a mí mismo, no en la gracia de la vida…aquello que la tradición de Pablo presenta como primer pecado (Col. 3, 5; Ef 5, 5; cf. Lc 12, 5).

‒ Plano económico-social (objetivo). Ese deseo-mamona se manifiesta en instituciones racionales (y pasionales) encarnadas en la Mamona, que es el “tesoro externo”, expresado en posesiones cada vez mayores, de cam-pos/casas o de bienes simbólicos, que se concretan en eso que actualmente se llama Capital (de cabeza), que desembocan en un tipo de Capitalismo. De esa manera lo que es bueno, la Biblia dice incluso muy bueno (árboles y campos, animales, comida y, sobre todo, otras personas) se convierte en lo muy malo.

La mamona, pecado de muerte

La Mamona es un pecado social, material, objetivado en cosas, tesoros materiales, armas para la gue-rra, oro, dinero, posesiones… La mamona se concreta, sobre todo, de un modo especial, en el dinero convertido en capital: Lo que es para mí en la cabeza de la que vivo, en el pensamiento del que pienso… Pensar y vivir sólo desde el capital que nos separa de los otros y de nuestro tesoro interior, y del mismo Dios. Esa es la gran destrucción.

‒ Plano religioso (intento de trascendencia). Tanto el deseo subjetivo como los bienes objetivos se “divinizan”, convirtiéndose en Dios, conforme a un proceso de idolatrización que han estudiado con rigor varios Padres de la Iglesia en el siglo IV. La Mamona se convierte de esa forma en el “Dios objetivado”, el único Señor que domina de verdad sobre la tierra .

Una parte considerable de la religión (entendida como idolatría) es el deseo de asegurar la vida en aquello que tenemos y que, al final, nos acaba teniendo, dominando. Ese Dios Mamona no es un poder irra-cional, como un Dios loco, sino que se presenta signo de una racionalidad muy atrayente, llena de reclamos, pero que nos termina oprimiendo. En general, la antropología filosófica de tipo griego había sido idealista, propia de hombres «ociosos» y ricos, que se hacían alimentar por sus siervos o esclavos. En contra de eso, la antropología bíblica ha sido y sigue siendo materialista: entiende al hombre desde la perspectiva de la gracia de Dios y, al mismo tiempo, por una inversión que es normal, desde el poder y riesgo del dinero.

Excurso. Dios y Mamona (Mt 6, 24)

En Mt 6, 24 culminan y se ratifican en los dos pasajes anteriores de Mateo: No atesoréis tesoros en la tierra (6, 19-20), no convirtáis vuestra luz en oscuridad (6,21-23). Sólo en ese contexto, retomando todo el argumento del Sermón de la Montaña, Mateo puede afirmar que lo opuesto a Dios es Mamona, cuando dice:¡No podéis servir a Dios y a Mamona! Éstos son sus riesgos principales.

‒ Caducidad que mata. Mamona es riqueza caduca, amenazada por el orín y la polilla. Dios hizo al hombre para la vida (para que busque eternidad, en comunión con los otros seres humanos), pero hombre tiende a cerrarse en una trama de muerte, que caracteriza y define todas las riquezas del mundo, incluidos ejércitos, imperios y sistemas económicos. Esta es la gran idolatría: vamos construyendo tesoros que el tiempo se en-carga de roer o apolillar, cayendo así en un tipo de ansiedad contradictoria, pues el deseo de asegurar nuestra vida en aquello que tenemos nos acaba haciendo esclavos de la muere.

‒ Envidia. Mamona es aquello que enciende el deseo de ladrones y competidores, suscitando así una guerra sin fin entre los que tienen y los que quieren tener. En este plano es imposible conseguir una paz externa, a no ser por dictadura de algunos (los triunfadores) o del sistema mismo que domina sobre todos. La desigualdad en el nivel de las posesiones materiales suscita siempre envidia: lo que uno posee crea en el otro un deseo de tenerlo o un rechazo que le lleva a destruirlo, de forma que surge y se expresa la gran antítesis teológica y social, antropológica y eclesial que ha puesto de relieve el evangelio. Leer más…

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Evangelio para tiempo de crisis: del agobio a la confianza. Domingo 8 TO. Ciclo A.

Domingo, 26 de febrero de 2017
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confiarDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de exponer la diferencia entre la actitud cristiana y la actitud legalista de los escribas (los dos domingos anteriores), el Sermón del Monte pasa a indicar la diferencia entre el cristiano y el fariseo con respecto a las obras de piedad (oración, limosna y ayuno). La liturgia ha omitido esta parte. Y también omite el comienzo de la tercera sección del discurso, donde se trata la diferencia entre el cristiano y el pagano con respecto a los bienes materiales.

La doble experiencia de que Jesús fue traicionado por dinero (Mt 26,14-16) y de que «la seducción de la riqueza ahoga la palabra de Dios y queda sin fruto» (Mt 13,22) hace que el primer evangelio trate con gran energía el tema de los bienes materiales, aunque sus expresiones resultan a veces demasiado concisas e incluso oscuras.

Siguiendo el hilo del discurso encontramos los siguientes temas: una exhortación inicial a poner el corazón en Dios, no en el dinero (Mt 6,19-21); una segunda exhortación a la generosidad (6,22-23); imposibilidad de compaginar el culto a Dios con el culto al dinero (6,24); exhortación a no agobiarse y a tener fe en la providencia (6,25-34).

La liturgia de este domingo se limita a los dos temas finales.

La gran alternativa

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
‒ Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

«No tendrás otros dioses frente a mí», ordena el primer mandamiento. «No podéis servir a Yahvé y a Baal», dice el profeta Elías a los israelitas en el monte Carmelo. La formulación tan parecida del evangelio demuestra que las palabras de Jesús se insertan en la línea de la lucha contra la idolatría. Al principio, los israelitas pensaban que los únicos rivales de Dios eran los dioses de los pueblos vecinos (Baal, Astarté, Marduk, etc.). Los profetas les hicieron caer en la cuenta de que los rivales de Dios pueden darse en cualquier terreno, incluido el económico. Para Jesús, la riqueza puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría.

Naturalmente, ninguno de nosotros va a un banco o una caja de ahorros a rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero podemos estar cayendo en la idola­tría del dinero. Según la Biblia, al dinero se le da culto de tres formas:

1) Mediante la injusticia directa (robo, fraude, asesinato). El dinero se convierte en el bien absoluto, un dios por encima de Dios, del prójimo, y de uno mismo.

2) Mediante la injusticia indirecta, el egoísmo, que no daña directamente al prójimo, pero hace que nos despreocupemos de él (recordar la parábola del rico y Lázaro: Lc 16,19-31).

3) Mediante el agobio por los bienes de este mundo, que nos hace perder la fe en la Providencia. A este tema, fundamental para la mayoría de los cristianos, dedica san Mateo el apartado más extenso de esta sección del discurso.

Del agobio a la fe en la Providencia

Por eso os digo:

No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.

Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Seis veces aparece en este breve párrafo el verbo «agobiarse». No habla Jesús de cualquier tipo de agobio, sino del provocado por las necesidades materiales de la comida y el vestido. En ambos casos hace referencia a imágenes cotidianas (Dios alimenta a los pájaros y viste espléndidamente a los lirios) para infundir fe en la Providencia. Pero en medio y al final incluye unas reflexiones más bien irónicas: «por más que te agobies no vas a vivir un año más», y «no te agobies, que ya se encargará la vida de agobiarte».

Algunos consideran este pasaje es el más utópico y alienante del evangelio, contrario a toda experiencia y al sentido común. Pero hay que ponerse en el punto de vista de Jesús, que se mueve en dos coordenadas muy distintas a las nuestras: una profunda fe en Dios y un despego absoluto con respecto a los bienes de este mundo. Al ponernos como modelos a los pájaros y a los lirios nos está hablando de seres que simplemente subsisten, no acumulan casas, fincas, joyas, tesoros. Para Jesús, basta con subsistir, con tener «el pan nuestro de cada día». Y está convencido de que Dios lo dará. (Los pobres, o las personas que han pasado en algunos momentos de su vida grandes necesida­des, entienden esto mucho mejor que los que se limitan a discutir el problema).

Por otra parte, este texto sobre la Providencia se puede entender muy bien aplicando la teoría marxista de los objetivos a corto y largo plazo. Según el marxismo, el objetivo importante es a largo plazo (la dictadura del proletariado); los objetivos a corto plazo (reivindicaciones salariales, aumento del nivel de vida, etc.) pueden convertirse en una trampa para la clase obrera, que terminaría aburguesada y le haría renunciar al objetivo primordial.

Jesús, con una perspectiva humana y religiosa, adopta la misma postura. Lo importante es «el reino de Dios y su justicia», esa sociedad perfecta que debemos anticipar los cristianos en la medida de lo posible. Dentro de ella no tienen cabida las desigualdades hirientes ni la injusticia, el que hermanos nuestros mueran de hambre o pasen terribles necesidades mientras a otros nos sobran cantidad de bienes. Pero, si nos preocupamos sólo de la comida y del vestido, de las necesidades primarias, renunciaremos a buscar el Reinado de Dios. En cambio, si nos esforzamos ante todo por el Reinado de Dios, «todo eso (la comida, el vestido) se os dará por añadidura».

Para evitar una concepción alienante de la Providencia es útil recordar cómo la entendió la Iglesia primiti­va:

1) En primer lugar, no excluye el trabajo. A los cristianos de Tesalónica les dice Pablo claramente: «El que no trabaja, que no coma» (2 Tes 3,10).

2) Cuando alguien pasa necesidad, los demás no piden a Dios que le ayuden; lo ayudan ellos. Es lo que hicieron los cristianos de Grecia con los de Jerusalén (2 Cor 8-9).

La Providencia de los demás somos nosotros. Lo malo es cuando nuestro egoísmo impide a muchas personas creer en la Providencia. En ese caso deberíamos aplicarnos las palabras de san Pablo: «Por vuestra culpa blasfeman de Dios».

En resumen, todo el mensaje de Jesús se sintetiza en dos princi­pios básicos: a) el valor relativo de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y de su reinado; b) el valor absoluto de la persona necesitada, que exige de nosotros una postura de generosidad.

La preocupación maternal de Dios

Sión decía:

«Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.»

¿Es que puede una madre olvidarse, de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

El evangelio, para inculcar la fe en la Providencia habla de Dios como un padre que se preocupa de sus criaturas. La brevísima primera lectura usa una imagen más expresiva aún: Dios como madre, incapaz de olvidarse del hijo de sus entrañas.

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Domingo VIII. 25 Febrero, 2017

Domingo, 26 de febrero de 2017
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domingo-viii-to

“Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana; porque el mañana traerá su propio agobio.”

(Mt 6, 24-34)

La pregunta que nos lanza este evangelio es: ¿a quién queréis servir? ¿a Dios? ¿al dinero?.

Ambos caminos son exigentes pero completamente diferentes y la meta muy distinta. Lo que no tiene sentido es tratar de recorrer los dos caminos. No se puede. Hay que elegir.

Servir a Dios nos libera de nuestro egocentrismo. Nos libera de tener que estar agobiadas. Cuando nos ponemos a nosotras mismas en el centro, el agobio brota espontáneamente.

Cuando nuestra lucha se hace más altruista muchas cosas dejan de ser necesarias.

Si vivimos en el momento presente, en el hoy, es más fácil soltar amarras. ¡Cuántas cosas dejamos de hacer engañadas por un futuro que no es nuestro!

Lo que de verdad tenemos es el ahora. Y lo que vivamos ahora es lo que cuenta y lo que construye nuestro mañana. Da pena ver a tantas parejas jóvenes que no se atreven a comprometerse pensando en el mañana. O matrimonios que dejan para más tarde el tener hijos. Pensando que primero tienen que disfrutar la vida… Es extraño que no piensen en disfrutar la vida con sus hijos si su proyecto es formar una familia.

También es triste ver personas dejando pasar los años sin atreverse a responder a su vocación religiosa. El “después” no está en los planes de Dios (“Déjame primero…” Lc 9, 59).

Cuando pensamos primero en disfrutar y luego lo que venga, estamos sirviendo a otros dioses y señores. El Dios de la vida irrumpe en el presente y lo transforma inmediatamente. Por eso si elegimos servir a Dios tiene que ser ahora.

Oración

Trinidad Santa, enséñanos a vivir en el presente. Enséñanos a vivirTE en el presente.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sé cigarra y hormiga a la vez, trabaja y canta

Domingo, 26 de febrero de 2017
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cigarrahormiga-peMt 6, 24-34

Es muy probable que esta idea de vivir sin preocupaciones por el mañana, surgiera en la primera comunidad como consecuencia de una convicción de la inmediata llegada del fin. Si la parusía iba a llegar hoy, no tenía mucho sentido preocuparse por el mañana. Este ambiente parece que fue generalizado, pero debió durar muy poco, porque Pablo ya decía a una comunidad (2 Tes 3,10) “el que no trabaja, que no coma”.

Lo que nos pide Jesús es un equilibrio entre lo material y lo espiritual, muy difícil de conseguir. Se puede pecar por los dos extremos. Podemos estar volcados sobre lo material buscando solo asegurar la vida biológica y olvidarnos de que somos mucho más que simple biología. O por otra parte, despreocuparnos completamente de procurar lo que es imprescindible para la vida, que tengo obligación de mantener.

No puede pedirnos que nos despreocupemos de las cosas materiales sino que no nos agobiemos por satisfacer esas necesidades. Tenemos obligación de procurar lo necesario para la vida, pero sin poner el objetivo de la existencia en ello. Comer para vivir y no vivir para comer. Es decir, preocuparme por satisfacer las necesidades de mi cuerpo, pero no quedarme simplemente en eso, sino buscar mi plenitud como persona.

Debemos tomar conciencia, como Jesús, de que las exigencias de mi verdadero ser están por delante de todas las exigencias biológicas y psicológicas. Mientras no descubra mi verdadero ser y sus exigencias, será inútil que me dedique a hacer programaciones extrañas o a renunciar artificialmente y violentándome, a lo que sigo pensando que es lo más importante para mí. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.

El espectacular desarrollo del cerebro permite al hombre conseguir, con mayor facilidad que los animales, lo necesario para mantener la salud; de este modo, puede emplear tiempo y energías para desarrollar su humanidad. Este crecimiento espiritual es su verdadero objetivo. Si olvida esta posibilidad y se encierra en su animalidad, por mucho placer que pueda proporcionarle, se quedará sin alcanzar su verdadera meta.

Una vez que me he acostumbrado a buscar el placer sensorial, cada vez que prive a un sentido o instinto de ese placer, el organismo responderá causando dolor. Superar ese dolor es imprescindible si quiero llegar a una plenitud humana. La única manera de superarlo es tener claro cual es mi verdadero objetivo y descubrir las ventajas de ese esfuerzo que me traerá otra clase de satisfacciones mucho más profundas y humanas.

No podéis servir a Dios y al dinero. “Mammona” era el dios dinero. Se trata de un servicio de adoración y sumisión. No está haciendo la comparación de una cosa y Dios, sino la contraposición entre dos dioses. La traducción que mejor reflejaría el texto griego podría ser: no podéis servir al dios Mammon y al verdadero Dios. No quiere decir que usar el dinero sea idolatría. Lo que nos destroza es convertirnos en esclavos del dinero.

Servir a Dios no significa machacarse en aras de un ser superior que me exige pleitesía y vasallaje. Así lo entendieron los humanos durante milenios. Se trata de llegar al máximo posible de mi plenitud. Dios no puede querer de mí nada para Él. No se trata de sacrificarse, sino de descubrir que es lo mejor para mí sin caer en la trampa de conformarme con una vida puramente animal, por placentera que sea.

Mirad las aves, mirad los lirios. Este lenguaje idílico puede despistarnos. La comparación está hecha desde la idea mítica de un dios, que influye puntualmente en todos los acontecimientos materiales. Hoy sabemos que Dios no nos va a dar de comer. No somos lirios. Tenemos obligación de “ocuparnos” de las necesidades que nuestra biología exige. No somos pájaros. Tenemos la obligación de buscarnos el sustento.

Hoy podemos darle un nuevo sentido al texto tomando conciencia de que la tierra produce alimento para todos. Si la comida no llega a todos, o es porque no se busca con ahínco o es porque alguno la acapara. En el caso del hombre tiene además la inteligencia necesaria para producirla, aunque también tiene el egoísmo de no dejar que llegue a los demás; o de no hacer lo necesario para que llegue a todos.

Con frecuencia se ha predicado una engañosa confianza en Dios, esperando de Él todo lo que necesitamos aún en los aspectos más peregrinos. De muchos santos se ha alabado esta confianza en Dios. Incluso se ha sugerido que esa era la auténtica confianza. El dejar en manos de Dios el satisfacer mis necesidades biológicas es una falta de responsabilidad, y si en alguna ocasión se ha interpretado que Dios accedía a esas necesidades, no es más que una mala interpretación de los acontecimientos.

No estéis agobiados pensando qué vais a comer o qué vais a vestir. Cinco veces se repite la palabra “agobio” en el texto. La importancia de este mensaje estriba en que, entre todas las necesidades biológicas, las más perentorias para un ser humano son la comida y el vestido. Si las necesidades urgentes no nos tienen que preocupar en exceso, mucho menos todas las restantes que no llegan a tener esa urgencia.

Buscar primero el Reino de Dios. El Reino no es nada externo que viene de fuera, ni nada que afecte a mi aspecto biológico. El Reino es Dios mismo como fundamento inquebrantable de mi ser. Todo lo demás no afecta a lo que realmente soy. Lo consiga o no lo consiga, mi verdadero yo no quedará afectado para nada. Aunque me falte la comida hasta morir de hambre, puedo seguir en mi plenitud de humanidad.

A cada día le basta su afán. Vivir el presente es la única manera de escapar a las tenazas del ego, siempre intentando hacernos ver que si no lo potenciamos quedaremos sin consistencia. Todos los agobios proceden del falso yo, que pretende acaparar la atención y no deja espacio para descubrir lo que somos realmente.

Dios ni es providente ni es tapa-agujeros. Dios está en todos, dejando a todos, ser. Dios no tiene posibilidad de hacer y deshacer el mundo material. Este mundo tiene sus propias leyes que unas veces son favorables y otras desfavorables para nuestra biología. Tenemos inteligencia para aprovecharnos de las favorables y para prever y defendernos de las desfavorables. Lo que tendríamos que lograr es una responsabilidad global para que todos pudieran comer y vestir para poder vivir.

Meditación-contemplación

Somos mucho más que lirios o gorriones.
Ellos colman su existencia desplegando su biología.
En nosotros la biología es necesaria, pero no es lo importante.
Si eres un ser humano, tu plenitud estará en lo humano.
Tienes que ocuparte y preocuparte de tu biología,
pero debes ir más allá de un perfecto estado biológico.
Lo espiritual sería imposible sin lo biológico.
Lo biológico cobra pleno sentido si se ordena a lo espiritual.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¡Qué descanso!

Domingo, 26 de febrero de 2017
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2345Mt 6, 24-34

Mira que el Señor lo dijo claro: “no andéis agobiados”; pero nada… caemos una y otra vez en las mismas dinámicas (hacer y hacer), en los mismos miedos (la muerte y la enfermedad siempre están al acecho), en las mismas angustias (¿qué pasará mañana?), como si el bien-estar dependiera únicamente de nosotros, y nuestra vida y la de los otros también. Sin embargo, ¿quién de vosotros a fuerza de agobiarse podrá añadir una hora al tiempo de su vida? (v.27).

Lo cierto es que no son meras fantasías. Basta con echar una mirada al mundo para ver que hay motivos para preocuparse. Porque por mucho que se nos diga, parece que no siempre se cumple eso de que “Dios proveerá” y hay que esperar al final de los tiempos para que todo salga bien. Personas con nombre y apellido que no tienen alimento, otros tantos que se quedan sin trabajo, millones de desplazados… La lista de desgracias humanas es interminable. ¿Qué significa entonces que Dios provee, es decir, que nos da lo necesario para la subsistencia?

Que Él es nuestro mejor apoyo. Que nunca nos va a abandonar; siempre está con nosotros. Y despreciar una ayuda así sería de locos. En los momentos difíciles lo más valioso son las personas que saben acompañar sin molestar. El Señor pertenece a ese grupo de fieles inasequibles al desaliento. Tener a Dios de nuestra parte nos da un empuje infinito.

Que nos indica el camino de la comunión, donde nadie se queda fuera y todos participan de las riquezas del mundo. En su plan todos están invitados al banquete donde se alienta el compartir que genera abundancia (lo que sucedió en la multiplicación de los panes y los peces fue incontestable). La injusticia es absolutamente contraria a Dios.

Que debemos invertir el tiempo en bienes que no tengan fecha de caducidad, en cosas que realmente merezcan la pena. Las que llevan la marca de la eternidad, las del reino de Dios (porque dejan huella, y tarde o temprano fructificarán).

En el fondo se trata de tener bien ordenadas las prioridades. Lo dice claramente el Señor al final del texto: Buscad el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura (v. 33). Es decir, que solo hay un Absoluto que debe unificar nuestro deseo, por el que debemos estar dispuestos a todo. ¡Qué descanso saber que Dios, a su modo, se ocupa del resto!

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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“El futuro de la Iglesia”, por José Mª Castillo

Sábado, 4 de febrero de 2017
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sacerdote02De su blog Teología sin Censura:

Tal como se han puesto las cosas, en el momento que vivimos, el futuro de la Iglesia da que pensar. Porque produce la impresión de que la Iglesia, tal como está organizada y tal como funciona, tiene cada día menos presencia en la sociedad, menos influjo en la vida de la gente y, por tanto, un futuro bastante problemático y demasiado incierto.

Cada día hay menos sacerdotes, cada semana nos enteramos de conventos que se cierran para convertirlos en hoteles, residencias o monumentos medio arruinados. El descenso creciente en las prácticas sacramentales es alarmante. Más de la mitad de las parroquias católicas de todo el mundo no tienen párroco o lo tienen nominalmente, pero no de hecho.

Hace pocos días, el papa Francisco decía en una entrevista: “El clericalismo es el peor mal de la Iglesia, que el pastor se vuelva un funcionario”. Y es verdad que hay curas, que se metieron en un seminario o se fueron a un convento, porque no querían pasarse la vida siendo unos “nadies” que no pintan nada en la vida. Esto sucede así, más de lo que imaginamos.

Pero, aunque se trate de personas generosas y decentes, ¿cómo no van a terminar siendo meros “funcionarios” unos individuos, que, para cumplir con sus obligaciones, tienen que ir de un lado para otro, siempre de prisa, sin poder atender sosegadamente a nadie? Y conste que me limito a recordar sólo esta causa de que en la Iglesia haya tantos “clérigos funcionarios”. No quiero ahondar en la raíz profunda del problema, que no es otra que la cantidad de individuos que se hacen curas porque, en el fondo, lo que quieren es tener un nivel de vida, una dignidad o una categoría, que no se corresponden ni con el proyecto de vida que nos presenta el Evangelio, ni con lo que de ellos espera y necesita la Iglesia.

Además – y esto es lo más importante -, ¿es la Iglesia una mera empresa de “servicios religiosos”? ¿cómo puede ser eso la Iglesia, si es que pretende mantener vivo el recuerdo de Jesús de Nazaret, que fue asesinado por los hombres del sacerdocio y del templo, los más estrictos representantes de los “servicios religiosos”?

Ya sé que estas preguntas nos enfrentan a un problema, que la teología cristiana no tiene resuelto. Pero hay cosas, que la Iglesia tuvo muy claras, en tiempos ya lejanos, y que hoy nos vendría muy bien recuperar. Me refiero en concreto a dos asuntos capitales: la “vocación” al ministerio pastoral y la “perpetuidad” de dicho ministerio.

La vocación. Se entiende por “vocación” un “llamamiento”, una llamada. Por eso decimos que se va al seminario o entra en el noviciado el que se siente “llamado” para eso. Pero llamado, ¿por quién? Desde hace siglos, se viene diciendo que el obispo “ordena de sacerdote” al que es “llamado por Dios”. Pero es claro que a cualquiera se le ocurre preguntarse: ¿y por qué será que ahora a Dios se le ocurre llamar a menos gente precisamente en los países más necesitados de buenos párrocos, teólogos, etc? No. Eso de que la vocación es la llamada de Dios, eso no hay quien se lo crea en estos tiempos. ¿Entonces…?

El mejor historiador de la teología de la Iglesia, Y. Congar, publicó en 1966 un memorable estudio (“Rev.Sc.Phil. ey Théol. 50, 169-197) documentado hasta el último detalle, en el que quedó demostrado que la Iglesia, desde sus orígenes hasta el s. XIII, no ordenaba (de sacerdote o de obispo) al que quería ser ordenado y alcanzar la dignidad que eso lleva consigo, sino al que no quería. La vocación no se veía como un llamamiento de Dios, sino de la comunidad cristiana, que era la que elegía y designaba al que la asamblea consideraba como el más capacitado para el cargo. Es lo que se venía haciendo en las primeras “iglesias” ya desde la misión de Pablo y Bernabé, que elegían “votando a mano alzada” (“cheirotonésantes”) (Hech 14, 23) a los ministros de cada comunidad.

¿No ha llegado todavía la hora de ir modificando la actual legislación canónica, para recuperar las sorprendentes intuiciones organizativas que vivió la Iglesia en sus orígenes?

La perpetuidad. Desde la tardía Edad Media, se viene repitiendo en teología que el sacramento del orden “imprime carácter”, un “signo espiritual e indeleble”, que marca al sujeto para siempre (Trendo, ses. VII, can. 9. DH 1609). El concilio no pretendió, en este caso, definir una “doctrina o dogma de fe”. Porque el tema del “carácter” fue introducido en teología por los escolásticos del s. XII. Y, en definitiva, lo único que se veía como seguro es que hay tres sacramentos, bautismo, confirmación y orden, que solo se pueden administrar una vez en la vida, es decir, son irrepetibles, como indica el citado canon de Trento.

Lo importante aquí está en saber que, durante el primer milenio, la Iglesia enseñó y practicó de manera insistente lo que repitieron y exigieron los concilios y sínodos de toda Europa. A saber: los clérigos, incluidos los obispos, que cometían determinadas faltas o escándalos (que detallaban los concilios), eran expulsados del clero, se les privaba del ministerio, perdían los poderes que les había conferido la ordenación sacerdotal y, en consecuencia, quedaban reducidos a la condición de laicos.

Este criterio se repitió tantas veces, durante más de diez siglos, que la Iglesia se comportaba, en aquellos tiempos, como cualquier otra institución que se propone ser ejemplar. Los responsables, que no son ejemplares, no son trasladados a otra ciudad o se les encierra en un convento. Se les pone de patas en la calle. Y que se busquen la vida, como cualquier otro funcionario, que no cumple con sus obligaciones.

Si la Iglesia quiere en serio acabar con los clérigos funcionarios y con los clérigos escandalosos no puede depender de los jueces y tribunales civiles. Tiene que ser la misma Iglesia la que les quite la llamada “dignidad sacerdotal” a los “trepas”, a los “vividores”, a los “aprovechados”, que se sirven de la fe en Dios, del recuerdo de Jesús y su Evangelio, para disfrutar de un respeto o de una dignidad que, en realidad, ni tienen, ni merecen.

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No sé dónde voy

Miércoles, 25 de enero de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

je-ne-sais-pas-ou-je-vais

No sé dónde voy, oh esto lo he sabido siempre
Pero si lo supiera, creo que no iría

Hoy te quiero, sí pero mañana, nunca podemos estar seguros de nada
Vamos siempre solos por el camino, yo continúo cueste lo que cueste

Y luego un camino cruza otro y luego otro y otro
Con tal de que el tuyo, oh mi amor, cruce el mío cada día

No sé dónde voy, oh esto lo he sabido siempre
Pero si lo supiera, creo que no iría

No sé dónde voy, oh esto lo he sabido siempre
Pero si lo supiera, creo que no iría

Y sí soy una cigarra, te inquieto hormiga no cruje la losa
La música es un buen medio devida, dondequiera que esté, no me  falta de nada

Canto siempre carraspeando, para brindar, para conversar
Me duermo donde tengo sueño y paso el verano al sol

No sé dónde voy, oh esto lo he sabido siempre
Pero si lo supiera, creo que no iría

Un día aquí, el otro allá,  la SNCF no me tendrá
Y tú que tienes sólo una única dirección, oh pobre, si tú quieres, te dejo

Pero intercambio justo, si quieres alojarme
Bien seré bienvenido, bien seremos bienvenidos

No sé dónde voy, oh esto lo he sabido siempre
Pero si lo supiera, creo que no iría

*

Letra y música: La rue Kétanou

Fuente Foto: Photo de Devin Mitchell, Photographe

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¿Por dónde pasa el futuro del Cristianismo?

Sábado, 31 de diciembre de 2016
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cristianismo-rosario-41230-1El Papa Francisco tiene un mérito innegable: sacó a la Iglesia Católica de una profunda desmoralización debida a los delitos de pedofilia que afectaron a cientos de eclesiásticos. Después desenmascaró los crímenes financieros del Banco del Vaticano, que involucraban a monseñores y a gente de las finanzas italianas.

Pero principalmente dio otro sentido a la Iglesia, no como una fortaleza cerrada contra los “peligros” de la modernidad, sino como un hospital de campaña que atiende a todos los necesitados o en busca de un sentido de vida. Este Papa acuñó la frase “una Iglesia en salida” en dirección a los demás y no a sí misma, autofinalizándose.

Los datos revelan que el cristianismo es hoy una religión del Tercero y Cuarto Mundo. El 25% de los católicos viven en Europa, el 52% en América y los demás en el resto del mundo. Esto significa que, terminado el ciclo occidental, el cristianismo vivirá en su etapa planetaria una presencia más densa en algunas partes del mundo hoy consideradas periféricas.

Sólo tendrá un significado universal con dos condiciones.

La primera, si todas las iglesias se entienden cómo el movimiento de Jesús, se reconocen mutuamente como portadoras de su mensaje sin que ninguna de ellas pretenda reclamar exclusividad sino en diálogo con las religiones del mundo, valorándolas como caminos espirituales habitados y animados por el Espíritu. Sólo entonces habrá paz religiosa, una de las condiciones importantes para la paz política. Todas las iglesias y las religiones deben estar al servicio de la vida y de la justicia para los pobres y para el Gran Pobre que es el planeta Tierra, contra el cual el proceso industrial lleva a cabo una verdadera guerra total.

La segunda condición es que el cristianismo relativice sus instituciones de carácter occidental y se atreva a reinventarse partir de la vida y la práctica del Jesús histórico con su mensaje de un reino de justicia y de amor universal, en una total apertura a lo trascendente. Mantener el canon actual puede condenar al cristianismo a transformarse en una secta religiosa.

Según la mejor exégesis contemporánea, el proyecto original de Jesús se resume en el Padre Nuestro. En él se afirman las dos hambres del ser humano: el hambre de Dios y el hambre de pan. El Padre Nuestro enfatiza el impulso hacia lo Alto. Solamente uniendo el Padre Nuestro con el Pan Nuestro se puede decir Amén y sentirse en la tradición del Jesús histórico. Él puso en marcha un sueño, el Reino de Dios, cuya esencia se encuentra en los dos polos, en el Padre Nuestro y en el Pan Nuestro Pan Diario vividos en el espíritu de las bienaventuranzas.

Esto implica para el cristianismo la audacia de desoccidentalizarse desmachicizarse, despatriarcalizarse y organizarse en redes de comunidades que se acogen recíprocamente y se encarnan en las culturas locales y forman juntas el gran camino espiritual cristiano que se suma a los otros caminos espirituales y religiosos de la humanidad.

Realizados estos supuestos, en la actualidad se presentan a las iglesias y al cristianismo cuatro retos fundamentales.

El primero es salvaguardar la Casa Común y el sistema de vida amenazados por la crisis ecológica generalizada y el calentamiento global. No es imposible una catástrofe ecológico-social que diezmará la vida de gran parte de la humanidad. La pregunta ya no es qué futuro tendrá el cristianismo, sino cómo ayudará a asegurar el futuro de la vida y biocapacidad de la Madre Tierra. Ella no nos necesita. Nosotros sí la necesitamos.

El segundo reto es cómo mantener a la humanidad unida. Los niveles de acumulación de riqueza material en muy pocas manos (el 1% controla la mayoría de la riqueza del mundo) pueden dividir a la humanidad en dos partes: los que gozan de todos los beneficios de la tecnociencia y los condenados a la exclusión, sin esperanzas de vida o incluso siendo considerados subhumanos. Es importante afirmar que tenemos una sola Casa Común y que todos somos hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios.

El tercer desafío es la promoción de la cultura de la paz. Las guerras, el fundamentalismo político y la intolerancia frente a las diferencias culturales y religiosas pueden llevar a niveles de violencia de alto poder destructivo. Eventualmente pueden degenerar en guerras mortales con armas químicas, biológicas y nucleares.

El cuarto desafío se refiere a América Latina: la encarnación en las culturas indígenas y afroamericanas. Después de haber casi exterminado las grandes culturas originales y esclavizado a millones de africanos, es necesario trabajar para ayudarles a rehacerse biológicamente, a rescatar su sabiduría ancestral y a ver reconocidas sus religiones como formas de comunicación con Dios. Para la fe cristiana el reto consiste en animarles a hacer su síntesis con el fin de dar lugar a un cristianismo original, sincrético, africano-indígena-latino-brasilero.

La misión de las iglesias, de las religiones y de los caminos espirituales es alimentar la llama interior de la presencia de lo Sagrado y lo Divino (expresado en millares de nombres) en el corazón de cada persona.

El cristianismo, en la fase planetaria y unificada de la Tierra, posiblemente se constituirá en una inmensa red de comunidades, encarnadas en las diferentes culturas, dando testimonio de la alegría del Evangelio que promueve ya en este mundo una vida justa y solidaria, especialmente para los más marginados, que se completará en la culminación de la historia.

En la actualidad, nos corresponde a nosotros a vivir la comensalidad entre todos, símbolo anticipador de la humanidad reconciliada, celebrando los buenos frutos de la Madre Tierra. ¿No era esta la metáfora de Jesús cuando hablaba del Reino de vida, de justicia y de amor?

Leonardo Boff

Fuente Koinonía

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Pasado y futuro

Martes, 27 de septiembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010)

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“Dios de misericordia,

Tú entierras nuestro pasado en el corazón de Cristo

y te ocuparás de nuestro futuro .

*

Frère Roger de Taizé,

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Pasado, presente y futuro. Domingo 4º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 26 de abril de 2015
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buenpastor6Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.

No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de Jesús (1 lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo de Jesús y de nosotros.

Pasado y presente de Jesús (Hechos de los apóstoles 4,8-12)

                Se supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro pronuncia un discurso en el que atribuye la curación Jesús (este discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:

En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo:

-«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

                Para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Sólo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al lisiado, y el único que puede salvarnos a todos nosotros.

Presente y futuro del cristiano (1ª carta de Juan 3, 1-2)

Queridos hermanos:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

                La 1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, nuestra semejanza nuestra con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos un deportista famoso o un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros.

Pasado y futuro de Jesús (evangelio de Juan 10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

                La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que hay un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros.

Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.

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Presencia

Viernes, 23 de enero de 2015
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Del blog À Corps… à Coeur:

lzessufo*

“La desgracia de todo hombre de ideas, es decir, de ambición, es no vivir nunca en el presente. No lo disfruta, no lo saborea, lo atraviesa sin cesar y lo salta. Vive sin cesar hacia adelante, aspirando el futuro.”

*

Edmundo y Jules de Goncourt

***

 

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Adviento, Puerta de futuro (30.11.14): Despertad, han pasado las bestias

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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DHRYTDel blog de Xabier Pikaza:

Mc 13, 33-36. El domingo pasado terminaba el año litúrgico 2014 con una llamada de juicio y vigilancia. Empieza hoy el nuevo año 2015 con otra llamada, pero no de juicio sino de esperanza: Despertaos .

Por esperanza vivimos, pues si no fuera así nos habríamos matado hace milenios. Hemos vivido y seguimos avanzando sobre un abismo de amenazas,pero tenemos que despertar un año más y superar las tempestades, como puede evocar esa puerta sobre la playa del poniente, en As Catedrais, Ribadeo.

Ha pasado el tiempo de las tres bestias

1. El año 1848 lanzaron Marx y Engels su Manifiesto Comunista, anunciando que un gran fantasma recorre ya los caminos de Europa, y avanza imparable sobre el mundo, el fantasma comunista. Casi doscientos años han pasado y el fantasma con sus rasgos visionarios verdaderos no ha logrado no logra tomar un rostro humano, en plenitud y justicia. El “fantasma rojo” del comunismo (1ª Bestia)sigue aleteando en diversos lugares, pero no logra dar un sentido a la historia.

2. El año 1933 (27.5) proclamó Heidegger, en el discurso rectoral de Freiburg i.B., su ploclama platónico-nazi, diciendo que había que estar decididos” (con Entschlossenheit), en medio de la gran tormenta, citando y deformando una gran frase de Platón, (República, 497 d,9).«Todo lo grande está en medio de la tempestad» («Alles Grosse steht in Sturm»). La suya, no la de Platón, era la Sturm o tormenta (Sturm und Drang: Asalto e ímpetu) de las Fuerzas de Asalto del Nazismo, que intentaba recrear el universo mundo partiendo de los arios alemanes, los “animales rubios” de la historia (2ª Bestia). Han pasado cien años, y la decepción de esa “filosofía” sigue siendo más grande que nunca.

3. En tono ya muy menor, con rasgos de cinismo narcisista, el año 1992, F. Fukuyama proclamaba por fin la llegada del “último hombre”, con el fin de la historia (The End of History and the Last Man). Tras la impotencia del comunismo y la tragedia del nazismo había llegado ya el hombre definitivo, capitalista y liberal, al servicio de un mercado controlado por una élite de especuladores encabezados por la bestia blanca del Gran CVapital y sus aliados. Casi veinticinco años han pasado. La injusticia y ruindad de ese programa es más evidente que nunca.

Despertaos

Pues bien, tras esas tres bestias, dignas del Apocalipsis de Juan (donde hay también 3 o 4 avanzando por la historia), podemos detenernos una vez más y escuchar la palabra de la llegada (el Adviento) del Hombre de Dios, conforme a la esperanza profética, recreada por Jesús, de manera que podemos y debemos despertar. Es el tiempo de la gran palabra: Despertaos.

Empieza así otra vez el Adviento y vamos a celebrar de nuevo la esperanza, marcada por la Venida de Dios en quien creemos, Dios del sol y de la tarde huidiza sobre el agua de la vida. Así lo proclama este evangelio, que extiende ante nosotros una vía de esperanza. La palabra de este tiempo es “velad”, es decir, despertaos (agrhypneite: salid del sueño), mantened vuestra esperanza ante la llegado del Hombre Nuevo, no dejéis que el miedo o el sueño os domine. Buen día a todos, buen Adviento. Llega Dios, es decir, llegamos nosotros mismos.

Texto litúrgico ampliado: Mc 13, 28-36

No me quiero limitar al texto reducido de la liturgia (Mc 13, 33-36). Prefiero verlo en su entorno (Mc 13, 28-26), mirado desde todo Mc 13, el más duro y más consolador de todos los textos de esperanza cristiana, un pasaje lleno de guerras y enfrentamientos, de hambres y terrores, pero también de caminos abiertos y presencias activas.

Este capítulo recoge la palabra que Jesús dirigió a sus cuatro discípulos primeros (Pedro y Andrés, Santiago y Juan), sobre el Monte de los Olivos, abriendo sus ojos, para que vieran el misterio de los tiempos (cf. Mc 13, 3-4).

(El material de este comentario lo tomo de mi Evangelio de Marcos, Verbo Divino, Estella 2010)

a. (Está a las puertas)….

28 Fijaos en lo que sucede con la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

b. (En esta generación, ya ha llegado)

30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

b’ (Ni Cristo sabe, ni lo sabe el Hijo)

32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

a’ (despertad)

¡Cuidado! Despertaos (agrhypneite: salid del sueño), porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!

Éste es el final del final

El evangelio de Marcos ha dicho lo importante sobre la crisis de los tiempos, con la llegada del Hijo del Hombre, es decir, de la humanidad verdadera (Mc 13,24-27). Pero a fin de completar ese mensaje (¡viene el Hijo del Hombre!) en forma positiva, en clave de advertencia eclesial, este pasaje recoge dos palabras distintas complementarias.

Este mensaje tiene dos elementos, lo mismo que la gran palabra de Mc 1, 14-15 (convertíos…). (a) Por un lado la certeza de que hay Dios, y Dios mismo nos despierta, desde dentro, para que podamos asumir nuestra más honda realidad de humanos/divinos. (b) Por otro lado la exigencia de que nosotros mismos salgamos del sueño en que estamos hundidos, un sueño de fantasías (Marx), de violencias (Heidegger), de impotencias aprovechadas por los “listos de turno” (Fukuyama).

Esta es nuestra definición más honda: Somos seres que podemos despertar…

— (b) Todas estas cosas han de suceder en esta generación (13, 30). Ésta es una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico: en esta misma generación (en este tiempo que es el nuestro) se cumple ya todo. Estamos al fin de los tiempos, ante la Hora decisivo. El Evangelio de Marcos dirige esta palabra de Jesús a los lectores/oyentes de su evangelio. Ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas. Leer más…

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Un día en el cielo

Jueves, 9 de octubre de 2014
Comentarios desactivados en Un día en el cielo

Del blog Pays de Zabulon:

toute-la-vie

 

– Estoy muy a gusto aquí, contigo.
Me quedaría toda la vida

– No es posible …

– ¿Por qué?

– Porque la vida nos separará …
Un día, tal vez, nos reuniremos en el cielo. Será maravilloso.

– Sí, maravilloso.

*

Zabulon

*

(Fuente foto: http://raven2514.tumblr.com via chlopak-z-marzeniami-gay, via boyzwhat)

***

 

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Recordatorio

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