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¿Qué más quieres?

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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vina-1Mt 20, 1-16

La parábola de este domingo es de esas que escuecen, de las que, a medida que avanza la narración, vamos descubriendo que el personaje menos amable –el que deja entrever su envidia y un concepto poco caritativo de la justicia– se parece más a nosotros de lo que nos gustaría. Aceptar que todos los obreros contratados por el propietario de la viña terminan cobrando lo mismo a pesar de que cada uno invierte diferente número de horas y, por tanto, un esfuerzo desigual, resulta difícil de digerir. Era predecible que los primeros se pusieran a protestar contra el amoEstos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día. Pocos directivos permanecerían en el puesto si tomaran medidas de este tipo. Tendrían que lidiar, sin duda, con unas cuantas denuncias y alguna que otra huelga. No están los tiempos para una generosidad que roza lo extravagante. Lo aceptable es que “a cada uno le den lo suyo” y “aquí paz y después gloria”. Mejor no meterse en innovaciones arriesgadas que solo los beneficiados de forma directa van a defender.

Este relato pone patas arriba, por un lado, el modo habitual que tenemos de aplicar la justicia, a la que no dejamos salir de los parámetros de la proporcionalidad exacta; y por otro, el perfil de las personas a las que el Señor encomienda una tarea para la que no descarta ni a los descartados –vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo–. Bendito Dios al que todo ser humano le resulta valioso y considera que tiene algo que aportar. La situación que plantea Jesús en la parábola, sorprendente y en parte irrealizable a nivel empresarial, es un buen recurso para remover nuestras conciencias y hacernos ver mejor cuáles son los cimientos de ese reino de Dios al que el propietario se parece. Porque aquí lo importante es el carácter de ese dueño que actúa de un modo tan particular y en el que conviene que nos fijemos, pues nos aporta datos interesantes para reconocer ese reino que queremos descubrir y al que el Maestro nos llama a pertenecer:

Y el primer dato que nos revela su comportamiento es que llama a todos y a todos trata por igual. Lo importante no es tanto nuestro trabajo, la satisfacción personal por “nuestra obra” (que en realidad es suya), cuanto su corazón.

El segundo es que cumple sus promesas; y por tanto, nunca deberíamos sentirnos defraudados por alguien que mantiene la palabra que nos ha dado.

Y tercero, que precisamente da lo mismo a todos para evitar envidias, pues en el reino de Dios no existen las desigualdades sino la fraternidad universal. No se trata, por tanto, de una cuestión de salario o de propiedades para acumular según nuestros méritos, sino de poder aspirar a tener, unos y otros, la misma relación con el “patrono”, padre de todos. Y ese es el mejor premio, mucho más gratificante que cualquier salario. Pero, claro, son los últimos, los que alguna vez perdieron la dignidad (o se la arrebataron) los que están más capacitados para comprender el valor de este “contrato”. ¿Cómo no alegrarse por ello? ¿Qué más queremos?

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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A muchos católicos les molesta que Dios sea bueno

Domingo, 24 de septiembre de 2017
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22septiembre2011Del blog de Tomás Muro, La verdad es libre:

01. ¿TODOS VAMOS A RECIBIR LA MISMA RECOMPENSA?

Hace unos años en una conferencia sobre el infierno y sobre la posibilidad de que Dios acogiese en su casa a todos los “hijos pródigos”, una persona del público preguntaba indignada: “¿Y nosotros que hemos estado aquí, en esta vida sacrificándonos y reprimiéndonos, vamos a recibir el mismo premio que esos pecadores?” El ponente le respondió: ¿y por qué le molesta a usted que Dios sea bueno siempre y con todos?

02. LA JUSTICIA DE DIOS NO ES COMO LA DE LOS HOMBRES.

Cuando Pilato le preguntó a Jesús si era rey, Jesús respondió que sí, soy rey, pero mi Reino no es como los de este mundo. Los valores del Reino de Dios no son como los de este mundo.

La justicia humana a la que estamos acostumbrados es aquella que dice: dar a cada uno lo suyo. Y dar a cada uno lo suyo en forma de lo que está estipulado: hemos acordado tu sueldo en mil euros, pues toma los mil euros y te vas.

La justicia de Dios es ante todo bondad: Dios infunde su respeto con bondad y perdón. De Ti, procede el perdón y así infundes respeto, (Salmo 129,4).

El Señor es misericordioso con todos, con los últimos y con los pecadores.

En el lenguaje bíblico, la justicia de Dios se llama ALIANZA. Dios no hace justicia al modo humano, sino que Dios está aliado, “liado” con los seres humanos y la alianza es acogida, perdón, bondad

03. VALORES QUE NO SABEMOS APRECIAR.

Los que han trabajado desde primera hora se parecen al hermano mayor de la parábola del padre y los dos hijos: Yo siempre he cumplido lo que me ´has dicho, te he servido desde siempre y nunca me has recompensado y ahora viene ese hijo tuyo…

¿Cuál es la “ventaja” de los que han trabajado desde primera hora de la mañana? El bien de los primeros es haber estado desde la mañana en la mies del Señor, en la cercanía de Dios. Los primeros han experimentado desde muy de mañana en la vida el ser amados por Dios y amar al Señor.

Claro que esto nos puede parecer poco, preferimos lo que Dios nos paga a lo que Dios es. Queremos a Dios no por Él mismo, que es amor, sino por la recompensa Tenemos una visión mercantil de la vida, del evangelio, del sentido de la vida: Dios nos interesa porque nos premia, no como persona, como intimidad.
El amor no son cosas. Muchas veces no amamos a Dios en sí, sino por amor a lo que nos va a pagar, es decir: el cielo.

El privilegio de los últimos, de los que van a trabajar a última hora, es comprender quién es Él y quiénes somos nosotros. Dios es amor (1Jn 4,8) y nosotros somos amados por Él, incluso -y sobre todo- cuando estamos bajo el pecado.

En la vida hay realidades y valores con los que no se comercia, ni se trapichea, sino que se acogen, se disfrutan, es la gracia, lo gratuito. Cuestiones como la amistad, la familia, el amor se viven generosa y gratuitamente.

La justicia del Dios de Jesús no se resuelve en el Juzgado de Atocha, ni en el banco, ni en Martutene, ni en el Santo Oficio eclesiástico, sino en el amor.

cortes-23septiembre201104. HAY NO DÍAS, SINO AÑOS, EN LOS QUE UNO NO ESTÁ PARA NADA.

Escribía Julio Camba en una de aquellas greguerías tan suyas que “hay no días, sino años en los que uno no está para nada”.

Unos podrán trabajar en la viña de la vida desde muy temprana edad. Por edad, por salud, por capacidad uno puede trabajar y desplegar actividad durante la mayor parte de su vida. Pero otros muchos por dificultades, por enfermedad, por crisis, por apatías, harán -o haremos- lo que buenamente podamos.

Dios no nos va a descartar, sino que nos va a acoger.

05. ¿PREMIO CASTIGO?

Es un esquema -bastante infantil- que ha funcionado y funciona en las religiones, también en la católica: Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Si eso es así nos sobra toda religión y cristianismo. Si el cristianismo se reduce a informarnos de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, nos sobra la cristología y la redención. Para tan poco viaje no hacía falta tanta alforja.

Los que fueron a trabajar a primera hora pensaban en término de premio, de sueldo, yo he trabajado más horas, luego me tienen que pagar más: porque tengo más méritos recibiré más premio.

rd06diciembreJesús, el evangelio no piensa en términos de premio, méritos y horas trabajadas, sino que piensa en términos de gracia: de gratuidad y bondad.

No podemos reducir la gracia a mérito y premio.

De ahí que los primeros murmuraban. Es mucha la gente que murmura; también ocurrió en la Biblia y ocurre en la vida normal

o Jonás se enfada con Dios porque ha perdonado a los ninivitas (Nínive).

o El hermano mayor se enoja con su padre, porque acoge al hermano perdido.

o Marta echa en cara a Jesús porque su hermana María se ha decantado por dimensión amorosa de la vida (la mejor parte).

o Los obispos aspiran a una diócesis más importante.

o Mucha gente se indigna porque no le son reconocidos sus méritos en el trabajo, en la política, cultural, etc.

Cuando la envidia anida en nosotros es que nuestro corazón no es noble, porque no somos capaces de aceptar el amor de Dios y en la vida como algo gratuito y hacia todos.

A lo largo del día de hoy y de la vida podemos hacernos la pregunta de Jesús: ¿O VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE YO SOY BUENO?

 

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Querer el bien.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

 Juan XXIII

La documentación católica n°1367

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En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

“Atiéndela, que viene detrás gritando.”

Él les contestó:

“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

“Señor, socórreme.”

Él le contestó:

“No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”

Pero ella repuso:

– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”

Jesús le respondió:

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En aquel momento quedó curada su hija.

*

Mateo 15,21-28

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Percibo algo…

Martes, 2 de mayo de 2017
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Del blog Nova Bella:

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Dice un filósofo griego:

Percibo algo en mi que brilla en mi espíritu me doy cuenta de que es algo, pero qué es no lo puedo entender, pero me parece que si pudiera captarlo comprendería toda la verdad.

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Contesta otro filósofo griego:

Anda, persíguelo, porque si lo pudieras captar tendrías la esencia de toda la bondad y la vida eterna

*

taniguchi_louvre

Où suis-je?

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Despegad…

Lunes, 1 de mayo de 2017
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Habéis nacido con un potencial. Habéis nacido para la bondad y la confianza. Habéis nacido con ideales y sueños. Habéis nacido para cumplir grandes cosas. Habéis nacido con alas. No estáis hechos para arrastraros, entonces no lo hagáis. Tenéis alas. Aprended a utilizarlas y despegad.

*

Rumi

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Confianza

Miércoles, 22 de junio de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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“ Tengo en mí una confianza inmensa. No la certeza de ver la vida exterior marchar bien para mí, sino la de continuar aceptando la vida y encontrándola buena, hasta en los peores momentos.”

*
Etty Hillesum
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La fuerza esencial

Martes, 2 de febrero de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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 “Incluso si debe conocer una muerte horrible, la fuerza esencial consiste en sentir en el fondo de uno mismo, hasta el final, que la vida tiene un sentido, que es bella, que se han realizado todas sus virtualidades en el curso de una existencia que era buena. “

 

*
Etty Hillesum
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“Bondad”, por José Arregi

Viernes, 22 de enero de 2016
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nube_corazonLeído en su blog:

Así, sin artículo ni preposición ni adjetivo. Todos entendemos lo que quiere decir ‘bondad’: una ‘persona buena’, una actitud, una acción, una palabra ‘buena’ (muy diferente de las ‘buenas palabras’, que son mentira). No hace falta definir el término, pues las definiciones abstraen y estrechan; la bondad es concreta y espaciosa.

La bondad ensancha. La humildad, la ternura, la compasión, la tolerancia, la confianza dilatan el alma, brindan al prójimo amplitud y respiro, abren en él las fuentes del bien, lo hacen libre para lo mejor de sí. La enemistad, el rencor, la venganza, la insensibilidad, la soberbia nos encierran y ahogan, asfixian en el prójimo el aliento vital, el bienestar indispensable para ser bueno. En eso consiste la espiritualidad, con religión o sin religión. La bondad no equivale a conformidad con cánones y leyes; éstas solo valen si ayudan a ser buenos. No hacen falta dogmas ni leyes religiosas para ser buenos. Al contrario, el valor de una religión se mide por su capacidad de crear bondad, una bondad feliz.

Apelar a la bondad en un mundo tan ingobernable y desgobernado puede ser irresponsable o cursi. “Buenismo estúpido y vacío”, dirá alguien. Puede ser. El buenismo es la mentira o el desmentido de la bondad. Pero cuidémonos mucho de advertir contra el buenismo para justificar nuestras pequeñas mezquindades, para defendernos de la bondad creativa y creadora, subversiva. ¿Qué mundo global nuevo podemos construir sin esa bondad como base inspiradora? No lograremos vencer el mal con el mal, aumentando penas, ahogando libertades, cerrando fronteras a los refugiados y abriéndoselas a los flujos financieros, endureciendo el control sobre las personas y aliviándolo sobre el capital, ni disparando haces ardiente de microondas con cañones invisibles a gran distancia para disolver manifestaciones (última novedad americana)… No lo lograremos con nada mientras no nos mueva la bondad.

Vasili Grossman, escritor ruso de origen judío, testigo cercano y relator de tantos horrores, escribió: “Yo no creo en el bien, yo creo en la bondad. Es la bondad de un hombre para con otro hombre, una bondad sin testigos, pequeña, sin grandes teorías. La bondad insensata podríamos llamarla. La bondad de los hombres más allá del bien religioso y social”. Dice ‘bondad insensata’, pero quiere decir: bondad más allá de esa sensatez que habitualmente identificamos con el cálculo del propio interés inmediato. No se trata del ‘bien” en abstracto, sino de la bondad en acto: la bondad de la mirada, la bondad del gesto, la bondad del samaritano, la bondad de la fe en el ‘malo’.

¿Bondad insensata? ¿Existe acaso algo más sensato que esa bondad, algo más transformador de este mundo turbulento, de sus estructuras inicuas y asesinas? La bondad ha de ser inteligente: “Sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas”, dijo Jesús. Pero solo la bondad dispuesta a perder por un bien común mayor puede ser inteligente o sabia. Emplear la inteligencia para dañar es lo más insensato.

En su visita a Cuba, ante Raúl Castro, el papa Francisco reivindicó una “revolución de la misericordia”. Al día siguiente, el editorial de un periódico calificaba estas palabras como “expresión probablemente importante en lo teológico, pero absolutamente inane en política”. ¿Puede ser teológico si no es político? ¿Puede haber auténtica política sin misericordia? ¿No será la bondad lo más razonable también en política? Cuando Jesús hablaba de bondad o de misericordia, no hablaba de algo importante en lo teológico e inane en lo político; hablaba de una revolución política. Y ésta exige estrategias y plazos, de acuerdo, pero la primera condición es la bondad. Revolución y misericordia son inseparables.

Y no lo olvides, solo serás bueno si no ambicionas nada, ni siquiera ser bueno. La bondad no pretende nada. “Obra sin actuar”, diría el Dao De Jing. Sé y obra como el agua, que busca el lugar más bajo. Debes planificar y proyectar objetivos concretos, pero sin aferrarte a la consecución del fruto proyectado. Quien ambiciona metas y logros se encadena, reprime su auténtica libertad, impide que aflore y se realice su ser verdadero, que no es sino la bondad. Solo la bondad sin pretensiones es efectiva, eficiente.

Por eso mismo, la bondad tampoco aspira a ser perfecta. Es inconformista, pero no radical. La radicalidad es apego al yo superficial. La persona buena no necesita ser un héroe, ni poseer un carácter optimista y bondadoso, ni luchar contra todas las injusticias ni resolver todos los problemas ni salvar a todas las personas. “Quien salva a una sola persona, salva a toda la humanidad”, dice la sabiduría del Talmud judío. La persona misericordiosa para con un gusano es misericordiosa para con todo el mundo. Haz lo que puedas, sin mirar al logro, y serás libre y feliz, serás bueno.

Amiga, amigo, te deseo de todo corazón un feliz año bueno.

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“La fuerza de los rituales (II)”, por José Mª Castillo, teólogo

Martes, 18 de agosto de 2015
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el-rostro-de-dios1De su blog Teología sin Censura:

Lo primero, lo más elemental, en el problema planteado a propósito de los rituales religiosos, es tener muy claro que no es lo mismo hablar de Dios que hablar de la religión. Dios es el fin último que podemos buscar o anhelar los mortales. La religión es el medio por el que (y con el que) intentamos acercarnos a Dios o relacionarnos con él. Por tanto, Dios no es un elemento más, un componente más (entre otros) de la religión.

Por otra parte – si intentamos llegar al fondo del problema -, Dios y la religión no se pueden situar en el mismo plano. Ni pertenecen al mismo orden o ámbito de la realidad. Porque Dios es el Absoluto. Y el Absoluto es el Trascendente. Es decir, Dios se sitúa en el orden o ámbito de la “trascendencia”. Mientras que todo lo que no es Dios (incluida la religión) es siempre una realidad que se queda “aquí abajo, o sea en el ámbito de la “inmanencia”.

Todo esto quiere decir que “ser trascendente” significa “ser inabarcable” o “ser inconmensurable”. Es decir, Dios no está a nuestro alcance. Por tanto, Dios no es una realidad “cultural”. En tanto que la religión es siempre un producto de la cultura. Otra cosa es las “representaciones” que los humanos nos hacemos de Dios. Pero eso ya no es “Dios en Sí”, sino nuestra manera (culturalmente condicionada) de representarnos al Trascendente.

Hecha esta disquisición, que me parece indispensable, tocamos ya las cuestiones que nos interesan más directamente en esta reflexión. Ante todo, es importante saber que, en la larga historia y prehistoria de la religión, lo primero no fue el conocimiento y la experiencia de Dios, sino la práctica de rituales de sacrificio (así, por lo menos, desde E. O. Wilson, incluso ya antes Karl Meuli). De forma que abundan los paleontólogos que defienden que, desde el paleolítico superior, hay huellas claras de este tipo de prácticas rituales (W. Burkert, H. Kühn, P. W. Scmidt, A. Vorbichler).

Si bien hay quienes piensan que los rituales religiosos relacionados con la muerte se inician a partir del mesolítico (Ina Wunn). En todo caso, se acepta la convicción que ya propuso G. Van der Leeuw: “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (K. Lorenz, W. Burkert). Lo que es comprensible, si tenemos en cuenta que Dios nos trasciende y no está a nuestro alcance, como lo están los rituales religiosos.

Así las cosas, es un hecho que los rituales religiosos, en sus más variadas formas, están más presentes en cada ser humano, ya desde la infancia, que la claridad y la profundidad en la relación con Dios. Dicho más claramente, creo que no es ninguna exageración afirmar que, tanto en los individuos como en la sociedad, están más presentes los rituales y sus observancias que Dios y sus exigencias.

O sea, en la vida de muchos (muchísimos) creyentes, están muy presentes los rituales religiosos y la observancia de los mismos. Mientras que la firmeza, la cercanía y la fiel escucha de Dios es un asunto que son también muchos (muchísimos) los creyentes que no tienen eso resuelto debidamente. Lo que lleva consigo, entre otras cosas, una consecuencia de enorme importancia. Una consecuencia que consiste en que, con demasiada frecuencia, en la conducta de muchas personas se divorcian la observancia de los ritos sagrados, por una parte, y la fidelidad a la honestidad, la honradez y la bondad ética, por otra parte.

Y entonces, nos encontramos con un hecho que lamentamos muchas veces. Me refiero al hecho de tantas personas que son fielmente observantes y religiosas, pero al mismo tiempo son personas que dejan mucho que desear en su conducta ética.

¿Cómo se explica esto? El comportamiento religioso consiste en la fidelidad a la observancia de los rituales sagrados. Pero ocurre que los ritos son acciones que, debido al rigor de la observancia de las normas, se constituyen en un fin en sí (G. Theissen, B. Lang, W. Turner). Y, entonces, lo que ocurre es que el fiel observante del ritual se tranquiliza en su conciencia, se siente en paz consigo mismo, se libera de posibles sentimientos de culpa o de miedos que adentran sus raíces en el inconsciente, al tiempo que la conducta ética, con sus incómodas exigencias queda desplazada.

Y el sujeto se siente en paz con su conciencia, con sus semejantes y con Dios. En lo que he intentado explicar aquí, radica (según creo) la clave para comprender el conflicto de Jesús con los hombres más religiosos y observantes de su tiempo. Es notable que, por lo que narran los relatos evangélicos, Jesús no tuvo enfrentamientos ni con los romanos, ni con los pecadores, los samaritanos, los extranjeros, etc. Los conflictos de Jesús se produjeron precisamente con los más fieles cumplidores de la religión: sumos sacerdotes, maestros de la Ley y fariseos.

¿Por qué precisamente con estas personas y no con los alejados de la religión y sus rituales? Jesús fue un hombre profundamente religioso. Pero Jesús vio el peligro que entraña la fiel observancia de los ritos de la religión. ¿Qué quiere decir esto? Jesús no rechazó el culto religioso. Lo que Jesús hizo fue desplazar el centro de la religión. Ese centro no está ni en el templo y sus ceremonias, ni en lo sagrado y sus rituales.

El centro de la experiencia religiosa, para Jesús, está en hacer lo que hizo el mismo Dios, que se “encarnó” en Jesús. Es decir, Dios se humanizó en Jesús. Dios está presente en cada ser humano, sea quien sea, piense como piense, viva como viva. Sólo reconociendo esta realidad sorprendente y viviéndola, como la vivió el propio Jesús, sólo así estaremos en el camino que nos lleva al centro mismo de la religiosidad que vivió y enseñó Jesús.

¿En qué consiste, entonces, el culto a Dios? La carta a los hebreos lo dice con tanta claridad como firmeza: “No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a Dios” (Heb 13, 16). Que no es sino la fórmula tajante que plantea el autor de la carta de Santiago: “Religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es ésta: mirar por los huérfanos y las viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo (Heb 1, 27).

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“Festejar es afirmar la bondad de la vida”, por Leonardo Boff, teólogo

Jueves, 1 de enero de 2015
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celebracionbajaVoces. Leonardo Boff. [Koinonia] El tema de la fiesta es un fenómeno que ha desafiado a grandes nombres del pensamiento como R. Caillois, J. Pieper, H. Cox, J. Motmann y al propio F. Nietzsche. Y es que la fiesta revela lo que todavía hay de mítico en nosotros en medio de la fría racionalidad. Cuando se realizó la Copa del Mundo en Brasil en junio y julio del presente año, se hicieron grandes fiestas en todas las clases sociales, verdaderas celebraciones. Incluso después de la humillante derrota de Brasil frente a Alemania, las fiestas no decayeron. En Costa Rica, que no fue campeona del mundo, pero mostró excelente fútbol, hasta el presidente salió a la calle a celebrar. No fue diferente en Colombia. La fiesta hace olvidar los fracasos, suspende la terrible cotidianidad y el tiempo de los relojes. Es como si, por un momento, participásemos de la eternidad, pues en la fiesta no percibimos el tiempo que pasa.

La fiesta en sí está libre de intereses y finalidades, aunque haya fiestas de negocios donde la fiesta se transforma en beber, comer y negociar. Pero en la fiesta que es fiesta, todos están juntos no para aprender o enseñar algo unos a otros, sino para alegrarse, para estar ahí, uno para el otro comiendo y bebiendo en amistad y concordia. La fiesta reconcilia todas las cosas y nos devuelve la saudade del paraíso de las delicias, que nunca se perdió totalmente. Platón sentenciaba con razón: «los dioses hicieron las fiestas para que pudiésemos respirar un poco». La fiesta no es solo un día de los hombres sino también «un día que el Señor hizo» como dice el Salmo 117, 24. Efectivamente, si la vida es un caminar trabajoso, necesitamos a veces parar para respirar y, renovados, seguir adelante.

La fiesta es como un regalo que no depende ya de nosotros y que no podemos manipular. Se puede preparar la fiesta, pero la festividad, es decir, el espíritu de la fiesta, surge gratuitamente. Nadie la puede prever ni simplemente producir. Solamente podemos prepararnos interior y exteriormente y acogerla.

A la fiesta más social (bodas, aniversario) pertenecen la ropa festiva, el adorno, la música y el baile. ¿De dónde brota la alegría de la fiesta? Tal vez Nietszche encontró la mejor manera de formularlo: «para alegrarse de alguna cosa, hay que dar la bienvenida a todas las cosas». Por tanto, para poder festejar de verdad necesitamos afirmar positivamente la totalidad de las cosas: «Si podemos decir sí a un único momento entonces habremos dicho sí no sólo a nosotros mismos sino a la totalidad de la existencia» (Der Wille zur Macht, libro IV: Zucht und Züchtigung, nº 102).

Ese sí subyace a nuestra decisiones cotidianas, en nuestro trabajo, en la preocupación por la familia, en la convivencia con los colegas. La fiesta es el tiempo fuerte en el cual el sentido secreto de la vida es vivido incluso inconscientemente. De la fiesta salimos más fuertes para enfrentarnos a las exigencias de la vida.

La grandeza de una religión, cristiana o no, reside en gran parte en su capacidad de celebrar y de festejar a sus santos y maestros, los tiempos sagrados, las fechas fundacionales. En las fiesta cesan los interrogantes del corazón y el practicante celebra la alegría de su fe en compañía de hermanos y hermanas que comparten sus mismas convicciones, oyen la misma palabra sagrada y se sienten próximos a Dios.

Viviendo de esta forma la fiesta religiosa, percibimos cuan equivocado es el discurso que sensacionalistamente anuncia la muerte de Dios. Se trata de un trágico síntoma de una sociedad saturada de bienes materiales, que asiste lentamente no a la muerte de Dios, sino a la muerte del hombre que perdió la capacidad de llorar, de alegrarse por la bondad de la vida, por el nacer del sol, por la caricia entre dos enamorados.

Nuevamente volvemos a Nietzsche que entendió mucho de la verdad esencial del Dios vivo, sepultado bajo tantos elementos envejecidos de nuestra cultura religiosa y de la rigidez de la ortodoxia de las iglesias: «la pérdida de la jovialidad, es decir, de la gracia divina (jovialidad viene de Jupter, Jovis) es la consecuencia fundamental de la muerte de Dios» (Fröhliche Wissenschaft III, aforismo 343 y 125).

Por haber perdido la jovialidad, gran parte de nuestra cultura no sabe festejar. Conoce la frivolidad, los excesos de comer y beber, las palabrotas groseras, y las fiestas montadas como comercio, en las cuales hay de todo menos alegría y jovialidad.

La fiesta tiene que ser preparada y solamente después celebrada. Sin esta disposición interior corre el riesgo de perder su sentido alimentador de la vida que llevamos. Hoy en día vivimos en fiestas. Pero por no saber prepararnos ni prepararlas, salimos de ellas vacíos o saturados cuando el valor de las mismas era llenarnos de un sentido mayor para llevar adelante la vida, siempre desafiante y para la mayoría, trabajosa.

Imagen extraída de: Caro Celis

Fuente Cristianismo y justicia

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“No desvirtuar la bondad de Dios”. 21 de septiembre de 2014. 25 Tiempo ordinario (A). Mateo 20 , 1-16

Domingo, 21 de septiembre de 2014
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48-OrdinarioA25A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la confianza en la Bondad de Dios. Pásalo.

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“¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?”. Domingo 21 de septiembre de 2014. 25º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 21 de septiembre de 2014
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comentario-mateo-20-1-16-el-logos-cruz-L-XKvM8fLeído en Koinonia:

Isaías 55,6-9: Mis planes no son vuestros planes
Salmo responsorial: 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Filipenses 1,20c-24.27a: Para mí la vida es Cristo
Mateo 20,1-16: ¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

La gracia y la misericordia de Dios se contrapone a la mentalidad religiosa judía de los tiempos de Jesús. Frente a la teología del mérito del sistema religioso se opone la teología de la gracia predicada por Jesús. Desde esta perspectiva, la salvación no se alcanza solamente por méritos propios sino por la misericordia de Dios que nos la concede a pesar de que no la merezcamos.

El texto del segundo Isaías centra su actividad profética en el tema de la consolación del pueblo desterrado. Pero el destierro fue por la desobediencia del pueblo y de sus dirigentes que se apartaron de Dios y quebrantaron la alianza. Sin embargo, Dios no abandona a su pueblo. Si el pueblo es infiel a la alianza, Dios permanece siempre fiel. Los caminos del Señor son muy distintos de los caminos humanos. El profeta insiste en la invitación a buscar al Señor. Hace un llamado a la conversión y al arrepentimiento porque Dios es Clemente y misericordioso y siempre está dispuesto al perdón. Los planes de Dios no son tan limitados y mezquinos como los de nosotros.

Pablo, en la carta a los Filipenses, plantea una seria disyuntiva: o morir para estar con Cristo o quedarse en medio de ellos para ayudarles en sus dificultades. Pablo, prisionero por Cristo, presiente que sus días ya están llegando a su fin. Perseguido, calumniado, encarcelado, azotado y despreciado de muchos ha vivido en su propia persona la pasión de su Señor. Consecuente con su predicación, si se ha esforzado por vivir el evangelio de Jesús, entonces es normal que corra la misma suerte que su maestro. Pero también tiene la plena convicción de participar de la gloria de la resurrección. Tanto su vida como su muerte está en función de Cristo. Si está vivo es para seguir anunciando el evangelio, si muere es para entrar en la plena comunión de los justificados por El. Así las cosas, Pablo siente que su misión ha llegado a su fin. Como Jesús, puede decir todo está cumplido. Pero a Pablo le queda la gran preocupación de la fragilidad de las comunidades, cuya fe está fuertemente amenazada por el ambiente cultural y religioso de las colonias del Imperio.

En la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió se la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicados, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.

La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.

El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.

Hoy tenemos que superar todo espíritu de competencia y codicia. Tenemos que superar sobre todo el «exclusivismo» que todavía late en el subconsciente cristiano: ya no lo decimos ni lo sostenemos, pero muchos lo siguen pensando: nosotros, nuestra religión, sería la única verdadera, y por tanto la superior, la definitiva, la insuperable, aquella a la que las demás religiones (¡y culturas!) deberán confluir… Si ya muchos han abandonado aquella visión veterotestamentaria de que «las naciones y los pueblos vendrán a adorar a Dios en Sión» -porque sociológicamente ya no parece previsible ni viable que el mundo vaya un día a ser todo él cristiano-, no dejamos de tener esa conciencia de «exclusivismo» cuando nuestras autoridades y jerarquías condenan autoritariamente y sin diálogo alguno opiniones sociales, criterios éticos, que se dan en distintas sociedades, apoyados en el convencimiento de que nuestra verdad es incuestionablemente superior a la de los demás, por principio, y que tendríamos derecho a imponerla en la sociedad (laica, aconfesional) sin necesidad siquiera de dialogar y convencer a la población… Es una actitud de complejo de superioridad que no tiene ninguna justificación.

La apertura a todos, el reconocimiento sincero de que no tenemos un «gratuito e inmerecido derecho de primogenitura», que no somos «los (únicos) elegidos», que los que hemos considerado tradicionalmente «últimos» (o en todo caso, posteriores a nosotros) no lo son, que Dios es «gratuito» y sin favoritismos… son asignaturas pendientes todavía para las Iglesias cristianas…

No cabe duda de que aceptar en profundidad el mensaje evangélico de hoy de que «los primeros serán los últimos», nos exige un cambio de mentalidad a fondo. También el pluralismo religioso y el diálogo intercultural hay que elencarlos entre esos grandes desafíos generados por el descubrimiento más profundo de la «gratuidad de Dios» que la parábola del evangelio de hoy vuelve a poner ante nuestros ojos. Leer más…

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Dom 21. 9. 14. El mismo salario, suficiente para todos

Domingo, 21 de septiembre de 2014
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2013mayo_imag04aDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 25 ciclo A. Mt 20, 1-16. Éste es un texto significativos que nos sitúa ante el trabajo y la falta de trabajo, ante la gratuidad o el buen salario (¡igual salario) para todos.

Es una parábola de evangelio, no una ley de Estado: Supone que en el mundo hay desigualdad ante el trabajo, pero añadiendo que el salario (un denario, lo fundamental para vivir) ha de ser el mismo para todos, para el Papa y el último clérigo de aldea, para el Rey de España y el emigrante ilegal, para el petrolero de Tejas y para obrero textil de Bangla Desh.

Un mismo salario para cubrir las necesidades básicas de la vida, el mismo para todos. Desde el punto de vista del capitalismo (y de un tipo de lucha de poder) éste es un texto escandaloso, pues parece que el señor de la viña es injusto con los que han trabajado todo el día, dándoles lo mismo que a los que apenas han podido trabajar.

Dos son los presupuestos del texto:

a) Que haya trabajo (productivo de formas distintas…) para todos… pues en la “viña” del Señor de la vida hay labor suficiente para hombres y mujeres, para los primeros y los últimos.

b) Que el salario de fondo sea el mismo para todos, es decir, el denario (un dinero) que el trabajador y su familia necesitan para vivir con honradez, pues todos los hombres y mujeres en el fondo son iguales.

Éste es en el fondo un texto que nos sitúa en una línea más “marxista (y del libro de los Hechos): Cada uno trabaje según sus posibilidades, a cada uno se le ha de dar según sus necesidadesd… Buen domingo a todos.

Texto. Mt 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

— El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer (=hora de prima) salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana (=hora de tercia), vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde (=hora de sexta, hora de nona) e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde (=hora undécima) y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña.”

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.” Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.” Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

10527871_771484426247146_4912025341536269476_nUnas preguntas

Los más viejos recordamos todavía las plazas de los pueblos de Castilla-La Mancha y Andalucia donde los jornaleros esperaban la llegada de capataces de los amos para contratarles. En ese contexto de parados (y quizá de aprovechados), de los que trabajan y de los que no pueden trabajar, de señoritos y currantes, en medio de la lucha del mundo vida, ofrece esta parábola una luz para pensar, para vivir, para soñar. Buen fin de semana para todos, amigos

Éste es un texto escandaloso y esperanzado que puede y debe aplicarse en un tiempo de crisis como el nuestro, a las varias circunstancias de la vida:

1. ¿Por qué hay unos que tienen más trabajo y otros menos, un trabajo bien remunerado… o sin salario?
¿Por qué los de fuera –emigrantes—no tienen trabajo y buscan en las plazas del occidente rico un trabajo duro, que casi nadie quiere? El texto supone que la sociedad puede y debe ofrecer trabajo a odos.

2. El Señor de la parábola quiere que, al fin, como humanos, todos los trabajaqdores tengan el mismo salario, que es un “denario”, lo suficiente para vivir. ¿No es injusto ese Señor que da el mismo denario a los más y a los menos, a los ricos y a los pobres…? Como se podría organizar una sociedad desde este mismo “denario” para todos?

‒ Éste es pues un texto escandaloso y esperanzado para todos, un texto que nos abre a la experiencia social y laboral de la gratuidad, en un mundo en el que puede y debe haber espacio de vida y trabajo para todos.

‒ Éste es un texto que invita a superar el puro mundo salarial, trascendiendo un tipo de justicia (sin negarla), para abrir así un tiempo y espacio de vida para todos, sin ventajas ni derechos superiores de aquellos que se creen primeros, sin revanchas ni resentimientos de los últimos.

La protesta de los de prima

Los de la “hora de prima” son los que han comenzado a trabajar desde el amanecer. Han estado todo el día en la faena. Evidentemente, conforme a las leyes laborales, esperan más salario que los últimos.

En sentido simbólico, esos de hora prima pueden ser los judíos que han estado trabajando “para Dios” desde el principio de los tiempos. Pero al fin, ese Dios-Amo les da el mismo salario que a los últimos, que en un sentido bíblico son los gentiles que acaban de entrar en la Iglesia, los que apenas han trabajado media hora.

‒ En sentido laboral esos de prima pueden ser los políticos y los banqueeros, los dueños de empresas y los comercientes… Ellos han dirigido la faena, han sudado, han programado. ¿Pueden contentarse con lo mismo que el pobre obrero que no arriesga nada nada? ((Pero ¿no arriesga el abrero asalariado y, más aún, el emigrante y excluido, cuya vida entera es un riesgo?)). ¿Pueden tener una ventaja los primeros, por veteranía y por esfuerzo?

‒ Del salario “merecido” a la alegría de la vida. ¿No sería mejor que los primeros (banqeros y reyes, comerciantes e ingenieros…) se alegraran porque el Dios-Amo concede lo mismo a los últimos?

‒- ¿No estará diciéndonos el texto que debemos superar el sistema salarial, propio de un tipo de mercantilismo (capitalismo), para fundar un sistema no salarial de igualdad, de manera que todos reciban lo mismo, para así vivir dignamente, unos y otros?

¿Tienen los primeros y los ricos un mayor derecho, pueden ellos cobrar mayor salario, o simplemente “tomarlo de las arcas o robarlo? Por otra parte ¿no necesitan ellos más que un denario (lo suficiente para uno y su familia…), no tienen el derecho a la mayor parte de la fortuna?

Estos “de prima” parecen los ricos de los países ricos, los dueños de grandes fortunas, los reyes, los grandes políticos y los comerciantes…

Los de la hora undécima (en un día laboral de doce horas)

Sólo han trabajado media hora… o no han trabajado nada, pues nadie les ha contratado y ellos por sí mismos no tienen acceso al mundo laboral:

La primera pregunta es: ¿por qué no les han contratado antes? ¿La culpa es del amo, que no les ha visto, o les ha dejado a propósito atrás, porque le han parecido peores?
¿Quién es el responsable?
¿Ellos, por no haber trabajado? ¿El amo por no haberles contratado antes? ¿Los trabajadores de la primera hora por haberse adelantado?
¿Han sufrido en la plaza por no haber sido contratados?
¿Tienen derecho al mismo “salario” que los trabajadores de la primera hora? Leer más…

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Parábola del terrateniente cabrón. Domingo 25. Ciclo A.

Domingo, 21 de septiembre de 2014
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Mt.-20,-1-16-hDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Nota: De los numerosos insultos que enriquecen la lengua castellana, “cabrón” es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es preciso que añada: “Palabra de Dios”.

Una parábola provocadora

Durante el período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo realizado.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?

Le respondieron:

Nadie nos ha contratado.

Él les dijo:

Id también vosotros a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: 

Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

Él replicó a uno de ellos:

Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

           El protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo.

            Hasta ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa.

            Pero este personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten.

¿Por qué no empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola.

¿Cabrón o bueno?

Los jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e irresponsables.

¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde?

            En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga. ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo? Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea bueno.

            Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad.

¿No es de hipócritas indignarse?

            Si alguno se sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.

            En cambio, el que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado con esta parábola.

Las cinco de la tarde

            Cabe el peligro de interpretar lo anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo sea una hora, es un toque de atención No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca.

            Este es el tema de la 1ª lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo.

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

No habla de desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que “tendrá piedad” porque “es rico en perdón”. En el evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan de su ayuda.

            Tanto el evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros.

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Debemos querer el bien.

Domingo, 17 de agosto de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

Caminemos todo el verano con el papa Juan XXIII

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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

Su Santidad Juan XXIII

La documentaciónn católica n°1367

***

 

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“Lo importante no es el bien, es la bondad”, por José María Castillo, teólogo.

Lunes, 19 de mayo de 2014
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francisco-jovenLeído en su blog Teología sin Censura:

Es un hecho que el actual obispo de Roma, el papa Francisco, con las cosas que hace y con las que no hace, está desconcertando a mucha gente. Y, por supuesto, no faltan los que pasan del desconcierto al desengaño, a la desilusión o incluso a la indignación. ¿A qué viene, por ejemplo, canonizar el mismo día a Juan Pablo II y a Juan XXIII? Si no estaba de acuerdo con subir a los altares a uno de ellos, ¿ha equilibrado la cosas subiendo también al otro? ¡Estos “apaños”!, piensa la gente, se notan mucho. Y terminan por no contentar a nadie.

Con una consecuencia ulterior, que nos deja más inquietos. Porque es fatal. Ya que, con estos vaivenes – de pronto una cosa y a renglón seguido casi la contraria – son muchos los que se preguntan: “pero este hombre, ¿a dónde nos lleva?” Más aún, ¿sabe siquiera, a ciencia cierta, a dónde tenemos que ir? Si, no hace mucho, recibió a Gustavo Gutiérrez y aplaudió su Teología de la Liberación, ¿cómo se explica que ahora reciba a Kiko Argüello y apruebe con todas sus bendiciones el Camino Neocatecumenal?

Por supuesto, yo sé que este papa ha puesto en marcha un estilo de ejercer el papado, que poco o nada tiene que ver con los usos y costumbres de los papas anteriores, incluido Juan XXIII, que todavía se dejaba llevar subido en la silla gestatoria y coronado con la tiara, que era la guinda sobre el pastel de la pompa y el boato del papado a la antigua usanza. Eso ya, gracias a Dios, se acabó. Pero es evidente que (como piensa mucha gente) con cambiar el estilo de aparecer en público – y eso sólo hasta cierto límite – con tal cosa nada más no vamos a llegar muy lejos. De ahí que ya son demasiados los que cada día se reafirman más en su convicción de que este papa no aporta a la Iglesia lo que más necesitamos en este momento y tal como han llegado ponerse las cosas en nuestro mundo. Y en la religión.

No pretendo, como es lógico, presentar aquí la solución al problema que acabo de indicar. Entre otras razones, porque yo no sé dónde está esa solución. De todas maneras, tenemos un hecho, que está a la vista de todos, y que a mí, por lo menos, me da mucha luz. Esto es lo que quiero explicar a continuación.

Para empezar, será útil caer en la cuenta de que no es lo mismo “lo bueno” que “la bondad”. Ya Nietzsche, en “La genealogía de la moral” (I, 2), nos hizo caer en la cuenta de que el concepto “bueno” entraña un fallo radical: “¡el juicio “bueno” no procede de aquellos a quienes se dispensa “bondad”! Antes bien, fueron “los buenos” mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y se valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo”. ¿A dónde nos lleva todo esto? Muy sencillo. Tan sencillo como patético.

Es “bueno” y está “bien” lo que les conviene a los que tienen el poder de fijar lo que es bueno y está bien. Por ejemplo, lo que es bueno y está bien en una dictadura, no lo es en una democracia. Por eso, las leyes, los derechos, los privilegios…, todo eso cambia según las conveniencias del que tiene la sartén por el mango. Y si me apuran, en una democracia, no es lo mismo que mande la izquierda como que mande la derecha. Como tampoco es igual, gobernar en democracia desde la mayoría absoluta, que teniendo que recortar las decisiones para alcanzar y mantener los pactos con quien puede aportar los votos que hacen falta para sacar adelante una ley determinada. Todo esto es bien sabido. Pero mucha gente no se da cuenta de que esto muestra a las claras hasta qué punto el “bien” y el “mal” dependen del que tiene el poder necesario para decidir e imponer lo que es bueno y lo que es mal.

La “bondad” es otra cosa. La bondad es siempre “relacional”. Es en la relación con los demás, sobre todo en la relación con los que menos me pueden dar a mí, donde más y mejor se detecta quien actúa, no por conseguir el “bien”, sino porque le brota de las entrañas la “bondad”. Lo he dicho y lo repito: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes conviven conmigo”. Y conste que, al menos tal como yo veo este asunto, la “bondad” no es lo mismo que el “buenismo”. Porque una bondad que no está edificada sobre la verdad, la justicia, la honradez, la sinceridad y la transparencia, eso no es bondad, sino hipocresía pura y dura.

Por eso, exactamente por lo que acabo de decir, en un libro que he publicado hace unos días, “La laicidad del Evangelio”, he puesto lo siguiente: “la genialidad de Jesús y su Evangelio estuvo en desplazar el centro del hecho religioso. La vida de Jesús, y el culmen de aquella vida, que fue su muerte, constituyeron el desplazamiento del hecho central y determinante de la religión. Este hecho que, desde sus orígenes, fue el sacrificio “ritual”, quedó transformado por el sacrificio “existencial”.

Jesús, en efecto, ni durante su vida, ni en su muerte, ofreció “rito” alguno. Lo que Jesús ofreció fue su propia “existencia”, que fue, en todo momento, una existencia para los demás. Por eso se puede (y se debe) afirmar, con todo derecho, que Jesús desplazó el centro de la religión. Ese centro dejó de ser el ritual sagrado, con sus ceremonias, su templo, su altar y sus sacerdotes y pasó a ser el comportamiento ético de una vida que, desde la propia humanidad, contagia humanidad, y desde su propia felicidad, contagia felicidad. De esta manera, la bondad ética sustituyó al ritual religioso”.

Nada más – y nada menos – que esto, es lo que nos ha quedado de la religión. Y en esto es en lo que se tiene que centrar la tarea de la Iglesia. A mi manera de ver, esto exactamente es lo que ha puesto en marcha el actual obispo de Roma, el papa Francisco. Y por esto, porque el camino que ha emprendido es tan nuevo como desconcertante, yo me pregunto si es que no lo entendemos porque, en el fondo, lo que no acabamos de entender (y nos da miedo entenderlo) es la laicidad del Evangelio. El obispo Francisco no cree en “el bien”. Su proyecto de vida, de Iglesia y de futuro es “la bondad”. Porque sólo la bondad es digna de fe. En definitiva: la bondad no es nada más – y nada menos – que vivir de tal manera que quienes viven conmigo, sean quienes sean, se sientan bien. Esta es la bondad que yo anhelo.

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Despegad …

Jueves, 1 de mayo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

envolez-vous

Habéis nacido con un potencial. Habéis nacido para la bondad y la confianza. Habéis nacido con ideales y sueños. Habéis nacido para cumplir grandes cosas. Habéis nacido con alas. No estáis hechos para arrastraros, entonces no lo hagáis. Tenéis alas. Aprended a utilizarlas y despegad.

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Rumi

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Recordatorio

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