Ignorancia
Del blog Nova Bella:
Lo que no se sabe expresar es que no se sabe
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Engels
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Del blog Nova Bella:
Lo que no se sabe expresar es que no se sabe
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Engels
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Una reflexión crítica y caritativa sobre la oposición al derecho a la eutanasia
“Sorprende entre los opositores a la eutanasia la nula crítica al capitalismo como estructura de muerte planificada. Sería algo coherente ante las aguerridas posturas supuestamente ‘pro-vida'”. En el mismo sentido deberían liderar o acompañar en primera fila a los movimientos en favor de la sanidad pública y en contra de las fronteras y las medidas lesivas como las concertinas y otros dispositivos de disuasión contra los inmigrantes”
“La doctrina oficial católica contra la muerte, ya sea el aborto o la eutanasia, responde a un paradigma moral premoderno. Por lo que en pleno siglo XXI, para una ética cívica de mínimos que posibilite la convivencia, debería valorarse más la autonomía de la conciencia como elemento básico de cualquier planteamiento doctrinal ulterior y no al revés”
“Resulta curioso que una institución que venera y santifica a los mártires por razón de su fe y que aceptan en cierto sentido una muerte eutanáusica, sea incapaz de reconocer igualmente a los mártires laicos que ejercitan su derecho a la eutanasia en circunstancias también muy dolorosas”
“¿Por qué oponerse entonces al carácter real de una ley de la eutanasia? ¿Dónde están los manifiestos católicos y pastorales contra la pena de muerte y la objeción de conciencia al ministerio sacerdotal en cuarteles y ejércitos?”
| Juan Agustín Franco Martínez
Me acerco a la cuestión de la eutanasia con serenidad y caridad, tratando de arrojar luz no tanto para los demás como para mí mismo, aunque con ánimo de dialogar y pensar juntos. Descubriendo varias cosas: 1) que desde el ateísmo se ilumina más que desde el teísmo. 2) que en gran medida es un debate artificial e ideologizado contra los valores sociales universales que representa la izquierda política. Incluyo al final, además, una reflexión conclusiva desde la específica espiritualidad camiliana, extensiva a toda la pastoral sobre la salud.
No puedo ignorar la existencia y testimonio de ciertos referentes públicos que me han ayudado a plantear esta cuestión, desde Ramón Sampedro hasta María José Carrasco, pasando por la protagonista de Million dollar baby. Recojo también en este texto la reflexión al respecto que han compartido amablemente conmigo algunos amigos y amigas, personas buenas y comprometidas, trabajadoras en el sector sanitario, con quienes he colaborado ocasionalmente en proyectos sobre salud y desarrollo personal, siempre en aras de la dignidad humana.
Un apunte previo. Sorprende entre los opositores a la eutanasia la nula crítica al capitalismo como estructura de muerte planificada. Sería algo coherente ante las aguerridas posturas supuestamente “pro-vida”. En el mismo sentido deberían liderar o acompañar en primera fila a los movimientos en favor de la sanidad pública y en contra de las fronteras y las medidas lesivas como las concertinas y otros dispositivos de disuasión contra los inmigrantes. Además de ser antifascistas y defensores de la memoria histórica, exigiendo la exhumación de fosas comunes y entierros dignos de los represaliados por la dictadura franquista. Amén de animalistas y antitaurinos.
A riesgo de equivocarme, que podría ser, mucho me temo que no hay ninguna correlación directa entre la oposición a la eutanasia y todos los demás aspectos sociales mencionados. Como reconoce un amigo mío, filósofo y ex-sacerdote, la doctrina oficial católica contra la muerte, ya sea el aborto o la eutanasia, responde a un paradigma moral premoderno. Por lo que en pleno siglo XXI para una ética cívica de mínimos que posibilite la convivencia debería valorarse más la autonomía de la conciencia como elemento básico de cualquier planteamiento doctrinal ulterior y no al revés.
Juan Masiá, teólogo proscrito, autor de Tertulias de bioética se sorprende “al oír voces de alarma ante el supuesto peligro de que se generalice un uso irresponsable” de la eutanasia, puesto que “es mucho mayor el peligro de que el exceso tecnológico no nos deje morirnos cuando nos llegue la hora”. Una reseña a este libro se puede ver aquí.
Desde una concepción errónea sobre la laicidad (que presume antirreligiosa) Masiá propone una cuarta vía que supuestamente se sale de la dicotomía entre ética religiosa y anti-religiosa (que él llama “laicidad”), incluida la vía intermedia de consenso entre ambas, proponiendo dos claves básicas (que ignoran precisamente el terreno que más podría arrojar luz sobre este tema, el ateísmo): 1) las religiones pueden sumarse al movimiento de diálogo interdisciplinar de la bioética, en la búsqueda común de valores, pero sin imponer sus normas de moralidad a la sociedad civil. 2) la bioética puede sumarse al movimiento de diálogo interreligioso para ayudarle a transformar, a la vista de nuevos datos, sus paradigmas y conclusiones, pero sin imponer interpretaciones de sentido sobre la vida y la muerte, el dolor, la salud y la enfermedad.
Ambas claves han funcionado bien respecto al tema del trasplante de órganos, aunque no en el caso de otras confesiones religiosas que prohíben incluso la transfusión de sangre. Pero en la teología católica funciona mal o regular respecto a otros temas, especialmente sobre la sexualidad. Y así lo vemos tristemente con el reciente manifiesto camiliense “el más difícil vivir”. Una apología soterrada de la agonía en la muerte.
Resulta curioso que la Iglesia sea incapaz de salir de la mentalidad inquisitorial. Quizá sea lógico después de siglos de persecución y autos de fe. Así, en la primera etapa inquisitorial para salvar el alma torturaban el cuerpo y ahora en la segunda etapa para salvar el cuerpo torturan el alma; resulta curioso que una institución que venera y santifica a los mártires por razón de su fe y que aceptan en cierto sentido una muerte eutanáusica, sea incapaz de reconocer igualmente a los mártires laicos que ejercitan su derecho a la eutanasia en circunstancias también muy dolorosas y con la fe firme en la dignidad humana y en los valores éticos mínimos de bondad y compasión; resulta curioso que la jerarquía y teología católica desconozca e ignore que la propia muerte de Jesús en la cruz mediante la lanza en el costado fue mediante un acto de compasión eutanásica; resulta curioso que se utilice de forma impropia y demagógica la parábola del buen samaritano para oponerse al derecho a una muerte digna. Si las condiciones del herido al borde del camino hubiesen sido irreversibles e insufribles, qué hubiera hecho el samaritano sino asistirle en una muerte digna.
Otra vida plena de sentido
El propio mensaje cristiano de amor es un mensaje eutanásico, morir a una vida sin horizonte para renacer a otra nueva plena de sentido. Una muerte asistida dignamente, poniendo en valor lo eterno de cada persona y descubriendo lo que es accesorio, lo que puede y debe dejarse morir: los apegos, los miedos, el ego, la venganza, la violencia, la misoginia, la homofobia, etc.
La propia resurrección sería irrelevante teológicamente sin la mediación de la eutanasia, de la muerte digna. La indignidad de la muerte en la cruz se revierte mediante la última lanzada contra el costado. Pero es que no hace falta una visión teológica de la eutanasia, porque la visión atea es mucho más rica en símbolos y espiritualidad. No necesita del concepto teísta de Dios para resolver la ecuación del Misterio de la vida en el acto de acogida y asistencia de una muerte digna.
La muerte en la cruz de Jesús sería defendida por aquellos de sus seguidores que se oponen a la eutanasia desde la óptica paliativa del modo en que fue crucificado para que no se desgarraran sus pies y manos. Y mucho antes mediante la justificación de la ayuda del Cirineo. Resulta curioso que se refieran a la eutanasia como “suicidio asistido”. Siguiendo el paralelismo deberíamos llamar al “bautismo” de menores como “manipulación asistida”. Y así podríamos seguir con cada sacramento.
¿Nadie ve que el sacramento de la eutanasia es la unción de los santos óleos? ¿Nadie ve el carácter simbólico eutanásico de la unción de enfermos? ¿Por qué oponerse entonces al carácter real de una ley de la eutanasia? ¿Dónde están los manifiestos católicos y pastorales contra la pena de muerte y la objeción de conciencia al ministerio sacerdotal en cuarteles y ejércitos?
Hay mucha hipocresía en dar la comunión a dictadores bajo el pretexto de ciertas citas bíblicas que afirman que el sol sale para justos e injustos y en cambio negar esa misma realidad de iluminación a quienes ejercen su derecho a una muerte digna; hay mucha hipocresía “pro-vida” en la defensa del matrimonio indisoluble a ultranza, ignorando la muerte en vida de millones de mujeres sometidas a la violencia machista. El ateísmo aquí es de nuevo más interesante que el teísmo. La fe aquí hiere –porque difumina la compasión– y oscurece más que una visión atea que ilumina –aunque sea tenuemente– y mantiene el signo de algo nuevo que amanece.
En este contexto de sufrimiento en la enfermedad incurable e irreversible, la objeción de conciencia ante el último acto compasivo de la eutanasia es injusto e insolidario. Supone prorrogar la tortura un poco más en aras de una mal entendida sacralidad de la vida. Resulta raro que estar alineado con la Iglesia católica suponga una posición inequívoca y contraria frente a la eutanasia. Hay muchos creyentes y católicos que se quedarían fuera de semejante definición, especialmente si entendemos con rigor la “iglesia” como la asamblea del pueblo.
Sin mencionar otros interrogantes gravísimos: ¿Son menos humanos y misericordiosos los no creyentes o los creyentes que defienden la eutanasia? ¿Quién se atreve a juzgar lo que hay en el corazón de otras personas? El uso del precepto “no matarás” no tiene nada que ver con el derecho a la eutanasia. El principio de proteger la vida tampoco es incompatible con el derecho a la eutanasia. Por coherencia se puede tanto apoyar como no apoyar el derecho a la eutanasia, lo que es un requisito mínimo para el debate sobre cuestiones controvertidas o discutibles. Como decía San Agustín: “en lo dudoso, libertad”. No existe pérdida de identidad católica por apoyar el derecho a la eutanasia. En todo caso, es preferible perder identidad religiosa si con ello se gana en humanidad, que a fin de cuentas es lo que predicó Jesús.
La objeción de conciencia frente a la eutanasia es una intromisión en el legítimo derecho a una muerte digna. Y mucho peor cuando se da entre los profesionales sanitarios. Quienes trabajan en las UCIs ya saben que la eutanasia ya se ejerce bajo la denominación de “ayudar a morir”, administrando morfina a aquellos pacientes que ya no son recuperables. Negarse a la eutanasia es más sinónimo de apología del encarnizamiento que una profesión de fe en el dios que es amor y vida.
Es injusto y demagógico hablar de suicidio u homicidio. Al menos habría que contar con la experiencia y testimonio de otras personas enfermas que han vivido situaciones irreversibles y que han optado con pleno raciocinio, ética y humanidad por la eutanasia. La eutanasia no es un desprecio a la dignidad humana. Hay defensas de la vida mucho más indignantes, como sería el caso de las torturas, la esclavitud o la privación de libertad. Y la oposición integrista contra la eutanasia es puro encarnizamiento.
Otra reflexión necesaria e iluminadora es la de José Antonio Pérez Tapias publicada en la revista Contexto, titulada “La piedad de la eutanasia”, de cuya reflexión he recogido la referencia de Masiá.
En definitiva, incluyendo la espiritualidad camiliana, no parece posible excluir de la familia camiliana a quienes defienden el derecho a la eutanasia. Es un derecho que no obliga a nadie, sino que se habilita la opción legal para quien desee ejercerlo, para hacerlo con dignidad y no con clandestinidad, con los peligros que ello comportaría. Como ocurre con el aborto.
Incluso entre las confesiones evangélicas, más dogmáticas que la católica, se proponen jornadas formativas sobre la eutanasia que al menos incluyen una mesa de trabajo con argumentos a favor y en contra. Es por ello inaudito e indefendible la posición católica oficial contraria a la eutanasia y la negación doble, tanto del derecho a la pluralidad de pensamiento como del derecho a la existencia de quienes disienten y con quienes es insustituible la convivencia y el diálogo fraterno y tolerante.
Posiblemente el fundador de los camilos sería menos rigorista que sus seguidores, como sucede tantas veces en otras cuestiones de la vida. Como no podemos preguntarle directamente a él, sí que podemos inspirarnos en su legado y en su espiritualidad. Y desde ahí, sin negar el necesario alivio del dolor y el acompañamiento incondicional en la enfermedad, y a la vista de la entrega de la propia vida de tantos camilianos (por ejemplo, durante la “gripe española”), puede decirse que la eutanasia es asumida en el propio espíritu y vocación de la congregación camiliana, no tanto por asistirla en otros como en sí mismos, arriesgando sus vidas en el cuidado de enfermos que podrían contagiarles. Poniendo su propio costado para recibir la lanzada final.
Esa entrega de la propia vida por amor es un principio básico del reconocimiento de la eutanasia, del derecho a la eutanasia. Entrego mi vida por la tuya, es mi decisión. Y en una relación recíproca de amor, el que así es asistido puede pedir lo mismo: entrego mi vida por la tuya, no deseo seguir más con mi vida así, no por mí, sino porque la entrego para que tú tengas más vida. Valoro tus cuidados, déjame que yo también te cuide, asísteme en mi deseo de una muerte digna.
El martirio básico exigible y entregable a cualquiera es la eutanasia, la muerte digna. El martirio no exigible es la santificación por muerte indigna. Sin olvidarnos del gran debate sobre el alargamiento artificial de la vida gracias a la tecnología. ¿En qué momento se convierte en tortura ese artificio vital? ¿En qué momento la vida digna deja de existir para alargar la agonía silenciosa y tecnologizada? ¿En qué momento el tránsito por el puente hacia la muerte se derrumba y caemos en el limbo de una existencia agónica, de una caída al abismo sin fondo?
Y aquí no cabe la objeción de conciencia, más parecida a un lavarse las manos a lo Poncio Pilatos: que lo haga otro. Aquí la objeción de conciencia muestra un prurito de fariseísmo, amén de un delito al no acatar la legalidad vigente propia de un Estado de Derecho democrático, autónomo e independiente de la autoridad religiosa.
Fuente Religión Digital
La ensayista catalana Brigitte Vasallo escribe sobre el crimen de Samuel Luiz Muñiz, el joven asesinado a palos en La Coruña al grito de “maricón” que sacudió a España y al mundo.
Hoy no es como el día antes de que lo mataran. Hoy somos otra cosa. Y antes de seguir con nuestras agendas aprovechando el impulso de la visibilidad, habría tal vez que pensar si es el momento de nuestra agenda o es el momento de la agenda de Samuel.
La Coruña, después del asesinato de Samuel no es la misma ciudad. No puede ser la misma ciudad.
Estas palabras las pronunció Claudia Delso hace unos días en el pleno del Ayuntamiento de esa ciudad, justo antes de que la alcaldesa la mandara callar. Este no es un lugar donde venir a expresar emociones, le dijo.
En un tono bastante jodido, añado yo.
Pero antes de ser callada, Claudia Delso tuvo tiempo de decir cosas importantes. Una de ellas: que lo que se dice, y lo que no se dice desde las instituciones y demás altavoces, importa. Otra: que hoy, A Coruña, después del asesinato de Samuel no es la misma ciudad. No puede ser la misma ciudad.
La vida y la muerte no son la misma cosa aunque formen parte de lo mismo. Hace una semana en esa ciudad, en el paseo marítimo, delante de mucha gente, asesinaron a palos a Samuel Luiz Muñiz gritándole maricón. Samuel fue asesinado.
La vida y la muerte no son la misma cosa. Hay ahí una línea abismal, hay ahí la distancia insondable entre el ser y el no ser de Fanon. Por esa distancia insondable entre lo uno y lo otro, entre la posibilidad de existencia y la posibilidad de inexistencia, el asesinato de Samuel no se enmarca en un cúmulo de violencias, no es una violencia más, sino que es otro tipo de violencia, es la violencia paradigmática, el abismo, la irreparabilidad absoluta. El asesinato de Samuel es otra cosa. Y me preocupa que lo narremos como una violencia más, porque igual que engloba, igual que contextualiza, también minimiza, también ningunea. Su asesinato forma parte de una violencia que no es aislada, pero hoy A Coruña no es la misma ciudad y hoy, nosotras no deberíamos ser las mismas.
La homofobia no es el móvil de un asesinato. Si buscamos eso, pocas veces lo encontraremos. La homofobia es el marco que permite que cualquier cosa sirva de excusa para acabar con una vida marica. Como lesbiana visible mucho antes incluso de ser lesbiana, como marimacho, conozco perfectamente el mecanismo. ¿Por qué te ha gritado el guardia de seguridad? ¿Por qué se ha puesto agresivo contigo este tío si tú ibas por la calle sin hacer nada? ¿Por qué te han pegado un puñetazo a la salida del metro? ¿Pero lo conocías de algo? Llevo toda la vida contestando a estas preguntas, realizadas de buena fe pero sin entender nada. Buscando tal vez en mí el detonante, en algo que yo haya hecho más allá del mero hecho de existir. Pero no hay otro por qué. Mi existencia es lo que hace que alguien se permita descargar su ira conmigo y es lo que hace que me escoja a mí para descargarla, y no a cualquier otra persona.
Es tu energía, Brigitte, concluyen a menudo… obviando que “mi energía” se llama pluma.
Tal vez los y las asesinas de Samuel no lo conocían con anterioridad, pero fue la homofobia lo que les permitió tratar su cuerpo como un objeto inmerecedor de vida, como si al estar vivo desafiase las categorías, ofendiese las categorías. La homofobia es el factor deshumanizador que hace posible todo lo demás. Que hace que fuese Samuel la víctima elegida y no cualquier otra de toda la gente que pasaba por allí.
Y sí, los asesinos pueden tener amigos maricas. También los feminicidas dicen amar a sus compañeras.
Este no es un lugar donde venir a expresar emociones, le dice la alcaldesa de A Coruña a Claudia Delso, en un tono bastante jodido, paradójicamente bastante emocional, de una emocionalidad violenta, de una emocionalidad siniestra. La muerte no es cualquier cosa. El asesinato no es cualquier cosa. Cualquier muerto ilustre tiene su momento de panegírico en cualquier ayuntamiento que quiera apropiarse de su nombre. ¿Por qué a la alcaldesa de A Coruña le parece que hablar de Samuel, incluso 30 segundos más allá del tiempo reglamentario, es algo inaceptable? ¿Por qué hace callar justamente al cuerpo lesbiano de la Delso? Ando leyendo a Sara Ahmed estos días, y solo puedo pensar en la felicidad y el voluntarismo. La aguafiestas que viene a romper la promesa de felicidad, que viene a señalar que la ciudad no puede seguir siendo la misma, porque ya no lo es, porque ya es otra cosa, y que esa cosa hay que atenderla, hay que parar máquinas, hay que escuchar cómo se siente la ciudad después del asesinato de Samuel. Y la Delso es la bollera voluntariosa que no se rinde. Se calla, sí, pero no se rinde: esa imagen suya dejando el micro con todo el dolor y toda la rabia es una imagen que ya es nuestra. Una imagen que va a seguir hablando.
Si Samuel Luiz Muñiz hubiese sido asesinado por ser blanco o por ser payo, ¿hubiese habido espacio para hablar de él, incluso saltándose unos segundos el turno de palabra? ¿Si hubiese sido asesinado por español? ¿Y por gallego? ¿Si hubiese sido asesinado por ser hombre, o por ser personal sanitario? ¿Y si lo hubiese matado ETA? ¿Y Al-Qaeda? Todas estos supuestos habrían merecido un tiempo extra y la fotogénica emocionalidad de la alcaldesa. Samuel habría sido de ella, como ella. Pero no es el caso. Lo que viene después del asesinato sigue siendo parte del todo. Homofobia también es eso.
La ciudad ya no es la misma. ¿Y nuestras ciudades, están siendo las mismas? Sé que estos días estamos diciendo que todas somos Samuel, y entiendo la frase. Y aún así, me preocupa que de ser tanto todas Samuel nadie acabe siendo, ni siquiera él. Nos están matando a todas, sí. Pero nos están matando cada vez que lo matan a él, que es el que ha sido asesinado. Hay infinidad de grupos, también políticos, pero no solo, “aprovechando” el momento para sacar a la luz temas importantes de su agenda previa. Los temas son importantes, pero el momento es un asesinato y “aprovechar” hace que la frase sea jodida. Hoy no es como el día antes de que lo mataran. Hoy somos otra cosa. Y antes de seguir con nuestras agendas aprovechando el impulso de la visibilidad, habría tal vez que pensar si es el momento de nuestra agenda o es el momento de la agenda de Samuel. No sé si estamos preguntado suficiente a su entorno qué necesita. Qué necesitan en A Coruña, qué necesitan sus compañeres, que necesitan les compañeres allá, que necesitan en el contexto, y cuál es su agenda. La agenda de Samuel. El timing de los debates es importante también. Y que lo que se dice, y lo que no se dice desde las instituciones y demás altavoces, importa. Y mucho.
Publicado originalmente en Revista Pikara
El jugador de rugby gay Kenneth Macharia ganó su lucha por obtener asilo de cinco años, luego de que el Ministerio del Interior intentara deportarlo a la Kenia homofóbica.
El jugador de Bristol Bisons ha estado luchando contra la deportación a Kenia, donde el sexo gay se castiga con hasta 14 años de prisión, desde octubre de 2016.
Macharia ha vivido en el Reino Unido durante 12 años e inicialmente llegó al país en 2009 con una visa de estudiante para estudiar ingeniería mecánica.
Tenía múltiples visas extendidas, pero finalmente decidió buscar asilo ya que regresar a Kenia significaría enfrentar violencia y persecución como un hombre abiertamente gay.
A pesar de que una campaña de petición para detener su deportación alcanzó más de 180.000 firmas y el apoyo inequívoco de sus compañeros de equipo, en 2019 le dijeron que su solicitud de asilo había sido rechazada y que debía salir del país “sin demora”.
Dos años de incertidumbre después, el viernes (16 de julio), finalmente le dijeron a Macharia que el Ministerio del Interior había abandonado su caso en su contra y que le habían concedido asilo en el Reino Unido, según Sky Sports.
El mes pasado, un tribunal dictaminó que el jugador de rugby gay debería recibir el estatus de refugiado, y ahora se anunció que el Ministerio del Interior no apelará el fallo.
Kenneth Macharia dijo que le tomará tiempo “creer que esta pesadilla ha terminado”
En un comunicado emitido a través de sus abogados, Kenneth Macharia dijo:
“Cuando le cuento la noticia a personas cercanas a mí, están saltando de alegría y emoción, pongo una sonrisa y pretendo compartir el mismo nivel de entusiasmo. Ha sido una lucha muy larga, desde 2016. Mis esperanzas han sido aplastadas demasiadas veces. No puedo evitar preguntarme qué saldrá mal. La tristeza no se ha ido. Solía ser optimista. Pasará un tiempo antes de que vuelva a estar “.
Continuó: “Estoy muy agradecido por todo el apoyo que he recibido. Mucha gente vino en mi ayuda en mi momento de necesidad. La lista es muy larga, algunas las conozco, otras no. Gracias a todos y cada uno de ustedes. Me llevará un poco de tiempo creer realmente que esta pesadilla ha terminado y estar al mismo nivel de entusiasmo que tú”.
La situación legal de la homosexualidad en Kenia
Actualmente existen varios artículos en el Código Penal de Kenia (modificado en 2003) que castigan las relaciones homosexuales (página 99 del informe Homofobia de Estado de ILGA 2017). El artículo 162 establece penas de 14 años de cárcel para quienes «tengan conocimiento carnal con otra persona contra el orden de la naturaleza» o «quien permita que un varón tenga conocimiento carnal con él o ella contra el orden de la naturaleza». El artículo 163, por su parte, castiga a «quien intente cometer alguno de los delitos establecidos en el artículo 162 comete delito grave y será penado con prisión de 7 años».
Asimismo, el artículo 165 establece que «el varón que, en público o en privado, cometa un acto de indecencia grave con otro varón, o indujera a otro varón a cometerlo con él mismo, o intentara inducir la realización de un acto similar, incluso con terceras personas, es culpable de un delito grave y será penado con prisión de 5 años». Según los datos del propio Gobierno de Kenia, solo entre 2010 y principios de 2014 se procesó a 595 personas por estos cargos.
No está de más recordar, en cualquier caso, que en estos momentos se encuentra pendiente de resolución un importante proceso judicial, promovido por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Gais y Lesbianas de Kenia (NGLHRC en sus siglas en inglés) que busca poner fin a la criminalización de la homosexualidad en Kenia. Si la sentencia es favorable tendrá una repercusión internacional indiscutible. Del mismo modo, un fallo a favor de mantener la penalización de las relaciones homosexuales o, incluso, de endurecer la ley, constituiría un antecedente muy peligroso. En febrero nos hacíamos eco, por cierto, de la campaña que CitizenGO, la marca internacional de HazteOír, promovía contra la posible despenalización.
Un pasado de persecución y LGTBfobia de Estado
Kenia es un país mayoritariamente cristiano (aunque con una importante minoría musulmana), en el que a las leyes vigentes y a la agresividad de las fuerzas policiales se suma una marcada homofobia social. Según un estudio del Pew Global Attitudes Project de 2013, únicamente un 8% de sus 44 millones de habitantes estaba dispuesto a algún reconocimiento social de los homosexuales, y un 90% consideraba tal orientación sexual inaceptable. La prensa alienta esta homofobia social: en mayo de 2015 se publicaba, en la portada de un periódico keniano, un listado con el nombre y la fotografía de las que supuestamente eran las doce personas gais y lesbianas más influyentes en el país, poniendo en grave riesgo su vida.
Aun así, existe en Kenia un valeroso grupo de activistas LGTB. Entre sus miembros se encuentra por ejemplo Denis Nzioka, que en 2012 trató de presentarse a las elecciones presidenciales como candidato y así visibilizar a la población LGTB. También David Kuria Mbote se presentó entonces como senador, aunque tuvo que cancelar su campaña debido a las fuertes amenazas recibidas y la falta de fondos. Su breve campaña, sin embargo, sirvió para que por primera vez un político abiertamente gay pudiera dirigirse a sus conciudadanos. El de Kuria es, como no podía ser menos, otro de los nombres citados en la publicación.
La salida del armario del escritor keniano Binyavanga Wainaina y el que se desarrollaran sin incidentes las protestas convocadas en Nairobi el pasado 2014 contra la legislación ugandesa alentaban incluso la esperanza de una mayor apertura en Kenia para los derechos LGTB. Esperanza que vio luego truncada, como muestra la detención en julio de 2014 de sesenta personas en un club de ambiente de Nairobi. Incluso se ha presentado una iniciativa ante el Parlamento de la nación, que pretende que los actos homosexuales sean sancionados con cadena perpetua para los kenianos y lapidación para los extranjeros. El propio presidente Uhuru Kenyatta declaraba en 2015 que, si bien no permitiría “cazas de brujas” contra la población LGBT de Kenia, tampoco derogaría las leyes que castigan la homosexualidad debido a su gran aceptación social. Más recientemente, en junio de 2016, un tribunal de este país consideraba “legal” y “razonable” usar torturas anales para incriminar a sospechosos de ser gais. Veremos si finalmente lo consiguen lo hacen los tribunales. Kenyatta se reafirmaba en su posición en abril de este año tachando los derechos LGTB de asunto «no aceptable» y «sin importancia para el pueblo de la República de Kenia».
Fuente PinkNews/Cristianos Gays/Dosmanzanas
Eso es lo que Aaron Bianco le dijo recientemente a The San Diego Union Tribune en una entrevista reciente con el ministro pastoral católico gay y profesor de teología. Sin embargo, es posible que la vida no se viera tan bien hace unos años.
Han pasado casi tres años desde que Bianco se vio obligado a renunciar a su cargo en una parroquia del sur de California debido al constante y peligroso acoso anti-gay. Bianco, quien se desempeñó como asociado pastoral en la Iglesia St. John the Evangelist en el vecindario Hillcrest de San Diego, fue sometido a todo, desde notas homofóbicas en su automóvil y llantas cortadas hasta amenazas de muerte e intentos de incendio provocado en la iglesia misma. Todo este acoso se debió simplemente a que era un hombre gay casado. Pero la gota que colmó el vaso, como informó Bondings 2.0 en octubre de 2018, fue un insulto anti-gay pintado en la pared de una iglesia después de un robo. El incidente fue investigado por el FBI como un crimen de odio.
Al dejar su ministerio, Bianco prometió a la congregación en su última misa en St. John, donde el ministerio LGBTQ aún continúa: “Nunca dejaré de hablar por una iglesia inclusiva”. Y ha seguido viviendo esa vocación, incluso evangelizando en el camino.
Como profesor adjunto de teología en la Universidad de San Diego, imparte cursos sobre catolicismo y “Jesús y la justicia”. Bianco expone la enseñanza de la iglesia y luego anima a los estudiantes a abordar las preguntas difíciles: “Tenemos grandes discusiones sobre lo que significa para ellos ser católicos“.
Una ventaja para el profesor es: “Cuando tengo estudiantes al final del semestre que me envían un mensaje y me dicen: ‘Oye Bianco, en realidad estoy pensando que tal vez me confirmen’. Entonces algo salió bien, y eso es lo que es importante para mí “.
Bianco también sigue siendo firmemente católico. “Realmente creo que el cumplimiento de la verdad se encuentra en la Iglesia Católica”, dijo al Union Tribune. “[C] uando voy a la comunión, realmente creo que estoy recibiendo a Jesús. No voy a permitir que alguien me quite eso. Es mi hogar “.
Bianco había pasado un tiempo en el seminario en Roma durante varios años antes de abandonar la escuela tras la declaración del Vaticano de que los hombres homosexuales no deberían ser sacerdotes.
Al recordar los difíciles días del acoso, Bianco se centra en la forma en que el amor superó ampliamente el odio perpetrado por unos pocos. Recibió numerosas cartas de apoyo, explicando, “esa es la iglesia que conozco y esa es la iglesia a la que pertenezco. Y así, aquellos que están consumidos por el odio, arden en ellos como un incendio forestal y me niego a permitir que ese fuego se acerque a mí “.
Bianco tiene un mantra: “No voy a permitir que nadie me quite la paz”. Este mantra alimenta su ministerio y su firme insistencia en permanecer dentro de la Iglesia Católica trabajando por el cambio en lugar de “gritar a las puertas cerradas”, como le aconsejó un obispo una vez. En cuanto a la acusación de sus oponentes de que tiene una agenda extrema, es cierto que el trabajo de Bianco puede considerarse radical. “La única agenda que tenía era llevar a la gente a Cristo”, profesa. “Sé que suena un poco cursi, pero por eso comencé este trabajo. Creo que todos son bienvenidos “.
—Angela Howard McParland, New Ways Ministry, 17 de julio de 2021
Fuente New Ways Ministry
La Defensoría del Pueblo también se pronunció rechazando los “actos de violencia transfóbica cometidos contra Gahela, los cuales habrían sido presenciados por personal de Serenazgo del Cercado de Lima.
La activista trans y excandidata al Congreso Gahela Tseneg Cari Contreras fue agredida en la noche del 9 de julio cuando salió de su departamento en horas de la madrugada. Según cuenta en su Twitter, la joven política fue testigo de un hecho de violencia contra una mujer por parte de varios hombres, por lo que intervino frente a la inacción del Serenazgo de Lima que, a pesar de estar presente, no hacía nada para proteger a la mujer que estaba siendo agredida. Fue ahí cuando Gahela también fue agredida por los sujetos. Según su testimonio, la policía nunca llegó.
“¿Cómo es posible que unos sujetos te ataquen, mientras los serenos miran cómo te golpean, la policía sigue sin llegar a prestar auxilio? Mi delito, ser travesti, salir a botar basura y preguntar a una mujer si necesita ayuda, ¿cuánto más demorará la Policía y Fiscalía?”, escribió Gahela en su Twitter, en donde también mostró las lesiones sufridas a consecuencia de la golpiza.
Como es posible que unos sujetos te ataquen, mientras los sereznos miran como te golpean, la policía sigue sin llegar a prestar auxilio.
Mi delito ser travesti, salir a botar basura y preguntar a una mujer si necesita ayuda, ¿cuanto más demorará la @PoliciaPeru y @FiscaliaPeru? pic.twitter.com/cwNtvznHEw
— Gahela Tseneg Cari Contreras (@Gahelatrans) July 9, 2021
Frente a ello, el alcalde de la Municipalidad de Lima, Jorge Muñoz, se pronunció manifestando que rechazaba “enérgicamente el acto de agresión contra una persona trans ocurrido en horas de la madrugada”, y añadió que habían iniciado una investigación para determinar las responsabilidades por parte del personal municipal que se negó a prestar ayuda a Gahela mientras era golpeada.
Presentes se comunicó con Gahela, quien nos señaló que lo que ella ha vivido lo viven la mayoría de las personas trans en el Perú, “y no es justo tener que tropezarnos con gente transfóbica en las calles, pero también tropezarnos con un sistema judicial que sigue siendo homolesbobitransfóbico. Es necesario que el Estado y la sociedad asuman responsabilidad de garantizarnos una vida libre de violencia, y no habrá esa vida una vida libre de violencia sin una ley de identidad de género que nos permita a las personas trans tener un documento con nuestros datos, sin el matrimonio igualitario, sin normas que impidan las violaciones correctivas, sin una educación de calidad que llegue a todas las personas, sin una salud pública que no deje a nadie afuera. Eso es lo que exijo visibilizando este acto de transfobia”.
La activista recibió el apoyo de un equipo del Servicio de Atención de Urgencia del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, que la acompañó a la comisaría para hacer la denuncia correspondiente en donde prestó sus declaraciones.
No se cumplen los reglamentos
En el Perú, las personas LGTBIQ+ son consideradas una población en situación de vulnerabilidad, por lo que están incluidas en el Plan Nacional de Derechos Humanos, y existen protocolos de atención para ellxs en el Manual de Derechos Humanos Aplicados a la Función Policial y en el Manual del Sereno Municipal. Asimismo, Lima cuenta con la Ordenanza N° 2160 desde 2019, que promueve el respeto a la igualdad y previene, prohíbe y sanciona toda manifestación de prácticas o actos discriminatorios en Lima Metropolitana. Herramientas legales que fueron “olvidadas” por el Serenazgo de Lima al hacer caso omiso a la violencia vivida por Gahela.
La Defensoría del Pueblo también se pronunció rechazando los “actos de violencia transfóbica cometidos contra Gahela, los cuales habrían sido presenciados por personal de Serenazgo del Cercado de Lima”. El ente estatal que vigila el respeto de los derechos ciudadanos exigió investigar los hechos con diligencia y bajo los estándares de protección de los derechos humanos de las personas LGTBI.
El proyecto de ley de identidad de género, a punto ser archivado
El proyecto de Ley de Identidad de Género, que ha esperado más de cinco años para ser debatido en el Congreso, pasó por su primer tramo al ser aprobado en la Comisión de la Mujer en marzo de este año, pero se estancó en la Comisión de Constitución y Reglamento, que hasta el momento no agendó la iniciativa legislativa a puertas de la terminación de la legislatura y la entrada de un nuevo gobierno.
El regidor de Lima, Manuel Siccha, quien ha venido realizando un trabajo de incidencia con otrxs activistas para empujar la aprobación de esta ley, declaró para Presentes que “todo parece indicar que la ley de identidad de género se va a quedar en la puerta del horno. Hemos tenido hasta dos sesiones con congresistas de la Comisión, donde ha sido manifiesta una corriente favorable a la propuesta. Sin embargo, el corto tiempo y la dejadez nos hace ver con desesperanza cualquier posibilidad, conociendo que la actual legislatura culmina funciones la próxima semana. Esta es una expresión más de que nuestros derechos son cualquier asunto postergable, insignificante incluso en un Bicentenario”.
En el Perú, las personas trans aún no pueden acceder a un documento que reconozca su identidad de género, son la población más afectada por el VIH-Sida, su calidad de vida está disminuida por la pobreza estructural, carecen de vivienda digna y acceso a la salud con respeto a su dignidad, son orilladas a realizar trabajos de riesgo en calle, su esperanza de vida no pasa de los 45 años, y son parte de la población afectada por los crímenes de odio, que se producen en el Perú a un promedio de 15 personas LGTBIQ+ asesinadas cada año.
Fuente Agencia Presentes
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