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Jesús es nuestra regla de vida.

Sábado, 3 de julio de 2021
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Del blog de Thomas Merton:

JONATHAN SCARFE, JOHNATHON SCHAECH

El cristianismo es una religión de amor. La moralidad cristiana es una moralidad de amor. El amor es imposible sin la obediencia que une las voluntades del amante y del Amado. Pero el amor es destruido por la unión de voluntades que resulta forzada Y no es espontánea. El hombre que obedece a Dios porque es compelido a hacerlo, realmente no lo ama. Dios no quiere la adoración de la compulsión, sino una adoración que sea libre, espontánea, sincera, “en espíritu y en verdad”. Ciertamente, siempre debe haber un límite donde la debilidad humana sea protegida de sí misma por una orden categórica: “¡No lo harás!” No puede haber un amor a Dios que ignore tales órdenes. Sin embargo, un amor genuino y maduro obedece no porque es ordenado, sino porque ama.

El cristianismo no es la religión de una ley sino la religión de una persona. El cristiano no es sólo alguien que cumple las reglas que le impone la Iglesia. Es un discípulo de Cristo. Por cierto que respeta los mandamientos de Dios así como las leyes de la Iglesia, pero su razón para hacer tal cosa no debe buscarse en algún poder de decretos legales: es hallada en Cristo. El amor es especificado no por leyes sino por personas. El amor tiene sus leyes, pero son leyes concretas, existenciales, basadas en valores ocultos en la mismísima persona del Amado. En el Sermón de la Montaña, cuando Jesús comparó la antigua Ley con la nueva, introdujo sanciones, pero eran hiperbólicas: “el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo en la gehenna de fuego” (Mateo 5, 22).

El mismo Jesús, al vivir en nosotros por su Espíritu, es nuestra regla de Vida. Su amor es nuestra ley, y es absoluto. La obediencia a esta ley nos amolda a Él como persona. Por lo tanto, perfecciona la imagen divina en nosotros. Hace que nos parezcamos a Dios. Nos colma con la vida y la libertad que Él nos enseñó a buscar. Éste es el valor que determina todas las acciones de un cristiano. Éste es al mismo tiempo el cimiento del humanismo cristiano y del misticismo cristiano: el cristiano vive por amor y, consiguientemente, por libertad.

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Thomas Merton
El hombre nuevo

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

¿Cómo entender el Papado? (Algunos apuntes de orden histórico), por Eduardo Hoornaert

Sábado, 3 de julio de 2021
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Nada más concluir el concilio Vaticano II hubo intensas discusiones sobre el papado. Muchas de ellas tuvieron eco en las páginas de la revista «Concilium» a lo largo de la década de 1960. De esos debates quedó la convicción de que es necesario conocer mejor la historia del papado, para evitar los anacronismos (proyectar al pasado las situaciones presentes) y las afirmaciones desprovistas de base histórica que permean el discurso acerca del gobierno central de la Iglesia católica. Ante un tema que toca puntos neurálgicos del sistema católico y de la sensibilidad católica, me parece importante anotar aquí algunos puntos básicos que suelen hacerse presentes cuando se habla sobre el papado.

1. Pedro en Roma

El obispo Eusebio de Cesarea, teórico de la política universalista del emperador Constantino, en el siglo IV, redactó para las principales ciudades del imperio romano listas de la sucesión de obispos, en el intento de adaptar el sistema cristiano al modelo sacerdotal romano. Lo hizo de una forma bastante aleatoria. Así, escribe, por ejemplo, que Clemente fue ‘el tercer obispo de Roma’, después de Lino y Anacleto. Conocemos a Clemente romano por sus cartas, pero nada sabemos acerca de Lino y de Anacleto. Nadie sabe de dónde sacó Eusebio esos nombres, trescientos años después de los acontecimientos.

Para dar consistencia a su tesis de que Pedro es el primer papa, Eusebio escribe, en el segundo libro (14,6) de su ‘Historia eclesiástica’, que el apóstol Pedro viajó a Roma al comienzo del reinado de Claudio, o sea, alrededor del año 44. ¿Qué dicen los escritos de Nuevo Testamento sobre eso? En Hechos de los apóstoles (12,17) se dice que Pedro, en el año 43, salió de Jerusalén y ‘fue a otro lugar’, sin especificar cuál. Los mismos Hechos relatan que Pedro está en Jerusalén en el año 49, con ocasión de la visita de Pablo. Nada se dice sobre la actuación del apóstol entre los años 43 y 49. Lo más probable es que haya viajado a Samaria como exorcista, pues los Hechos relatan su disputa con otro exorcista, de nombre Simón el Mago, que actuaba en aquella región. En fin, las fechas propuestas por Eusebio no se combinan con lo que los Hechos de los apóstoles nos narran.

Los historiadores hoy concuerdan en decir que Eusebio es un historiador sospechoso, pues está involucrado en un proyecto que tiene como finalidad articular la política imperial en su relación con el cristianismo, y contar el movimiento cristiano ajustándolo a un modelo dinástico de tipo romano. Eusebio proyecta la imagen de la Iglesia del siglo IV hacia el pasado. Por ejemplo, proyecta la repartición territorial de las áreas de influencia (diócesis) –repartición que forma parte de la administración romana– a los primeros tiempos del cristianismo, sin ninguna base historiográfica. En los capítulos 4 a 7 de su Historia Eclesiástica, elabora listas de obispos monárquicos que se remontan hasta los apóstoles. En todo ello aparece la intención de asimilar las estructuras cristianas a la organización imperial de la época.

Concluyendo, podemos decir que no hay base histórica para la afirmación de que Pedro haya estado en Roma, y con eso cae uno de los principales fundamentos del discurso oficial sobre el papado.

2. ‘Tu eres Pedro’

índiceHoy, las palabras ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’ figuran, con enormes letras, en el interior de la cúpula de la basílica de San Pedro, en Roma. Hay que recordar que se trata de un versículo aislado del evangelio de Mateo. Sin embargo, el sentido del versículo sólo aparece cuando es leído en el contexto, o sea, dentro de la secuencia de cuatro versículos: Mt 16,16-19. El historiador ortodoxo Meyendorff [1] muestra cómo esos versículos han sido entendidos en los siglos anteriores a Constantino y a la alianza entre las jerarquías cristianas y las autoridades del imperio romano.

Se trata, según el historiador, de un elogio de Jesús dirigido a Pedro. Cuando éste afirma que Jesús no es un profeta entre otros, sino el ungido de Dios, Pedro muestra que Jesús no sigue la tradicional manera de actuar de los profetas del Antiguo Testamento, que amenazaban e intimidaban a las personas hablando de la ira de Dios por causa de los pecados y de la necesidad de penitencia. Pedro entiende que Jesús, que no amenaza ni condena, sino que apunta hacia el Reino de Dios, la gracia, la misericordia, el perdón, es diferente. Debe ser el ungido de Dios tan esperado, piensa él. Y Jesús elogia a Pedro por expresar de forma tan feliz la novedad que él mismo viene a traer. Es como si quisiese decir: “tú captas mi intención, tú eres la piedra sobre la cual pretendo construir mi Iglesia, si todos entendiesen lo que tú dices aquí, mi Iglesia estaría bien fuerte”.

Eusebio de Cesarea y los demás teólogos comprometidos con la ideología imperial romana no leen el versículo 18 en su contexto, sino que lo aíslan de los demás versículos (16-19) y con ello dan un significado diferente a las palabras de Mateo.

Hoy Eusebio ha de ser severamente criticado (así como los que lo siguen en la exégesis de Mt 16,18), pues la exégesis actual es taxativa en afirmar que no se puede aislar un texto de su conjunto literario y transformarlo en un oráculo. Para quien lee los evangelios contextualmente queda claro que no dan pie para imaginar que Jesús haya planeado una dinastía apostólica de carácter corporativo, basada en sucesión de poderes.

3. La religión del pueblo (y de los papas)

Más y más me convenzo de que el camino cierto, para analizar el papado, consiste en prestar atención a la religión del pueblo. La palabra ‘papa’ (pope) pertenece al griego popular del siglo III y es un término derivado de la palabra griega ‘pater’ (padre). Expresa el cariño que los cristianos tenían hacia determinados obispos o sacerdotes. El término penetró en el vocabulario cristiano, tanto de la Iglesia ortodoxa como de la católica. En el interior de Rusia, hasta hoy, el pastor de la comunidad es llamado ‘pope’. La historia cuenta que el primer obispo en ser llamado ‘papa’ fue Cipriano, obispo de Cartago entre 248 y 258, y que el término ‘papa’ sólo apareció tardíamente en Roma: el primer obispo de aquella ciudad en recibir oficialmente ese nombre (según la documentación disponible) fue Juan I, en el siglo VI.

Entre nosotros no se ha concedido la debida atención a la religión popular en la construcción del cristianismo. Es un dato implícito a toda la historia de la Iglesia, pero que pasa ampliamente desapercibido y sin comentario. Ello proviene, en parte, del hecho de que, hasta hace poco tiempo, la historiografía cristiana estaba principalmente basada en el estudio de fuentes escritas. Ahora bien, esas fuentes prácticamente nunca abordan la religión del pueblo. Por lo demás, es la regla general: los intelectuales no acostumbran a mostrar interés por lo que ocurre en medio del pueblo común y anónimo.

La ‘plebe’ no consigue la atención de filósofos como Platón, Aristóteles, Cicerón o Séneca, ni de intelectuales prominentes como Galeno, Plotino o Marco Aurelio. Ni siquiera autores cristianos como Justino, Ireneo, Tertuliano, Cipriano, Clemente de Alejandría u Orígenes, describen lo que ocurre entre cristianos comunes. En definitiva, ellos también pertenecen a la élite letrada. Hoy existen ciencias que nos revelan la vida vivida de aquellos tiempos, más allá de los escritos, como la arqueología y la “iconografía”, o sea, el estudio del arte cristiano.

El estudio del arte cristiano en el transcurso del siglo IV muestra que prácticamente todo lo que se cuenta sobre Pedro proviene de la religión popular. En la época de la construcción de las primeras basílicas cristianas (segunda parte del siglo IV), fueron invitados artistas que trabajaban con mosaicos para cubrir las paredes de escenas relativas a los evangelios y a la vida de la Iglesia. Así, aparecieron las más variadas imágenes de Pedro: crucificado cabeza abajo, con las llaves en la mano, pescador, asegurando en la mano derecha la maqueta de alguna nueva Iglesia, con vestidos sacerdotales romanos (alba, estola, manípulo…), con la tiara persa o la mitra mesopotámica (de la liturgia del dios Mitra) en la cabeza, con su barco (que nunca se hunde), su red (que pesca hombres), su sello, su cátedra (la Santa ‘Sede’).

Pero la imagen que aparece con más frecuencia es la de la tumba de Pedro, al lado de la tumba de Paulo. Efectivamente, el papa es antes de nada visto como el guardián de las tumbas de Pedro y Paulo. Una tradición romana muy antigua cuenta que Pedro fue martirizado en el monte Vaticano y que Pablo lo fue ‘fuera de los muros’ de la ciudad. Desde muy pronto se registran ‘romerías’ a las tumbas de los apóstoles-mártires, Pedro y Pablo [2]. Sin documentación que probase la veracidad de la presencia de Pedro y Pablo en Roma, las historias sobre ambos proliferan en Roma. Ya en el siglo II, ir a Roma significa ir a visitar las tumbas sagradas, como se comprueba en los escritos de Justino e Ignacio de Antioquía.

El papa Pío XII todavía trató de reavivar la tradición de estas romerías por medio del ‘año santo’ de 1950, que fue un éxito, y más tarde, en 1956, mandó ejecutar excavaciones en un cementerio antiguo descubierto en 1956 bajo un garaje en construcción en el Vaticano. En ese cementerio eran enterradas personas pobres, esclavos y libertos, hasta en los siglos IV y V. El papa esperó encontrar ahí señales de la tumba de Pedro, pero las obras fueron suspensas por falta de evidencias[3].

Todo ello indica que la institución cristiana, tal como funciona concretamente, puede ser considerada una creación de la religión popular. Para los obispos, no es tan fácil aceptar eso, pero no hay cómo escapar de la evidencia. Todos sabemos que el pueblo sostiene financieramente a la jerarquía (de una u otra forma) y que él es quien confiere prestigio y honorabilidad a obispos y papas. En definitiva, ¿qué sería del papa si ya nadie saliese de casa para ir a verlo y aclamarlo?

Interesante observar que los propios papas tienen su ‘religiosidad’. Hasta ahora, ningún papa se ha atrevido a adoptar el nombre de Pedro. Sólo tardíamente, en el siglo VI, un papa adoptó el nombre de Juan, y sólo en el siglo VIII apareció el primer Pablo. Hay muchos detalles interesantes en ese sentido, que no menciono aquí por falta de espacio, pero que el lector puede investigar en google.

4. La lucha por la hegemonía

450_1000A partir del siglo III se desencadenó entre los obispos de las cuatro principales metrópolis del imperio romano (Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Roma) una dura lucha por el poder. Fue particularmente dramática en la parte oriental del imperio, donde se hablaba griego. Los obispos en litigio fueron llamados ‘patriarcas’, un término que acopla el ‘pater’ griego con el poder político (‘archè’, en griego, significa ‘poder’). El ‘patriarca’ es al mismo tempo ‘padre’ y ‘líder político’. Al principio Roma participaba poco en esta disputa, por quedar lejos de los grandes centros de poder de la época, y por usar una lengua menos universal (sólo usada en la administración y en el ejército del sistema imperial romano), el latín. Por su parte, Jerusalén, ciudad ‘matriz’ del movimiento cristiano, quedó fuera de la escena, por ser una ciudad de poca importancia política.

En el año 330 Constantinopla se autoproclama la ‘segunda Roma’, un título aceptado por los obispos en el año 381, con ocasión del concilio de Constantinopla.

De entonces en adelante, el poder divino (ejercido por Pedro) actúa en la ‘nueva Roma’, o sea, en Constantinopla. Fortalecidos por ese consenso, los patriarcas de Constantinopla se implican cada vez más en asuntos internos de las demás Iglesias, un proceso que culmina en Calcedonia (451), cuando Constantinopla nombra obispos para Antioquía y Alejandría. La idea de la transferencia del ‘poder de Pedro’ todavía tiene acogida favorable en el siglo XVI; cuando el patriarca Jeremías II Tranos, de Constantinopla, viaja a Rusia (1589), impresionado por el vigor del cristianismo en aquel país, y hace de Moscú una ‘tercera Roma’. Enseguida, la ciudad se convierte en un centro de peregrinación. Así como los francos y germanos peregrinan a Roma, los eslavos y rusos peregrinan hacia Moscú. La identificación entre el imperio romano, su memoria, sus símbolos, sus ritos, sus vestimentas y ceremonias, y los imperios bizantino, carolingio, ruso y católico es algo que salta a la vista del historiador. Efectivamente, ‘el mundo gira, pero la cruz permanece’ [4].

5. Durante siglos, Roma busca el poder

El patriarca de Roma, que al principio no ocupa un papel destacado en la lucha por la hegemonía sobre toda la cristiandad, no deja de hacer valer su poder en la parte occidental del imperio, desde muy pronto. Ya en el siglo III el ya citado obispo Cipriano, de Cartago, reacciona con energía ante las pretensiones hegemónicas del obispo de Roma, y repite que entre los obispos ha de reinar una ‘completa igualdad de funciones y de poder’. Pero la historia avanza inexorablemente. Con tenacidad, los sucesivos patriarcas de Roma consiguen ampliar su ascendencia sobre las demás Iglesias de Occidente. Es una larga historia, de la cual apunto aquí apenas algunos momentos más decisivos [5].

Pienso que es importante recorrer las sucesivas etapas, pues de ese modo resulta más fácil comprender que el papado es una construcción histórica condicionada por el tiempo y por el espacio, como todo lo que el ser humano hace. Y todo lo que el ser humano construye puede ser de-construido, remodelado u substituido por algo que sea más adecuado a las exigencias del momento.

– Hasta el final del siglo III el papado no interviene en las decisiones tomadas por las reuniones de los obispos. Ellos son libres y soberanos. Pero ya se anuncian problemas en el horizonte.

– La misma actitud perdura en la primera parte del siglo IV. Los obispos locales mantienen su independencia ante Roma, aunque siempre manifiesten respeto para con el patriarca de Roma. Así, en las reuniones episcopales de Arles (314), Nicea (325) y Sárdico (342). Cuando se produce alguna cuestión especial, el obispo de Roma es notificado, nada más. Los patriarcas Silvestre y Liberio no interfieren en las decisiones tomadas  en las reuniones de obispos (concilios).

– Las cosas comienza a cambiar en la segunda parte del siglo IV. Los patriarcas romanos Damasio (366-384) y Sirico (384-399) se muestran muy desinhibidos y atribuyen a Pedro (y sus sucesores) títulos de la nomenclatura religiosa romana, como ‘sumo pontífice’, ‘príncipe (de los apóstoles)’, ‘vicario (de Cristo)’. Obispos como Basilio y Ambrosio no aprueban las maniobras romanas, pero aun así, los patriarcas romanos avanzan en busca de control sobre los obispos.

– Con Inocencio I, al inicio del siglo V, avanza el proceso de la romanización de la Iglesia cristiana en Occidente. Inocencio interviene sistemáticamente en los asuntos de Iglesias locales de Francia, España e Iliria (región balcánica), exige informes, se reserva la última decisión… A las reuniones episcopales de Cartago y Mileve (sobre el pelagianismo), él manda decir que un problema sólo puede resolverse pasando por Roma. Celestino I sigue el mismo camino y resuelve soberanamente el caso de Nestorio (de Alejandría), y envía como delegado a Cirilo de Alejandría al concilio de Éfeso (431). Una vez más, los obispos y los teólogos reaccionan. Incluso Agustín no está de acuerdo, aunque se diga que él sea autor de la frase ‘Roma hablada, causa acabada’ [6]. Agustín mantiene la idea tradicional: la autoridad romana ha de respetar la soberanía de los concilios episcopales. El primado del obispo de Roma es solamente honorario.

– Pero el proceso de la centralización romana continúa. León I intensifica la mística petrina, y principalmente la mitología en torno a la imagen de Pedro. Tiene la osadía de afirmar que su autoridad (la ‘plenitud del poder’ [7]), proviene directamente de Cristo. El ‘vicario de Cristo’ es el ‘príncipe de los apóstoles’; no es el ‘primero entre los iguales [8]’ (como decía Eusebio), ni una autoridad ‘honoraria’ (como decía Agustín).

En los concilios realizados en España, Italia del Norte y de África del Norte, León actúa como jefe absoluto e interviene hasta en detalles mínimos. Incluso en Oriente se atreve a interferir. En la controversia monofisita, desprecia la intervención del patriarca de Alejandría y manda sus propios legados, transmite órdenes a los padres conciliares reunidos en Calcedonia y declara nulas las decisiones que no le agradan. Esa postura autoritaria impresiona mucho a los contemporáneos, que conservan cuidadosamente su correspondencia, que pasa a constituir la base de la teoría papal vigente hasta nuestros días.

– La victoria definitiva del papado llega con Gregorio Magno, que crea en Lerins, en la actual Francia, una escuela de ‘aristócratas episcopales’ para establecer la organización eclesiástica en el sur de Galia. Intelectual de renombre, Gregorio inicia los tiempos gloriosos de Roma. Su figura puede ser colocada a la altura de otros exponentes da ‘aristocracia episcopal’, como Ambrosio, protagonista da supremacía de la Iglesia sobre el Estado; o Agustín, al mismo tempo ‘padre de la inquisición’ y genial teólogo; o Juan Crisóstomo, orador de renombre, o también Cirilo de Alejandría, fundador de la tradición teológica griega.

– El camino queda abierto. Después de la exitosa alianza con el emergente poder germánico en Occidente (Carlomagno, año 800), los papas romanos elevan cada vez más el tono de su voz y, con ello, sus relaciones con los patriarcas orientales (principalmente con el patriarca de Constantinopla) se hacen cada vez más tensas. El cisma de 1054 viene a cerrar una evolución de siglos. Se rompe la unidad del cuerpo cristiano y dos caminos se separan: el ortodoxo y el católico.

6. Roma en el auge del poder

Ahí comienza la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana propiamente dicha. Es una historia de siglos de éxito. Y ese éxito proviene principalmente de la diplomacia, o sea, del ‘arte de la Corte’ que Roma aprendió con Constantinopla. A lo largo de siglos, prácticamente todos los gobiernos de Europa occidental aprenden en Roma o por Roma ese arte. La diplomacia es un arte nada edificante, pero muy eficiente. Un arte que incluye hipocresía, apariencia, habilidad en saber lidiar con el pueblo, impunidad, sigilo, lenguaje codificado (inaccesible a los fieles), palabras piadosas (y engañosas), crueldad encubierta de caridad, acumulación financiera (indulgencias, amenaza del infierno, del miedo, etc.). La imponente ‘Historia criminal del cristianismo’, en 10 volúmenes, que el historiador K. Deschner acaba de concluir, describe con detalle ese arte eminentemente papal.

Es principalmente por medio del arte de la diplomacia como a lo largo de la Edad Media el papado cosecha éxitos fenomenales. Sin armas, Roma se enfrenta a los mayores poderes de Occidente y sale victoriosa (Canossa 1077). Como resultado, la Iglesia es afectada, al decir del historiador Toynbee, por la ‘embriaguez de la victoria’. El papa pierde el contacto con la realidad del mundo y pasa a vivir en un universo irreal, repleto de palabras sobrenaturales (que nadie entiende).

7. Roma al lado de los más fuertes

Con la llegada de la modernidad, el papado pierde paulatinamente espacio público. En el siglo XIX, principalmente durante el largo pontificado de Pío IX, la antigua estrategia de oponerse a los ‘poderes de este mundo’ ya no funciona. Ya no comporta más victorias, sólo registra derrotas. Entonces, el papa León XIII decide cambiar de estrategia, e inicia una política de apoyo a los más fuertes, estrategia que funcionará durante todo el siglo XX. Benedicto XV sale de la primera guerra mundial al lado de los vencedores; Pío XI apoya Mussolini, Hitler y Franco, mientras Pío XII practica la política del silencio ante los crímenes contra la humanidad, perpetrados durante la segunda guerra mundial a costa de incontables vidas humanas. Tras una breve interrupción con Juan XXIII, la política de apoyo silencioso a los ganadores (y de palabras genéricas de consuelo a los perdedores) continúa, hasta nuestros días.

8. El papado, un problema

Be_77DMhPor todo eso, se puede decir hoy que el papado no es una solución: es un problema. Pues el papa no es sólo un líder religioso, sino también un jefe de Estado. Cada vez aparece más claro cómo el papado es una excrecencia del episcopado. Ese episcopado registra, a lo largo de los siglos, páginas luminosas. Aquí, en América Latina hemos tenido, en los últimos tiempos, además de obispos mártires, como Romero y Angelelli, una generación de obispos excepcionales, entre los años 1960 y 1990. Es verdad que el Concilio Vaticano II avanzó la idea de la colegialidad episcopal, con la intención de fortalecer el poder de los obispos y limitar el poder del papa, pero no ha producido avances considerables, por lo menos hasta hoy. Aun así, hay que recordar que el catolicismo es mayor que el papa, y que la importancia de los valores vehiculados por el catolicismo es mayor que su actual sistema de gobierno.

Todo se resume en la siguiente pregunta: ¿‘puede la Iglesia católica subsistir sin papa?’ Es como preguntar ‘puede Francia subsistir sin rey, o Inglaterra sin reina, o Rusia sin zar, o Irán sin ayatolá?’. La propia historia da la respuesta. Francia no desapareció con la destitución del rey Luis XVI, e Irán ciertamente no se acabará con el fin del reinado de los ayatolás. El surgimiento del protestantismo en el siglo XVI demostró que el cristianismo puede subsistir sin papa. Se producirán ciertamente resiliencias y nostalgias, tentativas de vuelta al pasado, pero las instituciones no acostumbran a desaparecer con los cambios de gobierno. En general, el movimiento de la historia en dirección a una mayor participación popular es irreversible (según parece). Tarde o temprano, la Iglesia Católica tendrá que afrontar la cuestión de la superación del papado por un sistema de gobierno central más adecuada a los tiempos que vivimos.

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[1] Meyendorff, The Primacy of Peter. Essays on Ecclesiology the Early Church and, Crestwood (NY), St. Vladimir‘s Seminary Press, 1992.

[2] Las romerías ‘ad limina apostolorum’.

[3] Vease: Revue d’ Histoire Écclésiastique, Louvain, 1976, 109-111, con comentario del libro de Väänänen sobre el asunto.

[4] Stat crux dum volvitur mundus.

[5] Veja Wojtowytsch, M., Papsstum und Konzile von den Anfängen bis zu Leo I (440-461). Studien zur Enstehung der Überordnung des Papstes über Konzile, Stuttgart, A Hiersemann Verlag, 1981.

[6] Roma locuta, causa finita.

[7] Plenitudo potestatis.

[8] Primus inter pares. Esa es la tesis clásica de Cipriano.

Fuente: Koinonía 

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Abusos en la Iglesia católica: ¿encrucijada sin salida o punto de inflexión?

Sábado, 3 de julio de 2021
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abuso-sexual-delito-dignidad_2350874899_15607238_660x371Análisis a varias voces sobre la crisis

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El Papa, al cardenal Marx: “Hermano tuyo que te quiere”

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El ‘mea culpa’ del arzobispo de Pamplona a las víctimas de abusos: “Llegamos tarde, pido disculpas por el sufrimiento”

Victimas de abusos de Navarra: La actitud del arzobispo de Pamplona es “poco creíble e incluso hipócrita”

Joseba Segura, sobre los delitos sexuales en la Iglesia: “Existe una deuda pendiente”

Días atrás, el papa Francisco se negó a aceptar la renuncia del cardenal alemán Reinhard Marx a su cargo como arzobispo de Munich y Frisinga. A través de una carta, el prelado (uno de los principales colaboradores del pontífice) había aceptado que ha habido “fallos personales”, “errores administrativos” y “un fracaso institucional y sistémico” en la respuesta de la Iglesia alemana ante la crisis de los abusos sexuales contra menores por parte de sacerdotes.

Según Marx, algunos católicos se niegan a creer en la existencia de una responsabilidad compartida en medio del problema y, “por tanto, que la Iglesia como institución también debe ser culpada de lo sucedido”; inclusive, desaprueban la discusión sobre las reformas que exige hacerle frente a la “catástrofe”.

El hecho puso en primer plano las resistencias que existen en la Iglesia alemana y en otros sectores del catolicismo frente a las acciones en curso para responder por las estructuras de abuso y encubrimiento dentro de la Iglesia católica. ¿Qué está haciendo el Vaticano en atención al problema? ¿Qué piensa alguien que acompaña los esfuerzos del Papa al respecto? ¿Qué exigen quienes creen que todavía hay mucho por delante? A continuación algunas respuestas.

Medidas importantes pero insuficientes

Desde su elección en 2013, Francisco dio continuidad a acciones emprendidas por la Santa Sede en atención a la crisis desatada por la pederastia clerical y el encubrimiento eclesiástico de miles de delitos en distintos países del mundo, entre ellos Estados Unidos, Australia y Alemania. En coherencia con su estilo de gobierno, creó diversas instancias de consulta; entre ellas, el Pontificio Consejo para la protección de menores, entidad de la que hace parte el obispo auxiliar de Bogotá Luis Manuel Alí.

Según el prelado, el nuevo Libro Sexto del Código de Derecho Canónico, que entrará a regir en diciembre y tipifica los abusos sexuales como delitos contra la dignidad, integra la jurisprudencia desarrollada en los últimos años frente a la materia, incluida la que se produjo al final del ministerio de Juan Pablo II y durante los años de Benedicto XVI. Entre otras de las novedades del documento dado a conocer recientemente, Alí señala que se especifican las sanciones y el carácter obligatorio de reparar a las víctimas; que se incluye como formas de abuso el “grooming” y la difusión de imágenes pornográficas; que se concibe que el delito no solamente lo puede llevar a cabo un sacerdote, sino también un religioso y un laico con responsabilidades pastorales; y que las víctimas pueden ser menores de 18 años y personas adultas.

El compromiso de las autoridades eclesiásticas con “quienes afirman haber sido afectados” ya había sido planteado por Francisco en Vos estis lux mundi, un motu proprio de 2019 que exige a los obispos ofrecer asistencia médica, terapéutica y psicológica a las víctimas, “según sea el caso”; y “acogida, escucha y seguimiento, incluso mediante servicios específicos”. El documento también había expuesto el procedimiento a seguir dentro de la Iglesia católica frente a cada denuncia, incluyendo el carácter obligatorio de informar a la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre todo proceso en curso contra algún sacerdote.

Tanto este último texto, como la nueva versión del Código de Derecho Canónico y otros documentos emitidos durante el ministerio de Francisco, asocian los abusos sexuales por parte de miembros del clero a formas de abuso de la autoridad, señalando algunos aspectos del ejercicio del poder dentro de la Iglesia católica como parte de la crisis desatada. El tema ha sido subrayado por investigaciones llevadas a cabo en Australia y Alemania, así como por sectores de la academia que buscan establecer la raíz del problema y sostienen que las medidas emprendidas por el Vaticano son importantes, pero siguen sin ser suficientes para hacerle frente.

El clericalismo como raíz

El informe de 2018 producido a instancias de la Conferencia Episcopal de Alemania afirma que la organización social de la Iglesia católica no es saludable, dado que facilita el abuso y su perpetuación, a falta de mejores mecanismos de control.

El teólogo Carlos Schickendantz, investigador de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, se ha ocupado de fuentes por el estilo para señalar que en la raíz de la crisis están el clericalismo y aspectos de la retórica institucional que lo sustenta. En 2017, frente al problema de los abusos, una comisión australiana ya había llegado a la conclusión de que el carácter sistémico de la crisis en el cuerpo eclesial tenía que ver con el clericalismo y otros factores: una imaginería patriarcal, determinadas teologías sobre la Iglesia y el sacerdocio, algunas limitaciones del derecho canónico y una cultura del secreto.

En el conjunto de esos y otros elementos, Schickendantz no solamente ubica al clericalismo como raíz de la crisis, sino también como obstáculo para las reformas impulsadas desde el Vaticano. Por su parte, el abogado chileno Juan Carlos Claret, que ha documentado en su país al menos 362 denuncias de abusos clericales entre 1905 y la actualidad, sostiene que detrás de la negativa dentro de la Iglesia católica a aceptar de manera más amplia que los abusos sexuales revelan el peligro que conlleva el modo como está organizado el ejercicio de la autoridad dentro de la institución lo que se esconde es el miedo a la implicación lógica: transformar la estructura del poder clerical, para que la seguridad de los menores no sea una cuestión de azar, sino que el derecho y la institución garantice su protección. Algo que no se da en el presente, según él, por la perpetuación de la impunidad que trae consigo, además, la posición privilegiada que la Iglesia católica ostenta en muchos países frente a la jurisdicción civil.

Claret, por ejemplo, ha investigado cómo el dinero para comprar el silencio de algunas víctimas en Chile fue movido antes a través de “fundaciones fantasma” de la Iglesia cuya contabilidad no está sometida a fiscalización debido a la Ley de cultos. A su juicio, el proceso constituyente que se lleva a cabo en su país es una oportunidad para reparar los vacíos legales que han convertido al Estado chileno en “cómplice pasivo” de formas de encubrimiento eclesiástico y en responsable por omisión de que no existan suficientes garantías para la protección en el ámbito católico.

El abogado también sostiene que buena parte del material probatorio sobre abusos sexuales por parte del clero y sobre encubrimiento a manos de varios obispos chilenos reposa hoy en el Vaticano, sin que las víctimas ni la opinión pública hayan podido tener acceso a la información que contiene. De ahí que Claret conciba como un antecedente para otros países la sentencia T-091-20 de la Corte Constitucional de Colombia que le ha permitido al periodista Juan Pablo Barrientos acceder a datos provenientes de archivos eclesiásticos donde reposan denuncias contra miembros del clero local.

“Hay alguna información que se puede dar, por supuesto, pero siempre respetando el debido proceso y la confidencialidad de todas las partes”, opina sobre dicha sentencia el obispo auxiliar de Bogotá Luis Manuel Alí. El prelado, que lleva ya muchos años trabajando en el campo preventivo y en el del acompañamiento y atención a víctimas, sostiene que si bien, frente al problema de los abusos, ha habido un crecimiento en la conciencia y en la responsabilidad de los obispos colombianos y de diversos sectores del catolicismo en el país, todavía falta muchísimo más por hacer. “Desearía que no fuera tan lento”, dice Alí, refiriéndose a dicho proceso y reconociendo que la crisis también ha comprometido la credibilidad e imagen de la Iglesia colombiana, así como la confianza de los fieles hacia sus pastores.

“¿Qué tan extendido está el encubrimiento entre los obispos colombianos?”, le pregunté al consejero papal durante una conversación vía telefónica, y he aquí su respuesta: “El encubrimiento ha sido uno de los grandes errores que hemos cometido en la Iglesia en todas las jurisdicciones eclesiásticas”.

Incorporar estándares de buena gobernanza

Si bien Claret, quien acompaña a víctimas de abusos clericales en Chile, considera un avance que abusos por el estilo pasen a ser tipificados como delitos en la nueva versión del Código de Derecho Canónico, critica el lento ritmo de las acciones en respuesta a la crisis generada a nivel mundial y la pervivencia de expresiones que no dejan traslucir la dimensión real del problema.

Tanto él como el teólogo Carlos Schickendantz son de los que sostienen que la Iglesia católica debe incorporar estándares de buena gobernanza como la rendición de cuentas y la toma colectiva de decisiones. A su juicio, el exceso de monarquización y de rezagos de formas feudales de gobierno que dejan a la discreción de los obispos o a su “solicitud pastoral” la reacción frente al problema impiden que se haga más frente a un asunto de salud pública (tal y como cataloga el informe australiano a la crisis de abusos sexuales dentro de la Iglesia).

“La Iglesia es presa de su propia sombra”, sostiene Claret. Schickendantz, igualmente, opina que la reforma estructural del catolicismo es impostergable. Coinciden ambos con quienes creen que no solamente se debe intervenir la conciencia colectiva, sino también el tipo de relaciones dentro de la Iglesia: sus procesos, actividades y funciones, con el fin de que pueda superarse el fracaso institucional, sistémico y global, frente a un asunto puesto sobre la mesa, una vez más, por el cardenal Marx y el papa Francisco, en su reciente intercambio de cartas.

Fuente Religión Digital

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Obispo de la Iglesia Anglicana de México pide que se legalice el matrimonio homosexual en el país

Sábado, 3 de julio de 2021
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Julio César Martín, obispo de la Diócesis Anglicana del SuresteJulio César Martín, obispo de la Diócesis Anglicana del Sureste,Foto: Cortesía entrevistado.

Como sacerdote y pueblo de Dios, apuntó que su misión es predicar la noticia de salvación mediante el perdón y la reconciliación

Xalapa, Ver.- “Las autoridades religiosas debemos respetar el ámbito civil y no presionar a las autoridades a coartar derechos”, expresó Julio César Martín, obispo de la Diócesis Anglicana del Sureste, con respecto a la comunidad de la diversidad sexual.

En entrevista, llamó a las autoridades del estado a implementar la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y legalizar el matrimonio igualitario. También indicó que ningún grupo religioso tiene derecho de imponer su moral al resto de la sociedad.

Con respecto a la presencia que tuvieron en la 15ª Caravana del Orgullo LGBTTTIQ, efectuada el fin de semana en Xalapa, explicó que acudieron para llevar el mensaje de Jesucristo: “A Dios no le molesta a quién uno ame como adultos responsables sino a quién maltrate uno”.

15ª Caravana del Orgullo LGBTTTIQEn la 15ª Caravana del Orgullo LGBTTTIQ / Foto: Cortesía | Julio César Martín

Puntualizó que , algo que también hace con todas las comunidades que han sido marginadas y oprimidas históricamente. En ese sentido, dio a conocer que está en pláticas con representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y de la misma iglesia, para hacer las traducciones necesarias y lograr que los pueblos originarios hagan sus oraciones en su lengua materna.

Estas acciones, sostuvo, son necesarias porque es una realidad que la población sí ve cómo se conducen los líderes religiosos, por eso su interés es transmitir un mensaje de respeto y amor.

“Nos sumamos a la marcha para que vean que Dios no está condenando a una personas gay por ser gay ni a nadie de la diversidad sexual; como iglesia, nosotros tampoco lo hacemos. Que quede el mensaje de que hay una iglesia que no juzga y de alguna manera se empiece a educar a las personas”.

Como sacerdote y pueblo de Dios, apuntó que su misión es predicar la noticia de salvación mediante el perdón y la reconciliación, para salir de la muerte espiritual que es vivir en rencor, remordimiento, soledad, tristeza y temor.

Camioneta en la 15ª Caravana del Orgullo LGBTTTIQ“No es solo predicarlo en la iglesia sino llevarlo a la calle”, reiteró para luego negar que el objetivo principal de estos actos sea atraer a más gente a sus templos.

Puntualizó que como Iglesia su finalidad fue hacer sentir su apoyo a la comunidad de la diversidad sexual y hablar de Jesucristo y su amor, algo que también hace con todas las comunidades que han sido marginadas y oprimidas históricamente.

En ese sentido, dio a conocer que está en pláticas con representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y de la misma iglesia, para hacer las traducciones necesarias y lograr que los pueblos originarios hagan sus oraciones en su lengua materna.

Fuente Diario de Xalapa

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6 Católicos se confiesan en el Día del Orgullo

Sábado, 3 de julio de 2021
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pecado_2244985486_14734777_660x663Del blog de Beto Vargas Dios en minúscula:

“Ahora entiendo que dios no hace acepción de personas”

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En este video, seis católicos de distintos países de América Latina confiesan que en algún momento tuvieron actitudes de rechazo o defendieron ideas equívocas sobre la diversidad sexual, y cómo el evangelio fue transformando esas ideas para ahora acoger y servir sin hacer distinción por estos temas, sino buscando su plena inclusión en el mundo y en la iglesia.

El cristianismo es una invitación a superar todo prejuicio y todo temor que nos impide aproximarnos, convertirnos en prójimos, en cercanos. La propuesta de Jesús de Nazaret es hacer juntos un mundo distinto, para todos, justo, y en el que la felicidad sea posible, desde un amor capaz de vencer las barreras que intenta poner la religión, la política, la economía.

Nos unimos a la conmemoración por los sucesos de Stonewall, que se ha convertido en una reivindicación de las personas LGBTIQ+ de su derecho a existir, a expresarse, a vivir como plenos sujetos de derecho, y a que nunca más sus vidas se pierdan o se vulneren, por causa de la intolerancia y el prejuicio.

Melanie Taylor: Educadora (Chile).
 
Heidy Rivas: Predicadora, Líder de Comunidad, Agente de Bienes Raíces (Bolivia).
 

Hermana Eugenia Valdés RSCJ: Religiosa del Sagrado Corazón, Acompañante de la PADIS (Chile).

P. Guillermo Rosas SSCC: Presbítero de la Comunidad del Sagrado Corazón. Acompañante de la PADIS (Chile).

 
Fernando Merino: Comunicador y Speaker. Líder de Experiencias la Licuadora. Escritor. (Perú)
 
Antonio Sedano (Realización Audiovisual): Comunicador Estratégico (Perú). 
 
Beto Vargas: Comunicador y Educador. Formador de Sagrada Escritura. Escritor (Colombia).

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Una convocatoria de literatura LGTB provoca una oleada de homofobia

Sábado, 3 de julio de 2021
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homofobia-noveles

2021, mes del Orgullo. Y es muy fuerte que tengamos que contaros cosas como esta.

Porque, insistimos, es el año 2021 y es junio, el mes que representa la diversidad, el respeto, la tolerancia y el amor.

Lee también: 9 razones por las que debemos seguir celebrando el Orgullo

La plataforma Libros Lésbicos ha denunciado en sus redes sociales la avalancha de LGTBfobia que se desató por la convocatoria de Noveles 2.

Noveles es una antología que surgió para motivar la producción de literatura LGTB y para dar a conocer nuevos talentos literarios. Una invitación para todas las personas a las que les guste escribir, aquellas que tienen relatos o poesías guardadas en sus ordenadores, a aquellas que les gusta publicar textos en sus blogs o redes sociales, pero que quizás no tienen tanto material como para dar a conocer su trabajo en un libro.

Noveles 1, que puedes leer aquí, se lanzó hace un mes. En este volumen puedes encontrar poesías y relatos eróticos y de amor LGTB de varias escritoras de todas partes del mundo.

En la convocatoria para el segundo volumen de la esta antología, los promotores no solo encontraron relatos y poemas, también muchísimos comentarios cargados de odio.

«Genial, ahora van a repartir la enfermedad con libros», «¿Historias de victimismo y paranoia en un mundo normal?», «parásitas».

La antología lleva por nombre «Noveles», para hacer referencia a que es un libro de escritores principiantes, pero los intolerantes, que parece que poco saben de gramática, dirigieron también su ataque al título, pensando que en lugar de novelas se escribía noveles como juego al lenguaje inclusivo.

«¿Ahora también las oprime la letra a?». «Necesitan un hombre», entre otras perlas.

Ante tanta LGTBfobia Libros Lésbicos decidió prorrogar la convocatoria hasta el 25 de julio, así que si te gusta escribir y quieres ayudar a potenciar la literatura LGTB, aquí puedes encontrar las bases para participar.

Fuente Oveja Rosa

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