De su blog:
El viento huracanado zarandeaba la arenisca de la playa de Lesbos. A una milla de distancia diversas zodiacs hinchables luchaban contra un mar embravecido, donde familias de refugiados sirios se debatían entre la vida y la muerte. Un puñado de pescadores griegos lanzó un cabo desde su barcaza a uno de los botes a punto de desinflarse y ser engullido por una ola gigantesca. Gritaban:
–¡Salvadnos, que perecemos!
El patrón, de barba negra y ojos profundos, vestido con un chaleco color butano y un gorro de punto calado hasta las cejas, exclamó:
–¡Vamos, remad más fuerte!
A duras penas consiguieron arrastrar la débil embarcación hasta la playa. La imagen que se encontraron no podía ser más desoladora: Jóvenes voluntarios de Médicos del Mundo practicaban la respiración artificial a un naufrago, mientras otros cubrían con mantas los cadáveres de varios niños que no lograron superar el desembarco.
Exhaustos, después de una agotadora jornada, los doce pescadores encendieron una fogata junto a una casa en ruinas. El patrón les dijo:
–Roto el timón, sin agua y sin alimentos, veo a estas gentes como navegantes sin rumbo, ni norte ni puerto. ¿Qué puedo decir de esta generación? ¡Ay de quienes los han arrojado a tal estado! ¡Ay de ti, Europa, que les cierras las puertas y les niegas la vida! Yo envié en un tiempo a estas playas a mis primeros apóstoles para sembrar la Buena Noticia de amor y bienaventuranza. Me construisteis iglesias, sí, pero también fundasteis naciones para enriqueceros, y después de luchar entre vosotros, acabasteis entregados al dios que llamáis “estado del bienestar”. Habéis convertido el continente en un castillo inexpugnable, un recinto cerrado con muros y empalizadas, un mercado pendiente de los movimientos de la bolsa y las primas de riesgo, en función de vuestro propio egoísmo. Creasteis una moneda única para engrosar vuestras arcas, pues almacenáis en bancos el dinero de todos, o promover multinacionales que explotan a los más desfavorecidos de los países pobres. Pero ¿de qué os servirán vuestras abultadas cuentas bancarias cuando se presente el implacable ladrón en la noche?
Un marinero llamado Andrés preguntó:
–Pero, ¿no tienen al Papa y los obispos para recordarles lo que tú les enseñaste en tu primera venida?
–Ay, Andrés, muchos se han olvidado del mar, la pesca y las noches de brega. Y al actual sucesor de Pedro, que, fiel a mí, clama por estos desvalidos, no le hacen caso. Es una voz que grita en el desierto del consumismo. O bien le llaman “populista” y “comunista”. Ha pedido que se reciba a los refugiados, pero Europa hace oídos sordos, se limita a poner parches a tamaña tragedia. Ha criticado sin rodeos un sistema que “descentró a la persona”, colocando en el centro al “dios dinero”, y ha abogado porque la Iglesia no se cierre en sí misma. “Si una iglesia, una parroquia, una diócesis, un instituto vive cerrado en sí mismo, enferma”. Está en contra de convertir los monasterios vacíos en hoteles para obtener recursos, cuando estas gentes no tienen donde reclinar la cabeza o mueren como perros en estas playas.
Los discípulos cuchichearon entre ellos sobre algunas críticas que hacían del Papa: “Vive en la residencia de Santa Marta, en vez del palacio vaticano”, “usa un utilitario”, “se acerca a los enfermos y visita las cárceles, habla con los mendigos de la calle y dice que no es quién para juzgar a los homosexuales”. “No es un teólogo exquisito, y, para colmo, se le entiende todo”.
–¿No me reconocéis en estas palabras de Francisco? –añadió el Maestro–: “Cada vez con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor… Más que en tiempos pasados, hoy el Evangelio de la misericordia interpela las conciencias, impide que se habitúen al sufrimiento del otro, e indica caminos de respuesta que se fundan en las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, desplegándose en las obras de misericordia espirituales y corporales”.
Una voluntaria de ACNUR, de las que le seguían habitualmente, preguntó:
–Pero dinos, Jesús, ¿por qué hemos de recibir a los inmigrantes y refugiados? También entre nosotros hay mucho paro, y niños que pasan hambre, falta de vivienda digna y de derechos fundamentales.
Jesús extendió su mano en dirección a las tiendas que habían montado los cooperantes para cobijar a los refugiados, que seguían desembarcando por cientos.
–Miradlos, son pedazos nuestros, hermanos e hijos del Padre, y no tienen donde ir. Ayudad a los que tenéis cerca, pero no os olvidéis de los que están lejos. Contemplad a esos niños muertos. Miraban la vida con la ilusión que les daba estar viendo continuamente el rostro de mi Padre. ¿Cuentan ellos algo en los despachos de los dueños de este mundo, en las asambleas de los políticos, en las previsiones de Wall Street? “Mira, que estoy a la puerta y llamo”, repetiré una y mil veces. El que recibe o cobija a uno de estos refugiados a mí me recibe.
–Sin embargo, algunos obispos dicen que hay que tener mucho cuidado porque esto conlleva sus riesgos. Después de los recientes atentados de París, hay quien asegura que se cuelan entre ellos terroristas, miembros de la Yihad.
–La yerba mala crece en todas partes. Pero ¿debe el segador cortar la cizaña junto al trigo? Si estáis pendientes de todos los riesgos al hacer vuestras buenas obras, no saldríais de casa, os quedarías todo el día viendo la tele y comiendo palomitas. Si el que recibe una limosna tuya te desvalija, no te arrepientas de haberle ayudado, pues tu Padre que ve en lo secreto conoce tu intención y premiará tus esfuerzos.
Entonces se acercó un bombero voluntario de Sevilla.
–Pues a nosotros nos metieron en la cárcel por ayudar a esta gente.
–Por haber echado una mano a estos hermanos que han dejado sus hogares y se la juegan por huir de una guerra injusta hacia su libertad, vuestros nombres están escritos en la libro de la vida. Leer más…
Espiritualidad
Jesús, Refugiados
Comentarios recientes