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Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!

Domingo, 31 de mayo de 2015
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Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

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Elisabeth Catez, beata Isabel de la Trinidad

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Mateo 28,16-20

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“Lo esencial del Credo”. Santísima Trinidad – B (Mateo 28,16-20)

Domingo, 31 de mayo de 2015
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Trinidad-RubliovA lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.

Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra».

No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados, Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor».

Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.

Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida».

Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.

José Antonio Pagola

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“Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Domingo 31 de mayo de 2015. Santísima Trinidad. Visitación

Domingo, 31 de mayo de 2015
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35-trinidadB cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4,32-34.39-40: El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
Salmo responsorial: 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Romanos 8,14-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: “¡Abba!” (Padre).
Mateo 28,16-20: Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Conscientes de que el material teológico para una predicación tradicional sobre la Trinidad es muy fácil de encontrar entre las varias decenas de servicios bíblico-litúrgicos que se ofrecen actualmente en internet, nosotros, fieles a nuestro «carisma», vamos a tratar de completar los enfoques tradicionales con algunas perspectivas críticas, para las comunidades que no quieren simplemente repetir lo de siempre, sino replanteárselo.

La reflexión teológica podría centrarse en la «trinidad» misma, o sea «el hecho de que Dios sea TRES personas», y la relación de esta trinidad con el monoteísmo. Veamos.

Jesús era y fue siempre judío, y como tal, fue absoluta y celosamente monoteísta. Jesús nunca habló de, ni siquiera pudo pensar en una «trinidad» de personas en Dios, lo que le hubiera sonado prácticamente a una blasfemia. Para Jesús, Dios es uno y sólo uno y nada más que uno.

Ello quiere decir algo que muchos cristianos no saben, y que algunos se extrañan al llegarlo a saber: que la doctrina de la Trinidad no es del tiempo de Jesús, sino muy posterior. De hecho se adjudica al Concilio de Nicea (325) su primera formulación definitiva. Ello quiere también decir que los evangelios no nos pueden hablar de la Trinidad directamente tal como nosotros la conocemos, y que esas frases que la citan –como la del evangelio de este domingo- son inclusiones posteriores.

Si la doctrina de la Trinidad es una elaboración de los primeros siglos de la Iglesia, que sólo en el siglo IV comenzaron a adquirir una formulación que quedaría luego consagrada oficialmente, ello significa que tiene un componente de construcción teológica, «construcción humana», pues. No es, como dice la simplificación al uso, que Jesús vino del cielo a revelarnos este misterio que no sabíamos, y que nos lo contó, como se daba por supuesto que el Evangelio decía.

Otro filón importante de este bloque temático es la tremenda huella de la filosofía griega que la doctrina de la Trinidad transpira: persona, sustancia, naturaleza, hipóstasis… Todo en ella es una articulación de conceptos de la filosofía griega. De alguna manera, la doctrina de la Trinidad es la respuesta que el cristianismo de aquel momento histórico dio, en una sociedad imbuida de filosofía griega, con la que estaba tratando de dialogar el cristianismo, a la pregunta por el dios en que creía esa religión que estaba saliendo de las catacumbas y luchaba por conseguir un puesto reconocido en la sociedad. No cabe duda de que la doctrina de la Trinidad es un modelo ejemplar de lo que es la «inculturación» de una religión en una cultura ajena. El judeocristianismo, que no sabía nada de aquellas categorías filosóficas helénicas, acabó expresándose, reformulándose a sí mismo en un lenguaje que nada tenía que ver con el lenguaje bíblico neotestamentario. Esta «inculturación» ha sido puesta frecuentemente como «modelo» de lo que debería ser la inculturación de la fe cristiana en otras culturas. Es la «helenización del cristianismo», tan ejemplar por una parte, como nefasta por otra.

El problema es que aquella filosofía griega hoy sólo se puede encontrar en los libros de historia; en la vida real nadie echa mano de aquella filosofía para responder a las preguntas actuales. Mientras el mundo y la cultura han dejado de creer en la filosofía griega, la Iglesia sigue formulándose a sí misma –y sus doctrinas- en aquella filosofía, y teniendo esas fórmulas como oficiales. Más aún, como intocables, y en no pocos casos como ininterpretables.

(Un ejemplo distinto al de la Trinidad, pero no al margen del domingo: la «transubstanciación», que es «hilemorfismo» aristotélico, pura filosofía griega, de la que nadie echa mano para comprender cosmológicamente la realidad… De ahí que un elemento central de la eucaristía resulte ininteligible para todo cristiano de hoy que no comparta esa filosofía de hace 25 siglos. En el último diálogo teológico que hubo al respecto, los censores romanos desecharon toda otra explicación –se habían presentado varias, muy buenas- y decidieron que sólo la explicación de la «transubstanciación» era reconocida oficialmente como correcta. Desde entonces se acabó el diálogo teológico y pastoral sobre ese tema. Quedó sobreseído y archivado).

Otro elemento es el mismo concepto de «persona». Se trata de un concepto también griego, y más ampliamente occidental, pero que no es universal. En toda su concreta riqueza cultural resulta intraducible a otras culturas, en las que esa categoría no cuadra exactamente. Pero a los occidentales nos parece la categoría suprema, como «lo máximo» que podríamos atribuir a Dios, y también como un mínimo que no podríamos dejar de atribuirle. Así, frente al hinduismo, al budismo, a la espiritualidad «no dual»… a muchos cristianos les resulta imposible aceptar una idea de Dios menos «personal»… Pero si lo pensamos bien, Dios no es persona… Llamarle así no deja de ser un «antropocentrismo». No debiéramos estar tan seguros de que «persona» es una categoría bien aplicada a Dios, un concepto que «le calza bien»… No hay ninguna palabra en la que quepa Dios… y tampoco cabe en la palabra «persona». Más que «personal», puede ser que tuviéramos que decir que Dios es transpersonal, suprapersonal…

Un último elemento de reflexión respecto a la teología trinitaria es la frecuencia con la que los cristianos entendemos mal la doctrina oficial misma de la Trinidad. En la práctica muchos cristianos guardan en su espiritualidad la imagen de «tres personas como tres dioses», a pesar de la proclamación meramente verbal de la unicidad de Dios… Transcribimos más abajo algunas cautelas que Schillebeeckx expresara al respecto.

Habría todo otro tema a revisar, debajo mismo del plano de la Trinidad, y sería el tema del «teísmo» mismo. Demasiado fácilmente hablamos de «Dios», como si supiéramos lo que decimos, y como si en esa palabra sí que cupiera Dios, y le viniera justa la talla… No es tema para desarrollar ahora, pero sí que puede ser bueno simplemente apuntarlo: «Dios tampoco es dios», no es theos, no se le ajusta ese concepto… En los últimos siglos muchos hombres y mujeres no han aguantado lo mal que se sentían ante esa creencia de identificar el Misterio de la Realidad con un theos, esa forma de creer que lo llama «Dios», y tuvieron que optar por el «a-teísmo» para no asfixiarse. Hoy, a estas alturas de los tiempos, afortunadamente, ya muchas personas sabemos que el «teísmo» no es más que un «modelo», una forma de modelar mentalmente ese Misterio de la Realidad, para entendernos. Y por eso mismo sabemos que no hay que darle más importancia a lo que es simplemente un modelo. La alternativa ya no es teísmo/ateísmo. Ahora conocemos la posibilidad del pos-teísmo… Podemos seguir creyendo en el Misterio de la Realidad, en todo aquello que nuestros abuelos y ancestros modelaron en la categoría theos, dios, sabiendo que no es sino un modelo, y desestimándolo si no nos sirve. Si aquellas creencias no nos resultan asumibles –en cuanto creencias, en cuanto modelos útiles- hoy podemos ser igualmente espirituales, e incluso concretamente cristianos, sin tener que ser teístas, ni ateos, sino «pos-teístas». El tema sería largo… Recomendamos para los interesados solamente el libro de John Shelby Spong, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org). Leer más…

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31.5.15. Domingo de la Trinidad (1): Dios es historia y camino

Domingo, 31 de mayo de 2015
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872_4_45b907a8d6b2fDel blog de Xabier Pikaza:

La fe cristiana se expresa en tres “símbolos” (no demostraciones, ni dogmas que se imponen, ni razonamientos…) que dicen:

(1) Creo en Dios Padre, creador…
(2) Creo en Jesús, el Cristo, Hijo de Dios, que nació, murió y resucitó…
(3) Y Creo en el Espíritu Santo, el perdón, la comunión, la vida.

Esos símbolos, que pueden llamarse también “artículos/articulaciones” de la fe cristiana evocan una experiencia histórica (centrada en Jesús) y una tarea de transformación de la historia, en la línea de Dios.

Así podemos hablar y hablamos de tres personas (que no son “numéricamente” tres, pues no se suman) y de un solo Dios verdadero, que han de vivirse en forma de Don (Dios es regalo de vida) y camino (una tarea que consiste en mostrar que Dios es Trinidad porque camina y vive en todo).

En principio no habría que utilizar el nombre “Trinidad” (y no se utilizó en la Iglesia durante casi siglo y medio), pues todo estaba dicho en la confesión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en ella consistía el dogma. Pero ha sido bueno reunir y condensar de forma unitaria esa fe, que es triple y única, diciendo “Santa Trinidad, un solo Dios”.

Entendida así, esta “fe en los tres que no son tres” (no se suman ni restan) constituye, con la Encarnación, el signo clave del misterio, pues muestra a Dios como fuente inagotable y comunión creadora de amor que anima y sostiene la historia (Padre), es hombre (Jesús) y es fuerza-amor de nuestra vida (Espíritu).

La Trinidad no es un “dogma aparte”, sino un resumen de la fe del NT y de la Iglesia, y vincula a Dios Padre con Jesús y el Espíritu, a quienes la tradición llama “personas”, utilizando una terminología sugerente y novedosa que debemos precisar en lo que sigue, retomando en clave más sistemática lo ya dicho en el capítulo anterior. No es un problema de matemática (tres son uno), ni de especulación teórica que pueda resolverse a través de algún tipo de demostración, sino una experiencia radical que ha de ser vivida antes que pensada.
(Comienzo hoy una breve sección de postales trinitarias, que dedico en especial a mis amigos y hermanos de la Orden de la Santísima Trinidad).
Buen domingo de la Trinidad a Todos.

1. Nuevo Testamento, un esquema trinitario

En esa línea, desde lo ya dicho en las partes anteriores sobre Dios Padre y Jesucristo su Hijo, en el Espíritu Santo, expondremos el tema de la Trinidad, como expresión y compendio del misterio cristiano. Jesús no predicó la Trinidad, pero abrió el camino que conduce al Padre y nos legó su Espíritu. Tampoco hablaron de ella los cristianos más antiguos (Pedro, Pablo, los evangelistas, los Padres apostólicos), pero todos confesaron su fe en el Padre y el Hijo Jesús por medio del Espíritu Santo. Pues bien, a finales del siglo II y principios del III algunos teólogos audaces empezaron a hablar expresamente de una Trinidad o Tríada divina y descubrieron que ese nombre era cómodo para referirse al mismo tiempo al Padre, a Jesús y al Espíritu.

De esa forma, desde entonces, sin ser en cuanto tal un dogma, el término Trinidad ha entrado en el lenguaje de la iglesia y así lo seguimos empleando. No ha sido un descubrimiento teórico, de teólogos, sino una expresión de la fe de Jesús, a quien que sus seguidores han unido con Dios Padre y el Espíritu Santo.

− En ciertos momentos se ha empleado un modelo binario, centrándose en Dios y Jesús (dejando en penumbra al Espíritu Santo). Ese modelo subyace en muchas confesiones, a partir de la palabra más antigua de Rom 4, 24, donde se afirma que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos, de manera que ambos (Dios y Jesús) se vinculan de manera inseparable. Éste modelo está al fondo de la aclamación de 1 Co 8,6, donde se habla de un solo Dios… y un solo Señor (heis theos, heis Kyrios). En esa línea 1 Tm 2,5-6 dirá que tenemos un sólo Dios y un sólo mediador Jesucristo.

− Pero en conjunto se ha extendido y dominado el modelo ternaria (con el Espíritu Santo unido a Jesús y al Padre), vinculando la experiencia pascual (Jesús) y la pentecostal (Espíritu Santo), mostrando así que el Hijo y el Espíritu son inseparables del Padre (aunque la forma de entender la “realidad” de cada uno, Padre, Jesús y Espíritu) ofrezca matices distintos. En esa línea podemos decir que todo el NT se encuentra sustentado por un esquema o modelo trinitario (ternario) que unifica y vincula los diversos momentos de la fe: El itinerario de Dios lleva del Padre (AT), por medio de Jesús (mensaje de Reino, revelación pascual), hacia la nueva experiencia del Espíritu que vincula a los creyentes (Pentecostés, iglesia). Junto al Dios Uno de la confesión israelita y junto al único-Jesucristo de la afirmación pascual se introduce el único-Espíritu de la experiencia escatológica de liberación cristiana, formando así tres “artículos” unidos .
Leer más…

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo B

Domingo, 31 de mayo de 2015
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24.the_trinity-blanchard-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40)

Moisés habló al pueblo, diciendo:  

– «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»

Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes:

1) admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia;

2) reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo;

3) fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad.

Dios Hijo (Mateo 28, 16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

̶  «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús.

A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios…» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días.

Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo.

En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado».

Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17)

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

            La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros.

Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos.

Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá).

Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».

Reflexión final

La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia mucho.

            El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones).

            El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios.

            La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad.

Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es solo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.

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“Fuente, Faz y Brisa: fe trinitaria sin escolástica trinidad”, por Juan Masiá, sj

Domingo, 31 de mayo de 2015
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trinite-misericordieuse-486598_2De su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

La Fuente, La Faz y la Brisa: tres concreciones de la vivencia de fe (por cierto, en femenino las tres!).

Fe trinitaria, sí, pero sin misteriosa trinidad.

Me preguntaban en Japón personas de otras religiones si los cristianos somos politeístas creyentes en tres dioses. Y alguien llegó a preguntar si eran cuatro, al añadir a “Maria-Sama” (Santa María) a la lista.

Nuestras sutilezas teológicas occidentales son culpables de estos equívocos.por haber hablado de “la Trinidad” como si fuera información objetiva sobre Dios.

“Trinidad” es un nombre abstracto, que no sirve para hablar de nuestra fe en el Dios Único, ni siquiera acentuando el tratamiento reverente con el nombre de Santísima Trinidad. Al contrario, el nombre de “Trinidad”, por muy bien que se explique, acaba sugiriendo tres divinidades.

En vez del nombre abstracto “Trinidad”, es preferible el adjetivo concreto: “trinitaria”, con el que calificamos la manera de creer.

Es trinitaria la manera de encontrarnos mediante la fe con el Dios Único, El Que Vive. Es trinitaria la estructura del Credo: Creo en el Dios Unico, al que llamamos Padre y Madrre. Creo en Jesús, Rostro y Símbolo de Dios que nos lo reveló. Creo en el Espíritu, Presencia y Energía de Dios en nosotros.

También es trinitario el cuestionario bautismal, en el que respondemos así a sus tres preguntas por la fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo:

1) Creo en Dios, Fuente de la Vida. Creemos en silencio, cuando contemplamos las maravillas de la Creación y de todo viviente.

2) Creo en su epifanía mediante Jesús, el Enviado/Revelador del rostro divino. Creemos al encontrarnos -en su vida, palabras y obras- con el misterio del Dios Único, manifestado en Cristo.

3) Creo en su Espíritu de Vida, presente en el interior de todo viviente. Creemos, porque su espíritu nos hace creer.

En esta manera triple o trinitaria de vivenciar la fe, nos encontramos con el Dios Único: la Fuente, la Faz y la Brisa, Vida de la vida.

No son simétricas las frases de la tercera parte del Credo: “Creo en el Espíritu, creo en la Iglesia, en el perdón, etc.”. Cuando se alinearon simétricamente en latín las frases “creo en el Espiritu, en la iglesia, en el perdón, en la resurreccion…” , se difuminó la subordinación de las afirmaciones sobre la iglesia, el perdón y la resurreción a la confesión de fe en el Espíritu, de la que forman parte.

Pero no son estas afirmaciones paralelas; creer en el Espíritu, creer en la iglesia, creer en el perdón, etc… Se trata de una única afirmación de fe en el Espíritu: “Creo en el Espíritu estando en la Iglesia, creo en el Espíritu que nos da el perdón, creo en el Espíritu que nos resucita”.

El Espíritu es el símbolo de la presencia continua en el mundo de la Fuente Creadora de la Vida. El Espíritu que animaba y empujaba a Jesús (Mc 1,12) es la clave para una cristología articulada desde el pneuma de Jesús, en vez de expresarla con las imágenes del entorno del logos.(Véase el magnífico libro de Roger Haight, Jesús símbolo de Dios, en Ed. Trotta),

El Espíritu nos hace creer, nos hace orar y poder dirigirnos a la Fuente de la Vida diciéndole: ¡Abba! Padre, Madre! (Rom 8, 15). Con razón dijo Jesús: “Os conviene que yo me vaya, porque entonces os enviaré mi Espíritu para que os acompañe siempre”. (Jn 16, 7).

“No apaguéis el Espíritu” , dice la Carta a la iglesia de Tesalónica (1 Thes 5,19), es decir, no extingáis la energía que hace creer, crear y resucitar. Cada vez que, a lo largo de la historia, las religiones apagan el fuego del Espíritu, hay que reavivar el brasero de la espiritualidad más allá de las religiones. Jesús trae fuego que no destruye, sino renueva: fuerza vivificadora y, a la vez, desenmascaradora y discernidora de los poderes de muerte que intentan sofocarlo.

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“Sentir esta presencia”, por Gema Juan OCD

Domingo, 31 de mayo de 2015
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17289537513_58a2945c90_mDe su blog Juntos Andemos:

Hay misterios que piden silencio, que invitan a encender la mirada interior, que llevan a la adoración. Misterios que huyen de las palabras y que, a lo más, se pueden balbucir –como decía Juan de la Cruz– sin poder decir «aquello de que altamente sienten».

Teresa de Jesús sintió aquella presencia prometida por Jesús: la «presencia tan sin poderse dudar de las tres Personas». Y la acogió como se puede acoger el misterio del amor: abriendo el corazón y aceptando la luz. Tal vez, la única manera de que la inteligencia humana se puede acercar al misterio.

Al intentar explicar cómo sentía aquella Presencia, Teresa decía: «Se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas». Y entonces entendió que Dios hace las cosas de manera diferente.

Contaba Teresa que Dios le hizo comprender «que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo; que entendiese que eran muy diferentes, y que era capaz el alma para gozar mucho». Sin embargo, experimentará el muro de las palabras para poder expresar la inmensa claridad que suscitaba en ella la presencia divina.

Decía: «Esta presencia de las tres Personas que traigo en el alma, era con tanta luz que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero, y allí se me daban a entender cosas que yo no las sabré decir después».

Si hasta entonces Teresa había buscado a Dios, esta Presencia le hizo entender un nuevo modo de unión: «No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí». La búsqueda se transformaba en encuentro y el encerrarse en Él, en una salida.

De este modo, comprendió que esa unión era participar de las palabras de despedida de Jesús, que envía a los discípulos a dar a conocer el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso, añadía: «Parecíame que de dentro de mi alma -que estaban y vía yo estas tres Personas- se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo».

Nada iba a quedar encerrado en Teresa, porque eso desharía la verdad profunda de la experiencia cristiana, que se diluye si queda cerrada en sí. De modo que, cuando escribe que ese misterio de los Tres «quiere dar a sentir esta presencia», dice que no se puede dudar ni olvidar y apunta cómo el Señor le hace entender la vida desde esa Presencia: «Piensa, hija, cómo después de acabada [la vida] no me puedes servir en lo que ahora, y come por Mí y duerme por Mí, y todo lo que hicieres sea por Mí, como si no lo vivieses tú ya, sino Yo, que esto es lo que decía San Pablo».

Y hablará de «la paz interior y la poca fuerza que tienen contentos ni descontentos por quitarla de manera que dure», cuando se vive en los Tres y cómo la fuerza con que se siente la Presencia sana el corazón: «Con esto se ha remediado la pena de esta ausencia».

Queda el silencio, después de buscar palabras para expresar la Presencia y queda la mirada, que tantas veces pide Teresa, para ver al Único y para sentir el amor.

Pero ella, que siempre da un paso más y llega más al fondo de las cosas, todavía añade que lo que queda de sentir «con tanta fuerza estar presentes estas tres Personas» –dice– es el deseo de vivir, si Él quiere, para servirle más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar en la gloria».

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Más de 86.000 personas piden al papa Francisco que exija el fin de la violencia homofóbica

Domingo, 31 de mayo de 2015
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Encuentro entre el papa Francisco y el presidente ugandés Yoweri Museveni en 2014eLGmUIqKrUoAdfh-800x450-noPad

A través de la plataforma Change.org, se ha iniciado la petición que pide al papa que además condene esta violencia como anticristiana en su próximo viaje a Uganda y África.

En muchos países cristianos africanos las personas LGBT son oficialmente ilegales, y susceptibles de ser discriminadas e incluso ejecutadas por convicciones religiosas.

Como ya hemos informado, a través de la plataforma Change.org, se ha iniciado una petición dirigida al papa Francisco para que exija el fin de la violencia y persecución de personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales y queer.

La petición que ya cuenta con más de 86.000 firmantes, pide a Francisco que condene la violencia homófoba perpetuada en nombre de Cristo en su próximo viaje en el mes de Septiembre a Uganda, país fervientemente cristiano y católico.

“Gracias a las protestas internacionales, la ley que pretendía implantar la pena de muerte en Uganda ha sido suavizada pero la condena perpetua es actualmente una realidad en ese país y muchos otros del continente Africano. Es hora de que el líder de una de las religiones cristianas más difusa y tradicionalista, la católica, levante su voz y condene sin tapujos la violencia homófoba en todas sus expresiones, sobre todo las más crueles” dice el creador de petición.

En su petición, el autor anima a los firmantes y a todas las personas denunciar la situación de las personas LGTB en África a través de las redes sociales, mencionando al papa (@Pontifex) y acompañando el mensaje con el hashtag ‪#‎ChristLovesLGBTtoo‬ (Cristo ama a los LGBT también).

Firma la petición, difundela y retweetea: Sign to condemn homophobic violence as non-Christian: http://goo.gl/qlXsgX @Pontifex_es @KagutaMuseveni ‪#‎Uganda‬ ‪#‎ChristLovesLGBTtoo‬
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J.K. Rowling bromea sobre una boda gay de Dumbledore y Gandalf y levanta la ira de los integristas Iglesia Bautista de Westboro,

Domingo, 31 de mayo de 2015
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GVUNU5Zd_400x400La escritora J.K. Rowling suele ser muy activa en las redes sociales, y de hecho, gracias a Twitter, hemos conocido por ejemplo que en la escuela de Harry Potter había un club gay. Ahora, la autora de la saga de hechicería ha protagonizado un polémico intercambio de mensajes en la comunidad de microbloiggin con la Iglesia Bautista de Westboro, donde no dudó en calificar a sus miembros de ‘fanáticos’ e ‘ignorantes’.

¿La razón? Rowling celebró la aprobación del matrimonio gay en Irlanda el pasado fin de semana como respuesta un tuit de una fan, donde indicó de broma que dos magos, Gandalf y Dumbledore, se podían casar. Este mensaje, que no habría pasado más que de anecdótico, hizo que la cuenta de este grupo religioso, conocido también como WBC, trolease a la autora intentando chafar el enlace ficticio entre los personajes de ‘Harry Potter’ y ‘El Señor de los Anillos‘. Recordemos que anteriormente, la escritora ya había defendido la homosexualidad de su “hijo” literario Dumbledore.

Así que J.K. Rowling quiere que Dumbledore y Gandalf se casen en Irlanda… Si eso sucede, WBC lo boicoteará’, afirmaba el tuit. ‘Dios odia Irlanda’ y ‘Los matrimonios del mismo sexo condenan a una nación‘ eran otros de los mensajes que habían lanzado desde la misma cuenta de la iglesia.

‘La pura genialidad de una unión como esa en un lugar como ese haría que sus pequeñas mentes fanáticas estallaran fuera de sus cabezas duras’. No tardó en responder la autora. ‘No me importa la WBC. Creo que es importante que los niños gays que están asustados porque aún no han salido del armario vean cómo luchamos contra el odio, aseguró Rowling.

Imagen el Twitter de J.K. Rowling

Fuente Ragap

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