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Entradas Etiquetadas ‘Thomas Merton’

Amaneciendo

Sábado, 21 de agosto de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“El amanecer es un acontecimiento que despierta solemne música en las profundidades de la naturaleza del hombre, como si todo nuestro ser hubiera de atemperarse al cosmos y alabar a Dios por el nuevo día, alabarle en nombre de todas las criaturas que ha habido y habrá. Miro el sol naciente y siento que ahora cae sobre mí la responsabilidad de ver lo que han visto todos mis antepasados, en la Edad de Piedra y aun antes, alabando a Dios antes que yo. Le alabaran o no por sí mismos, entonces, ahora han de alabarle en mí. Cuando sale el sol, cada uno de nosotros es incitado por los vivos y los muertos a alabar a Dios”.

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Thomas Merton

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El arduo trabajo de Comprender

Jueves, 19 de agosto de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“La vida es, o debería ser, solamente una lucha por buscar la verdad; pero lo que buscamos es realmente la verdad que ya poseemos. La verdad es mía en la realidad de la vida tal como se me da para que la viva: pero tomar la vida sin pensarlo, pasivamente, tal como viene, es renunciar a la lucha y a la purificación que son necesarias. No se puede sencillamente abrir los los ojos y ver. El trabajo de comprender implica no sólo dialéctica sino un largo esfuerzo de aceptación, obediencia, libertad y amor“.

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Thomas Merton,
Conjeturas

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Escribiendo poemas

Martes, 3 de agosto de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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A principios de 1944, cuando me acercaba al tiempo de mi profesión simple, escribí un poema a santa Inés en su fiesta de enero, y cuando lo terminé tuve el sentimiento de que ya no me preocupaba si nunca más escribía otro poema. A finales de año, cuando se imprimió Treinta poemas, también sentía lo mismo. Luego vino de nuevo Lax otra Navidad y me dijo que debía escribir más poemas. No lo discutí. Pero en mi corazón no creía que fuera la voluntad de Dios. Dom Vital, mi confesor, no lo creía tampoco. Después, un día -la fiesta de la conversión de san Pablo, en 1945-, fui a ver al padre abad para pedirle orientación y, sin pensar en el asunto, ni mencionarlo, de pronto me dijo: Siga escribiendo poemas“.

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Thomas Merton,
La montaña de los siete círculos

DGKeller

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Los pilares de la oración contemplativa

Jueves, 29 de julio de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Hablando a un grupo de religiosas contemplativas en diciembre de 1967, Thomas Merton decía: Tenemos que enfocar la oración en forma inmanente.Dios no es un Objeto… Dios es el Sujeto, el más profundo “Yo”. Él es la razón de la subsistencia de mi ser personal.

Cuando en la misma conferencia le preguntaron: “¿En qué forma podemos ayudar mejor a las personas a lograr la unión con Dios?“, Merton respondió muy claramente. Tenemos que decirles que ya están unidas con Dios. La oración contemplativa no es otra cosa sino darse cuenta de lo que existe. Dice Merton: “Tenemos que amar a Dios como a nuestro otro “yo”, es decir, como a nuestro yo más verdadero y profundo“.

 El conocer a Dios como el origen de todo lo que existe y a la oración contemplativa como el hacernos conscientes de la realidad que ya existe, son los dos pilares sobre los cuales podemos construir la “espiritualidad contemplativa”.

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William H. Shannon

Silencio en llamas

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Jesús es nuestra regla de vida.

Sábado, 3 de julio de 2021
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Del blog de Thomas Merton:

JONATHAN SCARFE, JOHNATHON SCHAECH

El cristianismo es una religión de amor. La moralidad cristiana es una moralidad de amor. El amor es imposible sin la obediencia que une las voluntades del amante y del Amado. Pero el amor es destruido por la unión de voluntades que resulta forzada Y no es espontánea. El hombre que obedece a Dios porque es compelido a hacerlo, realmente no lo ama. Dios no quiere la adoración de la compulsión, sino una adoración que sea libre, espontánea, sincera, “en espíritu y en verdad”. Ciertamente, siempre debe haber un límite donde la debilidad humana sea protegida de sí misma por una orden categórica: “¡No lo harás!” No puede haber un amor a Dios que ignore tales órdenes. Sin embargo, un amor genuino y maduro obedece no porque es ordenado, sino porque ama.

El cristianismo no es la religión de una ley sino la religión de una persona. El cristiano no es sólo alguien que cumple las reglas que le impone la Iglesia. Es un discípulo de Cristo. Por cierto que respeta los mandamientos de Dios así como las leyes de la Iglesia, pero su razón para hacer tal cosa no debe buscarse en algún poder de decretos legales: es hallada en Cristo. El amor es especificado no por leyes sino por personas. El amor tiene sus leyes, pero son leyes concretas, existenciales, basadas en valores ocultos en la mismísima persona del Amado. En el Sermón de la Montaña, cuando Jesús comparó la antigua Ley con la nueva, introdujo sanciones, pero eran hiperbólicas: “el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo en la gehenna de fuego” (Mateo 5, 22).

El mismo Jesús, al vivir en nosotros por su Espíritu, es nuestra regla de Vida. Su amor es nuestra ley, y es absoluto. La obediencia a esta ley nos amolda a Él como persona. Por lo tanto, perfecciona la imagen divina en nosotros. Hace que nos parezcamos a Dios. Nos colma con la vida y la libertad que Él nos enseñó a buscar. Éste es el valor que determina todas las acciones de un cristiano. Éste es al mismo tiempo el cimiento del humanismo cristiano y del misticismo cristiano: el cristiano vive por amor y, consiguientemente, por libertad.

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Thomas Merton
El hombre nuevo

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Su nombre es compasión

Jueves, 1 de julio de 2021
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“¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que, siendo el alimento de todos los hombres, pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando Su evangelio a los pobres.

Muero de amor por ti, Compasión: te tomo por mi Señora, del mismo modo que Francisco se desposó con la pobreza, yo me desposo contigo, Reina de los eremitas y Madre de los pobres“.

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Thomas Merton
El signo de Jonás

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Penetrar el misterio de Cristo

Viernes, 25 de junio de 2021
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“Admito que los jóvenes no tienen hoy ni la mitad de los problemas con que yo me debatía cuando era escolar. Su calma hará que se acalle, finalmente, cuanto queda todavía en mi propia confusión. Acuden a mí con preguntas inteligentes, y a veces con una aún más inteligente ausencia de las mismas. Me reaniman con su simplicidad. De manera espontánea comparten conmigo mi amor hacia cualquier cosa que haya descubierto por estos lugares, pero ignoran mi persistente interés en complicaciones teológicas. Para mí, ello es al mismo tiempo confusión y educación; veo que pueden proseguir perfectamente sin aquello que solía considerar necesario, aunque cambiara de opinión cuando estaba perfectamente cuerdo.

He dicho complicaciones teológicas, no Teología, porque constantemente les predico, basándome en las encíclicas, que deben saber Teología. Por las tardes, después de cenar, leo y admiro a santo Tomás, sentado en un montón de troncos detrás del prado, allí donde nuestros vecinos vienen los domingos a cazar. En ese lugar he descubierto que, después de todo, lo que los monjes necesitan no son conferencias sobre el misticismo, sino más luz acerca de las virtudes ordinarias, ya sean fe o prudencia, caridad o templanza, justicia o fortaleza. Y, sobre todo, lo que más precisan y desean es penetrar en el misterio de Cristo“.

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Thomas Merton

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Un hombre iluminado

Martes, 25 de mayo de 2021
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“En un koan zen, alguien dijo que un hombre iluminado no es quien busca a Buda o encuentra a Buda, sino sencillamente un hombre normal y corriente que ha hecho cuanto tenía que hacer. Pero detenerse no significa haber llegado. Detenerse es quedarse a un millón de kilómetros de la meta, y no hacer nada es dejar dicha meta a una distancia tan enorme como el universo entero. En cuanto al llegar, cuando llegas, has fracasado. Sin embargo, ¡cuán cerca está la solución! ¡Qué sencillo sería no tener nada más que hacer…, con tal de que uno no tuviera realmente más que hacer! El hombre inmaduro no puede conseguirlo, haga lo que haga. Pero el fruto maduro cae del árbol sin siquiera pensar en ello. ¿Por qué? El hombre que ha llegado a la madurez descubre que nunca hubo nada que hacer desde el comienzo mismo.

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Thomas Merton,
Conjeturas…

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Pascua: Salvados, libres y amados.

Viernes, 9 de abril de 2021
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El Resucitado

El misterio de Pascua no se celebra sólo en Pascua, sino en todos los días del año… es la celebración de nuestra libertad cristiana, y reaviva nuestra misma libertad… El poder de la Pascua ha irrumpido en nosotros con la resurrección de Cristo… La Pascua es la hora de nuestra liberación… Para comprender la Pascua y vivirla, debemos renunciar a nuestro temor a la novedad y a la libertad“.

El cristiano no tiene más Ley que Cristo. Su Ley es la nueva vida misma, que se le ha dado en Cristo. Su Ley no está escrita en libros, sino en las honduras de su corazón, no por pluma de hombre sino por el dedo de Dios. Su obligación ahora no es simplemente obedecer sino vivir. No tiene que salvarse a sí mismo; está salvado por Cristo. Debe vivir para Dios en Cristo, no sólo como quien busca salvación sino como quien está salvado. Casi se diría que esta verdad es el gran escándalo del cristianismo. Es la piedra que constantemente es rechazada por los constructores. Es el elemento de nuestra fe que tememos y nos negamos a mirar de frente…”.

“Para algunos cristianos, en la práctica, la cruz se ha hecho signo, no de la victoria de Cristo, sino de la victoria de la ley. Miran la cruz principalmente como el signo de ese castigo que correspondería a todos los que violan la Ley… No es la observancia de la obligación lo que nos salva del pecado, sino algo mucho más grande: es el amor“.

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Thomas Merton

Tiempos de celebración

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Extender el poder de la Resurrección

Martes, 6 de abril de 2021
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No hay nada más positivo, más positivo que la fe por la cual el Creador de todas las cosas mora y actúa en nuestros corazones. No obstante sabemos por nuestra historia pasada, que el ideal de “preservar la fe” puede a veces menguar hasta convertirse en algo muy negativo, enconado y obtuso: un mero “no” a todo aquello con lo que no estamos de acuerdo. Ya no podemos permitirnos el lujo de atrincherarnos en nuestro entorno católico y utilizarlo como una pequeña fortaleza de seguridad en un mundo de paganos. Ahora, la mayoría de nosotros estamos obligados por nuestra fe y nuestro amor a la verdad a consagrarnos humilde y enteramente, no solo al mensaje de Cristo, sino también a todo cuanto es válido en la cultura y en la civilización humanas, porque esto, también es suyo, por derecho. No es tan sólo algo que debamos salvar para Cristo, sino más, no está desvinculado de nuestra propia salvación. Si el Señor de todas las cosas se hizo carne y santificó a la naturaleza toda, restituyéndola al Padre por Su Resurrección, también nosotros tenemos nuestra misión que cumplir extendiendo el poder de la Resurrección al mundo entero por medio de nuestras plegarias, nuestros pensamientos, nuestro trabajo y nuestra vida total. Y nada impedirá tan efectivamente que podamos hacerlo como la división, la discontinuidad de la vida espiritual que sitúa a Dios y a la oración en un compartimiento, y el trabajo y el apostolado en otro, como si trabajo y oración fuesen, de algún modo, antagónicos”.

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Thomas Merton.

Los Manantiales de la contemplación“.

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Hablar con responsabilidad

Lunes, 15 de marzo de 2021
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“¿Es una tentación el hecho de que yo desee formarme juicios –y los emita– acerca de la situación del hombre actual? A veces me imagino que esta actitud refleja soberbia y megalomanía. Como si yo fuera una autoridad. ¿Quién soy yo? Lo cierto es que he adquirido el poder suficiente como para ser escuchado. Es evidente que debería usarlo discreta y modestamente, cuando parece que tengo algo que decir. La solución humilde y prudente consiste, pues, en aceptar las responsabilidades que tal poder conlleva, desconfiar de mi propia observación y de mis limitaciones, pero estudiar y pensar y, cuando parezca oportuno o adecuado, hablar. En esto no hay nada de megalomanía, si yo no me engaño a mí mismo teniéndome por un profeta o un doctor de la Iglesia. Este autoengaño no debería ser, objetivamente hablando, demasiado difícil de evitar, puesto que no puede tener ninguna base visible y concreta. ¿Quién soy yo? Un sacerdote y un escritor, alguien que tiene el don de hablar inteligiblemente, espero. Así pues, también debo pensar claramente y orar y meditar y, siempre que las circunstancias lo requieran, hablar. Hablar a quienes quieran escucharme acerca de cosas que afectan a su felicidad y su destino, además del mío propio. En una palabra, acerca de su salvación”.

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Thomas Merton
Diarios
(30 de septiembre de 1960)

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Nuestra vocación profética

Lunes, 1 de marzo de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Para vivir proféticamente, tenemos que escrutar e indagar los factores que están detrás de los hechos. Tenemos que ser conscientes de que hay contradicciones. En cierto sentido, en ello consiste nuestra vocación profética: en registrar y sufrir las contradicciones de la sociedad. Esta es la cruz que hoy en día nos toca llevar. Porque nosotros mismos somos en parte responsables. Una cruz más pesada aún es, para muchos de nosotros, la de las contradicciones en el seno de la Iglesia. Y las contradicciones de nuestro pasado y nuestras vidas cristianas, contradicciones de las que no somos totalmente responsables, pero que tenemos que aceptar, afrontándolas constantemente. Tenemos que trabajar con ellas y resistir la tentación de culpar a otros de nuestros errores.

Leamos a los profetas del Antiguo Testamento. Su mayor problema consistía en eso, en que eran profetas. Jeremías no quería ser profeta. Y, en cierto sentido, nosotros estamos en el mismo brete. Dios nos impone la carga de sufrir las contradicciones de nuestro mundo y de la Iglesia, y la de revelarlas en la medida en que somos honestamente capaces de hacerlo“.

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Thomas Merton

Los manantiales de la contemplación

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De la cabeza al corazón

Viernes, 26 de febrero de 2021
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“Nosotros racionalizamos y verbalizamos en exceso. Estamos acostumbrados a hacerlo por el tipo de educación que hemos recibido. Tarde o temprano, en la vida que llevamos, cada uno de nosotros comprende que debe explorar a fondo, más allá de la superficie de las cosas. Pero hay quienes nunca lo hacen, quienes se quedan estancados en el nivel de lo racional. Se aferran a esa forma de meditación racional y no se sueltan de ella porque de otro modo no se sienten seguros.

 Las cosas tienen necesariamente que descender «de la cabeza al corazón». Esta es una expresión más o menos consagrada. Si para ti una cosa no se convierte realmente en una segunda naturaleza, esa cosa sigue siendo solo una idea. Esto es aplicable también a las cosas que vienen del exterior. Adoptar las normas sociales, o las normas ajenas, o las normas de la autoridad, es alienante. Se puede hacer y está bien. Pero no nace del corazón. Es el caso de muchos buenos religiosos que observan todas las reglas, pero esta observancia nunca tiene demasiado valor. Ellos están convencidos y son sinceros. Sin embargo, dales una oportunidad, y harán algo completamente contrario, siempre y cuando no esté previsto por una regla particular.

Es como tocar el piano. Cuando nace de lo profundo del ser, la persona se sienta y toca. Otros se preocuparán por el estilo y la técnica y lo que pueda opinar el maestro. También en esto se trata, simplemente, de hacer lo que se está haciendo“.

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Thomas Merton

Los manantiales de la contemplación

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Ser cristiano es vivir como Cristo y quedar unido a él.

Lunes, 15 de febrero de 2021
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El siguiente texto es un prefacio, escrito por Thomas Merton, para una edición japonesa de su libro VIDA Y SANTIDAD, uno de los más exitosos en cuanto a acogida de los lectores se refiere. En mi caso particular he leído ese libro muchas veces y me he aprovechado de él, académica y espiritualmente. A unos días de celebrar otro aniversario del natalicio del monje trapense, lo comparto acá:

El hecho de que el cristianismo se desarrollara en Occidente, y de que la cristiandad o la «cultura cristiana» se haya identificado durante tanto tiempo con la cultura europea, nos hace olvidar que el cristianismo es, desde el punto de vista europeo, «oriental» en su origen. Los rasgos culturales que el cristianismo adquirió desde que se aclimató a Europa no son necesariamente cristianos. De ahí que el cristianismo en ocasiones presente la apariencia de un sistema marcadamente activo, individualista y ético, basado en un cuerpo de verdades dogmáticas que tienden a definir a Dios objetivamente y a ofrecernos una explicación clara y definida de Su voluntad y de Sus planes para el mundo. Lo que le queda al hombre es aceptar esas descripciones y explicaciones especulativas y vivir una vida energética, progresista y productiva llena de rectitud y buenas obras.

Este concepto activo del cristianismo parece implicar que ser «cristiano» comporta también ser «moderno», «progresista» y «occidental». Para quienes son partidarios de las ideas occidentales, esa visión del cristianismo les puede resultar atractiva. Ciertamente se trata de una religión que mira hacia el futuro, pero no pone sus esperanzas meramente en el progreso humano. Del mismo modo, la esperanza del cristiano es sin duda una esperanza en el hombre, pero deposita su confianza en Dios y no en el hombre.

El Dios escondido, de cuyo ser nos damos cuenta oscuramente cuando somos conscientes de nuestra propia vida y libertad, pero al que no podemos ver, ni definir de forma adecuada o explicar con claridad, sin duda alguna se ha revelado. Pero no ha expuesto a la luz claramente el misterio interior de Su naturaleza escondida, tal y como Él es en Sí mismo. Lo que ha revelado en el Evangelio es Su amor al hombre. Este amor nos ha abierto un camino de salvación, en el que oímos Su voz llamándonos a una plenitud que al principio no podemos entender, pero que puede alcanzarse si obedecemos Su voluntad misteriosa. Esa voluntad es algo más que una ley externa. Es una vida en la que Dios mismo vive en nosotros, a través de Su Espíritu Santo.

El cristianismo es en primer lugar un modo de vida antes que una forma de pensar. Limitarse a estudiar las verdades cristianas y obtener de ese modo comprensión intelectual no basta. De hecho, el estudio, por sí solo, no nos aporta una comprensión completa de las mismas. Únicamente si vivimos la vida cristiana podemos llegar a entender el significado completo del mensaje cristiano. El sentido de ese mensaje es precisamente que Dios ha venido a morar en el hombre y a mostrar, en él, que las penas, los sufrimientos y los fracasos inherentes a la existencia humana jamás pueden privar al hombre de sentido siempre que sea capaz de decidir vivir como un hijo de Dios y que permita que Dios viva y triunfe en su corazón. Eso no es tan solo cuestión de consuelo individual sino de amor fraterno. El cristiano da testimonio del amor de Dios al mundo viviendo una vida comunitaria en la cual la presencia de Cristo se manifiesta oscuramente en el amor que los hermanos se muestran entre sí.

No se puede vivir la vida cristiana tal como se debe sin aspirar a ser santo. Para ser santo se ha de estar libre de la tiranía y de las ataduras del pecado, la lujuria, la ira, el orgullo, la ambición, la injusticia y el espíritu de violencia. Cuando se renuncia sinceramente al pecado y a la vida egoísta, se comienza a encontrar algo de la paz y de la serenidad que vienen de la conciencia de que Dios vive y obra en nosotros. Sin embargo, el «hombre viejo» y pecador todavía no ha muerto en nosotros. Pronto tiene lugar una nueva fase de lucha e incertidumbre en la que nos damos cuenta de que la santidad no es fácil, y no consiste solamente en fuerza de voluntad y en buenas intenciones. En esta lucha difícil ganamos experiencia de nuestras propias limitaciones y flaquezas. Pero también aprendemos, por experiencia, que si confiamos en el poder de Dios, y buscamos imitar a Su Hijo amado, Jesucristo, en Su pasión y en Su victoria, recibimos una fuerza misteriosa cuya fuente no es humana. Entonces comenzamos a identificarnos más con Cristo y a darnos cuenta, al menos en el silencio del corazón que ama y confía en Él, que Él mismo vive en nosotros y es nuestra fuerza. Jesucristo es nuestro nuevo y secreto yo. Nuestro verdadero camino a la vida pasa, pues, por renunciar a nuestro yo externo, con sus deseos e ilusiones egoístas a fin de que Cristo pueda vivir en nosotros. Así es como empezamos a ser auténticamente cristianos. Pues entonces la vida nueva que comenzó en nosotros sacramentalmente por el bautismo se convierte en una cuestión de experiencia cotidiana, puesto que Cristo toma posesión de nuestro ser a fin de ser Él mismo la vida, la santidad y la sabiduría en nosotros.

El camino cristiano necesariamente comienza aprendiendo a obedecer ciertas normas de conducta, pero pronto se convierte en una forma de simple obediencia a Dios en el Espíritu del amor que mora en su Iglesia, la asamblea de todos los fieles que son Uno en Cristo.

Este aspecto comunitario de la santidad cristiana es importante. La perfección cristiana no es únicamente el severo desapego ascético del individuo que se ha propuesto seguir una vía heroica de renuncia. Es ante todo una comunión en el amor jubiloso de Cristo viviente en Su Iglesia. Es una forma de compartir la alegría de la fe, una participación en la adtextosoración y en la luz espiritual, una vida común en el Espíritu Santo. De esta vida nadie queda excluido, ni el pobre, ni el despreciado, ni el pecador infortunado que consiente en ser amado y en volver a Cristo.

Ser cristiano no consiste, pues, en creer en Cristo sino en vivir como Cristo y, de una manera misteriosa, en quedar unidos a Cristo. En eso se basan al mismo tiempo la vida y la santidad cristianas.

El camino a la santidad cristiana no exige una extraordinaria virtud ni poderes milagrosos sino la fidelidad y el amor sencillos en el día a día de la vida ordinaria. El trabajo, la vida de familia, los consuelos sencillos y los sufrimientos ordinarios de los cristianos se viven con un nuevo Espíritu, y están llenos del amor y de la fe que persiguen solamente la voluntad de Dios, y no el provecho y la gratificación personales.

Este libro está escrito para cristianos que han decidido que no pueden contentarse con una práctica exclusivamente externa de su religión. No les basta con limitarse a «cumplir sus obligaciones» y con vivir vidas «correctas». Son conscientes de que se puede ser bueno exteriormente sin conocer a Cristo, pero no les satisface una vida que no Lo conozca. Creen que su vocación cristiana entraña una revolución interior en la que lo que parece ser su «yo» se destruye gradualmente y a cambio aparece otro ser más profundo, el Espíritu de Cristo. Esos cristianos son verdaderos cristianos que saben que «Dios es amor» y que no buscan sino abandonarse a ese amor. Amando a Dios es como aprenden a amar a los demás como a sí mismos. Su amor pone de manifiesto que Dios mora en ellos.

Pero vivir esa vida de amor hoy en día requiere un gran valor y paciencia. El mundo está en crisis. La sociedad humana está asolada por una especie de locura que amenaza con destruirla en su totalidad. La fe, el amor y la paciencia de los santos son las únicas fuerzas que pueden salvarnos de esa destrucción. El cristiano, con profunda compasión, debe intentar ayudar a sus semejantes a escapar de las terribles consecuencias de la avaricia y el odio. Debe interesarse por la justicia social y la paz en la tierra. Sería un error grave confundir el cristianismo con la ideología del poder y la fuerza que a veces influye en las políticas de ciertas naciones que apelan al cristianismo para verse legitimadas.

Está claro que los cristianos de Asia y de África han de aprender cada vez más a crear formas auténticas de testimonio cristiano que sean propias y no estén dominadas por las ideas culturales y los prejuicios importados del mundo occidental.

Esta traducción permite al autor expresar su profundo amor hacia sus hermanos y hermanas de Corea, y asegurarles que ora por ellos, al tiempo que les pide que también ellos recen por él para que pueda ser fiel a la tarea que tiene asignada dentro de la Iglesia.

*

Thomas Merton,
LA VOZ SECRETA.
Reflexiones sobre mi obra en Oriente y Occidente

(Sal Terrae, 2015)

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Nacer y renacer

Lunes, 1 de febrero de 2021
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Ayer, 31 de enero, fue el aniversario 106 del nacimiento de Thomas Merton. Dejemos que él mismo nos hable de eso en dos escritos suyos separados por años de distancia.

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NACER.

“En el último día de enero de 1915, bajo el signo de Acuario. en un año de una gran guerra y a la sombra de unas montañas francesas de la frontera con España, vine al mundo. Libre por naturaleza, a imagen de Dios, fui sin embargo prisionero de mi propia violencia y mi propio egoísmo, a imagen del mundo al cual había venido. “

*

La Montaña de los siete círculos.
Editorial Sudamericana S.A.

***

08

RENACER.

“Si en tu cruz, tu vida y tu muerte y las mías
se entrelazan,
el amor me enseña a leer, en tí, los signos de una nueva historia,
hallo mi origen en otra infancia,
cambiando en mi recorrido
New York y Cuba por tu Galilea
y Cambridge por tu Nazaret,
hasta que vuelvo a mi principio
y encuentro un pesebre, una estrella y paja,
una pareja de animales,
unos hombres sencillos,
y así descubro que nací,
esta vez no en Francia, sino en Belén.”

*

La Biografía.
(fragmento) Oh corazón ardiente.
Ed. Trotta.

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Hemos de convertirnos en lo que ya somos

Miércoles, 23 de diciembre de 2020
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“En palabras de Thomas Merton: hemos de convertirnos en lo que ya somos. La venida de Cristo en nuestras vidas nos ayuda a darnos cuenta de que Él es como si dijéramos nuestro auténtico Yo, la realidad profunda dentro de todos y cada uno de nosotros. Una vez que Dios entra en la condición humana, todos nos convertimos en seres potencialmente divinos. Por medio de la encarnación de su Hijo, Dios se incorpora a la humanidad entera, pasada, presente y futura, con su propia majestad, dignidad y gracia. Cristo mora dentro de nosotros de una manera misteriosa, pero muy real. El propósito principal de toda la liturgia, de la oración y de los ritos es conducirnos a esa percepción de Su presencia y unión con nosotros”

 *

Thomas Keating,
El misterio de Cristo

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Dios no se hizo ángel, se hizo hombre

Jueves, 19 de noviembre de 2020
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(Elisabeth Olsson Wallins  “Ecce Homo“)

¡La alegría de ser hombre! Este hecho, que soy un hombre, constituye una verdad y un misterio teológicos. Dios se hizo hombre en Cristo. Al convertirse en lo que yo soy, Él me unió a Sí mismo e hizo de mí su epifanía, de manera que ahora se supone que yo lo revelo a Él. Mi existencia misma como hombre depende de que, en virtud de mi libertad, yo obedezca Su luz, permitiéndole así revelarse a Sí mismo en mí. Y el primero en ver esta revelación es mi propio yo. Yo soy Su misión para mí mismo y, a través de mí, para todos los hombres. ¿Cómo podré yo verlo o recibirlo a Él, si desprecio o temo lo que soy, un hombre? ¿Cómo puedo yo amar lo que soy –hombre–, si odio al hombre en los demás?

El simple hecho de mi humanidad debería ser fuente inagotable de gozo y placer. Al alegrarme por aquello que mi Creador ha hecho de mí, estoy abriendo mi corazón a la salvación que me ofrece mi Redentor. Es una manera de saborear las primicias de la redención y la restauración. El gozo de ser hombre es tan puro que quienes tienen una comprensión cristiana débil pueden incluso llegar a confundirlo con el gozo de ser algo distinto del hombre: por ejemplo, un ángel o algo parecido. Pero Dios no se hizo ángel. Se hizo hombre.

*

Thomas Merton
Diarios, agosto 1965

Ecce Homo + Elisabeth Ohlson Wallin +1998

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El ascetismo más seguro

Lunes, 19 de octubre de 2020
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 “El camino hacia la contemplación es una oscuridad tan intensa que ya no es ni siquiera dramática. No queda nada en ella que pueda ser asido y acariciado como heroico ni aun insólito. Así, para el contemplativo, hay un valor supremo en la rutina ordinaria de trabajo, pobreza, penalidad y monotonía que caracteriza la vida de la gente pobre, ininteresante y olvidada del mundo.

Cristo, que vino a la tierra para formar contemplativos y enseñar a los hombres la ruta de la santidad y la oración, habría podido fácilmente rodearse de ascetas que lo dejaran morir de hambre y aterraran a la gente con extraños éxtasis. Pero sus Apóstoles fueron trabajadores, pescadores, publicanos que se distinguían tan solo por su indiferencia hacia la mayor parte de la complicada red de devociones, prácticas rituales y moral gimnástica de los santos profesionales.

El ascetismo más seguro es la inseguridad amarga, el trabajo y pequeñez de los realmente pobres. Depender absolutamente de otros. Ser desconocido, menospreciado y olvidado. No conocer la comodidad ni la limpieza. Vivir en la suciedad y comer mal. Recibir órdenes y trabajar mucho por poco dinero. Esto es una dura escuela, que la mayoría de las personas piadosas hacen todo lo posible por evitar”.

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Thomas Merton
Semillas de contemplación

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Sólo quien ama está en contacto con la Verdad.

Miércoles, 14 de octubre de 2020
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Gandhi preguntó una vez: «¿Cómo puede ser fraternal el que cree poseer la verdad absoluta?». Digámoslo con franqueza: la historia del cristianismo plantea una y otra vez esa cuestión. El problema: Dios se ha revelado a los hombres en Cristo, pero se ha revelado ante todo como amor. Entonces, la verdad absoluta se capta como amor: por tanto, no de tal modo que excluya el amor en ciertas situaciones limitadas. Solo quien ama puede estar seguro de que sigue en contacto con la verdad, que, en realidad, es demasiado absoluta para ser captada con su mente. Por eso, quien se adhiere a la verdad del Evangelio tiene miedo de poder perder la verdad por un fallo del amor, no por un fallo del conocimiento. En ese caso, es humilde y, por tanto, es juicioso. Pero scientia inflat, «el conocimiento hincha» al hombre como un globo y le da una integridad precaria en que cree tener en sí mismo todas las dimensiones de una verdad cuya totalidad se les niega a otros. Entonces, según cree, llega a tener obligación, en virtud de su conocimiento superior, de castigar a los que no comparten esa verdad. ¿Cómo puede «amar» a otros, piensa, sino imponiéndoles la verdad que, de otro modo, ellos insultarían y despreciarían? Tal es la tentación.

En el refectorio están leyendo un libro tendencioso sobre el comunismo. El comunismo es insidioso. Hemos de odiar todo lo insidioso, y en especial esa suprema insidia diabólica que es el comunismo. Si lo odiamos con todo el poder de nuestro ser, podemos estar seguros de que somos y seremos siempre justos, libres, sinceros, honrados, abiertos. Hoy (se nos dice), el odio al comunismo es la prueba de ser un buen cristiano. La prenda de toda verdad es nuestro odio político. Odiad a Castro. Odiad a Krushchev, Odiad a Mao. Todo eso a la vez que se habla del «misericordioso amor de Dios» y los «latidos del Sagrado Corazón». Parece haber otra dimensión que no hemos descubierto…

Crisóstomo tiene algunas hermosas cosas que decir sobre ovejas y lobos en el tercer Nocturno del día de san Bernabé: «Mientras sigamos siendo ovejas, venceremos. Aunque estemos rodeados por mil lobos, vencemos y somos victoriosos. Pero en cuanto somos lobos, nos derrotan, pues entonces perdemos el apoyo del Pastor, que no alimenta a los lobos, sino solo a las ovejas» (de la Homilía 34 sobre san Mateo).

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Thomas Merton
Conjeturas…

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Ambivalencia del mundo

Jueves, 3 de septiembre de 2020
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“El mundo es el lugar donde encontramos a Dios porque es el lugar donde Dios nos encuentra en la persona de Jesucristo. Cristo no se limitó a habitar la carne humana; se hizo carne. Siendo Dios, se hizo uno con la humanidad en las realidades concretas e históricas de la vida humana. Verdaderamente, Dios ha entrado en el mundo y es en el mundo donde los cristianos han de dirigirse al encuentro con Dios.

Mas el mundo es también un lugar en el que hay iniquidad. El mundo, aunque haya sido castigado con la furia de un diluvio y purificado con el fuego del cielo, sigue siendo un lugar donde los profetas son apedreados y en el que se crucifica a Cristo; un lugar en el que los seguidores de Cristo serán perseguidos y sufrirán difamación hasta el fin del tiempo. Hay, por tanto, una ambivalencia inherente al término «el mundo». Es el lugar al que Cristo vino, el lugar que Dios amó tanto que envió a Su único hijo (Jn 3,16). Y es, no obstante lo anterior, al mismo tiempo, un lugar ciego que no ve a Cristo, y «que no lo recibió». Es el reino que Satán ofreció a Jesús si tan solo hubiera accedido a saltar y a adorarle.

Es esta ambivalencia del mundo la que llama al cristiano a «estar en el mundo sin ser del mundo». Un cristiano debe amar al mundo, existir en el mundo como el lugar que Dios ama, pero al mismo tiempo ha de rechazar aquellos aspectos del mundo que representan un repudio irreflexivo y comunitario de Dios, es decir, el cristiano debe rechazar aquellos aspectos del mundo que son la expresión colectiva del falso yo”.

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James Finley
El Palacio del Vacío de Thomas Merton
Sal Terrae

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Recordatorio

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