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“Aprendizajes veraniegos”, por Dolores Aleixandre.

Sábado, 5 de agosto de 2023
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IMG_0067Aprecio mucho la ausencia de aspavientos

Verano del año de gracia de 1963 después de Cristo y antes del Concilio. Avisos de la superiora a la comunidad de 60 hermanas de la que yo formaba parte al acabar el juniorado:

“A partir de mañana comenzamos las vacaciones,  tiempo de descanso; por eso  la campana para levantarnos sonará a las 6,30h en vez de a las 6h (!).

Las Vísperas y el recreo de la noche serán en el jardín: las hermanas jóvenes se encargarán de sacar las sillas, los reclinatorios, las luces y los altavoces. Como casi todas ellas, después de limpiar y poner orden, tienen que preparar sus  exámenes de Septiembre, conviene no interrumpirlas demasiado en su estudio.

El Padre X, SJ,  nos dará  los Ejercicios en Agosto. Las pláticas serán en la capilla y,  aunque haga calor, sólo se abrirán las ventanas de un lado: el año pasado se abrieron todas  y algunas hermanas se resfriaron por la corriente.

Hay permiso para beber agua entre horas de los botijos que habrá en los pasillos”.

 Puedo imaginar la cara de asombro de quienes no vivieron nada de esto y lo comparan con la manera actual de organizar las vacaciones; por eso me he preguntado si hay algo “rescatable” de aquellas costumbres, o si hay que mandarlas, sin más, al museo de antiguallas. Y esta es mi propia experiencia de lo aprendido entonces que me sigue siendo válido:

  • – Cierto hábito de sobriedad y contención para aguantar con normalidad los fastidios que traen consigo las subidas o bajadas de las temperaturas. Nadie se desplomaba abanicándose y diciendo: “¡No puedo máaaaas! ¡Qué calooooor!” (extensible al  qué fríoooo  en el invierno). Aprecio aquella ausencia de aspavientos y quejas, a pesar del hábito negro  y la toca almidonada: tocaba pasar calor o frío, lo pasabas y punto. Hoy  conviene mirar hacia fuera y pasmarnos del aguante de quienes trabajan en el campo,  los invernaderos o  la construcción. Y con solo una pizca de coherencia, tendría que caérsenos la cara de vergüenza de quejarnos.
  • – Me grabó el convencimiento de que las vacaciones “no son para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó” y eso supone que los demás tienen derecho a encontrarnos más descansados y frescos gracias al descanso porque las energías que reponemos les pertenecen. Nuestra inmensa suerte es disponer, casi  como de un derecho, de un tiempo largo de retiro, algo que está hasta económicamente  fuera de las posibilidades de muchos.
  • – Y en estos tiempos en que nuevos formatos de “botijos” nos facilitan la vida, un toque final de humor: sea cual sea la época, el lugar, el hemisferio o el equinoccio en el que nos encontremos, ponernos de acuerdo sobre el manejo de un bien común (ventanas, persianas, ventiladores, nevera, aire acondicionado…)  seguirá generando más de una batallita comunitaria. Y tendremos que volver a recordar con el Salmo que “el Señor conoce nuestra masa y se acuerda de que somos de barro”. Para dicha nuestra.

Fuente Vida Religiosa, Julio 2023

Espiritualidad ,

Aprendamos a meditar

Viernes, 28 de octubre de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Aprendamos a meditar sobre el papel.
El dibujo y la escritura son formas de meditación.
Aprendamos a contemplar las obras de arte.
Aprendamos a orar en las calles o en el campo.
Sepamos meditar no sólo cuando tenemos un libro en las manos,
sino también mientras estamos esperando el autobús o viajamos en tren.
Sobre todo, entremos en la liturgia de la Iglesia
y hagamos que el ciclo litúrgico pase a formar parte de nuestra vida,
dejando que su ritmo penetre en nuestro cuerpo y en nuestra alma

*

Thomas Merton

original

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“Relaciones y aprendizaje”, por Enrique Martínez Lozano.

Viernes, 10 de agosto de 2018
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2a730b965606ef441dc0754edc28d85b_xlLas relaciones interpersonales, en todos sus niveles –de vecindad, de parentesco, de amistad, de pareja–, pueden ser fuente de gozo o bien constituir un campo minado de dificultades.

Un elemento fundamental que genera sufrimiento en las relaciones es el “guion” con el que el ego se maneja. Según él, los otros están ahí para complacerme. En consecuencia, resulta inevitable que, cada vez que tal expectativa no se cumple, aparezca la frustración y, con ella, el enfado, la ira o el abatimiento.

Solo podremos salir del sufrimiento abandonando aquella expectativa o creencia errónea, gracias a la comprensión, la cual nos ofrece dos claves decisivas en toda esta cuestión:

Los otros no están para complacerme, sino para ayudarme a aprender.

Los otros –como yo– hacen siempre lo mejor que saben y pueden, por lo que carece de sentido la culpabilización.

¿Qué es lo que necesito aprender a partir de lo vivido en las relaciones?

Tal vez, tres cuestiones básicas:

Conocerme y aceptarme tal como soy, integrando la sombra que había reprimido, ocultado o negado. En las relaciones se me hace patente que todo aquello que me altera de los otros se encuentra en mí sin aceptar y, con frecuencia, sin ni siquiera conocerlo.

Crecer en amor incondicional hacia mí. Todos mis enfados y frustraciones que nacen en el campo relacional son, en realidad, expresión de un grito que pide amor. Sin ser consciente de ello, estoy pidiendo a los otros el amor –aprecio, reconocimiento, comprensión…– que yo mismo soy incapaz de darme. El hecho de no recibir lo que espero puede constituir una oportunidad preciosa para desarrollar en mí aquel amor incondicional que reclamo de los otros y que, aun sin darme cuenta de ello, me hace vivir mendigando afecto.

Crecer en comprensión de mi verdadera identidad. De un modo u otro, todo aprendizaje culmina en este, que me permite contestar adecuadamente a la pregunta primera: ¿quién soy yo? Porque no hallaré luz ni paz hasta que no encuentre, por experiencia propia, la respuesta adecuada: soy no-separado de los otros. Más allá de las formas diferentes –o “disfraces” en que se expresa– todos compartimos la misma y única identidad; la nuestra es una identidad compartida, Eso que sostiene todas las formas y que en todas se expresa.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Aprendizajes”, por Dolores Aleixandre

Viernes, 26 de mayo de 2017
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alfaiasDe su blog Un grano de mostaza:

Historia reciente de un convento: a la hermana sacristana, ya anciana, ha empezado a ayudarle una empleada joven que trabaja en la casa. Como es de esperar, no tiene ni idea de los utensilios litúrgicos, se hace un lío con los nombres que les da la monja y no sabe qué le está pidiendo que traiga, prepare, ponga o guarde.

Menos mal que es muy espabilada y ha discurrido una solución: hace una foto con el móvil a cada utensilio o vestimenta de la sacristía y escribe, junto al nombre “oficial”, su propia descripción para aclararse.

Algunos ejemplos: Alba: bata. Roquete: camisón con puntillas. Casulla: abrigo. Cíngulo: cordón. Estola: corbata. Corporal: mantelito cuadrado. Purificador: pañito alargado. Cáliz: copa. Patena: plato. Credencia: mesita. Portaviático: cajita redonda. Incensario: braserito con cadenas para echar el humo. Acetre: cubo pequeño con asa. Hisopo: varita con bola y agujeros.

Le queda mucho por aprender a esta chica, y eso que ha tenido la suerte de que estén ya en desuso (y bien que les pesa a algunos…), la dalmática, la capa pluvial, el amito, el manípulo, el conopeo, el paño humeral…, a más de otras vestimentas y capisayos con sus diferentes botonaduras, ribetes, tonos y texturas.

Jesús, que iba por la vida sin túnica de repuesto, invitaba a mirar los lirios que no necesitaban revestirse de nada. Debía fascinarle esa belleza simple que superaba en gloria al esplendor de la corte de Salomón.

Cuánto nos queda por aprender también a nosotros.

Dolores Aleixandre 21RS Febrero 2017

Espiritualidad ,

Aprender a perdonarse

Martes, 9 de febrero de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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 “Hay que aprender primero a perdonarse uno sus defectos si se quiere perdonar a otros.

Es posiblemente uno de los aprendizajes más difíciles para un ser humano, lo compruebo muy a menudo en los demás, el del perdón de sus propios errores, de sus propias faltas.

La primera condición es la de poder aceptar, y aceptar generosamente, el  hecho mismo de cometer faltas y errores. “

*
Etty Hillesum
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***
 

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