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Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 10 Septiembre, 2017

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.”

(Mt 18, 15-20)

Realmente el tema del perdón, de la reconciliación, es algo “sagrado”. Incluso diría que hace de puente entre lo divino y lo humano. Dicho de otra manera: el perdón nos hace parecernos más a Dios.

Y este fragmento del Evangelio de Mateo es una hermosa lección de lo que es la reconciliación y de lo implicadas que estamos todas en el buen o mal camino de nuestras hermanas.

El texto empieza diciendo: “si tu hermano peca.” Es decir, si descubres que alguien cercano va por mal camino tienes el deber de avisarle. Si te das cuenta de que su vida toma un rumbo deshumanizante: ¡díselo!

No, no se trata de que vayamos por la vida dando lecciones a los demás. Ni que juzguemos como pecado ajeno todo aquello que no cuadra con nuestros esquemas. No, eso no.

Pero si tenemos a alguien cercano precipitándose por malos caminos no podemos quedarnos callados. Y con respeto y humildad hay que saber decir lo que una ve.

Y es curioso cómo insiste el evangelio. “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos… y si no hace caso, díselo a la comunidad…”

A quien se equivoca hay que darle más de una oportunidad. Hay que hacer todo lo posible por aquellas personas que andan perdidas. Salir a buscarlas una y otra vez. Cargarlas sobre los hombros y alegrarnos de recobrarlas. En eso nos parecemos a Dios Abba que no quiere que ni uno solo se pierda.

Sí, Dios necesita que nos apuntemos a “mujer que barre la casa” o “a pastor que busca ovejas perdidas”. A Él le interesan las últimas, las pequeñas, las perdidas… y siente una enorme predilección por ellas.

Oración

Aquí nos tienes, Trinidad Santa, dispuestas a buscar la moneda o la oveja perdida. Deseosas de que nuestro corazón se parezca cada vez más al tuyo y se movilice ante la debilidad humana. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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¿Por qué nos interesa tan poco el bien espiritual de los demás?

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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abrazoMt 18, 15-20

Del capítulo 16 hemos pasado al 18. Mt comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término “hermano” para designar a los miembros de la comunidad. Hay que notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida, que termina con la frase: “Así vuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano que ha fallado.

Lo que nos relata el evangelio de hoy es seguramente reflejo de una costumbre de la comunidad de Mt. Se trata de prácticas que ya se llevaban a cabo en la sinagoga. En este evangelio es muy relevante la preocupación por la vida interna de la comunidad (Iglesia). El evangelio nos advierte que no se parte de una comunidad de perfectos, sino de una comunidad de hermanos, que reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos.

En la primera frase tenemos un problema en el mismo texto, porque han llegado a nosotros distintas versiones: ‘si tu hermano peca’, ‘si tu hermano peca contra ti’, ‘si tu hermano te ofende’. Lo que está claro es que ninguna de estas versiones se puede remontar a Jesús. Los evangelios ponen en boca de Jesús lo que era práctica de la comunidad para darle valor definitivo. Al pecar contra ti, debía corresponder el perdón. El próximo domingo, Jesús dirá a Pedro que tiene que perdonar ‘setenta veces siete’.

Si tu hermano peca, no debemos entenderlo con el concepto que tenemos hoy de pecado, sencillamente porque no existía. La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando en torno a los pecados contra la comunidad. No se tenía en cuenta, ni se juzgaba la actitud personal con relación a Dios, sino el daño que se hacía a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado, sino su relación con la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros.

Atar y desatar. Es una imagen del AT muy utilizada ya por los rabinos de la época; aquí se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o de excluirlo de ella. Así lo entendieron también las primeras comunidades, cuyos miembros eran todos judíos. El concepto de pecado, como ofensa a Dios que necesita también el perdón de Dios, tal como lo entendemos hoy, no fue objeto de reflexión en la primera comunidad. No se trata de un poder conferido por Dios para perdonar las ofensas contra Él.

Todo lo que atéis en la tierra…” Hace dos domingos, el mismo Mt decía exactamente lo mismo, referido a Pedro. ¿Cuál de los dos textos estará en la verdad? Solo hay una solución: Pedro actúa como cabeza de la comunidad. En el evangelio de Mt no se encuentra un sólo dato que haga pensar en una autoridad que toma decisiones. Teniendo en cuenta el contexto, podemos concluir, que son las personas individuales las que tienen que acatar el parecer de la comunidad y no al revés, como se nos quiere hacer ver.

Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga patente. Hoy sabemos que también las relaciones con los animales e incluso con la naturaleza tienen que ser verdaderamente humanas. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo.

Es imposible cumplir hoy ese encargo de la corrección fraterna porque está pensado para una comunidad, donde se han desarrollado lazos de fraternidad y todos se conocen y se preocupan los unos de los otros. Lo que hoy falta es precisamente esa comunidad. No obstante, lo importante no es la norma concreta, que responde a una práctica de la comunidad de Mt, sino el espíritu que la ha inspirado y debe inspirarnos a nosotros la manera de superar los enfrentamientos a la hora de hacer comunidad.

La comunidad es la última instancia de nuestras relaciones con Dios y con los demás. Insiste en que hay que agotar todos los cauces para hacer salir al otro de su error, pero una vez agotados todos los cauces, la solución no es la eliminación del otro, sino la de apartarlo, con el fin de que no siga haciendo daño a la comunidad. La solución final manifiesta la incapacidad de la comunidad para convencer al otro de su error. Si la comunidad tiene que apartarlo es que no tiene capacidad de integrarlo.

El sentido de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud del hombre. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es esta: “es un homicidio virtual”. Seguramente es hoy el pecado más extendido en nuestras comunidades.

Cualquier persona que vaya, sin saberlo, por un camino equivocado, agradecería que alguien le indicara su error y le mostrara el verdadero camino. Si una persona que camina por la carretera hacia Andalucía, te dice que se dirige a Santander, le harías ver que está equivocado. Si al hacer hoy la corrección fraterna, damos por supuesto que el otro tiene mala voluntad, (concepto moderno de pecado) será imposible que te acepte la rectificación. Desde esa perspectiva estás dando por supuesto que tú eres bueno y el otro malo.

La corrección fraterna no es tarea fácil, porque el ser humano tiende a manifestar su superioridad. En este caso puede suceder por partida doble. El que corrige puede humillar al corregido queriendo hacer ver su superioridad moral. Aquí tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¿Cómo pretendes sacar la mota del ojo del tu hermano, teniendo una viga en el tuyo? El corregido puede rechazar la corrección por falta de humildad. Por ambas partes se necesita un grado de madurez humana no fácil de alcanzar.

Partiendo de que todo pecado es un error, lo que falla en realidad es la capacidad de los cristianos para convencer al otro de su equivocación, y que siguiendo por ese camino se está apartando de la meta que él mismo pretende conseguir. Una buena corrección tiene que dejar claro que buscamos el bien del corregido. No solo se aleja él de la plenitud humana, sino que impide o dificulta a los demás caminar hacia esa meta. Apartado de los demás, ningún hombre conseguiría el más mínimo grado de humanidad.

Meditación

La máxima manifestación de desamor es la indiferencia.
Camuflarla, bajo el manto de respeto o tolerancia, es cobardía.
Si no me comprometo con el bien espiritual del otro,
es que su presente y su futuro me importan un comino.
Debo ir al encuentro del otro para ayudarle a ser él mismo,
sin juzgarle, sin tener en cuenta su bondad o maldad.
Si no busco sinceramente el bien del hermano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Salvar al hermano.

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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si_tu_hermano_peca_reprendelo_a_solasTenemos que estar aquí para nosotros mismos, tenemos que estar aquí para las personas que amamos y tenemos que estar aquí para la vida, con todas sus maravillas. El mensaje de la práctica budista es muy sencillo y claro: “Estoy aquí para ti” (Thich Nhat Hanh)

10 de septiembre. Domingo XXIII del TO

Mt 18, 15-20

Si te hace caso, has salvado a tu hermano (V 15)

El film de Pier Paolo Pasolini, Teorema (1968), nos presenta un modelo de este delicado quehacer de salvación relatado por Mt 18, 15 y Lc 17, 3. El cineasta italiano narra la historia de un misterioso visitante –el Extranjero- que llega a la casa de una familia burguesa, representante del orden establecido. Su presencia provoca una conmoción en cada uno de sus miembros, sacudiendo el dogmatismo y la vida monótona burguesa de dicha familia.

El filósofo francés Jacques Derrida hace una reflexión en torno al tema expuesto, con estas palabras: “El Extranjero sacude el dogmatismo amenazante del logos paterno: el ser que es, y el no-ser que no es. Como si el Extranjero debiera comenzar por refutar la autoridad del jefe”.

Indiscutiblemente, Jesús sería el misterioso visitante que cada día llega a nosotros mismos para advertirnos que necesitamos la liberación del tedioso dogmatismo y la vida monótona burguesa que atenazan y bloquean el personal desarrollo. ¿En qué grado su presencia nos hace darnos cuenta de lo que debemos ser como cristianos?

El Dalai Lama vietnamita Thich Nhat Hanh hace resaltar en su obra “Estás aquí. La magia del momento presente” la idea de que el ser humano tiene como misión prioritaria “salvar al hermano”: Tenemos que estar aquí para nosotros mismos, tenemos que estar aquí para las personas que amamos y tenemos que estar aquí para la vida, con todas sus maravillas. El mensaje de la práctica budista es muy sencillo y claro: “Estoy aquí para ti”. Y el evangelio de Mt de este domingo nos lo hace resaltar en su versículo 15: “Si te hace caso, has salvado a tu hermano”.

En la película de Steven Spielberg Mi amigo el Gigante (2017), sus protagonistas, la niña Sophie y el gigante bondadoso BGF mantienen es siguiente diálogo:

BGF: Los sueños, en realidad son cosas muy misteriosas. Yo voy a cazar sueños todos    los días.

Sophie: Yo voy contigo a cazar sueños

BGF: Pero las mejores historias siempre las escucho de las mismas plantas y árboles. Sí, siempre están creciendo y viviendo y riendo y charlandoAquí es donde mis sueños comienzan.

El profeta Ezequiel en 33, 8 recuerda a su pueblo que si le niega la palabra al malvado, le pedirá cuenta de su sangre; y en los Salmos 94 y 95, Yahveh, abogado justo, apremia a Israel a que sea piadoso con los malos, y le recuerda que no sea duro de corazón como en Meribá, como el día de la prueba en el desierto.

San Pablo nos lo recordó en su Carta a los Romanos: ”El que ama no hace mal al prójimo, pues el amor es la plenitud de la ley” (Rom 13, 10). Y la siguiente historia judía lo confirma.

¿CUÁNDO ES DE DÍA?

Un viejo rabino preguntaba una vez a sus alumnos cómo se puede conocer el momento preciso en que se acaba la noche y empieza el día.

-Quizás, cuando se puede distinguir con facilidad un perro de una oveja.

-No, dijo el rabino.

-Cuando se distingue una palmera de una higuera.

-No, repitió el rabino.

¿Entonces, ¿cuándo?, preguntaron los alumnos.

-El rabino respondió: Cuando al mirar el rostro de una persona cualquiera, tú reconoces en él a un hermano o una hermana. Hasta ese momento aún es de noche en tu corazón.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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En su nombre.

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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correccion-lev-1917(Mt 18,15-20)

El evangelio de hoy es un texto significativamente comunitario. Mateo emplea por primera vez aquí el término hermano para hacer referencia a las personas que forman parte de la comunidad y muestra costumbres que, seguramente, formaban parte de la organización y el modo de vida de las primeras comunidades.

El relato refleja, desde la memoria de estas comunidades mateanas, la importancia que tenía para quienes profesaban la fe en Jesucristo, el cuidado de las relaciones interpersonales. Por eso el evangelista pone en boca de Jesús lo que conocemos como corrección fraterna (Mt 18,15-18) y oración en común (vv.19-20).

“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”. En algunas de las traducciones nos encontramos con otra expresión diferente: “si tu hermano te ofende”. Quizás esta segunda variante nos ayude a relacionar mejor que el pecado no es sólo una falta “contra Dios” sino también contra el hermano. Aún más, que pecamos, es decir, “ofendemos a Dios”, cuando actuamos negativamente con su Creación y sus creaturas.

Esto nos recuerda lo necesario del diálogo y de la compasión en nuestras relaciones humanas. Relaciones que son, en definitiva, el eje principal de nuestra vida comunitaria y eclesial. De nada sirven las reuniones, celebraciones o proyectos que llevamos a cabo si no cuidamos -en lo concreto- la relación con los demás, con las hermanas y hermanos que el Señor nos ha regalado como compañeros de camino, con los otros seres vivos y con todo el planeta que nos acoge.

Jesús, con sus palabras, muestra una vez más comprensión y firmeza, sensatez y libertad. La corrección fraterna, en cualquier grupo, se nos hace difícil. Quizás sea de las cosas que más nos cuesta vivir con madurez. Pero ésta se hace sencilla cuando parte del cariño y de la humildad. Del saber que todos nos equivocamos en algún momento y que “hoy te toca a ti y mañana a mí”. Esta corrección busca, desde el corazón, no humillar, sino sostener en las dificultades al hermano. Y esto es así porque le muestra a éste aquello que no ha hecho del todo bien para que pueda crecer y ser mejor persona. La corrección “no hace ruido”, por eso Jesús invita a estar “a solas entre los dos” y si no, como mucho, “en comunidad”. Es justamente todo lo contrario a la murmuración, tan frecuente en los grupos humanos. Y, por supuesto, tan diferente a pregonar a viva voz las debilidades de los demás.

En realidad la corrección fraterna debe ser parte de nuestra vida, de las relaciones familiares, fraternas, de amistad, comunitarias… No está llamada a ser un acto puntual sino un modo de vivir en el que la otra persona es más importante para mí que los actos que realiza. Por eso busco su bien, su crecimiento, su desarrollo como persona y como creyente desde el amor verdadero. Bien vivida es de las experiencias más enriquecedoras para ambas personas porque el reto no es sólo para el que debe acoger la corrección, sino también para el que la realiza pues implica para éste madurez, amor, bondad, libertad y espíritu de discernimiento. Igualmente, consciencia de que todos somos “santos y pecadores” y, por tanto, todos necesitamos de esa persona amiga que nos haga ver con mayor claridad si nos hemos desviado del camino por alguna causa. Como suele suceder en todo lo humano, quien mejor sabe llevar a cabo la corrección fraterna es quien la ha experimentado en su propia piel y ha saboreado el bien que conlleva.

“Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo”. Esta expresión es dicha con anterioridad a Pedro (cf. 16,19) como cabeza de la comunidad. Ahora Mateo expone que la gracia (y el deber) de perdonar es concedido a toda la comunidad, a cada miembro. Nadie queda excluido de la búsqueda de diálogo o de soluciones ante un conflicto. De todos es la responsabilidad de la marcha comunitaria y del bien común. A todos se nos exige una madurez que estamos llamados a ir alcanzando poco a poco. Para ello, la corrección fraterna y el acompañamiento mutuo se hacen indispensables.

“Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La certeza de su Presencia en medio de nosotros nos acompaña y alienta. Jesús nos ofrece una clave que ojalá nunca olvidemos: todo lo que hacemos, incluso el hecho mismo ya de reunirnos, ha de ser en su nombre. El centro de ese encuentro, de ese espacio, de esa acción es Él. De nuevo somos invitados a trascender todo para dirigirnos a Quien es el sentido último de nuestra existencia.

Los cristianos nos reunimos con mucha frecuencia. Para celebrar, proyectar, rezar, actuar, evaluar… A comienzos de un nuevo curso seguro que nuestras agendas ya se van llenando de acontecimientos comunitarios. La invitación que Mateo nos hace es a no perder el fin –y el principio- último de todo lo que realizamos. Somos llamados a cuidar el porqué de todo lo que vivimos y hacemos, alimentar el sentido y recrear la presencia de Jesús entre nosotros desde la confianza en su promesa. Lo que vivamos en su nombre será bueno porque Él estará siempre entre nosotros.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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“Solo Cristo salva”, por Carlos Osma

Jueves, 9 de marzo de 2017
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solocristoDe su blog Homoprotestantes:

Cuando cristianos y cristianas lgtbi hablamos de salvación, podemos evadirnos de la realidad y empezar a hacer teología ficción, como esa que llena libros infumables de teología, estanterías de seminarios decadentes, o bancos de iglesias respetables que sirven a la “verdadera doctrina”. Y lo podemos hacer porque tenemos tantas ganas de ser como el resto de creyentes, que nos lanzamos en brazos de la imitación. Y es que en realidad, reconozcámoslo, lo que a nosotras nos salva, lo que nos otorga el perdón por nuestra “disidencia” es que no se nos note demasiado el plumero. Y así, con una voz grave, intensa, respetable, (pero sobre todo que repita el mantra de la iglesia de la que queremos formar parte), podemos empezar a explicar que la salvación es universal o solo para unos cuantos escogidos, que es para siempre o puede perderse, que es por la fe o que necesita de alguna obra por parte nuestra…. y bla, bla, bla… Palabrería hueca sin alma, sin experiencia.

Que entremos al trapo de tener que explicar que podemos ser cristianas y lesbianas, evangélicas y transexuales, católicos y gays, bisexuales y protestantes, ya dice mucho de nuestras propias inseguridades y de lo asumida que tenemos la ideología heteronomativa que ha impuesto la idea de que si eres cristiano eres heterosexual. Una ideología que nos quema vivos desde los púlpitos de las iglesias, o que nos ofrece bulas a cambio de pagar el precio de la sumisión, del no cuestionamiento de su poder, un poder que a nosotros se nos revela como demoníaco. Nuestra salvación, pasa por su aceptación, por su respeto, y lo triste es que muchas de nosotras nos lo hemos creído, y ponemos toda nuestra energía en ir amontonando buenas obras a ojos de nuestros tribunales eclesiásticos particulares, sabiendo en el fondo, que más que liberadas, vivimos enjauladas.

En su comentario al libro de Romanos, Lutero dice unas palabras sobre las que todas las personas lgtbi deberíamos reflexionar: “Aquellos presumidos que… por la fe sola pretenden tener entrada, no por Cristo, sino pasando al lado de Cristo, como si después de haber recibido la gracia por la justificación, Cristo ya no fuese necesario para ellos. Y como éstos, hay muchos en nuestros días que hasta intentan convertir las obras de la fe en obras de la ley y de la letra en provecho propio: después de haber recibido la fe por medio del bautismo y el arrepentimiento, pretenden que ahora también ellos mismos han de resultar del agrado de Dios en cuanto a su propia persona, sin Cristo, cuando en verdad es necesario tanto lo uno como lo otro: tener fe, por supuesto, pero también tener al mismo tiempo y para siempre a Cristo como Mediador de esta fe. Y es que quizás, a veces, demasiadas veces, el Mediador de nuestra fe no es Cristo, sino las obras que intentamos realizar para aparecer como buenos cristianos dignos de ser aceptados por nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra iglesia.

Para nosotras, personas lgtbi, no habrá liberación, salvación, que no pase por Cristo. Nuestras buenas obras que satisfacen las demandas heteronormativas, son solo obras de la ley, del legalismo. Para nuestra salvación es necesaria la fe, pero no fe en personas e instituciones al servicio de la heteronormatividad, sino en quien predicó el evangelio, fué crucificado y resucitó: Cristo. Cuando nos abandonamos en los brazos de los deseos heteronormativos, nos alejamos de Cristo, nos alejamos de la salvación. Y puede parecer lo contrario, porque es más fácil vivir en paz con un entorno religioso que nos incita a cumplir con lo que se espera de nosotras, que seguir al maestro, seguir a quien puso al ser humano y su felicidad por delante de cualquier institución. Es más fácil someterse, y actuar como si no lo estuviésemos haciendo, como si hubiésemos elegido nuestra humillación por amor a Cristo. Pero no lo hemos hecho por él, lo hemos hecho por cobardía, por falta de fe en Jesucristo, por eso no nos sentimos liberados, por eso no estamos salvadas.

Cuando la Biblia nos habla de tener fe en Cristo, no se refiere a aceptar a Jesús como salvador, como quien tiene un amuleto o simplemente una imagen a la que se aferra por miedo a la vida y a la muerte. Tener fe en Cristo significa seguimiento, solo Cristo salva, nada de lo que nosotros somos o dejamos de ser añade algo a esa salvación. Nuestra homosexualidad, nuestra identidad de género, nuestra bisexualidad… no posibilita o impide la salvación de la que Jesucristo es intermediario. Solo en el seguimiento de Cristo alcanzamos la salvación, en el seguimiento de quien se atrevió a ser diferente al resto, de quien se atrevió a mostrar una identidad diferente a la que se esperaba del Mesías, el que se posicionó del lado de quienes estaban excluidos por parte de los buenos religiosos de su tiempo. Solo cuando estamos dispuestos a caminar sobre las aguas, a perderlo todo por la llamada a la acción de Jesús, es cuando alcanzamos la salvación que Dios desea para nosotras y nosotros. Una salvación que no tiene nada que ver con la represión, sino con la felicidad y con la vida. Porque solo Cristo fue crucificado para que nosotras y nosotros tuviésemos vida. Solo él es nuestro intermediario, solo es a él a quien deberíamos querer agradar.

El seguimiento de Cristo, no es un seguimiento individualista, sino que se realiza junto a otras personas, algunas de las cuales es posible que ni siquiera se definan como cristianas. La tentación de crearse un Cristo a nuestra imagen y semejanza, se desvanece en la convivencia con otras personas que también pretenden seguirle. “Solo Cristo”, no excluye al resto de creyentes, ni al resto de la humanidad, porque Cristo es el lugar de encuentro de quienes trabajan por la justicia y por la vida. Y ésto lo debemos tener muy en cuenta las personas lgtbi, ya que la exclusión que hemos padecido, o que todavía padecemos, puede ser una justificación para el individualismo, para el “Solo Cristo y yo”. Y aunque debemos ponernos a salvo de las ideologías y comunidades cristianas que intentan separarnos de Jesús, que nos exigen obras para satisfacer las demandas heteronormativas, no por eso debemos creer que somos solo nosotros los que seguimos a Cristo correctamente. La comunidad cristina es un arcoíris diverso en el que nosotras no alcanzamos a reflejar todos los colores, pero que sin nuestra presencia tampoco llega a verse completo. Siempre hay personas al lado del Cristo al que seguimos, si no fuese así, estaríamos siguiendo una ilusión, no a Jesús de Nazaret. Solo Cristo nos salva, pero no solo nos salva a nosotros.

Que levantemos nuestra voz, como hace cinco siglos hiciera Lutero y otras y otros reformadores, es imprescindible para seguir reformando la Iglesia. Una Iglesia de la que podemos decir por experiencia que se ha alejado de Cristo y ha vuelto a situar la ley, en nuestro caso la ley que exige el cumplimiento de los preceptos heteronormativos, como mediadora entre los seres humanos y Dios. Pero en el cristianismo el único intermediario es Jesús, un Jesús en el que las personas lgtbi nos sentimos reflejadas, en el que nuestras experiencias son cuestionadas, en el que nuestro amor es bendecido, y en el que nuestra identidad de género es incluida. Un Jesús que se ha acercado para decirnos que le sigamos a él, no a una religiosidad presa por las obras de la ley, y que en su seguimiento, compartido con otros seres humanos, encontraremos la salvación. Pero no una salvación entendida como éxito o reconocimiento individual, si buscamos eso es mejor seguir aferrados a la ley, sino una salvación que busca la justicia, la liberación y la felicidad, tanto individual como colectiva.

Como bien expresó Agustín de Hipona “Quien está lejos de Dios, está lejos de sí, alienado de sí mismo y sólo puede encontrarse si se encuentra con Dios y así.. alcanzar su verdadera identidad”, pero nuestra aproximación a Dios no tiene lugar cuando actuamos como el resto del mundo espera, las buenas obras no nos acercan a Dios. El abismo que nos separa de Dios, que nos separa de nosotros mismos y del resto de seres humanos sólo puede ser salvado por Cristo. Sólo él es el mediador, todo lo demás nos hace perder la vida. Por eso los cristianos lgtbi deberíamos dejar de poner tantas veces los oídos en lo que la homofobia religiosa dice sobre nosotras, y fijar nuestra vista en Jesús, el verdadero dador de vida. Solo Cristo salva.

Carlos Osma

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La “Sola fide” y la salvación gay, por Carlos Osma

Viernes, 9 de diciembre de 2016
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solafideDe su blog Homoprotestantes:

El heterocentrismo cristiano, y más concretamente el evangélico, intenta apoderarse de las “Cinco Solas” erigiéndose en su único merecedor y administrador. Para ello ha creado una ideología que convierte la Sola Escritura en una ley que persigue y condena las identidades o afectividades no normativas. La Sola Gracia la reserva para quienes antes han “circuncidado” sus deseos y sienten o actúan como heterosexuales. Cuando dice Solo Cristo, adora a un ídolo construido a su imagen y semejanza, olvidando el mensaje y la vida de Jesús de Nazaret que se situó siempre al lado de los “otros”, de los desheredados y de quienes sufrían marginación. La afirmación Solo a Dios la Gloria la complementa con la aclaración de que nuestros cuerpos y deseos disidentes jamás podrán glorificar al Creador. Sin embargo, es el principio de la Sola Fe el que con más claridad se resiste a su apropiación y a su intento de manipulación.

La ideología heteropatriarcal puede habernos hecho creer en algún momento que la Biblia nos condena, que la Gracia divina no nos puede salvar, que Cristo no murió por nosotros, o que no estamos trabajando por la Gloria de Dios sino por la nuestra. Pero jamás ha logrado destruir la fe que Dios, no sabemos bien por qué, ha querido darnos. No voy aquí a hacer un elogio de la fe de los cristianos LGTBI porque cualquier fe que es fiel a la realidad pasa por infinidad de estados, incluso el de la ausencia en ciertos momentos de la vida. No es fácil creer en Dios siempre, tampoco ser coherente en todo momento con la fe que decimos tener, los seres humanos somos contradictorios y vulnerables. Sin embargo pienso que la fe de la mayoría de personas LGTBI es un milagro divino que ha tenido que soportar infinidad de pruebas que podrían haberla hecho desaparecer. Sólo la misericordia de Dios ha permitido que la hayamos conservado a pesar de que quienes dicen construir su Reino se hayan comportado como Caín con nosotros.

Cuando digo tener fe no me refiero a creer ciertas normas, las enseñanzas eclesiales más o menos aceptadas por la mayoría, o las lecturas e interpretaciones bíblicas más influyentes. El principio de la “Sola fide” se refiere a que sólo es a través de la fe que Dios nos salva. Y podemos ratificar que este principio de la Reforma se ha hecho real en nuestra experiencia, puesto que ha sido la fe la que nos ha permitido superar muchas de las limitaciones con las que se suponía teníamos que vivir, la que nos ha empujado a deshacernos y denunciar las imposiciones e injusticias que pretendían hacernos vivir de rodillas. Ella ha sido el motor que ha cambiado nuestro mundo, y la que nos ha empujado a intentar transformarlo con los valores del evangelio, de la vida. Y para todo esto ha hecho falta fe, no sé si mucha o poca, pero evidentemente una fe que procede de Dios, porque la realidad heteronormativa que tan ferozmente lucha en contra nuestra es enemiga del amor y del evangelio. Solo la fe tiene la capacidad de salvarnos, de permitirnos creer que la resurrección de quienes hemos sido invisibilizados, borrados y lanzados al infierno, es posible. Y son ahora nuestros cuerpos resucitados los que anuncian que hay mucha vida por delante para compartirla con los seres que amamos. Ese es el principio de la “Sola fide”, el que nos transforma y nos hace creer, crear y vislumbrar a nuestro alrededor, que el amor y la justicia divina finalmente se están haciendo presentes.

Decía Lutero que “esta es la libertad cristiana: la fe sola”, quizás por eso las cristianas y los cristianos LGTBI mostramos a veces una libertad que desestabiliza a quienes están aferrados a la ley. Probablemente algunos de nosotros no podemos formar parte de una comunidad cristiana, es posible que tampoco sepamos justificar ciertos versículos bíblicos, puede ser que dudemos de la Gracia divina hacia nosotros, o incluso sintamos a veces que no estamos a la altura para dar la gloria a Dios; Sin embargo hemos recibido gratuitamente una fe que nos ha convertido en seres humanos libres, y muchas veces sólo la tenemos a ella para decirnos que vale la pena seguir, que Dios está con nosotros, que la Palabra de Dios es Jesús de Nazaret, y que gracias a él la Gracia divina ha sido derramada sobre todo ser humano creado desde un principio a su imagen y para su Gloria. No es quienes somos, o lo que hacemos, o lo que sentimos… sino Dios y su amor hacia nosotros. Nadie es digno, nadie lo merece, no importa la orientación sexual de la persona o su identidad de género. Sólo Dios es digno, y es ese Dios el que ha puesto en nosotros una fe que a veces parece estar tan sola en medio de una realidad eclesial y social que nos estigmatiza. Sólo la fe, eso es lo que tenemos, pero no es poco.

En su Carta a los Gálatas Pablo exhorta a los cristianos a mantenerse firmes en la libertad con la que Dios les ha hecho libres y a no volver a estar sujetos al yugo de la esclavitud1. Las cristianas y cristianos LGTBI sabemos muy bien lo que significa el yugo heteropatriarcal que pretende esclavizarnos, y el sufrimiento que es capaz de infringirnos. Por eso estas palabras paulinas se hacen Palabra de Dios en medio de nuestra realidad para instarnos a mantenernos libres, lejos de cualquier legalismo aunque este se justifique en nombre de Dios. Quienes se entregan a las exigencias heteronormativas en aras de ser fieles al cristianismo, se alejan en realidad del maestro y de la Gracia. Porque en el seguimiento de Jesús la heterosexualidad no tiene ningún valor, sólo la fe que obra por el amor. Y es que sólo el amor es la manifestación real y tangible de la fe que hemos recibido inmerecidamente, el amor que compartimos con nuestras parejas, nuestras hijas, con quienes tenemos alrededor. Renunciar al amor, dejar de vivir por la fe, puede traernos el visto bueno de quienes se han erigido en defensores de la ley divina, pero eso nos aleja de Dios.

Sólo la fe salva, nada ni nadie más, no hay intermediarios ni leyes que puedan sustituir la acción amorosa de Dios por nosotros. Es mejor no caer en la servidumbre de “los buenos cristianos” que ponen cadenas a la fe de Cristo, sino dejarse llevar por el evangelio que nos dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, no escuchan las voces de los extraños2”. De esta forma viviremos libres en la fe que Dios, por su infinito amor, ha infundido en nosotros sin merecerlo.

Carlos Osma

Notas:

 

1Gal 5

2Jn 10, 27

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“Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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12

Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

“¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”

*

Mateo 3,1-12

***

***

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 10 de enero de 2016
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

.

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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142Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

***

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“Todos verán la salvación de Dios”. Domingo 6 de diciembre de 2015. 2º de Adviento

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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02advientoB2cerezoDe Koinonia:

Baruc 5, 1-9: Dios mostrará tu esplendor.
Salmo responsorial: 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Filipenses 1, 4-6. 8-11:  Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables.
Lucas 3, 1-6: Todos verán la salvación de Dios.

Lc 3,1-6: Todos verán la salvación de Dios

El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre (Baruc), cambio de camino (Isaías). Cambiar, para que todos puedan ver la salvación de Dios.

En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación. Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono. Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.

Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti” (5,5). Ya el segundo Isaías se había preguntado: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura? (…) pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré” (Is 49,15). El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da” (5,1). Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.

¿Dónde está nuestro profetismo cristiano? El profeta no es un adivino, ni alguien que pre-dice los acontecimientos futuros. El profeta se enfrenta a todo poderío personal y social, habla desde el “clamor de los pobres” y pretende siempre que haya justicia. Obviamente le preocupa el futuro del pueblo, la situación sangrante de los pobres. Los profetas surgen en los momentos de crisis y de cambios para avizorar una situación nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz.

La misión del profeta cristiano es cuestionar los “sistemas” contrarios al Espíritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo (vive encarnado) y contacto con Dios (es un místico), y de ahí obtiene la fuerza para su misión. Por medio de los profetas, Dios guía a su pueblo “con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9). El profeta “allana los caminos” a seguir.

En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia.

Juan Bautista, profeta precursor de Jesús, fue hijo de un “mudo” (pueblo en silencio) que renunció al “sacerdocio” (a los privilegios de la herencia), y de una “estéril” (fruto del Espíritu). Le “vino la palabra” estando apartado del poder y en el contacto con la bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: “todos verán la salvación de Dios”. La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvación), con una condición: la conversión (“preparad el camino del Señor”). ¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?

La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “aquilatar lo mejor” (Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos de justicia” (1,11).

Esa renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso (Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios.

Adviento es el tiempo litúrgico dedicado por antonomasia a la esperanza. Y esperar es ser capaz de cambiar, y ser capaz de soñar con la Utopía, y de provocarla, aun en aquellas situaciones en las que parece imposible.

Dejémonos impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que estas celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia de estos días nos ayuden a profundizar el misterio que estamos por celebrar.

Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, Él camina con nosotros señalando el camino porque “Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9). Leer más…

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El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos

Domingo, 18 de octubre de 2015
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 DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.

¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

Pedro Casaldáliga
El tiempo y la Espera. Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.”

Les preguntó:

“¿Qué queréis que haga por vosotros?”

Contestaron:

“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”

Jesús replico:

“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”

Contestaron :

“Lo somos”

Jesús les dijo:

“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniendolos, les dijo:

“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.”

*

Marcos 10, 35-45

***

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El sentido de la vida

Lunes, 28 de septiembre de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Nuestra vida, como seres individuales y miembros de una raza atónita y llena de contiendas, nos acucia con la evidencia de que debe tener algún significado. Una parte de éste se nos escapa; pero nuestro fin en la vida es descubrirlo y vivir de acuerdo con él. Tenemos, pues, algo por lo que vivir. El proceso de la vida, del crecimiento, del desarrollo de la personalidad consiste precisamente en el aumento gradual de la conciencia de lo que es ese algo….

Lo que todo hombre busca en la vida es su propia salvación y la de quienes viven con él. Con la palabra ‘salvación’ me refiero, ante todo, al descubrimiento pleno de quién es uno en realidad, y después, al cumplimiento de las fuerzas que Dios nos ha dado, en el amor a los otros y a Dios.

También quiero referirme al descubrimiento de que el hombre no puede encontrarse a sí mismo únicamente en él, sino que ha de encontrarse en los otros y por medio de ellos. Por último, estas proposiciones se resumen en dos líneas del Evangelio… y también están contenidas en una sentencia de San Pablo: ‘Todos somos miembros los unos de los otros’. La salvación de la que hablo no es una cuestión meramente subjetiva o psicológica, una autorealización en el orden natural, sino una realidad objetiva y mística: el encuentro de nosotros mismos en Cristo, en el Espíritu o, si se prefiere, en el orden sobrenatural. Esto incluye, sublimiza y perfecciona la autorealización natural que ella hasta cierto punto presupone, ordinariamente efectúa, y siempre trasciende.”

*

Thomas Merton
Prólogo. Los hombres no son islas.

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“Jesús salva a su familia”, Domingo 12. Ciclo B.

Domingo, 21 de junio de 2015
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mc 4 35-41Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Si en la liturgia se leyera el evangelio de Marcos tal como él lo escribió, no a saltos, trompicones y omisiones, habríamos advertido que la popularidad creciente de Jesús suscita tres reacciones muy distintas: desconfianza por parte de su familia, rechazo por parte de los escribas, aceptación por parte de su nueva familia (“estos son mis hermanos, mis hermanas y mi madre”). A esa nueva familia, Jesús la instruye en el capítulo de las parábolas (de las que sólo leímos dos el domingo pasado) e, inmediatamente después, la salva. Con este episodio de la tempestad calmada Marcos pretende también que el lector se pregunte una vez más quien es Jesús.

El mar como símbolo de las fuerzas caóticas (Job 38,1.8-11)

En el mito mesopotámico de la creación (Enuma elish) el dios Marduk debe luchar contra la diosa Tiamat, que representa el mar, para poder crear el universo. El mar simboliza el peligro, la amenaza a la vida. (En términos modernos, el tsunami que devora y destruye la tierra firme.)

La primera lectura, del libro de Job, recoge este tema, pero despojándolo de sus connotaciones politeístas. El mar no es una diosa, es una fuerza caótica que amenaza con cubrirlo todo. El Señor no le machaca el cráneo ni la descuartiza, como hace Marduk con Tiamat; se limita a encerrarlo con doble puerta, a fijarle un confín en el que «se romperá el orgullo de tus olas».

Entonces el Señor respondió a Job desde el seno de la tempestad: ¿Quién encerró con doble puerta el mar, cuando salía borbotando del seno, cuando una nube le puse por vestido y el oscuro nublado por pañales; cuando le fijé sus confines y le puse en torno puertas y cerrojos, y le dije: «No pasarás de aquí, aquí se romperá la soberbia de tus olas»?

El peligro del mar (Salmo 107)

El mar no es sólo una amenaza para la tierra firme, lo es también cuando se intenta cruzarlo en una pequeña nave como las antiguas. En el momento más inesperado se oscurece el cielo, estalla la tormenta, la nave sube y baja al ritmo frenético del oleaje. Sólo cabe la posibilidad de encomendarse a Dios. Esta es la experiencia que recoge el fragmento del Salmo 107, al que quizá mucha gente no preste atención, pero esencial para entender el evangelio de hoy.

Los que a la mar se hicieron con sus naves,

buscando su negocio en las aguas inmensas,

vieron las obras del Señor

y sus milagros en el alta mar.

A su palabra se desató una tempestad

que levantó unas grandes olas:

subían a los cielos, bajaban al abismo,

se vinieron abajo ante el peligro;

En su angustia gritaron al Señor,

y él los libró de sus apuros.

Redujo la tempestad a suave brisa

y las olas se calmaron.

Se llenaron de alegría al verlas ya calmadas,

y él los llevó al puerto deseado.

Den gracias al Señor por su amor,

por sus milagros en favor de los humanos.

Jesús, los discípulos y el mar
(Marcos 4,35-41)

El pasaje del evangelio podemos dividirlo en cinco partes: 1) introducción: Jesús y los discípulos se embarcan a la otra orilla; 2) la tormenta: reacción opuesta de Jesús, que duerme, y de los discípulos, que lo despiertan asustados; 3) Jesús calma la tormenta; 4) Palabras de Jesús a los discípulos; 5) reacción final de éstos.

1) Aquel mismo día, ya caída la tarde, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Y dejando a la gente, lo llevaron con ellos en la barca tal como se encontraba; y le acompañaban otras barcas.

2) Se levantó entonces una fuerte borrasca, y las olas saltaban por encima de la barca, de suerte que estaba a punto de llenarse. Jesús estaba durmiendo sobre un cabezal en la popa. Ellos lo despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

3) Él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla! ¡Cálmate!». Y el viento cesó y se hizo una gran calma.

4) Después les dijo: «¿Por qué sois tan miedosos? ¿Por qué no tenéis fe?».

5) Ellos quedaron sumamente atemorizados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Tres de estas partes tienen especial relación con los textos de Job y el Salmo.

La segunda (la tormenta) recuerda la situación de grave peligro descrita en el Salmo. Pero, en este caso, los discípulos no se encomiendan a Dios, acuden a Jesús; no creen que pueda resolver el problema, simplemente les asombra que duerma tan tranquilo mientras están a punto de hundirse.

La tercera, en cambio, recuerda la lectura de Job, no por el tono poético, sino por el poder y la autoridad suprema que Jesús manifiesta sobre el mar, semejante a la de Dios en el Antiguo Testamento.

La quinta, que habla de la reacción de los discípulos, recuerda la reacción de los navegantes en el Salmo, pero con un cambio fundamental: los marineros del salmo se llenan de alegría y dan gracias a Dios, los discípulos sienten gran miedo y se preguntan quién es Jesús. Curiosamente, Marcos no ha dicho que los discípulos tuvieran miedo durante la tormenta, pero ahora sí lo tienen; es el miedo que provoca el contacto con el misterio.

Prescindiendo de la introducción, la parte que queda sin paralelo es la cuarta, las palabras de Jesús a los discípulos, que les interroga sobre su miedo y su fe. La ausencia de paralelo sugiere que estas dos preguntas son esenciales en el relato. De hecho, el pasaje dice al lector dos cosas: 1) el poder de Jesús es semejante al que se atribuye a Dios en el Antiguo Testamento; poder para dominar el mar y poder para salvar. 2) Al escuchar la lectura, el cristiano debe reconocer que sus miedos son muchos y su fe poca. Conocer a Jesús no es saberse de memoria unas fórmulas de antiguos concilios. El evangelio debe sorprendernos día a día y hacer que nos preguntemos quién es Jesús.

Desde antiguo se valoró el aspecto simbólico del relato: la nave de la iglesia, sometida a todo tipo de tormenta, esa salvada por Jesús. Un aspecto que también podemos valorar a nivel individual.

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Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él…

Domingo, 15 de marzo de 2015
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En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él…

… Habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

*

(Juan 3,14-21)

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 11 de enero de 2015
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Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

 (Marcos 1, 11b)

.

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

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“Anuncio de adviento 2.014”, por Carmen Herrero Martínez, Fraternidad Monástica de Jerusalén

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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cantarECLESALIA.- 28/11/14.-

Os anuncio una buena noticia: el Adviento va a comenzar.

Alzad la vista, restregaos los ojos, despertad, otead el horizonte, porque Dios viene.

Daos cuenta del momento. Avivad el oído para escuchar los susurros, los gritos, el anuncio de la Vida que va nacer.

En el seno de María, crece el germen de un mundo nuevo: el Hijo del Dios encarnado, el Emmanuel, el Dios-con nosotros.

Con el Adviento, amanece la esperanza en el horizonte, en el corazón de todo creyente; porque de los cielos llueve el rocío de la justicia, de la paz y del amor: Dios se ha encarnado en una doncella, hija de Israel, a la que todas las generaciones llamarán “Bienaventurada” porque ha creído en el anuncio del ángel.

Al fondo, se percibe ya la Navidad: una Navidad gozosa, íntima, fraterna, serenada, pacífica y solidaria.

Para algunos también será una Navidad superficial, triste, desgarrada, incluso violenta, pero siempre “esposada”, unida a la esperanza. La esperanza, esa “niña” que habita en lo más profundo del ser humano, es la que nos mantiene firmes ante la espera de que un mundo mejor es posible.

El Adviento, es llama de esperanza, llama ardiente que atraviesa el espesor de los tiempos y de las tinieblas. Llama que alumbra el camino del peregrino vacilante, perdido en la encrucijada de los caminos y del tiempo.

Adviento, un camino solidario que da la mano al extraviado y al cansado; abraza al solitario y abandonado; consuela al triste, visita al enfermo, al extranjero y al encarcelado; da pan al hambriento y agua al sediento.

Adviento se “esposa”, se une con la Humanidad sedienta de verdad, de justicia, de paz y fraternidad.

Adviento, contenido de gozosa y buena nueva: ¡María está en cinta! una gestación de ternura y esperanza le acompaña. ¡Dios visita a su pueblo! Dios se hace uno de nosotros, para hacernos semejantes a Él. Estad alegres, os lo suplico, estad alegres, el Señor viene y planta su tienda entre nosotros dándonos el poder de ser hijos de Dios.

Isaías grita lleno de esperanza: “Caminemos a la luz del Señor. Preparad los caminos del Señor, para que todo el mundo contemple la salvación de Dios” (Is. 40, 3).

Con la esperanza de todos los pobres de Yahvé y los pobres de todos los tiempos, pronuncia María su Fiat: “Hágase en mí según tu palabra” Lc 1,38). Y el Verbo se encarnó y habitó entre nosotros, colmando todo anhelo de libertad y salvación.

Alegraos, saltad de júbilo, poneos vuestro traje de fiesta, perfumaos con perfumes exquisitos de buenas obras, para recibir a vuestro Dios que viene.

Avivad la alegría, el júbilo y la fiesta. ¡Preparad el camino! Ya llega nuestro Salvador, nuestro Dios. “Él está a la puerta y llama, si le abres, él se sentará a la mesa y cenara contigo” (Ap. 3,20).

¡Ora, contempla, acoger la Vida! Y con ella, celebrar la Navidad, la fraternidad solidaría. ¡Entonces, será Navidad!

soeurcarmen@gmail.com

ESTRASBURGO (FRANCIA).

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Fuente Eclesalia

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“Está entre nosotros”. 7 de septiembre de 2014. 23 Tiempo ordinario (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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46-OrdinarioA23Aunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de las comunidades cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores. Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos.

Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.

Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva.

Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.

Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.

El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.

Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente. Los decretos de reformas, necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.

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“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. Domingo 7 de septiembre de 2014. 23º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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forgivenessLeído en Koinonia:

Ezequiel 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”
Romanos 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Mateo 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de Domiciano Fernández que comentamos más abajo.

El evangelio de hoy no está dramatizado en la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL. Puede irse a la página de la serie (www.untaljesus.net) y escoger algún capítulo oportuno. Leer más…

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Dom 7. 9. 12. Reunidos en mi Nombre… Quién es Iglesia, quién “manda”…Quién y qué es Iglesia (Mt 18)

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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46ordinarioB17Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 22, tiempo ordinario, ciclo A: Mt 18, 15-20. Nos ha “sorprendido” estos días (en España) el cese de Rouco y el ascenso o “traspaso” de Osoro y Cañizares, en las listas de la jerarquía católica… como si fueran fichajes y bajas de un fútbol millonario.

Pero, bien mirados, esos cambios deberían pasar inadvertidos, pues lo que en importa en la Iglesia no son los monseñores y cardenales/obispos, sino las comunidades reunidas y organizadas en nombre de Jesús.

Así lo ratifica este evangelio sorprendente, por encima de todo Derecho legal y Jerarquía. Éstos son sus rasgos principales, que quiero desarrollar en lo que sigue:

a. Cada comunidad cristiana es Iglesia uniéndose en nombre de Cristo, orando a Dios Padre y resolviendo sus propios problemas, en diálogo en el que todos participan (sin duda, en comunión con otras iglesias). Hay posiblemente presbíteros y obispos (es decir, representantes y supervisores), pero los asuntos de la comunidad los resuelve toda la comunidad, de manera que obispos y presbíteros son de algún modo invisibles.

b. Todas las comunidades se vinculan, porque las une el mismo Cristo y porque en ellas se invoca al mismo Dios; pero cada una tiene su propia vida, su propia “marcha” de evangelio, apareciendo así como espacio mesiánico de amor mutuo y de esperanza mesiánica. Se trata (por todo lo que sabemos) de comunidades pequeñas (de unos cincuenta miembros cada una), donde todos se comunican entre sí.

c. Cada Iglesia es responsable de su propio camino de oración, comunión y decisión, con sus propias instituciones; ni el amor, ni la toma de conciencia de “estar en Cristo”, ni la solución de los posibles problemas pueden delegarse en otra comunidad más alta (o en personas especiales, como son los obispos o papas), aunque todas las comunidades son solidarias y se unen entre sí por el mismo Cristo. El amor de Jesús y la comunión de los creyentes no se puede delegar, pues si hiciere dejaría de ser amor cristiano, comunión evangélica.

d. Esta forma de entender las iglesias concretas y la comunión de todas ha sido formulada por Mateo, pero responde igualmente a la teología y experiencia del conjunto de las comunidades del NT (las de Pablo y Marcos, las de Juan y Lucas, las de Santiago y Hebreos…). Las variantes entre las comunidades son muchas, pero todas concuerdan en lo esencial (la comunión en Cristo).

Buen día a todos, buen domingo.

Texto. Mt 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

1. Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

2. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

3. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Tres son, pues, los “problemas”. (a) El primero es “quién es iglesia”: los límites de la comunidad. (b) El segundo es la autoridad: Quién decide… (c) El tercero es la oración, es decir, la vinculación con Dios (lo que hoy llamaríamos dirección de la eucaristía y de los sacramentos)

1. MT 18, 15-17. ¿QUIÉN ES IGLESIA? LOS LÍMITES DE LA COMUNIDAD

Este pasaje refleja el comportamiento de la iglesia ante un miembro que peca y define en el fondo la pertenencia a la Iglesia:

Principios:

a. Ciertamente, hay otros signos de pertenencia eclesial: Fe en Dios, fe en Jesús, un tipo de posible liturgia grupal… Pero el texto sé fija en aquellos que “no pecan entre sí” (unos contra otros). Iglesia son según eso aquellos que viven en armonía mutua.

b. El evangelio de Mateo supone quizá que hay otros pecados…, pero aquí sólo se fije en el pecado contra el prójimo: el pecado “contra ti”, es decir, contra un hermano de la comunidad.

c. En este mismo cap. 18, Mateo hable de perdonar siempre (setenta veces siempre), pero el perdón eclesial (¡para formar parte de la Iglesia!) implica corrección fraterna y conversión. Quien no se “convierte”, quien sigue pecando contra un hermano, no forma parte de la Iglesia.

El tema y método de esta “praxis jurídica” seguido se parece al de otros grupos judíos del tiempo, por ejemplo el de Qumrán. Pero quien decide en Qumrán es una instancia jerárquica especial y bien organizada de sacerdotes, miembros elegidos. En Mt, en cambio, decide la comunidad reunida:

Texto:

1. Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas;
si te escucha, has ganado a tu hermano.
2. Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos, pues
todo problema se resuelva por dos o tres testigos (cf. Dt. 19, 19).
3. Y si no les escucha llama a la iglesia y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano (18, 15-17)

Explicación.

Formulación hipotética (no apodíctica) de perdón y exclusión comunitaria, con cita de Dt 19, 19. Cada iglesia o comunidad cristiana aparece con autonomía jurídica: independiente de la sinagoga (y de otras comunidades cristianas). Sólo forman parte de la Iglesia aquellos que viven en armonía fraterna (no pecan contra los hermanos). Los que rompen la armonía y no se corrigen quedan fuera de ella, y son como “el gentil y publicano” ((aquellos que en terminología judía no participan en la vida del pueblo de Dios)).

La comunidad reunida es instancia suprema, de manera que ella rechaza a quienes rompen la unidad fraterna. Así establece Mt el “derecho” de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo y visible.

Dentro y fuera de la Iglesia. La primera ortodoxia práctica

Esta es la primera declaración de ortodoxia práctica de la iglesia: son comunidad quienes perdonan y se dejan perdonar; pero quienes niegan el perdón y pecan contra los hermanos no pueden formar parte de la Iglesia. Mt 16, 18-19 presentaba a Pedro como “roca y rabino primera” de la Iglesia (es decir, de todas las comunidades), pues había interpretado (atado-desatado) los principios de la Ley judía desde Jesús (comparar con 5, 19).

Pues bien, Mt 18, 15-20, aceptando esa “base petrina” del origen de la Iglesia en su conjunto (de las diversas iglesias), define a cada iglesia (formada por unos cincuenta miembros…) como grupo autónomo, capaz de organizar su vida interna desde los principios del perdón y de la corrección fraterna. Leer más…

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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abrazoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de las diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

1. Los peligros del discípulo:

* ambición (18,1-5)
* escándalo (18,6-9)
* despreocupación por los pequeños (18,10-14)

2. Las obligaciones del discípulo:

* corrección fraterna (18,15-20)
* perdón (18,21-35)

3. El desconcierto del discípulo:

* ante el matrimonio (19,3-12)
* ante los niños (19,13-15)
* ante la riqueza (19,16-29)
* ante la recompensa (19,30-20,16)

De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La corrección fraterna

Como punto de partida es muy válida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.

Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…)

Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

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