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Conociendo el Lamento de Jeremías—y el Amor de Dios—como Católico LGBTQ+

Lunes, 26 de junio de 2023
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481BCCB3-DACD-4FF4-A3A4-7C1F09FEFD90Donna+McGartland

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland. Donna es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 12 del tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.

Recientemente supe que una misa programada en la Universidad de Duquesne en solidaridad con los feligreses LGBTQ+ fue cancelada debido a la presión del obispo David Zubik de Pittsburgh. Cientos de correos electrónicos, llamadas telefónicas y cartas, algunas de las cuales amenazaban, hicieron que el obispo pidiera a la universidad que cancelara la Misa.

En su carta, el obispo Zubik citó un volante que usaba la frase “Misa del Orgullo“. Afirmó que el volante “confundió a algunos y enfureció a otros”, lo que llevó a respuestas “odiosas” que no se ajustaban a la caridad cristiana. Aunque el obispo condenó las respuestas negativas a la Misa, también agregó que “la Iglesia no puede apoyar un comportamiento que vaya en contra de la ley de Dios”.

Kevin Hayes, quien jugó un papel decisivo en la planificación de la Misa, dijo que el incidente lo hizo más consciente de la “ignorancia y el miedo” dentro de la comunidad católica. Él dijo: “esperamos que eso pueda abordarse a través del amor de Cristo, francamente, y ayudar a las personas a superar su miedo, cualquiera que sea, con los miembros LGBTQ+ y también superar la ignorancia y tratar de avanzar hacia alguna reconciliación. … Esperamos poder seguir avanzando y ser realmente una iglesia donde podamos ser acogedores”.

Para mí, esta historia es una versión moderna del discurso de Jeremías que se encuentra en la primera lectura de la liturgia de hoy. Jeremías estaba profetizando que el pueblo de Israel sufriría un desastre porque se niegan a escuchar la palabra de Dios. Al escuchar las palabras de Jeremías, el sacerdote Pasur, el principal oficial de la Casa de Dios, se sintió amenazado y torturó al profeta. Jeremías llamó a Pashhur, “Terror” y sintió que Pashhur y sus amigos estaban buscando formas de encontrar fallas en Jeremías: “Escucho los susurros de muchos: ‘¡Terror por todos lados! ¡Denunciar! ¡Denunciémoslo! Todos los que fueron mis amigos están atentos a cualquier paso en falso mío”.

Jeremías, sin embargo, se volvió hacia Dios y reconoció que Dios siempre está con él. Alaba a Dios, encomendándose al Señor, “¡que ha librado la vida de los pobres del poder de los impíos!”.

IMG_9935El profeta Jeremías” de Marc Chagall (1968) .

Como miembro de la comunidad LGBTQ+, a menudo siento el dolor del rechazo causado por el odio, el miedo y la ignorancia. Conozco personalmente el lamento de Jeremías y su tristeza que quienes se sienten amenazados por él buscan formas de condenar. Estoy profundamente herido y entristecido por las respuestas de odio que hicieron que el obispo Zubik solicitara la cancelación de una misa que buscaba dar la bienvenida a miembros LGBTQ+. También escucho en mí la voz de Jeremías que desea invitar a quienes critican la intención de la Misa a escuchar la palabra de amor y acogida de Dios.

En el Evangelio de hoy, Jesús expresa cuánto Dios se preocupa profundamente por todos nosotros. “¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Sin embargo, ninguno de ellos cae a tierra sin el conocimiento de vuestro Dios. Incluso todos los cabellos de tu cabeza están contados. Así que no tengas miedo; vales más que muchos pajarillos.

Dios, que me creó a imagen de Dios, me ama y me acoge tal como soy. Dios me llama a hablar en la luz lo que escucho en la oscuridad y a proclamar en los techos lo que escucho susurrado. Que estemos unidos en este mismo Dios y afirmémonos unos a otros en nuestra bondad. Que proclamemos el amor de Dios y la aceptación de todas las personas porque somos creados a imagen de Dios y juntos formamos el cuerpo de Cristo.

—Sr. Donna McGartland, 25 de junio de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Aprender a confiar en Dios” 12 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,26-33)

Domingo, 25 de junio de 2023
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32_TO-12_A_1698198Estoy convencido de que la experiencia de Dios, tal como la ofrece y comunica Jesús, infunde siempre una paz inconfundible en nuestro corazón, lleno de inquietudes, miedos e inseguridades. Esta paz es casi siempre el mejor signo de que hemos escuchado desde el fondo de nuestro ser su llamada: «No tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones». ¿Cómo acercarnos a ese Dios?

Tal vez, lo primero es detenernos a experimentar a Dios solo como amor. Todo lo que nace de él es amor. De él solo nos llega vida, paz y bien. Yo me puedo apartar de él y olvidar su amor, pero él no cambia. El cambio se produce solo en mí. Él nunca deja de amarme.

Hay algo todavía más conmovedor. Dios me ama incondicionalmente, tal como soy. No tengo que ganarme su amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que cambiar ni ser mejor para ser amado por él. Más bien, sabiendo que me ama así, puedo cambiar, crecer y ser bueno.

Ahora puedo pensar en mi vida: ¿qué me pide Dios?, ¿qué espera de mí? Solo que aprenda a amar. No sé en qué circunstancias me puedo encontrar y qué decisiones tendré que tomar, pero Dios solo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla más digna y humana para todos. Que sea sensible al amor.

Hay algo que no he de olvidar. Nunca estaré solo. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en Dios. Él será siempre esa presencia comprensiva y exigente que necesito, esa mano fuerte que me sostendrá en la debilidad, esa luz que me guiará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar diciendo «» a la vida. Un día, cuando termine mi peregrinación por este mundo, conoceré junto a Dios la paz y el descanso, la vida y la libertad.

José Antonio Pagola

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“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo”. Domingo 25 de junio de 2023. 12º Domingo Ordinario

Domingo, 25 de junio de 2023
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35-ordinarioa12Leído en Koinonia:

Jeremías 20,10-13: Libró la vida del pobre de manos de los impíos.
Salmo responsorial: 68 Que me escuche tu gran bondad, Señor.
Romanos 5,12-15: No hay proporción entre el delito y el don.
Mateo 10,26-33: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.

No hay mentira que no encuentre su verdad tarde o temprano. En julio de 2014, luego de 38 años de impunidad, en un juicio sin precedentes, fueron condenados a cadena perpetua los autores del homicidio de Mons. Enrique Angelelli, obispo mártir de La Rioja, Argentina. Días antes el prelado había confesado a sus allegados que querían alejarlo del país: “Tengo miedo… pero no se puede esconder el evangelio debajo de la cama”. Su muerte fue presentada por la prensa local como un accidente y como tal fue tratada durante mucho tiempo, incluso por sus hermanos en el episcopado. Como tantos otros testigos de Jesús, Angelelli prefirió la verdad desnuda del evangelio a la incómoda seguridad de los cobardes.

El evangelio nos ha conservado algunos dichos o refranes con los que Jesús exhortaba a la comunidad de discípulos a no dejarse intimidar por las adversidades. Los discípulos, con frecuencia, veían la amenaza evidente que representaban los grupos armados, pero eran incapaces de descubrir el peligro encubierto en muchas personas e instituciones que alienaban y sometían ideológicamente a las personas.

Las comunidades cristianas primitivas tuvieron que afrontar la misma amenaza, que provenía de los ‘actores armados’ en conflicto. De una parte, las autoridades romanas con un despliegue enorme de fuerza militar y policial. De la otra parte, los fanáticos rebeldes dispuestos a eliminar al que no estuviera de acuerdo con ellos. En medio del ‘fuego cruzado’ estaba la comunidad cristiana con una propuesta alternativa de paz y justicia que no coincidía con ninguno de los dos bandos. Para los romanos, la justicia era, en gran medida, la aplicación universal de los principios que sostenían la legislación romana. El sometimiento a las duras condiciones de la ‘paz romana’ obligaba a las poblaciones de las colonias a pagar fuertes tributos, a incorporar en la propia religión el culto a los dioses imperiales y a destinar grandes masas de la población a la esclavitud y al servicio militar obligatorio. La comunidad cristiana luchaba por lugar un espacio para su propuesta en la sociedad: ellos querían una comunidad humana en la que fuera posible la solidaridad, el respeto por el otro, la distribución equitativa de los recursos. Sin embargo, en esta lucha estaban prácticamente solos. Los grupos rebeldes que se presentaban como la gran alternativa contra el imperio estaban regidos por la lógica de la violencia incontrolable, el sometimiento de los disidentes y por la imposición de la ideología del grupo. Estos grupos fanáticos veían a los cristianos como una amenaza para la identidad del grupo, por eso, con frecuencia los convertían en blanco de persecuciones y en ‘chivo expiatorio’ sobre el cual descargar toda su frustración, prepotencia e intolerancia.

Pero, Jesús ponía en guardia a toda la comunidad contra la creencia de que la única amenaza estaba representada por las armas de metal, piedra y madera. La amenaza mas grave provenía, con frecuencia, de las ideologías que estos grupos representaban. Tanto la ideología de legitimación del imperio romano como los ideales de venganza de los fanáticos rebeldes escondían todo su veneno. Cada grupo se presentaba como un defensor de la justicia, la paz y la libertad, pero evidentemente los hechos contradecían sus grandilocuentes discursos. Cada grupo perseguía sus intereses particulares ignorando los más mínimos principios éticos. El dilema para los cristianos era el de alinearse en uno u otro bando, creyendo que así se alcanzarían los ideales de justicia, paz y libertad que Jesús de Nazaret había propuesto con su ideal del reinado de Dios.

Este mismo problema lo afronta Pablo desde el punto de vista de la justificación por la ley. Las comunidades cristianas estaban deslumbradas por la creencia de que el cumplimiento estricto de los preceptos religiosos conducía inevitablemente a la salvación del individuo. Pero, Pablo denuncia esta falsa creencia al denunciar que el mero cumplimiento de la letra de la ley no conduce a la justicia. La ejecución de los deberes del culto, como las ofrendas, los baños rituales, los sacrificios, las peregrinaciones… no garantizan una auténtica experiencia de Dios. La reunión de grandes masas en los templos o en las sinagogas no son sin más expresión de un auténtico encuentro con el hermano. Los favores intercambiados entre parientes, colegas, coterráneos o correligionarios no constituyen genuina solidaridad. Pablo denuncia precisamente la incapacidad de los mecanismos habituales de la religión para brindar a la comunidad humana una auténtica experiencia de fraternidad, esperanza y comunión.

Pablo invita a la comunidad a no dejarse engañar por las artimañas de el legalismo, el ritualismo y la religión de masas. La justicia que nos une al Dios de la vida es un don para toda la comunidad. La auténtica religión es aquella que nos conduce del hermano hacia Dios, mediante la compasión, la misericordia y la solidaridad.

El cristiano que se ha comprometido con la causa del reino puede, entonces, hacer suyas las palabras del profeta Jeremías y clamar: «a ti, Señor, he encomendado mi causa». Pero no como expresión superflua de triunfalismo religioso ni como pura exaltación individualista de los bienes recibidos, sino como expresión de la única justicia posible: la vida plena del pobre. Porque, la vida plena es manifestación patente de que la lógica de la muerte no ha prevalecido. Si el pobre vive, vive por gracia de Dios y por la opción radical de las comunidades humanas que no se dejan sumir en la lógica legalizada de la barbarie. Por eso el profeta nos invita a alabar al Señor, porque Él ha salvado la vida del pobre.

Tanto la violencia, el afán de venganza, el imperialismo como el ritualismo, el legalismo y la alienación son armas ideológicas ocultas que conducen imperceptiblemente a la pequeña comunidad hacia la muerte. Estos son los enemigos que pueden matar no solo el cuerpo, sino también el alma y llevar a la gente a las inaplacables llamas del fanatismo. Si una comunidad no va a fondo en su conocimiento de la palabra de Jesús, si no descubre los peligros ocultos al interior de ella misma, si no es radical en su opción por la vida, es muy probable que termine creyendo que la paz es la ausencia de guerra y que la justicia es un asunto individual, negando así la gracia y la justicia como bien mayor. Leer más…

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25.6.23. No tengáis miedo… Evangelio, un manual de perseguidos (Mt 6, 26-33. Dom 12 TO)

Domingo, 25 de junio de 2023
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Persecucion_2415968410_15887593_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea….

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma… No pueden matar vuestro mensaje, vuestra esperanza, vuetra vida verdadera (sigue) 

| X Pikaza Ibarrondo

Biblia,  manual de perseguidos.

   No es un manual de vencedores, sino al contrario: una guía para perdedores y excluidos. Precisamente en ellos, en los perdedores del mundo, se revela la justicia y el futuro de Dios.  Así dice Jesús a sus seguidores:

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán, os llevarán ante gobernadores y reyes. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre…. El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (cf. Mc 13, 9-13; Mt 10, 17-22).

Jesús ha superado los modelos de poder que actúan en el mundo, modelos de talíón o justicia violenta donde, estrictamente hablando, no hay persecución sino violencia de todos contra todos.

La persecución estrictamente dicha empieza cuando uno (algunos) de los componentes del grupo social no tiene poder para oponerse con violencia o no quiere hacerlo, quedando así en manos de los violentos. En ese momento, lo que era lucha por la vida, probablemente en un nivel de equilibrio (de grupos iguales que combaten entre sí), se convierte en persecución de todos (de los fuertes) sobre los débiles o, mejor dicho, sobre aquellos que renuncian a defenderse.

En ese sentido, la persecución implica un desequilibrio radical, es una especie de desnivel donde algunos, los que se creen dueños del poder, lo ejercen y despliegan imponiéndose sobre los otros La persecución es el gesto propio de los portadores de un poder o ley que se sienten capaces de imponerse sobre los que piensan y viven de un modo distinto, quizá porque tienen miedo de ellos.

Pueden hacerlo de unmodo que parece legal: el hermano entrega al hermano, el padre al hijo, poniéndole en manos de la autoridad competente, para que le juzgue y/o mate. Pero pueden hacerlo también de un modo incontrolado: se alzarán los hijos contra los padres y los matarán…; estos hijos no siguen un proceso legal, sino que se dejan llevar por el vértigo de la violencia y para mantener su autoridad deben linchar a los padres que la ponen en riesgo, repitiendo el asesinato primigenio.

En especial, el evangelio

Los grandes movimientos sociales, tanto en un plano social como político y militar, han sido creados y están entrenados para la lucha, una lucha entre grupos más o menos semejantes. Pero Jesús no ha preparado a sus discípulos para la lucha, sino para el amor gratuito; y de esa manera les ha dejado, gratuitamente, en manos de aquellos que poseen el poder, que se sienten amenazados y se defienden a sí mismos, defendiendo con violencia su propia realidad sagrada, sea en plano judío (sanedrines), sea en plano gentil (reyes).

Jesús sabe que toda persecución es en el fondo una lucha familiar, dirigida por aquellos que buscan el poder y que se instituyen a sí misma como instancia de poder frente a los que buscan y exploran caminos distintos de vida, en gratuidad, más allá del poder, por encima de la violencia.

Allí donde unos y otros apelan al poder y responden con violencia no hay persecuciòn, sino batalla, un tipo de guerra de todos contra todos. Sólo allí donde algunos renuncian a la guerra (porque no quieren, porque no pueden) viene a darse la persecución. Esto es lo que Jesús ha prometido a sus discípulos. Por eso les dice: «Os mando como ovejas en medio de lobos; guardaos de los hombres; sed inteligentes como las serpientes, sencillos como las palomas» (Mt 10, 17).

En un mundo hecho de lobos, los que quieren comportarse como ovejas tienen que ser y son como palomas, en manos de las águilas rapaces. Pero pueden y deben ser también phronymoi, inteligentes, como las serpientes, es decir, capaces de esconderse, de actuar de un modo distinto: la inteligencia de los perseguidos es la inteligencia que se vincula a la debilidad y a la supervivencia, a la adaptación bondadosa y creadora.

               Esta inteligencia está vinculada al deseo de no imponerse, de no sobresalir en los foros y en los campos de batalla del poder; esta es la inteligencia de los grupos que con-spiran desde abajo, pero no para destruir el sistema (desde el resentimiento de los cobardes o desde el doble juego de los grupos secretos), sino para introducir amor en el sistema y para trasformar la realidad, como semilla oculta, sin que se vea (Mc 4, 26-29).

Persecución y Espíritu Santo…

Martires_2411768800_15869840_660x371Cristianos coptos asesinados por el ISIS

Jesús dice a los perseguidos que no se preocupen de preparar su defensa con las razones sabias del mundo, pues tienen alguien que les defiende de manera más profunda: tienen la fuerza del Espíritu de Jesús que les asiste e inspira, haciéndoles testigos de su pascua (Mc 13, 11).

Los perseguidores tienen la fuerza bruta. Los perseguidos tienen la palabra, que se puede expulsar, pero que no puede ser vencida (Jn 1, 10-13). El evangelio no necesita defenderse por la fuerza externa, porque tiene la palabra. Vale por sí mismo, sin apoyarse en ejércitos ni juicios. Posee la autoridad del Espíritu Santo, que es fuente de gracia salvadora, actuando a través de la palabra de los perseguidos.

Este descubrimiento de la Racionalidad superior (Verdad) del Espíritu Santo como presencia de Dios en los perseguidos, que se opone a los hombres que persiguen a Jesús (a sus creyentes), constituye la experiencia básica del evangelio y vincula, de manera sorprendente, la inteligencia (casi astucia) de la serpiente, que actúa desde abajo, con la claridad y amor del Espíritu Santo, que actúa desde el mismo centro de la vida paráclito). De esa forma se expresa la más alta verdad de la víctimas, la verdad de los que han sido sacrificados a lo largo de la historia, que, según el evangelio, ha sido revelada por Jesús:

«Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, de manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar» (Mt 23, 34-35).

Éste es el mensaje que Jesús dirige a las autoridades de Israel (o de cualquier poder del mundo). Este es el mensaje de sus profetas-sabios-escribas, es decir, de los hombres y mujeres que no tienen más poder que la palabra que revela y dialoga, que dice y comparte. Frente a esa palabra débil se eleva el poder de los que matan, de todos los que han matado y siguen matando, desde el tiempo de Abel hasta el tiempo de Cristo.

Pues bien, los que matan a otros se destruyen en el fondo a sí mismos, mientras se eleva sobre el mundo, por la fuerza del Espíritu santo, desde el mismo Cristo, el perseguido, la voz de amor de los perseguidos, que no responden con violencia a la violencia, sino que pueden crear y crean un mundo más alto de gratuidad, que no se funda en el veneno de las serpientes destructoras (cf. Mt 23, 33), sino en la capacidad de aguante de las buenas serpientes de Mt 10, 17, que con-spiran en el mejor sentido de la palabra: que comparten el Espíritu de vida, desde el subsuelo de los condenados de este mundo.

Pablo, perseguidor perseguido. Retomar el evangelio

 La segunda carta de Pablo a Timoteo ofrece una visión de conjunto de la historia y sufrimientos de Pablo que, para transmitir a los creyentes su aliento de evangelio, vuelve a recordar sus primeros «trabajos»:

Tu seguiste mi enseñanza, mis proyectos, mi fe y paciencia, mi amor fraterno y mi aguante en las persecuciones y sufrimientos, como aquellos que me ocurrieron en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me sacó el Señor. Pues todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido» (2 Tim 3, 10-12). Pablo recoge así unos recuerdos y sufrimientos que conocemos por Hechos (cf. Hech 13-14) y que ahora se pueden condensar en la sentencia final: «Todo el que se proponga vivir como cristiano será perseguido».

De esa forma asume este pasaje tardío de 2 Tim el argumento de Col 1, 24-25, donde se afirmaba que Pablo debía «completar» los sufrimientos de Cristo. Ciertamente, sigue siendo un hombre bien concreto. Han sido reales sus dolores, recordados para siempre en la memoria de la iglesia. Pero más que su figura aislada, importa ahora su ejemplo y enseñanza, en la línea de aquello que Cristo había dicho: «Yo le mostraré todo lo que él debe padecer por mi nombre» (Hech 9, 16).

Martires-UCA_2164893508_13973497_667x375Mártires de la UCA (El Salvador)

La persecución constituye un elemento esencial de la condición cristiana, pues los fieles de Jesús no aceptan un sistema que combate a la violencia con violencia y así quedan a merced de los poderes del sistema, que mata o encierra en la cárcel a sus adversarios.

«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, conforme a mi evangelio, por el cual sufro hasta llevar cadenas como un criminal; pero la Palabra de Dios no está encadenado. Por eso lo soporto todo por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación de Cristo Jesús, con la gloria eterna. Esta es la palabra digna de confianza: Si morimos con él, viviremos con él; si perseveramos, reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Pero aunque seamos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tim 2, 8-13).

  Desde el ocaso de su vida, eleva su voz Pablo encarcelado, sujeto con cadenas, como fiera peligrosa (cf. 2 Tim 1, 8), a la que quieren impedir que hable. Pero Pablo reacciona de manera fuerte: ¡La palabra no está encadenada! Se podrá matar externamente a unos hombres, se podrán ahogar las voces de los mártires; pero la voz de Dios que actúa en Cristo no podrá quedar cerrada en una cárcel.

Esta paradoja nos lleva al principio de toda persecución, que es el misterio de Cristo muerto y resucitado. Cristo mismo muere en los suyos, como dijo a Pablo en el camino de Damasco: «Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?» (cf. Hech 9, 4). Eso significa que ningún perseguido muere solo, sino que participa del destino de Cristo: «Si morimos con él, viviremos con él» (2 Tim 2, 11; cf. Rom 14, 8).

En el principio de toda persecución se encuentra, según los cristianinos, el mismo Cristo, «si morimos con él…». Pues bien, unido a Cristo, Pablo puede presentarse también como modelo para el resto de la iglesia. De esa forma, su misma existencia de apóstol se ha vuelto mensaje: «Por eso lo soporto todo por los elegidos…» (2 Tim 2, 10). El sufrimiento de Pablo ha servido y sirve para sostener en el dolor a los creyentes, para mostrarles el camino de Jesús, para alentarles en la prueba. Pablo no ayuda a los presos liberándoles de la cárcel (como podía suponer la tradición de Lc 4, 18-19), sino sufriendo con ellos.

El anciano apóstol de las gentes ya no predica el evangelio por los pueblos y ciudades del imperio, pero su misma vida se ha vuelto pregón y mensaje, pues ya no hay distancia entre lo que dice y lo que hace, lo que anuncia y lo que representa, de manera que podría afirmar «ya no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí» (Gal 2, 20). De esa forma, ha podido convertirse en modelo para los creyentes:

«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos… según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor, pero la Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tim 2, 8-9).

Texto tomado de Gran Diccionario Bíblico

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Ni miedo a hablar, ni miedo a morir, y valor de confesar a Jesús. Domingo 12 del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 25 de junio de 2023
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

           El evangelio del domingo pasado recordó la elección de los doce discípulos y el comienzo del discurso que Jesús les tiene antes de enviarlos de misión: destinatarios a los que deben dirigirse, tarea a realizar, gratuidad. La liturgia prescinde de la extensa sección central del discurso, sobre la oposición y persecuciones que encontrarán, y el valor y generosidad que deben mostrar en las dificultades (Mt 10,16-42). Quien piense que esto sólo tiene interés para la comunidad de Mateo, hace veinte siglos, debe recordar algunos mártires contemporáneos.

Mártires del siglo XXI

+ 5 de octubre 2003. Annalena Tonelli, voluntaria católica italiana. Trabajó durante 33 años en África atendiendo a los refugiados. Asesinada en su hospital por un somalí armado.

+ 2005. Dorothy Mae Stang, misionera de las Hermanas de Nuestra Señora de Namur, estadounidense,  nacionalizada brasileña. Asesinada por un sicario por orden del lobby ganadero y agrícola.

+  5 de febrero de 2006. Andrea Santoro, sacerdote católico, asesinado en la iglesia de Santa María en TrebisondaTurquía.

17 de septiembre de 2006. Leonella Sgorbati, monja italiana de las Misioneras de la Consolata, asesinada en Somalia.

12 de marzo de 2008. Paulos Faraj RahhoArzobispo de la Iglesia católica caldea de Mosul,  Irak. Secuestrado y asesinado por islamistas.

+ 31 de octubre de 2010. Ataque a la iglesia cristiana de Bagdad, que dejó al menos 58 personas muertas, incluyendo 2 sacerdotes, y otros 75 heridos, después de que más de 100 feligreses hubieran sido tomados como rehenes.

+ 2 de marzo de 2011. Político católico, asesinado por su oposición a la ley de la blasfemia, una herramienta de violencia contra las minorías, especialmente contra los cristianos.

+  7 de abril de 2014. Frans van der Lugt, jesuita francés, asesinado en Siria a los 75 años de edad.

+ 26 de julio de 2016. Jacques Hamel, sacerdote francés, asesinado durante el atentado de la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray de la que era párroco auxiliar.

+ 29 de octubre de 2019. Paul McAuley, misionero de los Hermanos de La Salle, activista ambiental, hallado muerto en la comunidad estudiantil intercultural “La Salle”, en Iquitos, Perú.

***

        El fragmento del evangelio elegido para este domingo podemos dividirlo en dos bloques: no tener miedo de que te maten y tener valor para confesar a Jesús

No tengáis miedo a hablar ni a morir (Mt 10,26-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

        En el primer bloque llama la atención la triple repetición de “no tengáis miedo”. Aunque esas palabras se usan a menudo en el Antiguo Testamento, no debemos interpretarla como una fórmula hecha, de escaso valor. Los discípulos van a sentir miedo en algunos momentos. Un miedo tan terrible que los impulsará a callar, para evitar que los maten. La forma en que Jesús aborda este tema resulta de una frialdad pasmosa, usando tres argumentos muy distintos: 1) la muerte del cuerpo no tiene importancia alguna, lo importante es la muerte del alma; 2) por consiguiente, no hay que temer a los hombres, sino a Dios; 3) en realidad, a Dios no debéis temerlo porque para él contáis mucho; aunque caigáis por tierra, como los gorriones, él cuidará de vosotros.

Tened valor para confesarme (Mt 10,32.33)

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo, también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo

       El segundo bloque trata un tema algo distinto: el peligro no consiste ahora en callar sino en negar a Jesús. Cuando a Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, le denunciaban a alguno como cristiano, le preguntaba tres veces si lo era, amenazándolo con castigarlo en caso de serlo. Según los momentos y las regiones, el castigo podía ir de la pérdida de los bienes a la cárcel, incluso la muerte. Para animar en ese difícil instante, el argumento que usa Jesús no es el del temor a Dios, sino el de su posible reacción “ante mi Padre del cielo”: me comportaré con él igual que él se porte conmigo. Recuerda la máxima: “La medida que uséis, la usarán con vosotros” (Mt 7,2).

Resumiendo

           En el primer caso, a quien deben temer los apóstoles es a Dios, el único que puede matar el alma. En el segundo, a quien deben temer es a Jesús, que podría negarlos ante el Padre del cielo. A quienes no deben temer es a los hombres.

            Cuando se piensa en los asesinatos de cristianos en Siria, Somalia, Perú, Brasil, y otros países, quienes vivimos en una sociedad con libertad religiosa podemos tener la impresión de que estas palabras son inhumanas, casi crueles. Sin embargo, a los cristianos perseguidos de todos los tiempos les han infundido enorme esperanza y energía para confesar su fe. Han preferido la muerte a renegar de Jesús; han preferido ponerse de su parte, salvar el alma antes que el cuerpo.

Jeremías, apóstol y anti-apóstol (Jeremías 20,10-13)

            La primera lectura sirve de paralelismo y contraste con el evangelio. Jeremías era natural de Anatot, un pueblecito a 4 km de Jerusalén (hoy queda dentro de la ciudad moderna). En un momento de grave crisis política, cuando los babilonios constituían una gran amenaza, el pueblo puso su confianza en el templo del Señor, como si fuera un amuleto mágico que podría salvarlos. Jeremías, en un durísimo discurso, denuncia esa confianza idolátrica en el templo y anima a la conversión y a cambiar de conducta. De lo contrario, el templo quedará en ruinas. Este ataque a lo más sagrado le ganará la crítica y el odio de todos, empezando por sus conciudadanos de Anatot, que traman matarlo.

            La reacción del profeta se ha elegido como ejemplo concreto de las persecuciones que anuncia Jesús a sus discípulos. Pero hay una gran diferencia. El profeta termina pidiendo a Dios que lo vengue de sus enemigos. Jesús nunca sugiere algo parecido a sus discípulos. Al contrario, morirá perdonando a quienes lo matan.

 

Nota final

            Un comentario a todo el discurso de misión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz. Verbo Divino, Estella 2019, 194-212.

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25 De Junio. Domingo XII del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 25 de junio de 2023
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No tengáis miedo a las gentes, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”

(Mt 10, 26-33)

En este pequeño fragmento del evangelio de Mateo Jesús nos repite hasta en tres ocasiones “no tengáis miedo.” Y he oído decir que la biblia repite esa misma invitación 365 veces. Podríamos decir que la Palabra de Dios tiene una invitación a la confianza para cada día del año.

Dios, que nos conoce muy bien, sabe que el miedo es nuestro peor enemigo. El miedo nos deshumaniza. Nos lleva a cometer las peores traiciones.

Y si el miedo se une al poder el resultado son los grandes tiramos de la historia. También los pequeños. El miedo a perder el poder nos hace ver en las demás personas enemigos a los que hay que eliminar.

Jesús sabe que el miedo, aunque es una reacción humana ante el peligro, puede ser dañino, por eso nos repite: “no temáis.”

Es decir, nos invita a la confianza que también es una realidad humana y que además humaniza.

Pero, ¿cómo vamos a confiar en una época en la que nos inyectan miedo a diario? ¿Es posible confiar en una sociedad dónde la corrupción campa a sus anchas? ¿Cómo vamos a confiar cuando nos han enseñado desde pequeños a no fiarnos de nadie?

A simple vista parece que la confianza no tiene cabida. Pero en definitiva solo cuando la realidad es ambigua y hay riesgo de perder y ser traicionada es cuando puede ejercerse la confianza.

Porque la confianza es un acto de libertad que asume riesgos en busca de una realidad alternativa.

La espiral del miedo solo puede destruirse con confianza, de la misma manera que solo el amor nos salva del odio y la venganza.

Oración

¡Llámanos a la confianza! Tú que nos conoces, Tú que sabes que solo la confianza puede cambiar nuestras relaciones humanas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

 

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Nadie puede deteriorar tu verdadero ser.

Domingo, 25 de junio de 2023
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paureDOMINGO 12 (A)

Mt 10,26-33

El “no tengáis miedo”, que hoy hemos escuchado una y otra vez en el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir a sus seguidores que les perseguirán, les encarcelarán, incluso los matarán. Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida. No solo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo insinúan todas las actitudes vitales a las que se tuvo que enfrentar.

Hay un miedo instintivo que es producto de la evolución. Éste es imprescindible para mantener la vida biológica de cualquier ser vivo. Es un logro de la evolución y por lo tanto bueno. Su objeto es defender la vida biológica; ya sea huyendo, sea liberando energía para enfrentarse a la amenaza. Este miedo es natural y sería inútil luchar contra él. Pero el hombre puede ser presa de un miedo aprendido racionalmente, que le impide desplegar sus posibilidades de verdadera humanidad. Éste es el que nos traiciona y nos lleva a desatinos constantes porque nos paraliza y atenaza. Este miedo artificial en lugar de defender, aniquila. Este miedo es contrario a la fe-confianza.

¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder conservar lo que tenemos y surge el temor de perderlo. El miedo racional es la consecuencia de nuestros apegos. Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos a una quimera. Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Los miedos, que no son fruto del instinto, son causados por la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar para esos miedos.

Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable, o que, si algo malo sucede, alguien me sacará las castañas del fuego. Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades y limitaciones, sabiendo que los contratiempos no pueden anular lo que de verdad somos. Dios no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará ahí en todo caso. Cuando exigimos a Dios que me libere de mis limitaciones, estoy demostrando que no me gusta lo que Dios hizo.

La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino de un conocimiento cabal de lo que Dios es en nosotros. Aceptar nuestras limitaciones y descubrir nuestra verdadera riqueza es el único camino para llegar a la total confianza. La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo y descubrir que mi fundamento no está en mí. El hecho de que mi ser no dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios, mi futuro es el mismo Dios; mi presente es Dios y no tengo nada que temer.

Hablar de la confianza en Dios, nos obliga a salir de las falsas imágenes de Dios. Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida, en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un Ser que está fuera de nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí. Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor el motivo para confiar. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para que rectifique la creación. Confiar es descubrir que la creación es como tiene que ser y lo que falla es mi percepción.

El miedo es utilizado por todo aquel que pretende someter a otro. No solo es explotado por empresas que se dedican a vendernos toda clase de seguros, si no también por las religiones, que explotan a sus seguidores ofreciéndoles seguridades absolutas, después de haberles infundido un miedo irracional. Creo que todas las religiones han intentado manipular la divinidad para ponerla al servicio de intereses egoístas. El miedo es el instrumento más eficaz para dominar a los demás. Todas las autoridades, civiles y religiosas, lo han utilizado siempre para conseguir el sometimiento de sus súbditos.

En nuestra religión, el miedo ha tenido y sigue teniendo una influencia nefasta. La misma jerarquía ha caído en la trampa de potenciar ese miedo. La causa de que los dirigentes no se atrevan a actualizar doctrinas, ritos y normas morales, es el miedo a perder el control absoluto. La institución se ha dedicado a vender, muy baratas por cierto, seguridades externas de todo tipo, y ahora su misma existencia depende de los que sus adeptos sigan confiando en esas seguridades engañosas que les han vendido. Han atribuido a Dios la misma estrategia que utilizamos los hombres para domesticar a los animales: zanahoria o azúcar y si no funciona, palo, fuego eterno.

Las religiones siguen necesitando un Dios que sea todopoderoso, y que ese poder omnímodo lo ponga al servicio de sus intereses. Pero Dios es nadapoderoso, porque todo su poder ya lo ha desplega­do, mejor dicho, lo está desplegando constantemente, por lo tanto, no puede en un momento determinado actuar con un poder puntual. Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es la causa del hombre. No nos engañemos; ponerse de parte de Jesús es ponerse de parte del hombre. Dios no está desde fuera manejando a capricho su creación. Está implicado en ella inextricablemente. Su voluntad es inmutable. No es algo añadido a la creación, sino la misma creación.

Si de verdad me creo que, vistas desde Dios, las criaturas no se distinguen del creador, entonces surgirá en mí un sentimiento de total seguridad, de total confianza en mí, en lo que soy y en lo que yo significo para Dios. Y descubriré lo que Dios significa para mí. Esta experiencia no tiene nada que ver con lo que yo individualmente sea. La confianza no es un regalo para los buenos, sino una necesidad de los que no lo somos. Cuando confiamos porque nos creemos buenos, entramos en una dinámica peligrosísima, porque no confiamos en Dios, sino en nosotros mismos y en nuestras obras. Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser suficientemente bueno es la tortura de los más religiosos.

Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si fuésemos capaces de perder el miedo a morir, seríamos capaces de vivir en plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte es lo que teníamos que aprender a abandonar durante la vida. La muerte solo nos arrebata lo que hay en nosotros de contingente, de individual, de terreno, de caduco, de egoísmo. Temer la muerte es temer perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir temiendo la muerte. En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida, lo que te arrebatan es lo que no es esencial para ti.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Imágenes y realidades.

Domingo, 25 de junio de 2023
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imagesMt 10, 26-33

«En cuanto a vosotros… no temáis»

El texto participa de una vieja mentalidad de Israel, según la cual, las calamidades de la vida son malas (y Dios se las evita a los justos), y los sucesos afortunados son buenos (y Dios se los envía como premio a su justicia). Hoy estamos muy orgullosos de haber superado esta mentalidad, pero seguimos quedándonos a mitad de camino, porque seguimos considerando “bien” lo que nos produce satisfacción o contento, y “mal”, lo que nos provoca dolor o amargura.

La interpretación del bien y del mal que se desprende el evangelio es otra distinta. En el evangelio se identifica el bien con lo que nos ayuda a caminar hacia nuestro destino, y el mal con lo que nos mueve a vivir instalados en este mundo olvidando que esta vida es provisional. Y es que todo el Evangelio está pensado desde la trascendencia; desde la premisa de que la vida va más allá de lo que se ve; de que hay más, y más importante; y que, aquello que se ve, es solamente camino y siembra… para lo que no se ve…

Y éste es un mensaje que puede hacernos reflexionar. Reflexionar para ver hasta qué punto hemos asumido los criterios del mundo y perdido el sentido de transcendencia; hasta qué punto hemos olvidado que el acierto o desacierto de nuestras acciones no pueden estar referidos sólo a esta vida, sino a la vida entera; la de antes y la de después de la muerte; o hasta qué punto desdeñamos las referencias que hace el evangelio a la vida más allá de la muerte porque nos parecen trasnochadas y fuera de lugar en nuestro tiempo.

¿Pero cuál es nuestro destino?… No lo sabemos porque no nos lo han dicho. La imagen del “más allá”, con premios maravillosos para los justos y castigos horribles para los impíos, no se desprende de los textos evangélicos y está perdiendo vigor. Pero si algo abunda en este mundo son imágenes del más allá (todas respetables y todas gratuitas) y, superada la primera, hemos tratado de llenar el vacío echando mano de otras que hunden sus raíces en metafísicas orientales o aristotélicas.

Y esto puede ser positivo si nos ayuda a caminar hacia ese destino, pero tiene un riesgo: confundir lo que es una mera “imagen” fruto de nuestra “imaginación”, con la realidad, y empeñarnos en persuadir a los demás de que nuestra versión de lo que somos y de lo que ocurre tras la muerte es la verdadera y la suya es falsa. Decía Kant que «cualquier proposición metafísica tiene las mismas probabilidades de ser cierta que su contraria», y esto es algo que es bueno no olvidar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fe Adulta

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Exponernos a la vida.

Domingo, 25 de junio de 2023
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Mt 10, 26-33

Una y otra vez ibas por ahí intentando que entendieran, los primeros tus discípulos, que habían de ahuyentar el miedo de sus vidas. ¿Cuántas veces aparece la palabra miedo en los evangelios? Te preocupaba y te debe seguir preocupando.

Que nadie, por muy importante que parezca o mucho poder que tenga, nos inyecte el miedo en vena. Miremos de frente sin dejarnos intimidar, “porque nada hay encubierto que no llegue a descubriese, ni nada hay escondido que no llegue a saberse”. Pero hemos de tener claro a Quién escuchamos y de Quién nos fiamos.

“Lo que os digo en la oscuridad…” Esa oscuridad de la que nos hablas no es vacío denso y tenebroso de perdida de sentido, de límites comprimidos y asfixiantes. La oscuridad a la que te refieres es estancia sosegada, espacio para la escucha atenta. ¿Cómo si no vas a enviarnos a proclamar el mensaje “a la luz del día”? Y cuando el oído escuche el susurro de tu palabra, un grito será “propagado desde la azotea” sin que nadie pueda enmudecerlo.

Adviertes del peligro, “temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la ‘gehenna’, así se dice ahora, antes nos decían ‘infierno’, ese sórdido lugar de castigo eterno. Se diga como se diga, lo que está claro es que empieza aquí y ahora. Sólo hay que abrir los ojos y ver los efectos del Mal en el mundo.

¡Menos mal que seguiste hablando y seguramente con mirada compasiva y sonriente a los que te escuchaban!: “¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?  Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”. Nos dices que nuestro Padre está profundamente atento, pendiente de nuestra vida, con los errores, los desvíos, las incongruencias, la estupidez, los arrepentimientos, las alegrías, los abrazos, los buenos propósitos y las ilusiones.

Como broche de oro, a la tercera: “No tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones”. ¿Será por eso que nos envías a dar testimonio de Ti de forma tan seria?

Decía Sergio Delmar *, misionero del Espíritu Santo: “A lo mejor lo que realmente necesitamos en esta vida es exponernos a la vida sin miedo” (…) “que tengáis el valor, la disposición y la transparencia de espíritu para que os pongáis al sol y a la vida, sin paranoias y sin miedo”. Amén.

Mari Paz López Santos

FEADULTA, Domingo 25 junio 2023

(*) Del libro EL SONIDO DE LA LUZ, Sergio Delmar Junco, págs. 198 y 199

Fuente Fe Adulta

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Ni libres ni marionetas.

Domingo, 25 de junio de 2023
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2AE750E6-06B1-4026-AFA8-3D64B26ACBFCDomingo XII del Tiempo Ordinario

25 junio 2023

Mt 10, 26-33

Al releer las rotundas palabras de Jesús –“ni un solo [gorrión] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre”-, me ha venido a la memoria Ramana Maharshi y sus no menos contundentes expresiones: “El hombre cree ser el que hace, pero esto es un error. Es el poder supremo el que hace todo, y el ser humano es tan solo una herramienta. Si acepta esa posición, está libre de problemas”.

Ambos sabios, desde tradiciones bien diferentes, hacen una afirmación tan contraintuitiva que despierta habitualmente resistencias e incluso rechazo: ¿Acaso no tenemos todos una percepción inmediata y autoevidente de ser libres y, aun con límites, llevar el control de nuestra existencia?

Lo que sucede es que la percepción subjetiva de algo no avala que sea real. Por eso es bueno no asumirla de manera acrítica, sino avanzar en un trabajo de indagación que nos abra a la verdad.

Tal indagación pasa por preguntarse qué es lo realmente real. Es claro que solo puede serlo aquello que permanece estable en medio de todo lo que cambia. Eso que permanece -que no muta- es el único sujeto real; todo lo demás son objetos, formas que cambian constantemente. Llamamos “objeto” a aquello que puede ser observado y “sujeto” a aquello que observa y es consciente.

Pues bien, todo lo que podemos observar en nosotros es un objeto: nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro psiquismo, nuestro yo (o persona). Por tanto, nada de eso es realmente real. Y el único sujeto es Eso que es consciente, “Eso que no tiene nombre” -como diría José Saramago- y al que, sin embargo, apuntan tantos nombres, como el de “Padre” -en el caso de Jesús- o “Poder supremo” -en palabras de Ramana-, Vida, Totalidad, Consciencia…

En el plano de las formas, funcionamos como si fuéramos libres, creyendo que todo depende de nuestras decisiones. Y así es como puede desplegarse nuestro mundo. Pero visto desde el plano profundo, todo es una representación que brota de ese Fondo -lo único realmente real-, del que depende en todo momento. Por lo que puede decirse que, hablando con rigor, no existe el libre albedrío, pero que, sin embargo, nuestra identidad profunda es libertad. O dicho de otro modo: la libertad no es una cualidad del (ilusorio) yo, sino una realidad transpersonal que es una con todo lo que es. Por ese motivo, como ha escrito con acierto José Díez Faixat, «la presunta libertad del yo individual es, paradójicamente, su esclavitud, ya que es precisamente la creencia de ser una entidad personal lo que impide reconocer al Sí mismo real, eternamente libre. Nadie que crea ser alguien puede descubrir esa libertad originaria».

La analogía del sueño resulta iluminadora. Mientras estamos dormidos, asumimos el contenido de los sueños como absolutamente reales. Sin embargo, al despertar, todo aquello se desvanece. El único sujeto realmente real es la mente de la persona que elabora todos los contenidos del sueño. Los personajes del sueño creen que hacen y llevan el control, pero todo es obra de la mente. De la misma manera, creemos ser libres, pero todo es obra del “poder supremo”. Ahora bien, esa realidad, cualquiera que sea el nombre que se le dé, no es algo separado -tal como las religiones teístas han imaginado y hablado de “Dios”-, sino que constituye el Fondo último y único de todo lo real, nosotros incluidos. Ese Fondo es nuestro fondo, como diría el Maestro Eckhart, en el siglo XIII, el Fondo que no muta y que se halla siempre a salvo. Por eso, tenía toda la razón Jesús cuando invitaba a no tener miedo y a vivir en confianza.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No tengáis miedo. El fundamento de la religión es el miedo. El cristianismo llena la vida de paz

Domingo, 25 de junio de 2023
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claveDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

 01.- El miedo.

Cuatro veces aparece hoy en el evangelio la situación de miedo, “no tengáis miedo”. Es una llamada frecuente de Jesús: “no perdáis la calma, no temáis”…

El diccionario de la Real Academia dice que el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

El miedo es un sentimiento negativo -¿una emoción?- ante un peligro real o supuesto, presente o futuro.

También podemos pensar que el miedo es un mecanismo de defensa, un instinto de auto-conservación por el que tendemos a auto-protegernos de la enfermedad, de una agresión, de diversos peligros…

El miedo nos puede embargar ante la decrepitud de las fuerzas, de las capacidades. Por otra parte, ¿Quién está libre de un infarto, de un ictus, de un cáncer, de un Alzheimer? Miedo finalmente de la muerte.

La angustia es una variante más difusa e inconcreta del miedo, que genera una gran ansiedad en la vida.

Cuando sentimos miedo nos replegamos, a veces buscamos salida, a veces huimos.

El miedo nos bloquea, nos deja paralizados. Nos quedamos en nuestros “cuarteles de invierno por la que pueda venir”.

Creo yo que todos hemos sentido miedo o angustia –o las dos- ante un problema, una situación, ante una enfermedad, ante la muerte.

En estas cuestiones tienen mucho que decir la psicología, tal vez la medicina, pero también –y sobre todo- tienen mucho que decir y hacer la bondad, la cercanía, la familiaridad, la empatía y la confianza.

El miedo y la angustia son problemas que encuentran un buen tratamiento en la confianza, la amistad, la fe.

02.- El miedo en el Nuevo Testamento.

    El miedo aparece con frecuencia en el NT.

  • El lago, el mar es sitio de peligro y la barca (la Iglesia naciente) atravesó como pudo diversas tormentas en las que los creyentes sintieron miedo y angustia. Pedro sintió miedo en el mar y se hundía. (Mt 14,26ss). ¿Y quién no siente miedo en las travesías de la vida?
  • Cuando la misericordia y el amor de Dios se están haciendo presentes en la Iglesia con el papa Francisco, sentimos un cierto alivio.

03.- Algunas personas e instituciones infunden miedo.

Los padres del ciego del Templo no se atrevían a hablar por miedo a los judíos del Templo (Jn 19,38). Las instituciones eclesiásticas y algunos de sus representantes con sus modos de actuar han infundido e infunden miedo y desesperanza.

Sin embargo, cuando Cristo está presente en la vida de la comunidad y de los creyentes, se hace la calma (Mt 8,26).

Jesús infunde calma y serenidad.

También hemos vivido miedos más profundos y traidores: miedos y angustias de tipo moral-religioso. ¡Cuánto daño y angustia ha infundido la culpabilidad moral que nos han transmitido!

Todavía en una parroquia cercana a nosotros en el rezo de cada misterio del rosario se pide para que el Señor nos libre “de las penas del fuego del infierno”.

El fundamento de la religión es el miedo”. La religión infunde miedo, el cristianismo llena la vida de paz.

04.- Jesús llena la vida de paz: no tengáis miedo. Vivid en paz.

    Jesús seguro que sintió miedo en su vida. Era hombre y en muchos momentos “le venían mal dadas”: de hecho lo buscaron para despeñarlo por un barranco. Jesús fue audaz y valiente, pero sSeguro que Jesús sintió miedo ante los fariseos (la ley del pueblo), ante Herodes, ante los sacerdotes del Templo (la banca), Jesús sintió miedo ante la cruz: la víspera de su muerte sudó sangre en el huerto de los Olivos y en la cruz se sintió abandonado. Muchas realidades le tuvieron que infundir miedo en su vida.

    Sin embargo, Jesús fue un hombre de calma y de paz. No perdáis la calma, confiad (Jn 14,1-12). La paz os dejo, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo. (Jn 10,27). no temas, pequeño rebaño (Lc 12).

Para un creyente vivir sin miedo es confiar en Dios, vivir en la paz de Dios: descansar toda nuestra existencia en manos de Dios. Hay una expresión popular que recoge bien este sentimiento: “que sea lo que Dios quiera”.

    Una enfermedad incierta, puede ser fuente de gran preocupación y miedo. Un superior, un jefe, un político o un obispo despótico pueden hacer –hacen- daño, pero mi vida no descasa en ellos, solamente en Dios descansa mi vida  (salmo 61) y ahí encuentro la paz.

    El salmo 117 es muy enérgico a este respecto:

Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.

    Estas cosas son más para pensarlas y vivirlas en nuestro interior, que para decirlas.

    ¿No habéis sentido una gran paz en vuestro interior, en vuestra conciencia más íntima cuando ponemos en manos del Señor nuestros miedos, angustias, nuestro pecado, nuestras miserias?

Nos pase lo que nos pase que no nos pase sin el Señor.

La fortaleza del creyente es la confianza en Dios.

    El Señor nos dejó su paz, la paz os dejo, mi paz os doy. No temamos, comuniquemos paz.

No temas, pequeño rebaño. Dios Padre nos lleva al Reino

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Juan Bautista: Entre la entomofagia y la danza.

Sábado, 24 de junio de 2023
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gargalloQué ajeno estaba Juan Bautista cuando vivía en el desierto de Judea y bautizaba junto al Jordán después, de que con su dieta de langostas y miel silvestre (¿saltamontes aromatizados a la jalea real?), se estaba adelantando a la creciente moda de entomofagia (comer insectos), eso que ha sido por mucho tiempo algo “típico de otras culturas” y que algunos miraban con curiosidad y otros con cierto asco.

Pero no es la sobriedad alimenticia de Juan lo que hace atrayente su figura sino sus brincos de alegría en el vientre de su madre, dato de su etapa fetal que dice tanto de su personalidad como el de su actividad de bautizador.

Hay una frase del Maestro Eckart con la que presiento hubiera estado muy de acuerdo Juan de haberla conocido: “Hablando en hipérbole, cuando el Padre le ríe al Hijo, y el Hijo le responde riendo al Padre, esa risa causa placer, ese placer causa gozo, ese gozo engendra amor y ese amor da origen a las personas de la Trinidad de las cuales una es el Espíritu Santo”. Asociamos con total naturalidad al comportamiento eclesial lo serio, lo grave, lo solemne y lo circunspecto y se nos llena la boca (bueno, a quien se le llene) con los términos “sacrosanto”, “sagrado”, “digno” y “venerable” como si se diera por descontado que todo eso le es más agradable a Dios que la alegría, la jovialidad, la frescura, la risa y el humor. Y sin embargo, de alguien tan respetable en la tradición cristiana como Juan, lo primero que sabemos es que hacía algo tan gozoso, libre y espontáneo como bailar en el poco espacio que tenía disponible en aquel momento.

¿No podríamos deducir que era “Precursor” de Jesús también en esto? ¿No estaba abriendo el espacio para que irrumpiera por los caminos de Galilea la ráfaga de su libertad, su alegría de vivir en la presencia de su Padre, su capacidad de demostrar ternura, de hacerse amigos, de disfrutar comiendo y bebiendo en compañía?

Su llegada divide en dos la historia de la humanidad y, dentro de ella, la de Israel. Juan Bautista pertenece a la primera etapa, simbolizada en el tiempo anterior a la entrada en la tierra prometida. Ahora, la presencia de Jesús y el anuncio de su Reino se han convertido en la verdadera tierra prometida y todo aquel que lo acoja, es más grande que el Bautista porque se le ha concedido (se nos ha concedido…) vivir ya el tiempo del cumplimiento de las promesas.

La vida de Juan solo tuvo un sentido: ir delante de él preparándole el camino. ¿No somos también nosotros un pequeño “Juan Bautista”, encargado de allanar caminos para que otros puedan conocer a Jesús?

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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“Confiar”. 12 Tiempo Ordinario – B (Marcos 4,35-40)

Domingo, 20 de junio de 2021
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Apenas se oye hablar hoy de la «providencia de Dios». Es un lenguaje que ha ido cayendo en desuso o que se ha convertido en una forma piadosa de considerar ciertos acontecimientos. Sin embargo, creer en el amor providente de Dios es un rasgo básico del cristiano.

Todo brota de una convicción radical. Dios no abandona ni se desentiende de aquellos a quienes crea, sino que sostiene su vida con amor fiel, vigilante y creador. No estamos a merced del azar, el caos o la fatalidad. En el interior de la realidad está Dios, conduciendo nuestro ser hacia el bien.

Esta fe no libera de penas y trabajos, pero arraiga al creyente en una confianza total en Dios, que expulsa el miedo a caer definitivamente bajo las fuerzas del mal. Dios es el Señor último de nuestras vidas. De ahí la invitación de la primera carta de san Pedro: «Descargad en Dios todo agobio, que a él le interesa vuestro bien» (1 Pedro 5,7).

Esto no quiere decir que Dios «intervenga» en nuestra vida como intervienen otras personas o factores. La fe en la Providencia ha caído a veces en descrédito precisamente porque se la ha entendido en sentido intervencionista, como si Dios se entrometiera en nuestras cosas, forzando los acontecimientos o eliminando la libertad humana. No es así. Dios respeta totalmente las decisiones de las personas y la marcha de la historia.

Por eso no se debe decir propiamente que Dios «guía» nuestra vida, sino que ofrece su gracia y su fuerza para que nosotros la orientemos y guiemos hacia nuestro bien. Así, la presencia providente de Dios no lleva a la pasividad o la inhibición, sino a la iniciativa y la creatividad.

No hemos de olvidar por otra parte que, si bien podemos captar signos del amor providente de Dios en experiencias concretas de nuestra vida, su acción permanece siempre inescrutable. Lo que a nosotros hoy nos parece malo puede ser mañana fuente de bien. Nosotros somos incapaces de abarcar la totalidad de nuestra existencia; se nos escapa el sentido final de las cosas; no podemos comprender los acontecimientos en sus últimas consecuencias. Todo queda bajo el signo del amor de Dios, que no olvida a ninguna de sus criaturas.

Desde esta perspectiva adquiere toda su hondura la escena del lago de Tiberíades. En medio de la tormenta, los discípulos ven a Jesús dormido confiadamente en la barca. De su corazón lleno de miedo brota un grito: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Jesús, después de contagiar su propia calma al mar y al viento, les dice: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

José Antonio Pagola

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“¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”. Domingo 20 de junio de 2021. Domingo 12º ordinario

Domingo, 20 de junio de 2021
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37-ordinarioB12 cerezoLeído en Koinonia:

Job 38,1.8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
Salmo responsorial: 106: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
2Corintios 5,14-17: Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Marcos 4,35-40: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

En la primera lectura vemos cómo el Señor le contesta a Job desde un torbellino, una forma muy común en el Antiguo Testamento para las apariciones de Dios. Le muestra lo que el Señor es capaz de hacer por el ser humano, hasta frenar el mar para que no irrumpa contra él. Las comunidades cristianas crecen en medio de dificultades y conflictos. Se encuentran asediadas por muchas amenazas internas y externas. Son como una pequeña barca navegando en altamar, en aguas turbulentas. Cunde la desesperación y el desencanto. Job es el símbolo de la paciencia y la resistencia. Se siente asediado por todas partes. Dios lo interpela haciéndole caer en cuenta de que él es el Señor de la historia. Las dificultades de la vida no podrán derrotar a quien pone toda su confianza en Dios.

En La carta a los Corintios se nos expone la nueva humanidad que a través de la muerte de Cristo recobra la vida plena. Cristo murió por todos para que todos tengamos vida por medio de él. El amor de Cristo ha sido tan grande que nos ha rescatado de la muerte y de la esclavitud del pecado, y nos ha hecho partícipes de la vida nueva. Lo antiguo ha sido superado por la muerte y resurrección del Señor.

En el evangelio, el llamado relato de la tempestad presenta las dificultades por las que atravesaba la Iglesia primitiva en el contexto del imperio romano. El mar es símbolo de peligro; es una amenaza para quienes viven cerca de él, porque saben que por ahí vienen los perseguidores. La comunidad es esa pequeña nave que navega a la deriva. La fe de muchos naufraga ante las amenazas y las presiones del medio. Entonces es cuando hay que recordar que Jesús no ha abandonado la barca. El navega con ellos. Es capaz de derrotar la tempestad. La certeza de la presencia de Jesús fortalece la frágil fe de la comunidad.

Nos sentimos amenazados de muchas formas. La injusticia, la violencia y la corrupción por una parte; el consumismo, el relativismo y el sensualismo por otra. Sentimos la tentación de ceder. Fácilmente caemos en el pesimismo y la resignación. Desistimos de todo esfuerzo y dejamos que la historia empuje la barca a su propio viento. El ambiente nos ahoga y nos sentimos perdidos, desorientados o perplejos. Las palabras de Pablo resultan alentadoras: Cristo murió y resucitó; con él hemos muerto nosotros, y tenemos la firme esperanza de participar en su resurrección. Sólo la certeza de que Jesús camina con nosotros nos puede ayudar a vencer los miedos y las incertidumbres y a “remar mar adentro, hacia aguas profundas”.

Temas clásicos relacionados con este tipo de milagros de Jesús, centrados en la acción sobre la naturaleza, que tal vez ya perdieron su aliciente, son los de la posibilidad misma del milagro, las relaciones entre Dios y la naturaleza, y el tema de la oración de petición, cuando la petición se centra en una acción sobre la naturaleza. Formulamos estos temas en el apartado «para la reunión de grupo» Leer más…

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20.6.21. Caída la tarde, les dijo: Crucemos al otro lado

Domingo, 20 de junio de 2021
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5960629782_21061c88c8_oDel blog de Xabier Pikaza:

La iglesia, una tarea del otro lado

Así empieza el evangelio de este domingo 12 TO (Mc 4, 35-41). No fue fácil acoger y cumplir entonces aquel mandato de Jesús (hacia el 30 y el 70 d.C.). Tampoco lo es hoy, año 2021, aunque el papa Francisco siga hablando de iglesia en salida. Salir sí, pero: ¿Habrá que dejar los diversos vaticanos? ¿Qué barco hay que tomar? ¿Qué leyes, dogmas y poderes podemos llevar… o tendremos que salir como estamos, sin más, como dice el evangelio, nosotros mismos en la frágil barca?

Estas cuestiones me ocupan desde hace 50 años, cuando mi amigo F. de la Calle  (1937-2021) defendió en el Bíblico de Roma (con I. de la Potterie) una tesis doctoral titulada “Situación (=geografía) al servicio de Kerigma en el evangelio de Marcos”, que en parte habíamos preparado juntos. No quedé satisfecho. Queríamos salir con un Kerigma (al modo de Bultmann o de una iglesia bien establecida), para imponer nuestra verdad (y nuestro centro) a los de la periferia

Yo sospechaba ya entonces que el evangelio era la frontera (Jesús en/con los pobres, los excluidos, los paganos), estar y ser al otro lado. Así lo he comprobado con la tesis doctoral M. Villalobos (Cuerpos Abyectos, en el evangelio de Marcos, Herder, Barcelona 2021).  A su juicio, según Mc 4, 35, el tema y tarea es estar al otro lado, aprendiendo a ser y querer (dejarnos querer) por los de fuera, que no son sólo paganos de frontera (al otro lado de Galilea), sino pobres, enfermos, oprimidos, excluidos, homosexales…

Todo el evangelio de Marcos está lleno de gentes del otro lado: De salud incierta (leprosos, paralíticos), de identidad fronteriza (prostitutas, publicanos, eunucos),  de dignidad y género variado (expulsados, oprimidos, por sexo y raza etc. como dirá luego Mt 25, 31-46) etc. El evangelio es saber que somos “del otro lado”; que allí debemos ir para aprender lo que somos, para ser acogidos, para estar, para ser (e incluso para dar), porque el mismo Dios de Jesús es del otro lado.

Éste es el tema: Habiendo presentado su programa en Galilea (Mc 4, 1-34), Jesús decidió cruzar el largo   (vayamos al otro lado: eis to peran). Así lo hizo, con prisa, aquella misma tarde, al acabar: Vayamos (no “id” vosotros, ni “voy yo”, sino vayamos) al otro lado. Y así de pronto, para cumplir su mandato, toman a Jesús como estaba (con lo puesto), empujaron las barcas hasta el agua, colocaron los remos, izaron las velas al viento se fuero al otro lado:

Texto. Mc 4, 35-41:

images(a. Introducción). 35 Y aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos a la frontera (al otro lado).36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.

(b. Tormenta) 37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?

(c. Jesús) 39 Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo:¿Por qué sois cobardes? ¿No tenéis aún fe? 41 Y temieron con un gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién pues es éste, porque hasta el viento y el mar le obedece.

El otro lado de la vida. Un texto programático y extraño.

 Este es el tema, como he dicho: Dios es “del otro lado” (y con Dios también Jesús), y nosotros. Algo de eso sabía el filósofo Anaximandro de Mileto (siglo VI a.C.), cuando dijo que Dios es el “apeiron” (el otro lado, la frontera de la frontera). Algo de eso supo, en ese mismo tiempo, la tradición de Isaías de Jerusalén cuando situaba a Yahvé al otro lado (en el principio y ser de todo lo que existe). Mucho de eso supo y dijo con su vida Jesús de Nazaret cuando buscó, encontró y proclamó la gloria de Dios en los hombres y mujeres del otro lado (publicanos, prostitutas, enfermos, excluiros…), iniciando con ellos el camino del Reino.

1.Esta es la primera misión de Jesús según el evangelio de Marcos. Es la primera, y sigue siendo (por ahora) la última, la definitiva. El evangelio es ir (vayamos) eis to peran: es decir, al “límite” o frontera, al otro lado, sin llevar cosas nuestras (para imponer lo que somos), sin apoderarnos de las cosas de los otros (ir a conquistar, a tomar sus tierras); ir y ser con ellos lo que somos, ofreciendo, compartiendo, conviviendo.

2.La palabra central de Jesús es “vayamos al otro lado” (a la frontera), vivamos y seamos “en el otro lado”, para aprender, para compartir.  Pero inmediatamente después, leyendo el pasaje (Mc 4, 35-41), parece que Jesús no cumple lo que dice, pues el relato se detiene (se enreda) en una aparente “leyenda” de tempestad calmada. Es como si Marcos se olvidada del programa de Jesús (ir al otro lado, estar a la frontera)… y en vez de decir lo que pasa cuando se va al otro lado se detuviera en la tempestad de la travesía. Para ir al otro lado hay que “pasar” la gran tormenta.

3.El paso al otro lado implica una gran tormenta… de la que parece que aún no hemos salido, tras 2000 años de evangelio. Ciertamente, puede (y en un plano se trata) tratarse de una tempestad marina (física, externa) que los discípulos de “lago” (pescadores de aguas de poco fondo) conocían bien… Pero leyendo bien vemos que se trata de una tempestad mucho más hondo: Ir al otro lado significa salir, dejar lo que somos, empezar a ser en otro lugar, vida y circunstancia… Es evidente que llega la tormenta.

4.La tempestad o tormenta no es de Jesús, él está tranquilo, descansando (ha llegado la noche), y duerme. Él es de un lado y del otro, no lleva consigo “dogmas”, imposiciones legales, historias eternas de poderes, pequeños o grandes “concilios”… Cuando lleguen al otro lado, en la mañana recién amanecida, hará lo que hay que hacer, según el evangelio. Jesús es un “hombre” (=una persona) del otro lado: Del lado de los paganos, de los hombres “furiosos” (de Mc 5, 1ss), de las mujeres oprimidas (Mc 5,21ss). No lleva nada, va a cuerpo. Por eso puede dormir.

5.La tempestad es de los discípulos… Ir al otro lado significa para ellos perder sus antiguas seguridades, sus factorías de pesca, sus ventajas establecidas… Ir al otro lado sería ir a conquistas las tierras del otro lado (como ha hecho desde hace siglo la “Europa cristiana”… o la USA de la nueva frontera (según la doctrina famosa de Kennedy): Tras haber roto y conquistado las tierras de vida de los otros (moros, indígenas, negros, indios…) hay que conquistar nuevas fronteras…

6.Pero Jesús no va a conquistar, no va a imponer, no va a expulsar a moros, indígenas, salvajes, negros, indios… va simplemente a compartir evangelio.  Es evidente que Jesús vaya “dormido”, tranquilo, en la proa de la barca. Pasar al otro lado es simplemente convivir con los del otro lado, sin llevar nada para imponer, sin ejército para conquistar, sin dinero que ganar… La iglesia, en cambio, ha ido en su barca haciendo a veces muchas cosas buenas, pero también con imposiciones y normas para exigir, con soldados para defenderse….

0293182b-3f8e-4901-870e-015dc006b9a0_16-9-aspect-ratio_default_0         La mayor parte de los exegetas e intérpretes del evangelio han pasado por alto el programa de Jesús (vayamos al otro lado) y se han fijado en la pura anécdota de la tempestad.  Por eso se han fijado en el “milagro externo”: Una tempestad dura, a la salida de Galilea… Ciertamente, la tempestad es importante,  pero el tema de fondo no es la tempestad en sí, sino su razón, su motivo, su causa. Es la tempestad actual, propia de la iglesia 2021[1].

Año 2021. Vamos al otro lado.

Mc 4:35 Y en aquel día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos al límite, al otro lado (a la frontera). 36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.

             La escena anterior, desde Mc 4, 1, parece haber transcurrido a la vera del mar de Galilea, donde Jesús enseña a la muchedumbre desde la barca. Al final, al caer la tarde, dijo a los suyos (a aquellos a quienes ha enseñado en privado, probablemente a los Doce, a los que se ha referido el verso anterior, 1, 34): ¡Pasemos a la otra orilla! (eis to peran: 4, 35).

            En la orilla derecha (mirando desde la dirección del del río que lo atraviesa), que es la franja galileo/judía del “mar” de Galilea, quedan aquellos a quienes ha enseñado. En la otra orilla que es la izquierda ha de encontrar a otras personas, que están a la distancia de un corto viaje de barca a través de la noche, pero muy alejadas en plano cultural y religioso, pues no son judías sino siro-helenistas, de religión pagana. En principio, la travesía no tiene por qué ser difícil, porque el lago/mar no es ancho (unos 16 km), y porque sus discípulos, al menos los de 1, 16-20, son pescadores, expertos en barcas.

Muchos habían venido de otras partes a la vertiente galilea (Mc 3, 7-8), incluso del otro lado, es decir, de la Decápolis (4, 25; de todas maneras, la ciudad de Escitópolis, que formaba parte de la Decápolis, se encontraba en la orilla occidental del río Jordán, hacia el sur de Galilea). Pero ahora es Jesús quien decide pasar al otro lado del mar, a la zona oriental de la Decápolis pagana. Geográficamente está cerca: sus colinas se ven desde el lado galileo del “mar” de Genesaret; pero sus gentes parecen lejanas: distintas por cultura y religión, por tradiciones y formas de existencia[2].

La decisión de cruzar el mar (como los hebreos de Ex 14-14 habían cruzado el Mar Rojo para salir de Egipto) proviene del mismo Jesús, después que ha culminado su enseñanza en Galilea con el sermón de las parábolas. De esa forma inicia un nuevo comienzo en la travesía del evangelio, y su gesto nos sitúa, simbólicamente, al inicio de una gran marcha o misión universal de la iglesia, que ha de hallarse dispuesta a llevar su semilla a tierra pagana, es decir, a convivir con la gente del otro lado (paganos de la Decápolis, en España diríamos “moros”, gentes de vida distinta, personal, social…).

Jesús manda (pasemos, vayamos) y sus compañeros se arriesgan a pasarle en barca y van con él hacia un lugar distinto, a través del mar que puede embravecerse, en medio de la noche. Sin llevar nada, a cuerpo (sin llevar su pequeño emporio de poderes religiosos y/o sociales). A partir de aquí, los protagonistas son los discípulos, que “toman” a Jesús “tal como estaba” (hôs en) en la barca.

Fijemos bien esas palabras. Los discípulos no “meten” a Jesús en la barca, sino que le “toman” (paralambanousin), tal como está, es decir, como ha estado a lo largo de un día de enseñanza, sin dejarle siquiera bajar de la barca y tomar ropa, libros y/o leyes de repuesto.

Sin duda, es arriesgado cruzar el mar en esas condicione. Pero es evidente que ese riesgo se encuentra calculado: forma parte de la estrategia eclesial de un evangelio donde los discípulos de Jesús pueden presentarse como una familia en la tormenta, en medio de la noche (o a la caída la tarde). Jesús va en una barca y le acompañan otras, iniciando de esa forma un recorrido ejemplar de evangelio[3].

Las resistencias para pasar al otro lado (sigue el año 2021)

Mc 4,37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?

Como indicará el próximo relato (5,1-20), Jesús cruza el mar con sus discípulos (¡en varias barcas, una especie de flotilla evangélica!) con el fin ofrecer el mensaje en la región de los gerasenos, que él quiere “limpiar” de demonios, como había empezado limpiando la sinagoga de Cafarnaúm (1, 21-28). Descubriremos entonces (en la curación del geraseno) que el mar es peligroso, lugar endemoniado donde caen y se ahogan los cerdos poseídos por el Diablo (5,13). Pues bien, por ese mar van embarcados los discípulos ahora, mientras se desata la tormenta y Jesús duerme en la popa, como indiferente a lo que pasa, cansado tras un día de trabajo (4,37-38).

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“¿Quién es este? ¿Quiénes somos nosotros?”, Domingo 12. Ciclo B.

Domingo, 20 de junio de 2021
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mc 4 35-41Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Si en la liturgia se leyera el evangelio de Marcos tal como lo escribió su autor, no a saltos, trompicones y omisiones, habríamos advertido que la popularidad creciente de Jesús suscita tres reacciones muy distintas: desconfianza por parte de su familia, rechazo por parte de los escribas, aceptación por parte de su nueva familia («estos son mis hermanos, mis hermanas y mi madre»). A esa nueva familia, Jesús la instruye en el capítulo de las parábolas (de las que sólo leímos dos el domingo pasado) e, inmediatamente después, la salva.

El episodio de hoy supone un gran paso adelante en la revelación de Jesús. Al principio, cuando la gente lo oye hablar y actuar en la sinagoga de Cafarnaúm, se pregunta asombrada: «¿Qué es esto?» (Mc 1,27). Más tarde, cuando cura al paralítico, exclama: «Nunca hemos visto nada igual» (Mc 2,12). Ahora, tras manifestar su poder sobre la naturaleza, calmando la tempestad, los discípulos se preguntan: «¿Quién es este

El mar como símbolo de las fuerzas caóticas (Job 38,1.8-11)

En el mito mesopotámico de la creación (Enuma elish) el dios Marduk debe luchar contra la diosa Tiamat, que representa el mar, para poder crear el universo. El mar simboliza el peligro, la amenaza a la vida. (En términos modernos, el tsunami que devora y destruye la tierra firme.)

La primera lectura, tomada del libro de Job, recoge este tema, despojándolo de sus connotaciones politeístas. El mar no es una diosa, es una fuerza caótica que amenaza con cubrirlo todo. El Señor no le machaca el cráneo ni la descuartiza, como hace Marduk con Tiamat; se limita a encerrarlo con doble puerta, a fijarle un confín en el que «se romperá el orgullo de tus olas».

El Señor habló a Job desde la tormenta:

– ¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales; cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas»?

El peligro del mar (Salmo 106)

El mar no es sólo una amenaza para la tierra firme, lo es también cuando se intenta cruzarlo en una pequeña nave como las antiguas. En el momento más inesperado se oscurece el cielo, estalla la tormenta, la nave sube y baja al ritmo frenético del oleaje. Sólo cabe la posibilidad de encomendarse a Dios. Esta es la experiencia que recoge el fragmento del Salmo 106, al que quizá mucha gente no preste atención, pero esencial para entender el evangelio de hoy.

Entraron en naves por el mar,

Comerciando por las aguas inmensas.

Contemplaron las obras de Dios,

sus maravillas en el océano.

Él habló y levantó un viento tormentoso,

que alzaba las olas a lo alto:

subían al cielo, bajaban al abismo,

se sentían sin fuerzas en el peligro.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

Apaciguó la tormenta en suave brisa

y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza,

y él los condujo al ansiado puerto.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres. 

Jesús, los discípulos y el mar (Mc 4,35-41)

El pasaje del evangelio podemos dividirlo en cinco partes: 1) introducción: Jesús y los discípulos se embarcan hacia la otra orilla; 2) la tormenta: reacción opuesta de Jesús, que duerme, y de los discípulos, que lo despiertan asustados; 3) Jesús calma la tormenta; 4) Palabras de Jesús a los discípulos; 5) reacción final de éstos.

1) Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.

2) Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

3) Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Enmudece!». Y el viento cesó y vino una gran calma.

4) Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

5) Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Tres de estas partes tienen especial relación con los textos de Job y el Salmo.

La segunda (la tormenta) recuerda la situación de grave peligro descrita en el Salmo. Pero, en este caso, los discípulos no se encomiendan a Dios, acuden a Jesús; no creen que pueda resolver el problema, simplemente les asombra que duerma tan tranquilo mientras están a punto de hundirse.

La tercera, en cambio, recuerda la lectura de Job, no por el tono poético, sino por el poder y la autoridad suprema que Jesús manifiesta sobre el mar, semejante a la de Dios en el Antiguo Testamento.

La quinta, que habla de la reacción de los discípulos, recuerda la reacción de los navegantes en el Salmo, pero con un cambio fundamental: los marineros del salmo se llenan de alegría y dan gracias a Dios, los discípulos sienten gran miedo y se preguntan quién es Jesús. Curiosamente, Marcos no ha dicho que los discípulos tuvieran miedo durante la tormenta, pero ahora sí lo tienen; es el miedo que provoca el contacto con el misterio.

Prescindiendo de la introducción, la parte que queda sin paralelo es la cuarta, las palabras de Jesús a los discípulos, que les interroga sobre su miedo y su fe. Estas dos preguntas son esenciales en el relato. De hecho, el pasaje dice al lector dos cosas: 1) el poder de Jesús es semejante al que se atribuye a Dios en el Antiguo Testamento; poder para dominar el mar y poder para salvar. 2) Al escuchar la lectura, el cristiano debe reconocer que sus miedos son muchos y su fe poca. Conocer a Jesús no es saberse de memoria unas fórmulas de antiguos concilios. El evangelio debe sorprendernos día a día y hacer que nos preguntemos quién es Jesús.

Desde antiguo se valoró el aspecto simbólico del relato: la nave de la iglesia, sometida a todo tipo de tormentas, es salvada por Jesús. Un aspecto que también podemos valorar a nivel individual.

¿Quiénes somos nosotros? (2 Corintios 5,14-17)

Aunque, en el Tiempo Ordinario, la segunda lectura carece generalmente de relación con las otras, el fragmento de hoy podemos verlo como un complemento al evangelio de Marcos.

Hermanos, nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

«¿Quién es este?», se preguntan los discípulos, sorprendidos por su poder sobre el viento y el mar. La respuesta de Pablo sobre quién es Jesús no se basa en el poder sino en la debilidad: «el que murió por nosotros». Pero esta aparente debilidad tiene un enorme poder transformador: convierte a los cristianos en criaturas nuevas. Ya no deben vivir para ellos mismos, «sino para quien murió y resucitó por ellos.»

Vivir para Cristo es la mejor síntesis de lo que fue la vida de Pablo después de su conversión. Viajes continuos, peligros de muerte, fundación de comunidades, persecuciones de todo tipo, prisiones, redacción de cartas… todo estaba motivado por el deseo de servir a Cristo y vivir para él. Un buen espejo en el que mirarnos.

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Domingo XII del Tiempo Ordinario. 20 de junio de 2021

Domingo, 20 de junio de 2021
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Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.”

(Mc4, 35-40)

La otra orilla del evangelio, allí donde Jesús se llevó a sus discípulos, era otro mundo. Se fueron a tierras paganas, a lo desconocido e impuro.

Podríamos decir que Jesús salió de su “zona de confort” y arrastró tras de sí a sus discípulos. El viaje es lo que nos cuenta el breve evangelio de hoy.

Cuando nos ponemos en marcha hacia lo desconocido el camino se muestra abrumador y lleno de peligros. Aquellos primeros discípulos se las vieron con una tormenta poderosa que amenazaba con hundir su frágil barca. Mientras, Jesús, dormía profundamente.

Del miedo que pasaron los discípulos no hace falta dar muchos detalles. Cada una de nosotras sabe lo que significa encontrarse con la propia fragilidad como única defensa ante el peligro. Lo que podemos hacer es preguntarnos sí estamos dispuestas a aventurarnos, a ponernos en camino hacía “la otra orilla”.

Y, por otro lado, este evangelio, también nos obliga a pensar en quienes lo arriesgan todo por venir a nuestra orilla. Es triste pensar que son muchas, ¡demasiadas!, las personas que arriesgan su vida a bordo de frágiles embarcaciones. También ellas quieren tener un futuro.

Tal vez nosotras no tenemos que subirnos a una barca, pero es urgente que vayamos a la otra orilla. Que contemplemos el mundo, la sociedad y la economía desde la piel rasgada de quienes se quedan en los márgenes de nuestro sistema egoísta.

Debería ser obligado el tener que cambiar de perspectiva. Si tuviéramos que cruzar un mar en cayuco probablemente miraríamos con otros ojos las leyes que regulan el bienestar para solo unos pocos. Y sí, todo esto también es evangelio, no es política, es solamente responsabilidad. Porque aquella pregunta antigua: ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4, 9) no deja de resonar en los labios de Dios.

Oremos

Trinidad Santa, empújanos a salir, llévanos a la otra orilla, a la piel de nuestras hermanas necesitadas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús dormía confiado en medio de la tormenta.

Domingo, 20 de junio de 2021
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LA-TEMPESTAD-e1533436322328-1Mc 4 35-40

Leemos hoy el final del c. 4. Podemos tener la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va. Después de enseñar en Cafarnaúm, dejando clara la reacción de los jefes religiosos, narra Marcos varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Son todo simbolismo.

La Biblia utiliza varias palabras para expresar lo que hoy llamamos milagro. El concepto de milagro que tenemos hoy (hecho en contra de la naturaleza) es reciente. No tiene sentido preguntarnos si los evangelios nos hablan de milagros con este significado. Lo que nos importa es descubrir el sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en aquel tiempo.

Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso les llevó a la tierra prometida. La otra orilla de mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.

La tempestad está haciendo referencia a Jonás (fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo). El mar es, en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios. De ahí podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido sino a través de la lucha contra las fuerzas del mal.

Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía… Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. Están haciendo clara referencia a una situación pos-pascual. La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en su presencia.

¿No te importa que nos hundamos? La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan de que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Es lo que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.

Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles nunca son malos.

¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios ni en él ni en ellos.

¿Quién es este? El miedo y la pregunta final dejan claro que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri­miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.

A todos nosotros el evangelio nos invita hoy a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que ambicionamos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro. La falta de confianza sigue siendo la causa de que no nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creer que Él va en nuestra propia barca.

El mensaje de Jesús es que debemos confiar, aunque nos parezca que Dios no se preocupa de nosotros. El enemigo del hombre no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza es siempre buena. Dios no tiene que rectificar su obra para que los hombres confíen en Él. Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica de un Dios que pone su poder al servicio de los buenos. Jesús les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.

Job plantea una cuestión muy seria, pero la solución que da no es la adecuada. Dios tiene que devolver a Job lo que supuestamente le había quitado para que su fidelidad sea creíble. El Dios en quien Jesús confió fue el Dios escondido, en quien hay que confiar aunque no le veamos actuar. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni instrumentos para hacer ruido. Mientras no busquemos a Dios en el silencio, nos encontraremos con un ídolo fabricado a medida.

No son las acciones espectaculares de Dios las que nos tienen que llevar a confiar en Él. El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía: utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, la tiramos. La idea de un Dios que pone su poder a mi servicio, es nefasta. No se trata de confiar en otro, si no de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Solo si siento a Dios en mí, me sentiré seguro.

Meditación

¿Quién es éste? Nunca podrás saberlo
si en tu vida no reflejas la suya.
Lo importante no es encontrar respuestas
sino vivir la Vida verdadera.
Lo que es Jesús, es lo que tú también eres.
Jesús ha desplegado todas sus posibilidades.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.

 

Fray Marcos

Fray Marcos

Fe Adulta

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Jesús, ese desconocido.

Domingo, 20 de junio de 2021
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tempestad-calmada¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano? (Job 38, 16)

Domingo XII del TO

Mc 4, 35-40

Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron:
-Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?

De Jesús no tenemos un conocimiento real mientras no le reconozcamos mostrando un cristianismo de acción en nuestras obras. Hasta que, como a Pablo, se nos caigan de los ojos las escamas en Damasco (Hch 1, 18) y trabajemos más que nadie (1 Cor 15, 10) al servicio de los otros. Curada nuestra ceguera física y espiritual, empezaremos a ser verdaderos discípulos suyos y podremos decir con Juan que nos consta que conocemos a Dios y a Jesús si cumplimos sus mandamientos (1 Jn 2, 3), si desplegamos en nosotros y en los demás su vida plenamente.

“Un personaje ante el que la historia no ha sabido nunca ser indiferente, y que por ello entra en la aventura del tercer milenio vivo y controvertido”. Es la respuesta que Juan Arias, teólogo y escritor almeriense da al título de su best seller Jesús, ese gran desconocido (Edit. Maeva 2001) El que mayor repercusión ha tenido en la historia de los últimos veinte siglos, que ha condicionado profundamente la vida, el arte, la cultura, las costumbres de más de mil millones de personas que creen en él, explica. Un Jesús que ya Pablo en Colosenses 1, 15 reconocía ser en sus obras, en sus palabras y vida, el “rostro humano de Dios”, la “imagen de Dios invisible”.

Y que sin embargo, podríamos añadir, uno de los menos considerados por el pensamiento laico en nuestros días. Ya Don Ramón del Valle Inclán puso en boca de uno de los protagonistas de Luces de bohemia con lenguaje de su época, que “la religiosidad de España –y podrían legítimamente derribarse Pirineos- es como la de una tribu en el centro de África”.

El telón de esta obra trágico-cómica del desconocimiento se corre ya en el Antiguo Testamento“En mi lecho, por las noches / he buscado al que ama mi alma; / lo busqué, mas no lo hallé” (Cant 3, 1), se lamentaba ya la bienamada en el Cantar de los Cantares. Marcos nos dice que pocos le conocen realmente en su pueblo: “De dónde saca éste todo eso?” “¿No es éste el artesano, el hijo de María?” (Mc 6, 2-3). Natanael, sentado bajo la higuera, le replica a Felipe que de Nazareth no puede salir cosa buena (Jn 1, 46). María Magdalena pensó que era el hortelano al verle detrás de ella, sin reconocerle (Jn 20, 14-15). Los de Emaús caminaron y cenaron con él ignorando su identidad. Y ya en el Cenáculo, los discípulos acaban tomándole por un fantasma.

San Juan de la Cruz lamenta su desorientación en estos versos:

“Entréme donde no supe
y quedeme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo”

El verdadero conocimiento lo da el amor. Serán los ojos y el corazón de Juan y María de Magdala los que antes, mejor y más profundamente, reconocerán al Jesús resucitado. María, con su “¡Maestro“! (21, 16), Juan  diciéndole a Pedro: “Es el Señor” (Jn 21, 7). Los místicos, empedernidos buscadores de Dios, no han cesado en su búsqueda desde la noche obscura del alma. Ya el monje Simeón, siglo X, se lamentaba: “A menudo veía la luz. A veces se me aparecía en el interior de mí mismo, cuando mi alma poseía paz y el silencio, o bien no aparecía más que a lo lejos, e incluso se escondía del todo”.

Como a Job, nos interroga hoy Dios a nosotros: “¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano?” (Job 38, 16). Un entrar o pasear por hontanares y mares que llevan al conocimiento en profundidad de uno mismo, de los otros, de Dios y de Jesús. Quien así vive, es una nueva creatura y nuestro interior se va renovando cada día, como apunta Pablo en 2 Cor 4, 14-17. Simplemente mentalizándonos que para conseguirlo, la mejor imagen de Dios y de Jesús la tenemos en el rostro del hombre, haciendo que la mirada suya y nuestra se fundan “en un divino-humano mutuo abrazo“.

SANDALIAS DE DIOS

No hurtes tus sandalias peregrinas
a mis desnudos pies llenos de llagas.

Lucieron dos en los divinos tuyos.
En los míos,
todos los astros se encendieron.

Tus ojos y los míos,
en cómplice ambiloquio las miraron,
y las miradas tuya y mía se fundieron
en un divino-humano mutuo abrazo.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Miedo a la tempestad o a que la barca eclesial siga haciendo aguas?

Domingo, 20 de junio de 2021
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barcao-jesusMarcos (4, 35-41)

En aquellos tiempos, Jesús invitó a sus discípulos a pasar a la otra orilla. No se trataba de remar un poco más lejos, sino de ir a la Decápolis, que se consideraba un lugar muy peligroso. Era territorio pagano, y se creía que no era Yahvé, sino las fuerzas del mal quienes “gobernaban” en aquel lugar y provocaban tempestades en el mar de Galilea.

Hoy, experimentamos algo semejante en la barca eclesial. Intentamos navegar hacia las decápolis actuales pero muchas veces estamos a punto de naufragar.

Echamos la culpa a las tempestades de la sociedad. Por ejemplo, la tempestad que provocan los hombres y mujeres que se burlan del bien común, llenan su caja fuerte con dinero que le corresponde al pueblo y hacen retroceder la laboriosa conquista de los derechos humanos.

Pero, además de las tempestades, nos cuesta mucho reconocer que la propia nave eclesial hace aguas por muchas partes.

Una plaga de termitas voraces va destruyendo la madera de la barca. No es fácil liquidar esta plaga cuando no se fumigan a fondo las termitas del clericalismo, del miedo al diálogo, de la cobardía para atajar con prontitud situaciones lamentables, de la ambición y un largo etcétera.

¿Seguiremos echando incienso para que haga de cortina de humo y no veamos la situación real  que provocan las termitas en muchas parroquias?

Actualmente se habla mucho de sinodalidad y del papel del laicado, pero el diálogo se centra en los grupos y movimientos afines. Cuando otros colectivos piden sentarse en torno a una mesa a dialogar con la jerarquía y que haya un manual de buenas prácticas en la Iglesia, las termitas de la indiferencia se multiplican…, y se pasan los meses esperando un diálogo que no llega.

En fin, si leemos el evangelio de este domingo de manera literal, podemos asombrarnos ante una tempestad calmada.

Si dejamos que la catequesis de este evangelio nos interrogue, podremos fumigar las termitas que hay en la nave y las que hay en nuestra propia vida, sin miedo y con energía. Con la energía de la fe, vivida y compartida.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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