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Ver claro

Jueves, 13 de octubre de 2016
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Del blog Lo que me gusta y no me gusta:

 

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Para ver claro,

basta con cambiar

la dirección de la mirada.

*

Antoine De Saint-Exupéry

*

 

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Ver

Viernes, 22 de julio de 2016
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Del blog Nova Bella:

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El ojo con el que veo a Dios
es el mismo con el que Dios me ve.

*

Maestro Eckhart

roca

***

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Miradas

Sábado, 23 de abril de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Mirar, es más que ver. En la palabra mirar, (en francés, regarder) está la palabra guardar. Guardamos una imagen de alguien; guardamos el recuerdo de alguien. Mirar, es poner en movimiento todo su ser. Es ponerse a la búsqueda del otro, esperarlo, acecharlo, sorprenderlo. Es darle todas las posibilidades.

Una mirada de amor, es una locura puede cambiar una vida. Una mirada de odio, es también una locura que puede destruir. Una mirada, es más que una palabra, más que un discurso. Hay miradas que te despiertan. Otras al contrario te hielan. Algunos, cuando te miran, no sabes dónde meterte, noson miradas que te hacen vivir. Hay también miradas distraídas que te rozan apenas, que te ven sin mirarte.

Pero hay otras que os hacen nacer, que te hacen ser. Estas miradas no te juzgan, no te poseen. Tienen en las pupilas como relámpagos maliciosos. Te dicen, cómplices: “¡pero ve allá, ve allá pues, no tengas miedo! “ Estas miradas te ayudan a ser tú mismo (a) y más que tú mismo (a).

Te ayudan a arriesgarte de más allá de tí mismo, un poco como la Mirada de Dios, un Dios que ama, un Dios que perdona. Nuestra mirada se vuelve entonces a su vez, mirada de bondad, de ternura, de perdón, después de un error o una palabra desafortunada, un insulto. Y nosotros he aquí reconciliados con nosotros mismos, en paz con los demás, transformados a causa del otro. Así sea.

*

Robert Riber

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Déjame caminar sin ver…

Lunes, 11 de abril de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Déjame, Señor,
caminar sin ver
por tus caminos que son los tuyos.
No quiero saber por donde me guías,
¿acaso no soy hijo tuyo?.
Tú eres el Padre de la sabiduría, y también mi padre.
Aunque me guíes a través de la noche,
Tú me conduces hacia tí.
Señor, cúmplase en mí lo que tú quieras,
pues yo estoy dispuesto,
aunque nunca llegues a saciarme en esta vida.
Tú eres el Señor del tiempo.
Que todo se cumpla según los planes de tu sabiduría.
Y cuando me llames dulcemente al sacrificio,
ayúdame a cumplirlo.
déjame sobrepasar mi pequeño yo,
para que muerto, a mí mismo, viva sólo para ti!

Amén.

*

Santa Teresa-Benedicta de la Cruz
(Edith Stein)

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Abstenerse

Miércoles, 9 de diciembre de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

Zazen

Es el fundamento del zazen: abstenerse. Abstenerse de moverse, abstenerse de juzgar. No hacer nada, solamente sentado. Esto conduce a la ecuanimidad y a la calma.

En nuestra vida cotidiana, debemos escoger, tomar decisiones, a menudo rápidamente. A veces, hay que reflexionar seriamente, sopesar los pros y los contras. Pero este mecanismo de decisión no se opone a esto de que nuestro espíritu se abstenga profundamente. Juicio y mantener la calma. Esta abstención permite ver las cosas de manera más amplia y dejar brotar la intuición que se mezclará con la reflexión para tomar la decisión correcta.

El Maestro Gensha dijo: “El universo entero es una perla brillante”. Cuando estamos abrumados por nuestras opiniones y por las opiniones de los demás, nos volvemos incapaces de ver que el universo es una perla brillante. Por eso el método consiste en primer lugar en sentarse y en abstenerse, de juzgar, de moverse, de intervenir. Zazen, es comprender que el universo entero es una perla brillante.

*

Pierre Crépon, El arte del zazen.

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Que pueda ver.

Domingo, 25 de octubre de 2015
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Oasis de Jericó
en la vega del Jordán;
todo luz, todo verdor,
todo rumores de aguas,
todo un regalo de Dios.
¡Y tú, ciego Bartimeo,
de oscura y seca pupila,
sin poder captar el vuelo
de aquella luz tamizada
de un limpio sol mañanero!
Si una vez dijo un poeta
que no hay en el mundo nada,
tan inhumano y cruel,
como ser ciego en Granada,
habrá que añadir también
que ser ciego en Jericó
es ser ciego en un Edén.
¡Pobre ciego Bartimeo,
pidiendo junto al camino,
limosna a los pasajeros!
¡Qué suerte aquella mañana,
cuando al pasar el Señor,
algo se encendió en tu alma
para poderle gritar:
Jesús, quiero ver el sol,
y, sobre todo, tu cara!
Era tu fe quien gritaba,
ya no te importaba ver
la luz y el correr del agua,
sólo gritabas muy fuerte:
¡Jesús, hijo de David,
que pueda yo ver tu cara!
Y cuando oiste su voz
y oiste que te llamaba,
allí tu manto voló
sobre el polvo del camino,
para así correr mejor.
La luz se posó en tus ojos,
de oscura y seca pupila,
y pudiste ver el rostro
del que es la Luz que ilumina
al hombre que al mundo llega.
Y te lanzaste al camino…
¡Camino que guía y lleva!
*

José Luis Martínez SM

El ciego Bartimeo (Mc 10. 46-52)

***

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

“Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.”

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

“Hijo de David, ten compasión de mí.”

Jesús se detuvo y dijo:

– “Llamadlo.”

Llamaron al ciego, diciéndole:

“Ánimo, levántate, que te llama.”

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:

– “¿Qué quieres que haga por ti?”

El ciego le contestó:

“Maestro, que pueda ver.”

Jesús le dijo:

“Anda, tu fe te ha curado.”

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

*

Marcos 10, 46-52

***

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“Queremos ver a Jesús”, por Benjamín Forcano, teólogo

Martes, 21 de abril de 2015
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marco_grob1Aunque ya pasó la Cuaresma, viene ver traer este texto al blog pues es propio de cualquier tiempo…

ECLESALIA, 27/03/15.-

El relato, para esta cuaresma, de Juan, el discípulo amado, da cuenta de la llegada de Jesús a Jerusalén. La ciudad alborotada por los preparativos de la Pascua se pregunta: ¿Quién es este hombre?

Este es el profeta, Jesús de Nazaret, contesta la gente.

Los fariseos molestos le dicen a Jesús: -“Di a tus discípulos que se callen”.- “Si estos se callan, hablarán las piedras” replica Jesús. Y un grupo de griegos, ajenos al pueblo judío, le piden a Felipe: “Queremos ver a Jesús”.

Hoy, a distancia de siglos, autores como José Antonio Pagola formula en su libro “JESÚS” la misma pregunta:

– “¿Quién fue Jesús? ¿Qué secreto se encierra en ese galileo fascinante, nacido hace dos mil años en una aldea insignificante del imperio romano y ejecutado como un malhechor cerca de una vieja cantera, en las afueras de Jerusalén, cuando rondaba los treinta años? ¿Quién fue este hombre que ha marcado decisivamente la religión, la cultura, el arte de Occidente hasta imponer incluso calendario?

Probablemente nadie ha tenido un poder tan grande sobre los corazones; nadie ha expresado como él las inquietudes e interrogantes del ser humano; nadie ha despertado tantas esperanzas. ¿Por qué su nombre no ha caído en el olvido? ¿Por qué todavía hoy, cuando las ideologías y las religiones experimentan una crisis profunda, su persona y su mensaje siguen alimentando la fe de tantos millones de hombres y mujeres?

Hoy como ayer, gentes de todas partes piden: “Queremos ver a Jesús”. ¿No representarán ese puñado de griegos a una multitud enorme de nuestros días que, alejada de la Iglesia, dice: “Queremos ver a Jesús”?

Hoy hemos avanzado mucho, en la ciencia y en la tecnología; hemos descubierto el prodigio del Genoma humano con sus miles y miles de genes y millones de combinaciones, pero no damos por descubierto quién lo proyectó y creó.

Y a los que piden verle, ¿Qué les contesta Jesús?

Mirad, les dice. Llevo mucho tiempo con vosotros y veo que todavía no lo habéis entendido. Sí, llevo toda una vida señalando el camino que lleva al bien, a la verdad y a la felicidad de todos. Y me encuentro con todo un sistema, con un poder civil y religioso, que no aceptan mi mensaje, lo critican, lo odian y, por si fuera poco, quieren acabar conmigo.

Os digo la verdad: ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este Hombre. Mi vida ha sido como un grano de trigo, que entra en la tierra y muere, y así es fecundo. El proceso de mi vida ha llegado a este momento para testificar que yo no he vivido para mí mismo, sino para los demás, anunciando un proyecto que Dios me ha encargado y, así me cueste la vida, lo voy a anunciar hasta el fin, fielmente. Y esto me pone mal, me agita y casi me angustia.

San Pablo alude a este momento de Jesús: “Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte…”. Y en su carta a los filipenses remarca: “El era divino, se despojó de su rango, se hizo esclavo como uno más, se abajó, pero el que podía salvarle no lo hizo”.

Jesús, al final, declara: “Padre manifiesta tu gloria, yo he venido para eso”. Y fue crucificado. Y luego alzado en triunfo total.

Jesús ya no era como el Sumo Sacerdote del templo de Jerusalén, que ofrecía sacrificios por los pecados de los hombres, sino que, como un nuevo Sumo Sacerdote, el sacrificio que ofreció fue su vida, en entrega total de amor, para que se viera en él la manifestación suprema del amor de Dios por nosotros, un amor que abarcaba a todos los seres humanos, sin excepción. El bien y la felicidad de todos pasaba por ese proyecto de Dios, y no por otros injustos, partidistas, discriminatorios,…

La muerte del grano de trigo, su crucifixión, iba a ser fecunda y testimoniaba la esterilidad de otros granos de trigo, de otros proyectos: “Ahora comienza un juicio contra el orden presente, y ahora el jefe del mundo éste, va a ser echado fuera”.

Ahora descubrirán el misterio de Dios, la grandeza de su amor, el sentido verdadero de la vida: Dios en Jesús con nosotros, entre ruegos y lágrimas, compartiendo la lucha contra el mal, pero triunfando sobre él.

¿Y qué se necesita para ver a Jesús? Primero, mirarle a El, confiadamente, sin otras cosas que seguramente nos lo apartan u oscurecen. Segundo, seguirle, para colaborar en su tarea, para estar en lo que él estaba, para ocuparse de lo que él se ocupaba, para tener las metas que él tenía.

La llegada de Jesús, hombre como nosotros, partícipe de nuestra flaquezas y dolores, ha sido un regalo del amor de Dios. Ese regalo no se compra, se agradece, se trata de recibirlo con el corazón abierto, en libertad y gratuidad.

“Viva o muera, dice San Pablo, ahora como siempre, se manifestará públicamente en mi persona la grandeza de Cristo”.

“No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad ,

“Vivir de su presencia”. 2º de Pascua – B (Juan 20,19-31)

Domingo, 12 de abril de 2015
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821286El relato de Juan no puede ser más sugerente e interpelador. Solo cuando ven a Jesús resucitado en medio de ellos, el grupo de discípulos se transforma. Recuperan la paz, desaparecen sus miedos, se llenan de una alegría desconocida, notan el aliento de Jesús sobre ellos y abren las puertas porque se sienten enviados a vivir la misma misión que él había recibido del Padre.

La crisis actual de la Iglesia, sus miedos y su falta de vigor espiritual tienen su origen a un nivel profundo. Con frecuencia, la idea de la resurrección de Jesús y de su presencia en medio de nosotros es más una doctrina pensada y predicada, que una experiencia vivida.

Cristo resucitado está en el centro de la Iglesia, pero su presencia viva no está arraigada en nosotros, no está incorporada a la sustancia de nuestras comunidades, no nutre de ordinario nuestros proyectos. Tras veinte siglos de cristianismo, Jesús no es conocido ni comprendido en su originalidad. No es amado ni seguido como lo fue por sus discípulos y discípulas.

Se nota enseguida cuando un grupo o una comunidad cristiana se siente como habitada por esa presencia invisible, pero real y activa de Cristo resucitado. No se contentan con seguir rutinariamente las directrices que regulan la vida eclesial. Poseen una sensibilidad especial para escuchar, buscar, recordar y aplicar el Evangelio de Jesús. Son los espacios más sanos y vivos de la Iglesia.

Nada ni nadie nos puede aportar hoy la fuerza, la alegría y la creatividad que necesitamos para enfrentarnos a una crisis sin precedentes, como puede hacerlo la presencia viva de Cristo resucitado. Privados de su vigor espiritual, no saldremos de nuestra pasividad casi innata, continuaremos con las puertas cerradas al mundo moderno, seguiremos haciendo «lo mandado», sin alegría ni convicción. ¿Dónde encontraremos la fuerza que necesitamos para recrear y reformar la Iglesia?

Hemos de reaccionar. Necesitamos de Jesús más que nunca. Necesitamos vivir de su presencia viva, recordar en toda ocasión sus criterios y su Espíritu, repensar constantemente su vida, dejarle ser el inspirador de nuestra acción. Él nos puede transmitir más luz y más fuerza que nadie. Él está en medio de nosotros comunicándonos su paz, su alegría y su Espíritu.

José Antonio Pagola

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Pascua 4 (Dom 12 3 15). Tomás, la herida de la historia

Domingo, 12 de abril de 2015
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18572Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 2 pascua. Jn 20, 19-31. Parece una continuación del tema de María Magdalena, que había “tocado a Jesús”, para tener que dejarle después (¡noli me tangere!) y así conocerle de un modo distinto, llevando el Mensaje a los discípulos (Jn 20, 17). Por eso, la Pascua exige que dejemos de tocar como antes hacíamos con Jesús ,una espiritualidad llena de fe en la vida superior de Dios.

Pero, al mismo tiempo, la Pascua implica aprender a tocar con más fuerza, y hacerlo de un modo más hondo, como tuvo que aprender Tomás, un apóstol a quien la tradición dará gran importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon, por sus tendencias gnósticas). Tocar a Jesús,meter el dedo en su llaga, es descubrir la herida sangrante de la historia humana, vinculando así la resurrección con el dolor de los hombres y mujeres oprimidos, torturados, enfermos, asesinados.

El recuerdo de Tomás nos lleva a la exigencia de conversión de un tipo de cristianismo puramente espiritual. Este Tomás se mueve fuera del espacio de dolor de los hombres concretos, signo de una iglesia paralela, sin cruz real, sin comunidad abierta a la cruz del mundo . Por eso no está en el primer grupo de aquellos que “ven” a Jesús y que así creen, no forma parte de la primera Iglesia.

Pero él viene el “domingo” siguiente, algo le atrae, y no sólo “ve” a Jesús, sino que le toca. Esta experiencia de “conversión” de Tomás, que vuelve a la iglesia y que toca a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. . Así lo destaqué hace tiempo (15 4 07), así lo vuelvo a destacar ahora, desde la perspectiva de esta Vía de Luz de la Resurrección.

Jesús resucitado sigue llevando en sus manos y en su pecho la herida de la historia, no sólo las llagas de los clavos y el corte de la lanza en su propio cuerpo, sino la llaga de los enfermos y expulsados, de los hambrientos y oprimidos de miles y millones de personas que siguen sufriendo a nuestro lado.

Tomás sigue siendo el apóstol de una espiritualidad sin compromiso social, sin entrega profética, sin solidaridad con los pobres y excluidos. No es un apóstol cristiano, sino un diletante de la religión desencarnada que algunos siguen defendiendo.

Pues bien, según el evangelio, Tomás tiene que convertirse, descubriendo y confesando en su vida la llaga de Cristo que sigue sufriendo en los pobres. El cristianismo no es una pura espiritualidad; es una religión de la “carne comprometida” y solidaria. Por eso, Jesús sigue diciendo a Tomás:

Mete tu mano en la llaga de los clavos, en mi pecho atravesada,
descubre mi presencia pascua en la herida de los crucificados de la historia.

La Gran Comunidad (Jn 20, 19-23)

Parece que los demás no creen, pero es evidente que están reunidos y separados, en una casa cerrada, por miedo de algunos judíos (20, 19). Son iglesia en frágil, oración y dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la visión:

A la tarde de aquel día primero de la semana,
y estando cerradas las puertas del lugar
donde estaban los discípulos,
por el medio a los judíos,
vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:
–¡La paz con vosotros!
Y diciendo esto les mostró las manos y el costado.
Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo:
— ¡La paz con vosotros!
Como me ha enviado el Padre os envío también yo.
Y diciendo esto sopló y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo,
a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados;
y a quienes se los retengáis les serán retenidos (20, 19-23).

Los discípulos se encuentran reunidos en forma de comunidad eclesial que se ha separado ya del judaísmo rabínico. Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ellos son la iglesia reunida ante Jesús y por Jesús, que les envía a realizar su misión (a ofrece su perdón) del Señor resucitado.

Ésta es una experiencia comunitaria: Éste es el Jesús presente en los hermanos que se unen en su nombre y se perdonan, descubriéndose así transmisores de perdón:

La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso. En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46). En ese fondo está la más honda experiencia social: Jesús resucitado está en los que sufren sobre el mundo.

La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado.

Recordemos que Lucas 24 y Hech. 1 habían separado cuidadosamente los matices, poniendo primero la pascua y después Pentecostés. Juan ha vinculado ambos momentos, uniéndonos en un único misterio: la misma aparición pascual se vuelve efusión del Espíritu de Dios (que es Espíritu del Cristo rescatado) sobre el conjunto de la iglesia. Esto es la pascua: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación sobre la tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

La pascua se vuelve misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Jn ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Etán cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

El texto culmina en un signo de perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23). El camino de Jesús se vuelve gracia creadora de perdón. Este es a los ojos de Jn el gran problema En el mundo no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles.

Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre ese desierto de culpas sin perdón, Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón. Le Iglesia es perdón que se abre a todos, sin excepciones, sobre un mundo donde los hombres no perdonan.

Ciertamente, el texto divide a las personas de una forma que parece simétrica (a quienes perdonéis, a quienes retengáis…), de tal modo que alguno pudiera pensar que la iglesia es una institución neutral, que reparte perdón o no perdón de forma indiferente. Pues bien, en contra de eso, a la luz de todo el evangelio, debemos afirmar que la iglesia sólo es comunidad de Jesús si es signo y fuente de perdón .

Ella misma expresa el perdón y así lo encarna y anuncia sobre el mundo. Por eso, donde ella ofrece perdón hay perdón y donde ella muestra que no existe perdón es que los hombres siguen enfrentados.

Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. Aquí no está reservada a los Doce o los presbíteros, no es algo que se deba encerrar en algunos iniciados varones. Aquí no hay varones ni mujeres, hay creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea. Aquí no estña sólo Pedro ni Zebedeos, aquí está María Magdalena, con la otra María, con todas las Marías… Ésta es la Iglesia univesal de los que escuchan la palabra, y reciben el aliento de Jesús. La iglesia entera, desde el don pascual de Cristo, es signo y principio de perdón sobre la tierra. Allí donde el perdón se expresa y se hacer carne en una comunidad está presente y se hace visible el Señor resucitado.

TomásTomas enta en la Gran Comunidad: Tocar a Jesús (20, 24-29).

Bastaban las señales anteriores: la paz de Cristo, el recuerdo de su entrega (manos y costado), el perdón en el Espíritu. Pero el texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores.

Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, fuera de la comunidad. Éste Tomás es un seguidos “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social, sin resurrección “histórica”, sin transformación de la “carne”.

Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos(Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús inerior, no quiere otro. Por pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo de “resurrección sin más”, sino de resurrección en la carne, como prncipio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa
y Tomás con ellos;
llegó Jesús, estando las puertas cerradas,
se puso en medio y dijo:
– ¡Pas a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Trae tu dedo aquí y mira mis manos,
trae tu mano y métela en mi costado
y no seas incrédulo sino fiel!
Respondió Tomás y dijo:
– ¡Señor mío y Dios mío!
Y Jesús le dijo:

– Porque has visto has creído.
¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29). Leer más…

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“Porque me has visto, Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber visto”. Domingo12 de abril de 2015. Domingo segundo de Pascua

Domingo, 12 de abril de 2015
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28-pasuaB2 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 4,32-35: Todos pensaban y sentían lo mismo:
Salmo responsorial: 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
1Juan 5,1-6. Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Juan 20,19-31: Porque me has visto, Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber visto.

Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las represalias que pueda tomar contra ella la institución judía. Se encuentra en una situación de temor paralela a la del antiguo Israel en Egipto cuando los israelitas eran perseguidos por las tropas del faraón (Éx 14,10); y, como lo estuvo aquel pueblo, los discípulos están también en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Éx 12,42; Dt 16,1). El mensaje de María Magdalena, sin embargo, no los ha liberado del temor. No basta tener noticia del sepulcro vacío; sólo la presencia de Jesús puede darles seguridad en medio de un mundo hostil.

Pero todo cambia desde el momento en que Jesús –que es el centro de la comunidad- aparece en medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad.

Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la muerte que podrían infligirles “los judíos”, ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él comunica.

El efecto del encuentro con Jesús es la alegría, como él mismo había anunciado (16,20: vuestra tristeza se convertirá en alegría). Ya ha comenzado la fiesta de la Pascua, la nueva creación, el nuevo ser humano capaz de dar la vida para dar vida

Con su presencia Jesús les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que los odia como lo odió a él (15,18). La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para dar vida, o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.

Pero no todos creen. Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte (Jn 11,16), que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no le basta con ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia del pasado.

Necesitará para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia la más sublime confesión evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban Señor, siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado ahora en Jesús, de hacer llegar al ser humano a la cumbre de la divinidad realizado ahora en Jesús (Dios mío)..

Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán, por ello, que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su presencia siempre viva. De ahora en adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe con elucubraciones ni buscando experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de amor, de vida y de alegría. Una comunidad, cuya utopía de vida refleja el libro de los Hechos (4,32-35): comunidad de pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto igualitario de los mismos como expresión de su fe en Jesús resucitado, una comunidad de amor como defiende la primera carta de Juan (1 Jn 5,1-5).

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Una aparición muy peculiar. Domingo 2º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 12 de abril de 2015
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo (Juan 20,19-31).

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visual de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  1. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  1. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  2. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  1. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  1. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

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Resucitó… y nos llama a resucitar con Él

Lunes, 6 de abril de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Tú, el ciego, tú que no ves nada claro, ni en tí mismo ni en otros, ni en el mundo,
ven, abre los ojos, hay tantas cosas que hay que mirar y descubrir juntos.

Tú, el sordo, que no comprendes nada de nada, subinformado, sobre informado, desinformado,
ven, tratemos juntos de entender, de escuchar, de comprender.

Tú el mudo, a quien se le niega la palabra  y el que no tienes nada que decir en ninguna parte,
ven con nosotros, grita tu grito y libera una palabra demasiado tiempo asfixiada.

Tú el cojo, el paralítico que no tienes en absoluto ni la fuerza ni el coraje de avanzar,
ven, marchemos lejos de los caminos trillados, sobre un camino que inventaremos juntos.

Tú, el leproso de hoy, el excluido, el despreciado, el señalado con el dedo,
ven, lucharemos juntos para que tengas en todas partes tu sitio al sol.

Tú, el muerto, que has perdido el gusto de vivir y que querrías terminar, de una buena vez,
ven, la vida todavía está delante de ti, delante de nosotros, el mañana es posible y comienza hoy.

Tú, el pobre, sin dinero, sin trabajo, sin amor, sin poder, sin esperanza,
ven, esta buena noticia es para ti: un mundo nuevo es posible.

Ven pues, cede a la tentación de la alegría y de la fiesta.
Ven, rechaza la noche y ofrécete al sol de Dios.

*

André Monnom

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Estoy cerca de tí

Miércoles, 12 de noviembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

 

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“Tú no me haces venir

pronunciando mi Nombre,

Jesús,

porque ya estoy cerca de tí.

Pero sí haces así caer,

en cierto modo,

las escamas de tus ojos,

y  Me ves. “

*

El 4 de noviembre, Dios llama.

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***

 

 

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Un “kairos” in memoriam

Viernes, 31 de octubre de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Un día alguien contaba que estaba paseándose en la región de Charlevoix y vio sobre una colina a un hombre pintando un cuadro. Se acercó, miró discretamente lo que pintaba y dijo simplemente: “es tan bello lo que usted hace, le envidio.”

Y el pintor le responde: ” la belleza está allí, basta con verla. Usted sabe que mucha gente mira, pero muy pocos ven verdaderamente. ” Y añadió: “el talento es importante sí, pero no podemos pintar la belleza  si no está ya dentro de nosotros. “

Hay  personas que tienen una belleza natural; en otros, la belleza se desarrolla con los años.

*

Réjean Poirier

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Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 27 de abril de 2014
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Domingo de la Misericordia

Del blog À Corps… À Coeur:

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 Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

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“Cristo resucitado, misterio de esperanza”, por Arnaldo Zenteno.

Domingo, 27 de abril de 2014
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2013_9Leído en la página web de Redes Cristianas

VER

Preguntas

1.- Con la muerte de Jesús en la Cruz parece que vence el mal y matan también el proyecto de Jesús ¿En ese contexto valoramos la Resurrección de Jesús como algo fundamental en nuestra vida o simplemente pensamos en la Resurrección como un hecho personal en la vida de Jesús?

2.- ¿Cómo recuperar en nuestra vida cotidiana la experiencia viva de Jesús resucitado?

JUZGAR

La ejecución de Jesús ponía en cuestión todo su mensaje y su actuación.

Aquel final trágico planteaba graves interrogantes incluso a sus seguidores más fieles: ¿tenía razón Jesús o esta-ban en lo cierto sus ejecutores? ¿Con quién estaba Dios? En la cruz no habían matado solo a Jesús. Al crucificarlo, habían matado también su mensaje, su proyecto del reino de Dios y sus pretensiones de un mundo nuevo. Si Jesús tenía razón o no, solo lo podía decir Dios.

2.- CRISTO, NUESTRA ESPERANZA

VER

Preguntas

1.- ¿Por qué es importante no sólo decir que Jesús resucitó, sino que el que resucita es el que fue crucificado?
2.- ¿La resurrección de Jesús cómo confirma su mensaje sobre quién es Dios y sobre los pobres?

JUZGAR

Todavía hoy podemos percibir en los textos que han llegado hasta nosotros la alegría de los primeros discípulos al descu-brir que Dios no ha abandonado a Jesús. Ha salido en su defensa. Al resucitarlo de entre los muertos, se ha identificado con él desautorizando a quienes lo han condenado. Esto es lo primero que predican una y otra vez en las cercanías del tem-plo y por las calles de Jerusalén: «Vosotros lo matasteis clavándolo en una cruz por manos de unos impíos, pero Dios lo ha resucitado» 12.

Resucitando a Jesús, el Padre ha confirmado su vida y su mensaje, su proyecto del reino de Dios y su actuación entera. Lo que Jesús ha anunciado en Galilea sobre la compasión y la misericordia del Padre es verdad: Dios es como lo sugiere Jesús en sus parábolas. La manera de ser de Jesús y su actuación profética coinciden con la voluntad del Padre. La solidaridad de Jesús con los que sufren, su defensa de los pobres, su perdón a los pecadores: eso es lo que Dios quiere.

Jesús tiene razón cuando busca una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos. Ese es el anhelo más grande que guarda Dios en su corazón. Ese es el camino que conduce a la vida.

Pero Dios no solo le ha dado la razón, sino que le ha hecho justicia. No se ha quedado pasivo y en silencio ante lo que han hecho con su Hijo. Lo ha resucitado: le ha devuelto la vida que le han arrebatado de manera tan injusta, llevándola a su plenitud. Lo ha constituido para siempre como Señor y Salvador de vivos y muertos. El mal tiene mucho poder, pero solo hasta la muerte: las autoridades judías y los poderosos romanos han matado a Jesús, pero no lo han aniquilado. Más allá de la muerte solo tiene poder el amor insondable de Dios.

3.- LOS CREYENTES TENEMOS DUDAS E INTERROGANTES ANTE EL SUFRIMIENTO Y LA MUERTE

VER

Preguntas

1.- ¿Ante la injusticia y la muerte, cuál es la fuente principal de nuestra esperanza?
2.- ¿Por qué la esperanza en Jesús resucitado no es un escape del compromiso por el Reino, por construir un Mundo más justo?

JUZGAR

Los creyentes llevamos en nuestro corazón los mismos in-terrogantes que todos los seres humanos: ¿hay algo que pueda ofrecernos un fundamento definitivo para la esperanza? Si todo acaba en la muerte, ¿quién nos puede consolar? Los seguidores de Jesús nos atrevemos a esperar la respuesta definitiva de Dios allí donde Jesús la encontró: más allá de la muerte. La resurrección de Jesús es para nosotros la razón última de nuestra esperanza: lo que nos alienta a trabajar por un mundo más humano, según el corazón de
Dios, y lo que nos hace esperar confiados su salvación.

Cristo, resucitado por el Padre, es nuestra esperanza. En él descubrimos la intención profunda de Dios confirmada para siempre: una vida plena para la creación entera, una vida liberada para siempre del mal y de la muerte, el reino de Dios hecho realidad. Nosotros estamos todavía en camino. Todo sigue mezclado y confuso: justicia e injusticia, muerte y vida, luz y tinieblas.

Todo está inacabado, a medias y en proceso. Pero la energía secreta del Resucitado está atrayendo todo hacia la Vida definitiva.

En estos tiempos en los que la crisis parece extenderse a todos los dominios de la existencia humana, la Iglesia ha de recordar que tiene «la responsabilidad de la esperanza». Esta es su tarea primordial. Antes que «lugar de culto » o «ins-tancia moral», la Iglesia ha de entenderse a sí misma como «comunidad de esperanza». ¿Qué es la Iglesia de Jesús si no comunica la Buena Noticia de un Dios amigo de la vida ni contagia la esperanza que brota del Resucitado?

4.- RECUPERAR LA EXPERIENCIA VIVA DEL RESUCITADO

VER

Preguntas

1.– ¿Al confesar que Jesús resucitó es una confesión de Fe en que decimos que Jesús resucitó hace 2000 años o que tiene que ver con nuestra historia?
2.- ¿Qué significa lo que dice Pablo “hay que vivir del Espíritu del Resucitado que da vida”?

JUZGAR

Cuando los primeros cristianos hablan del Resucitado no lo hacen solo para confesar su fe en aquel acontecimiento singular e irrepetible por el que Dios «ha levantado de entre los muertos» a Jesús para introducirlo en la plenitud de su propia vida, sino, sobre todo, para vivir ahora su fe en Cristo «resucitando a una vida nueva». Según Pablo de Tarso, esta experiencia consiste en «conocer a Cristo y el poder de su resurrección» (Flp 3,10). Vive con tal intensidad esta experiencia que llega a decir: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gál 2.20). Los discípulos, que han seguido a Jesús por los caminos de Galilea, han de aprender ahora a vivir del Espíritu del Resucitado, que da vida (1 Cor 15,45).

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Voy a tomarme un tiempo…

Miércoles, 23 de abril de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Voy a tomarme un tiempo
para dejar posar mi mirada
sobre las cosas de cada día
y verlas de otro modo,
aquellas que cada mañana,
me cruzo sin verlas.

Todas las cosas familiares
que bordeo a a lo largo del día,
del mes, del año…

Voy a tomarme un tiempo
para ver la extrañeza de los árboles,
los de mi jardín, los del parque vecino,
que el crepúsculo venido susurra de misterio…

Voy a tomarme un tiempo
para poner mi mirada
sobre los seres que amo
y mirar de otro modo a los míos,
las y los que me son más próximos
y que a veces no veo en absoluto,
a los que tampoco escucho,
tdetal modo la preocupación de mis asuntos, de mi trabajo,
parasitan mi corazón y mi cuerpo…

Sí, voy a tomarme un tiempo para descubrirlos
y dejarme sorprender
todavía y siempre por aquellos a los que quiero.

Sí, voy a tomarme un tiempo para encontrarte también,
a Ti Dios mío,
más allá de las palabras, de las fórmulas y las costumbres.

Sí, voy a ir a tu encuentro como al desierto
y Tú me sorprenderás, Dios mío.
Sí, voy a tomarme un tiempo
para encontrarte de otro modo.

*

San Agustín

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Recordatorio

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