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Enviado con nuevos ojos.

Lunes, 20 de marzo de 2023
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276C52B3-F283-4A9B-A573-951DD2985999Antonio Ortiz Silíceo

La publicación de hoy es del colaborador invitado Antonio Ortiz Siliceo. Antonio es Oficial Regional de la Global Network of Rainbow Catholics-Red Global de Católicos Arcoíris. Es cofundador de la Red Mexicana de Católicos Arco Iris (Red Católica Arcoíris México, o REDCAM), y ha sido su coordinador desde 2018. También fue coordinador de Efetá, una comunidad católica gay en la Ciudad de México.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el cuarto domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Hay muchos momentos en los Evangelios en los que Jesús se encuentra con personas que vivían “fuera de la norma”, personas que estaban excluidas: los pobres, los esclavos, los leprosos, las mujeres, las personas con discapacidad o los ciegos. Hoy recordamos especialmente al ciego de Siloé, alguien que desde su nacimiento fue señalado por su condición. Sin embargo, el ciego, “tocado” por Jesús y abriendo los ojos, llega a ver. Y es alguien que es juzgado y enviado precisamente por “poder ver” al reconocer el poder del Dios que le devolvió la vista.

Entonces, ¿qué significa realmente la ceguera en esta historia? ¿Se trata de la ceguera del ciego de nacimiento que puede ser sanado por el toque de Jesús? ¿O somos nosotros en nuestra locura los que creemos que sabemos todo acerca de “la voluntad de Dios”, como decían los fariseos? ¿Seguimos incansablemente repitiendo doctrinas en lugar de vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús que nos abre los ojos y el corazón?

Vivimos una época en la que las nuevas generaciones ahora se atreven a alzar la voz, cuestionando las injusticias sociales a veces disfrazadas de buena voluntad. Algunas de estas injusticias las hemos normalizado dentro de nuestros espacios de fe, como cuando llegamos a juzgar a nuestros hermanos por no ser como nosotros o pensar como nosotros.

0D16D54B-D16F-4D0C-95E4-616805B2890CEn la época de Jesús, ciertas enseñanzas religiosas judías indicaban la ceguera como castigo por el pecado. Hoy en día, muchas doctrinas religiosas describen erróneamente a las personas LGBTQ+ como ‘objetivamente trastornadas’, cuando la propia ciencia nos hace ver que estas circunstancias son meras variaciones humanas.

Los malentendidos sobre las identidades sexuales y de género diversas son, con demasiada frecuencia, una consecuencia de reducir las identidades a los genitales. También juzgamos los comportamientos sexuales por miedo o ignorancia. Confundimos el concepto de pecado, atribuyéndolo a todo lo diferente de lo que nos enseñaron que era correcto. Excluimos, olvidando que el mensaje principal de Jesús gira en torno al amor y la inclusión. No hay condiciones en este amor; la invitación es siempre sólo a estar cerca de cada persona en su contexto.

Pero este mensaje de ser menos críticos y más amorosos no solo está dirigido a una comunidad conservadora, fundamentalista e intransigente. Como comunidad de fe LGBTIQ+, quizás también sea hora de cuestionar nuestras propias prácticas. Deberíamos revisar cuánto juzgamos, muchas veces desinformados, sobre las distintas formas de diversidad que excluimos. ¿Con qué frecuencia sucede esto porque no entendemos la forma diferente de vida o de pensamiento de alguien?

El Evangelio es claro en que el objetivo hoy no es que las iglesias defiendan “verdades” de manera autoritaria y con lenguaje vacío, ni es solo recuperar la vista y ver con ojos nuevos. Se trata fundamentalmente de aceptar la invitación de Jesús a seguirlo, testimoniando el amor y la inclusión en nuestro propio entorno como envió el ciego de Siloé.

Como comunidad LGBTIQ+ y aliada, estamos llamados a crear espacios seguros de fe para cada persona, abarcando todas las manifestaciones de la diversidad. Necesitamos ser testigos que difundan la alegría del Evangelio compartiendo nuestras experiencias de vida. Al hacerlo, dejamos de lado los juicios que podamos tener, y en su lugar vivimos de la manera amorosa que Jesús nos ha ayudado a ver con nuevos ojos.

—Antonio Ortiz Silíceo, 19 de marzo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Veré por ti, confía

Domingo, 19 de marzo de 2023
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“Me desconozco”, dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
me desconozco“, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

*

Miguel de Unamuno

***

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:

“Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”

Jesús contestó:

“Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).”

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

“¿No es ése el que se sentaba a pedir?”

Unos decían: “El mismo.”

Otros decían:

“No es él, pero se le parece.”

Él respondía:

-“Soy yo.”

Y le preguntaban:

“¿Y cómo se te han abierto los ojos?”

Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.”

Le preguntaron:

“¿Dónde está él?”

Contestó:

-“No sé.”

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:

“Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.”

Algunos de los fariseos comentaban:

-“Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.”

Otros replicaban:

“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”

Él contestó:

“Que es un profeta.”

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

“¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”

Sus padres contestaron:

“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.”

Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron:

“Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

“Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”

Contestó él:

“Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.”

Le preguntan de nuevo:

-“¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

-“Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-“Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.”

Replicó él:

“Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Le replicaron:

“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”

Él contestó:

“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús les dijo:

-“Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.”

Él dijo:

“Creo, señor.”

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-“Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-“¿También nosotros estamos ciegos?”

Jesús les contestó:

“Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

*

Juan 9,1-41

***

 

Ciegos y sordos, debemos comenzar por escuchar lo que se nos dice, por una escucha paciente; llegar a creer, a ver la luz del día, a esperar. Esperar todo de ti significa vivir de gracia. Estoy convencido de que la Biblia es un libro de esperanza. En cuestión de esperanza, cada mañana tú eres nuestra esperanza. Aquí estamos juntos, nosotros, que esperamos conocerte un día, verte cara a cara. Y seremos iluminados con tu mirada: con-vivientes.

Tú eres nuestra esperanza: en nuestro corazón se abre un camino, una calzada de felicidad. En este tema, en cuanto puedo entenderlo, descubro una cosa: lo que entrevemos de ti entre todos, elegido, mirado, amado, soy yo. Sí, quiero […]. Sí, esperar es como reconocer ante ti lo sorprendente que soy. Cuando decía: “Que las tinieblas me encubran” la noche se hizo luz en torno a mí (cf. Sal 138). La humanidad está llamada a convertirse en rostro: “Verán tu rostro… no habrá más noche… porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán” (Ap 22). Cada uno oirá decir: “Álzate, revístete de luz, porque llega tu luz, y la gloria del Señor brilla sobre ti” (Is 60). Sí, nos espera un futuro de luz, y ya nos es concedido vivirlo: ya somos hijos de la luz (cf. Col 1,23). Yo… ¿Y los otros? La esperanza es la puerta que se abre a la novedad y me da un mandamiento nuevo, el mandamiento de la novedad de la que quieres hacernos cómplices, enamorados. Esperar es corrosivo […]. Sí, este siervo humilde despreciado, desfigurado, verá la luz y será colmado.

*

Frére Ch. Lebreton,
en Piü forti dell’odio. Gli scritti dei monaci trappisti uccisi in Algeria.
Cásale Monf. 1997, 1 37-143, passim.

***

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“Ojos nuevos”. 22 de marzo de 2020. 4 Cuaresma (A). Juan 9,1- 41.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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18_4_CUA_A_1665174-300x224El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente la «curación del ciego de nacimiento», pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».

No conocemos su nombre. Solo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del Templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.

Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.

Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo, pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «Un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que solo lo reconocen como hombre.

Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. Él les habla de su experiencia: «Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús, y él les dice lo que siente: «Que es un profeta». Lo que ha recibido de él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.

Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.

Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, solo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del hombre?», ¿crees en el Hombre nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».

Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.

José Antonio Pagola

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“Fue, se lavó, y volvió con vista”. Domingo 19 de marzo de 2023. Domingo 4º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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17-CuaresmaA4Leído en Koinonia:

1Sm 16,1b.6-7.10-13ª: David es ungido rey de Israel
Salmo responsorial 22: El señor es mi pastor, nada me falta
Ef 5,8-14: Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
Jn 9,1-41: Fue, se lavó, y volvió con vista

El pueblo de Dios se planteó desde antiguo un gran problema: ¿cómo saber quién es el enviado de Dios? Muchos aparecían haciendo alarde de sus habilidades físicas, de su astucia, de su sabiduría, incluso, de su profunda religiosidad, pero era muy difícil saber quien procedía de acuerdo con la voluntad del Señor y quien quería ser líder únicamente para obtener el poder.

En la época de Samuel la situación era realmente complicada. El profeta, movido por el Espíritu de Dios, buscó un líder que sacara al pueblo del difícil atolladero de la crisis interna de las instituciones tribales y de la amenaza de los filisteos. Surgió Saúl, un muchacho distinguido, de buena familia y de extraordinaria complexión física. Los hebreos más pudientes lo apoyaron de inmediato, esperando que el nuevo rey lograra controlar el avance de los filisteos. Sin embargo, el nuevo rey en poco tiempo se convirtió en un tirano insoportable que agravó el conflicto interno y que, por sus constantes cambios de comportamiento, comprometió seriamente la seguridad de las tierras cultivables. Samuel, entonces, pensó que la solución era ungir un nuevo rey, una persona que se pudiera hacer cargo de la situación. La unción profética se convirtió, en aquel momento, en el medio por el cual se legitimaba la acción de un nuevo líder ‘salvador’ del pueblo. Siglos más tarde, los profetas se dieron cuenta de que no bastaba cambiar el rey para cambiar la situación, sino que era necesario buscar un sistema social que respetara los ideales tribales, lo que luego se llamo ‘el derecho divino’. Sin embargo, subsistió la idea de que el ‘líder salvador’ tenía que ser designado por un profeta reconocido. De este modo, la unción de los caudillos de Israel pasó a ser un símbolo de esperanza en un futuro mejor, más acorde con los planes de Dios.

En la época del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios que habitaba en Palestina enfrentó un gran reto: ¿cómo hacer reconocer a Jesús como ungido del Señor? Aunque Jesús había conocido a Juan Bautista y, luego, había retomado su predicación, se cernía aún sobre él la duda, debido a su origen humilde, a la manera tan diferente de interpretar la ley y a su poca vinculación con el templo y sus rituales. Muchos se oponían a reconocer que él era un profeta ungido por el Señor, movidos simplemente por prejuicios culturales y sociales. La comunidad cristiana tuvo que abrirse paso en medio de estos obstáculos y proclamar la legitimidad de la misión de Jesús. Solamente quien conociera la obra del Nazareno, su entrañable amor a la vida, su dedicación a los pobres, su predicación del reinado de Dios, podía reconocer que él era el “ungido”, el “Mesías” (como se dice en hebreo), o el “Cristo” (como se dice en griego).

Las ‘señales y prodigios’ que Jesús actuó en medio de la gente pobre causaron gran impacto y, por esto, fueron motivo de controversia. Los opositores del cristianismo veían en las sanaciones que Jesús obraba, simplemente la labor de un curandero. Sus discípulos, por el contrario, comprendían todo su valor liberador y salvífico. Pues, no se trataba sólo de poner remedio a las limitaciones humanas, sino de devolverle toda la dignidad al ser humano. La persona que recuperaba la visión podía descubrir que su problema no era un castigo de Dios por los pecados de sus antepasados, ni una terrible prueba del destino. Era una persona que pasana de la desesperación a la fe y descubría en Jesús al profeta, al ungido del Señor. Su problema, una limitación física, se le había convertido en una terrible marca social y religiosa. Pero, el problema no era su limitación visual, sino la terrible carga de desprecio que la cultura le había impuesto. Jesús lo libera del insufrible peso de la marginación social y lo conduce hacia una comunidad donde lo aceptan por lo que él es, sin importar las etiquetas que los prejuicios sociales le habían impuesto.

En el evangelio se nos relata una especie de drama entre los vecinos del lugar donde el ciego solía pedir limosna, los fariseos que eran un grupo de judíos piadosos y cumplidores de la ley y los “judíos” en general, una expresión genérica con la que el evangelista designa a las altas autoridades religiosas del pueblo judío de la época de Jesús. Hasta los padres del ciego son involucrados en el drama.

Se trata de un verdadero «drama teológico», simbólico, de una gran belleza literaria. De ninguna manera se trata de una narración cuasiperiodística de unos hechos históricos, o de un relato que nos describa ingenuamente cómo sucedieron las cosas. No olvidemos que es Juan quien escribe, y que su evangelio se mueve siempre en un alto nivel de sofisticación, de recurso al símbolo y a la insinuación indirecta. Si tenemos que dirigir la palabra en la homilía, conviene no «contar» las cosas como quien cuenta hechos históricos tal cual, como si estuviera entreteniendo a unos niños. Los oyentes son adultos y agradecen que se les trate como a tales, sin abusar de que se tiene la palabra en un ámbito litúrgico donde por respeto nadie va a levantar la mano ni menos a contradecir, y que por eso se puede decir cualquier cosa, que «todo cuela» en ese ambiente.

En el «drama teológico» que hoy leemos, de Juan, el ciego se convierte en el centro. Todos se preguntan cómo es posible que un ciego de nacimiento sea ahora capaz de ver. Sospechan que algo grande ha sucedido, preguntan por el que ha hecho ver al ciego, pero no llegan a creer que Jesús sea la causa de la luz de los ojos del ciego. Un simple hombre como Jesús no les parece capaz de obrar tales maravillas. Menos aún habiéndolas obrado en sábado, día sagrado de descanso que los fariseos se empeñaban en guardar de manera escrupulosa. Y menos aún siendo el ciego un pobretón que pedía limosna al pie de una de las puertas de la ciudad. Todos interrogan al pobre ciego que ahora ve: los vecinos, los fariseos, los jefes del templo. Jesús se hace encontradizo con él, solidariamente, al enterarse de que lo han expulsado de la sinagoga. Y en este nuevo encuentro con Jesús el ciego llega a «ver plenamente», a «ver» no sólo la luz, sino la «gloria» de Dios, reconociendo en él al enviado definitivo de Dios, el Hijo del hombre escatológico, el Señor digno de ser adorado… Es el mensaje que Juan nos quiere transmitir narrando un drama teológico -como es su estilo- más que afirmando proposiciones abstractas -como hubiera hecho si hubiera sido de formación filosófica griega-.

Al final del texto las palabras que Juan pone en labios de Jesús hacen explotar el mensaje teológico del drama: Jesús es un juicio, es el juicio del mundo, que viene a poner al mundo patas arriba: los que veían no ven, y los que no veían consiguen ver. ¿Y qué es lo que hay que ver? A Jesús. Él es la luz que ilumina.

No haría falta echarle metafísica y ontología griega a este drama… Es un lenguaje de «confesión de fe». La comunidad de Juan está «entusiasmada», llena de gozo y de amor, poseída realmente por el descubrimiento que ha hecho en Jesús. Sienten que Él les cambia el mundo, que ven las cosas al revés que antes, y que es en Él en quien Dios se les ha hecho patente. Y así lo confiesan. No hace falta más. La ontología de los siglos subsiguientes es cultural, occidental, griega. Para el caso, sobra.

¿Qué significa hoy para nosotros? Lo mismo, sólo que a 20 siglos de distancia. Con más perspectiva, con más sentido crítico, con más conciencia de la relatividad (no digamos “relativismo”) de nuestras afirmaciones, sin fanatismos ni exclusivismos, sabiendo que la misma manifestación de Dios se ha dado en tantos otros lugares, en tantas otras religiones, a través de tantos otros mediadores. Pero con la misma alegría, el mismo amor y el mismo convencimiento. Leer más…

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19.3.23. Dom 4 Cuaresma: Ciegos que no quieren ver, ni dejar que otros vean (Jn 9)

Domingo, 19 de marzo de 2023
Comentarios desactivados en 19.3.23. Dom 4 Cuaresma: Ciegos que no quieren ver, ni dejar que otros vean (Jn 9)

jesus-y-el-ciegoDel blog de Xabier Pikaza:

Éste pasaje  (Jn 9) es una catequesis de iluminación, como sabe la liturgia; pero es, al mismo tiempo, es un texto de rebelión contra aquellos que quieren mantener a los hombres ciegos, para dominarles.

Así dice Jesús  a este ciego de Jerusalén: que se rebele, que no siga mendigando,.. que vea, que decida, que confiese su nueva libertad, aunque eso le cueste el rechazo de las autoridades religiosas y civiles, incluso de sus mismos familiares.      

 Están los que no quieren ver y  los que no pueden ver porque otros se lo impiden…  (cf. Mc 4, 12 par). Pero según este evangelio han de estar, sobre todo, los que quieren ver y quieren que otros vean

Este evangelio es una protesta contra contra el pecado de los falsos profetas y el de aquellos que para mantener su poder engañan, manipulan y ciegan a otros…

Éste es el pecado de grandes poderes mediáticos, dedicados a engañar a los demas, al servicio de aquellos que les pagan. Puede ser el pecado de un tipo de iglesias que quieren mantener a sus ovejas ciegas, para así manipularlas, como dice la Biblia desde el AT (Ez).

Así lo cuenta de forma simbólica este largo pasaje de Jn 9. Léalo primero quien quiera. Le bastará con ello.Siga leyendo mi postal quien piensa que puede ajudarle. Buen día.

Un relato en seis escenas

  Así aparece dividido en muchos libros de catequesis bíblica. Invito a mis lectores a que lean primero el texto entero  (Jn 9) y luego lo dividan y comenten conforme a estas escenas:

 1ª escena: Pregunta y milagro: ¿quién pecó, éste o sus padres? (9, 1-7)

             Parece que la escena se realiza sucede la escalinata del templo de Jerusalén. Un ciego,parece relativamente joven, está sentado en el suelo, pidiendo limosna. La entrada en los patios del templo es un buen lugar para pedir limosna. Posiblemente, es un hombre de cierta “personalidad”, pues ha logrado colocarse en un lugur privilegiado para mendigar, impresionando con su ceguera a los piadosos.

            En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús contestó: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.” Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado”. Él fue, se lavó, y volvió con vista.

La obra de Dios es que los hombres puedan ver. La ceguera, en su amplio espectro de significados parece consecuencia del pecado, pero Jesús protesta en contra de esa interpretación.  Hay varias causas físicas y sociales de ceguera.. El pecado no es en general de los cieglos, sino de aquellos que no les dejan ver…  Jesús, en cambio quiere que los ciegos vean….  Ese ciego esta ahí para que le acompañemos y, si puede ser, para que le curemos.

            El tema clave es la afirmación de Jesús:   «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». Ésta es una afirmación que tiene un sentido doble. De iluminación en el sentido externo de la ceguera y, sobre todo, de iluminación  interior.

2ª escena: el ciego y los vecinos (9,8-12). Un hombre llamado Jesús

            Éste es un diálogo lleno de profunda ironía… El ciego curado va avanzando en el camino de la verdadera visión, de la fe.  Los vecinos viven del “negocio” del templo que  dice que cura sin curar… cura… Un tipo de templos necesitan de ciegos para vivir, para decir que ellos curan

8Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?». 9Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». 10Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?». 11Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». 12Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No lo sé».

  Aqel templo estaba para ayudar a los ciegos. En contra de eseo, vivía y se aprovechaba de los cieglos

3ª escena: los fariseos y el ciego que responde: Es un profeta (9, 13-17) 

 13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». 16Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. 17Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». 

ciego             Una curación junto al templo. Es un problema socio-religioso. Este tipo de fariseos (judíos, cristianos o ateos) no pueden permitir que se cure al ciego… Necesitan ciegos para decir que les cuidan, para controlarles.

 

    Se plantea así una disputa entre los fariseos de ley… que viven de controlar a los cieglos y Jesús que quiere curar a los ciegos, en sábado o viernes, porque la visión de un ciego es mas imprtante que elt emplo. Así cicen.  «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado». Sin embargo, otros se sienten desconcertados, como le ocurrió a Nicodemo: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».

4ª escena: Los padres del ciego se desentienden: (9, 18-23: Es mayor, preguntádselo a él)

 Tienen miedo, en principio no pueden comprometerse ni a favor de su mismo hijo ciego.

18Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse». 22Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él»

5ª escena: los fariseos y el ciego: Y lo expulsaron (de la sinagoga: 9, 24-35).

Siguen actuando “los judíos”,  que son los fariseos, los enemigos de los cristianos (o cristianos que ponen su propio poder por encima de la curación de los ciegos). Más que los cieglos les importa su ortoxia, su poder, su legalismo… Quieren una religión a su servicio, no a servicio de los ciegos

                   24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». 25Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo». 26Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?». 27Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?». 28Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene». 30Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. 32Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; 33si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder». 34Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron. 

  1. Los fariseos definen a Jesús como pecador porque va en contra de la ley de purezas del sábado… Es decir, porque pone al hombre por encima del sábado.
  2. El curado responde con ironía… Le preguntan por Jesús y él responde dudando del sentido y valor de su pregunta… El tema es que no se interesan por su curación, sino por un tipo de ley religiosa, que ellos defienden.
  3. No sabemos de dónde viene… Los fariseos oponen a Jesús y Moisés… Así afirman que Moisés viene de Dios, de Jesús no saben de donde viene… Están suponiendo que viene del diablo.
  4. El curado responde que tiene que venir de Dios… porque cura…
  5. Los fariseos le expulsan de la sinagoga… Le impiden ser cristiano y judío a la vez.

6ª escena: Jesús y el ciego. El ciego cree (9, 35-38)

35Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del   hombre?». 36Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». 37Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». 38Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. 
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19.3.23 No tengas miedo, José. Vocación y conversión actual de la Iglesia

Domingo, 19 de marzo de 2023
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F89933C6-A3A9-4FFA-80D3-908B2EBCC460Del blog de Xabier Pikaza:

José era la Iglesia del AT: Hijo de David, patriarca justo (=Papa de Israel). El mismo Dios había fijado su agenda, ratificada en mil años  de historia  (desde el tiempo de David).

Pero en un momento dado, cuando todo estaba bien resuelto, desposado para siempre con María, descubrió que ella no era  como él pensaba, y decidió por compasión abandonarla.

Pero “en sueños” (¡he tenido esta noche un sueño! Luther King), escucho en su corazón la Voz que le decia: Al Tirá, Me Fobezes: No tengas miedo…Hay un camino de mujer y de vida que hasta ahora no habías comprendido, no tengas miedo, despierta.

Todo lo que digo aquí está tomado de Historia de Jesús y especialmente de Comentario a Mateo Pero, a modo de ayuda  para algunos más interesados, voy introduciendo más bibliografía erudita, que los lectores normales pueden pasar por alto. Buen día de José a todos.

En José estamos representados  todos, en especial los varones, y en especial los “servidores” de la Palabra, que son los que forman el clero, con el Papa a la cabeza. Aellos se le piden varias cosas:

a) Que escuche la Palabra de Dios, en fidelidad, superando el nivel normal de las razones, el nivel de leyes antiguas de Israel, de una iglesia ya pasado. Éstas la fiesta domingo de la “conversión” de José, una conversión de todos, pero en espelcial de los varones que aún no se ve clara en ciertos estamentos de la Iglesia, que son justos, como era José, pero en línea de AT.

b) Que acepten a María, es decir, es decir, a la nueva palabra de Dios por la mujer, que crean en ella, aunque no entiendan (no entendamos) todo lo que hay al fondo.

 Creer en Dios significa que creer en una mujer como María,en circunstancias duras y difíciles. Creer en lo que Dios hace por ella, a través de las mujeres,al servicio de la vida de Dios, superando un tipo de promesas de David (de jerarquía de varones).

c) José aceptó y creyo….pero una pare de Iglesia, y en especial su jerarquía, no ha realizado todavía el camino de José. No ha dejado un tipo de iglesias de patriarca, de poderes… Ciertamente, ha podido elevar María, para ponerla en una peana, pero no cree en ella, no cree en las mujeres, como portadoras de una palabra del Espíritu Santo. Hay un tipo de jerarquía del viejo José que no se ha convertido aún al evantelio de Dios por María.

d) Mil años esperando…y Dios pide a José se ponga al servicio de la Vida, que es Jesús, es decir, Dios con nosotros, Dios en los más pobres, en aquellos que nacen cada día. La conversión de Jesús es conversión de la Iglesia. Mil años ha estado José esperando este día: Que Dios confirme su paternidad de justo patriarca. Y Dios le dice ahora que deje de ser patriarca, que su tarea es más alta, la de ponerse al servicio de la vida, que viene de Dios por María.

d)Dos mil años esperando dormida un tipo de jerarquía de la iglesia, como el antiguo José… Es momento ds cambio. Seguimos formando un clero en la línea del antiguo José, para ser patriarca, para manda…Ahora, este 19.3.23., Dios no dice lo mismo que a José:  No tengas miedo de dejar tu oficio antiguos. Ponte al servicio de María, deja de ser patriarca, empieza a ser persona…

Texto. Mateo 1,18-24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.

Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

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1. UN PROBLEMA PARA JOSÉ

El relato de la concepción y nacimiento de Cristo incluye aspectos de carácter teológico y antropológico, cristológico y sacral, que ahora no podemos estudiar con más detalle. Debemos, sin embargo, evocar desde el principio los tres más significativos, en perspectiva cristológica:

– Nacimiento irregular de Jesús. En clave de Ley israelita, desde el punto de vista de José, que es Hijo de David y portador de su promesa israelita, el surgimiento de Jesús resulta “contrario al orden patriarcal”, situándose en las fronteras del mayor “pecado” posible, que es el adulterio o ruptura del orden familiar. El esposo/padre José, que quiere abandonar a María, dejándola a su suerte, con el hijo en las entrañas, es el signo del mejor judaísmo (nacionalismo o legalismo religioso de cualquier tipo), que es capaz de abandonar a los humanos necesitados por extraños, impuros, diferentes, no queriendo acogerlos con su vida.

– Presencia superior de Dios. En contra de lo que podía esperar un tipo de judaísmo legal (¡hay otros judaísmos proféticos y místicos!), Dios mismo se expresa y actúa en la mujer “irregular” María, fecundándola por medio de su Espíritu Santo, introduciendo así su gracia creadora dentro de la humanidad. Ciertamente, el buen judaísmo de José es signo y lugar de acción sagrada, pero actúa por ley, dentro de unos esquemas de nación sacral y familia ya fijada: la fidelidad a su acción y presencia se identifica con la obediencia a las estructuras de legalidad que defiende al propio grupo. Pues bien, el Dios de María supera los esquemas de esa legalidad y viene a mostrarse, de un modo inmediato, en el proceso de surgimiento mesiánico de Jesús, por medio del Espíritu Santo.

– Vocación de José.   Allí donde parecía reinar el orden de los padres de familia, según buena ley (patriarcalismo de José), emerge la más alta función de María, mujer y madre, que aparece como signo de acogida universal humana, en línea de gratuidad. No se trata, por ahora, de obedecer a teorías, de creer verdades generales, sino de aceptar la vida que nace, desbordando los cauces que la ley quiere ponerle. Por eso, José (varón israelita) debe «convertirse», superando la ley de los varones, para aceptar la más alta acción y presencia creadora de Dios en María.

Los tres aspectos se encuentran vinculados: la presencia directa de Dios, expresada por la acción de Espíritu Santo en María, supera el nivel de paternidad humana (israelita, masculina) de José. Naciendo de María virgen, Jesús desborda el patriarcalismo legal en que se mueve la genealogía anterior de los varones (Mt 1,1-17), abriéndose a la universalidad de lo humano.

Por eso, debemos afirmar que origen de Jesús resulta legalmente irregular…  Por encima de la ley Dios se revela como graia de Vida. José tiene que dejar de ser patriarca, para empezar a ser amigo de Dios, amigo de María…al servicio del auténtico Jesús.

Por medio de José, Jesús será asumido en la familia israelita, pero no por sangre patriarcal, no por autoridad de oficio, sino por obediencia a Dios y decisión creyente, en la línea de aquello que Pablo ha llamado la descendencia según la promesa, y no según la carne (Rom 9, 8) ((Pablo sabe que no son Hijo de Dios los “hijos de la carne”, sino aquellos que nacen según la promesa (Rom 9, 8).

Eso significa que el verdadero esperma o descendencia de Dios se expresa y expande en línea de promesa universal, simbolizada por Abraham, en plano de fe o confianza universales, superando el nivel de la ley nacional que José, como varón y patriarca, debería haber garantizado. La conversión de José implica para Mt el cumplimiento y superación de todo patriarcalismo humano y religioso (como ratifica 23, 8-12).))

Siendo judío (como muestra su genealogía anterior de varones y su misión dirigida al pueblo de la alianza: cf. 1, 21), Jesús viene a presentarse desde ahora como más que un simple judío, como nuevo ser humano.

2. UNA PRESENCIA DE DIOS, MARÍA

Conforme a la visión israelita, el origen conforma a una persona. Es lógico que Mt quiere expresar la novedad de Jesús presentando el sentido más profundo de su nacimiento. Para ello ha proyectado sobre su concepción aquellos dos momentos que Pablo separaba en Rom 1,3-4 (Hijo de David según la carne, Hijo de Dios por la resurrección). Según Mt 1, 18-25, Jesús nace al mismo tiempo como Hijo de David israelita (por José) e Hijo de Dios universal (por la acción del Espíritu en María). Desde ese fondo podemos evocar su genealogía completa, destacando tres momentos:

1. María, su madre,

estaba encinta, por obra del Espíritu Santo (1, 18). No se dice cómo ha sido, no tiene que decirse, aunque por todo el contexto sabemos que la acción maternal de Dios sobrepasa el nivel legal-patriarcal de los varones, para inscribirse en el plano más hondo de la maternidad humana, representada por María.

Conforme a Lc 1, 26-38, María dialoga con Dios, en palabra de fidelidad y colaboración personal. Mt ha preferido dejar la función de María en un rico silencio apofático. ¿Cómo explicar la acción de en nuestra historia? ¿Cómo decir lo que es más hondo que todas las palabras? En el origen de la vida hay un silencio superior, que no es ausencia de voz sino lugar donde toda voz se funda y recibe su sentido. Este es el nivel del mito, que ha de entenderse no como irracionalidad, sino como proto-racionalidad: origen y fuente de donde brotan todas las palabras.

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El caso del testigo condenado. Domingo 4º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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ciego_03Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

1. El domingo pasado (3º de Cuaresma), Jesús saciaba la sed de la samaritana. Este domingo (4º) da la vista a un ciego. El próximo (5º) resucitará a Lázaro. Agua, luz y vida son tres grandes símbolos del cuarto evangelio para expresar lo que Jesús nos da.

2. La primera lectura recoge otro de los momentos claves de la historia de la salvación: la elección de David como rey. Carece de relación con el evangelio.

De nuestro corresponsal en Jerusalén

            «A mi hijo lo citaron como testigo, lo estuvieron interrogando más de dos horas y, al final, lo condenaron como culpable. ¿Usted ha oído hablar de algo parecido?» Me lo dice el padre de un ciego de nacimiento, en voz baja, por miedo a las autoridades. Un caso que tiene conmocionada a Jerusalén en estos días de la gran fiesta.

            Todo comenzó el sábado pasado, cuando un muchacho ciego de nacimiento fue curado de su ceguera por un galileo llamado Jesús. Al parecer, entre sus discípulos se planteó la discusión de si era ciego por culpa propia o de sus padres. Jesús dijo que nadie tenía la culpa, se agachó a recoger un poco de polvo, escupió sobre él y untó el barro en los ojos del ciego. Luego le mandó lavarse en la piscina de Siloé. Lo hizo y comenzó a ver.

            Este corresponsal ha intentado ponerse en contacto con el ciego pero le ha resultado imposible. Tampoco hay noticias de Jesús, que parece haber abandonado la ciudad. Según algunos, este galileo se considera superior a Abrahán y Moisés y no se siente obligado a observar el sábado. Las autoridades, preocupadas por el escándalo que está provocando en la población, convocaron al ciego como testigo de cargo contra Jesús. Según su padre, se comportó de manera imprudente y de testigo terminó en acusado y condenado. No se extrañen. Jerusalén no es Alejandría. En Jerusalén todo es posible.

Un relato en seis escenas

            La curación del ciego de nacimiento en una joya literaria, por su dinamismo, diálogo, ironía. Podemos distinguir siete escenas: 1) Jesús, los discípulos y el ciego. 2) El ciego y sus vecinos. 3) El ciego y los fariseos. 4) Los judíos y los padres del ciego. 5) Los judíos y el ciego. 6) Jesús y el ciego. 7) Los fariseos y Jesús

1ª escena: Jesús, los discípulos y el ciego

            La relación entre pecado y castigo estaba muy difundida en el antiguo Israel (y también entre bastantes de nosotros). Jesús mismo ha dicho poco antes al paralítico: «no peques para que no te ocurra algo peor». Sin embargo, en este caso, niega cualquier relación de la enfermedad con un hipotético pecado del ciego o de sus padres. Nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». Una respuesta que puede escandalizar a más de uno. ¿Es preciso que una persona sufra para que Dios manifieste su poder? Dejemos de momento este tema.

            En la respuesta de Jesús a los discípulos hay unas palabras esenciales, claves para entender todo el relato: «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». ¿Cómo ilumina Jesús? ¿En qué consiste esa luz? Lo descubriremos al final.

            La forma de realizar el milagro es desconcertante a primera vista. En el evangelio de Juan, igual que en los Sinópticos, la palabra de Jesús es poderosa. Lo demostrará sobre todo poco más tarde resucitando a Lázaro con la simple orden: «Lázaro, sal fuera». Sin embargo, para curar al ciego adopta un método muy distinto y complicado. Forma barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina del Enviado (Siloé). El barro en los ojos recuerda a la curación del ciego de Betsaida que cuenta Marcos, donde Jesús le aplica saliva en los ojos y luego le aplica las manos (Mc 8,22-25). La idea de lavarse en la piscina recuerda la orden de Eliseo a Naamán de bañarse siete veces en el Jordán.

            ¿Se trata de la reminiscencia de un gesto mágico? La clave está en la cuádruple referencia al barro, unida a la indicación: «era sábado el día que Jesús hizo barro». Una contravención expresa del descanso sabático, igual que ocurrió en la curación del paralítico de la piscina. Una de las acusaciones más fuertes que se hacen a Jesús en el cuarto evangelio.

            En esta primera escena el ciego no dice nada. Se limita a obedecer.

2ª escena: el ciego y los vecinos

            Diálogo cargado de ironía. En el conjunto, es importante advertir que el ciego sabe que el hombre que lo ha curado se llama Jesús, pero no sabe dónde está.

3ª escena: los fariseos y el ciego

            Plantea el problema del sábado. Comienza advirtiendo el evangelista que «era sábado el día que Jesús hizo barro», y algunos fariseos concluyen: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado». Sin embargo, otros se sienten desconcertados, como le ocurrió a Nicodemo: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».

            El ciego habla poco. Repite la curación, pero con menos palabras que cuando la contó a sus vecinos. En cambio, su visión de Jesús ha mejorado notablemente. Ya no lo considera «un hombre» sino «un profeta». Lo mismo que dijo la samaritana, aunque por motivos distintos: ella, porque Jesús conocía toda su vida; el ciego, porque Jesús ha realizado un prodigio sorprendente.

4ª escena: los judíos y los padres del ciego

En el drama del ciego entran en juego nuevos personajes: los judíos, que en el cuarto evangelio no representan a todo el pueblo sino a las autoridades judías. Esta escena, que la liturgia permite suprimir, es esencial para comprender el mensaje del episodio a finales del siglo I. Es entonces, bastante después de la muerte de Jesús, cuando se dieron los mayores enfrentamientos entre judíos y cristianos, que terminaron expulsados de la sinagoga. El relato de Juan refleja muy bien, a través de los padres del ciego, el miedo de muchos judíos piadosos a sufrir ese castigo si reconocían a Jesús como Mesías. Y las tensiones dentro de la familia cuando uno de sus miembros se hacía cristiano.

5ª escena: los judíos y el ciego

El ciego terminó su declaración anterior diciendo que Jesús es «un profeta». Las autoridades judías le exigen ahora que reconozca que «ese hombre es un pecador». Ante esa acusación, el ciego no lo defiende con argumentos teológicos sino de orden práctico: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Luego no teme recurrir a la ironía, cuando pregunta a los fariseos si también ellos quieren hacerse discípulos de Jesús. Y termina haciendo una apasionada defensa de Jesús: «si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder

La tensión entre cristianos y judíos a finales del siglo I queda clara en las palabras de las autoridades: ellos se consideran «discípulos de Moisés», al que Dios habló, no de Jesús, del que «no sabemos de dónde viene». Resuena aquí un tema típico del cuarto evangelio: ¿de dónde viene Jesús? Es una pregunta ambigua, porque no se refiere a un lugar físico (Nazaret, de donde no puede salir nada bueno, según Natanael; Belén, de donde algunos esperan al Mesías) sino a Dios. Jesús es el enviado de Dios, el que ha salido de Dios. Y esto las autoridades no pueden aceptarlo. Por eso, Jesús es para ellos un pecador, aunque realice un signo sorprendente. Dios no puede salirse de los estrictos cánones que ellos le imponen. Por eso, terminan expulsado al ciego de la sinagoga.

6ª escena: Jesús y el ciego

            Hasta ahora, el ciego sólo sabe que la persona que lo ha curado se llama Jesús. Él lo considera un profeta, está convencido de que no es un pecador y de que debe venir de Dios. El ciego ha empezado a ver. Pero la visión completa la recupera en la última escena, cuando se encuentra de nuevo con Jesús, cree en él y se postra a sus pies. Lo importante no es ver personas, árboles, nubes, muros, casas, el sol y la luna… La verdadera visión consiste en descubrir a Jesús, creer en él y adorarlo.

7ª escena: Jesús y los fariseos

            La reacción del ciego da paso a la enseñanza final de Jesús. Al principio dijo que él era la luz del mundo. Ahora aclara en qué consiste su misión: «que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». Volviendo a la situación de finales del siglo I, «los que ve» son los fariseos, las autoridades religiosas de Israel, que no dudan de nada y niegan que Jesús sea el Mesías; «los que no ven» son los judíos y paganos de buena voluntad que pueden descubrir poco a poco la persona de Jesús y creer en él.

            Si tenemos en cuenta el valor simbólico de la figura del ciego, resulta más fácil entender las palabras iniciales de Jesús de que nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». No se trata de ceguera física, sino de la ceguera espiritual de no conocer a Jesús.

La samaritana y el ciego

            Hay un gran parecido entre estas dos historias tan distintas del evangelio de Juan. En ambas, el protagonista va descubriendo cada vez más la persona de Jesús. Y en ambos casos el descubrimiento los lleva a la acción. La samaritana difunde la noticia en su pueblo. El ciego, entre sus conocidos y, sobre todo, ante los fariseos. En este caso, no se trata de una propagación serena y alegre de la fe sino de una defensa apasionada frente a quienes acusan a Jesús de pecador por no observar el sábado.

Relación con la segunda lectura (Efesios 5,8-14)

            La luz que recibimos de Jesús debe manifestarse en nuestra forma de vivir, «como hijos de la luz»: con bondad, justicia, verdad.

Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

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Cuarto Domingo de Cuaresma. 19 Marzo, 2023

Domingo, 19 de marzo de 2023
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“- Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y me lavase.

Entonces fui, me lavé y empecé a ver”.

(Jn 9, 1-41)

Para esta etapa del viaje que nos propone la Cuaresma tenemos un guía especial: el ciego de nacimiento.

El evangelio de este domingo es largo y muy rico en matices pero si nos fijamos en el ciego hay algo que llama poderosamente la atención: la fuerza de la experiencia personal.

No parece que este ciego estuviera interesado en la persona de Jesús, no es como aquel otro ciego (Mc 10, 46-52) que gritaba cuando supo que Jesús estaba cerca. Este ciego de nacimiento fue visto por Jesús.

La iniciativa fue toda de Jesús que sin preguntarle le puso barro en los ojos y lo mandó a lavarse. Él se dejó hacer y también hizo lo que le mandó Jesús. Y en ese intercambio de dejarse hacer y de hacer tuvo una profunda experiencia de la persona de Jesús. Tan honda y transformadora que le quitó todo el miedo (llega incluso a retar a los fariseos y parece que le trae sin cuidado que lo expulsen de la sinagoga).

Ciertamente no sabe quién es Jesús, no sabe nada de él pero su experiencia es irrefutable por eso cuando vuelve a encontrarse con Jesús cae de rodillas confesando: “-Creo, Señor.

Cuando Dios irrumpe en nuestras vidas, cuando hacemos experiencia de su gracia transformadora, hay muchas preguntas que seguimos sin saber responder. Pero hay una certeza tan intensa y personal que no logran empequeñecerla las dudas y menos aún las amenazas externas.

No, no sabemos explicarlo, no podemos dar detalles. Solo tenemos la evidencia de una luz que nos hace ver con claridad. Unos ojos recién estrenados que llenan nuestra vida de formas y colores.

Vayamos, de la mano de este guía que había sido ciego, a recobrar la mirada que descubre a Jesús como Señor.

Oración

Danos, Trinidad Santa, la valentía y la humildad necesarias para descubrir nuestras cegueras y para dejarnos curar por ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El ciego pasó de la absoluta obscuridad y miseria a ser hombre cabal.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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pictures-of-jesus-blind-man-thanks-1138184-galleryDOMINGO 4º DE CUARESMA 

Jn 9,1-41

El relato es simbólico, como la Samaritana del domingo pasado y la resurrección de Lázaro del próximo. Se propone un proceso catecumenal que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser plenamente hombre. Jesús acaba de decir: “Yo soy la luz del mundo”. Lo repite y lo va a demostrar dando la vista al ciego. Jesús no le consulta, pero no suprime su libertad, le da la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse. Los demás personajes siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres.

Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: le untó su barro en los ojos. El barro, modelado por el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos. Jn usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos: aquí untar-ungir, en relación con el apelativo de Jesús “Mesías”. Más adelante dirá sencillamente aplicar.

Aquí está la clave del relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda de la gente sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. El hombre ciego ya era libre pero no lo había descubierto todavía. De ahí que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces, en Jn, utiliza Jesús para identificarse: “Soy yo”. Esta fórmula refleja la identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que se ha operado en él y quiere que los demás la vean.

El ciego, que era solo carne, se dejó transformar por el Espíritu. Debemos tomar conciencia de que el relato no da ninguna importancia a la curación física. Lo despacha con media línea. Lo que importa es que este hombre estaba limitado y carecía de toda libertad antes de encontrarse con Jesús. Su vida era anodina y dependiente de los demás. Ahora está llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no solo en su interior sino ante los fariseos que le acosan.

La piscina de Siloé estaba fuera de los muros de la ciudad. Recogía el agua de la fuente de Guijón que llegaba a ella conducida por un canal-túnel (de ahí el nombre arameo de “siloah”=emisión-envío, agua emitida-enviada). Jn aplica el nombre a Jesús, el enviado. La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que era utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato a partir de los ritos de iniciación de la primera comunidad.

No se había mencionado que era mendigo, incapacitado y dependiendo de los demás. El punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la independencia. Le hace hombre cabal. Tampoco se había mencionado que era sábado. Jesús no tiene en cuente esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús completa la creación.

Los fariseos no se alegran del bien del hombre. Solo les interesa la Ley y creen que a Dios tampoco le importa el hombre. Acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres son gente sometida. La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? Responden a las dos primeras, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Podían ser expulsados de la institución.

Los fariseos intentan confundir al ciego. Quieren, por todos los medios, conseguir la lealtad del ciego aún en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en beneficio del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios.

El ciego no tiene miedo. Expresa lo que piensa ante los jefes. A las teorías opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se hace la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del sábado? Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre y sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no está de parte de un pecador.

Los fariseos están tan seguros de sí, que dudan de la misma realidad. El ciego no sabe nada, pero le es imposible negar lo que ha vivido. Por no negar su experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla, que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el ciego que ha recibido la luz, tiene que salir de la institución judía.

“Fue a buscarlo“. El (euron) griego no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una búsqueda. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter, porque ya se había mantenido firme ante los fariseos. Con su pregunta acaba la obra de iluminación. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era Jesús. Jesús le hace tomar conciencia de ello.

El relato termina con la plena aceptación de Jesús por parte del ciego. “Se postró” (prosekinesen) es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios. El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, pero éste es el único pasaje de Jn en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia de Dios. El ciego encuentra en Jesús el santuario, donde se puede rendir culto a Dios ‘en espíritu y verdad’, (Samaritana).

Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean y los que creen ver se queden ciegos. Era inconcebible que alguien pudiera tener por ciegos a los dirigentes de la época. No son palabras de Jesús sino de los cristianos de finales del s. I. Clara alusión a los fariseos que se habían erigido en guías del pueblo. ¿También nosotros estamos ciegos? Eran los conocedores de la Ley, que tenían por ciegos a los demás. Los que más cerca están de Dios, son los que menos le conocen.

Meditación

Creer en Jesús es creer en el Hombre.
Él es el modelo de hombre, el hombre acabado según el designio de Dios
Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre.
En su humanidad, se ha hecho presente lo divino.
Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu.
Para ello hay que nacer de nuevo.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La luz y las tinieblas.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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el-gran-mirlagro

Jn 9, 1-41

«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis vuestro pecado persiste»

Necesitamos luz para vivir, pero la luz que desprende el evangelio ha dejado de tener para nosotros el brillo que siempre tuvo para los cristianos. Y esto supone un riesgo, y es caminar en la penumbra pensando que estamos caminando a plena luz del día. Juan nos dice en su prólogo solemne que «la Palabra es la luz verdadera que alumbra a todo hombre», pero nosotros no terminamos de creerlo, y preferimos dejarnos alumbrar, también, por otras luces que quizá nos dan más confianza que la de aquel carpintero de la antigua Nazaret a quien decimos seguir.

Y no es de extrañar que esto ocurra, porque lo de Jesús tiene muy poco que ver con la lógica y mucho con la fe. Para seguirle de verdad es necesario creer seriamente en él, pero hoy no está de moda creer; no está de moda fiarse de alguien hasta el punto de que esa fe nos condicione la vida. Pudo estar bien en otro tiempo, cuando la gente no tenía ni nuestra cultura ni nuestro conocimiento, pero a estas alturas de la historia tenemos criterio suficiente para cuestionar, y en su caso rechazar, lo que no vaya con nuestra idiosincrasia o nuestra forma de concebir la vida.

Nos hemos habituado a confiar más en nuestra razón que en nuestra fe, y si lo que dice la Palabra nos parece razonable, lo aceptamos; y si no, no. Si no afecta mucho a los criterios que hoy reinan en el mundo, lo aceptamos; y si no, no… Presumimos de interpretar los textos evangélicos a la luz de la exégesis, pero en muchas ocasiones los interpretamos a la luz de nuestra cultura consumista y “bienestarista” del siglo veintiuno. Esto significa que nos hemos adueñado de la Palabra para que diga lo que nos gustaría que dijese; que hemos puesto a Dios a nuestro servicio para reafirmarnos en nuestra luz… que quizá no sea luz, sino tinieblas.

Pero hay más. Decía Ruiz de Galarreta que es cristiano «quien escucha la palabra y responde a ella», es decir, que no basta con escuchar; que es necesario responder. Y aquí tenemos otra piedra de toque que nos hace dudar de si la luz que ilumina nuestra vida es la luz de Jesús, porque da la impresión de que estamos olvidando el verbo “hacer” —protagonista destacado de todo el evangelio— y lo estamos sustituyendo por el verbo “teorizar”: «Anda, y haz tú lo mismo», le dijo Jesús a aquel fariseo perdido en intelectualismos estériles que pretendía tentarle.

No se trata de pensar bien, o de conocer la exégesis más moderna e independiente, o de elucubrar sobre modelos metafísicos cultísimos, o de descalificar la fe de quienes no piensan como nosotros, o de criticar los errores y pecados de quienes mandan en la Iglesia. No. De lo que se trata, a la luz de la Palabra, es de dar fruto.

Y si no damos fruto; si nuestra vida de cristianos no se diferencia en nada de quienes no han aceptado el compromiso de trabajar (del verbo trabajar) por el Reino… ¿podemos pensar que no caminamos en tinieblas?… ¿Quién nos dice que no nos estamos perdiendo la buena Noticia sin enterarnos de que nos la estamos perdiendo?

¿A qué luz me arrimo para caminar por la vida? ¿De quién me fío? ¿Quién me da más confianza?: ¿Jesús… mi razón… mi psique…?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Ceguera? ¿cataratas? ¿miopía? ¿cómo miramos?

Domingo, 19 de marzo de 2023
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Juan 9, 1-41

¿Tengo ceguera, cataratas, miopía o visión selectiva, cuando miro a mi alrededor? ¿A qué me invita hoy la Palabra?

Soy María, discípula de Jesús de Nazaret. Es de noche, ya he apagado la luz del candil y espero que llegue discretamente mi vecino Mateo. Si los fariseos nos sorprenden en mi casa, pueden apedrearnos, pero merece la pena el riesgo.

Mateo sabe que desde hace tiempo acompaño al Maestro, junto con un pequeño grupo de hombres y mujeres. Me ha pedido que hablemos, porque está desconcertado. Nació ciego, pero ayer su encuentro con Jesús de Nazaret le cambió la vida. Parece que llaman a la puerta.

– Gracias María, necesito que me ayudes. Desde ayer han ocurrido tantas cosas…

– Me alegra mucho que hayas venido Mateo. Dicen que te has vuelto loco, que todo es mentira, y que os van a impedir a toda la familia que entréis en la sinagoga. Pero yo creo que te ha pasado lo mismo que le pasó a Zaqueo, que al encontrarte con Jesús ha entrado la salvación en tu vida. ¿Cómo fue el encuentro?

– Me conoces desde niño, cuando pedía limosna a la salida del pueblo, en el cruce de caminos. Ayer estaba en ese mismo sitio, cuando oí un gran revuelo. Se notaba que había mucha gente. En el grupo venía Jesús de Nazaret. Me dolía no poder verle, pero no me atreví a decirle nada. Cuando pasaron a mi lado alguien le preguntó por qué yo había nacido ciego.
Sentí como si una espada me atravesara el corazón. Esa pregunta se la habían hecho mis padres muchas veces, y en cuento crecí, me lo preguntaba yo también, casi a diario. No podía jugar con los muchachos en la aldea, ni podía ir a trabajar con la cuadrilla de segadores, he vivido de la limosna. Algunos días volvía avergonzado a casa, porque solo podía entregar un mendrugo de pan a mis padres.

– Jesús le dijo a la gente algo que no entendí muy bien. Y añadió: “Yo soy la luz del mundo”. Luego noté que me untaba los ojos con algo húmedo, como si fuera lodo. No podía abrirlos. No entendía nada de lo que estaba pasando. Me dijo:

– Vete a lavarte a la piscina de Siloé.

– Pero Jesús – le dije- dicen que esa piscina está al final de un túnel. No puedo ir yo solo. Además, allí va la gente a purificarse antes de entrar en el Templo a orar, y no es hora de oración. ¿Para qué me mandas a Siloé? Jesús no respondió. Alguien me tomó del brazo, atravesamos el túnel y llegamos a la piscina.

– ¿Y nada más entrar en el agua recuperaste la vista?

– Poco a poco, despacio. Primero noté un resplandor que desconocía, luego formas borrosas, y cuando vi el agua, el cielo y a la gente que nos rodeaba, rompí a llorar. Pero lo más importante no ha sido recuperar la vista, sino que Jesús me ha abierto otros ojos, me ha curado otra ceguera.

– No te entiendo.

– ¿Te acuerdas que hace tiempo el Maestro le dijo a Nicodemo que podía nacer de nuevo, y ni tú ni yo lo no entendimos? Pues creo que ahora sí lo entiendo. Yo tenía dos cegueras: la de la vista y la del corazón. Y Jesús me ha curado las dos. Vivía lamentándome, me sentía desgraciado porque me comparaba con los demás y echaba de menos lo que me faltaba. Pensaba cómo podíamos librarnos de los romanos con violencia. Y escurría el bulto ante las necesidades ajenas. Iba al Templo para intentar contentar al Altísimo, y recibir a cambio sus bendiciones, pero mi corazón estaba en otro sitio. Mis días se parecían a esas conchas que mueve el mar en la orilla, de un lado hacia otro, pero están vacías por dentro.

– ¡Cómo te entiendo Mateo! Algo semejante me ocurría a mí. Y ahora ¿en qué vas a trabajar? ¿Irás a segar al campo?

– No. Le he pedido a Jesús que me admita en su grupo y ha accedido, con mucha alegría. Quiero ir con vosotros, de aldea en aldea, dando testimonio, contando lo que el Señor ha hecho conmigo. El pueblo está sorprendido y se hace muchas preguntas. Le diré que el Señor es nuestro pastor y nada nos falta y que soy testigo de que su misericordia nos acompaña todos los días de nuestra vida. Animaré a la gente a que, por la noche, en lugar de decir una larga lista de oraciones con rutina, pidan desde lo más hondo: ¡Señor, que vea! Y que con esa mirada contemplen lo que hay a su alrededor y se pongan en camino.

Y en el silencio de la noche, María y Mateo dan gracias al gracias al buen Dios porque han salido de las tinieblas y quieren vivir como hij@s de la luz.

María, discípula amada.

Marifé Ramos González

Fuente Fe Adulta

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Queremos ver.

Domingo, 19 de marzo de 2023
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B4F8B704-29E7-441A-B6E5-D2C3841A6304Domingo IV de Cuaresma 

19 marzo 2023

Jn 9, 1-41

Parece seguro que el autor del evangelio construyó este relato, en forma de catequesis, con el objeto de presentar a Jesús como “luz del mundo”, tal como lo había confesado en un párrafo anterior (Jn 8,12).

Esa intencionalidad del evangelista no niega, sin embargo, que -como ocurre con los textos sapienciales, susceptibles de diferentes lecturas no contradictorias entre sí- podamos captar otro simbolismo, referido a la búsqueda humana de luz, es decir, de sabiduría.

Con esta clave, el episodio del ciego de nacimiento sería una metáfora de nuestro propio proceso: nacemos “ciegos” y, aunque en algún momento nos parezca intuir la luz, son fuertes y numerosas las resistencias -simbolizadas en la figura de los “fariseos”- para aceptarla. Eso explica que, una y otra vez, nos veamos conducidos a rechazar la novedad y prefiramos volver a los caminos trillados en los que habitualmente nos hemos movido.

Nuestro anhelo de verdad es innegable: sepámoslo o no, queremos ver, tenemos hambre de comprender. No obstante, factores externos e internos pueden activarse para adormecerlo y mantenernos en una superficialidad que se conforma con lograr un cierto bienestar sensible. El anhelo queda así sofocado y -como los fariseos del relato- nos convertimos en ciegos que creen ver, pero que solo están encerrados en su dogma.

Al lector del texto que estoy comentando no se le escapa la obstinación de los fariseos en su ceguera, mientras se empeñan en pregonar que son ellos quienes están en la verdad. En un error semejante caemos cuando presumimos de estar en la verdad, justificando nuestros propios pensamientos, sin haber sido siquiera capaces de tomar distancia de la mente y situarnos en “otro lugar”.

La mente es una herramienta tan extraordinaria como imprescindible. Pero no será ella la que nos permita “ver”. La comprensión de la que hablamos no es, de entrada, mental o conceptual, sino experiencial o vivencial. Y esa siempre ocurre cuando, silenciando la mente, la trascendemos, situándonos en el lugar de la Consciencia-Testigo (Eso que es consciente).

Se trata de un camino accesible para todos nosotros. No se requiere estar esperando una experiencia “mística”. Todos sin excepción podemos entrenarnos en acallar la mente, observar sus movimientos, vivirnos a distancia de ella…, hasta llegar a la destreza de la persona sabia que -aun utilizándola cuando la necesita- vive cada vez más en el no-pensamiento, en la atención descansada y luminosa que nos mantiene en la consciencia de unidad.

Valorando la mente, ¿me ejercito en tomar distancia de ella?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Yo soy la Luz del mundo. / El capitalismo nos ha hecho más lucidos, pero no más lúcidos

Domingo, 19 de marzo de 2023
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Jesus-Healed-the-Man-Born-BlindDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Situaciones de ceguera.

En cierto sentido la ceguera de este hombre del evangelio de hoy, es nuestra propia oscuridad, son nuestras tinieblas, nuestras noches oscuras del alma, quizás también los silencios de Dios.

El ciego de nacimiento -como otros personajes en el evangelio de Juan-[1] son exponentes de la situación del pueblo, es decir, representan nuestras propias situaciones personales.

El “no ver físico” es imagen de la ceguera personal-espiritual.

Aquel hombre nació en un contexto, en un pueblo y situación religiosa de oscuridad y tinieblas. Ni tan siquiera conoció la luz. Ciego de nacimiento

¿No será también nuestro caso?

02.- ¿El siglo de las luces?

    Nosotros, -el mundo occidental- hemos nacido en un contexto de noche espesa. Curiosamente en la Europa que proviene del “Siglo de las luces”, (siglo XVIII: la Ilustración) no andamos muy sobrados de luz ni de luces.

Los criterios y esquemas de vida en los que vivimos (planes de educación, parlamentos, posiciones eclesiásticas, medios de comunicación, etc.), no iluminan mucho la vida, sobre todo en lo que hace referencia a las grandes cuestiones de la vida.

A veces también “Dios se oculta”, se nos hace ausente, el silencio de Dios nos embarga y no vemos. ¿Dónde está Dios en ciertas situaciones de catástrofes naturales, guerras, injusticias, enfermedades, muertes, etc.?

En el mundo occidental los intereses del capitalismo (tecnología, consumismo, dinero, etc.) nos han hecho más lucidos, pero no más lúcidos.

03.- Yo soy la luz del mundo.

Ante la situación de tinieblas, Jesús se presenta como la luz: Yo soy la luz del mundo.

    Jesús ilumina y confiere luz y vida a los grandes enigmas y problemas de la existencia humana: las cuestiones éticas, la culpa, la angustia, el sentido de la vida, la nada, el vacío, la muerte.

04.- Jesús escupió en tierra, hizo barro con la saliva, le untó los ojos al ciego. (¡era sábado!, v 13)

Es evidente que el barro material en modo alguno mejora la vista, más bien la empeorará. (No se puede leer este y otros muchos relatos al pie de la letra).

Una de las claves para leer el evangelio de San Juan es que está escrito teniendo como plantilla o telón de fondo, el AT.

El Génesis comienza diciendo que “en el principio existía el caos”, San Juan comienza su evangelio diciendo: “En el principio existía la Palabra y la Palabra era Luz y Vida”. La Palabra era, es, el sentido de la vida.

  • Ante el ciego Jesús repite los símbolos de la creación: toma barro y le infunde algo muy íntimo suyo, su energía, su espíritu (élan vital, aliento vital), simbolizado en la saliva. Así surge de sus manos un nuevo ser humano. Estamos ante una nueva creación, es una vida nueva. Cristo crea una nueva humanidad. El profeta Isaías (64,7) oraba diciendo: “Señor, tú eres nuestro padre, nosotros somos barro y tú el alfarero: somos obra de tu mano”.
  • En el texto de hoy se repite muchas veces la expresión: nacer: (vv 1.2.19.20.32.34). La luz de Cristo genera una nueva humanidad, su luz nos hace renacer, ilumina nuestra vida, nuestros pasos.
  • Un detalle que no pasa desapercibido es que Jesús, una vez más, cura en sábado, lo cual estaba prohibido por la ley, (¿pecado mortal?). Jesús era un pecador, un impostor para la religión judía. Suena fuerte, pero la mirada de Jesús se dirige a la debilidad y necesidad del ser humano.

Hagamos luz en la vida también en sábado, incluso cuando discrepemos o nos encontremos con personas que discrepan de la ley, o viven en tensión con la jerarquía. Muchas veces la vida está fuera de las religiones oficiales.

05.- Soy yo

Los fariseos (los del Obispado) siempre dando la barrila: ¿Es el ciego que se sentaba pedir o no? No es, pero se parece… Tú, ciego, y Jesús, qué lecciones nos vais a dar si sois vulgares pecadores, no es posible que te haya curado en sábado, etc…

  • El evangelista con una cierta ironía dice que “los del Templo” discutían si el que ahora veía era el mismo quien poco antes no veía. Pues sí, era “el mismo” si bien, gracias a Jesús no era “lo mismo”, ahora ve la vida de otra manera. Pero eso no se lo debe a la ley, sino a la cercanía de JesuCristo.
  • Yo no sé si es sábado o lunes, no sé si el que me ha orientado en la vida es pecador o no. Lo que sé es que antes no veía y ahora veo.

El ciego termina diciendo: soy yo. Cuando Cristo se acerca a nuestra vida, somos personas como Cristo.

  • Soy yo. Todo el que se acerca al “Yo soy”, a Cristo, termina siendo: “soy yo”, es decir, participa del mismo ser, de la misma vida de Cristo. El que se acerca a Cristo, termina siendo como Él, Yo soy.
  • Aquel hombre queda transformado porque ve la vida desde Cristo
  • Vivir desde Cristo supone ver y supone dignidad en la vida

En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz… caminad como hijos de la luz. Despiértate tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. (Efesios 5, 8.14).

[1] Nicodemo, la samaritana, la adúltera, Lázaro, el Discípulo Amado, etc.

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Veré por ti, confía

Domingo, 22 de marzo de 2020
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“Me desconozco”, dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
me desconozco“, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

*

Miguel de Unamuno

***

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:

“Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”

Jesús contestó:

“Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).”

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

“¿No es ése el que se sentaba a pedir?”

Unos decían: “El mismo.”

Otros decían:

“No es él, pero se le parece.”

Él respondía:

-“Soy yo.”

Y le preguntaban:

“¿Y cómo se te han abierto los ojos?”

Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.”

Le preguntaron:

“¿Dónde está él?”

Contestó:

-“No sé.”

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:

“Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.”

Algunos de los fariseos comentaban:

-“Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.”

Otros replicaban:

“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”

Él contestó:

“Que es un profeta.”

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

“¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”

Sus padres contestaron:

“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.”

Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron:

“Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

“Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”

Contestó él:

“Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.”

Le preguntan de nuevo:

-“¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

-“Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-“Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.”

Replicó él:

“Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Le replicaron:

“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”

Él contestó:

“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús les dijo:

-“Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.”

Él dijo:

“Creo, señor.”

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-“Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-“¿También nosotros estamos ciegos?”

Jesús les contestó:

“Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

*

Juan 9,1-41

***

 

Ciegos y sordos, debemos comenzar por escuchar lo que se nos dice, por una escucha paciente; llegar a creer, a ver la luz del día, a esperar. Esperar todo de ti significa vivir de gracia. Estoy convencido de que la Biblia es un libro de esperanza. En cuestión de esperanza, cada mañana tú eres nuestra esperanza. Aquí estamos juntos, nosotros, que esperamos conocerte un día, verte cara a cara. Y seremos iluminados con tu mirada: con-vivientes.

Tú eres nuestra esperanza: en nuestro corazón se abre un camino, una calzada de felicidad. En este tema, en cuanto puedo entenderlo, descubro una cosa: lo que entrevemos de ti entre todos, elegido, mirado, amado, soy yo. Sí, quiero […]. Sí, esperar es como reconocer ante ti lo sorprendente que soy. Cuando decía: “Que las tinieblas me encubran” la noche se hizo luz en torno a mí (cf. Sal 138). La humanidad está llamada a convertirse en rostro: “Verán tu rostro… no habrá más noche… porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán” (Ap 22). Cada uno oirá decir: “Álzate, revístete de luz, porque llega tu luz, y la gloria del Señor brilla sobre ti” (Is 60). Sí, nos espera un futuro de luz, y ya nos es concedido vivirlo: ya somos hijos de la luz (cf. Col 1,23). Yo… ¿Y los otros? La esperanza es la puerta que se abre a la novedad y me da un mandamiento nuevo, el mandamiento de la novedad de la que quieres hacernos cómplices, enamorados. Esperar es corrosivo […]. Sí, este siervo humilde despreciado, desfigurado, verá la luz y será colmado.

*

Frére Ch. Lebreton,
en Piü forti dell’odio. Gli scritti dei monaci trappisti uccisi in Algeria.
Cásale Monf. 1997, 1 37-143, passim.

***

***

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“Ojos nuevos”. 22 de marzo de 2020. 4 Cuaresma (A). Juan 9,1- 41.

Domingo, 22 de marzo de 2020
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timthumb-php_-682x1024El relato del ciego de Siloé está estructurado desde la clave de un fuerte contraste. Los fariseos creen saberlo todo. No dudan de nada. Imponen su verdad. Llegan incluso a expulsar de la sinagoga al pobre ciego: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios». «Sabemos que ese hombre que te ha curado no guarda el sábado». «Sabemos que es pecador».

Por el contrario, el mendigo curado por Jesús no sabe nada. Solo cuenta su experiencia a quien le quiera escuchar: «Solo sé que yo era ciego y ahora veo». «Ese hombre me trabajó los ojos y empecé a ver». El relato concluye con esta advertencia final de Jesús: «Yo he venido para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».

A Jesús le da miedo una religión defendida por escribas seguros y arrogantes, que manejan autoritariamente la Palabra de Dios para imponerla, utilizarla como arma o incluso excomulgar a quienes sienten de manera diferente. Teme a los doctores de la ley, más preocupados por «guardar el sábado» que por «curar» a mendigos enfermos. Le parece una tragedia una religión con «guías ciegos» y lo dice abiertamente: «Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán al hoyo».

Teólogos, predicadores, catequistas y educadores, que pretendemos «guiar» a otros sin tal vez habernos dejado iluminar nosotros mismos por Jesús, ¿no hemos de escuchar su interpelación? ¿Vamos a seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas sin vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús que nos abra los ojos y el corazón?

Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.

José Antonio Pagola

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“Fue, se lavó, y volvió con vista”. Domingo 22 de marzo de 2020. Domingo 4º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 22 de marzo de 2020
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17-CuaresmaA4Leído en Koinonia:

1Sm 16,1b.6-7.10-13ª: David es ungido rey de Israel
Salmo responsorial 22: El señor es mi pastor, nada me falta
Ef 5,8-14: Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
Jn 9,1-41: Fue, se lavó, y volvió con vista

El pueblo de Dios se planteó desde antiguo un gran problema: ¿cómo saber quién es el enviado de Dios? Muchos aparecían haciendo alarde de sus habilidades físicas, de su astucia, de su sabiduría, incluso, de su profunda religiosidad, pero era muy difícil saber quien procedía de acuerdo con la voluntad del Señor y quien quería ser líder únicamente para obtener el poder.

En la época de Samuel la situación era realmente complicada. El profeta, movido por el Espíritu de Dios, buscó un líder que sacara al pueblo del difícil atolladero de la crisis interna de las instituciones tribales y de la amenaza de los filisteos. Surgió Saúl, un muchacho distinguido, de buena familia y de extraordinaria complexión física. Los hebreos más pudientes lo apoyaron de inmediato, esperando que el nuevo rey lograra controlar el avance de los filisteos. Sin embargo, el nuevo rey en poco tiempo se convirtió en un tirano insoportable que agravó el conflicto interno y que, por sus constantes cambios de comportamiento, comprometió seriamente la seguridad de las tierras cultivables. Samuel, entonces, pensó que la solución era ungir un nuevo rey, una persona que se pudiera hacer cargo de la situación. La unción profética se convirtió, en aquel momento, en el medio por el cual se legitimaba la acción de un nuevo líder ‘salvador’ del pueblo. Siglos más tarde, los profetas se dieron cuenta de que no bastaba cambiar el rey para cambiar la situación, sino que era necesario buscar un sistema social que respetara los ideales tribales, lo que luego se llamo ‘el derecho divino’. Sin embargo, subsistió la idea de que el ‘líder salvador’ tenía que ser designado por un profeta reconocido. De este modo, la unción de los caudillos de Israel pasó a ser un símbolo de esperanza en un futuro mejor, más acorde con los planes de Dios.

En la época del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios que habitaba en Palestina enfrentó un gran reto: ¿cómo hacer reconocer a Jesús como ungido del Señor? Aunque Jesús había conocido a Juan Bautista y, luego, había retomado su predicación, se cernía aún sobre él la duda, debido a su origen humilde, a la manera tan diferente de interpretar la ley y a su poca vinculación con el templo y sus rituales. Muchos se oponían a reconocer que él era un profeta ungido por el Señor, movidos simplemente por prejuicios culturales y sociales. La comunidad cristiana tuvo que abrirse paso en medio de estos obstáculos y proclamar la legitimidad de la misión de Jesús. Solamente quien conociera la obra del Nazareno, su entrañable amor a la vida, su dedicación a los pobres, su predicación del reinado de Dios, podía reconocer que él era el “ungido”, el “Mesías” (como se dice en hebreo), o el “Cristo” (como se dice en griego).

Las ‘señales y prodigios’ que Jesús actuó en medio de la gente pobre causaron gran impacto y, por esto, fueron motivo de controversia. Los opositores del cristianismo veían en las sanaciones que Jesús obraba, simplemente la labor de un curandero. Sus discípulos, por el contrario, comprendían todo su valor liberador y salvífico. Pues, no se trataba sólo de poner remedio a las limitaciones humanas, sino de devolverle toda la dignidad al ser humano. La persona que recuperaba la visión podía descubrir que su problema no era un castigo de Dios por los pecados de sus antepasados, ni una terrible prueba del destino. Era una persona que pasana de la desesperación a la fe y descubría en Jesús al profeta, al ungido del Señor. Su problema, una limitación física, se le había convertido en una terrible marca social y religiosa. Pero, el problema no era su limitación visual, sino la terrible carga de desprecio que la cultura le había impuesto. Jesús lo libera del insufrible peso de la marginación social y lo conduce hacia una comunidad donde lo aceptan por lo que él es, sin importar las etiquetas que los prejuicios sociales le habían impuesto.

En el evangelio se nos relata una especie de drama entre los vecinos del lugar donde el ciego solía pedir limosna, los fariseos que eran un grupo de judíos piadosos y cumplidores de la ley y los “judíos” en general, una expresión genérica con la que el evangelista designa a las altas autoridades religiosas del pueblo judío de la época de Jesús. Hasta los padres del ciego son involucrados en el drama.

Se trata de un verdadero «drama teológico», simbólico, de una gran belleza literaria. De ninguna manera se trata de una narración cuasiperiodística de unos hechos históricos, o de un relato que nos describa ingenuamente cómo sucedieron las cosas. No olvidemos que es Juan quien escribe, y que su evangelio se mueve siempre en un alto nivel de sofisticación, de recurso al símbolo y a la insinuación indirecta. Si tenemos que dirigir la palabra en la homilía, conviene no «contar» las cosas como quien cuenta hechos históricos tal cual, como si estuviera entreteniendo a unos niños. Los oyentes son adultos y agradecen que se les trate como a tales, sin abusar de que se tiene la palabra en un ámbito litúrgico donde por respeto nadie va a levantar la mano ni menos a contradecir, y que por eso se puede decir cualquier cosa, que «todo cuela» en ese ambiente.

En el «drama teológico» que hoy leemos, de Juan, el ciego se convierte en el centro. Todos se preguntan cómo es posible que un ciego de nacimiento sea ahora capaz de ver. Sospechan que algo grande ha sucedido, preguntan por el que ha hecho ver al ciego, pero no llegan a creer que Jesús sea la causa de la luz de los ojos del ciego. Un simple hombre como Jesús no les parece capaz de obrar tales maravillas. Menos aún habiéndolas obrado en sábado, día sagrado de descanso que los fariseos se empeñaban en guardar de manera escrupulosa. Y menos aún siendo el ciego un pobretón que pedía limosna al pie de una de las puertas de la ciudad. Todos interrogan al pobre ciego que ahora ve: los vecinos, los fariseos, los jefes del templo. Jesús se hace encontradizo con él, solidariamente, al enterarse de que lo han expulsado de la sinagoga. Y en este nuevo encuentro con Jesús el ciego llega a «ver plenamente», a «ver» no sólo la luz, sino la «gloria» de Dios, reconociendo en él al enviado definitivo de Dios, el Hijo del hombre escatológico, el Señor digno de ser adorado… Es el mensaje que Juan nos quiere transmitir narrando un drama teológico -como es su estilo- más que afirmando proposiciones abstractas -como hubiera hecho si hubiera sido de formación filosófica griega-.

Al final del texto las palabras que Juan pone en labios de Jesús hacen explotar el mensaje teológico del drama: Jesús es un juicio, es el juicio del mundo, que viene a poner al mundo patas arriba: los que veían no ven, y los que no veían consiguen ver. ¿Y qué es lo que hay que ver? A Jesús. Él es la luz que ilumina.

No haría falta echarle metafísica y ontología griega a este drama… Es un lenguaje de «confesión de fe». La comunidad de Juan está «entusiasmada», llena de gozo y de amor, poseída realmente por el descubrimiento que ha hecho en Jesús. Sienten que Él les cambia el mundo, que ven las cosas al revés que antes, y que es en Él en quien Dios se les ha hecho patente. Y así lo confiesan. No hace falta más. La ontología de los siglos subsiguientes es cultural, occidental, griega. Para el caso, sobra.

¿Qué significa hoy para nosotros? Lo mismo, sólo que a 20 siglos de distancia. Con más perspectiva, con más sentido crítico, con más conciencia de la relatividad (no digamos “relativismo”) de nuestras afirmaciones, sin fanatismos ni exclusivismos, sabiendo que la misma manifestación de Dios se ha dado en tantos otros lugares, en tantas otras religiones, a través de tantos otros mediadores. Pero con la misma alegría, el mismo amor y el mismo convencimiento. Leer más…

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22.3.20. Dom 4. Cuaresma Ciclo A: Contra los que imponen a otros su ceguera (Jn 9, 1-41)

Domingo, 22 de marzo de 2020
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69136AB8-E09F-436D-9AC4-67F7B13EF2F2Del blog de Xabier Pikaza:

En un mundo de ciegos (con E. Sábato)

  Hoy es el domingo del ciego de nacimiento, pero más que su curación externa, el evangelio describe la polémica de Jesús contra aquellos que le critican y persiguen porque cura a los ciegos no para someterles mejor a su Ley, sino para que sean libres y libremente vean y viva. El tema  no es, por tanto, la curación externa en sí misma, sino el enfrentamiento entre un tipo de malos fariseos, que quieren mantener a los hombres ciegos (oprimidos), bajo una ley que ellos han impuesto a su servicio, y unos hombres como Jesús, que quieren curar  los ciegos, para que vivan y vean en libertad, sin ser oprimidos por otros.

Ésta no es una doctrina nueva, que se me haya ocurrido ahora (año 2020), sino el tema central de un largo curso dirigido en el Bíblico de Roma, el año 1976/7, por I. de la Potterie, un exegeta, por otra parte, muy tradicional, que podía titularse así: Unos fariseos conspiran contra Jesús porque cura a los ciegos.

            Según el evangelio de Juan, hay una religión falsamente farisea  que ciega a los hombres, para mantenerles sometidos. Desde ese fondo pueden leerse algunos rasgos  de la pandemia del coronavirus, que nos sitúa, por un lado, ante una gran ceguera (no sabemos en realidad lo qué pasa) y por otro ante rumores de una gran conspiración, que podría hallarse dirigida por chinos, norteamericanos u otros grupos de presión para  tenernos así a todos ciegos (bajo su dominio).

B8D35247-147D-4489-BC6D-D40BAB412E38         Quiero decir de antemano que no creo en ese tipo de conspiración, aunque formo parte de una generación a la que nos han maleducado y engañado (dominado) con conspiraciones de diverso tipo, dirigidas por sabios de Sion o contubernios judeo‒masónicas. Se habla por ahí de conspiraciones comunistas o capitalistas, musulmanas o norteamericanas, vaticanas  o protestantes, masónicas, diabólicas, sectarias etc.  No creo en conspiraciones, pero es evidente que existe un miedo a la luz con gentes y grupos que quieren impedir que los ciegos vean, como expone con toda claridad el evangelio de Jn 9.

No creo en una conspiración del coronavirus,  el  tema se explica de otra forma,  por fragilidad biológica, como efecto de un tipo de globalización, por  el cambio climático que libera gentes dormidos de siglos, o simplemente por azares impredecibles. En esa línea, en el comienzo de Jn 9, el mismo Jesús dice a sus discípulos que el problema no está en saber el saber el origen de la ceguera, sino en curar a los cielos. Pero, dicho eso, el texto  describe con todo lujo de detalles la conspiración de un tipo de “fariseos” (seguros de su ley) que se oponen a la curación de Jesús, porque prefieren que los ciegos sigan ciegos. 

 Este es un evangelio importante, pero solemos leerlo pasando de puntillas ante su argumento, pensando que se dirige en contra de otros fariseos, cuando de hecho se dirige, hoy más que nunca, a nuestra iglesia, a nuestro mundo,  que sigue conspirando en contra de los “dadores de luz”, como fue Jesús. Así lo mostraré en esta postal,  que consta de tres partes. (1) El texto: Jn 9. (2) Una explicación general de tipo exegético. (3) Situar en ese fondo la teoría visionaria de la conspiración de los ciegos que ofrece E. Sábato en Informe sobre ciegos  (cf. imagen siguiente)

1. TEXTO. JUAN 9,1-41

 37472613-40C9-4AEA-8B1C-305562E36916Es largo, puede pasarlo quien ya lo conoce. A pesar de ello lo voy a reproducir entero. Es un prodigio, he dicho. Basta con leerlo y dejarse impresionar. Si alguien quiere puede pasar luego a mi comentario. El que tenga más tiempo puede leer, finalmente, el Informe sobre Ciegos de E. Sábato, y sacar por sí mismo las consecuencias:

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús contestó: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado.” Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ése el que se sentaba a pedir?” Unos decían: “El mismo.” Otros decían: “No es él, pero se le parece.” Él respondía: “Soy yo.”

[Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han abierto los ojos?” Él contestó: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.” Le preguntaron: “¿Dónde está él?” Contestó: “No sé.”]

Llevaron ante LOS FARISEOS al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.” Algunos de los FARISEOS comentaban: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.” Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?” Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?” Él contestó: “Que es un profeta.”

[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.” Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: “Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.” Contestó él: “Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.” Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?” Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.

” Replicó el ciego: “Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”]

1D8E7938-FD6C-48E5-8146-E002B6AD9A8CLe replicaron: “Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?” Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús les dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.” Él dijo: “Creo, señor.” Y se postró ante él.

[JESÚS añadió: “Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.”

LOS FARISEOS que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: “¿También nosotros estamos ciegos?”

JESÚS les contestó: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.”]

2. COMENTARIO DE X. PIKAZA

Introducción

Los fariseos de este pasaje, parásitos controladores de la luz (que quieren mantener al ciego en su ceguera), no son “los judíos”, en contra de los cristianos (que seriamos los buenos alumbradores), sino un tipo especial de personas (judíos o cristianos, ateos o creyentes…) que diciendo que diciendo que tienen la ley de la ley la acaparan para su servicio e impiden que otros hombres (en especial los marginados) vean.

Por eso quiero empezar este comentario diciendo que hay dos tipos de religión, como decía un judío mesiánico llamado H. Bergson (Las dos formas de religión y de moral): (a) Hay una religión que crea y alumbra, que da luz a los ciegos, que ensancha la vida y libera como la de Jesús y otros muchos judíos, cristianos, budistas, musulmanes… (b) Hay una religión explotadora, propia de conspiradores, que viven de controlar e impedir que los otros vean por sí mismos, como los fariseos de este pasaje de Juan, y como muchos otros cristianos, judíos etc etc.

Un texto litúrgico

            Este pasaje de Jn 9 fue desde el principio un texto de “liturgia”, una catequesis que la Iglesia vuelve a presentar en cuaresma, entre el pasaje del agua (3ª Semana, Samaritana: Jn 4, 5-42) y el de la vida (5ª semana, de Lázaro: Jn 11,1-45)

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“Una historia en siete escenas y quince preguntas”. Domingo 4º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 22 de marzo de 2020
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ciego-de-nacimientoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

De nuestro corresponsal en Jerusalén

«A mi hijo lo citaron como testigo, lo estuvieron interrogando más de dos horas y, al final, lo condenaron como culpable. ¿Usted ha oído hablar de algo parecido?» Me lo dice el padre de un ciego de nacimiento, en voz baja, por miedo a las autoridades. Un caso que tiene conmocionada a Jerusalén en estos días de la gran fiesta.

Todo comenzó el sábado pasado, cuando un muchacho ciego de nacimiento fue curado de su ceguera por un galileo llamado Jesús. Al parecer, entre sus discípulos se planteó la discusión de si era ciego por culpa propia o de sus padres. Jesús dijo que nadie tenía la culpa, se agachó a recoger un poco de polvo, escupió sobre él y untó el barro en los ojos del ciego. Luego le mandó lavarse en la piscina de Siloé. Lo hizo y comenzó a ver.

Este corresponsal ha intentado ponerse en contacto con el ciego pero le ha resultado imposible. Tampoco hay noticias de Jesús, que parece haber abandonado la ciudad. Según algunos, este galileo se considera superior a Abrahán y Moisés y no se siente obligado a observar el sábado. Las autoridades, preocupadas por el escándalo que está provocando en la población, convocaron al ciego como testigo de cargo contra Jesús. Según su padre, se comportó de manera imprudente y de testigo terminó en acusado y condenado. No se extrañen. Jerusalén no es Alejandría. En Jerusalén todo es posible.

Un relato en seis escenas

La curación del ciego de nacimiento en una joya literaria, por su dinamismo, diálogo, ironía. Podemos distinguir siete escenas: 1) Jesús, los discípulos y el ciego. 2) El ciego y sus vecinos. 3) El ciego y los fariseos. 4) Los judíos y los padres del ciego. 5) Los judíos y el ciego. 6) Jesús y el ciego. 7) Los fariseos y Jesús

  1ª escena: Los discípulos y Jesús. 1ª pregunta

(La escena tiene lugar al comienzo de las escaleras que conducen al templo de Jerusalén. Un hombre de unos veinte años, ciego, está sentado pidiendo limosna. Jesús y sus discípulos se aproximan a él entrando por la izquierda. Felipe mira al ciego con detenimiento y comienza a discutir con Bartolomé. Luego se acercan a Jesús.)

Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:
-«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»
Jesús contestó:
-«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

    La relación entre pecado y castigo estaba muy difundida en el antiguo Israel (y también entre bastantes de nosotros). Jesús mismo ha dicho poco antes al paralítico: «no peques para que no te ocurra algo peor». Sin embargo, en este caso, niega cualquier relación de la enfermedad con un hipotético pecado del ciego o de sus padres. Nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». Una respuesta que puede escandalizar a más de uno. ¿Es preciso que una persona sufra para que Dios manifieste su poder? Dejemos de momento este tema.

            En la respuesta de Jesús a los discípulos hay unas palabras esenciales, claves para entender todo el relato: «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». ¿Cómo ilumina Jesús? ¿En qué consiste esa luz? Lo descubriremos al final.

            La forma de realizar el milagro es desconcertante a primera vista. En el evangelio de Juan, igual que en los Sinópticos, la palabra de Jesús es poderosa. Lo demostrará sobre todo poco más tarde resucitando a Lázaro con la simple orden: «Lázaro, sal fuera». Sin embargo, para curar al ciego adopta un método muy distinto y complicado. Forma barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina del Enviado (Siloé). El barro en los ojos recuerda a la curación del ciego de Betsaida que cuenta Marcos, donde Jesús le aplica saliva en los ojos y luego le aplica las manos (Mc 8,22-25). La idea de lavarse en la piscina recuerda la orden de Eliseo a Naamán de bañarse siete veces en el Jordán.

            ¿Se trata de la reminiscencia de un gesto mágico? La clave está en la cuádruple referencia al barro, unida a la indicación: «era sábado el día que Jesús hizo barro». Una contravención expresa del descanso sabático, igual que ocurrió en la curación del paralítico de la piscina. Una de las acusaciones más fuertes que se hacen a Jesús en el cuarto evangelio.

En esta primera escena el ciego no dice nada. Se limita a obedecer.

2ª escena: el ciego y los vecinos

Diálogo cargado de ironía. En el conjunto, es importante advertir que el ciego sabe que el hombre que lo ha curado se llama Jesús, pero no sabe dónde está.

Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir
limosna preguntaban:
—¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos decían: —El mismo.
Otros decían: —No es él, pero se le parece.
El respondía: —Soy yo.
Y le preguntaban: —¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: —¿Dónde está él?
Contestó: —No sé.

3ª escena: los fariseos y el ciego

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo
barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la
vista.
El les contestó:
—Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos de los fariseos comentaban:
—Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban:
—¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
—Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?
El contestó:
—Que es un profeta.

            Plantea el problema del sábado. Comienza advirtiendo el evangelista que «era sábado el día que Jesús hizo barro», y algunos fariseos concluyen: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado». Sin embargo, otros se sienten desconcertados, como le ocurrió a Nicodemo: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».

            El ciego habla poco. Repite la curación, pero con menos palabras que cuando la contó a sus vecinos. En cambio, su visión de Jesús ha mejorado notablemente. Ya no lo considera «un hombre» sino «un profeta». Lo mismo que dijo la samaritana, aunque por motivos distintos: ella, porque Jesús conocía toda su vida; el ciego, porque Jesús ha realizado un prodigio sorprendente.

4ª escena: los judíos y los padres del ciego

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
—¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora
ve?
Sus padres contestaron:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»

Esta escena, que la liturgia permite suprimir, es esencial para comprender el mensaje del episodio a finales del siglo I. En la época de Jesús los fariseos no tenían poder para expulsar de la sinagoga; ese poder lo consiguieron después de la caída de Jerusalén en manos de los romanos (año 70), cuando el sacerdocio perdió fuerza y ellos se hicieron con la autoridad religiosa. A finales del siglo I, bastante después de la muerte de Jesús, es cuando comenzaron a enfrentarse decididamente a los cristianos, acusándolos de herejes y expulsándolos de la sinagoga. El relato de Juan refleja muy bien, a través de los padres del ciego, el miedo de muchos judíos piadosos a sufrir ese castigo si reconocían a Jesús como Mesías. Y las tensiones dentro de la familia cuando uno de sus miembros se hacía cristiano.

5ª escena: los fariseos y el ciego

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

—Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él:
—Si es un pecador, no lo sé;sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo:
—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó:
—Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
—Discípulo de ése lo serás tú;nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él:
—Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron:
—Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron.

El ciego terminó su declaración anterior diciendo que Jesús es «un profeta». Los fariseos le exigen ahora que reconozca que «ese hombre es un pecador». Ante esa acusación, el ciego no lo defiende con argumentos teológicos sino de orden práctico: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Luego no teme recurrir a la ironía, cuando pregunta a los fariseos si también ellos quieren hacerse discípulos de Jesús. Y termina haciendo una apasionada defensa de Jesús: «si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»

La tensión entre cristianos y judíos a finales del siglo I queda clara en las palabras de los fariseos: ellos se consideran «discípulos de Moisés», al que Dios habló, no de Jesús, del que «no sabemos de dónde viene». Resuena aquí un tema típico del cuarto evangelio: ¿de dónde viene Jesús? Es una pregunta ambigua, porque no se refiere a un lugar físico (Nazaret, de donde no puede salir nada bueno, según Natanael; Belén, de donde algunos esperan al Mesías) sino a Dios. Jesús es el enviado de Dios, el que ha salido de Dios. Y esto los fariseos no pueden aceptarlo. Por eso, Jesús es para ellos un pecador, aunque realice un signo sorprendente. Dios no puede salirse de los estrictos cánones que ellos le imponen. Por eso, terminan expulsado al ciego de la sinagoga.

6ª escena: Jesús y el ciego

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
—¿Crees tú en el Hijo del hombre?
El contestó:
—¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo:
—Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.
El dijo:
—Creo, Señor.

Y se postró ante él.      

Hasta ahora, el ciego sólo sabe que la persona que lo ha curado se llama Jesús. Él lo considera un profeta, está convencido de que no es un pecador y de que debe venir de Dios. El ciego ha empezado a ver. Pero la visión completa la recupera en la última escena, cuando se encuentra de nuevo con Jesús, cree en él y se postra a sus pies. Lo importante no es ver personas, árboles, nubes, muros, casas, el sol y la luna… La verdadera visión consiste en descubrir a Jesús, creer en él y adorarlo.

7ª escena: Jesús y los fariseos

Dijo Jesús:
—Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que
ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
—¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó:
—Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado;pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

La reacción del ciego da paso a la enseñanza final de Jesús. Al principio dijo que él era la luz del mundo. Ahora aclara en qué consiste su misión: «que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». Volviendo a la situación de finales del siglo I, «los que ve» son los fariseos, las autoridades religiosas de Israel, que no dudan de nada y niegan que Jesús sea el Mesías; «los que no ven» son los judíos y paganos de buena voluntad que pueden descubrir poco a poco la persona de Jesús y creer en él.

Si tenemos en cuenta el valor simbólico de la figura del ciego, resulta más fácil entender las palabras iniciales de Jesús de que nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». No se trata de ceguera física, sino de la ceguera espiritual de no conocer a Jesús.

La samaritana y el ciego

Hay un gran parecido entre estas dos historias tan distintas del evangelio de Juan. En ambas, el protagonista va descubriendo cada vez más la persona de Jesús. Y en ambos casos el descubrimiento los lleva a la acción. La samaritana difunde la noticia en su pueblo. El ciego, entre sus conocidos y, sobre todo, ante los fariseos. En este caso, no se trata de una propagación serena y alegre de la fe sino de una defensa apasionada frente a quienes acusan a Jesús de pecador por no observar el sábado.

Relación con la primera lectura: 1Samuel 16, lb. 6-7. 10-13a

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel:
-«Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de vete Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mi».

Cuando llegó, vio a Eliab y se dijo: «Seguro que está su ungido ante el Señor».

Pero el Señor dijo a Samuel:
-«No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón». Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel.

Pero Samuel dijo a Jesé:
-«El Señor no ha elegido a estos».

Entonces Samuel preguntó a Jesé:
-«¿No hay más muchachos?».

Jesé respondió:
-«Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño».

Samuel dijo:
-«Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no venga».

Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia.

Entonces el Señor dijo a Samuel:
-«Levántate y úngelo de parte del Señor, porque es éste».

Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante.

Sin la ayuda de Dios, Samuel es incapaz de ver cuál es la persona elegida como rey de Israel. Sin la ayuda de Jesús, el hombre es incapaz de reconocerlo como su salvador.

Relación con la segunda lectura: Efesios 5, 8-14

Hermanos:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas.
Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

La luz que recibimos de Jesús debe manifestarse en nuestra forma de vivir, «como hijos de la luz»: con bondad, justicia, verdad.

 

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Cuarto Domingo de Cuaresma. 22 Marzo, 2020

Domingo, 22 de marzo de 2020
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Cuaresma4

“- Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y me lavase.

Entonces fui, me lavé y empecé a ver”.

(Jn 9, 1-41)

Para esta etapa del viaje que nos propone la Cuaresma tenemos un guía especial: el ciego de nacimiento.

El evangelio de este domingo es largo y muy rico en matices pero si nos fijamos en el ciego hay algo que llama poderosamente la atención: la fuerza de la experiencia personal.

No parece que este ciego estuviera interesado en la persona de Jesús, no es como aquel otro ciego (Mc 10, 46-52) que gritaba cuando supo que Jesús estaba cerca. Este ciego de nacimiento fue visto por Jesús.

La iniciativa fue toda de Jesús que sin preguntarle le puso barro en los ojos y lo mandó a lavarse. Él se dejó hacer y también hizo lo que le mandó Jesús. Y en ese intercambio de dejarse hacer y de hacer tuvo una profunda experiencia de la persona de Jesús. Tan honda y transformadora que le quitó todo el miedo (llega incluso a retar a los fariseos y parece que le trae sin cuidado que lo expulsen de la sinagoga).

Ciertamente no sabe quién es Jesús, no sabe nada de él pero su experiencia es irrefutable por eso cuando vuelve a encontrarse con Jesús cae de rodillas confesando: “-Creo, Señor.

Cuando Dios irrumpe en nuestras vidas, cuando hacemos experiencia de su gracia transformadora, hay muchas preguntas que seguimos sin saber responder. Pero hay una certeza tan intensa y personal que no logran empequeñecerla las dudas y menos aún las amenazas externas.

No, no sabemos explicarlo, no podemos dar detalles. Solo tenemos la evidencia de una luz que nos hace ver con claridad. Unos ojos recién estrenados que llenan nuestra vida de formas y colores.

Vayamos, de la mano de este guía que había sido ciego, a recobrar la mirada que descubre a Jesús como Señor.

Oración

Danos, Trinidad Santa, la valentía y la humildad necesarias para descubrir nuestras cegueras y para dejarnos curar por ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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La luz está ya en ti, deja que te inunde y desborde.

Domingo, 22 de marzo de 2020
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pictures-of-jesus-blind-man-thanks-1138184-galleryJn 9, 1-41

Todo el relato es simbólico, como la Samaritana del domingo pasado y la resurrección de Lázaro del próximo. Se propone un proceso catecumenal que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser plenamente hombre. Jesús acaba de decir: “Yo soy la luz del mundo”. Lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego. Jesús no le consulta, pero no suprime su libertad, le da la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse. Los demás personajes siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres.

Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: le untó su barro en los ojos. El barro, modelado por el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos. Jn usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos: aquí untar-ungir, en relación con el apelativo de Jesús “Mesías”. Más adelante dirá sencillamente aplicar.

Aquí está la clave de todo el relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda de la gente sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. El hombre ciego ya era libre pero no lo había descubierto todavía. De ahí que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces, en Jn, utiliza Jesús para identificarse: “Soy yo“. Esta fórmula refleja la identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que se ha operado en su persona y quiere que los demás la vean.

El ciego, que hasta entonces era solo carne, se dejó transformar por el Espíritu. Debemos tomar conciencia de que el relato no da ninguna importancia al hecho de la curación física. Lo despacha con media línea. Lo que de verdad importa es que este hombre estaba limitado y carecía de toda libertad antes de encontrarse con Jesús. Su vida era anodina y dependiente de los demás. Ahora está llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no solo en su interior sino ante los fariseos que le acosan.

La piscina de Siloé estaba fuera de los muros de la ciudad. Recogía el agua de la fuente de Guijón que llegaba a ella conducida por un canal-túnel (de ahí el nombre arameo de “siloah”=emisión-envío, agua emitida-enviada). Jn aplica el nombre a Jesús, el enviado. La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que era utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato a partir de los ritos de iniciación (bautismo) de la primera comunidad.

Al principio del relato no se había mencionado que era mendigo, incapacitado y dependiente de los demás. El punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la independencia. Le hace un hombre cabal. Tampoco se había mencionado que era sábado. Jesús no tiene en cuenta esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús termina la creación del hombre.

A los fariseos no les importa que un hombre haya sido curado. No se alegran del bien del hombre. Solo les interesa la Ley y creen que a Dios tampoco le importa el hombre. Acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres son gente sometida, en tinieblas. La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? Los padres responden a las dos primeras preguntas, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Tienen miedo de ser expulsados de la institución.

Al fallarles la argucia empleada con los padres, intentan confundir al ciego. Quieren, por todos los medios, conseguir la lealtad del ciego aún en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en benefició del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios.

El ciego no tiene miedo. Expresa lo que piensa ante los jefes. A las teorías opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se hace la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del sábado? Ha visto el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre y sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. Descubre que, en Jesús, está presente Dios. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no está de parte de un pecador.

Los fariseos están tan seguros de sí, que dudan de la misma realidad. El ciego no sabe nada, pero le es imposible negar lo que personalmente ha vivido. Por no negar su propia experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla, que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el ciego, que ha recibido la luz, tiene que salir de la institución judía.

“Fue a buscarlo”. El (euron) griego no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una búsqueda. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter, porque ya se había mantenido firme ante los fariseos. Con su pregunta acaba la obra de iluminación. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era Jesús, “el Hombre”. Jesús quiere que tome conciencia de esta realidad.

El relato termina con la plena aceptación de Jesús por parte del ciego. “Se postró” (prosekinesen en griego) es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios en (Jn 4,20-24). El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, sobre todo en Mt, pero éste es el único pasaje de Jn en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se puede verificar la presencia de Dios. El ciego, expulsado, encuentra en Jesús el verdadero santuario, donde se puede rendir el culto a Dios ‘en espíritu y verdad’, anunciado a la Samaritana.

Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean y los que creen ver se queden ciegos. Era inconcebible que alguien pudiera tener por ciegos a los que estaban encargados de indicar el camino a los demás. Estas no son palabras de Jesús sino de los cristianos de finales del s. I. Clara alusión a los fariseos que se habían erigido en guías del pueblo. ¿También nosotros estamos ciegos? Eran los conocedores y cumplidores de la Ley, que tenían por ciegos a los demás. La respuesta de Jesús deja clara la realidad: Los que más cerca se creen de Dios, son los que menos le conocen.

Meditación

Creer en Jesús es creer en el Hombre.
Él es el modelo de hombre, el hombre acabado según el designio de Dios
Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre.
En su humanidad, se ha hecho presente lo divino.
Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu.
Para ello hay que nacer de nuevo.

 

Para profundizar 

¿En qué grupo me encuentro yo?

¿Soy de los que ven pero no ven

O de los que no ven pero ven?

Si está leyendo esto, es que algo ves

Sé consciente de que tienes que aclararte algo más

El relato se propone como un proceso

Empieza con una experiencia personal

Y termina postrándose ante Jesús.

Conocimiento y experiencia inseparables.

Jesús es la luz del mundo porque vio la Luz dentro de él

No me va a iluminar desde fuera

Sino ayudándome a descubrir mi propia Luz

La luz-vida ya está en el fondo de mi ser

Si miro hacia fuera, nunca la descubriré

Vivir mi verdadero ser me hará libre

Pero lo esencial de mí, no se ve con los ojos

Solo desde la verdad que soy, seré hombre cabal

Ninguna de mis limitaciones me impedirá ser yo

Debo procurar superar toda limitación

Pero lo que soy no dependerá nunca de ellas

Solo el ciego ve lo que hay que ver

No se trata de una curación médica y fisiológica

La curación es solo el pretexto para hablar de otra visión

La verdadera visión del ciego está más allá de la vista

Mi error será dejarme llevar por lo que ven los ojos

También yo estaré ciego, mientras no me deje iluminar desde dentro

Toda la Luz del mundo está ya en mí

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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