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Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 31 de diciembre de 2017
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En este fin de año y a las puertas del nuevo que comienza…

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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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***

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor“, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

“Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.”

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.]

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

*

Lucas 2,22-40

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*

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Todas las Familias

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El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , ,

La Vida que había en la palabra es la misma que hay en mí.

Lunes, 25 de diciembre de 2017
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index_clip_image002_0000Jn 1, 1-18

En el evangelio de Lc que leíamos anoche encontramos un relato mítico-simbólico del nacimiento de Jesús. En el de Jn que acabamos de leer, afrontamos un relato metafísico. Es casi imposible descubrir que hacen referencia al mismo ser. En ambos se quiere comunicar el misterio de la encarnación. En ambos, con lenguaje muy diverso, se nos quiere decir lo que es Dios. Pero lo que Dios es, solo podemos conocerlo si descubrimos lo que es Jesús. Por eso es tan importante esta fiesta. Mientras más nos acerquemos al Jesús de Nazaret, mejor viviremos lo que él vivió.

El misterio de la encarnación no es cosa de niños sino algo muy serio. Tan serio que en él nos va la Vida. Retomamos la idea central de la Navidad: La encarnación es la verdad fundamental del cristianismo, pero no siempre la hemos entendido bien. Estamos sin duda ante la página más sublime de toda la literatura universal que yo conozco. Se trata de himno cristológico anterior a la redacción del evangelio, fruto de la experiencia de una comunidad eminentemente mística. Es una condensación de todo el evangelio. Es prólogo pero podía ser epílogo.

En la encarnación estamos celebrando que Dios se identifica con la creación entera. Los primeros cristianos vivieron la implicación de Dios en Jesús y en cada uno de los seres humanos. Algo incomprensible a la razón pero simple para el corazón. Cuando en el s. II se encontró el evangelio con la Razón griega, los Santos Padres trataron de explicarlo racionalmente y lo complicaron hasta hacerlo irreconocible. Esa complicación se plasmó definitivamente en los s. IV y V, hasta hacerlo inútil para la vivencia espiritual. Nuestra tarea es superar la racionalidad y volver a la vivencia.

El primer versículo nos dice ya tres cosas sobre Dios y el Logos: Que el Logos está en el origen (En el principio ya existía la Palabra). Que los dos estaban volcados el uno sobre el otro. (La Palabra estaba junto a Dios). Que aunque distintos, uno y otro eran lo mismo (La Palabra era Dios). No se trata de conceptos trinitarios posniceanos. Al comenzar con la misma palabra que el Génesis, nos está diciendo que la encarnación no es el comienzo de algo nuevo, sino la culminación de la creación. El Logos no comenzó, porque es el origen de todo. Luego se hace carne (comienza a ser en el tiempo) para terminar la creación del hombre.

La traducción de ‘Logos’ por Palabra, no creo que sea la más adecuada, porque se pierde la originalidad del concepto que quiere trasmitir el texto. La palaba ‘Logos’ ya existía, pero el concepto que Jn transmite es nuevo. Esta palabra se encuentra por primera vez en Heráclito. s. VI a C, (precisamente en Éfeso, donde parece que se escribió este evangelio) y significaba la realidad permanente dentro del devenir de la realidad material. La utilizan los estoicos, Platón, y Filón de Alejandría que la emplea 1.200 veces; los evangelios solo 330. En NT tiene un amplísimo significado; desde palabra engañosa hasta el sentido cristológico del prólogo que estamos comentando.

Repito que aquí el concepto es original; no deducible de las distintas tradiciones. No se repite más, ni siquiera en Jn. El concepto es incomprensible sin la experiencia pascual. Sin una profunda experiencia mística no se puede acceder al significado que se quiere expresar. Podíamos decir que es el Proyecto eterno que esa comunidad descubrió realizado en Jesús. Es muy interesante la expresión: “junto a Dios”, en griego: vuelto hacia, volcado sobre. Expresa proximidad pero también distinción. Está en íntima unión por relación pero no se confunda con Dios. Se deja un margen para el misterio. Este dato no siempre lo hemos tenido en cuenta.

“Por medio de la Palabra se hizo todo. En el AT Dios crea siempre por su Palabra. No se trata de un sonido que emite Dios. Otra vez tenemos que ir más allá del concepto primero. Nos está diciendo que el Logos es origen de todo. Con una redundancia, intenta llevarnos más allá de la misma palabra. Al margen de Dios y del Logos, no existe nada. No se trata solamente de lo que existe en el tiempo, sino de todo lo que existe en absoluto material y espiritual.

“Y la tiniebla no la recibió. El mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Esta insistencia tiene que hacernos reflexionar. En Jn se percibe esa lucha incesante entre la luz y la tiniebla. Era una idea que flotaba en el ambiente de la época. En un escrito de Qunrám se dice: Que la luz no sea vencida por las tinieblas. Ni siquiera los suyos fueron capaces de descubrirla. Tenemos aquí el primer reproche al pueblo judío que no fue capaz de ver en Jesús la Vida que podía llevarle a la comprensión de la ley.

“Pero a cuantos la recibieron…” Vemos que lo anterior era una exageración. Unos no la recibieron pero otros sí la recibieron. Se habla aquí de creer en sentido bíblico. No se trata de la aceptación de verdades sino de la aceptación de su persona. Sería: a los que confían en lo que significa Jesús y lo viven, …les da poder para ser hijos de Dios”. Tenemos aquí la buna noticia. El que cree es engendrado como hijo de Dios. En Jn, se advierte una diferencia clara en el concepto de hijo cuando se dice de Jesús y cuando se dice de otros. Se descubre que Jesús es Hijo porque actúa como Dios, no porque conozcamos su naturaleza.

“Y la Palabra si hizo carne”. Meta de toda lo anterior. Se trata de una nueva presencia de Dios. Dios no está ya en el templo, ni en la tienda del encuentro. Ahora está en Jesús. No se identifica Palabra y Jesús. Se deja una margen para el misterio. Para la antropología semita hombre-carne, hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu, son aspectos de una solo realidad, el hombre. Se hizo hombre-carne; limitado pero susceptible de Espíritu. Se hizo carne, sin dejar de ser Logos, sin dejar de estar volcado sobre Dios, se identifica con lo más bajo del hombre.

Los cristianos no hemos sido aún capaces de armonizar la trascendencia con la inmanencia en Dios y en nosotros. En nuestra estructura mental cartesiana, no cabe que una realidad sea a la vez inmanente y trascendente. Por eso nuestro lenguaje sobre Dios es siempre ambiguo. Dios está más allá que toda realidad, pero a la vez es el fundamento de todo porque está siempre encarnándose. En Jesús esa encarnación se manifestó absolutamente. De esa manera nos abrió el camino para vivirla nosotros. “Les da poder para ser hijos de Dios”.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Verbo Divino… viene de camino

Domingo, 24 de diciembre de 2017
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vnprenadaDel blog de Xabier Pikaza:

Estas palabras forman parte del villancico de adviento de Juan de la Cruz y son propias de la Vigilia de la Navidad:

Viene de camino el mismo Dios que es “adviento” (de ad-venir, advenimiento), y viene con él y para el María, la virgen preñada del Verbo Divino, como todos nosotros venimos, “pregnantes” de Dioso…

La Virgen Pregnante, embarazada y libre de amor le lleva, y con ella nosotros, la Humanidad entera, portadores y “madres” del Verbo de Dios, que ha querido encarnarse y decir su palabra (habitar) en nosotros (Jn 1, 14)

Del Verbo Divino viene ella como portadora y venimos nosotros, pues en él existimos y somos (Hch 17), porque Dios habla y nos ama desde el comienzo del tiempo, de muchas maneras, para decirse al fin plenamente en el Cristo de María, que es la humanidad plenificada

¡Si le dais posada! Así pide este verso final, en forma de petición velada y deseo. El Verbo de Dios, que es vida hecha Palabra peregrina de amor, necesita de nosotros, y espera que abramos nuestra puerta, para él en persona, pues viene y llama en todos los que vienen llamando de oriente y occidente, pidiendo posada, un reposo de amor y de justicia en nuestra tierra.

25659758_905687889608404_2788996915253740762_nÉste es el tema final de las letrillas: Dar posada al Verbo de Dios en nuestra vida, y en él a todos los peregrinos , como seguirá diciendo el evangelio de pascua (Mt 25, 31-46). Dar posada (casa y reposo, conversación de amor) a la “virgen humanidad” que viene y llama, pidiendo acogida… Este es el evangelio, es la tarea de Adviento: Viene Dios, la Virgen preñada le lleva en su seno.

¿Queremos acogerle? Este es el motivo central de la famosa letrilla de Adviento de San Juan de la Cruz, quizá la más urgente y conocida de la literatura y teología en lengua castellana, tarea de humanidad en este fin de año 2017

Imagen 1 y 2: La virgen Preñada: una románica (el vientre de María preñada es todo el universo), otra gótica (María enamorada acoge la palabra)
Imagen 2 y 3: Viene de camino, sobre un asno,pues va a dar a luz, con José
Imagen 4 y 5: Si le dais posada…”Sinagoga” de estudiosos de Juan de la Cruz en Segovia, que quisimos dar posada al verbo de Dios

Ésta es una letrilla muy simple,

Del Verbo divino
la Virgen preñada
viene de camino:
¡Si le dais posada!

Villancico popular, que los frailes de Juan de la Cruz cantaban llevando en procesión a la virgen “preñada del Verbo” ante las habitaciones del convento de Granada o Segovia, iniciando así un diálogo cantado sobre el Adviento/Navidad.

Pero, al mismo tiempo, ella ofrece el más bello y más hondo camino de contemplación de Adviento que conozco, y así lo mostrado Amancio Prada en una de sus composiciones más claras e intensas: https://www.youtube.com/watch?v=VHt7WTrReDY.

Con ocasión de este Adviento del Verbo Divino de Juan de la Cruz nos hemos juntado en su casa, ante su tumba de Segovia, sobre la Fuencisla, bajo el Alcázar, un grupo de especialistas y amigos, como verá quien siga y vea las dos imágenes finales de esta postal. En ese contexto, antes o después del discurso del rey de España la noche de Navidad (24 del XII), TVE 2 emitirá un concierto de Amancio Prada y de la Real Escolanía del Escorial, con esta “letrilla” de Adviento y el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

Dese ese fondo, retomando mi humilde “mester de teología” me atrevo a ofrecer un breve comentario de estas ceñidas y geniales palabras de S. Juan de la Cruz

Del Verbo Divino

Preñada está María del Verbo de Dios, como mujer/humanidad que acoge en su entraña el misterio, recibiendo la Palabra en su “mente” y corazón más que en puro vientre (prius in mente…). Ella aparece así en la cumbre de este Adviento 2017 como “portadora del Verbo”, cantora y testigo del Verbo de Dios que llena y enciende de vida el universo.

Ella “recibe y concibe” al Verbo Dios en su vientre, en sentido total, en su persona, en su amor y su palabra, “gestación y fecundidad divina”, es decir, humana en grado sumo, con José a su lado, de camino con ella, como muestran las dos primera imágenes. De esa forma, ella aparece como mujer concreta, siendo al mismo tiempo humanidad entera, con José a su lado, y pueblo de Israel, fecundado por Dios, en la línea de la gran imagen cósmica de la Mujer del Apocalipsis (Ap 12, 1-3), enriquecida por Dios como madre de la nueva humanidad, frente al gran Dragón que quiere destruirla.

Es una Virgen “preñada del Verbo divino”, es decir, de la Palabra de Dios, en el sentido radical de la palabra, y así lo muestra la imagen 3 donde su “vientre” aparece como signo de todo el universo, fecundo de Dios. Ella no ha sido objeto de una posesión o violación, como parece decirse en algunos mitos populares del antiguo oriente, donde Baal o Zeus copulan con mujeres a las que se imponen por su fuerza más animal que humaba. Al contrario, conforme al relato de Lc 1, 26-38, San Juan de la Cruz ha puesto de relieve en otros lugares paralelos el “consentimiento “ de María (Romance de la Trinidad 8).

Según eso, la Virgen humanidad (y en especial María) está “preñada” del Verbo Divino, es decir, del Dios que es Palabra que sustenta, vivifica y pone en marcha el universo. Sin duda, San Juan de la Cruz sabe (y así lo dice en su Romance de la Trinidad) que el “agente” de su preñez divina es el Espíritu Santo (para emplear un lenguaje técnico de Iglesia), y así decimos que ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Pero no está “preñada de Espíritu”, sino del Verbo Divino, es decir, del mismo Dios Palabra que se hace carne entre los hombres.

Según eso, el Verbo Divino que habita en su entraña es el mismo “Dios Palabra” que se hace humano para conversar con nosotros, siendo Jesús de Nazaret, el Cristo, pero no en sentido pasivo (como un concepto cerrado en sí mismo), sino activo y misionero, como dice el evangelio de Juan (1, 1-14): Dios es palabra activa, comunicación que se expresa en la historia (espacio y tiempo) de los hombres sino en el cosmos universo.

En un sentido extenso, todos los hombres y mujeres que escuchamos a Dios y le acogemos estamos “preñados del Verbo Dios”, pero de un modo especial y único lo está María, la Virgen Preñada por excelencia de Verbo, portadora del Dios que es Palabra, que se concibe por la fe y se expande en el amor
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La Virgen preñada

25550584_905700322940494_5912806230967474853_nEntendida así, la humanidad entera se condensa y realiza en una mujer, preñada de Verbo y portadora de la gran Palabra. Está es una imagen y experiencia radical del cristianismo, que proviene de la promesa y esperanza del Antiguo Testamento: Una “virgen ha concebido y dará a luz…” (Is 7, 14, con cita en Mt 1, 23).

Entre judíos y cristianos, entre exegetas críticos y más tradicionales, se ha venido dando una disputa interminable sobre el sentido original dela palabra “virgen”: En hebreo se dice “alma” y no significa “virgen” en un plano sexual (que no ha tenido relaciones sexuales), sino joven mujer, capaz de amar y ser amada por el mismo Dios…Por su parte, los traductores alejandrinos de la Biblia de los LXX han puesto en griego “parthenos” (virgen en plano sexual…), para así destacar que la madre mesiánica ha sido (será) una mujer plenamente abierta al misterio de la vida de Dios, que es la humanidad perfecta.


Pero esa disputa entre “alma”, “parthenos” y virgen, que en un plano sigue teniendo gran importancia filológica y antropológica, debe llevarnos a destacar un dato esencial de la experiencia bíblica y del conjunto de la humanidad creyente:
La Virgen “preñada” es en un plano una mujer concreta del entorno de Isaías (la mujer del rey, quizá la del propio Isaías, una muchacha sin nombre…), pero, en un plano más profundo esa “virgen/mujer” es signo de la humanidad entera, preñada de Dios o, mejor dicho, de la palabra de Dios.

Éste es un tema universal de la religión y cultura del entorno de la Biblia, empezando por los cananeos, vecinos de los judíos, que concebían a la humanidad entera como una “mujer divina” (simbolizada por Ashera o Astarté, la Virgen Madre) a la que el Dios supremo (El o Baal) ha fecundado con la fuerza o presencia de su misma vida.

En un primer momento, un tipo de judaísmo celoso de la “diferencia” de Dios ha rechazado esa imagen y ha condenado a los devotos de la fecundidad divina del Dios y de la Diosa. Pero pasado un tiempo esa imagen ha vuelto a emerger en la conciencia de muchísimos judíos, y en especial entre los cristianos, pero con dos novedades:

a) La Virgen preñada del “verbo divino” (de Dios) no es una diosa celeste, sino la misma humanidad, grávida de Dios… La humanidad que va escuchando y recibiendo en “seno” más hondo la voz de Dios, para así transformarse por ella y responderle.

b) Siendo la humanidad entera (varones y mujeres…), esa “virgen preñada” se identifica en concreto con María de Nazaret, la madre histórica de Jesús”. Esa figura nos sitúa por tanto ante el misterio eterno de Dios “encarnado” por María en la vida de los hombres (cf. Jn 1, 14).

25552024_905690522941474_179004479315140313_nLa humanidad entera es según eso una “virgen preñada”, que ha escuchado “el Verbo de Dios” y ha respondido con la palabra y camino de su vida. En esa línea, la palabra popular “preñada” (propia de una letrilla amorosa) aparece aquí en lugar del cultismo “pregnante” (mujer encinta). Esa palabra (pre-ñada), que viene del latín pre (=antes de) y gnasci (=nacer, ser nacido) indica, en sentido popular, la hondura de la concepción divina de Je´sus.

Según eso, la virgen preñada ha recibido en su seno de mujer (de humanidad) al Verbo de la Vida, de manera que puede “darle a luz”. Ciertamente, esta “virgen preñada” es María, pero es al mismo tiempo la humanidad entera, que recibe en su entraña el “semen” de Dios, la simiente de la humanidad divina, y es, al mismo tiempo cada uno de los auténticos “creyentes”, de aquellos que saben y sienten que el mismo Verbo de Dios les alumbra por dentro, para así nacer y vivir en ello.

Éste es un tema que San Juan de la Cruz ha desarrollado en Cántico B, 8, cuando dice que las flechas del Amado nos hieren, de manera que por ellas “concebimos”, pues el mismo Verbo de Dios nace en nosotros… En esa línea podemos recordar que todo verdadero pensamiento es un “concepto”, una idea, verdad o pensamiento que “concebimos”

Viene de camino

Viene de camino en la historia “la Virgen preñada”, pero, al mismo tiempo, con ella y por ella viene el mismo Verbo Dios, de forma que pudiéramos decir que el universo entero (la historia de los hombres) ha de entenderse como despliegue y camino del Verbo Divino, como de algún modo sabían los profetas de Israel, como ha proclamado de forma especial el evangelio de Juan, en el canto de la encarnación y nacimiento (Jn 1, 1-18).

Viene de camino en la historia concreta del mundo María, que pasa según el evangelio de Nazaret de Galilea hacia Belén de Judá. Viene así como peregrina, en busca de tierra que le acoja, para dar a luz al niño, que es la Nueva humanidad, como emigrante y extranjero, que busca una una patria para asentarse y dar a luz, como los miles y millones de emigrantes de nuestro tiempo, peregrinos de Dios en la tierra.

Y en ella viene de camino el Verbo de Dios, haciéndose palabra humana, para así vivir y morir en y con ellos. Por eso, el adviento no es sólo camino de los hombres, sino itinerario de Dios a los hombres, como he puesto de relieve en mis dos últimos libros sobre Dios: Teodicea, itinerario de los hombres a Dios y Trinidad, itinerario de Dios a los hombres (Sígueme, Salamanca 2012 y 2015).

Éste es el Adviento, camino de Dios a Dios… Por eso, el que viene de camino desde el mismo principio de los siglos es el Verbo Dios, buscando una “posada para encarnarse” y habitar entre nosotros…

Pero éste es al mismo tiempo el Adviento de la humanidad, condensada en María, caminando hacia Dios, es decir, escuchando su palabra y dejando que él (el Verbo de Dios) se encarne en su vida concreta

Si le dais posada

Éste es el verso final (y la finalidad) de la letrilla. Lo que a los hombres y mujeres se les pide es que den posada a Dios, dándose posada unos a otros, para que así se alumbre en nosotros el misterio del Verbo Divino. Pero de esta posada de Dios en la historia de Dios entre los hombres hablaré más extensamente otro día. Leer más…

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Dios es siempre encarnación.

Domingo, 24 de diciembre de 2017
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09460949_xlLc 2, 1-14

El relato de Lc no es una crónica de sucesos, sino teología narrativa, que es algo muy distinto. Hoy identificamos verdadero con histórico. En tiempo de Jesús era distinto y lo importante era la vida, no la historia. Jesús vivió en un momento y en un lugar histórico, Pero lo importante es que nos invitó a vivir la realidad de un Dios que no está atado a un tiempo ni a un espacio. Lo importante de este relato es la idea de Dios que transmite. La profundización no es nada fácil, porque exige una actitud personal de silencio y de escucha. Desde fuera, es muy poco lo que te puede ayudar a esta tarea.

Lo que deja claro el evangelista es, que Jesús se inserta plenamente en la historia universal, para que nadie pueda poner en duda su condición humana. Una censo oficial al que están sujetos como cualquier mortal, sus padres. Importa poco que los datos no sean exactos. Lo que nos interesa es la intención de Lc, es decir, conectar la buena noticia con Jesús que nace en un lugar y en un momento de la historia. A nosotros hoy lo que de verdad nos cuesta es descubrir al Jesús humano que nos pueda servir de modelo. Enfrascados durante siglos en la trascendencia, nos hemos olvidado de que no hay más divinidad que la que se manifiesta a través de la plenitud de un ser humano.

Ponernos en el lugar del que escribe es la clave para poder entender lo que nos quiere trasmitir. Para Lc, de mentalidad helenista, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo, pero para llevarla a cabo, Dios tiene que bajar primero. Pero solo lo encontrará el que está en camino, el que está buscando, el que está velando, no los que están satisfechos, instalados cómodamente en este mundo. No lo encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche.

Los dioses, desde su trascendencia necesitan intermediarios. Estos se ponen en acción y quieren anunciar el acontecimiento. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Solo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de aquella sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos, a los que menos cuentan. Los demás están descansando, dormidos, cómodos; no necesitan ninguna salvación. Este dato es decisivo porque nosotros nos encontramos entre ese grupo que para nada necesita la salvación que el ángel anunció. Solo necesitamos que nos confirmen en nuestro bienestar.

El anuncio es ‘buena noticia’. El Dios verdadero es siempre buena noticia. La noticia es que Dios viene para salvarlos. “Os ha nacido un Salvador”. Puesta al día, la noticia sería que Dios está viniendo siempre hacia mí para darme plenitud. Los pastores salen corriendo. No será fácil encontrarlo. Alguna pista: Un niño en un pesebre (comedero) semidesnudo y entre pajas, él mismo es alimento (apuntando a la eucaristía). Está acompañado por sus padres que no dicen nada. ¿Qué podrían decir? Cuando Dios decide enviar su Palabra a los hombres, resulta que nos envía a un niño que no sabe hablar.

Es importante el matiz de que la salvación es para todo el pueblo, no para los privilegiados del momento. No en Jerusalén, sino en la ciudad de David. Él viene a destronar a los poderosos, pero se presenta como uno de los pobres y oprimidos. Esto es la causa de la alegría en el cielo y de la alabanza a Dios en la tierra. Los pastores descubren con alegría la gran noticia y no tienen más opción que proclamarla. Entre los que escuchan, sorpresa. Dios se encuentra lejos de las instituciones, lejos del templo.

El evangelista no está dando los primeros datos de una biografía sino poniendo los fundamentos de una teología. Desde la perspectiva de una biografía, tendríamos que decir: No sabemos nada; ni dónde nació, ni cuándo, ni cómo. Por el contrario, tenemos suficientes elementos de juicio para saber que no pasó nada extraordi­nario desde el punto de vista externo. Ni María ni José ni nadie se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Nació como todos los niños. Fue un niño normal. Cuando Jesús empezó su vida pública, decían sus vecinos: ¿No es este el hijo de José, su madre no se llama María? ¿De dónde saca todo eso? En otra ocasión su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decían que estaba loco. ¿Se habían olvidado de los prodigios de su nacimiento?

Y sin embargo aquello era el comienzo de todo. Allí empezaba Jesús su andadura humana, que iba a ser capaz de hacer presente a Dios entre los hombres. Era Emmanuel (Dios-con-nosotros) y era Jesús (salvado). Nacimiento, vida y muerte de Jesús, forman una unidad inseparable. Es importante su nacimiento por lo que fue su vida y su muerte. Hizo presente a Dios, amando, dándose, entregándose a los demás. Eso es lo que es Dios. Salió a su Padre. Es Hijo de Dios. Como pasó con todos los grandes personajes anteriores a él, se hace la biografía de la infancia desde la perspectiva de su vida y “milagros”.

En el ambiente de la celebración de la Navidad, hoy, lo más probable es que nos quedemos en las pajas y no vayamos al grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo, aquí y ahora. Dios no tiene que venir de ninguna parte, ni puede estar en ninguna parte más que en otra. Dios está donde nosotros le descubrimos y le hacemos presente. Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión, perdón, tolerancia, allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás.

El único objetivo de esta fiesta es que aprendamos a amar. Que aprendamos a salir de nosotros mismos y seamos capaces de ir al otro. El verdadero amor es el resultado del nacimiento de Dios en mí, en todo ser humano, en todo niño recién nacido. No debemos cerrarnos al entorno familiar o afectivo. Debemos recordar también a aquellos niños o mayores que en este momento están muriendo de hambre o de cualquier enfermedad perfectamente curable. Mueren porque nosotros preferimos adorar un muñeco de cartón, antes que aceptar que cualquier recién nacido es divino porque en él reside Dios.

Todo lo que nos hace más humano debemos incorporarlo a la fiesta. La reunión con la familia, la comida, los encuentros y abrazos, todo puede ayudarnos a descubrir lo que somos como seres humanos y a manifestarlo con alegría. La fiesta cobrará sentido para todos en el momento que sepamos aunar lo humano y lo divino. Si unos y otros sabemos ir más allá de los mitos y folklores, nos podemos encontrar celebrando la única realidad que debe interesarnos a todos: la VIDA que está en nosotros y espera ser desplegada. Merece la pena hacer un esfuerzo en estos días y dedicar tiempo a lo que nos debía interesar de verdad: ser hoy un poco más humanos que ayer pero menos que mañana.

Meditación

Lo que el silencio no diga
nadie te lo podrá dar.
Cuanto te venga de fuera
de nada te servirá.
En tu interior está el pozo
donde tienes que beber.
Ninguna otra agua prestada
llegará a apagar tu sed.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Nochebuena

Domingo, 24 de diciembre de 2017
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nativity-from-jesus-of-nazarethTengo una experiencia bonita de la noche buena. No sé si ya se podrá repetir. Me pasaba el año esperando porque, me habían dicho que había por el pueblo algunas personas buscando dónde cenar: familias sin hijos, hermanos solteros mayores, enfermos con problemas de psicología… Como ocurrió con María y José. Y tenía las botellas de butano bien llenas o en otros casos, la cocina abundante de leña.

Y todos los años llegaban los comensales. Ya se sabían el camino, puesto que no era la primera vez que subían a casa.

Qué bien cenábamos, ricos y sabrosos alimentos caseros hechos por mis familiares cocineros. Era muy difícil dialogar. Porque no salían temas oportunos. Cada uno empezábamos nuestros temas. Todo mezclado: la mili, el monte, las yeguas, la familia… los ganados

Y llegaba el momento del canto. No podía faltar un villancico y también el Asturias Patria querida… Eran cenas cortas porque el vino y el champan hacen pronto su efecto. Como es lógico no podía faltar la discusión a ver quién había sido mejor monaguillo y quién era más amigo del cura.

Y recorría sus casas llevándoles a dormir.

Eran unas noche-buenas únicas. Para repetir en nochevieja y en otras fiestas. El Niño estaba con nosotros. La noche buena se venía, la noche buena se iba. Y Jesús en medio, como un amigo más.

Salgo a buscar comensales. Si no tienes otro hogar, aquí hay una casa, en mi corazón. Contamos con la presencia de Jesús, José y María. Somos felices.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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La sexualidad como vía de crecimiento espiritual

Viernes, 24 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en La sexualidad como vía de crecimiento espiritual

Del blog Pays de Zabulon:

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La comprensión cristiana del desarrollo espiritual está basada en la Encarnación. Esto significa que la libertad, el éxtasis, la apertura se hacen en la carne, no escapándose de ella. Por venido de Dios como ser humano, todo el ser, la historia y la naturaleza, están potencialmente transformada. Toda realidad se vuelve mediadora del misterio, por lo tanto sacramental, para los que pueden verlo. Toda la naturaleza es honrada.

… La visión sacramental de la realidad es una visión inclusiva; incluye el Misterio de Dios tal, como se manifiesta en la realidad “natural”, es decir experimentada con los sentidos. Además, una visión sacramental reconoce la presencia de Dios no sólo por la mediación del Cuerpo (de la Iglesia), sino también por la del cuerpo (del ser humano), lo que quiere decir que es comunitaria sin abandonar nada de su dimensión personal, íntima y física.

… El escándalo de la encarnación… es también el “escándalo” de la sexualidad como vía de crecimiento espiritual. Para que estas ideas puedan ser tomadas en consideración, es necesario abandonar la mentalidad dualista. De hecho, una buena comprensión teológica de la sacramentalidad une las polaridades sin suprimir la tensión entre ellas. Afirma que la presencia de Dios no es inventada por una gimnasia mental, sino que es verdaderamente real: la divinidad del Cristo en la humanidad es su certificación. Por el Espíritu, la Encarnación se extiende y está realmente presente entre nosotros.

Esta presencia no se comunica automáticamente porque como toda interacción personal, no tiene ninguna existencia objetiva; tiene una existencia intersubjetiva. Como un beso, ella no existe objetivamente, esperando en una habitación para ser distribuida automáticamente cuando la gente entra. Es una forma de don de sí, de presencia, dependiendo para su eficacia no sólo de la acción del donante sino también del receptor. Es, según las palabras de Rilke, una “transformación del mundo visible  fuera de nosotros en un mundo invisible en el interior“. Sería por lo tanto falso, porque la mayoría afirma que la verdad no puede soportar, el decir que Dios está “presente” en la vida sexual. Si la comprensión sacramental está ausente o mal representada, la gracia de Dios no se encontrará presente.

… Una visión sacramental de la sexualidad exige la inclusión reflejada de la dimensión espiritual que ya está allí; una teología sacramental debe incluir la sexualidad. El potencial sacramental de la sexualidad no significa que deba haber salido de este mundo en un tipo de culto especialmente “religioso”. Karl Rahner percibió el acontecimiento sacramental, no como el movimiento de la Iglesia hacia el mundo “para salvarlo”, sino como el movimiento del Espíritu que nos conduce desde el mundo, es decir del centro personal más profundo de aquellos que son sus sujetos pensantes, llevando la vida secular normal del hombre hacia su plenitud en Dios.

Más concretamente  en lo que concierne a la sexualidad, esto quiere decir que el dinamismo mismo de la sexualidad revela la santidad de los seres humanos y del mundo en su aspecto profano.

84-300x96Una historieta de Peanuts (por Charles Schultz) muestra a Linus al piano. Mientras que está interpretando, las notas fluyen. Snoopy, acostado sobre el nicho, no percibe notas sino huesos para perro. Eso es, el sacramentalidad. La manifestación de Dios se da en nuestra dimensión en un modo que podemos reconocer… como el deseo de nuestros corazones, cualquiera que sea la forma que adopte.

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Joan Timmerman
« Sexuality and Spiritual Growth » (Crossroads, New York, 1992).

Fuente texto: citado por thewildreed

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

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Juan 1,1-18

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Viernes, 25 de diciembre de 2015
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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“La metáfora de Dios encarnado. ¿Qué significa para las Iglesias?”, por John HICK

Lunes, 21 de diciembre de 2015
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siriosLeído en Koinonia:

En relación con Jesús, parece más probable que él se entendiera a sí mismo como el llamado a desempeñar el papel del profeta final ante la inminente irrupción del reino de Dios en la tierra. Este fue, como él lo debe haber entendido, un papel humano único y crítico. Al aceptar esta visión escatológica, la Iglesia primitiva esperó en un estado de expectación ansiosa a que él volviera otra vez como el agente de Dios en el día final con toda su gloria y poder. Sin embargo, con el desvanecimiento progresivo de esta expectativa, la fe de los primeros cristianos en el señor Jesús lo transformó desde una condición inicial de profeta hasta ser el hijo semidivino de Dios, para encarnar, finalmente, la imagen plenamente divina del Dios–Hijo, Segunda Persona de una Deidad triple. Los documentos del Nuevo Testamento, creados durante los primeras fases de esta transformación, incluyen tanto escenas retrospectivas del Jesús histórico como anticipaciones del Cristo verdaderamente divino que sería definitivamente proclamado cuando el Cristianismo se convirtió en la religión del Imperio.

El papel de Jesús como profeta escatológico dejó de ser relevante cuando su expectativa de un final temprano a la historia humana común demostró ser errónea. (Este hecho no es siempre afrontado a fondo por los defensores de la ortodoxia tradicional. ¿Cómo pudo Dios-Hijo haber estado tan terriblemente equivocado?). Pero había otro aspecto de la enseñanza de Jesús que continuó siendo relevante. Brotó de lo que tuvo que haber sido una extraordinaria y poderosa conciencia de Dios como Padre Celestial y de una nueva forma de vida que se vuelve natural en su presencia. Esta nueva forma es la completa confianza en Dios, la preocupación sincera por los semejantes, la no-violencia, el perdón y el servicio a los demás, que en el caso de Jesús consistió en una vida dedicada a la curación y la enseñanza. Porque no sólo enseñó esta forma de vida, sino que la vivió y la encarnó, la memoria de Jesús, guardada en la Iglesia, sigue viva y poderosa en nuestros días.

En su condición de profeta del reino inminente de Dios, Jesús no tuvo intención de fundar una Iglesia que le continuase, ni una nueva religión separada del judaísmo. No obstante, lo que conocemos como “cristianismo” surgió a pesar de todo, convirtiéndose el Nuevo Testamento en su documento fundacional. Este refleja tanto las memorias de recuerdos sobre Jesús como la progresiva apropiación que la Iglesia hizo de su figura y de su deificación. La mezcla en el Nuevo Testamento de historia y teología, memoria y proyección, puede así ser utilizada -según el enfoque histórico o doctrinal que se elija- para criticar o apoyar la creencia comúnmente desarrollada de Jesús como encarnación de Dios. Que uno vea la doctrina de la encarnación como ya implícitamente revelada en las palabras y las acciones de Jesús, o que la vea como parte de la creación gradual de la Iglesia, depende de la selección que cada uno haga del material procedente del Nuevo Testamento. El elemento individual más importante para orientar esta selección es probablemente la actitud de cada uno hacia la propia Iglesia. ¿Tiene la Iglesia y prolongada historia un valor de tal magnitud que deberíamos pasar por alto las serias dudas históricas relativas a su pretensión de contar con la confirmación divina? ¿O es la Iglesia una institución tan ambigua y su pretensión de preeminencia religiosa tan dudosa, que uno no halle razón alguna para rechazar estas dudas sobre su fundamento y su carácter supernatural?

He percibido una y otra vez en las discusiones teológicas que éste es el verdadero y determinante tema central. Lo que está en juego es la creencia tradicional de la superioridad única del cristianismo personificada en la Iglesia y en la cultura occidental. Aquellos que se hallan profundamente comprometidos con esta postura tienden a ver dentro de los datos ambiguos del Nuevo Testamento al Jesús cuya divinidad proporciona a la Iglesia una fundación divina. Por otra parte, aquéllos que han entendido las grandes religiones y culturas del mundo, incluyendo al cristianismo, como formas diferentes pero -hasta donde podemos afirmar- igualmente válidas como respuesta a lo Trascendente, son proclives a leer las evidencias de los orígenes cristianos de forma diferente.

Sin embargo, creo que es justo decir que el peso de la prueba, o más bien justificación, yace ahora pesadamente sobre la ortodoxia tradicional. La comprensión anterior del Nuevo Testamento, según la cual el mismo Jesús reclamaba claramente un estatus divino, ha sido abandonada por los estudios responsables, y la creencia en la divinidad de Jesús ha tenido que retroceder a la idea de una reivindicación implícita. En un caso como éste, la idea de una “reivindicación implícita” es un fundamento más frágil de lo que habría sido la autoridad directa del Señor. Una visión amplia de la situación se caracteriza por el retroceso o la retirada que se apartan de una certeza basada en un pronunciamiento divino, y llegan a una probabilidad basada en evidencias históricas que se vuelven objetos de discusión. Más aún, el creciente número de intentos de enfrentarse a este desafío para explicar inteligentemente la doctrina de la encarnación -con la consiguiente comprobación de que sólo persuadía a unos pocos, y con los defensores de cada posición criticando los defensores de las otras posiciones-, solamente ha añadido un clima de confusión a aquel retroceso o retirada.

La alternativa a la ortodoxia tradicional no tiene que ser la renuncia al cristianismo. Otra opción más constructiva es la de continuar el desarrollo de la autocomprensión cristiana en la dirección sugerida por la nueva conciencia mundial de nuestro tiempo. ¿Hasta qué punto es probable que esto nos empobrezca? ¿Llegarán los cristianos a ver el cristianismo como una manera auténtica entre otras de concebir, experimentar y responder a lo Transcendente, y llegarán a ver a Jesús de una manera coherente con esta visión, como a un hombre que estuvo excepcionalmente abierto a la presencia divina, y que de este modo encarnó en su más alto grado el ideal de vida humana vivida en respuesta a lo Real?

La respuesta verdadera probablemente sea “sí y no”. Algunos cristianos se están moviendo en esta dirección y lo van a continuar haciendo, pero otros muchos no se mueven. En este momento (1993) todavía hay una tendencia ideológica general hacia la derecha en el seno de la mayoría de las Iglesias y la posición de la mayor parte de ellas es incluso de rechazo a cualquier discusión sobre estas materias. Se da una correlación de esta actitud con el surgimiento de muchas formas y grados variables de mentalidad nacionalista del tipo “nosotros–contra–ellos”, que conlleva implícitamente la correspondiente impopularidad de visiones más amplias, sean estas políticas o religiosas.

Al mismo tiempo, aunque en menor escala, hay un movimiento continuo hacia una perspectiva mundial, hacia un respeto para otras culturas y creencias y para con las minorías en el seno de nuestra propia sociedad, asociado a menudo a un rechazo del odio y la violencia típicos del nacionalismo contemporáneo, así como una preocupación responsable por la tierra y por su atmósfera, como una entidad frágil que es nuestra y de todas las formas de vida que se dan junto a nosotros. Entre los cristianos que comparten esta visión mundial existe a menudo la idea común de que el cristianismo es una más de entre una gran cantidad de percepciones diferentes de lo divino, y de que Jesús era un gran profeta humano y siervo de Dios.

Cuestionar la idea de Jesús como una encarnación literal de Dios implica también cuestionar la idea de Dios como la de literalmente tres personas en una, puesto que la doctrina de la Trinidad se deriva de la doctrina de encarnación. Si Jesús fue Dios en la Tierra, también tiene que haber sido Dios en el cielo, de manera que la teología cristiana requería por lo menos en este sentido una doble divinidad. Cuando el Espíritu Santo, no diferenciado en un principio del espíritu de Jesús, fue añadido como una hypostasis distinta, la doble divinidad se convirtió en trinidad. Pero para una forma no-tradicional del cristianismo, el símbolo trinitario no se refiere a tres centros de conciencia sino a las tres formas en las que el Dios único es humanamente conocido – como creador, como transformador y como espíritu interior. No necesitamos redefinir estas formas como tres personas distintas. Leer más…

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

Todo estaba pendiente de tu boca…

Miércoles, 25 de marzo de 2015
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En la solemnidad de la Anunciación o de la Encarnación del Señor:

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NIÑA DEL SÍ

Todo estaba pendiente de tu boca.
Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran
con la vida en las manos, detenida,
como un reloj callado y a la espera.

Como si Dios tuviera que esperar un permiso…

Tu palabra sería la segunda palabra
y ella recrearía el mundo estropeado
como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente.
Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.

Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo,
sin la más leve sombra de no, toda en el Día.
Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos,
la respuesta cabal a su pregunta
sobre la Nada en flor…
Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo.
Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados,
y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente.

Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta;
jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera;
pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso
como el clamor del Génesis.

Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio
bajo el filo implacable de la Gloria…
Cuanto más cerca de la Luz vivías,
más en la noche de la Fe topabas, a oscuras, con la Luz,
y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno!
Tú diste más que nadie, cuando más recibías,
infinita de seno y de esperanza.
¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos…!
Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento
tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana.
Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día:
en las especies torpes del vagido
y en las especies del sudor cansado
y en el peso vencido de la muerte…

¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo,
gavilla de cordera, presentada y encinta!
Porque has dicho que sí,
Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María.
Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé.
El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido.
La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto,
y sobre las banderas blancas de los almendros
el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo.

*

Pedro Casaldáliga

(Lucas 1,26-38)

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El Dios interior

Jueves, 5 de febrero de 2015
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Del blog À Corps… à Coeur:

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El Hijo nace del Padre de un nacimiento espiritual, de un nacimiento que es conocimiento (co-nacimiento). Lo absurdo de la Encarnación mal comprendida.  En lugar de decir “Dios tiene un Hijo” hay que decir: “Dios es Hijo “ … Dios sólo existe en el intercambio y la comunicación entre las Personas divinas. Para comprender el sentido y la actualidad (el hoy y ahora) de esta vieja historia, hay que comprender que el único y verdadero Dios es un Dios interior. Jesús no tuvo que descender del Cielo ya que  siempre está  ahí. Es la humanidad la que está ausente.

*

P. Maurice Zundel en Ghazir, 1959

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4.1.15. Et incarnatus est. “Carne” de Dios

Domingo, 4 de enero de 2015
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imageswDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2. Navidad. Ésta es la palabra más significativa de la historia de occidente, y para nosotros, cristianos, la más importante de la humanidad: Dios se ha “encarnado¨, se ha hecho vida en la “carne/historia” de los hombres, y así le acogemos con fe, y celebramos su misterio en Jesús de Nazaret, que estos días de Navidad nace en la Liturgia. Así lo muestran las dos imágenes de esta postal:

— La primera presenta a unos obispos que celebran, arrodillados, ante los fieles alejados, el nacimiento de Dios, representado en la estrella de mármol frío (estrella de David, de los Magos de Oriente) que está en el suelo.

— La segunda presenta una mano con el niño caliente de vida, la mano del partero/a (o del padre), que recibe al niño del vientre de su madre, ya limpio y sonriente, dispuesto a comenzar la gran carrera de la vida, si le acogemos y amamos como carne de Dios.

Una fe “difícil”

— Muchos hombres y mujeres no lo entienden, no pueden aceptar esta palabra, pues no creen que haya un Dios que pueda y quiera encarnarse (hacerse humano); no creen quizá en Dios, ni tampoco en el hombre como “capaz de ser Dios”. Por eso, un genio de la filosofía como el judío L. Wittgenstein (tan amigo de los cristianos, pero no cristiano) decía que lo más grande que existe es un tipo de filosofía como la de Platón, o un tipo de religión como la de Buda o Mahoma, donde Dios está siempre separado, o no existe, o no se encarna.

— Tampoco muchos “creyentes” de la Iglesia entienden ni aceptan de verdad esta palabra de la “encarnación” (pues son en el fondo más platónicos que cristianos). Dicen que Dios se ha encarnado, pero después entienden esa encarnación de una forma “espiritualista” (¡como rayo de luz por un cristal!), sin aceptar de verdad la “carne” de María (la madre de Jesús), ni la carne de Jesús. K. Rahner decía que en el fondo somos “monofisitas” (no creemos en el hombre); yo añadiría que somos “gnósticos” (no creemos en la carne de Dios, ni por consiguiente en la carne humana)

La fe en el niño, carne de Dios, lo más fácil

Pues bien, sin negar los valores de Buda, de Platón o de Mahoma y los de tantos otros pensadores y profetas (incluidos muchos “platónicos eclesiales”), los cristianos confesamos la encarnación de Dios, tal como fue formulada por el evangelio de Juan (Jn 1, 14) y por el Credo (y se encarnó por obra del Espíritu Santo).

Dios sigue siendo Dios (más Dios que nunca, más misterioso y distinto), y el hombre humano (pequeño y grande…). Pero ese mismo Dios ha querido ser Dios en forma humana, compartir con nosotros su vida, para que nosotros vivamos en la suya.

Eso significa que “todo niño” nace de Dios, con Jesús (Jn 1, 14), como Jesús (Jn 1, 12-13), siendo carne y sangre, deseo de vida, pero carne y sangre de Dios, necesitando la ayuda de otros hombres (mujeres y hombres que le acojan).

1225786_640pxÉste es el misterio central de la “tercera misa” de la Navidad, el evangelio de este Segundo Domingo de Navidad (Jn 1, 1-18), un texto que aún no ha entrado de verdad en la conciencia cristiana, pues somos más monofisitas que mesiánicos, más gnósticos que cristianos.

Decimos sin duda esa palabra (e inclinamos la cabeza cuando se canta en la misa solemne ¡Et incarnatus est!). Pero luego no creemos de verdad en ella (aunque el “segundo evangelio” , Jn 1-18m se haya leído en todas las misas hasta el Vaticano II).

No cuesta ver a Dios en la carne/historia de la historia, en los niños que nacen, en los pobres expulsados de la tierra, como “carne” de hambre o de cañón… Por eso es urgente este evangelio de la carne de Dios que nace y espera (germina) en la debilidad fuerte de la vida de los hombres y mujeres de la tierra. Buen comienzo de año, buen domingo II de Navidad.

EL EVANGELIO CRISTIANO

Según ese pasaje (Jn 1, 1-18), que se lee y canta de forma solemne en la misa de este domingo, los cristianos afirmamos que Jesús es la encarnación de Dios, es “todo Dios” siendo “todo hombre”, es decir, carne de la historia. Más que eso no se puede decir, ni menos tampoco si se quiere mantener en su plenitud la herencia del evangelio. En esa línea afirmará el concilio de Nicea que Jesús es Dios (de naturaleza divina) y el de Calcedonia que es perfecto Dios y perfecto hombre (de naturaleza divina y de naturaleza humana)… Esas formulaciones conciliares reflejan un tipo de pensamiento quizá abstracto, que puede y debe re-traducirse. Pero en su base sigue estando este evangelio que nos dice que Jesús es “la carne humana” de Dios.

(a) El mismo Jesús histórico, nacido, muerto y resucitado es la Carne de Dios. Por eso, los cristianos buscamos y vemos a Dios en la “carne”, es decir, en la historia (el mensaje, el amor, el camino) de Jesús, a quien llamamos el Hijo de Dios.

(b) Si Jesús es “carne” de Dios, en él y con él son carne de Dios todos sus “hermanos” y de un modo especial los pobres (como sabe y dice Mr 25, 31-46)… En esa línea, conforme al lenguaje más filosófico de los Concilios (Nicea y Calcedonia) hay que decir que toda la “naturaleza” humana es carne de Dios (revelación de su Ser).

(c) Celebrar la encarnación de Dios en Jesús significa celebrar el valor divino de lo humano y comprometerse al servicio del hombre, de todos los hombres, y en especial de los excluidos de esta sociedad imperial de consumo, que son hermanos de Jesús, carne de su carne, sangre de su sangre, para emplear un lenguaja bíblico y eucarístico.

Texto básico (condensado)

[Dios es Palabra] En el principio era la Palabra y la Palabra era junto a Dios, y la Palabra era Dios. Esta era en principio junto (hacia) Dios.

[Palabra Creadora, luz] Todas las cosas fueron hechas por ella, y sin ella no se ha hecho ninguna. Lo que fue hecho era (tenía) vida en ella y la vida era la luz de los hombres (Jn 1,1-4).

[Todos nacemos de Dios] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre… Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

[Encarnación plena] Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad (1, 14).

[Revelación] A Dios nadie le ha visto jamás, el Dios unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha revelado (1, 18)

BREVE COMENTARIO, DESDE EL FINAL

– A Dios nadie la ha visto jamás.

Esta frase puede interpretarse en un sentido israelita; han sido precisamente ellos, los judíos, los que han afirmado que nadie puede ver a Dios sin morir; ellos son los que después han añadido que el nombre de Yahvé es silencio, que no puede ni decirse; ellos son los que, conforme a 2 Cor 3-4, han querido poner un velo sobre los ojos para no profanar el misterio de Dios.

A Dios nadie le ha visto: su misterio sigue siendo inaccesible. Esta es la verdad final del más hondo judaísmo que, sin embargo, de forma admirable, siglo tras siglo, ha sabido sacar fuerzas de esa trascendencia divina, para confesar a Dios, a través de la fidelidad a la Ley y tradiciones. No creen los judíos en el Hijo de Dios que es Jesús, pero la confesión del misterio divino les ha hecho vivir en actitud de confesión intensa.

– El Dios (Hijo) Unigénito que estaba en el seno del Padre…

Algunos manuscritos dicen “el Hijo Unigénito”, pero los más significativos mantienen esta lectura más difícil, llamando a Jesús Dios Unigénito (monogenest theou, que habita en el seno del Padre, como Luz y Palabra. Estrictamente hablando, la palabra que traducimos como seno del Padre (kolpon tou patrou) significa pecho y, en algún sentido, corazón. Es como si el Hijo existiera reclinado en el pecho del Padre, como el Discípulo Amado lo estuvo en el pecho de Jesús (Jn 12, 23). Pero esa imagen puede llevarnos a tomar a Dios como “un seno de madre” donde habita y crece el Hijo/Dios unigénito. Esta afirmación paradójica del Dios materno, del Padre en cuyo seno (materno) ha surgido y se mantiene el Hijo, es el culmen de la confesión cristiana.

– Ése nos lo ha revelado.

Habitando en el Seno del Padre, Jesús vive (ha vivido) al mismo tiempo entre los humanos, en una historia bien concreta de amor y entrega en favor de ellos. Sólo aquel que ha vivido en los pechos de Dios puede revelar su amor de Padre. Este es el secreto, este el misterio radical del evangelio, que todo el resto del libro de Juan ha querido describir. Leer más…

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Navidad

Miércoles, 31 de diciembre de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

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Maurice Zundel

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“El bando del Crucificado”, por Gema Juan OCD

Domingo, 14 de septiembre de 2014
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14910431410_7583182df7_mLeido en su blog Juntos Andemos:

En cierta ocasión, Teresa de Jesús escribía a un hermano carmelita: «No ha de faltar cruz en esta vida, aunque más hagamos, si somos del bando del Crucificado».

No es que ella no supiera que la vida trae cruces, dolores y dificultades para todos. Lo sabía bien, pero hablaba de otra cosa. De hecho, muy poco después de escribir esta carta, dirá en Moradas: «No penséis que está la cosa en si se muere mi padre o hermano, conformarme tanto con la voluntad de Dios que no lo sienta; y si hay trabajos y enfermedades, sufrirlos con contento. Bueno es, y a las veces consiste en discreción, porque no podemos más, y hacemos de la necesidad virtud».

El realismo de Teresa parece no tener límites, como no los tiene su conciencia de que lo que Jesús propone es algo diferente; cuenta con esa actitud sabia pero, además, invita a otra cosa. Ella entendió que seguir a un hombre que fue crucificado, significaba algo más que hacer de la necesidad virtud o resignarse, de la mejor manera, ante situaciones inevitables.

Puede sorprender que una mujer del s. XVI, imbuida de las ideas espirituales del momento, entendiera, tan de raíz, el sentido de la cruz de Cristo. Aunque, según propias palabras, no era muy letrada, es conocido su afán como lectora y que buscó la luz cuanto le fue posible para entender su fe y poder vivirla sinceramente. Pero lo que entendió sobre el Crucificado no lo aprendió en ningún libro, sino creyendo y orando, y llevando a la vida lo que iba intuyendo.

La teología actual sabe –mejor que la del tiempo de Teresa– que la cruz de Cristo alude, más aún que al dolor físico –sin duda, desmesurado– a la humillación que suponía la crucifixión: era una muerte vergonzosa y denigrante. Una muerte con la que Cristo cedió todos sus derechos y se degradó voluntariamente.

Teresa lo comprendió, y por eso hablaba de la cruz que puede aparecer en la vida por el hecho de elegir estar en el «bando del Crucificado». Por decidir seguirle y vivir tras su estela.

Solo desde ahí se puede entender –o mejor, vivir– ese ir «procurando perder de nuestro derecho», del que habla Teresa. Algo que a la mentalidad actual le resulta prácticamente inadmisible. Sin duda, hay gentes admirables, anónimas para muchos, que viven cediendo, es decir, renunciando de un modo u otro a sus legítimos derechos, en pro de los demás. Pero a nadie se le oculta lo difícil que resulta encajar esta idea en el pensamiento de hoy.

De hecho, a la gran comunidad de seguidores de Jesús se le hace muy difícil no encontrar argumentos y razones –¿excusas?– de todo tipo, para no perder o ceder sus derechos. Mientras que, desde la Encarnación hasta la cruz, el camino de Cristo es el de la desposesión de sí más absoluta en favor de los demás.

Tal vez por eso, Teresa decía con tanta fuerza: «Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco… ¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?». Teresa sabe que ese Cristo se hace compañero de vida, cuando se acoge su presencia: «No os faltará para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos; tenerle heis en todas partes».

El Crucificado va por delante. Por eso, es posible responder a su invitación –«Venid conmigo»– y decidirse a vivir como Él. Sin duda, supone un riesgo porque implica una profunda desinstalación. Lo intuyeron pronto los primeros discípulos, tambaleándose y queriendo convencer a Jesús de que no cediera su dignidad. Y lo intuye quien mira al Cristo vivo en sus palabras, en su interior y en quienes le siguen de verdad.

Para Teresa, ser del «bando del Crucificado» es ir entendiendo la vida de Jesús, asumir su estilo bienaventurado, que busca parecerse al Padre todo bueno, que pone su dignidad en el amor, hasta el punto de decir: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».

Cuando Teresa pensaba en esa forma de dar la vida, animaba a cada una de sus hermanas a «ser la menor de todas… mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir». Por eso le molestaba tanto que se hiciera «caso de unas cositas que llaman agravios» y las cosas de «honra», la búsqueda de reconocimiento o ventajas. Porque, en definitiva –como había advertido san Pablo a los Corintios– era vaciar la cruz de Cristo, desfigurarla.

La comunidad de los que siguen a Jesús está llamada a ceder derechos y dignidades, a renunciar a sus ventajas, a no ofenderse cuando no es tratada con reverencia. Está llamada a reconocer, nuevamente, la cruz de Jesús. Será necesario recordar que Él pidió ser «cautos como serpientes e ingenuos como palomas», pero también que avisó de que un discípulo no es más que su maestro, si de verdad es discípulo. Y al Maestro, su vida le llevó a desposeerse y no salvarse a sí mismo, le llevó a la cruz.

A toda la comunidad que sigue a Jesús y a cada miembro de ella, se dirige Teresa: «Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que esta ha de ser vuestra empresa; la que más pudiere padecer, que padezca más por El, y será la mejor librada». Padecer es servir como Cristo, no significa afligirse o castigarse sin razón. Es seguir al que dijo, cuando iba camino de Jerusalén: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve».

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Recordatorio

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