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Archivo para Jueves, 25 de diciembre de 2014

¡Ah pastores que veláis!

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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¡Ah, pastores que veláis,
por guardar vuestro rebaño,
mirad que os nace un Cordero,
Hijo de Dios Soberano!

Viene pobre y despreciado,
comenzadle ya a guardar,
que el lobo os le ha de llevar,
sin que le hayamos gozado.
Gil, dame acá aquel cayado
que no me saldrá de mano,
no nos lleven al Cordero:
¿no ves que es Dios Soberano?

Hoy nos viene a redimir
un Zagal, nuestro pariente,
Gil, que es Dios omnipotente.

Mi fe, yo lo vi nacido
de una muy linda Zagala.
Pues si es Dios ¿cómo ha querido
estar con tan pobre gente?
¿No ves, que es omnipotente?

Pues el amor
nos ha dado Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.

Danos el Padre
a su único Hijo:
hoy viene al mundo
en pobre cortijo.
¡Oh gran regocijo,
que ya el hombre es Dios!
no hay que temer,
muramos los dos.

Mira, Llorente
qué fuerte amorío,
viene el inocente
a padecer frío;
deja un señorío
en fin, como Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.

*

Santa Teresa de Jesús

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Natividad del Señor

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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05-Navidad (B) cerezoLeído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el HijoEn distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotrosEn principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

 

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“El rostro humano de Dios”. Natividad del Señor – B (Juan 1,1-18)

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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05_Navidad_BFeliz Navidad

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús.

Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios!

José Antonio Pagola

El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

«A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer».

No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender y olvidar para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús!

Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

José Antonio Pagola

Ver en la web

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“Donde nace la esperanza”, por Carlos Osma

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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child11Precioso artículo que publica Homoprotestantes. Para meditarlo en el silencio y la contemplación…

En la oscuridad de la nada donde el frío hace temblar a quienes no existen, nace la esperanza. Donde no hay camino, salvo el que alguna vez recorrieron animales salvajes, surge la necesidad de construir una senda nueva. Cuando ya no hay nada que perder, cuando no hay techo en el que refugiarse, la salvación puede hacerse presente. Sólo tras los límites de la realidad impuesta por quienes poseen la fuerza, el poder y la verdad, irrumpe el Mesías. Donde nadie lo espera, donde es imposible, donde jamás se imagino; allí al final, Dios se acerca a mujeres y hombres que desean una vida digna.

Siempre hay una esperanza, incluso en la soledad total de quienes no cuentan para nadie. En la indignidad de quienes no tienen nombre, o cuyo nombre es continuamente ensuciado por los santos, la luz de una estrella alumbra a quien hará realidad nuestro anhelo de ser, de sentir, de amar y ser amados, de desear y ser deseadas. Desde la insignificancia de un ser desvalido que acaba de llegar a la vida, Dios se compromete también con quienes creyeron que para ellas y ellos no había vida, no había sueños, no había nada.

Incluso en medio del desierto, donde el viento borra cualquier huella que de fe de nuestra existencia, es posible que el soplo del Espíritu divino abra una nueva senda que nos lleve hacia la libertad, hacia la vida que anhelamos. Sólo quienes no tienen caminos, los buscan con ahínco, y sólo ellas y ellos pueden encontrarlos, recorrerlos y vivir en la tierra prometida que hay tras ellos. Y es allí, en esos caminos imposibles, donde Dios se hace uno de nosotros, una de nosotras, para recorrerlo a nuestro lado.

En hogares inadmisibles para quienes fosilizaron a Dios a su imagen, puede de nuevo Dios hacerse carne. En casas donde no viven reyes y reinas, príncipes y princesas, donde cada día se tiene que pelear por defender la vida y los derechos de nuestros hijos e hijas, la salvación irrumpe con fuerza. Con la ímpetu de un bebé que llora, que grita, que pide comida, calor y amor; viene la salvación de Dios a la vida de madres y padres, de hombres y de mujeres, cuya única casa es el amor que se profesan.

Al final de lo aceptable, de lo deseable, de lo digno, para un dios que se hizo papel, es posible que Dios se haga una de nosotras. Tras la realidad fija y excluyente que dicta la verdad de unos pocos, pero que se ha divinizado como verdad absoluta, surge la realidad de carne y hueso, la realidad diversa, imperfecta, sucia unas veces y brillante otras, por la que aquel niño vino a la vida. Sólo en los despojos de la religión, de la economía, de la moral, de la salud, de lo divino…. irrumpe el Mesías.

Anhela vida quien no la tiene, espera con impaciencia el nacimiento de la salvación, quien se siente oprimido. Sueña de verdad con un mundo justo quien se sabe injustamente tratada, aspira a la libertad quien es consciente de no tenerla. Y es allí, en esos anhelos, esperanzas, sueños y aspiraciones donde Dios está con nosotras, para acompañarnos mientras los construimos y los hacemos poco a poco realidad. Y en esa voluntad común de vida de verdad, de vida plena, también nos acompañan otras y otros que se reconocen excluidos, pero que no se dejan vencer por la desesperación, sino que sabiéndolo o no, se aferran a la esperanza que para nosotras y nosotros, cristianos y cristianas, anuncia la Navidad. La esperanza de una salvación, de una vida plena, para todas y todos.

Carlos Osma

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“Jesús de Nazaret, humanidad nueva”, por Carlos Ayala Ramírez

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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The-Nativity-007Leído en Adital:

En Navidad no solo celebramos el nacimiento de una persona excepcional, sino el surgimiento de una humanidad nueva manifestada en Jesús de Nazaret, en su modo de ser, en su mensaje, en sus actitudes liberadoras. La doctrina paulina habla del Nuevo Adán [Jesús] o del Segundo Adán, y establece una radical diferencia entre el primero y el segundo: “El último Adán se hizo un espíritu que da vida (…) El primer hombre procede de la tierra y es terreno, el segundo hombre procede del cielo. El hombre terrenal es modelo de los hombres terrenales; como es el celeste modelo de los hombres celestes. Así como hemos llevado la imagen del hombre terrestre llevaremos también la imagen del celeste” (1 Cor 15, 45-49). Y esta imagen, para Pablo, está presente de forma plena en Jesús, genuina humanidad nueva.

Ahora bien, ¿qué significa en el lenguaje bíblico la humanidad terrenal y la celestial? ¿Qué se quiere decir cuando se habla de Jesús como el principio de una humanidad nueva? Según Leonardo Boff, tal afirmación significa que en Jesús se reveló lo que de más divino hay en el ser humano y lo que de más humano hay en Dios. Esto es: una apertura total a Dios y a los demás; un amor indiscriminado y sin límites; un espíritu crítico frente a la situación social y religiosa vigente, porque esta no encarna sin más la voluntad de Dios; un cultivo de la fantasía creadora que, en nombre del amor y de la libertad de los hijos de Dios, cuestione las estructuras culturales; una primacía del hombre-persona sobre las cosas, que son de la persona y para la persona. Este modo de ser provocó en el pueblo una creciente atracción y admiración. En otros el impacto fue más profundo: decidieron seguirle.

El evangelio de Marcos registra muy bien estas reacciones. A la gente le atrae que Jesús enseñe con autoridad y mande incluso a los demonios (1, 22.27); que toque a las personas impuras, como al leproso (2, 10-12), curándolo y contraviniendo las leyes antiguas (1,45); que cure a un paralítico y perdone sus pecados (2, 10-12); que intencionalmente ponga en entredicho y contraríe la leyes, curando en sábado (1, 21-28); que expulse a los demonios y dé de comer al pueblo compartiendo y multiplicando la comida (6, 34-44); que interprete con libertad y con tanta autoridad las leyes y la palabra de Dios (2, 1-9). Por otra parte, la reacción de los dirigentes del pueblo es muy distinta. Ante ese modo de ser de Jesús los doctores de la ley decían: blasfema contra Dios (2, 6-7); anda con pecadores y cobradores de impuestos (2, 16); está poseído por el demonio (3, 22); quebranta la observancia del sábado (2,24); no guarda el precepto del ayuno (2, 8); no tiene autoridad (11, 28). En suma, mientras el pueblo en general admiraba mucho a Jesús, los jefes del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban prenderlo y eliminarlo (3,6). Jesús se orientaba con los criterios celestiales (con profundidad humana), mientras sus adversarios con los criterios terrenales (con mezquindad humana). En definitiva, Jesús es el proyecto de Dios hecho carne, que resulta totalmente contracultural respecto a los proyectos fundados en la idolatría del dinero, el poder y la ideología.

Pero la buena y gran noticia no es solo que en Jesús ha aparecido una Humanidad Nueva, sino que a partir de él se puede construir una Nueva Humanidad. Ya los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva, por eso después de su muerte y resurrección, prosiguieron su causa y lo consideraron el modelo de ser humano a seguir, más todavía, lo confesaron como “Dios con nosotros”, porque en ese modo novedoso y sorprendente de ser humano, solo puede ser y estar Dios.

Boff ha planteado, en uno de sus libros, al menos siete rasgos característicos de la Nueva Humanidad que se desprenden a partir de la Humanidad Nueva de Jesús. Enunciemos: humanidad solidaria, es decir, con capacidad para dejarse afectar por el sufrimiento ajeno, y que, como el buen samaritano, se inclina sobre los despojados para ofrecer su ayuda; humanidad profética, que con lucidez crítica denuncia los mecanismos creadores de opresión y exclusión, y a su vez, anuncia con palabras y obras, el ideal de una sociedad fraterna y justa; humanidad comprometida, con la causa de los excluidos del mundo, buscando una nueva civilización que de centralidad a la persona, especialmente a los empobrecidos; humanidad libre, que procura la libertad de los esquemas y de las falsas ilusiones impuestas por el sistema, a fin de ser libre para crear con los demás, las formas mejores de vida, de trabajo, de ser cristiano; libre para ser más disponible para los otros y estar dispuesto hasta dar la vida en testimonio coherente con los ideales del reino de Dios y su justicia.

Humanidad jovial, para enfrentar las tensiones y dolorosas rupturas que trae consigo la opción por los pobres y su liberación; cargar con jovialidad, esto es, relativizar las contradicciones y no dejarse dominar por el enfado, lo que constituye una señal de madurez y de presencia del espíritu de las Bienaventuranzas; humanidad contemplativa, que a pesar de lo escabroso de la lucha no pierde el sentido de gratuidad, de la fiesta y la convivencia fraterna; humanidad utópica, que trabaja por la pequeña utopía de asegurar el pan de cada día, por la gran utopía de una sociedad incluyente y justa, y por la utopía absoluta de la comunión con Dios en una creación totalmente redimida.

Jesús, pues, es fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona son condición de posibilidad para alcanzar una humanidad humanizada. En palabras del teólogo José Antonio Pagola, Jesús puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

En suma, Jesús es ejemplo de humanidad plena, de una vida de pasión por Dios y de compasión para los otros. Esto es lo que se celebra en el misterio de la encarnación: la humanidad nueva de Jesús desde la cual podemos construirnos como familia humana, como nueva humanidad. Este es el motivo por el cual podemos desearnos una ¡Feliz Navidad!

 Carlos Ayala Ramírez
Director de Radio YSUCA

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“Una elección de amor”, por Gema Juan OCD

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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16057272001_9d147d8d58_mDe su blog Juntos Andemos:

A todos los que compartís este espacio: ¡Feliz Navidad! y que entre todos hagamos un 2015 más fraterno.

Primero fue el asombro, y despertó el amor. Después, una intimidad apasionada que iba a transformar su vida y, finalmente, una complicidad creciente que se volvió fidelidad y solidaridad. Ese fue el recorrido que hizo Teresa de Jesús, al ir descubriendo al Dios hecho carne.

Decía: «Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia». Para ella, la mayor misericordia de Dios, la máxima expresión de su bondad, había sido el regalo de Jesús: «Basta lo que nos ha dado en darnos a su Hijo, que nos enseñase el camino». Dios, con excesivo amor, ha dado cuanto es en Jesús y en Él ha abierto un camino nuevo a la humanidad.

Esa desmesura le hizo a Dios tomar carne, una carne –pensaba Teresa– como la suya. Por eso, decía: «Veía que, aunque era Dios, que era hombre». Así, Jesús se hizo «uno de tantos», de tal modo que «no le ha quedado por hacer ninguna cosa» por nosotros. «¡Bendita sea su misericordia que tanto se quiere humillar!» —exclamará.

Cuando Teresa hable de abajarse, de humillarse, estará siempre pensando en Dios, que «abajándose a comunicar con tan miserables criaturas, quiere mostrar su grandeza». La grandeza de Dios es descender amorosamente y entrar en conversación con los seres humanos. La verdadera humillación está ligada a la comunión.

Y pensará también en Jesús, en «las grandezas que hizo de abajarse a Sí para dejarnos ejemplo de humildad». La humildad que Teresa descubre en Jesús es una elección de amor y semejanza: «Como nos ama, hácese a nuestra medida». Es la decisión de «pasar de sí al Amado», que será la definición que dé Juan de la Cruz del amor. Puesto que Dios ama primero, Él es el que pasa de sí a los seres humanos, para que todos puedan pasar a Él.

Teresa descubre a un Jesús concreto: con historia, con cuerpo. Un hombre que trabajó con sus manos de hombre, pensó con su entendimiento de hombre, amó con su corazón de hombre. Que, nacido de María Virgen, se hizo uno de nosotros . Alguien de quien ella podía enamorarse y a quien podía «tratar como [con] amigo, aunque es Señor» Alguien a quien unirse y a quien podía decir: «Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasareis, tengo de pasar».

Pero sabía que no es fácil reconocer la carne de Dios. No lo fue cuando apareció en un lugar pobre del mundo. Y tampoco a lo largo de su vida, por eso Teresa decía: «Solo le dejaron en los trabajos… parece le querrían tornar ahora a la cruz», porque no se le reconoce.

Pensando en aquel nacimiento, humilde y anónimo, Teresa escribía: «No veía el justo Simeón más del glorioso niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con Él que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial».

Rahner decía que el ambiente en que Jesús nació era estrecho, ordinario y sofocantemente monótono. Ni siquiera su pobreza fue extraordinaria. Y que Dios había elegido la angostura del tiempo. Otra vez, una elección de amor: la que hacía posible la comunicación con quienes solo entienden «vías de carne y tiempo», como diría Juan de la Cruz.

Reconocer a Dios en la carne y el tiempo, «conocer algo de quién es este Señor y bien nuestro», era lo que deseaba Teresa y sabía que la única forma de conocer y reconocer a Jesús era siguiéndole. Por eso decía: «Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió».

Y recordaba que «regalarle y hacer por Él» era vivir lo «dicho por su boca: Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí». Y seguirle era no abandonarle: «No le dejemos nosotros, que, para más sufrir [servir], Él nos dará mejor la mano que nuestra diligencia».

Conmueve que el Inmenso elija la fragilidad y la ambigüedad humana para expresarse. Asombra que Dios se haga niño, que se haga hermano. Hace enmudecer que se convierta en «esclavo», que el amor le haga inclinarse y bajar hasta lo profundo de los pozos humanos. «¡Qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre… Él vino del seno del Padre por obediencia, a hacerse esclavo nuestro» —decía Teresa.

Lo que hace pasar del asombro al amor y de la ternura y la complicidad a la solidaridad fiel es «no se apartar de andar con Cristo… tenerle siempre consigo… andar siempre con Él… nunca se apartar de tan buena compañía».

Por eso, Teresa insistía: «Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor».

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“Carta a Jesús el día de Navidad”, por Jon Sobrino

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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1289124271_0Querido hermano Jesús:

Te escribo con sencillez, y comienzo llamándote “hermano”. No eres un Dios lejano ni un ángel en las nubes. Creciste, lloraste y reíste, y por eso eres cercano. Te pareces a los que estamos en estas bancas en todo menos en una cosa, que sí es nuestro gran problema: el egoísmo en contra de los demás y la arrogancia sobre los demás.

Eres, pues, como nosotros, pero bien se nota de dónde venías. De tu padre José aprendiste a ser trabajador y honrado, soñador y amante de la justicia. De tu madre María aprendiste el cuidado y la ternura, y a alegrarte en el Dios de los pobres. De tu gran amigo Juan aprendiste austeridad y reciedumbre, y también a ser profeta y decir las verdades que pocos quieren decir.

Aprendiste a ser un hombre de tu pueblo, buen judío y religioso, a leer la Escritura y a rezar. Daba gusto verte ante tu Dios. Muchas veces en silencio, retirado. Otras veces con la gente. “Llamemos a Dios “Padre”, decías, “porque es bueno con los pequeños”, y por eso tú también sentiste predilección por los pobres y débiles, por las mujeres y niños, por los pecadores despreciados y por los extranjeros marginados. Así era Dios para ti, no como el dios de los sacerdotes del templo que exigían sacrificios, bueyes y ovejas, ni como los dioses de los romanos, que daban miedo y asustaban con rayos y truenos – dioses, por cierto, que siguen existiendo hoy, con armas y ejércitos, opresión y represión. En ese Dios confiabas y en ese Dios descansabas.

También impresionaba tu fidelidad cuando las cosas se ponían difíciles, las persecuciones, el huerto, la cruz. A Dios le dejabas ser Dios. Nunca lo manipulaste para tenerlo a tu favor. Le fuiste fiel sin desviarte del camino, siempre servicial, entregado a los débiles, a la causa de Dios, en un mundo que persigue, difama y da muerte a los que se dedican a esa causa. Al final, la cruz y la resurrección.

A nosotros nos anunciaste una buena noticia: que el reino se acerca y que Dios ama y defiende, sobre todo a los pobres y pequeños. Nos pediste que fuéramos como “niños”, pero no “infantiles”. Nos pediste rezar y cantar, pero sobre todo hacer la voluntad del Padre Celestial. Nos dijiste muchas palabras, pero una fue realmente bienaventurada y exigente: “sígueme”.

Los que te conocieron bien, para decir en una palabra quién eres, dijeron que “pasaste haciendo el bien”, que fuiste un hombre cabal, misericordioso con los débiles, y comprensivo, pues tú también pasaste por la debilidad. Y que “no te avergüenzas de llamarnos hermanos”.

* * *

Hermano Jesús, así fuiste, pero no sé si nos interesa que así fueses. Antes sí. Así te predicaba Monseñor Romero entre nosotros, y te hacía presente con su ejemplo y el de muchos otros hombres y mujeres. Pero ahora no estoy tan seguro. Algunos grupos y sectas -y lo difunden algunas emisoras de radio y televisión- te presentan como milagrero y melifluo, de muchas novenas y estampas, con mucho canto y poco compromiso, a nuestra medida y a nuestro servicio. En definitiva, muy del cielo, pero poco de la tierra. Hermano Jesús, tú que nos conoces bien, ¿no es verdad que nos da un poco de miedo que te acerques como realmente eres?

Y sin embargo eso es lo que celebramos esta nochebuena aquí en la Iglesia, y creo que lo hacemos con bastante sinceridad, aunque somos conscientes de nuestras limitaciones y pequeñez. Celebramos que así eres y que así, y no de otra manera, te has acercado a nosotros.

Aunque no sea lo más importante, notarás que hoy en la Iglesia hay ambiente de celebración, más luz, más color y más música. Y sobre todo más amor. Mucha gente ha trabajado estos días. Unos en ensayar cantos, otros en poner el nacimiento y arreglar el altar. Otros, mujeres sobre todo, sencillas y silenciosas, que no buscan reconocimiento ni recompensa, en asear la Iglesia, como lo hacen todos los lunes y sábados del año. Es su particular liturgia, y pienso que es la que más te agrada.

Como siempre han puesto un nacimiento, que, por cierto, refleja bien cómo fuiste de mayor. Y también refleja bien nuestro mundo. Estás rodeado de pastores, gente pobre y sencilla, despreciados y tenidos por gente de mal vivir. Y ya sabes que esos “pastores” son hoy la mayoría de la humanidad. La pobreza -la compañía de los pobres, no la de los bien trajeados- es lo que te caracterizó, y es el menaje más claro de la cueva y el pesebre. También están tres sabios, en camellos, gente que busca la verdad y está dispuesta a caminar de lejos para encontrarla. Son los que no se dejan engañar por este mundo, que se dice democrático, pero que, con algunas cosas buenas, sustancialmente es egoísta, elitista, insensible y prepotente. Esos “sabios” no abundan, pero siempre hay algunos.

En el centro del nacimiento está José, como uno de tantos trabajadores a lo largo de la historia, y está María, la buena vecina -y me alegra que sigue habiendo hasta el día de hoy gente como ellos con esa dedicación a la vida. No son noticia, no ganan óscares, no modelan ni meten goles, ni salen en la televisión. Parafraseando a un famoso filósofo, son los “guardianes de la vida”. Mantienen al mundo en pie.

Y si se mira lejos, también se puede ver a Herodes, que sigue matando niños sin piedad. UNICEF, la organización de Naciones Unidas para la Niñez, acaba de decir que la mitad de los dos mil millones de niños que hay en el mundo viven en pobreza y miseria. Este año ya han muerto de hambre cinco millones de niños. Herodes sigue suelto y muy activo en nuestro mundo. Y para vergüenza de este mundo occidental, que se tiene por demócrata y se diga o no cristiano, los costos de la gestación y nacimiento de un bebé en Estados Unidos son 410 veces más que los de un bebé en Etiopía.

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Hermano Jesús. Estamos contentos esta noche, sí, pero no es fácil. Sólo un ejemplo entre muchos, que me parece importante recordarlo aquí en El Salvador para que no ignoremos a los que hoy sufren más. La mayoría de ellos están en África, y eso es lo que me dicen en una carta que llega de España: “No sé como podrán celebrar navidad en el Congo. Es demasiado fuerte el sufrimiento, los desplazados sin absolutamente nada en las manos”. Y cuántas historias semejantes en Irak, en Palestina, aquí.

Pero algo hay en la esperanza que no muere. En el nacimiento hay una estrella, no milagrosa, sino humana, que irradia luz a todo aquel que quiera caminar en busca de la verdad, la justicia, la paz. Es como la luz que irradió Monseñor Romero sobre el caminar de nuestro pueblo. Y es la luz de la que también se habla en la carta que he citado: “En el Congo dos obispos, Mosengo y Sikuli, sostienen la esperanza de sus pueblos”. Y añade la gran paradoja: “aquí, en España, nuestra esperanza tiene que sobrevivir en medio de este desierto de consumismo”. Pobre primer mundo, con mucho dinero y con poca esperanza.

No es fácil, pero cantamos. Hoy nos encanta escuchar el canto de los ángeles, mejor que el de santa Claus. San Lucas lo dijo espléndidamente: “Gloria a Dios en las alturas. Y en la tierra paz a los hombres y mujeres de buena voluntad”. Con esa música en el corazón saldremos de la Iglesia con más alegría para celebrar una cena familiar, con más compromiso para trabajar por un mundo con más justicia, con más paz y con más fraternidad. Y con más esperanza.

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Voy a terminar. Notarás que te he llamado “hermano”, y algunos quizás se extrañarán -o estarán un poco nerviosos- porque no he hablado del “Niño Dios”. Llamarte “hermano” quizás les suena a poco. No haya pena. Jesús, eres nuestro hermano y eres Hijo muy querido de Dios. Los primeros cristianos dijeron que contigo “ha aparecido la benignidad de Dios”. San Lucas nos dijo que eres Hijo del Altísimo y san Mateo te llamó “Dios con nosotros”. Eres el gran regalo de Dios. No has nacido de voluntad de carne ni de voluntad de sangre, sino que has nacido de Dios.

Cuánto discurrieron los cristianos de los cuatro primeros siglos para dejar esto en claro: que tú estás en Dios y que Dios está en ti, “que eres de la misma naturaleza que el Padre”. En palabras más sencillas y más bellas, que muchas veces he citado, lo ha dicho Leonardo Boff. En un arrebato franciscano, viéndote y contemplando tu vida, escribió: “Así de humano sólo puede ser Dios”.

“Niño Dios”, “Dios con nosotros”, “Hermano Jesús”. Te decimos: “ven, ven, no tardes”. Te pedimos que este mundo no sea injusto, insensible y cruel, sino como el reino de Dios que anunciaste como la gran buena noticia. Y te pedimos que nos parezcamos a ti para iniciarlo entre todas y todos.

* Jon Sobrino. Santa Tecla. El Salvador

Fuente Alainet.org

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“Feliz Navidad, feliz año nuevo”, por Juan Cejudo,miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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A mis amigos creyentes y no creyentes.
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Para mí celebrar la Navidad es volver a recordar un año más el nacimiento de Jesús de Nazaret.
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Un ser humano excepcional; tan excepcional, que los creyentes vemos en él al mismo Dios hecho hombre.
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Nacido pobre, amigo de trabajadores y gente sencilla que le seguía a todas partes. Rompedor de esquemas religiosos y de normas absurdas. Predicó la Buena Noticia del Reino: la igualdad de todos, la paz y la no violencia, la fraternidad y el compartir como hermanos, la austeridad de vida para sus amigos,…Él supo acercarse a los más marginados de su tiempo para intentar aliviar su dolor y sufrimiento: enfermos, trabajadores, prostitutas, excluidos sociales…
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Supo enfrentarse al poder político y religioso de su época, diciendo siempre la verdad y proclamando la justicia. Por éso lo mataron, aunque venció a la muerte.
Ése Jesús que antes de morir nos dejó sólo un mandato: el amor entre todos los seres humanos. Amor que supone la justicia para que el Mundo sea mucho más igualitario entre todos.
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Hoy después de más de 2.000 años, millones de personas seguimos reuniéndonos en su nombre para intentar, como Él, luchar, en nuestro entorno concreto, por esa justicia, igualdad y fraternidad que Él anunciaba y que le llevó a enfrentarse a los poderosos.
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sin techo1Un mundo donde impera las guerras, desigualdades, injusticias y el poder del dinero, es un Mundo opuesto a los valores que Jesús anunció. Un mundo donde millones de personas pasan hambre, no tienen trabajo, ni vivienda por la ambición de las multinacionales y el poder del dinero, no es el mundo que Él quiso y debemos sus seguidores luchar por cambiarlo.”Otro Mundo es posible, otra Iglesia también”.
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Celebrar este nuevo aniversario de su nacimiento es una nueva ocasión para que todas las personas, creyentes y no creyentes, apostemos por los valores que Él defendió y que provocó que los poderosos lo mataran.
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Con estos sentimientos os deseo una FELIZ NAVIDAD Y UN FELIZ AÑO 2.015
Juan Cejudo.

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“No a unas Navidades compulsivas”, por Jesús Renau

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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1293555986_0Jesús Renau. Sumergidos ya en el ambiente navideño constatamos una vez más que no es oro todo lo que reluce, ni es luz lo que pensamos que nos ilumina. Cada año pasa lo mismo, se va apagando la dimensión cristiana de le Navidad y va creciendo la dimensión de unas vacaciones de invierno.

No hay ninguna consigna, ni planificación perversa que intente ir camuflando la alegría que nos aportó Jesús. Pero sí se da una contradicción social: ¿cómo justificar el despilfarro que se nos ofrece como felicidad con la celebración de un nacimiento en pobreza, privación y marginación?

Si se tratara solamente de una narración de un lejano pasado que no afectara a la humanidad, estos cambios no tendrían mayor importancia. Pero resulta que este Jesús, cuyo aniversario intentamos celebrar, está a favor de los pobres, los marginados, los oprimidos y las víctimas de este sistema que, como ha repetido Francisco, mata. Esto es harina de otro costal. Celebramos una opción de Dios por los de abajo, un camino divino un tanto contracultural… y a la sociedad capitalista ni le resulta grato ni lo puede aceptar sin revisar el sistema.

Mejor será hincar el diente en la mejor comida, beber los mejores caldos, regalar y recibir regalos y, quizás, para tranquilizar la conciencia alguna aportación benéfica.

Este proceso desde hace ya un montón de años está bien aprovechado por los grandes y luminosos comercios y, sobre todo, por los todopoderosos mercados que con la entrada del invierno hacen en muchas partes su mejor Agosto.

Partidarios de la alegría y no del desmadre, de los obsequios y no de la compra compulsiva, de las comidas y cenas y no de las bacanales… hay que recordar que en aquella tradición de Belén se muestra una opción por la sencillez, por la naturalidad, por el gozo que muestra a un Dios que está a favor de los pobres y oprimidos y espera que sentemos la cabeza y constatemos de una vez por todas que nuestro sistema económico por radicalmente injusto no puede entrar en el programa cristiano. Urge un cambio de mentalidad, una nueva opción, un compromiso colectivo, una fraternidad solidaria y un proyecto para todos…. Y no más y más de lo mismo y siempre lo mismo.

Imagen extraída de: El Mundo

Fuente Cristianismo y Justicia

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En una Iglesia devastada oran dos niños. Feliz Navidad 2014

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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10847778_4913784539103_3143312937479390174_nLa triste Navidad de los cristianos en Gaza: “No sabemos lo que nos deparará el futuro”

Dura pero esperanzadora felicitación  de Xabier Pikaza en su blog:

En una iglesia devastada de algún lugar de Oriente oran dos niños ante Jesús que nace. Con ese signo de inmenso dolor y esperanza aún más grande, Mabel y yo queremos felicitar la Navidad a todos los amigos, y a los lectores de este blog.

No vemos el Belén, pero está delante de los dos niños que oran, a nuestras espaldas. Demos la vuelta, miremos y adoremos.

Jesús ha querido nacer entre las ruinas de una Iglesia casi devorada por el fuego, sin imágenes ni santos, sin altares… Entre las cenizas humeantes, María y José han limpiado un pobre espacio de amor para el Niño. Una vez más, sus enemigos (que empezaron por el viejo Herodes) no han podido matarle, ni han logrado destruir la Navidad, simbolizada en el gesto de estos niños que, como los viejos pastores y magos, miran y sufren, admiran, rezan y esperan.

Navidad en una Iglesia que renacerá de sus cenizas

Según el evangelio, Dios quiso venir a la posada de los hombres y no encontró lugar ni en la ciudad, ni en el hostal del barrio, ni siquiera en los bancos del arrabal… Más aún, sus adversarios querían quemar sus “iglesia”, destruyendo así sus huellas para siempre.

La familia de Jesús no tenía dinero ni influencias para comprarse una mansión segura, amurallada, defendida del fuego y de las armas… Pero era Dios y nació, aunque fuera en la iglesia quemada, o una cueva de pastores, un portal o puerta abandonada, una paridera de animales.

Quiso vivir entre nosotros y nació a pesar de que no hubiera lugar en la posada, a pesar de que sigan quemando su Iglesia. Decidió nace y nació, porque José y María estaban a su lado y le acogieron (como miles y millones de hombres y mujeres) y al menos dos niños fueron a rezarle (como se dice en la misma Biblia que fueron magos y pastores).

Nació Jesús y su Iglesia, es decir, la humanidad amante renacerá de sus cenizas, por encima de todas las bombas e incendios del mundo.

Cuatro felicidades

1. Felicidades a todos, en esta noche mágica del Dios que nació y sigue naciendo en Jesús y en cada uno de nosotros, aunque muchos se esfuercen en quemar el mundo, la Iglesia, la vida… Felicidades porque estuvieron allí María y José, dando la vida, manteniendo la esperanza… y porque estos niños de la Iglesia devastada han ido a verle y le rezan.

2. Felicidades a todos en esta “buena” noche, a pesar de que la mayoría seguimos ocupamos en la cosas que hacían antaño las gentes de Judá y de Roma, contando el dinero, fabricando bombas incendiarias, dejando morir de hambre a los pobres. Felicidades, porque Dios es Dios y quiere seguir viviendo en nuestra vida, aunque nuestros imperios o emporios no quieran recibirle, y le esperen con fuego.

3. Felicidades a todos en este Día de la Vida que nace, a pesar de que muchos de nuestros belenes “cristianos”, hechos de luces y lujos, no tengan lugar para aquellos que pasan hambre y quieren venir. Felicidades, a pesar de que a veces celebremos a un Jesús sin Jesús, a un Dios sin Dios, una Navidad sin nacimiento a la vida. Dos niños rezan en esta imagen de la Iglesia Quemada, porque están viendo nacer a Jesús entre las cenizas de un mundo que sigue ardiendo por culpa de los hombres como hace 2015 años.

4. Felicidades a pesar de que no haya casa para muchos niños. Belén se ocupaba entonces de sus cosas: los pisos eran caros, imposibles las rentas, todos los lugares estaban ocupados por los okupas de siempre. No había lugar para alguien que viniera de lejos, ni siquiera en las iglesias, olvidadas o quemadas… Pero estos dos niños llegaron, y otros miles y millones de niños siguen viniendo para adorar a Jesús que renace una vez de las cenizas de un mundo que nos empeñamos en quemar.

¡Felicidades a todos, con esos dos niños de la imagen!

Así nació fuera de la ciudad del mundo, en una puerta/portal abandonado donde a veces acampaban los pastores, en una paridera donde parían las ovejas, en una cueva donde anidaban las aves y tenían su cubil los animales. Así sigue naciendo en la iglesia quemada, en un mundo que corre el riesgo de incendiarse por todas partes… Se arriesgó a nacer y la acogieron José y María. Se arriesgó a nacer, y esta imagen la acogen y rezan por lo menos dos niños.

En un día como hoy, 24 de diciembre de 2015, en un mundo donde María y José vienen en pateras, en una tierra donde millones y millones de emigrantes y pobres no tienen casa…, cerca de ciudades y pueblos donde queman las iglesias, para que Jesús no nazca: ¡Felicidades a todos!

A pesar de todo, por el amor más grande de Dios y de la vida, queremos celebrar la venida de Dios para que cambie la vida de todos, hombres, mujeres y niños a los que Dios ama, con su mejor voluntad, a pesar de todo, porque ha querido nacer y ser para siempre nuestro huésped y amigo.

Mabel y Xabier

Navidad 2014

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