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“Eucaristía y crisis económica”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 25 de julio de 2021
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17_to_b-600x441Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.

A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa sin escuchar las llamadas del evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.

En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irá haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.

Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro… No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.

No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el evangelio de Jesús sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.

José Antonio Pagola

 

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Indiferencia

Jueves, 8 de julio de 2021
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“El mayor pecado contemporáneo es la indiferencia”.

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Pier Paolo Pasolini

Fotografía de Herbert List

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

María y Jesús son la antítesis de Eva y Adán en la historia

Martes, 8 de diciembre de 2020
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cerezo-corazondemaria

Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Por un tipo de humanidad, Adán y Eva, surgió el pecado en la historia. En el origen de la vida del ser humano hay situaciones de pecado. Pensemos en los hijos que nacen después de una guerra, pensemos que en el origen de la vida de un niño hijo de drogadictos, hay una situación más que difícil, etc…

Por otro tipo de humanidad: María y Cristo, sobreabundó la gracia y el bien, dice San Pablo. María es la antítesis de Eva, como Jesús lo es de Adán

  1. Inmaculada.

         Celebramos hoy la fiesta de María Inmaculada.

Quizás el pecado original haya que entenderlo no como una mancha que se nos transmite por generación. Menos todavía -como se pensó durante siglos- que el pecado original se nos comunica por la generación sexual, sino más bien se podría pensar que: cuando en la escala de la evolución se llega a una cota de inteligencia y de libertad (hominización), surge el mal.

El mal existe desde el comienzo, (pecado original). El pecado existe y existirá siempre donde esté el ser humano por aquello de que la inteligencia y la libertad son capacidades muy hermosas, al mismo tiempo que muy difíciles de “controlar”. Adán y Eva, sean quienes fueren los primeros humanos, hicieron el mal, pecaron. Adán y Eva es -somos- la humanidad bajo el signo del mal.

 Por un tipo de humanidad, Adán y Eva, surgió el pecado en la historia. En el origen de la vida del ser humano hay situaciones de pecado. Pensemos en los hijos que nacen después de una guerra, pensemos que en el origen de la vida de un niño hijo de drogadictos, hay una situación más que difícil, etc…

Por otro tipo de humanidad: María y Cristo, sobreabundó la gracia y el bien, dice San Pablo. María es la antítesis de Eva, como Jesús lo es de Adán. A pesar de los pesares: odios, pecado, muerte, estamos en una historia de gracia y salvación:

Si bien es cierto que el recuerdo de María, llena de gracia y madre del Señor, está presente en la Iglesia desde el comienzo (Pentecostés), Éfeso (año 431), fue el concilio que proclamó a María como madre de Dios (theo-tokos), etc., la explicitación formal del dogma de la Inmaculada la hizo el papa Pío IX en 1854. María fue llena de la gracia, del amor de Dios. Y por eso no hubo pecado en su vida.

María entregó su vida y su persona, su libertad al designio salvífico de Dios.

La madre es siempre memoria de la vida. En nuestra vida personal y familiar, la madre es la fuente de la vida, es la referencia fundamental. María es memoria del Señor. Recordar a la Virgen nos hace bien, porque a su vez nos recuerda a JesuCristo. Dios te salve, María, llena de gracia.

  1. María, esperanza de la humanidad.

La Inmaculada es la Virgen de Adviento, de la esperanza.

En estos tiempos de noche oscura, provocada por la pandemia, por las ideologías egoístas e injustas, que impiden al hombre aspirar a la plenitud de vida, María Inmaculada es madre de la esperanza del ser humano, del pueblo.

Todas las grandes promesas en la Biblia pasan por una mujer: la historia, mal que bien, se abre con la mujer, Eva (y Adán); sigue con la mujer Sara, Débora, Ana, Judit, Esther, Isabel, María…y -de modo apocalíptico- la historia humana termina con la mujer (María) coronada de estrellas, en lucha con el dragón, que concentra todo el poder del infierno y del mundo, que termina siendo vencido.

Así, la Inmaculada quiere decir que el mal, el pecado en sus raíces más profundas, puede ser vencido. La Inmaculada significa que la historia se encamina hacia la plenitud de vida y que podemos esperar “un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”.

  1. María, orgullo de nuestra raza.

         Tal vez la expresión, “orgullo e nuestra raza”, resulte un poco anacrónica, pero en el fondo quiere decir que podemos estar felices de que una mujer es orgullo de la humanidad.

María, una muchacha del pueblo, escucha al mensajero de Dios y, desde su pequeñez y fragilidad, se atreve a creer que para Dios no hay nada imposible. María se fía de Dios y acoge el mensaje de Dios. Así se realizará la Encarnación. “Encarnarse” significa que Dios asume la condición humana, comparte nuestra pobreza y acepta nuestra miseria para elevarnos a nosotros a compartir su misma vida.

Gracias al “sí” de María, una muchacha de una aldea ignorada, Nazaret, ocurre la encarnación de Dios en la historia y se cumple el gran proyecto salvador de Dios. María es como la nueva Eva, de ahí la expresión: “madre de los vivientes”. Por todo esto, la gracia de ser inmaculada más que un don personal exclusivo es un don a toda la humanidad a la que pertenece. María, estrella de esperanza para nuestro mundo y orgullo de nuestra raza.

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“La frescura del amor de Dios”, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 6 de octubre de 2020
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Lentz, Julian Of NorwichDe su blog Punto de encuentro:

Llama la atención que la mística Juliana de Norwich, en pleno siglo XIV, afirmase que “El pecado es necesario, pero todo acabará bien”. Lo dijo  varias veces, y leído así, puede parecer algo propio de una conciencia deformada en la fe. Pero lo que Juliana experimentó y nos legó es que el pecado debe ser visto como parte del proceso de aprendizaje de la vida, no solo como la malicia que necesita perdón ya que el pecado realizado por los seres humanos es debido a que somos más ignorantes que malos. Lo esencial de su revelación es que es que Dios es fundamentalmente Amor y Sanación que nos vela con amor paterno y materno (por expresarlo con categorías humanas) mientras que el pecado nos despierta a la realidad como contraste brutal con el amor como el significado del universo.

Esta mujer fue audaz cuando aplicaba la teoría de que, para aprender, debemos fallar. Nuestra imperfección nos impide evitar al pecado; caemos, pero lo importante es la disposición a  levantarnos y a mejorar. El dolor causado al pecar es un recordatorio del dolor de la pasión injustísima de Cristo. Así, esta mujer mística le da la vuelta al pecado mismo, sin quitarle un ápice de lo que significa de ausencia de Dios, pero señalando que Dios logra darle una utilidad, y es que volvamos a Él: Juliana creía que el pecado, además de inherente a la condición humana, era necesario porque nos purga al tiempo que nos lleva al conocimiento de uno mismo. Esto facilita, a su vez, nuestra aceptación del papel necesario de Dios en la vida como seres imperfectos que somos, pero nacidos para el Amor.

Ya que pecamos, que sea lo menos posible; pero cuando nuestra imperfección nos lleve a caer en la tentación, que la experiencia de nuestro vacío por la falta de amor (eso es el pecado en sus distintas intensidades) sirva para buscar lo que realmente nos hace libres y dichosos.

Juliana cree que todas las cosas creadas por Dios son intrínsecamente buenas, y el pecado o el mal no es una “cosa”, ni un ser, ni una sustancia creada por Dios, sino la consecuencia de nuestra imperfección. No es una creación de Dios. Y la vida es el camino de aprendizaje para dejarnos trabajar por el amor divino incluso desde el fracaso del pecado. En este sentido, me viene al recuerdo una de las ideas mejores que he leído sobre el verdadero aprendizaje, atribuida a Confucio: Escucho… y olvido. Veo… y recuerdo. Hago… y comprendo. Aplicado a Juliana, el pecado tiene el papel de despertarnos a la realidad de que el amor es el significado del universo: peco y siento, casi físicamente, el daño que causo y me causo; y necesito convertirme.

Su tiempo fue una época de turbulencias, cuando las calamidades llegaron en forma de hambruna, guerras y la peste bubónica que provocaron una crisis a todos los niveles hasta cuestionar el papel de la Iglesia y el rol de los monarcas. Sin embargo, su experiencia mística le hizo vivir esperanzada, hablando del amor a Dios en términos de alegría y de compasión más que de la ley y el deber formal. La experiencia teologal que dejó escrita es única en tres aspectos: su visión de Cristo desde la donación y ternura de la madre, el pecado como oportunidad y su experiencia de que en Dios no cabe la ira. Tenemos mucho que aprender de esta casi desconocida gran mujer y de su mística audaz y práctica. Es importante para reflexionar a fondo en clave oracional y sobre el valor cristiano del perdón.

Juliana no eligió encerrarse en sí misma degustando sensibilidades teologales. Vivió en una celda anexa a la iglesia de San Julián (de ahí su nombre de Juliana), pero convertida en centro de escucha y consejo para miles de personas que iban en busca de luz porque ella fue una radical de la esperanza en el amor de Dios. Venerada por católicos y protestantes, ¿por qué sigue siendo para nosotros una gran desconocida?

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Miguel Ángel Munárriz: La libertad y el pecado.

Viernes, 24 de julio de 2020
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HIJO-PRÓDIGO5_thumb1Es habitual entre nosotros concebir el pecado como ofensa a Dios y en clave eminentemente jurídica: «Eres libre, obras mal, luego eres culpable y mereces castigo». Pero la concepción que se desprende del evangelio es mucho más profunda: «Estás enfermo y Dios es el médico». El evangelio no nos considera libres sin más, sino esclavos del pecado, y desde esa óptica, el papel de Dios no es el del juez que juzga a personas libres y responsables, sino el del padre que ayuda a sus hijos a que vean mejor y se liberen de sus cadenas.

Pablo, en una de sus cartas a los romanos se lamenta amargamente de su falta de libertad: «Realmente, mi proceder no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, en realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí».

Esta falta de libertad que Pablo refleja en su carta es un hecho evidente que todos experimentamos en nuestro interior, pero, a pesar de ello, seguimos aferrados a esa noción jurídica basada en nuestra libertad para obrar. El problema es que no somos libres hasta ese punto, y que es precisamente el pecado lo que nos impide actuar con libertad; bien sea por error o bien por debilidad. «Me esclaviza la ley del pecado», dice Pablo en esa misma carta.

En el evangelio, vemos a Jesús acercarse a los pecadores y cenar con ellos, lo que indica que no considera al pecador como un ser malvado, sino necesitado. Y cuando los santos de Israel le increpan por su actitud, les contesta que son enfermos, y que los enfermos necesitan que les atienda un médico. Y es que el evangelio parte del hombre tal como es, con sus virtudes y sus defectos, y considera que en el mundo real no hay justos que merecen premio y pecadores que merecen castigo, sino solo pecadores amados por su padre Abbá y necesitados de ayuda.

En el episodio de la mujer adúltera, Jesús no adopta el papel de juez al que le empujan los fariseos, sino que pone todo su afán en salvarla; primero de la muerte y luego del pecado: «Yo tampoco te condeno, anda y no peques más»; anda y no sigas destrozando tu vida…

El hijo pródigo espera ser más feliz lejos de la casa de su padre, pero se equivoca, y cuando vuelve lleno de miseria, su padre no se siente ofendido, sino loco de alegría por su regreso: «Porque este hermano tuyo se había perdido y ha sido hallado». Nada de ofensas, solo el amor de un padre feliz por el regreso de su hijo. Esta concepción del pecado, tan presente en todo el evangelio, queda remachada con la frase destemplada que Jesús dedica a los fariseos: «Las prostitutas y los publicanos —los pecadores públicos— os precederán en el Reino de los cielos».

Podemos concebir el pecado como una carga pesada de la que Dios quiere librarnos, y Jesús, fiel reflejo de su padre Abbá, nos libera de esa carga descubriéndonos un tesoro escondido que, cuando alguien lo encuentra, renuncia a todo lo demás por conseguirlo. Y lo hace «lleno de alegría»; todo lo demás deja de tener valor para él.

Ruiz de Galarreta solía decir: «Habitualmente hablamos del pecado cometido, pero rara vez del pecado padecido». Añadía que nuestra condición humana se ve atraída por lo que no le conviene y es propensa a engañarse acerca del bien y el mal. Nos apetece lo que no merece la pena; nos fascina lo que nos perjudica. Por eso, nuestra condición de pecadores significa que no sabemos distinguir; que nos sentimos atraídos por cosas que nos parecen buenas, pero que estropean nuestra vida y hacen daño a los demás.

Y quizás sea ésta una excelente definición de pecado: preferir el mal engañados por su apariencia de bien; como le ocurre al hijo pródigo y como nos ocurre a todos nosotros.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Francisco y “El Diablo Cojuelo”

Martes, 26 de mayo de 2020
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San-Francisco-cantico-criaturas_2174192631_14063171_660x371San Francisco: El cántico de las criaturas

El mundo necesita el ejemplo de San Francisco

Tachar de enemigo del alma a la mujer por mujer, antes o después de identificarla con la “carne”, es aberrante capitulo aparte de la teología moral, necesitado de redención, cultura y decencia

El cuerpo –la “carne”– es morada preferida de Dios

La historia, las leyendas, la ascética y la mística, la devoción popular, el “sensus fidelium”, el sentido común, los santos evangelios y la misma Iglesia  “oficial”, aúnan sus fuerzas y su teología, y siguen  declarando santo por  antonomasia  a un tal Francisco, nacido en Asís, – Italia- el año 1182…

Según se refiere, al nacer y ser bautizado, su madre le puso de nombre Juan  Pedro Bernardone. Ausente su padre  por razones de trabajo –se dedicaba  al comercio de tejidos-, al llegar al hogar y ver a su hijo, le cambió  el nombre por el de Francisco –diminutivo de “El Franco”- , en agradecimiento a los buenos resultados  que en tal país conseguía  con su mercadeo. (“Franco” significa “libre”).

La historia sigue refiriendo que en su juventud, Francisco se entusiasmó soberanamente  con cuanto tenía alguna relación con las guerras, como con las declaradas  entre Asís y Perugia  y, sobre todo,  por la que alcanzó categoría de “cruzada” de Apulia-  entre la iniciada por  el noble don Gutierre III de Brienne, para conquistar para sí y los suyos el señorío pontificio…

En estas lindas, nobles y juveniles atracciones y actividades, en su “vida y milagros” se narra  la escena de su conversión, apareciéndosele Dios en  persona en un sueño, mandándole reparar  la iglesia-templo  de san Damián  que amenazaba ruina. Francisco tomó al pie de la letra la  misión divina, pero prestamente percibió  que su vocación  no habría de detenerse en la restauración de las piedras de un templo material, sino en las de la Iglesia universal -doctrinas y comportamientos, sobre todo jerárquicos- , cada día más alejados y contrapuestos  con los principios cristianos.

La restauración  de la Iglesia universal habría de ser aspiración y meta de su vocación…Y es que, en sus tiempos, al igual que en los anteriores y en los posteriores, la Iglesia, especialmente en cuanto se relacionara con la pobreza  apenas, si tenía y tiene semejanza  con la descrita por y en  los santos evangelios….

Pobre-pobre –“de aquí en adelante solo tendré un Padre, que es el del cielo”– porteador de un bastón  y una túnica, con un grupo de amigos  de sus antiguas andanzas, se echó a andar por los caminos de Dios, predicando y ejerciendo la pobreza,  con sus palabra y sus testimonios de vida, sin evitar hacerlo en castillos feudales y sin dejar  a un lado los mansiones episcopales  en las que obispos, arzobispos y cardenales  “predicaban” y vivían  con idéntica o superior  ostentación y aún vicios, haciéndolo además con hipócrita tranquilidad de conciencia  y hasta “en el nombre de Dios”. Bien pronto, el pueblo-pueblo conectó con el “nuevo” estilo alegre de Francisco, a quien piadosa  y convencidamente motejaron  de “Trovador de Dios” y de “Segundo Cristo”.

San-Francisco-Asis-predicando-pajaros_2213788644_14414880_667x375San Francisco de Asís predicando a los pájaros y las flores

Y precisamente en este contexto popular  es en el que se agiganta y y canoniza  la imagen de Francisco, redescubriendo para sí y para los demás  que el mundo-todo el mundo-  era, y es,  la casa que el mismo Dios  les preparó a quienes han de habitar en su obra creada  ejerciendo su oficio  y su profesión, por naturaleza sagrados, aunque  no lo parezca, y tal término siga siendo acaparado y limitado  por las campanas,  candelarios, olores a incienso,  ornamentos sagrados, mitras y báculos, privilegios  y regímenes de  señoríos feudales con inclusión de los pontificios… 

“El mundo es la casa de Dios”; “Mi monasterio es  el mundo”; “ A Dios se le descubre en todos los rincones del mundo”; “En todas las personas y en toda la obra creada, se le rinde a  Dios el culto verdadero”. La ecología es teología. Es catequesis. Es mandamiento de Dios y de la Iglesia. Es “Credo” y “Gloria in excelsis”. Es misa y misión, que dejan de serlo  si no están presentes las demás personas, plantas, animales y aún las piedras.

El cántico de las criaturas, de san Francisco  es letanía y liturgia. El hermano  sol, la luna, el agua, el fuego  la madre tierra, el hermano lobo de Gubio… son invocaciones y expresiones de Dios. Quien abraza al mundo abraza a la vez a Dios. Este arde y se hace presente en cada arbusto,   en cada gota de agua, en el canto –“pìo, pío…¡- del pájaro, y hasta en los aullidos de las fieras. Todos estos sonidos  son palabras de Dios…

El mundo actual precisa  con urgencia de la presencia  y ejemplos de multitud de Franciscos. El papa actual los capitanea  con las letanías de “El canto de las criaturas” de su homónimo. Santa Clara –también de Asís o de Francisco-,  les acompaña en tan maternal ministerio.

imagesLo de que los enemigos del alma  son “el mundo, el demonio y la carne”, del clásico ordenamiento catequístico, demanda fórmulas y explicaciones mucho más serias, profundas, congruentes y ortodoxas. El “mundo” , por mundo –de por sí, bueno, limpio, cara y casa de Dios y de sus criaturas,- jamás será enemigo ni del alma ni del cuerpo. Tampoco lo será el diablo,  a no ser, que, como en griego también significa “desunión” y literariamente se apellide “El Cojuelo”,  se dedique de por vida a tan desdichada tarea de enfrentarnos entre unos y unos.  Tachar de enemigo del alma a la mujer por mujer, antes o después de identificarla con la “carne”, es aberrante  capitulo aparte de la teología moral, necesitado de redención, cultura y decencia.  El cuerpo –la “carne”-  es morada preferida de Dios.

Fuente Religión Digital

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“El diablo no existe; en él descargamos nuestra responsabilidad frente al mal”, por Andrés Rojas.

Miércoles, 27 de noviembre de 2019
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Esta pequeña reflexión con motivo de la polémica, celebración, fiesta o evento de Halloween (en inglés) vísperas de todos los santos, para algunos, y noche de brujas para otros, con un título sugestivo, que de seguro traerá lectores curiosos.

Para muchos católicos y no católicos, la creencia en Satanás es realmente importante, de alguna manera que él exista asegura que muchos de nuestros actos pecaminosos y perversos están siendo empujados o aplaudidos por una entidad malévola que se esconde tras de las cortinas.

Para la reflexión teológica de los últimos años, las dudas frente a la existencia del diablo, han ido creciendo. La salida de la edad media, supuso poner en crisis muchas de la creencias que se tuvieron como inefables años atrás; pero entrado el modernismo, el diablo (con minúscula, porque no es un nombre propio sino una palabra, “el que divide”) empezó a ser entendido como una cruda respuesta para descargar la responsabilidad que tenemos frente al mal, buscando un culpable, un chivo expiatorio, ya que es propio del hombre culpar a otro, por eso la paradoja del Edén presenta un señalamiento en cadena (el hombre a su mujer, la mujer a la serpiente).

Al final de un libro de teodicea, encontré un planteamiento que ha permanecido en mis recuerdos, decía más o menos así: si existe el diablo, y este obra el mal, es por que Dios es malo y lo permite; pero si Dios es bueno y quisiera acabar con el mal, pero no lo hace, es porque no es omnipotente. Pero negar a Satanás, es un tema delicadísimo, parece que, sin él, Dios dejara también de existir.

“El hombre culpa a otro; por eso la paradoja del Edén presenta un señalamiento en cadena (el hombre a su mujer, la mujer a la serpiente)”

Pero para mí, la existencia o no del diablo, no le quita ni le aporta nada a mi fe en el Dios de Jesucristo. Muchos recurrirán a las Escrituras y a otros a un sin fin de argumentos pseudo teológicos para dar testimonio de la existencia del mal personificado, pero les ahorro la tarea de atacar este artículo, más bien los invito a leer el documento que surgió el 26 de junio de 1975, por petición de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para frenar las ideas que muchos teólogos empezaban a proponer de cara a la teología moderna.

En dicho documento, postconciliar de hecho, se habla en contra de quienes han puesto en duda la clásica interpretación de algunos textos bíblicos que se usan para fundamentar la demonología. De hecho, los textos sí han sido mal interpretados, pero no pretendo detenerme en analizar cada uno de ellos, tan solo diré que, en el Antiguo Testamento, muchos de los textos donde se habla del “diablo” son de genero mítico, cuya intencionalidad no es histórica, sino teológica, y que en su mayoría buscan identificar al diablo con las deidades paganas de los pueblos vecinos.

Ya en el género apocalíptico, el diablo, la bestia, el dragón o la serpiente, tanto en los libros de Daniel, Ezequiel, Zacarías, Joel y un poco de Isaías, se refieren a los poderes imperiales que tenían sometido al pueblo de Israel: los persas, los babilonios, los griegos, entre otros; mismo modo de proceder del autor del libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento, que se refiere al poder político de la Roma imperial del siglo 1 y 2 de la era cristiana.

Jesús y los exorcismos, es un tema demasiado argüido, de manera atrevida usamos los cuatro Evangelios como uno solo, cuando cada uno tiene su propio “modo” teológico de entender a Cristo; es decir, en un mismo costal no podemos meter a Juan con los sinópticos, ni siquiera a los sinópticos entre sí, de hecho, el argumento bíblico del documento “Fe Cristiana y Demonología” (1975), así lo hace. Es curioso que el Evangelio de Juan, que habla del “príncipe de este mundo” no menciona entre sus signos ningún exorcismo.

Pero el interés último de este pequeño artículo de opinión, no es negar o afirmar la existencia del diablo, solo dejarlo en unos grandes interrogantes, podría ser titulado como: ¿El diablo no existe? y sería igual de válido.

Se quiere proponer una reflexión en torno a la fiesta del 31 de octubre, donde muchos sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas satanizan la fecha, infundiendo terror. Hablan de pactos y alianzas satánicas, misas negras, cultos diabólicos, y los aclamados exorcistas previenen a las almas infieles de no venir luego rogando por un exorcismo.

De hecho, sus argumentos no dejan de sorprenderme, siguen usando al demonio, como lo usaron los medievales, pero no podemos juzgarlos cuando el Catecismo de la Iglesia de Juan Pablo II, alimenta dichas ideas y sigue usando fuentes extrabíblicas para contar la historia del “diablo y sus ángeles”.

Hay temas que dan miedo tocarlos, como este, por ejemplo, porque nos metemos con todo el aparato argumentativo de la dogmática católica, alimentada sobre todo en la Edad Media. Yo no tengo problema alguno con las reformas ad intra y ad extra en la Iglesia, porque ninguna reforma toca lo esencial: a Jesucristo.

Pero como cristianos, si en vez de atacar la máscara, atacáramos a quienes se esconden detrás de lo diabólico de este mundo, seríamos verdaderos profetas, como Jesucristo. Quien al expulsar un demonio llamado “Legión” denunciaba el modus operandi deshumanizador del ejército romano, que llevaba a la población a tener su morada entre los muertos, incapacitando a la población para ejercer su derecho a hablar y robándoles en última la paz (cfr. Mc. 5, 1-20) pero ayer como hoy, al igual que esos pobladores de Genesaret, nos siguen importando los cerdos echados al mar y no el hombre restaurado y digno.

El 31 de octubre debería ser condenado, no por que se “adore al diablo, sus brujas y demás secuaces” sino porque muchos disfraces, decoraciones, películas y todo el movimiento cultural que lo rodea, celebran la muerte (y no la de los mexicanos) sino la llamada “cultura de la muerte” donde la vida no es valorada y donde se enseña a los niños a encontrar normal la sangre, las armas y la violencia.

Halloween, sería condenado por permitir ese proceso de deshumanización e insensibilización, en el que está caminando el mundo moderno, en manos de los poderosos y del mercado capitalista que invaden nuestras vitrinas para estas fechas. Pero seguir argumentando que es malo, porque el diablo esta detrás de todo esto, me sigue pareciendo chistoso. De hecho, me imagino al diablo en una central de operaciones, preparando todo al estilo de Papa Noel. En vez de duendes, estoy seguro de que usaría brujas, creo que son más rápidas que los demonios.

Pero existen realmente brujas y brujos, lo hacen por profesión, pero creo que son totalmente inofensivos, o por lo menos no hacen tanto daño como los terroristas y los políticos atornillados en el poder, que mercan día a día, cultivando en los países pobres el hambre y la miseria.

¿Existe el diablo? No lo sé, nadie puede estar seguro de ello, la Iglesia en su sabiduría milenaria ha ido afirmando y sosteniendo la personificación del mal, que seduce los corazones de los hombres y los empuja al mal. Pero creer o no creer en el diablo, no le quita ni le pone a la fe que tenemos en el Dios de Jesús, capaz de transformar las realidades oscuras y tenebrosas de nuestro mundo, para hacerlo un lugar, no más espiritual, sino más humano.

Fuente Religión Digital

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“La fuerza del Evangelio”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 10 de febrero de 2019
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2f847-pesca_milagrosa_2bEl episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista. Lucas para infundir aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.

El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de pie a orillas del lago, y la gente se va agolpando a su alrededor para oír la Palabra de Dios. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.

No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga de Cafarnaún para oír las lecturas que se leen a al pueblo a lo largo del año. No han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.

También la escena de la pesca es insólita. Cuando de noche, en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes confiando solo en la palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.

En el trasfondo de los datos que hacen cada vez más patente la crisis del cristianismo entre nosotros, hay un hecho innegable: la Iglesia está perdiendo de manera imparable el poder de atracción y la credibilidad que tenía hace solo unos años. No hemos de engañarnos.

Los cristianos venimos experimentando que nuestra capacidad para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No han faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni primordialmente de inventar nuevas estrategias.

Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta más decisiva: ¿Seguimos «haciendo cosas» desde una Iglesia que va perdiendo atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres de hoy?

¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las personas se encuentran con testigos que irradian el fuego de Jesús.

José Antonio Pagola

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10.2.19. Arriésgate, Pedro. Duc in Altum: navega mar adentro, hora de pesca.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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F4156AA7-8AF7-47EC-99B5-6DA059531F8CDel blog de Xabier Pikaza:

Simón y sus compañeros vuelven de haber trabajado la noche entera sin haber conseguido nada. Pero Jesús les espera en la orilla y les pide que vuelvan, que inicien la tarea mar adentro, en lugares que no habían explorado todavía. Las palabras de Jesús a Simón y a sus compañeros son significativas:

En griego epanagage eis to bathos, que significa avanzar (navegar) más al interior (en zona más profunda).

La traducción latina dice: Duc in altum: lleva el barco a más hondura-profundidad-altura. Esa palabra ha hecho fortuna y se utiliza como signo de llamada vocacional, que debería ser arriesgada.

La traducción castellana “rema mar adentro” pone de relieve el esfuerzo personal de los pescadores que se supone que “reman” (en teoría podían navegar a vela).

505A35B4-4D94-46EA-AEFA-743E35305207Sea como fuere, Simón y sus compañeros han de ser unos “tipos” arriesgados, incluso aventados por creer en Jesús y realizar su tarea. Jesús les pide un esfuerzo nuevo, les lleva a nuevos mares, y ellos asumen la tarea, y lo hacen a cuerpo, sin intermediarios.

Eran en el fondo unos hombre “aventados” (con el soplo del buen Espíritu)… como deberían hacer el Papa y sus compañeros en la actualidad. Así le digo a Pedro/Papa: Arriésgate ya.
(Y con este deseo… un buen domingo a todos).

Texto: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Situar el texto:

0619014B-0DFB-45E8-93BD-6BAC67ED9861Este pasaje tiene un fondo histórico, pero refleja toda la historia del cristianismo primitivo, desde la perspectiva de Pedro y a sus primeros compañeros. Éstos son algunos datos de su historia:

1. Se llamaba Simón (nombre hebreo-arameo, pero helenizado)… y era de Betsaida, de oficio pescador, casado en Cafarnaúm (y viviendo posiblemente en la casa de la madre de su mujer). Tenía un fondo laboral y familiar claro, lo mismo que su hermano Andrés. Debía ser hombre de cierto carácter.

2. Había sido discípulo de Juan Bautista (Jn 1, 36-42) donde Jesús le encontró probablemente, y le atrajo para su misión de Reino. Eso significa que era un tipo entrenado en cuestiones de “espíritu”. Conocía otras espiritualidades (la de los bautista…) y se convirtió a Jesús… en un camino de conversiones que siguió a lo largo de su vida.

3. El Evangelio de Marcos (Mc 1, 16-42) ha recreado la llamada de Pedro (Simón) y de sus tres compañeros (Andrés y los zebedeos) en forma “ideal”, en un contexto de pesca y playa. Es posible que esa recreación tenga un fondo histórico. Pedro y sus compañeros siguieron de algún modo pescando durante el tiempo del mensaje de Jesús… Jesús les conoció también en la playa, y ellos le enseñaron tareas de pesca.

4. Jesús llamó a Simón de un modo especial y le apellidó Pedro (Roca…), quizá de un modo irónico… confiándole una tarea especial… Pero Pedro negó a Jesús… en el momento de su detención. Tenía, sin duda, iniciativas y propuestas, quiso el poder (cf. Mc 8), no le parecían buenas algunas ideas de Jesús, que llegó a llamarle “Satanás”, aunque le conservó a sulado.

5. Pedro creyó en Jesús tras su crucifixión e inició (con las mujeres y con otros discípulos) el camino de la Iglesia, ofreciendo el mensaje en especial a los judíos. Así le va Pablo, que mantiene con él una relación tirante pero de reconocimiento mutuo. Era un tipo convencido de Jesús, pero tuvo que irse convirtiendo en una historia larga de encuentros y desencuentros con Pablo (y con Santiago, el hermano de Jesús). No tuvo miedo a equivocarse, y por eso terminó acertando, y marchando a Roma con el estandarte de Jesús, donde le mataron los “buenos” romanos.

6. Pedro asumió la misión a los gentiles…, aunque con ciertos matices distintos de los de Pablo, por lo que tuvieron diferencias, que aparecen reflejadas en Gal 2 y Hch 15. Pero al fin asumió la tarea de Pablo, interpretando así el evangelio como misión universal, para lo que vino a Roma, que era un buen sitio entonces para ser universales. Lo que pasa es que después los papas se quedaron en Roma y si salen (ahora más, con aviones) no parece que se enteren de verdad de lo que hay por el mar profundo. Por eso Jesús les tiene que decir “duc in altum” (en Latín, que suena mejor).

Entender el texto

1. Lucas recoge y recrea en este pasaje una tradición previa… que está en el fondo de Mc 1, 16-20 (la llamada a los primeros discípulos, a los que Jesús hará pescadores de hombres…). Hay un fondo histórico, pero recreado por la tradición pascual, que reconoce a Pedro y a los zebedeos (tres) o a Padro-Andrés, con los zebedeos (cuatro) como los primeros testigos de Jesús, columnas de la Nueva Comunidad. En ese fondo se sitúa la imagen del mar y la barca, con la pesca cristiana.

2. Lucas reelabora aquí una tradición que ha sido recreada también por Jn 21 (pesca milagrosa, misión…). Hay muchos elementos comunes, pero la versión de Juan está mucho más enriquecida, como parábola total y conclusión del Evangelio: Los “pescadores” son siete (no tres…) y Pedro recibe una tarea especial de “pastorear” a las ovejas de Jesús (al lado del Discípulo amado).

3. La novedad del texto de Lucas (y de Juan) está en el hecho de que Jesús (que es el Jesús pascual) pide a Pedro que vuelva a iniciar la faena, en un mar más profundo… más lejos de la costa. En un primer momento, Pedro y los suyos trabajaban cerca de la costa (entre judíos…); el Jesús pascual les pide que se arriesguen, que vayan más allá (que asuman en el fondo la tarea de Pablo, que es la misión de los gentiles). Sin este nuevo mandato de Jesús, y sin la “obediencia” de Pedro (que se pone en marcha, aunque tenga el riesgo de hundirse, como sabe Mt 14) no habría surgido la Iglesia (con Pablo sólo era difícil crear iglesia vinculada a la historia de Jesús).

4. Este Pedro el “aventado y arriesgado”, que va a pescar más lejos de la orilla, con sus compañeros, es el signo de la iglesia que se debe aventurar a romper los moldes hechos, la misión ya fijada… Es evidente que tiene el riesgo de fracasar y de hundirse (como en Mt 14), pero si se queda en la orilla donde no hay olas, ni lío… ha fracaso de antemano. Éste es el Pedro de la Iglesia que debe encontrar, en este mar-mundo del 2013, nueva “pecado” es un elemento esencial del cristianismo.

5. La tarea de este Pedro ha sido retomada de formas distintas por los evangelios (menos el de Marcos, que deja el tema sin resolver, dando casi la impresión de que Pedro no se había convertido todavía…). Mateo presenta a Jesús sacando del agua a Pedro, para que no se ahogue (Mt 14)… y confiándole después la tarea de “abrir” las puertas de la Iglesia fuera de Israel (Mt 16), apareciendo así como piedra de base de la nueva comunidad… Lucas presenta a Jesús orando por Pedro… para que pueda confortar a los hermanos (Lc 22, 32).

6. Pedro ha realizado una acción arriesgada, al servicio de la misión universal de la Iglesia, teniendo que enfrentarse para ello con los mismos discípulos de Jerusalén, que le critican de hereje y aventado (cf. Hch 10…). El buen Pedro tiene que defenderse apelando al Espíritu Santo…, pero queda ante los de Jerusalén como un hombre “peligroso”, que inicia misiones “imposibles”, fuera del cerco sagrado de la buena ley de Jesús… Éste es el fondo de nuestra escena: Por Mandato del Jesús Pascual… Pedro se arriesga a pesar mar adentro…

7. Los protestantes, en general, aceptan la misión de Pedro y le veneran como gran apóstol, junto a Pablo… Pero piensan que su misión no debe perpetuarse de manera personal en la Iglesia, a través de un papa de Roma. Por eso lo tienen más fácil: Pedro queda en el pasado, su tiempo terminó, le recordamos y agradecemos su misión… y basta. Hay algunos protestantes que se quedan con la versión de Marcos, suponiendo que Pedro lo hizo al fin mal, pero creo que su lectora no recoge la dinámica del evangelio.

8. Los católicos lo tenemos mucho más difícil, pues pensamos que la misión de Pedro continúa y está expresada, de algún modo, en el Papa y en sus compañeros… Aquí está nuestra paradoja: Los papas lleven siglos haciendo de “rémora”, impidiendo que la barca de la Iglesia se arriesgue de verdad, buscando nuevos mares… No me imagino a los últimos papas remangándose como Pedro para llevar la barca de la iglesia a nuevos mares: Duc in Altum. No me imagino al Papa echándose al agua (como Pedro en Jn 21…), ni escuchando de verdad la reprimenda de Jesús que le dice: ¡No me andes espiando al discípulo amado, que te he hecho pastor, no inquisidor!.

9. Los católicos tenemos más difícil… pues los últimos papas (desde hace siglos) se siguen quedando en la orilla de Roma, no ven las cosas que hay más allá… Administran, y lo hacen bien, pero no salen a pescar a nuevos mares… De manera que nadie les puede criticar como criticaron a Pedro los buenos cristianos de Jerusalén por haber aceptado en la Iglesia a un tipo raro, como el centurión de Cesarea. A pesar de ello seguimos (yo sigo) confiando en el verdadero Pedro, el aventado de Jesús, que se pone a pensar de nuevo allí donde había fracaso alto.

10. Habrá que recordarle a Pedro “duc in altum”… Arriésgate Pedro (arriesgaos los zebedeos…). Hay faena que hacer fuera de los mares tranquilos de vuestra Roma.

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Isaías y Pedro: Dos vocaciones muy distintas. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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VocacionesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la comunidad internacional en la que he vivido estos últimos meses hemos hablado a menudo del problema de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Con notables excepciones, como la India, en general se advierte un descenso alarmante. Las lecturas de hoy no resolverán el problema, pero animan a reflexionar sobre la vocación y a recordar una de las pocas órdenes que nos dio Jesús: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.

* * *

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), Lucas presenta a Jesús predicando y haciendo milagros en Cafarnaúm e incluso más al sur, en las sinagogas de Judea. Pero la liturgia dominical no lee nada de esto (Lc 4,34-44), sino que pasa a la vocación de los primeros discípulos. Así titulan este episodio la mayoría de las Biblias, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”.

            A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Al punto, dejando las redes, le siguieron.

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Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

Vocación Santiago y Juan

            El relato no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Pesca milagrosa

Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. Pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con Jesús. Él ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Centra su atención en Pedro, no en los cuatro discípulos, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
  3. Subraya la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

¿Qué pretende decirnos Lucas con estos cambios?

            La finalidad del primero es clara: hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos.

            El segundo pone de relieve la figura de Pedro. Lo mismo hace Lucas al final de su evangelio, cuando pone en boca de los discípulos estas palabras: “Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34). Simón protagonista al comienzo y al final del evangelio de Lucas. Es posible que algunos cristianos, basándose en el duro ataque de Pablo a Pedro en Antioquía (contado en la carta a los Gálatas), pusiesen en discusión su autoridad, y Lucas quisiera ponerla a salvo.

            El tercero nos recuerda que cualquier vocación sirve para conocer mejor a Jesús. El relato de Marcos dice que Jesús no es un francotirador cuya obra desaparecerá con su muerte; quiere y busca colaboradores que continúen su misión. Lucas añade el aspecto de la enseñanza y la autoridad. Pero sugiere también algo mucho mayor: es un personaje santo, que provoca en Simón un sentimiento de indignidad. Para comprender este aspecto hay que recordar la vocación de Isaías, primera lectura de este domingo.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

            Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.

Vocación Isaías

            Y voló hacia mí uno de los serafines, con una ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”

            Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”

            Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

            Retrocedamos ocho siglos, al 739 a.C., año de la muerte del rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo”. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

            Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que “ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. Cuando Dios pregunte “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: “Aquí estoy, mándame”.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

            Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

            El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

            La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

            La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (“apártate de mí”).

            La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. “Dejándolo todo lo siguieron”.

            La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

            La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

Reflexión y pregunta

            La generosidad de los cuatro primeros discípulos, dejándolo todo para seguir a Jesús, nos recuerda a tantas personas que siguen dejando todo, incluso la familia y la patria, a veces para ser “pescadores de hombres”, otras para ayudar a cualquiera que lo necesite, incluso de religión distinta. Un ejemplo que sirve de estímulo y demuestra el poder de la llamada de Jesús.

            La pregunta: ¿Cuántas veces a la semana cumplo su mandato: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”?

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10 de Febrero. Domingo V. Tiempo Ordinario

Domingo, 10 de febrero de 2019
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“Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”

(Lc 5, 1-11)

Y hay que decir que esta vez “todo” era mucho. Eran dos barcas tan llenas de peces que casi se hundían…

Lo normal hubiera sido que Pedro o los hijos de Zebedeo hubieran contratado a Jesús como pescador. Con él en la empresa los beneficios hubieran aumentado considerablemente. Sus familias se habrían enriquecido y con parte de los beneficios podrían haber ayudado a otras muchas personas. Podrían haber fundado una escuela de predicadores y una ONG, por ejemplo.

Así son las cosas como las pensamos nosotros. Dios suele tener otras ideas y aquí es cuando estos pescadores, el mejor día de toda su carrera laboral deciden dejarlo TODO.

Una decisión absolutamente absurda desde el punto de vista humano. Es una pena no conocer la reacción de las familias y amigos de estos pescadores. Pero seguro que fue similar a la de tantas familias que ven como una hija, un hermano, una sobrina o un primo se encuentra con Dios y lo deja todo.

Quienes lo ven desde fuera no lo comprenden. Una vez, hace años, una persona que vino a la hospedería, conversando con la hospedera, se interesaba por una hermana. Había oído decir que en el monasterio había una hermana que era médico y preguntaba si era cierto. Ante la respuesta afirmativa dijo: “-¡Qué desperdicio de vida!”

Que una persona que tenía una buena profesión decida meterse monja suscita incomprensión e incluso desprecio. No hay lógica humana que comprenda que alguien sea capaz de dejar dos barcas llenas de peces y seguir a un Maestro medio desconocido. No se comprende, pero sigue sucediendo.

Jamás podrá comprenderse porque es una respuesta que tiene que ver con el corazón, no con la razón. El amor nunca es razonable. Y ahí van quedando barcas llenas de peces en muchas orillas. Porque cuando Dios irrumpe en la vida de alguien primero la hace rebosar y después se lo pide TODO.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a nuestras orillas, cuando repasamos nuestras redes vacías, cuando dejamos nuestras barcas llenas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos estamos llamados a ser más, sin límites.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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E7714C27-2A36-4F7B-BF00-2D8A4FDEC734Lc 5, 1-11

Empezamos hoy el c 5 del evangelio de Lc con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue, nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata.

Este relato tiene gran parecido con el que Jn narra en el capítulo 21, después de la resurrección. Allí es Pedro el que va a pescar en su barca. Se habla de una noche de pesca sin fruto alguno y Jesús les manda, contra toda lógica, que echen las redes a esa hora de la mañana. El mismo resultado de abundante pesca y la precipitada decisión de Pedro de ir hacia Jesús. Dado el simbolismo que envuelve el relato, tiene más sentido en un ambiente pascual. Pedro llama a Jesús “Señor”, título que solo los primeros cristianos le dieron.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Esa actitud vital no se puede dar por hecho solo por decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en vano en la superficie, está dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontroladas. Adentrarse en lo que no controlamos exige una fe-confianza auténtica. Decía Teilhard de Chardin: “Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío”.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús, que le manda contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos domesticar y controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para ello. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. “Pescar hombres” era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que el impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal, el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por todos los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas, siendo lo que debes ser.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas, los peces cogidos, la familia y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría. Todos estamos llamados a la plenitud, a desplegar todas nuestras mejores posibilidades.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene manera de decirme lo que espera de mí, más que a través de mi ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo de adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería el encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización personal, aprovechando al máximo todos mis recursos. Los distintos caminos no son, en sí, ni mejores ni peores unos que otros. Lo importante es acertar con el que mejor se adecúe a mis aptitudes personales. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva con sigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si de verdad queremos avanzar hacia una meta, no podemos elegir más que un camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto de todo ser humano. Jesús había desarrollado su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad. Es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Todo lo que no son mis sentimientos y mis proyectos racionales lo considero inalcanzable. Todas las posibilidades de ser que están más allá de esta ridícula acotación no me interesan.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero nos parece inalcanzable porque “soy un pecado”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios se lo pregunta a Adán, dando por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados y que no debíamos aspirar más que a reconocer nuestros pecado y hacer penitencia. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico, ni lo psicológico, ni lo racional, constituyen la meta del hombre.

Meditación

Llega a lo profundo de tu ser.
Sin esa profundización, no es posible la plenitud humana.
La contemplación es el único camino.
Aprende a pescar en tu propio pozo.
Lo que con tanto afán buscas fuera de ti,
lo tienes al alcance de la mano dentro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Misión de todos los seres.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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pescatoridiuomini“No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo” (Juan Ramón Jiménez)

10 de febrero. Domingo V del TO

Lc 5, 1-11

Cuando acabó de hablar dijo a Simón: boga mar adentro y echa las redes para pescar (V 4)

Un rey encargó un cuadro que fuera lo más real posible. Para pintarlo se presentaron varios pintores. Pero el último tardaba mucho tiempo, por eso le preguntaban los asesores: “¿Cómo va?” Y no acababa. Por fin, al terminarlo, se presentó el rey.  El cuadro era un camino por el bosque, un camino sin fin. Estaban mirándolo y el pintor le dijo: “¿Damos un paseo, majestad?” Se internaron por el bosque y aún no han regresado todavía.

Las palomas batieron con urgencia sus alas, los árboles sus ramas y gritaron, las nubes su vestido blanco gritando a coro todos: “No nos va a impedir nadie que gritemos: ¡La libertad es nuestra, iremos hasta donde nuestro corazón quiera llevarnos, haciendo el bien a nuestro paso!”

Jesús deja clara la misión de los cristianos, de todos los seres: comprometerse en la mejora de la existencia. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante te haré pescador de hombres. Arriesgada misión que debe orientarse hacia dentro y cargar sus baterías para salir luego hacia fuera y ser luego eficaz en la tarea. Lo cual requiere voluntad y tiempo. Decía Juan Ramón Jiménez: “No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo”. Despacio, por un camino incierto, aunque seguro, que pocos saben dónde va, lo cual no es poco.

Las flores mejoraron su perfume, el rey su gobierno, los asesores, el pueblo, el bosque, el pintor y su cuadro, se hicieron todos más cristianamente humanos.

En Del alba al crepúsculo aceptado, Rabindranath Tagore canta en su poema El tránsito:

Sé que esta vida, aunque no madure el amor,
no está perdida del todo.
Sé que las flores que se mustian al amanecer,
las corrientes que se extraviaron en el desierto,
no están perdidas del todo.
Sé que cuanto se regaza en esta vida, cargado
de lentitud, no está perdido del todo.
Sé que mis sueños no realizados, mis melodías
sin cantar, están cogidos a una cuerda tuya del laúd;
que no están perdidos del todo.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Moverse trae abundancia

Domingo, 10 de febrero de 2019
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jesus e a pesca milagrosaLc 5,1-11

Sería muy difícil precisar, en este texto, lo que es recuerdo o tradición y lo que ha ido evolucionando desde la actividad redaccional de Lucas. Aun así, nos interesa adentrarnos en el significado de lo que acontece en esta trama. Comienza situando a Jesús como un gran predicador-maestro, un guía capaz de congregar a muchas personas para escuchar “la palabra de Dios”. Su liderazgo, en medio del pueblo, parece ya en proceso de consolidación. Observemos que la posición de Jesús muestra un doble movimiento en la puesta en escena: primero está “en pie”, después “sentado en la barca”, una expresión que no puede pasar desapercibida porque nos refiere a una solidez personal, en el primer caso, y un alto grado de poder ejercido desde la predicación, en el segundo. Se trataría de enmarcar bien el rol de Jesús y su fuerza frente a la relación con los que van a seguirle.

Hasta este momento no tiene seguidores, tan sólo oyentes curiosos algunos, cuestionados otros. Con este relato, Jesús muestra su deseo de aglutinar en torno a sí cooperantes que den fuerza y vigor al movimiento mesiánico en el que se había embarcado y al que se siente llamado. Se encuentra con unos pescadores de profesión; Jesús entra en la cotidianeidad de estos personajes que viven la frustración propia de la improductividad en el trabajo cuando parece que no hay ni recursos ni condiciones favorables. Jesús les invita a echar las redes de nuevo, pero no en el mismo sitio donde lo hacían sino “mar adentro”. Es muy importante esta indicación porque les muestra algo tan sensato y básico como que, si queremos obtener resultados diferentes, no podemos hacer siempre lo mismo. Y sabemos que esto nos ocurre con cierta frecuencia. Estos pescadores se fían de esa indicación, la siguen y obtienen una gran pesca. La reacción es de asombro y de reconocer que tal vez no merecían tanto. Aún así, superado el primer nivel emocional, estos pescadores encuentran un sentido nuevo y una dirección diferente para avanzar en la vida. Jesús les llama explícitamente, “os haré pescadores de hombres”, es decir, os invito a que me ayudéis a situar a las personas en una posición diferente para recuperar la verdadera esencia de la vida.

Y es esta una clave importante en el proceso del seguimiento a Jesús. Se intuye la llamada en la misma vida, en los quehaceres cotidianos, no hay nada especial ni sobrenatural. El verdadero milagro no es la llamada a una vida diferente sino cuando esa llamada te lleva a un cambio de posición existencial, cuando te das cuenta de que en la zona de confort todo es plano, te dejas llevar por las circunstancias, no hay movimientos, hay quietud, pero tal vez sequía interior. ¿Para qué me voy a mover si ya no necesito nada más? Sólo cuando aparece una nueva conciencia, una nueva mirada sobre lo que se vive, se puede percibir que la desesperanza y el desánimo frente a lo que no nos llena la vida, reaviva ese deseo de movernos y dirigirnos a otros espacios que den un nuevo sentido.

Otra clave importante son las palabras “rema mar adentro”; el cambio de posición frente a la vida ya no es buscar en el mismo sitio sino cambiar de plano y conectar con las corrientes más profundas que nos traen un mensaje de “abundancia”. Los pescadores reventaron las redes, la mirada hacia la fuente de lo que somos nos hace vivir en una conciencia de sobreabundancia y no de carencia; evidentemente no me refiero a lo material; una sobreabundancia de sentido, de asiento en un suelo que conecta con lo que trasciende lo puramente limitado. Nos sitúa en el milagro de una nueva visión de la vida y del ser humano. El seguimiento a Jesús es una experiencia vital de abundancia que moviliza a dar, no lo que me sobra sino lo que soy en esencia.

Os invito a llevar la mirada ahora a nuestra manera de vivir la fe, la religiosidad, la dimensión creyente de nuestra vida. Este texto también nos invita a movernos. Como decía al principio, si queremos otros resultados ¿por qué seguir en la misma posición? ¿qué sentido tiene seguir en la queja de que las Iglesias están vacías, que en nuestros jóvenes no cuaja el mensaje cristiano, que las vocaciones religiosas apenas remontan, que no hay ya presencia cristiana en nuestro mundo? ¿realmente nos creemos que no hay nada que cambiar o que los que tienen que cambiar son otros? Quizá nuestro compromiso ya no es mantener una tradición que nos mantiene paralizados y en modo de carencia, más bien atrevernos a generar una nueva tradición desde la creatividad y valentía. Son ingredientes imprescindibles, hoy, para hacer más visible y creíble el mensaje de Jesús, el mensaje de que es posible una nueva humanidad transida de igualdad, justicia, inclusión, liberación y sentido. ¿No sería este un gran milagro en este momento de nuestra historia?

¡¡FELIZ DOMINGO!!

 Rosario Ramos

10 de febrero de 2019

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¿Desde dónde me vivo?

Domingo, 10 de febrero de 2019
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05_pescadorDomingo V del Tiempo Ordinario

Lc  5, 1-11

Tal como ha llegado hasta nosotros, el texto presenta un “relato de vocación” en el marco de un “relato de milagro” que, leído simbólicamente, constituye una profunda catequesis eclesiológica y, sobre todo, cristológica. Trataré de hacer una lectura en consonancia con el modo como debió leerlo aquella primera comunidad de discípulos para, a continuación, afrontarlo desde el modelo no-dual.

El relato de vocación es un género literario que, en el evangelio, sigue las mismas pautas: Jesús llama, ellos lo dejan todo y lo siguen. Por su parte, en el relato de milagro lo que importa es percibirlo como signo de la actuación de Dios en Jesús que se traduce en salud, liberación y vida.

La barca es símbolo de la comunidad –más tarde se hablará de la Iglesia como de la “barca de Pedro”– y la pesca evoca el llamado “trabajo apostólico o pastoral”, que se entendía como “traer a todos a la verdad”, identificada esta con la creencia de la propia comunidad.

En esa tarea, en la que se halla comprometida la Iglesia –es, por ello, una catequesis eclesiológica–, el cansancio y el desaliento han hecho presa en los discípulos, tras una noche de trabajo en la que no han conseguido nada. Pues bien, al actuar en nombre de Jesús –“por tu palabra”–, el resultado supera todas las expectativas y produce en Simón una actitud de asombro que le hace postrarse ante Jesús en adoración. Este es el núcleo de la catequesis cristológica: cuando se actúa en el nombre de Jesús el fruto del trabajo está siempre asegurado.

Esa es la lectura que nace de una postura creyente, en clave religiosa teísta, que cree en Jesús como el Hijo de Dios (separado), al que se reconoce como “Salvador”. En este “mapa”, se identifica la propia creencia con la verdad en sí misma, por lo que la tarea apostólica se convierte, en la práctica, en proselitismo, orientado a traer a toda la humanidad a la verdad que nos ha sido revelada.

Sin embargo, esta lectura encuentra cada vez más disonancias con lo que es nuestro modo de leer la realidad. No solo por el cuestionamiento radical de la idea de un “dios” separado, sino por el propio modo de entender la verdad. No es extraño, por tanto, que se vaya abriendo camino otra lectura, no “religiosa”, sino “espiritual”, desde una clave no-dual. Tal como lo veo, esta clave resulta más adecuada desde nuestra comprensión.

Desde esta nueva perspectiva, Jesús no es un ser separado, ni un salvador venido de fuera, sino un hombre sabio que ha visto lo que somos todos y lo ha vivido en profundidad. Lo que es Jesús lo somos todos –compartimos la misma y única identidad–, por lo que constituye un “espejo” que nos refleja; su palabra, como toda palabra sabia, nos hace crecer en comprensión y celebrar y vivir lo que somos.

Desde aquí podemos aproximarnos al relato. En él vemos nuestro trabajo y nuestro cansancio, el desaliento y, al mismo tiempo, la esperanza. Todo se ventila en el “desde dónde” vivimos la tarea: desde nuestro interés alicorto y la búsqueda de una gratificación individual o desde la comprensión de lo que somos. En este último caso, nos experimentamos, al igual que Jesús, como cauce o canal limpio por el que la Vida (“Dios”) se expresa.

En el primer caso, nos sentiremos frustrados, abatidos y desesperanzados siempre que no obtengamos el fruto deseado. Por el contrario, en el segundo, viviremos con paz lo que acontezca ya que, como dijera el propio Jesús, “no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad de quien me ha enviado” (Jn 5,30).

Acertamos cuando nos alineamos con la Vida (“Dios”), cuando queremos lo que la Vida (“Dios”) quiere, cuando vivimos la aceptación radical, entre la resistencia que genera sufrimiento y la resignación que paraliza.

¿Desde dónde me vivo? ¿Qué busco con lo que hago?

Enrique Martínez Lozano

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“El gesto de un joven”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 29 de julio de 2018
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17_to_b-600x441De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.

El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

 

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“Del pecado y la gracia al amor y la empatía”, por Carlos Osma

Lunes, 26 de marzo de 2018
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empatiaDe su blog Homoprotestantes:

Hay veces que de pronto, no sabes muy bien porqué, percibes cosas que hasta ese momento te pasaban inadvertidas. Me ocurrió ayer, sentado en el banco de la iglesia, después de cantar una canción que se proyectaba sobre la pantalla que hay en la pared central de la iglesia. Una canción nueva, si la comparamos con los himnos del siglo XVII y XVIII que aparecen en el himnario que en aquel momento tenía entre las manos, y que hablaba de un Dios de amor que se preocupa por mí y expresaba también el agradecimiento y amor que siento por él.

Al abrir el himnario intenté buscar himnos que mostraran de la mima forma ese amor, y me di cuenta de que la inmensa mayoría hablaban de otra cosa. Pensé que el ser humano ha cambiado mucho en los últimos siglos, y que por tanto la manera en la que se aproxima a Dios ha sufrido también un cambio. Si hay un tema que destacaba sobre todos los demás en el himnario, era el pecado, el reconocerse o sentirse pecador. Pero no por haber cometido un error, por haber fallado en algo, sino por algo más esencial: por ser un ser humano. Y ante este callejón que parece sin salida, los himnos hablaban también de la gracia de un Dios que quiso salvarnos. Me sorprendió que incluso aquí, no se expresará con más rotundidad lo que a algunos de nosotros nos puede parecer una obviedad: que quiso salvarnos por amor. Pero no, lo que se dejaba meridianamente claro es que esa gracia no dependía de nuestras buenas o malas acciones, sino de la voluntad divina.

Imagino que, en una sociedad marcada por el control sobre la vida de las personas, la visión de la divinidad no podía ser muy diferente a la de un juez, que por mucho que haga todo lo posible por salvarnos, su función principal es juzgar y encontrar culpables. Una vez identificados, entra en juego el tema del sacrificio sustitutorio, y Jesús como cordero que lleva sobre él los pecados del mundo. No digo nada nuevo al afirmar que una gran parte del cristianismo sigue moviéndose dentro de este binomio: el del pecado y la gracia. Y lo hacen predicando a una sociedad que ya no existe, o intentando hacer retroceder a cristianos y cristianas un par de siglos como mínimo para que sus teologías puedan tener algún sentido. Es por eso que el diálogo con ellos es muy complicado.

No soy objetivo cuando reflexiono sobre esta forma de entender el cristianismo ya que, en su voluntad por el control social, las personas LGTBI somos pecadoras en esencia, e incluso me atrevería a decir que ni Dios puede sacarnos de esta categoría. La gracia divina solo nos alcanzará cuando ya no seamos quienes somos, en otras palabras: para las personas LGTBI el sacrificio de Jesús en la cruz fue insuficiente. Estoy convencido que es un error pretender mantenernos dentro de este esquema mental que ya no es el nuestro, y que intentar pensar como lo hacían nuestras bisabuelas, o los bisabuelos de nuestras bisabuelas, es una clara estupidez. Aunque también me resisto a desecharlo completamente como si no pudiera aportarnos nada. No me gusta la palabra pecado porque la asocio con no haber cumplido alguna de las leyes que aparecen en el listado de acciones que alguien ha decidido como prohibidas. Pero alguna palabra debería haber para indicar que se está actuando de forma injusta contra el prójimo, contra la naturaleza, contra la vida. Y otra para indicar que es posible pasar página, y deshacer los caminos equivocados sin sentirnos siempre culpables. Alguna manera habrá de seguir a un Dios que nos mueve a la justicia, pero que no sea un juez.

Tengo que reconocer que aunque mi fe cristiana está fundada en la afirmación de que Dios es amor, es decir, en el Dios que Jesús reveló; la canción que se proyectaba sobre la pared, tampoco muestra en mi opinión lo esencial del cristianismo. Quizás esté equivocado, o éste reaccionando exageradamente ante el excesivo individualismo cristiano con el que me he encontrado a lo largo de los años. Ese que habla de yo y Dios, de mi amado Jesús, de mi salvador, de mi maestro; y que en realidad no es más que un hacerse a Dios a mi imagen y semejanza. La canción era preciosa, y seguro que a otras personas les habrá traído otras reflexiones mucho más positivas que la mía, pero ayer me pregunté si el Dios de amor de nuestra generación y nuestro mundo, que ha sustituido al anterior Dios juez, está inevitablemente condenado a ser un producto del individualismo, o incluso del consumismo. ¿Cómo poder vivir la radicalidad del evangelio sin hacer trampas para domesticarlo? ¿Cómo liberarnos de un Dios juez sin caer en los brazos de un Dios de amor que no es más que mi opinión sobre lo que es bueno o malo?

Estoy convencido de que esta pregunta tiene multitud de respuestas, pero mientras sostenía un himnario en la mano, y cantaba la canción que se proyectaba en la pared, pensé que el Dios de amor de Jesús no es un Dios que se preocupa especialmente por mí, sino que lo hace por cada uno de los seres humanos. Y que no lo hace con discursos políticamente correctos, o esos que aplauden los convencidos, sino con acciones que liberan a las personas oprimidas. El Dios de Jesús no es el Dios padre que me ama para que me sienta bien, sino el Dios de amor que aboga por un mundo más justo, y es en la medida que hacemos más justo el mundo, que su amor irrumpe de manera más clara. El amor cristiano no busca que yo me sienta querido, o amado, que me sienta un niño protegido por mi padre/madre celestial… El amor cristiano busca hacer nacer en nosotras y en nosotros la empatía por el prójimo. Por eso donde no hay empatía por quienes sufren, donde no existe la capacidad de ponerse en la piel del otro o de la otra, puede haber mucho sentimiento de amor divino, pero ni una pizca del amor del Dios que nos reveló Jesús. Nuestra generación no sólo debería leer la Gracia de Dios como una muestra de su amor, sino entender que ese amor tiene una dirección inequívoca hacia el prójimo.

Se que queda muy bonito hablar de amor y de prójimo, pero si soy sincero, más allá de los discursos políticamente correctos, pienso que éste es el verdadero lugar donde la fe cristiana pasa su control de calidad. Es tan fácil dejarnos cegar por nuestros prejuicios y eliminar la palabra prójimo de tantos seres humanos. Las personas LGTBI lo sabemos, los discursos cristianos homófobos niegan nuestra existencia, y nos reducen a simples acciones pecaminosas, de esa manera ya no somos prójimos, y podemos no ser merecedoras del amor divino. Ante esto, creo que estamos llamadas a reivindicar nuestra existencia, a defender la dignidad que Dios nos ha dado; pero por otro lado somos interpeladas también a no caer en el mismo error, a escapar de nuestro ego, de nuestra moral, y a ser capaces de entender que cualquier ser humano es nuestro prójimo, sobre todo los más desfavorecidos, y que el amor de Dios no tiene su fin en nosotras, sino en ellas.

Carlos Osma

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La campaña británica pasa de girar en torno al Brexit a hacerlo sobre el sexo homosexual

Martes, 2 de mayo de 2017
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1509217_692505064135790_705278787_n«¿Crees que el sexo gay es un pecado?» es la pregunta obligatoria en la campaña británica en la última semana, después de que el líder de los demócratas, Tim Farron, eludiera responderla con claridad, cosa que sí hace Theresa May, líder de los conservadores.

Cuando todo parecía que la carrera por las elecciones en el Reino Unido iba a girar en torno al Brexit, resulta que se ha convertido en si el sexo entre personas homosexuales es pecado o no. Primero le preguntan a Tim Farron, candidato de los demócratas, para preguntárselo ahora a Theresa May, actual Primera Ministra birtánica y candidata del Partido Conservador.

«No estoy en posición de hacer declaraciones teológicas. Puedo prometer una cosa, durante las próximas seis semanas no voy a pasar mi tiempo hablando de teología o haciendo declaraciones», responde Farron a Robert Peston en su programa de Channel 4, señalando además que la pregunta le parece «ridícula» y después de que el presentador le advirtiera que un cierto sector de los votantes le consideran homofóbico. Y, efectivametne, su manera de no contestar directamente la pregunta se ha vuelto en su contra, llenándose las redes sociales de comentarios que lo vuelven a calificar de homofóbico y señalan la hipocresía de una persona que dice no tener nada en contra de las personas homosexuales pero no ser capaz de negar que sea un pecado.

«Tú también eres cristiana. ¿Crees que el sexo gay es un pecado?», le pregunta Andrew Marr a Theresa May este domingo, 30 de abril, en su programa, quien ni duda ni vacila: «no». La respuesta de May no sólo es contundente, sino que va un poco más allá al añadir que el «líder de un partido político que se está presentando para la elección y está pidiendo que el público confié en ellos está obligado a estar preparado para responder una amplia variedad de preguntas sobre una amplia gama de grupos», en lo que supone una clara y directa estocada a su oponente político.

En cualquier caso, una respuesta que no deja tampoco de resaltar la hipocresía de la propia May, quien habría votado previamente contra la igualación de la edad del consentimiento en 1998, así como contra la adopción por parte de parejas del mismo sexo en 2002, estando ausente de la votación de la derogación de la sección 28 en 2003 y contra la discriminación por motivos de sexualidad en 2007. Postura que debe cambiar en el momento en que es nombrada Primera Ministra del gobierno británico, en julio del año pasado, para pasar a convertirse en adalid de la Ley Alan Turing, que aprueba finalmente su gobierno, y que mantiene en la actualidad, probablemente con el objetivo de revalidar su puesto en Downing Street con al idea de tener mayor respoaldo frente al Brexit, siendo irónicamente la homofobia otra de sus consecuencias.

Fuente Universogay

General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia. , , , , , , , ,

Ya no más

Sábado, 3 de septiembre de 2016
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De la web del Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa:

Señor, empezamos de nuevo, como si el tiempo de la noche no hubiera existido.El dolor por mi huida y mi desprecio es el punto exacto para comenzar una vez más.

Cuando te inclinas para ayudarme a levantarme mi mirada se siente más cerca de la tuya, y con un solo tocar el borde de tu vida me recupero y amanezco renovada.

Ambos sabemos que tropecé de nuevo, que volveré a caer y que tú me recogerás, porque estás empeñado en librar mis hombros de la carga y en recoger mis lágrimas. ¿Qué riegas con ellas?, ¿te sirven para refrescar encuentros?

No hay regusto amargo.

No hay culpabilidad.

Solo percibo la lluvia suave de tu amor que imperceptiblemente va horadando mi límite y mi pecado.

Los agujeros de mi incoherencia son el espacio por el que te cuelas y me sorprende tu insistencia en quedarte conmigo, en reconocerme y erguirme tras tanto tiempo encorvada.

Será que eres Dios y lo aceptas.

Será que eres hombre y lo entiendes.

Un gallo suena a lo lejos.

Repite su canto más de tres veces.

Ya no hay traición.

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La homosexualidad no es una abominación

Jueves, 4 de agosto de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

Tu-n-aimeras-point-abomination

ואת-זכר–לא תשכב, משכבי אשה: תועבה, הוא.

“No te acostarás con un hombre como con mujer. Es una abominación.”

Levítico 18:22

——–

Reproduzco aquí el excelente artículo  de Joël Hoffman, lingüista en Nueva York, el artículo al cual, ya me referí aquí. De hecho, es todo el dossier aparecido en el número de la revista Tenoua lo que es de una claridad  extraordinaria sobre este pasaje del Levítico que es tan a menudo invocado para condenar  la homosexualidad y a los homosexuales mientras que un trabajo exegético serio no permite esta conclusión rigorista sino abusiva. Pero veamos primero cuales son las 5 deformaciones que se le atribuyen a este texto cuando no se tiene cuidado.

Z.
——-

Joel Hoffman, lingüista, New York

En lo concerniente al Levítico 18:22, existen  cinco deformaciones importantes entre la lectura moderna y el sentido antiguo del texto.

En el corazón de este versículo, las relaciones sexuales entre hombres son calificadas toeva en hebreo, comúnmente en español: “abominación“. Esta es la primera deformación. El término hebreo toeva significa “tabú” – un acto inapropiado debido a las normas sociales y no un mal absoluto. Aislado, por lo tanto, el  Levítico 18: 22 habla de tabú, no de abominación.

El contexto, sin embargo, nos aleja de estos matices de toeva para acercarnos al modelo general de Levítico 18, capítulo en el que varios sinónimos describen los comportamientos no deseados: toeva aquí zimah ( “crimen“) más alto, Tevel ( “perversión“)más lejos, etc. Por este contexto, Levítico 18 enumera un lista de prácticas indeseables, sean cuales sean las sutilezas del término hebreo toeva .

Pero por muy indeseables que sean, estos actos no son calificados de “pecados”. La segunda deformación, pues, es pretender que Levítico 18:22 hable de pecado.

La tercera deformación consiste en extender el dominio de Levítico 18:22 a la homosexualidad en general.
Se trata aquí sólo de un acto homosexual masculino específico.

La cuarta deformación se hace en sentido opuesto: apoyándose en el lenguaje eufemístico (no acostarse con un hombre “como se acuesta con una mujer”), algunos sugieren que los contactos sexuales entre dos hombres no plantean problema mientras no sean exactamente idénticos a los contactos sexuales entre un hombre y una mujer. Ésos se equivocan en el modo en el que funcionan los eufemismos.

Por último, Levítico 18:22 hace una línea (o dos si añadimos su doble en Levítico 20:13). La quinta deformación es considerar estas dos líneas hostiles a las relaciones sexuales entre hombres como más importantes que, por ejemplo, el verso similar en Levítico 19:19 (que prohíbe el uso de una “prenda tejida de dos tipos de hilo” diferente) .

Deshacerse de estas cinco cepas, Levítico 18:22 reprueba un acto homosexual masculino, entre una larga lista de prohibiciones antiguas,  de las que un gran número son a menudo ignoradas en el mundo moderno, tanto por nuestros contemporáneos religiosos como laicos.

El Dr. Joel M . Hoffman es especialista de la Biblia en Nueva York. Su última obra, The Bible’s Cutting Room Floor: The Holy Scriptures Missing From Your Bible apareció en septiembre de 2014. Más informaciones  www.lashon.net

Fuente : Tenoua – été 2015

Fuente imagen : fotografía procedente de la película Ojos bien abiertos (título original עיניים פקוחות, título inglés Eyes Wide Open), 2009.

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