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“Pentecostés queer en tiempos de confinamiento”, por Diarmuid O’murchu.

Lunes, 1 de junio de 2020
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pentecostesLa celebración de Pentecostés, 50 días después del domingo de Pascua, se considera desde antiguo como el comienzo de la Iglesia, cuando el Espíritu Santo empujó a los primeros apóstoles a salir a la calle y proclamar el Evangelio. El texto más relevante, leído en todas las iglesias cristianas, es el de Hechos 2,1-11.

En realidad, este pasaje tiene dos partes:

a) vv. 1-4, que describe el descenso del Espíritu Santo a través de lenguas de fuego, sobre lo que se supone que es el grupo reconstituido de 12 apóstoles. Además, el arte cristiano temprano representa a una mujer en medio del grupo, ampliamente considerada como María, la madre de Jesús.

b) vv. 5-11: estos versículos describen un grupo amorfo de diversos países, culturas e idiomas, ninguno de los cuales había sido todavía evangelizado (según la cronología de los Hechos), que escuchan a los predicadores, cada uno en su propio idioma, reconociendo el mensaje de declaración del Evangelio, por lo que dan gracias a Dios.

Durante mucho tiempo me ha intrigado el hecho de que nunca he escuchado una homilía de Pentecostés centrada en los vv. 5-11. Y me pregunto por qué. En mi intento de responder esa pregunta por mí mismo, he descubierto que la teoría queer es enormemente útil. Así que, por favor, permítanme una digresión para presentar brevemente de qué trata la teoría queer.

La teoría queer

Asociada a menudo con los estudios LGBTQI, la Teoría Queer es una elaboración de la década de 1990, relacionada con la teoría crítica de la literatura, la historia y las ciencias sociales. (Varias páginas de la red darán más detalles). Su adopción de ideas sobre religión, teología y escritura es aún más reciente. El teólogo británico, Chris Greenough, ofrece una excelente descripción de las teologías queer (Queer Theologies: The Basics, Routledge 2020).

Según Greenough, mirar los textos sagrados desde la perspectiva queer, significa querer ir más allá de la rigidez del dogma, y poner al descubierto esa dinámica de poder que puede tolerar sólo una comprensión de la verdad. Greenough describe cinco dimensiones de este proceso:

lo queer se resiste a las ideas de categorización;

lo queer desafía la idea del esencialismo;

lo queer desafía lo “normal”;

lo queer elimina el pensamiento binario y los prejuicios;

lo queer denuncia y quiebra las relaciones de poder y las jerarquías (Greenough, 26).

El libro de los Hechos hoy

Considerado durante mucho tiempo como un resumen de lo que sucedió en la Iglesia primitiva, los estudiosos de las Escrituras ahora están planteando dudas sobre la fiabilidad histórica de este libro.

Lucas, el autor, está interesado sobre todo por Pedro y Pablo, a quienes describe como dos héroes destacados. Así como Lucas, en su evangelio, lleva a Jesús a Jerusalén para su triunfo final (su muerte y resurrección), también Lucas lleva a Pedro y Pablo a Roma, para culminar su esfuerzo misionero. Y en ese itinerario, el Pablo de Lucas a veces es representado de una manera que parece muy diferente del propio relato de Pablo en sus cartas auténticas. Más que la historia de la fe, lo que interesa a Lucas es el aspecto heroico de la evangelización.

Vayamos ahora al acontecimiento de Pentecostés, para el que Lucas trae de vuelta a los apóstoles originales, ahora reconstituidos como un grupo de Doce. El grupo tiene dos reuniones. En primer lugar, Hechos 1,12-14: los Once (menos Judas), junto con María, la madre de Jesús y “las mujeres”. En segundo lugar, Hechos 2,1-4: el grupo reconstituido de Doce solamente. Parece que Lucas necesita que los apóstoles reconstituidos, vueltos, pongan una base apostólica sólida para sus dos héroes patriarcales: Pedro y Pablo. ¿Pero volvieron todos? Tengo serias dudas, a pesar de la profunda fe eclesial que tenían.

El experto bíblico James Carroll, afirma que el relato de Lucas en Hechos puede compararse con una novela histórica con intención ideológica, a lo que otro biblista, Sean Freyne, agrega: “El análisis literario reciente de los escritos de Lucas tiende a considerar su narración de esos nuevos comienzos como un relato idealizado y simbólico, con poco o ningún contenido histórico”. La teóloga Elizabeth Johnson afirma que Hechos no contiene una imagen representativa del liderazgo de la Iglesia en las primeras décadas; sólo cuenta una historia parcial.

Además, recordemos que Lucas escribió Hechos después del 80 EC, momento en el cual los seguidores del Camino se habían separado de sus orígenes judíos, y ahora se esforzaban por establecer una identidad superior y diferente.

El evento mismo

Cada elemento de Hechos 2,1-4 está tomado de las Escrituras hebreas (Antiguo Testamento).

Pentecostés se basa en el A.T: la fiesta del Grano Nuevo (la cosecha), asociada con Moisés que recibe la Ley en el monte Sinaí, 50 días después del éxodo de Egipto. Según la tradición, Dios habría dado la Ley en los 70 idiomas de la humanidad… Filón afirma que cuando fue dada la Ley, cayó fuego del cielo, y una voz que salía de las llamas se convirtió en un discurso articulado. Por otra parte, algunos comentaristas sugieren que el relato de Pentecostés puede entenderse como una antítesis del relato de la Torre de Babel.

El hecho de que Lucas haya tomado prestados del A.T. los ingredientes principales y los esté usando aquí para su propio propósito, no debe alarmarnos; todos los escritores del Evangelio, y otros de aquel tiempo, hicieron lo mismo. Sin embargo, nos obliga a preguntar: ¿Lucas está describiendo algo que sucedió, o está creando él mismo la escena? Pero, en realidad, aunque Lucas invente él mismo lo que escribe, según los estándares del tiempo está dentro de los límites normales del periodismo profesional.

Una vez más, debemos recordarnos a nosotros mismos: Lucas está haciendo esto para dar una base sólida a sus dos grandes héroes, Pedro y Pablo. Con ese propósito, quiere traer de vuelta a los (reconstituidos) Doce, y someterlos a una experiencia profunda y transformadora, para sacarlos de la desorientación e incredulidad que sufrieron debido a la trágica pérdida de Jesús, su líder. Y a partir de ese nuevo “inicio”, pueden reanudarlo donde había quedado interrumpido, proclamando ahora con valentía a Jesús como Señor y Salvador.

Para el teórico queer, todo parece demasiado ordenado como para ser verdad. El aposento del piso de arriba huele a clausura eclesiástica. Y parece que hay demasiado deseo de poder patriarcal y de dominio. Ya en los capítulos iniciales de Hechos vemos a Pedro realizando obras milagrosas semejantes a las atribuidas a Jesús… Una imagen que está ya muy lejos de aquel bipolar y reaccionario Pedro que vimos en los evangelios.

En este momento, el teórico queer se impacienta y quiere pasar al material que el predicador tiende a omitir, a saber, Hechos 2,5-11. Este grupo tan diverso es realmente increíble. De una forma u otra, pueden escuchar todo lo que se dice y, al parecer, pueden comprender el significado, como el de las poderosas obras de Dios (v. 11). Pero según Hechos, ninguno de ellos ha sido bautizado ni evangelizado. Entonces ¿qué está pasando?

Aquellos de nosotros que tenemos algún conocimiento y experiencia del método ignaciano de discernimiento espiritual podemos ver fácilmente los paralelos. Las personas de este grupo están dotadas de una escucha profunda, un discernimiento centrado en el corazón, y están asombrados y admirados por el divino mensaje de vida. Éstas son precisamente algunas de las características centrales del discernimiento ignaciano, que, según quienes han estudiado durante mucho tiempo ese método, no se pueden poseer a menos que una persona esté primero profundamente imbuida del Espíritu Santo de Dios.

Ésta es la ruptura que el teórico queer estaba intentando provocar: ¡estas personas ya tenían la plenitud del Espíritu Santo! Por eso son tan brillantes en el arte del discernimiento. Entonces, ¿de dónde sacaron el Espíritu Santo? No es necesario ser teólogo/a o biblista para responder.

Según el Libro del Génesis, el Espíritu Santo está trabajando plenamente en la Creación desde tiempos inmemoriales. En palabras del teólogo australiano Denis Edwards: “lo que necesitamos es una teología holística del Espíritu, una que comience no con Pentecostés, sino con el origen del Universo, hace 13 mil setecientos millones de años”. En consecuencia, el Espíritu Santo también está trabajando plenamente en los corazones de todos los humanos, a menos, por supuesto, que bloqueemos u obstaculicemos esa gracia por algo como el miedo irracional, que los doce bien podrían estar experimentando.

¡Ahora ves mi decepción por no haber escuchado nunca una homilía sobre Hechos 2,5-11! De esto se trata. Este es el Espíritu que sopla donde quiere, renovando la faz de la tierra y despertando sueños poderosísimos incluso en los corazones de los no bautizados. ¡Qué mensaje tan asombroso!

¡No es de extrañar que el teórico queer se sienta tan disgustado de que hayamos ignorado o callado esto por tanto tiempo!

¿Dónde están las mujeres?

¡Pero el teórico queer ha notado algo aún más extraño! Según el teólogo, Christ Greenough

(114), “los enfoques queer en los estudios bíblicos respiran aire fresco en textos saturados de patriarcado, misoginia y negatividad hacia las personas transexuales y homosexuales”. En este caso es con la misoginia con lo que tenemos que lidiar. ¿Qué ha sucedido con las mujeres a las que se hace referencia en Hechos 1,14? ¿Por qué están excluidas de aquella clausura eclesiástica del segundo piso?

¿Por qué las hemos hecho invisibles?

Seguramente, Lucas ha tenido que haber oído hablar de María Magdalena y sus co-discípulos, su destacado testimonio en la Muerte y Resurrección de Jesús, y su papel crucial en el desarrollo de la Iglesia en sus primeras décadas, ¿una buena visión de conjunto de lo que tenemos en Romanos 16?

¿Por qué quiere ignorar o suprimir esa información? Ésta es la respuesta de la teóloga Elizabeth

Johnson:

Deseando impresionar a sus lectores del Imperio Romano con la confiabilidad de este nuevo movimiento, Lucas constantemente presentaba varones en los papeles de liderazgo público y, para cumplir con los estándares del imperio, mantiene a las mujeres bajo control en posiciones inferiores, como de apoyo. Teniendo ojos principalmente para varones de élite, desplaza a las mujeres a un trasfondo insignificante, ignorando los roles de liderazgo que de hecho tenían. En consecuencia, Hechos no trasmite una imagen representativa realmente del liderazgo en la Iglesia de las primeras décadas. Sólo cuenta una parte de la historia. (Elizabeth Johnson, Truly our Sister, 300).

Pentecostés es una fiesta queer

Los teólogos queer, Colby Dickinson y Meghan Toomey, en 2017 escriben: “Una teología queer nos llama a ir más allá de lo que se conoce, a superar lo establecido y a dejar totalmente de controlar tales estructuras”. En una línea similar, el teórico queer, David Halperin, en 1995, afirma: “Queer es, por definición, lo que está en desacuerdo con lo normal, con lo legítimo, con lo dominante. No hay nada en particular a lo que queer se refiera necesariamente. Es una identidad sin esencia”.

Ambas citas iluminan lo que he estado intentando en estas reflexiones, sintiendo un llamado a “ir más allá de lo que sabemos”, “pasar de lo establecido”, “no hay nada en particular a lo que necesariamente se refiera”, “una identidad sin una esencia”. Para algunos, eso sonará como una deconstrucción mordaz, y algunos preguntarán con razón: “¿qué vamos a dejar en pie?”.

Y esto es lo que me atrae hacia la sabiduría del queering. En el mismo proceso de deconstrucción, estamos también involucrados en la reconstrucción. Recuerda que, en física cuántica, el vacío es un vacío fértil, lleno de posibilidades. Los místicos lo sabían mucho antes que los físicos. Por lo tanto, no me estoy deshaciendo de Pentecostés (¡al menos, todavía no!). Me sorprende que el evento descrito en Hechos 2,1-4, en realidad nunca sucedió (“una identidad sin esencia: Halperin”).

¡Pero la experiencia de Hechos 2,5-11, nunca deja de suceder! Y en palabras de Halperin, ¡ésa es la esencia!

¡Esa es la esencia, ese increíble Espíritu potenciador cósmico que necesitamos celebrar el domingo de Pentecostés! ¡La homilía debe estar en Hechos 2,5-11, en el reconocimiento profundo del Espíritu, que sopla donde quiere, demoliendo cualquier clausura eclesiástica! En medio del coronavirus, necesitamos la sabiduría y la guía de ese Espíritu potenciador. A medida que enfrentamos la “nueva normalidad”, más que cualquier otra cosa, sugiero que necesitemos una nueva teología del Espíritu Santo, ¡y quizás, cuanto más anormal sea, mejor!

The Spirit and Covid-19

En todo el mundo, los gobiernos nos han estado advirtiendo que la resolución de esta pandemia está principalmente en nuestras manos. Los poderosos patriarcas del gobierno y de la ciencia creen que llegará una vacuna, pero mientras tanto, somos nosotros los que tenemos el poder de detener este virus, y podemos hacerlo por fidelidad a una variedad de comportamientos humanos modificados.

Nosotros, la gente, el pueblo, estamos exactamente en el mismo lugar en el que estaban los partos, los medos y los elamitas el primer día de Pentecostés. Nuestros altos patriarcas pueden tener lenguas de fuego en su cónclave cerrado de la habitación superior, ¡pero es a nosotros, los del piso bajo, a quienes se nos ha confiado la sabiduría para detener este virus! ¡Ahora bien, a eso es a lo que podríamos llamar, superqueer!

El poder está con la gente, pero también está ahí una enorme cantidad de dolor, vulnerabilidad, descoyuntamiento social, pérdida de empleos, inseguridad financiera, caos. Vale la pena recordar aquí la voz de otra teóloga queer (procesual también), Catherine Keller (de la Universidad de Drew, EEUU), y su profundo discernimiento de Génesis 1,2, cuando el Espíritu que saca poder creativo de la oscuridad de las profundidades (tohu vabohu): “La divinidad surge de esas profundidades rebeldes, sobre las cuales el lenguaje recupera el aliento… La teología necesita la deconstrucción del supremacismo sutil del espíritu occidental”.

Este no es el espíritu triunfalista de Hechos 2,1-4, sino lo que el teólogo Shelly Rambo (de la Universidad de Boston) llama el Espíritu Medio. Rambo, terapeuta de traumas convertido en teólogo (autor de Spirit and Trauma), se conecta con el Espíritu que permanece y siempre permanecerá, sin que importe cuánto tiempo duren las consecuencias del trauma. El Espíritu está trabajando en y a través del coronavirus, en medio de todo el dolor y el caos que produce. ¡Este es el Espíritu que persiste, no el que todo lo conquista!

Partos, medos, elamitas y compañía tenían buenas razones para alegrarse, siempre fortalecidos por el Espíritu queer de Dios. Sin embargo, no tenían todo resuelto. Hechos 2,12 nos informa que estaban a la vez asombrados y perplejos. ¿Era el Espíritu Medio en lugar del Espíritu Triunfante quien los acompañaba en su camino? ¡Ellos también tuvieron su trauma y sus luchas queer, sin embargo, aguantaron y sobrevivieron!

Entonces, por favor, en este domingo de Pentecostés de 2020, dejemos el aposento alto, dejemos a los patriarcas encerrados para controlar las lenguas de fuego. En cambio, ¡salgamos a las calles con los partos, los medos y los elamitas, y juntos aplaudamos una homilía diferente, para fundamentar nuestra esperanza y significado en estos tiempos llenos de Espíritu, ¡aunque tan inquietantes!

Diarmuid O’Murchu  

Fuente Fe Adulta

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Vivir en incandescencia

Domingo, 31 de mayo de 2020
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vivre-en-incandescence

 

¿ Qué palabra tener

Que mantenga vivo

Y atraviese el espesor de la muerte?

¿ Qué verbo de carne

Puede levantar el  pesado  entorpecimiento

De los vivos sin vida,

Despertar la luz enterrada?

¡ Tarea imposible –

Pero la Palabra

Venida de lo Alto

Desangra al corazón herido –

El deseo

en palabras de amor repudiado

– Revelación Suprema –

Abre a la conversación vertical!

*

Eric de Rus,
Vivir en incandescencia,
Ad Solem, 2013

*

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

***

La Iglesia tiene necesidad de su perenne Pentecostés. Necesita fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, necesita una pureza total, vida interior. La Iglesia tiene necesidad de volver a sentir subir desde lo profundo de su intimidad personal, como si fuera un llanto, una poesía, una oración, un himno, la voz orante del Espíritu Santo, que nos sustituye y ora en nosotros y por nosotros «con gemidos inefables» y que interpreta el discurso que nosotros solos no sabemos dirigir a Dios. La Iglesia necesita recuperar la sed, el gusto, la certeza de su verdad, y escuchar con silencio inviolable y dócil disponibilidad la voz, el coloquio elocuente en la absorción contemplativa del Espíritu, el cual nos enseña «toda verdad».

A continuación, necesita también la Iglesia sentir que vuelve a fluir, por todas sus facultades humanas, la onda del amor que se llama caridad y que es difundida en nuestros propios corazones «por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». La Iglesia, toda ella penetrada de fe, necesita experimentar la urgencia, el ardor, el celo de esta caridad; tiene necesidad de testimonio, de apostolado. ¿Lo habéis escuchado, hombres vivos, jóvenes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio? De eso tiene necesidad la Iglesia. Tiene necesidad del Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros y en todos nosotros a la vez, en nosotros como iglesia. Sí, es del Espíritu Santo de lo que, sobre todo hoy, tiene necesidad la Iglesia. Decidle, por tanto, siempre: «¡Ven!»

*

Pablo VI,
Discurso del 29 de noviembre de 1972.

*

***

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“Barro animado por el Espíritu”. 31 de mayo de 2020. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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resucitoJuan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro qué es lo esencial. Jesús está en el centro de la comunidad, llenando a todos de su paz y alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado solo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.

Jesús los «envía». No les dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el mundo lo que ha sido él.

Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los envía ahora para que «reproduzcan» su presencia entre las gentes.

Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con «barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús.

Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro, teólogos de barro, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro… Solo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas donde su Espíritu no es acogido quedan «muertas». Nos hacen daño a todos, pues nos impiden actualizar su presencia viva entre nosotros. Muchos no pueden captar en nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar solo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No solo hemos de hablar de amor, sino amar a las personas como él.

José Antonio Pagola

 

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 31 de mayo de 2020. Pentecostés

Domingo, 31 de mayo de 2020
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Conciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

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Conviene que me vaya, pues si no me fuere no vendría el Espíritu Santo a vosotros.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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cuadro-manos-de-dios-y-adan-detalle-de-la-creacionDel blog de Xabier Pikaza:

 Pentecostés: Presencia del Dios ausente. Somos Espíritu Santo

Pedimos milagros… olvidando que nosotros mismos somos el Milagro de la Vida de Dios,Pentecostés, la Tercera Persona de la Trinidad. Del Padre Dios y de Cristo venimos nosotros: Somos sus manos, su ojos, su fuego y camino de amor. Somos el Espíritu Santo. 

Así lo dijo Jesús, en nombre de Dios, en la fiesta de su Noche:«Conviene que me vaya; pues si no me fuere el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7).

Ésta son las palabras fundamentales de Pentecostés, según el evangelio de Juan:  Sólo si Dios se ha ido, si no le buscamos como antes, sólo sí Jesús nos ha dejado para estar, para ser, para quedarse en nosotros , podemos y debemos ser Dios (y Jesús) en nuestra propia vida, unos en, con y para otros.

El evangelio de Juan, con su fiesta de Pentecostés, es, ante todo, la fiesta y el gozo de que Dios haya ido, de que no esté a la mano, de un modo maravilloso, para que nosotros mismos seamos presencia de Dios.

La ausencia de Jesús suscita así la más honda presencia de su amor, como recuerdo, como  plenitud personal y comunicación comunitaria. Así podemos afirmar que Jesús vuelve Presencia total en su Ausencia o, mejor dicho, está del todo presente, en forma de ausencia creadora,  pues nosotros mismos somos él, Vida de Dios en la tierra.

Se nos ha ido Dios, es evidente, en este 2020. Ya no está como antes, como un “mundo de poder”, como una cosa más grande entre las otras, como un Poder de milagros externos, a manos de Reyes y Sumos Sacerdotes. Se ha ido quedándose y así somos Dios Vivo en nuestra vida de experiencia radical de ser, de amor, de esperar… En esa línea celebramos hoy la fiesta de Pentecostés, 31,5. 3020.

EMPECEMOS HABLANDO DE ORACIÓN

un-mundo-obscuroPedimos a Dios cosas… Pero Dios no nos concede ninguna cosa. Viene él, como Vida de nuestra vida

1. Evangelio de Mateo: Pedimos a Dios cosas, él nos da su Reino, es decir, las “cosas buenas” de la vida, que somos nosotros en él, él nosotros.

Ésta es la enseñanza fundamental de Jesús: “Pedid y se os dará, buscada y hallaréis… pues vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenos a quienes le pidan” (Mt 7, 7.11). Pedir significa buscar con intensidad…Si pedimos así, si buscamos intensamente, Dios nos dará cosas buenas, alto que está más allá de todos nuestros deseos.

Esas cosas buenas que Dios nos concede son su reino,  su vida en nosotros. Así  sigue diciendo el evangelio: Buscad el Reino…  y todas las cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33). Buscar el Reino de Dios. Con el reino de Dios viene todo…

2. Evangelio de Lucas. Pidamos lo que pidamos, Dios nos dará el Espíritu Santo. Pedimos cosas… Dios nos concede su Espíritu, que nosotros seamos, que él sea en nosotros.

 Así traduce Lucas la  enseñanza de Jesús diciendo: “Pedid y se os dará… pues el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes le piden” (Lc 11, 9.13).

 Mateo decía: Pedid y Dios o dará cosas mejores. Lucas traduce: Pidáis lo que pidáis, haciéndolo de verdad, recibiréis el Espíritu Santo: Vendrá Dios, habitará en vosotros, como Palabra hecha Vida creadora, de forma que vosotros con el Espíritu (es decir, el Espíritu en/por vosotros) realizará la obra de Dios-

En esa línea se sitúa la famosa variante de algunos manuscritos de Lc 11, 2, en los que, en lugar de “venga tu Reino” se dice venga tu Espíritu SantoSanto (cf. Nestlé‒Aland, Novum Testramentum Graece, DB, Stuttgart 1998,195). Éste es el “Padrenuestro” de la Comunidad del Paráclito (y de la liturgia de conjunto de la Iglesia) que identifica la venida del Reino con la venida del Espíritu Santo.

Se ha dicho con frecuencia, a veces con tono irónico y aanti‒eclesial, queJesús prometió el Reino de Dios, pero de hecho vino la Iglesia.  Eso es verdad: Jesús anunció el Reino, y hemos venido NosotrosJesús anunció y preparó el Reino de la teología del AT, pero lo hizo de tal forma que, en el fondo, ese Reino se identifica  con el Espíritu Santo, es decir, con la presencia de Dios en la vida de los hombres. Esta es la Idea de fondo de la obra clave de A. Loisy, L’Évangile et l’Église, Picard, Paris 1902.

PENTECOSTÉS SIGNIFICA QUE DIOS MISMO ES NUESTRA VIDA, QUE SOMOS ESPÍRITU DE DIOS SOBRE LA TIERRA.

 gran-regalo-espiritu-santo-790x350-1280x720Yo pediré al Padre y os dará el Paráclito. Jesús mismo pide por nosotros… y nos promete el “Paráclito”. Lo que Dios nos da es que seamos él, que él sea en nuestra vida. 

 ‒ Rogaré al Padre y os enviará otro Paráclitoa fin de que esté con vosotros para siempre (Jn 14, 16). Jesús había sido defensor de sus discípulos (el Primer Paráclito, consuelo en el amor). Pero, culminado su camino, “ascendido a Dios”, él ruega al Padre que envíe Otro Paráclito, el Espíritu Santo (cf. Mc 13, 11), para defender a sus seguidores, amenazados, perseguidos, en medio de en la prueba. En un sentido, Jesús se va, ya no acompaña a los creyentes de un modo inmediato, pero él pide al Padre que les envía “otro Paráclito”, presencia interior y compañía, en comunión y comunicación activa (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18).

‒ Un conocimiento más hondo: “Pero el Paráclito…, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). El Espíritu “recuerda”, esto es, permite entender y revivir, en línea personal y en comunión de amor (comunicación, consuelo mutuo), el mensaje y vida de Jesús, reinterpretando su camino, en verdad (en conocimiento: ¡os lo enseñará todo!) y en vida (retomando el camino y las obras de Jesús). Eso significa que los discípulos saben por sí mismo, no dependen de la instrucción externa de otros.

Espíritu y testimonio: “Cuando venga el Paráclito, a quien yo enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Jn 15,26-27). La verdad más honda, la obra más intensa se identifica con el testimonio de la propia vida. No se trata, pues, de hacer obras externas: construir edificio, hacer escuelas hospitales…Eso puede ser importante, pero sólo en la medida realicen la obra suprema de Jesús que consiste en dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18, 37).

Jesús abre un lugar para sus discípulos: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7). Hay una presencia de Jesús que ha debido terminar; en un sentido, él tiene que irse para que hagamos nosotros. Su grandeza no está en hacer por nosotros, negándonos así o sustituyéndonos, sino abriendo un hueco, para que nosotros mismos podamos ser y hacer, realizando sus obras y aún mayores. Somos así testigos del Señor ausente, presencia del Dios escondido, de forma que él (Dios, el mismo Jesús) se haga palabra por medio de nosotros.

4. Profundización. Pentecostés: Es la “fiesta”, la presencia de Dios en nuestra vida, conforme a los cuatro textos del Paráclito en el evangelio de Juan: 

  1. Espíritu de la Verdad: «Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros por siempre» (Jn 14, 16). Jesús había defendido a sus discípulos; pero ha culminado su camino pascual y no está con ellos como antes. Por eso pide al Padre que les envíe otro Paráclito, presencia interior y compañía (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18): el Espíritu de la Verdad, que el mundo, sometido a la mentira y división, no puede acoger, ni comprender, el Espíritu del Conocimiento de Dios, que vincula a todos los hombres (cf. Jn 17, 1-3). Queremos tener cosas, pero Dios nos da su verdad, comprender el sentido de la vida.
  2. Os lo enseñará todo: Conocer a Dios. Los hombres tienden a luchar sin fin, en plano de sistema, porque no tienen la gracia de la libertad y comunión de Dios en Cristo. «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho» (Jn 14, 26). Ese Paráclito es Maestro interior que enseña a los fieles los dos mandamientos primeros: Conocer a Dios y amar a los hermanos. Sólo por experiencia interior, vinculada al magisterio personal del Espíritu (por nuestra verdad interior), podemos conocer a Dios, superando las razones y sistemas cerrados, de mentira, de un mundo que intenta aprovecharse de nosotros.
  3. Verdad del Testimonio. «Cuando venga el Paráclito, a quien enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15:26-27). Los creyentes no demuestran a Dios con palabra racionales o teorías, sino que lo muestran con su vida: no son filósofos, sino testigos; no imponen un sistema sacral o social, sino que se presentan ellos mismos, como signo de la Vida de Dios en el Espíritu de Cristo, en experiencia de amor personal. No hay otra verdad que el testimonio personal de vida.
  4. Al liberarnos de una ley particular (en línea de talión o sistema político-social), el Espíritu de Dios nos abre a todos los hombres, no por conquista o sumisión (como el imperio romano), sino por conocimiento vital: « Esta es la Vida eterna, que te conozcan a ti, el Dios Uno y Verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (cf. Jn 17, 3). Así lo ha destacado Jn en los pasajes del Paráclito, que repito y comento de nuevo en esta perspectiva: 

    1. Verdad del Testimonio. «Cuando venga el Paráclito, a quien enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15:26-27). Los creyentes no demuestran a Dios con palabra racionales o teorías, sino que lo muestran con su vida: no son filósofos, sino testigos; no imponen un sistema sacral o social, sino que se presentan ellos mismos, como signo de la Vida de Dios en el Espíritu de Cristo, en experiencia de amor personal.
    2. Conviene que me vaya…   La ausencia del Dios exterior suscita una más honda presencia en libertad y recuerdo, en plenitud personal y comunicación comunitaria. Así podemos afirmar que Jesús vuelve desde su ausencia, fundando la comunión de los creyentes, en medio de un mundo al que convence «de pecado, justicia y juicio» (cf. Jn 16, 8-11), inaugurando así una teodicea de tipo pneumatológico, que se expresa y decide a lo largo de la historia, como seguiremos indicando.
    3. Ésta es la teología del Espíritu, del Dios presente. Muchos han hablado de una crisis de la racionalidad, no para rechazarla, sino para enraizarla mejor. Descartes tuvo que apelar a Dios, más allá de las razones claras y distintas, para que no flotaran sobre el vacío. Kant descubrió la insuficiencia de la razón pura (incapaz de explicarse a sí misma) y buscó una razón práctica, que le llevó a postular la existencia de Dios. También Marx quiso superar la razón lógica (que acaba siendo ideología del sistema), para descubrir principios más hondos, de tipo económico-social. Especialistas de esa ruptura epistemológica han sido los filósofos judíos (Rosenzweig, Lévinas), que elevan frente al Todo (sistema) de la filosofía y ciencia un Infinito de trascendencia, que está cerca del Espíritu de Jesús (que está cerca de la comunión entre los hombres)[2]
    4. Es la Teología de la libertad y la gracia.  Un tipo desabiduría (griegos) y un tipo de ley judía (que Pablo llama carnal) dividía y enfrentaba a los hombres en sistemas de violencia, haciéndoles incapaces de dialogar. En contra de eso, Pablo, Lucas y el conjunto del Nuevo Testamento interpretan el Espíritu como Poder de comunión, que vincula a los hombres de un modo gratuito, superando el nivel de unas leyes que escinden, oprimen y expulsan a un tipo de personas. El tema de la teodicea define así la tarea principal de nuestro tiempo: defender a Dios significa crear comunión universal, superando un sistema de divisiones y violencias, que enfrenta a los hombres… En esa línea, el Espíritu Santo es la experiencia de la vida compartida[4].
    5. Esta es la teología de la verdad final, de la plenitud de la historia de los hombres, que son presencia de Dios.  Saber que hay Dios significa afirmar el sentido de la historia, de nuestra propia vida, en nuestro tiempo de coronavirus. Por eso, ella no es arrojo suicida (no quiere el fin de todo lo que existe), ni pura búsqueda intimista, sino apertura al juicio de la historia. Estamos inmersos en un drama, amenazados por adversarios y jueces que no conocen a Dios y nos encierran en la caja de poderes del sistema, en línea de puro talión (ley y venganza). Pero tenemos un testigo más alto de Dios que es Jesús y hemos recibido su Paráclito, que enseña la verdad, dando testimonio de Dios, a favor de todos, en y con todos los seres humanos.

      Notas

    [1] Ésta es una teología de la  experiencia interior y testimonio personal. Nadie ha visto a Dios, pero Jesús, que estaba en el seno de Dios, nos lo ha revelado por su Espíritu (cf. Jn 1, 18). Nadie ha visto a Dios, pero aquellos que aman a los otros le conocen, porque Dios es Amor (1 Jn 4, 8.12). Dios es Espíritu y sólo en Espíritu y Verdad podemos adorarle (Jn 4, 24). No le conocemos sólo porque vendrá al fin del tiempo), sino porque ha venido y nos ha dado su Paráclito.

    [2] Los creyentes descubren a Dios por Cristo, desbordando la violencia y talión de un sistema de poder que domina sobre el mundo, porque el Espíritu es amor (1 Cor 13), conocimiento en libertad. Solo superando en gracia las razones y juicios del sistema, se exprese lo divino.

    [3] Entendida así, la libertad no es una simple ruptura del sistema (que nos lleva más allá del orden cósmico y social) y de los grupos especiales de elegidos (que Pablo vincula con la carne: Flp 3, 4), sino descubrimiento y despliegue de una creatividad gratuita, fundada en Jesús, abierta a todos los hombres. Dios es libertad, pero no desde la nada o el capricho, sino como Gracia y Amor que se revela en el camino de los hombres (cf. Shema: Dt 6, 4-5; Jn 3, 16). Por eso nos parece insuficiente el imperativo kantiano, que sigue en un plano de ley; como indicará el capítulo siguiente.

    [4] Se puede discutir si hay libertad y gracia, pero lo indudable es existe un riesgo muy grave de violencia. Hasta ahora, los hombres hemos venido manteniendo formas de solidaridad grupal o nacional fundadas en principios culturales y religiosos. Pero ellas parecen agotarse, como M. Weber y E. Durkheim dijeron ya a principios del siglo XX. Se han secado los viejos principios, no han surgido unos mejores (ni marxismo histórico, ni capitalismo actual). Por eso queda abierta la tarea de la teodicea, el amor que se expresa en una comunicación creadora (que engendre hijos en amor), abierta a todos los hombres, como suponía D. Bonhöffer, Etica,Estela, Barcelona 1968, pp. 9-10.

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Domingo de Pentecostés. Ciclo A.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete

La liturgia de la misa no ha tratado muy bien al Espíritu Santo. En el Gloria, después de extenderse en el Padre y el Hijo, al final, casi por compromiso, se añade: «con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre». Y el Credo, aunque lo reconoce «Señor y dador de vida», da más importancia a su relación con las otras personas divinas («procede del Padre y del Hijo») y limita su acción al Antiguo Testamento («habló por los profetas»). Afortunadamente, los textos bíblicos ofrecen una imagen mucho más rica. Pero también más compleja, porque Lucas y Juan ofrecen dos versiones muy distintas del don del Espíritu Santo; cada uno quiere ofrecer un mensaje peculiar. Pero es preferible comenzar por el texto más antiguo, el de la primera carta a los Corintios (escrita hacia el año 51).

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Ya lo había anunciado el profeta Joel cuando dijo que el Señor enviaría su espíritu sobre todos los israelitas sin distinción de género (hijos e hijas) de edad (ancianos y jóvenes) ni de clase social (siervos y siervas). Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por diez). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

            La representación pictórica más famosa de esta escena es la del cuadro de El Greco, conservado en el museo del Prado. Hay en él un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). El Greco no podía pintar una comunidad de ciento veinte personas, pero ha sugerido la diversidad y totalidad del don a través de la Magdalena.

La versión de Juan 20, 19-23

            Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

            Este pasaje ya lo leímos el segundo domingo de Pascua. En el comentario que entonces envié destacaba los distintos temas: el miedo de los discípulos, el saludo de Jesús, la prueba de las manos y el costado, la alegría de los discípulos, la misión y el don del Espíritu. Recuerdo lo que dije a propósito del último tema, fundamental en la fiesta de hoy.

            Los evangelios de Mc y Mt no dicen nada de este don, y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Conclusión

            Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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31 de Mayo. Domingo de Pentecostés. Ciclo A

Domingo, 31 de mayo de 2020
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Pentecostés

“- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

Recibid el Espíritu Santo.”

(Jn 20, 19-23)

Tú nos dejas tu Espíritu Santo, nosotras te habríamos pedido un manual de instrucciones. Suerte que no nos preguntaste.

Pero otros poderes que buscan manejarnos saben que, mezclada con nuestra ansia de libertad, llevamos una buena dosis de inseguridad. El miedo es la puerta ancha por la que desde siempre han entrado los dominadores de todos los tiempos.

Hoy se nos hace creer que somos libres si nos ponemos bajo el yugo del consumo. La publicidad es el manual de instrucciones. Ella nos explica cómo triunfar, cómo ser feliz, cómo tener éxito.

Alguien ha diseñado minuciosamente cómo debemos comportarnos, qué debe preocuparnos y también nos suministran los entretenimientos oportunos para que no pensemos demasiado.

Lo de la compensación- insatisfacción funciona a la perfección. Se crea una necesidad, un deseo. Se ofrece algo para satisfacer ese deseo. Pero solo de una manera parcial. Así de la compensación lo que recibimos es insatisfacción. Es el mecanismo del consumismo.

Sin embargo este sistema no genera gente feliz. Poco a poco vamos descubriendo sus engaños y resulta que solo la libertad que viene del Espíritu es la que le da sentido a la vida.

Esa falta de “manual de instrucciones” es lo que nos hace crecer en responsabilidad. Vencer nuestros miedos y hacer opciones valientes.

Jesús resucitado nos vuelve a recrear. Como al principio del Génesis (Gn 2, 7), sopla su aliento de vida y el Espíritu se une a nuestra humanidad, se hace compañía y fuerza trasformadora.

El Espíritu en su incansable labor nos despierta, generación tras generación. Nos libera de todos aquellos poderes engañosos. Y nos hace crecer en lo que somos: Hijas amadas.

Oración

A modo de oración te invito a escuchar esta canción con el hermoso texto de la secuencia del Espíritu (Solo haz clic aquí).

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios es Espíritu y lo inunda todo.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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lengua-de-fuegoJn 20, 19-23

Los textos que leemos este domingo hacen referencia al Espíritu, pero de muy diversa manera. Ninguno se puede entender al pie de la letra. Es teología que debemos descubrir más allá de la literalidad del discurso. Las referencias al Espíritu, tanto en el AT (377 veces) como en el NT no podemos entenderlas de una manera unívoca. Apenas podremos encontrar dos pasajes en los que tengan el mismo significado. Algo está claro: en ningún caso en toda la Biblia podemos entenderlo como una entidad separada

Pablo aporta una idea genial al hablar de los distintos órganos. Hoy podemos apreciar mejor la profundidad del ejemplo porque sabemos que el cuerpo mantiene unidas a billones de células que vibran con su propia vida. Todos formamos una unidad mayor y más fuerte aún que la que expresa en la vida biológica. El evangelio de Juan escenifica también otra venida del Espíritu, pero mucho más sencilla que la de Lucas. Esas distintas “venidas” indican que Dios-Espíritu-Vida no tiene que venir de ninguna parte.

No estamos celebrando una fiesta en honor del Espíritu Santo ni recordando un hecho que aconteció en el pasado. Estamos tratando de descubrir y vivir una realidad que está tan presente hoy como hace dos mil años. La fiesta de Pentecostés es la expresión más completa de la experiencia pascual. Los primeros cristianos tenían muy claro que todo lo que estaba pasando en ellos era obra del Espíritu-Jesús-Dios. Vivieron la presencia de Jesús de una manera más real que su presencia física. Ahora, era cuando Jesús estaba de verdad realizando su obra de salvación en cada uno de los fieles y en la comunidad.

Pablo dijo: sin el Espíritu no podríamos decir: Jesús es el Seño (1 Cor 12,3)”. Ni decir: “Abba” (Gal 4,6). Pero con la misma rotundidad hay que decir que nunca podrá faltarnos el Espíritu, porque no puede faltarnos Dios en ningún momento. El Espíritu no es un privilegio ni siquiera para los que creen. Todos tenemos como fundamento de nuestro ser a Dios-Espíritu, aunque no seamos conscientes de ello. El Espíritu no tiene dones que darme. Es Dios mismo el que se da, para que yo pueda ser lo que soy.

Cada uno de nosotros estamos impregnados de ese Espíritu-Dios que Jesús prometió (dio) a los discípulos. Solo cada persona es sujeto de inhabitación. Los entes de razón como instituciones y comunidades, participan del Espíritu en la medida en que lo viven los seres humanos que las forman. Por eso vamos a tratar de esa presencia del Espíritu en las personas. Por fortuna estamos volviendo a descubrir la presencia del Espíritu en todos y cada uno de los cristianos. Somos conscientes de que, sin él, nada somos.

Ser cristiano consiste en alcanzar una vivencia personal de la realidad de Dios-Espíritu que nos empuja desde dentro a la plenitud de ser. Es lo que Jesús vivió. El evangelio no deja ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios-Espíritu: fue una relación “personal”; Se atreve a llamarlo papá, cosa inusitada en su época y aún en la nuestra; hace su voluntad; le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar esa experiencia de Dios. Toda su predicación y todas sus acciones estuvieron encaminadas en hacer ver a los que le seguían que tenían que vivir esa misma experiencia para que todos alcanzasen la plenitud de humanidad que le alcanzó.

El Espíritu nos hace libres. “No habéis recibido un espíritu de esclavos, sino de hijos que os hace clamar Abba, Padre”. El Espíritu tiene como misión hacernos ser nosotros mismos. Eso supone no dejarnos atrapar por cualquier clase de esclavitud alienante. El Espíritu es la energía que tiene que luchar contra las fuerzas desintegradoras de la persona humana: “demonios”, pecado, ley, ritos, teologías, interese, miedos. El Espíritu es la energía integradora de cada persona y también la integradora de la comunidad.

A veces hemos pretendido que el Espíritu nos lleva en volandas desde fuera. Otras veces hemos entendido la acción del Espíritu como coacción externa que podría privarnos de libertad. Hay que tener en cuente que estamos hablando de Dios que obra desde lo hondo del ser y acomodán­dose totalmente a la manera de ser de cada uno, por lo tanto esa acción no se puede equiparar ni sumar ni contraponer a nuestra acción, se trata de una moción que en ningún caso violenta ni el ser ni la voluntad del hombre.

Si Dios-Espíritu está en lo más íntimo de todos y cada uno de nosotros, no puede haber privilegiados en la donación del Espíritu. Dios no se parte. Si tenemos claro que todos los miembros de la comunidad son una cosa con Dios-Espíritu, ninguna estructura de poder o dominio puede justificarse apelando a Él. Por el contrario, Jesús dijo que la única autoridad que quedaba sancionada por él, era la de servicio. “El que quiera ser primero sea el servidor de todos.” O, “no llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie Señor, no llaméis a nadie maestro, porque uno sólo es vuestro Padre, Maestro y Señor.

El Espíritu es la fuerza de unión de la comunidad. En el relato de los Hechos de los Apóstoles, las personas de distinta lengua se entienden, porque la lengua del Espíritu es una sola, la del amor, que todos entienden. Es lo contrario de lo que pasó en Babel. Este es el mensaje teológico del relato de los Hechos. Dios-Espíritu-amor hace de todos los pueblos uno, “destruyendo el muro que los separaba, el odio”. Durante los primeros siglos el Espíritu fue el alma de la comunidad. Se sentían guiados por él y se daba por supuesto que todo el mundo tenía experiencia de su acción y se dejaba guiar por él.

Jesús promueve una fraternidad cuyo lazo de unidad es el Espíritu-Dios. Para las primeras comunidades, Pentecostés es el fundamento de la Iglesia naciente. Está claro que para ellas la única fuerza de cohesión era la fe en Jesús que seguía presente en ellos por el Espíritu. No duró mucho esa vivencia generalizada y pronto dejó de ser comunidad de Espíritu para convertirse en estructura jurídica. Cuando faltó la cohesión interna, hubo necesidad de buscar la fuerza de la ley para subsistir como comunidad.

“Obediencia” fue la palabra escogida por la primera comunidad para caracterizar la vida y obra de Jesús en su totalidad. Pero cuando nos acercamos a la persona de Jesús con el concepto equivocado de obediencia, quedamos desconcertados, porque descubrimos que no fue obediente en absoluto, ni a sus familiares, ni a los sacerdotes, ni a la Ley, ni a las autoridades civiles. Pero se atrevió a decir: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre”. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es nuestro verdadero ser.

Para salir de una falsa obediencia debemos entrar en la dinámica de la escucha del Espíritu que todos poseemos y nos posee por igual. Tanto el superior como el inferior, tienen que abrirse al Espíritu y dejarse guiar por él. Conscientes de nuestras limitaciones, no solo debemos experimentar la presencia de Espíritu, sino que tenemos que estar también atentos a las experiencias de los demás. Creernos privilegiados, o superiores con relación a los demás, anulará una verdadera escucha del Espíritu.

Meditación

Dios-Espíritu es la base de todo proceso espiritual.
El místico, lo único que hace es descubrir y vivir esa presencia.
La experiencia mística es conciencia de unidad
porque mi yo se ha fundido en el YO.
No te esfuerces en encontrar a Dios ni fuera ni dentro.
Deja que Él te encuentre a ti y te transforme.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Con las puertas bien cerradas.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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puertas-cerradasUn barco en el puerto es seguro, pero no es para eso para lo que se construyen las naves; navegad en el mar y haced cosas nuevas (Paulo Coelho en El peregrino de Compostela)

31 de mayo. DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Jn 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo de los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dice: Paz con vosotros 

Apenas cierra Dios una puerta, y ya tiene una ventana abierta.

“El Señor asegura los pasos del hombre y se ocupa de sus caminos” (Sal 37, 23)

Y Jesús, esperándonos siempre con las puertas de su corazón abiertas de par en par, invitándonos a que entremos por ellas, disfrutemos del paisaje que desde su interior se contempla en plenitud de luz y de color: Turner y Monet lo hubieran tenido fácil para su paleta, siempre también saturada de irisaciones y sol.

La imagen de la puerta se repite 33 veces en la Biblia: 17 en el Antiguo Testamento y 13 en el Nuevo. En el Evangelio generalmente se refiere a la de la casa, la del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor.

Una puerta, que es Jesús, nunca está cerrada. Esta puerta está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Transcribimos algunas de las citas:

Entonces el sumo sacerdote Eliasib se levantó con sus hermanos los sacerdotes y edificaron la puerta de las Ovejas; la consagraron y asentaron sus hojas (Nehemías 3, 1)

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, alzaos vosotras, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria (Salmos 24, 7)

Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza (Oseas 2,15)

Entonces Jesús les dijo de nuevo: En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas (Juan 10, 7)

Pedid y os darán, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán (Mateo 7, 7)

Sus puertas nunca se cerrarán de día, pues allí no habrá noche (Apocalipsis 21, 25)

Y Paulo Coelho, en El peregrino de Compostela, nos invita a seguir navegando por un océano de puertas bien abiertas: “Un barco en el puerto es seguro, pero no es para eso para lo que se construyen las naves; navegad en el mar y haced cosas nuevas”. 

Pedro Soto de Rojas, poeta del Culteranismo, pide que le abran las puertas.

PERSUASIÓN

Traslada el curso de las rejas duro
con sordos pasos a las blandas puertas,
que, si pretendes las del alma abiertas,
rotas las tiene ya mi llanto puro.

Ya es pretérito el tiempo que, futuro,
pudiera hacer mis esperanzas ciertas;
las horas miro a mis espaldas muertas,
que pretendí para vivir seguro.

Abre las puertas, ángel riguroso,
para que goce con descanso amigo,
tras tormento de amor, de amor reposo;

abre, si no las puertas, un postigo;
abre, que amor no es mal contagioso
ni es, aunque tira flechas, enemigo.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Pascua de Pentecostés. Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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pentecostes-8Jn 20, 19-23

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. En su despedida, Jesús nos embarca en su misión y para ella nos regala su Espíritu. Jesús se va de esta vida terrena pero nos deja su Espíritu que estará con nosotros todos los días para que renovemos la faz de la tierra.

En nuestro año litúrgico, Pentecostés cierra el ciclo Pascual. En el evangelio de Juan, el Día de la Resurrección (con todos los acontecimientos de ese día, “el primer día de la semana”) es el final del texto escrito, según dice el autor, “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”. En el fragmento que leemos hoy, el envío de los discípulos y la donación del Espíritu, cierra la misión terrenal de Jesús y abre el tiempo y misión de los discípulos.

El escenario en que Juan nos coloca hoy es el “primer día de la semana”; los discípulos están reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús “se aparece” y como corresponde a las apariciones después de muerto, lo primero que hace Jesús es mostrar sus manos y costado para que no crean que es una alucinación, para que confíen en lo que están experimentado, soy yo, el crucificado, no tengáis miedo. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Saludo habitual en el Jesús glorificado: Paz a vosotros. Contraste: Muertos de miedo y llenos de alegría por ver al Señor.

Este relato hay que leerlo como parte de la experiencia pascual de la comunidad de Juan. La comunidad experimenta que su vida ha sido transformada por Jesús, que son una nueva creatura gracias a que Jesús vive, es el Viviente y su Espíritu está con ellos y les empuja a la evangelización. Si no leemos el texto desde la experiencia pascual no entendemos nada.

En el primer día de la semana. ¿Qué día? ¿Qué semana? En el día de la Resurrección. El día de Juan no es de 24 horas de nuestros calendarios y relojes. Muerto Jesús, el tiempo del que hablamos no se mide por días, horas y minutos. Es ya eternidad. No tiempo, no espacio. No materia, sólo Espíritu y Vida. “El primer día de la semana” recuerda el Génesis. Es tiempo de nueva creación, del hombre nuevo. Del hombre re-nacido, en plenificación. Vuelto a nacer (Nicodemo). Con vida biológica y Vida divina, eterna, definitiva. Dios crea, Jesús y el Espíritu plenifican. He venido a que tengan Vida y Vida abundante. El Espíritu es “dador de Vida”. El hombre es barro pero “soplado”. Como el cristal. Materia con el Aliento de Dios. Con su Espíritu. Polvo, pero habitado por el Espíritu de Dios.

En el Génesis, libro de los orígenes, el soplo divino vivifica a la arcilla, en Pentecostés el soplo engendra Espíritu divino en los discípulos. Este Espíritu divino es luz, fuerza y libertad en ellos. El Espíritu inspira, sopla, alienta, empuja, arrastra. Todo esto es necesario para la misión encomendada. Todo son metáforas y símbolos: Viento, fuego, aliento, paloma (yo prefiero golondrina, por su libertad, más ágil que la paloma).

Soplo, Vida, Espíritu y envío. El Espíritu es necesario para la realización de la misión que Jesús va a encomendar a sus discípulos. Continuar el proyecto salvador-liberador iniciado por Jesús. Hacer realidad el reinado de Dios en la tierra. Trabajar por un mundo más humano, más digno y habitable para todos los hombres. Cumplir el sueño de Dios para la humanidad. Ser luz y sal del mundo. Espíritu es un don gratuito para servicio de la humanidad. Así tenemos que vivir los dones y frutos del Espíritu que aprendimos en el catecismo.

Hablemos de nuestra experiencia del Espíritu. La experiencia de Dios, de su Espíritu, en nosotros es como la experiencia de Dios que Jesús tuvo al salir de las aguas del Jordán. Como Jesús se siente lleno del Espíritu de Dios y con su fuerza, confía en él y empieza su vida pública. Le empuja al desierto y de allí a Galilea, a Nazaret. Así en nosotros. Es Dios actuando en nuestra vida. Como luz, fuerza, aliento, ardor, paz, amor. Los dones y los frutos del Espíritu.

Hoy es el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. A los laicos nos dice Jesús hoy: “Como el Padre me envió, yo os envío. Os envío con la misma misión que a mí me dio el Padre: dar la vida por la Vida del mundo. Para eso os doy mi espíritu, el Espíritu del Padre. Que es luz y fuerza.” El Mensaje del papa Francisco al Congreso de Laicos celebrado en febrero en Madrid nos invitaba a: Caminar juntos en comunidad, con libertad interior y valentía. Es la hora de los laicos. La Iglesia, como pueblo de Dios en salida hacia los otros para echarles una mano, tocar sus heridas, animarlos, acompañarlos. Laico en salida: con iniciativa, en comunidad y sinodalidad. Nos animaba a ser protagonistas de la misión salvífica de Jesús en la vida cotidiana. Allí donde estamos. En este mundo y este siglo. Me gusta la definición de laico que he oído a Juan Antonio Estrada: cristiano en el mundo. Cristiano en la cotidianidad.

Para finalizar mi comentario y como resumen de lo dicho elevo mi oración glosando la Secuencia al E.S que rezamos hoy en la Liturgia: “Ven espíritu divino y renueva la faz de la tierra”. Traducción: No tienes que venir. Ya estás en nosotros. Ayúdanos a descubrirte, a tomar conciencia de tu luz y fuerza en nosotros. Renuévanos como personas e Iglesia. Renuévanos, es decir, libéranos del miedo, de la mediocridad, del clericalismo, de la indiferencia y ayúdanos a vivir con la fe-confianza en tu fuerza en nosotros y comprometidos con el reinado de Dios, en autenticidad y coherencia, con libertad, iniciativa y creatividad. Que así sea.

África De La Cruz Tomé,
31. 5. 2020.

Fuente Fe Adulta

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Paz

Domingo, 31 de mayo de 2020
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Montes-amanecerFiesta de Pentecostés

31 mayo 2020

Somos paz. De hecho, cuando no se añaden agitaciones mentales (y emocionales), la paz se hace manifiesta sin ningún esfuerzo. Solo cuando, por diferentes motivos –muchos de ellos, y los más graves, inconscientes–, entramos en la cavilación obsesiva, la paz se oculta a nuestra mirada; pareciera entonces que la alteración, la inquietud, el agobio, la inseguridad ocupan todo nuestro campo de consciencia, hasta el punto de llegar a escuchar una voz que repite machaconamente: “no hay salida”.

       La alteración nace de la mente pensante en el momento mismo en que no aceptamos lo que nos ofrece el instante presente. Pero la mente tiene también motivos que explican su funcionamiento:

  • tendencias ancestrales, como el afán de controlar todo y la exigencia de que todo responda a sus expectativas, así como el egocentrismo que busca el propio beneficio;
  • mecanismos disfuncionales, heredados o aprendidos en la infancia, como la obsesión compulsiva, la rigidez o la culpa;
  • experiencias dolorosas, más o menos traumáticas, que han dejado huella en forma de heridas, de vacíos y de mecanismos de defensa, que terminan volviéndose contra el propio sujeto;

      Todo ese material, fruto de lo heredado y lo aprendido, fue modelando el cableado neuronal, del que depende nuestro modo de pensar, de sentir, de actuar… Con lo cual, a la hora de cambiar aquellos funcionamientos disfuncionales, nos topamos con la arraigada inercia cerebral que los tiende a repetir una y otra vez. Eso explica que, a pesar de tantos esfuerzos, comprobemos que nuestros intentos de cambio parezcan fracasar repetidamente.

         La buena noticia se llama ahora, desde la ciencia, neuroplasticidad. La inercia puede revertirse con una práctica perseverante que permita, en un proceso de reeducación, establecer nuevas conexiones neuronales y, con ello, un modo nuevo y creativo de relacionarnos con nuestra propia mente.

     En esa tarea de reeducación ocupan un lugar destacado la práctica de la atención –centrada en el cuerpo, en la respiración, en la acción que desarrollamos…–, la observación de la mente y el silencio, unido todo ello al cuidado del amor humilde e incondicional hacia sí mismo.

      Decía más arriba que toda alteración nace de la mente pensante. Pues bien, cuando aprendemos a observarla, la “mente pensante” se va silenciando y va ocupando más espacio la “mente observada”. La primera nos tiraniza sin límite; la segunda nos sirve con docilidad.

        En ese camino venimos a descubrir que la paz no es “algo” que hayamos de conseguir o que tengamos que recibir de una divinidad exterior. Paz es lo que somos en todo momento. Y lo experimentamos siempre que somos capaces de silenciar nuestra mente pensante.

¿Vivo mi mente como “dueña de casa” o como servidora?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La Torre de Babel es como una campaña electoral. Pentecostés es entendimiento

Domingo, 31 de mayo de 2020
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Jesús, inclinando la cabeza, entregó su espíritu (Jn 19,30).

El relato de Pentecostés, como el de la Ascensión no son hechos estrictamente históricos en el sentido de que fuesen hechos espectaculares con “fuegos artificiales incluidos” (lenguas de fuego).

En la tradición (evangelio) de Juan Pentecostés acontece en la cruz, cuando Jesús: inclinando la cabeza entregó su espíritu a aquella pequeña comunidad naciente simbolizada en la madre del Señor y el Discípulo amadO, que estaban al pie de la cruz.

Pentecostés es la presencia, la continuidad del espíritu del Señor en los creyentes y en las comunidades cristianas.

  • No me imagino que tengamos una trilogía de dioses: Padre, Hijo y Espíritu al estilo de los eclesiásticos que se nos imponen en las diócesis (iglesias locales): un obispo y unos cuantos vicarios. Dios y Pentecostés no son nada de eso, ni se aproxima lo más mínimo. Ni el Espíritu es el nuncio o embajador de Dios en la tierra
  • Además sería una barbaridad pensar que el Espíritu hablara exclusivamente por voz de los obispos, como si tuvieran el monopolio de la revelación. El Espíritu habla por medio los creyentes [1], habla por medio de la cultura, de los acontecimientos de cada día, habla por voz de los necesitados.

         Rahner explicaba un poco -solamente un poco- estas cosas, y decía: Lo que Dios sea en sí mismo, “hacia adentro” (la Trinidad inmanente) lo desconocemos del todo. Lo que sí sabemos es lo que Dios ha hecho por nosotros (Trinidad económica): salvarnos. De manera que lo que sabemos y hemos recibido de Dios por medio de Jesús es salvación y solamente salvación.

Por otra parte, toda persona tenemos un modo de ser, un tono vital. Toda institución tiene un estilo, un talante.

Unos tienen un hálito legalista: no dan un paso “si no es en presencia de su abogado”, otros viven en misericordia. Francisco, el obispo actual de Roma tiene un espíritu evangélico de cercanía a los pobres, de apertura. El espíritu del P Arrupe respecto de la Iglesia y de la Teología de la Liberación era completamente diferente al espíritu de Ratzinger.

No es lo mismo ir al tribunal eclesiástico de la diócesis que a la mesa de Aterpe (comedor social): el tono y el espíritu son muy distintos. Las comunidades eclesiales suelen tener un espíritu, un estilo: los pobres presiden la vida de las Hijas de la Caridad. La contemplación y el trabajo rigen la vida contemplativa de las abadías y monasterios, es el estilo (espíritu) de la vida monacal benedictina, Císter, etc. La inserción en el mundo, en la vida laboral es el carisma del movimiento de los “curas obreros”.

No es lo mismo el espíritu eclesial del Vaticano II que conocimos y vivimos que el espíritu en el que hemos vivido y estamos viviendo durante los cuarenta años posteriores al Concilio y a Pablo VI. Hemos vivido un esquema eclesiástico acartonado, más bien alcanforado y con nostalgia de formol.

Todos tenemos un espíritu y vivimos en un estilo.

  1. Jesús tenía un buen espíritu: santo: paz, alegría y misión

Jesús tenía y tiene un buen espíritu, un Espíritu santo. Jesús tenía y vivía (vive) de un ideal [2], que es el Reino de los cielos: “Reino de justicia de amor y de paz”, solemos cantar en nuestras liturgias. ¿Qué otra cosa es el Reino de Dios sino libertad, justicia, perdón y paz? Y ¿qué otra cosa es el espíritu cristiano sino libertad, bondad, misericordia y acogida?

A modo de ejemplo, -siempre limitado-, cuando un chico y una chica se casan, son dos personas, “tú y yo”. Pero desde su encuentro -en esa vida- surge un “nosotros”, una familia que tiene un modo, un espíritu peculiar de entender la vida, de celebrar, de trabajar.

El espíritu de Jesús y de Dios Padre es bueno, porque entre ellos brota la bondad, que anima, consuela, hace comprender la vida…

         Los primeros momentos de la iglesia los vivieron casi a oscuras (al atardecer) a pesar de que ya era de día en la mañana de Pascua, y bien encerrados y con miedo (¿confinados?).

Cuando Jesús, el Señor, se hace presente en una persona en una comunidad, en una diócesis confiere alegría, paz, ilusión, misión (salida) y perdón.

También hoy vivimos con miedo a todo: a la pandemia, a las ideologías, a una jerarquía (no todos) ultramontana. El miedo es más fuerte que todas las seguridades. El miedo es muy humano, y la salida del miedo está en la confianza y la confianza en JesuCristo, que es la piedra angular, la roca que nos salva

Vivimos encerrados a pesar del mandato de Jesús y de que Francisco desea una “Iglesia en salida”: Id por todo el mundo…

La lectura del libro de los Hechos nos dice que terminaron por entenderse los que hablaban lenguas e intereses diversos. Se llenaron de un tono conciliador y de entendimiento. El mito de la Torre de Babel es lo más parecido a la lucha por el poder en una campaña electoral o en el “fuego cruzado” de los nombramientos eclesiásticos. Cuando es el espíritu es el poder, no hay quien se entienda. En Pentecostés hay un buen espíritu, un espíritu santo: amor, paz, comprensión. Por eso, se entendieron. La mayor parte de los siete dones del Espíritu de Jesús, hacen referencia al entendimiento, la comprensión, la sabiduría, etc…

  1. Un texto muy significativo

Jesús no hizo nunca una campaña electoral, pero sí que en su discurso programático de Jesús, cuando comienza su tarea en Nazaret podemos ver que:

El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia de Dios. (Lucas 4,18-19)

         El espíritu cristiano, el espíritu de Jesús es buena noticia (Evangelio), libertad, audacia, luz (atardecer), bondad, gratuidad, alegría, paz y perdón. entendimiento y comprensión

El Espíritu de Jesús vendrá a nuestra vida personal, a nuestras parroquias, a nuestra diócesis, a las comunidades religiosas en la medida en que busquemos y vivamos en verdad (luz), libertad y en paz, respetándonos y perdonándonos; amando y buscando la verdad, respetando a “partos, medos, elamitas, vascos y españoles, blancos y negros.

El Espíritu del Señor estará entre nosotros cuando seamos capaces de respetar y cultivar con libertad y sin totalitarismos teologías diversas, plurales, la teología de la liberación y otras más clásicas, celebrando con creatividad la Eucaristía, la penitencia con absolución individual y general.

Vivir en tal estilo de Jesús es bueno, hace bien, construye nuestra vida.

  1. La persona espiritual no triunfa en esta vida.

Muchas veces no nos será fácil ni cómodo vivir conforme al Espíritu de Jesús. La persona espiritual no triunfa en esta vida: ni en el orden político, ni en el orden económico, ni en el cultural, ni en el eclesiástico. Pensemos en tantos y tantos que han amado la Verdad, la Utopía, la cultura, el Reino de Dios; pensemos en tantos y tantos que han vivido y han muerto humildemente, entregados a la misión, a la Verdad, al sindicalismo, a la ciencia; médicos entregados a su vocación y a los enfermos, humildes maestros vocacionados y entregados, religiosos y religiosas sencillos que han vivido del idealismo del Reino de Dios, padres y madres de familia que han procurado sembrar el Espíritu del Señor.

Solía decir el P. Llanos que él vivió el evangelio como un fracasado. Su esperanza fue siempre más escatológica que histórica. Mantuvo una esperanza y un espíritu fuertes entendidos simplemente el término de un deseo transcendente, una nostalgia de Dios.

  1. Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el espíritu santo.

         “Exhalar el aliento” es la misma expresión que emplea el Génesis cuando Dios inspira su hálito vital sobre el barro humano.

Entonces Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gn 2,7).

         Los humanos por nosotros mismos somos un puñado de barro. Muchas veces en la vida andamos, como los primeros discípulos, tristes, decepcionados por las mil circunstancias que nos pueden sobrevenir.

Nos hace bien vivir del espíritu del Señor, tener su tono vital, “consuelo” y bondad. Necesitamos también unos ideales nobles y sanos, un espíritu bueno para llegar a ser vivientes, humanistas, creativos. Algo de todo eso es el espíritu que Dios y Cristo nos infunden. Vivimos cuando estamos impregnados de respeto, convivencia, libertad, paz.

Recibid espíritu santo

[1] Resulta curioso cómo en el Vaticano I  la infalibilidad era una prerrogativa del papa, en el Vaticano II la infalibilidad se amplía al colegio episcopal (colegialidad. Y ya el papa Francisco dice que la infalibilidad es una nota de toda la Iglesia (laicos incluidos).

[2] los que somos de mayo del 68´, le llamaríamos utopía.

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30-31 de mayo del 2020 Pentecostés con los once, las mujeres, María y los hermanos de Jesús: Eclosión de vida, ocultamiento de mujeres

Sábado, 30 de mayo de 2020
Comentarios desactivados en 30-31 de mayo del 2020 Pentecostés con los once, las mujeres, María y los hermanos de Jesús: Eclosión de vida, ocultamiento de mujeres

Pentecostes_0c883f5a325ae5bb91169650abffa9d9Del blog de Xabier Pikaza:

Hech 1, 13-14: Vigilia por excelencia, la Gran Noche de espera de creación de los cristianos

Expuse hace dos días la promesa de Jesús, según el Evangelio de Juan: Conviene que  me vaya, para que venga el Espíritu. Esta noche, 30-31 de Mayo, en el contexto de Pentecostés, celebramos  el cumplimiento de esa promesa:

«Subieron a la sala superior donde se alojaban. Eran Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el celota y Judas el de Santiago. Todos estos perseveraban con un mismo interés en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y sus hermanos» (Hch 1,13-14).

¡Un lujo, un robo/ocultamiento de mujeres!

 Un lujo de mujeres: Ciertamente, están once (Doce menos uno), lo que queda del proyecto  fracasado de los Doces de Jesús… Pero todo lo demás son casi sólo mujeres: las mujeres sin más, es decir, las compañeras de Jesús, a las que se añade  María, su madre, y un un grupo de hermanos/familiares de Jesús, entre los que puede haber varones (Santiago, Cleofás…), pero entre los que hay sobre todo mujeres.  Éste es un campo poco estudiado de la historia primitiva de la Iglesia, en la que intervienen, sobre todo, mujeres de la familia de Jesús.

16.4.1.El-Descenso-del-Espiritu-Santo_Evangelio-de-Rabula_siglo VIUn robo de mujeres. Basta fijarse en las “imágenes” canónicas, es decir, oficiales de Pentecostés. Sistemáticamente se han borrado las mujeres “amigas” de Jesús (con Magdalena, Salomé…) y las mujeres de la familia (entre ellas varias marías). Este es un “robo inocente”, es decir, no intencionado… y por eso peor, más delictivo. Es el robo no leer los textos, de respetar los orígenes… En el Pentecostés del libro de los Hechos la mayoría son mujeres… Pero todas han sido borradas,  para quedar sólo con Doce Varones (¡olvidando que son once fracasados)… y una mujer de honor en medio.

    Muy piadoso el icono de los Doce Obispos con la Madre en el centro… olvidando la función de la Madre de Jesús… con el sentido de los once primeros. Hay mucho camino recorrido, pero mucho que tiene que ser desandado, para retomar la marcha en la buena dirección.

Esta representación oficial de Pentecostés en la Iglesia ha sido un robo de mujeres. Ha servido para exaltar a Once varones santos (todos los clérigos de la iglesia posterior), con una mujer  única, que es muy-muy importante, pero que no es la única, ni está cumpliendo aquí (en estos iconos de los doce con ella) su verdadera función evangélica.

 El 95% de las representaciones de Pentecostés ponen a 11/12 varones que se han “apoderado” del Espíritu de Jesús, con una mujer en medio (que es la Madre, muy importante como signo, pero sin autoridad real). Haced un esfuerzo, buscad en google: Pentecostés, imágenes o iconos. Tendréis que sudar para encontrar un pentecostés de mujeres (1):

Quién es quién en Pentecostés de Hechos

Primero están los once varones, cuyos nombres se citan expresamente (cf. también Lc 6,14-16, pero con judas).Son un grupo importante, pero no son los “Doce para siempre”. Ellos garantizan la continuidad entre la vida-mensaje de Jesús y el comienzo de la Iglesia. Pero no están todos… Son once, número siempre imperfecto… El Espíritu Santo no viene sobre el “colegio apostólico”, porque el colegio se ha roto en la muerte de Jesús y todos los esfuerzos por recrearlo han sido vanos. Son importantísimos, son esenciales….

Pero son el grupo fracasado de Jesús, y sólo desde ese fracaso pueden volver a empezar… Hecho los pone al principio, pero no son el principio del principio de la Iglesia, donde aparecen con igual o más importancia las mujeres de la cruz, de la tumba vacía y de la pascua. Los iconos de Pentecostés les  ponen sin embargo sólo a ellos, con la madre. Menos mal que hay algunos clásicos como El Greco que meten alguna mujer más junto a la Madre.

Pentecostes-El-Greco-1597-1024x512

Junto a los once están las mujeres. El texto (syn gynaixin) resulta indeterminado y podría referirse a diferentes tipos de personas (por ejemplo a las esposas de los apóstoles). Pero es evidente que en el fondo de Lc-Hch ellas son, al menos, las mujeres que acompañaron a Jesús desde el principio: María Magdalena, Juana, la mujer del funcionario Cuza, Susana y muchas otras (cf Lc 8,3). Han servido a Jesús, le han visto morir (Lc 23,49); son testigos de su entierro (Lc 23,55-56) y, sobre todo, testifican el misterio de su tumba abierta (Lc 23,56-24,11)14.

Sin su presencia en la primera comunidad la Iglesia hubiera perdido un elemento fundante de la historia y plenitud del Cristo. Todo nos lleva a pensar que el Pentecostés de la Iglesia empezó con ellas. Ellas fueron las primeras que recibieron el Espíritu de Jesús, en un lugar familiar, llamado el “cenáculo”, que es algo así como el lugar donde ellas recrean la comunidad de Jesús… Sin estas mujeres no había habido Pentecostés. Éste es su lugar, el Cenáculo de la Iglesia, la Cámara del Espíritu Santo, según la tradición: 

2574802Están, al mismo tiempo, los hermanos/as de Jesúsque forman un grupo bien determinado, como en 1 Cor 9,5 (tois adelphois autou). Pertenecen a la familia del Señor, interpretada en un sentido extenso, como entonces se entendía en el oriente 15: Ellos ofrecen el testimonio de la humanidad de Jesús, de su familia, tan insignificante, perdida y poco culta, en Nazaret de Galilea (cf. Mc 6,1-6). Han sido en un principio adversarios de Jesús y han rechazado su camino mesiánico (cf. Mc 3,20-21.31-35; Jn 7,3.5.10). Pues bien, en un momento determinado, quizá a partir de la experiencia pascual de Santiago (cf. 1 Cor 15,7), que aparece como portavoz , estos familiares han aceptado a Jesús (cf. 1 Cor 9,5; Gál 1,19), formando con los once  y mujeres amigas el principio de la nueva Iglesia.

   Lo más sorprendente de estos hermanos/as de Jesús de los que nos habla con toda precisión Mc 3 y M 6, están representados básicamente por mujeres.  En contra de la visión que ofrece Pablo de los “hermanos-varones” de Jesús, el evangelio de Marcos (con los otros tres) ofrece una auténtica saga de las hermanas/familiares de Jesús. Ellas forman con las mujeres/amigas el principio de Pentecostés.

mujeres-1080x627Ellos aportan la prueba de los orígenes de Jesús, el recuerdo de su familia concreta entre los hombres. Un Jesús sin hermanos, sin crecimiento compartido, sin tradición asumida crítica-mente no sería verdaderamente humano.

En medio, entre las mujeres y los  hermanos de Jesús, está su madre, a la que se llama con su nombre,  María. Literariamente (si el kai, es decir “y” que le une a las mujeres ) se podría suponer que ella está integrada en el grupo de mujeres. Habría, según esto, tres grandes componentes de la Iglesia: apóstoles, mujeres y parientes. Sin embargo, es mucho más probable que ese kai (y) que le vincula a mujeres-parientes sea disyuntivo, de modo que ella forme grupo aparte. María tiene su propia personalidad, aporta una experiencia irrepetible y diferente en el conjunto de la Iglesia17. Así lo suponemos en las notas que ahora siguen.

Qué hace cada grupo

Para entender lo que implica el surgimiento de esta primera comunidad donde se encuentra María como miembro distinguido, es conveniente que tracemos, al menos de manera hipotética, el transcurso de los hechos que van de la pascua a Pentecostés

Los once, impactados por el juicio-cruz, se han dispersado, volviendo a Galilea, donde el mismo Jesús vuelve a su encuentro (cf. Mc 16,7; Mt 28,7.10). Parece seguro que en esta conversión pascual ha intervenido poderosamente Simón (cf. Lc 22,32; 24,34; 1 Cor 15,5), que ahora confirma su nombre de Cefas-Pedro, fundamento de la Iglesia 19. Evidentemente, la experiencia pascual les lleva a Jerusalén, donde esperan la revelación definitiva de Jesús, Mesías de Israel, Hijo de Hombre escatológico. Pero ea conversión de Simón está vinculada de manera radical a las mujeres amigas de Jesús, según Mc 16, 1-8. Sin ellas no habría podido haber Pentecostés en la Iglesia.

PentecostesLas mujeres han quedado desde el principio en Jerusalén, donde han encontrado el sepulcro abierto. No sabemos cómo han seguido actuando después. ¿Han corrido a Galilea para comunicar su experiencia a los apóstoles? (cf. Mc 16,7; Mt 28,10). No podemos precisarlo. Lo cierto es que han hecho lo que han hecho: Unas mujeres nos han sobresaltado, dicen los de Emmaús (Lc 23). Sin este sobresalto de las mujeres no habría existido Pentecostés. Lo cierto es que las hallamos luego en Jerusalén, formando la primera Iglesia, con los apóstoles.

Estas mujeres forman el sobresalto fundante de la Iglesia…, ellas han sido y siguen siendo Pentecostés… por más que una y otra vez, pintores de cuadros y jerarcas varones de la Iglesia las hayan expulsado fuera del lugar oficial del Espíritu Santo…  Sin ellas no puede hablarse hoy de Pentecostés de la Iglesia

Sobre la integración de los parientes/hermanos de Jesús  sabemos poco, quizá porque estudiamos poco las cosas profundas.   Podemos suponer que ellos hicieron un  fuerte por Jesús, un duelo transformado en experiencia pascual de resurrección y de Pentecostés. Según la costumbre judía, la madre y hermanos se habrían reunido una semana y luego un mes en llanto riguroso y luto por Jesús, el muerto. En un momento determinado, quizá por el testimonio de las mujeres, quizá por eclosión interior, su llanto se hizo fiesta, la ausencia de Jesús se volvió Pentecostés(2).

   Este Pentecostés de los “hermanos/hermanas” de Jesús fracaso en un sentido… Triunfaron los pagano-cristianos, con Pablo. Quedó asfixiada la Iglesia judeo-cristiana de los hermanos/hermanas de Jesús, “cogidos” como entre un pinza, entre los cristianos gentiles y los judíos rabínicos… Estos hermanos/hermanas de Jesús tienen que ofrecernos todavía su versión de Pentecostés, para que la iglesia renazca de verdad. 

María, la madre. En este espacio pascual, que ha de entenderse como nuevo nacimiento, encontramos a María. Ella, que había recorrido un largo camino de fidelidad fundado en la presencia maternal y engendradora del Espíritu (cf. Lc 1,26-38), debe caminar de nuevo, muriendo con Jesús y renaciendo en el conjunto de la Iglesia. Pues bien, ahora no se encuentra sola, no tiene una palabra propia, aislada, irrepetible (como en Lc 1,38). Su palabra se ha vuelto universal y su experiencia es experiencia de todos los creyentes que, en torno a ella, esperan la plenitud de Jesús resucitado.

¿Qué hacen los diversos miembros Iglesia reunidos? Quizá al principio lloraban por el hijo, hermano, amigo asesinado. Pero el llanto se convierte en gozo (cf. Jn 20.11-18), el dolor en nuevo nacimiento (cf. Jn 16,19-21). Enriquecidos por la nueva presencia de Jesús, sus fieles se han juntado porque esperan ya el fin de este mundo. El mismo Señor había anunciado la llegada de su Reino

Unión y oración

¿Esperaban la llegada del Reino de Dios?  Así lo supone la pregunta del “día” de la Ascensión: «¿Es este el tiempo en que vas a establecer el reino de Israel?» (Hch 1,6). Jn 20,19 nos dice que los fieles de Jesús se hallaban reunidos con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En una actitud semejante, de gozo desbordado y de temor, parecen encontrarse los grupos de que trata Hch 1,13-14. Dos son las palabras que describen su experiencia: unanimidad y plegaria. 23

Los fieles se mantenían unánimes (homothymadon), en gesto que recuerda y anticipa la actitud posterior de la Iglesia ya constituida (Hch 2,44-47; 4,32-35). Pues bien, en nuestro caso, la nueva comunión no es todavía consecuencia del Espíritu, que debe revelarse. La comunión deriva de Jesús y es principio de manifestación definitiva de su Espíritu. Hasta ahora los diversos grupos se encontraban separados: apóstoles, hermanos, mujeres… La misma madre de Jesús había hecho su camino aislada. De ahora en adelante todos ellos forman como un cuerpo, van constituyendo y realizando esa nueva personalidad comunitaria que es la misma verdad personal del Espíritu de Dios que se explicita sobre el mundo.

Los fieles se mantienen en plegaria, se reúnen para orar (en proseukhé).El texto posterior dice que «estaban sentados» (Hch 2,2), quizá en actitud litúrgica de celebración del pentecostés judío. Ciertamente, su plegaria se halla abierta hacia el futuro de Jesús a quien esperan como el gran libertador, que ha de venir a transformar su vida antigua, inaugurando el Reino sobre el mundo.

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“Anunciar a Jesús guiados por el Espíritu”, por Consuelo Vélez.

Lunes, 8 de julio de 2019
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im27340anunciad-la-salvacion-pngDe su blog Fe y Vida:

Después de la resurrección del Señor Jesús, los apóstoles esperaban que Él restaurara el reino de Israel. Pero Jesús les dice que no son esos planes los que Él va a realizar, sino que les enviará el Espíritu Santo para que ellos sean sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, y hasta los confines de la tierra. Así lo relata el libro de Hechos de los Apóstoles. Más aún, continúa diciendo el texto, que después Jesús sube al cielo y los apóstoles se quedan mirando hacia arriba. Entonces, se aparecen unos ángeles que les dicen ¿qué hacen mirando al cielo? El mismo Jesús que ha subido al cielo, volverá. En realidad, lo que querían decir era que, de una vez por todas, vivieran como resucitados, es decir, se dedicaran al anuncio del reino hasta que Jesús volviera.

Por eso, celebrar la resurrección y alegrarnos porque la vida ha vencido la muerte, solo tiene sentido cuando lo testimoniamos con nuestra propia vida. Jesús resucitado ha de vivir a través nuestro. Ahora nos toca la tarea hasta que él vuelva. Y ¿cuál es la tarea de los que nos sentimos discípulos de Jesús resucitado? Seguir anunciando el reino de Dios con todo lo que este conlleva. El reino de Dios es justicia social, es fraternidad, es inclusión de todos, es paz, es generosidad, es reconciliación, es amor. Todo eso es lo que estamos llamados a vivir para hacer posible la resurrección en nuestra realidad. Cada uno debe pensar cómo puede hacerlo posible en su vida. Y no dudar en dedicarse a hacerlo real. La gracia del espíritu de Jesús no nos faltará para realizar esta tarea. En tiempos como estos, donde hay tanta necesidad de personas dispuestas a transformar la realidad para que el reino de Dios se haga presente, ojalá, Jesús pueda contar con nosotros plenamente.

Si seguimos el relato del libro de Hechos, vemos que después de la ascensión del Señor a los cielos, Jesús cumple su promesa de enviar al Espíritu Santo. Todos estaban reunidos y de repente se oyó un estruendo como de un viento recio que soplaba y llenó toda la casa donde estaban. Se aparecieron, entonces, unas lenguas parecidas al fuego, y se asentaron en la cabeza de los que estaban allí reunidos. De esa manera quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les inspiraba que hablaran. Muchos otros que estaban allí presentes, los escucharon hablar en su propia lengua y se quedaban asombrados. Pero otros se burlaban, creyendo que estaban borrachos.

La experiencia de Pentecostés puede considerarse el impulso definitivo para la expansión de la iglesia. Desde los inicios se constata que es una invitación libre que muchos pueden acoger pero que también muchos otros pueden rechazar. La fe no se impone, sino que se comunica y ha de aceptarse libremente. Gracias a ese momento inicial, hoy podemos palpar como, siglo tras siglo, en medio de muchas luces y sombras, el empuje evangelizador no cesa y la experiencia de ser movido por el Espíritu de Jesús continúa en muchas personas. Es interesante el dato de que cada uno oía a los discípulos hablar en su propia lengua. Significa sin duda, la necesidad de inculturar el mensaje en los diferentes contextos y abrirse a los nuevos desafíos. No es que en el mundo haya menos fe. Tal vez es que no sabemos hablar en el lenguaje actual. Dejemos entonces que el Espíritu nos ayude a reconocer cómo anunciar hoy a Jesucristo confiados en que, así como abrió los corazones de los primeros, hoy también lo sigue haciendo con todos aquellos a los que llega el mensaje que anunciamos.

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Ante una iglesia que muere. Es tiempo del Espíritu

Martes, 11 de junio de 2019
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fuego-espiritu-santoDel blog de Xabier Pikaza:

Pentecostés 2. Una historia de amor

Retornar al principio, la Iglesia es Pentecostés

Muchos piensan que la iglesia está acabando en occidente, con la muerte del entorno sagrado y la vejez de sus instituciones. Pues bien, en contra de eso, en este  tiempo de Pentecostés, quiero afirmar que nuestro tiempo (a principios del siglo XXI) es un momento bueno para que la Iglesia eleve su palabra y su experiencia de Dios, que es camino de amor, entrega apasionada, enamorada, en la que cada persona es en sí saliendo hacia las otras (siendo en ellas).

En ese fondo se vinculan el amor que es Dios en sí (Trinidad inmanente) y el amor entre los hombres (Trinidad económica, enamoramiento, iglesia). No hay dos verdades, una de Dios, otra de los hombres. No hay dos leyes o formas de ser: una de potencia (Dios), otra de sometimiento (los hombres). Dios existe en sí, siendo proceso y culminación, camino y meta, dolor y gracia, en la vida de los enamorados y en la iglesia. En ese contexto podemos añadir que Dios es la hondura y sentido trascendente e inmanente de la vida humana, en su identidad individual (esquema trinitario de San Agustín), en su despliegue racional (modelo de Hegel) y en el diálogo comunitario, en gratuidad (Ricardo de San Víctor)… En ese contexto quiero presentar la visión de Juan de la Cruz sobre el Espíritu Santo.

1.PRINCIPIO TEÓRICO:  EL ESPÍRITU SANTO

Pentecostes De forma erudita quiero recordar siete formas de plantear el tema del Espíritu Santo en la tradición de la Iglesia. Todas son aproximaciones

  (1) Los Padres griegos entendieron a Dios como el ser originario que se expande y se expresa en su Dýnamis (Logos) y en Enérgeia (Pneuma), de manera que todo es despliegue y comunión de vida, sin volverse nunca totalidad impositiva, sin dejar de ser infinito en su ser y en su hacerse, en su ser que es hacerse .

(2) San Agustín  Interpretó la Trinidad desde el modelo de la mente que se sabe y ama: soy (Padre) al conocerme (idea, Hijo) y amarme, Espíritu Santo). Este modelo, que aplica a Dios un esquema de personalización individual (en conocimiento y amor), es bueno, pero olvida o margina el aspecto comunitario y dialogal de la Trinidad, pues la comunicación inter-personal es inseparable de la intra-personal.

(3) Ricardo de San Víctor afirma que Dios persona (Padre) al darse gratuitamente, suscitando de su entraña al Hijo, para compartir con él el gozo de ser, espirando juntos, en amor compartido, la gracia suprema del Espíritu Santo: la comunión que es Dios se expresa en cada comunión inter-humana.

(4) Hegel describió la Trinidad de Dios como un proceso histórico y social que desborda la interioridad personal (San Agustín) y el diálogo de un grupo pequeño (Ricardo de San Víctor). Su esquema es sugerente y sitúa el tema trinitario en el centro de la Ilustración moderna, abriendo un campo de experiencia y búsqueda racional que debe ser asumido por los teólogos. De todas formas, Hegel puede correr el riesgo de entender a Dios como necesidad lógica, como una ley del pensamiento, negando su libertad personal para el amor y la comunicación de libertades.

(5) Los nuevos planteamientos de la teología de género, que estaban empezando a desarrollarse. lo mismo que el diálogo con las religiones , han abierto nuevos campos de experiencia y compresión trinitaria, en diálogo con la antropología cultural y con las grandes culturas espirituales del mundo.

(6)  Otros autores, como Amor Ruibal y Zubiri  han hecho en España, volvieron a la visión original de los Padre Griegos, no para repetirla, sino para re-formular la Trinidad y el pensamiento cristiano desde la perspectiva del dinamismo del ser y de la relación personal, abriendo un camino teológico que aún no ha culminado.

(7) Finalmente, los grandes pensadores trinitarios del siglo XX (S. Boulgakov, K. Barth y K. Rahne) han querido entender la fe trinitaria desde la perspectiva del despliegue del espíritu, es decir, de la auto-revelación y auto-donación de Dios, abriendo caminos que aún debemos recorrer. El futuro de la reflexión trinitaria está abierto, el camino se nos muestra como apasionante. Gracias a Dios, no existen soluciones dadas, sino misterios y tareas que se abren a medida que llamamos a su puerta, para abrirse y abrirnos de nuevo ante nuevos misterios.[1]

CON SAN JUAN DE LA CRUZ

    1003-large_defaultA partir de lo anterior quiero recordar en este tiempo del Espíritu Santo  la teología de San Juan de la Cruz… elaborando con (desde) él una visión del Espíritu Santo.

Dios es amor enamorado, que vive en sí viviendo fuera de sí; pero en un “fuera” que no es exterioridad sino interioridad compartida, como he destacado en un libro titulado precisamente   Amor de hombre, Dios enamorado. Una alternativa.  No se trata de una alternativa más, sino que esta es la alternativa cristiana, el descubrimiento emocionado de la novedad de Dios. La Cábala judía había supuesto que Dios se retiraba, suscitando en su interior un tipo de vacío, para que pudiera surgir de esa manera el mundo, la historia de los hombres. Pues bien, entrando en ese silencio y vacío de misterio, la tradición cristiana confiesa que Dios es amor enamorado, comunión que abre un espacio y camino de amor para los hombres.

           San Juan de la Cruz ha superado una ontología de la sustancia (del ser en sí, absoluto), lo mismo que una filosofía moderna del pensamiento y de la ley, de la dialéctica racional y la violencia,  para pensar y presentar al hombre, desde una perspectiva metafísica, como relación de amor, como un viviente que sólo existe y se mantiene en la medida que se entrega y relaciona, desde y con los otros, vinculando de esa forma esencia y existencia, ser y hacerse, intimidad y encuentro interhumano.

Sólo al interior del Dios enamorado podemos hablar de un amor de hombre  pues el hombre no existe encerrándose en sí mismo (como sujeto de posibles accidentes, ser explicado y definido por sí mismo), sino sólo recibiendo el ser de otros y abriéndose a ellos, viviendo así en la entraña del mismo ser divino (que es relación de amor, encuentro de personas). Más que animal racional o constructor de utensilios, pastor del ser o soledad originaria, el hombre es auto-presencia relacional, ser que se descubre en manos de sí mismo al entregarse a los demás, en gesto enamorado de creación y vida compartida. Leer más…

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En la persona de su Espíritu

Lunes, 10 de junio de 2019
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Del blog de Amigos de Thomas Merton:

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“Es importante que todos, tanto en Occidente como en Oriente, recordemos la necesidad que tenemos del Espíritu Santo, no como algo fuera de lo normal, como una ocurrencia repentina, sino como una realidad siempre presente, algo que forma parte de nuestras vidas.

El Espíritu Santo es una dimensión central y primaria en el estadio presente de nuestra existencia, porque es él quien lleva adelante la obra de formar la nueva creación y de transformarlo y restaurarlo todo en Cristo”.

“Cuanto más estamos solos tanto más estamos juntos; y cuanto más nos hallamos en sociedad, la verdadera sociedad de la caridad, no de las ciudades, tanto más estamos con Él a solas. Pues en mi alma y en la tuya hallo al mismo Cristo que es nuestra Vida, y Él se halla a Sí mismo en nuestro amor, y todos juntos hallamos el Paraíso, que es compartir Su Amor por Su Padre en la Persona de Su Espíritu”.

*

Thomas Merton

pentecostes

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Un nuevo Pentecostés para la Iglesia de hoy

Lunes, 10 de junio de 2019
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2018-05-20-pentecostes-01-426x380JuanZapatero Ballesteros
Sant Feliú de LLobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 03/6/19.- “Residían en Jerusalén judíos devotos de todas las nacionalidades que había bajo el cielo. La gente quedó desconcertada, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua ” (Act 2, 5-6).

El hecho de oír decir que vivimos en un mundo globalizado ya no nos sorprende. Los medios de comunicación nos lo evidencian a cada instante. Resulta difícil ignorar el bienestar de los países ricos y la miseria en que se encuentran sometidos casi dos tercios de los habitantes del planeta. Por otra parte, las diferencias culturales y religiosas son un hecho al que nos hemos acostumbrado a verlo ya como signo de riqueza, en vez de considerarlo un impedimento para la convivencia; aunque a nivel práctico nos resulte complicado muchas veces vivirlo como tal riqueza.

Se engaña quien sigue pensando que el cristianismo es en sí mismo la religión verdadera, que hay que imponer a los demás, puesto que el resto de las religiones están equivocadas. Sabemos, por ejemplo, que la religión cristiana no es la más numerosa, sólo por utilizar el hecho cuantitativo.

Por otra parte, existe, al menos en teoría, una tendencia cada vez mayor de cara a respetar las formas y maneras de pensar, de creer, de opinar, etc. de las personas entre sí. He puntualizado la expresión “en teoría”, porque la vida real deja mucho que desear, sobre todo en ciertos lugares y momentos.

Vistas así las cosas y con una constatación similar, fuera una ingenuidad por parte de la Iglesia creerse que se encuentra todavía en una época de cristiandad; donde la última palabra la tiene ella y, por lo mismo, todo el mundo la debe acatar.

Por lo tanto, si nos atenemos a las palabras del comienzo, yo diría que en nuestro mundo vive, al igual que en aquella fiesta de Pentecostés en Jerusalén, gente de toda raza, condición, cultura y religión. Gente, por tanto, bien plural y diversa que espera “buenas noticias” que le hagan la vida más ligera para conseguir vivir lo más feliz posible.

Insisto, pues, que es ante esta sociedad plural y diversa que se encuentra nuestra Iglesia de hoy. Y, en contra de lo que a menudo piensa o imagina la propia Iglesia, esta sociedad plural y diversa no tiene ningún interés de verla como enemiga o contrincante.

Al contrario, esta sociedad tan cansada como está, lo que espera es que haya personas y colectivos que la alarguen la mano para levantarse y poder continuar caminando. ¡Y ya le gustaría que la Iglesia la ayudara!

Por eso, yo diría que la sociedad de hoy en día espera de la Iglesia fundamentalmente dos cosas. Por un lado, un lenguaje inteligible para todas personas. Un lenguaje entendido no sólo como palabras, sino como manera de actuar y de hacer. Esto quiere decir que se está haciendo demasiado tarde como para que los dogmas se sigan manteniendo como algo esencial. Como tampoco tiene ningún sentido seguir hablando de preceptos y de obligaciones, sobre todo a nivel litúrgico y sacramental, los incumplimientos de los cuales conllevaría un pecado (por usar el mismo lenguaje eclesial) que a su vez supondría una pena; que, a su vez, valga la redundancia, quedaría expiada con otros cumplimientos de los cuales es mejor no hablar.

La gente de nuestro mundo plural espera también un cambio en la manera de vivir, más pobre, humilde y solidaria, de las personas que se consideran cristianas. De todas y de todos: empezando por el fiel más bajo hasta acabar con el Obispo de Roma (el Papa).

Espera también unas liturgias más sencillas, que ayuden a la gente que las celebra a conectar de verdad con la infinitud del Dios amor. Liturgias que hoy en día, en cambio, no hacen sino conducir a todo lo contrario, como es al aburrimiento, debido muchas veces al lenguaje que allí se utiliza y a las parafernalias que siguen los que las presiden: sacerdotes y, sobre todo, obispos y Papa.

Esta nuestra sociedad plural de hoy espera que la Iglesia haga todos los esfuerzos y más por inculturalizarse; es decir, bajar a los niveles que las demás personas, según épocas y países, puedan entender. No a la inversa: es decir, esperar o exigir que los demás se pongan a su nivel que, si no cambian las cosas, continuará por mucho tiempo siendo el nivel “romano” (o europeo, para ser más exactos). Y así podríamos seguir añadiendo un largo etc.

La segunda cosa sobre la que quisiera incidir es sobre este lenguaje evangélico que debería usar la Iglesia, dejando bastante de esquina o arrinconando del todo el lenguaje del Derecho Canónico.

Un lenguaje cargado de amor, de perdón, de misericordia, de comprensión, de piedad, etc. hacia todo un montón de personas que, por circunstancias diversas, sufren mucho.

Ahora estoy pensando en parejas que han fracasado en su proyecto de compartir sus vidas y que, después de haberlas rehecho, se las impide participar de lleno en la comunión eclesial.

También me vienen a la mente aquellas otras que, por mantener una orientación sexual diferente, no sólo quedan excluidas de participar también de manera plena en la Iglesia, sino que se las niega la posibilidad de celebrar públicamente su proyecto de vivir juntos el amor.

O aquellos sacerdotes o religiosos que, debido a una ley tan inhumana y opuesta a la Ley Natural, como es el celibato obligatorio, por muy arraigo que posea a nivel de Tradición dentro de la Iglesia, se les aparte del ministerio sacerdotal; cuando al fin y al cabo el sacerdocio es una llamada (una vocación) a celebrar en medio de una comunidad los misterios de la salvación; mientras que el celibato es sencillamente un carisma.

Y ya que he comenzado con la experiencia de aquel Pentecostés de hace dos mil años en Jerusalén, quisiera terminar lanzando al aire una pregunta: ¿no será que nuestra Iglesia de hoy en día tiene mucho miedo, confía demasiado en sus estructuras y poco en el Evangelio, y por eso vive encerrada, como un día vivieron encerrados también los apóstoles en Jerusalén?

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Espíritu Santo, ven…

Domingo, 9 de junio de 2019
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“Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión proselitismo, el culto una evocación, la praxis humana una moral de esclavos…

Pero en el Espíritu Santo el cosmos es elevado a gemidos de parto del Reino, Cristo resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa comunión, la autoridad un servicio, la misión es un pentecostés, la liturgia un memorial y una anticipación, la praxis humana queda divinizada”

*

Ignacio IV,
patriarca de Antioquía

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Pentecost-fire

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros.

El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”

*

Juan 14, 15-16. 23b-26

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Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara que, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo -es decir, su encarnación, muerte y resurrección- es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús.

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

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“El Espíritu es de todos”. Pentecostés – C (Jn 20,19-23)

Domingo, 9 de junio de 2019
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08-PENTEC-CNuestra vida está hecha de múltiples experiencias. Gozos y sinsabores, logros y fracasos, luces y sombras van entretejiendo nuestro vivir diario llenándonos de vida o agobiando nuestro corazón.

Pero con frecuencia no somos capaces de percibir todo lo que hay en nosotros mismos. Lo que captamos con nuestra conciencia es solo una pequeña isla en el mar mucho más amplio y profundo de nuestra vida. A veces, se nos escapa, incluso, lo más esencial y decisivo.

En su precioso libro Experiencia espiritual, K. Rahner nos ha recordado con vigor esa «experiencia» radicalmente diferente que se da siempre en nosotros, aunque pase muchas veces desapercibida: la presencia viva del Espíritu de Dios que trabaja desde dentro nuestro ser.

Una experiencia que queda, casi siempre, como encubierta por otras muchas que ocupan nuestro tiempo y nuestra atención. Una presencia que queda como reprimida y oculta bajo otras impresiones y preocupaciones que se apoderan de nuestro corazón.

Casi siempre nos parece que lo grande y gratuito tiene que ser siempre algo poco frecuente, pero, cuando se trata de Dios, no es así. Ha habido en ciertos sectores del cristianismo una tendencia a considerar esa presencia viva del Espíritu como algo reservado más bien a personas elegidas y selectas. Una experiencia propia de creyentes privilegiados.

Rahner nos ha recordado que el Espíritu de Dios está siempre vivo en el corazón del ser humano pues el Espíritu es sencillamente la comunicación del mismo Dios en lo más íntimo de nuestra existencia. Ese Espíritu de Dios se comunica y regala, incluso, allí donde aparentemente no pasa nada. Allí donde se acepta la vida y se cumple con sencillez la obligación pesada de cada día.

El Espíritu de Dios sigue trabajando silenciosamente en el corazón de la gente normal y sencilla, en contraste con el orgullo y las pretensiones de quienes se sienten en posesión del Espíritu.

La fiesta de Pentecostés es una invitación a buscar esa presencia del Espíritu de Dios en todos nosotros, no para presentarla como un trofeo que poseemos frente a otros que no han sido elegidos, sino para acoger a ese Dios que está en la fuente de toda vida, por muy pequeña y pobre que nos pueda parecer a nosotros.

El Espíritu de Dios es de todos, porque el Amor inmenso de Dios no puede olvidar ninguna lágrima, ningún gemido ni anhelo que brota del corazón de sus hijos e hijas.

José Antonio Pagola

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“El Espíritu Santo os lo enseñará todo”. Domingo 09 de junio de 2019. Pentecostés

Domingo, 9 de junio de 2019
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33-pentecostesC cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11:  Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Salmo responsorial: 103:  Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.
Juan 20,19-23:  Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

En el presente ciclo C pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:

Romanos 8, 8-17: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Juan 14, 15-16. 23b-26: El Espíritu Santo os lo enseñará todo

Nota 1: Este año, como ciclo C, hay otras lecturas posibles este día; consúltese esta fecha en el calendario litúrgico (http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario), o directamente aquí:

http://servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20100523&cicloactivo=2010&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0

Nota 2: Como casi todas, Pentecostés no es una fiesta originariamente cristiana (propuesta por Jesús) ni siquiera israelita (decidida por Israel), sino una celebración que es parte de una cultura religiosa que siempre está en evolución, y se acomoda y se enriquece con el transcurso del tiempo y la sucesión de las distintas vivencias del pueblo. Como «Fiesta de las Semanas» o «de la Cincuentena», en Israel fue una fiesta netamente agraria, que celebraba el inicio de la cosecha. Se celebraba siete semanas (cincuenta días) a partir de la Pascua, para dar gracias a Dios por la nueva cosecha (cf. Ex 23,16;34,22; Lv 23,15-21; Dt 16,9-12). En el judaísmo tardío se transformó en festividad plenamente religiosa: pasó a ser memoria del don de la Ley en el Sinaí al pueblo liberado de Egipto. Para recordar o estudiar la interesante «prehistoria» de las festividades cristianas, casi desconocida, y muy iluminadora, recomendamos el clásico libro de Thierry MAERTENS, «Fiesta en honor de Yahvé». (Puede ser recogido en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca).

Sugerencias para la homilía (Escritas para el Diario Bíblico Latinoamericano en un ciclo anterior por el biblista Silvio Báez, recientemente nombrado obispo auxiliar de Managua, a quien agradecemos).

El Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vitalidad, de dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión de Jesús y se encuentra también a la raíz de la misión de la Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo de la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida nueva con dimensiones universales.

La primera lectura (Hch 2,1-11) es el relato del evento de Pentecostés. En ella se narra el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús al final del evangelio de Lucas y al inicio del libro de los Hechos (Lc 24,49: “Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre… quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto”; Hch 1,5.8: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días… ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo”).

Con esta narración Lucas profundiza un aspecto fundamental del misterio pascual: Jesús resucitado ha enviado el Espíritu Santo a la naciente comunidad, capacitándola para una misión con horizonte universal. El relato inicia dando algunas indicaciones relativas al tiempo, al lugar y a las personas implicadas en el evento. Todo ocurre “al llegar el día de Pentecostés” (Hch 2,1). Pentecostés es una fiesta judía conocida como “fiesta de las semanas” (Ex 34,22; Num 28,26; Dt 16,10.16; etc.) o “fiesta de la cosecha” (Ex 23,16; Num 28,26; etc.), que se celebraba siete semanas después de la pascua.

Parece ser que en algunos ambientes judíos en época tardía, en esta fiesta se celebraban las grandes alianzas de Dios con su pueblo, particularmente la del Sinaí que estaba directamente relacionada con el don de la Ley. Aunque Lucas no desarrolla esta temática en el relato de Pentecostés, seguramente conocía esta tradición y es probable que haya querido asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí. En la comunidad de Qumrán, contemporánea a Jesús, Pentecostés había llegado a ser la fiesta de la Nueva Alianza que aseguraba la efusión del Espíritu de Dios al nuevo pueblo purificado (cf. Jer 31,31-34; Ez 36).

El texto de los Hechos da otra indicación: “estaban todos juntos en un mismo lugar” (Hch 2,1). Con estas palabras se quiere sugerir que los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón. Aunque no se habla de una reunión cultual, no sería extraño que Lucas imaginara a los creyentes en oración, esperando la venida del Espíritu, de la misma forma que Jesús estaba orando cuando el Espíritu bajó sobre él en el bautismo (Lc 3,21: “Mientras Jesús oraba… el Espíritu Santo bajó sobre él”; Hch 1,14: “Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de los hermanos de éste”).

Lucas utiliza en primer lugar el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa donde se encontraban” (Hch 2,2). Aunque los discípulos estaban a la espera del cumplimiento de la promesa del Señor resucitado, el evento ocurre “de repente” y, por tanto, en forma imprevisible. Es una forma de decir que se trata de una manifestación divina, ya que el actuar de Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano. El ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios. Su origen es divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.

El evangelista quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento cósmico adecuado para expresarlo. Además, tanto en hebreo como en griego, espíritu y viento se expresan con una misma palabra (hebreo: ruah; griego: pneuma). No es extraño, por tanto, que el viento sea uno de los símbolos bíblicos del Espíritu. Recordemos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando “sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22), o la visión de los esqueletos calcinados narrada en Ezequiel 37, donde el viento–espíritu de Dios hace que aquellos huesos se revistan de tendones y de carne, recreando el nuevo pueblo de Dios.

“Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3). Lucas se sirve luego de otro elemento cósmico que era utilizado frecuentemente para describir las manifestaciones divinas en el Antiguo Testamento: el fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. La Biblia habla de Dios como un “fuego devorador” (Dt 4,24; Is 30,27; 33,14); “una hoguera perpetua” (Is 33,14). Todo lo que entra en contacto con él, como sucede con el fuego, queda transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y, sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu: poderoso, irresistible, trascendente.

El evento extraordinario expresado simbólicamente en los vv. 2-3 se explicita en el v. 4: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Dios mismo llena con su poder a todos los presentes. No se les comunica un auxilio cualquiera, sino la plenitud del poder divino que se identifica en la Biblia con esa realidad que se llama: el Espíritu. Se trata de un evento único que marca la llegada de los tiempos mesiánicos y que permanecerá para siempre en el corazón mismo de la Iglesia. Desde este momento el Espíritu será una presencia dinámica y visible en la vida y la misión de la comunidad cristiana.

La fuerza interior y transformadora del Espíritu, descrita antes con los símbolos del viento y del fuego, se vuelve ahora capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la antigua división entre los seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel (Gen 11). “Y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les concedía expresarse” (v. 4). En Jerusalén, no en la casa donde están los discípulos, ni en el espacio cerrado de unos pocos elegidos, sino en el espacio abierto donde hay gente de todos las naciones (v. 5), en la plaza y en la calle, el Espíritu reconstruye la unidad de la humanidad entera e inaugura la misión universal de la Iglesia.

El pecado condenado en el relato de la torre de Babel es la preocupación egoísta de los seres humanos que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos y otras sociedades, sino que desean permanecer unidos alrededor de una gran ciudad cuya torre toque el cielo. El Espíritu debe venir continuamente para perdonar y renovar a los seres humanos para que no se repitan más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón étnica y los integrismos religiosos.

El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. La palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las culturas. El día de Pentecostés, la gente venida de todas las partes de la tierra “les oía hablar en su propia lengua” (Hch 2,6.8). El don del Espíritu que recibe la Iglesia, al inicio de su misión, la capacita para hablar de forma inteligible a todos los pueblos de la tierra.

En el evangelio se narra la aparición del Señor Resucitado a los discípulos el día de pascua. Todo el relato está determinado por una indicación temporal (es el primer día de la semana) y una indicación espacial (las puertas del lugar donde están los discípulos están cerradas).

La referencia al primer día de la semana, es decir, el día siguiente al sábado (el domingo), evoca las celebraciones dominicales de la comunidad primitiva y nuestra propia experiencia pascual que se renueva cada domingo. La indicación de las puertas cerradas quiere recordar el miedo de los discípulos que todavía no creen, y al mismo tiempo quiere ser un testimonio de la nueva condición corporal de Jesús que se hará presente en el lugar. Jesús atravesará ambas barreras: las puertas exteriores cerradas y el miedo interior de los discípulos. A pesar de todo, están juntos, reunidos, lo que parece ser en la narración una condición necesaria para el encuentro con el Resucitado; de hecho Tomás sólo podrá llegar a la fe cuando está con el resto del grupo.

Jesús “se presentó en medio de ellos” (v.19). El texto habla de “resurrección” como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos (cf. Jn 14,28: “me voy y volveré a vosotros”; Jn 16,16-17) y les comunica cuatro dones fundamentales: la paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo.

Los dones pascuales por excelencia son la paz (el shalom bíblico) y el gozo (la járis bíblica), que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. La misión que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve misión de la Iglesia: el perdón de los pecados y la destrucción de las fuerzas del mal que oprimen al ser humano. Para esto Jesús dona el Espíritu a los discípulos. En el texto, en efecto, sobresale el tema de la nueva creación: Jesús “sopló sobre ellos”, como Yahvé cuando creó al ser humano en Gen 2,7 o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos (Ez 37). Leer más…

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