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Atar y desatar.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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Brothers in Christ

Brothers in Christ

Mt 18, 15-20

«Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo»

Esta frase le ha servido tradicionalmente a la Iglesia para basar en ella su poder, pero existe otra interpretación más profunda y humanizadora: Si perdonáis y compadecéis, habrá perdón y compasión en el mundo, y si no, no los habrá

Jesús está diciendo una obviedad: que el mundo será finalmente lo que nosotros hagamos de él; que cada persona y la humanidad entera están por construir, y que en nuestras manos está que esa realidad que vamos conformando día a día sea plena y armoniosa, o un desastre fruto de nuestras pasiones. Cada uno de nosotros, el mundo, la humanidad, se pueden estropear, y está en nuestra mano evitarlo.

Esta interpretación implica que el mundo tiene sentido, que está dirigido a un fin, y que el sentido de nuestra vida está íntimamente ligado al destino del mundo. Dios nos ha engendrado por amor y nos ha confiado a nosotros, sus hijos, la terea de completar su obra. Para poder hacerlo, nos ha insuflado su espíritu, es decir, nos ha dotado de la capacidad de amar y compadecer, y también, de inteligencia y libertad. Pero aquí surge el problema, porque la libertad nos permite obrar el mal, y el mal nos complica sobremanera el camino hacia la meta.

Por eso, nuestra tarea, el sentido de nuestra vida, es la lucha contra el mal, una lucha que requiere confianza en el resultado; confianza en que si no cejamos alcanzaremos un mundo donde el mal haya sido definitivamente erradicado. Confianza también en que Dios está de nuestro lado en esta lucha. Sin la implicación de Dios tendríamos la batalla perdida de antemano, porque el mal es mucho más fuerte que nosotros, y porque lo tenemos tan arraigado, que en muchas ocasiones nos sentimos a su merced (Romanos 7,15).

Pero no estamos inermes ante el mal. Como decía Juan Antonio Estrada en su libro “La pregunta por Dios”, tenemos la capacidad de luchar contra el mal físico, usando la razón, y contra el mal moral, movidos por nuestra conciencia que nos empuja a defender los derechos de todos. Es el soplo de Dios que alienta en nosotros el que nos da la fuerza necesaria para evitar que el mal se adueñe de nosotros, para impedir que nos esclavice, para afrontar los sucesos negativos con esperanza, para combatir su potencial destructivo, para impedir que el mal termine doblegando al hombre; para seguir soñando con un final feliz donde el mal haya sido aniquilado…

En Jesús hemos conocido el sueño de Dios, y también hemos conocido que tenemos la capacidad de contribuir a él. «Pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él». La forma de luchar contra el mal es sembrando el bien, es decir, perdonando, compadeciendo y ayudando. Ésa es la tarea de quien sigue a Jesús: sembrar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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Atar o desatar, esa es la cuestión.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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correccion-lev-1917COMENTARIO AL EVANGELIO Mt 18,15-20

10 de septiembre de 2023

El evangelio que hoy nos propone la liturgia, es muy paradójico, complejo de vivir y sencillo de entender. Ahora bien, entre esa complejidad y la simplicidad del mensaje, estaría la determinación de cada persona para encarnarlo en la vida.

El texto nos puede confundir porque está cortado por delante y por detrás. Habría que leer los versículos anteriores y posteriores para poder situar bien estas palabras. Hoy va de relaciones humanas y reconciliación, es decir, el pan nuestro de cada día. Importante comenzar a destacar que Mateo introduce una novedad en la vida de sus seguidores. Es la primera vez que utiliza la palabra “hermano” para referirse al vínculo existente entre los discípulos de Jesús.

Este discurso de Jesús forma parte de la respuesta que da a los discípulos cuando le preguntan: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? La respuesta de Jesús puede resultar desconcertante: hacerse como niños y cuidar a los niños. Leído desde la superficialidad habrá personas que disfruten con esta respuesta; puede dar la razón a quienes opinan que la religiosidad, la fe, la espiritualidad, es una vivencia infantilizante y que genera personas poco hechas, débiles, pequeñas, sin terminar. Leído con un poco más de profundidad, podríamos acercarnos a lo que tal vez Jesús pretendía expresar.

En la época de Jesús sabemos que los niños no eran reconocidos socialmente, mucho menos las niñas. Los niños, por el hecho de no ser personas maduras, serias, acabadas, parece que no tienen mucho que aportar. Jesús nos remite al niño, a la niña que todos llevamos dentro, al que vivía con intensidad, con confianza, el que no entendía de tiempos y de espacios, el que vivía conectado a lo ilimitado y el que pensaba en libertad y poco le importaba quedar bien ante los demás. Y, especialmente, ese niño, esa niña, con una profunda y sana capacidad de reconciliación, sin rencor y sin rivalidad.

Este breve discurso de Jesús podría parecer el de un psico-pedagogo que busca reconstruir unas relaciones sanas entre iguales. Jesús nos plantea el proceso para hacernos conscientes de nuestros actos y su alcance en los demás. Nos propone agotar todas las posibilidades. “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas”. ¿Cómo vivimos la herida que otros nos hacen? ¿Y cuándo somos nosotros quienes herimos y nos reprenden? Invito a los lector@s a pararse y ahondar en este asunto porque puede haber sorpresas cuando somos muy honestos con la verdad que vivimos.

El paso maduro, equilibrado y sano, es decírselo a la persona en cuestión. Ahora bien, para ello, necesitamos soltar dos trampas de nuestra mente: intentar quedar bien ante el otro, aunque perdamos, y una actitud reactiva de devolver de inmediato el daño recibido. Si nos liberamos de ello, si realmente le decimos que nos ha herido y le hablamos de manera que le llegue una vibración de sinceridad, de búsqueda de la verdad, dice Jesús que “habremos salvado al hermano”. ¿Salvado de qué o de quién”? Si salvar es librar a una persona o a una cosa de un peligro o de una amenaza, Jesús tiene razón. ¿Quizá salvarle del peligro de la tiranía y de darle un poder que no le corresponde?

A veces es imposible poder hacer consciente a la persona de sus actos Si esto no es posible porque, a veces, las personas nos cerramos a cualquier verdad que no sea la nuestra, busquemos ayuda, no por incapacidad de resolución del asunto, sino para ampliar el horizonte y objetivar todo lo posible la corrección fraterna.

Continúa el texto con unas palabras de Jesús que considero esenciales y que hacen referencia a la dinámica de nuestro vínculo con Dios: En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Siempre se ha hablado de que estas palabras se refieren al poder de perdonar los pecados en un sentido más sacramental y ejercido por los ministros. Sinceramente no lo tengo claro, tampoco lo niego, pero creo que el poder para perdonar es propio de toda persona, poseemos esta capacidad, este poder, de una manera innata y es la máxima expresión de autenticidad y madurez a la que se puede llegar.

Perdonar los pecados de los demás cuando no va conmigo es muy fácil y, si eso te da un poder y un status, no hay mucho más qué decir; ahora bien, perdonar a quien nos hiere y recibir el perdón de la persona a la que hemos herido, es una manera de conectar la tierra con el cielo, lo humano y lo divino.

Los vínculos que existen entre nosotros son más que simples lazos humanos: comprometen al “Cielo”, como expresa el texto, porque el “Cielo” se ha comprometido con nosotros y somos prolongación de Dios en la tierra y la tierra es prolongación de lo humano en el Cielo. Utilizo Cielo-Tierra como alegoría para designar la dimensión humana y divina que conforma nuestra existencia. Atar o desatar, dos movimientos que nos llevan a conectarnos desde una vida auténtica o desconectarnos de nuestra “casa” y de nuestra verdad.

Cierra Jesús este breve discurso con su convencimiento de la fuerza de la comunidad, no como convivencia sino como comunión, importante matiz. Es un poder que podemos llegar a vivir los seres humanos con un impacto transformador en un mundo tan separado, divido, diverso, frenético… ¿podríamos conectarnos unos a otros para que la vida fluyera en unidad y capacidad de transformación? Ya veremos.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Normas comunitarias y realidad abierta.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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IMG_0458Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

10 septiembre 2023

El capítulo 18 del evangelio de Mateo contiene una serie de normas que habían de regir la vida comunitaria de aquellos primeros grupos de discípulos de Jesús que se iban constituyendo.

No son, por tanto, palabras del propio Jesús, sino una creación posterior, exigida por la situación. La constitución de cualquier grupo humano requiere normas que regulen su funcionamiento.

El problema aparece cuando las normas se absolutizan, otorgándoles valor por encima de las personas. Suele ser una tendencia habitual en grupos sectarios y, más en general, en comunidades impregnadas de autoritarismo, y dan lugar a un modo de vida legalista y moralista. Riesgos que no están ausentes en el texto que comentamos, que insta a considerar como “pagano” o “publicano” a quien no se ajuste a las normas.

Sea como sea el modo en que los diferentes grupos tratan de solventar la cuestión de su propio funcionamiento, lo que parece obvio es que tanto el legalismo como el moralismo mostrarán pronto sus efectos negativos: no solo porque se coloca la norma o la ley por encima de la persona -en contra de lo que el propio Jesús había advertido: “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”-, sino porque se ignora el carácter abierto de lo real.

Que la realidad sea abierta significa que, en contra de lo que suele ser la rigidez mental -que casa mejor con actitudes legalistas y moralistas-, permite diferentes niveles de consciencia, de los que brotarán, lógicamente, lecturas y comportamientos diversos.

Esto no significa caer en un relativismo vulgar para el que todo vale lo mismo y que justifica cualquier cosa, sino reconocer el modo abierto como se expresa lo real. No todo vale igual, pero cada persona tiene un camino propio que recorrer. Caminos bien diferentes que, sin embargo, tienen cabida y son acogidos dentro de la realidad, esencialmente abierta.

Sin embargo, el nivel mítico de consciencia -que, en mayor o menor medida, pervive en todos nosotros- impide verlo. Porque para ese nivel, solo existe una verdad -la propia- y un único modo correcto de ver y de hacer las cosas. Solo un nivel de consciencia pluralista y aperspectivista regala una mirada omnicomprensiva, respetuosa, tolerante y constructiva.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Desde dónde un acto / actitud es moralmente buena o mala?

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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IMG_0459Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El problema de la ética y la moral.

    Las lecturas de hoy dan pie para abordar un problema que no solemos tratar en las homilías, es la cuestión de la moral y de la ética en su perspectiva de Moral Fundamental. ¿De dónde surge la moralidad en la vida?

(Al menos hoy vamos a pensar estas cosas en la brevedad de una homilía).

¿Cuál es el fundamento de la ética y de la moral?

Ética es un término griego y moral es una palabra latina; ambas significan más o menos lo mismo: “costumbre” y, por prolongación: estilos y esquemas de vida y comportamiento. De manera que, la ética y la moral configuran, ordenan los comportamientos humanos desde la perspectiva del bien y mal.

02.- ¿Cuál es el fundamento de la moral-ética? (Consideraciones)

¿De dónde le viene la moralidad a un acto, a una actitud, a un modo de vivir? ¿Por qué y desde dónde podemos decir que determinado comportamiento es bueno o malo?

  Hasta hace no mucho tiempo todos vivíamos en un mismo universo cultural y, por tanto, también en un mismo entramado ético-moral. Comúnmente se admitía una fuente de moralidad: Dios. La ética-moral judeo cristiana tenía su fundamento en el Sinaí, en los diez mandamientos y en las pautas de comportamiento de la vida se regulaban desde ahí. Al mismo tiempo la moralidad surgía del evangelio de Jesús, del seguimiento de Jesús.

+   Pero esa cierta uniformidad moral (y cultural) ha saltado por los aires. Los cambios socio-culturales, las migraciones, las ideologías políticas, han hecho que los criterios y comportamientos hayan cambiado en muchos aspectos de la vida: trabajo, economía, sexualidad, política, familia, educación, etc.

+   Por otra parte, en nuestro contexto cultural Dios ha muerto (Nietzsche), lo hemos matado pensando que, apartando a Dios y siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser realmente libres y perfectos, para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que doblegarnos a nadie.

+   Pero no parece que, cuando Dios desaparece de escena, el hombre no llega a ser más libre, más honrado. Al contrario, más bien parece que perdemos dignidad.

¿Es cierto que cuanta menos religión, cuanta menos ética y moral, más libre y mejor vive el hombre?

Esto no parece cierto:

  • Cada minuto gastan los países del mundo casi 2 millones de dólares en armamento militar. (Desde aquí se explica la guerra Ucrania-Rusia y otras guerras).
  • 700.000 niños mueren al año de hambre o de enfermedades causadas por el hambre. (En la media hora que puede durar una misa, habrán muerto de hambre 750 niños).
  • Cada año se destruye para siempre una superficie de bosque tropical equivalente a la mitad de España.
  • Pensemos en la violencia de género, los malos tratos, el rol de la mujer en el mundo y en la Iglesia.

+   La cuestión que se nos plantea es ¿cuál es el principio de moralidad?

+   Gran parte de la sociedad piensa que la ética y la moralidad provienen de la ley –legislación- que emanan los parlamentos. Es bueno o malo lo que dice la ley.

    Pero no parece que esto sea cierto, pues no todo lo legal es moralmente bueno. El sistema económico es legal, pero profundamente injusto e inmoral.

+   La moralidad y la ética no nacen de comparar la vida, las actitudes con mis intereses ideológicos de partido y por tanto es bueno o malo, lo que favorece mi ideología, mi nación, mi cuenta corriente, mi modo de vida o mi religión. Una actitud, una legislación no es buena porque consiga votos o contribuya a lograr determinado fin político.

Incluso en el mismo mundo eclesiástico muchos  (laicos y clero) pensamos que el bien y el mal surgen del cumplimiento o no de la ley eclesiástica, es decir del Derecho Canónico y no del Evangelio. Cuando en realidad el bien y el mal surgen del seguimiento de JesuCristo y -en última instancia- del mandamiento del amor desde el interior del ser humano.

+   En muchas personas flota la idea de que la moralidad es una cuestión privada, cada uno hace lo que cree, lo que le parece en su conciencia. Por eso, las cuestiones ético-morales ni se tocan y de ellas  no se habla, no se enseñan, cada uno hace lo que cree.

    Pero tampoco esto es cierto porque la mayor parte de las cuestiones importantes no son meramente individuales, sino comunitarias: el asesinato, las guerras, el hambre, el trabajo, la familia, no son cuestiones que han de quedar meramente a la decisión de un individuo, fanático o no. La sexualidad, el aborto,  el consumismo convulsivo occidental, la convivencia de la ciudad, la política,  el cuidado de la tierra (ecología) no son meras cuestiones de mi conciencia, sino de todos.

    Por tanto la ética y la moral son una cuestión comunitaria, social del ser humano que vive en un pueblo. Y estas cosas hay que enseñarlas, -en términos educativos se llama “socialización”-. Toda sociedad ha de transmitir a las nuevas generaciones su idioma, su cultura, sus valores, sus costumbres y su ética.

03. Los creadores de nuevas éticas

    Las ideologías imponen su ética y su ley de tipo económico o de tipo nacional. Los medios de comunicación son los “nuevos Moisés o los nuevos Sinaí”, que imponen las pautas de comportamiento desde la tiranía de la ideología a quien sirven.

    Pero las mayorías –en cuanto mayorías- no son fuente de moralidad. Ni los parlamentos, ni la banca,  ni los medios de comunicación son fuente sana de moralidad. Las mayorías. La economía, la política pueden tener poder, pero no verdad, ni bien, ni belleza.

04.- La moralidad nace de ver la vida desde el ser humano y desde Dios (Ultimidad).

Dios es la ultimidad de la existencia, y -para nosotros los cristianos- esa ultimidad es Padre, con lo que ello supone de creación, vida, protección, amor y perdón: todos ellos valores éticos de gran calado.

    A Moisés caminando con el pueblo por el desierto no le fueron escritos milagrosamente los “mandamientos” en dos tablas de piedra, sino que, caminando por la vida, afrontando los problemas de la vida, pensando, dialogando con los suyos y aprendiendo de la vida, fue –fueron-descubriendo las pautas de conducta que le parecían mejores para el bien de su pueblo. Después, Moisés como persona religiosa que era, Dios comprendiendo que aquellos criterios eran buenos, eran también queridos por Dios, fueron propuestos al pueblo como salidos de la propia boca divina. Son palabra de Dios.

(Es una revelación ascendente: del ser humano a Dios).

La palabra humana confrontada con lo que sea bueno para el ser humano y confrontada con la ultimidad, llega a ser Palabra de Dios.

  Por otra parte, van surgiendo muchas cuestiones nuevas, y otras, que siendo viejas, se replantean desde modernas perspectivas antropológicas, sociológicas, psicológicas, médicas, etc. Y esas cuestiones requieren pensamiento, lucidez, trabajo, camino…

Pensemos en los problemas que plantea la genética con sus posibilidades de curación y sus peligros de manipulación; pensemos en la bioética, la fecundación in vitro, la homosexualidad, el LGBTQ, la pena de muerte, etc. Son tareas humanas: hemos de encontrar pautas de conducta que llevan a una vida más auténtica y a una convivencia más humanizadora.

    Para ir concretando la ética en normas, leyes, etc., se requiere calma, pensamiento, estudio, amplitud de mente, libertad de espíritu, desinterés, bondad humana.

  • El problema de la homosexualidad no está bien tratado ni resuelto por una mera ley. Hay que estudiar más el problema desde la antropología, la psicología, la medicina, la Biblia, la moral.
  • Los malos tratos y los asesinatos de parejas no se van a resolver por una ley (siendo necesaria). Hay que pensar –y estudiar- un poco más en una mejor educación sexual; ¿qué podemos esperar de una sistemática concepción erótica de la vida, de los medios de comunicación?
  • ¿No habrá que repensar algunos aspectos y criterios en cuestiones políticas? Porque ni la economía, ni la nación, ni el placer son criterios últimos de moralidad.

La ética judía fue naciendo poco a poco en el camino del desierto, cuando las tribus hebreas se iban constituyendo como pueblo. En el Sinaí se plasmó el decálogo.

05.- La moral cristiana.

    JesuCristo sitúa la moralidad en lo profundo de la humanidad: es bueno o malo lo que sale del interior del hombre y lo que contribuye –o destruye- la construcción de una humanidad conforme al reino de Dios, o lo que es lo mismo: verdad, libertad, justicia, amor, perdón.

Para que tengamos una ética y una moral sanas habremos de mirar y pensar libre y creativamente a Dios y al ser humano.

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Cristo es la Transparencia

Domingo, 6 de agosto de 2023
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Del mismo modo que el episodio de la transfiguración prepara en el evangelio a los apóstoles para entrar en la comprensión del misterio de la pasión-muerte de Jesús, así también en la Iglesia, casi con el mismo propósito, se celebra la fiesta de la Transfiguración cuarenta días antes de la correspondiente a la Exaltación de la Cruz. La fiesta de la Transfiguración ya aparece desde el siglo V en el calendario de la liturgia oriental para recordar la subida de Jesús al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, testigos privilegiados de su gloria. El episodio está atestiguado de manera concorde por los evangelios sinópticos. La fiesta se difundió rápidamente también en la Iglesia romana, pero no fue introducida oficialmente hasta el año 1457, con ocasión de una victoria obtenida contra los turcos. 

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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

“No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

*

Mateo 17,1-9

***

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***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Nosotros… Nuestro…

Jueves, 29 de junio de 2023
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:

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…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”

*

San Cipriano

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SAN PEDRO Y SAN PABLO***

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“Despertar, levantarse, salir fuera”, por Miguel Ángel Mesa.

Miércoles, 19 de abril de 2023
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mons-buenanueva-la-paz-de-dios-transforma-los-corazones-y-renueva-los-vinculos-04y0Encuentro muy significativo que en el Nuevo Testamento se empleen dos términos en griego para expresar y dar a conocer el significado de la resurrección de Jesús: uno es “levantarse” y otro “despertar”.

El mismo Jesús nos dijo que el Espíritu nos iría diciendo en cada momento de la historia lo que tendríamos que decir, cómo actuar y actualizar su buena noticia de liberación. Los sucesos de nuestro pasado, las personas que han dejado huella en nuestra vida, sus palabras, sus gestos, sus muestras de cariño, su compromiso… nos dicen siempre algo nuevo cuando las recordamos.

Igual nos pasa con Jesús y, en concreto, con su resurrección.

Porque lo importante no es el sepulcro vacío sino todo lo que vivió y por lo que se desvivió: porque él sanaba la vida, iluminaba la vida, liberaba la vida, daba nuevas esperanzas para experimentar en plenitud la vida. Ahí radica el sentido de su resurrección: la muerte no pudo ocultar ni sepultar la vida íntegra y entregada en cada momento por Jesús. Y a eso invitaba a sus discípulos: “He venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. Anunciad esta buena noticia a toda criatura”. Quien así vive, ya ha resucitado.

Volvemos al comienzo. Resucitar significa despertar, no continuar con los ojos cerrados a la realidad, es necesario abrirlos al mundo que nos rodea, aunque esté oscuro, a pesar del frío, del dolor y la angustia, de la inseguridad, del miedo y la desesperanza. Manteniendo los ojos abiertos para no cerrarnos a nada, para no quedar aislados en nuestra propia concha. Quien abre los ojos y los mantiene abiertos ya ha empezado a descorrer la losa de su propio sepulcro.

Resucitar también significa levantarse. Es necesario abrir bien los ojos, para mirar con claridad. Pero se puede seguir recostado, impidiendo que esa mirada sea movilizadora. Es necesario un esfuerzo más: hay que levantarse, ponerse en pie, con decisión, sabiendo que después de despertar debemos recomenzar un día más. Poniendo en marcha todos nuestros recursos psicológicos, afectivos, empáticos, resilientes y reconociendo todo lo que poseemos y lo que podemos seguir aprendiendo y adquiriendo para ayudar, recibiendo ayuda a la vez.

Pero queda un paso más, con el mandato de Jesús a Lázaro: Sal fuera. Hay que salir del sepulcro, del encierro, la reclusión, el confinamiento. Debemos quitarnos las vendas que nos atan e impiden andar con libertad. Es necesario despertar, levantarnos y salir, para sentirnos de verdad resucitados y ayudar a resucitar a quienes aún malviven, sobreviven, escondidos, aislados, marginados, excluidos en innumerables sepulcros en nuestra sociedad y en nuestro mundo. La resurrección no es un recuerdo de un hecho pasado, sino un acicate permanente, diario, pasando en cada momento de la muerte a la vida. Comprometiéndonos para que quienes se mantienen ocultos en las sepulturas que se imponen o se las imponen, puedan salir a la luz del día, a la claridad esperanzadora de la vida.

Porque solo resucitamos de verdad si resucitamos juntos.

Miguel Ángel Mesa Bouzas

Fuente Fe Adulta

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Cristo es la Transparencia

Sábado, 6 de agosto de 2022
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9,28b-36

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Nosotros… Nuestro…

Miércoles, 29 de junio de 2022
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:

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…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”

*

San Cipriano

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SAN PEDRO Y SAN PABLO***

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Cristo es la Transparencia

Viernes, 6 de agosto de 2021
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9,28b-36

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Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

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J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

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Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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“Las cosas no son siempre lo que parecen”. 27 de septiembre de 2020. 26 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 28-32

Domingo, 27 de septiembre de 2020
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two_sonsLa parábola es una de las más claras y simples. Un padre se acerca a sus dos hijos para pedirles que vayan a trabajar a la viña. El primero le responde con una negativa rotunda: «No quiero». Luego lo piensa mejor y va a trabajar. El segundo reacciona con una docilidad ostentosa: «Por supuesto que voy, señor». Sin embargo, todo se queda en palabras, pues no va a la viña.

También el mensaje de la parábola es claro y fuera de toda discusión. Ante Dios, lo importante no es «hablar» sino hacer; lo decisivo no es prometer o confesar, sino cumplir su voluntad. Las palabras de Jesús no tienen nada de original.

Lo original es la aplicación que, según el evangelista Mateo, lanza Jesús a los dirigentes religiosos de aquella sociedad: «Os aseguro: los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». ¿Será verdad lo que dice Jesús?

Los escribas hablan constantemente de la ley: el nombre de Dios está siempre en sus labios. Los sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso; su boca está llena de salmos. Nadie dudaría de que están haciendo la voluntad del Padre. Pero las cosas no son siempre como parecen. Los recaudadores y las prostitutas no hablan a nadie de Dios. Hace tiempo que han olvidado su ley. Sin embargo, según Jesús, van por delante de los sumos sacerdotes y escribas en el camino del reino de Dios.

¿Qué podía ver Jesús en aquellos hombres y mujeres despreciados por todos? Tal vez su humillación. Quizá un corazón más abierto a Dios y más necesitado de su perdón. Acaso una comprensión y una cercanía mayor a los últimos de la sociedad. Tal vez menos orgullo y prepotencia que la de los escribas y sumos sacerdotes.

Los cristianos hemos llenado de palabras muy hermosas nuestra historia de veinte siglos. Hemos construido sistemas impresionantes que recogen la doctrina cristiana con profundos conceptos. Sin embargo, hoy y siempre, la verdadera voluntad del Padre la hacen aquellos que traducen en hechos el evangelio de Jesús y aquellos que se abren con sencillez y confianza a su perdón.

José Antonio Pagola

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“Habitar en un espacio creado por Jesús”. 23 Tiempo ordinario – A- (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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forgivenessAl parecer, a las primeras generaciones cristianas no les preocupaba mucho el número. A finales del siglo I eran solo unos veinte mil, perdidos en medio del Imperio romano. ¿Eran muchos o eran pocos? Ellos formaban la Iglesia de Jesús, y lo importante era vivir de su Espíritu. Pablo invita constantemente a los miembros de sus pequeñas comunidades a que «vivan en Cristo». El cuarto evangelio exhorta a sus lectores a que «permanezcan en él».

Mateo, por su parte, pone en labios de Jesús estas palabras: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». En la Iglesia de Jesús no se puede estar de cualquier manera: por costumbre, por inercia o por miedo. Sus seguidores han de estar «reunidos en su nombre», convirtiéndose a él, alimentándose de su evangelio. Esta es también hoy nuestra primera tarea, aunque seamos pocos, aunque seamos dos o tres.

Reunirse en el nombre de Jesús es crear un espacio para vivir la existencia entera en torno a él y desde su horizonte. Un espacio espiritual bien definido no por doctrinas, costumbres o prácticas, sino por el Espíritu de Jesús, que nos hace vivir con su estilo.

El centro de este «espacio Jesús» lo ocupa la narración del evangelio. Es la experiencia esencial de toda comunidad cristiana: «hacer memoria de Jesús», recordar sus palabras, acogerlas con fe y actualizarlas con gozo. Ese arte de acoger el evangelio desde nuestra vida nos permite entrar en contacto con Jesús y vivir la experiencia de ir creciendo como discípulos y seguidores suyos.

En este espacio creado en su nombre vamos caminando, no sin debilidades y pecado, hacia la verdad del evangelio, descubriendo juntos el núcleo esencial de nuestra fe y recuperando nuestra identidad cristiana en medio de una Iglesia a veces tan debilitada por la rutina y tan paralizada por los miedos.

Este espacio dominado por Jesús es lo primero que hemos de cuidar, consolidar y profundizar en nuestras comunidades y parroquias. No nos engañemos. La renovación de la Iglesia comienza siempre en el corazón de dos o tres creyentes que se reúnen en el nombre de Jesús.

José Antonio Pagola

 

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“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. Domingo 06 de septiembre de 2020. 23º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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46-OrdinarioA23Leído en Koinonia:

Ezequiel 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”
Romanos 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Mateo 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de Domiciano Fernández que comentamos más abajo. Leer más…

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6.9.20.Dom 23 tiempo ordinario. Dos o tres reunidos en mi nombre (Mt 18, 15-20): Antes que hubiera obispos o presbíteros

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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03.06.Santa-Trinidad_Teofanes-el-Griego_Fresco-Iglesia-de-la-Transfiguracion-en-la-calle-Ilyin_NovgoroDel blog de Xabier Pikaza:

Cada comunidad, en diálogo con otras, puede y debe organizarse en línea de evangelio como Iglesia, pues dos o tres reunidos en nombre de Jesús son autoridad para crear iglesia, celebrar la eucaristía y declarar, si fuere necesario, con inmensa pena, la exclusión de aquellos que se excluyen a sí mismos, si es que no perdonan, ni aceptan el perdón, ni quieren ser Iglesia

Hablé el otro domingo (cf. RD 25.8.20) de la “refundación” de la Iglesia, insistiendo en la función de las mujeres, como han indicado bien, en este mismo portal (RD) algunos amigos y colegas a quienes agradezco muchísimo la atención que me dedican. Pero quizá debo añadir no trataba allí de la fundación jerárquica de la iglesia, finales del II y principios del III d.C.,retomada por la Reforma Gregoriana del XI y por la nueva Adaptación Jerárquica del XXI, sino de la fundación originaria, según el evangelio de Mateo, en el I d.C., cuando no había ministerios episcopales o presbiterales, masculinos ni femeninos, sino comunión de creyentes.

    De la fundación primera, antes que hubiera obispos/as o presbíteros(as habla Mt 18, 15-20, texto principal de la Biblia , que la iglesia lee este domingo 6.9.20.  No había obispos y presbíteros (varones y/o mujeres), pero había iglesias, comunidades mesiánica,  autogestionadas desde Cristo. Este evangelio, que se divide en tres partes, constituye la “carta magna” de esas iglesias, primitivas y actuales:

  1. Norma fundante, el perdón (18 15). Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano
  2.  Autoridad comunitaria. Lo que atareis en la tierra (18, 18). En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo;  y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo[4]
  3. Presencia de Dios y de Cristo (18 19-20) En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.

 1.NORMA FUNDANTE, EL PERDÓN (18, 15-17)

         En contra de lo que suelen pensar jerarcas y teólogos/as, conforme a este evangelio central (el único que habla de Iglesia, con Mt 16, 18),la primera autoridad cristiana no es la de impartir el bautismo o presidir la eucaristía, sino la de perdonar. En un libro famoso, no superado ni criticado todavía (Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den ersten drei Jahrhunderten. Mohr, Tübingen 1953, trad. inglesa en en Baker, Edinburg 1971), Von Campenhausen, historiador del cristianismo primitivo, demostró que un tipo de jerarquía nació precisamente cuando algunos asumieron el poder exclusivo de perdonar, dominando así,con miedo al pecado y al infierno a los demás creyentes. Éstas son las palabras fundamentales de Mateo:

18 15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano[2].

  Este pasaje ratifica el derecho de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo. Su fondo parece de tipo judeo-cristiano y define a los de “fuera” en términos que podrían decirse contrarios a Jesús, que acogió a los publicanos y gentiles (cf. 15, 21-28; 21, 31), y contrarios al mismo Mateo, que concluye su evangelio con una palabra de envío universal, sin exclusión de gentiles y publicanos (cf. 28, 16-20). En esa línea, paradójicamente, nuestro pasaje parece volver a un esquema legalista, que Jesús habría superado. Pero ésta es una paradoja necearia: Precisamente para garantizar el perdón (y buscar a las ovejas errantes: cf. 18, 12-14), la iglesia ha de trazar sus límites:

Paradoja. La Iglesia no puede mantenerse como instancia mesiánica ni ofrecer la salvación a publicanos y gentiles (tema clave de 9, 10-11; 11, 19, 21, 31; 28, 16-20), si no instaura y defiende su identidad, trazando unos espacios fuera de los cuales no se puede vivir el evangelio en forma eclesial.

Ortodoxia práctica. Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechacen el perdón no puede formar parte de ella. Ésta es la norma central de la Iglesia: quienes excluyen a los otros (pobres y pequeños) se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35).

     De manera sorprendente, aquí no hay presbíteros ni obispos (varones o mujeres), sino  hermanos en comunidad… y la comunidad reunida, como única instancia de apelación y solución de los problemas

El texto comienza diciendo “si peca contra ti tu hermano”, es decir, un miembro de la comunidad. No se trata pues de un pecado intimista (sólo entre el creyente y Dios), sino de tipo social, que enfrenta a unos creyentes con otros, poniendo en riesgo la unidad y vida de los hermanos.  Esa fórmula (si tu hermano peca contra ti: eis se.) puede indicar que se trata de un problema entre dos, pero el ofrece aquí un carácter colectivo, y así lo interpretan, en el fondo, aquellos manuscritos que ponen simplemente “quien peca” (sin añadir contra ti: cf. GNT y NTG). Se trata, pues, de un pecado de ruptura fraterna.

Por eso, a fin de restaurar la comunión se instituye un proceso en regla, primero entre algunos hermanos concretos a quienes empieza afectando la ruptura y después entre todos los miembros de la comunidad. El principio y norma es el perdón, pero allí donde ese perdón no se acoge ni ofrece se rompe la comunión, centrada en la salvación de los pobres y en la universalidad mesiánica. Por eso, los que no perdonan, se desligan ellos mismos de la Iglesia. Ese proceso de separación resulta doloroso, pero es necesario y no puede delegarse, dejándolo en manos de otra instancia, como podría suceder en la administración imperial, donde las autoridades o instancias inferiores podían apelar al Cesar, que era juez supremo, por encima de las ciudades o provincias del imperio.

Según Mateo, cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades. El criterio de fondo es el evangelio, como indica una visión de conjunto de las tres formulaciones de perdón en Mateo:

 Este pasaje ha de unirse a otros pasajes de perdón, como Mt 5, 23-24 (si llevas tu don al altar y recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti…”.) y 18, 21-22; “¿Señor, cuantas veces debo perdonar…? Respondió Jesús ¡Has de perdonar setenta veces siete! (18, 21-22).

Estos pasajes sirven para trazar la frontera interna de la Iglesia: Sólo una comunidad de personas dispuestas a perdonar siempre pueden y deben trazar una norma que regule el perdón,  de manera que aquellos que no se dejan perdonar ni perdonan se excluyen a sí mismos de la Iglesia. El perdón es, según eso, una experiencia de comunión universal, de la que se excluyen aquellos que no perdonan ni se dejan perdonar[3].

 2. AUTORIDAD COMUNITARIA(18, 18). 

    Ciertamente, la iglesia antigua conoce autoridades especiales, es decir, fundacionales, como la de Pedro y Pablo, la de Santiago o Magdalena… Pero ya en concreto, en cada comunidad constituida no existe más autoridad  que la formada por la comunidad de creyentes, sin obispos, sin presbíteros, varones o mujeres (que pueden tener otra función). Cada iglesia es “auto-jerárquica”, si se puede utilizar esa palabra:

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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med-2Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

 A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

  1. Los peligros del discípulo:

                        * ambición (18,1-5)

                        * escándalo (18,6-9)

                        * despreocupación por los pequeños (18,10-14)

  1. Las obligaciones del discípulo:

                        * corrección fraterna (18,15-20)

                        * perdón (18,21-35)

  1. El desconcierto del discípulo:

                        * ante el matrimonio (19,3-12)

                        * ante los niños (19,13-15)

                        * ante la riqueza (19,16-29)

                        * ante la recompensa (19,30-20,16)

             De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

 La obligación de corregir (Ezequiel 33,7-9)

 Al tratar de la corrección fraterna, es muy buen punto de partida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta. Si el profeta calla por comodidad o miedo, se le pedirá cuenta de su silencio.

 Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

El modo de corregir (Mateo 18,15-20)

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.

Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

Si no les hace caso, díselo a la comunidad,

y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

                Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

El mejor modo de corregir: el amor (Romanos 13,8-10)

            Los textos de Ezequiel y del evangelio suponen situaciones conflictivas en la comunidad; hablan de malvados y de personas que pecan. La carta a los Romanos también conoce el peligro del adulterio, el asesinato, el robo, la envidia… Pero no se centra en denunciar esos pecados, sino en fomentar la caridad. «Uno que ama a su prójimo no le hace daño». El que ama cumple toda la ley, y su amor puede ser el mejor modo de corregir.

Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no envidiarás», y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso, amar es cumplir la ley entera.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

            En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15

            Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

            Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

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Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 06 Septiembre, 2020

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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D-XXIII

“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.”

(Mt 18, 15-20)

Realmente el tema del perdón, de la reconciliación, es algo “sagrado”. Incluso diría que hace de puente entre lo divino y lo humano. Dicho de otra manera: el perdón nos hace parecernos más a Dios.

Este fragmento del Evangelio de Mateo es una hermosa lección de lo que es la reconciliación y de lo implicadas que estamos todas en el buen o mal camino de nuestras hermanas.

El texto empieza diciendo: “si tu hermano peca”, es decir, si descubres que alguien cercano va por mal camino tienes el deber de avisarle. Si te das cuenta de que su vida toma un rumbo deshumanizante, ¡díselo!

No, no se trata de que vayamos por la vida dando lecciones a los demás, ni que juzguemos como pecado ajeno todo aquello que no cuadra con nuestros esquemas. No, eso no. Pero si tenemos a alguien cercano precipitándose por malos caminos no podemos quedarnos callados.  Con respeto y humildad hay que saber decir lo que una ve.

Es curioso cómo insiste el evangelio:  “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos… y si no hace caso, díselo a la comunidad…”

A quien se equivoca hay que darle más de una oportunidad. Hay que hacer todo lo posible por aquellas personas que andan perdidas. Salir a buscarlas una y otra vez. Cargarlas sobre los hombros y alegrarnos de recobrarlas. En eso nos parecemos a Dios Abba, que no quiere que ni uno solo se pierda.

Sí, Dios necesita que nos apuntemos a “mujer que barre la casa” o “a pastor que busca ovejas perdidas”. A Él le interesan las últimas, las pequeñas, las perdidas…, y siente una enorme predilección por ellas.

Oración

Aquí nos tienes, Trinidad Santa, dispuestas a buscar la moneda o la oveja perdida. Deseosas de que nuestro corazón se parezca cada vez más al tuyo y se movilice ante la debilidad humana. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sin comunidad no puede haber persona humana.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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abrazoMt 18, 15-20

Del capítulo 16 hemos pasado al 18. Mt comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término “hermano” para designar a los miembros de la comunidad. Hay que notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida, que termina con la frase: “Así vuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano que ha fallado.

Lo que nos relata el evangelio de hoy es seguramente reflejo de una costumbre de la comunidad de Mt. Se trata de prácticas que ya se llevaban a cabo en la sinagoga. En este evangelio es muy relevante la preocupación por la vida interna de la comunidad (Iglesia). El evangelio nos advierte que no se parte de una comunidad de perfectos, sino de una comunidad de hermanos, que reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos sin violencia. Sería muy interesante que esto lo tuviéramos en cuenta en las relaciones de familia.

En la primera frase tenemos un problema en el mismo texto, porque han llegado a nosotros distintas versiones: ‘si tu hermano peca’, ‘si tu hermano peca contra ti’, ‘si tu hermano te ofende’. Lo que está claro es que ninguna de estas versiones se puede remontar a Jesús. Los evangelios ponen en boca de Jesús lo que era práctica de la comunidad para darle valor definitivo. Al pecar contra ti, debía corresponder el perdón. El próximo domingo, Jesús dirá a Pedro que tiene que perdonar ‘setenta veces siete’.

Si tu hermano peca”, no debemos entenderlo con el concepto que tenemos hoy de pecado. La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando en torno a los pecados contra la comunidad. No se tenía en cuenta, ni se juzgaba, la actitud personal con relación a Dios sino el daño que se hacía a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado sino el daño que había hecho a la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros.

La corrección fraterna no es tarea fácil, porque el ser humano tiende a manifestar su superioridad. En este caso puede suceder por partida doble. El que corrige puede humillar al corregido queriendo hacer ver su superioridad moral. Aquí tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¿Cómo pretendes sacar la mota del ojo del tu hermano, teniendo una viga en el tuyo? El corregido puede rechazar la corrección por falta de humildad. Por ambas partes se necesita un grado de madurez humana no fácil de alcanzar. Hoy tenemos la dificultad añadida de que no existe una verdadera comunidad.

Hoy tendría mucha más aplicación a la familia. Tendemos a esperar que los otros sean perfectos y en cuanto algún miembro de la familia falla ponemos el grito en el cielo. La verdad es que ninguna comunidad es posible sin aceptar y comprender que todos somos imperfectos y que antes o después saldrán a relucir esas carencias. Es muy difícil advertir al otro de sus fallos sin acusarle, pero es más difícil todavía aceptar que me corrijan.

Partiendo de que todo pecado es un error, lo que falla en realidad es la capacidad de los cristianos para convencer al otro de su equivocación, y de que siguiendo por ese camino se está apartando de la meta que él mismo pretende conseguir. Una buena corrección tiene que dejar muy claro que buscamos el bien del corregido y no nuestra vanagloria. Debemos ser capaces de demostrarle que no solo se aleja él de la plenitud humana sino que impide o dificulta a los demás caminar hacia esa meta. Radicalmente apartado de los demás, ningún hombre conseguiría el más mínimo grado de humanidad.

Atar y desatar. Es una imagen del AT muy utilizada por los rabinos de la época. Se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o excluirlo. Así lo entendieron también las primeras comunidades, cuyos miembros eran todos judíos. El concepto de pecado como ofensa a Dios que necesita también el perdón de Dios, tal como lo entendemos hoy, no fue objeto de reflexión en la primera comunidad. No se trata de un poder conferido por Dios para perdonar los pecados entendidos como ofensas contra Él.

Todo lo que atéis en la tierra…” Hace dos domingos, el mismo Mt ponía en boca de Jesús exactamente las mismas palabras referidas a Pedro. El poder de decidir ¿lo tiene Pedro o lo tiene la comunidad? Solo hay una solución: Pedro actúa como cabeza de la comunidad. En el evangelio de Mateo no se encuentra una autoridad que toma decisiones. En el contexto podemos concluir que son las personas individuales las que tienen que acatar el parecer de la comunidad y no al revés, como se nos ha querido hacer ver.

“Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga presente. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo. Esto lo hemos olvidado con frecuencia.

Es imposible cumplir hoy ese encargo de la corrección fraterna porque está pensado para una comunidad, donde se han desarrollado lazos de fraternidad y todos se conocen y se preocupan los unos de los otros. Lo que hoy falta es precisamente esa comunidad. No obstante, lo importante no es la norma concreta, que responde a una práctica de la comunidad de Mt, sino el espíritu que la ha inspirado y debe inspirarnos a nosotros la manera de superar los enfrentamientos a la hora de hacer comunidad.

La comunidad es la última instancia de nuestras relaciones con Dios. Es absurdo pretender una directa relación con Dios para solucionar mis fallos. El texto evangélico insiste en que hay que agotar todos los cauces para hacer salir al otro de su error, pero una vez agotados todos los cauces, la solución no es la eliminación del otro, sino la de apartarlo, con el fin de que no siga haciendo daño a la comunidad. La solución final manifiesta la incapacidad de la comunidad para convencer al otro de su error. Si la comunidad tiene que apartarlo es que no tiene capacidad de integrarlo.

El sentido de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud del hombre. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es esta: “es un homicidio virtual”. Seguramente es hoy el pecado más extendido en nuestras comunidades.

Meditación

La máxima manifestación de desamor es la indiferencia.
Camuflarla bajo el manto de respeto, o tolerancia, es cobardía.
Si no me comprometo con el bien espiritual del otro,
es que su presente y su futuro me importan un comino.
Debo ir al encuentro del otro para ayudarle, sin juzgarle.
Si no busco el bien del otro, mi plenitud quedará truncada.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Oración Comunitaria.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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Brothers in Christ

Brothers in Christ

La música del alma, la puede oír el mundo entero (Lao-Tzu)

7 de septiembre. DOMINGOXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 18, 15-20

Os digo también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi padre del cielo se la concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Aunque la historia franciscana nos relata que el Santo de Asís instaba a sus hermanos a esconderse en el eremitorio del propio cuerpo, la oración personal y contemplativa no indujo a Francisco a aislarse del mundo que lo rodeaba: los hermanos, los fieles y los infieles, los seres todos de la creación. Muy al contrario, relatan las crónicas, la oración contemplativa de Francisco desembocaba en la oración comunitaria y litúrgica.

El “in medio eorum” de Jesús (Mt 18, 20) -que presupone oración comunitaria- es un adverbio de lugar: “entre”, “en”, “dentro de”Significados todos ellos inseparables e irrenunciables en toda Comunidad de Vida. ¿Que cómo se manifiesta?

 

«Es verdadera oración comunitaria aquella en la que todos participan de hecho y en la que la verdadera fraternidad viene expresada en la confianza, comprensión y caridad recíproca. A este efecto pueden ser útiles, conforme a nuestra tradición, los coloquios espirituales, la comunicación de experiencias, la reflexión evangélica participada, las celebraciones comunitarias de la penitencia y de la palabra, la revisión de vida y otros medios parecidos» (II Consejo Plenario de la Orden capuchina, nº 33 de su documento final sobre la oración).

Jesús quiere que los seguidores de su doctrina no sólo recemos sino, y sobre todo, que seamos Fígaros de la sociedad en que vivimos. Atentos a cuanto el prójimo y demás seres nos piden, cuando algo necesitan. Como el protagonista de la ópera de Rossini “El barbero de Sevilla”: Fígaro quí, Fígaro lá…

Como ha hecho el papa Francisco el pasado 8 de junio rezando por la paz en Oriente Medio y en el mundo entero, y plantando un olivo en los jardines del Vaticano junto con el presidente israelí Simón Péres y la Autoridad Nacional Palestina Mahmoud Abbas. Besos de paz en Santa Marta y un abrazo memorable rubricaron el acontecimiento.

El patriarca ecuménico Bartolomeo I tintó de buena fe los jardines con esta declaración de caseras intenciones: Estamos en este lugar, israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz, por Tierra Santa y por todos sus habitantes. Y el de Roma –venido de lejanas tierras– lanzó también su órdago quebrando los límites del terruño: “Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino en busca de lo que une para superar lo que divide”. 

Las raíces de ese entendimiento las fijan los místicos en estos términos: “El principio más básico del diálogo ecuménico es que dicho diálogo debe comenzar, en primer lugar, dentro de uno mismo” (Thich-Nhat-Hanh, Buda viviente, Cristo viviente). Sólo de ese modo se podrá confiar en que la armonía universal sea consistente.

Y ojalá esa música del alma la pueda oír pronto el universo, como dijo Lao-Tzu hace más de dos mil quinientos años, y disfrutar su melodía esta generación y las que nos sucedan. Que en modo alguno se repita la historia relatada por Khalil Gibràn en  Arena y Espuma:

“Una vez cada cien años Jesús de Nazareth se encuentra con el Jesús de los cristianos en un jardín entre las colinas del Líbano. Y conversan largamente; y siempre Jesús de Nazareth se despide del Jesús de los cristianos, diciendo: Amigo, mucho me temo que nunca lleguemos a entendernos”.

“La música del alma, la puede oír el mundo entero” (Lao-Tzu)

Y Mateo: Os digo también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi padre del cielo se la concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Christine Stevens, en La música como medicina, escribió:

VIVIR EN ARMONÍA

Nuestras almas están hechas de armonía.

Nuestra alma evoluciona
al compartir la relación armónica con todos los seres vivos.

Calibra nuestra alma y no es de extrañar
que el principio de vibración por simpatía
nos recuerde que todos influimos en todos,
descubriendo éste
que todo se basa en la prueba científica
de nuestra neurología
de la empatía y del sistema de las neuronas espejo.

Las culturas que viven y practican
estar en armonía con la naturaleza
y entre los miembros de su comunidad
nos recuerdan que todos somos una gran familia.

La armonía nos invita a unirnos a la comunidad,
a confiar más el uno en el otro y a forjar relaciones

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Perdonar no es una opción, es una obligación.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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correccion-lev-1917(Mt 18,15-20)

Hoy, el evangelio de Mateo nos ofrece un texto singular que tiene en el trasfondo la necesidad buscar modos de afrontar los desencuentros personales y los conflictos comunitarios. El texto se enmarca entre dos parábolas cuyo tema es el perdón y la misericordia (la oveja perdida en 18, 12-14 y la del siervo perdonado que no aprendió a perdonar en 18, 21-35) ofreciendo de este modo un enfoque desde el que interpretar la normativa comunitaria que el relato plantea.

La comunidad de Mateo, asentada probablemente en Antioquia de Siria, vive un momento en que necesita dar forma a su vida fraterna y fortalecer sus vínculos como grupo para poder responder a los desafíos de su entorno y no fracasar en su seguimiento de Jesús. Son muchas las situaciones nuevas que han de afrontar como seguidoras/es de Jesús especialmente relacionadas con la conducta dentro del grupo y con el modo de estar con sus vecinos o familiares no cristianos.

Mateo sabe que el mejor criterio para afrontarlas con éxito es mirar a Jesús y preguntarse, como querría él que actuasen por eso, en la medida que va narrando la vida de Jesús y su mensaje, va incorporando referencias de conducta que puedan ayudar a sus hermanos y hermanas de la comunidad. El texto de hoy responde precisamente a eso, a ofrecer un marco de actuación que les permita resolver adecuadamente los enfrentamientos y desajustes en las relaciones personales, comunitarias y sociales.

La propuesta que hace el evangelista, sin embargo, no solo pretende articular un proceso de resolución de conflictos personales o grupales, sino que muestra un camino de actuación basado en el perdón gratuito. Mirando a Jesús entiende que no solo hay que señalar la culpa y buscar el arrepentimiento, sino que hay que actuar de modo que se priorice la sanación de la herida y se posibilite la reconciliación.

El diálogo personal, la escucha, la ausencia de juicio y la acogida comunitaria son las claves que permitirán que la ofensa no dañe la comunión y el cariño. Si no es posible el encuentro con quien nos ha ofendido, Mateo propone considerar a esa persona como un pagano o publicano (Mt 18,17). En principio parecería que eso podría significar una expulsión o un rechazo, pero no es así. Mirando a Jesús nos encontramos que para él los publicanos, los/as pecadores/as los paganos/as…son destinatarios preferentes, son los que más necesitan de su cercanía, de su comprensión y amistad. Ellos son la oveja que su Abba no quiere que se pierda (Mt 18, 12-14) y recuperarla sigue siendo un compromiso de la comunidad a pesar de todo.

La comunidad está llamada a acoger sin esperar nada a cambio, a perdonar sin condiciones, a fortalecer sus vínculos. Lo importante no es tener capacidad de atar o desatar, de tomar decisiones que cierren o abran caminos de encuentro y de futuro (Mt 18, 18), lo que cuenta es que eso se haga con los criterios de Jesús porque él es quien la ha reunido y la fortalece (Mt 18,19).

Previamente, Mateo había recordado otras palabas de Jesús en las que él definía quienes tenía que estar en el centro de las preocupaciones de la comunidad: todos/as aquellos/as que se podían identificar con los/as niños/as porque eran pequeños/as e indefensos/os (Mt 18, 1-7). Muchas veces esa pequeñez no significaba sencillez o inocencia, sino que venía unida a carencias, a situaciones dolorosas que les hacían errar el camino. Acoger al hermano o a la hermana con su vulnerabilidad era acoger a Jesús y seguirle por el camino. Restaurar la vida de quienes están heridos/as, sostenerlos en la comunidad dándoles tiempo a cambiar, abrirles espacios de escucha, acompañarlos es tarea de la comunidad. Tarea difícil pero ineludible, pues abandonar, juzgar, estigmatizar no entran en las reglas de juego de una comunidad que quiere seguir a Jesús (Mt 18,10-11).

Quien se reúne en nombre de Jesús de Nazaret siempre tiene abierta la puerta para escuchar, entender, perdonar, acoger…siempre sabe esperar con paciencia la vuelta de quien se ha alejado, siempre busca la manera de expresar el cariño en un abrazo, la incondicionalidad en un gesto, el perdón en una mirada limpia y entrañable.

Una utopía quizá… pero así es el mensaje del Reino, porque así es el corazón de Dios. Nunca hay excusas para la compasión y el perdón, nunca hay espacio para la desconfianza ni para el intercambio mercantilista (Mt 18, 27-35). Perdonar no es una opción, es el mandamiento. Si de verdad sentimos el amor y el perdón incondicional de Dios no podemos hacer otra cosa que perdonarnos de corazón unos/as a otros/as (Mt 18, 35).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Cómo vivir las tensiones en los grupos

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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TensionesDomingo XXIII del Tiempo Ordinario

6 septiembre 2020

El relato de Mateo parece recoger las “normas” que se fue dando aquella comunidad para regular la convivencia entre sus miembros, particularmente en casos de conflicto doctrinal.

    Toda comunidad necesita normas o referencias, no solo para tratar de armonizar las relaciones entre las personas, sino para evitar arbitrariedades por parte de la autoridad. Aunque, con frecuencia, este segundo objetivo suele quedar en entredicho al reservarse la propia autoridad la interpretación de la norma.

   Por ello, aun siendo necesaria, la regulación se convierte fácilmente en manipulación, en cuanto hay absolutización de la norma y apropiación de su interpretación por parte de algún grupo. Cuando eso ocurre, es ese grupo de poder quien maneja la norma en beneficio propio, juzgando y condenando fácilmente a quienes discrepan.

     No solo eso. Cuando la norma –o una interpretación de la misma– se absolutiza, suele utilizarse como pretexto para juzgar y condenar al otro –que será “considerado como pagano o publicano”–, al mismo tiempo que para justificarse uno mismo, en cuanto “cumplidor” de la ley. Es la trampa del legalismo, tan frecuente en grupos rígidos, también religiosos.

  En todo grupo o comunidad, las tensiones son inevitables. Son resultado de la diferencia de necesidades y de aspiraciones que vive cada uno de los miembros. La clave está en el modo de gestionarlas. Cuando su gestión no es adecuada, desembocan en conflicto abierto; cuando es acertada, se convierten en oportunidad de aprendizaje y de crecimiento para las personas y para la propia comunidad.

   La gestión adecuada de las tensiones parece requerir la capacidad de conjugar con acierto la autenticidad con la flexibilidad: ser fiel a sí mismo –eso es ser auténtico–, al mismo tiempo que flexible ante las demandas de los otros. Lo cual a su vez implica un grado notable de humildad y de libertad interior, como condiciones de un diálogo honesto, en el que no se busca tener razón ni favorecer el propio interés, sino la verdad de la relación y el bien de las personas.

¿Cómo vivo las tensiones en cualquier grupo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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