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Santa María Madre de Dios. Miércoles 01 de Enero de 2020

Miércoles, 1 de enero de 2020
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De Koinonia:

0108

Números 6,22-27

Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré

El Señor habló a Moisés:

“Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:

“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti
y te conceda la paz”.

Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.”

*

Salmo responsorial: 66

El Señor tenga piedad y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R.

*

Gálatas 4,4-7

Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer

Hermanos:

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá! (Padre).” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

*

Lucas 2,16-21

Encontraron a María y a José, y al niño.

A los ocho días, le pusieron por nombre JesúsEn aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.

Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(1 de enero de 1978)

Amados hermanos, amados radio-oyentes:

Con el saludo bíblico que Dios mandaba cuando se dirigía a su pueblo, ya que los cristianos hoy somos el Israel espiritual de Dios, somos el pueblo de Dios, y para nosotros es este precioso augurio de Año Nuevo: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”, no podía hacerse un saludo más oportuno y espléndido para el año nuevo que estas palabras que la Biblia pone a nuestra consideración esta mañana, y al mismo tiempo unir a esta buena voluntad de Dios la presencia de María, la Virgen Madre.

Hay una fiesta oficial de la Iglesia en honor de María y es hoy, 1º de enero. Ocho días después de dar a luz al Redentor del mundo la Iglesia quiere llamar la atención de todos sus hijos para celebrar la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Así se inicia el año bajo la bendición directa de Dios y bajo este título que es toda una inspiración de confianza en el poder de la Virgen, por ser de Dios. Leer más…

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Fiesta de Santa María, Madre de Dios. Tres actitudes para el nuevo año.

Miércoles, 1 de enero de 2020
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maria-y-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Un extraño cambio en 1970

Cualquier judío sabe que a un niño hay que circuncidarlo a los ocho días de nacer. Así lo ordenó Dios a Abrahán: “A los ocho días de nacer, todos vuestros varones de cada generación serán circuncidados” (Génesis 17,12). Por consiguiente, cuando la iglesia adoptó el 25 de diciembre como fecha del nacimiento, el 1 de enero pasó a celebrarse la fiesta de la circuncisión e imposición del nombre de Jesús.

            Existía también una fiesta de Santa María, Madre de Dios, solemnidad que se había introducido en las iglesias orientales hacia el año 500 y que la iglesia católica romana terminó celebrando el 11 de octubre. Parecía lógico relacionar más estrechamente esta fiesta de la maternidad de María con el nacimiento de Jesús. Por eso, a partir de 1970 se trasladó la fiesta al 1 de enero.

            Esto implicó unir dos celebraciones importantes el mismo día: nombre de Jesús y Maternidad divina de María. Por si fuera poco, a Pablo VI se le ocurrió celebrar también el 1 de enero la Jornada Mundial por la Paz.

            Dado que incluso los cristianos más piadosos celebran el Fin de Año y no están al día siguiente con la cabeza demasiado despejada, se ha decidido aligerar un poco de celebraciones el 1 de enero.

            Y lo ha pagado quien menos se podía imaginar. La fiesta del Nombre de Jesús ha perdido la categoría de fiesta y pasa este año 2016 a celebrarse el día 3 de enero, aunque se mantiene en la misa del día 1 la referencia a la circuncisión e imposición del nombre.

El libro bíblico de los Números no lo escribió san Francisco de Asís

            La primera lectura de hoy dice:

El Señor habló a Moisés:

-Di a Aarón y a sus hijos:

Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.”

Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»

            Muchas personas piensan que esta bendición es de san Francisco de Asís. La escribió muchos siglos antes un autor bíblico para que la pronunciaran los sacerdotes sobre los israelitas. Es tan breve, clara y profunda que cualquier comentario sólo sirve para estropearla.

Tres actitudes para el nuevo año (Lucas 2,16-21)

            En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

            Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.

            María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

            Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.

            Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

            El texto relaciona dos acontecimientos muy distintos, separados por ocho días de distancia. El primero, la visita de los pastores, es lo mismo que leímos el 25 de diciembre en la segunda misa, la del alba. En la escena se distinguen diversos personajes:

  • ü Empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Los pastores simbolizan la “política incorrecta” de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos. Se comunica a unos pastores que, en la escala social de aquel tiempo, ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Sin embargo, esta gente tan poco digna socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: “Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.”
  • ü Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás gente de la posada, pero que probablemente nos representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.
  • ü Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Pero, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite “proclama mi alma la grandeza del Señor”. Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.

            Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios. Tres actitudes muy recomendables para el próximo año.

            La segunda escena tiene lugar ocho días más tarde. Algo tan importante y querido para nosotros como el nombre de Jesús lo cuenta Lucas en poquísimas palabras. Su sobriedad nos invita a reflexionar y dar gracias por todo lo que ha supuesto Jesús en nuestra vida.

En vez de propósitos y buenos deseos, una buena compañía

            El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. También se formulan deseos de felicidad, generalmente centrados en la clásica fórmula: salud, dinero y amor. La liturgia nos traslada a un mundo muy distinto. Abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege, de Jesús, que nos salva, de María, que medita en todo lo ocurrido.

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Dios es Padre, pero sobre todo es Madre.

Miércoles, 1 de enero de 2020
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vladimirskayaLc 2,16-21

Es una fecha cargada de connotaciones profundamente humanas: la circuncisión e imposición del nombre a Jesús, la maternidad de María, el comienzo del año. El día de la paz. No me gusta tratar más de un tema en cada homilía, pero hoy tenemos que hacer una excepción. La fiesta quedaría incompleta si omitiéramos alguno de estos aspectos. De todas formas, desde el punto de vista litúrgico, el más importante es el de María Madre y a ello dedicaremos mayor espacio.

1º.-María madre de Dios”. Es la fiesta más antigua de María en occidente. Pablo VI la recuperó y la colocó en este día de la octava de Navidad y primero del año. La maternidad de María es un dogma. Esto no nos tiene que asustar, porque lo que de verdad importa es la manera de entender hoy esa verdad. Fue definido en Éfeso en el 431. Pero no se trata de un dogma mariológico, sino cristológico. Ni en los evangelios ni en los primeros escritos cristianos se preocuparon de María.

La mejor prueba de que en la definición de Éfeso no querían decir lo que se entendió, es que tuvo que ser aclarada veinte años después por el concilio de Calcedonia (451). En este concilio se afirmó, que María era madre de Dios, pero “en cuanto a su humanidad”. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de la humanidad de Dios? Efectivamente, llamar a María “madre de Dios”, porque fue la madre de Jesús, es violentar los conceptos. Jesús fue un ser humano que comenzó a existir en un momento determinado de la historia. El niño que lloraba y que mamaba, se meaba y se cagaba, no puede ser identificado con Dios que está fuera del tiempo y no tiene ni principio ni fin.

Para entender el dogma de la “Theotokos” (la que pare a Dios), debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado. Era un intento de confirmar que el fruto del parto de María fue una única persona: Jesús. Contra Nestóreo que afirmaba dos personas en Jesús, una humana que era Jesús, y una divina, la segunda de la trinidad. No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió el mismo Nestóreo para condenar a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo. Faltó el canto de un duro para que condenaran como herejía lo que se definió como dogma.

Aunque no fue la intención del concilio, lo que se entendió del dogma, no deja de tener su importancia a la hora de pensar la realidad de Dios. Que nos hayamos atrevido a dar una madre a Dios tiene unas connotaciones psicológicas incalculables. Manifiesta una necesidad de comprender a Dios desde nuestra realidad humana. Somos hijos de Dios y Él es a la vez Hijo de una mujer… Dios entrando en la dinámica humana y el hombre entrando en la dinámica divina. Llamar a María Madre es manifestar que es origen de algo tan importante como es la presencia de Dios en Jesús.

2º.- La circuncisión se hacía a los ocho días y era el rito religioso fundamental para el pueblo judío. Mucho más que el bautismo para nosotros. Implicaba ponerle un nombre, que en aquella época era muy importante y que en este caso, según el relato, no lo eligen ellos, sino que viene impuesto. Lo que significa el nombre “Jesús” (Dios salva) resume toda su vida. La circuncisión suponía, además, la adhesión legal de la criatura al pueblo de Israel. Si era primogénito, como en el caso de Jesús, había que rescatarlo de la obligación de ofrecer al Señor todo primogénito.

3º.- El comienzo del año supone traspasar una frontera. En el NT griego, encontramos dos palabras que traducimos por “tiempo”, pero que tienen un significado muy diferenciado. “Chronos” es el tiempo astronómico. Se refiere al paso de las horas, días y años… En principio, es lo que estamos celebrando hoy. Kairos sería el tiempo humano. Es el tiempo oportuno para hacer algo importante que atañe a la condición humana de cada uno. Éste es mucho más importante desde el punto de vista religioso. Es el tiempo que se me da como oportunidad de crecer en el ser. No debería traspasar la frontera del año sin hacer una reflexión sobre mí mismo, y valorar cómo estoy haciendo uso de algo tan importante y tan efímero como el tiempo cronológico.

Sabemos que Dios es amor y que el don de sí mismo es total, absoluto y eterno. Nunca se podrá “arrepentir” de ser lo que es para nosotros. Pero ese don no es una imposición desde fuera. Si el hombre no lo descubre y lo acepta, no significará absolutamente nada para él. La aceptación de ese don, que es Dios, tenemos que hacerla desde la más profunda humanidad. No es suficiente una vida animal y racional plena. Es necesaria una perspectiva humana que sólo se da más allá de lo biológico y lo racional. Para que Dios llegue a nosotros, tenemos que concebirlo y darlo a luz.

4º.- El día mundial de la paz. Tal vez sea una de las carencias que más afecta al ser humano de hoy, porque la ausencia de paz es la prueba palpable de una falta de humanidad a todos los niveles. Ahora bien, la reflexión que hacemos no puede quedarse en aspavientos y quejas sobre lo mal que está el mundo. No podemos descubrir lo que significa la paz hablando de guerras y conflictos. Menos aún, quedándonos en una crítica externa sin mover un dedo para cambiar.

No son las contiendas internacionales, por muy dañinas que sean, las que impiden a los seres humanos alcanzar su plenitud. Los grandes conflictos internacionales los originamos nosotros con nuestras riñas y pendencias individuales. Si no hay paz a escala mundial, la culpa la tengo yo, que lucho a brazo partido por imponer mis criterios o caprichos egoístas a los que están a mi alrededor. El egoísmo, que impide la armonía en nuestras relaciones personales, es el causante de las más feroces guerras a todos los niveles.

La paz no es una realidad que podamos buscar con un candil. La paz será siempre la consecuencia de unas relaciones verdaderamente humanas entre nosotros. Es muy deprimente que nos sigamos rigiendo por el proverbio latino: “si vis pacem parat vellum”. Si te preparas para la guerra, es que estás pensando en quedar por encima del otro para esclavizarlo. Si no existe una auténtica calidad humana no puede haber una verdadera paz, ni entre las personas ni entre las naciones.

El primer paso en la búsqueda de la paz, tengo que darlo yo caminando hacia mi interior. Si no he conseguido una armonía interior; si no descubro mi verdadero ser y lo asumo como la realidad fundamental en mí, ni tendré paz ni la puedo llevar a los demás. Este proceso de maduración personal es el fundamento de toda verdadera paz. Pero es también lo más difícil porque exige la superación de todo egoísmo. Una auténtica paz interior se reflejaría en todas nuestras relaciones humanas, comenzando por las familiares y terminando por las internacionales.

¡Recuperemos el shalom judío! En esa palabra se encuentra resumido todo lo que intento deciros en estas líneas. Nuestra palabra “paz” tiene connotaciones exclusivamente negativas: ausencia de guerra, ausencia de conflictos, etc. Pero el shalom se refiere a realidades positivas. Decir shalom significaría un deseo de que Dios te conceda todo lo que necesitas para ser auténticamente tú, incluida la misma presencia de Dios en ti.

El ser humano auténtico es el que ha superado el egoísmo, es decir, ha dejado de pretender que todo, personas y cosas, giren en torno a él. Aprender a amar, preocuparse de los demás, entrar en armonía no sólo con los demás sino con toda la creación, es la auténtica preparación para la paz. El que ama no pelea por nada ni pretende nada de los demás, sino que está encantado de que todos saquen provecho de él.

Meditación

¡Convertir el Chronos en Kairos!
Esta es mi principal tarea como ser humano.
Tengo que aprovechar el “tiempo” que se me da.
Mi tiempo no puede ser sólo geológico o biológico.
Mi tiempo tiene que ser siempre humano
El tiempo que dedico a mí mismo,
puede ser el más humano y el más inhumano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dios en Salida: La Tierra, Planeta de Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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D8ED4929-29B6-4171-8BDB-0213A3DA8E99Del blog de Xabier Pikaza:

Feliz Navidad 2019

Que los hombres se hablen y amen: Así nace Dios

 

De manera sorprendente  el evangelio de Juan (1, 12-13) amplía y aplica la Navidad de Jesús (nacer de Dios, concepción por el Espíritu) a todos los que escuchan y acogen la Palabra:

A quienes la recibieron (a la Palabra de Dios) les dio el poder de ser Hijos de Dios; los cuales no han nacido (no han sido engendrados) ni de las sangres, ni del deseo (=voluntad) de la carne, ni del deseo (voluntad) de un varón, sino que han nacido de Dios.

               Desde ese fondo quiero ofrecer una sencilla Teología de la Navidad, como introducción a esta gran fiesta de Dios y del Hombre que celebran (celebramos) los cristianos. Nace Dios en nosotros, es su fiesta. Nacemos nosotros en Dios, es nuestra fiesta.

Nacemos todos y somos, unos en los otros, ésta es la fiesta universal de la vida sagrada, en este diminuto Planeta de la Navidad, que es la tierra, perdida en un espacio infinito de fuerzas, movimientos, astros y asteroides que parecen vagar y perderse en su nada. Dios en salida, esto es la tierra, es Navidad.

Jesús, nacimiento universal

 410F6C62-ACD8-42D8-BC46-AA8155E2AD77        Conforme al texto citado de Jn 1, 12‒13, todos los que confían en el Dios de la Vida y de él provienen (provenimos) son Palabra de Dios encarnada, como ha sido Jesús (Palabra hecha carne: Jn 1, 14). En esa línea quiero hablar de un mesianismo universal de la Palabra proclamada y compartida, en contra de otros de tipo particular[1]:

‒ Éste no es un mesianismo guerrero, Cristo no es un conquistador.Los Salmos de Salomón recuerdan que Dios escogió a David por rey y aseguró con juramento que sus hijos gozarían del reino para siempre (Sal Sal 17, 5). Pero ese salmo sigue diciendo que el pecado de Israel truncó la promesa (Sal Sal 17, 6-22), de forma que debe elevarse la voz del orante: “Mira, oh Señor, y ensalza entre ellos a su rey…; cíñele de fuerza, de manera que pueda aniquilar a los poderes enemigos y limpie a Jerusalén de los paganos…” (17, 23-24).

            El rey a quien espera el orante de este salmo es Hijo de David (17, 5. 23) y Ungido del Señor (17, 36; 18, 6. 8). Su tarea primordial será instaurar el reino de Israel, venciendo a los poderes enemigos y logrando así el dominio sobre todos los pueblos de la tierra (17, 23-27). Pues bien, conforme a todo lo que venimos indicando, un reino extendido por dominio militar va en contra del Cristo Jesús. En la Navidad no celebramos, por tanto, un mesianismo guerrero de grandes vencedores, sino la Navidad de la Vida en los pequeños y los pobres, en los niños.

‒ Éste no es un mesianismo clerical, Cristo no es sacerdote superior, ni un mago celeste de templo. Los ambientes sacerdotales del entorno de Jesús consideraban primordial el orden cúltico y religioso del templo. Por eso, junto al mesías de David (guerrero) insistían en el Mesías de Aarón (Gran Sacerdote). Esta dualidad mesiánica, insinuada en Zac 6, 9-14, ha sido temáticamente desarrollada en Test XII Pat y en algunos textos Qumrán. El rey, mesías de David (o de Israel) dirigirá el combate, como jefe de batalla, pero ha de hallarse sometido a la norma y dirección del Sumo sacerdote, jerarca sacral y mediador de Dios para los hombres. Cf. Test Levi 18; Test Judá 24; CD VII, 18 XIX, 7; 1Q Sa II, 12 1Q Sb V, 20.

  historia-de-jesus          Pues bien, en contra de eso, Jesús se opuso al orden sacerdotal del templo, con su jerarquía de levitas superiores. El Cristo que ha nacido en Belén no ha sido un mesías sacerdotes, sino un niño de pueblo, en el entorno de Jerusalén, un niño de todos, para todos, la humanidad entera como “niño de Dios”, Dios hecho niño, aprendiendo a vivir y viviendo en la trama de dura y tierna historia de los hombres.

En una línea regia y/o sacerdotal, Jesús no hubiera sido mesías para todos. Conforme a la “lógica de Dios”, Jesús (Dios niño) no ha impuesto el Reino por la fuerza, ni ha sido Sumo Sacerdote de Jerusalén,  sino  Mensajero y Presencia (=Palabra) de un Dios que es principio de comunión (=salvación) universal. Posiblemente se consideraba “hijo de Dios”, pero no para imponerse sobre otros, sino para abrir entre (para) todos un camino de Palabra compartida.

No vino de un cielo superior de imposición, de manera sólo transcendente, para realizar un juicio supra-temporal, sino que surgió en la historia de esperanza de su pueblo, centrada, simbólicamente, en la figura de David. En esa línea, él actuó como rey sin reino (sin ejército, dinero o territorio, sin estrategia militar…), como hombre de Dios, Dios-hombre al servicio de los pobres, desde Galilea, mirando hacia Jerusalén, donde subirá para proclamar su (una) Palabra que es presencia salvadora, universal de Dios, nueva humanidad.

Nacer de Dios, ésa es la Palabra

Éste es el testimonio clave de la Navidad, conforme a Jn 1, 14: La Palabra se hizo carne,es decir, un niño. Jesús es la Palabra que nace, el mensaje de la vida que es Dios, esperanza de resurrección (de culminación) para los hombres. . En ese contexto debo insistir en la importancia de una cristología de la Palabra resucitada y resucitadora, mostrando así que Jesús es Cristo por ser (y siendo) palabra de Dios encarnada:

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‒ Jesús es “palabra creadora”, en la línea del Logos-Dabar de Gen 1 y de los profetas. Pero el autor del Génesis y los profetas suponen que Dios‒Palabra no se ha encarnado del todo en los hombres. Ciertamente, ellos han proclamado un mensaje muy hondo, como muestran Amós y Jeremías, Ezequiel e Isaías II, pero (conforme a una visión recogida en Hbr 1, 1‒4, cf. cap. 5‒8, 19) ellos nunca han dicho plenamente la Palabra, de forma que no se identifica con Dios en amor, en sanación, en presencia personal (resucitada).

‒ Jesús es Palabra‒Persona,de manera que en él se identifica lo que él es y lo que dice, con lo que dice y es Dios, de tal forma que sus seguidores le han podido llamar Palabra de Dios (=Dios Palabra humana). Ciertamente, él no ha dicho “yo soy la Palabra de Dios”, pero sus discípulos le han visto así, y así le han comprendido, como ha puesto de relieve el evangelio de Juan. En ese sentido podemos afirmar que él ha muerto por ser Palabra de Dios (como a profeta falso le han condenado), y sólo así, por ser Palabra Viva (=Dios Palabra) ha resucitado.

              Los profetas habían sido “portadores de la Palabra”, y de esa forma ratificaban sus oráculos con la expresión: ¡Así dice Yahvé, Palabra de Dios! Pues bien, Jesús no ha sido sólo Palabra de Dios por lo que ha dicho, sino por lo que ha sido, de manera que le llamamos Mesías (Hijo de Dios, Salvador…) por ser Palabra, principio de comunicación universal, como ratifica su pascua. Ciertamente, en un sentido, “Jesús ha muerto”, pero ha muerto por hacerse (=para hacerse) palabra de comunicación universal, en amor, sobre la muerte.

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“Natividad del Señor”. 25 de diciembre

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

No sé cuándo comenzó la tradición de celebrar tres misas el día de Navidad; imagino que debe de ser muy antigua. Se comienza con la famosa misa del Gallo, por la noche, sigue la misa del alba y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). Indicaré algo que pueda ayudar en la del Gallo (la de la noche) y en la del día (con el evangelio más difícil).

Misa de la noche

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial (no consigo recordar su título), la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar el villancico “Noche de Dios”. Ese es el ambiente adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en las tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos: el fin del opresor, el fin de la guerra y el nacimiento de un niño. Es esto último lo que atrae la mayor atención. El niño será un heredero de David, adornado con los nombres y cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz.

El evangelio de Mateo citará esta profecía, pero aplicará a Jesús solo el comienzo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Jesús no termina con el opresor romano, no se acaban las guerras, y no reinstaura el trono de David. Pero su palabra y su acción irradian luz y alegría en toda Galilea.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús (“ha aparecido la gracia de Dios”) con la segunda y definitiva (“la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estos dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

El anuncio más desconcertante a las personas más inesperadas (Lucas 2,1-14)

Lucas, evangelista de los pobres y la pobreza, lo subraya desde el primer momento. Gabriel ha anunciado a María que concebirá un hijo prodigioso, que heredará el trono de David y reinará en la casa de Jacob para siempre. A la hora de la verdad, el niño no dispone ni siquiera de una cuna, solo de un pesebre. Porque la familia no encuentra sitio en el piso de arriba, donde se alojan las personas, y debe permanecer en el de abajo, donde están los animales.

En la misma línea, el anuncio del nacimiento, a pesar de toda la parafernalia del ejército del cielo cantando, se dirige a “unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño”. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. Y pasar la noche a aire libre vigilando el rebaño no es la ocupación más agradable. A estas personas se dirige el mensaje: “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Y qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado. Después de encontrar a María, a José y al niño acostado en el pesebre volverán dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído (evangelio de la Misa de la aurora).

Los pastores son un ejemplo perfecto para el cristiano. La Navidad no nos habla de un gran rey, deslumbrante de riqueza y esplendor. El ángel lo presenta “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y en este ser tan débil y poco aparente debemos depositar la confianza de que nos salvará. Y por él debemos alabar y dar gloria a Dios.

Misa del día

Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano: Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,

al comienzo de sus obras antiquísimas.

En un tiempo remotísimo fui formada,

antes de comenzar la tierra.

Antes de los océanos fui engendrada,

antes de los manantiales de las aguas.

Todavía no estaban encajados los montes,

antes de las montañas fui engendrada.

No había hecho aún la tierra y la hierba

ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;

cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;

cuando sujetaba las nubes en la altura

y fijaba las fuentes abismales.

Cuando ponía un límite al mar,

y las aguas no traspasaban su mandato;

cuando asentaba los cimientos de la tierra,

yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,

todo el tiempo jugaba en su presencia;

jugaba con la bola de la tierra

disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso

y una heredad donde habitar.

Entonces el creador del universo me ordenó,

el creador estableció mi morada:

Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.

En la santa morada, en su presencia ofrecí culto

y en Sión me establecí;

en la ciudad escogida me hizo descansar,

en Jerusalén reside mi poder.

Eché raíces entre un pueblo glorioso,

en la porción del Señor, en su heredad.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;

extendí mi mano, y no hicisteis caso;

rechazasteis mis consejos,

no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo. Todo fue creado por la Palabra de Dios; el sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.»

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa: se convierten en hijos de Dios, contemplan su gloria, y de su plenitud reciben gracia tras gracia.

Motivos de sobra para estar alegres y desearos a todos FELIZ NAVIDAD.

 

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Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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OLYMPUS DIGITAL CAMERAJn 1, 1-18

Anoche nos hablaban de un Niño, del pesebre, de pastores, de ángeles. En esta mañana nos habla del Verbo, Palabra preexistente, de Dios eterno y trascendente. Es una prueba más de que nos encontramos ante algo indecible. Curiosamente termina diciendo exactamente lo mismo: y la PALABRA se hace carne, Niño. Los dos relatos, como buenos subalternos, te colocan ante el misterio, pero el que tienes que torearlo eres tú. Solo tú puedes adentrarte en la realidad que está en ti, “más dentro de ti mismo que lo más íntimo de ti mismo”, como decía Agustín. Pero está ahí, y solo tú puedes descubrir ese tesoro y disfrutar de él.

La encarnación solo tiene realidad dentro de ti, como solo tuvo realidad dentro de Jesús, no fuera en acontecimientos o fenómenos externos. Solamente dentro de ti y dentro del otro. Buscarlo en otra parte es engañarte. Dice un cuento oriental: Un señor que pasaba por la calle, ve a su vecino que está buscando algo enfrente de su casa. ¿Qué es lo que has perdido? Le pregunta. La llave de mi casa. Yo te ayudaré a encontrarla. Pasa media hora y la llave no aparece. ¿Pero dónde la has perdido? Le pregunta el vecino. Dentro de casa. ¿Entonces por que la estás buscado aquí? Es que aquí hay más luz… Si no vivo lo que hay de Dios en mí, jamás lo descubriré ni en los acontecimientos, ni en los demás, ni en Jesús.

Aunque el domingo segundo de Navidad volvemos a leer este evangelio, voy a adelantar una frase: “caí Theos en o Lagos” y en latín: “et Deus erat Verbum”. La traducción puede ser: “y Dios era la Palabra”. También podría traducirse  por  “un ser divino era el proyecto”, puesto que en esta frase “Theos” no lleva artículo. En castellano también podemos traducir: “y la Palabra era Dios”. Pero debemos tener en cuenta que no se explica lo que es la Palabra por lo que es Dios, sino al revés; se explica lo que es Dios por lo que es la Palabra. Dios es el que se hizo hombre, y si se hizo hombre en Jesús, es que se hace hombre en todos los seres humanos. Por el contrario, si es Jesús el que se hace Dios, nosotros quedaremos al margen de lo que allí pasó. El despiste está asegurado y en ese error hemos vivido toda nuestra vida.

Seguimos creyendo y diciendo que Dios se ha hecho hombre, y hacemos decir al evangelio lo que nos interesa que diga. No es el hombre el que tiene que escalar las alturas del cielo para llegar a ser Dios; ha sido Dios el que se ha abajado y ha compartido su ser con el hombre. Eso es lo que significa la encarnación. Por medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos, ni en los ritos, sino en el hombre… Las consecuencias de esta verdad en nuestra vida religiosa serían tan demoledoras que nos asustan; por eso preferimos seguir pensando en un Jesús que es Dios, pero dejando bien claro que eso no nos afecta a nosotros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El niño de todos los rostros

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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he_risen_christ_710b-“Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado” (Film Criadas y Señoras)

25 diciembre. Navidad

Lc 2, 1-14

El ángel les dijo: No temáis. Mirad, os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo

Un tercio de la población mundial es cristiana, y es el mayor grupo religioso -2.200 millones- de la población terrestre. Que sigamos celebrando su cumpleaños después de más de dos milenios de su nacimiento no deja de ser, como mínimo, sorprendente.

En la película ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Kapra, George mantiene con su hija pequeña este diálogo: -“Procura dormir un poco”. –“No tengo sueño”.-Lo sé, lo sé, pero tienes que dormir. Así soñarás con ella y será un jardín entero”. Un sueño en el que doblan las campanas de todos los templos, de todos los sonidos y tamaños, celebrando con alegres villancicos el nacimiento de un niño en el pesebre de un establo.

Le había anunciado el profeta Isaías en 9, 5. Hoy le cantan los ángeles del cielo y los pastores; mañana los reyes de la tierra y la Cristiandad plena. Porque este niño de los mil rostros reflejan la identidad de la Humanidad entera y, como dice el convertido apóstol Pablo: “Porque la gracia de Dios salva a todos los hombres…” (Tit 2, 11)

Personalmente le veo como como veía a Treya, su amante esposa, Ken Wilber: “Sus ojos parecían comprometidos con la verdad. Cuando te miraba a los ojos sabías, a ciencia cierta, que esa mujer jamás te mentiría. Todos sus gestos y movimientos parecían impregnados de una integridad que despertaba de inmediato toda tu confianza. Parecía una persona con una gran confianza en sí misma, aunque no, por ello, se mostraba orgullosa ni insolente” (Gracia y Coraje).

Verdad, Integridad y Confianza, expresadas limpiamente en la Totalidad del Espacio y fundiéndose en todo el Universo a través de su palabra, sus gestos y sus hechos. Esta imagen seductora de Jesús trae a mi memoria la película Criadas y señoras (2011), de Tate Taylor, en la que las niñas blancas cuidadas por las criadas negras, las quieren, las abrazan y besan: “Tu eres mi mamá de verdad, Emy”, dice una de ellas. Y yo no me resisto, agradecido, a decirle al Buen Jesús otro tanto.

El Bom-Jesus de Río acoge al mundo entero con sus brazos abiertos. Porque, como dice una de las protagonistas negras en el citado film: “Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado”. Ni se olvida de los olivos, las aves, los peces, las tortugas y las liebres.

LA GACELA

Abrió el Cielo su jaula de podencos
y mi sangre lloró su ácido dolor
sobre la tierra ácida.

Mis oraciones eran cicatrices
en los jirones de la luna nueva.

-¿Por qué estas Navidades no regalas
Tarjetas de Crédito a tus fieles?

“Abres la mano tú, Señor,
y sacias de favores
a todos los vivientes”, dice el Salmo.

Así que no te olvides
de todas tus restantes criaturas:
los olivos, las aves y los peces
ni tampoco las liebres y tortugas.

¿Por qué una vez creadas, si son tuyas,
las dejaste a su suerte abandonadas?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Navidad: plenitud, abundancia y totalidad.

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
Comentarios desactivados en Navidad: plenitud, abundancia y totalidad.

cuentonavidad-blog_imagenDurante siglos las personas experimentaron en sus vidas la presencia y comunicación de Dios de diversas maneras. Así lo intentan expresar y explican las religiones, desde las más arcaicas a las más contemporáneas.

Ciertamente, de Dios puede decirse que es comunicación y vida. Y comunicación cada vez más próxima.

Con el nacimiento de Jesús esta comunicación se vuelve palpable, cercana, afectuosa. La Navidad nos permite, de esta manera, vislumbrar la cercanía de quien “existe desde el principio”, de aquel en quien reside la vida (“en él estaba la vida”), de la luz, de quien “estaba junto a Dios y era Dios”… (Jn 1).

Este Dios, tan bien narrado en textos bíblicos judíos, se acerca y viene a nuestra casa. La Navidad nos recuerda, así, la corporalidad de la comunicación de Dios. Si Dios ha hablado de muchas maneras, lo ha hecho de manera especial en Jesús; en ese niño que viene en una familia y vive con ellos.

Pero, a la vez, y siendo plenamente persona, Jesús transparenta lo trascendental (“Quien me ve a mí ve al Padre”). Y lo hace justamente en un cuerpo y persona humana.

Gracias a ello, “de su plenitud todos hemos recibido gracias tras gracia” (Jn 1,16). La Navidad también nos habla de plenitud, de abundancia, de totalidad. Nos recuerda que recibimos todo, que tenemos todo lo necesario, que estamos, nosotros al igual que él “llenos de gracia y de verdad”.

De esta manera, gracia sobre gracia, Dios se sigue comunicando. Sigue siendo la Palabra que existía desde el principio y que “ilumina a todo hombre”.

Y nos invita a ser consecuentemente transparentes. A transparentar la vida y la luz, a volver a nacer del agua y del espíritu (“ellos han nacido de Dios”) y a recibir y ofrecer la energía de quienes son hijos de Dios.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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“¿No necesitamos a Dios entre nosotros?”. 4 Adviento – A (Mateo 1,18-24)

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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04-adv-a-600x883Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?

No soy el único. A muchas personas las oigo hablar de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.

Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano?

¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»?

Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre. No parecen necesitar ya de Dios.

Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre?

Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo que realmente queremos?

¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?

Para encontrarnos con ese Dios no hay que ir muy lejos. Basta acercarnos silenciosamente a nosotros mismos. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.

Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal de que te abras a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios.

José Antonio Pagola

 

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“Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David”. Domingo 22 de diciembre de 2019. 4º de Adviento

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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04-advientoa4-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 7,10-14: Mirad: la virgen está encinta.
Salmo responsorial: 23:
Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria.
Romanos 1,1-7: Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios.
Mateo 1,18-24: Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David.

 Vamos a hacer en primer lugar un comentario litúrgico-pastoral a estos textos bíblicos en una línea más bien tradicional. Luego haremos una nota crítica.

En el pasaje de Isaías que escuchamos hoy resuena ese anuncio esperanzador del nacimiento de alguien que estará permanentemente inserto en medio de su pueblo. Al parecer estas palabras del profeta al rey Acaz se dieron en un contexto en el que las esperanzas del mantenimiento de la seguridad del reino de Judá se centraban más en el poder político y militar, dejando a un lado la confianza en el Dios YHWH. Isaías ha visto los afanosos intentos del rey para aliarse con sus vecinos en orden a defenderse de las amenazas del reino del norte, quienes a su vez se han aliado con otros para defenderse del poderoso de turno.

Para despertar de nuevo la confianza en Dios, el profeta se vale de un hecho probablemente histórico, el embarazo de alguna de las doncellas del rey. Así como esa joven dará a luz un primogénito, del mismo modo enviará Dios un descendiente davídico que asuma los destinos del pueblo, en medio del cual estará siempre; por eso su nombre “Emmanuel”, Dios con nosotros. Con base en esta profecía, se fue fomentando la idea de que el Mesías nacería de una virgen. Desde entonces, toda primeriza en Israel albergaba la esperanza de ser la madre del Mesías; todo ello debido a la misma terminología empleada tanto en el hebreo como en el griego y luego en nuestra lengua. Cuando Mateo relata la concepción de Jesús, se hace eco de esta profecía de Isaías y la cita textualmente.

La segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los romanos, concretamente se trata del encabezamiento de la carta. Allí relata Pablo a los cristianos de Roma su propia vocación al apostolado, para lo cual fue elegido por el mismo Dios. Para Pablo está claro que el evangelio que él predica es Jesucristo mismo, su persona, su obra, su muerte y resurrección. Es muy importante para el apóstol subrayar que este Jesús es descendiente de David en cuanto a lo humano, pero que Dios le otorgó su Espíritu constituyéndolo en Mesías todopoderoso, Señor Único, resucitándolo de entre los muertos. Otra cosa que recalca Pablo es que su actividad evangelizadora le ha sido otorgada por puro don, por vocación; de ahí que su preocupación haya sido durante toda su vida el dar a conocer a la noticia de Jesucristo especialmente a los gentiles.

En el evangelio, Mateo nos narra el origen de Jesucristo. María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Ello indica que estaban en un período que llamaban desposorio o compromiso matrimonial, período que podía durar de seis meses a un año, tiempo prudente para el esposo construir o acondicionar la casa en donde recibiría a su esposa. En el entretiempo la novia seguía viviendo con sus padres, dependiendo de su papá hasta que pasara formalmente a depender de su marido. La promesa de matrimonio o desposorio implicaba completa fidelidad al novio; todo acto de infidelidad era adulterio, y como tal podía ser castigado conforme a la ley mosaica.

En esas circunstancias, nos narra el evangelio que María resultó embarazada; pero aclara diciendo: “por obra del Espíritu Santo”. El hecho haría sentirse muy mal a José; sin embargo, agrega Mateo, que como “era un hombre justo, y para no exponerla a la infamia, decidió abandonarla en secreto”. José hubiera podido hacer valer sus derechos, exigir el castigo previsto por la ley…; con todo, quizá sin darse cuenta, va colaborando también él con los planes divinos.

En estos planes divinos no todo está garantizado, pues en ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas. Es una constatación que podemos hacer en toda la historia de la salvación partiendo desde el mismo paraíso. Parece que los planes de Dios caminaran sobre el filo de la navaja (!). Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato que hoy nos cuenta Mateo.

Pero en esos planes hay siempre una cosa muy importante que se llama diálogo. Precisamente en el diálogo con el ángel que le habla en sueños a José se nos muestra cómo Dios va incorporando a su proyecto a sus mismas criaturas. El silencio de aceptación de José es la respuesta que Dios nos pide también a nosotros. Le ponemos muchas trabas y condiciones a la obra de Dios. A veces intentamos “corregir” la manera como Dios actúa; ¡no es necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de Dios, lo demás Él sabe cómo lo hace.

Aunque en nuestro pasaje se resalta la figura de José en su duda, en su aceptación de ser padre de Jesús y de ponerle el nombre, la verdad es que María, que apenas es nombrada, está también allí recordándonos su actitud de fe y sumisión a los planes de Dios que son vida para el hombre y la mujer de todos los tiempos.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 133 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Una noche de dudas». El audio, el guión del texto, y su comentario bíblico-teológico, puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/133-una-noche-de-dudas/

Como nota crítica podríamos decir algo que hace mucho tiempo que es ya un «lugar común» en el mundo bíblico: los profetas no fueron en su tiempo adivinos del futuro, ni muchas de las cosas que los primeros cristianos creyeron ser «cumplimiento de lo anunciado por las Escrituras» realmente lo fueron. Ese esquema apologético de que lo sucedido en Jesucristo estaría previsto y anunciado en el pasado, hace tiempo que ha sido abandonado en los estudios bíblicos. Más. Desde hace apenas unos años, menos de veinte, se está hablando de una nueva ola, un «revolcón» en el tema de la historicidad bíblica. Ya sabíamos que había muchas cosas y figuras (importantes) de la Biblia que no eran literalmente histórica. Los grandes especialistas bíblicos ya exhibían hace tiempo una visión bastante matizada de la base histórica de la Biblia. Los planteamientos concordistas de La Biblia tenía razón, aquel famoso libro (1955), hace mucho tiempo que no gozan de audiencia. Pero en los últimos años, como decimos, se ha dado una vuelta de tuerca. Hay toda una corriente arqueológica última, la más actual, que se pronuncia ya con claridad por una postura bastante más radical sobre la historicidad. No quieren ya utilizar la arqueología para ornamentar con curiosidades la ciencia bíblica, sino que creen que debemos ser honrados y someter los estudios bíblicos a lo que la arqueología descubre y cree poder probar. Es, de alguna manera, una nueva edición del conflicto entre la ciencia y la fe, pero a estas alturas, la solución del conflicto está ya muy precocinada, y no caben componendas. Ya no vamos a condenar a Galileo… ni a los arqueólogos.

No podemos entrar aquí en más profundidad. Remitimos a un libro clave, de Finkelstein, La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires, 2003. O vean cualquiera de estos cuatro videos: https://vimeo.com/user10361814/videos, que son de toda calidad científica. Leer más…

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Dom 4º de Adviento. José, la conversión del patriarcado.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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FCA7CCD8-A41B-43B7-BF77-1D6D78FF7C79Del blog de Xabier Pikaza:

Teología de la Navidad. No temas al Espíritu Santo

Mt 1, 18-25. No tengas miedo de acoger a María: ha concebido por el Espíritu Santo

El evangelio de este domingo 4 de Adviento (Mt 1, 18-25, 22 XII 2019), ha sido y sigue siendo uno de los más discutidos y manipulados de la historia cristiana. Trata, ciertamente, de María y del Espíritu Santo, de José y del judaísmo (de las promesas de David); pero en el realidad trata de Dios y de la Iglesia, de forma que sólo ahora (desde las reformas del Papa Francisco) puede entenderse plenamente:

  1. Este evangelio nos lleva de la ley patriarcal, representada por José, hijo de David, a la era de María y del Espíritu Santo,  expresada en forma de libertad creadora, de amor que acoge y alumbra (da a luz), de apertura de Dios a todos los pueblos, desde Amazonia a Roma, desde la Meca a Samarcanda.
  2. Este evangelio marca el cumplimiento (=fin) de la era patriarcal, con el paso de una era de varones muy legales y una ley que encierra a todos en la servidumbre (representada por José, el hombre legal del AT) al Nuevo Testamento de la libertad del Espíritu, que crea vida en María, que no es sólo una mujer, sino la humanidad abierta a la  gracia y libertad mesiánica.
  3. Éste es el evangelio de la obediencia de José, es decir, de la escucha y respuesta creadora de la Iglesia patriarcal, que cumple su último deber desapareciendo,  es decir, muriendo, poniéndose al servicio de la libertad creadora de Dios, representada por María y el niño que nace, es decir, por la nueva Iglesia de la gratuidad y comunión, del Dios de las mujeres y los niños que aman y, amando transforman y redimen también a los varones (como José).
  4. Hablando en un sentido popular, José tiene que hacerse el “harakiri”,   dejarse morir, pero amando (acogiendo a la madre y al niño, llevándolos a Egipto…), para que nazca la vida de la gracia, como hizo Juan Bautista, diciendo a Jesús: Tengo que menguar para que tú crezcas, para que crezca la gracia de todos (en la que quiero también incluirme)… Algo así tiene que decir hoy la iglesia patriarcal (patriarcalista): Tengo que pasar, para que vengan ellos: Jesús y María, la nueva Comunión universal de los creyentes, habitados y transformados por el Espíritu de Dios.
  5. Éste no es un morir pasivo (simplemente resignado: Muramos,pues, que vengan otros; tras de mí el “diluvio…”), sino un morir dando vida, es decir, resucitando, poniendo la propia la propia existencia, nuestra propia historia de varones patriarcales al servicio de la nueva humanidad de Dios…, esto es, de la Navidad que es acción creadora del Espíritu, humanidad reconciliada y resucitada (más allá de un tipo de Vaticano, que tiene que morir con José, como he puesto de relieve en una postal anterior).

Desde ese fondo he querido comentar este pasaje de Mt 1, 18-25,  que no en vano está (con la genealogía de Jesús, Mt 1, 1-17, que he comentado también en RD con la ayuda de W. Weren) al comienzo del Nuevo Testamento, como puerta de la Biblia Cristiana. Esta ha sido con mucha frecuencia una puerta giratoria, por la que muchos en la iglesia patriarcal han dicho entrar para volver de nuevo a la antiguo y ratificarlo con nuevas razone, privilegios y poderes.

   El “comentario” que sigue es largo, está tomado del Comentario a Mateo, y puede resultar “excesivo” para muchos, a quienes recomiendo que lean sólo la primera parte. Pero habrá algunos que quieran llegar hasta el final. Un saludo agradecido a todos,(y feliz preparación de Navidad, con José, que ha de morir (como tiene que morir la Iglesia patriarcal) para que nazca el verdadero José, símbolo de la nueva humanidad reconciliada, con María y Jesús. (En especial para ti, María José V., tú me entiendes).

Nacido por el Espíritu Santo (Mt 1, 18-25).

 Las cuatro mujeres anteriores (Mt 1, 1-17) han puesto de relieve la aportación o, quizá mejor, la ruptura femenina en el origen de la vida, y eso aparecerá con toda fuerza en el caso de Jesús, hijo de María, por el Espíritu Santo, como supone este pasaje cuando dice, al final de la genealogía que “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo” (1, 16):

1, 18 El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: estando  María, su madre, desposada con José, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. 20 Mientras pensaba en ello, se le apareció en sueños el ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevar a María, tu mujer, a casa, porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

 22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: 23 Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. 24  Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer 25. Y no la conoció hasta que dio a luz un hijo, a quien puso el nombre Jesús (1, 18-25)[1].

Este relato incluye aspectos de carácter teológico y antropológico, cristológico y sacral, que no pueden resolverse en un simple comentario. Por eso dejo a un lado rasgos que son importantes en otro plano (de crítica histórico/literaria) para centrarme en aquellos que son más significativos, en línea de mensaje, es decir, en perspectiva de novedad cristiana:

– Este pasaje nos sitúa ante un nacimiento irregular. En clave de ley, desde el punto de vista de José, Hijo de David y portador de su promesa, el surgimiento de Jesús se opone al orden patriarcal y nos sitúa en los bordes del mayor “pecado” posible: El adulterio como ruptura del orden familiar. El esposo/padre José, que decide abandonar a María, dejándola a su suerte, aunque sin condenarla externamente, con el hijo ya engendrado, es el signo de una religión que quiere separar a los judíos de los extraños, impuros, diferentes (gentiles), no pudiendo acogerles en su casa, en su comunidad (que en este caso sería la comunidad judeo-cristiana)[2].

– El evangelio amplía la visión de Dios. En contra de lo que podía esperar cierto judaísmo (o judeo-cristianismo), Dios se expresa y actúa a través de una mujer irregular, María, en la línea de las cuatro ya indicadas (extranjeras, problemáticas) para fecundarla con su Espíritu Santo, a fin de que ella sea madre del mesías. Ciertamente, José, que es hombre justo, hijo de David “según la carne” (cf. Rom 1, 3), quiere actuar según ley, en obediencia a la legalidad del propio grupo (es decir, de un tipo de judeo-cristianismo)[3].

El Espíritu Santo se identifica  con la misma acción y presencia de Dios que se revela creadoramente, a través del gesto acogedor de María, superando un tipo de ley patriarcalista simbolizada por José, que era hombre justo (di,kaioj: 1, 19). Allí donde reinaba un orden de justicia eterna, simbolizada por el padre de familia, en línea de buena ley (por medio de José, hombre justo), viene a elevarse/revelarse la más alta función de María, mujer y madre, que aparece como signo de acogida universal humana, en línea de gratuidad[4]. Leer más…

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“Una lotería que siempre toca”. Domingo 4º de Adviento. Ciclo A

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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DCF9D48A-9574-44BD-9A1F-95D12C1CAA42Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Este año, el cuarto domingo de Adviento coincidirá, al menos en España, con el sorteo de la Lotería de Navidad. Las lecturas nos hablan de la auténtica lotería, la que tocó y sigue tocando todos los días y en todas partes del mundo.

El premio

No son millones de euros. Es un premio mucho mayor: una persona. Al principio puede resultar decepcionante. Con este premio no se puede comprar un gran chalé, ni un coche de último modelo. No podemos permitirnos un crucero de lujo ni costear una operación en el mejor hospital del mundo. Pero es un premio personal, que redime nuestro pasado y garantiza nuestro futuro. Las lecturas dedican pocas frases a describir a esa persona: desciende del rey David, nace de una muchacha virgen, y le ponen por nombre Jesús porque nos salva de los pecados. También se le puede llamar Emmanuel, que significa «Dios con nosotros». La cercanía de Dios puede inspirar incluso miedo. En este caso, no. Es un Dios que se presenta como un niño, con el compromiso de morir por nosotros.

La publicidad (1ª lectura)

Este premio no se anuncia en verano, con pocos meses de antelación, como la Lotería de Navidad, sino varios siglos antes. En el año 734 a.C. los reyes de Siria y Efraím se coaligaron para conquistar Judá y deponer al rey Acaz de Jerusalén. Cuenta el profeta Isaías que, cuando llegó la noticia, «se agitó el corazón del rey y del pueblo como se agitan las hojas de los árboles con el viento». El profeta se presenta ante el rey y le ofrece una señal, un signo portentoso realizado por Dios, para mantener la calma. Acaz, que ha pedido ayuda a Asiria, confía en este imperio (los EE. UU de la época) más que en Dios, y responde que no quiere pedir señal alguna. Pero Isaías se la da: «la muchacha está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros». El nacimiento del niño garantizará la salvación de Judá y de Jerusalén.

El sorteo (evangelio)

En tiempos de Isaías, algunos pensaron que la muchacha encinta era la esposa del rey, y Emmanuel el hijo que nacería dentro de poco: Ezequías. Este niño fue un buen rey, pero no cumplió las grandes esperanzas depositadas en él. Pasaron los siglos y Emmanuel no llegaba. Hasta que los cristianos ven cumplida la promesa en el nacimiento de Jesús. Este viene del Espíritu Santo y José le pondrá ese nombre «porque él salvará a su pueblo de los pecados». No salvará de los asirios, ni de los romanos, sino de nuestros pecados, muriendo por nosotros. Y Mateo añade: «Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta». Ya no hay que seguir esperando. Ha salido el primer premio.

Los afortunados (2ª lectura)

En esta lotería todos tienen premio. Incluso cabe la posibilidad de comprar el décimo después de que haya sido premiado. Es lo que dice Pablo a los romanos. El premio no es solo para los judíos, también para los paganos. No toca solo en Jerusalén o Belén, también en Roma. Allí, entre los paganos, se ha difundido el evangelio y se sienten «amados por Dios y llamados a formar parte de su pueblo santo». Igual que nosotros, al cabo de veinte siglos, debemos sentir la alegría de haber sido beneficiados por Dios. El evangelio del domingo pasado hablaba del desconcierto de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el desconcierto y escándalo que podemos sentir ante la conducta y el mensaje de Jesús. El evangelio del cuarto domingo da un paso adelante. El desconcierto y el escándalo se pueden superar. El asombro se da ante el misterio y no acaba nunca, dura toda la vida.

***

Lo anterior es un sencillo esquema que ayuda a entender el mensaje del cuarto domingo y a prepararnos para la Navidad. Para comprender mejor el evangelio entresaco algunos datos de mi comentario El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz (Verbo Divino, Estella 2019, pp. 52-56.

Mateo da un título a lo que va a contar: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Sin embargo, no es eso lo que cuenta, se limita a ofrecer una serie de datos sobre ese misterio.

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

‒ José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros“.»

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

El relato consta de los elementos típicos: planteamiento, nudo y desenlace. Como en cualquier novela policíaca. Pero existe una diferencia. Mientras Agatha Christie dedica la mayor parte al nudo, a las peripecias de Hércules Poirot en busca del asesino, Mateo es brevísimo en las dos primeras partes y pasa enseguida al desenlace. No se trata de un relato dramático, sino didáctico.

Planteamiento

Parte de unos personajes que da por conocidos para el lector, María y José, y de una costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los desposorios (la petición de mano), los novios son considerados como esposos, con el compromiso de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado. De repente, resulta que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mt no deja al lector ni un segundo de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el símil policiaco, el lector sabe desde el principio quién es el asesino.

Nudo

La duda es para José, hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se casa con una mujer y resulta que no es virgen, si la denuncia, “sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa paterna” (Dt 22,20ss). José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley permite denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María en secreto para no infamarla. Mt escribe con enorme sobriedad, no detalla las dudas y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato con un fragmento del Génesis Apócrifo encontrado en Qumrán, en el que leemos algo parecido a propósito del patriarca Lamec: advierte que su mujer, Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea suyo (el estado fragmentario del texto no permite saber por qué duda). La angustia del personaje la refleja el autor de forma casi patética:

“Entonces pensé que la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía a los Gigantes […] y mi corazón se trastornó en mi interior por causa de este niño. Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, y dije […]: júrame por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del Universo […] que de veras me harás saber todo, me harás saber de veras y sin mentiras si esto […]. Júrame por el Rey de todo el Universo que me estás hablando sinceramente y sin mentiras […] Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente, lloró y dijo: ¡Oh, mi hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo del amor, el jadear de mi aliento en mi pecho […] Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del cielo. ¿Por qué está la expresión de tu rostro tan alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido?” (1QapGn Col. II, 1-17).

Ni siquiera con estas palabras de su esposa queda tranquilo Lamec; acude a su padre, Matusalén, para que le pregunte a Henoc y se informe de todo con certeza. Es una pena que la columna esté tan estropeada en algunos momentos capitales para la interpretación del argumento. El relato de Mt parece en muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.

Desenlace

En cuanto José toma la decisión, se aparece el ángel que resuelve el problema. José obedece, y María da a luz un hijo al que José pone por nombre Jesús. En esta sección final, entre las palabras del ángel y la obediencia de José introduce Mt unas palabras para explicar el misterio: se trata de cumplir la profecía de Is 7,14 (que se lee hoy como 1ª lectura).

Mensaje

Este análisis literario demuestra que Mt no ha intentado poner en tensión al lector. Sabe desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces, ¿qué pretende decirnos con este episodio? Tres cosas fundamentales a propósito del protagonista de su obra.

¿Quién es Jesús? Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mt acaba de indicarnos que es verdadero israelita y descendiente de David. ¿Significa que sea el Mesías? Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos grupos judíos. El Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is 7,14. Este episodio demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro dato que no contiene el texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo cual se quiere expresar su estrecha relación con Dios.

¿Qué hará Jesús? Lo indica su nombre: salvar a su pueblo de los pecados. Salvar de los pecados no es lo mismo que perdonar los pecados. Perdonar los pecados se puede hacer de forma cómoda, sentado en el confesionario, o incluso paseando o tomando un café. Salvar de los pecados sólo se puede hacer ofreciendo la propia vida. Sabemos desde niños que Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su vida por nosotros. Pero no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal de un judío piadoso ante el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho menos morir por el pecador. Es condenarlo.

¿Qué repercusiones tiene su aparición? Mt, al escribir su evangelio, parte de la experiencia de su comunidad, perseguida y rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mt le indica desde el comienzo que las dificultades son normales. Incluso las personas más ligadas al Mesías, sus propios padres, sufren problemas desde que es concebido. El cristiano debe ver en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo a aceptar a Jesús y seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su pueblo de los pecados”.

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Cuarto Domingo de Adviento. 22 diciembre, 2019

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le podrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados.”

(Mt 1, 18-24)

¡Ya viene! se puede decir que ya se oye el rumor de sus pasos… La Navidad ya está muy cerca recordándonos que Dios ha querido ponerse en nuestras manos frágil, pequeño y desnudo.

Y supongo que nos pasa un poco como a José: ¡que no acabamos de creerlo! Se nos llena el corazón de dudas…

¿Cómo es posible que Dios tenga algo que ver en esta historia nuestra? ¿Cómo lo vamos a reconocer envuelto en tanta fragilidad, con una apariencia tan vulnerable?

No tuvo que ser nada fácil para José reconocer el paso de Dios por su vida precisamente en la “irregularidad” del embarazo de su prometida. Porque, vamos a ver, no es fácil reconocer el paso de Dios en aquello que nos hiere y nos complica de quienes más cerca tenemos: una novia embarazada, un marido enfermo, una amiga con sida, un primo con cáncer… no parece, a simple vista, la tarjeta de visita de la felicidad, de la vida plena, del amor. No, no lo parece.

Pero Dios, Nuestro Dios Amor, nos sorprende haciendo brillar aquello que nos parecía una terrible oscuridad. Así viene Dios a nuestras vidas bajo unas apariencias sospechosas, que muchas veces nos dan miedo y nos llenan de dudas.

María y José pueden ser un ejemplo de cómo puede llegar a descolocarse la vida cuando Dios viene a tu historia. Muchas veces nos empeñamos en hacer de las grandes figuras bíblicas o de las personas con fama de santidad unas criaturas extrañas, especiales, que tenían muy claro lo que Dios quería de ellas y cómo tenían que llevarlo a cabo, pero no fue así. Todas ellas tuvieron sus dudas y dificultades. Pasaron por momentos de desconcierto, de no entender. Todas probaron el sabor amargo de tener que cambiar sus planes, sus vidas.

El evangelio de este domingo nos muestra la lucha de José. A nosotras que nos sabemos el final de la historia nos pasa casi desapercibido. Pero el texto dice claramente: “José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto”. Llegar a tomar esta decisión debió de costarle más de una noche sin dormir. A fin de cuentas, lo único en claro que podía sacar José era que María le había engañado. Ella estaba embarazada y él no tenía nada que ver…

Llevamos todo el adviento diciéndole a Dios que venga: ¡Maranatha, ven Señor Jesús! Hoy podemos pararnos a pensar si estamos dispuestas a dejarle venir como él quiera…

¿Le abriríamos la puerta si viene llenando nuestras vidas de dificultades? ¿Dejaremos que entre si viene poniendo en tela de juicio nuestra buena fama y la de nuestra familia? ¿Podremos dejarle entrar si viene con una enfermedad?

Quién sabe, tal vez este año tampoco encuentre posada y es que las cosas de Dios son bastante complicadas…

Oración

Si te decides a venir, Buen Jesús, no te olvides de traer algo de valentía, de esa que ensancha el corazón y abre los ojos a la luz que tú pones en toda oscuridad.

Si vienes, insiste, que aunque dudamos y no queremos complicarnos la vida, tampoco podemos vivir sin ti.

Ven que cuando ya estés aquí, se nos quitarán los miedos y desaparecen las dudas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Jesús lo divino nunca se percibe por los sentidos.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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hqdefaultMt 1, 18-24

Hoy la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Pero hay otra frase en Jn más esclarecedora; cuando Jesús propone a Nicodemo qué hay que nacer de nuevo, dice: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. De la carne no puede nacer el espíritu ni del espíritu puede nacer la carne. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús. “nacido de una mujer”, pero lo importante es lo que hay en él de divino; y eso, sin duda ninguna, ha nacido del Espíritu.

Los relatos “de la infancia” de Mt y Lc, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Mc no sabe nada de la infancia de Jesús. Jn tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mt y Lc, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior.

Para resaltar lo que Jesús fue para los cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida. Sus padres lo trataron siempre como a un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo.

Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús, más allá de lo que se podía percibir. El modo en que lo hicieron era lo lógico para ellos. Ni se engañaban ni quisieron engañar. Nos engañamos nosotros al entender literalmente el texto, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas se ha intentado explicar la grandeza de unos personajes contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice que han nacido de madre virgen. Esos datos no pretenden afirmar nada sobre sus madres sino sobre los personajes.

Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de la infancia de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían y que no causaba conflicto alguno. Los cristianos, después de descubrir en la experiencia pascual lo que Jesús significaba, razonaron: Si de tantas personas famosas se puede decir que son hijos de dios, de Jesús con mucha más razón.

“María estaba desposada con José”. El matrimonio, constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante era el contrato (desposorio). En la boda se celebraba la acogida de la esposa en la casa familiar del novio. Según la ley judía, María y José estaban casados a todos los efectos jurídicos. El anuncio se hace a José. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparado con el que ha tenido la Anunciación de María? Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer.

“Antes de vivir juntos”. Mt quiere transmitirnos el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús, es obra del Espíritu. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular la materia biológica. Dios no tiene actos puntuales. En Dios ser y actuar son la misma realidad. La presencia de Dios en Jesús, se manifiesta en lo humano, no desde fuera de ello.

“Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lc referencia al Espíritu. En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” (Santo) tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, completamente distinto, y además separador y purificador. Apunta  a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución progresiva, sino que responde a la presencia en él de Dios

“José, su esposo que era bueno.” José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo”, traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel. María, para Mt, simboliza la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en tiempo de Mt, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad. El origen divino simboliza la superioridad del NT. El encargo a José, de recibir a María, está indicando que todo buen israelita debe aceptar la novedad, porque es lo que Dios ha querido.

“El ángel del Señor”, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueño”, es la manera normal de dirigirse Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David, deja bien clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda posible prevención por parte de los judíos.

“Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia que toma José en este relato. El nombre es resumen de lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender de otro hombre, José. Recordemos que en relato de Lc el nombre se lo revela a María el ángel y ella será quien se lo imponga.

“Para que se cumpliera la Escritura. Mt hace especial hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea `almâ’, que significa joven, fue traducida de manera incorrecta por “párthenos” que significa (célibe, soltera, doncella, virgen). En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa virgen, pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (s II). El relato bíblico se refiere a la joven esposa del rey Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo.

“Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un enviado más de Dios. No podía tener padre humano, porque sería a quien tenía que imitar en la tierra y no podía ser Dios su único modelo. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imitará al Padre. Para nosotros, es un lenguaje extraño, pero en aquella época, la referencia de un hijo al padre no se medía por lo biológico, sino por la capacidad del hijo para imitar al padre.

Meditación

Tengo que nacer del agua y del Espíritu.
Nadie puede hacerlo por mí; ni siquiera el mismo Dios.
El Espíritu ya está dentro de mí.
Mi tarea es darle a luz; es decir, tomar conciencia de esa realidad
y manifestarla en mi vida, para que la descubran los demás.
Ese proceso me llevará a la plenitud humana.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Los sueños de la Biblia.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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mt-118-24-gesu-nascera-da-maria-sposa-di-giuseppe-figlio-di-davide-1Una cosa es saber y otra saber enseñar (Cicerón)

22 de diciembre. DOMINGO IV DE ADVIENTO

Mt 1, 18-24

Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa (v 24)

Los sueños en la Biblia eran muy coherentes y reales, conteniendo unos mensajes muy claros, y no como los nuestros, que cuando te despiertan se pierden en la niebla. En Daniel 7, 1 se dice: “Daniel tuvo un sueño mientras dormía, y al punto escribió lo que había soñado”.

No sé lo que José soñaría sobre su prometida embarazada, pero seguramente estaría sorprendido, y como cantó Sglinde al conocer que llevaba en su seno la semilla de Sigmund, así cantaría María su embarazo con su hijo Jesús, que tanta gloria le daría a ella y al mundo entero tanto con sus palabras como con sus hechos.

Richard Wagner entonó todas estas cosas en El ocaso de los dioses, donde dijo también que los dioses y héroes perecerían ante el inexorablemente duro anatema, que culminará con el aniquilamiento total, porque los dioses han corrompido el mundo desde sus comienzos.

Y ahora soy yo el que digo:

¿Por qué no sucederá esto también con los dioses de todas las religiones, pues maldita la falta que nos hacen?

Una cosa es saber y otra saber enseñar, decía Cicerón, uno de los más grandes oradores de la República romana, pues para enseñar bien, antes hay que saber callar, cosa difícil para la mayoría de las mujeres.

Y la primera en conocer estas cosas debiera ser la Iglesia, y pensando estoy en el alto Clero, la de báculo y mitra, pues la Iglesia no sólo tiene que enseñar al mundo, sino y sobre todo aprender de él, puesto que en la vida es donde mejor se enseñan estas cosas.

Están próximas ya las Navidades, y como fieles cristianos no podemos olvidarnos de que una noche desembarcó en la casa de mi mente San Nicolás de Bari, y entrando cautelosamente en ella, pues los niños dormían y soñaban, y descargó su cesta de regalos, junto al árbol navideño que anteriormente ellos habían preparado.

Cuando Cicerón sabiamente dijo que “Una cosa es saber y otra saber enseñar”, ¡¡cuánta razón tenía!!

Como razón tenía igualmente cuando, como dice Mateo en su evangelio:

José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.

En la Misa de Reyes, predicarán los curas sermones que casi nadie entiende que nadie atiende a lo que dice, únicamente están pensando en lo que Gaspar, Melchor y Baltasar, les van a traer en sus camellos.

El-pulpito

LA PRÉDICA DEL CURA

Fui condenado
por parodiar al cura en latinajos
que nadie en aquel pueblo comprendía.

Ni yo, ni el pueblo, ni los pájaros,
pero él erre que erre
con sus dominicales prédicas.

Al terminar la misa,
los feligreses salían de la iglesia,
se encogían de hombros y se iban
a celebrar con vino en la taberna
la incomprendida prédica del cura.

Y yo, que era el monaguillo,
quedé condenado para siempre
por la inicua condena
de aquel inicuo cura sin sustancia.

………………………..

¡Pobre Evangelio, pobre misa,
y pobres los vecinos de aquel pueblo!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El nombre de Jesús

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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joseph-songeMt 1, 18-24

Si en aquel tiempo, el nombre revelaba la identidad y lo que se espera de una persona en su futuro, su misión, nada mejor que llamarle al niño que va a nacer, Jesús porque es Emmanuel. Jesús es Jesús, el salvador, porque Dios estaba con él. También nosotros estamos salvados y somos salvadores si experimentamos esa misma cercanía de Dios en nuestra vida y además imita y se parece a la de Jesús.

Según las narraciones de los evangelios de la infancia de Jesús José y María lo tuvieron muy fácil. Antes de que la criatura que llevaba en su vientre naciera un ángel o un arcángel les “soplan” cómo se debe llamar el niño, Jesús. Gabriel se lo comunica a María, según Lucas. Según Mateo el encargado de dar el nombre es José. El evangelio que hoy comentamos es el de Mateo. Según este evangelista, un ángel del Señor le dice, en sueños, a José: “tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Y todo esto (dichosos neutros) sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio del profeta Isaías al desconfiado rey Acaz: una doncella dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” (primera lectura de hoy).

La unión de los dos nombres dados al niño que va a nacer, Emmanuel y Jesús, resulta altamente clarificadora del proyecto que viene a realizar en la tierra. De ahí la importancia de llamarse Jesús. Este niño será Dios con nosotros y Dios nos salva. En él Dios está con nosotros salvándonos. Si Dios está con nosotros, estamos salvados desde Dios. La toma de conciencia, el caer en la cuenta de que Dios está con nosotros, es la salvación desde nosotros. Ahora solo falta sacar las consecuencias. Vamos a ello.

Emmanuel significa “Dios con nosotros”. Jesús dijo e hizo lo que nos cuentan los relatos evangélicos porque Dios estaba con Él. Así lo testimonian los que lo vieron y oyeron. Jesús nos desvela la esencia de Dios. Siente su presencia en él. Le dice a Felipe: Quien me ve a mi ve al Padre. Yo y el Padre somos uno. ¿Qué nos dice Jesús del Dios en el que cree y confía? El Dios en quien cree y confía Jesús queda bien descrito en los evangelios. Dios es buena noticia para los hombres. Es un/a padremadre. Nos ha creado por amor, nos ha hecho a su imagen y semejanza, capaces de amar como Él nos ha amado. Está comprometido con nuestra felicidad y entregado a nuestra plenificación, codo con codo con nosotros, a nuestro lado siempre. Es nuestro amigo, compañero y cómplice, sufre con nosotros. En Él vivimos, nos movemos y existimos. El mejor retrato de Dios que Jesús hizo es la parábola del padre estupendo del hijo pródigo.

Como Jesús, nosotros seremos y haremos lo que tenemos que ser y hacer, lo que se espera de nosotros, nuestro ser verdadero, si descubrimos que Dios está en nosotros y entre nosotros. En el grado en que Dios sea nuestro fundamento, nuestra fuente, nuestro horizonte (alfa y omega), nuestra plenitud, nuestra vida reflejará nuestra participación en la vida divina. Seremos plenamente humanos y divinos. Como Jesús.

La palabra Jesús significa “Dios salva”. “Le pondrás por nombre Jesús porque el salvará a su pueblo de los pecados”. Dios salva. Necesitamos descubrir a Dios como nuestra salvación, nuestra liberación. Nos ayudará reflexionar e intentar contestar a estas tres preguntas: ¿De qué nos salva? ¿Para qué nos salva? ¿Cuándo y cómo sé yo que estoy salvado? Empecemos a responder. Nos salva del mal, para hacer el bien, y sé que estoy salvado cuando tengo la experiencia de que soy capaz de vencer mi egoísmo a favor del servicio a mi hermano. Ampliemos nuestra reflexión: Dios nos crea creadores, con capacidad de hacer el bien, de servir a los demás, de salvar a los hermanos. Estamos salvados y podemos ser salvadores. La humanidad necesita ser salvada del mal, de la injusticia y de la violencia. La salvación es el paso de las obras de las tinieblas a las obras de la luz. Sabremos que estamos salvados y salvando en el grado que seamos “luz de las naciones”. Luz que ilumina y vivifica. En respuesta a las preguntas: Dios, en Jesús, nos salva del mal (pecado) y nos salva para hacer el bien. Experimentamos que estamos salvados si somos capaces de que nuestra disponibilidad y entrega sea superior a nuestro egoísmo, si somos seres para los demás, más que solo para nosotros, si mi verdadero ser es la honradez y la bondad. En dos palabras, si construimos el Reino. Salvación y trabajo por el Reino son correlativos.

En resumen: Todo lo bueno, verdadero y bello que hay en nosotros es la huella de Dios, nuestro verdadero ser, la parte divina, nuestra participación en la vida de Dios. Es Dios en nosotros. Lo importante es experimentar su presencia misteriosa. Estamos salvados y somos salvadores en el grado en que activemos la presencia de Dios en nuestra vida. En la medida en que nuestra vida participe de la Vida de Dios con nosotros y seamos capaces de hacer el bien. La honradez y la bondad deben ser nuestros criterios de salvación. La capacidad de entrega y servicio es el termómetro de nuestra salud salvadora. Si me parezco a Jesús, que es el modelo de los salvados, si mi estilo de vida imita al de Jesús que pasó la vida haciendo el bien, curando el sufrimiento humano, alimentando al hambriento, librando al oprimido… entonces y solo entonces llegaré a mi plenitud humana.

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Todos somos Emmanuel: Dios-en-nosotros.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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Ave-lápiz-300x225Domingo IV de Adviento 

22 diciembre 2019

Mt 1, 18-24

En el evangelio de Lucas es María quien recibe el “anuncio del ángel” (Lc 1,26-38); en el de Mateo, por el contrario, el destinatario es José. Ello nos muestra que nos hallamos ante un relato mítico, con el que los autores de ambos evangelios quieren presentar a Jesús como Hijo de Dios, nacido de una virgen.

          El parto virginal es un mito que se extendía en la antigüedad desde Egipto hasta la India. Horus, en Egipto, nace de la virgen Isis (tras el anuncio que le hace Thaw); Attis, en Frigia, de la virgen Nama; Krishna, en la India, de la virgen Devaki; Dionisos, en Grecia, y Mitra, en Persia, de vírgenes innominadas… Por cierto, de prácticamente todos ellos se dice que nacieron un 25 de diciembre, en el solsticio de invierno –en el hemisferio Norte–, justo cuando el Sol vuelve a “nacer”, venciendo a la noche.

          Sin embargo, tal mito encierra una gran sabiduría. En su propio lenguaje, podría expresarse de este modo: Dios está naciendo en todo lo que nace.

          Transcendido el mito, se comprende que Dios no es un Ser, sino un estado de ser, el Fondo último de todo lo que es. Tal como reconociera la mística beguina Margarita Porete, en el siglo XIII –“el único Dios verdadero es aquel del que nada puede pensarse”–, Dios no puede ser “alguien” pensado ni separado.

          O como advirtiera, en el mismo siglo, otro de los grandes místicos cristianos, el Maestro Eckhart, como una concesión a la mente pero evitando a la vez cualquier equívoco, se hace necesaria una distinción: “Deus” “Deitas”. Llamamos “Dios” (Deus) a “aquel” con quien nos relacionamos, en quien creemos y a quien oramos. Pero este “Dios” es una construcción de nuestra mente: puede ser nombrado y pensado. Sin embargo, la Deidad o Divinidad (Deitas) es inefable: nuestra mente ahí se silencia por completo, porque solo ve Vacío.

          “Dios” –la Divinidad– no se halla al alcance de la mente, porque es un estado de ser transmental. Es Aquello que somos todos en profundidad, la Mismidad de todo lo que es. Que puede ser vivido –es lo que somos–, pero no pensado. Y cada vez que lo intentamos pensar, creamos un ídolo.

          Ahí radica la sabiduría del mito acerca del nacimiento virginal de Jesús: todo es “Dios” naciendo, expresándose. Todos somos “Emmanuel”, no porque un “Dios” separado esté con nosotros, sino porque es nosotros en nuestra identidad última.

          Ante tal comprensión, no puede nacer sino la palabra de María: “Hágase en mí según tu palabra”. Que sea en mí lo que es, me rindo a la verdad última que somos, digo “sí” a la Vida en todo momento.

¿Vivo en un “sí” consciente a lo que es?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sin espíritu no somos más que barro

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Consideraciones para la oración y revisión de vida / homilía

  1. El Espíritu de Dios está sobre María.

La persona y la vida de María están presididas por el Espíritu de Dios. Es el mismo Espíritu del Génesis, de la creación de la vida y del ser humano:

         La tierra al comienzo era confusión y caos, las tinieblas cubrían la tierra, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas y surgió la luz y el sentido (Gn 1,2-3).

         Cuando Dios infunde aliento vital (espíritu) a la debilidad humana, la evolución alcanzó un momento cualificadamente diverso y superior, al barro (Gn, 2,7) y así el ser humano llega a ser viviente.

  • o La naturaleza humana, el barro humano sin espíritu somos un pequeño caos y confusión. La inteligencia, la libertad, la sexualidad, las capacidades humanas sin espíritu quedan en pura materialidad, sin espíritu, sin alma.
  • o ¿Mi vida es un caos, una confusión de cosas, deseos y pulsiones sin espíritu? ¿Hay aliento vital en mi vida? ¿”Soy viviente” o “vegeto” por la existencia? ¿Cuál es el espíritu de mi vida?

Dios guía y acompaña a su pueblo en la dura marcha hacia la libertad y se les hace presente en el FUEGO de la zarza del Sinaí. (Éxodo 3).

         En las dudas y oscuridades de la vida, el Espíritu es LUZ que ilumina nuestro caminar (Éxodo 13, 21).

  • o En el camino de la vida, -a veces duro-, podemos atravesar “noches oscuras”, problemas-crisis, hundimientos psíquicos, morales, desánimos, desierto… Tal vez solamente quedan fuerzas para intuir el fuego y la luz del Espíritu de Dios: fortaleza, sabiduría – comprensión. La oscuridad puede acoger la luz
  • o Si me quedan algunas fuerzas: ¿Hay luz en mi vida o vivo superficialmente, quizás en tinieblas? ¿Al menos miro hacia la Luz? ¿Amo y busco la Verdad?
  • o

          El Espíritu de Dios nos envuelve y hace amable la vida cotidiana como la suave brisa. (1Reyes 19, 12).

  • o Puede que ande “bajo de tono”, bajo de espíritu, sin muchas ganas de vivir. En ese caso, el espíritu pudiera ser la brisa de cada día: un encuentro, el amor, encuentro sentido a la enfermedad, el trabajo hecho lo mejor posible, una celebración familiar, una celebración cristiana, una buena palabra, etc.
  • o ¿Trato de poner buen espíritu -buen tono y talante- en la vida cotidiana con mis familiares, amigos, compañeros de trabajo, de comunidad? ¿Procuro una cierta amabilidad en mis relaciones eclesiales?

El Espíritu es la fecundidad de María (Mt 1, 18)

  • o Cuando la sombra, el Espíritu, -el estilo de Dios- preside nuestra vida, como la de María, brota vida, brota El que es la Vida.
  • o La “sombra de Dios” protege y hace fecunda la vida humana y la llena de calma, de sentido, de libertad y creatividad. Lo que “veo y percibo” a la sombra de Dios, lo que “oímos” en silencio y comunidad es Palabra y es vida.
  • o Toda encarnación de Dios es obra del Espíritu y solamente obra del Espíritu.
  • o Sin el Espíritu, lo engendrado en la carne de la mujer galilea, es, sin más, hijo de María. Con y desde el Espíritu de Dios, el hijo de María es hijo de Dios.
  • o Toda encarnación de Dios en nuestra condición humana es obra del Espíritu. Sin el Espíritu, nuestra materialidad será siempre materia, barro.
  • o ¿Mi vida está sobrecargada de infinidad de “trastos”: trabajo, reuniones, clases, viajes, prisas, móviles e inmuebles? Las horas a la sombra de Dios quedan fuera de la agenda y son fecundas, son las que crean vida personal.
  • o ¿Con qué espíritu vivo y hago las cosas en mi vida? ¿El espíritu del que vivo me impulsa a crear vida en mi transcurrir por la existencia: familia, fe, cultura, ayuda a personas cercanas o lejanas?
  • o ¿Mi ideología política es de vida?

         El Espíritu es un bautismo de fuego y lucha en el desierto de la vida. (Mt 3,11.16).

  • o El Espíritu nos impulsa y nos hace críticos; nos saca de nuestra superficialidad y e intereses.

         Jesús vive una profunda alegría porque el Espíritu está en él. (Lc 10, 21).

         Cristo resucitado confiere su espíritu a la comunidad cristiana. Y ese Espíritu es paz, alegría e impulso e ilusión para vivir y para la misión. (Jn 20, 22).

  • o Cuando el buen espíritu (santo) impregna nuestra vida: nuestros criterios y nuestras tareas, la serenidad, alienta nuestra existencia.
  • o El Espíritu es quien nos anima y consuela en nuestros desánimos y momentos difíciles. (Jn 16, 7).
  • o ¿Soy persona de calma y alguna alegría o transmito nervios allá por donde voy? ¿Estoy siempre amargado? Los discípulos, los cristianos, se llenaron de alegría al ver al Señor: ¿es mi caso?
  • o ¿Soy “buen compañero de viaje”, sé animar y apoyar una idea, un proyecto? ¿Sé consolar, o más bien, soy derrotista y cierro las puertas de salida a los problemas y las crisis? ¿Acompaño cuando alguien sufre en mi derredor? Siempre en la discreción: ¿me preocupo y visito a los enfermos que me son más o menos cercanos, personas ancianas, etc.? ¿Doy limosna?

El Espíritu nos hace libresy no esclavos. (Rm 7; 8, 15). Hemos sido hechos hijos de la libertad por el Espíritu. (Gál 3, 13-14).

  • o El espíritu de Jesús nos hace libres y audaces. ¿Me da miedo la libertad, el pensamiento, la creatividad, los cambios? Prefiero atrincherarme en los “cuarteles de invierno ideológicos, eclesiásticos? (A mí que me dejen en paz).
  1. Jesús: Dios salva / Emmanuel: Dios con nosotros

Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Mateo 1)

La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. (Isaías 7 / Mateo 1)

  • o No sabemos cómo ocurrieron históricamente estas cosas, lo decisivo es que Dios se hace uno de nosotros. Cuando Dios decide acercarse a la humanidad lo hace salvíficamente y se hace Jesús: Dios salva. Dios se acerca a nosotros para ser con nosotros: Enmanuel.
  • o Dios está con nosotros para salvarnos: ¿Dios está en mi vida? ¿Dios cuenta algo en mi vida? ¿Dios está con nosotros?
  • o ¿O todo el asunto Dios–cristianismo lo reducimos a un “subproducto” por el que tenemos fácil acceso a unas “rebajas eclesiásticas” de cumplimientos más fáciles?
  • o Dios está con nosotros en Jesús: Dios salva. ¿Sigo teniendo miedo a Dios? ¿Mi mente y mi corazón viven asustados ante el Dios que nos salva?
  • o Dios se hace carne en la debilidad humana, en los más pobres y débiles. ¿Veo a Dios en los más pobres de la tierra?
  • o Dios asume la naturaleza humana en la naturaleza de María y desde ella queda bendecido todo el Universo, toda la materia, toda la humanidad.

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Dos discípulas de Jesús de Nazaret

Sábado, 5 de octubre de 2019
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gesu-maria-martaLucas 10,38-42
José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).

ECLESALIA, 16/09/19.- Sucede en una casa, la casa de Marta y María —¿y Lázaro?—, donde el Maestro, junto con los suyos y según puede inferirse, suele alojarse en busca de reposo para luego continuar la predicación itinerante del Reino de Dios. Así, la llegada de Jesús y sus discípulos pone a funcionar la dinámica de la hospitalidad que, si ya tratándose de un solo huésped resulta compleja, en el caso de un grupo de predicadores cansados y hambrientos acaba siendo harto complicada, recayendo el peso de los quehaceres en las mujeres de la casa y de los sirvientes, si los hay.

Y es que dentro de la división rigurosa de roles y espacios en el mundo mediterráneo del primer tercio del siglo I, el mundo privado del hogar es el ámbito natural de las mujeres con, además, límites inviolables que todos respetan. Así y en el caso de la hospitalidad, las mujeres se habrían de ocupar de disponer cuanto implica recibir a un huésped particularmente bienvenido: no sólo una mesa bien servida sino también un lecho confortable; de hecho, el tiempo verbal del griego utilizado para decir que Marta “recibió” a Jesús, sugiere una estancia relativamente prolongada de él mismo que, por cierto, se pone a enseñar transformando el hogar de las hermanas en un espacio de encuentro con el Padre y su Reino.

Si se añade que el rol femenino de entonces supone, también, como virtud honorable el silencio en relación con los varones a tal punto que una mujer solamente se comunica con los hombres en los momentos de la comida y, en el caso de su marido, en el lecho conyugal, la actitud de estas hermanas en relación con Jesús de Nazaret no sólo resulta inédita sino escandalosa: tanto el reproche abierto que Marta hace a Jesús, como la actitud de María en relación con él, hacen saltar por los aires el rol de la mujer, en el más puro contexto de la ruptura de roles tradicionales que el Galileo practica y propone como una parte necesaria para sacar adelante la causa del Reino de Dios, en confrontación con el conservadurismo natural de los colectivos rurales de entonces: «Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; de otro modo, el vino reventaría los odres y se echarían a perder tanto el vino como los odres: sino que el vino nuevo, en odres nuevos».

En este caso, el vino nuevo es el rol que María adopta al sentarse a los pies del Maestro a “escuchar su palabra”, cosa que provoca la indignación de Marta puesto que su hermana está asumiendo, explícita y abiertamente, un rol que corresponde únicamente a los varones: como que a Marta ya le resultaba suficiente pertenecer al grupo de simpatizantes de la causa de Jesús y contribuir a ella con sus bienes, sí, pero desde el rol que como mujer le es propio. De este modo, Marta al pedir al Maestro que reconvenga a María, le está exigiendo que le evite la vergüenza del deshonor que supone el cambio de rol de su hermana, y, correlativamente, que la envíe al sitio que, como mujer, ha de desempeñar. Sin embargo y en el contexto de inversión del código honor-vergüenza, tan propio de la praxis del Galileo, la mejor parte que María ha elegido y “que no le será quitada” resulta ser, según el mismo Jesús, la liberación de una tradición caduca que impone roles de sometimiento inadmisibles en el horizonte del Reino de Dios.

No son Marta y María, no, los únicos casos de discipulado femenino de que dan cuenta los Evangelios. Más bien este relato viene a mostrar lo que hubo de ser un proceso hacia el discipulado femenino más común de lo que ha querido aceptarse. Y es que el hecho de la presencia de discípulas en el movimiento de Jesús resulta incuestionable: por mencionar sólo un par de referencias, Marcos menciona: “Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”; y Lucas da cuenta de un otro grupo en torno a Jesús: Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”.

Es así que el rescatar y devolver la presencia femenina, sin límite alguno, en el discipulado actual de Jesús, resulta absolutamente necesario por pura congruencia con la decisión del Maestro por un discipulado sin restricciones de género, no sólo ni tanto en obsequio de los movimientos feministas, sino por honestidad indispensable en relación con el mismo Jesús de Nazaret que quiere una comunidad de seguidores —hombres y mujeres— en el horizonte de la más radical igualdad, con toda la cauda crítica que esto supone para algunos segmentos harto conservadores de la Iglesia y de la sociedad.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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El difícil todo

Domingo, 21 de julio de 2019
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EL DIFICIL TODO

Tan sólo mejor
que la mejor parte
que escogió Maria,
el difícil todo.

Acoger el Verbo
dándose al servicio.
Vigilar Su Ausencia,
gritando su nombre.
Descubrir Su rostro
en todos los rostros.

Hacer del silencio
la mayor escucha.
Traducir en actos
las Sagradas Letras.

Combatir amando.
Morir por la vida,
luchando en la paz.

Derribar los troncos
con las viejas armas
quebradas de ira,
forradas de flores.

Cantar sobre el mundo
el Advenimiento
que el mundo reclama
quizá sin saberlo.

El difícil todo
que supo escoger
la otra María…

*

Pedro Casaldáliga

***

 

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:

“Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.”

Pero el Señor le contestó:

“Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.”

*

Lucas 10, 38-42

***

El concepto de hospitalidad ha perdido en nuestra cultura mucha de su fuerza y se emplea a menudo en ambientes donde estaríamos más inclinados a esperar una piedad aguada que una búsqueda seria de auténtica espiritualidad cristiana. Ahora bien, si hay un concepto que merece ser llevado a la profundidad original y a su potencial evocador es el de hospitalidad. Se trata, en efecto, de uno de los términos bíblicos más ricos, un concepto que está en condiciones de ahondar y ensanchar nuestra percepción respecto a las relaciones con los hermanos. Los relatos del Antiguo y del Nuevo Testamento no se limitan únicamente a indicarnos qué grave es la obligación de acoger al extranjero en nuestra casa, sino que nos señalan también que los invitados traen consigo dones preciosos, unos dones que están ansiosos de mostrar a quienes les acogen. Los tres extranjeros recibidos de manera suntuosa por Abrahán en Mambré se le revelan como el Señor y le anuncian que Sara dará a luz un hijo.

Cuando se invita a los extranjeros que pueden dar miedo, entonces revelan al huésped las promesas que traen consigo. De este modo, los relatos bíblicos nos ayudan a darnos cuenta de que la hospitalidad es una virtud importante y – lo que es más, que en el marco de la hospitalidad, huésped e invitado pueden revelarse recíprocamente regalos preciosos, entregándose una vida nueva.

En estos últimos decenios, la psicología ha contribuido mucho a descubrir un nuevo modo de entender las relaciones interpersonales. Sin embargo, algunos de nosotros se han dejado impresionar hasta tal punto por los nuevos descubrimientos que han perdido de vista la enorme riqueza contenida y conservada en conceptos antiguos como el de hospitalidad. Ese concepto podría dar una nueva dimensión a nuestra comprensión de una relación benéfica y a la formación de una comunidad, nuevamente creativa, en un mundo que sufre de alienación y de extrañamiento.

*

H. J. Nouwen,
Viaggio spirítuale per l’uomo contemporáneo,
Brescia 81999, pp. 60 ss.

***

***

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